miércoles, 28 de junio de 2023

Santos Pedro y Pablo. 2 de julio de 2023.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 12, 1-11  

En aquellos días, el rey Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener también a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Después de prenderlo, lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo:

-Date prisa, levántate.

Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió:

-Ponte el cinturón y las sandalias.

Así lo hizo, y el ángel le dijo:

-Envuélvete en el mando y sígueme.

Salió y lo seguía, sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al protón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo ante ellos. Salieron y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel. Pedro volvió en sí y dijo:

-Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos.

 

Textos paralelos.

Detener a algunos de la Iglesia.

Mt 20, 23: Él les dijo: Mi cáliz lo beberéis, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para aquellos a quienes lo tiene reservado mi Padre.

Eran los días de los ácimos.

Ex 12, 8: Esa noche comeréis la carne asada al fuego, y comeréis panes sin fermentar y huerbas amargas.

Herodes había decidido ya el día en que iba a presentarlo.

Hch 5, 18-19: Prendieron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel y los sacó fuera.

Hch 16, 25-26: A eso de medianoche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los presos los escuchaban. De repente, vino un terremoto tan violento, que temblaban los cimientos de la cárcel. Al momento se abrieron todas las puertas, y a todos se les soltaron las cadenas.

Se le presentó el ángel del Señor.

Mt 1, 20a: Pero apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor.

Al momento cayeron las cadenas.

1 Re 19, 5-7: Se recostó y quedó dormido bajo la retama, pero un ángel lo tocó y dijo: “Levántate y come”.

Termina de vestirte y ponte las sandalias:

Ex 12, 12: Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.

El Señor ha enviado su ángel.

Dn 3, 28 (95): Nabucodonosor, entonces, dijo: Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdenago, que envió un ángel a salvar a sus siervos, que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y entregaron sus cuerpos antes que venerar y adorar a otros dioses fuera del suyo.

 

Salmo responsorial

Sal 33.


R/. El Señor me libró de todas mis ansias.

Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloría en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,

ensalcemos juntos su nombre.

Yo consulté al Señor, y me respondió,

me libró de todas mis ansias. R/.

 

Contempladlo y quedaréis radiantes,

vuestro rostro no se avergonzará.

El afligido invocó al Señor,

él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.

 

El ángel del Señor acampa entorno a quienes

lo temen y los protege.

Gustad y ved que bueno es el Señor,

dichoso el que se acoge a él. R/.

 

 

Textos paralelos.

 El ángel del Señor acampa entorno a quienes lo temen.

Ex 14, 19: Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube que iba delante de ellos, se desplazó y se colocó detrás.

Gustad y ved que bueno es el Señor.

1 Pe 2, 3: Ya que habéis gustado qué bueno es el Señor.

Dichoso el que se acoge a Él.

Sal 2, 12: Rendidle homenaje temblando; aprended la enseñanza, no sea que se irrite y vayáis a la ruina, porque se inflama de pronto su ira. ¡Dichosos los que se refugian en él!

 

Segunda lectura.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo  4, 6-8.17-18.

Querido hermano:

Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león. El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

Textos paralelos.

 Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación.

Flp 2, 17: Y si mi sangre se ha de derramar, rociando el sacrificio litúrgico que es vuestra fe, yo estoy alegre y me asocio a vuestra alegría.

He participado en una noble competición.

1 Tm 1, 18: Timoteo, hijo mío, te confío este encargo, de acuerdo con las profecías pronunciadas anteriormente acerca de ti, para que, apoyado en ellas, combatas el noble combate.

He llegado a la meta.

1 Co 9, 24: ¿No sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio?

Hch 20, 24: Pero a mí no me importa la vida, sino completar mi carrera y consumar el ministerio que recibí del Señor Jesús: ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios.

Ga 5, 7: Estabais corriendo bien; quién os cerró el paso para que no obedecieseis a la verdad?

2 Tim 2, 4-5: Nadie, mientras sirve en el ejército, se enreda en las normales ocupaciones de la vida; así agrada al que lo alistó en sus filas. Tampoco el atleta recibe la corona si no lucha conforme a las reglas.

1 Co 9, 25: Pero un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita.

1 Tm 6, 14: Que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de Nuestro Señor Jesucristo.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-19.

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

-¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

Ellos contestaron:

-Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.

Él les preguntó:

-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

-Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Jesús le respondió:

-¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nila carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.

 

Textos paralelos.

 

Mc 8, 27-30

Mt 16, 13-19

Lc 9, 18-21

Jesús emprendió el viaje con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Felipe.

 


Por el camino preguntaba a los discípulos:

 

-¿Quién dicen los hombres que soy yo?

 


Respondieron:

-Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que uno de los profetas.

 

 

Él les preguntó a ellos:

-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

 

Respondió Pedro:

 

 

-Tú eres el Mesías.

 

 

 Entonces los amonestó para que a nadie hablasen de ello.

 

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo,

 

 


Jesús preguntó a sus discípulos:

 


-¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

 

Ellos contestaron:

-Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.

 


Él les preguntó:

-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

 

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

 


-Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

 

Jesús le respondió:

 

 

 

-¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.

Estando él una vez orando a solas,

 

se acercaron los discípulos y él los interrogó:

 

 



-¿Quién dice la gente que soy yo?

 


Contestaron:

-Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha surgido un profeta de los antiguos.

 

Les preguntó:

-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

 

Respondió Pedro:

 

 

-Tú eres el Mesías de Dios.

 

 

Él los amonestó encargándoles que no se lo dijeran a nadie.

Unos que Juan el Bautista.

Mt 8, 20: Las zorras tienen madrigueras, los pájaros tienen nidos, pero este Hombre no tiene donde recostar la cabeza.

Mt 14, 2: Y [Herodes] dijo a sus cortesanos: “Este es Juan el Bautista, que ha resucitado, y por eso el poder milagroso actúa por medio de él”.

Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.

Mt 14, 28: Pedro le contestó: “Señor, si eres tú, mándame ir por el agua hasta ti”.

Mt 4 3: Se acercó el tentador y le dijo: “Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.

Jn 6, 69: Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios.

Mt 11, 27: Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo, sino el Padre, nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo decida revelárselo.

Gal 1, 15-16a: Pero, cuando el que me apartó desde el vientre materno y me llamó por puro favor, tuvo a bien revelarme a su Hijo para que yo lo anunciara a los paganos.

Rm 7, 5: Mientras vivimos bajo el instinto, las pasiones pecaminosas, incitadas por la ley, actuaban en nuestros miembros y dábamos fruto para la muerte.

Hb 2, 14: Como los hijos comparten carne y sangre, lo mismo las compartió él, apra anular con su muerte al que controlaba la muerte, es decir, al Diablo.

Gn 17, 5: Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de una multitud.

Is 28, 16: Él Señor dice así: Mirad, yo coloco en Sión una piedra / probada, angular, / preciosa, de cimiento: / “Quien se apoya no vacila”.

Jn 1, 42: Y lo condujo a Jesús. Jesús lo miró y dijo: “Tú eres Simón hijo de Juan; te llamarás Cefas (que significa piedra).

Gn 22, 17: Te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos.

Is 45, 1-2: Así dice el Señor / a su ungido, Ciro, / a quien lleva de la mano. / Doblegaré ante él naciones, / desceñiré las cinturas de los reyes, / abriré ante él las puertas, / los batientes no se cerrarán. / Yo iré delante de ti / allanándote cerros:  haré trizas las puertas de bronce, / arrancaré los cerrojos de hierro.

Jb 38, 17: ¿Te han enseñado las puertas de la Muerte, / o has visto los portales de las Sombras?

Sal 9, 14: ¡Piedad, Señor! Mira mi desgracia, / tú que levantas del portal de la Muerte.

Sb 16, 13: Porque tú tienes poder sobre la vida y la muerte, / llevas a las puertas del infierno y haces regresar.

Lc 22, 32: Pero yo he rezado por ti para que no falle tu fe. Y tú, una vez convertido, fortalece a tus hermanos.

Is 22, 22: Le pondré en el hombre / la llave del palacio de David: / lo que él abra nadie lo cerrará, / lo que él cierre nadie lo abrirá.

Ap 3, 7: Al ángel de la iglesia de Filadelfia escríbele: Esto dice el Santo, el veraz, el que tiene la llave de David; el que abre y nadie cierra, cierra y nadie abre.

Mt 18, 18: Os aseguro que lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Jn 20, 23: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los mantengáis les quedan mantenidos.

Dt 17, 8-9: Si una causa te parece demasiado difícil de sentenciar, causas dudosas de homicidio, pleitos, lesiones, que surjan en tus ciudades, subirás al lugar elegido por el Señor, acudirás a los sacerdotes levitas, al juez que esté en funciones y les consultarás: ellos te comunicarán la sentencia.

Mc 1, 34: Él curó a muchos enfermos de dolencias diversas, expulsó muchos demonios, y no les permitía hablar, porque lo conocían.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

16 13 Encontramos en el Pentateuco paralelos sobre la institución de un “alto funcionario”.

16 14 Este título de “profeta”, que Jesús solo de manera indirecta y velada reivindica, pero que la gente le otorga claramente, tenía valor mesiánico. Pues el espíritu de profecía, extinguido desde Malaquías, debía reaparecer, según expertos del Judaísmo, como señal de la era mesiánica o en la persona de Elías, o, en forma de efusión general del Espíritu. De hecho muchos (falsos) profetas se presentaron en tiempo de Jesús. Juan Bautista fue, sí, verdadero profeta, pero el título de precursor venido con el espíritu de Elías y él mismo negó ser “el Profeta” que había anunciado Moisés. Solo Jesús es para la fe cristiana este Profeta. Sin embargo, habiéndose difundido el carisma profético en la Iglesia primitiva después de Pentecostés este título de Jesús cayó pronto en desuso ante otros títulos más específicos de la cristología.

16 16 A la confesión de la mesianidad de Jesús referida por Mc y Lc Mt añade la de la filiación divina.

16 17 Esta expresión designa al hombre, subrayando el aspecto material limitado de su naturaleza por oposición al mundo de los espíritus.

16 18 (a) Este cambio de nombre pudo haberse producido antes. El término griego Pétros no se usaba como nombre de persona antes que Jesús llamara así al jefe de los apóstoles para simbolizar su papel en la fundación de la Iglesia. Pero su correspondiente arameo Kefa (“piedra”) está atestiguado por lo menos una vez en un documento de Elefantita, en 416 a. de JC.

16 18 (b) El término semítico traducido por ekklesía significa “asamblea” y se encuentra con frecuencia en el AT para designar a la comunidad del pueblo elegido. Algunos círculos judíos, que se creían el Resto de Israel de los últimos tiempos, como la comunidad de Qumrán, denominaron así a su agrupación. El término ekklesía designa aquí a la nueva comunidad que Jesús va a crear y de la que san Pedro será los cimientos. Esta declaración de Jesús corresponde al papel eminente que, según el NT, ejerció Pedro en los primeros días de la Iglesia. La tradición católica se refiere a este texto para fundamentar la doctrina según la cual los sucesores de Pedro heredan su primado. La tradición ortodoxa considera que, en sus diócesis, todos los obispos que confiesan la verdadera fe están en la línea de sucesión de Pedro y en la del resto de los apóstoles. Los exégetas protestantes, al tiempo que reconocen el puesto y el papel privilegiado de Pedro en los orígenes de la Iglesia, creen que Jesús solo se refiere aquí a la persona de Pedro.

16 18 (c) Sobre el Hades (en hebreo el seol) designación de la mansión de los muertos. Aquí sus “puertas” personificadas evocan las potencias del Mal que, tras haber arrastrado a los hombres a la muerte del pecado, los encadenan definitivamente en la muerte eterna. A imitación de su Maestro, muerto, “descendido a los infiernos” y resucitado, la misión de la Iglesia será la de arrancar a los elegidos al imperio de la muerte temporal y sobre todo eterna, para hacerles entrar en el Reino de los Cielos.

16 19 Al igual que la Ciudad de la Muerte, también la Ciudad de Dios tiene puertas, que no dejan entrar más que los dignos de ella. “Atar” y “desatar” son dos términos técnicos del lenguaje rabínico que primeramente se aplicaban al campo disciplinar de la excomunión a la que se “condena” (atar) o de la que se “absuelve” (desatar) a alguien, y ulteriormente a las decisiones doctrinales o jurídicas, con el sentido de “prohibir” (atar) o “permitir” (desatar). Pedro, como mayordomo (cuyo distintivo son las llaves) de la Casa de Dios, ejercerá el poder disciplinar de admitir o excluir a quien le parezca bien, y administrará la comunidad por medio de todas las decisiones oportunas en materia de doctrina y de moral. Esta autoridad prometida a Pedro se amplía después al conjunto de los discípulos, el colegio apostólico; se le concede a los discípulos reunidos. Se manifiesta especialmente en el perdón de los pecados y permite el acceso al Reino de Dios. Este se halla, pues vinculado de algún modo a una Iglesia cuyos rasgos no son todavía precisos, pero que aparece ya aquí, con el poder de las llaves, como no desprovista de ciertas estructuras. – La exégesis católica sostiene que estas promesas eternas no valen solo para la persona de Pedro, sino también para sus sucesores, si bien esta consecuencia no está explícitamente indicada en el texto –. Dos textos más, Lc 22, 31s y Jn 21, 15s. subrayan que el primado de Pedro se ha de ejercer especialmente en el orden de la fe.

16 20 Vulgata: “Jesucristo”.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica

13-20 De los tres pasajes del NT sobre la primacía o primado de Pedro en la Iglesia (Mt 16, 13-20; Lc 22, 32; Jn 21, 15-17), este de Mt, críticamente seguro, es de especial importancia. Es de fe divina y católica, solemnemente definida (DS 3055), que Cristo, conforme a su promesa, concedió a Pedro el primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia.

13 CESAREA DE: Herodes FILIPO: de construcción reciente, esta ciudad, llamada así en honor del emperador (=césar) Tiberio y de Filipo el tetrarca, daba nombre a su distrito; estaba en el norte de Palestina, al pie del monte Hermón, cerca del nacimiento del Jordán. // PREGUNTÓ: lit. preguntaba, los apremiaba o estimulaba con preguntas.

16 En la primera parte de su respuesta, Pedro confiesa la dignidad mesiánica de Jesús; en la segunda, la calidad mesiánica de Jesús: es más que “Hijo de David”, está en relación completamente única con Dios-Padre. “La primitiva forma del dogma cristiano es la profesión de fe, centran en el NT: Jesucristo es Hijo de Dios” (Comisión Teológica Internacional, 31 octubre 1989). // VIVO: en vez de esta palabra, el texto griego llamado “occidental” (códice D) traduce que salva; quizás leyó el arameo jyy, que puede significar las dos cosas.

17 FELIZ TÚ (lit. feliz eres), SIMÓN BARJONÁ: SIMÓN (o Simeón) es nombre hebreo de persona, frecuente en el NT; significa: “el Señor escucha”, BARJONÁ (aramaísmo) significa “hijo de Jonás” o “hijo de Juan”, Jn 1, 43). Al pronunciar ese nombre con su apellido, Jesús los inutiliza y los deja anticuados; en adelante, con la misma importancia y fuerza que revisten en la Biblia los cambios de nombre, SIMÓN se llamará y será Pedro, aunque, hasta la efusión del Espíritu en Pentecostés coexistirán en él el hombre viejo (el Simón de las negaciones en la pasión) con el hombre nuevo (el Pedro del arrepentimiento y del “Tú sabes que te amo”). // CARNE Y SANGRE (hebraísmo): la naturaleza humana, una criatura de carne y hueso con sus propias fuerzas naturales y con el matiz peyorativo de debilidad y limitación.

18 PEDRO Y PEÑA, traducen el arameo kêfa (“Cefas” 1 Cor 1, 12). El mejor equivalente griego sería pétra (“roca”, “peñasco”), no pétros, que significa “piedra”, “guijarro” (sin solidez), pero el masculino pétros pareció a los primeros cristianos más apto para nombre de varón, aunque, como tal, inusitado hasta entonces; así lo tradujeron al griego. “Dar Cristo a san Pedro este nuevo público nombre fue cierta señal [de] que en lo secreto del alma le infundía a él, más que a ninguno de sus compañeros, un don de firmeza no vencible” (fray Luis de León). // EDIFICARÉ la Iglesia, como plaza fortificada sobre roca (cf. 7, 24s), como ciudad en la cima de un monte (cf. 5, 14). En textos de Qumrán (como 4QpSI 37, col. III, 16) se habla del Maestro a quien Yahweh estableció para “edificar” la comunidad de los que pertenecen a la sociedad de salvación; en algún pasaje se habla de poner “sobre la roca” el cimiento de una “construcción solida que no se derrumbará”. // MI IGLESIA: solo Mt, entre los evangelistas, emplea este vocablo (cf. Hch 5, 11); aquí con el sentido de comunidad universal de los creyentes en Cristo (“mi Iglesia). En 18, 17 se trata de la comunidad local, dotada de cierta estructura. // LAS PUERTAS (metonimia = ciudad amurallada) DE LA MORADA DE LOS MUERTOS (cf. Ap 1, 17s): circunlocución hebrea, que significa las fuerzas de la muerte, de la destrucción; menos exactamente de la ciudad infernal, o el anti-reino. Esas fuerzas contrarias NO PODRÁN CONTRA ELLA, es decir, la Iglesia no morirá, no será destruida (menos exactamente: “la ciudad infernal no la vencerá”).

19 LAS LLAVES: símbolo de poder, en el AT y en el rabinismo; en particular, del poder de enseñar, de adoctrinar. Pedro administra un poder cuyo dueño es Jesús. EL REINO DE LOS CIELOS es aquí, por contexto, el reino de Dios existente en la tierra (cuyo instrumento de extensión, y su puerta de entrada, es la Iglesia). Jesús entregará a Pedro la suprema autoridad visible sobre su Iglesia; cuando Jesús se ausente visiblemente, Pedro quedará haciéndolo presente y visible, con una presencia singular. // LO QUE ATES… LO QUE DESATES (cf. 18, 18): esa bina de términos opuestos es un semitismo que indica totalidad de poder: todo poder. ¿En qué campo? En terminología rabínica, “atar y desatar” es “declarar lícito-declarar ilícito” en lo doctrinal, permitir-prohibir, y “admitir-rechazar” (in-comulgar y excomulgar) en la comunidad religiosa, sin duda, incluye plenos poderes para absolver o condenar; en N es frecuente la perífrasis “sry-sbq” para indicar el perdón (cf. Jn 20, 20). La afirmación de Lutero, de que estas palabras de Jesús solo se dirigían a Pedro, no a sus sucesores, es una de las proposiciones condenadas por la bula Exurge, Domine, de León X (DS 1476).

20 Sobre la consigna del silencio, cf. Mc 8, 29s; 9,9.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé:

16, 13-20 Simón Pedro fue el primero de los apóstoles en Mateo que reconoce verbalmente que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (una verdad indispensable de la fe que le había sido revelada por el Padre a través del Espíritu). Cat. 50, 153, 298, 424, 440-442.

16, 18 Cristo cambió el nombre de Simón por Pedro, “piedra”, y designó a este como la piedra sobre la que edificaría su Iglesia. Pedro serviría como punto visible de unidad y sería pastor de los apóstoles y de la Iglesia entera. Esta llamada especial al Pedro es el origen del ministerio petrino, el oficio papal, que continua en el obispo de Roma en una línea ininterrumpida hasta nuestros días. La autoridad del obispo en su diócesis está representada por su sede (en latín, cathedra). Cat. 552-553, 816, 834, 881, 935-937.

16, 19 Estas “llaves” representan la autoridad otorgada a Pedro para regir la Iglesia e incluyen tanto el poder de absolver pecados como el de llevar a cabo pronunciamientos doctrinales y disciplinares. Por lo tanto, Pedro y sus sucesores, los obispos de Roma, son el signo de la unidad de la Iglesia entera. La Iglesia ha interpretado siempre que esta autoridad se ha entregado a los sucesores de Pedro, los papas. Esta garantía de verdad se vio reforzada con el dogma de la infalibilidad papal en materia de fe y de moral, formalmente definido en el Concilio Vaticano I en el año 1870. Cat. 85-86, 567, 869, 1444.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

50 Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación Divina (cf. C. Vaticano I, Dei Filius). Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres. Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo.

153 Cuando san Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido “de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos” (Mt 16, 17). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él. “Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con los auxilios interiores del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede “a todos gusto en aceptar y creer la verdad” (C. Vaticano II, Dei Verbum, 5).

424. Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el Padre, nosotros creemos y confesamos a propósito de Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16). Sobre la roca de esta fe, confesada por Pedro, Cristo ha construido su Iglesia.

440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre.

552 En el colegio de los Doce, Simón Pedro ocupa el primer lugar. Jesús le confía una misión única. Gracias a una revelación del Padre, Pedro había confesado: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16). Entonces Nuestro Señor te declaró: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18). Cristo, “Piedra viva” (cf. Mc 3, 16), asegura a su Iglesia edificada sobre Pedro, la victoria sobre los poderes de la muerte. Pedro, a causa de la fe confesada por él, será la roca inquebrantable de la Iglesia. Tendrá la misión de custodiar esta fe ante todo desfallecimiento y de confirmar en ella a sus hermanos” (Lc 22, 32).

553 Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: “A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16, 19). El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia.

881 El Señor hizo de Simó, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de la Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de todo el rebaño. “Consta que también el colegio de los apóstoles, unido a su cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro” (C. Vaticano II, Lumen gentium, 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los demás Apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continua por los obispos bajo el primado del Papa.

937 El Papa “goza, por institución divina, de una potestad suprema, plena, inmediata y universal para cuidar las almas” (C. Vaticano II, Chistus Dominus, 2).

 

Concilio Vaticano II

En esta Iglesia de Cristo, el Romano Pontífice es el sucesor de Pedro, a quien Cristo encarrgó apacentar sus ovejas y corderos. Como tal, goza, por institución divina, de una potestad suprema, plena, inmediata y universal para cuidar las almas. Él ha sido enviado como pastor de todos los fieles para procurar el bien común de la Iglesia universal y el bien de cada Iglesia. Por eso tiene el primado de la potestad ordinaria sobre todas las Iglesias.

Decreto Crhistus Dominus, 2.

 

Los Santos Padres.

Vosotros, es decir, los que estáis siempre conmigo, los que me veis hacer milagros, los que por virtud mía habéis hecho también muchos.

Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev de Mateo, 54. 1b, pg. 52.

No dijo Pedro: tú eres Cristo, o hijo de Dios, sino “el Cristo, el Hijo de Dios”. Pues hay muchos cristos de acuerdo a la gracia, que tienen la dignidad de la adopción, pero solo uno es por naturaleza el Hijo de Dios. Por esto dijo: “el Cristo, el Hijo de Dios” con artículo determinado. Llamándolo “hijo de Dios vivo” muestra que Él es la vida y que la muerte no lo domina. E incluso si la carne fuera débil durante un corto espacio de tiempo y muriera, se levantaría, pues, la Palabra que hay en ella y que no puede ser dominada por las cadenas de la muerte.

Cirilo de Alejandría. Fragmentos sobre el Ev. de Mateo, 190. 1b, pg. 73.

 

San Jerónimo.

13. No dijo: ¿quién dicen los hombres que soy yo? sino el hijo del hombre, para que no creyeran que s pregunta estaba inspirada por la vanidad. Y fíjate que en todas partes donde en el Antiguo Testamento figura “hijo del hombre”, el hebreo trae “hijo de Adán”, y allí donde leemos en el salmo: Hijos del hombre, ¿hasta cuándo vais a tener el corazón injurioso? (Sal 4,3), el hebreo dice “hijos de Adán”. La pregunta está, pues, bien planteada: ¿Quién dicen los hombres que es el hijo del hombre? porque los que hablan del hijo del hombre son hombres, pero los que reconocen su divinidad ya no son hombres, sino dioses.

15.16. Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Prudente lector, fíjate que, según el contexto, los apóstoles no son llamados hombres sino dioses, pues después de estas palabras agregó, ¿quién decís que soy? Ellos, porque son hombres, opinan como hombres, pero vosotros que sois dioses, ¿quién creéis que soy? Pedro, en nombre de todos los apóstoles, hace esta profesión de fe: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Lo llama Dios vivo para distinguirlo de los otros dioses, que pasan por dioses pero están muertos: Saturno, Júpiter, Ceres, Baco, Hércules y todos los otros ídolos monstruosos.

17. De su profesión de fe proviene el nombre que indica que ha recibido su revelación del Espíritu Santo, de quien debe también ser hijo. En efeto, Bar Iona significa en nuestra lengua [latín] “hijo de la paloma”. Otros entienden simplemente que Simón, es decir Pedro, es hijo de Juan, según la pregunta hecha en otro pasaje: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? (Jn 21, 16), a lo que respondió: Ser, tú lo sabes y pretenden que hay un error de los copistas: en lugar de “Bar Iohanna”, es decir, hijo de Juan, omitiendo una sílaba, habrían escrito Bar Iona. Iohanna significa gracia del Señor. Los dos nombres admiten una interpretación mística porque la paloma designa al Espíritu Santo y la gracia de Dios un don del Espíritu. En cuanto a las palabras: Porque no te lo reveló la carne ni la sangre, compáralas al relato del Apóstol donde dice: De inmediato, sin consultar a la carne ni a la sangre (Ga 1, 16); aquí la carne y la sangre designa a los judíos, de modo que, con otros términos, se muestra que no es la doctrina de los Fariseos sino la gracia de Dios la que le ha revelado a Cristo, Hijo de Dios.

18. Que tú eres pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Así como él mismo dio la luz a los apóstoles para que fueran llamados luz del mundo (cf. Mt 5, 6) y también los otros nombres que recibieron del Señor, así a Pedro, que creía en la piedra que es Cristo, le fue concedido el nombre de Pedro y, siguiendo con la metáfora de Piedra le dice justamente: Edificaré mi Iglesia sobre ti. Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Por puertas del infierno yo entiendo los vicios y pecados o, al menos, las doctrinas de los herejes que seducen a los hombres y los conducen al infierno. Nadie crea, pues, que se trata de la muerte y que los apóstoles no estaban sujetos a la condición mortal ya que vemos resplandecer su martirio.

19. Te daré las llaves… No sea que al no comprender este pasaje los obispos y presbíteros adquieran un orgullo farisaico y condenen a los inocentes o juzguen que pueden absolver a los culpables, cuando Dios examina no la sentencia de los sacerdotes sino la vida de los acusados. Leemos en el Levítico, respecto de los leprosos, que deben mostrarse a los sacerdotes y, si tuvieran lepra, ellos lo declararán impuros. No se trata de que los sacerdotes los hagan leprosos o impuros, sino que, como saben distinguir el leproso del que no lo es, también puedan discernir el que es puro del que es impuro. De la misma manera que allí el sacerdote hace impuro a un leproso, también aquí el obispo o el sacerdote ata o desata, no indiferentemente a inocentes y culpables, sino, en virtud de su ministerio, después de haber oído los diversos pecados, sabe qué es lo que debe ser atado y qué desatado.

 

San Agustín.

Quien confiesa que Cristo vino en la carne, automáticamente confiesa que el Hijo de Dios vino en la carne. Diga ahora el arriano si confiesa que Cristo vino en la carne. Si confiesa que el Hijo de Dios vino en la carne, entonces confiesa que Cristo vino en la carne. Si niega que Cristo es hijo de Dios, desconoce a Cristo; confunde a una persona con otra, no habla de la misma. ¿Qué es, pues, el Hijo de Dios? Como antes preguntábamos qué era Cristo y escuchamos que era el Hijo de Dios, preguntemos ahora qué es el Hijo de Dios. He aquí el Hijo de Dios: En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios (Jn 1,1)

Sermón 183, 3-4

 

San Juan de Ávila.

Y el mismo Señor, habiéndole San Pedro confesado por verdadera Hijo de Dios y por Mesías prometido en la Ley, dándole a entender que no a sus fuerzas, sino al don de Dios había de agradecer tal fe y confesión, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Joná, porque no te descubrió aquestas cosas la carne y la sangre, mas mi Padre que está en los cielos (Mt 16, 17). Y en otra parte dice: Todo aquel que oyó y aprendió de mi Padre, viene a mí (Jn 6, 45). Soberana escuela es aquesta, donde Dios Padre es el que enseña, y la doctrina que enseña es la fe de Jesucristo, su Hijo, y que vayan a él con pasos de fe y de amor.

Audi, filia (II). I, pg. 626.

Esta fe es fundamento de todos los bienes, y la primera reverencia que el hombre hace al Señor cuando le toma por Dios; y es fundamento tan firme de todo el edificio de Dios que no le pueden derribar ni vientos ni persecuciones, ni ríos de deleites carnales, ni lluvias de espirituales tentaciones, mas entre todos los peligros tiene el ánima en marcha firmeza como el áncora tiene a la nao en las mudanzas del mar. Y es tanta su firmeza, que las puertas de los infiernos, que son errores y pecados, y hombres malos y demonios, no prevalecerán contra ella (cf. Mt 16, 18); porque no la enseñó carne ni sangre, mas el Padre que está en los cielos, a cuyas obras y poder no hay quien resista.

Audi, filia (II), I, pg. 436.

Mirad en lo que ha parado los que se apartaron de la creencia de esta Iglesia católica y cómo fueron semejables a un ruido de viento que prestó se pasa y presto se olvida; y cómo la firmeza de nuestra fe ha quedado por vencedora, y aunque combatida, nunca vencida, por estar firmada sobre firme piedra (cf. Mt 7, 25), contra la cual ni lluvias, ni vientos, ni ríos, ni las puertas del infierno pueden prevalecer (Mt 16, 18).

Audi, filia (I), I, pg. 477.

Y mirad, por otra parte, la firmeza de nuestra fe y de nuestra Iglesia, y cómo ha quedado por vencedora; y, aunque combatida desde su nacimiento nunca vencida, por estar fundada sobre firme piedra (cf. Mt 7, 25), contra la cual ni lluvias, ni vientos, ni ríos, ni las puertas de los infiernos pueden prevalecer (cf. Mt 16, 18).

Audi, filia (II), I, pg. 635.

Y así, se ha de esforzar a tratar esto por tales maneras de hablar, que dé a entender a los oyentes esta buena nueva del Evangelio; y traiga a su memoria, que por eso él se llama predicador evangélico, porque lo principal que incumbe a su oficio es declarar la buena nueva de la Redención, que por eso Cristo nuestro Redentor dijo: Praedicate Evangelium omni creaturae (Mt 16, 15). Porque evangelium quiere decir buena nueva; la cual es esta que está dicha. Y así, de ella ha de sacar todos estos frutos en los oyentes: lo primero, agradecimiento a Dios y grande amor a Él; lo segundo, grande amor a Cristo nuestro Redentor en cuanto hombre, porque hizo tal obra; lo tercero, grande confianza y esperanza para despertar los hombres, que esperen por aquella Sangre y pasión remedio para sus almas,...

Escrito sobre el pecado original y la Redención. II, pg. 1041.

Super hunc Ecce ego vobiscum sum usque ad consummationen seculi (Mt 28, 20) y Spuer petram aedificabo eclesiam meam, et portae inferi non praevalebunt adversus eam (Mt 16, 18). Claro es que, muertos los apóstoles, la Iglesia no se pasó a la gente que adoraba ídolos, sino a la que recibió la fe de Cristo, ensañada por los apóstoles, y permaneció en ella. Y, si estos en quien sucedió, fueron engañados, no ha habido Iglesia en todo este tiempo en la tierra, siendo imposible, de ley ordinaria de Dios, que haya tiempo, aunque muy breve, que haya estado sin ella, pues el Señor dijo que estaría con ella omnibus diebus (Mt 28, 20). Y, si no ha habido Iglesia, no hay fundamento para recibir alguna escriptura por de inefable, verdad, pues que por otro medio no tenemos los católicos ni los herejes a una escriptura por inefable sino porque la Iglesia la aprobó por tal.

Tercera causa de las herejías. II, pg. 543.

Después de te haber humillado y abajado tus ojos con el publicano arrepentido (cf. Lc 18, 13), toma confianza cristiana para los alzar al Señor, y dije con muy firme fe: “Yo creo, Señor, que tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo, como dijo San pedro (Mt 16, 16), y dile con todas tus entrañas: “Gracias te hago, Señor, porque derramaste tu sangre y perdiste tu vida por mí. También, Señor, te bendigo, y particularmente te agradezco, que por tu gran caridad te quisiste quedar con nosotros en manjar para vida, y en defensa de nuestros peligros, y en remedio cumplido de todas nuestras necesidades.

Sermón Vísperas del Corpus, 90. III. Pg. 483

Y porque al mundo importaba la salvación, saber los hombres quién es Jesucristo, y ellos no lo podían saber, proveyó el Eterno Padre de lo decir por boca del apóstol San Pedro, diciendo: Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo (Mt 16, 16).

Sermón Natividad de la Virgen, 1. III. Pg. 801.

Y si los pasados en alguna cosa como hombres faltaron, para eso está la Iglesia romana, a la cual en su Pontífice es dado poder de las llaves del reino de los cielos y de apacentar la universal Iglesia (cf. Mt 16, 19); y a quien esto está dado, también le es dada la lumbre para discernir y juzgar cuál o cuál es la verdadera doctrina y el verdadero sentido de la Escriptura; porque ¿cómo tiene llave, si no abre la verdad por encerrada que esté? ¿Y cómo apacentará, si no me dice qué he de creer, pues el pasto es de doctrina? Así que, en esto, señor, haga lo que hace y busque oraciones que lo pidan al Señor, que Él tornará por su verdad, como lo ha hecho en otros mayores conflictos, y abajará toda ciencia, que con soberbia se ensalza, con firmeza de la Piedra cristiana.

Carta a un predicador. IV, pgs. 52-53.

 

San Oscar Romero. Homilía.

Ven cómo el Papa, en el primer Papa, Pedro, nos refleja su razón de ser. El Papa es el que garantiza nuestra fe. Cristo mismo ha aprobado la confesión de San Pedro -así se llama este episodio del evangelio: la confesión de San Pedro Entonces nuestra fe de Iglesia, la que nos pregunta cuando nos van a bautizar. ¿Crees en Dios Padre creador del cielo y de la tierra? -Sí, creo. ¿Crees en Jesucristo su único hijo que nació de la Virgen, murió, resucitó y está sentado a la derecha del Padre? -Sí, creo. ¿Crees en el Espíritu Santo que ese Cristo Redentor nos ha enviado y es la vida de esta Iglesia a la que tú quieres pertenecer? -Sí, creo. ¿Crees en la vida eterna, crees en el perdón de los pecados, crees en la redención omnipotente de Cristo? -Sí, creo. Y el Sacerdote, haciéndose voz de la Iglesia dice: Esta es la fe de nuestra Iglesia. ¿Quieres ser bautizado en esta fe? -Sí, quiero. ¡Qué honor pertenecer a esta confesión, pero cuya roca sólida está allá en el fundamento: El Papa!

Homilía, 27 de agosto de 1978.

 

Papa Francisco. Homilía.

El testimonio de los dos grandes apóstoles Pedro y Pablo revive hoy en la liturgia de la Iglesia. Al primero, a quien hizo encarcelar el rey Herodes, el ángel del Señor le dijo: «¡Levántate rápido!» (Hch 12,7); el segundo, resumiendo toda su vida y su apostolado, dijo: «He peleado el buen combate» (2 Tm 4,7). Consideremos estos dos aspectos —levantarse rápido y pelear el buen combate— y preguntémonos qué nos sugieren a las comunidades cristianas de hoy, mientras está en curso el proceso sinodal.

En primer lugar, los Hechos de los Apóstoles nos han relatado lo que sucedió la noche en que Pedro fue liberado de las cadenas de la prisión; un ángel del Señor lo sacudió mientras dormía y «lo hizo levantar, diciéndole: “¡Levántate rápido!”» (12,7). Lo despertó y le pidió que se levantara. Esta escena evoca la Pascua, pues aquí encontramos dos verbos usados en los relatos de la resurrección: despertar y levantarse. Significa que el ángel despertó a Pedro del sueño de la muerte y lo instó a levantarse, es decir, a resurgir, a salir fuera hacia la luz, a dejarse conducir por el Señor para atravesar el umbral de todas las puertas cerradas (cf. v. 10). Es una imagen significativa para la Iglesia. También nosotros, como discípulos del Señor y como comunidad cristiana, estamos llamados a levantarnos rápidamente para entrar en el dinamismo de la resurrección y dejarnos guiar por el Señor en los caminos que Él quiere mostrarnos.

Experimentamos todavía muchas resistencias interiores que no nos permiten ponernos en marcha. Muchas resistencias. A veces, como Iglesia, nos abruma la pereza y preferimos quedarnos sentados a contemplar las pocas cosas seguras que poseemos, en lugar de levantarnos para dirigir nuestra mirada hacia nuevos horizontes, hacia el mar abierto. A menudo estamos encadenados como Pedro en la prisión de la costumbre, asustados por los cambios y atados a la cadena de nuestras tradiciones. Pero de este modo nos deslizamos hacia la mediocridad espiritual, corremos el riesgo de “sólo tratar de arreglárnoslas” incluso en la vida pastoral, el entusiasmo por la misión disminuye y, en lugar de ser un signo de vitalidad y creatividad, acabamos dando una impresión de tibieza e inercia. En consecuencia, la gran corriente de novedad y vida que es el Evangelio —escribía el padre de Lubac— se convierte, en nuestras manos, en una fe que «cae en el formalismo y la costumbre, […] religión de ceremonias y de devociones, de ornamentos y de consuelos vulgares […]. Cristianismo clerical, cristianismo formalista, cristianismo apagado y endurecido» (El drama del humanismo ateo).

El Sínodo que estamos celebrando nos llama a convertirnos en una Iglesia que se levanta, que no se encierra en sí misma, sino que es capaz de mirar más allá, de salir de sus propias prisiones al encuentro del mundo. Con la valentía de abrir las puertas. Esa misma noche hubo otra tentación (cf. Hch 12,12-17), esa joven asustada, en vez de abrir la puerta, regresó a contar fantasías. Abramos las puertas, es el Señor quien llama. No seamos como Rosa que volvió hacia atrás. Una Iglesia sin cadenas y sin muros, en la que todos puedan sentirse acogidos y acompañados, en la que se cultive el arte de la escucha, del diálogo, de la participación, bajo la única autoridad del Espíritu Santo. Una Iglesia libre y humilde, que “se levanta rápido”, que no posterga, que no acumula retrasos ante los desafíos del ahora, que no se detiene en los recintos sagrados, sino que se deja animar por la pasión del anuncio del Evangelio y el deseo de llegar a todos y de acoger a todos. No nos olvidemos de esta palabra, todos. ¡Todos! Vayan a los cruces de los caminos y traigan a todos: ciegos, sordos, cojos, enfermos, justos, pecadores, ¡a todos, a todos! Esta palabra del Señor debe resonar en la mente y en el corazón, todos, en la Iglesia hay lugar para todos. Muchas veces nosotros nos convertimos en una Iglesia de puertas abiertas, pero para despedir y para condenar a la gente. Ayer uno de ustedes me decía: “Para la Iglesia este no es el tiempo de las despedidas, es el tiempo de la acogida”. “Pero no vinieron al banquete” — Vayan al cruce de los caminos y traigan a todos, a todos — “Pero son pecadores” — ¡Traigan a todos! 

Posteriormente, la segunda lectura nos propuso las palabras de Pablo que, haciendo un repaso de toda su vida, decía: «He peleado el buen combate» (2 Tm 4,7). El Apóstol se refería a las innumerables situaciones, a veces marcadas por la persecución y el sufrimiento, en las que no escatimó esfuerzos para anunciar del Evangelio de Jesús. En ese momento final de su vida, él veía que en la historia sigue habiendo un gran “combate”, porque muchos no están dispuestos a acoger a Jesús, prefiriendo ir tras sus propios intereses y otros maestros, más cómodos, más fáciles, más conformes a nuestra voluntad. Pablo ha afrontado su combate y, ahora que ha terminado su carrera, le pide a Timoteo y a los hermanos de la comunidad que continúen esta labor con la vigilancia, el anuncio, la enseñanza: que cada uno, en definitiva, cumpla la misión encomendada y haga su parte.

Para nosotros es también una Palabra de vida, que despierta nuestra conciencia de cómo, en la Iglesia, todos estamos llamados a ser discípulos misioneros y a aportar nuestra propia contribución. Y aquí me vienen en mente dos preguntas. La primera es, ¿qué puedo hacer por la Iglesia? No quejarnos de la Iglesia, sino comprometernos con la Iglesia. Participar con pasión y humildad. Con pasión, porque no debemos permanecer como espectadores pasivos; con humildad, porque participar en la comunidad nunca debe significar ocupar el centro del escenario, sentirnos mejores que los demás e impedir que se acerquen. Iglesia en proceso sinodal significa que todos participan, ninguno en el lugar de los otros o por encima de los demás. No hay cristianos de primera o de segunda clase, todos están llamados.

Pero participar también significa llevar adelante el “buen combate” del que habla Pablo. De hecho, es una “batalla” porque el anuncio del Evangelio no es neutro —por favor, que el Señor nos libre de diluir el Evangelio para hacerlo neutro, el Evangelio no es agua destilada—, no deja las cosas como están, no acepta el compromiso con la lógica del mundo, sino que, por el contrario, enciende el fuego del Reino de Dios allá donde, en cambio, reinan los mecanismos humanos del poder, del mal, de la violencia, de la corrupción, de la injusticia y de la marginación. Desde que Jesucristo resucitó, convirtiéndose en línea divisoria de la historia, “comenzó una gran batalla entre la vida y la muerte, entre la resignación ante lo peor y la lucha por lo mejor, una batalla que no cesará hasta la derrota definitiva de todas las fuerzas del odio y de la destrucción” (cf. C. M. Martini, Homilía Pascua de Resurrección, 4 abril 1999).

Por eso la segunda pregunta es: ¿qué podemos hacer juntos, como Iglesia, para que el mundo en el que vivimos sea más humano, más justo, más solidario, más abierto a Dios y a la fraternidad entre los hombres? Es evidente que no debemos encerrarnos en nuestros círculos eclesiales y quedarnos atrapados en ciertas discusiones estériles. Estén atentos a no caer en el clericalismo, el clericalismo es una perversión. El ministro que asume una actitud clericalista ha tomado un camino equivocado, y peor aún son los laicos clericalizados. Estemos muy atentos a esta perversión del clericalismo. Ayudémonos a ser levadura en la masa del mundo. Juntos podemos y debemos establecer gestos de cuidado por la vida humana, por la protección de la creación, por la dignidad del trabajo, por los problemas de las familias, por la situación de los ancianos y de los abandonados, rechazados y despreciados. En definitiva, ser una Iglesia que promueve la cultura del cuidado, de la caricia, la compasión por los débiles y la lucha contra toda forma de degradación, incluida la de nuestras ciudades y de los lugares que frecuentamos, para que la alegría del Evangelio brille en la vida de cada uno: este es nuestro “combate”, este es nuestro desafío. Las tentaciones de quedarnos son muchas, la tentación de la nostalgia que nos hace pensar que otros fueron los tiempos mejores. Por favor, no caigamos en la tentación de “retroceder”, que hoy está de moda en la Iglesia.

Hermanos y hermanas, hoy, según una hermosa tradición, he bendecido los palios para los arzobispos metropolitanos nombrados recientemente, muchos de los cuales participan en nuestra celebración. En comunión con Pedro, ellos están llamados a “levantarse rápidamente”, a no dormir, para ser centinelas vigilantes del rebaño y, levantados, a “pelear el buen combate”, nunca solos, sino con todo el santo Pueblo fiel de Dios. Y como buenos pastores tienen que estar delante del pueblo, en medio del pueblo y detrás del pueblo, siempre con el santo pueblo fiel de Dios, porque ellos mismos son parte del santo pueblo fiel de Dios. Y saludo de corazón a la Delegación del Patriarcado Ecuménico, enviada por el querido hermano Bartolomé. ¡Gracias! Gracias por vuestra presencia aquí y por el mensaje de Bartolomé. Gracias, gracias por caminar juntos, porque sólo juntos podemos ser semilla del Evangelio y testigos de la fraternidad.

Que Pedro y Pablo intercedan por nosotros, intercedan por la ciudad de Roma, intercedan por la Iglesia y por el mundo entero. Amén.

Homilía, 29 de junio de 2022.

 

Papa Francisco. Audiencia. Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente 17. Testigos: Santa María MacKillop.

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

¡Hoy tenemos que tener un poco de paciencia, con este calor! ¡Gracias por haber venido con este calor, con este sol, muchas gracias por vuestra visita!

En esta serie de catequesis sobre el celo apostólico, estamos viendo algunas figuras ejemplares de hombres y mujeres de todo tiempo y lugar, que dieron la vida por el Evangelio. Hoy nos vamos lejos, a Oceanía, un continente formado por muchísimas islas, grandes y pequeñas. La fe en Cristo, que tantos emigrantes europeos llevaron a esas tierras, echó raíces pronto y dio frutos abundantes (cfr. Exhort. ap. postsin. Ecclesia in Oceania, 6). Entre ellos está una religiosa extraordinaria, santa Mary MacKillop (1842-1909), fundadora de las Hermanas de San José del Sagrado Corazón, que dedicó su vida a la formación intelectual y religiosa de los pobres en la Australia rural.

Mary MacKillop nació cerca de Melbourne de padres que emigraron a Australia desde Escocia. De niña, se sintió llamada por Dios a servirlo y testimoniarlo no solo con las palabras, sino sobre todo con una vida transformada por la presencia de Dios (cfr. Evangelii gaudium, 259). Como María Magdalena, que fue la primera en encontrar a Jesús resucitado y fue enviada por Él a llevar el anuncio a los discípulos, Mary estaba convencida de ser ella también enviada a difundir la Buena Noticia y a atraer a otros al encuentro con el Dios viviente.

Leyendo con sabiduría los signos de los tiempos, entendió que para ella la mejor forma de hacerlo era a través de la educación de los jóvenes, siendo consciente de que la educación católica es una forma de evangelización. Es una gran forma de evangelización. Así, si podemos decir que «cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 19), Mary MacKillop lo fue sobre todo a través de la fundación de escuelas.

Una característica esencial de su celo por el Evangelio consistía en cuidar de los pobres y los marginados. Y esto es muy importante: en el camino de la santidad, que es el camino cristiano, los pobres y los marginados son protagonistas y una persona no puede ir adelante en la santidad si no se dedica también a ellos, de una forma u otra. Estos, que necesitan de la ayuda del Señor, llevan la presencia del Señor. Una vez leí una frase que me impresionó; decía así: “El protagonista de la historia es el mendigo: los mendigos son aquellos que atraen la atención sobre la injusticia, que es la gran pobreza en el mundo”, se gasta el dinero para fabricar armas y no para producir comidas…. Y no lo olvidéis: no hay santidad si, de una manera u otra, no hay cuidado de los pobres, los necesitados, de aquellos que están un poco al margen de la sociedad. Este cuidar de los pobres y de los marginados impulsaba a Mary a ir a donde otros no querían o no podían ir. El 19 de marzo de 1866, fiesta de San José, abrió la primera escuela en un pequeño suburbio al sur de Australia. Le siguieron tantas otras que ella y sus hermanas fundaron en las comunidades rurales de Australia y Nueva Zelanda. Se multiplicaron, porque el celo apostólico hace así: multiplica las obras.

Mary MacKillop estaba convencida de que el propósito de la educación es el desarrollo integral de la persona tanto como individuo que como miembro de la comunidad; y que esto requiere sabiduría, paciencia y caridad por parte de todo educador. En efecto, la educación no consiste en llenar la cabeza de ideas: no, no es solo esto. ¿En qué consiste la educación? En acompañar y animar a los estudiantes en el camino de crecimiento humano y espiritual, mostrándoles cuánto la amistad con Jesús Resucitado dilata el corazón y hace la vida más humana. Educar es ayudar a pensar bien: a sentir bien —el lenguaje del corazón— y a hacer bien —el lenguaje de las manos—. Esta visión es plenamente actual hoy, cuando sentimos la necesidad de un “pacto educativo” capaz de unir a las familias, las escuelas y toda la sociedad.

El celo de Mary MacKillop por la difusión del Evangelio entre los pobres la condujo también a emprender otras obras de caridad, empezando por la “Casa de la Providencia” abierta en Adelaida para acoger ancianos y niños abandonados. Mary tenía mucha fe en la Providencia de Dios: siempre confiaba que en cualquier situación Dios provee. Pero esto no le ahorraba las preocupaciones y las dificultades que derivan de su apostolado, y María tenía buenas razones: tenía que pagar las cuentas, tratar con los obispos y los sacerdotes locales, gestionar las escuelas y cuidar la formación profesional y espiritual de las Hermanas; y, más tarde, los problemas de salud. Sin embargo, en todo esto, permanecía tranquila, llevando con paciencia la cruz que es parte integrante de la misión.

En una ocasión, en la fiesta de la Exaltación de la Cruz, Mary le dijo a una de sus hermanas: “Hija mía, desde hace muchos años he aprendido a amar la Cruz”. No se rindió en los momentos de prueba y de oscuridad, cuando la oposición y el rechazo trataban de apagar su alegría. Veis: todos los santos han encontrado oposiciones, también dentro de la Iglesia. Es curioso, esto. También ella las vivió. Estaba convencida de que, incluso cuando el Señor le asignaba «pan de asedio y aguas de opresión» (Is 30,20), el mismo Señor respondería pronto a su grito y la rodearía con su gracia. Este es el secreto del celo apostólico: la relación continua con el Señor.

Hermanos y hermanas, que el discipulado misionero de santa Mary MacKillop, su respuesta creativa a las necesidades de la Iglesia de su tiempo, su compromiso por la formación integral de los jóvenes nos inspire hoy a todos nosotros, llamados a ser levadura del Evangelio en nuestras sociedades en rápida transformación. Que su ejemplo y su intercesión sostengan el trabajo cotidiano de los padres, de los profesores, de los catequistas y de todos los educadores, por el bien de los jóvenes y por un futuro más humano y lleno de esperanza.

Audiencia. 28 de junio de 2023.

 

SANTOS PEDRO Y PABLO. 2 de julio de 2023.

 

Monición de entrada.-

En esta misa nos acordamos de san Pedro y San Pablo.

Pedro era pescador y se fue con Jesús.

Jesús lo eligió para cuidar de sus ovejas, la Iglesia.

Pablo no quería a los cristianos, hasta que se encontró con Jesús.

Desde entonces fue por Europa enseñando las palabras de Jesús.

Nuestra parroquia se apoya en las enseñanzas de los dos.

 

 Señor, ten piedad.-

Tú, que perdonaste a Pedro. Señor, ten piedad.

Tú, que cambiaste a Pablo.  Cristo, ten piedad.

Tú, que gracias al Papa y los obispos nos perdonas los pecados. Señor, ten piedad.

 

 Peticiones.-

Jesús,  te pido por el Papa Francisco y el obispo Enrique; para que nos guarden la unidad en el amor. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por la Iglesia; para que sea querida en todos los sitios. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por los cristianos que no pueden hablar de ti porque los castigan; para que sean fuertes . Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por nosotros, para que no nos cansemos de venir a misa y ser amigos tuyos. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

María, queremos darte las gracias por los apóstoles Pedro y Pablo y por el Papa Francisco que tanto bien está haciendo y tanto nos está ayudando a ser buenos amigos de Jesús.

 

DOMINGO XIV T.O. 9 de julio de 2023.

 

Monición de entrada.-

¿Qué somos nosotros?

La misa de este domingo nos ayudará a responder a la pregunta.

Porque somos personas como los demás, pero que tenemos a Jesús en la Iglesia y en nuestro corazón.

 

 Señor, ten piedad.-

En ti confiamos. Señor, ten piedad.

A ti vamos.  Cristo, ten piedad.

De ti esperamos. Señor, ten piedad.

 

 Peticiones.-

Jesús,  te pido por el Papa Francisco y el obispo Enrique; para que les ayudes mucho. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por la iglesia; para que te quiera mucho. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por los países que están en guerra; para que confíen más en las palabras que en las pistolas. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido los que están cansados; para que les ayudemos. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por nosotros; para que encontremos en ti el amigo que nos ayuda. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

María, queremos darte las gracias por que cuando te rezamos sentimos que nos ayudas, sobre todo cuando estamos tristes y cansados.

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Catecismo de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.

La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Jerónimo. Comentario al evangelio de Mateo. Editorial Ciudad Nueva. Madrid. 1999. Pgs. 105-106.

San Juan de Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA

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