Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el
mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento
que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados.
Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose
encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse. Residían
entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo
el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados,
porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos
y admirados, diciendo:
-¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo
es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre
nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y
Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de
Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos
como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de
las grandezas de Dios en nuestra propia lengua.
Palabra de Dios.
Textos paralelos[1].
Al llegar el día de Pentecostés.
Ex 23, 14: Tres
veces al año me has de festejar.
Un ruido como una
impetuosa ráfaga de viento.
Hch 4, 31: Al
terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos; los llenó a todos
el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios.
Jn 3, 8: El viento
sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de donde viene ni adónde va.
Así es todo el que ha nacido del Espíritu.
Sal 108, 30: Daré
gracias al Señor a boca llena, / y en medio de las muchedumbres te alabaré.
Sal 33, 6: La
palabra del Señor hizo el cielo, / el aliento de su boca, sus ejércitos.
Jn 20, 22: Y dicho
esto sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”.
Entonces se quedaron
todos llenos de Espíritu Santo.
Hch 1, 5: Porque
Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo
dentro de no muchos días.
Lc 1, 15: Pues será
grande a los ojos del Señor, no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu
Santo ya en el vientre materno.
Hch 1, 8: En cambio,
recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la
tierra.
Hombres piadosos,
venidos de todas las naciones.
Mt 28, 19: Id, pues,
y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo.
Col 1, 23: A
condición de que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en
la esperanza del Evangelio que habéis escuchado; el mismo que se proclama en la
creación entera bajo el cielo, del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor.
Oía hablar en su
propia lengua.
Gn 11, 7: [La torre
de Babel] Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno
entienda la lengua del prójimo.
Les oigamos proclamar
en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
1 Co 14, 23: Por
tanto, si se reúne toda la comunidad en el mismo lugar y todos hablan en lenguas,
y entran en ella personas no iniciadas o no creyentes, ¿no dirán que estáis
locos?
Notas exegéticas[2].
2 1 (a) Es decir, concluido el
periodo de cincuenta días entre la Pascua y Pentecostés. Pentecostés, que
primeramente fue la fiesta de la siega se había convertido también en la fiesta
de la renovación de la Alianza. Este nuevo valor litúrgico pudo inspirar la
escenificación de Lucas, que evoca la entrega de la Ley del Sinaí.
2 1 (b) No la asamblea de los ciento
veinte de 1, 15-26, sino el grupo apostólico presentado en 1, 13-14.
2 2 (a) Hay afinidad entre el
Espíritu ye l viento: la misma palabra significa “espíritu” y “soplo”.
2 2 (b) Probablemente la misma
vivienda que en 1, 13-14, lugar de reunión y de oración del grupo apostólico.
2 3 Según uno de sus aspectos el
milagro de Pentecostés es afín al carisma de la glosolalia, frecuente en los
comienzos de la Iglesia. Sus antecedentes se hallan en el antiguo profetismo
israelita, ver Nm 11, 25-29 y Joel 3, 1-5, citado por Pedro, vv. 17s.
2 5 “hombres piadosos”. Sin. El
texto occ.: “los judíos que residían en Jerusalén eran hombres venidos de todas
las naciones que hay bajo el cielo”. Los demás textos combinan “hombres piadosos”
y “judíos”.
2 6 La glosolalia utilizaba palabras
en lenguas extranjeras para cantar las alabanzas de Dios. Lucas ve en este
hablar en todas las lenguas del mundo la restauración de la unidad perdida en
Babel, símbolo y anticipación maravillosa de la misión universal de los
apóstoles.
2 11 (a) Los “prosélitos” son los
que, sin ser judíos de origen, han abrazado la religión judía y aceptado la
circuncisión, constituyéndose así en miembros del pueblo elegido. “Judíos” y “prosélitos”
no son, pues, nuevas denominaciones de los pueblos: son palabras que califican
a los que se acaba de enumerar.
2 11 (b) Esta enumeración de los
pueblos del mundo mediterráneos, que en conjunto se describe de este a oeste y
de norte a sur, sin duda se inspira en el antiguo calendario astrológico,
conocido por otros documentos, en el que los pueblos se hallaban relacionados
con los signos del zodiaco y enumerados por su orden. Lucas pudo haberlo
adoptado como una descripción cómoda de la oikumené de entonces. No se
explica bien la mención de Judea y ha suscitado desde la antigüedad varios
intentos de corrección.
Salmo
responsorial
Salmo 103
R/. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice,
alma mía, al Señor:
¡Dios
mío, qué grande eres!
Cuántas
son tus obras, Señor;
la
tierra está llena de tus criaturas. R/.
Les
retiras el aliento, y expiran
y
vuelven a ser polvo;
envías
tu espíritu, y los creas,
y
repueblas la faz de la tierra. R/.
Gloria
a Dios para siempre,
goce
el Señor con sus obras;
que
le sea agradable mi poema,
y
yo me alegraré con el Señor. R/.
Textos paralelos[3].
¡Cuán numerosas son tus obras, Yahvé!
Sal 8, 2: ¡Señor,
Dios nuestro / qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Les
retiras tu soplo y expiran.
Gn 3, 19: Comerás
el pan con el sudor de tu frente, / hasta que vuelvas a la tierra, / porque de
ella fuiste sacado; / pues eres polvo y al polvo volverás”.
Qo 12, 7: Y el
polvo vuelva a la tierra que fue, y el espíritu vuelva al Dios que lo dio.
Y retornan
al polvo que son.
Sal 90, 3: Tú
reduces el hombre a polvo, / diciendo: “Retornad, hijos de Adán”.
Si
envías tu aliento, son creados.
Gn 1,2: La tierra
estaba informe y vacía: la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras
el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
Gn 2, 7: Entonces
el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz
aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo.
Hch 2, 2: De
repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba
fuertemente, y llenó toda la casa donde estaban sentados.
En
sus obras Yahvé se regocije.
Gn 1, 31: Vio Dios
todo lo que había hecho, y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el
día sexto.
¡Que
le sea agradable mi poema!
Sal 7, 18: Yo daré
gracias al Señor por su justicia, / tañendo para el nombre del Señor altísimo.
Notas exegéticas[4].
104 (103) Este himno sigue el mismo
orden que la cosmogonía de Gn 1.
104 30 El espíritu de Dios
interviene en el origen del ser y de la vida.
Segunda lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Corintios 13, 3b-7.12-13
Hermanos:
Nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, sino por el Espírtiu
Santo. Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de
ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un
mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la
manifestación del Espíritu para el bien común. Pues, lo mismo que el cuerpo es
uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser
muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos
y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para
formar un cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Palabra de Dios.
Textos paralelos[5].
Nadie movido por el Espíritu de Dios, puede
decir.
Jn 14, 26: Pero el Paráclito,
el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe
todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
1 Jn 4, 1-3: No os fieis de
cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos
falsos profetas han salido del mundo. En esto podréis conocer el Espíritu de
Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; y
todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios: es del Anticristo.
Jesús es el Señor.
Hch 2, 21: Y todo el que
invocaré el nombre del Señor se salvará.
Hch 2, 36: Por lo tanto, con
toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien
vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.
Rm 10, 9: Porque, si profesas
con tus labios que Jesús es el Señor, y crees con tu corazón que Dios lo
resucitó de entre los muertos, serás salvo.
Flp 2, 11: Y toda lengua
proclame: / Jesucristo es Señor, / para gloria de Dios Padre.
El cuerpo humano, aunque
tiene muchos miembros, es uno.
Rm 12, 4-5: Pues, así como en
un solo cuerpo tenemos muchos miembros y no todos los miembros cumplen la misma
función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada
cual existe en relación con los otros miembros.
No obstante su pluralidad.
Ef 4, 4-6: Un Dios, Padre de
todos, que está sobre todos, actúa pr medio de todos y está en todos. A cada
uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo.
Pues, así también es
Cristo.
Ga 3, 28: No hay judío y
griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en
Cristo Jesús.
Col 3, 11: Donde no hay griego
y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino
Cristo, que lo es todo, y en todos.
Flm 16: Y no como esclavo, como
un hermano querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente
y en el Señor.
Notas
exegéticas[6]:
12 6 Nótese la presentación
trinitaria del pensamiento.
12 12 (a) Aunque utilice el apólogo
clásico que compara a la sociedad con un cuerpo que teniendo miembros diversos
es uno, Pablo, no se inspira en él para su doctrina sobre el Cuerpo de Cristo.
Esta brota más bien de su peculiar modo de entender el amor como la base de la
existencia cristiana. En efecto, él veía a los creyentes como partes de una
unidad orgánica, y el cuerpo humano le brindaba una imagen perfecta de la
diversidad articulada en la unidad. El designa aquí a “Cristo” como la realidad
que corresponde a ese hombre nuevo. Como cuerpo suyo, la Iglesia es la
presencia física de Cristo en el mundo en la medida en que prolonga su
ministerio. Esta doctrina, de tan gran realismo, que ya aparece en 1 Co, se repite
y amplía en las epístolas de la cautividad. Es cierto que la reconciliación de
los hombres, que son miembros de Cristo se realiza siempre en el Cuerpo de
Cristo crucificado según la carne y vivificado por el Espíritu. Pero la unidad de
ese Cuerpo que reúne a todos los cristianos en el mismo Espíritu y su
identificación con la iglesia adquieren mayor relieve. Así personalizado este
cuerpo tiene en adelante a Cristo por cabeza, por influencia sin duda de la
idea de Cristo cabeza de las potestades, Col 2, 10. Finalmente llega hasta
englobar en cierto modo todo el universo reunido bajo el dominio del Kyrios.
12 12 (b) Como el cuerpo humano da unidad
a la pluralidad de los miembros, así Cristo, principio unificador de su
Iglesia, da unidad a todos los cristianos en su cuerpo.
12 13 Literariamente este v. es un
paréntesis: no forma parte del relato-parábola, sino que ofrece una explicación
teológica que remite al bautismo y a la eucaristía. El primer miembro es
paralelo de 10, 2: todos quedaron vinculados a Moisés al ser bautizados en la
nube y en el mar: “Bebieron la misma bebida espiritual” (10, 4) era una alusión
a la eucaristía.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 20, 19-23.
Al anochecer de aquel día, el
primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas
por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó
las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al
Señor. Jesús repitió:
-Paz a vosotros.
Y, dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.
Textos paralelos[7].
// Mt 16, 14-18: Ellos
contestaron: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o
uno de los profetas”. Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”.
Jesús le respondió: “¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no
te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los
cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará”.
// Lc 24, 36-49: Estaban
hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: “Paz
a vosotros”. Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo creían ver un
espíritu. Y él les dijo: “¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en
vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos
cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. ¡Pero como no acababan de creer
por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: “¿Tenéis ahí algo de comer?”.
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: “Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era
necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los
Profetas y Salmos acerca de mí”. Entonces les abrió el entendimiento para
comprender las Escrituras. Y les dijo: “Así está escrito: el Mesías padecerá,
resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la
conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por
Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre
vosotros la promesa de mi Padre: vosotros, por vuestra parte, quedaos en la
ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto.
Se presentó Jesús en medio
de ellos.
Jn 14, 27: La paz os dejo mi
paz os doy; no os la doy como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón
ni se acobarde.
Jn 16, 33: Os he hablado de
esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened
valor, yo he vencido al mundo.
Lc 24, 16: Pero sus ojos no
eran capaces de reconocerlo.
Los discípulos se
alegraron al ver al Señor.
Jn 15, 11: Os he hablado de
esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Jn 16, 22: También vosotros
ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y
nadie os quitará vuestra alegría.
Como el Padre me envió.
Jn 17, 18: Como tú me enviaste
al mundo, así yo los envío también al mundo.
Mt 28, 19: Id, pues, y haced
discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo.
Mc 16, 15: Él les preguntó: “¿Y
vosotros, quién decís que soy yo?”.
Dicho esto, sopló y les
dijo.
Lc 24, 49: Mirad, yo voy a
enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros por vuestra parte,
quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto.
Hch 1, 8: En cambio, recibiréis
la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra.
Jn 1, 33: Yo no lo conocía,
pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar
el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”.
¡A quienes perdonéis los
pecados…
Mt 16, 19: Te daré las llaves
del reino de los cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos,
y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.
Mt 18, 18: En verdad os digo que todo lo
que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en
la tierra, quedará desatado en los cielos.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén[8].
20 20 Lc 24, 39 tiene una perspectiva
más apologética. Aquí se trata de poner de relieve la continuidad entre el
Jesús que ha sufrido y el que está para siempre con ellos (ver Hb 2, 18). El
Señor glorioso de la Iglesia no es otro que Jesús crucificado.
20 22 El soplo de Jesús simboliza al
Espíritu (en hebreo: soplo) principio de vida. Igual verbo raro que en Gn 2, 7:
Cristo resucitado da a los discípulos el Espíritu que realiza como una recreación
de la humanidad. Poseyendo desde ahora este principio de vida el hombre ha
pasado de la muerte a la vida y no morirá jamás. Es el principio de una
escatología ya realizada. Para Pablo (al menos en sus primeras cartas) esta recreación
de la humanidad no se producirá hasta la vuelta de Cristo.
20 23 Jn hace suya una fórmula
tradicional que es necesario entender en la medida de lo posible, en el marco
de su propia teología: los discípulos perdonarán o retendrán los pecados en la
medida en que prolonguen la misión de Jesús en el mundo. Las tradiciones
católica y ortodoxa piensan que el poder de perdonar los pecados incumbe a los
miembros del colegio apostólico, al que se encomienda en comunión con Jesús, la
tarea pastoral. Para la tradición reformada, este poder y esta tarea pastoral
compiten a todos los discípulos, es decir: a los creyentes de todos los tiempos
y no a Pedro en particular o a un determinado orden sacerdotal. Escuchando su
testimonio los hombres creerán (serán perdonados sus pecados) o se escandalizarán
(se juzgarán a si mismos; sus pecados quedarán retenidos).
Notas exegéticas Nuevo Testamento,
versión crítica[9].
19 El primero de [la] semana.
Estando candadas …. las puertas
llegó…: el
cuerpo glorioso y “espiritualizado” de Jesús queda fuera de las leyes físicas
del mundo material (cf. 1 Cor 15, 44).
20 Les enseñó… las heridas de las manos y
del costado, signos de identificación; el resucitado es el mismo que fue
crucificado. Y las huellas transfiguradas del sufrimiento anterior ya no causan
tristezas.
21-22 Para la impresión de que resurrección,
ascensión, venida del Espíritu y misión de la Iglesia sucedieron en el mismo
día, cf. Lc 24, 51.
Lc 24, 51 El final de Lc está redactado
como si todo hubiera sucedido el mismo día, casi en el mismo instante;
no sólo por razones de brevedad y síntesis, sino porque la resurrección de
Jesús, su exaltación a la derecha del Padre, su reconocimiento como Señor por
la Iglesia naciente, el envío del Espíritu Santo, y la misión universal, son
realidades teológicamente inseparables. En concreto, la resurrección gloriosa
es ya, esencialmente, ascensión; si esta no “añadió” nada a la humanidad
glorificada de Jesús, para los discípulos, en cambio, si fue un hecho
nuevo, que puso fin a la etapa de la comunicación de Cristo perceptible por los
sentidos; y fue además una revelación nueva sobre cuál era, a partir de
entonces, la “situación” de su maestro.
Me envió: el tiempo verbal griego
(perfecto) equivale a “me envió y continúo siendo enviado”.
Sopló: como en una nueva creación, es
necesario “el aliento” (el espíritu) de Dios.
Espíritu Santo: aliento divino, dador de vida
sobrenatural, como el soplo que infundió vida al primer hombre (cf. Gn 2, 7).
sin duda hay que sobreentender dos artículos determinados en el texto griego (“el
Espíritu el Santo), usados por Jn otras veces (cf. 14, 20). Jesús
les comunica el Espíritu Santo, primeramente para suscitar y reafirmar en ellos
la fe en su resurrección (para que vean, e.d., para que crean); y luego,
para hacer que otros vean, quitando la ceguera del pecado.
23 Es verdad de fe definida que las
palabras de Jesús en estos versículos “hay que entenderlas de la potestad de
perdonar y de retener los pecados en el sacramento de la penitencia” (DS 1703 y
1670). “Atar (retener) y desatar” se aplican aquí, concretamente, a los
pecados.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé[10].
20, 19-23 Cristo tiene un cuerpo
glorificado con las marcas de la crucifixión en su forma gloriosa como signo de
rotunda victoria. Los cuerpos de los justos serán glorificados del mismo modo
en el juicio final. Cat 645, 659, 690, 1042, 1060.
20, 22-23 Inmediatamente después de la
Resurrección, el último signo de la victoria sobre el pecado y la muerte,
Cristo instituyó el sacramento de la penitencia y la reconciliación otorgando a
los Apóstoles y a sus sucesores el poder de perdonar los pecados en su nombre.
Soplando sobre los Apóstoles – denominado a veces como “El Pentecostés de Juan”
– fue un presagio de la venida del Espíritu Santo. Por lo tanto, ellos
recibieron el Espíritu Santo de Cristo y así están facultados para actuar en su
nombre. Para los Apóstoles, los primeros sacerdotes ordenados, el poder de
perdonar los pecados fue una parte vital en su papel de santificar al pueblo.
Al enviarlos al mundo, Jesús les mandó continuar su misión de curación
espiritual a través de los sacramentos del Bautismo y la Penitencia. Creer en
el perdón de los pecados es una declaración esencial del Credo de los Apóstoles
y el Credo de Nicea, que se rezan en la liturgia de la Iglesia. Cat. 730, 858,
976-980, 1287, 1485-1488.
San Juan de Ávila[11].
22 –¿Qué día es este? – Día de consolación. – ¿Qué día es hoy? – Hoy es el
día cuando el Consolador vino del cielo a la tierra. – ¿Qué día es hoy, padre?
Este día es tan grande, de tanta dignidad, que quien en él no tiene parte, no
la tiene en ningún otro día de Jesucristo; ya que la muerte de Jesucristo ganó perdón
de pecados, pero sin la gracia que hoy se da, no te aprovecha nada. Ven acá,
¿qué te aprovecharía que gastases toda tu hacienda por tener una medicina que
mucho vale, si después de habida no la quieres tomar? ¿Qué aprovecha la
medicina no tomada para tu enfermedad? Quedarte has enfermo y hacerte han que
pagues la medicina. Lo que Jesucristo obró, la muerte que Jesucristo pasó, la
costa que hizo, la medicina que obró para tu enfermedad, si quieres tomarla
sanarás, quedarás libre del todo; si no la quieres tomar, haránte que paguen en
el infierno lo que Jesucristo pasó. Si la recibes, Jesucristo quedará muy
contento y pagado de todo cuanto pasó en este mundo; pero si no quieres tener
parte con este día, si no quieres recibir el Espíritu Santo; “Si alguno no tuviere
el Espíritu de Cristo, este tal no es de Jesucristo”, no se puede salvar (cf. Rm
8, 9).
27 Salió la sacratísima Virgen a ellos como solía, y esforzólos y dijoles: “¿Por
qué tenéis poca fe en vuestro Maestro y mi Hijo? Él os consolará como lo ha
prometido. ¿No sabéis amados hijos y discípulos de mi sacratísimo Hijo, que la
Ley que se dio en el monte Siná se dio desde a cincuenta días que subieron de
Egipto? Cincuenta días ha que padeció Jesucristo mi Hijo y os sacó del
captiverio del pecado; hoy vendrá el Espíritu Santo. ¿No sabéis también que de
cincuenta años era el jubileo en que los captivos eran libres, y las cosas
vendidas, volvía a sus dueños, y era año de alegría y gran regocijo, año de
perdón, donde se soltaban las deudas? Así, a cincuenta días después de la
pasión vendrá el jubileo, vendrá el Esíritu Santo Consolador, que os remediará
del captiverio en que estáis. Dios os perdonará las deudas, no sólo a vosotros,
pero a todos; porque determinado está que a la misma hora que dio Dios vida al
cuerpo, que le dio Dios ánima, a esa misma hora dará ánima a nuestra ánima. A
las nueve vendrá, no os desmayéis, tened confianza, que vendrá. Sentaros.
33 Como un desposado que da joyas a su esposa; pero no es aquel desposorio
sino señales: darle manillas en los brazos, darle zarcillos [arete o anillo
de metal, casi siempre precioso, que como adorno llevan algunas mujeres
atravesado en el lóbulo de cada una de las orejas, rae.es] en las orejas.
Así hace el Espíritu Santo: da joyas, da manillas y ajorcas [especie de argolla
(aro grueso, anillo de matrimonio) de oro, plata u otro metal, usada en las
muñecas, brazos o tobillos, rae.es] de
virtudes y de buenas obras en entre ambos brazos, para que el pecador, tan bien
aderezado, le abrace. Da también zarcillos en las orejas, pidiendo atención
para obedecer a lo que al oído allá dentro le dijere; pero no es éste el matrimonio.
Dale los siete dones suyos. Todas estas dádivas son arras y ajuar y preparación
para la venida; dones son el desposado, pero el abrazo no sé qué es.
42 Es fuego que quema todas estas cosas y las deshace para que nos puedan
empecer [dañar, rae.es], como a pajuelas. No es más esto delante del
fuego del Espíritu Santo que una pajita liviana, echada en una grandísima
hoguera. Cuando tengas el Espíritu Santo, Él mata todo lo que daña; pero si hay
pajitas, señal es que no hay fuego que las queme. Si estás hermano, sometido a tus
vicios, si estás inclinado a maldades, si tienes en tu corazón pensamientos de
liviandad, si tienes fantasía, todo esto estorba; y todo esto quema el Espíritu
Santo cuando viene, y no hay cosa que no se le resista. Cuando viene el
Espíritu Santo, no basta nadie a resistirle. Ni la mozuela loca que su vida no
era otra cosa sino un continuo pensamiento en cómo se vestiría, y como se
pondría galana, y como se había de afeitar la cara Cuando el Espíritu Santo
viene, hace que la mozuela se huelgue de andar templada en el vestido; ya
escoge las lágrimas como agua maravillosa para la cara, ya tiene humildad,
porque vino el Espíritu Santo.
46 Esfuerza, hermano, que hoy es día de perdón; hoy se admiten todos; si
quieren conocer sus culpas y dolerse de ellas y confesarse, no hay más. Y tú,
mancebo, ¿piensas que no puedes dejar de pecar y que no te puedes apartar de
ello? Prueba y apártate que hoy es día de perdón; hoy se da fuerza para vender
y derribar aquello que te derribaba; hoy se dan fuerzas, si tú las quieres
tomar para vencer tus pasiones; hoy es el día en el cual prometió Dios de
quitar el corazón de piedra, de quitar la sequedad del alma; hoy es el día en que
da corazones blandos, corazones arrepentidos; hoy es el día en que dará
corazones aparejados para llorar vuestros pecados y saberlos conocer; hoy es el
día en que os dará un soplo, no en las orejas, no en los oídos, no en nada de lo que acá fuera, sino
dentro de vuestros corazones, u9n soplo que os dé vida, un soplo que os dé
fortaleza, un soplo que os dé castidad, un soplo que os dé humildad, un soplo
que os dé caridad y amor y todas las virtudes, un soplo que refresque vuestras
ánimas.
51 Plegue el Espíritu Santo, por los merecimientos de Jesucristo, y por
aquella sangre que derramó en la cruz por nosotros, tenga por bien venir en
nuestros corazones y sanar nuestras ánimas, alumbrar nuestros entendimientos,
para que conozcamos a Dios, y enderezar nuestra voluntad para solamente amar a
Dios y se olvidar de las cosas del suelo, y soportar nuestra carne, y darnos
humildad, castidad y caridad para con nuestros prójimos, y darnos sus siete
dones, para que teniendo su gracia nos dé la gloria.
[1] Biblia de Jerusalén. DDB.
Bilbao. 2019.
[2] Ib.
[3] Biblia de Jerusalén. DDB.
Bilbao. 2019.
[4] Ib.
[5] Biblia de Jerusalén. DDB.
Bilbao. 2019.
[6] Biblia de Jerusalén.
DDB. Bilbao. 2019.
[7] Indicaciones Biblia de Jerusalén.
DDB. Bilbao. 2019. Texto Sagrada Biblia,
versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
[8] Biblia de Jerusalén. DDB.
Bilbao. 2019.
[9] Iglesias González, M. Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego. BAC. Madrid. 2017.
[10] Biblia Didaje con comentarios
del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016. Textos copiados de
www.vatican.va
[11] San Juan de Ávila. Lunes
de Pentecostés. Obras Completas
3, Sermones. BAC. Madrid. 2015. Pgs. 378-386