Primera lectura.
Lectura de la profecía de Malaquías 3, 1-4
Esto dice el Señor:
-Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí.
De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y
el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando,
dice el Señor del universo. ¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se
mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como fuego de fundidor, como lejía de
lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los levitas
y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y oblación
justas. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en
tiempos pasados, como antaño.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos.
Voy a enviar
a mi mensajero.
Mt 11, 10ss.: Este es de quien está escrito:
“Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”. En
verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista.
Ya llega, dice Yahvé Sebaot.
Hch 13,24-25: Juan predicó a
todo Israel un bautismo de conversión antes que llegara Jesús; y, cuando Juan
estaba para concluir el curso de su vida
decía: “Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a
quien no merezco desatarle las sandalias de los pies.
Lc 1, 17: Irá delante del
Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los
padres hacia los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos,
para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
Na 1,6: ¿Quién resistirá su
ira? / ¿Quién aguantará el ardor de su cólera?
Jl 2,11: El Señor grita a su
ejército, / pues muchos son sus campamentos, / innumerables los que cumplen su
palabra. / Grande es el Día del Señor, / terrible, ¿quién podrá con él?.
Purificará a los hijos de
Leví:
Jr 6, 29: Sopla el fuelle, y el fuego / va
consumiendo el plomo; / pero en vano refina el fundidor / no se desprende la
escoria.
Notas
exegéticas.
3 1 (a) El precursor de Yahvé, ver
ya Is 40,3, será identificado con Elías, Ml 3,23; Mt 11, 10 aplica este texto a
Juan Bautista, nuevo Elías, Mt 11,14s.; Mc 1,2; Lc 1,17.76.
3 1 (b) El Ángel de la nueva Alianza
no es el precursor del que se ha hablado más arriba, porque su llegada al
templo es simultánea a la de Yahvé. Se trata sin duda de una designación
misteriosa del mismo Yahvé, con referencia implícita a Ex 3,2; 23,20; ver Gn 16,7ss;
Mt 11,10 invita a interpretarlo de Cristo.
3 3 (b) “Legítimas” , lit,.
“según la justicia”, es decir, conforme a los ritos prescritos y, al mismo
tiempo, con las disposiciones morales correspondientes a un culto auténtico.
Salmo
responsorial
Salmo 23
R/. El Señor, Dios del universo, él es el Rey de
la gloria.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que
se alcen las puertas eternales:
va
a entrar el Rey de la gloria. R/.
¿Quién
es ese Rey de la gloria?
El
Señor, héroe valeroso,
el
Señor valeroso en la batalla. R/.
¡Portones!,
alzad los dinteles,
que
se alcen las puertas eternales:
va
a entrar el Rey de la gloria. R/.
¿Quién
es ese Rey de la gloria?
El
Señor, Dios del universo,
él
es el Rey de la gloria. R/.
Textos
paralelos.
¡Puertas, alzad los dinteles!
2 S 6, 12: Entonces
David fue y trajo con algazara el Arca de Dios de la casa de Obededón a la
ciudad de David.
Sal 118, 19-20:
Abridme las puertas de la salvación, / y entraré para dar gracias al Señor. /
Esta es la puerta del Señor, / los vencedores entrarán por ella.
Ez 44,2: El Señor
me dijo: “Este pórtico permanecerá cerrado. No se abrirá nunca y nadie entrará
por él, porque el Señor, Dios de Israel, ha entrado por él. Por eso quedará
cerrado”.
Ml 3,1: Voy a
enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí. De repente llegará a
su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la
alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor.
1 Cor 2,8: Ninguno
de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues, si la hubiesen conocido,
nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
¿Quién
es ese rey de la gloria?
1 S 1,3a: Ese
hombre subía desde su ciudad de año en año a adorar y ofrecer sacrificios al
Señor del universo en Siló.
Ex 24,16-17: La
gloria del Señor descansaba sobre la montaña del Sinaí y la nube cubrió la
montaña durante seis días. Al séptimo día llamó a Moisés desde la nube. El
aspecto de la gloria del Señor era para los hijos de Israel como fue voraz
sobre la cumbre de la montaña.
Notas
exegéticas.
24 Los vv. 7-10 pueden referirse al
traslado del arca en tiempo de David 2 S 6, 12-16; ver Sal 68 25ss; 132. El
contexto vv. 1-6 parece posterior, ver Sal 15: el creador del universo es
también el amigo qwue acoge al justo.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta a los Hebreos 2, 14-18
Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así
también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la
muerte al Señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por
miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos. Notad que tiende una
mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en
todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a
Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber
padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos.
Por tanto,
del mismo modo que los hijos comparten la sangre.
Mt 16, 17: ¡Bienaventurado tú,
Simón, hijo de Jonás!, porque esto no te
lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Al que tenía dominio
sobre la muerte, es decir, el diablo.
Jn 12,31: Ahora va a ser
juzgado el mundo; ajora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera.
Rm 5, 12: Por tanto, lo mismo
que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así
la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron.
Sino a la descendencia de
Abrahán.
Is 41,8: A quien escogí de los
extremos de la tierra, / a quien llamé desde sus confines, diciendo: / “Tú eres
mi siervo, / te he elegido y no te he rechazado”.
Por eso tuvo que
asemejarse.
Rm 8, 3:Lo que era imposible a
la ley, por cuanto que estaba debilitada a causa de la carne, lo ha hecho Dios:
enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y en orden al pecado,
condenó el pecado de la carne.
Rm 8, 29: Porque a los que
había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo,
para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos.
3, 1: Por tanto, hermanos
santos, vosotros que compartís una vocación celeste, considerad al apóstol y
sumo sacerdote de la fe que profesamos: a Jesús.
4,15: No tenemos un sumo
sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido
probado en todo, como nosotros, menos en el pecado.
5,7: Cristo, en los días de su
vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que
podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial.
Rm 3,25: Dios lo constituyó
medio de propiciación mediante la fe en su sangre, para mostrar su justicia
pasando por alto los pecados del mundo.
Pues, habiendo pasado él
la prueba del sufrimiento:
1 Jn 2,2: Él es víctima de
propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por
los del mundo entero.
1 Jn 4,15: Quién confiese que
Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
Mt 4ss: las tentaciones de Jesús.
1 Cor 10,13ss: No os ha
sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y él
no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas.
Notas
exegéticas:
2 14 Pecado y muerte son
correlativos, ambos proceden de Satanás, cuyo reino se opone al de Cristo.
3 15 Por su victoria sobre la muerte,
garantía de la del creyente, 13 20; Rm 8, 11ss.
2 17 (a) El autor introduce aquí su tema
principal.
2 17 (b) El verbo “expiar” no tiene las
connotaciones que presenta en castellano, en el sentido de “sufrir un castigo”.
En el AT la expiación era un rito purificador del que Yahvé dotó a su pueblo
(ver Lv 4,20; 16,6; 17, 11). Aquí expresa la capacidad que posee Cristo
glorificado de liberar a las personas de sus pecados (ver 7, 25; 9, 14; 1 Jn 2,
1-2), por lo que “expiar los pecados” podría traducirse como “borrar los
pecados”.
2 17 (c) Este v. introduce los
desarrollos que vienen a continuación: el adjetivo “fiel” será comentado a
partir de 3, 1; y “sumo sacerdote misericordioso” será explicado de 4, 15 a;
5,10.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Lucas 2,22-40
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de
Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor,
de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo varón primogénito será
consagrado al Señor”, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor:
“un par de tórtolas o dos pichones”. Había entonces en Jerusalén un hombre
llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y
el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo
que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el
Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para
cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo
a Dios diciendo:
-Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en
paz. Porque mis ojos han visto a tu salvador, a quien has presentado ante todos
los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del
niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
-Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se
levanten; y será como un signo de contradicción – y a ti misma una espada te
traspasará el alma –, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de
muchos corazones.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de
Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego
viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios
con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa
también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de
Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba
creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con
él.
Textos
paralelos.
Cuando
se cumplieron los días.
Lv 12,2-4: Di esto a los hijos de Israel: Cuando una mujer quede
embarazada y tenga un hijo varón, quedará impura durante siete días, será
impura como durante sus reglas. El octavo día será circuncidado el niño, y ella
permanecerá treinta y tres días más purificando su sangre. No tocará ninguna
cosa santa ni entrará en el Santuario hasta terminar los días de la
purificación.
Como está escrito en la Ley del Señor.
Ex 13,2: Conságrame todo primogénito, todo primer parto entre los hijos
de Israel, sea de hombre o de ganado.
Ex 13,11: Cuando el Señor te introduzca en la tierra de los cananeos,
como juró a ti y a tus padres, y te la haya entregado, consagrarás al Señor
todos los primogénitos.
Lv 5, 5-7: El que ha incurrido en culpa en cualquiera de esos casos
[negarse a declarar en un juicio como testigo, tocar un animal impuro o
inmundicias humanas, pronunciar a la ligera un juramento,…] confesará su
pecado, y presentará al señor, como reparación por el pecado cometido, una
hembra de ganado menor, oveja o cabra, como sacrificio expiatorio y el
sacerdote hará así la expiación por su pecado. Si no alcanza para una res
menor, presentará al Señor, como reparación por su pecado, dos tórtolas o dos pichones,
una de las aves como sacrificio expiatorio y otra en holocausto.
Lv 12,8: Si no le alcanza para ofrecer una res menor, tome dos tórtolas
o dos pichones, uno para el holocausto y otro para el sacrificio expiatorio; el
sacerdote hará por ella [la madre del niño] el rito de expiación y quedará
pura.
Era una persona justa.
Is 40, 1-2: Consolad, consolad a mi pueblo – dice vuestro Dios –; hablad al corazón de Jerusalén / gritadle, /
que se ha cumplido su servicio / y está pagado su crimen.
Is 52,1: ¡Despierta, despierta, / vístete de tu fuerza, Sión, / vístete
el traje de gala, Jerusalén, / ciudad santa!, / porque no volverán a entrar en
ti / incircuncisos ni impuros.
Porque han visto a tu salvador.
Is 52,10: Ha descubierto el Señor su santo brazo / a los ojos de todas
las naciones, / y verán los confines de la tierra / la salvación de nuestro
Dios.
Is 46, 13: Yo aproximo mi justicia, no está lejos, / mi salvación no se
pospone, / concedo a Sión la salvación y mi honor a Israel.
Luz para iluminar.
Is 42,6: Yo, el Señor, / te he llamado en mi justicia, / te cogí de la
mano, te formé / e hice de ti alianza de un pueblo / y luz de las naciones.
Is 49, 6: Es poco que seas mi siervo / para restablecer las tribus de
Jacob / y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. / Te hago luz de las
naciones, / para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
Jn 8,12: Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Está destinado para ser caída de muchos:
7, 23: ¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí!
12, 51-53: ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino
división. Desde ahora estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo
contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra
contra su nuera y la nuera contra la suegra.
Jr 15,10: ¡Ay de mí, madre mía, me has engendrado / para discutir y
pleitear por todo el país! Ni presté ni me han prestado, / en cambio, todos me
maldicen.
Quedó viuda:
Jdt 8, 4-5: Judit llevaba viuda tres años y cuatro meses. Vivía en una
habitación que había mandado construir sobre la terraza de su casa. Se ciñó un
sayal y llevaba vestidos de viuda.
1 Tm 5,5: La que es verdaderamente viuda, y ha quedado sola, tiene
puesta su esperanza en Dios y persevera en las súplicas y en las oraciones
noche y día.
Comenzó a alabar a Dios:
2,20 ss: Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por
todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
2 23 Lit. “Todo varón que abra la matriz será llamado santo para el Señor”.
Esta ley (Ex 13,2.12.15) implicaba el rescate del primogénito (Ex 13,13;
34,20), que se cumplía dando cinco siclos de plata en el plazo del mes que
seguía al nacimiento (Nm 18,15-16). Lc nada dice de este rescate de Jesús, pero
podría deducirse del v. 39.
2 24 Es la ofrenda de los pobres.
2 25 (a) A partir de Is 40,1; 51,12; 61,2, estas palabras designan la salvación de
Israel.
2 25 (b) Según el lenguaje del AT (Nm 11, 17; 25,29; 2 Re 2, 15; Is 11,2; 52,1;
61,1; Ez 11, 5), esta expresión indica que Simeón es profeta.
2 26 “El Cristo del Señor”, es aquel que el Señor ha ungido, ver Ex 30,22ss,
es decir, consagrado para una misión de salvación, como el rey de Israel, un
príncipe elegido por Yahvé y, finalmente y de un modo eminente, el Mesías que
instaurará el reino de Dios.
2 27 Lc que ha hablado claramente de la concepción virginal de Jesús, no duda
en mencionar a “sus padres”· (ver vv. 41.43), incluso al “padre” (vv. 33.48). A
menudo los copistas han reemplazado estos términos por “María y José”, para
poner de relieve que Jesús solo tiene un padre, el del cielo.
2 29 A diferencia de los cánticos precedentes, este parece haber sido
compuesto por Lucas mismo, en especial valiéndose de textos de Isaías. Después
de unprimer trísico que se refiere a Simeón y a su próxima muerte, otro define
la salvación universal traída por el Mesías Jesús: una iluminación del mundo
gentil que, salida del pueblo elegido, concluirá en gloria de este mismo
pueblo.
2 12 La salvación de los paganos es anunciada aquí por vez primera en la obra
de Lc Solo será claramente proclamada a partir de la revelación pascual (Lc 24,
47).
2 34 La misión de luz en el mundo gentil irá acompañada, con respecto a Jesús,
de hostilidad y persecución por parte de su propio pueblo. Ver Mt 2,1.
2 35 Verdadera Hija de Sión, María llevará en su propia vida el destino
doloroso de su pueblo. Con su Hijo, se hallará ene l centro de esa
contradicción donde los corazones deben manifestarse en pro o en contra de
Jesús. El símbolo de la espada puede inspirarse en Ez 14, 17, o según otros en
Za 12, 10.
2 36 Mujer consagrada a Dios e intérprete de sus designios. Ver Ex 15,20; Jc
4,4; 2 Re 22,14.
2 37 (a) Es el ideal del perfecto israelita (Sal 23,6; 26,6; 27,4; 84,5.11).
2 37 (b) Ver Hch 26, 7. A Lc le gusta destacar esta constancia en el servicio y en
la oración (ver 18,7; Hch 20, 31) y la atribuye aquí a Ana, a pesar de la
costumbre judía de no permitir que las mujeres permaneciesen de noche en el
recinto del templo.
2 38 La liberación mesiánica del pueblo elegido, 1 68; 24,2, interesaba ante
todo a la capital, ver Is 40,2; 52, 9 (y ver 2 S 5,9ss). Jerusalén es para
Lucas el centro predestinado para la obra de la salvación, 9,31.51.53; 13,
22.23; 17, 11; 18,31; 19,11; 24,47-49.52; Hch 1, 8ss. – Algunos testigos
textuales antiguos dicen “en Jerusalén” o “de Israel”.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
22
Cinco veces se
menciona expresamente la ley en los vs. 22-39.
El tiempo:
lit. los días (como en el v. 6). Lucas dice, lit., la purificación de
ellos, es decir, de María y de Jesús, porque se trata de dos ritos: la
purificación ritual de la madre y la presentación del primogénito.
Lo subieron a Jerusalén: “subir a Jerusalén” es expresión acuñada y normal, incluso cuando, como
en este caso, hay que bajar (Belén está a 888 metros sobre el nivel del mar,
Jerusalén está a 750).
23 Está prescrito: el tiempo griego (perfecto) dice: “se escribió esa norma en el pasado y
actualmente sigue en vigor.
Todo primer parto varón: más lit. todo varón que abre [el] seno materno.
Será consagrado: lit. santo para el Señor será llamado (cf. 1,32-33).
25 Justo y religioso: exacto en el cumplimiento de los deberes que imponía la Ley (cf. Mt
1,19), como manifestación del santo temor de Dios. El término “consolación”
aparece en la literatura targúmica frecuentemente como sinónimo de
“liberación”; en concreto, “el Consolador” es título mesiánico.
Espíritu Santo, sin artículo: inspiración divina. con otras palabras: Simeón era
“profeta”.
26 Mesías:
“ungido”, “Cristo”.
27 Introdujeron al niño Jesús en el templo, probablemente en el atrio de
las Mujeres, pasando por la puerta de Nicanor.
28 Simeón:
lit. y él en persona.
Bendijo a Dios, diciendo un pequeño himno inspirado: la salvación no se ofrece sólo a Israel,
sino a “todos los pueblos”, si aceptan a Jesús por la fe. Luego añadió: Jesús
es la prueba dada por Dios (v. 34); María está asociada a la obra
redentora del Hijo, mediante la cruz (v.35).
39 Dueño: la
palabra griega déspota es, en el contexto, el amo de un esclavo,
el señor de un siervo; si hay un trasfondo litúrgico, equivale a soberano.
Dejar [ir]: manumitir [dar libertad a un
esclavo].
30-31 Salvación:
puede ser instrumento de salvación, lo que salva, e.d. “el salvador”.
A la vista de: o “al alcance de”, a disposición de.
32 Luz que
servirá para iluminar, para llevar la Revelación divina a [las] naciones paganas.
34 Está puesto o destinado para ser: o bien piedra de tropiezo (“escándalo”), o
bien cimento firme.
Una prueba
(cf. Mt 12, 38): un signo revelador, una muestra significativa dada por Dios.
Que se discute: o, si es un presente verbal con valor de futuro: que será discutida,
que será combatida.
35 Salgan a la luz: lit. sean descubiertos.
36 Ana:
nombre hebreo (=”piedad”, “compasión”).
En matrimonio: lit. con marido.
37 Sirviendo:
dando culto.
38 De él:
probablemente se refiere al niño, no a Dios.
Algunos manuscritos leen Israel en vez de Jerusalén.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
2, 25 Consuelo de Israel: la venida del Mesías, el Redentor: este término, así como “la redención
de Jerusalén” indica que tanto Simeón como Ana esperaban al Mesías y vieron su
deseo cumplido en el niño Jesús.
2, 32 Este lenguaje que identifica al Mesías es una reminiscencia del canto del
Siervo del profeta Isaías (Is 49, 5ss).
2, 35 La fe de María nunca vaciló ya que confiaba plenamente en la Palabra de
Dios. Ella, más que cualquier otra persona de la historia, experimentó y
participó íntimamente en el misterio del sufrimiento redentor que Cristo
soportó por nuestra salvación.
1,36 La promesa de Ana de celibato y oración se asemeja a la de las órdenes
religiosas y comunidades contemplativas que se desarrollaron en la Iglesia y
que siguen activas hoy en día. El ayuno siempre ha sido una práctica muy
recomendable en la Iglesia católica y se requiere a los fieles en los días
prescritos durante la Cuaresma y durante una hora antes de recibir la Sagrada
Comunión.
Notas
del Catecismo de la Iglesia Católica.
529 La Presentación de Jesús en el Templo (cf. Lc 2,
22-39) lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor (cf. Ex 13,2.12-13).
Con Simeón y Ana, toda la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de
su Salvador (la tradición bizantina llama así a este acontecimiento). Jesús es
reconocido como el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y
"gloria de Israel", pero también "signo de contradicción".
La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la
de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado "ante todos los
pueblos".
583 Como los profetas anteriores a Él, Jesús profesó el
más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y
María cuarenta días después de su nacimiento (Lc. 2, 22-39). A la edad
de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se
debía a los asuntos de su Padre (cf. Lc 2, 46-49). Durante su
vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua
(cf. Lc 2, 41); su ministerio público estuvo jalonado por sus
peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías (cf. Jn 2,
13-14; 5, 1. 14; 7, 1. 10. 14; 8, 2; 10, 22-23).
711 "He aquí que yo lo renuevo"(Is 43,
19): dos líneas proféticas se van a perfilar, una se refiere a la espera del
Mesías, la otra al anuncio de un Espíritu nuevo, y las dos convergen en el
pequeño Resto, el pueblo de los Pobres (cf. So 2, 3), que
aguardan en la esperanza la "consolación de Israel" y "la
redención de Jerusalén" (cf. Lc 2, 25. 38).
713 Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo
(cf. Is 42, 1-9; cf. Mt 12, 18-21; Jn 1,
32-34; y también Is 49, 1-6; cf. Mt 3,
17; Lc 2, 32, y por último Is 50, 4-10 y 52,
13-53, 12). Estos cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican
así cómo enviará el Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no desde
fuera, sino desposándose con nuestra "condición de esclavos" (Flp 2,
7). Tomando sobre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de
vida.
149 Durante toda su vida, y hasta su última prueba
(cf. Lc 2,35), cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe
no vaciló. María no cesó de creer en el «cumplimiento» de la palabra de Dios.
Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.
Concilio
Vaticano II.
[La Santísima Virgen
María] cuando lo presentó a Dios en el templo, ofrecido el rescate de los
pobres, oyó al mismo tiempo a Simeón que anunciaba que el Hijo swería un signo
de contradicción y que una espada atravesaría el corazón de la Madre para que
se manifestaran los pensamientos de todos los corazones (cf. Lc 2, 34-35). Al
Niño Jesús perdido y angustiosamente buscado, sus padres lo encontraron en el
templo ocupado en las cosas de su Padre, y no entendieron la respuesta de su
Hijo. Su Madre, sin embargo, guardaba todo esto en su corazón y lo meditaba
(cf. Lc 2, 41-51).
Lumen gentium, 57.
Al ser el Señor, al
que se confía, un signo de contradicción (cf. Lc 2, 34), el hombre convertido
experimenta muchas veces separaciones y rupturas, pero también gozos que Dios
concede sin medida.
Ad gentes divinitus, 13.
Comentarios de los Santos Padres.
Este es el verdadero sacrificio agradable a Dios, la pureza del cuerpo y
la gracia del espíritu. La castidad se refiere a la tórtola y la gracia a la
paloma.
San Ambrosio. Exámeron. 5, 19,62.
Si tú también quieres sostener a Jesús y abrazarlo y hacerte digno de
salir de la cárcel, debes esforzarte con todo empeño en que el Espíritu te
conduzca y llegues al templo de Dios. Mira, ahora está s en el templo del Señor
Jesús, es decir, en su Iglesia; este es el templo construido con piedras vivas.
Orígenes. Homilías sobre el Ev. de Lucas. 15,1-3.
Todo lo que se narra en la historia del Salvador es objeto de
contradicción. Una virgen es madre, y es contradictorio. Tuvo un cuerpo humano,
y este signo también se contradice. Él resucitó de entre los muertos, y este es
también un signo de contradicción. Pienso que las predicciones de los profetas
son igualmente signo de contradicción. Todo esto es contradicción no para los
que creen en Él, pues sabemos bien que lo que afirma la Escritura es verdad.
Pero para los incrédulos es signo de contradicción todo lo que se ha escrito
respecto de Cristo.
Orígenes. Homilías sobre el Ev. de Lucas. 17, 4-5.
En un sentido místico Ana simboliza a la Iglesia que en este mundo
aparece como viuda por la muerte de su Esposo y Señor. El número de años de su
viudedad también designa el tiempo en que la Iglesia continúa en el cuerpo
peregrinando lejos del Señor y, mirando con gran devoción hacia las puertas del
templo celestial, aguarda todos los días la llegada del Señor.
Beda. Exposición sobre el Ev. de Lucas. 1,2.
En este día cuatro personajes celebran una primera procesión; procesión
que, mas tarde, se celebrará con gozo en todo el universo. No os extrañéis de
que esta procesión sea tan pequeña, porque es también muy pequeño aquel a quien
el templo recibe. En este lugar no hay pecadores: todos son justos, todos son
santos, todos son perfectos.
Abracemos, pues, esta misericordia que hemos recibido en medio del
templo, y como la bienaventurada Ana, no nos alejemos de él.
S. Bernardo.
San Agustín
Y danos tu salvación. Con este deseo vivía aquel santo anciano Simeón; con este deseo, repito,
aquel santo anciano y lleno de méritos divinos Simeón decía también: Muéstranos,
Señor, tu misericordia y danos tu salvación. A este deseo y a estas preces
recibió como respuesta que no gustaría la muerte antes que no viera al Cristo
del Señor. Nació Cristo. Uno llegaba y otro estaba a punto de irse; pero este
no quería hacerlo hasta que no llegara aquél. La senectud cumplida le echaba
fuera, mas la piedad le retenía. Pero cuando llegó aquél, cuando nació, cuando
vio que su madre le llevaba en brazos, la piadosa senectud reconoció a la
divina infancia, la tomó en sus brazos y dijo: Ahora, Señor, puedes dejar a
tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto tu salvación (Lc 2,
26-30). He aquí por qué decía: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu
salvación (Sal 84, 8). Se cumplió el deseo del anciano cuando el mundo
declina hacia la vejez. Quien encontró al mundo envejecido vino en persona al
hombre anciano. Por lo tanto, si encontró al envejecido, escuche este: Cantad
al Señor el cántico nuevo; cantad al Señor toda la tierra. Desaparezca la
vetustez, resurja la novedad.
Sermón, 163,
4.
San Juan de Ávila
Mas no paró la salud del Padre, que es Cristo, en el pueblo de los
judíos, mas salió cuando fue predicado por los apóstoles en el mundo, y agora
lo es, acrecentándose cada día la predicación del nombre de Cristo a tierras
más lejos, para que así sea luz no solo de los judíos, que creyeron en Él, y a
los cuales fue enviado, mas también a los gentiles, que estaban en ceguedad de
idolatría lejos de Dios. Y esto es lo que aquel santo cisne Simeón cantó, ya
que se quería morir, diciendo: Agora dejas, Señor, a tu siervo en paz, según tu promesa, porque
vieron mis ojos a mi salud, la cual pusiste ante el acatamiento de todos los
pueblos, lumbre para los gentiles y honra para tu pueblo Israel (Lc 2, 29-32). Si miramos que
Cristo fue puesto por mano de Pilato a ser visto de aquel pueblo en su propria
casa, y después en el alto de la cruz en el monte Calvario, claro es que,
aunque de todo estado y linaje, y naturales y extranjeros, que habían venido a
la Pascua había gran copia de gente, mas no fue Cristo puesto en el acatamiento de todos los
pueblos, como
dice Simeón. Y, por tanto, es Cristo, puesto en el acatamiento y vista de todos los
pueblos,
cuando es predicado en el mundo por los apóstoles y sus sucesores, de los
cuales dice David que en toda la tierra salió su sonido y hasta los fines de la
tierra sus palabras (Sal 18, 5). Y Cristo predicado es luz entonces y agora para los judíos, que le quisieren creer;
porque grande honra es para ellos venir de ellos, y principalmente a ellos, el
que es Salvador de todo el mundo y verdadero Dios y hombre.
Audi, filia (I). OC I, pg. 526.
Y entonces se cumple lo que aquel santo cisne Simeón cantó, ya que se
quería morir, diciendo: Ahora dejas, Señor, a tu siervo en paz, según tu promesa; porque
vieron mis ojos a tu salud, la cual pusiste ante el acatamiento de todos los
pueblos, lumbre para los gentiles, y honra para tu pueblo Israel (Lc 2, 29-32). Si miramos que
Cristo fue puesto por mano de Pilato a ser visto de aquel pueblo en su propia
casa, y después en lo alto de la cruz en el monte Calvario, claro es que,
aunque de todo estado y linaje, naturales y extranjeros, que habían venido a la
Pascua, había gran copia de gente; mas no fue Cristo puesto en el acatamiento y vista
de todos los pueblos, como dice Simeón en su cantar. Y, por tanto, es Cristo puesto en el acatamiento y vista de
todos los pueblos,
cuando es predicado en el mundo por los apóstoles y sus subcesores, de los
cuales dice David que en toda la tierra salió su sonido, y hasta los fines de la
tierra sus palabras (Sal 18, 5). Y Cristo así predicado es luz, entonces y ahora, para los gentiles que le quieren creer; y es luz y honra para los judíos, que también le quieren creer, como la nota
San Pablo, diciendo: De los cuales viene Cristo, según la carne, el cual es sobre todas
las cosas, Dios bendito por todos los siglos (Rm
9, 5).
Audi, filia (II). OC I, pg. 774.
Padres sacerdotes, si hubiera ahora muchos Simeones, ¡qué
bienaventurados fuéramos! ¡Qué confusión para nosotros, que nos contentamos con
decir una misa, y qué de paso, y qué de priesa, sin amor, sin agradecimiento!
Bienaventurado el que, cuando tuviere a Cristo en sus manos, sintiere lo que
este viejo Simeón. Que el sacerdote tan limpio ha de ser que no ha de llevar
pecados que llorar en el altar, sino los pecados del pueblo; porque, según San
Agustín, dice, el pecado mortal no es el pecado de cristiano, ¿cuánto menos lo
será de sacerdote? Y así se quejaba Dios. […] ¡Cómo no deshacernos en alegría
cuando vemos a Dios en nuestras manos! […] ¡Oh que pena debe haber para el mal
sacerdote en el infierno! San Basilio dice que a la muerte del buen sacerdote
muchos ángeles bajan del cielo por su ánima, y a la muerte del malo muchos
demonios vienen por su ánima.
Sermones de Nuestra Señora. 64,5. OC III, pg. 856-858.
Papa Francisco. Angelus. 2 de
febrero de 2020.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos la Fiesta de la Presentación del
Señor: cuando la Virgen María y San José presentaron a Jesús recién nacido en
el templo. En esta fecha también celebramos el Día de la Vida Consagrada, que
nos recuerda el gran tesoro dentro de la Iglesia que suponen aquellos que
siguen de cerca al Señor al profesar los consejos evangélicos.
El Evangelio (cf. Lucas 2, 22-40) cuenta que,
cuarenta días después de su nacimiento, los padres de Jesús llevaron al Niño a
Jerusalén para consagrarlo a Dios, como prescribe la ley judía. Y, mientras
describe un rito previsto por la tradición, este episodio llama nuestra
atención sobre el comportamiento de algunos personajes. Están reflejados en el
momento en que experimentan el encuentro con el Señor en el lugar donde se hace
presente y cercano al hombre. Estos son María y José, Simeón y Ana, que
son modelos de acogida y entrega de sus vidas a Dios. Estos cuatro no
eran iguales, eran todos diferentes, pero todos buscaban a Dios y se dejaban
guiar por el Señor.
El evangelista Lucas describe a los cuatro en
una doble actitud: actitud de movimiento y actitud de admiración.
La primera actitud es el movimiento.
María y José se ponen en camino hacia Jerusalén; por su parte, Simeón,
movido por el Espíritu, va al templo, mientras que Ana sirve a Dios
día y noche sin descanso. De esta manera, los cuatro protagonistas del
pasaje evangélico nos muestran que la vida cristiana requiere dinamismo y
requiere la voluntad de caminar, dejándose guiar por el Espíritu Santo. El
inmovilismo no se corresponde con el testimonio cristiano y la misión de la
Iglesia. El mundo necesita cristianos que se dejen conmover, que no se
cansen de andar por las calles de la vida, para llevar a todos la palabra
consoladora de Jesús. Todo bautizado ha recibido la vocación de proclamar,
de anunciar algo, de anunciar a Jesús, la vocación a la misión evangelizadora:
¡anunciar a Jesús! Las parroquias y las diversas comunidades eclesiales están
llamadas a fomentar el compromiso de los jóvenes, las familias y los ancianos,
para que todos tengan una experiencia cristiana, viviendo la vida y la misión
de la Iglesia como protagonistas.
La segunda actitud con la que San Lucas presenta
a los cuatro personajes de la historia es la admiración. María y José
«estaban admirados de lo que se decía de él [de Jesús]» (v. 33). La admiración
es también una reacción explícita del viejo Simeón, que en el Niño Jesús ve con
sus ojos la salvación obrada por Dios en nombre de su pueblo: esa salvación que
había estado esperando durante años. Y lo mismo ocurre con Ana, que también
«alababa a Dios» (v. 38) y hablaba de Jesús a la gente. Es una santa habladora,
hablaba bien, hablaba de cosas buenas, no de cosas malas. Decía, anunciaba: una
santa que iba de una mujer a otra mostrándoles a Jesús. Estas figuras de
creyentes están envueltas en la admiración, porque se dejaron capturar e
involucrar por los eventos que estaban sucediendo ante sus ojos. La capacidad
de maravillarse ante las cosas que nos rodean favorece la experiencia religiosa
y hace fructífero el encuentro con el Señor. Por el contrario, la
incapacidad de admirar nos hace indiferentes y amplía la distancia entre el
viaje de la fe y la vida cotidiana. ¡Hermanos y hermanas, siempre en movimiento
y dejándonos abiertos a la admiración!
Que la Virgen María nos ayude a contemplar cada
día en Jesús el Don de Dios para nosotros, y a dejarnos implicar por Él en el
movimiento del don, con alegre admiración, para que toda nuestra vida se
convierta en una alabanza a Dios al servicio de nuestros hermanos.
Francisco. Angelus. 2 de febrero
de 1914.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos la fiesta de la Presentación de
Jesús en el templo. En esta fecha se celebra también la jornada de la vida
consagrada, que recuerda la importancia que tienen para la Iglesia quienes
acogieron la vocación a seguir a Jesús de cerca por el camino de los consejos
evangélicos. El Evangelio de hoy relata que, cuarenta días después del
nacimiento de Jesús, María y José llevaron al Niño al templo para ofrecerlo y
consagrarlo a Dios, como lo prescribe la Ley judía. Este episodio evangélico
constituye también una imagen de la entrega de la propia vida por parte de
aquellos que, por un don de Dios, asumen los rasgos típicos de Jesús virgen,
pobre y obediente.
Esta entrega de sí mismos a Dios se refiere a todo
cristiano, porque todos estamos consagrados a Él mediante el Bautismo. Todos estamos llamados
a ofrecernos al Padre con Jesús y como Jesús, haciendo de nuestra vida un don
generoso, en la familia, en el trabajo, en el servicio a la Iglesia, en las
obras de misericordia. Sin embargo, tal consagración la viven de modo
particular los religiosos, los monjes, los laicos consagrados, que con la
profesión de los votos pertenecen a Dios de modo pleno y exclusivo. Esta
pertenencia al Señor permite a quienes la viven de forma auténtica dar un
testimonio especial del Evangelio del reino de Dios. Totalmente consagrados a
Dios, están totalmente entregados a los hermanos, para llevar la luz de Cristo
allí donde las tinieblas son más densas y para difundir su esperanza en los
corazones desalentados.
Las personas consagradas son signo de Dios en los
diversos ambientes de vida, son levadura para el crecimiento de una sociedad
más justa y fraterna, son profecía del compartir con los pequeños y los pobres. La vida
consagrada, así entendida y vivida, se presenta a nosotros como realmente es:
un don de Dios, un don de Dios a la Iglesia, un don de Dios a su pueblo. Cada
persona consagrada es un don para el pueblo de Dios en camino. Hay gran
necesidad de estas presencias, que refuerzan y renuevan el compromiso de la
difusión del Evangelio, de la educación cristiana, de la caridad hacia los más
necesitados, de la oración contemplativa; el compromiso de la formación humana,
de la formación espiritual de los jóvenes, de las familias; el compromiso por
la justicia y la paz en la familia humana. ¿Pero pensamos qué pasaría si no
estuviesen las religiosas en los hospitales, las religiosas en las misiones,
las religiosas en las escuelas? ¡Pensad en una Iglesia sin las religiosas!
No se puede pensar: ellas son este don, esta levadura que lleva adelante el
pueblo de Dios. Son grandes estas mujeres que consagran su vida a Dios, que
llevan adelante el mensaje de Jesús.
La Iglesia y el mundo necesitan este testimonio del
amor y de la misericordia de Dios. Los consagrados, los
religiosos, las religiosas son el testimonio de que Dios es bueno y
misericordioso. Por ello es necesario valorar con gratitud las experiencias
de vida consagrada y profundizar el conocimiento de los diversos carismas y
espiritualidad. Es necesario rezar para que muchos jóvenes respondan «sí» al
Señor que les llama a consagrarse totalmente a Él para un servicio
desinteresado a los hermanos; consagrar la vida para servir a Dios y a los
hermanos.
Por todos estos motivos, como ya se anunció, el año
próximo estará dedicado de modo especial a la vida consagrada. Confiamos desde
ahora esta iniciativa a la intercesión de la Virgen María y de san José, que,
como padres de Jesús, fueron los primeros en ser consagrados por Él y en
consagrar su vida a Él.
Benedicto XVI. Homilía. 2 de
febrero de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
La fiesta de la Presentación del Señor, cuarenta
días después del nacimiento de Jesús, nos muestra a María y José que,
obedeciendo a la ley de Moisés, acuden al templo de Jerusalén para ofrecer al
Niño, en cuanto primogénito, al Señor y rescatarlo mediante un sacrificio (cf.
Lc 2, 22-24). Es uno de los casos en que el tiempo litúrgico refleja el tiempo
histórico, porque hoy se cumplen precisamente cuarenta días desde la solemnidad
del Nacimiento del Señor; el tema de Cristo Luz, que caracterizó el ciclo de las
fiestas navideñas y culminó en la solemnidad de la Epifanía, se retoma y
prolonga en la fiesta de hoy.
El gesto ritual que realizan los padres de Jesús,
con el estilo de humilde ocultamiento que caracteriza la encarnación del Hijo
de Dios, encuentra una acogida singular por parte del anciano Simeón y de la
profetisa Ana. Por inspiración divina, ambos reconocen en aquel Niño al Mesías
anunciado por los profetas. En el encuentro entre el anciano Simeón y María,
joven madre, el Antiguo y el Nuevo Testamento se unen de modo admirable en
acción de gracias por el don de la Luz, que ha brillado en las tinieblas y les
ha impedido que dominen: Cristo Señor, luz para alumbrar a las naciones y
gloria de su pueblo Israel (cf. Lc 2, 32).
El día en que la Iglesia conmemora la presentación
de Jesús en el templo, se celebra la Jornada de la vida consagrada. De hecho,
el episodio evangélico al que nos referimos constituye un significativo icono
de la entrega de su propia vida que realizan cuantos han sido llamados a
representar en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, los
rasgos característicos de Jesús, virgen, pobre y obediente, el Consagrado del
Padre. En la fiesta de hoy, por lo tanto, celebramos el misterio de la
consagración: consagración de Cristo, consagración de María, consagración de
todos los que siguen a Jesús por amor al reino de Dios.
Según la intuición del beato Juan Pablo II, que la
celebró por primera vez en 1997, la Jornada dedicada a la vida
consagrada tiene varias finalidades particulares. Ante todo, quiere responder a
la exigencia de alabar y dar gracias al Señor por el don de este estado de
vida, que pertenece a la santidad de la Iglesia. Por cada persona
consagrada se eleva hoy la oración de toda la comunidad, que da gracias a Dios
Padre, dador de todo bien, por el don de esta vocación, y con fe lo invoca de
nuevo. Además, en esta ocasión se quiere valorar cada vez más el testimonio de
quienes han elegido seguir a Cristo mediante la práctica de los consejos
evangélicos promoviendo el conocimiento y la estima de la vida consagrada en el
seno del pueblo de Dios. Por último, la Jornada de la vida consagrada quiere
ser, sobre todo para vosotros, queridos hermanos y hermanas que habéis abrazado
esta condición en la Iglesia, una valiosa ocasión para renovar vuestros
propósitos y reavivar los sentimientos que han inspirado e inspiran la entrega
de vosotros mismos al Señor. Esto es lo que queremos hacer hoy; este es el
compromiso que estáis llamados a realizar cada día de vuestra vida.
Con ocasión del quincuagésimo aniversario de la
apertura del concilio ecuménico Vaticano II, convoqué —como bien sabéis— el Año
de la fe, que se abrirá el próximo mes de octubre. Todos los fieles, pero de
modo especial los miembros de los institutos de vida consagrada, han acogido
como un don esta iniciativa, y espero que vivan el Año de la fe como tiempo
favorable para la renovación interior, cuya necesidad se percibe siempre,
profundizando en los valores esenciales y en las exigencias de su propia consagración.
En el Año de la fe vosotros, que habéis acogido la llamada a seguir a Cristo
más de cerca mediante la profesión de los consejos evangélicos, estáis
invitados a profundizar cada vez más vuestra relación con Dios. Los consejos
evangélicos, aceptados como auténtica regla de vida, refuerzan la fe, la
esperanza y la caridad, que unen a Dios. Esta profunda cercanía al Señor,
que debe ser el elemento prioritario y característico de vuestra existencia, os
llevará a una renovada adhesión a él y tendrá un influjo positivo en vuestra
particular presencia y forma de apostolado en el seno del pueblo de Dios,
mediante la aportación de vuestros carismas, con fidelidad al Magisterio, a fin
de ser testigos de la fe y de la gracia, testigos creíbles para la Iglesia y
para el mundo de hoy.
La Congregación para los institutos de vida
consagrada y las sociedades de vida apostólica, con los medios que considere
oportunos, sugerirá directrices y se esforzará por favorecer que este Año de la
fe constituya para todos vosotros un año de renovación y de fidelidad, a fin de
que todos los consagrados y las consagradas se comprometan con entusiasmo en la
nueva evangelización. A la vez que dirijo mi cordial saludo al prefecto del
dicasterio, monseñor João Braz de Aviz —a quien he incluido entre los que voy a
crear cardenales en el próximo consistorio—, aprovecho de buen grado esta
alegre circunstancia para darle gracias a él y a sus colaboradores por el
valioso servicio que prestan a la Santa Sede y a toda la Iglesia.
Queridos hermanos y hermanas, asimismo os expreso
mi agradecimiento a cada uno por haber querido participar en esta liturgia que,
también gracias a vuestra presencia, se distingue por un clima especial de
devoción y recogimiento. Deseo todo bien para el camino de vuestras familias
religiosas, así como para vuestra formación y vuestro apostolado. Que la Virgen
María, discípula, servidora y madre del Señor, obtenga del Señor Jesús que
«cuantos han recibido el don de seguirlo en la vida consagrada sepan testimoniarlo
con una existencia transfigurada, caminando gozosamente, junto con todos los
otros hermanos y hermanas, hacia la patria celestial y la luz que no tiene
ocaso» (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsin. Vita consecrata, 112). Amén.
Francisco. Audiencia general (22-01-25).
Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. I. La
infancia de Jesús. 2. El anuncio a a María. Escucha y disponibilidad (cfr. Lc
1,26-38)
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy retomamos la catequesis del ciclo jubilar sobre
Jesucristo nuestra esperanza.
Al comienzo de su Evangelio, Lucas muestra los
efectos de la potencia transformadora de la Palabra de Dios que llega no sólo a
los atrios del Templo, sino también a la pobre casa de una joven, María, que,
comprometida con José, todavía vive con su propia familia.
Después de Jerusalén, el mensajero de los grandes
anuncios divinos, Gabriel, que en su nombre celebra el poder de Dios, es
enviado a una aldea que la Biblia hebrea nunca menciona: Nazaret. En aquella
época era una pequeña aldea de Galilea, en la periferia de Israel, una zona de
frontera con los paganos y sus contaminaciones.
Precisamente allí, el ángel lleva un mensaje de
forma y contenido totalmente inauditos, tanto que el corazón de María se
estremece, se turba. En lugar del clásico saludo “la paz sea contigo”, Gabriel
se dirige a la Virgen con la invitación “¡alégrate!”, “¡regocíjate!”, un
llamamiento muy querido en la historia sagrada, porque los profetas lo
utilizan cuando anuncian la venida del Mesías (cfr. Sof 3,14; Gl 2,21-23;
Zc 9,9). Es la invitación a la alegría que Dios dirige a su pueblo cuando
termina el exilio y el Señor hace sentir su presencia viva y operante.
Además, Dios llama a María con un nombre de amor
desconocido en la historia bíblica: kecharitoméne, que significa «llena de
la gracia divina». María es llena de la gracia divina. Este nombre dice que el
amor de Dios ha habitado desde hace tiempo y sigue habitando en el corazón de
María. Dice que ella está 'llena de gracia' y, sobre todo, que la gracia de
Dios ha realizado en ella un “cincelado” interior, convirtiéndola en su obra
maestra: llena de gracia.
Este cariñoso sobrenombre, que Dios da sólo a
María, va acompañado inmediatamente de una tranquilización: «¡No temas!»,
«¡No temas!» la presencia del Señor siempre nos da esta gracia de no temer y
así lo dice a María: «¡No temas!». «No temas», dice Dios a Abraham, a Isaac,
a Moisés, en la historia: «¡No temas!». (cf. Gn 15,1; 26,24; Dt 31,8). Y
nos lo dice también a nosotros: «¡No temas, sigue adelante, no temas!». «Padre,
tengo miedo de esto»; «¿Y qué haces tú cuando…?»; “Perdone, padre, le digo la
verdad: voy a la adivina…»; «¿Vas a la adivina?”; “Sí, a que me lea la mano…».
Por favor, ¡no tengan miedo! ¡No teman! ¡No teman! Esto es hermoso. «Soy tu
compañero de viaje»: esto le dice Dios a María. El «Todopoderoso», el Dios de
lo «imposible» (Lc 1,37) está con María, está con ella y junto a ella, es su
compañero, su principal aliado, el eterno «Yo-contigo» (cf. Gn 28,15; Ex 3,12;
Jdg 6,12).
Luego, Gabriel anuncia a la Virgen su misión,
haciendo resonar en su corazón numerosos pasajes bíblicos que hacen referencia
a la realeza y mesiazgo del Niño que va a nacer de ella y que será presentado
como cumplimiento de las antiguas profecías. La Palabra que viene de lo Alto
llama a María a ser la madre del Mesías, el tan esperado Mesías davídico. Es la
madre del Mesías. Él será rey, no a la manera humana y carnal, sino a la manera
divina, espiritual. Su nombre será «Jesús», que significa «Dios salva»
(cf. Lc 1,31; Mt 1,21); recuerda así a todos y para siempre que no es el
hombre quien salva, sino sólo Dios. Jesús es Aquel que cumple estas
palabras del profeta Isaías: «No un enviado ni un ángel, sino Él mismo los
salvó; con amor y compasión (Is 63,9).
Esta maternidad estremece a María profundamente. Y
como mujer inteligente que es, es decir, capaz de leer dentro de los
acontecimientos (cf. Lc 2,19.51), busca comprender, discernir lo que está
sucediendo. María no busca fuera, sino dentro, porque, como enseña san
Agustín, «in interiore homine habitat veritas» (De vera religione 39,72). Y
allí, en lo más profundo de su corazón abierto, sensible, escucha la
invitación a confiar en Dios, que ha preparado para ella un «Pentecostés»
especial. Como al principio de la Creación (cf. Gn 1,2), Dios quiere
«empollar» a María con su Espíritu, un poder capaz de abrir lo cerrado sin
violarlo, sin menoscabar la libertad humana; quiere envolverla en la «nube»
de su presencia (cf. 1Cor 10,1-2) para que el Hijo viva en ella y ella en
Él.
Y María se enciende de confianza: es «una
lámpara con muchas luces», como dice Teófanes en su Canon de la
Anunciación. Se abandona, obedece, hace espacio: es «una cámara
nupcial hecha por Dios» (ibid.). María acoge al Verbo en su propia carne y
se lanza así a la mayor misión jamás confiada a una mujer, a una criatura
humana. Se pone al servicio: es llena de todo, no como esclava, sino como
colaboradora de Dios Padre, llena de dignidad y autoridad para administrar,
como hará en Caná, los dones del tesoro divino, para que muchos puedan sacar de
él abundantemente.
Hermanas, hermanos, aprendamos de María, Madre del
Salvador y Madre nuestra, a dejarnos abrir los oídos a la Palabra divina y a
acogerla y custodiarla, para que transforme nuestros corazones en tabernáculos
de su presencia, en hogares acogedores donde pueda crecer la esperanza.
DOMINGO 5 T. O.
Monición de entrada.-
Este domingo
lo vamos a dedicar a las misiones y a Manos Unidas.
Estamos en la
campaña del hambre y en esta misa nos acordamos de los niños que cuando llegan
las dos del mediodía no tienen comida.
Y lo hacemos
rezando por ellos y ayudándoles cuando pasen la bandeja.
Señor, ten piedad.
Porque somos
caprichosos. Señor, ten piedad.
Porque
tiramos la comida. Cristo ten piedad.
Porque no nos
comemos todo lo que nos ponen en la mesa. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por la
Iglesia que está en los países pobres. Te lo pedimos, Señor.
Por los
jóvenes que vienen a España porque sus padres y hermanos no tienen comida. Te
lo pedimos, Señor.
Por los niños
que hoy no comerán. Te lo pedimos, Señor.
Por los
misioneros. Te lo pedimos, Señor.
Por las
personas que recibirán el dinero de Manos Unidas. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.
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