miércoles, 24 de enero de 2024

Domingo 4º Tiempo Ordinario. 28 de enero de 2024.

 


Primera lectura.

Lectura del libro del Deuteronomio 18, 15-20

Moisés habló al pueblo, diciendo:

-El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de entre tus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb el día de la asamblea: “No quiero volver a escuchar la voz del Señor mi Dios, ni quiero ver más ese gran fuego, para no morir”. El Señor me respondió: “Está bien lo que han dicho. Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá todo lo que yo le mande. Yo mismo pediré cuentas a quien no escuche la palabra que pronuncie en mi nombre. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá”.

 

Textos paralelos.

 Yahvé tu Dios te suscitará de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta.

Nm 12, 6: El Señor les dijo: “Escuchad mis palabras: Cuando hay entre vosotros un profeta del Señor, me doy a conocer a él en visión y le hablo en sueños”.

Mt 17, 5: Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa les hizo sombra y de la nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo amado, mi predilecto”.

Yo les suscitaré de en medio de sus hermanos un profeta.

Hch 3, 22-23: Moisés dijo: “Un profeta como yo, uno de vuestros hermanos, os suscitará nuestro Dios: escuchad lo que diga”.

Hch 7, 37: Este [Jesucristo] es el Moisés que dijo a los israelitas: “De vuestros hermanos Dios suscitará un profeta como yo”.

Jn 1, 21: Le preguntaron [a Juan Bautista]: “Entonces ¿eres Elías?”. Respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?”. Respondió: “No”.

Les dirá todo lo que yo les mande.

Ex 4, 12: [Dios a Moisés] Por tanto, ve; yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que tienes que decir.

Jn 12, 49-50: Porque yo no hablé por mi cuenta; el Padre que me envió me encarga lo que he de decir y hablar. Y sé que su encargo es vida eterna. Lo que digo lo digo como me lo ha dicho el Padre.

Lo que este profeta pronuncie en mi nombre.

Ez 3, 19: Pero si tú pones en guardia al malvado, y no se convierte de su maldad y de su mala conducta, entonces él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida.

Ez 33, 9: Pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, él morirá por su culpa y tú salvarás la vida.

Si el profeta tiene la presunción.

Dt 13, 1-6: Todo lo que yo os mando, lo podréis por obra: no añadirás nada ni suprimirás nada. Si entre los tuyos aparece un profeta o vidente de sueños y, anunciando un signo o prodigio, te propone: Vamos a seguir a dioses extranjeros y a darles culto; aunque se cumpla el signo o prodigio, no hagas caso a ese profeta o vidente de sueños. Pues se trata de una prueba del Señor, vuestro Dios, para ver si amáis al Señor, vuestro Dios, con todo el corazón y toda el alma. Al Señor, vuestro Dios, seguiréis, lo respetaréis, le daréis culto y os pegaréis a él. Y ese profeta o vidente de sueños será ejecutado: por haber predicado la rebelión contra el Señor, vuestro Dios, que os sacó de Egipto y os redimió de la esclavitud, y por haber intentado apartarse del camino que te mandó seguir el Señor, tu Dios. Así extirparás de ti la maldad.

Jr 14, 14-16: El Señor me contestó: “Mentira profetizan los profetas en mi nombre; no los envié, no los mandé, no les hablé; visiones engañosas, oráculos vanos, fantasías de su mente es lo que profetizan. Por eso, así dice el Señor a los profetas que profetizan en mi nombre sin que yo los haya enviado: Ellos dicen: “Ni espada ni hambre llegarán a este país”; pues a espada y de hambre acabarán esos profetas; y el pueblo a quien profetizan yacerá por las calles de Jerusalén a causa del hambre y la espada y no habrá quien los entierre a ellos y a sus mujeres, a sus hijos e hijas; les echaré encima sus maldades”.

 

Notas exegéticas.

18 18 Paralelamente a la institución de la realeza de que habla 17, 14-20, se trata aquí de la institución del profetismo, que Moisés atribuye a Yahvé con ocasión de la teofonía del Horeb, institución a la que aluden, en el NT, San Pedro, Hch 3, 22-26 y San Esteban, Hch 7, 37. basándose en este texto del Dt, los judíos esperaban al Mesías como un nuevo Moisés, ver Jn 1, 21. El evangelio de San Juan subrayará el paralelismo entre Jesús y Moisés, ver Jn 1, 17.

 

Salmo responsorial

Salmo 95 (94), 1-2.6-9

 

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:

“No endurezcáis vuestro corazón”. R/.

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos. R/.

 

Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía. R/.

 

Ojalá escuchéis hoy su voz:

“No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto mis obras. R/.

  

Textos paralelos.

Venid, cantemos gozos a Yahvé.

Dt 32, 15: Descienda como lluvia mi doctrina, destile como rocío mi palabra; como llovizna sobre la hierba, como orvallo[1] sobre el césped.

Porque él es nuestro Dios.

Sal 100, 3: Sabed que el Señor es Dios, / él nos hizo y somos suyos, / pueblo suyo y ovejas de su aprisco.

Ez 34, 1:

Sal 23, 1-4: El Señor es mi pastor; nada me falta. / En verdes praderas me hace recostar, / me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas; / me guía por senderos oportunos / como pide su título. / Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo: Tú vas conmigo; / tu vara y tu cayado me sosiegan.

Sal 80, 2: Pastor de Israel escucha; / tú que guías a José como a un rebaño; / en tu trono de querubines resplandece.

No seáis tercos como en Meribá.

Ex 19, 5: Por tanto, si queréis obedecerme y guardar mi alianza, entre todos los pueblos seréis mi propiedad, porque es mía, toda la tierra.

Hb 3, 7-11: En consecuencia, como dice el Espíritu Santo: Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón como cuando lo irritaron, el día de la prueba en el desierto, cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis acciones durante cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: Su mente siempre se extravía y no reconocen mis caminos. Por eso, airado, juré: No entrarán en mi descanso.

Sal 81,9: Escucha, pueblo mío, que te amonesto, / Israel, ojalá me escuches.

Ex 17, 1-7: El Señor dijo a Moisés: “Di a Aarón, a sus hijos y a los israelitas. Esto es lo que manda el Señor: cualquier israelita que en el campamento o fuera de él degüelle un toro, un cordero o una cabra, y no los lleve a la entrada de la tienda del encuentro, para ofrecérselo al Señor, ante su morada, es reo de sangre. Ha derramado sangre, y será excluido de su pueblo. Así, pues, los israelitas llevarán al sacerdote las víctimas que maten en el campo y las ofrecerán al Señor en sacrificio de comunión, a la entrada de la tienda del encuentro. El sacerdote rociará con la sangre el altar del Señor, situado a la entrada de la tienda del encuentro, y dejará quemarse la grasa en aroma que aplaca al Señor. En adelante no inmolarán sus víctimas a los sátiros[2], con quienes se han prostituido.

Nm 20, 2-13: Faltó agua al pueblo y se amotinaron contra Moisés y Aarón. El pueblo se encaró con Moisés, diciendo: “Ojalá hubiéramos muerto como nuestros hermanos, delante del Señor! ¿Por qué has traído a la comunidad del Señor a este desierto, para que muramos en él nosotros y nuestras bestias? ¿Por qué nos han sacado de Egipto para traernos a este sitio horrible, que no tiene grano, ni higueras, ni viñas, ni granados, ni agua para beber?”. Moisés y Aarón se apartaron de la comunidad y se dirigieron a la entrada de la tienda del encuentro, y delante de ella se echaron rostro en tierra. La gloria del Señor se les apareció, y el Señor dijo a Moisés: “Agarra el bastón, reúne la asamblea tú con tu hermano Aarón, y en presencia de ellos ordenad a la roca que é agua. Sacarás agua de la roca para darles de beber a ellos y sus bestias”. Moisés retiró al vara de la presencia del Señor, como se lo mandaba; ayudado de Aarón, reunió la asamblea delante de la roca, y les dijo: “Escuchad, rebeldes, ¿Creéis que podemos sacaros agua de esta roca? Moisés alzó la mano y golpeó la roca con el bastón dos veces, y brotó agua tan abundante que bebió toda la gente y las bestias. El Señor dijo a Moisés y a Aarón: “Por no haberme creído, por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que les voy a dar”. (Esta es Meribá, donde los israelitas se carearon con el Señor, y él les mostró su santidad).

Dt 6, 16: No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como lo tentasteis en Masá.

Dt 33, 8: Para Leví: Para tus leales los tumim y urim[3]. Los pusiste a prueba en Masá, los desafiaste en Meribá.

Nm 14, 22: Ninguno de los hombres que vieron mi gloria y los signos que hice en Egipto en el desierto, y me han puesto a prueba, ya van diez meces, y no me han obedecido, verá la tierra que prometí a sus padres, ninguno de los que me han desaparecido la verá.

Sal 78, 8: Para que no imitaran a sus antepasados; / generación rebelde y contumaz, / generación de corazón inconstante, / de espíritu desconfiando de Dios.

Sal 78, 37: Su corazón no era constante con él / ni eran fieles a su alianza.

Dt 32, 5-20: Hijos degenerados, se portaron mal con él, generación malvada y pervertida. ¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te constituyó? Acuérdate de los días remotos, considera las edades pretéritas, pregunta a tu padre y te lo contará, a tus ancianos y te lo dirán. Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad y distribuía a los hijos de Adán, trazando las fronteras de las naciones, según el número de los hijos de Dios, la porción del Señor fue su pueblo, Jacob fue el lote de su heredad. Lo encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos; lo rodeó cuidando de él, lo guardó cojo a las niñas de sus ojos. Como el águila incita a su nidada revolando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas. El Señor sólo los condujo, no hubo dioses extraños con él. Los puso a caballo de sus montañas, y los alimentó con las cosechas de sus campos; los crio con miel silvestre, con aceite de rocas de pedernal; con requesón de vaca y leche de ovejas, con grasa de corderos y carneros, ganado de Basán y cabritos, con la flor de la harina de trigo, y por bebida, con la sangre fermentada de la uva. Comió Jacob hasta saciarse, engordó mi cariño, y tiró coces – estabas gordo y cebado y corpulento – y rechazó a Dios, su creador; deshonró a su Roca salvadora. Le dieron celos con dioses extraños, lo irritaron con sus abominaciones, ofrecieron víctimas a demonios que no son dios, a dioses desconocidos, nuevos, importados de cerca, que no veneraban vuestros padres. ¡Despreciaste a la roca que te engendró, y olvidaste al Dios que te dio a luz! Lo vio el Señor, e irritado, rechazó a sus hijos e hijas, pensando: Les esconderé mi rostro, y veré en qué acaban, porque son una generación depravada, unos hijos desleales.

Jb 21, 14: Ellos que decían a Dios: “Apártate de nosotros, que no nos interesan tus caminos”.

Sal 132, 8: ¡Levántate, Señor, ven a tu descanso, / ven con el arca de tu poder!

Sal 132, 14: Este es mi descanso, para siempre, / aquí habitaré, porque la quiero.

Nm 14, 30: No entraréis en la tierra donde juré que os establecería. Solo exceptuó a Josué, hijo de Nun, y a Caleb, hijo de Jefoné.

Nm 14, 34: Contando los días que explorasteis la tierra, cuarenta días, cargaréis con vuestra culpa un año por cada día, cuarenta años. Para que sepáis lo que es desobedecerme.

Dt 12, 9: Porque no habéis alcanzado todavía vuestro reposo, la heredad que va a darte el Señor, tu Dios.

 

Notas exegéticas.

Sal 95: Himno procesional, recitado quizá en la fiesta de las Tiendas, ver Dt 35, 11.

Sal 95, 1 Alusión, repetida en el v. 8, a la roca de donde brotó el agua en el desierto, Ex 17, 1s., o a la roca sobre la que se hallaba edificado el templo, 2 S 24, 18.

Sal 8 Meribá, significa “disputa” y Masá “tentación”.

 

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 7, 32-35

Hermanos:

Quiero que os ahorréis preocupaciones: el no casado se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. También la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, de ser santa en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien; no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.

 

Textos paralelos.

 En cambio el casado.

Ef 5, 28-29: Así tienen los maridos que amar a sus mujeres, como a su cuerpo. Quien ama a su mujer se ama a sí; nadie ha odiado nunca su cuerpo, antes lo alimenta y cuida, como Cristo a la Iglesia.

Y anda dividido.

1 Tim 5, 5: En cambio, la viuda de verdad, que vive sola, tiene su esperanza en Dios y persevera rezando y suplicando día y noche.

 

Notas exegéticas.

7 34 Variante: “... de cómo agradar a su mujer. Y hay una diferencia entre la mujer casada y la virgen. La mujer casada se preocupa de las cosas del Señor …”.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 21b-28

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:

-¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios.

Jesús lo increpó:

-¡Cállate y sal de él!

El espíritu inmundo salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:

-¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y le obedecen.

Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

 

Textos paralelos.

¿Qué tenemos nosotros contigo?

Mt 8, 29: De pronto [dos endemoniados] se pusieron a gritar: “¡Hijo de Dios! ¿qué tienes con nosotros? ¿Has venido antes de tiempo a atormentarnos?”.

Mt 2, 23: Y se estableció en una población llamada Nazaret. Así se cumplió lo anunciado por el profeta: Se llamará Nazareno.

Sé quién eres: el Santo de Dios.

Hch 3, 14: Vosotros rechazasteis al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida.

Mc 1, 34: Él curó a muchos enfermos de dolencias diversas, expulsó muchos demonios, y no les permitía hablar, porque lo conocían.

Su fama se extendió por todas partes.

Mc 4, 41: Llenos de miedo se decían: “¿Quién es este, que le obedecen hasta el viento y el lago?

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

1 21 Jesús, por el Espíritu, que ha recibido en su bautismo, inaugura su misión tal como le ha prescrito la voz del cielo. Él enseña, como el Siervo de Is 42, 1-4; al expulsar los espíritus inmundos, agentes de Satán, pone de manifiesto que despoja a este de su poder regio.

1 22 Raramente precisa Mc el contenido de la doctrina de Jesús, pero sí subraya el hecho de su enseñanza, así como la impresión que causaba en sus oyentes tras un milagro. Su autoridad le viene de Dios. Jesús es presentado como opuesto a los escribas, intérpretes oficiales de la Ley y especialistas en las Escrituras, que se refugiaban tras la autoridad de los textos o de la tradición.

1 23 [Espíritu inmundo] El judaísmo calificaba así a los demonios forasteros y también hostiles a la pureza religiosa y moral que exige el servicio de Dios.

1 24 (a) Lit: “¿Qué a nosotros y a ti?”. Se trata de una expresión bíblica (Jc 11, 12) para rechazar una intervención considerada inoportuna o manifestar el rechazo de cualquier relación con alguien.

1 24 (b) Estas palabras son un eco de las que la viuda de Sarepta dirige a Elías, 1 R 17, 18; Jesús es comparado de nuevo con este profeta.

1 24 (c) “Santo” significa “consagrado, separado”. El espíritu inmundo reconoce en Jesús al profeta consagrado por Dios para su misión gracias al Espíritu que ha recibido.

1 27 La enseñanza de Jesús y los milagros que lo acompañan provocan la admiración y obligan a los espectadores a preguntarse: “¿Quién es este Jesús de Nazaret?”. Esta pregunta recorre toda la primera parte del evangelio. Pedro le dará finalmente la respuesta: Él es el Cristo, Mc 8, 29.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

21 CAFARNAÚN (Mt 4, 13) va a ser en adelante la ciudad de Jesús (“su ciudad”: Mt 9, 1), centro geográfico de su actividad misionera. // LOS [DÍAS DE] DESCANSO: en el sábado; o: en los sábados.

23 La traducción omite enseguida (lit. y, enseguida, ESTABA…) recurso de transición muy del gusto de Mc, sin valor temporal. // POSEÍDO POR UN ESPÍRITU IMPURO (cf. 5,2): lit. en espíritu impuro; para Mc, el poseso está como revestido de, metido en la esfera de, o asociado con, un espíritu demoniaco; este espíritu es el que hace que el hombre sea “impuro” (opuesto a Dios Santo), lo incapacita para el culto y para el trato con Dios. El relato confirma la predicación de Jesús (v. 15): el reino de Dios ha llegado, y empieza a destruir el reino de Satanás.

24 Algunos manuscritos leen, como primera palabra indignada del endemoniado, una exclamación griega (éa) que podría traducirse: ¡Déjanos! (déjanos en paz), o ¡Ya está bien! Los gritos de aquel hombre, que habla en plural como portavoz de las potencias del mal, son confesión de la categoría divina de Jesús (EL SANTO DE DIOS: cf. Hch 3, 14); su curación será signo de la liberación de los que están espiritualmente oprimidos (cf. 8, 28-34).

26 DANDO UN ALÁRIDO: lit. voceando con voz grande.

27 Al comienzo de su actividad pública, la ENSEÑANZA de Jesús era NUEVA (distinta y mejor: cf. Lc 22,20), más por el modo que por el contenido – de hecho, Mc no se ha preocupado de concretarnos el tema de aquella enseñanza –. Jesús instruye CON AUTORIDAD (v. 22), como quien tiene poder para imponer con fuerza de ley su interpretación personal de la Ley.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

1, 21 Aunque se le acusó de violar la ley del Sabbath (especialmente la prohibición de trabajar en Sabbath), Cristo no solo cumplía la Ley mosaica sino que la elevó a su máximo significado. Cat. 2173.

1, 27 Los maestros de la Ley mosaica invocaban la autoridad de otros maestros, y los exorcistas judíos expulsaban demonios en nombre de otra autoridad. Cristo, sin embargo, enseñaba con su propia autoridad (Lc 1, 22) y expulsaba espíritus en su propio nombre (Lc 1, 27). Cat 438.

 

Catecismo de la Iglesia Católica

2173 El Evangelio relata numerosos incidentes en que Jesús fue acusado de quebrantar la ley del sábado. Pero Jesús nunca falta a la santidad de este día, sino que con autoridad da la interpretación auténtica de la ley: “El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2, 27). Con compasión, Cristo proclama que “es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla” (cf. Mc 3, 4). El sábado es el día del Señor de las misericordias y del honor de Dios (cfr. Mt 12, 5). “El Hijo del hombre es Señor del sábado” (Mc 2, 28).

 

Concilio Vaticano II

El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. En efecto, el Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras: “Se ha cumplido el plazo y ha llegado el Reino de Dios” (Mc 1, 15). Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo. En efecto, la palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega. También los milagros demuestran que el Reino de Jesús ha llegado ya a la tierra: “Si hecho los demonios con el poder de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado ya a vosotros” (Lc 11,20). Pero, ante todo, el Reino se manifiesta en la propia persona de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, que vino “a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10, 45).

Pero Jesús, después de sufrir la muerte de cruz por todos los hombres y de resucitar, apareció constituido Señor, Cristo y Sacerdote para siempre (cf. Hch 2, 36) y derramó sobre sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre (cf. Hch 2, 33).

Lumen gentium, 5.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Dejan todas las redes y al dejarlas, ¿qué encuentran? “Entran – dice el evangelista en Cafarnaum”, en el campo de la consolación. “Caphar” significa campo, “naum” significa consolación. O si queréis, – teniendo en cuenta que la lengua hebrea permite múltiples significados y que, según la distinta pronunciación, una palabra puede tener sentido diverso – “naum” significa no solo consolación sino también hermoso. Por tanto, Cafarnaún puede interpretarse como campo de la consolación o como campo hermoso.

Yo me pregunto: ¿Qué había enseñado de nuevo? ¿Qué de nuevo había predicado? Decía de sí mismo las mismas cosas que habían dicho los profetas. Mas se admiraban por esto, porque enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. No enseñaba como un maestro, sino como el Señor: no hablaba, apoyándose en otra autoridad superior, sino que hablaba el mismo con la autoridad que le era propia. Hablaba así, en definitiva, porque con su propia esencia estaba diciendo lo que había dicho por medio de los profetas: “Yo que hablaba, he aquí que estoy presente”.

Jerónimo, Comentario al Ev. de Marcos, homilía 2. Pg. 68.

Puesto que la muerte entró en el mundo por la envidia del demonio, por eso mismo la medicina de la salvación debía actuar en primer lugar contra el mismo autor de la muerte… La presencia del Salvador es un tormento para los demonios.

Beda, Exposición al Ev. de Marcos, 1,1,25. Pg. 69.

Estas palabras demuestran que los demonios poseían una gran ciencia y que les faltaba la caridad. Temían de Él su pena y no amaban en él la justicia.

Agustín. La ciudad de Dios, 9, 21. Pg. 70.

Gran cosa es la fe, pero no aprovecha nada sin la caridad. Los demonios confesaban a Cristo. La fe, no el amor, les hacía decir: “¿Qué hay entre nosotros y tú?”. Tenían fe, pero no caridad. Por eso eran demonios. No te gloríes de la fe, tú que todavía eres comparable con los demonios.

Agustín, Tratado sobre el Ev. de Juan, 6, 21. Pg. 70.

¿Por qué nueva? Porque “manda con autoridad a los espíritus inmundos”. No invoca a ningún otro, sino que él mismo ordena: no habla en nombre de otro, sino con su propia autoridad.

No por Judea ni por Jerusalén, pues los doctores judíos, llenos de envidia hacia Jesús, no dejaban que su fama se extendiera… ¿Por qué insisto en ello? Porque el alma que ha sido poseída de una vez por la envidia, difícil es que acoja las virtudes. Es casi imposible hallar remedio para un alma, a la que haya poseído la envidia.

Jerónimo. Comentario al Ev. de Marcos, homilía 2. Pg. 71.

 

San Agustín.

El apóstol Santiago, hablando de la fe y de las obras contra quienes creían que les bastaba la fe y no querían tener buenas obras, dice: Tú crees que hay un solo Dios, haces bien; también los demonios lo creen y tiemblan (Santiago 2, 19). ¿Acaso serán liberados del fuego eterno los demonios por creer, aunque tiemblen? Y ahora considerad lo que oísteis en el evangelio. Lo que dice Pedro: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16, 16), es lo mismo que dijeron los demonios: Sabemos quién eres, el Hijo de Dios. Leed los evangelios y lo encontraréis. Pero mientras Pedro es alabado, el demonio es reprendido y expulsado. Palabras idénticas, pero hechos diversos. ¿En qué se distinguen estas dos confesiones? Se alaba el amor y se condena el temor. Si los demonios decían: Tú eres el Hijo de Dios, no era por amor; tales palabras se las dictaba el temor, no el amor. Además, en la misma confesión decían ellos: ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo? (Mc 1, 24-25). Pedro, en cambio, dijo: Yo estaré contigo hasta la muerte (Lc 22, 23).

 

San Juan de Ávila.

Los lenguajes del demonio son tantos cuantas son sus malicias para engañar, que son innumerables. Porque así como Cristo es causa de todos los bienes, que se comunican a las ánimas de los que se sujetan a Él, así el demonio es padre de pecados y tinieblas, porque, instigando y aconsejando a sus miserables ovejas, las induce a mal y mentira, con que eternamente sean perdidas, y porque sus astucias son tantas que solo el Espíritu del Señor basta a descubrirlas, hablaremos pocas palabras, remitiendo lo demás a Cristo, que es verdadero enseñador de las ánimas.

Audi, filia, 28. OC I, pg. 420.

Otras veces suele hacer desmayar, trayendo pensamientos muy sucios y abominables aun contra las cosas de Dios y hace entender al que los tiene que de él salen y que él los quiere tener, y con esto atribúlale de tal manera que le quita toda la alegría del ánima y le hace entender que está muy desechado de Dios y condenado de él, y dale gana de desesperar, creyendo que no puede parar en otra parte sino en el infierno, pues ya le parece tener blasfemias semejantes a las de allá.

O.c., 44. Pg. 425.

Entonces hemos de hacer lo que hacía David: Yo, como sordo, no oía; y como mudo, que no abre su boca (Sal 37, 14). Hecho soy como hombre que no oye y que no tiene en su boca reprensiones. Y pues no podemos dejar de oír este lenguaje, pues que el demonio, aunque no queramos nos trae estos pensamientos y hablas tan malas, seamos a lo menos como quien no oye. Lo cual hacemos cuando no nos turbamos ni entristecernos con ellos, mas estamos en nuestra paz como de antes, no curando de tomarnos a palabras ni respuestas con el demonio ni sus asechanzas, mas estamos como sordos y mudos, no haciendo caso de todo cuanto nos dice.

O.c., 45. Pg. 426.

 

San Oscar Romero. Homilía.  

Cristo tiene la solución de los problemas; sólo Él los tiene, no lo olvidemos. Por eso, el Papa, vuelvo a invocar a Juan Pablo II porque yo tengo una preocupación de trasladar su pensamiento aquí; ¡yo no traiciono al Papa, jamás!. ¡Dios nos libre!. Quiero ser su eco, su voz; y recuerdo siempre con alegría y con agradecimiento el momento en que recién recibida la mitra, hoy ya no es tiara, porque en la sencillez del Romano Pontífice también está la opción preferencial por los pobres. Con su tiara, con su mitra sencilla, como cualquier obispo del mundo, el Papa decía lo que decimos todos los obispos: Abrid el campo a Cristo, hombres de la política, hombres del negocio, hombres del capital; abran el campo a Cristo ¡sólo Él tiene palabras de vida eterna!.

Homilía 29 de julio de 1979.

 

Papa Francisco. Ángelus. Lima. 1 de febrero de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje evangélico de este domingo (cf. Mc 1, 21-28) presenta a Jesús que, con su pequeña comunidad de discípulos, entra en Cafarnaún, la ciudad donde vivía Pedro y que en esa época era la más grande de Galilea. Y Jesús entró en esa ciudad.

El evangelista san Marcos relata que Jesús, al ser sábado, fue inmediatamente a la sinagoga y comenzó a enseñar (cf. v. 21). Esto hace pensar en el primado de la Palabra de Dios, Palabra que se debe escuchar, Palabra que se debe acoger, Palabra que se debe anunciar. Al llegar a Cafarnaún, Jesús no posterga el anuncio del Evangelio, no piensa en primer lugar en la ubicación logística, ciertamente necesaria, de su pequeña comunidad, no se demora con la organización. Su preocupación principal es comunicar la Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Y la gente en la sinagoga queda admirada, porque Jesús «les enseñaba con autoridad y no como los escribas» (v. 22).

¿Qué significa «con autoridad»? Quiere decir que en las palabras humanas de Jesús se percibía toda la fuerza de la Palabra de Dios, se percibía la autoridad misma de Dios, inspirador de las Sagradas Escrituras. Y una de las características de la Palabra de Dios es que realiza lo que dice. Porque la Palabra de Dios corresponde a su voluntad. En cambio, nosotros, a menudo, pronunciamos palabras vacías, sin raíz o palabras superfluas, palabras que no corresponden con la verdad. En cambio, la Palabra de Dios corresponde a la verdad, está unida a su voluntad y realiza lo que dice. En efecto, Jesús, tras predicar, muestra inmediatamente su autoridad liberando a un hombre, presente en la sinagoga, que estaba poseído por el demonio (cf. Mc 1, 23-26). Precisamente la autoridad divina de Cristo había suscitado la reacción de Satanás, oculto en ese hombre; Jesús, a su vez, reconoció inmediatamente la voz del maligno y le «ordenó severamente: “Cállate y sal de él”» (v. 25). Con la sola fuerza de su palabra, Jesús libera a la persona del maligno. Y una vez más los presentes quedan asombrados: «Incluso manda a los espíritus inmundos y le obedecen» (v. 27). La Palabra de Dios crea asombro en nosotros. Tiene el poder de asombrarnos.

El Evangelio es palabra de vida: no oprime a las personas, al contrario, libera a quienes son esclavos de muchos espíritus malignos de este mundo: el espíritu de la vanidad, el apego al dinero, el orgullo, la sensualidad... El Evangelio cambia el corazón, cambia la vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de bien. El Evangelio es capaz de cambiar a las personas. Por lo tanto, es tarea de los cristianos difundir por doquier la fuerza redentora, convirtiéndose en misioneros y heraldos de la Palabra de Dios. Nos lo sugiere también el pasaje de hoy que concluye con una apertura misionera y dice así: «Su fama —la fama de Jesús— se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea» (v. 28). La nueva doctrina enseñada con autoridad por Jesús es la que la Iglesia lleva al mundo, juntamente con los signos eficaces de su presencia: la enseñanza autorizada y la acción liberadora del Hijo de Dios se convierten en palabras de salvación y gestos de amor de la Iglesia misionera. Recordad siempre que el Evangelio tiene la fuerza de cambiar la vida. No os olvidéis de esto. Se trata de la Buena Noticia, que nos transforma sólo cuando nos dejamos transformar por ella. Por eso os pido siempre tener un contacto cotidiano con el Evangelio, leerlo cada día, un trozo, un pasaje, meditarlo y también llevarlo con vosotros adondequiera que vayáis: en el bolsillo, en la cartera... Es decir, nutrirse cada día en esta fuente inagotable de salvación. ¡No os olvidéis! Leed un pasaje del Evangelio cada día. Es la fuerza que nos cambia, que nos transforma: cambia la vida, cambia el corazón.

Invoquemos la maternal intercesión de la Virgen María, quien acogió la Palabra y la engendró para el mundo, para todos los hombres. Que ella nos enseñe a ser oyentes asiduos y anunciadores autorizados del Evangelio de Jesús.

 

Papa Francisco. Ángelus. 28 de enero de 2018.

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El Evangelio de este domingo (cf. Marcos 1, 21-28) forma parte de la narración más amplia conocida como la «jornada de Cafarnaún». En el centro del pasaje de hoy está el evento del exorcismo, a través del cual Jesús es presentado como profeta poderoso en palabras y en obras.

Él entra en la sinagoga de Cafarnaún en sábado y se pone a enseñar; las personas permanecen sorprendidas por sus palabras, porque no son palabras comunes, no se parecen a lo que escuchan normalmente. Los escribas, de hecho, enseñan pero sin tener una autoridad propia. Y Jesús enseña con autoridad. Jesús, sin embargo, enseña como uno que tiene autoridad, revelándose así como el Enviado de Dios, y no como un simple hombre que debe fundar la propia enseñanza solo sobre las tradiciones precedentes. Jesús tiene una autoridad plena. Su doctrina es nueva y el Evangelio dice que la gente comentaba: «Una doctrina nueva, expuesta con autoridad» (v. 27).

Al mismo tiempo, Jesús se revela poderoso también en las obras. En la sinagoga de Cafarnaún hay un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se manifiesta gritando estas palabras: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios» (v. 24). El diablo dice la verdad: Jesús ha venido para destruir al diablo, para destruir al demonio, para vencerlo. Este espíritu inmundo conoce el poder de Jesús y proclama también la santidad. Jesús lo grita, diciéndole: «Cállate y sale de él» (v. 25). Estas pocas palabras de Jesús bastan para obtener la victoria de Satanás, el cual sale de ese hombre «agitándole violentamente», dice el Evangelio (v. 26).

Este hecho impresiona mucho a los presentes; todos se quedaron pasmados y se preguntan: «¿Qué es esto? […] Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen» (v. 27). El poder de Jesús confirma la autoridad de su enseñanza. Él no pronuncia solo palabras, sino que actúa. Así manifiesta el proyecto de Dios con las palabras y con el poder de las obras. En el Evangelio, de hecho, vemos que Jesús, en su misión terrena, revela el amor de Dios tanto con la predicación como con innumerables gestos de atención y socorro a los enfermos, a los necesitados, a los niños, a los pecadores. Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras. Jesús nos comunica toda la luz que ilumina las calles, a veces oscuras, de nuestra existencia; nos comunica también la fuerza necesaria para superar las dificultades, las pruebas, las tentaciones. ¡Pensemos en la gran gracia que es para nosotros haber conocido a este Dios tan poderoso y bueno! Un maestro y un amigo, que nos indica el camino y nos cuida, especialmente cuando lo necesitamos.

Que la Virgen María, mujer de escucha, nos ayude a hacer silencio alrededor y dentro de nosotros, para escuchar, en el estruendo de los mensajes del mundo, la palabra con más autoridad que hay: la de su Hijo Jesús, que anuncia el sentido de nuestra existencia y nos libera de toda esclavitud, también de la del Maligno.

 

Papa Francisco. Ángelus. 31 de enero de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje evangélico de hoy (cf. Mc 1,21-28) relata un día típico del ministerio de Jesús, se trata concretamente de un sábado, día dedicado al descanso y la oración, la gente iba a la sinagoga. En la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús lee y comenta las Escrituras. Su manera de hablar atrae a los presentes, que quedan asombrados porque demuestra una autoridad diferente a la de los escribas (v. 22). Además, Jesús se revela poderoso también en las obras. Así es, cuando un hombre en la sinagoga se vuelve contra él, llamándole el Santo de Dios, Jesús reconoce el espíritu maligno, le ordena que salga de ese hombre y lo expulsa (vv. 23-26).

Aquí vemos los dos elementos característicos de la acción de Jesús: la predicación y la obra taumatúrgica de curación: predica y cura. Ambos aspectos se destacan en el pasaje del evangelista Marcos, pero el que más sobresale es el de la predicación; el exorcismo se presenta para confirmar su “autoridad” singular y su enseñanza. Jesús predica con autoridad propia, como alguien que tiene una doctrina que procede de sí mismo, y no como los escribas que repetían tradiciones anteriores y leyes recibidas. Repetían palabras, palabras, palabras, solo palabras —como cantaba la gran Mina—. Eran así: solo palabras. En Jesús, en cambio, la palabra tiene autoridad, Jesús tiene autoridad. Y esto toca el corazón. La enseñanza de Jesús tiene la misma autoridad de Dios que habla; de hecho, con una sola orden libera fácilmente al poseído del maligno y lo cura. ¿Por qué? Porque su palabra obra lo que dice. Porque es el profeta definitivo. Pero, ¿por qué digo esto, qué es el profeta definitivo? Recordemos la promesa de Moisés. Dice Moisés: “Después de mí, más adelante, vendrá un profeta como yo —¡como yo!— que os enseñará” (cf. Dt 18,15). Moisés anuncia a Jesús como el profeta definitivo. Por eso [Jesús] no habla con autoridad humana, sino con autoridad divina, porque tiene el poder de ser el profeta definitivo, es decir, el Hijo de Dios que nos salva, nos sana a todos.

El segundo aspecto, el de las curaciones, muestra que la predicación de Cristo tiene como objetivo vencer el mal presente en el hombre y en el mundo. Su palabra apunta directamente contra el reino de Satanás, lo pone en crisis y lo hace retroceder, obligándolo a dejar el mundo. El poseído —ese hombre poseído, obseso—, tras la orden del Señor, es liberado y transformado en una nueva persona. Además, la predicación de Jesús pertenece a una lógica opuesta a la del mundo y del maligno: sus palabras se revelan como la alteración de un orden equivocado de las cosas. El diablo presente en el poseído, de hecho, grita cuando Jesús se acerca: «¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a arruinarnos?» (v. 24). Estas expresiones indican la total diferencia entre Jesús y Satanás: están en planos completamente diferentes; no hay nada en común entre ellos; son opuestos entre sí. Jesús, que tiene autoridad, que atrae a las personas con su autoridad, y también el profeta que libera, el profeta prometido que es el Hijo de Dios que sana. ¿Escuchamos las palabras autorizadas de Jesús? Siempre, no os olvidéis de llevar en el bolsillo o el bolso un pequeño Evangelio, para leerlo durante el día, para escuchar la palabra autorizada de Jesús. Y además, todos tenemos problemas, todos tenemos pecados, todos tenemos enfermedades espirituales. Pidamos a Jesús: “Jesús, tú eres el profeta, el Hijo de Dios, el que fue prometido para sanarnos. ¡Sáname!”. Pedir a Jesús la curación de nuestros pecados, de nuestros males.

La Virgen María guardó siempre en su corazón las palabras y los gestos de Jesús, y lo siguió con total disponibilidad y fidelidad. Que Ella nos ayude también a nosotros a escucharlo y seguirlo, para experimentar en nuestra vida los signos de su salvación.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 29 de enero de 2006.

Queridos hermanos y hermanas:

En la encíclica publicada el miércoles pasado, refiriéndome a la primacía de la caridad en la vida del cristiano y de la Iglesia, quise recordar que los testigos privilegiados de esta primacía son los santos, que han hecho de su existencia un himno a Dios Amor, con mil tonalidades diversas. La liturgia nos invita a celebrarlos cada día del año. Pienso, por ejemplo, en los que hemos conmemorado estos días:  el apóstol san Pablo, con sus discípulos Timoteo y Tito, santa Ángela de Mérici, santo Tomás de Aquino y san Juan Bosco. Son santos muy diferentes entre sí:  los primeros pertenecen a los comienzos de la Iglesia, y son misioneros de la primera evangelización; en la Edad Media, santo Tomás de Aquino es el modelo del teólogo católico, que encuentra en Cristo la suprema síntesis de la verdad y del amor; en el Renacimiento, santa Ángela de Mérici propone un camino de santidad también para quien vive en un ámbito laico; en la época moderna, don Bosco, inflamado por la caridad de Jesús buen Pastor, se preocupa de los niños más necesitados, y se convierte en su padre y maestro.

En realidad, toda la historia de la Iglesia es historia de santidad, animada por el único amor que tiene su fuente en Dios. En efecto, sólo la caridad sobrenatural, como la que brota siempre nueva del corazón de Cristo, puede explicar el prodigioso florecimiento, a lo largo de los siglos, de órdenes, institutos religiosos masculinos y femeninos y de otras formas de vida consagrada. En la encíclica cité, entre los santos más conocidos por su caridad, a Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Paúl, Luisa de Marillac, José Cottolengo, Luis Orione y Teresa de Calcuta (cf. n. 40).

Esta muchedumbre de hombres y mujeres, que el Espíritu Santo ha forjado, transformándolos en modelos de entrega evangélica, nos lleva a considerar la importancia de la vida consagrada como expresión y escuela de caridad. El concilio Vaticano II puso de relieve que la imitación de Cristo en la castidad, en la pobreza y en la obediencia está totalmente orientada a alcanzar la caridad perfecta (cf. Perfectae caritatis, 1).

Precisamente para destacar la importancia y el valor de la vida consagrada, la Iglesia celebra el próximo 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor en el templo, la Jornada de la vida consagrada. Por la tarde, como solía hacer Juan Pablo II, presidiré en la basílica vaticana la santa misa, a la que están invitados de modo especial los consagrados y las consagradas que viven en Roma. Juntos daremos gracias a Dios por el don de la vida consagrada, y oraremos para que siga siendo en el mundo signo elocuente de su amor misericordioso.

Nos dirigimos ahora a María santísima, espejo de caridad. Que con su ayuda materna los cristianos, y en especial los consagrados, caminen con decisión y gozo por la senda de la santidad.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 21 de febrero de 2009.

Queridos hermanos y hermanas:

Este año, en las celebraciones dominicales, la liturgia propone a nuestra meditación el evangelio de san Marcos, una de cuyas características es el así llamado "secreto mesiánico", es decir, el hecho de que Jesús no quiere que por el momento se sepa, fuera del grupo restringido de sus discípulos, que él es el Cristo, el Hijo de Dios. Por eso, en varias ocasiones, tanto a los Apóstoles como a los enfermos que cura, les advierte de que no revelen a nadie su identidad.

Por ejemplo, el pasaje evangélico de este domingo (Mc 1, 21-28) habla de un hombre poseído por el demonio, que repentinamente se pone a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios". Y Jesús le ordena: "Cállate y sal de él". E inmediatamente —constata el evangelista— el espíritu maligno, con gritos desgarradores, salió de aquel hombre.

Jesús no sólo expulsa los demonios de las personas, liberándolas de la peor esclavitud, sino que también impide a los demonios mismos que revelen su identidad. E insiste en este "secreto", porque está en juego el éxito de su misma misión, de la que depende nuestra salvación. En efecto, sabe que para liberar a la humanidad del dominio del pecado deberá ser sacrificado en la cruz como verdadero Cordero pascual. El diablo, por su parte, trata de distraerlo para desviarlo, en cambio, hacia la lógica humana de un Mesías poderoso y lleno de éxito. La cruz de Cristo será la ruina del demonio; y por eso Jesús no deja de enseñar a sus discípulos que, para entrar en su gloria, debe padecer mucho, ser rechazado, condenado y crucificado (cf. Lc 24, 26), pues el sufrimiento forma parte integrante de su misión.

Jesús sufre y muere en la cruz por amor. De este modo, bien considerado, ha dado sentido a nuestro sufrimiento, un sentido que muchos hombres y mujeres de todas las épocas han comprendido y hecho suyo, experimentando profunda serenidad incluso en la amargura de duras pruebas físicas y morales. Y precisamente "la fuerza de la vida en el sufrimiento" es el tema que los obispos italianos han elegido para su tradicional Mensaje con ocasión de esta Jornada por la vida. Me uno de corazón a sus palabras, en las que se percibe el amor de los pastores por la gente y la valentía de anunciar la verdad, la valentía de decir con claridad, por ejemplo, que la eutanasia es una falsa solución para el drama del sufrimiento, una solución que no es digna del hombre. En efecto, la verdadera respuesta no puede ser provocar la muerte, por "dulce" que sea, sino testimoniar el amor que ayuda a afrontar de modo humano el dolor y la agonía. Estemos seguros de que ninguna lágrima, ni de quien sufre ni de quien está a su lado, se pierde delante de Dios.

La Virgen María guardó en su corazón de madre el secreto de su Hijo y compartió con él la hora dolorosa de la pasión y la crucifixión, sostenida por la esperanza de la resurrección. A ella le encomendamos a las personas que sufren y a quienes se esfuerzan cada día por sostenerlas, sirviendo a la vida en cada una de sus fases: padres, profesionales de la salud, sacerdotes, religiosos, investigadores, voluntarios y muchos otros más. Oramos por todos.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 29 de enero de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de este domingo (Mc 1, 21-28) nos presenta a Jesús que, un sábado, predica en la sinagoga de Cafarnaún, la pequeña ciudad sobre el lago de Galilea donde habitaban Pedro y su hermano Andrés. A su enseñanza, que despierta la admiración de la gente, sigue la liberación de «un hombre que tenía un espíritu inmundo» (v. 23), el cual reconoce en Jesús «al santo de Dios», es decir, al Mesías. En poco tiempo su fama se difunde por toda la región, que él recorre anunciando el reino de Dios y curando a los enfermos de todo tipo: palabra y acción. San Juan Crisóstomo pone de relieve cómo el Señor «alterna el discurso en beneficio de los oyentes, en un proceso que va de los prodigios a las palabras y pasando de nuevo de la enseñanza de su doctrina a los milagros» (Hom. in Matthæum 25, 1: pg 57, 328).

La palabra que Jesús dirige a los hombres abre inmediatamente el acceso a la voluntad del Padre y a la verdad de sí mismos. En cambio, no sucedía lo mismo con los escribas, que debían esforzarse por interpretar las Sagradas Escrituras con innumerables reflexiones. Además, a la eficacia de la palabra Jesús unía la de los signos de liberación del mal. San Atanasio observa que «mandar a los demonios y expulsarlos no es obra humana sino divina»; de hecho, el Señor «alejaba de los hombres todas las enfermedades y dolencias. ¿Quién, viendo su poder... hubiera podido aún dudar de que él era el Hijo, la Sabiduría y el Poder de Dios?» (Oratio de Incarnatione Verbi 18.19: pg 25, 128 bc.129 b). La autoridad divina no es una fuerza de la naturaleza. Es el poder del amor de Dios que crea el universo y, encarnándose en el Hijo unigénito, abajándose a nuestra humanidad, sana al mundo corrompido por el pecado. Romano Guardini escribe: «Toda la vida de Jesús es una traducción del poder en humildad..., es la soberanía que se abaja a la forma de siervo» (Il Potere, Brescia 1999, pp. 141-142).

A menudo, para el hombre la autoridad significa posesión, poder, dominio, éxito. Para Dios, en cambio, la autoridad significa servicio, humildad, amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina para lavar los pies de los discípulos (cf. Jn 13, 5), que busca el verdadero bien del hombre, que cura las heridas, que es capaz de un amor tan grande como para dar la vida, porque es Amor. En una de sus cartas santa Catalina de Siena escribe: «Es necesario que veamos y conozcamos, en verdad, con la luz de la fe, que Dios es el Amor supremo y eterno, y no puede desear otra cosa que no sea nuestro bien» (Ep. 13 en: Le Lettere, vol. 3, Bolonia 1999, p. 206).

Queridos amigos, el próximo jueves 2 de febrero, celebraremos la fiesta de la Presentación del Señor en el templo, Jornada mundial de la vida consagrada. Invoquemos con confianza a María santísima, para que guíe nuestro corazón a recurrir siempre a la misericordia divina, que libera y cura nuestra humanidad, colmándola de toda gracia y benevolencia, con el poder del amor.

 

Francisco. Catequesis. Vicios y virtudes. 4. La lujuria.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy escuchemos bien la catequesis, porque después tendremos un circo que actuará aquí para entretenernos.

Continuemos nuestro itinerario sobre los vicios y las virtudes; y los antiguos Padres nos enseñan que, después de la gula, el segundo "demonio", es decir vicio, que está siempre agazapado a la puerta del corazón es el de la lujuria. Mientras que la gula es la voracidad hacia la comida, este segundo vicio es una especie de "voracidad" hacia otra persona, es decir, el vínculo envenenado que los seres humanos mantienen entre sí, especialmente en el ámbito de la sexualidad.

Entiéndase bien: en el cristianismo no se condena el instinto sexual. Un libro de la Biblia, el Cantar de los Cantares, es un maravilloso poema de amor entre una pareja de novios. Sin embargo, esta hermosa dimensión de nuestra humanidad, la dimensión sexual, la dimensión del amor, no está exenta de peligros, hasta el punto de que ya San Pablo tiene que abordar la cuestión en la primera Carta a los Corintios. Escribe así: "Es cosa pública que se cometen entre ustedes actos deshonestos, como no se encuentran ni siquiera entre los paganos" (5,1). El reproche del Apóstol se refiere precisamente a un uso malsano de la sexualidad por parte de algunos cristianos.

Pero miremos la experiencia humana, la experiencia del enamoramiento. Aquí hay muchos recién casados, ¡ustedes pueden hablar de esto! Por qué sucede este misterio y por qué es una experiencia tan impactante en la vida de las personas, ninguno de nosotros lo sabe. Una persona se enamora de otra, el enamoramiento llega. Es una de las realidades más sorprendentes de la existencia. La mayoría de las canciones que oímos en la radio hablan de esto: amores que se encienden, amores que siempre se buscan y nunca se alcanzan, amores llenos de alegría o amores que atormentan hasta las lágrimas.

Si no está contaminado por el vicio, el enamoramiento es uno de los sentimientos más puros. Una persona enamorada se vuelve generosa, disfruta haciendo regalos, escribe cartas y poemas. Deja de pensar en sí misma para proyectarse completamente hacia el otro. Es bello esto. Y si le preguntas a una persona enamorada: “¿por qué amas tú?”, no encontrará respuesta: en muchos sentidos, el suyo es un amor incondicional, sin motivo. Paciencia si ese amor, tan poderoso, es también un poco ingenuo: el enamorado no conoce realmente el rostro de la otra persona, tiende a idealizarla, está dispuesto a hacer promesas cuyo peso no capta inmediatamente. Este "jardín" donde se multiplican las maravillas no está, sin embargo, a salvo del mal. Puede ser contaminado por el demonio de la lujuria, y este vicio es particularmente odioso, al menos por dos razones.

En primer lugar, porque devasta las relaciones entre las personas. Para documentar tal realidad, desgraciadamente bastan las noticias cotidianas. ¿Cuántas relaciones que comenzaron de la mejor manera se han convertido luego en relaciones tóxicas, de posesión del otro, carentes de respeto y de sentido de los límites? Son amores en los que ha faltado la castidad: una virtud que no hay que confundir con la abstinencia sexual - la castidad es más que abstinencia sexual-, sino con la voluntad de no poseer nunca al otro. Amar es respetar al otro, buscar su felicidad, cultivar la empatía por sus sentimientos, disponerse en el conocimiento de un cuerpo, una psicología y un alma que no son los nuestros y que hay que contemplar por la belleza que encierran. Amar es esto, el amor es hermoso. La lujuria, en cambio, se burla de todo esto: la lujuria saquea, roba, consume de prisa, no quiere escuchar al otro sino sólo a su propia necesidad y placer; la lujuria juzga aburrido todo cortejo, no busca esa síntesis entre razón, pulsión y sentimiento que nos ayudaría a conducir sabiamente la existencia. El lujurioso sólo busca atajos: no comprende que el camino del amor debe recorrerse lentamente, y que esta paciencia, lejos de ser sinónimo de aburrimiento, nos permite hacer felices nuestras relaciones amorosas.

Pero hay una segunda razón por la cual la lujuria es un vicio peligroso. Entre todos los placeres del hombre, la sexualidad tiene una voz poderosa. Implica todos los sentidos; habita tanto en el cuerpo como en la psique, y esto es bellísimo, pero si no se disciplina con paciencia, si no se inscribe en una relación y una historia en la que dos personas la transforman en una danza amorosa, se convierte en una cadena que priva al hombre de libertad. El placer sexual, que es un don de Dios, se ve socavado por la pornografía: satisfacción sin relación que puede generar formas de adicción. Debemos defender el amor, el amor del corazón, de la mente, del cuerpo, el amor puro de donarse recíprocamente. Y esa es la belleza de las relaciones sexuales.

Ganar la batalla contra la lujuria, contra la “cosificación” del otro, puede ser un esfuerzo que dura toda la vida. Pero el premio de esta batalla es el más importante de todos, porque se trata de preservar esa belleza que Dios escribió en su creación cuando imaginó el amor entre el hombre y la mujer, que no es para usarse el uno al otro, sino para amarse. Esa belleza que nos hace creer que construir juntos una historia es mejor que lanzarse a la aventura - ¡hay tantos don Juanes! -, cultivar la ternura es mejor que doblegarse ante el demonio de la posesión – el verdadero amor no posee, se dona -, servir es mejor que conquistar. Porque si no hay amor, la vida es triste, es una triste soledad. Gracias.

 

Presentación del Señor.

 

Monición de entrada.-

Todos nos acordamos de los primeros días de Jesús.

Así nació en Belén y fueron a verlo los pastores y los reyes magos.

Cuarenta días después lo llevaron a la ciudad de Jerusalén.

Allí entraron en el templo y se lo enseñaron a un anciano, llamado Simeón.

Hoy os acordamos de este día y lo hacemos llevando estas velas que el sacerdote va a bendecir.

 

Oración de los niños.-

Jesús,

en esta misa tenemos en las manos

las velas que encenderemos en nuestras casas.

Por eso te pedimos

que las bendigas y cuando la encendamos

tengamos no solo la luz del fuego

sino tu luz,

que nos ayuda a estar felices

cuando estamos tristes.

 

Señor, ten piedad.

Tú que iluminas a todas las personas.  Señor, ten piedad.

Tú que iluminas a los que se portan mal. Cristo, ten piedad.

Tú que iluminas a los que están enfermos. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Por la Iglesia, para que nos ilumine con la luz del evangelio. Te lo pedimos, Señor.
Por el Papa Francisco y por nuestro Obispo Enrique, para que nos iluminen con sus palabras. Te lo pedimos, Señor.
Por todas las mamás, pero especialmente las que han tenido un bebé, para que sean muy felices y cuides de los dos. Te lo pedimos, Señor.

Por todos los bebés que están malos, para que se curen. Te lo pedimos, Señor.

Por nosotros para que iluminemos nuestras casas portándonos bien.  Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

María, 

hoy queremos darte las gracias porque eres nuestra madre.

También te damos las gracias por todos los bebés y porque en nuestro pueblo nacen niños que hacen que el pueblo sea un pueblo alegre y en la iglesia siempre  estemos los niños llenando de luz el altar.

 

San Blas.

 

Monición de entrada.-

Hoy es la fiesta de san Blas. Él es el santo al que Dios le pidió que nos ayudase cuando nos hiciese mal la garganta.

Además desde hace muchos años en los pueblos hay costumbre de llevar rollos, panes o alimentos para que el sacerdote los bendiga.

Al empezar la misa le pedimos a san Blas que nos ayude a querer siempre recibir el pan de la comunión.

 

Señor, ten piedad.-

Tú que nos das la comunión como alimento.  Señor, ten piedad.

Tú que nos alimentas con tus palabras. Cristo, ten piedad.

Tú que nos alimentas con tu amor. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Por el papa Francisco y todos los sacerdotes que nos dan el alimento de la comunión. Te lo pedimos, Señor.

Por todos los obispos. Te lo pedimos, Señor.

Por los pueblos donde san Blas es patrono. Te lo pedimos, Señor.

Por los niños que no tienen comida. Te lo pedimos, Señor.

Por las personas a las que les duele la garganta. Te lo pedimos, Señor.

Por las personas que trabajan en los hornos. Te lo pedimos, Señor.

Por nosotros que hoy hemos venido a la fiesta de san Blas. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

María, 

hoy queremos darte las gracias porque cuidas de nosotros y nos das comida.

Queremos darte gracias por nuestras mamás, nuestros papás, abuelos  y tíos

que nos hacen la comida

También por los médicos que nos curan la garganta.

 

5º T.O.

 

Monición de entrada.-

Cuando Jesús vivía hablaba y curaba a las personas. Ahora nos habla en las lecturas y nos cura el corazón con la comunión.

Por eso vamos a abrirle la puerta del corazón para que entre, nos hable y nos dé un beso.

Señor, ten piedad.-

Tú que curabas a las personas enfermas. Señor, ten piedad.

Tú que perdonabas a las personas que hacían cosas malas.  Cristo, ten piedad.

Tú que hablabas a las personas que estaban tristes.  Señor, ten piedad.

Entrega de la luz.-

Monición.-

Hace unas semanas nos acordamos de nuestro bautismo. Así contestamos a las preguntas del sacerdote.

Y hoy nos va a dar una vela. Esta igual que el día del bautismo fue encendida del cirio pascual.

Entonces se la dio a nuestros padrinos. Ahora que somos mayores nos la da a nosotros.

Peticiones.-

Para que el papa Francisco siga ayudándonos. Te lo pedimos Señor.

Para que la iglesia siga ayudando a los que están tristes. Te lo pedimos Señor.

Para que nos ayudes a rezar. Te lo pedimos Señor.

Para que siempre tengamos un rato estar con los mayores. Te lo pedimos Señor.

Oración de los Siete Domingos de San José.

San José hoy empezamos los siete domingos antes de tu fiesta.

Hoy nos acordamos de cuando tu novia María te dijo que iba a tener un niño.

Tú al principio no te lo creíste, pero una noche mientras dormías un ángel te dijo que era Jesús el niño.

Además te ofrecemos este domingo por los sacerdotes, especialmente los que les cuesta serlo.

 

Virgen de Lourdes

 

Monición de entrada.-

Buenos días.-

Hoy es la fiesta de la Virgen de Lourdes.

Así nos acordamos cuando la virgen María se apareció a una niña.

Además hoy es el día de las personas enfermas.

Así esta misa vamos a tener en nuestro corazón a la virgen María, las personas que viven en países pobres y las que están malas.

 

Señor, ten piedad.-

Tú que escuchas a tu madre María. Señor, ten piedad.

Tú que das comida a los que no tienen. Cristo, ten piedad.

Tú que cuidas de las personas que están en cama.  Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Para que el papa Francisco y la Iglesia para que sigan cuidando de las iglesias pobres. Te lo pedimos Señor.

Por las personas que van a Francia a ver a la virgen, para que tu madre les ayude.   Te lo pedimos Señor. 

Por los niños y mayores que están en los hospitales o enfermos en sus casas, para que se curen. Te lo pedimos Señor.

Por nosotros, para que hagamos muy felices con nuestras palabras a los abuelos y los que en nuestra casa estén enfermos.  Te lo pedimos Señor.

 

Siete Domingos de San José.

San José, hoy es el segundo domingo de san José.

Y nos acordamos de cuando nació Jesús. Y lo hizo en una cueva, porque no os habían dejado sitio en la posa.

Tú estabas triste. Pero después te pusiste muy contento porque fueron los ángeles y los pastores a estar con vosotros.

Te pedimos en este domingo por las personas que están enfermas, para que también tengan amigos que estén con ellos.

 

BIBLIOGRAFÍA.

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Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Catecismo de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.

La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

San Juan de Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA

www.vatican.va



[1] Orvallo: en Asturias, Galicia y León, llovizna. www.rae.es

[2] Sátiro: ser de la mitología romana, campestre con aspecto de hombre barbado con patas y orejas cabrunas y cola de caballo o de chivo.

[3] Instrumento diseñado para tomar decisiones sobre la base de una pregunta concreta, susceptible de ser respondida por un sí o por un no. www.wikipedia.org