lunes, 8 de enero de 2024

Domingo 2º de tiempo ordinario. 14 de enero de 2024.

 


Primera lectura.

Lectura del primer libro de Samuel 3, 3b-10.19

En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios. Entonces el Señor llamó a Samuel. Este respondió:

-Aquí estoy.

Corrió adonde estaba Elí y dijo:

-Aquí estoy, porque me has llamado.

Respondió:

-No te he llamado. Vuelve a acostarte.

Fue y se acostó. El Señor volvió a llamar a Samuel. Se levantó Samuel, fue adonde estaba Elí y dijo:

-Aquí estoy, porque me has llamado.

Respondió:

-No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte.

Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía la palabra del Señor. El Señor llamó a Samuel, por tercera vez. Se levantó, fue adonde estaba Elí y dijo:

-Aquí estoy, porque me has llamado.

Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven. Y dijo a Samuel:

-Ve a acostarte. Y si te llama de nuevo, di:

-Habla, Señor, que tu siervo escucha.

Samuel fue a acostarse en su sitio. El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores:

-Samuel, Samuel.

Respondió Samuel:

-Habla, que tu siervo escucha.

Samuel creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara ninguna de sus palabras.

 

Textos paralelos.

Samuel estaba acostado en el santuario donde se encontraba el arca de Dios.

Ex 25, 22: Allí me encontraré contigo, y desde encima de la placa, en medio de los querubines del arca de la alianza, te diré todo lo que tienes que mandar a los israelitas.

Samuel crecía y Yahvé estaba con él.

1 Sam 2, 21: El Señor se cuidó de Ana, que concibió y dio a luz tres niños y dos niñas. El niño Samuel crecía en el templo del Señor.

Gn 39, 2: El Señor estaba con José y le dio suerte, de modo que lo dejaron en casa de su amo egipcio.

Jc 20, 1: Todos los israelitas, desde Dan hasta Berseba, incluido el país de Galaad, fueron como un solo hombre a reunirse ante el Señor en Mispá.

 

Notas exegéticas.

3 Primera revelación que consagra a Samuel como profeta, v.20. No se trata de un sueño, ya que la voz despierta a Samuel, ni de una “visión” más que en sentido Iato, porque Samuel no ve a Yahvé; solo oye.

3 3 (b) Yahvé se hace presente encima del arca, desde donde comunica sus órdenes.

3 19 Fórmula que expresa el fiel cumplimiento de la palabra de Dios.

 

Salmo responsorial

Salmo 40 (39), 2.4.7-10

 

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. R/.

Yo esperaba con ansia al Señor;

él se inclinó y escuchó mi grito;

me puso en la boca un cántico nuevo,

un himno a nuestro Dios. R/.

 

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,

y, en cambio, me abriste el oído;

no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios;

entonces yo digo: “Aquí estoy”. R/.

 

-Como está escrito en mi libro –

para hacer tu voluntad.

Dios mío, lo quiero,

y llevo tu ley en las entrañas. R/.

 

He proclamado tu justicia

ante la gran asamblea;

no he cerrado los labios,

Señor, tú lo sabes. R/.

 

Textos paralelos.

No has querido sacrificio ni oblación.

Hb 10, 5-7: Por eso dice al entrar en el mundo: No quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo. No te agradaron holocaustos ni sacrificios expiatorios. Entonces dije: Aquí estoy, he venido para cumplir, oh Dios, tu voluntad – como está escrito de mí en el libro –. Primero dice que no ha querido ni le han agradado ofrendas, sacrificios, holocaustos ni sacrificios expiatorios (que se ofrecen legalmente); después añade aquí estoy para cumplir tu voluntad. Excluye lo primero para afirmar lo segundo. Pues según esa voluntad, quedamos consagrados por la ofrenda, hecha una vez para siempre, del cuerpo de Cristo.

Pero me has abierto el oído.

Is 50, 5: El Señor me abrió el oído: yo no me resistí ni me eché atrás.

No pedías holocaustos ni víctimas.

Am 5, 21: Detesto y rehúso vuestras fiestas, no me aplacan vuestras reuniones litúrgicas.

Sal 50, 8-9: No te reprocho tus sacrificios / pues a diario tengo presentes tus holocaustos. / No me llevaré un novillo de tu casa / ni machos cabríos de tus rebaños.

Sal 51, 18-19: Un sacrificio no te satisface; / si te ofrezco un holocausto, no lo aceptas. / Para Dios sacrificio es un espíritu quebrantado, / un corazón quebrantado y triturado, / tú, Dios, no lo desprecias.

Sal 69, 31-32: Alabaré el nombre de Dios con cantos; / te engrandeceré con acción de gracias: / le agradará a Dios más que un toro, / que un novillo con cuernos y pezuña partida.

He proclamado tu justicia.

Sal 37, 31: Lleva en el corazón la ley de su Dios: / sus pasos no vacilarán.

Jn 4, 34: Mi sustento es cumplir la voluntad del que me envió y dar remate a su obra.

Jn 8, 29: El que me envió es veraz, y yo he de decir al mundo lo que he escuchado.

Sal 22, 23: Contaré tu fama a mis hermanos, Y en plena asamblea te alabaré.

Sal 35, 18: Y te daré gracias en la gran asamblea, / ante un pueblo numeroso te alabaré.

Sal 149, 1: ¡Aleluya! Cantad al Señor un cántico nuevo, / resuene su alabanza en la asamblea de los leales.

 

Notas exegéticas.

40 Al himno de acción de gracias, vv. 2-12, sigue un grito de angustia, vv.14-18, compartido en el Sal 70. En el conjunto actual, la primera parte aparece como un examen del pasado, opuesto a las miserias del presente y que justifica el recurso a Yahvé.

40 7 Lit. “cavado”, Dios comunica su voluntad al fiel, ver Is 50, 5. Una variante del griego: “Tú me has formado un cuerpo” fue interpretada en sentido mesiánico y aplicada a Cristo, Hb 10, 5s.

40 9 La obediencia vale más que el sacrificio, 1 S 14, 22. Los profetas alertaron con frecuencia a Israel contra prácticas que no empeñaban el corazón o contra una confianza presuntuosa en la presencia de Dios en su templo. En el judaísmo posteiror al destierro, sea cual fuere aún la importancia del Templo, como señal de salvación, el culto interior se va afinando más y más, y las disposiciones del corazón, lka oración, la obediencia, el amor, cobran por sí mismas valor de culto. Esta evolución prepara la supervivencia del Judaísmo después de la destrucción del templo y proseguirá en el Nuevo Testamento.

 

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 6, 13c-15a.17-20

Hermanos:

El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Y Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la inmoralidad. Cualquier pecado que cometa el hombre que da fuera del cuerpo. Pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de Dios? Y no os pertenecéis, pues habéis sido comprados a buen precio. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

 

Textos paralelos.

El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor.

1 Co 10, 31: Pues bien, ya comáis o bebáis o hagáis lo que sea, hacedlo todo a gloria de Dios.

Dios que resucitó al Señor nos resucitará.

1 Co 15, 12: Ahora bien, si se proclama que Cristo resucitó de la muerte, ¿cómo decís algunos que no hay resurrección de los muertos?

Rm 1, 4: A partir de la resurrección, establecido por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder.

Rm 8, 11: Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en vosotros, el que resucitó a Jesús de la muerte dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en vosotros.

¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?

1 Co 12, 12: Como el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos, forman un solo cuerpo, así es Cristo.

Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él.

Rm 8, 9-10: Pero vosotros no seguís el instinto, sino al Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu del Mesías, no le pertenece. Pero si el Mesías está en vosotros, aunque el cuerpo muera por el pecado, el espíritu vivirá por la justicia.

¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?

Rm 3, 16-17: Sus pies corren para derramar sangre, sus caminos están sembrados de ruina y destrucción. No conocen la ruta de la paz ni tienen el temor de Dios.

Rm 5, 8: Pues bien, Dios nos demostró su amor en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

1 Ts 4, 4-8: Que cada uno sepa usar de su cuerpo con respeto sagrado, no por pura pasión, como los paganos que no conocen a Dios; que en este asunto nadie ofenda o perjudique a su hermano, porque el Señor castiga tales ofensas, como os lo tenemos dicho e inculcado. Dios no os ha llamado a la impureza, sino a la santificación. Por tanto, quien lo desprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, que además os dio su Espíritu.

1 Co 3, 23: Vosotros sois de Cristo, Cristo es de Dios.

1 Co 7, 23: Os compraron pagando un precio; no seáis esclavos de hombres.

Habéis sido comprados a buen precio.

Rm 3, 24: Pero son absueltos sin merecerlo, generosamente, por el rescate que Jesucristo entregó.

Rm 6, 15: Entonces, ¿qué? Como no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, ¡a pecar! ¡De ningún modo!

Usad, pues, vuestro cuerpo para honrar a Dios.

Flp 1, 20: Espero y aguardo no arredrarme por nada; antes bien, con mi valentía, ahora como siempre, Cristo será engrandecido con mi vida corporal o con mi muerte.

 

Notas exegéticas.

6 13 Pablo impugna una opinión según la cual no existe diferencia alguna entre las necesidades alimenticias y la vida sexual. Y responde: las primeras están ligadas al mundo presente y desaparecerán con él; pero la vida sexual afecta a la pertenencia a Cristo y debe ser tal y como conviene a un miembro de Cristo.

6 14 La resurrección demuestra la importancia del cuerpo, que no es destruido por la muerte.

6 15 El verbo griego correspondiente (aireo) significa también “arrancar”, “quitar”. Existe, pues, una oposición absoluta entre la unión con Cristo y la unión sexual ilegítima. El argumento implica, por oposición, que la unión conyugal de los cristianos debe comprometerles en la unión con Cristo.

6 17 Cabía esperar: un solo cuerpo. Pablo quiere evitar que el realismo físico de la unión con Dios sea entendido de forma demasiado material.

6 18 (a) Para los que en Corintio no daban al cuerpo ningún valor permanente todas las acciones corporales eran moralmente irrelevantes. El pecado era solo posible en el nivel espiritual de las motivaciones.

6 18 (b) La finalidad sexual del cuerpo es hacer de dos personas una.

6 20 Lit.: “Habéis sido comprados a precio”.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 35-42

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:

-Este es el Cordero de Dios.

Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:

-¿Qué buscáis?

Ellos le contestaron:

-Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?

Él les dijo:

-Venid y veréis.

Entonces fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:

-Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).

Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:

-Tú eres Simón, el hijo de Juan; tu te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro).

 

Textos paralelos.

Mt 4, 18-20.

Mc 1, 16-20.

Lc 5, 1-11.

Mientras paseaba junto al lago de Galilea,

 

 

 

vio a dos hermanos – Simón, apodado Pedro, y a Andrés su hermano – que estaban echando una red al agua, pues eran pescadores. Les dice:

 

“Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al punto dejaron las redes y lo siguieron.

 

Caminando junto al lago de Galilea,

 

 

 

vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo:

 

 

 

“Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al punto, dejando las redes, lo siguieron.

Un trecho más adelante vio a Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la barca. Los llamó. Ellos dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se fueron con él.

 

La gente se agolpaba junto a él para escuchar la palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago de Genesaret.

Vio dos barcas junto a la orilla, pues los pescadores se habían bajado y estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, la de Simón,

 

le pidió que se apartase un poco de tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la gente desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Boga lago adentro y echa las redes de pescar”. Le replicó Simón: “Maestro, hemos bregado toda la noche sin cobrar nada; pero, ya que lo dices, echaré las redes. Lo hicieron y capturaron tal cantidad de peces, que reventaban las redes. Hicieron señas a los socios de la otra barca para que fueran a echarles una mano. Llegaron y llenaron las dos barcas que casi se hundían. Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y dijo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Pues el estupor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que había pescado. Lo mismo sucedía a Juan y Santiago, que eran socios de Simón. Jesús dijo a Simón: “No temas, en adelante pescarás hombres”. Entonces, atracando las barcas en tierra, lo dejaron todo y lo siguieron.

 

Tú eres Simón, el hijo de Juan.

Mt 16, 18-19: Pues te digo que tú eres Pedro y sobre esta Piedra construiré mi iglesia y el imperio de la Muerte no la vencerá.

Mc 3, 16: A Simón lo llamó Pedro.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

1 36 Los vv. 35-36 y 33a son un duplicado de los vv. 29 y 31a. Provienen de dos tradiciones joánicas paralelas, que aquí ha fundido el evangelista. Es posible que el v. 15, duplicado del v. 30 y 1u3 en el Prólogo se halla fuera de contexto, se leyera primitivamente después de los vv. 35-36.

1 37 Ver Mc 1, 18. El relato joánico de la vocación de Pedro y Andrés no tiene en común con el de Mc 1, 16-18 = Mt 4, 18-20 (Lc lo omite) más que la expresión “siguieron a Jesús”, característica del discípulo. La tradición joánica parece preferible. En Mc y Mt la vocación de Pedro y Andrés es un calco de la de Santiago y Juan, que presenta rasgos más primitivos.

1 39 Hacia las cuatro de la tarde. Todo el relato está estilizado para describir la condición del discípulo de Cristo. En el At para encontrar a Dios había que buscarle, ahora, el que “busca” a Cristo lo “encuentra”; y porque “sigue” “encuentra”, el discípulo llega adonde el vive. En el extremo opuesto de los discípulos están los judíos que se niegan a creer en Jesús.

1 40 Se piensa a menudo que el otro discípulo era el apóstol Juan. Pero ¿no sería más bien Felipe, el compañero habitual de Andrés y que va a reaparecer a partir del v. 43? Eta interpretación supone la variante textual del v. 41: “Este, el primero, encuentra…”. Según 1, 7, todos van a creer por el testimonio del Bautista, primero Andrés y Felipe, después, gracias a ellos, el mundo judío (las dos escenas están constituidas de manera similar) y después el mundo pagano.

1 41 Juan se dirige probablemente a lectores de habla griega. Sin embargo, en distintos momentos, utiliza vocablos hebreos o arameos que luego traduce. De este modo, quiere posiblemente poner de relieve que, en este momento concreto de la historia, en Palestina, entre los humanos, se ha encarnado la Palabra de Dios, “Cristo” (chistós) es traducción de “Mesías” (masîah), que significa “Ungido”. En la tradición judía este título designaba al nuevo David, esperado al final de los tiempos.

1 42 Jesús conoce misteriosamente a cuantos se le acercan. Al dar un nuevo nombre a Simón (Cefas en arameo), le confiere una nueva vocación.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

35-36 DOS DE SUS DISCÍPULOS: Juan es el único evangelista que indica que los primeros seguidores de Jesús habían pertenecido al grupo de discípulos del Bautista. Los datos del primer encuentro con Jesús apuntan a un testigo de vista.

38 AL… VER QUE LO SEGUÍAN: lit. contemplando a ellos siguientes. // QUÉ BUSCÁIS: o qué queréis. // SIGNIFICA: lit. es dicho. // DÓNDE VIVES: lit. dónde permaneces, verbo muy del vocabulario de Juan.

39 VENID A VER… FUERON A VER: con el verbo ver comenzó para ellos el itinerario de la fe. // DONDE VIVÍA: lit. donde vive, REFLEJANDO EL ESTILO DIRECTO. // CON ÉL: o en su casa, que sería una tienda, o choza de ramaje. // [LA] HORA DÉCIMA: hacia las cuatro de la tarde.

40-42: A JESÚS: lit. a él (pronombre que puede crear ambigüedad): no a Juan. // ENCONTRÓ… Y LE DICE (lo mismo que en los vs. 43-45): en el texto griego está en presente narrativo o histórico. // HEMOS ENCONTRADO: el vocablo griego heurêkamen recuerda el famoso grito de Arquímedes; pero, en la historia humana, el descubrimiento de una persona por otra siempre es de más valor que descubrir un principio hidrostático; más aún, si la persona encontrada es   “CRISTO” // El MESÍAS: es casi transliteración griega (Messías) de un vocablo hebreo-arameo que significa ungido; nunca aparece en la LXX, solo dos veces en el Nuevo Testamento, y las dos en Jn (aquí y en boca de la Samaritana: 4, 25); la traducción “normal” en griego es Christós (=ungido).

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

1, 35-41 Es interesante notar que algunos de los primeros discípulos acudieron a Cristo por invitación de otros que ya se eran seguidores suyos. Este es un claro ejemplo de que el apostolado o la evangelización tienen lugar de modo natural a través de las amistades y de las relaciones personales. Este pasaje también incluye muchos de los títulos que Jesús tendría: Cordero de Dios, Rabí, Mesías, Rey de Israel, Hijo del hombre. Cat. 3, 520, 608, 878, 1618.

1, 42 Cefas: proviene del arameo y significa “roca”; en griego es Petros, de donde viene “Pedro”. En la Sagrada Escritura, el poder de nombrar a alguien indica “tomar posesión” de esa persona e indica el nuevo papel o misión que Dios le asigna. Su papel especial será ejercer de roca sobre la que Cristo construirá su Iglesia. Cat. 552, 881.

 

Catecismo de la Iglesia Católica

3 Quienes, con la ayuda de Dios, han acogido el llamamiento de Cristo y han respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Nueva. Este tesoro recibido de los Apóstoles ha sido guardado fielmente por sus sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a transmitirlo de generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la comunión fraterna y celebrándola en la liturgia y en la oración.

520 Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo. Él es el hombre perfecto que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar; con su oración atrae a la oración; con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones.

608 Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores, vio y señaló a Jesús como el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Manifestó así que Jesús es el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (cf. Is 57, 7; Jr 11, 19) y carga con el pecado de las multitudes, y el cordero pascual símbolo de la redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (cf. Ex 12, 3-4). Toda la vida de Cristo expresa su misión: “Servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10, 45).

1618 Cristo es el centro de toda la vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales.

 

 

Concilio Vaticano II

Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado de la Iglesia, es evidente que la fecundidad del apostolado de los laicos depende de su unión vital con Cristo, pues, según dice el Señor: “el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer” (Jn 15, 15). Esta vida de íntima unión con Cristo en la Iglesia se alimenta con los auxilios temporales que son comunes a todos los fieles, principalmente con la participación activa en la sagrada liturgia (C. Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, 11); los laicos han de utilizar esos medios de modo que, mientras desempeñan rectamente la tarea del mundo en las circunstancias ordinarias de la vida, no establezcan una separación entre su vida y la unión con Cristo, antes bien, crezcan en esa unión al ejercer su trabajo según la voluntad de Dios. Es necesario, que, por este camino, los laicos avancen en santidad, con espíritu decidido y alegre, esforzándose por superar las dificultades con prudencia y paciencia (C. Vaticano II, Lumen gentium, 32). Ni las preocupaciones familiares ni los demás asuntos temporales deben ser ajenos a la dimensión espiritual de su vida, según las palabras del Apóstol: “Todo cuando hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Jesucristo, dando gracias a Dios Padre por Él” (Col 3, 17).

 

Comentarios de los Santos Padres.

La voz no podía retener a sus discípulos junto a ella y les envió hacia el Verbo. En efecto, cuando aparece la luz del sol conviene apagar la luz del farol.

Efrén de Nisibi. Comentario al Diatessaron, 4, 17.

El que sigue al Señor es el que lo imita; sigue al Señor el que en cuanto lo permite la fragilidad humana, no descuida los ejemplos de humildad que el Hijo de Dios manifestó en su naturaleza humana; y le sigue quien, por participar en la vida de sus padecimientos, anhela llegar a participar de su resurrección y ascensión al cielo.

Beda. Homilías sobre los Evangelios, 1, 7.

La hora era como las diez. Este número significa le ley. Por eso se dio en diez mandamientos. Pero había llegado ya el tiempo de cumplir la ley por el amor, ya que los judíos no podían cumplirla por el temor. Por eso dice el Señor: “No he venido a destruir la ley, sino a cumplirla” (Mt 5, 17).

Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 7, 10.

También las almas afligidas deseaban escuchar noticias de Él. Ellas eran instrumentos del Señor, conforme a sus mismas palabras: “Yo os elegí angtes del mundo”. Eligió a los galileos, un pueblo rudo, a quien los profetas habían llamado un pueblo tosco y que vivían en tinieblas, pero son los que han visto la luz, mientras que los doctores de la ley estuvieron confundidos: “Dios eligió la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes” (1 Co 1, 27).

Efrén de Nisibi, Comentario al Diatessaron, 4, 18.

A él le dio ese nombre. A Santiago y a su hermano, el de “hijos del trueno”. ¿Por qué hizo eso? Para demostrar que Él era el mismo Dios que estableció la Antigua Alianza y cambió mu9chísimos nombres, pues llamó Abrahán a Abram, a Saray Sara y a Jacob, Israel.

Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Juan, 19, 2-3.

 

San Agustín.

¡Qué día tan feliz y qué noche tan dichosa pasaron! ¿Quién podrá decirnos lo que oyeron de boca del Señor? Edifiquemos y levantemos también nosotros una casa en nuestro corazón a donde venga él a hablar con nosotros y a enseñarnos.

Él es el maestro de su ley y él mismo la enseña. Como la misericordia está en sus labios, la enseña misericordiosamente. Así lo dice la Escritura hablando de su sabiduría: Lleva en su lengua la ley y la misericordia (Prov 31, 26). No temas que no puedas cumplir la ley; huye a la misericordia. Si te parece demasiado para ti el cumplir la ley, utiliza aquel pacto, aquella firma, aquellas palabras que compuso para ti el abogado celestial.

Comentario sobre el evangelio de San Juan 7, 7-10. Pg. 715-717.

 

San Juan de Ávila.

¡Oh Jesús bonitísimo, Hijo de Dios Padre y de la bendita Madre Virgen María, Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo (cf. Jn 1, 29.36), abogando y amansamiento delante del Padre por nosotros tus siervos, consuelo de tristes, riqueza de pobres, poderoso esfuerzo de los enriquecidos!

¡Oh casa dichosa donde, Señor, visitas! Y otra vez lo diré: Venerunt mihi omnia bona pariter cum illa[1] (cf. Sab 7, 11). San Andrés y otro discípulo preguntaron a vuestro Hijo bendito: Ubi habitas? (Jn 1, 39). Señora, preguntamos a vuestros indignos siervos: “¿Dónde visitáis?”.

Visitación de la Virgen. OC III. Pg. 892.

San Oscar Romero. Homilía.  

Toda vocación es un agente de cambio en un mundo donde el pecado está entronizado. Esta comunidad que ha hecho esta reflexión bajo la luz de la palabra de Dios, vive en un mundo donde el pecado está entronizado y es la lucha del reino de Dios. Una lucha para la que no se necesitan tanquetas ni metralletas. Una lucha para la que no se necesita espada o fusil. La lucha se bate con guitarras y canciones de Iglesia; se siembra en el corazón y se reforma un mundo, porque "la violencia aun cuando tiene motivaciones justas, es siempre violencia y no es eficaz y no es digna", decía el Papa. Ojalá los que ante hechos como éste, sienten el natural instinto de la venganza y de la violencia, se sepan dominar y sepan que hay una violencia muy superior a la de las tanquetas y también a la de las guerrillas, es la violencia de Cristo: ¡Padre perdónalos porque no saben, son ignorantes, pobrecitos! El reconocimiento de esa superioridad es más fuerte que la misma violencia de las armas, que no hace más que hacer más brutos a los hombres, porque el animal no tiene armas.

Homilía 21 de enero de 1979.

 

Papa Francisco. Ángelus. 14 de enero de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Como en la fiesta de la Epifanía y en la del Bautismo de Jesús, la página del Evangelio de hoy (cf. Jn 1,35-42) propone también el tema de la manifestación del Señor. Esta vez, es Juan Bautista quien lo indica a sus discípulos como “el Cordero de Dios” (v. 36), invitándolos a seguirlo. Y así es para nosotros: Aquel a quien hemos contemplado en el misterio de la Navidad, estamos ahora llamados a seguirlo en la vida cotidiana. Por lo tanto, el Evangelio de hoy nos introduce perfectamente en el tiempo litúrgico ordinario, un tiempo que sirve para animar y verificar nuestro camino de fe en la vida habitual, en una dinámica que se mueve entre Epifanía y seguimiento entre manifestación y vocación.

El relato del Evangelio indica las características esenciales del itinerario de fe. Hay un itinerario de fe, que es el itinerario de los discípulos de todos los tiempos, también del nuestro, a partir de la pregunta que Jesús dirige a los discípulos que, animados por Juan Bautista, comienzan a seguirle: “¿Qué buscáis?” (v.38). Es la misma pregunta que, en la mañana de Pascua, el Resucitado hará a María Magdalena: “Mujer, ¿a quién buscas?” (Jn 20, 15). Cada uno de nosotros, como ser humano, está en búsqueda: búsqueda de felicidad, búsqueda de amor, de una vida buena y plena. Dios Padre nos ha dado todo esto en su Hijo Jesús.

En esta búsqueda, es fundamental el papel de un verdadero testigo: de una persona que ha hecho antes el camino y ha encontrado al Señor. En el Evangelio, Juan Bautista es ese testigo. Por eso pudo orientar a sus discípulos hacia Jesús, que los involucra en una nueva experiencia diciendo: “Venid y veréis” (v. 39). Y aquellos dos no pudieron olvidar la belleza de este encuentro, hasta el punto que el Evangelista anota incluso la hora: “Eran alrededor de las cuatro de la tarde” (ibid). Solo un encuentro personal con Jesús genera un camino de fe y de discipulado. Podremos tener muchas experiencias, realizar muchas cosas, establecer relaciones con muchas personas, pero solo el encuentro con Jesús, en esa hora que Dios conoce, puede dar un sentido pleno a nuestra vida y hacer fecundos nuestros proyectos y nuestras iniciativas.

No es suficiente construirse una imagen de Dio basada sobre lo que hemos oído: es necesario ir en busca del Maestro Divino e ir a donde vive. La pregunta de los dos discípulos a Jesús, “¿Dónde vives?” (v.38) tiene un sentido espiritual fuerte: expresa el deseo de saber dónde vive el Maestro, para poder estar con Él. La vida de fe consiste en el deseo de estar con el Señor y en una búsqueda continua del lugar donde Él habita. Esto significa que estamos llamados a superar una religiosidad rutinaria y descontada, reavivando el encuentro con Jesús en la oración, en la meditación de la Palabra de Dios y frecuentando los sacramentos para estar con Él y dar fruto gracias a Él, a su ayuda, a su gracia.

Buscar a Jesús, encontrar a Jesús, seguir a Jesús: este es el camino. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús, seguir a Jesús.

¡Que la Virgen María nos sostenga en este propósito de seguir a Jesús, de ir y de estar allí donde Él habita, para escuchar su Palabra de vida, para adherir a Él, que quita el pecado del mundo, para encontrar en Él esperanza e impulso espiritual!

 

Papa Francisco. Ángelus. 17 de enero de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este segundo domingo del Tiempo Ordinario (cf. Jn 1,35-42) presenta el encuentro de Jesús con sus primeros discípulos. La escena se desarrolla en el río Jordán, el día después del bautismo de Jesús. El mismo Juan Bautista señala al Mesías a dos de ellos con estas palabras: «¡He ahí el Cordero de Dios!» (v. 36). Y aquellos dos, fiándose del testimonio del Bautista, siguen a Jesús que se da cuenta y pregunta: «¿Qué buscáis?» y ellos le preguntan: «Maestro, ¿dónde vives?» (v. 38).

Jesús no contesta: “Vivo en Cafarnaún o en Nazaret”, sino que dice: «Venid y lo veréis» (v. 39). No es una tarjeta de visita, sino la invitación a un encuentro. Los dos lo siguen y se quedan con Él esa tarde. No es difícil imaginarlos sentados, haciéndole preguntas y sobre todo escuchándolo, sintiendo que sus corazones se encienden cada vez más mientras el Maestro habla. Advierten la belleza de palabras que responden a su esperanza cada vez más grande. Y de improviso descubren que, mientras empieza a atardecer, en ellos, en su corazón estalla la luz que sólo Dios puede dar. Algo que llama la atención: uno de ellos, sesenta años después, o quizás más, escribió en el Evangelio: «Eran más o menos las cuatro de la tarde» (Jn 1,39), escribió la hora. Y esto es algo que nos hace pensar: todo encuentro auténtico con Jesús permanece en la memoria viva, nunca se olvida. Se olvidan muchos encuentros, pero el verdadero encuentro con Jesús siempre permanece. Y ellos, tantos años después, se acordaban incluso de la hora, no podían olvidar este encuentro tan feliz, tan pleno, que había cambiado sus vidas. Luego, cuando salen de este encuentro y vuelven con sus hermanos, esta alegría, esta luz se desborda de sus corazones como una riada. Uno de los dos, Andrés, dice a su hermano Simón —a quien Jesús llamará Pedro cuando lo encuentre—: «Hemos encontrado al Mesías» (v. 41). Se fueron seguros de que Jesús era el Mesías, convencidos.

Detengámonos un momento en esta experiencia de encuentro con Cristo que nos llama a estar con Él. Cada llamada de Dios es una iniciativa de su amor. Siempre es Él quien toma la iniciativa, Él te llama. Dios llama a la vida, llama a la fe, y llama a un estado de vida particular. “Yo te quiero aquí”. La primera llamada de Dios es a la vida; con ella nos constituye como personas; es una llamada individual, porque Dios no hace las cosas en serie. Después Dios llama a la fe y a formar parte de su familia, como hijos de Dios. Finalmente, Dios nos llama a un estado de vida particular: a darnos a nosotros mismos en el camino del matrimonio, en el del sacerdocio o en el de la vida consagrada. Son maneras diferentes de realizar el proyecto que Dios, ese que tiene para cada uno de nosotros, que es siempre un plan de amor. Dios llama siempre. Y la alegría más grande para cada creyente es responder a esta llamada, a entregarse completamente al servicio de Dios y de sus hermanos.

Hermanos y hermanas, frente a la llamada del Señor, que puede llegar a nosotros de mil maneras, también a través de personas, de acontecimientos, tanto alegres como tristes, nuestra actitud a veces puede ser de rechazo —“No...Tengo miedo...—, rechazo porque nos parece que contrasta con nuestras aspiraciones y también de miedo, porque la consideramos demasiado exigente e incómoda. “Oh, no, no lo conseguiré, mejor que no, mejor una vida más tranquila... Dios allí y yo aquí”. Pero la llamada de Dios es amor, tenemos que intentar encontrar el amor que hay detrás de cada llamada, y a ella se responde solo con amor. Este es el lenguaje: la respuesta a una llamada que viene del amor es solo el amor. Al principio hay un encuentro, precisamente, el encuentro con Jesús, que nos habla del Padre, nos da a conocer su amor. Y entonces, espontáneamente, brota también en nosotros el deseo de comunicarlo a las personas que amamos: “He encontrado el Amor”, “he encontrado al Mesías”, “he encontrado a Dios”, “he encontrado a Jesús” “he encontrado el sentido de mi vida”. En una palabra: “He encontrado a Dios”.

Que la Virgen María nos ayude a hacer de nuestra vida un canto de alabanza a Dios, en respuesta a su llamada y en el cumplimiento humilde y alegre de su voluntad. Pero recordemos esto: para cada uno de nosotros, en la vida, ha habido un momento en el que Dios se ha hecho presente con más fuerza, con una llamada. Recordémosla. Retornemos a ese momento, para que el recuerdo de aquel momento nos renueve siempre en el encuentro con Jesús.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 15 de enero de 2006.

Queridos hermanos y hermanas:

El pasado domingo, en que celebramos el Bautismo del Señor, comenzó el tiempo ordinario del Año litúrgico. La belleza de este tiempo está en el hecho de que nos invita a vivir nuestra vida ordinaria como un itinerario de santidad, es decir, de fe y de amistad con Jesús, continuamente descubierto y redescubierto como Maestro y Señor, camino, verdad y vida del hombre. Es lo que nos sugiere, en la liturgia de hoy, el evangelio de san Juan, presentándonos el primer encuentro entre Jesús y algunos de los que se convertirían en sus apóstoles. Eran discípulos de Juan Bautista, y fue precisamente él quien los dirigió a Jesús, cuando, después del bautismo en el Jordán, lo señaló como "el Cordero de Dios" (Jn 1, 36). Entonces, dos de sus discípulos siguieron al Mesías, el cual les preguntó:  "¿Qué buscáis?". Los dos le preguntaron:  "Maestro, ¿dónde vives?". Y Jesús les respondió:  "Venid y lo veréis", es decir, los invitó a seguirlo y a estar un poco con él. Quedaron tan impresionados durante las pocas horas transcurridas con Jesús, que inmediatamente uno de ellos, Andrés, habló de él a su hermano Simón, diciéndole:  "Hemos encontrado al Mesías". He aquí dos palabras singularmente significativas:  "buscar" y "encontrar".

Podemos considerar estos dos verbos de la página evangélica de hoy y sacar una indicación fundamental para el nuevo año, que queremos que sea un tiempo para renovar nuestro camino espiritual con Jesús, con la alegría de buscarlo y encontrarlo incesantemente. En efecto, la alegría más auténtica está en la relación con él, encontrado, seguido, conocido y amado, gracias a una continua tensión de la mente y del corazón. Ser discípulo de Cristo:  esto basta al cristiano. La amistad con el Maestro proporciona al alma paz profunda y serenidad incluso en los momentos oscuros y en las pruebas más arduas. Cuando la fe afronta noches oscuras, en las que no se "siente" y no se "ve" la presencia de Dios, la amistad de Jesús garantiza que, en realidad, nada puede separarnos de su amor (cf. Rm 8, 39).

Buscar y encontrar a Cristo, manantial inagotable de verdad y de vida:  la palabra de Dios nos invita a reanudar, al inicio de un nuevo año, este camino de fe que nunca concluye. "Maestro, ¿dónde vives?", preguntamos también nosotros a Jesús, y él nos responde:  "Venid y lo veréis".

Para el creyente es siempre una búsqueda incesante y un nuevo descubrimiento, porque Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre, pero nosotros, el mundo, la historia, no somos nunca los mismos, y él viene a nuestro encuentro para donarnos su comunión y la plenitud de la vida. Pidamos a la Virgen María que nos ayude a seguir a Jesús, gustando cada día la alegría de penetrar cada vez más en su misterio.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 15 de enero de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

Las lecturas bíblicas de este domingo —el segundo del tiempo ordinario—, nos presentan el tema de la vocación: en el Evangelio encontramos la llamada de los primeros discípulos por parte de Jesús; y, en la primera lectura, la llamada del profeta Samuel. En ambos relatos destaca la importancia de una figura que desempeña el papel de mediador, ayudando a las personas llamadas a reconocer la voz de Dios y a seguirla. En el caso de Samuel, es Elí, sacerdote del templo de Silo, donde se guardaba antiguamente el arca de la alianza, antes de ser trasladada a Jerusalén. Una noche Samuel, que era todavía un muchacho y desde niño vivía al servicio del templo, tres veces seguidas se sintió llamado durante el sueño, y corrió adonde estaba Elí. Pero no era él quien lo llamaba. A la tercera vez Elí comprendió y le dijo a Samuel: «Si te llama de nuevo, responde: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”» (1 S 3, 9). Así fue, y desde entonces Samuel aprendió a reconocer las palabras de Dios y se convirtió en su profeta fiel.

En el caso de los discípulos de Jesús, la figura de la mediación fue Juan el Bautista. De hecho, Juan tenía un amplio grupo de discípulos, entre quienes estaban también dos parejas de hermanos: Simón y Andrés, y Santiago y Juan, pescadores de Galilea. Precisamente a dos de estos el Bautista les señaló a Jesús, al día siguiente de su bautismo en el río Jordán. Se lo indicó diciendo: «Este es el Cordero de Dios» (Jn 1, 36), lo que equivalía a decir: Este es el Mesías. Y aquellos dos siguieron a Jesús, permanecieron largo tiempo con él y se convencieron de que era realmente el Cristo. Inmediatamente se lo dijeron a los demás, y así se formó el primer núcleo de lo que se convertiría en el colegio de los Apóstoles.

A la luz de estos dos textos, quiero subrayar el papel decisivo de un guía espiritual en el camino de la fe y, en particular, en la respuesta a la vocación de especial consagración al servicio de Dios y de su pueblo. La fe cristiana, por sí misma, supone ya el anuncio y el testimonio: es decir, consiste en la adhesión a la buena nueva de que Jesús de Nazaret murió y resucitó, y de que es Dios. Del mismo modo, también la llamada a seguir a Jesús más de cerca, renunciando a formar una familia propia para dedicarse a la gran familia de la Iglesia, pasa normalmente por el testimonio y la propuesta de un «hermano mayor», que por lo general es un sacerdote. Esto sin olvidar el papel fundamental de los padres, que con su fe auténtica y gozosa, y su amor conyugal, muestran a sus hijos que es hermoso y posible construir toda la vida en el amor de Dios.

Queridos amigos, pidamos a la Virgen María por todos los educadores, especialmente por los sacerdotes y los padres de familia, a fin de que sean plenamente conscientes de la importancia de su papel espiritual, para fomentar en los jóvenes, además del crecimiento humano, la respuesta a la llamada de Dios, a decir: «Habla, Señor, que tu siervo escucha».

Hoy celebramos la Jornada mundial del emigrante y del refugiado. Millones de personas están involucradas en el fenómeno de las migraciones, pero no son números. Son hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz.

 

Francisco. Catequesis. Vicios y virtudes. 2. El combate espiritual.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La semana pasada entramos en el tema de los vicios y las virtudes. Este nos llama a la lucha espiritual del cristiano. De hecho, la vida espiritual del cristiano no es pacifica, linear y sin desafíos, al contrario, la vida cristiana exige un continuo combate: el combate cristiano para conservar la fe, para enriquecer los dones de la fe en nosotros. No es casualidad que la primera unción que cada cristiano recibe en el sacramento del bautismo - la unción catecumenal - sea sin perfume y anuncie simbólicamente que la vida es una lucha. De hecho, en la antigüedad, los luchadores se ungían completamente antes de la competición, tanto para tonificar sus músculos, como para hacer sus cuerpos escurridizos a las garras del adversario. La unción de los catecúmenos pone inmediatamente en claro que al cristiano no se salva de la lucha, que un cristiano debe luchar: su existencia, como la de todos los demás, tendrá también que bajar a la arena, porque la vida es una sucesión de pruebas y tentaciones.

Un famoso dicho atribuido a Abba Antonio, el primer gran padre del monacato, dice así: "Quita la tentación y nadie se salvará". Los santos no son hombres que se han librado de la tentación, sino personas bien conscientes de que en la vida aparecen repetidamente las seducciones del mal, que hay que desenmascarar y rechazar. Todos nosotros tenemos experiencia de esto, todos: que te sale un mal pensamiento, que te vienen ganas de hacer esto o de hablar mal del otro... Todos, todos tenemos tentaciones, y tenemos que luchar para no caer en esas tentaciones. Si alguno de ustedes no tiene tentaciones, que lo diga, ¡porque sería algo extraordinario! Todos tenemos tentaciones, y todos tenemos que aprender a comportarnos en esas situaciones.

Hay muchas personas que se “autoabsuelven”, que piensan que "están bien", "en lo correcto" - "No, yo estoy bien, soy bueno, soy buena, no tengo estos problemas". Pero ninguno de nosotros está bien; si alguien se siente que está bien, está soñando; cada uno de nosotros tiene tantas cosas que arreglar, y también tiene que vigilar. Y a veces sucede que vamos al Sacramento de la Reconciliación y decimos, con sinceridad: “Padre, no me acuerdo, no sé si tengo pecados…”. Pero eso es falta de conocimiento de lo que pasa en el corazón. Todos somos pecadores, todos. Y un poco de examen de conciencia, una pequeña introspección nos hará bien. De lo contrario, corremos el riesgo de vivir en tinieblas, porque ya nos hemos acostumbrados a la oscuridad, y ya no sabemos distinguir el bien del mal. Isaac de Nínive decía que, en la Iglesia, el que conoce sus pecados y los llora es más grande que el que resucita a un muerto. Todos debemos pedir a Dios la gracia de reconocernos pobres pecadores, necesitados de conversión, conservando en el corazón la confianza de que ningún pecado es demasiado grande para la infinita misericordia de Dios Padre. Esta es la lección inaugural que nos da Jesús. Lo vemos en las primeras páginas de los Evangelios, en primer lugar, cuando se nos habla del bautismo del Mesías en las aguas del río Jordán. El episodio tiene algo de desconcertante: ¿por qué Jesús se somete a un rito tan purificador? ¡Él es Dios, es perfecto! ¿De qué pecado debe arrepentirse Jesús? ¡De ninguno! Incluso el Bautista se escandaliza, hasta el punto de que el texto dice: "Juan quería impedírselo, diciendo: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mt 3,15). Pero Jesús es un Mesías muy distinto de como Juan lo había presentado y la gente se lo imaginaba: no encarna al Dios airado, y no convoca para el juicio, sino que, al contrario, se pone en fila con los pecadores. ¿Cómo es eso? Sí, Jesús nos acompaña, a todos nosotros, pecadores. Él no es un pecador, pero está entre nosotros. Y esto es algo hermoso. "¡Padre, tengo tantos pecados!". - "Pero Jesús está contigo: habla de ellos, Él te ayudará a salir de ellos". Jesús nunca nos deja solos, ¡nunca! Piensa bien en esto. "¡Oh Padre, he cometido algunos pecados graves!". - "Pero Jesús te comprende y va contigo: comprende tu pecado y lo perdona". ¡Nunca olvides esto! En los peores momentos, en los momentos en que resbalamos en los pecados, Jesús está a nuestro lado para ayudarnos a levantarnos. Esto da consolación. No debemos perder esta certeza: Jesús está a nuestro lado para ayudarnos, para protegernos, incluso para levantarnos después del pecado. "Pero, Padre, ¿es verdad que Jesús lo perdona todo?". - "Todo. Él vino a perdonar, a salvar. Sólo que Jesús quiere tu corazón abierto". Él nunca se olvida de perdonar: somos nosotros, tantas veces, los que perdemos la capacidad de pedir perdón.

Retomemos esta capacidad de pedir perdón. Cada uno de nosotros tiene muchas cosas por las que pedir perdón: cada uno lo piense en su interior, y hoy hable con Jesús de ello. Cuéntale esto a Jesús: "Señor, yo no sé si esto es verdad o no, pero estoy seguro de que Tú no te alejas de mí. Estoy seguro de que Tú me perdonas. Señor, soy un pecador, una pecadora, pero por favor no te alejes". Esta sería hoy una hermosa oración a Jesús: "Señor, no te alejes de mí".

E inmediatamente después del episodio del bautismo, los Evangelios relatan que Jesús se retira al desierto, donde fue tentado por Satanás. También en este caso surge la pregunta: ¿por qué razón el Hijo de Dios debe conocer la tentación? También aquí Jesús se muestra solidario con nuestra frágil naturaleza humana y se convierte en nuestro gran exemplum: las tentaciones que atraviesa y que supera en medio de las áridas piedras del desierto son la primera enseñanza que imparte a nuestra vida de discípulos. Él experimentó lo que nosotros también debemos prepararnos siempre para afrontar: la vida está hecha de desafíos, pruebas, encrucijadas, visiones opuestas, seducciones ocultas, voces contradictorias. Algunas voces son incluso persuasivas, tanto que Satanás tentó a Jesús recurriendo a las palabras de la Escritura. Es necesario custodiar la claridad interior para elegir el camino que conduce verdaderamente a la felicidad, y luego esforzarse para no pararse en el camino.

Recordemos que siempre estamos divididos y luchamos entre extremos opuestos: el orgullo desafía a la humildad; el odio se opone a la caridad; la tristeza impide la verdadera alegría del Espíritu; el endurecimiento del corazón rechaza la misericordia. Los cristianos caminamos constantemente sobre estas crestas. Por eso es importante reflexionar sobre los vicios y las virtudes: nos ayuda a superar la cultura nihilista en la que los contornos entre el bien y el mal permanecen borrosos y, al mismo tiempo, nos recuerda que el ser humano, a diferencia de cualquier otra criatura, siempre puede trascenderse a sí mismo, abriéndose a Dios y caminando hacia la santidad.

El combate espiritual, entonces, nos conduce a mirar desde cerca aquellos vicios que nos encadenan y a caminar, con la gracia de Dios, hacia aquellas virtudes que pueden florecer en nosotros, llevando la primavera del Espíritu a nuestra vida.

 

17 de enero de 2018. San Antonio

 

Monición de entrada.-

Buenos días:

Hoy en nuestro pueblo estamos en la fiesta de san Antonio.

Él fue el santo que quería mucho a Jesús y se quedó sin casa y sin campos, porque se lo dio a los pobres.

Ayer quemamos la hoguera, hoy tenemos la misa y después nuestros animales serán bendecidos.

 

Señor, ten piedad.-

Tú que hiciste que san Antonio fuese pobre. Señor, ten piedad.

Tú que hablabas al corazón de san Antonio.  Cristo, ten piedad.

Tú que hiciste que san Antonio cuidara de los animales.  Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Para que san Antonio ayude al papa Francisco y nuestro obispo Enrique. Te lo pedimos Señor.

Para que san Antonio ayude a las personas que viven como él, solos en una ermita. Te lo pedimos Señor.

Para que san Antonio cure a las mascotas y los animales que están enfermos.  Te lo pedimos Señor. 

Para que san Antonio ayude a los que ayudan en la fiesta. Te lo pedimos Señor.

Para que los que hicieron la fiesta de san Antonio y se fueron al cielo estén con Jesús. Te lo pedimos Señor.

Para que nosotros cuidemos muy bien de los animales y no les peguemos.  Te lo pedimos Señor.

 

Acción de gracias.-

María, madre de Jesús,

Queremos darte las gracias por tener un santo como san Antonio, que cuida de los animales. También te damos gracias por nuestros gatos, perros, pájaros, peces y animales que tenemos como mascotas.

 

DOMINGO 3º TIEMPO ORDINARIO.

 

Monición de entrada.-

Buenos días.-

La misa siempre es una fiesta en la que Jesús nos invita.

Y en cada misa Jesús nos pide que seamos sus amigos.

Que tengamos todos los días un ratito para estar con Él.

Y así la hacemos hoy.

 

Señor, ten piedad.-

Tú que eres la luz que nos iluminas.  Señor, ten piedad.

Tú que quieres que estemos contigo.  Cristo, ten piedad.

Tú que nos llamas a ser buenos niños.  Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Por el Papa Francisco, nuestro obispo Enrique y todos los que queremos a Jesús, para que seamos una familia. Te lo pedimos Señor.

Por todos los cristianos. Para que estemos siempre unidos. Te lo pedimos Señor.

Por los niños que estos días están pasando mucho frío, fuera de sus países. Para que los europeos les ayudemos. Te lo pedimos Señor. 

Por los misioneros. Para que les ayudes mucho. Te lo pedimos Señor.

Por nosotros. Para que no nos cansemos de rezar y estar con las personas que nos quieren. Te lo pedimos Señor.

 

Acción de gracias.-

María, madre de Jesús,

También te damos gracias porque nos ayudas a estar con Jesús y sentirle en nuestro corazón.

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Catecismo de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.

La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

San Juan de Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA

www.vatican.va



[1] Con ella vinieron todos los bienes juntos, tiene en sus manos riquezas incontables. Traducción: Sagrada Biblia, versión oficial de la Conferencia Episcopal.

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