jueves, 30 de marzo de 2023

Domingo de Ramos, 2 de abril de 2023.

 


Primera lectura.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 1-11

Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en el monte de los Olivos, envió a dos discípulos diciéndoles:

-Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con un piollino, lo desatáis y me lo traéis. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.

Esto ocurrió para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta: “Decid a la hija de Sión: “Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en una borrica, en un pollino, hijo de acémila”.

Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos y Jesús se montó. La multitud alfombró el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba:

-¡Hosanna! al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando:

-¿Quién es este?

La multitud contestaba:

-Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.

Palabra de Dios.

Textos paralelos[1].

Cuando se aproximaron a Jerusalén y llegados a Betfagé.

Mc 11,1-10: Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monto de los Olivos, mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis contestadle: “El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”. Fueron y encontraron el pollino en la calle atado a una puerta y lo soltaron. Algunos de los presentes le preguntaron: “¿Qué hacéis desatando el pollino? Ellos les contestaron como había dicho Jesús y se lo permitieron. Llevaron el pollino, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Honassa en las alturas!”. Entró Jesús en Jerusalén, en el templo, lo estuvo observando todo y, como era ya tarde, salió hacia Betania con los Doce.

Lc 19, 28-38: Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olvis, mandó a dos discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, le diréis así: “El Señor lo necesita”. Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el pollino, los dueños les dijeron: “¿Por qué desatáis el pollino?”. Ellos dijeron: “El Señor lo necesita”. Se lo llevaron a Jesús y, después de poner sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar sobre él. Mientras él iba avanzando, extendía sus manos por el camino. Y, cuando se acercaba ya a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo: “¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas”. Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. Y respondiendo, dijo: “Os digo que si estos callan, gritarán las piedras”.

Jn 12. 12-16: Al día siguiente, la multitud de gente que había venido a la fiesta al oír que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramos de palmeras y salieron a su encuentro gritando: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!”. Encontrando Jesús un pollino montó sobre él, como está escrito: “No temas, hija de Sión, he aquí que viene tu Rey, sentado sobre un pollino de asna”. Estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que esto estaba escrito acerca de él y que así lo habían hecho para con él.

Za 14. 4: Aquel día se plantarán sus pies sobre el monto de los Olivos, al este de Jerusalén. El monte de los Olivos se partirá en dos, al este y al oeste; quedará un gran valle. La mitad de la montaña se retirará hacia el norte y la otra mitad hacia el sur.

Decid a la hija de Sión.

Is 62, 11: El Señor hace oír esto / hasta el confín de la tierra: / “Decid a la hija de Sión: / Mira a tu salvador, que llega, / el premio de su victoria lo acompaña, / la recompensa lo precede.

Za 9, 9: ¡Salta de gozo, Sión; / alégrate, Jerusalén! / Mira que viene tu rey, / justo y triunfador, / pobre y montado en un borrico, / en un pollino de asna.

Manos y montado en un asna.

Mt 11, 29: Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas.

Gn 49, 11: Ata su asno a una viña, / y a una cepa, el pollino de la asna; / lava su sayo en vino, / y su túnica en sangre de uvas.

Pusieron sobre ellos sus mantos.

1 R 1, 33-34: Les dijo: “Tomad con vosotros a los leales de vuestro señor, montad a mi hijo Salomón en mi propia mula; bajadlo a Guijón y allí lo ungirán rey de Israel, el sacerdote Sadoc y Natán el profeta. Tocad entonces el cuerno y aclamad: ‘¡Viva el rey Salomón!”.

Extendía sus mantos por el camino.

2 R 9, 13: De inmediato cada uno se apresuró a tomar su manto para colocarlo a sus pies sobre el empedrado. Luego tocaron el cuerno y gritaron: “Jehú es rey”.

¡Hosanna al Hijo de David!

9, 27: Cuando Jesús salía de allí, dos ciegos lo seguían gritando: “Ten compasión de nosotros, hijo de David”.

Sal 118, 25-26: Señor, danos la salvación; / Señor, danos prosperidad. // Bendito el que viene en nombre del Señor, / os bendecimos desde la casa del Señor. // El Señor es Dios, él nos ilumina, / Ordenad una procesión con ramos / hasta los angulos del altar.

Hch 2, 33: Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo.

Este es el profeta Jesús.

16, 14: Ellos contestaron: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”.

 

Notas exegéticas de la Biblia Didajé.

37, 12 Yo abriré vuestros sepulcros: es comprensible que los Padres de la Iglesia vieran este pasaje como una profecía de la restauración de los muertos. En el juicio final, las almas y los cuerpos de todos los que alguna vez existieron se reunirán; en la gloria, para el caso de los justos, y en la desgracia, para los condenados.

 

Salmo responsorial

21 5 Cita de Za 9, 9, con una introducción modificada (quizá según Is 62, 11) y ligeras variantes. El profeta dice: “Montado en un asno, en una cría de asna” – Este modesto aparato del Rey mesiánico debía manifestar en el pensamiento del profeta, el carácter humilde y pacífico de su reino. Mateo aplica esta profecía a Jesús, Mesías humilde.

21 9 Transcripción de una forma tardía del hebreo hosiana (“Salva”, ver Sal 118, 25). De grito de llamada (ver S 4: hosia dirigido al rey) lanzado especialmente el séptimo día de la Fiesta de las Tiendas agitando ramos (también en otras ocasiones, ver 2 M 10, 6-7), el ´termino se convierte, quizá desde el judaísmo (en todo caso en el cristianismo primitivo), en una aclamación cuyo destinatario es mencionado eventualmente (en griego) mediante un complemento dativo.

21 10 Lit. “fue sacudida” (vb. seio en pas. empleado para describir los temblores de tierra: Mt 27, 15; 28, 4; ver 8, 24; Ap 6, 13). Cuando Jesús entra en Jerusalén como rey mesiánico, la ciudad queda conmovida, como había ocurrido en el anuncio de su nacimiento (2, 3): la vida de Jesús es un acontecimiento público.

21 11 Mt es el único en contar lo que dice de Jesús la muchedumbre (ver 9, 33 y 12, 23). Jesús es reconocido como profeta (ver Mt 16, 14; Mc 6, 15; Lc 7, 16-39), sin que su origen galileo sea una objeción, como en Jn 7, 52 (ver Mt 13, 57). La comunidad cristiana verá en él al profeta (ch 3,22-23), citando Dt 18, 15; ver Mt 17, 5 y paralelo Jn 1,21; 5, 14; 7, 40).

 

Primera lectura.

Lectura del libro de Isaías 50, 4-7

El Señor em ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios.

 

Textos paralelos[2].

 El Señor Yahvé me ha dado una lengua de iniciado.

Is 42, 1: Mirad a mi siervo, / a quien sostengo, / mi elegido, / en quien me complazco. / He puesto mi espíritu sobre él, / manifestará la justicia a las naciones.

Jn 3, 11: En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio.

El Señor Yahvé me ha abierto el oído.

Is 53, 7: Maltratado, voluntariamente, se humillaba / y no abría la boca: / como cordero llevado al matadero, / como oveja ante el esquilador, / enmudecía y no abría la boca.

Y no hurté mi rostro a insultos y salivazos.

Mt 27, 30: Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza.

Ofrecí mi cara como el pedernal.

Ez 3, 8-9: Mira, hago tu rostro tan duro como el de ellos, y tu cabeza terca como la de ellos, como el diamante, más dura que el pedernal hago tu cabeza. No les tengas miedo ni te espantes de ellos, aunque sean un pueblo rebelde.

Sal 25, 3: Pues los que esperan en ti no quedan defraudados, / mientras que el fracaso malogra a los traidores.

 

Notas exegéticas[3].

 50 4 En este tercer canto, e Siervo se muestra menos como profeta que como sabio, discípulo fiel de Yahvé, vv. 4-5, encargado de enseñar a su vez a los que temen a Dios, es decir, a todos los judíos piadosos, v. 10 y también a los extraviados o infieles “que andan a oscuras”. Gracias a su coraje y a la ayuda divina, vv. 7-9, soportará las persecuciones, vv. 5-6, hasta que dios le haya concedido un triunfo definitivo, vv. 9-11. – El que habla hasta el v. 9 incluido es el Siervo.

50 6 Esta descripción de los sufrimientos del siervo se repetirá con más amplitud en el canto cuarto, 52, 13-53, 12. Evoca ya a Mt 26, 67; 27,30.

 

Salmo responsorial

Salmo 21


R/. Dios mío, Dios mío,

¿por qué me has abandonado?

 

Al verme, se burlan de mí,

hacen visajes, menean la cabeza:

“Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;

que lo libre si tanto lo quiere”. R/.

Me acorrala una jauría de mastines,

me cerca una banda de malhechores;

me taladran las manos y los pies,

puedo contar mis huesos. R/.

 

Se reparten mi ropa,

echan a suerte mi túnica.

Pero tú, Señor, no te quedes lejos;

fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.

 

Contaré a mis hermanos,

en medio de la asamblea te alabaré.

“Los que teméis al Señor, alabadlo;

linaje de Jacob, glorificadlo;

temedlo, linaje de Israel. R/.

 

Textos paralelos[4].

Todos cuantos me ven de mí se mofan.

Mt 27, 39: Los que pasaban, lo injuriaban, y meneando la cabeza, decían: “Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz”.

Se confío a Yahvé, pues que lo libre.

Mt 27, 43: Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”.

Sb 2, 18-20: Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará / y lo librará de las manos de sus enemigos.

Reparten entre sí mi ropa.

Jn 19, 24: Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados.

Contaré tu fama a mis hermanos.

Hb 2, 12: Anunciaré tu nombre a mis hermanos, / en medio de la asamblea te alabaré.

Sal 40, 10:  He proclamado tu justicia / ante la gran asamblea; / no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11.

Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.

 

Textos paralelos[5].

 El cual, siendo de condición divina.

Sb 2, 23: Dios creó al hombre incorruptible / y lo hizo a imagen de su propio ser.

A ser tratado igual a Dios.

Is 53,12: Le daré una multitud como parte, / y tendrá como despojo una muchedumbre, / Porque expuso su vida a la muerte / y fue contado entre los pecadores, / él tomó el pecado de muchos / e intercedió por los pecadores.

2 Co 8, 9: Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.

Asumiendo semejanza humana

Gn 4,4: También Abel ofreció las primicias y la grasa de sus ovejas. El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda.

Haciéndose obediente hasta la muerte.

Rm 8, 19: Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios.

Por eso Dios lo exaltó.

Is 52, 13: Mirad, mi siervo tendrá éxito, / subirá y crecerá mucho.

Y le otorgó el Nombre.

Rm 14, 9: Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.

Y toda lengua confiese.

Rm 10, 9: Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo.

Para gloria de Dios Padre.

1 Co 12, 1: Acerca de los dones espirituales, no quiero, hermanos, que sigáis en la ignorancia.

 

Notas exegéticas[6]:

2 6 (a) Lit. “en la forma de Dios”. La misma palabra griega (morphe) es utilizada en el v. 7 (lit. “tomando la forma de esclavo”). Su significado es casi idéntico al de “Imagen” (eikon), y los dos términos son utilizados indistintamente por los LXX. La “forma de Dios” es, pues, sinónimo de “imagen de Dios”, que es el predicado aplicado a Adán (Gn 1, 27; 1 Co 17, 7, y a Cristo 2 Co 5,5).

2 6 (b) Cristo al no tener pecado no tenía que morir. Idéntica idea aparece en algunos apócrifos, como Henoc, IV Esdras o II Baruc. Tenía pues, el derecho a vivir eternamente, algo propio de la divinidad. Gn 3, 4-5. Otras traducciones posibles: “No retuvo celosamente el rango que le igualaba a Dios” o “No consideró como presa el ser igual a Dios”. En este último caso, habría una oposición implícita entre Jesús, segundo o último Adán 1 Co 15, 56 y el primer Adán Gn 3, 4-5.

2 7 (a) Lit. “Se vacío a sí mismo”. El término kénosis procede de una raiz que significa “vaciar”. La fórmula está tomada de Is 53, 12. El pronombre reflexivo, que aparece en el v. 7 ( y ver Gn 2, 20), subraya la decisión del mismo Cristo, que optó por la muerte.

2 7 (b) Este modo de existencia, a la luz de la alusión a Is 53, 12, sólo puede ser el del humillado Siervo paciente de Yahvé, que murió por los demás. Is 53, 3.5.7. Nótese el contraste con Señor, v. 11.

2 7 (c) No hay intención de atenuar la humanidad de Jesús. No obstante si él no hbuera sido diferente no habría podido salvarnos. Él, que estaba vivo, resucitó a los que estaban muertos. Él no tenía necesidad de ser reconciliado con Dios, mientras todos los demás la tenían.

2 7 (d) Aunque diferente en su modo de existencia, Cristo compartió la naturaleza humana común a todos.

2 8 (a) Al envío del Hijo por el Padre para celebrar a la humanidad corresponde de parte de Cristo la obediencia.

2 8 (b) Mientras que la tradición primitiva sólo insistía en el efecto salvífico de la muerte de Cristo, Pablo subraya lógicamente que el valor ejemplar de esta muerte está en el cruel castigo de la crucifixión. Lit. “sobre-exaltó”. El verbo griego hypsou, que significa normalmente elevar, se traduce a menudo por “exaltar”. Aquí lleva además el prefijo hyper (del que se forma el mismo verbo), que redobla su significado, por el hecho de que, si es cierto que todos los justos serán exaltados, Is 52, 13; Sb 3, 1-8, Cristo es superior a todos ellos.

2 9 (b) El nombre es el de “Señor”, como explica el v. 11. Se trata aquí de un ´termino funcional que no se refiere precisamente a la naturaleza de Cristo, es un título que Cristo lo consigue por su pasión y resurrección. A pesar de su uso cotidiano, y de su frecuente aplicación a Cristo a lo largo de todo el NT aquí se toma como un título “que está sobre todo nombre”, la razón es que el NT lo reserva a Dios.

2 10 (a) La humanidad entera reconoce la nueva dignidad de Jesús, como estaba anunciado que las naciones reconocería a Yahvé. Is 45, 23; Rm 14, 11. El nombre propio de Jesús -sin más añadiduras – se usa aquí deliberadamente para evocar la figura humillada y paciente de los vv. 6-8.

2 10 (b) Estas frases, que alternan la cuidada estructura del himno fueron propiamente añadidas por Pablo con el fin de poner de relieve tanto el ilimitado alcance de la autoridad de Cristo como la dependencia respecto a su Padre.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Mateo 26, 14-27,66

Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a  llevar su cruz.

Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de “la Calavera”), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: “Este es Jesús, el rey de los judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban, lo injuriaban, y, meneando la cabeza, decían:

-Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de dios, baja de la cruz.

Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:

-A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”.

De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente:

-Elí, Elí, lemá sabaqtaní?

(Es decir:

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:

-Está llamando a Elías.

Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada de vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.

Los demás decían:

-Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.

Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.

Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.

El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:

-Verdaderamente este era Hijo de Dios.

Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.

María la Magdalena y la otra María quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron eng rupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:

-Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor estando en vida anunció: “A los tres días resucitaré”. Por eso ordena que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea uqe vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura será peor que la primera.

Pilato contestó:

-Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.

Ellos aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y colocando la guardia.

 

Textos paralelos.

Salve, Rey de los judíos.

Sal 27, 7-8: Escúchame, Señor, / que te llamo, / ten piedad, respóndeme. / Oigo en mi corazón: / “Buscad mi rostro. / Tu rostro buscaré, Señor.

Sal 69, 11-12: Cuando me aflijo con ayunos, / se burlan de mí. // Cuando me visto de saco, / se ríen de mí.

Sal 109, 25: Soy despreciable para ellos; / al verme, menean la cabeza.

Is 50, 6: Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, / las mejillas a los que mesaban mi barba; / no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.

Le dieron a beber vino mezclado con hiel.

Sal 69, 22: En mi comida me echaron hiel, / para mi sed me dieron vinagre.

Pr 31, 6-7: Ofrece licor al desgraciado, / vino al que se siente abatido: / que beba y olvide su miseria, / y ya no se acuerde de sus penas.

Se repartieron sus vestidos.

Sal 22, 19: Se reparten mi ropa, / echan a suerte mi túnica.

Uno a la derecha y otro a la izquierda.

Is 53, 12: Le daré una multitud como parte, / y tendrá como despojo una muchedumbre. / Porque expuso su vida a la muerte / y fue contado entre los pecadores, / él tomó el pecado de muchos / e intercedió por los pecadores.

Is 53, 9: Le dieron sepultura con los malvados / y una tumba con los malhechores, / aunque no había cometido crímenes / ni hubo engaño en su boca.

Tú que destruyes el Santuario.

Sal 22, 7: Pero yo soy un gusano, no un hombre / vergüenza de la gente, desprecio del pueblo.

Sal 109, 25: Soy despreciable para ellos; / al verme, menean la cabeza.

Lm 2, 15: Baten palmas contra ti /  cuantos pasan por el camino, / silban y mueven su cabeza / contra la hija de Jerusalén / “¿Es esta la ciudad más hermosa, / la alegría de toda la tierra?”.

Si 12, 18: Meneará la cabeza, aplaudirá, / hablará largo rato entre dientes y cambiará la cara.

Si 13, 7: Te avergonzará en sus banquetes, / te despojará dos o tres veces / y acabará burlándose de ti. / Y después, si te ve, te evitará / y meneará la cabeza mofándose de ti.

Sal 22, 8: Al verme, se burlan de mí, / hacen visajes, menean la cabeza.

A otros ha salvado.

So 3, 15: El Señor ha revocado tu sentencia, / ha expulsado a tu enemigo. / El rey de Israel, el Señor, / está en medio de ti, / no temas mal alguno.

Jn 1, 49: Natanael respondió: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.

Mt 4, 6: Y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”.

Sal 22, 9: “Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; / que lo libre si tanto lo quiere”.

Ha puesto su confianza en Dios.

Sb 2, 18-20: Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará / y lo librará de las manos de sus enemigos. // Lo someteremos a ultrajes y torturas, / para conocer su temple y comprobar su resistencia. // Lo condenaremos a muerte ignominiosa, / pues según dice, Dios lo salvará.

Mt 4, 3: El tentador se le acercó y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”.

Jn 10, 33: Los judíos le contestaron: “No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo hombre, te haces Dios”.

¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?

Jr 15, 9: La madre de siete hijos / desfallece y pierde el aliento; / su sol se pone en pleno día, / se siente confusa y desconcertada. / El resto lo entregaré a la espada / de sus enemigos – oráculo del Señor.

Am 8, 9: Aquel día – oráculo del Señor Dios - / haré que el sol se oculte a mediodía, / y oscureceré la tierra en pleno día.

Za 14, 16: Todos los supervivientes de las naciones que atacaron Jerusalén subirán cada año para postrarse ante el rey, el Señor del universo.

Sal 22, 2: Dios mío, Dios mío / ¿por qué me has abandonado? / A pesar de mis gritos, / mi oración no te alcanza.

La empapó con vinagre.

Sal 69, 22: En mi comida me echaron hiel, / para mi sed me dieron vinagre.

Tembló la tierra y las rocas se hendieron.

Ez 37, 12: Por eso profetiza y diles: “Esto dice el Señor Dios: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os sacaré de ellos, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel”.

Dn 12, 13: Tú, vete hasta el final y descansa. Te alzarás a recibir tu destino al final de los tiempos.

Jn 5, 25: En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.

1 Co 15, 20: Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de lso que han muerto.

Col 1, 18: Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. / Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, / y, así es el primero en todo.

1 P 3, 19: En el espíritu fue a predicar incluso a los espíritus en prisión.

Verdaderamente este era hijo de Dios.

Sb 2, 18: Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará / y lo librará de las manos de sus enemigos.

Entre ellas estaban María Magdalena.

Mt 13, 55: ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?

Se presentó a Pilato.

Dt 21, 22: Si uno, reo de la pena de muerte, es ejecutado y lo cuelgas de un árbol. su cadáver no quedará en el árbol de noche, sino que lo enterrarás ese mismo día, pues un colgado es maldición de Dios, y no debes contaminar la tierra que el Señor, tu Dios, te da en heredad.

Se lo entregase.

1 R 13, 29: El profeta recogió entonces el cadáver del hombre de Dios, lo acomodó sobre el asno y regresó a la ciudad del anciano profeta para enterrarlo.

Puso en su sepulcro nuevo.

Is 53, 9: Le dieron sepultura con los malvados / y una tumba con los malhechores, / aunque no había cometido crímenes / ni hubo engaño en su boca.

A los tres días resucitaré.

Mt 16, 21: Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Hch 10, 40: Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse.

Aseguraron el sepulcro.

Dn 6, 17: Entonces el rey mandó traer a Daniel y echarlo al foso de los leones. Y dijo a Daniel: ¡Que te salve tu Dios al que veneras fielmente!

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

27 33 Transcripción de la palabra aramea Gulgutá, “lugar del cráneo”, en latín Calvaria (de aquí “Calvario”).

27 34 Brebaje embriagante que mujeres judías compasivas, ver Lc 23, 7, solían ofrecer a los ajusticiados para atenuar sus sufrimientos. De echo a este vino se le mezclaba más bien “mirra”, ver Mc 15, 23: la “hiel” en Mt se debe a una reminiscencia del Sal 69, 22 (al igual que la corr. de “vino” en “vinagre” de la resención antioquena). Jesús rechaza este estupefaciente.

27 35 Adic.: “Para que se cumpliera el oráculo del profeta. Se han repartido mis vestidos, y han echado a suertes mi túnica” (Sal 22, 19), glosa tomada de Jn 19, 24.

27 45 Desde el mediodía hasta las tres de la tarde. Estas tinieblas (ver Ex 10, 22; Am 8, 9-10) representan probablemente el juicio de Dios, que se extiende desde la cruz por toda la tierra (o “todo el país”).

27 46 Grito de angustia, pero no de desesperación, esta queja, tomada de la Escritura, es una oración a Dios, y en el Salmo le sigue la alegre seguridad del triunfo final.

27 47 Mordaz juego de palabras, basado en la esper de Elías como precursor del Mesías, ver 17, 10-13, o en la creencia judía de que él socorría a los justos en la necesidad.

27 48 Bebida ácida que usaban los soldados romanos. El gesto fue sin duda de compasión, ver Jn 19, 28s.; los Sinópticos lo consideran mal intencionado. Lc 23, 36 y lo describen con términos que evocan Sal 69, 27.

27 51 (a) La cortina que cerraba el Santo, o mejor la que separaba el Santo del Santo de los Santos, ver Ex 25, 31s. Siguiendo Hb 9, 12; 10, 20, la tradición cristiana ha visto en este desgarrarse del velo la supresión del antiguo culto mosaico y el acceso abierto por Cristo al santuario escatológico.

27 51 (b) Estas manifestaciones extraordinarias, como también las tinieblas del v. 45, estaban anunciadas por los profetas como señales características del “día de Yahvé”, ver Am 8, 9.

27 53 Esta resurrección de los justos del AT es un signo de la era escatológica, Is 26, 19; Ez 37; Dn 12, 2. Liberados del Hades por la muerte de Cristo, ver Mt 16, 18, esperan ellos su resurrección para entrar con él en la Ciudad Santa, es decir, Jerusalén. Tenemos aquí una de las primeras expresiones de la fe en la liberación de los muertos por el descenso de Cristo a los infiernos, ver 1 P 3, 19.

27 57 Puede también traducirse: “que se había instruido en la enseñanza de Jesús” (idéntico verbo en 13, 52 y 28, 19) Podría pensarse que este hombre era originario de Arimatea, ciudad de Judea al noreste de Lida, o bien que llegaba de esa ciudad en el momento de la crucifixión.

27 60 Sábana “limpia” y sepulcro nuevo” subrayan la piedad del entierro; el segundo dato explica también el que haya sido posible, ya que el cadáver de un ajusticiado no podía ser puesto en un sepulcro ya ocupado, donde habría contaminado los huesos del justo.

27 62 En griego “Parasceve”. Este término se aplicaba al viernes, día en que se hacían los preparativos del sábado. Ver Jn 19, 14. Sobre el problema de la cronología, véase Mc 26, 17.

27 65 Es decir: “Utilizad vuestra guardia”, ver Lc 22, 4, o bien, “Pongo una guardia a vuestra disposición”, ver Jn 18, 3.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica

34 LO GUSTÓ... BEBERLO: lit. y habiendo gustado no quiso beber.

38 FUERON CRUCIFICADOS: Gr. 4 (“son crucificados”: presente narrativo).

39-44 Los insultos contra Jesús, como la frase de la multitud en el v. 25, son “religiosos”, no políticos. Se burlan de su mesianismo, y de su filiación divina. Aunque la autoridad romana lo condenase por revolucionario, en la idea del pueblo y de sus jefes religiosos Jesús moría condenado por blasfemo.

43 El sujeto de los verbos LIBRE Y QUIERE es Dios. // SI REALMENTE (oración condicional real) LO QUIERE: si Dios se agrada en él.

44 DE LA MISMA MANERA: o “[diciendo] lo mismo”.

45 TODO EL PAÍS: Palestina, la “Tierra Santa”; quizás, en la mente de Mt: toda la tierra.

46 Las dos primeras palabras de la cita del Sal 22, rezado por Jesús, son hebreas (aunque usadas también en textos arameos); las restantes son arameas.

48 La construcción lit. del texto griego es: “corriendo uno de ellos y cogiendo esponja y habiendo empapado... y habiendo puesto una caña...”.

51-53 El efecto polisíndeton del texto griego está sustituido por el recurso contrario: el asíndeton (la traducción suprime “y” del texto original). Doctrinalmente, Mt está diciendo que los efectos de la muerte de Jesús han alcanzado todos los estratos de la vida humana y de la naturaleza inanimada que le rinde homenaje. El triunfo de Jesús sobre la muerte ha llegado hasta MUCHOS CUERPOS (la parte “material”) DE LOS SANTOS (los que Mt llama “justos” en otros pasajes_ cf. 1, 19), de las personas piadosas del AT QUE DORMÍAN (eufemismo: que habían muerto, cf. 23, 29, donde se habla de los monumentos sepulcrales de los justos). // DESPERTARON: lit. fueron despertados (se entiende: por Dios; voz pasiva “teológica”. // Liberados de la Morada de los muertos resucitaron propiamente DESPUÉS DE resucitar JESÚS (lit... de la resurrección de él), formando la escolta de honor de Cristo Rey, vencedor de la muerte. // La tradición reflejada en este texto, muy antigua, sin relación con textos judíos sobre la teofanía en el Sinaí, que son posteriores, da a entender que los primeros cristianos consideraban los acontecimientos del día de Pascua como el comienzo de la gran resurrección universal. // LA CIUDAD SANTA, e.d. Jerusalén, acaba de ser purificada con la sangre de Jesús: los resucitados con él son ya la nueva Jerusalén: “la ciudad santa” del cielo (Ap 21, 2).

54 HIJO DE DIOS: o quizá hijo de un dios, de una divinidad, expresión que cuadraría mejor en la boca de los soldados paganos.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé:

27, 32-56 Con las burlas del gentío, la repartición de la ropa, el grito de abandono de Cristo en la cruz, y con otros detalles de la pasión se cumplen directamente las profecías del Antiguo Testamento. El intenso sufrimiento de Cristo en su cruz y alma era real y no fue paliado por su naturaleza divina. Cristo rechazó el vinagre, que se utilizaba como analgésico, para mostrar su voluntad de aceptar todo el sufrimiento para la redención. Experimentó una muerte terrible, naturalmente implicando la separación del cuerpo y del alma, cargando con el peso de los pecados de todos. Cat. 515, 585, 599-602.

27, 46 Estas palabras, que forman el comienzo del salmo 22, ponen voz al sufrimiento. Aunque a primera vista parece que las palabras muestran desesperación, el salmo concluye con una entusiasta exclamación de esperanza, de gloria y victoria. Cat. 2853.

27, 50 La muerte y resurrección de Cristo se produjeron en un momento determinado de la historia. No obstante, este sacrificio redentor se hace presente sacramentalmente en cada celebración de la Santa Misa. Con esta celebración, podemos unir nuestro trabajo y sufrimiento al sacrificio mismo de nuestro Señor en la cruz, que vuelve a ser presentado en el sacrificio eucarístico. Cat. 613-614, 1364.

27, 51 El velo separaba a la gente de la presencia de Dios en el Santo de los Santos, el sancta sanctorum del Templo, donde solo el sumo sacerdote hacía sacrificios en presencia de Dios en nombre del pueblo una vez al año. Su desgarramiento simboliza la reconciliación de Dios con la humanidad, el desgarramiento de lo que separaba al hombre de Dios. La Antigua Alianza había cumplido su función y fue abriendo paso a la Nueva Alianza, en Cristo. El hecho de que el velo se rasgase de arriba abajo sugiere que fue un acto de Dios.

27, 53 No está claro si las apariciones de los santos se refieren a apariciones o a una vuelta verdadera a la vida corporal humana, pero puede referirse a la salvación de aquellos que habían muerto bajo la Antigua Alianza, antes de la reconciliación entre Dios y la humanidad. La Iglesia nos enseña que después de su muerte, como profesamos en el credo de los Apóstoles, Cristo “descendió a los infiernos” (aquí no se refiere al infierno eterno, sino a una especie de estado intermedio o purgatorio para los hombres y mujeres justos de la Antigua Alianza que esperaban la apertura de las puertas del cielo. Esto se denomina a veces como “el seno de Abrahán”. Cat. 586, 624, 627, 632-637.

27, 54 No está claro si el centurión reconoce a Jesús como el Mesías o como un ser divino. En el Antiguo Testamento, a menudo se utilizaba “Hijo de Dios” para referirse a alguien que tenía una relación especialmente estrecha con Dios, similar a un “hijo adoptivo”. El término se aplicó en varias ocasiones a los fieles, a los ángeles, o a determinados líderes judíos. Cat. 441.

27, 55s María, la madre de Santiago y José. Esta María y sus hijos eran parientes de Cristo, pero claramente, esta María no era su madre, y Santiago y José no eran hermanos suyos literalmente. Esta conclusión se ve reforzada más tarde, cuando se nombre a la mujer como “la otra María” (Mt 28, 1). Las diversas partes de la pasión y muerte de Cristo se conmemoran en muchos sentidos en la liturgia y en el culto hoy en día, incluyendo el sacrificio de la Misa, la liturgia del Viernes Santo, la lectura de la narración de la pasión, el Domingo de Ramos y la devoción popular de las estaciones de la Cruz. Cat. 500.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

599 La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica san Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: “Fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios” (Hch 2, 23). Este lenguaje bíblico no significa que los que han “entregado a Jesús” fuesen solamente ejecutores pasivos de un drama escrito de antemano por Dios.

613 La muerte de Jesús es a la vez sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres por medio del “Cordero que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29) y el sacrificio de la Nueva Alianza que devuelve al hombre a la comunión con Dios reconciliándole con Él por “la sangre derramada por muchos para remisión de los pecados” (cf. Mt 26, 28).

614 Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios. Ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos consigo. Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor, ofrece su vida a su Padre por medio del Espíritu Santo para reparar nuestra desobediencia.

2853 La victoria sobre el “príncipe de este mundo” (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su vida.

1364 El memorial recibe un sentido nuevo en el Nuevo Testamento. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y esta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual.

624 “Por la gracia de Dios, gustó la muerte para bien de todos” (Hb 2, 9). En su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente “muriese por nuestros pecados” (1 Co 15, 3), sino también que “gustase la muerte”, es decir, que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que estable en la paz al universo entero.

 

Concilio Vaticano II

Para llevar a cabo una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. Está presente en el sacrificio de la misa, no solo en la persona del ministro, “ofreciéndose ahora por el ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz” (C. Trento), sino también, sobre todo, bajo las especies eucarísticas.

Sacrosanctum Concilium, 7.

Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz, por la cruz reconcilió a judíos y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en sí mismo.

Nostra aetate, 4.

La paz terrena, que nace del amor al prójimo, es figura y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. Pues el mismo Hijo encarnado, Príncipe de la Paz, por su cruz reconcilió a todos los hombres con Dios, mató en su propia carne el odio (cf. Ef 2, 16) y, exaltado por la resurrección, derramó el Espíritu de caridad en los corazones de los hombres.

Gaudium et spes, 78.

 

San Agustín

He aquí la debilidad de Dios que es más fuerte que los hombres, y la necedad de Dios más sabia que los hombres.

He aquí la debilidad de Dios que es más fuerte que los hombres y la necedad de Dios más sabia que los hombres. El sucederse de los acontecimientos lo mostró con mayor claridad aún. ¿Qué buscaba entonces la ira rabiosa de los enemigos, sino arrancar su memoria de la tierra? Pero quien fue crucificada en una sola nación se ha asentado en los corazones de tantas otras y quien entonces fue entregado a la muerte en un solo pueblo, ahora es adorado por todos.

Por tanto, amadísimos, celebremos este aniversario con devoción; gloriémonos en la cruz de Cristo, pero no una sola vez al año, sino con una vida continua de santidad.

Sermón 218 B.

 

Los Santos Padres.

Considerando todo esto, armémonos contra toda irritación, contra toda ira. Cuando veas que se te enciende el corazón, sella tu pecho, poniendo sobre él la cruz; recuerda entonces un paso de la pasión del Señor, y, al recuerdo de lo que Él sufrió, sacudirás de ti, como polvo, todo sentimiento de enojo. Considera que Él es Señor, tú esclavo; que Él sufrió por ti y tú sufres por tu culpa; Él por quienes había colmado de beneficios y le estaban crucificando, y tú por ti mismo; Él por los que lo habían injuriado, y tú muchas veces por los mismos a quienes has agraviado.

San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 87. Ib, pg. 354.

Ha tomado el principio del salmo 21; pero lo que se lee en la mitad del versículo: “Mírame”, está de más, pues en el texto hebreo se lee: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.  

San Jerónimo, Comentario al Ev. de Mateo  4, 27, 46. Ib, pg. 360.

 

San Juan de Ávila

Y entre todos los atavíos de desposorio, que lleva, mirad a la guirnalda de espina que en su divina cabeza lleva, la cual, aunque la trajeron y se la pusieron los caballeros de Pilato, que eran gentiles, dícese habérsela puesto su madre [salmo 44], que es la sinagoga, de cuyo linaje Cristo descendió según la carne; porque por la acusación de la sinagoga, y por complacer a ella, fue Cristo así atormentado. Y si alguno os dijere: “Nuevos atavíos de desposado son estos: por guirnalda, lastimera corona; por atavíos de pies y manos, clavos agudos que se los traspasan y rompen; azotes por cinta; los cabellos pegados y enrubiados con su propia sangre; la sagrada barba arrancada; las mejillas bermejas con bofetadas; y la cama áspera cruz donde justiciaban los malhechores”. ¿Qué tiene que ver este abatimiento extremo con atavíos de desposorio? ¿Qué tiene que ver acompañado de ladrones (cf. Mt 27, 38), con ser acompañado de amigos, que se huelgan [alegran] de honrar al nuevo desposado? ¿Qué fruto, que música, qué placeres vemos aquí, pues la madre y amigos del desposado comen dolores y beben lágrimas, y los ángeles de la paz lloran amargamente (Is 33, 7)(, y no hay cosa más lejos de desposorio que todo lo que aquí parece?

Audi filia (I). I, pg. 471.

También es cosa maravillosa que un hombrecillo terrenal es´ta en el cielo gozando de Dios, y acompañado de ángeles con honra inefable; mas mucho más fue estar Dios puesto en tormentos y menosprecios de cruz, y morir entre dos ladrones (cf. Mt 27, 38); con lo cual quedó justicia divina tan satisfecha, así por lo mucho que el Señor padeció como principalmente por ser Dios elq ue padeció, que nos da perdón de lo pasado, y nos echa bendiciones con que nuestra esterilidad haga fruto de buena vida y digna del cielo; figurada en el hijo que fue dado a Sara, vieja y estéril (cf. Gn 21, 2). Porque el becerro cocido en la casa de Abrahán (c. Gn 18, 7), que es Jesucristo, crucificado en el pueblo que de Abrahán venía, fue a Dios tan gustoso que de airado se tornó manso, y la maldición conmutó en bendición, pues recibió cosa que más le agradó que todos los pecados del mundo le pueden desagradar.

Audi, filia (II). I, pg. 579

Y si una vez de verdad desterrásemos de nosotros nuestra secreta cobdicia, caerían con ella muchos malos frutos que de ella proceden, y cogeríamos otros más valerosos de gozo y de paz, que de la unión con la divina voluntad suelen venir, y tan firmes que aun la misma tribulación no nos lo puede qitar. Pues, aunque los tales se sientan atribulados y desamparados, mas no por eso desesperados ni muy turbados, porque conocen ser aquél el camino de la cruz, a la cual ellos se han ofrecido, y por el cual Cristo anduvo; como parece que, estando en la cruz, dijo a su Padre: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me desamparaste? (Mt 27, 46.

Audi, filia (II), pg. 594.

Tan maravillosamente favorecidos en la tribulación que, viendo la bonanza del mar de su corazón tan súbita, dicen lo que los apóstoles: ¿Quién es Aqueste a quien los vientos y mar obedecen? (Mt 8, 27). Verdaderamente es el santo Hijo de Dios (cf. Mt 14, 33; 27, 54).

Lo mismo decir de comminuetis ex eo (Jn 19, 36), y de Diviserunt sibi vestimenta mea (Mt 27, 35), etc., y de otros lugares que los evangelistas tractan y los apóstoles en los Actos, traídos en confirmación de una doctrina que fue aprobada con tantos milagros, a testimonio de cuanto caso se debía de hacer de la palabra [de] Dios, y de cómo su autoridad prevalece, y que, faltando ella o diciendo lo contrario, todo lo demás es incierto.

Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas. II, pg. 32.

Solo peregrino. Gran muchedumbre de ellos, después de perdido asiento del paraíso. Una singularidad extraña en Cristo, de su peregrinación, que descansa en el trono y es caminante, viator, comprehensor; padecía en la cruz e gozaba en gloria. Solo en todos sus trabajos, último discipuli fugerunt (cf. Mt 26, 56; Mc 14, 50), para mayor pena suya. Esto lamentaba en la cruz: Ut quid dereliquisti? (Mt 27, 46, ¿Por qué me has abandonado?): Mírame aquí colgado, golpeado, mira este mi sacrificio que te ofrezco por los hombres; mira a tu Hijo. (...) Todos los que sanó e curo, que le gritaban por rey, desaparecieron. No hobo qu(i)en volviese por Él. Y así el día de su trabajo dice: Torcular calcavi solus (Is 63, 3, He pisado yo solo en el lagar).

Sermón del lunes de Pascua. III, pg. 222-223.

También dijo Cristo nuestro Redemptor en la parte sensitiva, viendo que Dios le dejaba padecer y viendo los tormentos que pasaba: Deus meus, Deus meus, ut quid derelisti me? (Mt 27, 46). Fue tanto, hermanos míos, lo mucho que nuestro Señor pasó; fueron tantos los tormentos que pasó, los azotes, corona de espinas, las bofetadas que en su divino rostro le dieron, que dice Él mismoL O vos omnes, qui transitis per viam: Todos los que pasáis por el camino, todos los que vivís en el mundo, mirá si hay dolor como el mío (Lamentaciones 1, 12). ¡Bendito seáis vos, Redemptor mío, por siempre? ¿Qué es la causa de tantos dolores, Señor? Los dolores, los tormentos, ¿no son pena de los pecados y castigo de los malos? A los que mal hacen les conviene el castigo; vos, Señor mío, ¿qué mal el que hecistes, que tantos tormentos pasastes? ¿Por qué tantos dolores? Dice nuestro Redemptor Jesucristo: - ¿Qué deben estos? – Señor, muchos pecados han hecho. – Pues quiero – dice Jesucristo – caiga sobre mí el castigo, porque caiga el descanso del cielo encima de ellos; la tristeza caiga en mí, porque la alegría caiga sobre ellos. Quiero que me den hiel a mí, porque les den a ellos miel; denme a mí tormentos, porque den a ellos descanso; den a mí la muerte, porque a ellos les den la vida. Ten, pues, hermano, confianza en estos merecimientos que Jesucristo tuvo. No pienses que es voz muda la que tienes en el cielo en tu defensa; los merecimientos de Jesucristo están allá abogando por ti.

Sermón domingo infraoctava de la Ascensión. III, pg. 332.

En la cruz, ¿qué otra cosa da más que su sangre, y su pasión y misericordia para el hombre, por cuyo consuelo da voces el Señor, que fue desamparado (cf. Mt 27, 46; Mc 15, 34) y desconsolado? Mas allí está tan guardado de sus enemigos, que sus amigos por mucho que lo deseen y lloren no pueden llegar a Él. Y aquí está tan puesto en nuestras manos y tan abierta la puerta, que Él está rogando consigo, y solo aquel que no quiere no llega. Y aunque el velle derramar su sangre en la cruz es grande consuelo para el pecador, mas como se derrama por todos, y es menester se aplique a cada uno en particular, por eso es necesario que tú le recibas en t pecho con fe y amor para que participes de tantas riquezas como allí se dan. Gocémonos, pues, de que esté una medicina hecha con que pueden sanar todos los males.

Sermón en la infraoctava del Corpus. III, pg. 648.

Mas como tenga vuestra merced por hijo de promisión como a Isaac (cf. Gn 17, 19), espero de Jesucristo no morirá con manjar de piedras, sino que lo gustará, como Cristo el vino mirrado (cf. Mt 27, 34). El consentimiento le quitará Dios; el sentimiento será tormento de cruz para gloria del que nos amó en ella; y rogándonos nuestros enemigos que decendamos de ella, queremos más confesar a Cristo y estar en ella que negar y descansar.

Carta a un caballero ce estos reinos discípulo suyo. IV, pg. 431.

Estése, señora, en las llagas de su Señor, pues por sanar la de ella pasó Él aquellas. Y si no es para pasar ella por Él otras tales, sea para agradecérselo a Él para compadecerse con Él y llorar porque sus pecados le pusieron en aprieto tan grande. More allí, señora, no de paso, como por venta, como los que pasaban por el camino y movían sus cabezas blasfemando del Señor (cf. Mt 27, 39), sino esté de reposo muy fijada par de la cruz, como la Virgen y Madre y el amado discípulo y las otras santas mujeres. Porque los que de paso se pasan por este beneficio tan grande, ni lo conocen, ni agradecen, ni les queda más que el sonido; y algunos, como son los infieles, con blasfemar de Él, porque no se paran a mirar despacio esta gran maravilla de amor. Mas el cristiano que mora aquí, dice de corazón: Esta es mi holganza en el siglo del siglo; aquí moraré, porque la escogí (Sal 131, 14).

Carta a una señora. IV, pg. 459.

Sí, señora, sí sé que vuestra merced está en la cruz, y no a solas; que no pienso yo que nuestro Señor la ama tan poco, que la quiera tener lejos de sí. Su cama, señora, y su mesa, la cruz fue; en ellos ha de poner a sus amados si lo quieren ser. Y no se turbe vuestra merced porque no hay cosa que le consuele, pues ha oído que el Señor dijo puesto en la cruz: Busqué quien me consolase, y no hallé (Sal 68, 21). Desmaparado de su Padre dijo que estaba (cf. Mt 27, 46); y esto excede a nuestro desmamparo; por mucho que sea, como también sus dolores exceden a los nuestros. Tenga, señora, firme en la cruz. No quiera descender de ella por descansar. Ofrézcase a la voluntad de Dios para que haga de ella su voluntad, sin que le resista. Déjese llevar tan buen Padre a donde Él mandare, y diga como dijo Santo Tomás: Vamos y muramos con Él (Jn 11, 16). Mire que este negocio no es palabras, sino obras y finos dolores y desmamparos; y no tiene uno más amor del que parece en el tiempo de la tribulación.

Carta a una señora que padecía trabajos. IV, pg. 426.

En todo, señora, cosa es que Dios usa con todos, aunque sean sus amigos, para probar si con el desamparo se aflojan en el servicio suyo y en el amor y confianza; porque cuando haya sentimientos de Él y de su amor, pocas gracias que el hombre ande confiado y diligente, porque como dice  el Contemtus mundi (el Kempis), “suavemente camina a quien la mano del Omnipotente lleva; mas estar en cruz y sin sentimientos ni consuelo interior nie xgterior, y no por eso desconfiar ni aflojar, este es el servir a Cristo, que en cruz dijo: Padre mío, ¿por qué me desamparaste? (Mt 27, 47). El cual sintió entonces este desamparo, mas no desmayó. Aunque parece que se queja, no es sino queja de regalo, no de desconfiado. Y dijo lo que sentía, para que supiesen sus siervos que si Él sentía aquel desamparo, siendo Hijo natural de Dios, no se espantasen ellos, siendo adoptivos, de pasar por donde el Señor pasó.

A una persona que padecía sequedades y tentaciones. IV, pg. 734.

 

San Oscar Romero.

Queridos hermanos, aunque estamos viviendo como en un callejón sin salida, no desesperemos. En la palabra bíblica de Isaías, un poco antes de la lectura que se ha hecho hoy, dice Dios al pueblo: "¿Por qué desconfías? ¿qué acaso se ha acortado mi mano para darle bendiciones? ¿qué acaso no tengo energías para salvarte?" Hermanos, respondamos a esas preguntas de Dios con un acto de fe y de esperanza. "Si Señor, nosotros creemos que tú eres el Redentor y por eso hemos aclamado hoy con la alegría de los que te han recibido: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, Hosanna en los cielos!"

Vamos a proseguir ahora nuestra Eucaristía donde vamos a poner en el altar de Cristo todas nuestras esperanzas y nuestros buenos deseos de celebrar una Semana Santa, digna de nuestra fe.

Homilía. 19 de marzo de 1978.

 

Papa Francisco.

Jesús «se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo» (Flp 2,7). Con estas palabras del apóstol Pablo, dejémonos introducir en los días santos, donde la Palabra de Dios, como un estribillo, nos muestra a Jesús como siervo: el siervo que lava los pies a los discípulos el Jueves santo; el siervo que sufre y que triunfa el Viernes santo (cf. Is 52,13); y mañana, Isaías profetiza sobre Él: «Mirad a mi Siervo, a quien sostengo» (Is 42,1). Dios nos salvó sirviéndonos. Normalmente pensamos que somos nosotros los que servimos a Dios. No, es Él quien nos sirvió gratuitamente, porque nos amó primero. Es difícil amar sin ser amados, y es aún más difícil servir si no dejamos que Dios nos sirva.

Pero, una pregunta: ¿Cómo nos sirvió el Señor? Dando su vida por nosotros. Él nos ama, puesto que pagó por nosotros un gran precio. Santa Ángela de Foligno aseguró haber escuchado de Jesús estas palabras: «No te he amado en broma». Su amor lo llevó a sacrificarse por nosotros, a cargar sobre sí todo nuestro mal. Esto nos deja con la boca abierta: Dios nos salvó dejando que nuestro mal se ensañase con Él. Sin defenderse, sólo con la humildad, la paciencia y la obediencia del siervo, simplemente con la fuerza del amor. Y el Padre sostuvo el servicio de Jesús, no destruyó el mal que se abatía sobre Él, sino que lo sostuvo en su sufrimiento, para que sólo el bien venciera nuestro mal, para que fuese superado completamente por el amor. Hasta el final.

El Señor nos sirvió hasta el punto de experimentar las situaciones más dolorosas de quien ama: la traición y el abandono.

La traición. Jesús sufrió la traición del discípulo que lo vendió y del discípulo que lo negó. Fue traicionado por la gente que lo aclamaba y que después gritó: «Sea crucificado» (Mt 27,22). Fue traicionado por la institución religiosa que lo condenó injustamente y por la institución política que se lavó las manos. Pensemos en las traiciones pequeñas o grandes que hemos sufrido en la vida. Es terrible cuando se descubre que la confianza depositada ha sido defraudada. Nace tal desilusión en lo profundo del corazón que parece que la vida ya no tuviera sentido. Esto sucede porque nacimos para amar y ser amados, y lo más doloroso es la traición de quién nos prometió ser fiel y estar a nuestro lado. No podemos ni siquiera imaginar cuán doloroso haya sido para Dios, que es amor.

Examinémonos interiormente. Si somos sinceros con nosotros mismos, nos daremos cuenta de nuestra infidelidad. Cuánta falsedad, hipocresía y doblez. Cuántas buenas intenciones traicionadas. Cuántas promesas no mantenidas. Cuántos propósitos desvanecidos. El Señor conoce nuestro corazón mejor que nosotros mismos, sabe que somos muy débiles e inconstantes, que caemos muchas veces, que nos cuesta levantarnos de nuevo y que nos resulta muy difícil curar ciertas heridas. ¿Y qué hizo para venir a nuestro encuentro, para servirnos? Lo que había dicho por medio del profeta: «Curaré su deslealtad, los amaré generosamente» (Os 14,5). Nos curó cargando sobre sí nuestra infidelidad, borrando nuestra traición. Para que nosotros, en vez de desanimarnos por el miedo al fracaso, seamos capaces de levantar la mirada hacia el Crucificado, recibir su abrazo y decir: “Mira, mi infidelidad está ahí, Tú la cargaste, Jesús. Me abres tus brazos, me sirves con tu amor, continúas sosteniéndome... Por eso, ¡sigo adelante!”.

El abandono. En el Evangelio de hoy, Jesús en la cruz dice una frase, sólo una: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Es una frase dura. Jesús sufrió el abandono de los suyos, que habían huido. Pero le quedaba el Padre. Ahora, en el abismo de la soledad, por primera vez lo llama con el nombre genérico de “Dios”. Y le grita «con voz potente» el “¿por qué?”, el porqué más lacerante: “¿Por qué, también Tú, me has abandonado?”. En realidad, son las palabras de un salmo (cf. 22,2) que nos dicen que Jesús llevó a la oración incluso la desolación extrema, pero el hecho es que en verdad la experimentó. Comprobó el abandono más grande, que los Evangelios testimonian recogiendo sus palabras originales.

¿Y todo esto para qué? Una vez más por nosotros, para servirnos. Para que cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos. Jesús experimentó el abandono total, la situación más ajena a Él, para ser solidario con nosotros en todo. Lo hizo por mí, por ti, por todos nosotros, lo ha hecho para decirnos: “No temas, no estás solo. Experimenté toda tu desolación para estar siempre a tu lado”. He aquí hasta dónde Jesús fue capaz de servirnos: descendiendo hasta el abismo de nuestros sufrimientos más atroces, hasta la traición y el abandono. Hoy, en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón, Jesús nos dice a cada uno: “Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene”.

Queridos hermanos y hermanas: ¿Qué podemos hacer ante Dios que nos sirvió hasta experimentar la traición y el abandono? Podemos no traicionar aquello para lo que hemos sido creados, no abandonar lo que de verdad importa. Estamos en el mundo para amarlo a Él y a los demás. El resto pasa, el amor permanece. El drama que estamos atravesando en este tiempo nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor. De este modo, en casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado —mirad, mirad al Crucificado—, que es la medida del amor que Dios nos tiene. Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida, pidamos, mirando al Crucificado, la gracia de vivir para servir. Procuremos contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer.

Mirad a mi Siervo, a quien sostengo. El Padre, que sostuvo a Jesús en la Pasión, también a nosotros nos anima en el servicio. Es cierto que puede costarnos amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad; puede parecer un vía crucis. Pero el camino del servicio es el que triunfa, el que nos salvó y nos salva, nos salva la vida. Quisiera decirlo de modo particular a los jóvenes, en esta Jornada que desde hace 35 años está dedicada a ellos. Queridos amigos: Mirad a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Sentíos llamados a jugaros la vida. No tengáis miedo de gastarla por Dios y por los demás: ¡La ganaréis! Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la alegría más grande es decir, sin condiciones, sí al amor. Es decir, sin condiciones, sí al amor, como hizo Jesús por nosotros.

Homilía Domingo de Ramos. 5 de abril de 2020.

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy nos ponemos a la escucha de la “carta magna” de la evangelización en el mundo contemporáneo: la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de san Pablo VI (EN, 8 de diciembre de 1975). Es actual, fue escrita en 1975, pero es como si hubiera sido escrita ayer. La evangelización es más que una simple transmisión doctrinal y moral. Es en primer lugar testimonio: no se puede evangelizar sin testimonio; testimonio del encuentro personal con Jesucristo, Verbo Encarnado en el cual la salvación se ha cumplido. Un testimonio indispensable porque, ante todo, el mundo necesita «evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente» (EN, 76). No es transmitir una ideología o una “doctrina” sobre Dios, no. Es transmitir a Dios que se hace vida en mí: esto es dar testimonio; y además porque «el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, […] o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (ibid., 41). El testimonio de Cristo, por tanto, es al mismo tiempo el primer medio de la evangelización (cf. ibid.) y condición esencial para su eficacia (cf. ibid., 76), para que sea fructuoso el anuncio del Evangelio. Ser testigos.

Es necesario recordar que el testimonio comprende también la fe profesada, es decir, la adhesión convencida y manifiesta a Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, que por amor nos ha creado, nos ha redimido. Una fe que nos transforma, que transforma nuestras relaciones, los criterios y los valores que determinan nuestras elecciones. El testimonio, por tanto, no puede prescindir de la coherencia entre lo que se cree y lo que se anuncia y lo que se vive. No se es creíble solamente diciendo una doctrina o una ideología, no. Una persona es creíble si tiene armonía entre lo que cree y lo que vive. Muchos cristianos solamente dicen que creen, pero viven de otra cosa, como si no lo fueran. Y esto es hipocresía. Lo contrario del testimonio es la hipocresía. Cuántas veces hemos escuchado “ah, este va a misa todos los domingos, y después vive así, así, así, así”: es verdad, es el contratestimonio.

Cada uno de nosotros está llamado a responder a tres preguntas fundamentales, así formuladas por Pablo VI: “¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís?” (cf. ibid.). Hay una armonía: ¿crees en lo que anuncias? ¿Tú vives lo que crees? ¿Tú anuncias lo que vives? No nos podemos conformar con respuestas fáciles, preconfeccionadas. Estamos llamados a aceptar también el riesgo desestabilizante de la búsqueda, confiando plenamente en la acción del Espíritu Santo que obra en cada uno de nosotros, impulsándonos a ir siempre más allá: más allá de nuestros confines, más allá de nuestras barreras, más allá de nuestros límites, de cualquier tipo.

En este sentido, el testimonio de una vida cristiana conlleva un camino de santidad, basado en el Bautismo, que nos hace «partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos» (Const. dogm. Lumen gentium, 40). Una santidad que no está reservada a pocos; que es don de Dios y requiere ser acogido y que fructifique para nosotros y para los demás. Nosotros elegidos y amados por Dios, debemos llevar este amor a los otros. Pablo VI enseña que el celo por la evangelización brota de la santidad, brota del corazón que está lleno de Dios. Alimentada por la oración y sobre todo del amor por la Eucaristía, la evangelización a su vez hace crecer en santidad a la gente que la realiza (cf. EN, 76). Al mismo tiempo, sin la santidad la palabra del evangelizador «difícilmente abrirá brecha en el corazón de los hombres de este tiempo», sino que «corre el riesgo de hacerse vana e infecunda» (ibid.).

Entonces, debemos ser conscientes que los destinatarios de la evangelización no son solamente los otros, aquellos que profesan otros credos o que no los profesan, sino también nosotros mismos, creyentes en Cristo y miembros activos del Pueblo de Dios. Y debemos convertirnos cada día, acoger la palabra de Dios y cambiar de vida: cada día. Y así se hace la evangelización del corazón.  Para dar este testimonio, también la Iglesia en cuanto tal debe comenzar con la evangelización de sí misma. Si la Iglesia no se evangeliza a sí misma se queda en una pieza de museo. En cambio, lo que la actualiza constantemente es la evangelización de sí misma. Necesita escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones de su esperanza, el mandamiento nuevo del amor. La Iglesia, que es un pueblo de Dios inmerso en el mundo y, con frecuencia, tentado por los ídolos —muchos— siempre necesita oír proclamar las obras de Dios. En una palabra, esto quiere decir que la Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, tiene necesidad de tomar el Evangelio, rezar y sentir la fuerza del Espíritu que va cambiando el corazón (cf. EN, 15).

Una Iglesia que se evangeliza para evangelizar es una Iglesia que, guiada por el Espíritu Santo, está llamada a recorrer un camino exigente, un camino de conversión, de renovación. Esto conlleva también la capacidad de cambiar los modos de comprender y vivir su presencia evangelizadora en la historia, evitando refugiarse en las cómodas zonas de la lógica del “siempre se ha hecho así”. Son refugios que enferman la Iglesia. La Iglesia debe ir adelante, debe crecer continuamente, así permanecerá joven. Esta Iglesia está completamente dirigida a Dios, por tanto, es partícipe de su proyecto de salvación para la humanidad, y, al mismo tiempo, enteramente dirigida hacia la humanidad. La Iglesia debe ser una Iglesia que encuentra dialógicamente el mundo contemporáneo, que teje relaciones fraternas, que genera espacios de encuentro, aplicando buenas prácticas de hospitalidad, de acogida, de reconocimiento e integración del otro y de la alteridad, y que cuida de la casa común que es la creación. Es decir, una Iglesia que encuentra dialógicamente el mundo contemporáneo, dialoga con el mundo contemporáneo, pero que encuentra cada día al Señor y dialoga con el Señor, y deja entrar al Espíritu Santo que es el protagonista de la evangelización. Sin el Espíritu Santo nosotros podremos solamente hacer publicidad de la Iglesia, no evangelizar. Es el Espíritu Santo en nosotros, lo que nos impulsa hacia la evangelización y esta es la verdadera libertad de los hijos de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, os renuevo la invitación a leer y releer la Evangelii nuntiandi: os digo la verdad, yo la leo a menudo, porque es la obra maestra de san Pablo VI, es la herencia que nos ha dejado a nosotros para evangelizar.

 

GUIÓN MISA NIÑOS.

DOMINGO DE PASCUA. 9 de abril de 2023.

 

Monición de entrada.-

Buenos días:

Hoy es el domingo de Pascua.

Es el primer día del año para los cristianos, porque hoy Jesús ha resucitado.

Es el primer domingo porque todos los demás son como un eco del domingo de Pascua.

Es la fiesta de las fiestas, la más importante del año.

 

Señor, ten piedad.-

Tú que has vencido a la muerte. Señor, ten piedad.

Tú que eres la vida. Cristo, ten piedad.

Tú que rezas por nosotros. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Jesús,  te pido por el Papa Francisco y el obispo Enrique. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por la Iglesia para que pueda decir en todos los sitios que has resucitado.  Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por los niños y mayores que anoche fueron bautizados, para que sean siempre buenos bautizados. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por las personas que sufren, para que no pierdan la ilusión por mejorar. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por nosotros, para que vivamos siempre con Jesús. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

María, queremos felicitarte porque Jesús ha resucitado. Y tú estás muy contenta, como vemos en los encuentros del día de Pascua.

 

GUIÓ MISSA D’INFANTS. DIUMENGE DE PASQUA. 9 d’abril de 2023.

 

Monició d’entrada.-

Bon dia:

Hui és el Diumenge de Pasqua.

És el primer dia de l’any per als cristians, perquè hui Jesús ha ressuscitat.

És el primer diumenge, perquè tots els demés són un espill del Diumenge de Pasqua.

És la festa de les festes, la més important de l’any.

 

Senyor, tingueu pietat.-

Tu que has guanyat a la mort. Senyor, tingueu pietat.

Tu que eres la vida. Crist, tingueu pietat.

Tu que reses per nosaltres. Senyor, tingueu pietat.

 

Plegaries.-

Jesús, et demane pel Papa Francesc i el bisbe Enrique. T’ho demane Senyor.

Jesús, et demane per l’església, perquè puga dir en tots els llocs que Jesús ha ressuscitat. T’ho demane Senyor.

Jesús, et demane pels xiquets i majors que anit van ser batejats, perquè siguen sempre bons batejats. T’ho demane Senyor.

Jesús, et demane per les persones que pateixen, perquè no perden l’il.lusió per millorar. T’ho demane Senyor.

Jesús, et demane per nosaltres, perquè visca’m sempre amb tu. T’ho demane Senyor.

 

Acció de gràcies.

Maria, volem felicitar-te perquè Jesús ha ressuscitat i estàs molt contenta. Així ho veiem als encontres del dia de Pasqua.

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Catecismo de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.

La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

San Juan de Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA

www.vatican.va



[1] Biblia de Jerusalén. DDB. Bilbao. 2019.

[2] Biblia de Jerusalén. DDB. Bilbao. 2019.

[3] Ib. 

[4] Biblia de Jerusalén. DDB. Bilbao. 2019.

[5] Biblia de Jerusalén. DDB. Bilbao. 2019. 

[6] Biblia de Jerusalén. DDB. Bilbao. 2019.