Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a.37-43.
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
-Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por
Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret,
ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y
curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en
Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al
tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a
los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de
entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de
que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos
los profetas: que todos los que creen en él reciben por su nombre, el perdón de
los pecados.
Textos
paralelos.
Pedro tomó entonces la palabra.
Hch 2, 22: Israelitas, escuchad
mis palabras. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros
con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien
sabéis.
Dt 10, 17: Que el Señor,
vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores; Dios grande, fuerte y
terrible, no es parcial ni acepta soborno.
Ga 2, 6: En cuanto a los “respetables”
– hasta qué punto lo eran no me importa, pues Dios no es parcial con los
hombres – esos respetables no me impusieron nada.
Rm 2, 11: Que Dios no es parcial.
1 P 1, 17: Y si llamáis Padre
al que juzga imparcialmente las acciones de cada uno, proceded con cautela
durante vuestra permanencia en la tierra.
Rm 10, 12: Y no hay diferencia
entre judíos y griegos; pues es lo mismo el Señor de todos, generoso con todos
los que lo invocan.
Vosotros sabéis lo que
sucedió en toda Judea.
Lc 4, 44: Y predicaba en las
sinagogas de Judea.
Ungido con el Espíritu
Santo.
Is 61, 1: El Espíritu del Señor
está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar una buena
noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar
la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad.
Mt 3, 16: Jesús se bautizó,
salió del agua y al punto se abrió el cielo y vio al Espíritu de Dios que
bajaba como una paloma y se posaba sobre él.
Hch 1, 8: Pero recibiréis la
fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en
Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
Hch 4, 27: De hecho, en esta
ciudad, se aliaron contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido, Herodes y Poncio
Pilato con paganos y gente de Israel.
Curando a los oprimidos
por el diablo.
Hch 2, 22: Israelitas, escuchad
mis palabras. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros
con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien
sabéis.
Mt 4, 1: Entonces Jesús, movido
por el Espíritu, se retiró al desierto para ser puesto a prueba por el diablo.
Mt 8, 29: De pronto se pusieron
a gritar: “¡Hijo de Dios! ¿qué tienes con nosotros? ¿Has venido antes de tiempo
a atormentarnos?
Nosotros somos testigos.
Hch 1, 8: Pero recibiréis la
fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en
Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
Hch 1, 22: Desde el bautismo de
Juan hasta que nos fue arrebatado, uno tiene que ser con nosotros testigo de su
resurrección.
No a todo el pueblo, sino
a los testigos.
Hch 1, 3-4: Se les había
presentado vivo, después de padecer, durante cuarenta días, con muchas pruebas,
mostrándose y hablando del reinado de Dios. Estando comiendo con ellos, les
encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran lo prometido por el
Padre, lo que me habéis escuchado.
Hch 13, 31: Y se apareció
durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén.
Ellos son hoy sus testigos ante el pueblo.
Jn 14, 22: Le dice a Judas (no
el Iscariote): “¿Qué pasa que te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?”.
Bebimos con él después
que resucitó.
Lc 24, 41-43: Y, como no acababan
de creer, de puro gozo y asombro, les dijo: “¿Tenéis aquí algo de comer?”. Le ofrecieron
un trozo de pescado asado. Lo tomó y lo comió en su presencia.
Dios juez de vivos y
muertos.
Hch 2, 36: Por tanto, que toda
la Casa de Israel reconozca que a este Jesús que habéis crucificado, Dios lo ha
nombrado Señor y Mesías.
Quien crea en él
alcanzará.
Hch 2, 38: Pedro les contestó: “Arrepentíos,
bautizaos cada uno invocando el nombre de Jesucristo, para que se os perdonen
los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Hch 3, 16: Porque ha creído en
su nombre, este que conocéis y estáis viendo ha recibido de ese nombre vigor, y
la fe obtenida de él le ha dado salud completa en presencia de todos vosotros.
Notas
exegéticas.
10 37 (a) Los vv. 37-42 forman un
resumen de la historia evangélica que subraya los puntos que el mismo Lucas
pone de relieve en su evangelio.
30 37 (b) Var.: “el comienzo”.
10 38 Ver Lc 4, 18-21 (citando a Is 61,
1), que sugiere que la bajada del Espíritu sobre Jesús con ocasión de su bautismo
fue una unción. Este mismo Espíritu va a descender sobre los incircuncisos
creyentes que escuchan a Pedro.
10 40 “lo resucitó al tercer día”: la
fórmula clásica de la predicación y de la fe cristianas. Aparece ya en el Credo
embrionario de 1 Co 15, 4, con esta precisión: “según las escrituras”. La
fórmula es eco de Jon 2, 1.
10 41 (a) Separado así del grupo de
testigos privilegiados, al pueblo judío solo le queda, en cierto sentido, una
prerrogativa: ser el primer destinatario de un mensaje que Pedro anuncia
también en este momento a las naciones paganas.
10 41 (b) Adicción texto occidental:
“y vivimos familiarmente en su compañía cuarenta días después de su
resurrección de entre los muertos”.
10 42 (a) El “Pueblo” por excelencia
es el pueblo de Israel.
10 42 (b) Los “vivos”: los que en el
momento de la parusía estarán vivos, los “muertos”: los que, muertos ya,
resucitarán entonces para el juicio. Dios, resucitando a Jesús, le ha
constituido en la dignidad de Juez soberano; así pues, la proclamación de la
Resurrección es a la vez para los hombres una invitación al arrepentimiento.
10 43 (a) Único recurso explícito,
en este discurso, a un aspecto fundamental de la predicación apostólica: el
cumplimiento de las profecías. El autor piensa en los textos proféticos
relativos a la fe y al perdón de los pecados.
10 43 (b) Esta afirmación completa
la que abría el discurso y anuncia la que dará fin a todo el ·ciclo” de
Cornelio. Es Jesús muerto y resucitado, Señor de todos, la salvación será
ofrecida a cualquiera que crea, judío o pagano. Solo la fe purifica verdaderamente
los corazones.
Comentario.
-Discurso de Pedro:
Dentro de la narración de la
conversión de Cornelio en Cesarea.
Se abre la alianza de salvación
a los no judíos:
Decisión tan desconcertante que
Pedro no acepta en un primer momento:
Conversión petrina:
Abandonar convicciones
tradicionales y profundamente ancladas en la religión judía: reglas de pureza.
Predicar la noticia de Jesús a
un pagano.
Asumida pronuncia una
predicación ante Cornelio, familiares y amigos, para presentar el mensaje al
mundo pagano.
La salvación:
No solo para el pueblo elegido:
Fundamento:
Ministerio de Jesús.
-Contraste: muerte violenta de
Jesús / resurrección efectuada por Dios.
-Universalidad de Dios:
Todos los que creen en él
reciben el perdón de los pecados.
Salmo responsorial
Salmo 118 (117), 1-2.16-17.22-23
Este
es el día que hizo el Señor:
sea
nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
Dad
gracias al Señor porque es bueno,
porque
es eterna su misericordia.
Diga
la casa de Israel:
eterna
es su misericordia. R/.
“La
diestra del Señor es poderosa,
la
diestra del Señor es excelsa”.
No
he de morir, viviré
para
contar las hazañas del Señor. R/.
La
piedra que desecharon los arquitectos
es
ahora la piedra angular.
Es
el Señor quien lo ha hecho,
ha
sido un milagro patente. R/.
Textos paralelos.
Dad gracias a Yahvé,
porque es bueno.
Sal 100, 5: El Señor es bueno,
su misericordia es eterna, su fidelidad de edad en edad.
Sal 136, 1: Dad gracias al
Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel.
Sal 115, 9-11: Israel, confía
en el Señor; él es su auxilio y escudo. Casa de Aarón, confía en el Señor: él
es su auxilio y escudo. Fieles del Señor, confiad en el Señor: Él es su auxilio
y escudo.
Sal 135, 19-20: Casa de Israel,
bendice al Señor, casa de Aarón, bendice al Señor, casa de Leví, bendice al
Señor, fieles del Señor, bendecid al Señor.
No he de morir, viviré.
Sal 115, 17-18: Los muertos ya
no alaban al Señor ni los que bajan al silencio. Pero nosotros bendeciremos al
Señor ahora y por siempre. Aleluya.
Me castigó, me castigó
Yahvé.
Is 38, 19: Los vivos, los vivos
son quienes te dan gracias: como yo ahora. El padre enseña a sus hijos tu
fidelidad.
La piedra que desecharon
los albañiles.
Is 28, 16: El Señor dice así:
Mirad, yo coloco en Sión una piedra probada, angular, preciosa, de cimento: “quien
se apoya no vacila”.
Za 3, 9: Mirad la piedra que
presento a Josué: es una y lleva siete ojos. Tiene una inscripción: “En un día
removeré la culpa de esta tierra” – oráculo del Señor de los ejércitos.
Za 4, 7: ¿Quién eres tú, montaña
señera? Ante Zorobabel serás allanada. Él sacará la piedra que remate entre
exclamaciones: “¡Qué bella, qué bella!”.
Hch 4, 11: Por tanto,
esforcémonos por entrar en aquel descanso, para que ninguno caiga según el
ejemplo de aquella rebeldía.
1 Co 3, 11: Nadie puede poner
otro cimiento que el ya puesto, que es Jesús Mesías.
Notas exegéticas.
118 Este canto cierra el Hallel. Un
invitatorio precede al himno de acción de gracias puesto en labios de la
comunidad personificada, completando con la serie de responsorios recitados por
diversos grupos cuando la procesión entraba en el templo. El conjunto se
utilizó quizá para la fiesta descrita en Ne 8, 13-18.
118 2 “la casa”, ver v. 3, omitido
por códice hebreo.
118 23 El Templo ha sido
reconstruido, ver Ag 1, 9. La “piedra angular” (o “clave de bóveda”) que puede
convertirse en “piedra de escándalo”, es un tema mesiánico y designará a
Cristo.
Tres lecturas.
Con Israel: Este salmo fue utilizado por primera vez el
año 444 Antes de Jesucristo, en la fiesta de los Tabernáculos (Nehemías
8,13-18). Hace parte del ritual actual de esta fiesta. La fiesta de los
Tabernáculos era la más popular: el "patio de las mujeres" en la
explanada del Templo, permanecía iluminado toda la noche... Procesionalmente se
iba a buscar el "agua viva" a la piscina de Siloé... Y durante siete
días consecutivos, se vivía en chozas de ramaje en recuerdo de los años de la
larga peregrinación liberadora en el desierto... En el Templo la alegría se
expresaba mediante una "danza" alrededor del altar: en una mano se
agitaba un ramo verde; la otra se apoyaba en el hombro del vecino, en una
especie de ronda... se giraba alrededor del altar balanceándose rítmicamente y
cantando "¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor!"
Con Jesús: Según testimonio de los
tres evangelistas sinópticos, Jesús se aplicó explícitamente este salmo (Mateo
21,42; Marcos 12,10; Lucas 20,17), para concluir la parábola de los
"viñadores homicidas": "la piedra que desecharon los
constructores, se convirtió en la ¡piedra angular!".
Con nuestro tiempo: Sí, Pascua es el "día que el Señor ha
hecho". He ahí la ¡obra de Dios! Vanamente buscaríamos en el pasado la
victoria o el acontecimiento histórico de Israel, en honor de los cuales se
compuso esta exultante "Eucaristía", acción de gracias. Es evidente
que el salmista no conoció a Jesús de Nazaret, su muerte o su Resurrección;
pero esperaba ¡al Mesías, al Rey, al ungido, al Christos. Recitando este salmo
con Jesús, el día de Pascua, cantamos la victoria de Dios sobre el mal.
¡Alegrémonos por este día de fiesta! ¡Jesús cantó su propia Resurrección, esa
tarde!
Segunda lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4.
Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba,
donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba,
no a los de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está con Cristo
escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros
apareceréis gloriosos, juntamente con él.
Textos paralelos.
Así pues, si habéis resucitado con Cristo,
buscad las cosas de arriba.
Ef 2, 6: Con Cristo Jesús nos
resucitó y nos sentó en el cielo, para que se revele a los siglos venideros la
extraordinaria riqueza de su gracia y la bondad con que nos trató por medio de
Cristo Jesús.
Flp 3, 20: Nosotros, en cambio,
somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos recibir al Señor Jesucristo.
Hch 2, 33: Exaltado a la
diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha
derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo.
Sal 110, 1: Oráculo del Señor a
mí señor: “Siéntate a mi derecha y haré que haga de tus enemigos escabel de tus
pies”.
Cuando aparezca Cristo,
vida vuestra.
Col 2, 12: Anunciaré tu nombre
a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.
1 Jn 3, 2: Queridos, ya somos
hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Nos consta
que, cuando aparezca, seremos semejantes a él y lo veremos como él es.
Rm 8, 19: La humanidad aguarda
expectante a que se revelen los hijos de Dios.
Col 1, 27: A los cuales quiso
Dios dar a conocer la espléndida riqueza que significa ese secreto para los
paganos: Cristo para vosotros, esperanza de gloria.
Notas
exegéticas.
3 1 Es decir, la nueva vida
revelada en Jesucristo, por oposición al mundo antiguo (“las de la tierra”, v.
2). Pero no se trata de un menosprecio de las realidades terrestres.
3 4 (a) Var. “nuestra”.
3 4 (b) El cristiano, u9nido a Cristo
por el bautismo participa ya realmente de su vida celestial, pero esta vida es
espiritual y oculta, y no llegará a ser manifiesta y gloriosa sino en la
Parusía.
Comentario.
-Comunidad cristiana
de Colosas:
Evangelizada por los
colaboradores de Pablo.
Situada en las
cercanías de Éfeso.
Tienen que anunciar
a Cristo, muerto y resucitado, confrontando la nueva fe con las potencias
celestes a las que muchos siguen adorando.
Tentación: doctrinas
extrañas.
Centrar la verdadera
fe en la resurrección de Cristo.
-Los que están
vivos:
Participan del
triunfo del Señor Jesús.
Ya han resucitado.
Buscar los bienes de
arriba / vivir como los demás ciudadanos.
Moverse por otros
criterios.
Muertos al pecado, a
la vida pagana y sus consecuencias.
Vivir como discípulos
del crucificado y testigos del resucitado.
-Resurrección:
No es solo una verdad
de fe a meditar y contemplar.
Es un nuevo inicio
de vida que alcanza los rincones más recónditos.
Fijar la mirada en
Cristo y aspirar a vivir conforme a Él.
-Cristo volverá:
Llamados a
participar de la gloria de Cristo.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al
amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a
correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba,
y les dijo:
-Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han
puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino de sepulcro. Los dos
corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y
llegó primero al sepulcro; e, inclinándose vio los lienzos tendidos; pero no
entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los
lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los
lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro
discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta
entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre
los muertos.
Textos paralelos.
Mt 28, 1-8 |
Mc 16, 1-8 |
Lc 24, 1-11 |
Jn 20, 1-9 |
Pasado el sábado, al despuntar el alba del primer
día de la semana, fue María Magdalena con la otra María a examinar
el sepulcro. Sobrevino un fuerte temblor. Pues un ángel del Señor, bajando del cielo, llegó
e hizo rodar la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su
vestido blanco como la nieve. Los de la guardia se echaron a temblar de miedo
y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres. -Vosotras no temáis. Sé que buscáis a Jesús, el
crucificado. No está aquí: ha resucitado como lo había dicho. Acercaos a ver
el lugar donde yacía. Después id corriendo a anunciar a los discípulos que ha
resucitado y que irá delante a Galilea; allí lo veréis. Este es mi mensaje. Se alejaron aprisa del sepulcro, llenas de miedo
y gozo, y corrieron a darles la noticia a los discípulos. |
Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María de Santiago y Salomé
compraron perfumes para ir a ungirlo. El primer día de la semana, muy temprano, llegan
al sepulcro al salir el sol. Se decían: -¿Quién nos correrá la piedra de la boca del
sepulcro? Alzaron la vista y observaron que estaba corrida
la piedra. Era muy grande. Entrando en el sepulcro, vieron un joven vestido con un hábito blanco,
sentado a la derecha; y quedaron espantados. Les dijo: -No os espantéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el
crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo habían
puesto. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de ellos a
Galilea. Allí lo verán, como lo había dicho. Salieron huyendo del sepulcro, temblando y fuera de
sí. Y de puro miedo no dijeron nada a nadie. |
El primer día de la semana, de madrugada, fueron al sepulcro llevando los perfumes
preparados. Encontraron corrida la piedra del sepulcro,
entraron, pero no encontraron el cadáver de Jesús. Estaban desconcertadas por
el hecho, cuando se les presentaron dos personajes con
vestidos refulgentes. Y, como quedaron espantadas, mirando al suelo, ellos les dijeron: -¿Por qué buscáis al vivo entre los muertos? No
está aquí, ha resucitado. Recordad lo que os dijo estando todavía en Galilea,
a saber: este hombre tiene que ser entregado a los pecadores y será
crucificado; y al tercer día resucitará. Ellas recordando sus palabras, se volvieron del
sepulcro y se lo contaron todo a los once y a todos los
demás. Eran María Magdalena, Juana y María de Santiago. Ellas y las demás se lo contaron a los apóstoles.
Pero ellos tomaron el relato por un delirio y no les creyeron. |
El primer día de la semana, muy temprano, todavía
a oscuras, va María Magdalena al sepulcro y observa que la piedra está retirada del
sepulcro. Llega corriendo adonde estaba Simón Pedro y el
otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dice: -Se han llevado del sepulcro al Señor y no
sabemos dónde lo han puesto. Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó el primero al sepulcro. Inclinándose ve las sábanas en el suelo, pero no entró. Llega, pues, Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Observa los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces, entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido lo escrito, que había de resucitar de la muerte. |
Echó a correr.
Jn 18, 15: Seguían a Jesús
Simón Pedro y otro discípulo. Como ese discípulo era conocido del sumo
sacerdote, entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote.
Vio los sudarios en el
suelo.
Jn 11, 44: Salió el muerto con
los pies y las manos sujetos con vendas y el rostro envuelto en un sudario.
Jesús les dijo: “Desatadlo y dejadlo ir”.
Jn 19, 40: Tomaron el cadáver
de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los perfumes, como es costumbre
enterrar entre los judíos.
Lc 24, 12: Pedro, en cambio, se
levantó y fue corriendo al sepulcro. Se asomó y vio solo las sábanas; así que
volvió a casa extrañado ante lo ocurrido.
No habían comprendido que,
según la Escritura, Jesús debía resucitar.
Jn 5, 39: Estudiáis la
Escritura pensando que encierra vida eterna; pues ella da testimonio de mí.
Jn 14, 26: El Valedor, el
Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, os lo enseñará todo y os
recordará todo lo que yo os dije.
1 Co 15, 4: Que fue sepultado y
resucitó al tercer día según las Escrituras.
Notas exegéticas
Biblia de Jerusalén.
20 1 (a) Convertido en el “Día del Señor”, el domingo
cristiano, ver Ap 1, 10.
20 1 (b) Ver 19, 25. Los sinópticos hablan de una
actuación de varias mujeres, entre las que siempre es mencionada María
Magdalena, que también estuvo presente en el Calvario.
20 2 Este plural es quizá la huella de un estadio más antiguo de la tradición,
que mencionaba la presencia de varias mujeres en la tumba.
20 5 El discípulo reconoce en Pedro cierta preeminencia.
20 8 A diferencia de María, el discípulo percibe en la tumba vacía y en los
lienzos cuidadosamente plegados el signo que le lleva a comprender que el
cuerpo no ha sido robado ni desplazado, y a reconocer en la fe la resurrección
de Jesús.
20 9 El evangelista no cita ningún texto. Quiere subrayar el estado de falta
de preparación de los discípulos en cuanto a la revelación pascual, a pesar de
la Escritura.
Notas exegéticas Nuevo Testamento,
versión crítica.
20 Para Jn, la
resurrección corona la glorificación del Hijo, realizada ya en la muerte en
cruz.
1 EL PRIMER (DÍA) DE
LA SEMANA (lit. el uno de los sábados) para los seguidores de Jesús es,
ya, el domingo – “día del Señor” –.
2 ECHA A CORRER Y
LLEGA: lit. corre, pues, y va. // AL QUE JESÚS… ESPECIALMENTE: lit. al
que quería-con-afecto-de-amistad el Jesús. // LLEVARON … NO SABEMOS …: el
plural gramatical no se refiere necesariamente a varias mujeres; la sustitución
de “yo” por “nosotros” era un modismo del arameo hablado en Galilea (G.
Dalman).
4 CORRIENDO ADELANTÓ:
en griego es una sola palabra.
5 QUE YACÍAN allanados
suavemente, sin el relieve que habían tenido al envolver el cadáver.
6 LLEGÓ … Y OBSERVÓ: En
el texto griego todo el pasaje abunda en verbos en presente de indicativo, a la
manera de presentes descriptivos que hacen al lector revivir de cerca, casi
nerviosamente, lo ocurrido.
7 DE MODO DIVERSO: la
traducción entiende el adverbio griego khôris no en sentido local
(=separadamente), sino en sentido de modo: el PAÑUELO estaba “independientemente”
de los lienzos. // EN (SU) MISMO SITIO: lit. en un (numeral griego heîs,
que sirve también para decir “único”, “mismo”) sitio.
8 VIO Y CREYÓ: aunque
el hecho de encontrar el sepulcro vacío tiene gran importancia, en sí mismo no
es prueba de la resurrección de Jesús, sino una especie de contraprueba,
un signo según la terminología teológica de Jn: el pañuelo aún
enrollado, y la sábana caída suavemente en el suelo, liberada del cuerpo que
cubría, indicaban que el cadáver había de Jesús había desaparecido, pero que no
había sido robado ni había habido violencia. Después la gracia de comprender la
Escritura, y las apariciones de Jesús resucitado fueron datos determinantes
para la fe de la primera comunidad cristiana.
9 LA ESCRITURA…: o
quizás: aquel texto de la Escritura: “Él tiene que resucitar (lit.
levantarse), etc.”. Jn no cita ningún pasaje bíblico concreto.
Notas exegéticas
desde la Biblia Didajé.
20, 1-31 Cuando Cristo se apareció a sus
discípulos, mostró su Cuerpo glorificado; se podía reconocer su cuerpo humano
pero con aptitudes totalmente nuevas que trascendían los límites del tiempo,
espacio y materia. Cat. 640-645, 659.
20, 1-10 El sepulcro vacío no es en sí
mismo evidencia irrefutable de la Resurrección, ero es evidentemente una señal
esencial de la resurrección. Cat. 640.
20, 1 El domingo es el día de la
Resurrección de Cristo. Por esa razón, la Iglesia considera el domingo como el
Día del Señor y estableció su culto el mismo día para la celebración de la
Eucaristía. En la Iglesia primitiva, antes de que los cristianos se separaran
completamente del judaísmo, realizaban el culto en el Templo y en las sinagogas
el Sabbat y después se reunían para celebrar la Eucaristía en casas
privadas al día siguiente, que era domingo. Siendo el primer día, el domingo
también nos recuerda el primer día de la creación y, por lo tanto, significa
una nueva creación en Cristo. Cat. 2174, 2190-2195.
20, 4 El otro discípulo (Juan) llegó a
la tumba en primer lugar, pero dejó entrar a Pedro antes que él. Esto fue como
deferencia hacia Pedro en su papel de cabeza de los Apóstoles, a quien hoy reconocemos
como el primer Papa. Cat. 552-553.
En este enlace se puede consultar
el catecismo íntegro.
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html
Comentarios
de los Santos Padres.
Ese día primero de la semana es
el que, en memoria de la resurrección del Señor, los cristianos tienen por
costumbre llamar el día del Señor.
Agustín, Tratados sobre el Ev.
de Juan, 120, 6. 4b, pg. 428.
¿Cómo podría yo contaros estas
realidades ocultas? ¿Cómo podría proclamar todo lo que supera a la palabra y a
la mente? ¿Cómo podría explicar el misterio de la resurrección del Señor? E
igualmente el misterio de la cruz y el misterio de la muerte en tres días, y
todos los misterios del Salvador. Lo mismo que nació de las entrañas de la
Virgen, de igual manera surgió del sepulcro cerrado. Y lo mismo que el
unigénito Hijo de Dios se convirtió en el primogénito de una madre, así también
por su resurrección se convirtió en el primogénito de entre los muertos. De
igual manera que al nacer no rompió la virginidad de su madre virgen, tampoco
al resucitar rompió los sellos del sepulcro. Por eso no puedo expresar con la
palabra ni su nacimiento ni tampoco puedo abarcar todo lo referente a la tumba.
Juan Crisóstomo. Homilía sobre
el sábado santo, 10. 4b, pg. 429.
Este día trae un mensaje de
alegría, porque en este día el Señor ha resucitado y ha elevado con Él a toda
la raza de Adán; porque ha sido engendrado por el hombre, también ha resucitado
con el hombre. Hoy, gracias a este Resucitado, se ha abierto el paraíso, Adán
es restaurado, Eva es consolada, la llamada (de Dios) es escuchada, el reino está
preparado, el hombre es salvado y Cristo es adorado. Después de haber pisoteado
a la muerte, hace prisionero al tirano y, despojado el mundo terrenal, ha
subido a los cielos como un rey, glorioso como un jefe, invencible como un
auriga, y dice al Padre: “Aquí estamos, yo y los hijos que el Señor me ha dado,
oh Dios, etc.”. También escuchó la respuesta del Padre: “Siéntate a mi derecha hasta
que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies”. A Él la gloria ahora y por
los siglos de los siglos. Amén.
Hesiquio de Jerusalén. Homilías
sobre la Pascua, 1, 5-6. 4b, pg. 429.
Estas mujeres sabias, como dice
el Teólogo (san Juan evangelista), pienso que enviaron a María Magdalena.
Estaba oscuro, pero el amor iluminaba como una antorcha.
Romano el Cantor, Himno breve
sobre la resurrección, 40, 1-3. 4b, pg. 431.
Hazte un Pedro o un Juan; corre
hacia el sepulcro, hazlo a porfía y con los demás; rivaliza en ese hermoso
esfuerzo. Y si eres adelantado por la rapidez, vence por el afán, no para mirar
de pasada el sepulcro, sino para entrar dentro.
Gregorio Nacianceno, Discurso
sobre la santa Pascua, 45, 24. 4b, pg. 433.
San Agustín.
Entraron, vieron solamente las
vendas, pero ningún cuerpo. ¿Qué está escrito de Juan mismo? Si lo habéis
advertido, dice: Entró, vio y creyó (Jn 20, 8). Oísteis que creyó, pero no se
alaba esta fe; en efecto, se pueden creer tanto cosas verdaderas como falsas.
Pues si se hubiese alabado el que creyó en este caso o se hubiera recomendado
la fe en el hecho de ver y creer, no continuaría la Escritura con estas
palabras: Aún no conocía las Escrituras, según las cuales convenía que Cristo
resucitara de entre los muertos (Jn 20, 9). Así, pues, vio y creyó. ¿Qué creyó?
¿Qué, sino lo que había dicho la mujer, a saber, que habían llevado al Señor
del sepulcro? Ella había dicho: Han llevado al Señor del sepulcro, y no sé dónde
lo han puesto (Jn 20,2).
San Juan de Ávila.
1ª. Eli Eli
lema sabactaní. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Mt 27, 46 – Eloi
Eloí lema sabakthani. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste? Mc 15, 34.
Pues, aunque los
tales se sientan atribulados y desamparados, mas no por eso desesperados ni muy
turbados, porque conocen ser aquél el camino de la cruz, a la cual ellos se han
ofrecido, y por el cual Cristo anduvo; como parece que, estando en la cruz,
dijo a su Padre: Dios mío, ¿por qué me desamparaste?
Audi, filia (II), cap,. 26, 6. OC I, pg. 594.
Solo en todos sus
trabajos, al final sus discípulos huyeron, para mayor pena suya. Esto lamenta
en la cruz: ¿Por qué me has abandonado? Mira: Mírame aquí colgado, golpeado,
mira este mi sacrificio que te ofrezco por los hombres; mira a tu Hijo.
Lunes de Pascua,
10. OC III, pg. 222.
También dijo
Cristo nuestro Redemptor en la parte sensitiva, viendo que Dios le dejaba
padecer y viendo los tormentos que pasaba: Dios mío, ¿Dios mío, por qué me
has abandonado? Fue tanto, hermanos míos, lo mucho que nuestro Señor pasó;
fueron tantos los tormentos que pasó, los azotes, corona de espinas, las
bofetadas que en su divino rostro le dieron, que dice Él mismo: Todos los
que pasáis por el camino, todos los que vivís en el mundo, mira si hay dolor
como el mío (Lam 1, 12). ¡Bendito seáis vos, Redemptor mío, por siempre!
Domingo
infraoctava de la Ascensión, 28. OC III, pg. 332.
En la cruz, ¿qué
otra cosa de más que su sangre, y su pasión y misericordia para el hombre, por
cuyo consuelo da voces el Señor, que fue desamparado y desconsolado? Mas
allí está tan guardado de sus enemigos, que sus amigos, por mucho que lo deseen
y lloren no pueden llegar a Él.
En la
infraoctava del Corpus, 15. OC III, pg. 648.
Sí, señora, sí
sé que vuestra merced está en cruz, y no a solas, que no pienso yo que nuestro
Señor la ama tan poco, que le quiera tener lejos de sí. Su cama, señora, y su
mesa, la cruz fue; en ellos ha de poner a sus amados si lo quieren ser. Y no se
turbe vuestra merced porque no hay cosa que le consuele, pues ha oído que el señor
dijo puesto en cruz: Busqué quien me consolase, y no lo hallé (Sal 68,
21). Desamparado de su Padre dijo que estaba; y esto excede a nuestro
desamparo; por mucho que sea, como también sus dolores exceden a los nuestros.
Tenga, señora, firme en la cruz. No quiera descender de ella por descansar. Ofrézcase
a la voluntad de Dios para que haga de ella su voluntad sin que le resista.
Déjese llevar de tan buen Padre a donde Él mandare, y diga como dijo Santo
Tomás: Vayamos y muramos con él (Jn 11, 16). Mire que este negocio no es
palabras, sino obras y finos dolores y desamparos; y no tiene uno más amor del
que parece en el tiempo de la tribulación. Y cada cosa tiene su tiempo: aquí
hemos de padecer con el amor y hacer que abracemos la cruz; en el otro mundo
nos hará gozar del mesmo Dios. Sufra, señora, al amor su carga, que Él se lo
pagará con mil tanto en el cielo. Y acuérdese de que le ha ofrecido por sierva
tantos años ha, que no desdiga en el tiempo de la prueba, sino que le sea leal,
para que por tal sea coronada en el cielo. No espere acá otra fruta sino hiel y
vinagre y lo demás de la cruz; y mientras más se le acercare la libertad
eterna, más recios trabajos ha de pasar.
A una señora
que padecía trabajos. OC IV, pg. 108.
2ª Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen. Lc 23, 34.
¡Qué grande
hazaña fue alcanzar perdón para todos! ¡Que abrazo tan suave y amoroso! ¡Qué
beso de paz tan dulce! Si quieres arrepentirte, no perderás el remedio;
Jesucristo puso toda la costa de aqueste negocio. Quiere Él mismo que tú
quieras allegarte a Él, que ya es ganado lo que andaba perdido; ya Jesucristo
dio fin a nuestra enfermedad; ya acabó Él su obra. Él mismo lo dijo: Padre,
perdona a estos, miraldos con ojos alegres, ya.
Martes de
Pentecostés, 17. OC III, pg. 393.
¡Oh pecadores,
cuán caro me costáis! ¡Cómo por amor de vosotros ha pasado mi corazón trance
tan amargo como ha sido este, ver a mi Hijo Jesucristo padecer tan cruel muerte
y pasión! Lo que vosotros hecisteis, Él lo ha pagado, y mi ánima lo ha sentido:
por bien empleado vaya, aunque ha pasado tantos trabajos, porque vosotros
recibáis el fructo de ello y alcancéis perdón de Dios. - ¡Oh Señora!, bendita
seáis vos, que aún tenéis el sonido de las palabras de vuestro Hijo: ¡Perdónalos!.
Soledad de
María, 36. OC III, pg. 909.
3ª Te aseguro
que hoy estarás conmigo en el paraíso. Lc 23, 43.
Aquella espada
de fuego volteada sin cesar mantenía cerrado el paraíso: nadie podía entrar en él
porque Cristo lo había cerrado. Fue el buen ladrón el primero que con Él entró,
pues la grandeza de su fe fue merecedora de tan gran recompensa. Ciertamente no
creyó en el reino al ver a Cristo, pues no le mostraba esplendente, ni aparecía
mirando desde el cielo, ni era servido por sus ángeles. Sí, lo diré sin temor
alguno: no lo vio yendo de un lado a otro a su libre albedrío, sino en una
cruz, bebiendo vinagre y coronado de espinas; lo vio clavado en una cruz pidiendo
auxilio: Dios mío, Dios mío, vuelve hacia mí tus ojos, ¿por qué me has
abandonado? La cruz de Cristo es la llave del paraíso. La cruz de Cristo
abre el paraíso. ¿No dijo acaso que el reino de los cielos sufre violencia y
son los esforzados quienes de él se apoderan? No hay intervalo entre ambas
cosas: la cruz y, al punto, el paraíso. Cuanto mayores sean los pesares que se
padezcan, mayor será la recompensa.
Jerónimo. Sobre
Lázaro y el rico. 3, pg. 484.
4ª Padre, a
tus manos encomiendo mi espíritu. Lc 23, 46.
Y porque en vida
y en muerte le fue su Hijo maestro y dechado a quien ella miraba, y le oyó
decir cuando en la cruz expiró: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu,
las cuales palabras ella tenía guardadas en su corazón para la hora en que
estaba, dijo con gran humildad y perfectísimo amor: Hijo mío, en vuestras
manos encomiendo mi espíritu.
Asunción de María,
66. OC III, pg. 971.
Téngase vuestra
merced por esclava, que de su voluntad se ofrece a servir a su Señor y sus
siervos en cualquier cosa que Él mandare, honrosa o deshonrosa, de descanso o
de pena, de vida o de muerte. E un día, cuando quiera comulgar, diga al Señor
con reverencia y amor: Señor, yo no soy digna de padecer por vuestro amor; mas
pues vuestra Bondad esta merced me ofrece, yo la recibo y la consiento con que
vos, Señor, con la misma bondad me deis la fuerza para llevar vuestra cruz para
gloria vuestra, pues conocéis mi flaqueza. E luego diga: En vuestras manos,
Señor, encomiendo el espíritu mío. Y reciba a su Señor con mucha confianza,
que le dará esfuerzo para padecer lo que le enviare; y vuestra merced procurará
pedir oraciones para lo mismo. Nuestro Señor la haga mártir de su amor.
A una señora
afligida. OC IV, pg. 417.
Cristo, que por
vuestra merced murió, le acompañe a su muerte y le reciba en sus brazos salido
de esta vida. Dígale vuestra merced lo que Él dijo a su Padre: In manus tuas,
Pater commendo spiritum meum. Y espero de su misericordia que será bien
recebido como hijo, y tratado como tal heredero de Dios, y juntamente heredero
de Cristo.
A un
discípulo suyo, de la Compañía de Jesús, estando cercano a la muerte. OC IV, pg. 501.
5ª Mujer, ahí
tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre. Jn 19, 26.
Madre es de Dios,
y mucho derecho es el de la madre con el hijo; y madre es de nosotros, y mucha
es la ternura del corazón maternal para con nosotros. No está olvidada de que
al pie de la cruz, le encomendó su Hijo a los cristianos en persona de San Juan
diciendo: Ecce filius tuus. No hace su oficio flojamente, no tiene
descuido en lo que Dios le encomendó. Con humildad le ruega, con perseverancia
le suplica. Y ella suele amansar los enojos de Él estando en el cielo, que lo
acallaba en la tierra, cuando siendo niño lloraba. Muy bien sabe representarle
los servicios que le hizo entonces, pidiéndole que nos haga mercedes a nosotros
por ellos; y pues que Dios recibió de ella y recibió tanto, y Él es tan
agradecido, no dejará de la oír.
La Virgen de
las Nieves, 17. OC III, pg. 922.
El Rey fue y es,
aunque no a la hechura de este mundo. Mas estando en la silla de la cruz dijo a
su Madre: Mujer, ve ahí tu hijo; para dar a entender que quien está en
silla de persona pública ha de renunciar todo particular amor, aunque de su
propia madre sea. Y esto nos dio Él en ejemplo cuando algunas veces respondía
áspero a su Madre bendita, para decirnos cuánto nos debemos guardar de nuestras
particulares afecciones, aunque otros se enojen con nosotros, suframos alguna
pena, antes que siguiéndolas descontentar a Dios.
A un señor de
estos mundos. OC IV, pg. 97.
6ª Tengo sed.
Jn 19, 28.
Y si quieres
cumplir con Él esotras obras de misericordia, aparejo tienes; Él te las
recebirá de buena gana y te las pagará con grande ventaja. Hambriento y
sediento está, no de manjar corporal, mas de otra hambre y sed muy mayor. Y si
la del cuerpo le hizo decir a la Samaritana: Dame a beber (Jn 4,7), y
decir en la cruz: Sed tengo, ten por averiguado que con mayor instancia
te pide a ti que le quites aqueste hambre y aquesta sed, que entonces lo pedía
su cuerpo. No pienses que por otra cosa está aquí encerrado, sino para que te
dé a ti de comer y tú a Él. Muchos años ha que lo mandó decir a su apóstol San
Juan: Yo estoy a la puerta y llamo, si alguno quisiere abrir, entraré a él,
y yo cenaré con él, y él conmigo (Ap 3,20).
En la Infraoctava
del Corpus, 32. OC III, pg. 578-579.
7ª Está
cumplido. Jn 19, 30.
Mira que no
solamente viviendo padeció por ti, mas aun después de muerto recibió la mayor
de sus heridas, que fue la lanzada cruel (cf. Jn 19, 34); porque sepas que en
vida y en muerte te es amigo verdadero y para que entiendas por aquí que,
cuando dijo al tiempo de expirar: Acabado es, aunque acabaron sus
dolores, no acabó su amor. Dice San Pablo: Jesucristo ayer fue, y hoy es
también, y será en todos los siglos (Hb 13, 8); porque cual fue en este
siglo, mientras vivió, para los que le querían, tal es agora, y será siempre
para todos los que le buscaren.
Tratado del
amor de Dios, 14. OC I, pg. 974.
Ya, Padre, es
acabado el reparo para los hombres. Hermanos, con este remedio quedó remediado
el entendimiento, quedó remediada la voluntad, quedó remediada la carne,
quedaron remediados nuestros pecados todos.
Martes de
Pentecostés, 17. OC III, pg. 393.
Comentario Homilética
-Juan 20:
Comienza un nuevo día, el día de la Resurrección.
Relatos:
Sepulcro (20, 1-10).
Apariciones:
María Magdalena (20, 11-18).
Discípulos (20, 19-29).
Dos tradiciones:
Sepulcro vacío y apariciones.
-Partes:
Introducción (vv.1-2).
Cuerpo del texto (vv. 3-9):
Tres movimientos:
Pedro y Juan van y Juan llega al sepulcro, sin entrar
(vv.3-5).
Llegada y entrada de Pedro al sepulcro (vv. 6-7).
Entrada de Juan que termina el proceso ver-creer (vv. 8-9).
Versículo final (v. 10).
-Comunidad joánica:
Primacía de la comunidad petrina.
-Sepulcro (v.1.2.3.4.6.8):
Lienzos (vv.5.6.7):
La pasión ha quedado
definitivamente atrás.
Pasar del ver al creer (vv.1.5.6.8).
-María Magdalena:
Ve, pero no interpreta.
El otro discípulo: ve e interpreta
(cree).
= Proceso de fe.
-Conclusión:
Vuelven a casa.
Anuncian lo sucedido.
MISA DE NIÑOS. DOMINGO DE RAMOS.
Monición de entrada.
Buenos días:
Después de la semana santa y la fiesta del domingo de Pascua, hoy hemos
vuelto a misa.
Y otra vez Jesús está con nosotros.
Como estuvo en la historia que escucharemos en unos momentos.
Solo tenemos que abrir los ojos del corazón.
Y así le escucharemos en las lecturas y le veremos en la comunión.
Señor,
ten piedad.
Tú que eres el primero que está siempre vivo. Señor, ten piedad.
Tú que eres el vencedor del pecado. Cristo, ten piedad.
Tú que eres la vida. Señor, ten piedad.
Homilía:
Tienen que buscar tres papeles con el siguiente texto: estoy
aquí, en las lecturas; estoy aquí, en el altar; estoy aquí, en el sagrario. Las
letras han de ser muy pequeñas. Por ejemplo así: estoy aquí, en las lecturas; estoy aquí,
en el altar; estoy aquí, en el sagrario
Como no podrán leerlo les preguntamos como pueden:
mediante una lupa o la aplicación del móvil lupa.
Lo leen y les explicamos a nosotros nos pasa lo mismo. A
simple vista no se ve, pero cuando tenemos la lupa o el móvil podemos leerlo,
es decir, la fe que nos da la Iglesia.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco para siga siendo el ejemplo de amigo de Jesús que cree
en Él.. Te lo pedimos Señor.
-Por la Iglesia, para que contagie la alegría de la Pascua. Te lo pedimos Señor.
-Por todos los países, para que la paz de Jesús haga que se vaya la guerra.
Te lo pedimos, Señor.
-Por las personas que no creen en Jesús, para que un día sean felices siendo
tus amigos. Te lo pedimos, Señor.
-Por nosotros para que cada día seamos más amigos tuyos.. Te lo pedimos Señor.
Acción de gracias.
Virgen María este domingo queremos darte las
gracias porque somos muy felices siendo amigos de Jesús, que aunque no lo
vemos, están en medio. Como está el aire que respiramos y no vemos.
EXPERIENCIA.
https://www.youtube.com/watch?v=TIY1xgo8W10
¿Cómo te has sentido
mientras escuchabas el vídeo?
¿Por qué Ana no podía
volver a correr en bicicleta? ¿Qué hizo ella?
Gracias a no aceptar la
realidad ¿dónde logró ir y participar?
¿Cuál es el secreto
para lograr las metas?
Lee las dos frases del
evangelio de San Juan y permanece en silencio durante unos minutos, permitiendo
que el vídeo y la frase reposen en tu corazón.
REFLEXIÓN.
Lee el evangelio de este
domingo.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al
amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a
correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba,
y les dijo:
-Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han
puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino de sepulcro. Los dos
corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y
llegó primero al sepulcro; e, inclinándose vio los lienzos tendidos; pero no
entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los
lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los
lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro
discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta
entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre
los muertos.
Pídele a Dios que te envíe el
Espíritu Santo para que te de conocimiento interno de Jesús, es decir, a través
de esta oración experimentar el misterio de la Resurrección.
Lee el texto 2 veces.
En la segunda sitúate en la
escena, mediante la composición de lugar. Según san Ignacio de Loyola consiste
en imaginar el santo sepulcro, una cueva cerca de una montaña. La piedra
desplazada. ¿Cómo es el interior? ¿grande, pequeño, espacioso, reducido?, el
color de la roca, la penumbra, los lienzos, el sudario.
Visualiza a Juan llegando y
esperando a Pedro, la mirada de Pedro al asomarse, a Juan entrando, viendo y
creyendo.
Entra en el vacío de tu
corazón, de tu vida. También allí hay señales de la resurrección de Cristo,
lienzos tendidos, sudarios plegados. Piensa en ello.
Contempla de nuevo el sepulcro
vacío, en silencio, sin prisas.
Repite interiormente la frase “vio
y creyó”.
Repítela en primera persona: “veo
y creo”.
Repite: “Señor, veo y creo;
pero aumenta mi fe”.
Es una etapa del camino en los
apóstoles, en ti. Vimos de señales, falta el encuentro con el Resucitado que para
nosotros, en cuanto no somos apóstoles, testigos del Resucitado, tendrá lugar
cuando entremos en el sepulcro de la vida, muramos.
Mantén un coloquio con Jesús.
COMPROMISO.
Cada día al despertar levantarte con esta
actitud: voy al encuentro de las señales que me indican la presencia de Cristo,
en la naturaleza, los demás y los signos religiosos (la iglesia, las imágenes,
la oración, la misa,…).
CELEBRACIÓN.
Mira y escucha
este vídeo del grupo Kairoi: https://www.youtube.com/watch?v=fg03lmo2o0I&list=PL2hYJgMSqKM1j23QCz-JjaiD69iB18Gne&index=5
HORA SANTA.
EL DISCURSO DE
DESPEDIDA.
Monición:
Queridos hermanos
y hermanas:
La misa ha
concluido,
las palabras
permanecen en nuestro interior.
Una sala, la mesa,
los manteles, las copas, las jarras con el vino, los platos con las hierbas
amargas, el cordero, los cantos.
El pan partido y
repartido y el vino compartido.
El cuerpo de
Cristo que nos da, la sangre de Cristo derramada.
El agua curando
los pies del cansancio.
La toalla
acariciando los pies.
El maestro
arrodillado ante los discípulos.
El Señor sirviendo
a los servidores.
La Palabra
convertida en servicio.
La Palabra
transformada en pan y vino,
alimento de vida
eterna.
Y la Palabra
mira a sus discípulos,
abre el corazón,
comparte sus
sentimientos,
se da para que
ellos se den.
Canto: Taizé.
Veni Creator Spiritus. www.youtube.com/watch?v=h6LfZz7Tb44
Gesto.
Al iniciar la
celebración colocamos a los pies del monumento un jarrón con agua, una jofaina
y una toalla.
Miro la imagen, ¿qué
expresa? Permanezco en silencio.
Lectura del santo
evangelio según san Juan.
Vosotros me llamáis el
Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el
Maestro os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a
otros.
Ahora ha sido glorificado el
Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.
Os doy un mandamiento nuevo,
que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así os améis
también entre vosotros.
Yo soy el Camino,
Si me conocéis a mí, conocéis
también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.
Creedme yo estoy en el Padre
y el Padre en mí.
Si alguno me ama, guardará
mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él.
Yo soy la vid verdadera y mi
Padre es el viñador.
Yo soy la vid: vosotros los
sarmientos. El que permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque
separados de mí nada podéis hacer.
Como el Padre me amó, yo
también os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis
en mi amor.
No os llamo siervos, porque
el siervo nunca sabe lo que hace su señor, a vosotros os he llamado amigos,
porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
Meditación.
De la homilía en la misa de
la Cena del Señor de S. Juan Pablo II.
He aquí que nos
hemos reunido de nuevo, al atardecer, el día de Jueves Santo, para estar
con Cristo cuando ha llegado su hora. El Evangelista dice que
esto fue antes de la fiesta de la Pascua, y llama a esa hora, que había
llegado, como la hora de pasar de este mundo al Padre.
Nos hemos
reunido, pues, para estar con Jesús en esta hora de su pasar. ¡Abramos
nuestros corazones, agudicemos el oído interior de la fe! Que nos hablen
las voces y los acontecimientos cargados del más grande contenido. ¡Abramos nuestros
corazones, agudicemos la vista interior de la fe. Que se desvele ante nosotros
el misterio escondido antes de los siglos en el seno de la Santísima Trinidad,
misterio que, en el tiempo establecido, se convirtió en el Cuerpo y en la Sangre
del Hijo de Dios Encarnado, y vino a habitar entre nosotros bajo las especies
del pan y del vino en la última Cena.
Si hoy
recordamos de modo especial la hora de la última Cena, lo hacemos también
porque esta hora dura incesantemente y colma todas las horas de la historia
de la Iglesia y del mundo.
Desde que
llegó, de una vez por todas, la hora de Cristo, Cordero de Dios, la hora de su
pasar de este mundo al Padre, esa hora dura y colma todas las horas hasta el
fin del mundo, porque Cristo "habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). Por lo tanto, en cada una de
las horas de la historia se renueva y se realiza de nuevo su pasar de este
mundo al Padre en sus miembros, que pasan en El, con El y por El, de este mundo
al Padre.
S. Juan Pablo II. Homilía en
la Misa “in Cena Domini”. 16 abril 1981.
Canto. Taizé. Adoramus te Christe.
https://www.youtube.com/watch?v=R1UOt3kMkF4
Oración personal.-
Pensemos en esta frase: “Os
doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros”.
Amamos porque hemos sido
amados.
Recuerdo a las personas que
me amaron.
Visualizo momentos en los
que ellas me cuidaron: la infancia, la adolescencia, la juventud, la vida
adulta, la ancianidad.
Siento ese amor: el abrazo,
las manos lavándome la cara, la mano a la que asía cuando iba por la calle, la
mirada seria cuando llegaba tarde a casa, sus palabras, sus ojos el día que
aprobé el bachillerato, el ciclo formativo, los estudios, al llegar después del
primer día de mi primer trabajo, en la comunión, en la boda,… Y también en la
ancianidad, cuando abría los ojos cada vez que entraba en su habitación, le
preparaba la mesa o le ayudaba a caminar.
Amamos porque hemos sido amados
primero.
Y Jesús, ¿cómo amaba a sus
discípulos?
Recuerdo la Última Cena, el
lavatorio, la fracción del pan, la mirada dolorida a Judas y realista a Pedro.
Repito el mandamiento de
Jesús.
¿A quién debo amar porque me
ama más que yo a él o ella?
¿A quién debo amar porque me
necesita en estos momentos?
¿A quién debo amor porque me
ignora e incluso me trata mal?, es decir, no odiarle y mantener la paz interior,
sin ingenuidad, con realismo.
Canto: Taizé. Kyrie
eleison. https://www.youtube.com/watch?v=tn2fJlcrnzw
Gesto.
Nos acercamos al ambón, tomamos el leccionario abierto por el evangelio de este jueves, en procesión, acompañado por dos cirios encendidos lo llevamos hasta el monumento, allí lo depositamos abierto, los cirios los llevamos al altar y los apagamos, encendemos una velón pequeño colocado en un cuenco, farol,…
Canto: Taizé. Stay
with us. https://www.youtube.com/watch?v=zkivkORaeJA
Del evangelio de san Juan.
Padre, llegó la
hora, glorifica a tu Hijo,
para que el Hijo
te glorifique,
para que a todos
los que Tú le diste les dé Él la vida eterna.
Esta es la vida
eterna, que te conozcan a Ti,
único Dios
verdadero, y a tu enviado Jesucristo.
Yo te he
glorificado sobre la tierra,
llevando al cabo
la obra que me encomendaste.
Y ahora Tú,
Padre, glorifícame cerca de Ti mismo
con la gloria
que tuve, cerca de Ti, antes que el mundo existiese.
He manifestado
tu nombre a los hombres
que me has dado
de este mundo.
Tuyos eran, y Tú
me los diste,
y han guardado
tu palabra.
Ahora saben que
todo cuanto me diste viene de Ti;
porque yo les he
comunicado las palabras que Tú me diste,
y ellos las
recibieron, y conocieron verdaderamente que yo salí de Ti,
y creyeron que Tú me has enviado.
Yo ruego por
ellos.
No ruego por el
mundo, sino por los que Tú me diste;
porque son tuyos,
y todo lo mío es tuyo,
y lo tuyo mío, y
yo he sido glorificado en ellos.
Y yo ya no estoy
en el mundo;
pero ellos están
en el mundo, mientras yo voy a Ti.
Padre santo,
guarda en tu nombre a éstos,
que me has dado,
para que sean uno como nosotros.
Cuando yo estaba
con ellos,
yo los
conservaba en tu nombre, y los guardé,
y ninguno de
ellos pereció, sino el hijo de la perdición,
para que
Pero ahora yo
vengo a Ti, y hablo estas cosas en el mundo
para que tengan
mi gozo cumplido en sí mismos.
Yo les he dado
tu palabra, y el mundo les aborreció;
porque no eran
del mundo, como yo no soy del mundo.
No pido que los
tomes del mundo,
sino que los
guardes del mal.
Ellos no son del
mundo,
como no soy del
mundo yo.
Santifícalos, en
la verdad, pues tu palabra es verdad.
Como Tú me
enviaste al mundo,
así yo los envié
a ellos al mundo.
Y yo por ellos
me santifico,
para que ellos
sean santificados por la verdad.
Pero no ruego
solamente por éstos,
sino por cuantos
crean en mi por su palabra,
para que todos
sean uno, como Tú,
Padre, estás en
mí y yo en Ti,
para que también
ellos sean en nosotros,
y el mundo crea
que Tú me has enviado.
Y yo les he dado
a conocer la gloria que Tú me diste,
a fin de que sean
uno, como nosotros somos uno.
Yo en ellos, y
Tú en mí,
para que sean consumados en la unidad,
y conozca el mundo que Tú me enviaste
y amaste a éstos
como Tú me amaste.
Padre, lo que Tú
me has dado quiero
que donde yo
esté, estén ellos también conmigo,
para que vean mi gloria, que Tú me has dado,
porque me amaste
antes de la creación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo
te conocí,
y éstos
conocieron que Tú me has enviado,
y yo les di a
conocer tu nombre,
y se lo haré conocer,
para que el amor
con que Tú me has amado
esté en ellos y
yo en ellos. Jn 17
De la catequesis de Benedicto
XVI.
Esta oración de
Jesús es comprensible en su extrema riqueza sobre todo si la colocamos en el trasfondo
de la fiesta judía de la expiación, el Yom kippur. Ese día el Sumo Sacerdote
realiza la expiación primero por sí mismo, luego por la clase sacerdotal y,
finalmente, por toda la comunidad del pueblo. La oración de Jesús, presentada
en el capítulo 17 del Evangelio según san Juan, retoma la estructura de esta
fiesta. En aquella noche Jesús se dirige al Padre en el momento en el que se
está ofreciendo a sí mismo. Él, sacerdote y víctima, reza por sí
mismo, por los apóstoles y por todos aquellos que creerán en él, por la Iglesia
de todos los tiempos.
El segundo
momento de esta oración es la intercesión que Jesús hace por los discípulos que
han estado con él.
En el centro de
esta oración de intercesión y de expiación en favor de los discípulos está la petición
de consagración. Al entregarse a Dios, la realidad, la
persona consagrada existe «para» los demás, se entrega a los demás. Entregar a
Dios quiere decir ya no pertenecerse a sí mismo, sino a todos. Es consagrado
quien, como Jesús, es separado del mundo y apartado para Dios con vistas a una tarea
y, precisamente por ello, está completamente a disposición de todos.
El tercer acto
de esta oración sacerdotal extiende la mirada hasta el fin de los tiempos. Jesús
ruega por la Iglesia de todos los tiempos, ruega también por
nosotros.
Benedicto XVI. Audiencia
general. 25 enero 2012.
Canto: Taizé. Nada te
turbe. https://www.youtube.com/watch?v=go1-BoDD7CI
Oración personal.
Ellos han guardado tu
palabra.
Te ruego por ellos, no te
ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste.
Son tuyos.
Jesús ora por mí. Lo pienso.
En estos momentos en el monumento está orando por mí.
Ellos están el mundo.
Guárdalos en tu nombre.
Para que sean uno, como
nosotros.
El mundo los ha odiado porque
no son del mundo.
Jesús ora por nosotros
cuando se burlan por seguir en la parroquia, asistiendo a misa, sirviendo en el
coro, el reparto de la hoja parroquial, el servicio al altar, a la Palabra de
Dios, la limpieza del templo, la catequesis, los Juniors, los grupos de fe, …,
creyendo “lo que dicen los curas”.
Rezo por quienes “porque no
saben lo que hacen” dicen lo que no saben.
Santifícalos en la verdad.
Yo los envío también al mundo.
No solo por ellos te ruego,
sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos.
Jesús ora por quienes creerán
por la palabra de los apóstoles, nosotros. Pienso en quienes están en la
iglesia esta noche, en el grupo de catequistas, en el equipo de educadores Juniors,
en el grupo de fe.
Por extensión, ora por los
que creen gracias a mí. Pienso en los niños de comunión o confirmación, de los
juniors, del grupo de fe, en mis hijos, y todas las personas a las que trato de
anunciar a Jesús, con mi vida y mis palabras.
Padre, este es mi deseo: que
los que me has dado estén conmigo donde yo estoy.
Contemplen mi gloria.
Para que el amor que me
tenías esté en ellos y yo en ellos.
Le hablo a Jesús, mi futuro en
el año 2.221 no será el cementerio o donde esparzan mis cenizas, sino corazón,
la eternidad del abrazo eterno, el “amada en Amado transformada” de san Juan de
la Cruz.
Canto: Taizé. Laudate Dominum. https://www.youtube.com/watch?v=mwRMT2_pi9c
GETSEMANÍ.
Gesto:
Colocamos una bandeja de
tierra, piedras, ramas de olivo y un cáliz.
Observa la imagen: es la piedra de Getsemaní, rodeada por una corona de espinas, con sendas palomas abatidas. La paloma representa a Cristo en la agonía. Enciende una vela. Lee.
Del evangelio de san Lucas.
Salió y se dirigió según costumbre al
monte de los olivos y lo siguieron los discípulos Al llegar al lugar, les dijo:
Pedid no sucumbir en la prueba. Se apartó de ellos como un tiro de piedra, se
arrodilló y oraba: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya. Se le apareció un ángel del cielo que le dio fuerzas.
Y, entrando en combate, oraba más intensamente. Le corría el sudor, como gotas
de sangre cayendo en el suelo. Se
levantó, se acercó a sus discípulos y los halló dormidos de tristeza.
Lc 22,39-45
Jesús comprobó el
abandono más grande, que los Evangelios testimonian recogiendo sus palabras
originales.
¿Y
todo esto para qué? Una vez más por nosotros, para servirnos. Para que
cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en
un callejón sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera
Dios responde, recordemos que no estamos solos. Lo hizo por
mí, por ti, por todos nosotros, lo ha hecho para decirnos: No temas, no estás
solo. Experimenté toda tu desolación para estar siempre a tu lado. He aquí hasta
dónde Jesús fue capaz de servirnos: descendiendo hasta el abismo de nuestros
sufrimientos más atroces, hasta la traición y el abandono.
Hoy, en el
drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas
expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime el
corazón, Jesús nos dice a cada uno: Ánimo, abre el corazón a mi amor.
Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene.
El drama que
estamos atravesando en este tiempo nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a
no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si
no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor. De este modo,
en casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado —mirad, mirad al
Crucificado—, que es la medida del amor que Dios nos tiene. Y, ante Dios que
nos sirve hasta dar la vida, pidamos, mirando al Crucificado, la gracia de
vivir para servir. Procuremos contactar al que sufre, al que está solo y necesitado.
No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien
que podemos hacer.
Francisco. Homilía 5 de
abril de 2020.
Canto: Taizé. In te
confido. https://www.youtube.com/watch?v=tfjnVa1WPZ8
Oración.
San Ignacio de Loyola en los
Ejercicios Espirituales nos ofrece estas pautas para seguir en la contemplación
de la escena de Getsemaní
El primer preámbulo es la historia;
será aquí cómo Cristo nuestro Señor descendió con sus once discípulos desde el
monte Sión, donde hizo la cena, para el valle de Josafat, dejando los ocho en
una parte del valle y los otros tes en una parte del huerto; y poniéndose en
oración, suda sudor como gotas de sangre; y después que tres veces hizo oración
al Padre, y despertó a sus tres discípulos, y después que a su voz cayeron los
enemigos, y Judas dándole la paz, y san Pedro derrocando la oreja de Malco, y
Cristo poniéndosela en su lugar, seyendo preso como malhechor, le llevan el
valle abajo y después la cuesta arriba para la casa de Anás.
El segundo es ver el
lugar; será aquí considerar el camino desde el monte Sión al valle de Josafat,
y ansimismo el huerto, si ancho, si largo, si de una manera, si de otra.
El tercero es demandar lo
que quiero; lo cual es propio de demandar en la pasión: dolor con Cristo doloroso,
quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que
Cristo pasó por mí.
Ejercicios Espirituales,
200-203.
Primer punto: pienso
en las palabras de Jesús “Padre, aparta de mí esta copa, pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya”. ¿Cuáles son mis preocupaciones en estos momentos?,
¿qué quisiera que no hubiese pasado en mi vida y ha pasado?, ¿qué situaciones quisiera
que desapareciese en estos momentos de mi vida? Repito las palabras de Jesús,
en cada una de las respuestas, pausadamente, al ritmo de la respiración, las
veces que lo necesite, sin miedo a que se termine el tiempo y no haya llegado a
contestarlas todas.
Segundo punto: Dios nunca me
deja solo, miro el sagrario, allí no se encuentran los ángeles para
confortarme, sino el mismo Hijo de Dios que él ha enviado, como envió al ángel
de la pasión, para confortarme y estar a mi lado.
Coloquio: le hablo a Jesús.
Canto: Taizé. Crucem
tuam. https://www.youtube.com/watch?v=FRrYRORosgo
Oración del papa S. Pablo
VI en la Basílica del Santo Sepulcro.
Henos aquí, oh Señor Jesús:
hemos venido como los
culpables vuelven al lugar de su delito,
hemos venido como aquel que
Te ha seguido, pero que también Te ha traicionado; fieles, infieles, lo hemos
sido muchas veces;
hemos venido para confesar
la misteriosa relación entre nuestros pecados y Tu Pasión: nuestras obras, Tu
obra;
hemos venido para golpearnos
el pecho, para pedirte perdón, para implorar tu misericordia;
hemos venido porque sabemos
que Tú puedes, Tú quieres perdonarnos.
Porque Tú has expiado con
nosotros Tú eres nuestra redención,
Tú eres nuestra esperanza.
Cordero de Dios, que quitas los
pecados del mundo. Perdónanos, oh Señor;
Cordero de Dios, que quitas los
pecados del mundo. Escucha nuestra voz, oh Señor;
Cordero de Dios, que quitas los
pecados del mundo. Ten piedad de nosotros, oh Señor
Señor Jesús nuestro
Redentor.
Reanima en nosotros el deseo
y la confianza de tu perdón, reafirma nuestra voluntad de conversión y de
lealtad, haznos gustar la certidumbre y también la dicha de tu misericordia.
Señor Jesús nuestro Redentor
y Maestro.
Danos la fuerza de perdonar
a los demás para que también nosotros seamos realmente perdonados por Ti.
Señor Jesús nuestro Redentor y Pastor.
Infunde en nosotros la
capacidad de amar, puesto que Tú quieres que según tú ejemplo y con la ayuda de
Tu gracia nosotros te amemos, así como a todos aquellos que son nuestros
hermanos en Ti.
Señor Jesús nuestro Redentor y nuestra Paz.
Que nos hiciste conocer tu
supremo deseo: "Que todos sean uno", escucha este deseo con el que
nosotros nos identificamos y que aquí se ha transformado en nuestra oración:
"Que todos nosotros seamos uno".
Señor Jesús nuestro Redentor y nuestro Mediador.
Infunde eficacia ante el
Padre de los cielos a las plegarias que Le dirigimos ahora en el espíritu
Santo.
Omnipotente y sempiterno
Dios que revelaste Tu gloria a todos los pueblos cristianos: defiende la obra
de Tu misericordia, a fin de que Tu Iglesia, difundida en todo el orbe se
mantenga firme con fe estable en la confesión de Tu nombre. Por el mismo
Nuestro Señor Jesucristo que vive contigo y reina en la unidad del Espíritu
Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Omnipotente y sempiterno
Dios, consuelo de los tristes, fortaleza de los que sufren: lleguen a Ti las
plegarias de los que claman por cualquier aflicción; para que todos gocen de Tu
misericordia en sus miserias. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo que vive
contigo y reina en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén.
Omnipotente y sempiterno Dios,
que no buscas la muerte, sino la vida de los pecadores: acepta favorablemente
nuestra plegaria y líbralos del culto de los pecados e incorpóralos a Tu
Iglesia santa en alabanza y gloria de tu nombre. Por el mismo Nuestro Señor
Jesucristo que vive contigo y reina en la unidad del Espíritu Santo, por los
siglos de los siglos. Amén.
Peregrinación del papa S. Pablo VI a Tierra
Santa.
Hora Santa en la Basílica
del Santo Sepulcro. 4 de enero de 1964.
Padrenuestro.
Oración.
Mira,
Señor de bondad, a tu familia santa, por la cual Jesucristo, nuestro Señor,
aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Introducción
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo.
R/. Amén.
I Estación. Poncio Pilato condena a Jesús a
muerte.
Pilato les habló de nuevo, porque quería liberar
a Jesús, pero ellos gritaban: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Entonces Pilato
decidió acceder a su petición: les dejó en libertad al que pedían, que estaba
en la cárcel por disturbio y homicidio, y les entregó a Jesús para que hicieran
con él lo que quisieran (Lc 23,20-21.24-25).
Meditación.
Cuando estaba en primero de primaria, Marcos, un
niño de mi clase, fue acusado de haber robado la merienda de su compañero de
banco. Yo sabía que no era cierto, pero me callé, no era mi problema, y además
todos lo señalaban a él como culpable. ¿Por qué tendría que haber intervenido?
Todavía, cada vez que lo recuerdo, siento
vergüenza, me duele mi actitud. Hubiera podido ayudar a mi amigo, decir la
verdad y ayudar a que se haga justicia, en cambio me comporté como Pilato y
preferí mirar hacia otra parte. Elegí el camino más cómodo y me lavé las manos.
Hoy estoy muy arrepentido. Hubiera querido tener un poco de valentía, seguir mi
corazón y ayudar a mi amigo en dificultad.
A veces sólo sentimos la voz de quien hace y
quiere el mal, mientras la justicia es un camino cuesta arriba, con obstáculos
y dificultades, pero tenemos a Jesús a nuestro lado, dispuesto a sostenernos y
ayudarnos.
Oremos
Señor, Padre bueno, infunde en nosotros tu
Espíritu Santo y concédenos tu fortaleza,
porque sólo así tendremos la valentía de
testimoniar tu verdad, que es camino de justicia y reconciliación. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
II Estación. Jesús con la cruz a cuestas
Los hombres que habían detenido a Jesús se
burlaban de él y lo golpeaban y, tapándole los ojos, le decían: «¡Adivina!,
¿quién te pegó?». Y le gritaban toda clase de insultos (Lc 22,63-65).
Meditación.
En clase leíamos por turnos el libro Historia de
una gaviota y del gato que le enseñó a volar. Cuando fue el turno de Martina,
comenzó a confundir las letras unas con otras y así las frases perdieron el
significado. Palabra tras palabra empecé a reír y conmigo todos los demás.
Todavía recuerdo el rostro de Martina sonrojado, la voz quebrada y los ojos
llenos de lágrimas.
Tal vez no era nuestra intención burlarnos de
ella, sin embargo, ¡cuánto dolor le provocamos con nuestras carcajadas!
La persecución no es un recuerdo lejano de hace
dos mil años, a veces algunas de nuestras acciones pueden juzgar, herir y
pisotear a un hermano o a una hermana.
En ocasiones, haber hecho sufrir a alguien puede
habernos causado un poco de placer, porque detrás de esos sufrimientos
enmascaramos nuestros propios problemas.
Jesús nos ha enseñado a amar y en su amor se
encuentra la respuesta a todos los sufrimientos. Tenemos que estar dispuestos a
todo para no hacer el mal a los demás, por el contrario, para hacerles el bien.
Oración de los niños
Jesús, nada nos separará de tu amor. Haznos
capaces de amar a nuestros hermanos y a nuestras hermanas menos favorecidos.
Oremos
Señor, Padre bueno, que nos has enviado a Jesús,
obediente hasta la muerte, concédenos la fuerza de tu amor para tomar con valor
nuestra cruz. Concédenos tu esperanza y sabremos reconocerte incluso en los momentos
más oscuros de nuestra vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
III Estación. Jesús cae por primera vez.
Él cargaba y soportaba nuestros dolores; nosotros
lo consideramos un castigado por Dios, golpeado y humillado. Pero él fue
traspasado por nuestras rebeliones y quebrantado por nuestros crímenes (Is
53,4-5).
Meditación.
En quinto de primaria era el mejor en
matemáticas, terminaba los exámenes en pocos minutos y conocía solamente un
resultado: “excelente”. Cuando por primera vez leí “insuficiente” pensé que era
un inútil, sentí el peso de un fracaso inesperado, estaba solo y sin ningún
consuelo. Pero ese momento me hizo crecer, en casa mis padres me animaron y me
hicieron sentir su amor; volví a levantarme y seguí esforzándome en el estudio.
Hoy sé que cada día vacilamos y podemos caer, pero Jesús está siempre ahí para
tendernos la mano, para hacerse cargo del peso de nuestras cruces y volver a
encender en nosotros la esperanza.
Oración de los niños.
Jesús, has caído debajo de la gran cruz que
llevabas. También yo caigo a menudo y me lastimo. Protégeme en mi camino y
concédeme la fuerza de llevar mis cargas junto a Ti.
Oremos.
Señor, has asumido nuestros sufrimientos y los
has compartido hasta el patíbulo que aplasta y humilla. No nos abandones bajo
el peso de nuestras cruces, que a veces nos parecen demasiado pesadas. Tú que
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
IV Estación. Jesús encuentra a su Madre.
Cuando se acabó el vino, la madre de Jesús le
dijo: «Ya no tienen vino». Pero Jesús le contestó: «Mujer, ¿qué tiene que ver
eso con nosotros? Todavía no ha llegado mi hora». Pero su madre dijo a los que
servían: «¡Hagan lo que él les diga!» (Jn 2,3-5).
Meditación.
Cuando pienso en mi mamá veo su rostro amable,
siento el calor de sus abrazos y me doy cuenta de su amor por mí. Ella me
acompaña a todos lados, a los entrenamientos de fútbol, al curso de inglés y a
la catequesis el domingo por la mañana. Por la tarde, aunque esté cansada, me
ayuda mientras hago los deberes; y cuando de noche tengo pesadillas, se pone a
mi lado, me tranquiliza y espera que me duerma otra vez. Si tengo un problema,
una duda o sencillamente pensamientos desagradables, ella está siempre
dispuesta a escucharme con su sonrisa. Y en los momentos más difíciles no
necesito decir palabras, basta una mirada, ella se da cuenta enseguida y me
ayuda a superar cada sufrimiento.
Oración de los niños.
Jesús, haznos capaces de dejarnos abrazar por
María nuestra madre del Cielo.
Oremos.
Señor, Padre bueno, concédenos que encontremos la
mirada amorosa de María, para que cada uno de nosotros, libres de la propia
soledad interior, podamos descansar en el abrazo maternal de Aquella que en
Jesús abrazó y amó a todos los hombres. Él que vive y reina por los siglos de
los siglos. Amén.
V Estación. El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la
cruz.
Cuando se llevaban a Jesús detuvieron a un
hombre de Cirene, llamado Simón, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar
la cruz para que la llevara detrás de Jesús (Lc 23,26).
Meditación.
Durante el verano jugaba con los amigos del
barrio en el parque que está delante de mi casa. Desde hacía algunos meses
teníamos nuevos vecinos con un hijo de mi misma edad. Sin embargo, él no jugaba
con nosotros, ni siquiera entendía bien nuestra lengua. Un día noté que nos
estaba mirando de lejos, quería jugar con nosotros, pero no tenía el valor de
pedírnoslo. Me acerqué, nos presentamos y lo invité a jugar un partido de
fútbol con nosotros. Walid desde aquel día es uno de mis mejores amigos, además
de ser el portero de nuestro equipo. Mirando de lejos una persona, lo primero
que notamos es la figura, después nos damos cuenta si es hombre o mujer y
lentamente toman forma los detalles de su rostro, pero sólo cuando lo
reconocemos como hermano estamos abriendo nuestro corazón a Jesús.
Oración de los niños.
Jesús, hazme acoger con amor a todos los
hermanos solos y marginados que encuentre en mi camino.
Oremos.
Señor, haznos capaces de reconocerte en los
últimos que encontramos a lo largo de nuestro camino; danos la valentía y el
gozo de dar de comer al que tiene hambre, dar de beber al que tiene sed, acoger
al extranjero, vestir al que está desnudo y curar al que está enfermo, para
encontrarte y acogerte en todos los hermanos y hermanas. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.
VI Estación. Una mujer enjuga el rostro de Jesús.
Entonces los justos le preguntarán [al Rey]:
«Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o
en la cárcel?». Y el Rey les responderá: «Les aseguro que siempre que ustedes
lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron»
(cf. Mt 25,37-40).
Meditación.
Ese día tenía que jugar el partido más
importante del campeonato, era la oportunidad para demostrar todas mis
habilidades. En el vestuario estaba nervioso y asustado, pero cuando entré en
el campo vi entre los espectadores a Marcos, mi mejor amigo que, aunque no le
gustaba el fútbol, estaba allí para apoyarme. Era la primera vez que venía a
verme jugar, y por desgracia perdimos. Mientras me duchaba estaba triste y
desanimado, pero cuando salí del vestuario me encontré con mi amigo, que me
estaba esperando con un refresco de naranja en la mano. Pasamos un rato juntos,
y así esa hora y ese refresco de naranja hicieron todo más llevadero, la
derrota sufrida se convirtió en un recuerdo menos amargo. Un encuentro, una
mirada, un gesto pueden cambiar nuestro día y llenar nuestro corazón. En el
rostro afligido de un amigo, o incluso de un desconocido, está el rostro de
Jesús que pasa por el mismo camino que yo... ¿Tendré la valentía de acercarme?
Oración de los niños.
Jesús, concédeme cruzarme con tu mirada en los
momentos de dificultad, para que así pueda encontrar consuelo en tu amor.
Oremos.
Señor, haz que la luz de tu Rostro, lleno de misericordia,
alivie las heridas del abandono y del pecado que nos afligen. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
VII Estación. Jesús cae por segunda vez.
Él no cometió pecado ni se halló engaño en su
boca. Él cargó sobre su cuerpo nuestros pecados, llevándolos al madero, para
que, muertos al pecado, viviéramos para lo que es justo (1 P 2,22.24).
Meditación.
En cuarto de primaria quería a toda costa ser el
protagonista de la obra de teatro escolar de final de curso. Había hecho todo
lo posible para conseguir el papel, había ensayado los diálogos varias veces
frente al espejo, pero la maestra decidió darle el papel a Juan, que era un
niño muy reservado.
En ese momento me sentí humillado y enojado,
conmigo mismo, con la maestra y con Juan. La obra fue un éxito, y desde ese
momento Juan se abrió más a toda la clase.
Mi decepción había servido para ayudar a otra
persona, la decisión de la maestra había dado una oportunidad a alguien que
realmente lo necesitaba.
Oración de los niños.
Jesús, hazme instrumento de tu amor, haz que yo
escuche el lamento de quien vive una situación difícil, para poder consolarlo.
Oremos.
Señor, Tú caíste por tierra como cualquier otro
hombre. Concédenos la fuerza de volver a levantarnos aun cuando no tenemos ni
siquiera el deseo de hacerlo. Aumenta en nosotros la convicción de que, aunque
estemos cansados y desanimados, contigo a nuestro lado siempre podemos volver a
caminar. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
VIII Estación. Jesús encuentra a las mujeres de
Jerusalén.
Seguía a Jesús una gran multitud del pueblo y de
mujeres que lloraban y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose a ellas,
les dijo: «¡Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí! Lloren más bien por ustedes
y por sus hijos» (Lc 23,27-28).
Meditación.
Mi hermano y yo habíamos estado jugando a los
videojuegos toda la tarde. Al anochecer, mamá nos preguntó si habíamos hecho
los deberes. Los dos le contestamos: “Claro, mamá”. Inmediatamente me fui a mi
habitación y empecé a hacerlos, mientras mi hermano veía la televisión en el
sofá. Al día siguiente él no fue a la escuela, fingiendo un terrible dolor de
estómago. De regreso a casa, fui a su habitación y hablamos de lo que había
pasado: nos equivocamos al mentirle a mamá y él se equivocó al fingir el dolor
de estómago. Le sugerí que hiciera los deberes enseguida, y lo ayudé a terminar
los del día anterior. Cuando acabamos, pasamos el resto de la tarde jugando. Corregir
a un hermano es un gesto difícil pero necesario, requiere valor, sencillez y
delicadeza.
Oración de los niños.
Jesús, que has llenado nuestros corazones de
dulzura y sensibilidad, haznos capaces de cuidar a nuestros hermanos más
pequeños.
Oremos.
Señor, Padre bueno, haznos testigos creíbles de
tu misericordia; haz que nuestras palabras y nuestras acciones sean siempre un
signo sincero y gratuito de caridad hacia cada uno de nuestros hermanos. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
IX Estación. Jesús cae por tercera vez
[Jesús dijo:] Les aseguro que si el grano de
trigo que cae en la tierra no muere queda solo; pero si muere da mucho fruto.
El que se apega a su vida la perderá; el que desprecia la vida en este mundo la
conservará para la vida eterna (Jn 12,24-25).
Meditación.
Durante el último año, con mi familia no hemos
vuelto a visitar a nuestros abuelos. Mis padres dicen que es peligroso,
podríamos hacer que se enfermen de Covid. ¡Los extraño! Igual que extraño a mis
amigos de voleibol y a los scouts. A menudo me siento sola. También la escuela
está cerrada, antes iba a veces de mala gana, pero ahora sólo quisiera regresar
a la clase para ver a mis compañeros y a las maestras. La tristeza de la
soledad a veces se vuelve insoportable, nos sentimos “abandonados” por todos,
incapaces de volver a sonreír. Como Jesús, nos encontramos caídos por tierra.
Oración de los niños
Jesús, luz eterna, te suplico que resplandezcas
cuando me pierdo en oscuros pensamientos y me alejo de Ti.
Oremos.
Señor, que subiste al Calvario como cordero para
el sacrificio, ilumínanos en esta noche oscura, para que no nos extraviemos en
estos momentos difíciles.Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
X Estación. Jesús es despojado de las vestiduras.
[Los soldados] lo crucificaron y se repartieron
su ropa por sorteo, para ver qué se llevaba cada uno. Así se cumplió la
Escritura: Se han repartido mi ropa entre ellos y sortearon mi túnica (Mc
15,24; Jn 19,24b).
Meditación.
En las estanterías de mi habitación había muchas
muñecas, cada una diferente. En cada aniversario recibía una nueva como regalo,
y estaba muy encariñada a todas mis pequeñas amigas. El domingo, durante los
avisos al final de la misa, el párroco mencionó una campaña de recogida de
juguetes para los niños refugiados de Kosovo. Al llegar a casa, miré mis
muñecas y pensé: “¿Realmente las necesito?”. Con tristeza elegí algunas, las
más antiguas, las que menos me gustaban. Preparé la caja para llevarla a la
iglesia el domingo siguiente. Sin embargo, por la noche tuve la sensación de
que no había hecho lo correcto. Antes de irme a la cama, la caja estaba llena
de muñecas y las estanterías vacías. Deshacerse de lo superfluo aligera el alma
y nos libra del egoísmo. Dar nos hace más felices que recibir.
Oración de los niños.
Jesús, vela sobre mi corazón, hazlo libre de la
esclavitud de las cosas materiales. Ayúdame a no dar sólo lo superfluo, sino
también algo necesario.
Oremos
Señor, Padre bueno, llena nuestras lagunas, haznos
generosos para compartir con los hermanos los dones de tu providencia. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
XI Estación. Jesús es clavado en la cruz
El pueblo estaba contemplando. Los jefes se
burlaban y le decían: «¡Salvó a otros! ¡Que se salve a sí mismo si este es el
Mesías de Dios, el elegido!». Los soldados también se burlaban de él y,
acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «¡Si tú eres el rey de los
judíos, sálvate a ti mismo!» (Lc 23,35-37).
Meditación.
El día de Navidad fuimos a Roma con los scouts,
a la casa de las Misioneras de la Caridad, para distribuir la comida a los
necesitados, renunciando a un día de fiesta con la familia. A la ida, en el
tren, pensaba en todas las cosas que me habría perdido: los sombreros hechos a
mano por la abuela María, el juego de lotería, el pan dulce, abrir los regalos
delante de la chimenea… Al volver, pensaba en los rostros de las personas que
había servido, en sus sonrisas y en sus historias… El pensamiento de haber
llevado a aquellas personas un momento de serenidad hizo inolvidable aquella
Navidad. Ofrecernos nosotros mismos y nuestro servicio con amor es la lección
que nos da Jesús en la cruz.
Oración de los niños.
Jesús, líbranos de nuestro orgullo y de nuestros
prejuicios, haz que nuestro corazón esté abierto a los demás.
Oremos.
Señor, danos la gracia de no permanecer
abrumados por nuestros pecados, y ayúdanos a ver en cada una de nuestras
debilidades una posibilidad nueva para manifestar la fuerza de tu cruz, que da
vida y esperanza. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
XII Estación. Jesús muere en la cruz.
Era casi mediodía y se oscureció toda la tierra
hasta media tarde, porque el sol había dejado de brillar. La cortina del Templo
se rasgó por la mitad. Y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «¡Padre, en tus
manos entrego mi espíritu!». Y, después de decir esto, expiró (Lc 23,44-46).
Meditación.
Hace poco, después de haber tratado el tema en
el colegio, escribí una redacción sobre los niños que eran víctimas de la
mafia. Me pregunto: ¿cómo es posible cometer acciones tan terribles?, ¿es justo
perdonar algo así? Y yo, ¿sería capaz de hacerlo? Jesús, muriendo en la cruz, nos ha dado la
salvación a todos. No vino a llamar a los justos, sino a los pecadores que
tienen la humildad y la valentía de convertirse.
Oración de los niños.
Jesús, danos la fuerza de perdonar, Tú que has
dicho: “Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por
noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse”.
Oremos.
Señor Jesús, que has muerto en la cruz por
nosotros, acoge nuestra vida que se une a la tuya como una ofrenda perenne y
definitiva. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
XIII Estación. El cuerpo de Jesús es bajado de
la cruz.
Al atardecer vino un hombre rico de Arimatea
llamado José, quien también se había hecho discípulo de Jesús, y se presentó
ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato ordenó que se lo
entregaran (Mt 27,57-58).
Meditación.
Bajaron de la ambulancia unos hombres que
parecían astronautas, vestidos con bata, guantes, mascarillas y visera, se
llevaron al abuelo que tenía dificultades para respirar desde hacía algunos
días. Fue la última vez que vi al abuelo, murió pocos días después en el
hospital, imagino que sufriendo también a causa de la soledad. No pude estar
cerca de él físicamente, decirle adiós y darle consuelo. He rezado por él cada
día, así pude acompañarlo en su último viaje terreno.
Oración de los niños.
Te damos gracias, Jesús, porque con tu muerte en
la cruz nos has dado la fuerza de la esperanza.
Oremos
Oh Señor, Padre bueno, concédenos sentirte
cercano, como presencia que consuela y reconcilia, hasta el momento en que, por
un don de tu providencia, nos llames para que seamos uno solo contigo. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
XIV Estación. El cuerpo de Jesús es puesto en el
sepulcro.
José tomó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una
sábana limpia y lo puso en el sepulcro nuevo que él había excavado en la roca.
Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y se fue (Mt
27,59-60).
Meditación.
Querido Jesús: Me llamo Sara, tengo doce años y
te quiero dar gracias porque hoy me has enseñado a hacer el bien en nombre de
tu amor. Me has enseñado a superar todo sufrimiento confiando en ti, a amar al
otro como a un hermano, a caer y a levantarme, a servir a los demás, a
liberarme de los prejuicios, a reconocer lo esencial y sobre todo a unir cada
día mi vida a la tuya. Hoy, gracias a tu gesto de amor infinito, sé que la
muerte no es el final de todo.
Oración de los niños
Jesús, ayúdanos a no interrumpir nuestra oración
cuando sentimos el corazón pesado ante la piedra de tu sepulcro.
Oremos.
Oh Señor, Padre bueno, cuando el camino de la
vida nos muestra historias difíciles, concédenos la esperanza de la Pascua, paso
de la muerte a la resurrección. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Oración final
Señor, Padre bueno, también este año hemos hecho
memoria del Vía Crucis de tu Hijo Jesús, y lo hemos hecho con las voces y las
oraciones de los niños, que Tú mismo has indicado como ejemplo para entrar en
tu reino.
Ayúdanos a ser como ellos, pequeños, necesitados
de todo, abiertos a la vida. Haz que volvamos a adquirir la pureza de la mirada
y del corazón.
Te pedimos que bendigas y protejas a todos los
niños del mundo, para que puedan crecer en edad, sabiduría y gracia, para que
conozcan y sigan el proyecto de bien que Tú has pensado para cada uno.
Bendice también a los padres y a cuantos
colaboran con ellos en la educación de estos hijos tuyos, para que se sientan
siempre unidos a ti al dar vida y amor.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
VÍA CRUCIS.
Meditaciones de Sor Eugenia Bonetti. CON CRISTO
Y CON LAS MUJERES EN EL CAMINO DE LA CRUZ. Meditado ante el Papa Francisco en
el Coliseo de Roma el Viernes Santo 2019.
I Estación. Jesús es condenado a muerte.
«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará
en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en
los cielos» (Mt 7,21)
Señor, ¿quién mejor que María, tu Madre, supo
ser tu discípula? Ella aceptó la voluntad del Padre incluso en el momento más
oscuro de su vida, y con su corazón destrozado estuvo a tu lado. La que te
engendró, te llevó en su seno, te recibió en sus brazos, te alimentó con amor y
te acompañó durante tu vida terrenal, debía recorrer tu misma vía del Calvario
y compartir contigo el momento más dramático y doloroso de tu vida y de la
suya.
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a hacer
tu voluntad”
― En los momentos de dificultad y desesperación.
― En los momentos de sufrimiento físico y moral.
― En los momentos de oscuridad y soledad.
II Estación. Jesús con la cruz a cuestas.
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se
niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga» (Lc 9,23)
Señor Jesús, es fácil llevar el crucifijo al
cuello o colgarlo como un ornamento en las paredes de nuestras hermosas
catedrales o nuestras casas, pero no es tan fácil encontrar y reconocer los
nuevos crucificados de hoy: las personas sin hogar, los jóvenes sin esperanza,
sin trabajo y sin perspectivas, los inmigrantes obligados a vivir en las
barracas en los márgenes de nuestra sociedad, después de haber padecido
sufrimientos inauditos. Lamentablemente, estos campamentos sin seguridad son
quemados y arrasados, junto con los sueños y esperanzas de miles de hombres y
mujeres marginados, explotados y olvidados. Además, ¡cuántos niños son
discriminados a causa de su origen, del color de su piel o de su clase social!,
¡cuántas madres sufren la humillación de ver a sus hijos ridiculizados y
excluidos de las mismas oportunidades que tienen sus coetáneos y compañeros de
escuela!
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a
esperar”
― Cuando nos sentimos abandonados y solos.
― Cuando es difícil seguir tus pasos.
― Cuando el servicio a los demás se hace
difícil.
III Estación. Jesús cae por primera vez.
«Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó
nuestros dolores» (Is 53,4)
Señor Jesús, en el camino empinado que conduce
al Calvario has querido experimentar la fragilidad y la debilidad humana. ¿Cómo
sería hoy la Iglesia sin la presencia y la generosidad de tantos voluntarios,
los nuevos samaritanos del tercer milenio? En una fría noche de enero, en una
calle de las afueras de Roma, tres africanas casi niñas calentaban sus cuerpos
jóvenes y semidesnudos acurrucadas en el suelo alrededor de un brasero. Algunos
jóvenes, pasando con el automóvil, arrojaron material inflamable al fuego para
divertirse, quemándolas gravemente. En ese preciso momento, pasó una de las
muchas unidades callejeras de voluntarios que las socorrió y las llevó al
hospital para acogerlas después en una casa hogar. ¿Cuánto tiempo pasó y ha de
pasar para que esas muchachas se curen, no solo de las quemaduras de sus
miembros, sino también del dolor y de la humillación de encontrarse con un
cuerpo mutilado y desfigurado para siempre?
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a amar”
― Cuando es difícil ser samaritanos.
― Cuando nos cuesta perdonar.
― Cuando no queremos ver el sufrimiento de los
demás.
IV Estación. Jesús encuentra a su Madre.
«Una espada te traspasará el alma, para que se
pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones» (cf. Lc 2,35)
María, cuando presentaste al pequeño Jesús en el
templo para el rito de la purificación, el viejo Simeón te predijo que una
espada atravesaría tu corazón. Ahora es el momento de renovar tu fiat, tu
adhesión a la voluntad del Padre, a pesar de que acompañar a un hijo al
patíbulo, tratado como un criminal, causa un dolor desgarrador. Señor, ten
piedad de tantas madres, demasiadas, que han dejado partir hacia Europa a sus
jóvenes hijas con la esperanza de ayudar a sus familias que viven en la extrema
pobreza, encontrando en cambio humillaciones, desprecio e incluso, a veces, la
muerte. Como la joven Tina, asesinada brutalmente en una calle con solo veinte
años, dejando a una niña de pocos meses.
Oremos juntos diciendo: “Señor, haz que sepamos
dar siempre apoyo y consuelo, y estar presentes para ofrecer ayuda”
― Para consolar a las madres que lloran el
destino de sus hijos.
― Para quien ha perdido toda esperanza en su
vida.
― Para quien sufre violencia y desprecio todos
los días.
V Estación. El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la
cruz.
«Llevad los unos las cargas de los otros y así
cumpliréis la ley de Cristo» (Ga 6,2)
Señor Jesús, en el camino al Calvario sentiste
el peso y la dificultad de llevar esa áspera cruz de madera. En vano esperaste
el gesto de ayuda de un amigo, de uno de tus discípulos o de una de las muchas
personas a quienes aliviaste sus sufrimientos. Lamentablemente, solo un
desconocido, Simón de Cirene, por obligación, te echó una mano. ¿Dónde están
hoy los nuevos cireneos del tercer milenio? ¿Dónde los encontramos? Me gustaría
mencionar la experiencia de un grupo de religiosas de diferentes
nacionalidades, orígenes e institutos de proveniencia con las que, durante más
de diecisiete años, visitamos en Roma todos los sábados un centro para mujeres
inmigrantes indocumentadas. Mujeres, a menudo jóvenes, en espera de conocer su
destino, en vilo entre la deportación y la posibilidad de quedarse. Cuánto
sufrimiento, pero también cuánta alegría percibimos en estas mujeres cuando
encuentran religiosas provenientes de sus países, que hablan sus lenguas, que secan
sus lágrimas, que comparten momentos de oración y de fiesta, que vuelven menos
crueles los largos meses pasados entre rejas y en sórdidas calles.
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a
llevar nuestra cruz”
― Cuando estamos cansados y desanimados.
― Cuando sentimos el peso de nuestras
debilidades.
― Cuando nos pides que compartamos los
sufrimientos de los demás.
VI Estación. La Verónica enjuga el rostro de
Jesús.
«Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis
hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40)
Pensemos en los niños de diversas partes del
mundo que no pueden ir a la escuela y que, en cambio, son explotados en las minas,
en los campos, en la pesca; vendidos y comprados por traficantes de carne
humana, para trasplantes de órganos; abusados y explotados en nuestras calles
por muchos, incluidos los cristianos, que han perdido el sentido de la
sacralidad propia y de los demás. Como una menor de edad de cuerpo diminuto,
encontrada una noche en Roma, a la que hombres en automóviles lujosos hacían
fila para aprovecharse de ella. Y, sin embargo, podía tener la misma edad de
sus hijas... ¡Qué desequilibrio puede crear esta violencia en la vida de tantas
jóvenes que experimentan solo el abuso, la arrogancia y la indiferencia de
aquellos que, de noche y de día, las buscan, las usan, se aprovechan de ellas,
y luego las arrojan de vuelta a la calle para caer en las garras del próximo
comerciante de vidas!
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a ver”
― El rostro de los niños inocentes que piden
ayuda.
― Las injusticias sociales.
― La dignidad que cada persona posee y que es pisoteada.
VII Estación. Jesús cae por segunda vez.
«Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban;
sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente»
(1 P 2,23)
Reflexión: ¡Cuántas venganzas en este nuestro
tiempo! La sociedad actual ha perdido el gran valor del perdón, don por
excelencia, curación para las heridas, fundamento de la paz y de la convivencia
humana. En una sociedad donde el perdón se experimenta como debilidad, tú,
Señor, nos pides que no nos quedemos en las apariencias. Y no lo haces con
palabras, sino con el ejemplo. A los que te atormentan, tú les respondes: “¿Por
qué me perseguís?”, sabiendo muy bien que la verdadera justicia nunca puede
basarse en el odio y la venganza. Haznos capaces de pedir y dar perdón.
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a dar
consuelo”
― A quien se siente ofendido e insultado.
― A quien se siente traicionado y humillado.
― A quien se siente juzgado y condenado.
VIII Estación. Jesús encuentra a las mujeres.
«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad
por vosotras y por vuestros hijos» (Lc 23,28)
La situación social, económica y política de los
migrantes y de las víctimas de la trata de personas nos cuestiona y nos sacude.
Debemos tener el valor, como afirma con fuerza el Papa Francisco, de denunciar
el tráfico de seres humanos como un crimen contra la humanidad. Todos nosotros,
especialmente los cristianos, debemos tomar más conciencia de que todos somos
responsables del problema y que podemos y debemos ser parte de la solución. A
todos, pero, sobre todo, a nosotras las mujeres, se nos pide el desafío de ser
valientes. La resolución de saber ver y actuar, individualmente y como
comunidad. Solamente sumando la pobreza de cada uno, esta puede convertirse en
una gran riqueza, capaz de cambiar la mentalidad y de aliviar el sufrimiento de
la humanidad. El pobre, el extranjero, el que es diferente no debe ser visto
como un enemigo que hay que rechazar o combatir sino, más bien, como un hermano
o hermana que hay que acoger y ayudar. Ellos no son un problema, sino un
recurso valioso para nuestras ciudades blindadas, donde el bienestar y el
consumismo no apaciguan el cansancio y la fatiga crecientes.
Oremos juntos diciendo: “Ayúdanos a compartir el
sufrimiento de los demás”
― Con el que sufre la muerte de sus seres
queridos.
― Con el que le cuesta pedir ayuda y consuelo.
― Con el que ha experimentado maltrato y violencia.
IX Estación. Jesús cae por tercera vez.
“Maltratado, voluntariamente se humillaba y no
abría la boca: como cordero llevado al matadero” (Is 53,7)
Señor, has caído por tercera vez, exhausto y
humillado, bajo el peso de la cruz. Como tantas jóvenes, obligadas en las
calles por grupos de traficantes de esclavos, que sufren el cansancio y la
humillación de ver sus propios cuerpos y sus sueños manipulados, abusados,
destruidos. Esas jóvenes mujeres se sienten como desdobladas: por una parte
buscadas y usadas, por otra rechazadas y condenadas por una sociedad que no
quiere ver este tipo de explotación, causado por el triunfo de la cultura del
usar y tirar. Una de las tantas noches pasadas en las calles de Roma, buscaba
una joven recién llegada a Italia. Al no verla en su grupo, la llamaba
insistentemente por su nombre: “¡Mercy!”. En la oscuridad, la vi acurrucada y
dormida al borde de la calle. Al oírme se despertó y me dijo que no podía más.
“Estoy exhausta”, repetía… Pensé en su madre: si supiese lo que le ha sucedido
a su hija, se quedaría sin lágrimas.
Oremos juntos diciendo: “Concédenos, Señor, fuerza
y valentía para denunciar”
― Ante la explotación y la humillación sufrida
por tantos jóvenes.
― Ante la indiferencia y el silencio de tantos
cristianos.
― Ante leyes injustas y carentes de humanidad y
solidaridad.
X Estación. Jesús es despojado de sus vestiduras.
“Revestíos de compasión entrañable, bondad,
humildad, mansedumbre, paciencia” (Col 3,12)
Dinero, bienestar, poder. Son los ídolos de
todas las épocas. También y sobre todo de la nuestra, que presume de los
grandes pasos dados en el reconocimiento de los derechos de la persona. Todo se
puede comprar, incluso el cuerpo de los menores, despojados de su dignidad y de
su futuro. Hemos olvidado la centralidad del ser humano, su dignidad, su
belleza, su fuerza. Mientras en el mundo se levantan muros y barreras, queremos
recordar y agradecer a todos los que, en estos últimos meses, desde distintas
funciones han arriesgado su propia vida, particularmente en el Mar
Mediterráneo, para salvar las de tantas familias en busca de seguridad y
oportunidades. Seres humanos escapando de la pobreza, las dictaduras, la
corrupción, la esclavitud.
Oremos juntos diciendo: “Concédenos, Señor, un
corazón lleno de misericordia”
― Ante la ambición del placer, del poder y del
dinero.
― Ante las injusticias infligidas a los pobres y
a los más débiles.
― Ante el espejismo de los intereses personales.
XI Estación. Jesús es clavado en la cruz.
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen” (Lc 23,34)
Reflexión: Nuestra sociedad proclama la igualdad
de derechos y la dignidad de todos los seres humanos; pero practica y tolera la
desigualdad, acepta incluso hasta sus formas más extremas. Hombres, mujeres y
niños son comprados y vendidos como esclavos por los nuevos mercaderes de seres
humanos. A su vez, las víctimas de la trata son explotadas por otros
individuos. Y finalmente desechadas como mercancía sin valor. ¿Cuántos se hacen
ricos devorando la carne y la sangre de los pobres?
Oremos juntos diciendo: “Señor, piedad”
― Por los nuevos crucificados de hoy, dispersos
por toda la tierra.
― Por los poderosos y los legisladores de
nuestra sociedad.
― Por quien no sabe perdonar y no sabe amar.
XII Estación. Jesús muere en la cruz.
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” (Mc 15,34)
También tú, Señor, has sentido en la cruz el
peso de la burla, del desprecio, de los insultos, de la violencia, del
abandono, de la indiferencia. Solo María, tu madre, y otras pocas discípulas,
permanecieron allí, testigos de tu sufrimiento y de tu muerte. Que su ejemplo
nos inspire a comprometernos para no hacer sentir la soledad a cuantos agonizan
hoy en tantos calvarios dispersos por el mundo, como los campos de acogida
similares a campos de concentración en los países de tránsito, los barcos a los
que se niega un puerto seguro, las largas negociaciones burocráticas para
llegar al destino final, los centros de permanencia, las zonas críticas, los
campos para trabajadores temporales.
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a dar
nuestra vida”
― Por cuantos han sufrido injusticias, odio y
venganza.
― Por cuantos han sido injustamente calumniados
y condenados.
― Por cuantos se sienten solos, abandonados y
humillados.
XIII Estación. Jesús es bajado de la cruz.
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24)
¿Quién recuerda, en esta era de noticias
vertiginosas, a las veintiséis jóvenes nigerianas, desaparecidas bajo las olas,
cuyos funerales fueron celebrados en Salerno? Su calvario fue duro y largo.
Primero la travesía por el desierto del Sahara, hacinadas en un improvisado
autobús. Después la parada forzosa en los horribles campos de acogida en Libia.
Finalmente, el salto al mar, donde encontraron la muerte a las puertas de la
“tierra prometida”. Dos de ellas llevaban en su seno el don de una nueva vida,
niños que no verán nunca la luz del sol. Pero su muerte, como la de Jesús
bajado de la cruz, no fue en vano. Confiamos todas estas vidas a la
misericordia del Padre nuestro y de todos, pero sobre todo Padre de los pobres,
de los desesperados y de los humillados.
Oremos juntos: “Señor, ayúdanos a compartir el
llanto”
― Ante los sufrimientos de los demás.
― Ante todos los ataúdes sin nombre.
― Ante el llanto de tantas madres.
XIV Estación. Jesús es puesto en el sepulcro en
espera de la resurrección.
“Está cumplido” (Jn 19,30)
El desierto y el mar se han convertido en los
nuevos cementerios de hoy. Frente a esas muertes no hay respuestas; pero hay
responsabilidad. Hermanos que dejan morir a otros hermanos. Hombres, mujeres,
niños que no hemos podido o querido salvar. Mientras los gobiernos discuten,
encerrados en los palacios del poder, el Sahara se llena de esqueletos de
personas que no han resistido el cansancio, el hambre, la sed. ¡Cuánto dolor
provocan estos nuevos éxodos! Cuánta crueldad se ensaña con el que huye: los
viajes de la desesperación, las extorsiones y las torturas, el mar transformado
en tumba de agua.
Oración: Al concluir tu Vía Crucis, te pedimos
Señor que nos enseñes a velar, junto a tu Madre y a las mujeres que te
acompañaron en el Calvario, en espera de tu resurrección. Que ella sea faro de
esperanza, de alegría, de vida nueva, de fraternidad, de acogida y de comunión
entre los pueblos, las religiones y las leyes. Para que todos los hijos e hijas
del hombre sean reconocidos verdaderamente en su dignidad de hijos e hijas de
Dios y nunca más tratados como esclavos.
MEDITACIÓN DE LAS SIETE PALABRAS CON S. JUAN DE ÁVILA.
1ª. Eli Eli
lema sabactaní. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Mt 27, 46 – Eloi
Eloí lema sabakthani. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste? Mc 15, 34.
Pues, aunque los
tales se sientan atribulados y desamparados, mas no por eso desesperados ni muy
turbados, porque conocen ser aquél el camino de la cruz, a la cual ellos se han
ofrecido, y por el cual Cristo anduvo; como parece que, estando en la cruz,
dijo a su Padre: Dios mío, ¿por qué me desamparaste?
Audi, filia (II), cap,. 26, 6. OC I, pg. 594.
Solo en todos sus
trabajos, al final sus discípulos huyeron, para mayor pena suya. Esto lamenta
en la cruz: ¿Por qué me has abandonado? Mira: Mírame aquí colgado, golpeado,
mira este mi sacrificio que te ofrezco por los hombres; mira a tu Hijo.
Lunes de Pascua,
10. OC III, pg. 222.
También dijo
Cristo nuestro Redemptor en la parte sensitiva, viendo que Dios le dejaba
padecer y viendo los tormentos que pasaba: Dios mío, ¿Dios mío, por qué me
has abandonado? Fue tanto, hermanos míos, lo mucho que nuestro Señor pasó;
fueron tantos los tormentos que pasó, los azotes, corona de espinas, las
bofetadas que en su divino rostro le dieron, que dice Él mismo: Todos los
que pasáis por el camino, todos los que vivís en el mundo, mira si hay dolor
como el mío (Lam 1, 12). ¡Bendito seáis vos, Redemptor mío, por siempre!
Domingo
infraoctava de la Ascensión, 28. OC III, pg. 332.
En la cruz, ¿qué
otra cosa de más que su sangre, y su pasión y misericordia para el hombre, por
cuyo consuelo da voces el Señor, que fue desamparado y desconsolado? Mas
allí está tan guardado de sus enemigos, que sus amigos, por mucho que lo deseen
y lloren no pueden llegar a Él.
En la
infraoctava del Corpus, 15. OC III, pg. 648.
Sí, señora, sí
sé que vuestra merced está en cruz, y no a solas, que no pienso yo que nuestro
Señor la ama tan poco, que le quiera tener lejos de sí. Su cama, señora, y su
mesa, la cruz fue; en ellos ha de poner a sus amados si lo quieren ser. Y no se
turbe vuestra merced porque no hay cosa que le consuele, pues ha oído que el señor
dijo puesto en cruz: Busqué quien me consolase, y no lo hallé (Sal 68,
21). Desamparado de su Padre dijo que estaba; y esto excede a nuestro
desamparo; por mucho que sea, como también sus dolores exceden a los nuestros.
Tenga, señora, firme en la cruz. No quiera descender de ella por descansar. Ofrézcase
a la voluntad de Dios para que haga de ella su voluntad sin que le resista.
Déjese llevar de tan buen Padre a donde Él mandare, y diga como dijo Santo
Tomás: Vayamos y muramos con él (Jn 11, 16). Mire que este negocio no es
palabras, sino obras y finos dolores y desamparos; y no tiene uno más amor del
que parece en el tiempo de la tribulación. Y cada cosa tiene su tiempo: aquí
hemos de padecer con el amor y hacer que abracemos la cruz; en el otro mundo
nos hará gozar del mesmo Dios. Sufra, señora, al amor su carga, que Él se lo
pagará con mil tanto en el cielo. Y acuérdese de que le ha ofrecido por sierva
tantos años ha, que no desdiga en el tiempo de la prueba, sino que le sea leal,
para que por tal sea coronada en el cielo. No espere acá otra fruta sino hiel y
vinagre y lo demás de la cruz; y mientras más se le acercare la libertad
eterna, más recios trabajos ha de pasar.
A una señora
que padecía trabajos. OC IV, pg. 108.
2ª Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen. Lc 23, 34.
¡Qué grande
hazaña fue alcanzar perdón para todos! ¡Que abrazo tan suave y amoroso! ¡Qué
beso de paz tan dulce! Si quieres arrepentirte, no perderás el remedio;
Jesucristo puso toda la costa de aqueste negocio. Quiere Él mismo que tú
quieras allegarte a Él, que ya es ganado lo que andaba perdido; ya Jesucristo
dio fin a nuestra enfermedad; ya acabó Él su obra. Él mismo lo dijo: Padre,
perdona a estos, miraldos con ojos alegres, ya.
Martes de
Pentecostés, 17. OC III, pg. 393.
¡Oh pecadores,
cuán caro me costáis! ¡Cómo por amor de vosotros ha pasado mi corazón trance
tan amargo como ha sido este, ver a mi Hijo Jesucristo padecer tan cruel muerte
y pasión! Lo que vosotros hecisteis, Él lo ha pagado, y mi ánima lo ha sentido:
por bien empleado vaya, aunque ha pasado tantos trabajos, porque vosotros
recibáis el fructo de ello y alcancéis perdón de Dios. - ¡Oh Señora!, bendita
seáis vos, que aún tenéis el sonido de las palabras de vuestro Hijo: ¡Perdónalos!.
Soledad de
María, 36. OC III, pg. 909.
3ª Te aseguro
que hoy estarás conmigo en el paraíso. Lc 23, 43.
Aquella espada
de fuego volteada sin cesar mantenía cerrado el paraíso: nadie podía entrar en él
porque Cristo lo había cerrado. Fue el buen ladrón el primero que con Él entró,
pues la grandeza de su fe fue merecedora de tan gran recompensa. Ciertamente no
creyó en el reino al ver a Cristo, pues no le mostraba esplendente, ni aparecía
mirando desde el cielo, ni era servido por sus ángeles. Sí, lo diré sin temor
alguno: no lo vio yendo de un lado a otro a su libre albedrío, sino en una
cruz, bebiendo vinagre y coronado de espinas; lo vio clavado en una cruz pidiendo
auxilio: Dios mío, Dios mío, vuelve hacia mí tus ojos, ¿por qué me has
abandonado? La cruz de Cristo es la llave del paraíso. La cruz de Cristo
abre el paraíso. ¿No dijo acaso que el reino de los cielos sufre violencia y
son los esforzados quienes de él se apoderan? No hay intervalo entre ambas
cosas: la cruz y, al punto, el paraíso. Cuanto mayores sean los pesares que se
padezcan, mayor será la recompensa.
Jerónimo. Sobre
Lázaro y el rico. 3, pg. 484.
4ª Padre, a
tus manos encomiendo mi espíritu. Lc 23, 46.
Y porque en vida
y en muerte le fue su Hijo maestro y dechado a quien ella miraba, y le oyó
decir cuando en la cruz expiró: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu,
las cuales palabras ella tenía guardadas en su corazón para la hora en que
estaba, dijo con gran humildad y perfectísimo amor: Hijo mío, en vuestras
manos encomiendo mi espíritu.
Asunción de María,
66. OC III, pg. 971.
Téngase vuestra
merced por esclava, que de su voluntad se ofrece a servir a su Señor y sus
siervos en cualquier cosa que Él mandare, honrosa o deshonrosa, de descanso o
de pena, de vida o de muerte. E un día, cuando quiera comulgar, diga al Señor
con reverencia y amor: Señor, yo no soy digna de padecer por vuestro amor; mas
pues vuestra Bondad esta merced me ofrece, yo la recibo y la consiento con que
vos, Señor, con la misma bondad me deis la fuerza para llevar vuestra cruz para
gloria vuestra, pues conocéis mi flaqueza. E luego diga: En vuestras manos,
Señor, encomiendo el espíritu mío. Y reciba a su Señor con mucha confianza,
que le dará esfuerzo para padecer lo que le enviare; y vuestra merced procurará
pedir oraciones para lo mismo. Nuestro Señor la haga mártir de su amor.
A una señora
afligida. OC IV, pg. 417.
Cristo, que por
vuestra merced murió, le acompañe a su muerte y le reciba en sus brazos salido
de esta vida. Dígale vuestra merced lo que Él dijo a su Padre: In manus tuas,
Pater commendo spiritum meum. Y espero de su misericordia que será bien
recebido como hijo, y tratado como tal heredero de Dios, y juntamente heredero
de Cristo.
A un
discípulo suyo, de la Compañía de Jesús, estando cercano a la muerte. OC IV, pg. 501.
5ª Mujer, ahí
tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre. Jn 19, 26.
Madre es de Dios,
y mucho derecho es el de la madre con el hijo; y madre es de nosotros, y mucha
es la ternura del corazón maternal para con nosotros. No está olvidada de que
al pie de la cruz, le encomendó su Hijo a los cristianos en persona de San Juan
diciendo: Ecce filius tuus. No hace su oficio flojamente, no tiene
descuido en lo que Dios le encomendó. Con humildad le ruega, con perseverancia
le suplica. Y ella suele amansar los enojos de Él estando en el cielo, que lo
acallaba en la tierra, cuando siendo niño lloraba. Muy bien sabe representarle
los servicios que le hizo entonces, pidiéndole que nos haga mercedes a nosotros
por ellos; y pues que Dios recibió de ella y recibió tanto, y Él es tan
agradecido, no dejará de la oír.
La Virgen de
las Nieves, 17. OC III, pg. 922.
El Rey fue y es,
aunque no a la hechura de este mundo. Mas estando en la silla de la cruz dijo a
su Madre: Mujer, ve ahí tu hijo; para dar a entender que quien está en
silla de persona pública ha de renunciar todo particular amor, aunque de su
propia madre sea. Y esto nos dio Él en ejemplo cuando algunas veces respondía
áspero a su Madre bendita, para decirnos cuánto nos debemos guardar de nuestras
particulares afecciones, aunque otros se enojen con nosotros, suframos alguna
pena, antes que siguiéndolas descontentar a Dios.
A un señor de
estos mundos. OC IV, pg. 97.
6ª Tengo sed.
Jn 19, 28.
Y si quieres
cumplir con Él esotras obras de misericordia, aparejo tienes; Él te las
recebirá de buena gana y te las pagará con grande ventaja. Hambriento y
sediento está, no de manjar corporal, mas de otra hambre y sed muy mayor. Y si
la del cuerpo le hizo decir a la Samaritana: Dame a beber (Jn 4,7), y
decir en la cruz: Sed tengo, ten por averiguado que con mayor instancia
te pide a ti que le quites aqueste hambre y aquesta sed, que entonces lo pedía
su cuerpo. No pienses que por otra cosa está aquí encerrado, sino para que te
dé a ti de comer y tú a Él. Muchos años ha que lo mandó decir a su apóstol San
Juan: Yo estoy a la puerta y llamo, si alguno quisiere abrir, entraré a él,
y yo cenaré con él, y él conmigo (Ap 3,20).
En la Infraoctava
del Corpus, 32. OC III, pg. 578-579.
7ª Está
cumplido. Jn 19, 30.
Mira que no
solamente viviendo padeció por ti, mas aun después de muerto recibió la mayor
de sus heridas, que fue la lanzada cruel (cf. Jn 19, 34); porque sepas que en
vida y en muerte te es amigo verdadero y para que entiendas por aquí que,
cuando dijo al tiempo de expirar: Acabado es, aunque acabaron sus
dolores, no acabó su amor. Dice San Pablo: Jesucristo ayer fue, y hoy es
también, y será en todos los siglos (Hb 13, 8); porque cual fue en este
siglo, mientras vivió, para los que le querían, tal es agora, y será siempre
para todos los que le buscaren.
Tratado del
amor de Dios, 14. OC I, pg. 974.
Ya, Padre, es
acabado el reparo para los hombres. Hermanos, con este remedio quedó remediado
el entendimiento, quedó remediada la voluntad, quedó remediada la carne,
quedaron remediados nuestros pecados todos.
Martes de
Pentecostés, 17. OC III, pg. 393.
MEDITACIÓN DE LAS LLAGAS DE NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO.
Adaptación del escrito del párroco de
Montaverner el Dr. Joseph Esplugues en el manuscrito Llibre de
l’Església Parroquial. Archivo Parroquial de Montaverner.
Introducción.
Fue el Dr. Esplugues gran devoto del Cristo de
la Paciencia, fomentando la devoción a esta imagen. Por este motivo con el fin
de mantenerla y aumentarla instituyó en la parroquia el Septenario de las 7
Palabras en tiempos de carnavales y desde el 11 de Febrero de 1755 un ejercicio
espiritual la tarde de los segundos domingos de cada mes. Este se hacía ante la
imagen del Cristo de la Paciencia y a lo largo de hora y media se rezaban los
misterios dolorosos del rosario, las llagas con el coloquio y deprecación,
Padrenuestro y Avemaría, meditación de uno de los doce pasos de la pasión
(oración del huerto, hecho prisionero, casa de Anás,...) y silencio. Además
legó unas fincas para mantener con sus rentas este ejercicio.
Aquí presentamos, previa adaptación de algunas
palabras, el ejercicio que él escribió tomando como base algunos textos
impresos
Hagamos
la estación del SS. Christo de la Paciencia saludando sus cinco llagas y
coronación de espinas.
A la llaga del pie izquierdo.
Coloquio 1
Señor mío Jesucristo puesto en esa cruz por mis
pecados, con profunda reverencia y temor adoro la llaga de vuestro pie
izquierdo confesando desvergonzado mis malos pasos con que tantas veces he
desviado el camino de vuestros mandamientos y que ellos son causa de tan cruel
dolor que tuvo penetrado vuestro Corazón Divino y correspondió en el corazón de
vuestra Madre Beatísima. ¿Quien sino la Paciencia infinita de vuestro Corazón
Deífico pudiera haberme sufrido y esperado tanto? Desde ahora los detesto, los aborrezco
y me pesa de todo Corazón haberos ofendido y propongo firmemente enmendarme.
Por esa llaga santísima, por la sangre que por ella derramaste, por la angustia
de vuestro corazón y pena del corazón de María perdonadme, dad fortaleza a mi
dolor y propósito por toda mi vida y especialmente en la hora de mi muerte.
También os pido Jesús mío la conversión de todos los pecadores a fin de que
todo el mundo os conozca y sirva y en ninguno se malogre vuestra Pasión y
Muerte. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
A la llaga del pie derecho.
Coloquio 2.
Redentor mío crucificado, adoro humillado la
preciosa llaga de vuestro pie derecho y alabo la infinita paciencia y
benignidad de vuestro corazón con que me habéis buscado, amontonando sobre mí
favores y misericordias, aún cuando yo huía de vos y os injuriaba. Alaben los
ángeles esta caridad de vuestro magnánimo corazón, de que yo os doy humildes
gracias. Aquí me tenéis a vuestros pies, arrepentido de mi ingratitud
abominable, resuelto con nuestra gracia a seguir el camino de vuestra ley
santísima. Dádmela Jesús bueno por el dolor de esa llaga, por la sangre que por
ella derramaste y por vuestro mismo corazón tan generoso. Clavad mis goces a
vuestra cruz y dirigid mis pasos por el camino de vuestros mandamientos, para
que augure una muerte dichosa. Encended el celo de vuestros ministros, que
procuren la salvación de las almas y conceded a todos los justos el don de la
perseverancia final en vuestra gracia. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
A la llaga de la mano izquierda.
Coloquio 3.
Oh Jesús mío crucificado. Con sumo temblor llego
y adoro la llaga de vuestra mano izquierda que es la mano de la justicia tantas
veces irritada por mis malas acciones. Confieso, Señor, que he merecido estar a
ese lado de los réprobos por toda la eternidad, pero esa misma llaga alienta mi
confianza pues me asegura vuestro corazón piadoso e inclinado a perdonarme.
Ablanda, Señor, esa inocente sangre la dureza del mío para arrepentirme de
todas veras, pues ya me pesa haber ofendido a vuestra infinita bondad y
quisiera antes haber muerto. Dadme, Señor, por esa llaga victoria contra las
tentaciones ahora y en la hora de mi muerte, y que no se malogre la compasión
amorosa de vuestro corazón divino y socorred a todos los desamparados, cautivos,
encarcelados, pobres y perseguidos sobre la tierra, señaladamente a los que se
hallaren en peligro de caer en tentación. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
A la llaga de la mano derecha.
Coloquio 4.
Salvador Divino, crucificado en todo agradecimiento,
adoro y venero la llaga de vuestra mano
derecha. Mano de la misericordia y piedad que tantas veces habéis usado
conmigo y suplico a vuestro dilatado corazón la continua por toda mi vida y
hasta en la hora de mi muerte, como lo hiciste con el buen ladrón, que si la
miró traspasada con tan duro clavo llenando de angustia vuestro gran corazón
por mis pecados, ya me pesa en el alma haber ofendido a un Dios infinitamente
amable. Y os prometo emplear todas mis obras y acciones en obsequio y servicio
vuestro. Guiadme, Señor, con esta mano santísima para que lo cumpla y tenedme
firme con ella para que no falte y os ofenda, pues deseo asegurarme a esta
vuestra mano derecha con los predestinados en el día del juicio lo que también
pido para todos los congregados en este Santo Ejercicio. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
A la llaga del costado.
Coloquio 5.
Padre mío, amorosísimo difunto ya en la cruz.
Por mi amor adoro esa gran llaga de vuestro costado que quisisteis recibir para
daros puerta franca y entrada al deífico corazón y que llegásemos a descubrir y
venerar el inmenso fuego de caridad y amor a los pecadores, que allí siempre
arde. O Jesús amabilísimo quisiera yo acertar a pegarme a esa llaga divina y
por ella entregarme a vuestro Corazón en la pureza y devoción que lo hizo
nuestro santo apóstol y evangelista san Juan. Confieso avergonzado que me lo
impide los malos afectos y torcidos deseos de mi corazón, todos. Señor, yo arrepentido los
desprecio y me pesa haberles admitido sólo por vuestro amor. Lavadme con esa
agua y sangre que salió por esa llaga para que limpio de ellos mi corazón pueda
encenderse en las llamas de vuestro amor. Regad también toda la Iglesia vuestra
esposa para que crezca cada día en número y mérito de buenas obras; y apagad las
voraces llamas del purgatorio, para que aquellas benditas almas vuelen
presurosas a gozaros y alabaros en la gloria.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
A la corona de espinas.
Coloquio 6.
Santísimo Cristo de la Paciencia que la habéis
mostrado singular con nosotros en esta prodigiosa imagen tratada sin el debido
respeto y veneración en tantos años y siglos enteros ya reconocido. Adoro
vuestra sagrada cabeza coronada cruelmente con setenta y dos espinas, y
persuadido que tan afrentoso tormento lo padeciste con un Corazón lastimado del
olvido que tenemos los pecadores de Dios y de la eternidad y muy animoso a
desterrar los malos pensamientos y cuidadosos vicios en que vivimos, oído
palabra de corregirme y para ello me resuelvo a avivar cada día la memoria de
vuestra pasión santísima con la veneración de vuestra imagen. Os pido
humildemente perdón de mi ingratitud y de cuantos pensamientos malos y viciosos
he consentido y me pesa de todo corazón sólo por ser vos tan bueno. Bañadme
Señor con esos ríos de sangre que destiló vuestra sagrada cabeza para que
ilustradas mis potencias os conozca, os contemple y procure amaros sobre todas
las cosas. Extended también esta gracia a todos los mortales y desterrad del
mundo la herejía e infidelidad para que todos reconozcan y agradezcan tan
copiosa redención. Amén. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
BIBLIOGRAFÍA.
Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal
Española. BAC. Madrid. 2016.
Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero.
Bilbao. 1995.
Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego
de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.
Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica.
BAC. Madrid. 2016.
Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de
la Sede. Primera
edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.
Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio
según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio
según san Lucas. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 4a. Evangelio
según san Juan (1-10). Ciudad Nueva. Madrid. 2012.
San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi,
filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.
San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados
de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.
San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones.
BAC. Madrid. 2015.
San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
Francisco. Fratelli Tutti. www.vatican.va
Mercedes Navarro Puerto. Marcos. Guía
de lecturas del Nuevo Testamento. Editorial Verbo Divino. Estella. 2006.
Homilética. Sal Terrae. 2020/6.
Noel Quesson. 50 salmos para todos los días. Paulinas.
Bogota-Colombia. 1988. En: mercaba.org.
http://www.vatican.va/content/vatican/es.html
[1] Presciencia: 1. Conocimiento
de las cosas futuras. www.rae.es
[2] Defección: 1. Acción de
separarse con deslealtad de la causa o parcialidad a que se pertenecía. Ib.
No hay comentarios:
Publicar un comentario