martes, 30 de marzo de 2021

Domingo de Pascua. 4 de abril de 2020. Incluye Hora Santa, Vía Crucis, 7 Palabras y las Llagas de Cristo.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a.37-43.

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

-Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y  bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben por su nombre, el perdón de los pecados.

 

Textos paralelos.

 Pedro tomó entonces la palabra.

Hch 2, 22: Israelitas, escuchad mis palabras. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien sabéis.

Dt 10, 17: Que el Señor, vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores; Dios grande, fuerte y terrible, no es parcial ni acepta soborno.

Ga 2, 6: En cuanto a los “respetables” – hasta qué punto lo eran no me importa, pues Dios no es parcial con los hombres – esos respetables no me impusieron nada.

Rm 2, 11: Que Dios no es parcial.

1 P 1, 17: Y si llamáis Padre al que juzga imparcialmente las acciones de cada uno, proceded con cautela durante vuestra permanencia en la tierra.

Rm 10, 12: Y no hay diferencia entre judíos y griegos; pues es lo mismo el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan.

Vosotros sabéis lo que sucedió en toda Judea.

Lc 4, 44: Y predicaba en las sinagogas de Judea.

Ungido con el Espíritu Santo.

Is 61, 1: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar una buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad.

Mt 3, 16: Jesús se bautizó, salió del agua y al punto se abrió el cielo y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él.

Hch 1, 8: Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.

Hch 4, 27: De hecho, en esta ciudad, se aliaron contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido, Herodes y Poncio Pilato con paganos y gente de Israel.

Curando a los oprimidos por el diablo.

Hch 2, 22: Israelitas, escuchad mis palabras. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien sabéis.

Mt 4, 1: Entonces Jesús, movido por el Espíritu, se retiró al desierto para ser puesto a prueba por el diablo.

Mt 8, 29: De pronto se pusieron a gritar: “¡Hijo de Dios! ¿qué tienes con nosotros? ¿Has venido antes de tiempo a atormentarnos?

Nosotros somos testigos.

Hch 1, 8: Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.

Hch 1, 22: Desde el bautismo de Juan hasta que nos fue arrebatado, uno tiene que ser con nosotros testigo de su resurrección.

No a todo el pueblo, sino a los testigos.

Hch 1, 3-4: Se les había presentado vivo, después de padecer, durante cuarenta días, con muchas pruebas, mostrándose y hablando del reinado de Dios. Estando comiendo con ellos, les encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran lo prometido por el Padre, lo que me habéis escuchado.

Hch 13, 31: Y se apareció durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén. Ellos son hoy sus testigos ante el pueblo.

Jn 14, 22: Le dice a Judas (no el Iscariote): “¿Qué pasa que te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?”.

Bebimos con él después que resucitó.

Lc 24, 41-43: Y, como no acababan de creer, de puro gozo y asombro, les dijo: “¿Tenéis aquí algo de comer?”. Le ofrecieron un trozo de pescado asado. Lo tomó y lo comió en su presencia.

Dios juez de vivos y muertos.

Hch 2, 36: Por tanto, que toda la Casa de Israel reconozca que a este Jesús que habéis crucificado, Dios lo ha nombrado Señor y Mesías.

Quien crea en él alcanzará.

Hch 2, 38: Pedro les contestó: “Arrepentíos, bautizaos cada uno invocando el nombre de Jesucristo, para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Hch 3, 16: Porque ha creído en su nombre, este que conocéis y estáis viendo ha recibido de ese nombre vigor, y la fe obtenida de él le ha dado salud completa en presencia de todos vosotros.

 

Notas exegéticas.

10 37 (a) Los vv. 37-42 forman un resumen de la historia evangélica que subraya los puntos que el mismo Lucas pone de relieve en su evangelio.

30 37 (b) Var.: “el comienzo”.

10 38 Ver Lc 4, 18-21 (citando a Is 61, 1), que sugiere que la bajada del Espíritu sobre Jesús con ocasión de su bautismo fue una unción. Este mismo Espíritu va a descender sobre los incircuncisos creyentes que escuchan a Pedro.

10 40 “lo resucitó al tercer día”: la fórmula clásica de la predicación y de la fe cristianas. Aparece ya en el Credo embrionario de 1 Co 15, 4, con esta precisión: “según las escrituras”. La fórmula es eco de Jon 2, 1.

10 41 (a) Separado así del grupo de testigos privilegiados, al pueblo judío solo le queda, en cierto sentido, una prerrogativa: ser el primer destinatario de un mensaje que Pedro anuncia también en este momento a las naciones paganas.

10 41 (b) Adicción texto occidental: “y vivimos familiarmente en su compañía cuarenta días después de su resurrección de entre los muertos”.

10 42 (a) El “Pueblo” por excelencia es el pueblo de Israel.

10 42 (b) Los “vivos”: los que en el momento de la parusía estarán vivos, los “muertos”: los que, muertos ya, resucitarán entonces para el juicio. Dios, resucitando a Jesús, le ha constituido en la dignidad de Juez soberano; así pues, la proclamación de la Resurrección es a la vez para los hombres una invitación al arrepentimiento.

10 43 (a) Único recurso explícito, en este discurso, a un aspecto fundamental de la predicación apostólica: el cumplimiento de las profecías. El autor piensa en los textos proféticos relativos a la fe y al perdón de los pecados.

10 43 (b) Esta afirmación completa la que abría el discurso y anuncia la que dará fin a todo el ·ciclo” de Cornelio. Es Jesús muerto y resucitado, Señor de todos, la salvación será ofrecida a cualquiera que crea, judío o pagano. Solo la fe purifica verdaderamente los corazones.

 

Comentario.

-Discurso de Pedro:

Dentro de la narración de la conversión de Cornelio en Cesarea.

Se abre la alianza de salvación a los no judíos:

Decisión tan desconcertante que Pedro no acepta en un primer momento:

Conversión petrina:

Abandonar convicciones tradicionales y profundamente ancladas en la religión judía: reglas de pureza.

Predicar la noticia de Jesús a un pagano.

Asumida pronuncia una predicación ante Cornelio, familiares y amigos, para presentar el mensaje al mundo pagano.

La salvación:

No solo para el pueblo elegido:

Fundamento:

Ministerio de Jesús.

-Contraste: muerte violenta de Jesús / resurrección efectuada por Dios.

-Universalidad de Dios:

Todos los que creen en él reciben el perdón de los pecados.

 

Salmo responsorial

Salmo 118 (117), 1-2.16-17.22-23

 

Este es el día que hizo el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia. R/.

 

“La diestra del Señor es poderosa,

la diestra del Señor es excelsa”.

No he de morir, viviré

para contar las hazañas del Señor. R/.

 

La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente. R/.

 

Textos paralelos.

Dad gracias a Yahvé, porque es bueno.

Sal 100, 5: El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad de edad en edad.

Sal 136, 1: Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel.

Sal 115, 9-11: Israel, confía en el Señor; él es su auxilio y escudo. Casa de Aarón, confía en el Señor: él es su auxilio y escudo. Fieles del Señor, confiad en el Señor: Él es su auxilio y escudo.

Sal 135, 19-20: Casa de Israel, bendice al Señor, casa de Aarón, bendice al Señor, casa de Leví, bendice al Señor, fieles del Señor, bendecid al Señor.

No he de morir, viviré.

Sal 115, 17-18: Los muertos ya no alaban al Señor ni los que bajan al silencio. Pero nosotros bendeciremos al Señor ahora y por siempre. Aleluya.

Me castigó, me castigó Yahvé.

Is 38, 19: Los vivos, los vivos son quienes te dan gracias: como yo ahora. El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.

La piedra que desecharon los albañiles.

Is 28, 16: El Señor dice así: Mirad, yo coloco en Sión una piedra probada, angular, preciosa, de cimento: “quien se apoya no vacila”.

Za 3, 9: Mirad la piedra que presento a Josué: es una y lleva siete ojos. Tiene una inscripción: “En un día removeré la culpa de esta tierra” – oráculo del Señor de los ejércitos.

Za 4, 7: ¿Quién eres tú, montaña señera? Ante Zorobabel serás allanada. Él sacará la piedra que remate entre exclamaciones: “¡Qué bella, qué bella!”.

Hch 4, 11: Por tanto, esforcémonos por entrar en aquel descanso, para que ninguno caiga según el ejemplo de aquella rebeldía.

1 Co 3, 11: Nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, que es Jesús Mesías.

 

Notas exegéticas.

118 Este canto cierra el Hallel. Un invitatorio precede al himno de acción de gracias puesto en labios de la comunidad personificada, completando con la serie de responsorios recitados por diversos grupos cuando la procesión entraba en el templo. El conjunto se utilizó quizá para la fiesta descrita en Ne 8, 13-18.

118 2 “la casa”, ver v. 3, omitido por códice hebreo.

118 23 El Templo ha sido reconstruido, ver Ag 1, 9. La “piedra angular” (o “clave de bóveda”) que puede convertirse en “piedra de escándalo”, es un tema mesiánico y designará a Cristo.

 

Tres lecturas.

Con Israel:  Este salmo fue utilizado por primera vez el año 444 Antes de Jesucristo, en la fiesta de los Tabernáculos (Nehemías 8,13-18). Hace parte del ritual actual de esta fiesta. La fiesta de los Tabernáculos era la más popular: el "patio de las mujeres" en la explanada del Templo, permanecía iluminado toda la noche... Procesionalmente se iba a buscar el "agua viva" a la piscina de Siloé... Y durante siete días consecutivos, se vivía en chozas de ramaje en recuerdo de los años de la larga peregrinación liberadora en el desierto... En el Templo la alegría se expresaba mediante una "danza" alrededor del altar: en una mano se agitaba un ramo verde; la otra se apoyaba en el hombro del vecino, en una especie de ronda... se giraba alrededor del altar balanceándose rítmicamente y cantando "¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor!"

Con Jesús: Según testimonio de los tres evangelistas sinópticos, Jesús se aplicó explícitamente este salmo (Mateo 21,42; Marcos 12,10; Lucas 20,17), para concluir la parábola de los "viñadores homicidas": "la piedra que desecharon los constructores, se convirtió en la ¡piedra angular!".

Con nuestro tiempo:  Sí, Pascua es el "día que el Señor ha hecho". He ahí la ¡obra de Dios! Vanamente buscaríamos en el pasado la victoria o el acontecimiento histórico de Israel, en honor de los cuales se compuso esta exultante "Eucaristía", acción de gracias. Es evidente que el salmista no conoció a Jesús de Nazaret, su muerte o su Resurrección; pero esperaba ¡al Mesías, al Rey, al ungido, al Christos. Recitando este salmo con Jesús, el día de Pascua, cantamos la victoria de Dios sobre el mal. ¡Alegrémonos por este día de fiesta! ¡Jesús cantó su propia Resurrección, esa tarde!

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4.

Hermanos:

Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

 

Textos paralelos.

 Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba.

Ef 2, 6: Con Cristo Jesús nos resucitó y nos sentó en el cielo, para que se revele a los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia y la bondad con que nos trató por medio de Cristo Jesús.

Flp 3, 20: Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos recibir al Señor Jesucristo.

Hch 2, 33: Exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo.

Sal 110, 1: Oráculo del Señor a mí señor: “Siéntate a mi derecha y haré que haga de tus enemigos escabel de tus pies”.

Cuando aparezca Cristo, vida vuestra.

Col 2, 12: Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.

1 Jn 3, 2: Queridos, ya somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Nos consta que, cuando aparezca, seremos semejantes a él y lo veremos como él es.

Rm 8, 19: La humanidad aguarda expectante a que se revelen los hijos de Dios.

Col 1, 27: A los cuales quiso Dios dar a conocer la espléndida riqueza que significa ese secreto para los paganos: Cristo para vosotros, esperanza de gloria.

 

Notas exegéticas.

3 1 Es decir, la nueva vida revelada en Jesucristo, por oposición al mundo antiguo (“las de la tierra”, v. 2). Pero no se trata de un menosprecio de las realidades terrestres.

3 4 (a) Var. “nuestra”.

3 4 (b) El cristiano, u9nido a Cristo por el bautismo participa ya realmente de su vida celestial, pero esta vida es espiritual y oculta, y no llegará a ser manifiesta y gloriosa sino en la Parusía.

 

Comentario.

-Comunidad cristiana de Colosas:

Evangelizada por los colaboradores de Pablo.

Situada en las cercanías de Éfeso.

Tienen que anunciar a Cristo, muerto y resucitado, confrontando la nueva fe con las potencias celestes a las que muchos siguen adorando.

Tentación: doctrinas extrañas.

Centrar la verdadera fe en la resurrección de Cristo.

-Los que están vivos:

Participan del triunfo del Señor Jesús.

Ya han resucitado.

Buscar los bienes de arriba / vivir como los demás ciudadanos.

Moverse por otros criterios.

Muertos al pecado, a la vida pagana y sus consecuencias.

Vivir como discípulos del crucificado y testigos del resucitado.

-Resurrección:

No es solo una verdad de fe a meditar y contemplar.

Es un nuevo inicio de vida que alcanza los rincones más recónditos.

Fijar la mirada en Cristo y aspirar a vivir conforme a Él.

-Cristo volverá:

Llamados a participar de la gloria de Cristo.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:

-Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino de sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

 

Textos paralelos.

 

Mt 28, 1-8

Mc 16, 1-8

Lc 24, 1-11

Jn 20, 1-9

Pasado el sábado, al despuntar el alba del primer día de la semana,

 

fue María Magdalena con la otra María a examinar el sepulcro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 








Sobrevino un fuerte temblor.

 

 

 

 

 

 







Pues un ángel del Señor, bajando del cielo, llegó e hizo rodar la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los de la guardia se echaron a temblar de miedo y quedaron como muertos.

 

El ángel dijo a las mujeres.

 

 

-Vosotras no temáis. Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí: ha resucitado como lo había dicho. Acercaos a ver el lugar donde yacía. Después id corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá delante a Galilea; allí lo veréis. Este es mi mensaje.

 

Se alejaron aprisa del sepulcro, llenas de miedo y gozo, y corrieron

 

 

 

 

 

 





























































 

a darles la noticia a los discípulos.

 

Cuando pasó el sábado,

 

 



 

María Magdalena, María de Santiago y Salomé compraron perfumes para ir a ungirlo.

 

 

El primer día de la semana, muy temprano, llegan al sepulcro al salir el sol. Se decían:

-¿Quién nos correrá la piedra de la boca del sepulcro?

 





Alzaron la vista y observaron que estaba corrida la piedra. Era muy grande. Entrando en el sepulcro,

 

  

vieron un joven vestido con un hábito blanco, sentado a la derecha; y quedaron espantados.

 

 

 

 

 

 

 







Les dijo:

 

 

 

-No os espantéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo habían puesto. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de ellos a Galilea. Allí lo verán, como lo había dicho.

 

 

 

Salieron huyendo del sepulcro, temblando y fuera de sí.

 

 

 

 

 

 

 






























































Y de puro miedo no dijeron nada a nadie.

El primer día de la semana, de madrugada,

 



 

fueron al sepulcro llevando los perfumes preparados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 













Encontraron corrida la piedra del sepulcro, entraron, pero no encontraron el cadáver de Jesús. Estaban desconcertadas por el hecho,

 

cuando se les presentaron dos personajes con vestidos refulgentes. Y, como quedaron espantadas, mirando al suelo,

 

 

 

 

 








ellos les dijeron:

 

  

-¿Por qué buscáis al vivo entre los muertos? No está aquí, ha resucitado. Recordad lo que os dijo estando todavía en Galilea, a saber: este hombre tiene que ser entregado a los pecadores y será crucificado; y al tercer día resucitará.

 

 

 


Ellas recordando sus palabras, se volvieron del sepulcro

 

 

 

 

 

 

 






























































y se lo contaron todo a los once y a todos los demás.

 

Eran María Magdalena, Juana y María de Santiago.

 

Ellas y las demás se lo contaron a los apóstoles. Pero ellos tomaron el relato por un delirio y no les creyeron.

El primer día de la semana, muy temprano, todavía a oscuras,

 

va María Magdalena al sepulcro

 

 

 

 

 

 

 

 

 










 

 

 





y observa que la piedra está retirada del sepulcro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 













 







Llega corriendo adonde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dice:

-Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

 

Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó el primero al sepulcro. Inclinándose ve las sábanas en el suelo, pero no entró. Llega, pues, Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Observa los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces, entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido lo escrito, que había de resucitar de la muerte.

Echó a correr.

Jn 18, 15: Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Como ese discípulo era conocido del sumo sacerdote, entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote.

Vio los sudarios en el suelo.

Jn 11, 44: Salió el muerto con los pies y las manos sujetos con vendas y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: “Desatadlo y dejadlo ir”.

Jn 19, 40: Tomaron el cadáver de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los perfumes, como es costumbre enterrar entre los judíos.

Lc 24, 12: Pedro, en cambio, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Se asomó y vio solo las sábanas; así que volvió a casa extrañado ante lo ocurrido.

No habían comprendido que, según la Escritura, Jesús debía resucitar.

Jn 5, 39: Estudiáis la Escritura pensando que encierra vida eterna; pues ella da testimonio de mí.

Jn 14, 26: El Valedor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os dije.

1 Co 15, 4: Que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

20 1 (a) Convertido en el “Día del Señor”, el domingo cristiano, ver Ap 1, 10.

20 1 (b) Ver 19, 25. Los sinópticos hablan de una actuación de varias mujeres, entre las que siempre es mencionada María Magdalena, que también estuvo presente en el Calvario.

20 2 Este plural es quizá la huella de un estadio más antiguo de la tradición, que mencionaba la presencia de varias mujeres en la tumba.

20 5 El discípulo reconoce en Pedro cierta preeminencia.

20 8 A diferencia de María, el discípulo percibe en la tumba vacía y en los lienzos cuidadosamente plegados el signo que le lleva a comprender que el cuerpo no ha sido robado ni desplazado, y a reconocer en la fe la resurrección de Jesús.

20 9 El evangelista no cita ningún texto. Quiere subrayar el estado de falta de preparación de los discípulos en cuanto a la revelación pascual, a pesar de la Escritura.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

20 Para Jn, la resurrección corona la glorificación del Hijo, realizada ya en la muerte en cruz.

1 EL PRIMER (DÍA) DE LA SEMANA (lit. el uno de los sábados) para los seguidores de Jesús es, ya, el domingo – “día del Señor” –.

2 ECHA A CORRER Y LLEGA: lit. corre, pues, y va. // AL QUE JESÚS… ESPECIALMENTE: lit. al que quería-con-afecto-de-amistad el Jesús. // LLEVARON … NO SABEMOS …: el plural gramatical no se refiere necesariamente a varias mujeres; la sustitución de “yo” por “nosotros” era un modismo del arameo hablado en Galilea (G. Dalman).

4 CORRIENDO ADELANTÓ: en griego es una sola palabra.

5 QUE YACÍAN allanados suavemente, sin el relieve que habían tenido al envolver el cadáver.

6 LLEGÓ … Y OBSERVÓ: En el texto griego todo el pasaje abunda en verbos en presente de indicativo, a la manera de presentes descriptivos que hacen al lector revivir de cerca, casi nerviosamente, lo ocurrido.

7 DE MODO DIVERSO: la traducción entiende el adverbio griego khôris no en sentido local (=separadamente), sino en sentido de modo: el PAÑUELO estaba “independientemente” de los lienzos. // EN (SU) MISMO SITIO: lit. en un (numeral griego heîs, que sirve también para decir “único”, “mismo”) sitio.

8 VIO Y CREYÓ: aunque el hecho de encontrar el sepulcro vacío tiene gran importancia, en sí mismo no es prueba de la resurrección de Jesús, sino una especie de contraprueba, un signo según la terminología teológica de Jn: el pañuelo aún enrollado, y la sábana caída suavemente en el suelo, liberada del cuerpo que cubría, indicaban que el cadáver había de Jesús había desaparecido, pero que no había sido robado ni había habido violencia. Después la gracia de comprender la Escritura, y las apariciones de Jesús resucitado fueron datos determinantes para la fe de la primera comunidad cristiana.

9 LA ESCRITURA…: o quizás: aquel texto de la Escritura: Él tiene que resucitar (lit. levantarse), etc.”. Jn no cita ningún pasaje bíblico concreto.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

20, 1-31 Cuando Cristo se apareció a sus discípulos, mostró su Cuerpo glorificado; se podía reconocer su cuerpo humano pero con aptitudes totalmente nuevas que trascendían los límites del tiempo, espacio y materia. Cat. 640-645, 659.

20, 1-10 El sepulcro vacío no es en sí mismo evidencia irrefutable de la Resurrección, ero es evidentemente una señal esencial de la resurrección. Cat. 640.

20, 1 El domingo es el día de la Resurrección de Cristo. Por esa razón, la Iglesia considera el domingo como el Día del Señor y estableció su culto el mismo día para la celebración de la Eucaristía. En la Iglesia primitiva, antes de que los cristianos se separaran completamente del judaísmo, realizaban el culto en el Templo y en las sinagogas el Sabbat y después se reunían para celebrar la Eucaristía en casas privadas al día siguiente, que era domingo. Siendo el primer día, el domingo también nos recuerda el primer día de la creación y, por lo tanto, significa una nueva creación en Cristo. Cat. 2174, 2190-2195.

20, 4 El otro discípulo (Juan) llegó a la tumba en primer lugar, pero dejó entrar a Pedro antes que él. Esto fue como deferencia hacia Pedro en su papel de cabeza de los Apóstoles, a quien hoy reconocemos como el primer Papa. Cat. 552-553.

En este enlace se puede consultar el catecismo íntegro.

http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html

 

Comentarios de los Santos Padres.

Ese día primero de la semana es el que, en memoria de la resurrección del Señor, los cristianos tienen por costumbre llamar el día del Señor.

Agustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 120, 6. 4b, pg. 428.

¿Cómo podría yo contaros estas realidades ocultas? ¿Cómo podría proclamar todo lo que supera a la palabra y a la mente? ¿Cómo podría explicar el misterio de la resurrección del Señor? E igualmente el misterio de la cruz y el misterio de la muerte en tres días, y todos los misterios del Salvador. Lo mismo que nació de las entrañas de la Virgen, de igual manera surgió del sepulcro cerrado. Y lo mismo que el unigénito Hijo de Dios se convirtió en el primogénito de una madre, así también por su resurrección se convirtió en el primogénito de entre los muertos. De igual manera que al nacer no rompió la virginidad de su madre virgen, tampoco al resucitar rompió los sellos del sepulcro. Por eso no puedo expresar con la palabra ni su nacimiento ni tampoco puedo abarcar todo lo referente a la tumba.

Juan Crisóstomo. Homilía sobre el sábado santo, 10. 4b, pg. 429.

Este día trae un mensaje de alegría, porque en este día el Señor ha resucitado y ha elevado con Él a toda la raza de Adán; porque ha sido engendrado por el hombre, también ha resucitado con el hombre. Hoy, gracias a este Resucitado, se ha abierto el paraíso, Adán es restaurado, Eva es consolada, la llamada (de Dios) es escuchada, el reino está preparado, el hombre es salvado y Cristo es adorado. Después de haber pisoteado a la muerte, hace prisionero al tirano y, despojado el mundo terrenal, ha subido a los cielos como un rey, glorioso como un jefe, invencible como un auriga, y dice al Padre: “Aquí estamos, yo y los hijos que el Señor me ha dado, oh Dios, etc.”. También escuchó la respuesta del Padre: “Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies”. A Él la gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Hesiquio de Jerusalén. Homilías sobre la Pascua, 1, 5-6. 4b, pg. 429.

Estas mujeres sabias, como dice el Teólogo (san Juan evangelista), pienso que enviaron a María Magdalena. Estaba oscuro, pero el amor iluminaba como una antorcha.

Romano el Cantor, Himno breve sobre la resurrección, 40, 1-3. 4b, pg. 431.

Hazte un Pedro o un Juan; corre hacia el sepulcro, hazlo a porfía y con los demás; rivaliza en ese hermoso esfuerzo. Y si eres adelantado por la rapidez, vence por el afán, no para mirar de pasada el sepulcro, sino para entrar dentro.

Gregorio Nacianceno, Discurso sobre la santa Pascua, 45, 24. 4b, pg. 433.

 

San Agustín.

Entraron, vieron solamente las vendas, pero ningún cuerpo. ¿Qué está escrito de Juan mismo? Si lo habéis advertido, dice: Entró, vio y creyó (Jn 20, 8). Oísteis que creyó, pero no se alaba esta fe; en efecto, se pueden creer tanto cosas verdaderas como falsas. Pues si se hubiese alabado el que creyó en este caso o se hubiera recomendado la fe en el hecho de ver y creer, no continuaría la Escritura con estas palabras: Aún no conocía las Escrituras, según las cuales convenía que Cristo resucitara de entre los muertos (Jn 20, 9). Así, pues, vio y creyó. ¿Qué creyó? ¿Qué, sino lo que había dicho la mujer, a saber, que habían llevado al Señor del sepulcro? Ella había dicho: Han llevado al Señor del sepulcro, y no sé dónde lo han puesto (Jn 20,2).

 

San Juan de Ávila.

1ª. Eli Eli lema sabactaní. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Mt 27, 46 – Eloi Eloí lema sabakthani. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste? Mc 15, 34.

Pues, aunque los tales se sientan atribulados y desamparados, mas no por eso desesperados ni muy turbados, porque conocen ser aquél el camino de la cruz, a la cual ellos se han ofrecido, y por el cual Cristo anduvo; como parece que, estando en la cruz, dijo a su Padre: Dios mío, ¿por qué me desamparaste?

Audi, filia (II), cap,. 26, 6. OC I, pg. 594.

Solo en todos sus trabajos, al final sus discípulos huyeron, para mayor pena suya. Esto lamenta en la cruz: ¿Por qué me has abandonado? Mira: Mírame aquí colgado, golpeado, mira este mi sacrificio que te ofrezco por los hombres; mira a tu Hijo.

Lunes de Pascua, 10. OC III, pg. 222.

También dijo Cristo nuestro Redemptor en la parte sensitiva, viendo que Dios le dejaba padecer y viendo los tormentos que pasaba: Dios mío, ¿Dios mío, por qué me has abandonado? Fue tanto, hermanos míos, lo mucho que nuestro Señor pasó; fueron tantos los tormentos que pasó, los azotes, corona de espinas, las bofetadas que en su divino rostro le dieron, que dice Él mismo: Todos los que pasáis por el camino, todos los que vivís en el mundo, mira si hay dolor como el mío (Lam 1, 12). ¡Bendito seáis vos, Redemptor mío, por siempre!

Domingo infraoctava de la Ascensión, 28. OC III, pg. 332.

En la cruz, ¿qué otra cosa de más que su sangre, y su pasión y misericordia para el hombre, por cuyo consuelo da voces el Señor, que fue desamparado y desconsolado? Mas allí está tan guardado de sus enemigos, que sus amigos, por mucho que lo deseen y lloren no pueden llegar a Él.

En la infraoctava del Corpus, 15. OC III, pg. 648.

Sí, señora, sí sé que vuestra merced está en cruz, y no a solas, que no pienso yo que nuestro Señor la ama tan poco, que le quiera tener lejos de sí. Su cama, señora, y su mesa, la cruz fue; en ellos ha de poner a sus amados si lo quieren ser. Y no se turbe vuestra merced porque no hay cosa que le consuele, pues ha oído que el señor dijo puesto en cruz: Busqué quien me consolase, y no lo hallé (Sal 68, 21). Desamparado de su Padre dijo que estaba; y esto excede a nuestro desamparo; por mucho que sea, como también sus dolores exceden a los nuestros. Tenga, señora, firme en la cruz. No quiera descender de ella por descansar. Ofrézcase a la voluntad de Dios para que haga de ella su voluntad sin que le resista. Déjese llevar de tan buen Padre a donde Él mandare, y diga como dijo Santo Tomás: Vayamos y muramos con él (Jn 11, 16). Mire que este negocio no es palabras, sino obras y finos dolores y desamparos; y no tiene uno más amor del que parece en el tiempo de la tribulación. Y cada cosa tiene su tiempo: aquí hemos de padecer con el amor y hacer que abracemos la cruz; en el otro mundo nos hará gozar del mesmo Dios. Sufra, señora, al amor su carga, que Él se lo pagará con mil tanto en el cielo. Y acuérdese de que le ha ofrecido por sierva tantos años ha, que no desdiga en el tiempo de la prueba, sino que le sea leal, para que por tal sea coronada en el cielo. No espere acá otra fruta sino hiel y vinagre y lo demás de la cruz; y mientras más se le acercare la libertad eterna, más recios trabajos ha de pasar.

A una señora que padecía trabajos. OC IV, pg. 108.

 

2ª Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Lc 23, 34.

¡Qué grande hazaña fue alcanzar perdón para todos! ¡Que abrazo tan suave y amoroso! ¡Qué beso de paz tan dulce! Si quieres arrepentirte, no perderás el remedio; Jesucristo puso toda la costa de aqueste negocio. Quiere Él mismo que tú quieras allegarte a Él, que ya es ganado lo que andaba perdido; ya Jesucristo dio fin a nuestra enfermedad; ya acabó Él su obra. Él mismo lo dijo: Padre, perdona a estos, miraldos con ojos alegres, ya.

Martes de Pentecostés, 17. OC III, pg. 393.

¡Oh pecadores, cuán caro me costáis! ¡Cómo por amor de vosotros ha pasado mi corazón trance tan amargo como ha sido este, ver a mi Hijo Jesucristo padecer tan cruel muerte y pasión! Lo que vosotros hecisteis, Él lo ha pagado, y mi ánima lo ha sentido: por bien empleado vaya, aunque ha pasado tantos trabajos, porque vosotros recibáis el fructo de ello y alcancéis perdón de Dios. - ¡Oh Señora!, bendita seáis vos, que aún tenéis el sonido de las palabras de vuestro Hijo: ¡Perdónalos!.

Soledad de María, 36. OC III, pg. 909.

 

3ª Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso. Lc 23, 43.

Aquella espada de fuego volteada sin cesar mantenía cerrado el paraíso: nadie podía entrar en él porque Cristo lo había cerrado. Fue el buen ladrón el primero que con Él entró, pues la grandeza de su fe fue merecedora de tan gran recompensa. Ciertamente no creyó en el reino al ver a Cristo, pues no le mostraba esplendente, ni aparecía mirando desde el cielo, ni era servido por sus ángeles. Sí, lo diré sin temor alguno: no lo vio yendo de un lado a otro a su libre albedrío, sino en una cruz, bebiendo vinagre y coronado de espinas; lo vio clavado en una cruz pidiendo auxilio: Dios mío, Dios mío, vuelve hacia mí tus ojos, ¿por qué me has abandonado? La cruz de Cristo es la llave del paraíso. La cruz de Cristo abre el paraíso. ¿No dijo acaso que el reino de los cielos sufre violencia y son los esforzados quienes de él se apoderan? No hay intervalo entre ambas cosas: la cruz y, al punto, el paraíso. Cuanto mayores sean los pesares que se padezcan, mayor será la recompensa.

Jerónimo. Sobre Lázaro y el rico. 3, pg. 484.

4ª Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu. Lc 23, 46.

Y porque en vida y en muerte le fue su Hijo maestro y dechado a quien ella miraba, y le oyó decir cuando en la cruz expiró: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, las cuales palabras ella tenía guardadas en su corazón para la hora en que estaba, dijo con gran humildad y perfectísimo amor: Hijo mío, en vuestras manos encomiendo mi espíritu.

Asunción de María, 66. OC III, pg. 971.

Téngase vuestra merced por esclava, que de su voluntad se ofrece a servir a su Señor y sus siervos en cualquier cosa que Él mandare, honrosa o deshonrosa, de descanso o de pena, de vida o de muerte. E un día, cuando quiera comulgar, diga al Señor con reverencia y amor: Señor, yo no soy digna de padecer por vuestro amor; mas pues vuestra Bondad esta merced me ofrece, yo la recibo y la consiento con que vos, Señor, con la misma bondad me deis la fuerza para llevar vuestra cruz para gloria vuestra, pues conocéis mi flaqueza. E luego diga: En vuestras manos, Señor, encomiendo el espíritu mío. Y reciba a su Señor con mucha confianza, que le dará esfuerzo para padecer lo que le enviare; y vuestra merced procurará pedir oraciones para lo mismo. Nuestro Señor la haga mártir de su amor.

A una señora afligida. OC IV, pg. 417.

Cristo, que por vuestra merced murió, le acompañe a su muerte y le reciba en sus brazos salido de esta vida. Dígale vuestra merced lo que Él dijo a su Padre: In manus tuas, Pater commendo spiritum meum. Y espero de su misericordia que será bien recebido como hijo, y tratado como tal heredero de Dios, y juntamente heredero de Cristo.

A un discípulo suyo, de la Compañía de Jesús, estando cercano a la muerte. OC IV, pg. 501.

 

5ª Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre. Jn 19, 26.

Madre es de Dios, y mucho derecho es el de la madre con el hijo; y madre es de nosotros, y mucha es la ternura del corazón maternal para con nosotros. No está olvidada de que al pie de la cruz, le encomendó su Hijo a los cristianos en persona de San Juan diciendo: Ecce filius tuus. No hace su oficio flojamente, no tiene descuido en lo que Dios le encomendó. Con humildad le ruega, con perseverancia le suplica. Y ella suele amansar los enojos de Él estando en el cielo, que lo acallaba en la tierra, cuando siendo niño lloraba. Muy bien sabe representarle los servicios que le hizo entonces, pidiéndole que nos haga mercedes a nosotros por ellos; y pues que Dios recibió de ella y recibió tanto, y Él es tan agradecido, no dejará de la oír.

La Virgen de las Nieves, 17. OC III, pg. 922.

 

El Rey fue y es, aunque no a la hechura de este mundo. Mas estando en la silla de la cruz dijo a su Madre: Mujer, ve ahí tu hijo; para dar a entender que quien está en silla de persona pública ha de renunciar todo particular amor, aunque de su propia madre sea. Y esto nos dio Él en ejemplo cuando algunas veces respondía áspero a su Madre bendita, para decirnos cuánto nos debemos guardar de nuestras particulares afecciones, aunque otros se enojen con nosotros, suframos alguna pena, antes que siguiéndolas descontentar a Dios.

A un señor de estos mundos. OC IV, pg. 97.

 

6ª Tengo sed. Jn 19, 28.

Y si quieres cumplir con Él esotras obras de misericordia, aparejo tienes; Él te las recebirá de buena gana y te las pagará con grande ventaja. Hambriento y sediento está, no de manjar corporal, mas de otra hambre y sed muy mayor. Y si la del cuerpo le hizo decir a la Samaritana: Dame a beber (Jn 4,7), y decir en la cruz: Sed tengo, ten por averiguado que con mayor instancia te pide a ti que le quites aqueste hambre y aquesta sed, que entonces lo pedía su cuerpo. No pienses que por otra cosa está aquí encerrado, sino para que te dé a ti de comer y tú a Él. Muchos años ha que lo mandó decir a su apóstol San Juan: Yo estoy a la puerta y llamo, si alguno quisiere abrir, entraré a él, y yo cenaré con él, y él conmigo (Ap 3,20).

En la Infraoctava del Corpus, 32. OC III, pg. 578-579.

 

7ª Está cumplido. Jn 19, 30.

Mira que no solamente viviendo padeció por ti, mas aun después de muerto recibió la mayor de sus heridas, que fue la lanzada cruel (cf. Jn 19, 34); porque sepas que en vida y en muerte te es amigo verdadero y para que entiendas por aquí que, cuando dijo al tiempo de expirar: Acabado es, aunque acabaron sus dolores, no acabó su amor. Dice San Pablo: Jesucristo ayer fue, y hoy es también, y será en todos los siglos (Hb 13, 8); porque cual fue en este siglo, mientras vivió, para los que le querían, tal es agora, y será siempre para todos los que le buscaren.

Tratado del amor de Dios, 14. OC I, pg. 974.

Ya, Padre, es acabado el reparo para los hombres. Hermanos, con este remedio quedó remediado el entendimiento, quedó remediada la voluntad, quedó remediada la carne, quedaron remediados nuestros pecados todos.

Martes de Pentecostés, 17. OC III, pg. 393.

 

Comentario Homilética

-Juan 20:

Comienza un nuevo día, el día de la Resurrección.

Relatos:

Sepulcro (20, 1-10).

Apariciones:

María Magdalena (20, 11-18).

Discípulos (20, 19-29).

Dos tradiciones:

Sepulcro vacío y apariciones.

-Partes:

Introducción (vv.1-2).

Cuerpo del texto (vv. 3-9):

Tres movimientos:

Pedro y Juan van y Juan llega al sepulcro, sin entrar (vv.3-5).

Llegada y entrada de Pedro al sepulcro (vv. 6-7).

Entrada de Juan que termina el proceso ver-creer (vv. 8-9).

Versículo final (v. 10).

-Comunidad joánica:

Primacía de la comunidad petrina.

-Sepulcro (v.1.2.3.4.6.8):

Lienzos (vv.5.6.7):

La pasión ha quedado definitivamente atrás.

Pasar del ver al creer (vv.1.5.6.8).

-María Magdalena:

Ve, pero no interpreta.

El otro discípulo: ve e interpreta (cree).

= Proceso de fe.

-Conclusión:

Vuelven a casa.

Anuncian lo sucedido.

 

 

MISA DE NIÑOS. DOMINGO DE RAMOS.

Monición de entrada.

Buenos días:

Después de la semana santa y la fiesta del domingo de Pascua, hoy hemos vuelto a misa.

Y otra vez Jesús está con nosotros.

Como estuvo en la historia que escucharemos en unos momentos.

Solo tenemos que abrir los ojos del corazón.

Y así le escucharemos en las lecturas y le veremos en la comunión.

 Señor, ten piedad.

Tú que eres el primero que está siempre vivo. Señor, ten piedad.

Tú que eres el vencedor del pecado. Cristo, ten piedad.

Tú que eres la vida. Señor, ten piedad.

Homilía:

Tienen que buscar tres papeles con el siguiente texto: estoy aquí, en las lecturas; estoy aquí, en el altar; estoy aquí, en el sagrario. Las letras han de ser muy pequeñas. Por ejemplo así: estoy aquí, en las lecturas; estoy aquí, en el altar; estoy aquí, en el sagrario

Como no podrán leerlo les preguntamos como pueden: mediante una lupa o la aplicación del móvil lupa.

Lo leen y les explicamos a nosotros nos pasa lo mismo. A simple vista no se ve, pero cuando tenemos la lupa o el móvil podemos leerlo, es decir, la fe que nos da la Iglesia.

Peticiones.

-Por el Papa Francisco para siga siendo el ejemplo de amigo de Jesús que cree en Él.. Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia, para que contagie la alegría de la Pascua. Te lo pedimos Señor.

-Por todos los países, para que la paz de Jesús haga que se vaya la guerra. Te lo pedimos, Señor.

-Por las personas que no creen en Jesús, para que un día sean felices siendo tus amigos. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros para que cada día seamos más amigos tuyos.. Te lo pedimos Señor.

 Acción de gracias.

Virgen María este domingo queremos darte las gracias porque somos muy felices siendo amigos de Jesús, que aunque no lo vemos, están en medio. Como está el aire que respiramos y no vemos.

 

 

EXPERIENCIA.

https://www.youtube.com/watch?v=TIY1xgo8W10

¿Cómo te has sentido mientras escuchabas el vídeo?

¿Por qué Ana no podía volver a correr en bicicleta? ¿Qué hizo ella?

Gracias a no aceptar la realidad ¿dónde logró ir y participar?

¿Cuál es el secreto para lograr las metas?

Lee las dos frases del evangelio de San Juan y permanece en silencio durante unos minutos, permitiendo que el vídeo y la frase reposen en tu corazón.

REFLEXIÓN.

Lee el evangelio de este domingo.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:

-Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino de sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Pídele a Dios que te envíe el Espíritu Santo para que te de conocimiento interno de Jesús, es decir, a través de esta oración experimentar el misterio de la Resurrección.

Lee el texto 2 veces.

En la segunda sitúate en la escena, mediante la composición de lugar. Según san Ignacio de Loyola consiste en imaginar el santo sepulcro, una cueva cerca de una montaña. La piedra desplazada. ¿Cómo es el interior? ¿grande, pequeño, espacioso, reducido?, el color de la roca, la penumbra, los lienzos, el sudario.

Visualiza a Juan llegando y esperando a Pedro, la mirada de Pedro al asomarse, a Juan entrando, viendo y creyendo.

Entra en el vacío de tu corazón, de tu vida. También allí hay señales de la resurrección de Cristo, lienzos tendidos, sudarios plegados. Piensa en ello.

Contempla de nuevo el sepulcro vacío, en silencio, sin prisas.

Repite interiormente la frase “vio y creyó”.

Repítela en primera persona: “veo y creo”.

Repite: “Señor, veo y creo; pero aumenta mi fe”.

Es una etapa del camino en los apóstoles, en ti. Vimos de señales, falta el encuentro con el Resucitado que para nosotros, en cuanto no somos apóstoles, testigos del Resucitado, tendrá lugar cuando entremos en el sepulcro de la vida, muramos.

Mantén un coloquio con Jesús.

COMPROMISO.

Cada día al despertar levantarte con esta actitud: voy al encuentro de las señales que me indican la presencia de Cristo, en la naturaleza, los demás y los signos religiosos (la iglesia, las imágenes, la oración, la misa,…).

CELEBRACIÓN.

Mira y escucha este vídeo del grupo Kairoi: https://www.youtube.com/watch?v=fg03lmo2o0I&list=PL2hYJgMSqKM1j23QCz-JjaiD69iB18Gne&index=5

 

HORA SANTA.

­­­­­­­­­­­­­

EL DISCURSO DE DESPEDIDA.

 

Monición:

Queridos hermanos y hermanas:

La misa ha concluido,

las palabras permanecen en nuestro interior.

Una sala, la mesa, los manteles, las copas, las jarras con el vino, los platos con las hierbas amargas, el cordero, los cantos.

El pan partido y repartido y el vino compartido.

El cuerpo de Cristo que nos da, la sangre de Cristo derramada.

El agua curando los pies del cansancio.

La toalla acariciando los pies.

El maestro arrodillado ante los discípulos.

El Señor sirviendo a los servidores.

La Palabra convertida en servicio.

La Palabra transformada en pan y vino,

alimento de vida eterna.

Y la Palabra mira a sus discípulos,

abre el corazón,

comparte sus sentimientos,

se da para que ellos se den.

 

Canto: Taizé. Veni Creator Spiritus.  www.youtube.com/watch?v=h6LfZz7Tb44

 

Gesto.

Al iniciar la celebración colocamos a los pies del monumento un jarrón con agua, una jofaina y una toalla.

 


Miro la imagen, ¿qué expresa? Permanezco en silencio.

Lectura del santo evangelio según san Juan.

Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.

Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.

Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así os améis también entre vosotros.

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

Si me conocéis a mí, conocéis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.

Creedme yo estoy en el Padre y el Padre en mí.

Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él.

Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador.

Yo soy la vid: vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

Como el Padre me amó, yo también os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor.

No os llamo siervos, porque el siervo nunca sabe lo que hace su señor, a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

 

Meditación.

De la homilía en la misa de la Cena del Señor de S. Juan Pablo II.

He aquí que nos hemos reunido de nuevo, al atardecer, el día de Jueves Santo, para estar con Cristo cuando ha llegado su hora. El Evangelista dice que esto fue antes de la fiesta de la Pascua, y llama a esa hora, que había llegado, como la hora de pasar de este mundo al Padre.

Nos hemos reunido, pues, para estar con Jesús en esta hora de su pasar. ¡Abramos nuestros corazones, agudicemos el oído interior de la fe! Que nos hablen las voces y los acontecimientos cargados del más grande contenido. ¡Abramos nuestros corazones, agudicemos la vista interior de la fe. Que se desvele ante nosotros el misterio escondido antes de los siglos en el seno de la Santísima Trinidad, misterio que, en el tiempo establecido, se convirtió en el Cuerpo y en la Sangre del Hijo de Dios Encarnado, y vino a habitar entre nosotros bajo las especies del pan y del vino en la última Cena.

Si hoy recordamos de modo especial la hora de la última Cena, lo hacemos también porque esta hora dura incesantemente y colma todas las horas de la historia de la Iglesia y del mundo.

Desde que llegó, de una vez por todas, la hora de Cristo, Cordero de Dios, la hora de su pasar de este mundo al Padre, esa hora dura y colma todas las horas hasta el fin del mundo, porque Cristo "habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). Por lo tanto, en cada una de las horas de la historia se renueva y se realiza de nuevo su pasar de este mundo al Padre en sus miembros, que pasan en El, con El y por El, de este mundo al Padre.

S. Juan Pablo II. Homilía en la Misa “in Cena Domini”. 16 abril 1981.

Canto. Taizé. Adoramus te Christe.  https://www.youtube.com/watch?v=R1UOt3kMkF4

Oración personal.-

Pensemos en esta frase: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros”.

Amamos porque hemos sido amados.

Recuerdo a las personas que me amaron.

Visualizo momentos en los que ellas me cuidaron: la infancia, la adolescencia, la juventud, la vida adulta, la ancianidad.

Siento ese amor: el abrazo, las manos lavándome la cara, la mano a la que asía cuando iba por la calle, la mirada seria cuando llegaba tarde a casa, sus palabras, sus ojos el día que aprobé el bachillerato, el ciclo formativo, los estudios, al llegar después del primer día de mi primer trabajo, en la comunión, en la boda,… Y también en la ancianidad, cuando abría los ojos cada vez que entraba en su habitación, le preparaba la mesa o le ayudaba a caminar.

Amamos porque hemos sido amados primero.

Y Jesús, ¿cómo amaba a sus discípulos?

Recuerdo la Última Cena, el lavatorio, la fracción del pan, la mirada dolorida a Judas y realista a Pedro.

Repito el mandamiento de Jesús.

¿A quién debo amar porque me ama más que yo a él o ella?

¿A quién debo amar porque me necesita en estos momentos?

¿A quién debo amor porque me ignora e incluso me trata mal?, es decir, no odiarle y mantener la paz interior, sin ingenuidad, con realismo.

 

Canto: Taizé. Kyrie eleison. https://www.youtube.com/watch?v=tn2fJlcrnzw

 

 LA ORACIÓN SACERDOTAL.

Gesto.

Nos acercamos al ambón, tomamos el leccionario abierto por el evangelio de este jueves, en procesión, acompañado por dos cirios encendidos lo llevamos hasta el monumento, allí lo depositamos abierto, los cirios los llevamos al altar y los apagamos, encendemos una velón pequeño colocado en un cuenco, farol,…



 Mira la imagen. Abre la Biblia por la oración sacerdotal, la encontrarás en Juan 17.  

Canto: Taizé. Stay with us. https://www.youtube.com/watch?v=zkivkORaeJA

Del evangelio de san Juan.

Padre, llegó la hora, glorifica a tu Hijo,

para que el Hijo te glorifique,

según el poder que le diste sobre toda carne,

para que a todos los que Tú le diste les dé Él la vida eterna.

Esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti,

único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo.

Yo te he glorificado sobre la tierra,

llevando al cabo la obra que me encomendaste.

Y ahora Tú, Padre, glorifícame cerca de Ti mismo

con la gloria que tuve, cerca de Ti, antes que el mundo existiese.

 

He manifestado tu nombre a los hombres

que me has dado de este mundo.

Tuyos eran, y Tú me los diste,

y han guardado tu palabra.

Ahora saben que todo cuanto me diste viene de Ti;

porque yo les he comunicado las palabras que Tú me diste,

y ellos las recibieron, y conocieron verdaderamente que yo salí de Ti,

 y creyeron que Tú me has enviado.

Yo ruego por ellos.

 

No ruego por el mundo, sino por los que Tú me diste;

porque son tuyos, y todo lo mío es tuyo,

y lo tuyo mío, y yo he sido glorificado en ellos.

Y yo ya no estoy en el mundo;

pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a Ti.

Padre santo, guarda en tu nombre a éstos,

que me has dado, para que sean uno como nosotros.

Cuando yo estaba con ellos,

yo los conservaba en tu nombre, y los guardé,

y ninguno de ellos pereció, sino el hijo de la perdición,

para que la Escritura se cumpliese.

Pero ahora yo vengo a Ti, y hablo estas cosas en el mundo

para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.

Yo les he dado tu palabra, y el mundo les aborreció;

porque no eran del mundo, como yo no soy del mundo.

 

No pido que los tomes del mundo,

sino que los guardes del mal.

Ellos no son del mundo,

como no soy del mundo yo.

Santifícalos, en la verdad, pues tu palabra es verdad.

Como Tú me enviaste al mundo,

así yo los envié a ellos al mundo.

 

Y yo por ellos me santifico,

para que ellos sean santificados por la verdad.

Pero no ruego solamente por éstos,

sino por cuantos crean en mi por su palabra,

para que todos sean uno, como Tú,

Padre, estás en mí y yo en Ti,

para que también ellos sean en nosotros,

y el mundo crea que Tú me has enviado.

 

Y yo les he dado a conocer la gloria que Tú me diste,

a fin de que sean uno, como nosotros somos uno.

Yo en ellos, y Tú en mí,

 para que sean consumados en la unidad,

 y conozca el mundo que Tú me enviaste

y amaste a éstos como Tú me amaste.

 

Padre, lo que Tú me has dado quiero

que donde yo esté, estén ellos también conmigo,

 para que vean mi gloria, que Tú me has dado,

porque me amaste antes de la creación del mundo.

 Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te conocí,

y éstos conocieron que Tú me has enviado,

y yo les di a conocer tu nombre,

y se lo haré conocer,

para que el amor con que Tú me has amado

esté en ellos y yo en ellos.     Jn 17

 Meditación.

De la catequesis de Benedicto XVI.

Esta oración de Jesús es comprensible en su extrema riqueza sobre todo si la colocamos en el trasfondo de la fiesta judía de la expiación, el Yom kippur. Ese día el Sumo Sacerdote realiza la expiación primero por sí mismo, luego por la clase sacerdotal y, finalmente, por toda la comunidad del pueblo. La oración de Jesús, presentada en el capítulo 17 del Evangelio según san Juan, retoma la estructura de esta fiesta. En aquella noche Jesús se dirige al Padre en el momento en el que se está ofreciendo a sí mismo. Él, sacerdote y víctima, reza por sí mismo, por los apóstoles y por todos aquellos que creerán en él, por la Iglesia de todos los tiempos.

El segundo momento de esta oración es la intercesión que Jesús hace por los discípulos que han estado con él.    

En el centro de esta oración de intercesión y de expiación en favor de los discípulos está la petición de consagración. Al entregarse a Dios, la realidad, la persona consagrada existe «para» los demás, se entrega a los demás. Entregar a Dios quiere decir ya no pertenecerse a sí mismo, sino a todos. Es consagrado quien, como Jesús, es separado del mundo y apartado para Dios con vistas a una tarea y, precisamente por ello, está completamente a disposición de todos.  

El tercer acto de esta oración sacerdotal extiende la mirada hasta el fin de los tiempos. Jesús ruega por la Iglesia de todos los tiempos, ruega también por nosotros.  

 

Benedicto XVI. Audiencia general. 25 enero 2012.

Canto: Taizé. Nada te turbe. https://www.youtube.com/watch?v=go1-BoDD7CI

 

 

 

Oración personal.

Ellos han guardado tu palabra.

Te ruego por ellos, no te ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste.

Son tuyos.

Jesús ora por mí. Lo pienso. En estos momentos en el monumento está orando por mí.

Ellos están el mundo.

Guárdalos en tu nombre.

Para que sean uno, como nosotros.

El mundo los ha odiado porque no son del mundo.

Jesús ora por nosotros cuando se burlan por seguir en la parroquia, asistiendo a misa, sirviendo en el coro, el reparto de la hoja parroquial, el servicio al altar, a la Palabra de Dios, la limpieza del templo, la catequesis, los Juniors, los grupos de fe, …, creyendo “lo que dicen los curas”.

Rezo por quienes “porque no saben lo que hacen” dicen lo que no saben.

Santifícalos en la verdad.

Yo los envío también al mundo.

No solo por ellos te ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos.

Jesús ora por quienes creerán por la palabra de los apóstoles, nosotros. Pienso en quienes están en la iglesia esta noche, en el grupo de catequistas, en el equipo de educadores Juniors, en el grupo de fe.

Por extensión, ora por los que creen gracias a mí. Pienso en los niños de comunión o confirmación, de los juniors, del grupo de fe, en mis hijos, y todas las personas a las que trato de anunciar a Jesús, con mi vida y mis palabras.

Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy.

Contemplen mi gloria.

Para que el amor que me tenías esté en ellos y yo en ellos.

Le hablo a Jesús, mi futuro en el año 2.221 no será el cementerio o donde esparzan mis cenizas, sino corazón, la eternidad del abrazo eterno, el “amada en Amado transformada” de san Juan de la Cruz.

 

Canto: Taizé. Laudate Dominum. https://www.youtube.com/watch?v=mwRMT2_pi9c

 

 

 

GETSEMANÍ.

Gesto:

Colocamos una bandeja de tierra, piedras, ramas de olivo y un cáliz.


Observa la imagen: es la piedra de Getsemaní, rodeada por una corona de espinas, con sendas palomas abatidas. La paloma representa a Cristo en la agonía. Enciende una vela. Lee.

 

 Del evangelio de san Lucas.

Salió y se dirigió según costumbre al monte de los olivos y lo siguieron los discípulos Al llegar al lugar, les dijo: Pedid no sucumbir en la prueba. Se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y oraba: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Se le apareció un ángel del cielo que le dio fuerzas. Y, entrando en combate, oraba más intensamente. Le corría el sudor, como gotas de sangre cayendo en el suelo.  Se levantó, se acercó a sus discípulos y los halló dormidos de tristeza.                                                           

Lc 22,39-45

 Meditación.

Jesús comprobó el abandono más grande, que los Evangelios testimonian recogiendo sus palabras originales.

¿Y todo esto para qué? Una vez más por nosotros, para servirnos. Para que cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos. Lo hizo por mí, por ti, por todos nosotros, lo ha hecho para decirnos: No temas, no estás solo. Experimenté toda tu desolación para estar siempre a tu lado. He aquí hasta dónde Jesús fue capaz de servirnos: descendiendo hasta el abismo de nuestros sufrimientos más atroces, hasta la traición y el abandono.

Hoy, en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón, Jesús nos dice a cada uno: Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene.

El drama que estamos atravesando en este tiempo nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor. De este modo, en casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado —mirad, mirad al Crucificado—, que es la medida del amor que Dios nos tiene. Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida, pidamos, mirando al Crucificado, la gracia de vivir para servir. Procuremos contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer.

Francisco. Homilía 5 de abril de 2020.

Canto: Taizé. In te confido. https://www.youtube.com/watch?v=tfjnVa1WPZ8

Oración.

San Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales nos ofrece estas pautas para seguir en la contemplación de la escena de Getsemaní

El primer preámbulo es la historia; será aquí cómo Cristo nuestro Señor descendió con sus once discípulos desde el monte Sión, donde hizo la cena, para el valle de Josafat, dejando los ocho en una parte del valle y los otros tes en una parte del huerto; y poniéndose en oración, suda sudor como gotas de sangre; y después que tres veces hizo oración al Padre, y despertó a sus tres discípulos, y después que a su voz cayeron los enemigos, y Judas dándole la paz, y san Pedro derrocando la oreja de Malco, y Cristo poniéndosela en su lugar, seyendo preso como malhechor, le llevan el valle abajo y después la cuesta arriba para la casa de Anás.

El segundo es ver el lugar; será aquí considerar el camino desde el monte Sión al valle de Josafat, y ansimismo el huerto, si ancho, si largo, si de una manera, si de otra.

El tercero es demandar lo que quiero; lo cual es propio de demandar en la pasión: dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí.

Ejercicios Espirituales, 200-203.

Primer punto: pienso en las palabras de Jesús “Padre, aparta de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. ¿Cuáles son mis preocupaciones en estos momentos?, ¿qué quisiera que no hubiese pasado en mi vida y ha pasado?, ¿qué situaciones quisiera que desapareciese en estos momentos de mi vida? Repito las palabras de Jesús, en cada una de las respuestas, pausadamente, al ritmo de la respiración, las veces que lo necesite, sin miedo a que se termine el tiempo y no haya llegado a contestarlas todas.

Segundo punto: Dios nunca me deja solo, miro el sagrario, allí no se encuentran los ángeles para confortarme, sino el mismo Hijo de Dios que él ha enviado, como envió al ángel de la pasión, para confortarme y estar a mi lado.

Coloquio: le hablo a Jesús.

Canto: Taizé. Crucem tuam. https://www.youtube.com/watch?v=FRrYRORosgo


Oración del papa S. Pablo VI en la Basílica del  Santo Sepulcro.

Henos aquí, oh Señor Jesús:

hemos venido como los culpables vuelven al lugar de su delito,

hemos venido como aquel que Te ha seguido, pero que también Te ha traicionado; fieles, infieles, lo hemos sido muchas veces;

hemos venido para confesar la misteriosa relación entre nuestros pecados y Tu Pasión: nuestras obras, Tu obra;

hemos venido para golpearnos el pecho, para pedirte perdón, para implorar tu misericordia;

hemos venido porque sabemos que Tú puedes, Tú quieres perdonarnos.

Porque Tú has expiado con nosotros Tú eres nuestra redención,

Tú eres nuestra esperanza.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. Perdónanos, oh Señor;

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. Escucha nuestra voz, oh Señor;

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. Ten piedad de nosotros, oh Señor

Señor Jesús nuestro Redentor.

Reanima en nosotros el deseo y la confianza de tu perdón, reafirma nuestra voluntad de conversión y de lealtad, haznos gustar la certidumbre y también la dicha de tu misericordia.

Señor Jesús nuestro Redentor y Maestro.

Danos la fuerza de perdonar a los demás para que también nosotros seamos realmente perdonados por Ti.

Señor Jesús     nuestro Redentor y Pastor.

Infunde en nosotros la capacidad de amar, puesto que Tú quieres que según tú ejemplo y con la ayuda de Tu gracia nosotros te amemos, así como a todos aquellos que son nuestros hermanos en Ti.

Señor Jesús     nuestro Redentor y nuestra Paz.

Que nos hiciste conocer tu supremo deseo: "Que todos sean uno", escucha este deseo con el que nosotros nos identificamos y que aquí se ha transformado en nuestra oración: "Que todos nosotros seamos uno".

Señor Jesús     nuestro Redentor y nuestro Mediador.

Infunde eficacia ante el Padre de los cielos a las plegarias que Le dirigimos ahora en el espíritu Santo.

Omnipotente y sempiterno Dios que revelaste Tu gloria a todos los pueblos cristianos: defiende la obra de Tu misericordia, a fin de que Tu Iglesia, difundida en todo el orbe se mantenga firme con fe estable en la confesión de Tu nombre. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo que vive contigo y reina en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Omnipotente y sempiterno Dios, consuelo de los tristes, fortaleza de los que sufren: lleguen a Ti las plegarias de los que claman por cualquier aflicción; para que todos gocen de Tu misericordia en sus miserias. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo que vive contigo y reina en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Omnipotente y sempiterno Dios, que no buscas la muerte, sino la vida de los pecadores: acepta favorablemente nuestra plegaria y líbralos del culto de los pecados e incorpóralos a Tu Iglesia santa en alabanza y gloria de tu nombre. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo que vive contigo y reina en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

 Peregrinación del papa S. Pablo VI a Tierra Santa.

Hora Santa en la Basílica del Santo Sepulcro. 4 de enero de 1964.

 

Padrenuestro.

 

Oración.

Mira, Señor de bondad, a tu familia santa, por la cual Jesucristo, nuestro Señor, aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 Meditaciones del celebrado en la plaza San Pedro de Roma el 2 de abril de 2021.

Introducción

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

R/. Amén.

 

I Estación. Poncio Pilato condena a Jesús a muerte.

Pilato les habló de nuevo, porque quería liberar a Jesús, pero ellos gritaban: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Entonces Pilato decidió acceder a su petición: les dejó en libertad al que pedían, que estaba en la cárcel por disturbio y homicidio, y les entregó a Jesús para que hicieran con él lo que quisieran (Lc 23,20-21.24-25).

Meditación.

Cuando estaba en primero de primaria, Marcos, un niño de mi clase, fue acusado de haber robado la merienda de su compañero de banco. Yo sabía que no era cierto, pero me callé, no era mi problema, y además todos lo señalaban a él como culpable. ¿Por qué tendría que haber intervenido?

Todavía, cada vez que lo recuerdo, siento vergüenza, me duele mi actitud. Hubiera podido ayudar a mi amigo, decir la verdad y ayudar a que se haga justicia, en cambio me comporté como Pilato y preferí mirar hacia otra parte. Elegí el camino más cómodo y me lavé las manos. Hoy estoy muy arrepentido. Hubiera querido tener un poco de valentía, seguir mi corazón y ayudar a mi amigo en dificultad.

A veces sólo sentimos la voz de quien hace y quiere el mal, mientras la justicia es un camino cuesta arriba, con obstáculos y dificultades, pero tenemos a Jesús a nuestro lado, dispuesto a sostenernos y ayudarnos.

Oremos

Señor, Padre bueno, infunde en nosotros tu Espíritu Santo y concédenos tu fortaleza,

porque sólo así tendremos la valentía de testimoniar tu verdad, que es camino de justicia y reconciliación. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

II Estación. Jesús con la cruz a cuestas

Los hombres que habían detenido a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban y, tapándole los ojos, le decían: «¡Adivina!, ¿quién te pegó?». Y le gritaban toda clase de insultos (Lc 22,63-65).

Meditación.

En clase leíamos por turnos el libro Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar. Cuando fue el turno de Martina, comenzó a confundir las letras unas con otras y así las frases perdieron el significado. Palabra tras palabra empecé a reír y conmigo todos los demás. Todavía recuerdo el rostro de Martina sonrojado, la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas.

Tal vez no era nuestra intención burlarnos de ella, sin embargo, ¡cuánto dolor le provocamos con nuestras carcajadas!

La persecución no es un recuerdo lejano de hace dos mil años, a veces algunas de nuestras acciones pueden juzgar, herir y pisotear a un hermano o a una hermana.

En ocasiones, haber hecho sufrir a alguien puede habernos causado un poco de placer, porque detrás de esos sufrimientos enmascaramos nuestros propios problemas.

Jesús nos ha enseñado a amar y en su amor se encuentra la respuesta a todos los sufrimientos. Tenemos que estar dispuestos a todo para no hacer el mal a los demás, por el contrario, para hacerles el bien.

Oración de los niños

Jesús, nada nos separará de tu amor. Haznos capaces de amar a nuestros hermanos y a nuestras hermanas menos favorecidos.

Oremos

Señor, Padre bueno, que nos has enviado a Jesús, obediente hasta la muerte, concédenos la fuerza de tu amor para tomar con valor nuestra cruz. Concédenos tu esperanza y sabremos reconocerte incluso en los momentos más oscuros de nuestra vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

III Estación. Jesús cae por primera vez.

Él cargaba y soportaba nuestros dolores; nosotros lo consideramos un castigado por Dios, golpeado y humillado. Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y quebrantado por nuestros crímenes (Is 53,4-5).

Meditación.

En quinto de primaria era el mejor en matemáticas, terminaba los exámenes en pocos minutos y conocía solamente un resultado: “excelente”. Cuando por primera vez leí “insuficiente” pensé que era un inútil, sentí el peso de un fracaso inesperado, estaba solo y sin ningún consuelo. Pero ese momento me hizo crecer, en casa mis padres me animaron y me hicieron sentir su amor; volví a levantarme y seguí esforzándome en el estudio. Hoy sé que cada día vacilamos y podemos caer, pero Jesús está siempre ahí para tendernos la mano, para hacerse cargo del peso de nuestras cruces y volver a encender en nosotros la esperanza.

Oración de los niños.

Jesús, has caído debajo de la gran cruz que llevabas. También yo caigo a menudo y me lastimo. Protégeme en mi camino y concédeme la fuerza de llevar mis cargas junto a Ti.

Oremos.

Señor, has asumido nuestros sufrimientos y los has compartido hasta el patíbulo que aplasta y humilla. No nos abandones bajo el peso de nuestras cruces, que a veces nos parecen demasiado pesadas. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

 

IV Estación. Jesús encuentra a su Madre.

Cuando se acabó el vino, la madre de Jesús le dijo: «Ya no tienen vino». Pero Jesús le contestó: «Mujer, ¿qué tiene que ver eso con nosotros? Todavía no ha llegado mi hora». Pero su madre dijo a los que servían: «¡Hagan lo que él les diga!» (Jn 2,3-5).

Meditación.

Cuando pienso en mi mamá veo su rostro amable, siento el calor de sus abrazos y me doy cuenta de su amor por mí. Ella me acompaña a todos lados, a los entrenamientos de fútbol, al curso de inglés y a la catequesis el domingo por la mañana. Por la tarde, aunque esté cansada, me ayuda mientras hago los deberes; y cuando de noche tengo pesadillas, se pone a mi lado, me tranquiliza y espera que me duerma otra vez. Si tengo un problema, una duda o sencillamente pensamientos desagradables, ella está siempre dispuesta a escucharme con su sonrisa. Y en los momentos más difíciles no necesito decir palabras, basta una mirada, ella se da cuenta enseguida y me ayuda a superar cada sufrimiento.

Oración de los niños.

Jesús, haznos capaces de dejarnos abrazar por María nuestra madre del Cielo.

Oremos. 

Señor, Padre bueno, concédenos que encontremos la mirada amorosa de María, para que cada uno de nosotros, libres de la propia soledad interior, podamos descansar en el abrazo maternal de Aquella que en Jesús abrazó y amó a todos los hombres. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

 

V Estación. El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz.

Cuando se llevaban a Jesús detuvieron a un hombre de Cirene, llamado Simón, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz para que la llevara detrás de Jesús (Lc 23,26).

Meditación.

Durante el verano jugaba con los amigos del barrio en el parque que está delante de mi casa. Desde hacía algunos meses teníamos nuevos vecinos con un hijo de mi misma edad. Sin embargo, él no jugaba con nosotros, ni siquiera entendía bien nuestra lengua. Un día noté que nos estaba mirando de lejos, quería jugar con nosotros, pero no tenía el valor de pedírnoslo. Me acerqué, nos presentamos y lo invité a jugar un partido de fútbol con nosotros. Walid desde aquel día es uno de mis mejores amigos, además de ser el portero de nuestro equipo. Mirando de lejos una persona, lo primero que notamos es la figura, después nos damos cuenta si es hombre o mujer y lentamente toman forma los detalles de su rostro, pero sólo cuando lo reconocemos como hermano estamos abriendo nuestro corazón a Jesús.

Oración de los niños.

Jesús, hazme acoger con amor a todos los hermanos solos y marginados que encuentre en mi camino.

Oremos.

Señor, haznos capaces de reconocerte en los últimos que encontramos a lo largo de nuestro camino; danos la valentía y el gozo de dar de comer al que tiene hambre, dar de beber al que tiene sed, acoger al extranjero, vestir al que está desnudo y curar al que está enfermo, para encontrarte y acogerte en todos los hermanos y hermanas.  Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

VI Estación. Una mujer enjuga el rostro de Jesús.

Entonces los justos le preguntarán [al Rey]: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o en la cárcel?». Y el Rey les responderá: «Les aseguro que siempre que ustedes lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (cf. Mt 25,37-40).

Meditación.

Ese día tenía que jugar el partido más importante del campeonato, era la oportunidad para demostrar todas mis habilidades. En el vestuario estaba nervioso y asustado, pero cuando entré en el campo vi entre los espectadores a Marcos, mi mejor amigo que, aunque no le gustaba el fútbol, estaba allí para apoyarme. Era la primera vez que venía a verme jugar, y por desgracia perdimos. Mientras me duchaba estaba triste y desanimado, pero cuando salí del vestuario me encontré con mi amigo, que me estaba esperando con un refresco de naranja en la mano. Pasamos un rato juntos, y así esa hora y ese refresco de naranja hicieron todo más llevadero, la derrota sufrida se convirtió en un recuerdo menos amargo. Un encuentro, una mirada, un gesto pueden cambiar nuestro día y llenar nuestro corazón. En el rostro afligido de un amigo, o incluso de un desconocido, está el rostro de Jesús que pasa por el mismo camino que yo... ¿Tendré la valentía de acercarme?

Oración de los niños.

Jesús, concédeme cruzarme con tu mirada en los momentos de dificultad, para que así pueda encontrar consuelo en tu amor.

Oremos.

Señor, haz que la luz de tu Rostro, lleno de misericordia, alivie las heridas del abandono y del pecado que nos afligen. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

VII Estación. Jesús cae por segunda vez.

Él no cometió pecado ni se halló engaño en su boca. Él cargó sobre su cuerpo nuestros pecados, llevándolos al madero, para que, muertos al pecado, viviéramos para lo que es justo (1 P 2,22.24).

Meditación.

En cuarto de primaria quería a toda costa ser el protagonista de la obra de teatro escolar de final de curso. Había hecho todo lo posible para conseguir el papel, había ensayado los diálogos varias veces frente al espejo, pero la maestra decidió darle el papel a Juan, que era un niño muy reservado.

En ese momento me sentí humillado y enojado, conmigo mismo, con la maestra y con Juan. La obra fue un éxito, y desde ese momento Juan se abrió más a toda la clase.

Mi decepción había servido para ayudar a otra persona, la decisión de la maestra había dado una oportunidad a alguien que realmente lo necesitaba.

Oración de los niños.

Jesús, hazme instrumento de tu amor, haz que yo escuche el lamento de quien vive una situación difícil, para poder consolarlo.

Oremos.

Señor, Tú caíste por tierra como cualquier otro hombre. Concédenos la fuerza de volver a levantarnos aun cuando no tenemos ni siquiera el deseo de hacerlo. Aumenta en nosotros la convicción de que, aunque estemos cansados y desanimados, contigo a nuestro lado siempre podemos volver a caminar. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

VIII Estación. Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén.

Seguía a Jesús una gran multitud del pueblo y de mujeres que lloraban y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: «¡Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí! Lloren más bien por ustedes y por sus hijos» (Lc 23,27-28).

Meditación.

Mi hermano y yo habíamos estado jugando a los videojuegos toda la tarde. Al anochecer, mamá nos preguntó si habíamos hecho los deberes. Los dos le contestamos: “Claro, mamá”. Inmediatamente me fui a mi habitación y empecé a hacerlos, mientras mi hermano veía la televisión en el sofá. Al día siguiente él no fue a la escuela, fingiendo un terrible dolor de estómago. De regreso a casa, fui a su habitación y hablamos de lo que había pasado: nos equivocamos al mentirle a mamá y él se equivocó al fingir el dolor de estómago. Le sugerí que hiciera los deberes enseguida, y lo ayudé a terminar los del día anterior. Cuando acabamos, pasamos el resto de la tarde jugando. Corregir a un hermano es un gesto difícil pero necesario, requiere valor, sencillez y delicadeza.

Oración de los niños.

Jesús, que has llenado nuestros corazones de dulzura y sensibilidad, haznos capaces de cuidar a nuestros hermanos más pequeños.

Oremos.

Señor, Padre bueno, haznos testigos creíbles de tu misericordia; haz que nuestras palabras y nuestras acciones sean siempre un signo sincero y gratuito de caridad hacia cada uno de nuestros hermanos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

IX Estación. Jesús cae por tercera vez

[Jesús dijo:] Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere queda solo; pero si muere da mucho fruto. El que se apega a su vida la perderá; el que desprecia la vida en este mundo la conservará para la vida eterna (Jn 12,24-25).

Meditación.

Durante el último año, con mi familia no hemos vuelto a visitar a nuestros abuelos. Mis padres dicen que es peligroso, podríamos hacer que se enfermen de Covid. ¡Los extraño! Igual que extraño a mis amigos de voleibol y a los scouts. A menudo me siento sola. También la escuela está cerrada, antes iba a veces de mala gana, pero ahora sólo quisiera regresar a la clase para ver a mis compañeros y a las maestras. La tristeza de la soledad a veces se vuelve insoportable, nos sentimos “abandonados” por todos, incapaces de volver a sonreír. Como Jesús, nos encontramos caídos por tierra.

Oración de los niños

Jesús, luz eterna, te suplico que resplandezcas cuando me pierdo en oscuros pensamientos y me alejo de Ti.

Oremos.

Señor, que subiste al Calvario como cordero para el sacrificio, ilumínanos en esta noche oscura, para que no nos extraviemos en estos momentos difíciles.Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

X Estación. Jesús es despojado de las vestiduras.

[Los soldados] lo crucificaron y se repartieron su ropa por sorteo, para ver qué se llevaba cada uno. Así se cumplió la Escritura: Se han repartido mi ropa entre ellos y sortearon mi túnica (Mc 15,24; Jn 19,24b).

Meditación.

En las estanterías de mi habitación había muchas muñecas, cada una diferente. En cada aniversario recibía una nueva como regalo, y estaba muy encariñada a todas mis pequeñas amigas. El domingo, durante los avisos al final de la misa, el párroco mencionó una campaña de recogida de juguetes para los niños refugiados de Kosovo. Al llegar a casa, miré mis muñecas y pensé: “¿Realmente las necesito?”. Con tristeza elegí algunas, las más antiguas, las que menos me gustaban. Preparé la caja para llevarla a la iglesia el domingo siguiente. Sin embargo, por la noche tuve la sensación de que no había hecho lo correcto. Antes de irme a la cama, la caja estaba llena de muñecas y las estanterías vacías. Deshacerse de lo superfluo aligera el alma y nos libra del egoísmo. Dar nos hace más felices que recibir.

Oración de los niños.

Jesús, vela sobre mi corazón, hazlo libre de la esclavitud de las cosas materiales. Ayúdame a no dar sólo lo superfluo, sino también algo necesario.

Oremos

Señor, Padre bueno, llena nuestras lagunas, haznos generosos para compartir con los hermanos los dones de tu providencia. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

XI Estación. Jesús es clavado en la cruz

El pueblo estaba contemplando. Los jefes se burlaban y le decían: «¡Salvó a otros! ¡Que se salve a sí mismo si este es el Mesías de Dios, el elegido!». Los soldados también se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «¡Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo!» (Lc 23,35-37).

Meditación.

El día de Navidad fuimos a Roma con los scouts, a la casa de las Misioneras de la Caridad, para distribuir la comida a los necesitados, renunciando a un día de fiesta con la familia. A la ida, en el tren, pensaba en todas las cosas que me habría perdido: los sombreros hechos a mano por la abuela María, el juego de lotería, el pan dulce, abrir los regalos delante de la chimenea… Al volver, pensaba en los rostros de las personas que había servido, en sus sonrisas y en sus historias… El pensamiento de haber llevado a aquellas personas un momento de serenidad hizo inolvidable aquella Navidad. Ofrecernos nosotros mismos y nuestro servicio con amor es la lección que nos da Jesús en la cruz.

Oración de los niños.

Jesús, líbranos de nuestro orgullo y de nuestros prejuicios, haz que nuestro corazón esté abierto a los demás.

Oremos.

Señor, danos la gracia de no permanecer abrumados por nuestros pecados, y ayúdanos a ver en cada una de nuestras debilidades una posibilidad nueva para manifestar la fuerza de tu cruz, que da vida y esperanza. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

XII Estación. Jesús muere en la cruz.

Era casi mediodía y se oscureció toda la tierra hasta media tarde, porque el sol había dejado de brillar. La cortina del Templo se rasgó por la mitad. Y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «¡Padre, en tus manos entrego mi espíritu!». Y, después de decir esto, expiró (Lc 23,44-46).

Meditación.

Hace poco, después de haber tratado el tema en el colegio, escribí una redacción sobre los niños que eran víctimas de la mafia. Me pregunto: ¿cómo es posible cometer acciones tan terribles?, ¿es justo perdonar algo así? Y yo, ¿sería capaz de hacerlo?  Jesús, muriendo en la cruz, nos ha dado la salvación a todos. No vino a llamar a los justos, sino a los pecadores que tienen la humildad y la valentía de convertirse.

Oración de los niños.

Jesús, danos la fuerza de perdonar, Tú que has dicho: “Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse”.

Oremos.

Señor Jesús, que has muerto en la cruz por nosotros, acoge nuestra vida que se une a la tuya como una ofrenda perenne y definitiva. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

XIII Estación. El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz.

Al atardecer vino un hombre rico de Arimatea llamado José, quien también se había hecho discípulo de Jesús, y se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato ordenó que se lo entregaran (Mt 27,57-58).

Meditación.

Bajaron de la ambulancia unos hombres que parecían astronautas, vestidos con bata, guantes, mascarillas y visera, se llevaron al abuelo que tenía dificultades para respirar desde hacía algunos días. Fue la última vez que vi al abuelo, murió pocos días después en el hospital, imagino que sufriendo también a causa de la soledad. No pude estar cerca de él físicamente, decirle adiós y darle consuelo. He rezado por él cada día, así pude acompañarlo en su último viaje terreno.

Oración de los niños.

Te damos gracias, Jesús, porque con tu muerte en la cruz nos has dado la fuerza de la esperanza.

Oremos

Oh Señor, Padre bueno, concédenos sentirte cercano, como presencia que consuela y reconcilia, hasta el momento en que, por un don de tu providencia, nos llames para que seamos uno solo contigo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

XIV Estación. El cuerpo de Jesús es puesto en el sepulcro.

José tomó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en el sepulcro nuevo que él había excavado en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y se fue (Mt 27,59-60).

Meditación.

Querido Jesús: Me llamo Sara, tengo doce años y te quiero dar gracias porque hoy me has enseñado a hacer el bien en nombre de tu amor. Me has enseñado a superar todo sufrimiento confiando en ti, a amar al otro como a un hermano, a caer y a levantarme, a servir a los demás, a liberarme de los prejuicios, a reconocer lo esencial y sobre todo a unir cada día mi vida a la tuya. Hoy, gracias a tu gesto de amor infinito, sé que la muerte no es el final de todo.

Oración de los niños

Jesús, ayúdanos a no interrumpir nuestra oración cuando sentimos el corazón pesado ante la piedra de tu sepulcro.

Oremos.

Oh Señor, Padre bueno, cuando el camino de la vida nos muestra historias difíciles, concédenos la esperanza de la Pascua, paso de la muerte a la resurrección. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

Oración final

Señor, Padre bueno, también este año hemos hecho memoria del Vía Crucis de tu Hijo Jesús, y lo hemos hecho con las voces y las oraciones de los niños, que Tú mismo has indicado como ejemplo para entrar en tu reino.

Ayúdanos a ser como ellos, pequeños, necesitados de todo, abiertos a la vida. Haz que volvamos a adquirir la pureza de la mirada y del corazón.

Te pedimos que bendigas y protejas a todos los niños del mundo, para que puedan crecer en edad, sabiduría y gracia, para que conozcan y sigan el proyecto de bien que Tú has pensado para cada uno.

Bendice también a los padres y a cuantos colaboran con ellos en la educación de estos hijos tuyos, para que se sientan siempre unidos a ti al dar vida y amor.

Por Cristo nuestro Señor. Amén.


VÍA CRUCIS.

Meditaciones de Sor Eugenia Bonetti. CON CRISTO Y CON LAS MUJERES EN EL CAMINO DE LA CRUZ. Meditado ante el Papa Francisco en el Coliseo de Roma el Viernes Santo 2019.

 

I Estación. Jesús es condenado a muerte.

«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7,21)

Señor, ¿quién mejor que María, tu Madre, supo ser tu discípula? Ella aceptó la voluntad del Padre incluso en el momento más oscuro de su vida, y con su corazón destrozado estuvo a tu lado. La que te engendró, te llevó en su seno, te recibió en sus brazos, te alimentó con amor y te acompañó durante tu vida terrenal, debía recorrer tu misma vía del Calvario y compartir contigo el momento más dramático y doloroso de tu vida y de la suya.

Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a hacer tu voluntad”

― En los momentos de dificultad y desesperación.

― En los momentos de sufrimiento físico y moral.

― En los momentos de oscuridad y soledad.

 

II Estación. Jesús con la cruz a cuestas.

«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga» (Lc 9,23)

Señor Jesús, es fácil llevar el crucifijo al cuello o colgarlo como un ornamento en las paredes de nuestras hermosas catedrales o nuestras casas, pero no es tan fácil encontrar y reconocer los nuevos crucificados de hoy: las personas sin hogar, los jóvenes sin esperanza, sin trabajo y sin perspectivas, los inmigrantes obligados a vivir en las barracas en los márgenes de nuestra sociedad, después de haber padecido sufrimientos inauditos. Lamentablemente, estos campamentos sin seguridad son quemados y arrasados, junto con los sueños y esperanzas de miles de hombres y mujeres marginados, explotados y olvidados. Además, ¡cuántos niños son discriminados a causa de su origen, del color de su piel o de su clase social!, ¡cuántas madres sufren la humillación de ver a sus hijos ridiculizados y excluidos de las mismas oportunidades que tienen sus coetáneos y compañeros de escuela!

Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a esperar”

― Cuando nos sentimos abandonados y solos.

― Cuando es difícil seguir tus pasos.

― Cuando el servicio a los demás se hace difícil.

 

III Estación. Jesús cae por primera vez.

«Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores» (Is 53,4)

Señor Jesús, en el camino empinado que conduce al Calvario has querido experimentar la fragilidad y la debilidad humana. ¿Cómo sería hoy la Iglesia sin la presencia y la generosidad de tantos voluntarios, los nuevos samaritanos del tercer milenio? En una fría noche de enero, en una calle de las afueras de Roma, tres africanas casi niñas calentaban sus cuerpos jóvenes y semidesnudos acurrucadas en el suelo alrededor de un brasero. Algunos jóvenes, pasando con el automóvil, arrojaron material inflamable al fuego para divertirse, quemándolas gravemente. En ese preciso momento, pasó una de las muchas unidades callejeras de voluntarios que las socorrió y las llevó al hospital para acogerlas después en una casa hogar. ¿Cuánto tiempo pasó y ha de pasar para que esas muchachas se curen, no solo de las quemaduras de sus miembros, sino también del dolor y de la humillación de encontrarse con un cuerpo mutilado y desfigurado para siempre?

Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a amar”

― Cuando es difícil ser samaritanos.

― Cuando nos cuesta perdonar.

― Cuando no queremos ver el sufrimiento de los demás.

 

IV Estación. Jesús encuentra a su Madre.

«Una espada te traspasará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones» (cf. Lc 2,35)

María, cuando presentaste al pequeño Jesús en el templo para el rito de la purificación, el viejo Simeón te predijo que una espada atravesaría tu corazón. Ahora es el momento de renovar tu fiat, tu adhesión a la voluntad del Padre, a pesar de que acompañar a un hijo al patíbulo, tratado como un criminal, causa un dolor desgarrador. Señor, ten piedad de tantas madres, demasiadas, que han dejado partir hacia Europa a sus jóvenes hijas con la esperanza de ayudar a sus familias que viven en la extrema pobreza, encontrando en cambio humillaciones, desprecio e incluso, a veces, la muerte. Como la joven Tina, asesinada brutalmente en una calle con solo veinte años, dejando a una niña de pocos meses.

Oremos juntos diciendo: “Señor, haz que sepamos dar siempre apoyo y consuelo, y estar presentes para ofrecer ayuda”

― Para consolar a las madres que lloran el destino de sus hijos.

― Para quien ha perdido toda esperanza en su vida.

― Para quien sufre violencia y desprecio todos los días.

 

V Estación. El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz.

«Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo» (Ga 6,2)

Señor Jesús, en el camino al Calvario sentiste el peso y la dificultad de llevar esa áspera cruz de madera. En vano esperaste el gesto de ayuda de un amigo, de uno de tus discípulos o de una de las muchas personas a quienes aliviaste sus sufrimientos. Lamentablemente, solo un desconocido, Simón de Cirene, por obligación, te echó una mano. ¿Dónde están hoy los nuevos cireneos del tercer milenio? ¿Dónde los encontramos? Me gustaría mencionar la experiencia de un grupo de religiosas de diferentes nacionalidades, orígenes e institutos de proveniencia con las que, durante más de diecisiete años, visitamos en Roma todos los sábados un centro para mujeres inmigrantes indocumentadas. Mujeres, a menudo jóvenes, en espera de conocer su destino, en vilo entre la deportación y la posibilidad de quedarse. Cuánto sufrimiento, pero también cuánta alegría percibimos en estas mujeres cuando encuentran religiosas provenientes de sus países, que hablan sus lenguas, que secan sus lágrimas, que comparten momentos de oración y de fiesta, que vuelven menos crueles los largos meses pasados entre rejas y en sórdidas calles.

Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a llevar nuestra cruz”

― Cuando estamos cansados y desanimados.

― Cuando sentimos el peso de nuestras debilidades.

― Cuando nos pides que compartamos los sufrimientos de los demás.

 

VI Estación. La Verónica enjuga el rostro de Jesús.

«Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40)

Pensemos en los niños de diversas partes del mundo que no pueden ir a la escuela y que, en cambio, son explotados en las minas, en los campos, en la pesca; vendidos y comprados por traficantes de carne humana, para trasplantes de órganos; abusados y explotados en nuestras calles por muchos, incluidos los cristianos, que han perdido el sentido de la sacralidad propia y de los demás. Como una menor de edad de cuerpo diminuto, encontrada una noche en Roma, a la que hombres en automóviles lujosos hacían fila para aprovecharse de ella. Y, sin embargo, podía tener la misma edad de sus hijas... ¡Qué desequilibrio puede crear esta violencia en la vida de tantas jóvenes que experimentan solo el abuso, la arrogancia y la indiferencia de aquellos que, de noche y de día, las buscan, las usan, se aprovechan de ellas, y luego las arrojan de vuelta a la calle para caer en las garras del próximo comerciante de vidas!

Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a ver”

― El rostro de los niños inocentes que piden ayuda.

― Las injusticias sociales.

― La dignidad que cada persona posee y que es pisoteada.

 

VII Estación. Jesús cae por segunda vez.

«Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente» (1 P 2,23)

Reflexión: ¡Cuántas venganzas en este nuestro tiempo! La sociedad actual ha perdido el gran valor del perdón, don por excelencia, curación para las heridas, fundamento de la paz y de la convivencia humana. En una sociedad donde el perdón se experimenta como debilidad, tú, Señor, nos pides que no nos quedemos en las apariencias. Y no lo haces con palabras, sino con el ejemplo. A los que te atormentan, tú les respondes: “¿Por qué me perseguís?”, sabiendo muy bien que la verdadera justicia nunca puede basarse en el odio y la venganza. Haznos capaces de pedir y dar perdón.

Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a dar consuelo”

― A quien se siente ofendido e insultado.

― A quien se siente traicionado y humillado.

― A quien se siente juzgado y condenado.

 

VIII Estación. Jesús encuentra a las mujeres.

«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos» (Lc 23,28)

La situación social, económica y política de los migrantes y de las víctimas de la trata de personas nos cuestiona y nos sacude. Debemos tener el valor, como afirma con fuerza el Papa Francisco, de denunciar el tráfico de seres humanos como un crimen contra la humanidad. Todos nosotros, especialmente los cristianos, debemos tomar más conciencia de que todos somos responsables del problema y que podemos y debemos ser parte de la solución. A todos, pero, sobre todo, a nosotras las mujeres, se nos pide el desafío de ser valientes. La resolución de saber ver y actuar, individualmente y como comunidad. Solamente sumando la pobreza de cada uno, esta puede convertirse en una gran riqueza, capaz de cambiar la mentalidad y de aliviar el sufrimiento de la humanidad. El pobre, el extranjero, el que es diferente no debe ser visto como un enemigo que hay que rechazar o combatir sino, más bien, como un hermano o hermana que hay que acoger y ayudar. Ellos no son un problema, sino un recurso valioso para nuestras ciudades blindadas, donde el bienestar y el consumismo no apaciguan el cansancio y la fatiga crecientes.

Oremos juntos diciendo: “Ayúdanos a compartir el sufrimiento de los demás”

― Con el que sufre la muerte de sus seres queridos.

― Con el que le cuesta pedir ayuda y consuelo.

― Con el que ha experimentado maltrato y violencia.

 

IX Estación. Jesús cae por tercera vez.

“Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero” (Is 53,7)

Señor, has caído por tercera vez, exhausto y humillado, bajo el peso de la cruz. Como tantas jóvenes, obligadas en las calles por grupos de traficantes de esclavos, que sufren el cansancio y la humillación de ver sus propios cuerpos y sus sueños manipulados, abusados, destruidos. Esas jóvenes mujeres se sienten como desdobladas: por una parte buscadas y usadas, por otra rechazadas y condenadas por una sociedad que no quiere ver este tipo de explotación, causado por el triunfo de la cultura del usar y tirar. Una de las tantas noches pasadas en las calles de Roma, buscaba una joven recién llegada a Italia. Al no verla en su grupo, la llamaba insistentemente por su nombre: “¡Mercy!”. En la oscuridad, la vi acurrucada y dormida al borde de la calle. Al oírme se despertó y me dijo que no podía más. “Estoy exhausta”, repetía… Pensé en su madre: si supiese lo que le ha sucedido a su hija, se quedaría sin lágrimas.

Oremos juntos diciendo: “Concédenos, Señor, fuerza y valentía para denunciar”

― Ante la explotación y la humillación sufrida por tantos jóvenes.

― Ante la indiferencia y el silencio de tantos cristianos.

― Ante leyes injustas y carentes de humanidad y solidaridad.

 

X Estación. Jesús es despojado de sus vestiduras.

“Revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia” (Col 3,12)

Dinero, bienestar, poder. Son los ídolos de todas las épocas. También y sobre todo de la nuestra, que presume de los grandes pasos dados en el reconocimiento de los derechos de la persona. Todo se puede comprar, incluso el cuerpo de los menores, despojados de su dignidad y de su futuro. Hemos olvidado la centralidad del ser humano, su dignidad, su belleza, su fuerza. Mientras en el mundo se levantan muros y barreras, queremos recordar y agradecer a todos los que, en estos últimos meses, desde distintas funciones han arriesgado su propia vida, particularmente en el Mar Mediterráneo, para salvar las de tantas familias en busca de seguridad y oportunidades. Seres humanos escapando de la pobreza, las dictaduras, la corrupción, la esclavitud.

Oremos juntos diciendo: “Concédenos, Señor, un corazón lleno de misericordia”

― Ante la ambición del placer, del poder y del dinero.

― Ante las injusticias infligidas a los pobres y a los más débiles.

― Ante el espejismo de los intereses personales.

XI Estación. Jesús es clavado en la cruz.

“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34)

Reflexión: Nuestra sociedad proclama la igualdad de derechos y la dignidad de todos los seres humanos; pero practica y tolera la desigualdad, acepta incluso hasta sus formas más extremas. Hombres, mujeres y niños son comprados y vendidos como esclavos por los nuevos mercaderes de seres humanos. A su vez, las víctimas de la trata son explotadas por otros individuos. Y finalmente desechadas como mercancía sin valor. ¿Cuántos se hacen ricos devorando la carne y la sangre de los pobres?

Oremos juntos diciendo: “Señor, piedad”

― Por los nuevos crucificados de hoy, dispersos por toda la tierra.

― Por los poderosos y los legisladores de nuestra sociedad.

― Por quien no sabe perdonar y no sabe amar.

 

XII Estación. Jesús muere en la cruz.

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34)

También tú, Señor, has sentido en la cruz el peso de la burla, del desprecio, de los insultos, de la violencia, del abandono, de la indiferencia. Solo María, tu madre, y otras pocas discípulas, permanecieron allí, testigos de tu sufrimiento y de tu muerte. Que su ejemplo nos inspire a comprometernos para no hacer sentir la soledad a cuantos agonizan hoy en tantos calvarios dispersos por el mundo, como los campos de acogida similares a campos de concentración en los países de tránsito, los barcos a los que se niega un puerto seguro, las largas negociaciones burocráticas para llegar al destino final, los centros de permanencia, las zonas críticas, los campos para trabajadores temporales.

Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a dar nuestra vida”

― Por cuantos han sufrido injusticias, odio y venganza.

― Por cuantos han sido injustamente calumniados y condenados.

― Por cuantos se sienten solos, abandonados y humillados.

 

XIII Estación. Jesús es bajado de la cruz.

“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24)

¿Quién recuerda, en esta era de noticias vertiginosas, a las veintiséis jóvenes nigerianas, desaparecidas bajo las olas, cuyos funerales fueron celebrados en Salerno? Su calvario fue duro y largo. Primero la travesía por el desierto del Sahara, hacinadas en un improvisado autobús. Después la parada forzosa en los horribles campos de acogida en Libia. Finalmente, el salto al mar, donde encontraron la muerte a las puertas de la “tierra prometida”. Dos de ellas llevaban en su seno el don de una nueva vida, niños que no verán nunca la luz del sol. Pero su muerte, como la de Jesús bajado de la cruz, no fue en vano. Confiamos todas estas vidas a la misericordia del Padre nuestro y de todos, pero sobre todo Padre de los pobres, de los desesperados y de los humillados.

Oremos juntos: “Señor, ayúdanos a compartir el llanto”

― Ante los sufrimientos de los demás.

― Ante todos los ataúdes sin nombre.

― Ante el llanto de tantas madres.

 

XIV Estación. Jesús es puesto en el sepulcro en espera de la resurrección.

“Está cumplido” (Jn 19,30)

El desierto y el mar se han convertido en los nuevos cementerios de hoy. Frente a esas muertes no hay respuestas; pero hay responsabilidad. Hermanos que dejan morir a otros hermanos. Hombres, mujeres, niños que no hemos podido o querido salvar. Mientras los gobiernos discuten, encerrados en los palacios del poder, el Sahara se llena de esqueletos de personas que no han resistido el cansancio, el hambre, la sed. ¡Cuánto dolor provocan estos nuevos éxodos! Cuánta crueldad se ensaña con el que huye: los viajes de la desesperación, las extorsiones y las torturas, el mar transformado en tumba de agua.

 

Oración: Al concluir tu Vía Crucis, te pedimos Señor que nos enseñes a velar, junto a tu Madre y a las mujeres que te acompañaron en el Calvario, en espera de tu resurrección. Que ella sea faro de esperanza, de alegría, de vida nueva, de fraternidad, de acogida y de comunión entre los pueblos, las religiones y las leyes. Para que todos los hijos e hijas del hombre sean reconocidos verdaderamente en su dignidad de hijos e hijas de Dios y nunca más tratados como esclavos.

 

MEDITACIÓN DE LAS SIETE PALABRAS CON S. JUAN DE ÁVILA.

1ª. Eli Eli lema sabactaní. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Mt 27, 46 – Eloi Eloí lema sabakthani. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste? Mc 15, 34.

Pues, aunque los tales se sientan atribulados y desamparados, mas no por eso desesperados ni muy turbados, porque conocen ser aquél el camino de la cruz, a la cual ellos se han ofrecido, y por el cual Cristo anduvo; como parece que, estando en la cruz, dijo a su Padre: Dios mío, ¿por qué me desamparaste?

Audi, filia (II), cap,. 26, 6. OC I, pg. 594.

Solo en todos sus trabajos, al final sus discípulos huyeron, para mayor pena suya. Esto lamenta en la cruz: ¿Por qué me has abandonado? Mira: Mírame aquí colgado, golpeado, mira este mi sacrificio que te ofrezco por los hombres; mira a tu Hijo.

Lunes de Pascua, 10. OC III, pg. 222.

También dijo Cristo nuestro Redemptor en la parte sensitiva, viendo que Dios le dejaba padecer y viendo los tormentos que pasaba: Dios mío, ¿Dios mío, por qué me has abandonado? Fue tanto, hermanos míos, lo mucho que nuestro Señor pasó; fueron tantos los tormentos que pasó, los azotes, corona de espinas, las bofetadas que en su divino rostro le dieron, que dice Él mismo: Todos los que pasáis por el camino, todos los que vivís en el mundo, mira si hay dolor como el mío (Lam 1, 12). ¡Bendito seáis vos, Redemptor mío, por siempre!

Domingo infraoctava de la Ascensión, 28. OC III, pg. 332.

En la cruz, ¿qué otra cosa de más que su sangre, y su pasión y misericordia para el hombre, por cuyo consuelo da voces el Señor, que fue desamparado y desconsolado? Mas allí está tan guardado de sus enemigos, que sus amigos, por mucho que lo deseen y lloren no pueden llegar a Él.

En la infraoctava del Corpus, 15. OC III, pg. 648.

Sí, señora, sí sé que vuestra merced está en cruz, y no a solas, que no pienso yo que nuestro Señor la ama tan poco, que le quiera tener lejos de sí. Su cama, señora, y su mesa, la cruz fue; en ellos ha de poner a sus amados si lo quieren ser. Y no se turbe vuestra merced porque no hay cosa que le consuele, pues ha oído que el señor dijo puesto en cruz: Busqué quien me consolase, y no lo hallé (Sal 68, 21). Desamparado de su Padre dijo que estaba; y esto excede a nuestro desamparo; por mucho que sea, como también sus dolores exceden a los nuestros. Tenga, señora, firme en la cruz. No quiera descender de ella por descansar. Ofrézcase a la voluntad de Dios para que haga de ella su voluntad sin que le resista. Déjese llevar de tan buen Padre a donde Él mandare, y diga como dijo Santo Tomás: Vayamos y muramos con él (Jn 11, 16). Mire que este negocio no es palabras, sino obras y finos dolores y desamparos; y no tiene uno más amor del que parece en el tiempo de la tribulación. Y cada cosa tiene su tiempo: aquí hemos de padecer con el amor y hacer que abracemos la cruz; en el otro mundo nos hará gozar del mesmo Dios. Sufra, señora, al amor su carga, que Él se lo pagará con mil tanto en el cielo. Y acuérdese de que le ha ofrecido por sierva tantos años ha, que no desdiga en el tiempo de la prueba, sino que le sea leal, para que por tal sea coronada en el cielo. No espere acá otra fruta sino hiel y vinagre y lo demás de la cruz; y mientras más se le acercare la libertad eterna, más recios trabajos ha de pasar.

A una señora que padecía trabajos. OC IV, pg. 108.

 

2ª Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Lc 23, 34.

¡Qué grande hazaña fue alcanzar perdón para todos! ¡Que abrazo tan suave y amoroso! ¡Qué beso de paz tan dulce! Si quieres arrepentirte, no perderás el remedio; Jesucristo puso toda la costa de aqueste negocio. Quiere Él mismo que tú quieras allegarte a Él, que ya es ganado lo que andaba perdido; ya Jesucristo dio fin a nuestra enfermedad; ya acabó Él su obra. Él mismo lo dijo: Padre, perdona a estos, miraldos con ojos alegres, ya.

Martes de Pentecostés, 17. OC III, pg. 393.

¡Oh pecadores, cuán caro me costáis! ¡Cómo por amor de vosotros ha pasado mi corazón trance tan amargo como ha sido este, ver a mi Hijo Jesucristo padecer tan cruel muerte y pasión! Lo que vosotros hecisteis, Él lo ha pagado, y mi ánima lo ha sentido: por bien empleado vaya, aunque ha pasado tantos trabajos, porque vosotros recibáis el fructo de ello y alcancéis perdón de Dios. - ¡Oh Señora!, bendita seáis vos, que aún tenéis el sonido de las palabras de vuestro Hijo: ¡Perdónalos!.

Soledad de María, 36. OC III, pg. 909.

 

3ª Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso. Lc 23, 43.

Aquella espada de fuego volteada sin cesar mantenía cerrado el paraíso: nadie podía entrar en él porque Cristo lo había cerrado. Fue el buen ladrón el primero que con Él entró, pues la grandeza de su fe fue merecedora de tan gran recompensa. Ciertamente no creyó en el reino al ver a Cristo, pues no le mostraba esplendente, ni aparecía mirando desde el cielo, ni era servido por sus ángeles. Sí, lo diré sin temor alguno: no lo vio yendo de un lado a otro a su libre albedrío, sino en una cruz, bebiendo vinagre y coronado de espinas; lo vio clavado en una cruz pidiendo auxilio: Dios mío, Dios mío, vuelve hacia mí tus ojos, ¿por qué me has abandonado? La cruz de Cristo es la llave del paraíso. La cruz de Cristo abre el paraíso. ¿No dijo acaso que el reino de los cielos sufre violencia y son los esforzados quienes de él se apoderan? No hay intervalo entre ambas cosas: la cruz y, al punto, el paraíso. Cuanto mayores sean los pesares que se padezcan, mayor será la recompensa.

Jerónimo. Sobre Lázaro y el rico. 3, pg. 484.

 

4ª Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu. Lc 23, 46.

Y porque en vida y en muerte le fue su Hijo maestro y dechado a quien ella miraba, y le oyó decir cuando en la cruz expiró: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, las cuales palabras ella tenía guardadas en su corazón para la hora en que estaba, dijo con gran humildad y perfectísimo amor: Hijo mío, en vuestras manos encomiendo mi espíritu.

Asunción de María, 66. OC III, pg. 971.

Téngase vuestra merced por esclava, que de su voluntad se ofrece a servir a su Señor y sus siervos en cualquier cosa que Él mandare, honrosa o deshonrosa, de descanso o de pena, de vida o de muerte. E un día, cuando quiera comulgar, diga al Señor con reverencia y amor: Señor, yo no soy digna de padecer por vuestro amor; mas pues vuestra Bondad esta merced me ofrece, yo la recibo y la consiento con que vos, Señor, con la misma bondad me deis la fuerza para llevar vuestra cruz para gloria vuestra, pues conocéis mi flaqueza. E luego diga: En vuestras manos, Señor, encomiendo el espíritu mío. Y reciba a su Señor con mucha confianza, que le dará esfuerzo para padecer lo que le enviare; y vuestra merced procurará pedir oraciones para lo mismo. Nuestro Señor la haga mártir de su amor.

A una señora afligida. OC IV, pg. 417.

Cristo, que por vuestra merced murió, le acompañe a su muerte y le reciba en sus brazos salido de esta vida. Dígale vuestra merced lo que Él dijo a su Padre: In manus tuas, Pater commendo spiritum meum. Y espero de su misericordia que será bien recebido como hijo, y tratado como tal heredero de Dios, y juntamente heredero de Cristo.

A un discípulo suyo, de la Compañía de Jesús, estando cercano a la muerte. OC IV, pg. 501.

 

5ª Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre. Jn 19, 26.

Madre es de Dios, y mucho derecho es el de la madre con el hijo; y madre es de nosotros, y mucha es la ternura del corazón maternal para con nosotros. No está olvidada de que al pie de la cruz, le encomendó su Hijo a los cristianos en persona de San Juan diciendo: Ecce filius tuus. No hace su oficio flojamente, no tiene descuido en lo que Dios le encomendó. Con humildad le ruega, con perseverancia le suplica. Y ella suele amansar los enojos de Él estando en el cielo, que lo acallaba en la tierra, cuando siendo niño lloraba. Muy bien sabe representarle los servicios que le hizo entonces, pidiéndole que nos haga mercedes a nosotros por ellos; y pues que Dios recibió de ella y recibió tanto, y Él es tan agradecido, no dejará de la oír.

La Virgen de las Nieves, 17. OC III, pg. 922.

El Rey fue y es, aunque no a la hechura de este mundo. Mas estando en la silla de la cruz dijo a su Madre: Mujer, ve ahí tu hijo; para dar a entender que quien está en silla de persona pública ha de renunciar todo particular amor, aunque de su propia madre sea. Y esto nos dio Él en ejemplo cuando algunas veces respondía áspero a su Madre bendita, para decirnos cuánto nos debemos guardar de nuestras particulares afecciones, aunque otros se enojen con nosotros, suframos alguna pena, antes que siguiéndolas descontentar a Dios.

A un señor de estos mundos. OC IV, pg. 97.

 

6ª Tengo sed. Jn 19, 28.

Y si quieres cumplir con Él esotras obras de misericordia, aparejo tienes; Él te las recebirá de buena gana y te las pagará con grande ventaja. Hambriento y sediento está, no de manjar corporal, mas de otra hambre y sed muy mayor. Y si la del cuerpo le hizo decir a la Samaritana: Dame a beber (Jn 4,7), y decir en la cruz: Sed tengo, ten por averiguado que con mayor instancia te pide a ti que le quites aqueste hambre y aquesta sed, que entonces lo pedía su cuerpo. No pienses que por otra cosa está aquí encerrado, sino para que te dé a ti de comer y tú a Él. Muchos años ha que lo mandó decir a su apóstol San Juan: Yo estoy a la puerta y llamo, si alguno quisiere abrir, entraré a él, y yo cenaré con él, y él conmigo (Ap 3,20).

En la Infraoctava del Corpus, 32. OC III, pg. 578-579.

 

7ª Está cumplido. Jn 19, 30.

Mira que no solamente viviendo padeció por ti, mas aun después de muerto recibió la mayor de sus heridas, que fue la lanzada cruel (cf. Jn 19, 34); porque sepas que en vida y en muerte te es amigo verdadero y para que entiendas por aquí que, cuando dijo al tiempo de expirar: Acabado es, aunque acabaron sus dolores, no acabó su amor. Dice San Pablo: Jesucristo ayer fue, y hoy es también, y será en todos los siglos (Hb 13, 8); porque cual fue en este siglo, mientras vivió, para los que le querían, tal es agora, y será siempre para todos los que le buscaren.

Tratado del amor de Dios, 14. OC I, pg. 974.

Ya, Padre, es acabado el reparo para los hombres. Hermanos, con este remedio quedó remediado el entendimiento, quedó remediada la voluntad, quedó remediada la carne, quedaron remediados nuestros pecados todos.

Martes de Pentecostés, 17. OC III, pg. 393.

 

MEDITACIÓN DE LAS LLAGAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.

Adaptación del escrito del párroco de Montaverner el Dr. Joseph Esplugues en el manuscrito Llibre de l’Església Parroquial. Archivo Parroquial de Montaverner.

 

Introducción.

Fue el Dr. Esplugues gran devoto del Cristo de la Paciencia, fomentando la devoción a esta imagen. Por este motivo con el fin de mantenerla y aumentarla instituyó en la parroquia el Septenario de las 7 Palabras en tiempos de carnavales y desde el 11 de Febrero de 1755 un ejercicio espiritual la tarde de los segundos domingos de cada mes. Este se hacía ante la imagen del Cristo de la Paciencia y a lo largo de hora y media se rezaban los misterios dolorosos del rosario, las llagas con el coloquio y deprecación, Padrenuestro y Avemaría, meditación de uno de los doce pasos de la pasión (oración del huerto, hecho prisionero, casa de Anás,...) y silencio. Además legó unas fincas para mantener con sus rentas este ejercicio.

Aquí presentamos, previa adaptación de algunas palabras, el ejercicio que él escribió tomando como base algunos textos impresos

 

 Hagamos la estación del SS. Christo de la Paciencia saludando sus cinco llagas y coronación de espinas.

 

A la llaga del pie izquierdo.

Coloquio 1

Señor mío Jesucristo puesto en esa cruz por mis pecados, con profunda reverencia y temor adoro la llaga de vuestro pie izquierdo confesando desvergonzado mis malos pasos con que tantas veces he desviado el camino de vuestros mandamientos y que ellos son causa de tan cruel dolor que tuvo penetrado vuestro Corazón Divino y correspondió en el corazón de vuestra Madre Beatísima. ¿Quien sino la Paciencia infinita de vuestro Corazón Deífico pudiera haberme sufrido y esperado tanto? Desde ahora los detesto, los aborrezco y me pesa de todo Corazón haberos ofendido y propongo firmemente enmendarme. Por esa llaga santísima, por la sangre que por ella derramaste, por la angustia de vuestro corazón y pena del corazón de María perdonadme, dad fortaleza a mi dolor y propósito por toda mi vida y especialmente en la hora de mi muerte. También os pido Jesús mío la conversión de todos los pecadores a fin de que todo el mundo os conozca y sirva y en ninguno se malogre vuestra Pasión y Muerte. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

A la llaga del pie derecho.

Coloquio 2.

Redentor mío crucificado, adoro humillado la preciosa llaga de vuestro pie derecho y alabo la infinita paciencia y benignidad de vuestro corazón con que me habéis buscado, amontonando sobre mí favores y misericordias, aún cuando yo huía de vos y os injuriaba. Alaben los ángeles esta caridad de vuestro magnánimo corazón, de que yo os doy humildes gracias. Aquí me tenéis a vuestros pies, arrepentido de mi ingratitud abominable, resuelto con nuestra gracia a seguir el camino de vuestra ley santísima. Dádmela Jesús bueno por el dolor de esa llaga, por la sangre que por ella derramaste y por vuestro mismo corazón tan generoso. Clavad mis goces a vuestra cruz y dirigid mis pasos por el camino de vuestros mandamientos, para que augure una muerte dichosa. Encended el celo de vuestros ministros, que procuren la salvación de las almas y conceded a todos los justos el don de la perseverancia final en vuestra gracia. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

A la llaga de la mano izquierda.

Coloquio 3.

Oh Jesús mío crucificado. Con sumo temblor llego y adoro la llaga de vuestra mano izquierda que es la mano de la justicia tantas veces irritada por mis malas acciones. Confieso, Señor, que he merecido estar a ese lado de los réprobos por toda la eternidad, pero esa misma llaga alienta mi confianza pues me asegura vuestro corazón piadoso e inclinado a perdonarme. Ablanda, Señor, esa inocente sangre la dureza del mío para arrepentirme de todas veras, pues ya me pesa haber ofendido a vuestra infinita bondad y quisiera antes haber muerto. Dadme, Señor, por esa llaga victoria contra las tentaciones ahora y en la hora de mi muerte, y que no se malogre la compasión amorosa de vuestro corazón divino y socorred a todos los desamparados, cautivos, encarcelados, pobres y perseguidos sobre la tierra, señaladamente a los que se hallaren en peligro de caer en tentación. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

A la llaga de la mano derecha.

Coloquio 4.

Salvador Divino, crucificado en todo agradecimiento, adoro y venero la llaga de vuestra mano  derecha. Mano de la misericordia y piedad que tantas veces habéis usado conmigo y suplico a vuestro dilatado corazón la continua por toda mi vida y hasta en la hora de mi muerte, como lo hiciste con el buen ladrón, que si la miró traspasada con tan duro clavo llenando de angustia vuestro gran corazón por mis pecados, ya me pesa en el alma haber ofendido a un Dios infinitamente amable. Y os prometo emplear todas mis obras y acciones en obsequio y servicio vuestro. Guiadme, Señor, con esta mano santísima para que lo cumpla y tenedme firme con ella para que no falte y os ofenda, pues deseo asegurarme a esta vuestra mano derecha con los predestinados en el día del juicio lo que también pido para todos los congregados en este Santo Ejercicio. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

A la llaga del costado.

Coloquio 5.

Padre mío, amorosísimo difunto ya en la cruz. Por mi amor adoro esa gran llaga de vuestro costado que quisisteis recibir para daros puerta franca y entrada al deífico corazón y que llegásemos a descubrir y venerar el inmenso fuego de caridad y amor a los pecadores, que allí siempre arde. O Jesús amabilísimo quisiera yo acertar a pegarme a esa llaga divina y por ella entregarme a vuestro Corazón en la pureza y devoción que lo hizo nuestro santo apóstol y evangelista san Juan. Confieso avergonzado que me lo impide los malos afectos y torcidos deseos de mi  corazón, todos. Señor, yo arrepentido los desprecio y me pesa haberles admitido sólo por vuestro amor. Lavadme con esa agua y sangre que salió por esa llaga para que limpio de ellos mi corazón pueda encenderse en las llamas de vuestro amor. Regad también toda la Iglesia vuestra esposa para que crezca cada día en número y mérito de buenas obras; y apagad las voraces llamas del purgatorio, para que aquellas benditas almas vuelen presurosas a gozaros y alabaros en la gloria.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

A la corona de espinas.

Coloquio 6.

Santísimo Cristo de la Paciencia que la habéis mostrado singular con nosotros en esta prodigiosa imagen tratada sin el debido respeto y veneración en tantos años y siglos enteros ya reconocido. Adoro vuestra sagrada cabeza coronada cruelmente con setenta y dos espinas, y persuadido que tan afrentoso tormento lo padeciste con un Corazón lastimado del olvido que tenemos los pecadores de Dios y de la eternidad y muy animoso a desterrar los malos pensamientos y cuidadosos vicios en que vivimos, oído palabra de corregirme y para ello me resuelvo a avivar cada día la memoria de vuestra pasión santísima con la veneración de vuestra imagen. Os pido humildemente perdón de mi ingratitud y de cuantos pensamientos malos y viciosos he consentido y me pesa de todo corazón sólo por ser vos tan bueno. Bañadme Señor con esos ríos de sangre que destiló vuestra sagrada cabeza para que ilustradas mis potencias os conozca, os contemple y procure amaros sobre todas las cosas. Extended también esta gracia a todos los mortales y desterrad del mundo la herejía e infidelidad para que todos reconozcan y agradezcan tan copiosa redención. Amén. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

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[1] Presciencia: 1. Conocimiento de las cosas futuras. www.rae.es

[2] Defección: 1. Acción de separarse con deslealtad de la causa o parcialidad a que se pertenecía. Ib.