miércoles, 10 de abril de 2024

201. 3º de Pascua. 14 de abril de 2024.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 3, 13-15.17-19

En aquellos días, Pedro dijo al pueblo:

-El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello. Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.

 

Textos paralelos.

El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.

Ex 3, 6: Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.

Ex 3, 15: Esto dirás a los Israelitas: el Señor Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación.

El Dios de nuestros padres ha glorificado a su siervo Jesús.

Is 52, 13: Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.

A quien vosotros entregasteis.

Hch 2, 23: A este, entregado según el plan previsto por Dios, lo crucificasteis por mano de gente sin ley y le disteis muerte.

De quien renegasteis ante Pilato.

Lc 23, 22-23: Pues, ¿qué delito ha cometido? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Le impondré un castigo y lo dejaré libre. Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que lo crucificará; y redoblaban los gritos.

Pedisteis que os dejaran en libertad a un asesino.

Lc 23, 19: El cual estaba preso por un motín en la ciudad y un homicidio.

Lc 23, 25: Así que dejó libre al que tenía preso por motín y homicidio, al que pedían, y a Jesús lo entregó a su arbitrio.

Matasteis al jefe que conduce a la vida.

Hch 2, 23: A este, entregado según el plan previsto por Dios, lo crucificasteis por mano de gente sin ley y le disteis muerte.

Nosotros somos testigos de ello.

Hch 1, 8: Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.

Obrasteis por ignorancia.

Hch 13, 27: Los vecinos de Jerusalén con sus jefes no lo acogieron a él ni las palabras de los profetas que se leen los sábados. Pero, al juzgarlo, las cumplieron.

Lo mismo que vuestros jefes.

1 Co 2, 8: Ningún príncipe de este mundo la conoció: pues que dé haberla conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria.

1 Tm 1, 13: Me tuvo compasión porque yo lo hacía por ignorancia y falta de fe.

De este modo Dios cumplió lo que había anunciado.

Lc 18, 31: Él gritó: Jesús, hijo de David, ten piedad de mí.

Convertíos para que vuestros pecados sean borrados.

Hch 2, 38: Pedro les contestó: Arrepentíos, bautizaos cada uno invocando el nombre de Jesucristo, para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Mt 3, 2: Arrepentíos, que está cerca el reinado de Dios.

 

Notas exegéticas.

3 13 (a) Los cristianos reconocen en Jesús al misterioso “Siervo” de Is 52, 13-53,12. La glorificación que Dios le ha concedido es su resurrección.

3 13 (b) Igual alusión al Canto del Siervo (Is 53, 12).

3 13 (c) Como Moisés también él figura de Cristo y rechazado por sus compatriotas.

3 14 (a) Variante: “vosotros oprimisteis”.

3 14 (b) Comparar con Hch 4, 27.30: Jesús es el “Siervo santo” de Dios. Es también “el Santo de Dios” y “el Santo” por excelencia.

3 15 El jefe que lleva a los suyos a la vida que le pertenece. La secuencia de la misa de Pascua recoge la expresión: Dux vitae mortuus regnat vivus. Parecido título de “jefe” se da a Moisés, figura de Cristo.

3 17 Parece aludir a Lc 23, 34. Esta ignorancia en el desconocimiento del designio de Dios anunciado por los profetas. Aunque pueda ser considerada como una excusa, eso no impide que sea en sí una falta que aleja a los judíos de Dios, del mismo modo que otro tipo de ignorancia aleja a los paganos.

3 18 Esta afirmación explicita un aspecto fundamental de la fe y del mensaje apostólicos: el cumplimiento por parte de Dios, de sus profecías y sus promesas del AT. Inaugurado por la venida de Jesús, su Pasión y su Resurrección, este cumplimiento prosigue en el perdón de los pecados, el don del Espíritu, el desarrollo de la predicación apostólica y la constitución de la Iglesia, a la espera de la venida gloriosa de Cristo.

3 19 Por la “conversión”, el hombre “se vuelve, se da media vuelta”, espiritualmente. Los gentiles deben volver a Dios abandonando los ídolos; los judíos deben convertirse al Señor reconociendo a Jesús como Señor. Los términos se hallan invertidos en Lc 1, 16.

 

Salmo responsorial

Salmo 4, 2.4.7.9

 

Haz brillar sobre nosotros, Señor,

la luz de tu rostro. R/.

Escúchame cuando te invoco, Dios de mi justicia;

tú que en el aprieto me diste anchura,

ten piedad de mí y escucha mi oración. R/.

 

Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,

y el Señor me escuchará cuando lo invoque. R/.

 

Hay muchos que dicen: “¿Quién nos hará ver la dicha,

si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?”. R/.

 

En paz me acuesto y enseguida me duermo,

porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.  R/.

 

Textos paralelos.

Muchos dicen: “¿Quién nos hará ver la dicha?”.

Nm 6, 25: El Señor te muestre su rostro radiante y tenga piedad de ti.

¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!

Pr 16, 15: El rostro sereno del rey trae la vida, su favor es nube que trae lluvia.

Dn 9, 17: Ahora, pues, Dios nuestro, escucha la oración y las súplicas de tu siervo, mira benévolo a tu santuario asolado, ¡Señor mío, por tu honor!

En paz me acuesto y enseguida me duermo.

Sal 3, 6: Me acuesto y me duermo, me despierto, porque el Señor me sostiene.

 

Notas exegéticas.

4 Salmo de confianza y de gratitud para con Dios, de quien únicamente procede la felicidad. Los vv. 5 y 9 hacen de él una oración de la tarde.

4 1 La expresión “maestro de coro” se encuentra 55 veces en el Salterio. Designaría una recopilación de salmos del levita encargado de dirigir el canto en el Templo. El Tárgum dice “para alabar”; griego “para el final”; Áquila y Jerónimo “al vencedor”; Simaco “victorioso”; Teodoción “para la victoria”.

4 7 Expresión bíblica, frecuente en el Salterio, relativa a la benevolencia de Dios o de los reyes. El “rostro” es el aspecto exterior de algo, o de un hombre, cuyos pensamientos y sentimientos hace visibles. Puede, pues, designar la personalidad (“mi rostro” = yo) y su presencia, muy en especial a propósito de Dios cuando se dirige al hombre. Como el hombre no puede ver a Dios, Dios no “hace brillar la luz de su rostro” más que en un sentido atenuado. Así hay que entender igualmente los pasajes en que el hombre busca a Dios o lo contempla. La traducción del griego y de la Vulgata: “La luz ce tu rostro está sellada (o: impresa) en nosotros” se ha de interpretar del alma creada a imagen de Dios y marcada con el sello bautismal, que hace del cristiano un “hijo de luz”.

 

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2, 1-5a.

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: “Yo lo conozco”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.

 

Textos paralelos.

 Os escribo esto para que no pequéis.

1 Jn 3, 6: Quien permanece con él no peca; quien peca no lo ha visto ni conocido.

Jesucristo, el Justo.

Hb 7, 25: así puede salvar plenamente a los que por su medio acuden a Dios, pues vive siempre para interceder por ellos.

Hb 8, 6: Ahora bien, a él le toca un ministerio superior, ya que es mediador de una alianza mejor, instituida sobre promesas mejores.

Él es víctima propiciatoria.

Jn 14, 16: Y pediré al Padre que os envíe otro Valedor que esté con vosotros siempre.

Por nuestros pecados.

Hch 3, 14: Vosotros rechazasteis al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida.

1 Jn 4, 10: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para expiar nuestros pecados.

Pero no solo por los nuestros.

Rm 3, 25: Dios lo destinó a ser con su sangre instrumento de expiación para los que creen. Dios mostraba así su justicia cuando pacientemente pasaba por alto los pecados de antaño.

Sino también por los del mundo entero.

Jn 4, 42: Y a la mujer le decían: Ya no creemos por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo.

Si cumplimos sus mandamientos.

1 Jn 1, 3: Lo que vimos y oímos os lo anunciamos también a vosotros para que compartáis nuestra vida, como nosotros la compartimos con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

1 Jn 1, 7: Pero caminamos en la luz, como él está en la luz, compartimos nuestra vida y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.

Quien dice “Yo le conozco”.

Jn 10, 14: Yo soy el buen pastor: conozco a las mías y ellas me conocen.

Pero quien guarda su palabra.

1 Jn 4, 20: Si uno ama a Dios mientras odia a su hermano, miente; pues si no ama al hermano suyo a quien ve, no puede amar al Dios a quien no ve.

Tenga por cierto que el amor de Dios.

1 Jn 3, 19: Así conoceremos que procedemos de la verdad y ante él tendremos la conciencia tranquila.

Ha llegado en él a su plenitud.

Jn 8, 32: Le contestaron: Somos del linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Por qué dices que seremos libres?

En esto conocemos que estamos en él.

Jn 14, 21: Quien conserva y guarda mis mandamientos, ese sí que me ama. A quien me ama lo amará mi Padre, lo amaré yo y me manifestará a él.

Jn 14, 23: Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en é.

 

Notas exegéticas.

2 1 Lit. “paráclito”. Jesús y el Espíritu reciben el mismo título, para dos misiones diferentes y simultáneas (después de Pascua), conforme a los dos sentidos del término: Jesús resucitado intercede ante el Padre; el Espíritu interviene en el corazón de los creyentes.

2 2 Esta fórmula, que reaparecerá en 4, 10, proviene del vocabulario sacrificial del AT (p.e. Ex 29, 36-37). Aquí evoca el sacrificio voluntario de Jesús en la cruz, víctima expiatoria que ahora intercede por nosotros ante su Padre.

2 3 Este conocimiento es la fe que empeña toda la conducta, de manera que la conducta es el criterio para conocer la vida en Cristo.

2 4 Adicción: “de Dios”.

2 6 Se trata del amor que Dios nos tiene, más que del amor que nosotros tenemos a Dios.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:

-Paz a vosotros.

Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo:

-¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

-¿Tenéis ahí algo de comer?

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:

-Esto es lo que dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí.

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo:

Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

 

Textos paralelos.

 

Lc 24, 36-49

Jn 20, 19-23

Estaban hablando de ello, cuando

 

 

 

 

se presentó Jesús en medio de ellos

 

y les dijo:

-La paz esté con vosotros.

 

Espantados y temblando de miedo, pensaban que era un fantasma.

Pero él les dijo:

-¿Por qué estáis turbados?, ¿por qué se os ocurren esas dudas?

 

Mirad mis manos y mis pies, que soy el mismo. Tocad y ved, que un fantasma no tiene carne y hueso, como veis que yo tengo.

Dicho esto, les mostró las manos y los pies.

 

Y, como no acababan de creer, de puro gozo y asombro, les dijo:

 

 

 

 

 

 

 

-¿Tenéis aquí algo de comer?

Le ofrecieron un trozo de pescado asado. Lo tomó y lo comió en su presencia.

 

Después les dijo:

-Esto es lo que os decía cuando todavía estaba con vosotros: que tenía que cumplirse en mí todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y los salmos.

 

Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran la Escritura. Y añadió:

 

-Así está escrito que el Mesías tenía que padecer y resucitar de la muerto; que en su nombre se predicaría la penitencia y perdón de pecados a todas las naciones, empezando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de ello.

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos.

 

 

Llegó Jesús, se colocó en medio

 

y les dice:

-Paz con vosotros.

 

 

 

 

 

 

 

Dicho esto, les mostró las manos y el costado.

 

 

 

 

 

 

 

Los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús repitió:

 

-Paz con vosotros. Como el Padre me envió, yo os envío a vosotros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:

 

 

 

 

 

 

 

 

-Recibid el Espíritu Santo.

A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los mantengáis les quedan mantenidos.

Como lo había reconocido al partir el pan.

Lc 24, 16: Pero tenían los ojos incapacitados para reconocerlo.

Sobresaltados y asustados, creyeron ver un espíritu.

Lc 1, 12: Al verlo, Zacarías se asustó y quedó sobrecogido de temor. 

Lc 24, 16: Pedro, en cambio, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Se asomó y vio solo las sábanas; así que volvió a casa extrañado ante lo ocurrido.

Como no acaban de creérselo a causa de la alegría.

Mt 8, 10: Al oírlo, Jesús se admiró y dijo a los que lo seguían: Os aseguro, una fe semejante no la he encontrado en ningún israelita.

Lc 1, 14: Te llenará de gozo y alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento.

¿Tenéis algo de comer?

Jn 21, 5: Les dice Jesús: Muchachos, ¿tenéis algo de comer? Contestaron: no.

Lo tomó y comió delante de ellos.

Jn 21, 9-10: Cuando saltaron a tierra, ven unas brasas preparadas y encima pescado y pan. Les dice Jesús: Traed algo de lo que habéis pescado ahora.

Jn 21, 13: Llega Jesús, toma pan y se lo reparte y lo mismo el pescado.

Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés.

Lc 9, 22: Y añadió: Este Hombre tiene que sufrir mucho, ser reprobado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, tiene que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Lc 24, 25-26: Jesús les dijo: ¡Qué necios y torpes para creer cuanto dijeron los profetas! ¿No tenía que padecer eso para entrar en su gloria?

Abrió sus mentes para que comprendieran las Escrituras.

Mc 4, 13: Y añadió: Si no entendéis esta parábola, ¿cómo vais a entender las restantes?

Hch 2, 23: A este, entregado según el plan previsto por Dios, lo crucificasteis por mano de gente sin ley y le disteis muerte.

Resucitar de entre los muertos.

Hch 10, 40: Pero Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se apareciese.

Se predicaría en su nombre la conversión.

Mt 3, 2: Arrepentíos, que está cerca el reinado de Dios.

Mt 28, 18-20: Jesús se acercó y les habló: Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Por tanto, id a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizándolos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadlos a cumplir cuanto os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.

A todas las naciones.

Mc 16, 15-16: Y les dijo: Id por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad. Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará.

Empezando desde Jerusalén.

Lc 2, 38: [La profetisa Ana] Se presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a cuantos aguardaban el rescate de Jerusalén.

Ahora voy a enviar sobre vosotros la Promesa del Padre.

Hch 1, 8: Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.

Hch 1, 4: Estando comiendo con ellos, les encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran lo prometido por el Padre, lo que me habéis escuchado.

De momento permaneced en la ciudad.

Hch 2, 33: Exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo.

Ga 3, 14: Así la bendición de Abrahán, por medio de Cristo Jesús se extiende a los paganos, para que podamos recibir por la fe el Espíritu prometido.

Ef 1, 13: Por él, también vosotros, al escuchar el mensaje de la verdad, la buena noticia de vuestra salvación, creísteis en él y fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

24 35 Lucas, al emplear aquí este término técnico que repetirá en los Hechos 2, 42, piensa sin duda en la Eucaristía.

24 36 (a) A partir de aquí comienza la última sección del evangelio, donde Jesús introduce a los Once en la plenitud del mensaje de Pascua. Lc la construye ordenadamente; en los vv. 36-43 Jesús vence la incredulidad de loso apóstoles, ofreciendo señales de la realidad de su resurrección; en los vv. 44-49 les ayuda a comprender las escrituras y define la tarea que les compete como testigos de la resurrección; en los vv. 50-53 Lc concluye su libro presentando la manifestación del Señorío de Jesús reconocido por los suyos.

24 36 (b) Palabras ampliamente atestiguadas, pero ausentes de algunos testigos textuales valiosos. Numerosos críticos opinan que están tomadas de Jn 20, 19.

24 40 (a) Debe mantenerse este versículo a pesar de su omisión por buenos testigos.

24 40 (b) Como Lucas escribía para griegos y estos consideraban absurda la idea de la resurrección, insiste en la realidad física del cuerpo de Jesús resucitado.

24 42 Un buen número de testigos, realmente recientes, añaden “y miel (de panal)”. Pero se trata de una glosa inspirada probablemente en ciertos ritos bautismales.

24 44 (a) Todo parece ocurrir el mismo día, el día de la Resurrección. Hch 1, 1-8 supone por el contrario un período de cuarenta días.

24 44 (b) Esta denominación de la Escritura es original por el lugar que ocupan en ella los Salmos. La tradición evangélica utilizó ampliamente los Salmos como anunciadores de la Pasión. En los Hechos, Lucas los citará constantemente como profecías del misterio de Cristo.

24 46 Los vv. 46-48 incluyen todos los temas de la predicación apostólica tal como aparece en el libro de los Hechos: empleo de las Escrituras, predicación de la conversión y del perdón, papel de testigos conferido a los doce.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

35 La expresión literal del reconocimiento es: cómo llegó a ser conocido para ellos; o cómo se hizo cognoscible para ellos.

36-43 Esta aparición, entro otras, es difícil imaginarla sin cierta dosis de ternura y de humor en Jesús, al ver a los once “despavoridos”, “asustados”, “alarmados”, “dudosos”, “alegres”, “sorprendidos”; y, por supuesto, boquiabiertos y fuera de sí; ¿esta gente es la que “inventó” las apariciones de su Maestro?

37 Lo que menos esperaban los discípulos era ver a Jesús vivo; tan mal preparados estaban psicológicamente para las apariciones que, si aceptaron la verdad de la resurrección de Jesús, fue, como dice san León Magno, “no sin vacilar”.

38 VUESTRO INTERIOR: lit. el corazón de vosotros. “Levantarse un pensamiento en el corazón de uno” es un semitismo.

39-40 VED MIS MANOS Y MIS PIES: ante los suyos, el resucitado se identifica por las heridas de los clavos en la crucifixión.

41 DE (PURA) ALEGRÍA: lit. por la alegría, dato psicológico anotado por Lc, como en Hch 12, 14.

42 UN TROZO DE PEZ ASADO: una interpolación tardía añadió: “y de un panal de miel”.

44 ESTO ES… MIS PALABRAS: lit. estas (¿son?; ¿eran?; para SIGNIFICABAN las palabras de mí. // OS DIJE MIENTRAS ESTABA…: el texto distingue implícitamente dos tipos de presencia de Jesús: la de su vida mortal y la de su nueva situación de resucitado.

45 LES ABRIÓ LA INTELIGENCIA: lit. abrió la mente de ellos. “Abrir la inteligencia” es iluminarla, esclarecerla.

46-48 Está aquí concentrada la predicación de los primeros evangelizadores, testigos de Jesús, según nos la transmite Hch, que es el segundo relato de Lucas. // EN SU NOMBRE: basados en su nombre (= en él), que es garantía de “eficacia” según el estilo de Dios. El final del v. 47 y el comienzo del v. 48 puede leerse también, con otra puntuación: “… las naciones empezando a partir de Jerusalén. Vosotros (sois) testigos…”.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

24, 36-43 La aparición de Cristo a sus discípulos en el cenáculo aportó nuevas pruebas de su resurrección. Él les mostró las cicatrices de su pasión e incluso comió delante de ellos. Él no era solamente espíritu, sino que tenía un cuerpo material, aunque fue glorificado. Este testimonio rechaza cualquier conjetura de que su aspecto era ilusorio o metafórico y también nos instruye sobre la naturaleza de nuestros propios cuerpos resucitados. Cat. 644-645, 999-1000 y 2605.

24, 44-49 Al igual que hizo con los discípulos de Emaús, Cristo abrió la mente de los Apóstoles al significado de la Escritura. Él les encargó continuar y predicar el arrepentimiento y salvación de todas las personas pero les pidió que esperaran a “la promesa del Padre”, el Espíritu Santo que él enviaría. Una vez recibido el poder del Espíritu Santo, los discípulos de Cristo comenzarían la tarea evangelizadora de la Iglesia o de difusión de la Buena Nueva a todos los rincones del mundo. Cat. 108, 572, 627, 730, 981 y 1118-1122.

 

Catecismo de la Iglesia Católica

644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía: creen ver un espíritu. “No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados” (Lc 22, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda y, en la última aparición en Galilea referida por Mateo, “algunos sin embargo dudaron” (Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la Resurrección habría sido un “producto” de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nación – bajo la acción de la gracia divina – de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.

645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto y el compartir la comida. Les invita así a reconocer que él no es un espíritu, pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya que sigue llevando las huellas de la pasión. Este cuerpo auténtico y real posee, sin embargo, al mismo tiempo, las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre. Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero o bajo otra figura distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe.

999 ¿Cómo? Cristo resucitó con su propio cuerpo: “Mirad mis manos y mis pies, soy yo mismo” (Lc 24, 39); pero Él no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en él “todos resucitarán con su propio cuerpo, del que ahora están revestidos” (C. Lateranense IV. cap. 1. De fide catholica), pero este cuerpo será transfigurado en cuerpo de gloria, en cuerpo espiritual.

1000 Este como ocurrirá la resurrección sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento: no es accesible más que en la fe. Pero nuestra participación en la Eucaristía nos da ya un anticipo de la transfiguración de nuestro cuerpo por Cristo. “Así como el pan que viene de la tierra, después de haber recibido la invocación de Dios, ya no es pan ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos cosas, una terrena y otra celestial, así nuestros cuerpos que participan en la Eucaristía ya no son corruptibles, ya que tienen la esperanza en la resurrección”  (S. Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 4).

572 La Iglesia permanece fiel a la interpretación de todas las Escrituras dada por Jesús mismo, tanto antes como después de su Pascua: “¿No era necesario que Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?” (Lc 24, 26-27.44-45). Los padecimientos de Jesús han tomado una forma histórica concreta por el hecho de haber sido “reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas” (Mc 8, 31), que lo “entregaron a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle” (Mt 20, 19).

730 Jesús entrega su espíritu en las manos del Padre en el momento en que por su Muerte es vencedor de la muerte, de modo que resucitado de los muertos por la gloria del Padre en seguida da a sus discípulos el Espíritu Santo exhalando sobre ellos su aliento. A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia: “Como el Padre me ha enviado, así también yo os envío” (Jn 20, 21).

981 Cristo, después de la resurrección, envió a sus Apóstoles a predicar en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones. Este misterio de la reconciliación no lo cumplieron los Apóstoles y sus sucesores anunciando solamente a los hombres el perdón de Dios merecido para nosotros por Cristo y llamándoles a la conversión y a la fe, sino comunicándoles también la remisión de los pecados por el Bautismo y reconciliándolos con Dios y con la Iglesia gracias al poder de las llaves recibido de Cristo.

 

Concilio Vaticano II

La economía del Antiguo Testamento estaba orientada sobre todo a preparar, anunciar proféticamente (cf. Lc 24, 44) y significar en diversidad de figuras la venida de Cristo, redentor universal, y del Reino mesiánico. Los libros del Antiguo Testamento, según la condición del género humano anterior a la salvación instaurada por Cristo, manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, así como los modos con los que Dios justo y misericordioso trata con los hombres. Estos libros, aunque contienen también elementos imperfectos y temporales, demuestran, sin embargo, una verdadera pedagogía divina. Por ello, estos mismos libros, que expresan un vivo sentido de Dios, en los que se esconden sublimes doctrinas acerca de Dios y una saludable sabiduría acerca de la vida del hombre así como admirables tesoros de plegarias, en los que, por último, está latente el misterio de nuestra salvación, han de ser acogidos por los cristianos con devoción.

Dei Verbum, 15.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Cuando aquellos dos le reconocieron en la fracción del pan, nadie debe dudar de que se trataba del sacramento que a todos nos reúne cuando lo conocemos.

Agustín, Cartas, 149, 3, 32. 3, pg. 503.

El Señor fue reconocido por aquellos discípulos, y desde ese momento ya no se dejó ver en ningún lado. Se alejó de ellos corporalmente, a la vez que lo tenían consigo mediante la fe. He aquí el motivo por el que nuestro Señor se ausentó de toda la Iglesia y subió al cielo: para edificar la fe.

Agustín, Sermón, 235, 4. 3, pg. 503.

Para esto se encarnó, para esto sufrió y resucitó de entre los muertos, para llevarnos mediante la reconciliación a la paz de Dios a nosotros, que pecando habíamos caído en la ira de Dios.

Beda, Homilías sobre los Evangelios, 2, 9. 3, pg. 506.

 

San Agustín.

A Cristo no le hemos visto, pero si a ella [la Iglesia]; creamos lo que se nos dice de él. Los apóstoles, por el contrario, le veían a él y creían lo referente a ella. Ellos veían una cosa y creían la otra; nosotros también, puesto que vemos una, creemos la otra. Ellos veían a Cristo y creían en la Iglesia que no veían; nosotros que vemos la Iglesia, creamos también en Cristo a quien no vemos y, agarrándonos a lo que vemos llegaremos a quien aún no vemos. Conociendo, pues, al esposo y a la esposa, reconozcámoslos en el acta de su matrimonio para que tan santas nupcias no sean objeto de litigio.

Sermón 238, 2-3. I, pg. 492-493.

 

S. Juan de Ávila

Un día de aquella semana. En medio (Lc 24, 36). Este es el lugar suyo: medio de animales nace, doctores disputar latronum figitur, apparet in medio [es crucificado entre ladrones]. Medio inter Padre y Espíritu Santo. Vino a ser de medio entre Dios y hombre, mediator, y en la gloria medio beatorum [centro de la visión beatífica].

Martes de Pascua, 1. OC III, pg. 227.

Y como suelen tomar insignias de sus romerías en testimonio de habellas andado, como los que vienen de Santiago cargados de veneras[1]; de azebaches, de Monserrate; ciertas imagines de Guadalupe; tomó Cristo veneras aquellas llagas preciosas, quedaron señallados pies, mano e costado. Videte quia ego sum el romero (cf. Lc 24, 39).

Lunes de Pascua, 8. OC III, pg. 222.

¿No sabéis, hermana, que cuando el Señor resucitó y apareció a sus discípulos se puso en medio de ellos (Lc 24, 36), y no a la cabecera ni en otra parte? Y esto, ¿para qué, sino para que entendiésemos que está en medio de nosotros y que no podemos querer ni hacer mal a nadie sin que primero le hagamos a Él? Quien al prójimo quiere mal, a Cristo, que es su cabeza, quiere mal; y quien a Cristo quiera mal, mejor el fuera no haber nacido, pues no sabe conocer aquello para que fue criado, que es para amar a este Señor.

A una persona que deseaba servir a Dios. OC IV, pg. 280.

 

San Oscar Romero.

La Iglesia en este domingo ha dado un aporte muy valioso. Desde la liturgia de la palabra, ha señalado cómo Cristo ha infundido un nuevo espíritu a la humanidad: su mismo Espíritu de resucitado, Espíritu de esperanza, Espíritu de fe. De ese Espíritu ha brotado la comunidad cristiana que es comunidad de fe y de esperanza, comunidad de amor. Logremos realizar entre nosotros esa comunidad de fe y de amor. Comunidades de las parroquias, comunidades de base, comunidad de la Arquidiócesis, hagamos empeño de que este soplo de Cristo no se quede inutilizado entre nosotros. Contamos con la fuerza del Resucitado y nuestra Iglesia tiene que florecer si de verdad somos dóciles a ese soplo que Cristo imprimió a nosotros, su Iglesia, en la misma noche de la Pascua. Así sea...

Homilía, 22 de abril de 1979.

 

Papa Francisco. Regina Coeli. 19 de abril de 2015

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

En las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy resuena dos veces la palabra «testigos». La primera vez es en los labios de Pedro: él, después de la curación del paralítico ante la puerta del templo de Jerusalén, exclama: «Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello» (Hch 3, 15). La segunda vez, en los labios de Jesús resucitado: Él, la tarde de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: «Vosotros sois testigos de esto» (Lc 24, 48). Los apóstoles, que vieron con los propios ojos al Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se había mostrado a ellos para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo.

Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y cuenta. Ver, recordar y contar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el acontecimiento. Por eso recuerda, no sólo porque sabe reconstruir de modo preciso los hechos sucedidos, sino también porque esos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo cuenta, no de manera fría y distante sino como uno que se ha dejado cuestionar y desde aquel día ha cambiado de vida. El testigo es uno que ha cambiado de vida.

El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han tenido una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su continua conversión en la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, cada cristiano puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho más creíble cuando más transparenta un modo de vivir evangélico, gozoso, valiente, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por las comodidades, las vanidades, el egoísmo, si se convierte en sordo y ciego ante la petición de «resurrección» de tantos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?

Que María, nuestra Madre, nos sostenga con su intercesión para que podamos convertirnos, con nuestros límites, pero con la gracia de la fe, en testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que nos encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz.

 

 Papa Francisco. Regina Coeli. 15 de abril de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el centro de este tercer domingo de Pascua está la experiencia del Resucitado hecha por sus discípulos, todos juntos. Eso se evidencia especialmente en el Evangelio que nos introduce de nuevo otra vez en el Cenáculo, donde Jesús se manifiesta a los apóstoles, dirigiéndoles este saludo: «La paz con vosotros» (Lucas, 24, 36). Es el saludo del Cristo Resucitado, que nos da la paz: «La paz con vosotros». Se trata tanto de la paz interior, como de la paz que se establece en las relaciones entre las personas. El episodio contado por el evangelista Lucas insiste mucho en el realismo de la Resurrección. Jesús no es un fantasma. De hecho, no se trata de una aparición del alma de Jesús, sino de su presencia real con el cuerpo resucitado.

Jesús se da cuenta de que los apóstoles están desconcertados al verlo porque la realidad de la Resurrección es inconcebible para ellos. Creen que están viendo un espíritu pero Jesús resucitado no es un espíritu, es un hombre con cuerpo y alma. Por eso, para convencerlos, les dice: «Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo» (v. 39). Y puesto que esto parece no servir para vencer la incredulidad de los discípulos, el Evangelio dice también una cosa interesante: era tanta la alegría que tenían dentro que esta alegría no podían creerla: «¡No puede ser! ¡No puede ser así! ¡Tanta alegría no es posible!». Y Jesús, para convencerles, les dice: «¿Tenéis aquí algo de comer?» (v. 41). Ellos le ofrecen un pez asado; Jesús lo toma y lo come frente a ellos, para convencerles.

La insistencia de Jesús en la realidad de su Resurrección ilumina la perspectiva cristiana sobre el cuerpo: el cuerpo no es un obstáculo o una prisión del alma. El cuerpo está creado por Dios y el hombre no está completo sino es una unión de cuerpo y alma. Jesús, que venció a la muerte y resucitó en cuerpo y alma, nos hace entender que debemos tener una idea positiva de nuestro cuerpo. Este puede convertirse en una ocasión o en un instrumento de pecado, pero el pecado no está provocado por el cuerpo, sino por nuestra debilidad moral. El cuerpo es un regalo maravilloso de Dios, destinado, en unión con el alma, a expresar plenamente la imagen y semejanza de Él. Por lo tanto, estamos llamados a tener un gran respeto y cuidado de nuestro cuerpo y el de los demás. Cada ofensa o herida o violencia al cuerpo de nuestro prójimo, es un ultraje a Dios creador. Mi pensamiento va, en particular para los niños, las mujeres, los ancianos maltratados en el cuerpo.

En la carne de estas personas encontramos el cuerpo de Cristo. Cristo herido, burlado, calumniado, humillado, flagelado, crucificado... Jesús nos ha enseñado el amor. Un amor que, en su Resurrección demostró ser más poderoso que el pecado y que la muerte, y quiere salvar a todos aquellos que experimentan en su propio cuerpo las esclavitudes de nuestros tiempos. En un mundo donde prevalece la prepotencia contra los más débiles y el materialismo que sofoca el espíritu, el Evangelio de hoy nos llama a ser personas capaces de mirar profundamente, llenas de asombro y gran alegría por haber encontrado al Señor resucitado. Nos llama a ser personas que saben recoger y valorar la novedad de vida que Él siembra en la historia, para orientarla hacia los cielos nuevos y la tierra nueva. Que nos sostenga en este camino la Virgen María, a cuya materna intercesión nos encomendamos con confianza.

 

Papa Francisco. Regina Coeli. 18 de abril de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este tercer domingo de Pascua, volvemos a Jerusalén, al Cenáculo, como guiados por los dos discípulos de Emaús, que habían escuchado con gran emoción las palabras de Jesús en el camino y luego lo reconocieron «al partir el pan» (Lc 24, 35). Ahora, en el Cenáculo, Cristo resucitado se presenta en medio del grupo de discípulos y los saluda: «¡La paz con vosotros!» (v. 36). Pero estaban asustados y creían «ver un espíritu », así dice el Evangelio (v. 37). Entonces Jesús les muestra las llagas de su cuerpo y dice: «Mirad mis manos y mis pies —las llagas—; soy yo mismo. Palpadme» (v. 39). Y para convencerlos, les pide comida y la come ante su mirada atónita (cf. vv. 41-42).

Hay un detalle aquí en esta descripción. El Evangelio dice que los apóstoles “por la gran alegría no acababan de creerlo”. Tal era la alegría que tenían que no podían creer que fuera verdad. Y un segundo detalle: estaban atónitos, asombrados, asombrados porque el encuentro con Dios siempre te lleva al asombro: va más allá del entusiasmo, más allá de la alegría, es otra experiencia. Y estos estaban alegres, pero una alegría que les hacía pensar: pero no, ¡esto no puede ser verdad!.... Es el asombro de la presencia de Dios. No olvidéis esto estado de ánimo, que es tan hermoso.

Este pasaje evangélico se caracteriza por tres verbos muy concretos, que en cierto sentido reflejan nuestra vida personal y comunitaria: mirar, tocar y comer. Tres acciones que pueden dar la alegría de un verdadero encuentro con Jesús vivo.

Mirar. “Mirad mis manos y mis pies” —dice Jesús. Mirar no es solo ver, es más, también implica intención, voluntad. Por eso es uno de los verbos del amor. La madre y el padre miran a su hijo, los enamorados se miran recíprocamente; el buen médico mira atentamente al paciente... Mirar es un primer paso contra la indiferencia, contra la tentación de volver la cara hacia otro lado ante las dificultades y sufrimientos ajenos. Mirar. Y yo, ¿veo o miro a Jesús?

El segundo verbo es tocar. Al invitar a los discípulos a palparle, para que constaten que no es un espíritu —¡palpadme! —, Jesús les indica a ellos y a nosotros que la relación con él y con nuestros hermanos no puede ser “a distancia”, no existe un cristianismo a distancia, no existe un cristianismo solo a nivel de la mirada. El amor pide mirar y también pide cercanía, pide el contacto, compartir la vida. El buen samaritano no solo miró al hombre que encontró medio muerto en el camino: se detuvo, se inclinó, curó sus heridas, lo tocó, lo subió a su montura y lo llevó a la posada. Y lo mismo ocurre con Jesús: amarlo significa entrar en una comunión de vida, una comunión con él.

Y pasamos al tercer verbo, comer, que expresa bien nuestra humanidad en su indigencia más natural, es decir, la necesidad de nutrirnos para vivir. Pero comer, cuando lo hacemos juntos, en familia o con amigos, también se convierte en expresión de amor, expresión de comunión, de fiesta... ¡Cuántas veces los Evangelios nos muestran a Jesús que vive esta dimensión convival! Incluso como Resucitado, con sus discípulos. Hasta el punto de que el banquete eucarístico se ha convertido en el signo emblemático de la comunidad cristiana. Comer juntos el cuerpo de Cristo: este es el centro de la vida cristiana.

Hermanos y hermanas, este pasaje del Evangelio nos dice que Jesús no es un “espíritu”, sino una Persona viva; que Jesús cuando se acerca a nosotros nos llena de alegría, hasta el punto de no creer, y nos deja asombrados, con ese asombro que solo da la presencia de Dios, porque Jesús es una Persona viva. Ser cristianos no es ante todo una doctrina o un ideal moral, es una relación viva con él, con el Señor Resucitado: lo miramos, lo tocamos, nos alimentamos de él y, transformados por su amor, miramos, tocamos y nutrimos a los demás como hermanos y hermanas. Que la Virgen María nos ayude a vivir esta experiencia de gracia.

 

 Benedicto XVI. Regina Coeli. 30 de abril de 2006.

En el tiempo pascual la liturgia nos ofrece múltiples estímulos para fortalecer nuestra fe en Cristo resucitado. En este III domingo de Pascua, por ejemplo, san Lucas narra cómo los dos discípulos de Emaús, después de haberlo reconocido "al partir el pan", fueron llenos de alegría a Jerusalén para informar a los demás de lo que les había sucedido. Y precisamente mientras estaban hablando, el Señor mismo se apareció mostrando las manos y los pies con los signos de la pasión. Luego, ante el asombro y la incredulidad de los Apóstoles, Jesús les pidió pescado asado y lo comió delante de ellos (cf. Lc 24, 35-43).

En este y en otros relatos se capta una invitación repetida a vencer la incredulidad y a creer en la resurrección de Cristo, porque sus discípulos están llamados a ser testigos precisamente de este acontecimiento extraordinario. La resurrección de Cristo es el dato central del cristianismo, verdad fundamental que es preciso reafirmar con vigor en todos los tiempos, puesto que negarla, como de diversos modos se ha intentado hacer y se sigue haciendo, o transformarla en un acontecimiento puramente espiritual, significa desvirtuar nuestra misma fe. "Si no resucitó Cristo —afirma san Pablo—, es vana nuestra predicación,  es vana también vuestra fe" (1 Co 15, 14).

En los días que siguieron a la resurrección del Señor, los Apóstoles permanecieron reunidos, confortados por la presencia de María, y después de la Ascensión perseveraron, juntamente con ella, en oración a la espera de Pentecostés. La Virgen fue para ellos madre y maestra, papel que sigue desempeñando con respecto a los cristianos de todos los tiempos. Cada año, en el tiempo pascual, revivimos más intensamente esta experiencia y, tal vez precisamente por esto, la tradición popular ha consagrado  a  María  el  mes de mayo, que normalmente cae entre Pascua y Pentecostés. Por tanto, este mes, que comenzamos mañana, nos ayuda a redescubrir la función materna que ella desempeña en nuestra vida, a fin de que seamos siempre discípulos dóciles y testigos valientes del Señor resucitado.

A María le encomendamos las necesidades de la Iglesia y del mundo entero, especialmente en este momento lleno de sombras. Invocando también la intercesión de san José, a quien mañana recordaremos de modo particular con el pensamiento proyectado al mundo del trabajo, nos dirigimos a ella con la oración del Regina caeli, plegaria que nos hace gustar la alegría confortadora de la presencia de Cristo resucitado.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 26 de abril de 2009.

Queridos hermanos y hermanas:

Mientras estamos a punto de concluir esta solemne celebración, deseo dirigiros un saludo cordial a todos vosotros, que habéis querido venir personalmente a rendir homenaje a los nuevos santos. Expreso ante todo mi agradecimiento a la delegación del Gobierno italiano y a las demás autoridades civiles, en particular a los alcaldes y a los prefectos de las ciudades de los cuatro paisanos suyos elevados hoy al honor de los altares.

Saludo a la delegación de la Orden de Malta. Con gran afecto doy las gracias a los numerosos peregrinos provenientes de muchas partes de Italia. Deseo que esta peregrinación, vivida en el signo de la santidad y confirmada por la gracia del Año paulino, ayude a cada uno a "correr" con más alegría y más impulso hacia "la meta" final, hacia "el premio que Dios nos llama a recibir en el cielo en Cristo Jesús" (cf. Flp 3, 13-14).

En este contexto me complace mencionar también la Jornada de la Universidad católica del Sagrado Corazón, que se celebra hoy. A cincuenta años de la muerte de su fundador, el padre Agostino Gemelli, deseo que la Universidad católica sea siempre fiel a sus principios inspiradores para seguir ofreciendo una buena formación a las generaciones jóvenes.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 22 de abril de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, tercer domingo de Pascua, encontramos en el Evangelio según san Lucas a Jesús resucitado que se presenta en medio de los discípulos (cf. Lc 24, 36), los cuales, incrédulos y aterrorizados, creían ver un espíritu (cf. Lc 24, 37). Romano Guardini escribe: «El Señor ha cambiado. Ya no vive como antes. Su existencia ... no es comprensible. Sin embargo, es corpórea, incluye... todo lo que vivió; el destino que atravesó, su pasión y su muerte. Todo es realidad. Aunque haya cambiado, sigue siendo una realidad tangible» (Il Signore. Meditazioni sulla persona e la vita di N.S. Gesù Cristo, Milán 1949, p. 433). Dado que la resurrección no borra los signos de la crucifixión, Jesús muestra sus manos y sus pies a los Apóstoles. Y para convencerlos les pide algo de comer. Así los discípulos «le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos» (Lc 24, 42-43). San Gregorio Magno comenta que «el pez asado al fuego no significa otra cosa que la pasión de Jesús, Mediador entre Dios y los hombres. De hecho, él se dignó esconderse en las aguas de la raza humana, aceptó ser atrapado por el lazo de nuestra muerte y fue como colocado en el fuego por los dolores sufridos en el tiempo de la pasión» (Hom. in Evang XXIV, 5: ccl 141, Turnhout, 1999, p. 201).

Gracias a estos signos muy realistas, los discípulos superan la duda inicial y se abren al don de la fe; y esta fe les permite entender lo que había sido escrito sobre Cristo «en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos» (Lc 24, 44). En efecto, leemos que Jesús «les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras y les dijo: “Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados... Vosotros sois testigos”» (Lc 24, 45-48). El Salvador nos asegura su presencia real entre nosotros a través de la Palabra y de la Eucaristía. Por eso, como los discípulos de Emaús, que reconocieron a Jesús al partir el pan (cf. Lc 24, 35), así también nosotros encontramos al Señor en la celebración eucarística. Al respecto, santo Tomás de Aquino explica que «es necesario reconocer, de acuerdo con la fe católica, que Cristo todo está presente en este sacramento... porque la divinidad jamás abandonó el cuerpo que había asumido» (S. Th. III, q. 76, a. 1).

Queridos amigos, en el tiempo pascual la Iglesia suele administrar la primera Comunión a los niños. Por lo tanto, exhorto a los párrocos, a los padres y a los catequistas a preparar bien esta fiesta de la fe, con gran fervor, pero también con sobriedad. «Este día queda grabado en la memoria, con razón, como el primer momento en que... se percibe la importancia del encuentro personal con Jesús» (Exhort. ap. postsin. Sacramentum caritatis, 19). Que la Madre de Dios nos ayude a escuchar con atención la Palabra del Señor y a participar dignamente en la mesa del sacrificio eucarístico, para convertirnos en testigos de la nueva humanidad.

 

Francisco. Catequesis. Vicios y virtudes. 14. La justicia.

Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua, buenos días!

Llegamos hoy a la segunda de las virtudes cardinales: vamos a hablar de la justicia. Es la virtud social por excelencia. El Catecismo de la Iglesia Católica la define así: «La virtud moral qe consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido» (n. 1807). Esta es la justicia. A menudo, cuando se nombra la justicia, se cita también el lema que la representa: “unicuique suum”, o sea, “a cada uno lo suyo”. Es la virtud del derecho, que trata de regular las relaciones entre las personas con equidad.

Está representada alegóricamente por la balanza, porque su objetivo es "igualar las cuentas" entre los hombres, sobre todo cuando corren el riesgo de verse distorsionadas por algún desequilibrio. Su finalidad es que en una sociedad cada uno sea tratado según su dignidad. Pero los antiguos maestros ya enseñaban que esto requiere también otras actitudes virtuosas, como la benevolencia, el respeto, la gratitud, la afabilidad, la honestidad: virtudes que contribuyen a la buena convivencia entre las personas. La justicia es una virtud para una buena convivencia entre las personas.

Todos comprendemos que la justicia es fundamental para la convivencia pacífica en la sociedad: un mundo sin leyes que respeten los derechos sería un mundo en el que es imposible vivir, se parecería a una jungla. Sin justicia no hay paz. Sin justicia no hay paz. De hecho, si no se respeta la justicia, se generan conflictos. Sin justicia, se ratifica la ley del fuerte sobre los débiles, y eso no es justo.

Pero la justicia es una virtud que actúa tanto en lo grande como en lo pequeño: no sólo concierne a las salas de los tribunales, sino también a la ética que caracteriza nuestra vida cotidiana. Establece relaciones sinceras con los demás: cumple el precepto del Evangelio según el cual el hablar cristiano debe ser: «“Sí, sí”, “No, no”; Todo lo que se dice de más, procede del Maligno.» (Mt 5,37). Las medias verdades, los discursos sutiles que buscan engañar al prójimo, las reticencias que ocultan las verdaderas intenciones, no son actitudes acordes con la justicia. La persona justa es recta, sencilla y directa, no usa máscaras, se presenta tal como es, dice la verdad. En sus labios se encuentra a menudo la palabra "gracias": sabe que, por más que nos esforcemos para ser generosos, estamos siempre en deuda con nuestro prójimo. Si amamos es también porque hemos sido amados primero.

 

En la tradición se pueden encontrar innumerables descripciones de la persona justa. Veamos algunas de ellas. La persona justa venera las leyes y las respeta, sabiendo que son una barrera que protege a los indefensos de la arrogancia de los poderosos. La persona justa no sólo se preocupa por su bienestar individual, sino que quiere el bien de toda la sociedad. Por eso, no cede a la tentación de pensar sólo en sí mismo y de ocuparse de sus propios asuntos, por legítimos que sean, como si fueran lo único que existe en el mundo. La virtud de la justicia evidencia -y pone la exigencia en el corazón- que no puede haber verdadero bien para mí si no hay también el bien de todos.

Por eso, la persona justa vigila su propio comportamiento para que no perjudique a los demás: si comete un error, pide perdón. La persona justa siempre pide disculpas. En algunas situaciones es capaz de sacrificar un bien personal para ponerlo a disposición de la comunidad. Desea una sociedad ordenada, en la que sean las personas las que den lustre a los cargos, y no los cargos los que den lustre a las personas. Aborrece el favoritismo y no comercia con favores. Ama la responsabilidad y es ejemplar viviendo y promoviendo la legalidad.

Además, el justo rehúye comportamientos nocivos como la calumnia, el falso testimonio, el fraude, la usura, la burla, la deshonestidad. El justo mantiene la palabra dada, devuelve lo que ha recibido prestado, reconoce un salario justo a los trabajadores: la persona que no reconoce el justo salario a los trabajadores, no es justa, es injusta.

Nadie sabe si en nuestro mundo las personas justas son numerosas o escasas como perlas preciosas. Sin embargo, son personas que atraen gracia y bendiciones tanto sobre sí mismas como sobre el mundo en el que viven. Los justos no son moralistas que se erigen en censores, sino personas rectas que "tienen hambre y sed de justicia" (Mt 5,6), soñadores que custodian en su corazón el deseo de una fraternidad universal. Y de este sueño, especialmente hoy en día, todos tenemos una gran necesidad. Necesitamos ser hombres y mujeres justos, y esto nos hará felices.

 

MISA DE NIÑOS. IV DOMINGO DE T.P. DOMINGO DEL BUEN PASTOR.

Monición de entrada.

Buenos días:

Este domingo la iglesia tiene la fiesta de Jesús, el Buen Pastor.

Porque Jesús es como los pastores, nos cuida y alimenta.

Así lo va a hacer en misa, donde nos hablará al corazón.

Y nos alimentará con la comunión.

 

 Señor, ten piedad.

Tú que eres el Buen Pastor Señor, ten piedad.

Tú que cuidas de nosotros. Cristo, ten piedad.

Tú que nos alimentas. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco, nuestro obispo Enrique y los obispos, para que sean como Jesús, el Buen Pastor. Te lo pedimos Señor.

-Por todos los que somos cristianos, para que formemos un solo rebaño. Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que mandan, para que ayuden a todos con todo su corazón. Te lo pedimos, Señor.

-Por las catequistas, para que cuides de ellas que nos quieren como tú nos quieres. Te lo pedimos, Señor.

-Por los jóvenes, para que escuchen la llamada de Dios a ser sacerdotes, frailes o monjas. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros para que ayudemos a la Iglesia en el cuidado de todas las personas, especialmente las pobres. Te lo pedimos Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María ayer fue la fiesta de la Divina Pastora, un cuadro en el que tú estás pintada como pastora y que en muchos pueblos va por las casas. Te damos gracias por cuidar de nosotros y de las casas donde pasas tres días.

 

 

EXPERIENCIA.

https://www.youtube.com/watch?v=5JqDApWsdG8

¿Cómo te has sentido mientras escuchabas el vídeo?

¿Qué es lo que haces normalmente?, ¿cuál es tu vida cotidiana?, ¿quiénes te acompañan?

Dale gracias a Dios por esos momentos que son los puntos de colores de un lienzo, cada uno de ellos forma parte del cuadro de tu vida.

Lee detenidamente las frases del vídeo.

¿Qué aporta la fe a la vida diaria?

 

REFLEXIÓN.

Lee el evangelio de este domingo.

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:

-Paz a vosotros.

Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo:

-¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

-¿Tenéis ahí algo de comer?

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:

-Esto es lo que dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí.

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo:

Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

Pide a Jesús te conceda el don del Espíritu para que abra tu mente, tu corazón y tu voluntad y así puedas comprender el mensaje que Dios quiere dirigirte en estos momentos.

Lee de nuevo el texto, pausadamente, imaginando el lugar, las personas, los sentimientos que irradian en los ojos, los labios, las manos.

Detente en los gestos de Jesús.

Sitúate dentro de la escena. Tú eres uno de ellos. Te cuesta entender lo de la resurrección, tienes tus miedos. Mira como te mira Jesús.

¿Qué te está diciendo el texto?

Repite alguna de las frases, la que más sientas dirigida a ti.

Habla con Jesús como hablarías con un amigo, contándole como te encuentras, tus vivencias cotidianas,…

Reza un Padrenuestro.

 

COMPROMISO.

Jesús se presenta con las llagas, los estigmas, de la pasión. Mira a los demás con esta mirada. Muchas veces en el fondo de una mala respuesta o un enfado, hay una llaga que sangra. Quienes no comprendes comparten contigo las llagas del corazón.

 

CELEBRACIÓN.

Mira este vídeo de Taizé https://www.youtube.com/watch?v=go1-BoDD7CI

Si tienes una candela o una vela, enciéndela,  apaga las luces de tu habitación, escucha el Nada te turbe mirando el vídeo y/o la luz.



[1] Del latín veneira, y este derivado de Venus, -eris, ‘Venus’, diosa romana del amor. Concha de la vieira, semicircular, formada por una valva plana y otra muy convexa, de diez a doce centímetros de diámetro, rojizas por fuera y blancas por dentro, con dos orejuelas laterales y catorce estrías radiales a modo de costillas gruesas.

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