Primera lectura.
Lectura
del libro de Isaías 7, 10-14.
En aquellos días, el Señor habló a Ajaz y le dijo:
-Pide un signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo
alto del cielo.
Respondió Ajaz:
-No lo pido, no quiero tentar al Señor.
Entonces dijo Isaías:
-Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que
cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo.
Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre
Enmanuel.
Textos
paralelos.
Respondió
Ajaz: No la pediré, no tentaré a Yahvé.
Dt
6, 16: No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como lo
tentasteis en Masá.
Mirad,
una doncella está encinta.
Mt
1, 23: Mirad, la virgen está en cita, dará a luz a un hijo que se llamará Emmanuel
(que significa Dios-con-nosotros).
Va
a dar a luz un hijo.
Mi
5, 2: Pues los entrega solo hasta que la madre dé a luz y el resto de los
hermanos vuelva a los israelitas.
Por
nombre Emmanuel.
Is
9, 5: Porque un niño nos ha nacido, nos ha traído un hijo: lleva el cetro del
principado y se llama Milagro de Consejero, Guerrero divino, Jefe perpetuo,
Príncipe de la paz.
Comerá
cuajada y miel.
Is
7, 22: Y como abundará la leche, comerán requesón; sí, comerán requesón y miel
los que queden en el país.
Sepa
rehusar lo malo y elegir lo bueno.
Dt
1, 39: Vuestros chiquillos, que creíais ya botín del enemigo; vuestros niños,
que aún no distinguen el bien del mal, entrarán allí, a ellos se la daré en
posesión.
1 R
3, 9: Enséñame a escuchar para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre
el bien y el mal; si no, ¿quién podrá gobernar a este pueblo tuyo tan grande?
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
7 11 En Isaías, una señal no es
necesariamente un milagro, sino simplemente un hecho que el interlocutor puede
tener a la vista inmediatamente o poco después, y que debe ayudarle a entender
con certeza un acontecimiento más alejado en el tiempo.
7 14 (a) A pesar de todo, Dios da a
Ajaz la señal que se ha negado a pedirle. Es el nacimiento de un hijo cuyo
nombre, Emmanuel, es decir, Dios con nosotros es profético y anuncia que Dios
protegerá y bendecirá a Judá. En estos textos Isaías descubrirá con más precisión
algunos aspectos de la salvación traída por este niño. Estas profecías son
expresión del mesianismo real, esbozado ya por el profeta Natán y que más tarde
reiterarán Mi 4, 14, Ez 34, 33 y Ag 2, 23. Dios concederá la salvación por
medio de un rey, sucesor de David: la esperanza de los fieles de Yahvé descansa
en la permanencia del linaje davídico. Incluso si Isaías se refiere
inmediatamente al nacimiento de un hijo de Ajaz, por ejemplo Ezequías (y esto
parece probable a pesar de la incertidumbre de la cronología y, al parecer, así
lo entendió el griego al leer v. 14, “tu le pondrás por nombre…”), se
presiente, por la solemnidad dada al oráculo, y por el sentido estricto del
nombre simbólico dado al niño, que Isaías atisba en este nacimiento, una
intervención de Dios encaminada al reino mesiánico definitivo. De este modo, la
profecía del Emmanuel rebasa su realización inmediata y los evangelistas (Mt
1,2 3 citando a Is 7, 14) y posteriormente toda la tradición cristiana han
reconocido legítimamente en aquella el anuncio del nacimiento de Cristo.
7 14 (b) La traducción griega “la
virgen”, precisando con ello el término hebreo ‘almâh que designa a una
muchacha o a una joven recién casada sin concretar más. Pero el texto de los
LXX es un testigo de alto valor de la antigua interpretación judía, que quedará
consagrada en el Evangelio: Mt 1, 23 ve aquí el anuncio de la concepción virginal
de Cristo.
7 14 (c) Hemos leído “(ella) pondrá”
(lit.: “ella llamará”) con el texto masorético; pero un manuscrito de Qumrán
dice “él pondrá”, mientras que las versiones dudan entre “tú pondrás” (mayoría
de los manuscritos griegos) y “se le pondrá” (Vulgata). Las consonantes del
texto masorético (qe’t) pueden ser leídas “ella pondrá” o “tú pondrás”
(masculino o femenino).
Salmo
responsorial
Sal 24 (23), 1b.2.3-4ab.5-6 (R/.
7c.10c).
Va
a entrar el Señor; él es el Rey de la gloria. R/.
Del
Señor es la tierra y cuanto la llena,
el
orbe y todos sus habitantes:
él
la fundó sobre los mares,
él
la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién
puede subir al monte del Señor?
¿Quién
puede estar en el recinto sacro?
El
hombre de manos inocentes y puro corazón,
que
no confía en los ídolos. R/.
Ese
recibirá la bendición del Señor,
le
hará justicia el Dios de salvación.
Esta
es la generación que busca al Señor,
que
busca tu rostro, Dios de Jacob. R/.
Textos
paralelos.
De Yahvé es la tierra y cuanto la llena.
Is 66, 1-2: Así dice el Señor: El cielo es mi
trono y la tierra el estrado de mis pies: ¿Qué templo podréis construirme o que
lugar para mi descanso? Todo esto lo hicieron mis manos y existió todo esto –
oráculo del Señor –. Pero en ese pondré mis ojos: en el humilde y en el
abatido, que se estremece ante mis palabras.
Sal 89, 12: Tuyos son los cielos, tuya es la
tierra; el orbe y cuanto contiene tú lo cimentaste.
Dt 10, 14: Cierto: del Señor son los cielos,
hasta el último cielo; la tierra y cuanto la habita.
1 Co 10, 26: Pues del Señor es la tierra y
cuanto contiene.
Sal 75, 4: Aunque tiemble la tierra con sus
habitantes, yo he afianzado sus columnas.
Is 42, 5: Así dice el Señor Dios, que creyó y
desplegó el cielo, afianzó la tierra con su vegetación, dio el respiro al
pueblo que la habita y el aliento a los que se mueven en ella.
Sal 15, 1-2: Señor, ¿quién puede hospedarse en
tu tienda?, ¿quién habitará en tu monte santo? El de conducta intachable y que
practica la justicia.
La que acude a tu presencia, Dios de Jacob.
Sal 27, 8-9: El Señor es mi fuerza y baluarte
salvador de su Ungido. Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad, apaciéntales y
llévalos por siempre.
Puertas, alzad los dinteles.
2 S 6, 12-16: Informaron a David: El Señor ha
bendecido a la familia de Obededom y toda su hacienda en atención al arca de .
Entonces fue David y llevó el arca de Dios desde la casa de Obededom a la
Ciudad de David, haciendo fiesta. Cuando los portadores del arca del Señor
avanzaron seis pasos, sacrificó un toro y un ternero cebado. E iba danzando
ante el Señor con todo entusiasmo, vestido solo con un roquete de lino. Así iban
llevando David y los israelitas el arca del Señor entre víctores y al sonido de
la trompeta. Cuando el arca del Señor entraba en la Ciudad de David, Mical,
hija de Saúl, estaba mirando por la ventana, y al ver al rey David haciendo
piruetas y cabriolas delante del Señor lo despreció en su interior.
Sal 118, 19-20: ¡Abridme las puertas del
triunfo y entraré para dar gracias al Señor! Esta es la puerta del Señor, los
vencedores entrarán por ella.
Ez 44, 2: Y me dijo: Esta puerta permanecerá
cerrada. No se abrirá nunca y nadie entrará por ella, porque el Señor, el Dios
de Israel, ha entrado por ella; permanecerá cerrada.
Ml 3, 1: Mirad, yo envío un mensajero a
prepararme el camino. De pronto entrará en el santuario el Señor que buscáis;
el mensajero de la alianza que deseáis, miradlo entrar – dice el Señor de los
ejércitos –.
¿Quién es el rey de la gloria?
1 Co 2, 8: Ningún príncipe de este mundo la
conoció: pues que de haberla conocido, no habrían crucificado al Señor de la
gloria.
1 S 1, 3: Aquel hombre solía subir todos los
años desde su pueblo para adorar y ofrecer sacrificios al Señor de los
ejércitos en Siló, donde estaban de sacerdotes del Señor los dos hijos de Elí;
Jofní y Fineés.
Ex 24, 16: Y la gloria del Señor descansaba
sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió durante seis días. Al séptimo día
llamó a Moisés desde la nube.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
24
Los vv. 7-10 pueden referirse al traslado del
arca en tiempo de David (2 S 6, 12-16). El comienzo, vv. 1-6 parece posterior:
el creador del universo es también el amigo que acoge al justo.
24
2 La tierra es descrita descansando sobre las
aguas del océano inferior.
24
6 “Tu presencia, Dios de Jacob” 2 manuscritos
hebreos; “tu presencia, Jacob”. Texto Masorético; “la presencia del Dios de
Jacob” griego.
Segunda
lectura.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 1, 1-7.
Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol escogido para
el evangelio de Dios, que fue prometido por sus profetas en las Escrituras
Santas y se refiere a su Hijo, nacido de la estirpe de David según la carne,
constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santidad por la
resurrección de entre los muertos: Jesucristo nuestro Señor. Por él hemos
recibido la gracia del apostolado, para suscitar la obediencia de la fe entre
todos los gentiles, para gloria de su nombre. Entre ellos os encontráis
vosotros, llamados de Jesucristo. A todos los que están en Roma, amados de
Dios, llamados santos, gracia y paz de Dios nuestro Padre y del Señor
Jesucristo.
Textos
paralelos.
Pablo, siervo de Cristo Jesús y su apóstol.
Ga 1, 10: Pues ahora ¿trato de conciliarme a
los hombres o a Dios? ¿Intento agradar a hombres? Si todavía quisiera agradar a
los hombres, no sería siervo del Mesías.
Flp 1, 1: Pablo y Timoteo, siervos de Cristo
Jesús, a todos los consagrados a Cristo Jesús que residen en Filipos, incluidos
sus obispos y diáconos.
Ga 1, 15-17: Pero, cuando el que me apartó
desde el vientre materno y me llamó por puro favor, tuvo a bien revelarme a su
Hijo para que lo anunciara a los paganos, inmediatamente, en vez de consultar a
hombre alguno o de subir a Jerusalén a visitar a los apóstoles más antiguos que
yo, me alejé a Arabia y después volví a Damasco.
Hch 26, 16-18: Les abrirás los ojos para que
se conviertan de las tinieblas a la luz, del dominio de Satanás a Dios, para
recibir el perdón de los pecados y una porción entre los consagrados por creer
en mí.
La promesa era relativa a su Hijo, Jesucristo
Señor nuestro.
2 S 7, 14: Yo seré para él un padre, y él será
para mí un hijo; si se tuerce, lo corregiré con varas y golpes, como suelen los
hombres.
Mt 9, 27: Mientras Jesús seguía adelante, dos
ciegos lo seguían dando voces: “¡Hijo de David! Ten piedad de nosotros.
2 Tm 2, 8: Siguiendo mi buena noticia,
acuérdate de Jesucristo, resucitado de la muerte, del linaje de David.
Ap 22, 16: Yo, Jesús, envié a mi ángel con
este testimonio para vosotros acerca de las iglesias. Yo soy el retoño del
linaje de David, el astro brillante de la mañana.
Rm 9, 5: Los patriarcas; de su linaje carnal
desciende el Mesías. Sea por siempre bendito el Dios que está sobre todo. Amén.
Para que su nombre sea alabado.
Hch 9, 15: Le contestó el Señor: Ve, que ese
es mi instrumento elegido para difundir mi nombre entre paganos, reyes e israelitas.
Santos por vocación.
Hch 9, 13: Ananías respondió: Señor, he oído a
muchos hablar de ese hombre y contar todo el daño que ha hecho a los
consagrados de Jerusalén.
A vosotros gracia y paz.
1 Co 8, 6: Para nosotros existe un solo Dios,
el padre, que es principio de todo y fin nuestro, y existe un solo Señor, Jesucristo,
por quien todo existe y también nosotros.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
1 Según un formulario
usual en su tiempo, Pablo da comienzo a sus epístolas con la dirección (nombre
del remitente y del destinatario: saludo) seguida de una acción de gracias y
una súplica. Pero da a estas fórmulas un sentido cristiano y, sobre todo, las amplía
llenándolas de contenido teológico, anunciando de ordinario los grandes temas
de cada epístola. Los temas de la presente Carta son: gratuidad de la elección
divina, función de la fe en la justificación, salvación por la muerte y
resurrección de Cristo, armonía de los dos Testamentos.
1 1
(a) Este
término (doulos) que significa también “esclavo”, alude aquí
probablemente a los grandes siervos de Dios del AT.
1 1
(b) Título
de origen judío, que significa enviado; en el NT se aplica unas veces a los
Doce discípulos elegidos por Cristo, para que fueran sus testigos; otras veces
de una manera más amplia a los predicadores del Evangelio. Aunque Pablo no
perteneció al colegio de los Doce, es, sin embargo, verdadero apóstol, porque
Cristo resucitado le envió a los gentiles, en nada inferior a los Doce. Como
ellos vio a Cristo resucitado, recibiendo de él la misión de ser testigo aun
reconociéndose como el último de los apóstoles, indica claramente que es igual
a ellos y no les es deudor de su evangelio.
1 1
(c) El
término evangelio es la transcripción de un sustantivo griego (euangelion)
que significa “Buena noticia”. La raíz no es frecuente en los LXX, motivo por
el que conviene estar atentos a su presencia en algunas de las grandes
profecías mesiánicas (Is 52, 7 y 61, 1, citadas en Rm 10, 15 y Lc 4, 18-19). Es
ciertamente en estos textos donde hay que
buscar la razón que empuja a los autores del NT a emplear dicho término
en un sentido preciso (y casi técnico): la Buena Noticia que Dios anuncia al
mundo enviando a Jesucristo para instaurar su Reino. De ahí los diversos
calificativos: Evangelio de Dios, Evangelio de Jesucristo, Evangelio del Reino.
El carácter nuevo del Evangelio concierne ante todo a la persona de Jesucristo:
las profecías del AT anuncian ya el amor y el perdón de Dios ofrecidos a todos
los hombres, pero es ahora en Jesucristo, cuando se cumple la realización de
las promesas.
1 2 El apóstol pone de
relieve la unidad fundamental de las dos alianzas, algo que merece ser
destacado. En efecto, Pablo se dirige a una comunidad compuesta por cristianos
de origen judío y pagano. Y quiere que todos se consideren herederos de las
promesas contenidas en el AT.
1 3 Los vv. 3 y 4, que
retoman seguramente una fórmula de confesión de fe, presentan un estricto
paralelismo. Según la carne, Jesús procede del linaje de David; según el
espíritu, es establecido como hijo de Dios, con poder mediante su resurrección.
Según algunos críticos, Pablo contemplaría aquí sucesivamente las dos
naturalezas de Cristo: humana (v. 3) y divina (v. 4). Pero parece que, en estos
vv. Pablo considera la persona de Jesús de Nazaret en su condición humana.
Antes de Pascua, tal condición estaba marcada por la debilidad y humildad de la
carne, después de Pascua, se caracterizaría por la toma de posesión de la
plenitud de las prerrogativas divinas (“con poder”). Pablo afirma que, en su
condición terrena, Jesús es Hijo de Dios y afirmará su divinidad. El término
carne (sarx; cf. hebreo basar) que parece más de veinte veces en
la epístola, presenta diversos matices, según los contextos: 1. Como ocurre con
frecuencia en el AT, en algunos textos de la epístola dicho término designa al
ser humano caracterizado por su existencia frágil y amenazada de muerte; 2. En
otros textos, el apóstol no insiste solo en los límites naturales de la
persona, sino en su existencia dominada por el pecado y la muerte. 3. En una
tercera serie de textos, Pablo describe la liberación de la carne mediante el
Espíritu y exhorta a vivir no según la carne, sino según el Espíritu.
1 4
(a) Vulgata:
“predestinado”.
1 4
(b) Pablo
atribuye siempre la resurrección de Cristo a la acción de Dios, el cual
manifiesta de esa manera su poder. El Espíritu es el que ha vuelto a la vida,
constituyéndole en su glorioso estado de “Kyrios”, que merece por nuevo título
– el mesiánico – su nombre eterno de Hijo de Dios.
1 5
(a) “Obediencia
de la fe” no precisamente como sumisión al mensaje evangélico, sino como
adhesión de fe.
1 5
(b) El término griego ethne puede
tener una connotación negativa (paganos los que adoran a los ídolos) o una
connotación neutra (los demás pueblos fuera del judío), es decir: los
no-judíos. En Romanos debe traducirse por “naciones gentiles” y no por
“paganos” en la medida en que Pablo aplica el término a los creyentes venidos
ciertamente del paganismo, pero que ya no son paganos, adoradores de
divinidades paganas; los únicos pasajes en que el ´termino significa pagano. En
el lenguaje bíblico español se ha generalizado el término “gentiles”
(normalmente en plural) para traducir dicho término griego. Por eso, se ha
mantenido siempre un único término gentiles, como en el original, dejando que
el contexto decida si debe leerse con connotación negativa o neutra.
1 6 Podría entenderse
también “llamados a Jesucristo”, es decir, “vosotros que, habiendo recibido la
llamada de Dios, pertenecéis a Jesucristo”.
1 7 Lit. “santos
llamados” o “santos por llamada”. En el AT la santidad consiste en ser
consagrado a Dios. En los autores del NT, la persona es considerada santa no
principalmente por su percepción moral o religiosa, sino en virtud de una
vocación por la que Dios la llama como miembro de su pueblo consagrado y le
confía una misión. Pero sobra decir que esta vocación implica y exige la
santidad de vida.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Mateo 1, 18-24.
La generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó
que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como
era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas
había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que
le dijo:
-José, hijo de David, no temas acoger a María, tu
mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz
un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus
pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había
dicho el Señor por medio del profeta: “Mirad: la virgen concebirá y dará a luz
un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa Dios-con-nosotros.
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y
acogió a su mujer.
Textos paralelos.
Su madre María.
Lc 1, 27: A una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Lc 2, 5: Para empadronarse con su esposa María, que
estaba en cinta.
Cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños.
Gn 16, 7: El ángel del Señor la encontró junto a una
fuente en el desierto, la fuente del camino del sur.
Jn 5, 4: Es que el ángel del Señor se lavaba de
tiempo en tiempo en la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía
después de la agitación del agua recobraba la salud de cualquier mal.
Hch 7, 38: Este es el que en la asamblea del
desierto estuvo con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí y con nuestros
padres; el que recibió las palabras de vida para transmitirlas a nosotros.
Pondrás por nombre Jesús.
Lc 1, 31: Concebirás en tu vientre y darás a luz un
hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
Salvará a su pueblo.
Sal 130, 8: Y él redimirá a Israel de todos sus
delitos.
Si 46, 1: Valiente guerrero fue Josué, hijo de Nun,
sucesor de Moisés en la dignidad de profeta. De acuerdo con lo que su nombre
indica, se mostró grande para salvar a los elegidos del Señor, para tomar
venganza de los enemigos sublevados e introducir a Israel en su heredad.
Se cumpliese lo dicho por el Señor.
Hch 3, 22 : Moisés dijo: El Señor Dios vuestro hará
surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo que os
diga.
Mt 4, 14: Para que se cumpliera lo dicho por medio
del profeta Isaías.
La virgen concebirá.
Is 7, 14: Pues el Señor, por su cuenta os dará un
signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre
Enmanuel.
Is 8, 8: Irrumpirá en Judá, desbordará, crecerá
hasta alcanzar al cuello, y sus alas desplegadas cubrirán toda la anchura de tu
tierra, ¡Oh Enmanuel!
Is 8, 10: Trazad planes, que fracasarán, haced
promesas, que no se mantendrán, porque con nosotros está Dios.
Notas exegéticas Biblia de
Jerusalén.
1 18 Los desposorios judíos suponían
un compromiso tan real que al prometido se le llamaba ya “marido” y no podía
quedar libre más que por el “repudio”.
1 19 (a) La justicia de José consiste en
que no quiere dar su nombre a un niño a cuyo padre no conoce, pero también en
que, por compasión, rechaza entregar a María al riguroso procedimiento de la
Ley, la lapidación, Dt 22, 20s.
1 19 (b) “en privado”: contraste con la
ordalía[1]
prescrita en Nm 5, 11-31. De todas formas, no hay ningún texto en el AT que
pueda justificar el carácter “privado” de este repudio; al contrario, para ser
legal debía estar avalado por un certificado oficial (Dt 24, 1). De ahí la
pregunta de san Jerónimo: “¿Cómo puede José considerarse justo, cuando oculta
el crimen de su esposa?”. Para poder obrar justamente, José debía formarse una
opinión sobre el origen del niño: si era un Niño divino o bien un hijo
adulterino.
1 20 (a) El “ángel del Señor”, en textos
más antiguos, Gn 16, 7, representaba primitivamente al mismo Yahvé.
Diferenciado cada vez más de Dios por los progresos en la angelología, ver Tb
5, 4, sigue siendo el tipo de mensajero celeste, y como tal aparece con frecuencia
en los Evangelios de la Infancia.
1 20 (b) Como en el AT Dios puede dar a
conocer sus designios por un sueño y las visiones paralelas.
1 21 “Jesús” (hebreo Yehosu’a)
quiere decir: “Yahvé salva”. – Son posibles dos interpretaciones del mensaje
evangélico: 1. El ángel revela a José la concepción virginal de María y le
confía además la misión de poner al niño el nombre de Jesús. 2. El ángel revela
que, aunque María esté en cinta por obra del Espíritu Santo, José tiene una
función capital: conferir al niño la filiación davídica.
1 22 Esta fórmula y otras afines serán
frecuentes en Mateo. Pero Mateo no es el único en pensar que las Escrituras se
cumplen en Jesús. Jesús mismo declara que las ellas hablan de él (Lc 4, 21). Ya
en el AT la realización de las palabras de los profetas es uno de los criterios
de la autenticidad de su misión, Dt 18, 20-22. A los ojos de Jesús y de sus
discípulos, Dios ha anunciado sus designios con palabras o con hechos, y la fe
de los cristianos descubre que el cumplimiento literal de los textos en la persona
de Jesucristo o en la vida de la Iglesia manifiesta el cumplimiento real de las
intenciones de Dios (Jn 2, 22; Hch 2, 23; Rm 15, 4; 1 Co 10, 11; 2 Co 1, 2).
1 23 La cita está tomada del texto
griego de Is 7, 14, excepto para “le pondrás por nombre”, que Mateo traduce por
“le pondrán por nombre”, probablemente para adaptar la cita al contexto de
hecho, Jesús no ha sido llamado Emmanuel por José. Otra explicación: Mateo
seguiría una tradición textual de Is 7, 14 presente en Qumrán (1 Qls), que
dice: “se le llamará”.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
18-25 ¿Cómo pudo José trasmitir a Jesús
sus derechos de descendiente davídico si, como sabe Mt, Jesús fue concebido
virginalmente? Estos versículos lo explican: María da a Jesús, sin concurso de
varón, una naturaleza humana verdadera; José aceptó a María como esposa, y fue
él quien puso nombre al hijo de María.
18 ORIGEN: o nacimiento. //
COMO MESÍAS (=Cristo): o en cuanto Mesías. En el texto griego, el
artículo que va con Jesús, y no con Cristo, convierte a esta
última palabra en complemento nominal: Jesús en cuanto que es Cristo, en
cuanto que posee la cualidad de Mesías. // Una DESPOSADA era ya, jurídica y
socialmente, esposa; pero faltaba la boda propiamente dicha, el rito de
“llevar consigo” a casa el desposado a la esposa. // LLEGÓ A ESTAR EN CINTA:
quedó embarazada, concibió. Ese LLEGÓ A ESTAR (lit. fue encontrada)
supone que se tradujo así al griego el verbo arameo ’skj con valor de
verbo auxiliar (Herranz Marco). // DEL ESPÍRITU SANTO: no como padre o
principio generante, sino como fuerza divina que actuó en la concepción de
Jesús milagrosamente.
19 JUSTO: en Mt significa más
“honrado” o “bueno”; es: observante de la ley, cumplidor fiel de la
voluntad de Dios; casi sinónimo de santo (cf. 27, 52); lo opuesto es: impío.
Como “justo”, José debería entregar a María, aunque no dudara de su inocencia,
para que fuera apedreada (Dt 22, 20-21); pero, con una “justicia” superior, NO
QUERÍA DEJARLA EN EVIDENCIA. El verbo griego simple deigmatísai está
traducido asépticamente, conforme a su raíz (“mostrar”): ni como “denunciar”
(nuestro “señalar con el dedo”), ni como “revelar” el misterio de María
(traducción que supondría ya probado que José conocía la encarnación de Jesús
por testimonio directo de María). El verbo griego paradeigmatísai, que
aparece en algunos manuscritos, sí tiene sentido peyorativo: exponer a pública
ignominia (cf. Hb 6, 6). Quienes dan por segura la hipótesis de que José
conocía el misterio de la Encarnación por confidencia de María, pero ignoraba
su misión personal, entienden la “justicia” de José, como “santo temor”
reverencial ante la actuación de Dios en María. Esa hipótesis choca con lo que
sabemos de: a) La psicología de María, poco inclinada a hablar de sí
misma, a no ser ante quien ya conociera la obra de Dios en ella, como Isabel. b)
La vida social en Galilea: no era “absolutamente normal”, como se ha escrito,
que los novios habitaran entre ellos (en Judea las normas eran menos rígidas), c)
La gramática y el léxico: gár (el pues del v. 20) en
narración no tiene sentido asertivo, afirmativo (“pues ciertamente…”, “en
efecto”), sino explicativo o informativo de lo que precede (M. E. Thrall),
como en el v. 21; y hay que valorar mejor la ausencia de la partícula griega mén
antes de gár (el ejemplo de Mt 22, 14 no es absolutamente
probatorio). Y conviene añadir otro dato: las dudas de José surgieron,
verosímilmente, cuando María volvió de la visita a su prima; en esta visita
aprendió por experiencia a “dejar a Dios ser Dios”: Antes que ella hiciera o
dijera nada de lo ocurrido en ella, Isabel ya estaba informada de parte de
Dios, como se deduce de Lc 1, 43; ¿no podría Dios informar igualmente a José?
// DETERMINÓ: o, tal vez, empezó a deliberar sobre...” (aoristo
ingresivo griego).
20 CUANDO SOBRE ESTO ANDABA...: al
tratarse de un participio griego de aoristo, puede muy bien indicar una acción
simultánea con la del verbo principal. Otros traducen: “Cuando estaba
decidido a esto”. // SE LE APARECIÓ...: lit. mira ángel de Señor en
sueño se apareció a él. Algunos prefieren traducir “el ángel del
Señor”, expresión del AT que a veces indica intervención directa de Dios, sin
intermediario; cf. Hch 5, 19; 12, 7. // HIJO DE DAVID: título mesiánico
frecuente en Mt, que José trasmitirá a Jesús (vs. 1 y 16), y que Jesús no
rechazó nunca, aunque desconfiara de quienes lo aclamaban así. // RECIBIR: como
en el v. 24, equivale a ”reconocer por esposa”; la consecuencia sería llevarla
a su casa y celebrar la ceremonia y la fiesta de la boda.
21 LE PONDRÁS POR NOMBRE: lit. y
llamarás el nombre de él. El NOMBRE, para un semita, definía al que lo
llevaba y marcaba su destino. “Poner nombre” al recién nacido supone actuar con
autoridad paterna. // JESÚS: cf. v. 16. En hebreo es el mismo nombre de Josué.
22 SUCEDIÓ...: reflexión de Mt, para
quien el AT sigue siendo contemporáneo (cf. 2, 23).Si el tiempo verbal griego
(perfecto quiere dársele sentido de acción con valor actual, podría traducirse,
como dicho por el ángel a modo de explicación: “está sucediendo de modo
que se cumpla...”.
23 LE PONDRÁN POR NOMBRE: Mt no
sigue el texto griego de la LXX (“pondrás”), ni el hebreo masorético (ella
“pondrá”), que no leen la forma impersonal pondrán. ¿Adaptó el texto? No
hace falta sospechar intenciones del evangelista; en su tiempo no existía un textus
receptus del AT hebreo, que seguía siendo más fluido. Mt pudo conocer una
recensión hebrea diversa del TM, como la atestiguada en Quamrán (1QIs lee qar’a,
con valor interpersonal: llamarán, o se le llamará). De cualquier
forma, Mt interpreta ese texto con la fe de la Iglesia primitiva en la
concepción virginal de Jesús. El título ENMANUEL, tiene importancia en
la relación – de presencia activa – de Jesús glorificado con su Iglesia y con
la misión que a esta le ha encomendado (cf. 18, 20).
Notas exegéticas de la Biblia
Didajé.
1, 18 Antes de vivir juntos: María es virgen en
el momento de la concepción de Cristo. Por obra del Espíritu Santo: Dios
Espíritu Santo causó la concepción virginal de Cristo en el seno de María; con
esto se cumple la profecía de Isaías y se afirma la divinidad de Cristo (cf. Is
7, 14; Mt 1, 23). Dios eligió a José como esposo de María y custodio de la
Sagrada Familia. Cat. 497.
1, 19 Conforme a la ley judía, el
adulterio estaba penado con la muerte. Algunos sostienen que José sospechó que
María había cometido adulterio pero como hombre justo decidió tratar el asunto
en privado. Otros sostienen que José comprendió que el Espíritu Santo había
obrado en María (cf. 1, 18) y por lo tanto pensó en retirarse, juzgando que ya
no tenía ningún papel en la vida de ella. Cat. 495-496.
1, 20 Un ángel del Señor: el Nuevo
Testamento narra frecuentemente la importante función que desempeñan los
ángeles en la vida y en la misión de Cristo. El ángel le habla en sueños como
había hecho con el patriarca José (cf. Gn 37, 5-1). Cat. 333, 437, 486, 497.
1, 23 Dios con nosotros: la Encarnación y
el Nacimiento de Cristo hecho hombre anuncian la presencia de Dios entre su
pueblo, una presencia que perdura (cf. 28, 20). Cat. 497, 744.
Catecismo de la Iglesia Católica.
495 Llamada en los evangelios “la
Madre de Jesús” (Jn 2, 1; 19, 25), María es aclamada bajo el impulso del
Espíritu como “la madre de mi Señor” desde antes del nacimiento de su Hijo (Lc
1, 43). En efecto, aquel que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu
Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que
el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La
Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios (Theotokos),
Concilio de Éfeso.
496 Desde las primeras formulaciones
de la fe, la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la
Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando el aspecto
corporal de este suceso: Jesús fue concebido absque semine ex Spiritu Sancto
(Conclio de Letrán, año 649), esto es, sin semilla de varón, por obra del
Espíritu Santo. Los Padres ven en la concepción virginal el signo de que es
verdaderamente el Hijo de Dios el que ha venido en una humanidad como la
nuestra. Así, san Ignacio de Antioquía (comienzos del siglo II): ·Estáis
firmemente convencidos acerca de que nuestro Señor es verdaderamente de la raza
de David, según la carne, Hijo de Dios según la voluntad y el poder de Dios,
nacido verdaderamente de una virgen” (Carta a los Esmirnas).
497 Los relatos evangélicos presentan
la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y
toda posibilidad humanas: “Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo”, dice
el ángel a José a propósito de María, su desposada (Mt 1, 20). La Iglesia ve en
ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta Isaías: “He aquí
que la virgen concebirá y dará a luz un hijo” (Is 7, 14), según la versión
griega de Mt 1, 23.
498 El sentido de este misterio no es
accesible más que a la fe, que lo ve en ese nexo que reúne entre sí los
misterios, dentro del conjunto de los Misterios de Cristo, desde su Encarnación
hasta su Pascua.
333 De la Encarnación a la Ascensión,
la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los
ángeles. Cuando Dios introduce a su Primogénito en el mundo, dice: “Adórenle
todos los ángeles de Dios· (Hb 1, 6).
437 Desde el principio él es “a quien
el Padre ha santificado y enviado al mundo” (Jn 10, 36), concebido como “santo”
en el seno virginal de María, José fue llamado por Dios para “tomar consigo a
María su esposa” encinta “del que fue engendrado en ella por el Espíritu Santo”
(Mt 1, 20).
744 En la plenitud de los tiempos, el
Espíritu Santo realiza en María todas las preparaciones para la venida de
Cristo al Pueblo de Dios. Mediante la acción del Espíritu Santo en ella, el
Padre da al mundo el Emmanuel, “Dios con nosotros” (Mt 1, 23).
Concilio Vaticano II
Ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un
Hijo, que se llamará Emmanuel (cf. Is 7, 14; Mi 5, 2-3; Mt 1, 22-23). Lumen
Gentium 55.
Nada tiene de extraño que entre los Santos Padres
prevaleciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios totalmente santa e
inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una nueva criatura con
el Espíritu Santo. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con el
resplandor de una santidad enteramente singular, la Virgen Nazarena, por orden
de Dios, es saludada por el ángel de la Anunciación como llena de gracia (cf.
Lc 1, 28). LG 56
San Agustín
El mismo que libró a Susana, mujer casta y esposa
fiel, del falso testimonio de los viejos libró también a la virgen María de la
falsa sospecha de su esposo. Así virgen a la que no se había acercado ningún
varón fue hallada en estado. Su vientre se había agrandado con la criatura,
pero permanecía su integridad virginal. Había concebido, mediante la fe, al
sembrador de la misma fe. Había acogido en su cuerpo al Señor, pero no permitió
que su cuerpo fuera violado. Pero su esposo, hombre al fin y al cabo, comenzó a
sospechar. Creía que procedía de otra parte, lo que sabía que no procedía de sí
y ese “de otra parte” sospechaba que era un adulterio. Un ángel le corrige.
¿Por qué mereció ser corregido mediante un ángel? Porque su sospecha no era
maliciosa, sino una sospecha de las que dice el apóstol que surgen entre
hermanos (1 Tm 6, 4). Las sospechas maliciosas son las de los calumniadores;
las benévolas las de los superiores. Es lícito sospechar mal del hijo, pero no
es lícito calumniarle. Sospechas el mal en él, pero deseas hallar el bien.
Quien sospecha benévolamente desea ser vencido, pues encuentra gozo
precisamente cuando descubre que era falso lo que sospechaba. De estos era José
respecto a su esposa a la que no se había unido corporalmente, aunque ya lo hubiese
hecho mediante la fe. También la Virgen cayó, pues, bajo la falsa sospecha. Mas
del mismo modo que el Espíritu de Daniel se hizo presente en favor de Susana,
así también el ángel se apareció a José en favor de María: No temas acoger a
María como tu esposa, pues lo que de ella va a nacer es del Espíritu Santo (Mt
1, 20). Se eliminó la sospecha, al descubrirse la redención.
Sermón 343, 3. I, pg. 110.
Los Santos Padres.
Pero cómo y de que manera obró el Espíritu Santo la concepción de Cristo,
ninguno de ellos lo explicó, porque tampoco es posible explicarlo. Y no penséis
que porque se nos dice que fue obra del Espíritu Santo, ya lo sabemos todo. Aun
sabiendo esto ignoramos muchas cosas todavía. Por ejemplo: ¿Cómo el que todo lo
contiene es llevado en su vientre por una mujer?
Juan Crisóstomo, Homilía sobre el Ev de Mt. 4, 3. Ia, pg. 52.
Ahí tenéis a un varón filósofo libre de la más tiránica de las pasiones.
Bien sabéis cuán terrible pasión son los celos. (...) Estaba José tan limpio de
pasión, que no quiso que a la Virgen se le molestara en lo más mínimo.
Retenerla en su casa parecía contra la ley; despedirla y llevarla a los
tribunales era entregarla forzosamente a la muerte. Ninguna de las dos cosas
hizo José, sino que su conducta se levanta ya por encima de la ley. Y es que,
habiendo venido la gracia, tenía que darse ya muchos signos de vida más
elevada.
Juan Crisóstomo, Homilía sobre el Ev de Mt. 4, 4. Ia, pg. 54.
Empezando por la imposición del nombre, yo te uno íntimamente con el que
va a nacer. Luego, para que nadie pudiera imaginar que se trataba de verdadera
paternidad, escuchad con qué precisión añade el ángel: “Dará a luz un hijo” –
dice-. No dijo: “dará para ti a luz un hijo”, sino que lo dejó en el aire.
Realmente no lo dio a luz para él, sino para la tierra entera.
Juan Crisóstomo, Homilía sobre el Ev de Mt. 4, 3. Ia, pg. 57-58.
San Juan de Ávila
Como la pena debida al pecado sea menor mal para el hombre que la culpa
del mismo pecado, y la injusticia y fealdad causada por él, no se puede decir
que Cristo hace
salvo a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21), si quita con su merecimiento que
no se imputen a pena, y no los quita cuanto a la culpa, dando su gracia, ni
alcanza limpieza para que el hombre, aborrecido el pecado, guarde la ley de
Dios.
Audi filia (II), cap. 89. I, pg. 730.
Ecce virgo concipiet et pariet, etc. (Mt 1, 22-23), habiendo dicho
que concibió sin obra de varón.
Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas. II, pg. 32.
¡Oh bienaventurado varón, y de cuantas angustias es tu corazón
combatido! ¡Y cómo Dios te ha lastimado en las mesmas niñas de tus ojos, pues
ves preñada a tu esposa y nunca has llegado a ella, ni pensases llegar; porque
ella y tú entrambos tenéis hecho voto, de común consentimiento de guardar
virginidad por toda la vida! Estaba el santo varón como fuera de sí, y por una
parte viendo lo que veía y por otra parte acordándose de la bondad de la Virgen
y de las grandes señales que de sí daba para ser creída.
En el capítulo 5º de los Números se lee que cuando este espíritu de
celos trujese fatigado un hombre, que llevase su mujer al templo y la
presentase delante del sacerdote, diciendo cómo tenía celos de ella, y el
sacerdote ofrecía sacrificio por ella, y luego escrebia ciertas maldiciones y
lavábalas con agua la cual agua había de beber, quisiese o no quisiese.
¡Oh Señor, y con cuánta razón debe tener paciencia el atribulado que
invoca tu divina misericordia, y debe esperarla, aunque más y más se dilate,
pues que ni tienes corazón duro para dejar de sentir los trabajos de los tuyos,
ni orejas sordas para dejar de oír sus gemidos y ruegos muy grandes! Muy gran
verdad es lo que de ti, Señor, está escrito: Esperen en ti los que conocieron tu nombre, porque
no has desamparado a los que te buscan (Sal 9, 11). Y porque la tardanza del
remedio, que a muchos flacos es causa de desconfianza, no nos derribe,
mandaste, Señor, darnos aviso contra este desmayo tan perjudicial, y mandaste
que nos fuere de tu parte dicho: Si el Señor se tardare, espéralo; que viniendo vendrá, y no
tardará (Hab
2, 3).
Sermón de San José. III, pgs. 1001s.
¿Qué es esto? Llegaos un poco: ¿qué tiene esta doncella? ¿Qué fuego es
este que tiene dentro de sí? Responderos han: No ángel ni arcángel, sino el
mismo Dios que está en ella: Yo soy el Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. ¡Oh, bendito y glorificado
seáis, Señor, para siempre y los ángeles te adoren y reverencien para siempre!
¿Qué hace el Dios grande encerrado en una doncella? El nombre de la ciudad de
Dios, Dominus
ibidem (Dios
allí mismo, Ez 48, 55); el nombre del Hijo de la Virgen y de Dios, Emmanuel (Mt 1, 23; Is 7, 14).
Sermón
de la Anunciación del Señor. III, Pg. 270.
San Oscar Romero.
Miren cómo, hermanos, aún en nuestra fe puede haber pruebas
difíciles. ¿Por qué sucede esto? ¿Cómo Dios permite esto? Esto no puede ser de
Dios. ¿No es verdad que en el corazón de todos nosotros ha surgido esta
tentación más de una vez? Es la hora de la prueba, es la hora en que el
proyecto de Dios quiere imponerse, no porque los hombres lo crean posible, sino
porque nos ama y para el amor de Dios no hay imposibles. ¿Quién iba a creer que
un Dios se iba a hacer hombre y quedar desprestigiado, muerto en una cruz?.
Pues fue tan posible, que sin él no hay salvación. Creamos, hermanos, esta es
la reacción de Navidad, cuando Isabel le dice a María felicitándola porque va a
ser madre: "bienaventurada tú, que creíste". Nos está invitando a
profesar esa virtud necesaria hoy más que nunca. Mucha fe, la fe consiste en
aceptar a Dios sin pedirle cuentas a nuestra medida. La fe consiste en
reaccionar frente a Dios como María: no lo entiendo, Señor, pero hágase en mi
según tu palabra.
Homilía, 18 de diciembre de 1977.
León XIV. Audiencia general. 10 de
diciembre de 2025. Ciclo
de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. IV. La
resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual 7. La Pascua de
Jesucristo: respuesta definitiva a la pregunta sobre nuestra muerte
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!¡Bienvenidos todos!
El
misterio de la muerte siempre ha
suscitado profundas preguntas en el ser humano. De hecho, parece ser el
acontecimiento más natural y, al mismo tiempo, más antinatural que existe.
Es natural, porque todos los seres vivos de la tierra mueren. Es antinatural
porque el deseo de vida y de eternidad que sentimos para nosotros mismos y para
las personas que amamos nos hace ver la muerte como una condena, como un
«contrasentido».
Muchos
pueblos antiguos desarrollaron ritos y costumbres relacionados con el culto a los muertos, para acompañar y
recordar a quienes se encaminaban hacia el misterio supremo. Hoy, en
cambio, se observa una tendencia diferente. La muerte parece una especie de
tabú, un acontecimiento que hay que mantener alejado; algo de lo que hay
que hablar en voz baja, para no perturbar nuestra sensibilidad y tranquilidad.
A menudo, por eso, se evita incluso visitar los cementerios, donde descansan
aquellos que nos han precedido a la espera de la resurrección.
¿Qué
es, pues, la muerte? ¿Es realmente la última palabra sobre nuestra vida? Solo el ser humano se plantea esta pregunta,
porque solo él sabe que debe morir. Pero ser consciente de ello no le salva de
la muerte, sino que, en cierto sentido, le «agobia» más que a todas las demás
criaturas vivientes. Los animales sufren, sin duda, y se dan cuenta de que
la muerte está cerca, pero no saben que la muerte forma parte de su destino.
No se preguntan por el sentido, el fin o el resultado de la vida.
Al
constatar este aspecto, se debería pensar entonces que somos criaturas
paradójicas, infelices, no solo porque morimos, sino también porque tenemos la
certeza de que este acontecimiento ocurrirá, aunque ignoremos cómo y
cuándo. Nos descubrimos conscientes y, al mismo tiempo, impotentes.
Probablemente de ahí provienen las frecuentes represiones, las huidas
existenciales ante la cuestión de la muerte.
San
Alfonso María de Ligorio, en su famoso escrito titulado Preparación
para la muerte, reflexiona sobre el valor pedagógico de la muerte,
destacando que es una gran maestra de vida. Saber que existe y, sobre
todo, meditar sobre ella nos enseña a elegir qué hacer realmente con nuestra
existencia. Rezar, para comprender lo que es bueno con vistas al reino
de los cielos, y dejar ir lo superfluo que, en cambio, nos ata a las cosas
efímeras, es el secreto para vivir de forma auténtica, con la conciencia de que
el paso por la tierra nos prepara para la eternidad.
Sin
embargo, muchas visiones antropológicas actuales prometen inmortalidad
inmanente y teorizan sobre la prolongación de la vida terrenal mediante la
tecnología. Es el escenario del “transhumanismo”, que se abre camino
en el horizonte de los retos de nuestro tiempo. ¿Podría la ciencia vencer
realmente a la muerte? Pero entonces, ¿podría la misma ciencia
garantizarnos que una vida sin muerte es también una vida feliz?
El
acontecimiento de la resurrección de Cristo nos revela que la muerte
no se opone a la vida, sino que es parte constitutiva de ella como paso a la
vida eterna. La Pascua de Jesús nos hace pregustar, en este
tiempo aún lleno de sufrimientos y pruebas, la plenitud de lo que sucederá
después de la muerte.
El
evangelista Lucas parece captar este presagio de luz en la oscuridad cuando, al
final de aquella tarde en la que las tinieblas habían envuelto el Calvario,
escribe: «Era el día de la Preparación y ya comenzaba el sábado» (Lc 23,54).
Esta luz, que anticipa la mañana de Pascua, ya brilla en la oscuridad del cielo
que aún parece cerrado y mudo. Las luces del sábado, por primera y única vez,
anuncian el amanecer del día después del sábado: la nueva luz de la
Resurrección. Solo este acontecimiento es capaz de iluminar hasta el fondo
el misterio de la muerte. En esta luz, y solo en ella, se hace realidad lo que
nuestro corazón desea y espera: que la muerte no sea el fin, sino el paso hacia
la luz plena, hacia una eternidad feliz.
El
Resucitado nos ha precedido en la
gran prueba de la muerte, saliendo victorioso gracias al poder del Amor divino.
Así nos ha preparado el lugar del descanso eterno, la casa en la que se
nos espera; nos ha dado la plenitud de la vida en la que ya no hay sombras
ni contradicciones.
Gracias
a Él, que murió y resucitó por amor, con San Francisco podemos llamar a la
muerte «hermana». Esperarla con la certeza de la resurrección nos preserva
del miedo a desaparecer para siempre y nos prepara para la alegría de la vida
sin fin.
Papa León XIV. Ángelus. 14 de
diciembre de 2025.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
El
Evangelio de hoy nos hace visitar en la prisión a Juan el Bautista, que se
encuentra encarcelado a causa de su predicación (cf. Mt 14,3-5).
Sin embargo, él no pierde la esperanza, convirtiéndose para nosotros en un
signo de que la profecía, aunque esté encadenada, sigue siendo una voz libre en
busca de la verdad y la justicia.
Desde la
cárcel, Juan el Bautista oye hablar «de las obras de Cristo» (Mt 11,2),
que son diferentes a las que él esperaba. Entonces envía a preguntarle: «¿Eres
tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» (v. 3). Quienes buscan la
verdad y la justicia, quienes esperan la libertad y la paz, interrogan a Jesús.
¿Es Él realmente el Mesías, es decir, el Salvador prometido por Dios a través
de los profetas?
La
respuesta de Jesús dirige la mirada hacia aquellos a quienes Él ha amado y
servido. Son ellos: los últimos, los pobres, los enfermos, quienes hablan por
Él. Cristo anuncia quién es a través de lo que hace. Y lo que hace es un signo
de salvación para todos nosotros. En efecto, cuando se encuentra a Jesús, la
vida carente de luz, de palabra y de sabor recupera su sentido. Los ciegos
ven, los mudos hablan, los sordos oyen. La imagen de Dios, desfigurada por la
lepra, recobra su integridad y su salud. Hasta los muertos, totalmente
insensibles, vuelven a la vida (cf. v. 5). Este es el Evangelio de Jesús, la
buena nueva anunciada a los pobres. Cuando Dios viene al mundo, se ve.
La
palabra de Jesús nos libera de la prisión del desánimo y el sufrimiento, toda profecía encuentra en Él el cumplimiento
esperado. Es Cristo, de hecho, quien abre los ojos del hombre a la gloria de
Dios. Él da la palabra a los oprimidos, a quienes la violencia y el
odio les han quitado la voz; Él vence la ideología, que nos hace sordos
a la verdad; Él cura las apariencias que deforman el cuerpo.
De este
modo, el Verbo de la vida nos redime del mal, que lleva el corazón a la
muerte. Por eso, como discípulos del Señor, en este tiempo de Adviento
estamos llamados a unir la espera del Salvador a la atención de lo que Dios
hace en el mundo. Sólo así podremos experimentar la alegría de la libertad
que encuentra a su Salvador: «Gaudete in Domino semper – Alégrense
siempre en el Señor» (Flp 4,4). Con esta invitación se abre la
Santa Misa de hoy, tercer domingo de Adviento, llamado por eso domingo Gaudete.
Alegrémonos, pues, porque Jesús es nuestra esperanza, sobre todo en la hora
de la prueba, cuando la vida parece perder sentido y todo se ve más oscuro, nos
faltan las palabras y nos cuesta escuchar al prójimo.
Que la
Virgen María, modelo de espera, de atención y de alegría, nos ayude a imitar la
obra de su Hijo, compartiendo con los pobres el pan y el Evangelio.
Papa Francisco. Ángelus. 18 de diciembre de 2022.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, cuarto y último domingo de Adviento, la liturgia nos presenta la
figura de san José (cfr. Mt 1,18-24). Es un hombre justo que
está a punto de casarse. Podemos imaginar sus sueños para el futuro: una
hermosa familia, con una esposa afectuosa, muchos hijos buenos y un trabajo
digno; sueños simples y buenos, sueños de la gente sencilla y buena. Sin
embargo, de pronto estos sueños se rompen contra un descubrimiento
desconcertante: ¡María, su prometida, espera un niño, y ese niño no es
suyo! ¿Qué pudo haber sentido José? Desconcierto, dolor, desorientación, quizá
también enojo y desilusión… ¡Siente que el mundo se derrumba, se le viene
encima! ¿Qué podía hacer?
La Ley le ofrecía dos posibilidades. La primera, denunciar a María y
hacerle pagar el precio de una presunta infidelidad. La segunda, anular su
compromiso en secreto, sin exponer a María al escándalo y a graves
consecuencias, tomando sobre sí el peso de la vergüenza. Y José escoge
esta segunda vía, que es la vía de la misericordia. Y he aquí
que, en el centro de la crisis, precisamente mientras piensa y evalúa todo
esto, Dios enciende en su corazón una luz nueva: le anuncia en sueños que la
maternidad de María no procede de una traición, sino que es obra del Espíritu
Santo, y el niño que nacerá es el Salvador (cfr. vv. 20-21); María
será la madre del Mesías y él será su custodio. Al despertar, José comprende
que el mayor sueño de todo pío israelita ―ser el padre del Mesías― se está
haciendo realidad en él de modo absolutamente inesperado.
En efecto, para realizarlo no le bastará con pertenecer a la estirpe de
David y observar fielmente la Ley, sino que deberá fiarse de Dios por encima de
todo, acoger a María y a su hijo de modo completamente distinto de como se lo
esperaba, distinto de lo que se había hecho siempre. En otras palabras, José
deberá renunciar a sus confortantes certezas, a sus planes perfectos, a sus
legítimas expectativas, y abrirse a un futuro enteramente por descubrir.
Y a Dios, que estropea sus planes y le pide que se fíe de Él, José
responde sí. La valentía de José es heroica y se realiza en el
silencio: su valentía consiste en fiarse, él se fía, acoge, se hace disponible,
no pide más garantías.
Hermanos, hermanas, ¿qué nos dice José hoy a nosotros? También nosotros
tenemos nuestros sueños, y quizá en Navidad pensamos más en ellos, los
discutimos juntos. Quizá añoramos algunos sueños rotos, y vemos que
las mejores esperanzas a menudo deben enfrentarse a situaciones inesperadas,
desconcertantes. Y cuando esto sucede, José nos indica el camino: no hay
que ceder a los sentimientos negativos, como la rabia y la cerrazón, ¡este
es un camino equivocado! Por el contrario, debemos acoger las sorpresas, las
sorpresas de la vida, incluidas las crisis, teniendo en cuenta que cuando se
está en crisis no hay que decidir apresuradamente, según el instinto, sino
pasar por la criba, como hizo José, “considerar todas las cosas” (cfr. v.
20) y apoyarse en el criterio principal: la misericordia de Dios.
Cuando se habita la crisis sin ceder a la cerrazón, a la rabia y al miedo,
teniendo la puerta abierta a Dios, Él puede intervenir. Él es experto en
transformar las crisis en sueños: sí, Dios abre las crisis a perspectivas nuevas que
no imaginábamos, quizá no como nosotros nos esperamos, sino como Él sabe. Y
estos son, hermanos y hermanas, los horizontes de Dios: sorprendentes, pero
infinitamente más amplios y hermosos que los nuestros. Que la Virgen María nos
ayude a vivir abiertos a las sorpresas de Dios.
Papa Francisco. Ángelus. 22 de
diciembre de 2019.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este cuarto y último domingo de Adviento, el Evangelio (cf. Mateo 1,
18-24) nos guía hacia la Navidad, a través de la experiencia de san José,
una figura aparentemente de segundo plano, pero en cuya actitud está contenida
toda la sabiduría cristiana. Él, junto con Juan Bautista y María, es uno de
los personajes que la liturgia nos propone para el tiempo de Adviento; y de los
tres es el más modesto. El que no predica, no habla, sino que trata de hacer
la voluntad de Dios; y lo hace al estilo del Evangelio y de las
Bienaventuranzas. Pensemos: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque
de ellos es el Reino de los Cielos» (Mateo 5, 3). Y José es pobre
porque vive de lo esencial, trabaja, vive del trabajo; es la pobreza típica de
quien es consciente de que depende en todo de Dios y pone en Él toda su
confianza.
La narración del Evangelio de hoy presenta una situación humanamente
incómoda y conflictiva. José y María están comprometidos; todavía no viven
juntos, pero ella está esperando un hijo por obra de Dios. José, ante esta
sorpresa, naturalmente permanece perturbado pero, en lugar de reaccionar de
manera impulsiva y punitiva ―como era costumbre, la ley lo protegía―
busca una solución que respete la dignidad y la integridad de su amada María.
El Evangelio lo dice así: «Su marido José, como era justo y no quería ponerla
en evidencia, resolvió repudiarla en secreto» (v. 19). José sabía que si
denunciaba a su prometida, la expondría a graves consecuencias, incluso a la
muerte. Tenía plena confianza en María, a quien eligió como su esposa. No
entiende, pero busca otra solución.
Esta circunstancia inexplicable le llevó a cuestionar su compromiso; por
eso, con gran sufrimiento, decidió separarse de María sin crear escándalo. Pero
el Ángel del Señor interviene para decirle que la solución que él propone no
es la deseada por Dios. Por el contrario, el Señor le abrió un nuevo
camino, un camino de unión, de amor y de felicidad, y le dijo: «José, hijo
de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella
es del Espíritu Santo» (v. 20).
En este punto, José confía totalmente en Dios, obedece las palabras
del Ángel y se lleva a María con él. Fue precisamente esta confianza
inquebrantable en Dios la que le permitió aceptar una situación humanamente
difícil y, en cierto sentido, incomprensible. José entiende, en la fe, que
el niño nacido en el seno de María no es su hijo, sino el Hijo de Dios, y él,
José, será su guardián, asumiendo plenamente su paternidad terrenal. El
ejemplo de este hombre gentil y sabio nos exhorta a levantar la vista, a mirar
más allá. Se trata de recuperar la sorprendente lógica de Dios que, lejos
de pequeños o grandes cálculos, está hecha de apertura hacia nuevos horizontes,
hacia Cristo y Su Palabra.
Que la Virgen María y su casto esposo José nos ayuden a escuchar a Jesús
que viene, y que pide ser acogido en nuestros planes y elecciones.
Papa Francisco. Ángelus. 11 de
diciembre de 2016.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La liturgia de hoy, que es el cuarto y último domingo de Adviento, está marcada por el
tema de la cercanía, la cercanía de Dios a la humanidad. El pasaje
del Evangelio (cf. Mt 1,18-24) nos presenta a dos personas, las dos personas
que más que ninguna otra estuvieron implicadas en este misterio de amor: la
Virgen María y su esposo José. Misterio de amor, misterio de la cercanía de
Dios con la humanidad.
María es presentada a la luz de la profecía que dice: «He aquí que la
virgen concebirá y dará a luz un hijo» (v. 23). El evangelista Mateo reconoce
que esto se cumplió en María, que concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo
(cf. v. 18). El Hijo de Dios “viene” a su seno para hacerse hombre y ella lo
acoge. Así, de un modo único, Dios se ha acercado al ser humano tomando
carne de una mujer: Dios se acercó a nosotros y tomó carne de una mujer.
También a nosotros, de un modo diferente, Dios se acerca con su gracia para
entrar en nuestra vida y ofrecernos como don a su Hijo. ¿Y nosotros qué
hacemos? ¿Lo acogemos, dejamos que se acerque, o lo rechazamos, lo
expulsamos? Como María, al ofrecerse libremente al Señor de la historia, le
permitió cambiar el destino de la humanidad, así también nosotros, acogiendo a
Jesús y procurando seguirlo cada día, podemos cooperar en su designio de
salvación sobre nosotros mismos y sobre el mundo. María se nos presenta,
por tanto, como modelo al que mirar y apoyo en el que confiar en nuestra
búsqueda de Dios, en nuestra cercanía a Dios, en este dejar que Dios se acerque
a nosotros y en nuestro compromiso por construir la civilización del amor.
El otro protagonista del Evangelio de hoy es san José. El evangelista pone
de relieve cómo José, por sí solo, no puede darse una explicación del
acontecimiento que ve producirse ante sus ojos, es decir, el embarazo de
María. Precisamente entonces, en ese momento de duda y también de angustia,
Dios se le hace cercano —también a él— mediante un mensajero suyo, y él es
iluminado sobre la naturaleza de esa maternidad: «El niño que ha sido
engendrado en ella viene del Espíritu Santo» (v. 20). Así, ante el
acontecimiento extraordinario, que sin duda suscita en su corazón muchos
interrogantes, se fía totalmente de Dios que se le acerca y, siguiendo
su invitación, no repudia a su prometida, sino que la recibe consigo y se casa
con María. Al acoger a María, José acoge consciente y amorosamente a Aquel que
en ella ha sido concebido por obra admirable de Dios, para quien nada es
imposible. José, hombre humilde y justo (cf. v. 19), nos enseña a confiar
siempre en Dios que se nos acerca: cuando Dios se nos acerca, debemos
confiar. José nos enseña a dejarnos guiar por Él con obediencia voluntaria.
Estas dos figuras, María y José, que fueron los primeros en acoger a Jesús
mediante la fe, nos introducen en el misterio de la Navidad. María nos ayuda
a disponernos para acoger al Hijo de Dios en nuestra vida concreta, en
nuestra propia carne. José nos anima a buscar siempre la voluntad de Dios y
a seguirla con plena confianza. Ambos se dejaron acercar por Dios.
«He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por
nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros» (Mt 1,23). Así dice el ángel:
“Emmanuel se llamará el niño, que significa Dios-con-nosotros”, es decir, Dios
cercano a nosotros. ¿Y a Dios que se acerca, yo le abro la puerta —al Señor—
cuando siento una inspiración interior, cuando siento que me pide hacer algo
más por los demás, cuando me llama a la oración? Dios-con-nosotros, Dios
que se acerca. Que este anuncio de esperanza, que se cumple en la Navidad,
lleve a cumplimiento la espera de Dios también en cada uno de nosotros, en toda
la Iglesia y en tantos pequeños a quienes el mundo desprecia, pero a quienes
Dios ama y a quienes Dios se acerca.
Traducción: ChatGPT.
Papa Francisco. Ángelus. 22 de
diciembre de 2013.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este cuarto domingo de Adviento, el Evangelio nos relata los hechos que
precedieron el nacimiento de Jesús, y el evangelista Mateo los presenta desde
el punto de vista de san José, el prometido esposo de la Virgen María.
José y María vivían en Nazaret; aún no vivían juntos, porque el matrimonio
no se había realizado todavía. Mientras tanto, María, después de acoger el
anuncio del Ángel, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. Cuando José se
dio cuenta del hecho, quedó desconcertado. El Evangelio no explica cuáles
fueron sus pensamientos, pero nos dice lo esencial: él busca cumplir la
voluntad de Dios y está preparado para la renuncia más radical. En lugar de
defenderse y hacer valer sus derechos, José elige una solución que para él
representa un enorme sacrificio. Y el Evangelio dice: «Como era justo y no
quería difamarla, decidió repudiarla en privado» (1, 19).
Esta breve frase resume un verdadero drama interior, si pensamos en el amor
que José tenía por María. Pero también en esa circunstancia José quiere hacer
la voluntad de Dios y decide, seguramente con gran dolor, repudiar a María en
privado. Hay que meditar estas palabras para comprender cuál fue la prueba que
José tuvo que afrontar los días anteriores al nacimiento de Jesús. Una prueba
semejante a la del sacrificio de Abrahán, cuando Dios le pidió el hijo Isaac
(cf. Gn 22): renunciar a lo más precioso, a la persona más
amada.
Pero, como en el caso de Abrahán, el Señor interviene: encontró la fe
que buscaba y abre una vía diversa, una vía de amor y de felicidad: «José
—le dice— no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella
viene del Espíritu Santo» (Mt 1, 20).
Este Evangelio nos muestra toda la grandeza del alma de san José. Él
estaba siguiendo un buen proyecto de vida, pero Dios reservaba para él otro
designio, una misión más grande. José era un hombre que siempre dejaba
espacio para escuchar la voz de Dios, profundamente sensible a su secreto
querer, un hombre atento a los mensajes que le llegaban desde lo profundo
del corazón y desde lo alto. No se obstinó en seguir su proyecto de
vida, no permitió que el rencor le envenenase el alma, sino que estuvo
disponible para ponerse a disposición de la novedad que se le presentaba de
modo desconcertante. Y así, era un hombre bueno. No odiaba, y no permitió que
el rencor le envenenase el alma. ¡Cuántas veces a nosotros el odio, la
antipatía, el rencor nos envenenan el alma! Y esto hace mal. No permitirlo
jamás: él es un ejemplo de esto. Y así, José llegó a ser aún más libre y
grande. Aceptándose según el designio del Señor, José se encuentra plenamente a
sí mismo, más allá de sí mismo. Esta libertad de renunciar a lo que es suyo,
a la posesión de la propia existencia, y esta plena disponibilidad interior a
la voluntad de Dios, nos interpelan y nos muestran el camino.
Nos disponemos entonces a celebrar la Navidad contemplando a María y a José:
María, la mujer llena de gracia que tuvo la valentía de fiarse totalmente de la
Palabra de Dios; José, el hombre fiel y justo que prefirió creer al Señor en
lugar de escuchar las voces de la duda y del orgullo humano. Con ellos,
caminamos juntos hacia Belén.
Benedicto XVI. Ángelus. 19 de diciembre de 2010.
Queridos hermanos y hermanas:
En este cuarto domingo de Adviento el evangelio de san Mateo narra cómo
sucedió el nacimiento de Jesús situándose desde el punto de vista de san José.
Él era el prometido de María, la cual «antes de empezar a estar juntos ellos,
se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1, 18). El
Hijo de Dios, realizando una antigua profecía (cf. Is 7, 14),
se hace hombre en el seno de una virgen, y ese misterio manifiesta a la vez el
amor, la sabiduría y el poder de Dios a favor de la humanidad herida por el
pecado. San José se presenta como hombre «justo» (Mt 1, 19),
fiel a la ley de Dios, disponible a cumplir su voluntad. Por eso entra en
el misterio de la Encarnación después de que un ángel del Señor,
apareciéndosele en sueños, le anuncia: «José, hijo de David, no temas tomar
contigo a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su
pueblo de sus pecados» (Mt 1, 20-21). Abandonando el pensamiento
de repudiar en secreto a María, la toma consigo, porque ahora sus ojos ven en
ella la obra de Dios.
San Ambrosio comenta que «en José se dio la amabilidad y la figura del
justo, para hacer más digna su calidad de testigo» (Exp. Ev. sec. Lucam II,
5: ccl 14, 32-33). Él —prosigue san Ambrosio— «no habría podido contaminar
el templo del Espíritu Santo, la Madre del Señor, el seno fecundado por el
misterio» (ib., II, 6: CCL 14, 33). A pesar de haber experimentado
turbación, José actúa «como le había ordenado el ángel del Señor», seguro de
hacer lo que debía. También poniendo el nombre de «Jesús» a ese Niño que rige
todo el universo, él se inserta en el grupo de los servidores humildes y
fieles, parecido a los ángeles y a los profetas, parecido a los mártires y
a los apóstoles, como cantan antiguos himnos orientales. San José anuncia
los prodigios del Señor, dando testimonio de la virginidad de María, de la
acción gratuita de Dios, y custodiando la vida terrena del Mesías.
Veneremos, por tanto, al padre legal de Jesús (cf. Catecismo
de la Iglesia católica, n. 532), porque en él se perfila el
hombre nuevo, que mira con fe y valentía al futuro, no sigue su propio
proyecto, sino que se confía totalmente a la infinita misericordia de Aquel que
realiza las profecías y abre el tiempo de la salvación.
Queridos amigos, a san José, patrono universal de la Iglesia, deseo confiar
a todos los pastores, exhortándolos a ofrecer «a los fieles cristianos y al
mundo entero la humilde y cotidiana propuesta de las palabras y de los gestos
de Cristo» (Carta
de convocatoria del Año sacerdotal). Que nuestra vida se adhiera cada vez
más a la Persona de Jesús, precisamente porque «el que es la Palabra asume él
mismo un cuerpo; viene de Dios como hombre y atrae a sí toda la existencia
humana, la lleva al interior de la palabra de Dios» (Jesús de Nazaret, Madrid
2007, p. 387). Invoquemos con confianza a la Virgen María, la llena de gracia
«adornada de Dios», para que, en la Navidad ya inminente, nuestros ojos se
abran y vean a Jesús, y el corazón se alegre en este admirable encuentro de
amor.
Benedicto XVI. Ángelus. 23 de diciembre de 2007.
Queridos hermanos y hermanas:
Sólo un día separa a este cuarto domingo de Adviento de la santa Navidad.
Mañana por la noche nos reuniremos para celebrar el gran misterio del amor, que
nunca termina de sorprendernos. Dios se hizo Hijo del hombre para que
nosotros nos convirtiéramos en hijos de Dios. Durante el Adviento, del
corazón de la Iglesia se ha elevado con frecuencia una imploración:
"Ven, Señor, a visitarnos con tu paz; tu presencia nos llenará de
alegría". La misión evangelizadora de la Iglesia es la respuesta al
grito "¡Ven, Señor Jesús!", que atraviesa toda la historia de la
salvación y que sigue brotando de los labios de los creyentes. "¡Ven,
Señor, a transformar nuestros corazones, para que en el mundo se difundan la
justicia y la paz!".
Esto es lo que pretende poner de relieve la Nota
doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización, que
acaba de publicar la Congregación para la doctrina de la fe. Este documento
quiere recordar a todos los cristianos —en una situación en la que con
frecuencia ya no queda claro ni siquiera a muchos fieles la razón misma de la
evangelización— que "acoger la buena nueva en la fe impulsa de por
sí" (n. 7) a comunicar la salvación recibida como un don.
En efecto, "la Verdad que salva la vida —que se hizo carne en Jesús—,
enciende el corazón de quien la recibe con un amor al prójimo que mueve la
libertad a comunicar lo que se ha recibido gratuitamente" (ib.).
Ser alcanzados por la presencia de Dios, que viene a nosotros en Navidad, es un
don inestimable, un don capaz de hacernos "vivir en el abrazo universal de
los amigos de Dios" (ib.),
en la "red de amistad con Cristo, que une el cielo y la tierra" (ib.,
9), que orienta la libertad humana hacia su realización plena y que, si se vive
en su verdad, florece "con un amor gratuito y enteramente solícito por el
bien de todos los hombres" (ib.,
7).
No hay nada más hermoso, urgente e importante que volver a dar
gratuitamente a los hombres lo que hemos recibido gratuitamente de Dios. No hay nada que nos pueda eximir o
dispensar de este exigente y fascinante compromiso. La alegría de la
Navidad, que ya experimentamos anticipadamente, al llenarnos de esperanza,
nos impulsa al mismo tiempo a anunciar a todos la presencia de Dios en medio de
nosotros.
La Virgen María, que no comunicó al mundo una idea, sino a Jesús mismo, el
Verbo encarnado, es modelo incomparable de evangelización. Invoquémosla con
confianza, para que la Iglesia anuncie también en nuestro tiempo a Cristo
Salvador. Que cada cristiano y cada comunidad experimenten la alegría de
compartir con los demás la buena nueva de que Dios "tanto amó al
mundo que le entregó a su Hijo unigénito para que el mundo se salve por medio
de él" (Jn 3, 16-17). Este es el auténtico sentido de la
Navidad, que debemos siempre redescubrir y vivir intensamente.
NOCHEBUENA.
Monición de entrada:
Miles de años después de que Dios hiciese la
tierra y pusiese a las personas en ella.
Cientos de años después que Dios empezase una
historia de amor con Noé, Abraham, Moisés, David y su pueblo.
Unos años después de las olimpiadas y la
fundación de Roma.
Viviendo las personas en paz, nació Jesús.
Así hoy es nochebuena, la noche en la que nos
acordamos cuando Jesús nació en Belén y le acompañaron María, José y los
pastores.
Señor, ten piedad.
Tú que naces esta noche en nuestra
iglesia. Señor, ten piedad.
Tú que naces esta noche en nuestras casas.
Cristo, ten piedad.
Tú que naces esta noche en nuestro corazón.
Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por el Papa León. Te lo pedimos Señor.
Por la familia de Jesús en la tierra, que es
la Iglesia. Te lo pedimos Señor.
Por las personas que esta noche no tendrán
una casa donde cenar. Te lo pedimos Señor.
Por las personas que estarán en los
hospitales, enfermos o cuidando de ellos. Te lo pedimos Señor.
Por nuestro pueblo y todos los que esta noche
vamos a cenar. Te lo pedimos Señor.
Monición.
Vamos ahora a besar el Niño Jesús. De esta
manera le vamos a decir que queremos tenerlo siempre en nuestro corazón.
También, en nombre de los niños y de la
parroquia, os deseamos a todos que paséis una Feliz Navidad, que la luz de
Jesús ilumine vuestras casas.
NAVIDAD.
Monición de entrada.-
Muchos años después que Dios hiciese a
nuestros primeros padres Adán y Eva y hablase a Noé, Abraham, Moisés, David y
los profetas.
Después de las olimpiadas y la fundación de
Roma, cuando no habían guerras, nació Jesús en Belén.
Hoy es la fiesta de la navidad, el día en el
que celebramos el nacimiento de Jesús y tenemos la alegría que tuvieron María,
José, los ángeles y los pastores.
Señor, ten piedad.-
Tú que nos naces hoy en esta iglesia. Señor, ten piedad.
Tú que nos naces hoy en nuestras casas.
Cristo, ten piedad. Tú que nos naces hoy en las casas de los pobres. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Te pedimos por el papa León para que tenga se
sienta muy querido por todos los niños del mundo. Te lo pedimos, Señor.
Te pedimos por la Iglesia, para que en ella
todos se encuentren contigo. Te lo
pedimos, Señor.
Te pedimos por el rey Felipe y su familia,
para que les ayudes a ser buena familia real. Te lo pedimos, Señor.
Te pedimos por las personas que estas
navidades estarán lejos de su familia, para que estés muy cerca de ellas. Te lo pedimos, Señor.
Te pedimos por los niños que no tienen comida
o están enfermos, para que pronto tengan comida y se curen. Te lo pedimos,
Señor.
Te pedimos por nuestras familias, para que
les des mucho amor. Te lo pedimos, Señor.
Te pedimos por nosotros, para que con
nuestros ojos alegren a las personas que nos encontramos. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias a la Virgen María.-
María, hoy queremos decirte que estamos muy
contentos. Queremos llevar la luz de navidad a todas las casas y de manera
especial a las casas donde hay personas que viven solas, tienen poca comida o
están enfermas.
Y ahora te pedimos que nos dejes el Niño
Jesús para que le demos un beso muy grande y lo besemos todos los que hoy
estamos en la iglesia.
SAGRADA FAMILIA.
Monición de entrada.-
Hoy es la fiesta de la Sagrada Familia.
Porque Jesús quiso tener un padre y una madre
que cuidaran de él y le hicieran feliz.
Nosotros, la familia de Jesús, hoy le damos
gracias a Dios por los esposos que este año han cumplido 25 y 50 años de
casados y por todas las personas que como María y José se quieren y forman una
familia.
Señor, ten piedad.
Tú que tuviste una familia. Señor, ten piedad.
Tú que tuviste a María y José por padres.
Cristo, ten piedad.
Tú que tuviste una casa donde vivías con
ellos. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por el Papa León que es el padre de la
familia de Jesús en la tierra. Te lo pedimos Señor.
Por todas las casas, para que no falte nunca
el amor y el trabajo. Te lo pedimos Señor.
Por los padres y las madres que están
enfermos, para que se curen pronto. Te lo pedimos Señor.
Por los padres y las madres que están lejos
de sus hijos, para que pronto estén juntos. Te lo pedimos Señor.
Y por nuestro pueblo, para que seamos una familia. Te lo pedimos
Señor.
Acción de gracias a la Virgen María.-
Virgen María, queremos darte las gracias por
nuestros abuelos y nuestros padres, porque ellos nos quieren mucho y nos
enseñan a querer a los hermanos, primos, tíos y familiares.
[1] Forma ritual usada en
le Europa medieval y en ciertas sociedades para averiguar la culpabilidad o
inocencia de una persona acusada, y de cuyas formas es el juicio de Dios.
