miércoles, 11 de septiembre de 2019

DOMINGO XIV T.O.– AÑO C

Lectura del libro del Éxodo 32, 7-11.13-14
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
-Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tu sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”.
Y el Señor añadió a Moisés:
-Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo.
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
-¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”.
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

 Salmo 50
Me levantaré, me pondré en camino
adonde está mi padre.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lav del todo mi  delito,
limpia mi pecado.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro  con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias.


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 1-17
Querido hermano:
Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio, a mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí porque no sabía lo que hacía, pues estaba lejos de la fe; sin embargo, la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí junto con la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yoo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús mostrase toda su paciencia y para ue se convirtiera en un modelo para los que ha de creer en él y tener vida eterna. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.


+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
-Este acoge a los pecadores y come con ellos.
Jesús les dijo esta parábola:
-¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “Alegraos, conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”. Os digo que así también habrá mas alegría en el cielo  por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”. Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.
También les dijo:
-Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El Padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos, pero nadie le daba nada. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras o aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. Se levanto y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete: Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”. Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Entonces él respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se había comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”. El padre le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo, pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.
Comentarios:
Homilética.
-En el centro del evangelio: parábolas de la misericordia.
En el corazón de las parábolas: la figura del padre bueno que, lleno de misericordia, acoge al hijo ue había abandonado la casa.
La mayor descripción de quién es Dios, en lo que nosotros podamos comprender: padre que acoge, perdona y ama.
-Comienza situando el contexto:
Crítica de quienes se consideraban justos.
Respuesta: pastor, mujer y padre.
-Las dos primeras parábolas:
En paralelo, con idéntica estructura:
Perder-buscar-encontrar-expresar la alegría.
Arrepentimiento del hombre que es acogido con alegría en la presencia de Dios.
-Parábola del Padre bueno:
Dos escenas:
Peripecias y experiencia existencial del hijo menor.
La relación con el mayor.
Protagonista: el Padre.
Lo ve de lejos: no sale en su búsqueda, pero está atento.
Corazón de Dios: acoge, respeta, perdona.
Corre hacia él: el señor de la casa no sale al encuentro, espera.
Al mayor sale a persuadirle: en ningún momento ha dejado de manifestar su amor por él.

S. Juan de Ávila. Sermones al Santísimo Sacramento. 54, 21.  OC III, pg. 707.
Visitó a sus ovejas, visitó como el pastor que está en medio de ellas, sanando lo enfermo, esforzando lo flaco, guardando lo sano, buscando lo perdido y trayéndolo al rebaño aun encima de sus propios hombros (Lc 15, 5), y, en fin, dando remedio a sus ovejas de todos los males que les habían venido en el día de la nube y de la obscuridad (cf. Jl 2,2) del pecado original, y también de los mortales y veniales que ellas han hecho, si de ellos pide perdón y hacen penitencia verdadera. Sanólas puesto en medio de ellas, viviendo, y en medio de dos ladrones, muriendo; puesto encima de su cayado, que es la santa cruz, para, como desde lugar alto, mira mejor por sus ovejas, por las cuales moría. Dichosas ovejas, que vieron y oyeron las obras y la voz de su propio Pastor, con las cuales los que de ellos se habían de aprovechar maravillosamente eran apacentados y remediados. ¡Alabado sea tu bondad, Señor, que te traía en tierra sanando enfermos, enseñando ignorantes, andando en medio de ellos haciéndoles bien, como cuidadoso pastor a sus amadas ovejas!
S. Juan de Ávila. Sermones al Santísimo Sacramento. 56, 5.  OC III, pg. 750.
Cada día acaece esto, que por no querer ir por el camino que Dios nos lleva, por no contentarnos con lo que nos da y por el medio que nos da, buscamos nosotros otros caminos más placenteros y que más provechosos nos parecen; y no solo mejoramos nuestros negocios, mas aún los empeoramos. Justicia justísima es que, si el ciego quiere ir delante del que sabe el camino muy bien y le quiere guiar, que tropiece y se descalabre. Y el hijo mozo que pidió la parte de su hacienda a su padre y quiso regirse por sí, perdiola muy presto, y aun a sí mismo con ella, y de hijo muy honrado y abastado en la casa de su padre, vino a ser guarda de puercos y ha no hartarse aun de lo que ellos comían.
San Juan de la Cruz. Cántico 22,1. OC, pg. 675. Sígueme.
Tanto era el deseo que el Esposo tenía de acabar con liberar y rescatar a la esposa de las manos de la sensualidad y del demonio que, ya que lo ha hecho, como ha hecho aquí, de la manera que el buen pastor se goza con la oveja sobre los hombros, que había perdido y buscado por muchos rodeos (Lc 15, 5), y como la mujer se alegra con el dracma en las manos, que para hallarla había encendido la candela y trastornado toda la casa, llamando a sus amigos y vecinos se regracia con ellos, diciendo: Alegraos conmigo, etc. (Lc 15, 9), así este amoroso Pastor y Esposo del alma es admirable cosa de ver el placer que tiene y gozo de ver al alma ya así ganada y perfeccionada, puesta en sus hombros y asida con sus manos en esta deseada junta y unión.
Sta. Teresa de Liseaux. Cta. 129. OC, pg.456
Una cosa es cierta: que él [Jesús]  desea todavía más que nosotras volver al redil a esa pobre oveja descarriada.
Sta. Teresa de Liseaux. Cta. 261, 1vº. OC, pg. 615
Pero, cuando sus amigos, después de cada indelicadeza, vienen a pedirle perdón echándose en sus brazos, Jesús se estremece de alegría y dice a sus ángeles lo que el padre del hijo pródigo dijo a sus criados: “Sacad enseguida el mejor traje, y vestidlo;ponedle un anillo en la mano y hagamos fiesta” (Lc 15, 21)
Sta. Teresa de Liseaux. A 84 r. OC, pg.245
¡Qué dulce alegría pensar que Dios es justo!, es decir, que tiene en cuenta nuestras debilidades, que conoce perfectamente la debilidad de nuestra naturaleza. Siendo así, ¿de qué voy a tener miedo? El Dios infinitamente justo, que se dignó perdonar con tanta bondad las culpas del Hijo pródigo, ¿no va a ser justo también conmigo que estoy siempre con él?