Lectura del libro de Ezequiel 37, 12-14
Esto dice el Señor Dios:
“Yo mismo abriré vuestros sepulcros,
y os sacaré de ellos, pueblo mío,
y os llevaré a la tierra de Israel.
Y cuando abra vuestros sepulcros
y os saque de ellos, pueblo mío,
comprenderéis que soy el Señor.
Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis;
os estableceré en vuestra tierra
y comprenderéis que yo, el Señor,
lo digo y lo hago – oráculo del Señor –“.
Palabra de Dios.
Notas exegéticas desde
la Biblia Didajé[1]:
37,
12 Yo abriré vuestros sepulcros: es comprensible que los Padres de la Iglesia vieran
este pasaje como una profecía de la restauración de los muertos. En el juicio
final, las almas y los cuerpos de todos los que alguna vez existieron se
reunirán; en la gloria, para el caso de los justos, y en la desgracia, para los
condenados. Cat. 366.
Salmo responsorial
Salmo 129
R/. Del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes temor.
R/.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R/.
Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.
Textos paralelos[2].
Desde lo hondo a ti grito.
Sal 18, 5: Me cercaban olas
mortales, / torrentes destructores me aterraban.
Sal 69, 3: Me estoy hundiendo en
el cieno profundo / y no puedo hacer pie, / he entrado en la hondura del agua,
/ me arrastra la corriente.
Jon 2, 3: Invoqué al Señor en mi
desgracia y me escuchó, / desde lo hondo del Abismo pedí auxilio / y escuchaste
mi llamada.
Lm 3, 55: Invoqué tu nombre,
Señor, / desde lo hondo de la fosa.
Sal 5, 2-3: Señor, escucha mis
gritos de auxilio, / Rey mío y Dios mío. / A ti te suplico, Señor. // Por la
mañana escuchará mi voz, / por la mañana te expongo mi causa, / y me quedo
aguardando. // Tú no eres un Dios que ame la maldad, / ni el malvado es tu huésped.
Sal 55, 2-3: Dios mío, escucha mi
oración, / no te cierres a mi súplica; // hazme caso y respóndeme. / Me agitan
mis ansiedades.
2 Cro 6, 40: Que tus ojos, Dios
mío, estén abiertos y tus oídos atentos a la súplica que se haga en este lugar.
2 Cro 7, 15: Mantendré mis ojos
abiertos y mis oídos atentos a la oración que se haga en este lugar.
Ne 1, 6: Esten tus oídos atentos
y abiertos para escuchar la plegaria de tu siervo, que yo proclamo ahora ante
ti, día y noche, por los hijos de Israel, tus siervos.
Jb 9, 2: Sé muy bien que es así:
/ que el mortal no es justo ante Dios.
Na 1, 6: ¿Quién resistirá tu ira?
/ ¿Quién aguantará el ardor de tu cólera?
Mi 7, 18: ¿Qué Dios hay como tú,
/ capaz de perdonar el pecado, / de pasar por alto la falta / del resto de tu
heredad? / No conserva para siempre su cólera, / pues le gusta la misericordia.
Ex 34, 7: Que mantiene la
clemencia hasta la milésima generación, que perdona la culpa el delito y el
pecado.
1 R 8, 39: Tú escucharás en los
cielos, lugar de tu morada, perdonarás e intervendrás, dando a cada uno según su
merecido, tú que conoces su corazón, tú el único que conoce el corazón de los
hijos de los hombres.
Sal 56, 5: En Dios, cuya promesa
alabo, / en Dios confío y no temo: / ¿qué podrá hacerme un mortal?
Sal 119, 81: Me consumo ansiando
tu salvación, / y espero en tu palabra.
Is 21, 11: Me gritan desde Seir:
/ “Vigia, ¿qué queda de la noche? Vigía, ¿qué queda de la noche?”.
Is 26, 9: Mi alma te ansía de
noche, / mi espíritu en mi interior madruga por ti, / porque tus juicios son luz
de la tierra, / y aprenden la justicia los habitantes del orbe.
Is 30, 18: Pero el Señor espera
el momento de apiadarse, / se pone en pie para compadecerse; / porque el Señor
es un Dios de la justicia: / dichosos los que esperan en él.
Sal 68, 21: Nuestro Dios es un
Dios que salva, / el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
Sal 86, 15: Pero tú, Señor, /
Dios clemente y misericordioso, / lento a la cólera, rico en piedad y leal.
Sal 100, 5: El Señor es bueno, /
su misericordia es eterna, / su fidelidad por todas las edades.
Sal 103, 8: El Señor es compasivo
y misericordioso, / lento a la ira y rico en clemencia.
Mt 1, 21: Dará a luz un hijo y tú
le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Sal 25, 22: Salva, oh Dios, a
Israel / de todos sus peligros.
Tt 2, 14: El cual se entregó por
nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su
propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras.
Notas exegéticas[3].
130 Salmo penitencial, pero más aún salmo de
esperanza. La liturgia cristiana de difuntos lo emplea ampliamente, no como
lamentación, sino commo oración en que se expresa la confianza en el Dios
redentor.
130 4 [pero de ti procede el perdón y así
infundes temor] El griego ha traducido “a causa de la ley”, relectura jurídica.
130 7 Traducido según el griego. El hebreo,
corrompido, se traduciría lit.: “Espero en Yahvé, espera mi alma y su palabra
he aguardado. Mi alma por el Señor más que los centinelas la aurora, los
centinelas la aurora. Aguarde Israel a Yahvé”. El texto correspondiente de
Qumram dice: “Espera, alma mía, en el Señor más que el centinela en la aurora.
Más que el centinela en la aurora, Israel, pon tu esperanza en el Señor”.
Segunda lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a
los Romanos 8, 8-11
Hermanos:
Los que están en la carne no pueden agradar a
Dios. Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el
Espíritu de Dios habita en vosotros; en cambio, si alguien no posee el Espíritu
de Cristo no es de Cristo.
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo
está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Y si el
Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el
que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros
cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Palabra de Dios.
Textos paralelos[4].
Mas
vosotros no vivís según la carne.
1 Jn 2, 15: No améis el mundo, ni lo que hay
en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre.
Rm 7, 5-6: Mientras estábamos en la carne,
las pasiones pecaminosas, avivadas por la ley, actuaban en nuestros miembros a
fin de que diéramos frutos para la muerte; ahora, en cambio, tras morir a
aquella realidad en la que nos hallábamos prisioneros, hemos sido liberados de
la ley, de modo que podamos servir en la novedad del espíritu y no en la
caducidad de la letra.
El cuerpo está ya muerto a causa del pecado.
Jn 3, 5-6: En verdad, en verdad te digo: el
que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que
nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.
1 Co 3, 23: Todo es vuestro, vosotros de
Cristo, y Cristo de Dios.
Y el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús.
Rm 5, 12: Por tanto, lo mismo que por un
hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así se propagó
a todos los hombres, porque todos pecaron.
Rm 5, 8: Dios nos demostró su amor en que,
siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.
Notas exegéticas[5]:
8 10 La resurrección de los cristianos se halla
en estrecha dependencia de la de Cristo. Y el Padre los resucitará a su vez por
el mismo poder y el mismo don del Espíritu. Esta transformación se prepara
desde ahora en una vida nueva que hace de ellos hijos, a imagen del Hijo,
incorporación a Cristo resucitado que se realiza por la fe y el bautismo.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 11, 1-45
En aquel tiempo, había caído enfermo un
cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana María era
la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el
enfermo era su hermano Lázaro. Las hermanas le mandaron recado a Jesús
diciendo:
-Señor, el que tú amas está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo:
-Esta enfermedad no es para la muerte, sino
que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado
por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba.
Solo entonces dijo a sus discípulos:
-Vamos otra vez a Judea.
Los discípulos le replicaron:
-Maestro, hace poco intentaban apedrearte los
judíos, ¿y vas a volver de nuevo allí?
Jesús contestó:
-¿No tiene el día doce horas? Si uno camina
de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo, pero si camina de noche tropieza,
porque la luz no está en él. Dicho esto, añadió:
-Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a
despertarlo.
Entonces le dijeron sus discípulos:
-Señor, si duerme, se salvará.
Jesús se refería a su muerte; en cambio,
ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les replicó
claramente:
-Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros
de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su encuentro.
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a
los demás discípulos:
-Vamos también nosotros y muramos con él.
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro
días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y
muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su
hermano. Cuando Marta se enteró de que llegana Jesús, salió a su encuentro,
mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:
-Señor, si hubieras estado aquí no habría
muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pedas a Dios, Dios te lo
concederá.
Jesús le dijo:
-Tu hermano resucitará.
Marta respondió:
-Sé que resucitará en la resurrección en el
último día.
Jesús le dijo:
-Yo soy la resurrección y la vida: el que
cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá
para siempre. ¿Crees esto?
Ella le contestó:
-Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el
Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Y dicho esto, fue a llamar a su hermana
María, diciéndole en voz baja:
-El Maestro está ahí y te llama.
apenas lo oyó se levantó y salió adonde estaba
él, porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún
donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa
consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron,
pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús,
al verlo se echó a sus pies diciéndole:
-Señor, si hubieras estado aquí no habría
muerto mi hermano.
Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar
a los judíos que la acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció y
preguntó:
-¿Dónde lo habéis enterrado?
Le contestaron:
-Señor, ven a verlo.
Jesús se echó a llorar. Los judíos
comentaban:
-¡Cómo lo quería!
Pero algunos dijeron:
-Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego,
¿no podía haber impedido que este muriera?
Jesús, conmovido de nuevo en su interior,
llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
-Quitad la losa.
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
-Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días.
Jesús le replicó:
-¿No te he dicho que si crees verás la gloria
de Dios?
Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando
los ojos a lo alto, dijo:
-Padre, te doy gracias porque me has
escuchado, yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me
rodea, para que crean que tú me has enviado. Y dicho esto, gritó con voz
potente:
-Lázaro, sal afuera.
El muerto salió, los pies y las manos atados
con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
-Desatadlo y dejadlo andar.
Y muchos judíos que habían venido a casa de
María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Textos paralelos[6].
Era en Betania, pueblo de María y de su
hermana Marta.
Lc 10, 41.: María ha escogido la parte mejor,
y no le será quitada.
Jn 12, 1: Seis días antes de la Pascua, fue
Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los
muertos.
Esta enfermedad no es de muerte.
Jn 2, 11: Este fue el primero de los signos
que realizó en Caná de Galilea, así manifestó su gloria y sus discípulos
creyeron en él.
Jn 1, 14: Y el Verbo se hizo carne y habitó
entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del
Padre, lleno de gracia y de verdad.
Jn 10,34: Jesús les replicó: “¿No está
escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses?”.
Rabí, hace poco los judíos querían
apedrearte.
Jn 8, 59: Entonces cogieron piedras para
tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Jn 10, 31: Los judíos agarraron de nuevo
piedras para apedrearlo.
Porque ve la luz de este mundo.
Jn 8, 12: Yo soy la luz del mundo, el que me sigue
no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Nuestro amigo Lázaro duerme.
Jn 2, 19: Jesús contestó: “Destruid este
templo y en tres días lo levantaré”.
Señor, si duerme, ya se curará.
Mt 9, 24: ¡Retiraos! La niña no está muerta,
está dormida.
Me alegro por vosotros.
Jn 2, 11: Este fue el primero de los signos
que Jesús realizó en Caná de Galilea; así se manifestó su gloria y sus
discípulos creyeron en él.
Entonces Tomás.
Jn 14, 5: Tomás le dice: “Señor, no sabemos adónde
vas, ¿cómo podemos saber el camino?
Jn 20, 28: Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios
mío!”
Vayamos a morir por él.
Mc 10, 32: Estaban subiendo por el camino
hacia Jerusalén y Jesús iba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los
que lo seguían tenían miedo.
Muchos judíos habían venido a casa de Marta.
Jn 11, 45: Y muchos judíos que habían venido
a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús creyeron en él.
Jn 12, 9-11: Una muchedumbre de judíos se
enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a
Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes
decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban
y creían en Jesús.
Jn 12, 17-18: Entre la gente que daba testimonio
se encontraban los que habían estado con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro
y lo resucitó de entre l os muertos. Por esto, también le salió al encuentro la
muchedumbre porque habían oído que él había hecho este signo.
Le salió a su encuentro.
Lc 10, 39: Esta tenía una hermana llamada
María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Señor, si hubieras estado aquí.
Jn 9, 31-33: Sabemos que Dios no escucha a
los pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir
que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si este no viniera de
Dios, no tendría ningú poder.
Ya sé que resucitará.
Jn 2, 19: Jesús contestó: “Destruid este
templo, y en tres días lo levantaré”.
Yo soy la resurrección.
Jn 6, 35: Jesús contestó: “Yo soy el pan de
vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed
jamás”.
Mt 22, 32: No es un Dios de muertos, sino de
vivos.
Aunque muera vivirá.
Jn 5, 24: En verdad, en verdad os digo: quien
escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en
juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
1 Jn 3, 14: Nosotros sabemos que hemos pasado
de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en
la muerte.
Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo
de Dios.
Jn 10, 34: ¿No está escrito en vuestra ley: “Yo
os digo: sois dioses”?
Jn 1, 9-10: El Verbo era la luz verdadera,
que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. / En el mundo estaba; / el mundo
se hizo por medio de él, / y el mundo no la conoció.
Jesús se conmovió entre lágrimas.
Jn 13,
21: Diciendo esto, Jesús se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: “En
verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar”.
Hb 5, 7: Cristo, en los días de su vida
mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía
salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial.
Este, que abrió los ojos a un ciego.
Jn 9, 10: Y le preguntaban: “¿Y cómo se te han
abierto los ojos?”.
Jn 9, 14: Era sábado el día que Jesús hizo
barro y le abrió los ojos.
Jn 9, 17: Y volvieron a preguntarle al ciego:
“Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”. Él contestó: “Que es un
profeta”.
Jn 9, 21: Pero cómo ve ahora, no lo sabemos;
y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él,
que es mayor y puede explicarse.
Jn 9, 26: Le preguntan de nuevo: “¿Qué te
hizo?, ¿cómo te abrió los ojos?”.
Jn 9, 30: Replicó él: “Pues eso es lo raro:
que vosotros no sabéis de donde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos”.
Jn 9, 32: Jamás se oyó decir que nadie le
abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si este no viniera de Dios, no
tendría ningún poder.
Jn 10, 21: Otros decían: “Estas no son
palabras de un endemoniado; ¿Cómo puede un demonio abrir los ojos a los ciegos?”.
¿No te he dicho que, si crees, verás la
gloria de Dios?
Jn 1, 14: Y el Verbo se hizo carne y habitó
entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
Jn 2, 11: Este fue el primero de los signos
que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos
creyeron en él.
Jesús levantó los ojos:
Jn 17, 1: Así habló Jesús y, levantado los
ojos al cielo, dijo: “Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que
tu Hijo te glorifique a ti”.
Mt 14, 19: Mandó a la gente que se recostara
en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo,
pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los
discípulos se lo dieron a la gente.
Bien sé que tú siempre me escuchas.
Jn 9, 31: Sabemos que Dios no escucha a los
pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad.
Por estos que me rodean.
Jn 12, 30: Jesús tomó la palabra y dijo: “Esta
voz no ha venido por mí, sino por vosotros”.
Crean que tú me has enviado.
Jn 1, 1: En el principio existía el Verbo, y
el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Gritó con fuerte voz.
Jn 5, 27-29: Y ha dado potestad de juzgar,
porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda esto, porque viene la hora en que
los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán
a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de
juicio.
Is 49, 9: Para decir a los cautivos: “Salid”,
/ a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”. / Aun por los caminos
pastarán, / tendrán praderas en todas las dunas.
¡Lázaro, sal afuera!
Jn 5, 34: No es que yo dependa del testimonio
de un hombre; si digo esto es para que os salvéis.
Jn 19, 40: Tomaron el cuerpo de Jesús y lo
envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre
los judíos.
Jn 20, 5: E inclinándose, vio los lienzos tendidos,
pero no entró.
Notas exegéticas Biblia
de Jerusalén[7].
11 1 (a) Este nombre abreviado de Eleazar (“Dios
ayuda”) parece haber estado bastante extendido en el s. I. Se encuentra también
en la parábola de Lc 16, 19-31, donde se trata de un pobre recompensado tras su
muerte.
11 1 (b) Estas dos hermanas, que volverán a
aparecer en ocasión de un banquete dado a Jesús, 12, 1ss, son probablemente las
mismas de las que habla Lc en 10, 38-42. En los dos relatos, Marta es el ama de
casa que cuida del servicio del banquete, Jn 12, 2; Lc 10, 40, mientras que
María se sienta a los pies de Jesús, Jn 11, 20; 12, 3; Lc 10, 39. Se advierte
una tensión interna en el relato de Juan: en los vv. 1 y sobre todo 45, María
parece el personaje principal. Pero a lo largo del relato y especialmente en el
v. 32 María no hace más que repetir las palabras pronunciadas por Marta en el
v. 21.
11 2 Con toda probabilidad, no se trata de la
pecadora de Lc 7, 37.
11 4 Expresión de doble sentido: Jesús será
glorificado por el milagro mismo, ver 1, 14; pero este milagro traerá 11, 46-54,
su propia muerte, que será también su glorificación 12, 32.
11 9 (a) Se trata de la jornada laboral, que
se extendía desde la salida a la puesta del sol. Jesús debe seguir con la
realización de la misión hasta el término fijado por el Padre, hasta la hora de
la noche o de las tinieblas (7, 8.33; 13, 30; 17, 1; Lc 22, 53).
11 9 (b) Jesús proporciona a los humanos la
luz que les permitirá caminar con seguridad (8, 12; 9, 14; 12, 46). El
verdadero peligro no está donde creen los discípulos, sino en no percibir la
luz que ilumina ahora o en imperir que Jesús cumpla con su obra buena hasta el
final.
11 11 “Dormir” es un eufemismo para hablar de
la muerte, tanto en griego como en hebreo. Al hablar de sueño cuando Lázaro
está muerto, Jn subraya un malentendido, y al mismo tiempo sugiere que Jesús
proporciona una nueva comprensión de la muerte (ver Mt 9, 24; Mc 5, 39; Lc 8,
52).
11 15 La muerte de Lázaro es la ocasión del
milagro, que fortalecerá la fe de ellos.
11 16. Lit. “condiscípulos”. El texto usa
aquí la palabra griega symmazetai, en vez de la habitual mazetai, “discípulos”.
Es el único caso en toda la Biblia.
11 18 Unos 3 km.
11 22 Marta confía en Jesús, pero se detiene,
como en el umbral de una oración imposible.
11 24 La esperanza en la resurrección
escatológica se había desarrollado en ambientes influenciados por el fariseísmo.
11 25 (b) En los vv. 23-25 Juan utiliza un
procedimiento literario clásico en él, 2, 19, para dar una enseñanza sobre la
resurrección. Marta entiende el verbo (v. 23) en el sentido de la escatología
judía heredada de Daniel 12, 2: a su muerte, el hombre baja al seol, Nm 16, 33,
como una sombra privada de vida, pero resucitará en el último día. Jesús
rectifica esta idea en el sentido de una escatología ya realizada: él mismo es la
resurrección v. 25. El que cree en él no morirá jamás, v. 26; ver 8,51, ha pasado
ya de la muerte a la vida, 5, 24; 1 Jn 3, 14, ha resucitado ya en Cristo
gracias a la vida nueva en él, Rm 6, 6-11; Col 2, 12-13; 3,1. La muerte tal
como la concebía Daniel ha sido abolida. Esta visión nueva supone una distinción
entre el alma que no muere, y el cuerpo, que se corrompe en la tierra.
11 25 (c) En los vv. 25-26 tenemos una nueva
utilización de la fórmula “yo soy” para introducir una definición de Cristo, 6,
34. Pero aquí la respuesta de Cristo parece más compleja (confrontar con 8, 12
por ejemplo), con una repetición redaccional constituida por la expresión “cree
en mí”. El texto primitivo debía de decir simplemente: “El que cree en mí () no
morirá jamás”. La experiencia humana parece contradecir esta afirmación, de ahí
la glosa.
11 27 Como para Natanael, 1 49, la expresión “Hijo
de Dios” solo es para Marçrta un simple título mesiánico (ver también Mc 15, 29
y Mt 4, 3). El evangelista le da un sentido más profundo (ver 10, 34).
11 33 Lit. “en espíritu” (to pneúmati). La
expresión puede denotar cólera ante los lamentos de incredulidad o de falta de
esperanza, o quizá también la emoción ante la tristeza.
11 34 El evangelio emplea dos verbos
diferentes: klaíein, “lamentarse”, referido a María y a los judíos 11, 3133, y dakryein
“derramar lágrimas” (el único empleo en el NT) referido aquí a Jesús. Algunos
ven en esto una alusión a la agonía de Jesús, ver Hb 5, 7.
11 39 Para rezar, los judíos se volvían
generalmente hacia el templo de Jerusalén; el hecho de levantar los ojos al cielo
llegó a ser bastante típico en la tradición litúrgica cristiana (17, 1; Mc 6, 41;
Lc 18, 13; Hch 7, 55).
11 42 Dada la constante comunión entre el
Padre y el Hijo, Jesús es en todo momento escuchado por Dios. En él se realiza
ya lo que anuncia a los suyos como posibilidad escatológica (ver 14, 3; 15,
7.16; 16, 23-44; 1 Jn 3, 21-22; 5, 14-15). Esta oración muestra que la resurrección
de Lázaro permite descubrir la relación filial de Jesús con Dios.
11 44 Es inútil quizá preguntarse si era
costumbre judía atar las manos y los pies de los muertos al sepultarlos. Juan
quiere indicar que Lázaro ha sido librado de los lazos de la muerte:¡desatadlo!,
Sal 116, 3; ver Sal 18, 6; Hch 2, 24
Notas exegéticas Nuevo
Testamento, versión crítica[8]:
11 Este capítulo y el siguiente tienen sabor
de muerte y de gloria. Pertenecen a la revelación de Jesús al mundo (1ª parte
de Jn) y, a la vez, a su revelación a la Iglesia (2ª parte de Jn).
1 Betania (cf. Mc 11,1 s.) distaba de
Jerusalén “unos quince estadios” (v. 18), unos tres kilómetros. Lc habla de
esta familia de Betania (10, 38-42), aunque no nombra a Lázaro (sobre el
significado de este nombre, cf. Lc 16, 19s). Para Marta: cf. Lc 10, 38-42.
2 Fue: lit. era.
Le enjugó los pies de él): en tiempo pasado,
aunque se refiere a lo narrado en 12, 3; aquello había sucedido ya cuando esto
se escribía, y era conocido por los lectores de Jn.
3 Tu amigo: lit. al que quieres con afecto de
amistad (verbo griego phileîn, como en el v. 36). San Agustín explica la
brevedad del aviso: “Basta que lo sepas, pues no sabes amar y desamparar a un
amigo”. Pero Jn corrige en el v. 5: “Jesús amaba con amor de caridad” (verbo agapân),
que tiene exigencias superiores a lo que puede pedir una mera amistad.
4 Hay dos niveles – natural y sobrenatural – en
el significado de las palabras: los apóstoles las entienden en un nivel “terreno”,
y Jesús tiene que explicarles el “otro” nivel en un segundo momento (v. 14).
Ocurre lo mismo respecto al “sueño”, en los vs. 11-12.
6 Se quedó dos días: el motivo de la demora
se insinúa en los vs. 4 y 15.
7 Solo después de esto: posiblemente equivale
a “solo después de ya pasados aquellos dos días”.
9 Doce horas: desde la salida del sol hasta
la puesta del sol.
La luz de este mundo, en sentido real y
físico, es el sol. En sentido figurado es Jesús.
10 No tiene luz: lit. la luz no está en él.
El peligro mayor para los discípulos no era el ser apedreados si volvía a
Judea, sino el de pasarse a la oscuridad.
13 Sueño real (no metafórico o analógico) es,
lit., la dormición del sueño, la dormición que es, o que consiste en, el sueño.
16 Dídimo: mellizo.
20 Para decir “quedarse en casa”, el texto
griego utiliza el semitismo “estar sentado en (la) casa”.
24 La resurrección en el último día: la fe
pequeña de Marta no quiere sobresaltos, prefiere asegurarse, y se queda con lo
menos que puede significar las palabras de Jesús.
25-26 El centro del relato lo constituye la
revelación que Jesús hace sí mismo: “Yo soy…” (cfr. 4, 25; 6, 35): no sólo poseo
la vida (cfr. 1,4), Yo soy la vida; no sólo resucitaré a otros en el último
día. Yo soy la resurrección. La vida sobrenatural, que Jesús concede ya ahora a
quienes creen en él, contiene en germen la resurrección final. “Vivir”, “morir”,
pertenecen a dos lenguajes distintos, según se trate de un creyente o de un
incrédulo. El que… cree en mí, de ningún modo morirá (negación enfática),
porque está “adherido” a quien es la Vida misma (en griego: dsôé), a quien es
mucho más que la simple existencia (en griego: bíos).
27 Creo…: lit. en tiempo gramatical de
perfecto: yo sigo estando ahora en la posesión de esta certeza… (cf. 6, 69).
33 Lanzó un suspiro profundo: el verbo
griego, el mismo de Mc 1, 43, es casi rugir o gruñir(como diría fray Luis de
León hablando de la palabra hebrea Yhwh: “Un sonido rudo y desatado y que no
hace figura… una voz tosca y, como si dijésemos, sin rostro y sin facciones ni
miembros”). Podría traducirse se enojó; ¿por falta de fe? (y, ¿en quién la
falta de fe?); o ¿por verse obligado a hacer un milagro, que iba a ser ocasión
de que algunos se cerraran aún más a la luz: cf. vs. 46 ss? El giro griego – “enojarse
en (el) espíritu”, o “enojarse en sí mismo” (v. 38) – encubre un semitismo que
la traducción entiende como suspirar profundamente.
35 El realismo de la encarnación (el Hijo de
Dios se ha hecho verdadero hombre, capaz de todos los sentimientos humanos que
no implican imperfección moral) deja en el misterio la unión de los atributos
divinos con el funcionamiento de la psicología humana de Jesús. Las lágrimas-
el verbo griego no es klaiô, que puede indicar un llorar descontrolado, sino dakyô,
la traducción literal sería: Jesús lagrimó – no suponen, por sí mismo,
debilidad moral. Dice santa Teresa: “Hay penas y penas; porque algunas penas
hay producidas de presto por la naturaleza… y aun de apiadarse de los prójimos,
como hizo nuestro señor cuando resucitó a Lázaro, y no quitan estas el estar
unidas con la voluntad de Dios, ni tampoco turban en ánima con una pasión inquieta
y desasosegada”. Y en otro pasaje piensa en otro motivo de las lágrimas de
Jesús: “¡Oh cristianos verdaderos! Ayudad a llorar a vuestro Dios, que no es
por sólo Lázaro aquellas piadosas lágrimas, sino por los que habían de querer
resucitar aunque Su Majestad los diese voces”.
36 Lo quería con amor de amistad.
38 Encima: o ¿tal vez “contra lo que estaba
puesta una losa? En este caso sería una piedra que tapaba la entrada de una
gruta en la pared vertical, no de una losa en el suelo.
44 La palabra pañuelo es en griego (soudarion)
un latinismo (sudarium).
45-46 Creyeron: empezaron a creer, dieron el
paso de la fe (pero cf. 8, 30). De nuevo, la ambivalencia de los milagros: el
que quiere creer, tiene en ellos una confirmación; el que quiere cerrarse a la
revelación, con ellos se endurece más.
Notas exegéticas desde
la Biblia Didajé[9]:
11, 1-44 En la resurrección de Lázaro, Cristo
no solo mostró que tiene poder para devolver la vida a los muertos, sino que él
mismo es la resurrección y la vida. Este dramático suceso es una señal de su
futura resurrección y de la resurrección general que tendrá lugar al final de
los tiempos, cuando Cristo devuelva la vida a aquellos que hayan muerto en la fe
y les guíe hacia la vida eterna; y a los condenados al castigo eterno. Cat. 994
y 1001.
11,5 Cristo tenía una relación de amistad
especialmente estrecha con Lázaro, Marta y María. María era la que ungió al
Señor: esto se refiere a un incidente que se relata en el capítulo siguiente
(Jn 12, 1-8). Lázaro solo aparece aquí en los evangelios, en el marco de este
signo culminante que anuncia la resurrección (Cat 1939 y 2347). La resurrección
de Lázaro prefigura su propia resurrección de entre los muertos (Cat 640).
16, 16 Betania está solamente a tres
kilómetros de Jerusalén, así que el trayecto a casa de Lázaro conllevaba volver
a entrar en Judea, donde los líderes judíos ya estaban planeando la captura de
Cristo. Tomás mostró valor al querer acompañar a Cristo, pero no lo conservaría
después de que Cristo fuera traicionado. Cat 2473.
11, 21s Aunque la fe y la esperanza de Marta
en Cristo y en su poder de curar a Lázaro eran evidentes, por la conversación
no parece que ella considerara posible (dentro de este todo lo que pidas) la
resurrección de Lázaro. Cat 1817-1818.
11, 24 La mayoría de los judíos del siglo primero,
incluidos los fariseos, creían en la resurrección de los muertos. Los saduceos
eran una secta judía que, por el contrario, no creían en esto. Cat. 993.
11, 25 Esta es, en esencia, una afirmación de
la divinidad de Cristo. Nuestra esperanza en la resurrección y en la vida
eterna depende por completo de la resurrección y redención de Cristo. A través
de su muerte y resurrección todos nosotros resucitaremos de entre los muertos y
gozaremos de la vida eterna. Cat. 994.
11, 35 Al ser un perfecto hombre, Criso
sentía gran dolor ante la muerte de un ser querido. A pesar de que sabía que
Lázaro resucitaría pronto de entre los muertos, sintió una fuerte empatía
humana por el sufrimiento de Lázaro y se identificó con el dolor de su familia
y amigos. Cat. 472 y 531.
11, 39 Para los judíos del siglo primero, la
putrefacción del cuerpo comenzaba a los cuatro días de haber muerto. La
resurrección de Cristo tuvo lugar al tercer día en parte para cumplir la
profecía de que su cuerpo no experimentaría la corrupción de la muerte (Sal 16,
9-10). Cat. 472 y 627.
11, 41 Cristo da gracias al Padre aun antes
de que se le conceda lo que pide, mostrando así la confianza filial que debe
guiar toda súplica. Dios Padre, en su amor, siempre otorgará lo mejor a
aquellos que son dóciles a su voluntad. Cat. 2604.
11, 43 Se trata de una señal de la
resurrección del último día, cuando Cristo llame a cada uno de los muertos que
resucitarán al oír su voz. El lenguaje que utilizó al resucitar a Lázaro se
parece al lenguaje que se utiliza en los exorcismos, y muestra la autoridad
absoluta de Cristo sobre la muerte. Cat. 1001.
11, 44 La resurrección de Lázaro es
cualitativamente diferente de la resurrección del último día o de la propia
resurrección de Cristo. Lázaro fue devuelto a la vida que tenía antes de su
muerte, y por tanto, experimentaría la muerte física una vez más. La
resurrección de los muertos el día del Juicio Final no es una continuación de
la vida terrenal, sino una reincorporación de las almas justas a su cuerpo físico
en un estado glorificado mientras acceden a la vida eterna. El Cuerpo de Cristo
glorificado después de su resurrección nos da una idea de cómo será nuestro
estado glorificado en el cielo. Cat. 640 y 646.
Juan de Ávila. Viernes de la IV semana de Cuaresma. Antes de
1544.
¿Ansí os estáis quedo en tiempo que os han
menester, en tiempo de trabajos y enfermedades, cuando tanta necesidad tienen
de vuestra ayuda y consuelo? ¿No os (ha) acontecido esto, estar en algún
trabajo y llamar a Jesucristo, y no venir tan presto y en lugar de quitarseos aquel
trabajo, añadírseos otro? Cuando llamáis a cristo y estáse quedo, y vos con
vuestros trabajos, estáse Cristo dos días y aún diez; (…) si el Señor se tardare
tres años, no desmayes, verná, verná cierto, que no tardará a su tiempo. ¿Estas
fatigado, tienes trabajo, tienes tentaciones? Espera, que Él verná. Dañarte hía
si agora viniese y te sanase. Como a Lázaro, para más bien tuyo y honra suya,
te dejaría agora padecer hasta que de toda parte esté perdida la esperanza de
remedio. Para lo que tú padeces, no quiere venir el señor hasta que lo hayas
todo probado y experimentado: tus dineros, tus amigos, tus fuerzas, saber e
industria, y verás claramente que todo sin Dios no vale para socorrerte y librarte.
No quiere el Señor venir ni curarte; y mientras tu miseria fuere mayor y
creciere tu necesidad y Él te remediare, más poderosamente conocerás la
misericordia que te hace y Él será más alabado y honrado en ti.
Cuando el Señor quiere hacer que salgas del
pecado – porque Él quiere que lo dejes libremente – sales libre y de tu
voluntad, y esto todo sabe hacer y quiere Nuestro Señor. Esta es la gracia que
a ninguno se da que la desecha, y a ninguno da Dios esta dádiva y merced que no
se aproveche de ella. Quita la piedra, dice Dios. Entonces, cuando antes buscando
a Dios como Él a ti, ámale, sírvele, como quiere y manda que le sirvas. Darte
ha la voz grande que dice: ¡Lázaro, sal fuera! Salió resucitado. Saldrás tu
resucitado con nueva vida de gracia.
Comentarios patrísticos[10]:
Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de
Juan, 62, 3.
Mira como conoce sus pensamientos. No
pretendía solo resucitar a Lázaro, sino también que ella y quienes la
acompañaran tuvieran conocimiento de la resurrección. Este es el motivo por el
que, antes de que sucediera, le instruye con sus palabras.
Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de
Juan, 7.35.
Los judíos pensaban que Jesús lloró por la
muerte de Lázaro. Sin embargo Él llora, movido a compasión, por toda la
naturaleza humana y no sólo por la muerte de Lázaro, pues pensaba en el tiempo
en que toda la humanidad permaneció sometida a la muerte y había caído
justamente bajo esa pena.
Orígenes. Comentario al Ev. de Juan, 28, 54.
También ahora, sin darnos cuenta, existen
Lázaros que después de haber sido amigos de Jesús enferman, mueren y yacen,
muertos entre los muertos, en el sepulcro y en la región de los muertos.
También estos son restituidos a la vida mediante la oración de Jesús y son
invitados por su voz a salir fuera del sepulcro. El que confía (en Jesús) sale
fuera llevando las ataduras de los antiguos pecados que le hicieron merecedor
de la muerte, y todavía con la vista nublada, no puede ver ni caminar por culpa
de las ataduras de la mortalidad, hasta que Jesús nos mande, a quienes son
capaces, soltarlo y dejarlo caminar.
Pedro Crisólogo. Sermones, 65, 9.
Orad, hermanos, para que los que hemos probado
el sabor de la resurrección, que nos ha brindado Lázaro, en el retorno de
Cristo, merezcamos ser llamados a la saciedad completa de la resurrección
universal.
[1] Biblia Didaje con comentarios
del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016. Textos copiados de
www.vatican.va
[2] Biblia de Jerusalén. DDB.
Bilbao. 2019.
[3] Ib.
[4] Biblia de Jerusalén. DDB.
Bilbao. 2019.
[5] Biblia de Jerusalén.
DDB. Bilbao. 2019.
[6] Indicaciones Biblia de Jerusalén.
DDB. Bilbao. 2019. Texto Sagrada Biblia,
versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
[7] Biblia de Jerusalén. DDB.
Bilbao. 2019.
[8] Iglesias González, M. Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego. BAC. Madrid.
2017.
[9] Biblia Didaje con comentarios
del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016. Pueden encontrarse
en www.vatican.va (grandes textos: Catecismo de la Iglesia
Católica).
[10] Merino Rodríguez, M. La Biblia
comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento 1ª. Evangelio según
san Mateo (1-13) . Ciudad Nueva. Madrid. 2004.