Primera lectura.
Lectura del libro de la Sabiduría 9, 13-18.
¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?, o ¿quién se imaginará
lo que el Señor quiere? Los pensamientos de los mortales son frágiles e
inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta
tienda terrena abruma lente pensativa. Si apenas vislumbramos lo que hay sobre
la tierra y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, ¿quién
rastreará lo que está en el cielo?, ¿quién conocerá tus designios, si tú no le
das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto? Así se enderezaron
las sendas de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada y se
salvaron por la sabiduría.
Textos
paralelos.
¿Quién puede considerar lo que Dios quiere?
Rm 11, 34: ¿Quién conoce el pensamiento del
Señor? ¿Quién ha sido su consejero?
1 Co 2, 16: Porque, ¿quién conoce el
pensamiento del Señor para poder darle lecciones? Nosotros, sin embargo,
poseemos el modo de pensar de Cristo.
Pues el cuerpo mortal oprime el alma.
Jb 4, 19: ¿Cómo estarán limpios ante su
Hacedor los que habitan en casas de arcilla cimentadas en barro?
Is 38, 12: Levantan y enrollan mi morada como
tienda de pastores. Como un tejedor devanaba yo mi vida, y me cortan la trama.
Rm 7, 14-15: Nos consta que la ley es
espiritual, pero yo soy carnal y estoy vendido al pecado. Lo que realizo no lo
entiendo, pues no ejecuto lo que quiero,
sino que hago lo que detesto.
Si a duras penas vislumbramos lo que hay en la
tierra.
Jn 3, 6: De la carne nace carne, del Espíritu
nace espíritu.
Con dificultad encontramos lo que tenemos a
mano.
Dt 30, 11: Porque el precepto que yo te mando
hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable.
¿Quién puede rastrear lo que hay en los
cielos?
Is 55, 9: Como el cielo está por encima de la
tierra, mis caminos están por encima de los vuestros y mis planes de vuestros
planes.
Jn 3, 12: Si os he dicho cosas de la tierra y
no creéis, ¿cómo creeréis cuando os diga cosas del cielo?
Le envías tu espíritu santo desde el cielo.
Mt 11, 27: Todo me lo ha encomendado mi Padre:
nadie conoce al Hijo, sino el Padre, nadie conoce al Padre, sino el Hijo y
aquel a quien el Hijo decida revelárselo.
Los hombres aprendieron lo que te agrada.
Ba 4, 4: ¡Dichosos nosotros, Israel, que
conocemos lo que agrada al Señor!
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
9 15 Los términos empleados en este versículo recuerdan la
contraposición establecida por la filosofía griega entre el cuerpo y el alma o
el espíritu; sin embargo el autor estima normal la unión del alma y del cuerpo.
En el AT la imagen de la tienda evoca lo precario de la existencia humana; el
epíteto terrenal puede hacer referencia a Jn 4, 19 o Gn 2, 7. En el NT,
cotéjese 2 Co 4, 7; y también la contraposición indicada por Gn 5, 17.
9 17 La Sabiduría asimilada al espíritu divino es una forma
interior que vuelve a situar al pecador en el camino recto y lo mantiene en el
cumplimiento de la Ley. Este don de Dios ha encontrado ya en la antigua Alianza
una primera realización.
9 18 De los peligros temporales y espirituales. Esta acción
saludable de la Sabiduría queda ilustrada con la exposición siguiente que sirve
de transición a la tercera parte. Numerosos manuscritos añaden aquí: “todos los
que, Señor, fueron de tu agrado desde un principio”.
Salmo
responsorial
Sal 90 (89), 3-6.12-14.17 (R/.1bc).
R/. Señor,
tú has sido nuestro refugio
de
generación en generación.
Tú
reduces el hombre a polvo,
diciendo:
“Retornad, hijos de Adán”.
Mil
años en tu presencia son un ayer que pasó;
una
vela nocturna. R/.
Si
tú los retiras son como un sueño,
como
hierba: “Retornad, hijos de Adán”.
que
florece y se renueva por la mañana,
y
por la tarde la siegan y se seca. R/.
Enséñanos
a calcular nuestros años,
para
que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete,
Señor, ¿hasta cuándo?
Ten
compasión de tus siervos. R/.
Por
la mañana sácianos de tu misericordia,
y
toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje
a nosotros la bondad del Señor
y
haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí,
haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.
Textos
paralelos.
Tú
devuelves al polvo a los hombres.
Gn 3, 19: Con sudor
de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella te
sacaron; pues eres polvo y al polvo volverás.
Pues
mil años a tus ojos son un ayer que pasó.
2 P 3, 8: Que esto
solo, queridos no se os oculte: que para el Señor un día es como mil años y mil
años como un día.
Tú
los sumerges en un sueño.
Is 40, 6-7: Dice
una voz: Grita. respondo: ¿Qué debo gritar? Toda carne es hierba y su belleza
como flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el
aliento del Señor sopla sobre ellos.
Jb 14, 1-2: El
hombre nacido de mujer, corto de días, harto de inquietudes; como flor se abre
y se marchita, huye como la sombra si parar.
Sal 20,8: Confían
unos en los carros, otros en la caballería; nosotros invocamos al Señor nuestro
Dios.
Sal 37, 2: Pues
como hierba se secarán enseguida y como césped verde se agostarán.
Sal 103, 15-16: El
hombre dura lo que la hierba, florece como flor campestre, que el viento la
roza, y ya no existe, su puesto no volverá a verla.
Sácianos
de tu amor por la mañana.
Sal 17, 15: Y yo,
por mi inocencia, veré tu rostro, al despertar me saciaré de tu semblante.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
89 El preludio, vv.
2-3, seguido de la evocación de la alianza davídica, vv. 4-5, y de un himoo al
Creador, vv. 6-19, introduce un oráculo mesiánico, vv. 20-348, y, por
contraste, la evocación de las humillaciones nacionales, vv. 39-46. El salmo
concluye con una oración, vv. 47-52.
89 13 El Tabor y el
Hermón, majestuosos, montañas sagradas de los cananeos, rinden ahora culto a
Yahvé.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Filemón 9b-10.12-17.
Querido hermano:
Yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús, te
recomiendo a Onésimo, mi hijo a quien engendré en la prisión. Te lo envío como
a hijo. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, pera que me sirviera en nombre
tuyo en esta prisión que sufro por el evangelio; pero no he querido retenerlo
sin contar contigo: así me harás este favor, no a la fuerza, sino con toda
libertad. Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora
para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un
hermano querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y
en el Señor. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos.
No he querido hacer nada sin consultarte.
2 Co 9, 7: Cada uno aporte lo
que en conciencia se ha propuesto, no a disgusto ni a la fuerza, que Dios ama
al que goza dando.
Para que lo recuperadas
para siempre.
Col 3, 22: Esclavos, obedeced
en todo a vuestros amos terrenos, no por servilismo o respetos humanos, sino
con sencillez y por respeto al Señor.
Col 4, 1: Amos, tratad a los
esclavos con justicia y equidad, sabiendo que también vosotros tenéis un amo en
el cielo.
Ef 6, 5-9: Esclavos, obedeced a
vuestros amos corporales, escrupulosa y sinceramente, com a Cristo; no por
servilismo o para halagarlos, sino como siervos de Cristo que cumplen con toda
el alma la voluntad de Dios. Servid de buena gana como a Cristo, no como a hombres;
conscientes de que el Señor le pagará a cada uno lo bueno que haga, sea esclavo
libre. Amos, tratadlos del mismo modo, dejándonos de amenazas, conscientes de
que está en el cielo el amor de ellos y vuestro, y no cede a favoritismos.
Rm 6, 15: Entonces, ¿qué? Como
no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, ¡a pecar! ¡De ningún modo!
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
9 El término que usa Pablo
situaría su edad entre los 50 y los 60.
10 Convirtiéndote a la fe.
15 Alejado por Dios, que
permitió la fuga del esclavo para bien final de todos.
16 A los lazos naturales en la
carne (sentido literal del griego) entre el esclavo y el amo, se añaden ahora
los lazos en el Señor. Sin dejar de ser esclavo, aunque Pablo sugiere a Filemón
que le ponga en libertad, en adelante, Onésimo será para Filemón como un
hermano. Ante el único Señor de los cielos, ya no hay amo ni esclavo.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Lucas 14, 25-33.
En aquel tiempo, mucha gente
acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
-Si alguno viene a mí y no
pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a
sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga
con su cruz y viene en pos de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de
vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los
gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no
puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este
hombre empezó a construir y no pudo acabar?”. ¿O qué rey, si va a dar la
batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres
podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro
está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Así pues, todo
aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser
discípulo mío”.
Textos
paralelos.
Caminaba Jesús acompañado
de mucha gente.
Mt 10, 37: Quien ame a su padre
o a su madre más que a mí no es digno de mí; quien ame a su hijo o a su hija
más que a mí no es digno de mí.
Si alguno quiere venir
donde mí.
Mt 19, 29: Y todo el que por mí
deje casas, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer o hijos, o campos,
recibirá cien veces más y heredará vida perpetua.
No puede ser discípulo
mío.
Mt 10, 38: Quien no tome su
cruz para seguirme no es digno de mí.
Mt 16, 24: Entonces Jesús dijo
a sus discípulos: Quien quiera seguirme que se niegue a sí, cargue con su cruz
y me siga.
Mc 8, 34: Y llamando a la gente
con los discípulos les dijo: Quien quiera seguirme, niéguese a sí, cargue con
su cruz y sígame.
Lc 9, 23: Quien quiera
seguirme, niéguese a sí, cargue con su cruz cada día y venga conmigo.
Para negociar las
condiciones de paz.
Lc 12, 33: Vended vuestros
bienes y dad limosna. Procuraos bolsas que no envejezcan, un tesoro inagotable
en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
14 25 Esta sección va dirigida a
mucha gente, es decir, a todos los discípulos presentes y futuros de Jesús.
Recoge diversas enseñanzas de Jesús sobre las condiciones del discipulado,
centrándolas en el tema de la renuncia.
14 26 (a) Hebraísmo. Como el lenguaje del AT, que
carece de comparativo, este verbo (miseo: cf. hebreo sn)
significa aquí amar menos, tal como lo entiende Mt 10, 37. Por otra parte, Lc
18, 20 recordará el mandamiento del decálogo relativo a los deberes para con
los padres.
14 26 (b) “su mujer” propio de Lc, que expresa con
ello su tendencia ascética.
14 33 Lucas no parece establecer distinción entre
los discípulos. La advertencia es aplicable a todos.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica
26-33 Cuando se escribió Lc – y no
solo entonces – la conversión al cristianismo suponía en muchos casos la
ruptura con la familia, la pérdida de posición social o de bienes materiales.
26 “Aborrecer”, en comparación con
lo que se prefiere, con lo que es “más amado”, equivale a amar menos (semitismo).
// SU MISMA VIDA: lit. el alma de él (aquí, probablemente, está tomada
la parte por el todo: “a sí mismo”). Aun los amores más santos y bendecidos por
Dios no deben anteponerse al amor de Cristo; Christo omnino nihil praeponant,
dice la fórmula certera de san Benito. El texto de este versículo, al igual que
el texto del v. 33, pertenece a la esfera del primer Mandamiento, porque
contiene una declaración implícita de la divinidad de Cristo, sólo Dios
puede exigir una adhesión a él tan inaudita.
28-33 Dado que el seguimiento de
Cristo no es un juego de niños, ni fruto de capricho o ilusión momentáneos, ni
una “experiencia” de temporada, hay que “sentarse primero a calcular” (vs. 28 y
31) pros y contras, las propias fuerzas y la gracia de Dios. Es la enseñanza de
estas dos parábolas, unidas a lo anterior por un PUES (v. 28), y resumidas con
un ASÍ, PUES (v. 33).
32 PIDE CONDICIONES DE PAZ (lit. pregunta
las [cosas] para la paz), podría ser un aramaísmo; en ese caso la
traducción sería: se rinde incondicionalmente.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
14, 25-33 Cristo instruyó claramente a sus
oyentes sobre la llamada al discipulado. Debemos dedicarnos a él sin compromiso
y soportar cualquier prueba u oposición que pueda venir. El texto dice literalmente
“odiar” al padre y a la madre (v. 26). Pero hay que tener en cuenta el alcance
del verbo “odiar” en hebreo, que aquí se traduce mejor como posponer”; es
necesario relegar a los padres ante el amor primero de Cristo. Cat. 1618.
14, 33 El desapego hacia las cosas
mundanas es una exigencia para cada discípulo de Cristo, que debe poner la
voluntad de Dios y la búsqueda de la santidad por encima de todo. Cat. 2544,
2556.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
1618 Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el
primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (cf. Lc 14,
26). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han
renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que
vaya, para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle, para ir
al encuentro del esposo que viene. Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en
este modo de vida del que Él es el modelo.
2544 Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a Él respecto a todo y a
todos y les propone renunciar a todos los bienes por Él y por el Evangelio.
Poco antes de su pasión mostró como ejemplo la pobre viuda de Jerusalén que, de
su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir. El precepto del
desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los
cielos.
2556 El desprendimiento de las riquezas es necesario para entrar en el Reino
de los cielos: “Bienaventurados los pobres de corazón” (Mt 5, 3).
Concilio Vaticano II
Siguiendo a Jesús pobre, ni se abaten por la escasez de bienes temporales
ni se envancen por su abundancia; imitando a Cristo humilde, no ambicionan la
gloria vana, sino que se afanan por agradar a Dios más que a los hombres,
estando siempre dispuestos a abandonarlo todo por Cristo (cf. Lc 14, 26) y a
sufrir persecución por causa de la justicia, recordando las palabras del Señor:
“Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame” (Mt 16, 24).
Apostolicam actuositatem, 4.
Los Santos Padres.
Conviene, por tanto, que cualquiera que intente gozar ya en este mundo la
vida celestial de aquel reino, aborrezca no a las personas mismas, sino las
relaciones y lazos temporales en que se apoya esta vida transitoria, la cual
está limitada por el nacimiento y la muerte y entre ambos se desarrolla; quien
no aborrece esta, todavía no ama aquella vida, en la que no habrá la condición
de nacer y morir, que son las causas que determinan los enlaces terrenos.
S. Agustín, El Sermón de la Montaña, 1. III, pg. 331.
Al añadir “más que a mí”, es claro que nos permite amar, pero no más de
lo que le amamos a Él. Demanda de nosotros el afecto más alto para su persona,
lo cual es perfectamente debido. El amor a dios en los perfectos de espíritu
tiene algo superior al honor debido a los padres y al natural afecto que se
siente por los niños.
S. Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Lucas, 105. III; pg.
331.
La milicia cristiana nos exhorta a suprimir en nosotros y en nuestros
familiares ese afecto carnal, sin llegar a ser desagradecidos con nuestros
progenitores ni despreciar los beneficios mismos que recibimos de ellos con los
que nos han traído al mundo, nos han cuidado y nos han alimentado. Por tanto,
cada uno de nosotros debe mantener el amor filial con sus padres, y esas
atenciones deben tener lugar cuando no nos lo impiden otros deberes más
importantes.
S. Agustín. Cartas, 243. III, pg. 332.
“Quien no lleva su cruz – dice también – y no me sigue, no puede ser mi
discípulo”, condición que se halla ratificada, nos parece, por el bautismo del
agua, con el que nosotros profesamos que somos crucificados con Cristo, muertos
con Él, sepultados con Él”.
S. Basilio de Cesarea. Sobre el bautismo. III, pg. 332.
Si quieres ser discípulo del Señor, tomar su cruz y seguir al Señor es
necesario que tomes tus dolores y torturas, o por lo menos tu cuerpo, que es
como una cruz.
Tertuliano. Sobre la idolatría, 12. III, pg. 332.
También tenemos una multitud de enemigos distintos. Son la mente carnal,
la ley que ruge en nuestros miembros, pasiones de todo tipo, la lujuria del
placer, la lujuria de la carne, la lujuria por las riquezas, y otros. Es
nuestro deber luchar contra todos ellos. Esta es la pandilla salvaje de
enemigos. ¿Cómo triunfaremos? Triunfaremos creyendo que “con Dios haremos
proezas”, como dice la Escritura: “El pisoteará a nuestros adversarios”.
S. Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Lucas, 105. III, pg.
333.
San Agustín.
Si te tienes por recluta
de Cristo, no abandones el campamento, en el que has de edificar aquella torre
de que habla el Señor en el evangelio. Si te mantienes en ella y militas bajo
las armas de la palabra de Dios, por ninguna parte podrán penetrar las tentaciones.
Los dardos arrojados desde ella contra el adversario caen con mayor fuerza, y
los que vienen del adversario se evitan con mayor precaución. Considera también
que nuestro Señor Jesucristo, siendo nuestro rey, llama reyes a sus soldados en
esta sociedad en que quiso ser nuestro hermano, y advirtió a cada uno que, para
luchar contra un rey que viene con veinte mil soldados, tiene que prepararse
con diez mil.
Carta 243. II, pg. 1244
San Juan de Ávila.
Mas, ¿qué hará quien ya es sacerdote? Que llore, porque
inconsideradamente lo fue, sin pararse primero a contar muy despacio, como el
Señor dice, si tenía suficientes expensas para edificar en sí la torre altísima
de la majestad sacerdotal; y tema, y mucho tema, no le acaezca lo que el Señor
dice, que, viendo que no tiene lo que era menester para edificación de la
torre, hagan burla de él y le digan: este hombre comenzó a edificar y no lo
pudo acabar (cf. Lc 14, 28-30).
Plática a sacerdotes. I, pg. 805.
Cuarto, amar el trabajo, pues Cristo lo amó, y sin llevar su cruz no
podemos ser sus discípulos.
Diálogus inter confessarium et paenitentem. II, pg. 787.
En más de todas las cosas has de tener a Dios. En primer lugar de tu mesa
lo que has de sentar, si quieres servirle; y si no, no puedes ver a Dios, ni
gozar de Dios. - ¿Quién lo dice?- El
mesmo Dios. Quien no deja a su padre… (cf. Lc 14, 26).
Sermón 3 después de Pentecostés.
Sus grados tiene el amor: hiere, y ata, y es insaciable. Herido está
el corazón del amor de Dios cuando se enseñorea tanto del hombre, que a todos
los otros amores este sobrepuja, y cumple lo que el Señor en el Evangelio
pidió: El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí (Mt
10, 37); y: Si alguno viene a mí y no aborrece padre o madre, mujer, hijos y
hermanos, y aun a sí mismo, no puede ser discípulo mío (Lc 14, 26). La ley
de la Bondad divina pide, y con mucha justicia, que así como ella es en sí cosa
infinita, así sea preciada de hombres y ángeles sobre todas las cosas.
Sermón de la Asunción de María. III, pg. 951.
Pues, ¿por qué, por huir unos pocos trabajos, caemos en otros mayores y
queremos más morir de hambre que trabajar un poco para comer? ¿Por qué no
entendemos que Dios es joya de nuestros trabajos y que tal joya no se debe
ganar bocezando y durmiendo y mano sobre mano? Hayamos vergüenza de tener la
lengua tan larga, diciendo que queremos a Dios, y la bolsa tan cerrada, no
queriendo dar por Él un poco de diligencia. ¿Así se honra a Dios? ¿Así se
estima? Que se quede sin bien tan valioso quien en tan poco le aprecia, esa es
la justicia, y así lo ha sentido el mismo Señor cuando nos manda velar y
estar aparejados, como siervos que esperan a su señor, para le abrir cuando
llamare (cf. Lc 12, 36); y ha dicho que quien no toma su cruz, y le
sigue, no es digno de Él (cf. Lc 14, 27). Pues llevar cruz no es cosa de
flojos, sino de amadores del Señor, que en ella se puso, e imitadores de su
esfuerzo, y por compañeros de su victoria: que los otros hoy comienzan y mañana
dejan, y poco a poco vienen a del todo dejarlo.
Carta a un su amigo. IV, pg. 484.
Mas aunque este sea el principal llevar de cruz (cf. Lc 14, 27),
no se ha de quitar lo que es también parte, aunque sea menos principal.
Carta a un discípulo suyo sacerdote. IV, pg. 553.
484, 553
San Oscar Romero. Homilía.
Hermanos, esta es la Cruz que ofrece el evangelio de hoy. Este es el
seguimiento al cual invita nuestro divino Redentor y Salvador. Esta es la
sabiduría que todos los cerebros deben de iluminar para ser verdaderamente
felices y leales a su Dios. Quiera nuestro Señor, pues, que este lenguaje que,
como dice el libro de la Sabiduría hoy, no lo podrán comprender los hombres de
la tierra, lo comprendamos por la fe y por el Espíritu Santo. Nuestro Señor, en
la eucaristía que vamos a celebrar hoy, va a renovar, para manifestarnos en
este domingo de septiembre de 1977, que su amor y su Cruz y su sabiduría siguen
siendo lo que él ofrece al mundo. Desde el Calvario de cada altar de la misa
dominical, sigue diciéndonos: "Este es el pan que se convierte en mi cuerpo,
el cáliz de mi sangre, lo que da el perdón a los hombres. Y únicamente desde el
perdón de la Cruz se puede esperar la liberación de América Latina y de los
pueblos. ¿Quién quiere ser colaborador mío? ¿Quién quiere abrazarse a esta Cruz
para llevarla al mundo y plantearla como signo de única salvación?".
Ojalá, hermanos, que desde el fondo del corazón cada uno de los que hacemos
esta reflexión le digamos al Señor que nos abrazamos enteramente a su Cruz y
queremos vivir una Iglesia que sea verdaderamente signo, sacramento, de salvación
para nuestra patria y para nuestro tiempo.
Homilía, 4
de septiembre de 1977.
León XIV. Audiencia general. 27 de
agosto de 2025. Ciclo
de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La
Pascua de Jesús. 4. La entrega. «¿A quién buscan?» (Jn 18,4)
¡Viva
Brescia! ¡Buenos días a todos! ¡Buenos días! ¡Buenos días! Tengan un poco de
paciencia, celebramos la audiencia dentro, podrán seguir todo en la pantalla y,
después de la audiencia, como también voy a la basílica, pasaré por aquí, y así
también ustedes, los que están al fondo, nos saludaremos un poco... ¡Gracias
por estar aquí! ¡Buenos días! ¡Gracias!
Queridos
hermanos y hermanas,
Hoy nos
detenemos en una escena que marca el inicio de la pasión de Jesús: el momento
de su detención en el huerto de los Olivos. El evangelista Juan, con su
habitual profundidad, no nos presenta a un Jesús asustado, que huye o se
esconde. Al contrario, nos muestra a un hombre libre, que se adelanta y toma la
palabra, afrontando con valentía la hora en la que puede manifestarse la luz
del amor más grande.
«Jesús,
sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: “¿A quién
buscan?”» (Jn 18,4). Jesús lo sabe. Sin embargo, decide no retroceder. Se
entrega. No por debilidad, sino por amor. Un amor tan pleno, tan maduro,
que no teme el rechazo. Jesús no es capturado: se deja capturar. No es
víctima de un arresto, sino autor de un don. En este gesto se encarna una
esperanza de salvación para nuestra humanidad: saber que, incluso en la hora
más oscura, se puede seguir siendo libre para amar hasta el final.
Cuando
Jesús responde «Soy yo», los soldados caen al suelo. Se trata de un pasaje
misterioso, ya que esta expresión, en la revelación bíblica, evoca el nombre
mismo de Dios: «Yo soy». Jesús revela que la presencia de Dios se manifiesta
precisamente allí donde la humanidad experimenta la injusticia, el miedo y la
soledad. Precisamente allí, la luz verdadera está dispuesta a brillar sin
temor a ser abrumada por el avance de las tinieblas.
En plena
noche, cuando todo parece derrumbarse, Jesús muestra que la esperanza
cristiana no es evasión, sino decisión. Esta actitud es fruto de una
profunda oración en la que no se pide a Dios que nos libre del sufrimiento,
sino que nos dé la fuerza para perseverar en el amor, conscientes de que la
vida ofrecida libremente por amor nadie nos la puede quitar.
«Si me
buscan a mí, dejen que estos se vayan» (Jn 18,8). En el momento de su
detención, Jesús no se preocupa por salvarse a sí mismo: solo desea que sus
amigos puedan irse libres. Esto demuestra que su sacrificio es un verdadero
acto de amor. Jesús se deja capturar y encarcelar por los guardias solo para
poder dejar en libertad a sus discípulos.
Jesús
vivió cada día de su vida como preparación para este momento dramático y
sublime. Por eso, cuando llega,
tiene la fuerza de no buscar una vía de escape. Su corazón sabe bien que perder
la vida por amor no es un fracaso, sino que posee una misteriosa fecundidad.
Como el grano de trigo que, al caer en tierra, no permanece solo, sino que
muere y da fruto.
También
Jesús se siente turbado ante un camino que parece conducir solo a la muerte y
al fin. Pero está igualmente convencido de que solo una vida perdida por
amor, al final, se reencuentra. En esto consiste la verdadera esperanza:
no en tratar de evitar el dolor, sino en creer que, incluso en el corazón de
los sufrimientos más injustos, se esconde la semilla de una nueva vida.
¿Y
nosotros? Cuántas veces defendemos nuestra vida, nuestros proyectos,
nuestras seguridades, sin darnos cuenta de que, al hacerlo, nos quedamos solos.
La lógica del Evangelio es diferente: solo lo que se da florece, solo el amor
que se vuelve gratuito puede devolver la confianza incluso allí donde todo
parece perdido.
El
Evangelio de Marcos también nos habla de un joven que, cuando Jesús es
arrestado, huye desnudo (Mc 14,51). Es una imagen enigmática, pero
profundamente evocadora. También nosotros, en nuestro intento de seguir a
Jesús, vivimos momentos en los que nos vemos sorprendidos y quedamos despojados
de nuestras certezas. Son los momentos más difíciles, en los que nos
sentimos tentados de abandonar el camino del Evangelio porque el amor nos
parece un viaje imposible. Sin embargo, será precisamente un joven,
al final del Evangelio, quien anunciará la resurrección a las mujeres, ya no
desnudo, sino vestido con una túnica blanca.
Esta es
la esperanza de nuestra fe: nuestros pecados y nuestras vacilaciones no
impiden que Dios nos perdone y nos devuelva el deseo de retomar nuestro
seguimiento, para hacernos capaces de dar la vida por los demás.
Queridos
hermanos y hermanas, aprendamos también nosotros a entregarnos a la buena
voluntad del Padre, dejando que nuestra vida sea una respuesta al bien
recibido. En la vida no es necesario tenerlo todo bajo control. Basta con
elegir cada día amar con libertad. Esta es la verdadera esperanza: saber
que, incluso en la oscuridad de la prueba, el amor de Dios nos sostiene y hace
madurar en nosotros el fruto de la vida eterna.
León XIV. Angelus. 24 de agosto de
2025.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Sentarse
a la mesa juntos, especialmente en los días de descanso y de fiesta, es un
signo de paz y de comunión en todas las culturas. En el Evangelio de este domingo (Lc 14,1.7-14),
Jesús es invitado a comer por uno de los jefes de los fariseos. Tener invitados
ensancha el espacio del corazón, y hacerse huésped exige la humildad de entrar
en el mundo del otro. Una cultura del encuentro se nutre de estos gestos que
acercan.
Encontrarse
no siempre es fácil. El evangelista señala que los comensales “observaban” a
Jesús y, en general, Él era mirado con cierta desconfianza por los intérpretes
más rigurosos de la tradición. Sin embargo, el encuentro es posible porque
Jesús se hace realmente cercano, no permanece ajeno a la situación. Se
hace huésped de verdad, con respeto y autenticidad. Renuncia a esos buenos
modales que son sólo formalidades que eluden comprometerse recíprocamente. Así,
con su estilo, mediante una parábola, describe lo que ve e invita a pensar a
quienes lo observan. De hecho, Él se había percatado de una carrera por ocupar
los primeros lugares. Esto sucede también hoy, no tanto en la familia, sino en
las ocasiones en que importa “hacerse notar”. Entonces, el estar juntos, se
transforma en una competición.
Hermanas
y hermanos, sentarnos juntos en torno a la mesa eucarística, en el día del
Señor, significa también para nosotros darle a Jesús la palabra. Él, se
hace nuestro huésped y puede describir cómo nos ve. Es muy importante vernos a
través de su mirada, repensar cómo muchas veces reducimos la vida a una
competición, cómo perdemos la compostura con tal de obtener algún
reconocimiento, cómo nos comparamos inútilmente unos con otros. Detenernos
a reflexionar, dejarnos sacudir por una Palabra que cuestiona las
prioridades que ocupan nuestro corazón, es una experiencia de libertad.
Jesús nos llama a la libertad.
El
Evangelio usa la palabra “humildad” para describir la forma plena de la
libertad (cf. Lc 14,11).
La humildad, en efecto, es ser libre de uno mismo. Nace cuando
el Reino de Dios y su justicia se han convertido verdaderamente en nuestro
interés y podemos permitirnos mirar lejos: no la punta de nuestros pies,
¡sino lejos! Quien se engrandece, en general, parece no haber encontrado
nada más interesante que sí mismo y, en el fondo, tiene poca seguridad en sí.
Pero quien ha comprendido que es muy valioso a los ojos de Dios, quien se
siente profundamente hijo o hija de Dios, tiene cosas más grandes de las que
gloriarse y posee una dignidad que brilla por sí sola. Esa se coloca en
primer plano, ocupa el primer lugar sin esfuerzo y sin estrategias, cuando en
vez de servirnos de las situaciones, aprendemos a servir.
Queridos
amigos, pidamos hoy que la Iglesia sea para todos un taller de humildad,
es decir, esa casa en la que siempre se es bienvenido, donde los puestos no
se conquistan, donde Jesús puede tomar todavía la Palabra y educarnos en su
humildad y en su libertad. María, a quien ahora invocamos, es
verdaderamente la Madre de esta casa.
Francisco. Angelus. 8 de
septiembre de 2013.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el
Evangelio de hoy Jesús insiste acerca de las condiciones para ser sus
discípulos: no anteponer nada al amor por Él, cargar la propia cruz y seguirle.
En efecto, mucha gente se acercaba a Jesús, quería estar entre sus seguidores;
y esto sucedía especialmente tras algún signo prodigioso, que le acreditaba
como el Mesías, el Rey de Israel. Pero Jesús no quiere engañar a nadie. Él sabe
bien lo que le espera en Jerusalén, cuál es el camino que el Padre le pide que
recorra: es el camino de la cruz, del sacrificio de sí mismo para el perdón de
nuestros pecados. Seguir a Jesús no significa participar en un cortejo
triunfal. Significa compartir su amor misericordioso, entrar en su gran obra de
misericordia por cada hombre y por todos los hombres. La obra de Jesús es
precisamente una obra de misericordia, de perdón, de amor. ¡Es tan
misericordioso Jesús! Y este perdón universal, esta misericordia, pasa a través
de la cruz. Pero Jesús no quiere realizar esta obra solo: quiere implicarnos
también a nosotros en la misión que el Padre le ha confiado. Después de la
resurrección dirá a sus discípulos: «Como el Padre me ha enviado, así también
os envío yo... A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20,
21.23). El discípulo de Jesús renuncia a todos los bienes porque ha encontrado
en Él el Bien más grande, en el que cualquier bien recibe su pleno valor y
significado: los vínculos familiares, las demás relaciones, el trabajo, los
bienes culturales y económicos, y así sucesivamente. El cristiano se desprende
de todo y reencuentra todo en la lógica del Evangelio, la lógica del amor y del
servicio.
Para
explicar esta exigencia, Jesús usa dos parábolas: la de la torre que se ha de
construir y la del rey que va a la guerra. Esta segunda parábola dice así: «¿O
qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si
con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si
no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de
paz» (Lc 14, 31-32). Aquí, Jesús no quiere afrontar el tema de la
guerra, es sólo una parábola. Sin embargo, en este momento en el que estamos
rezando fuertemente por la paz, esta palabra del Señor nos toca en lo vivo, y
en esencia nos dice: existe una guerra más profunda que todos debemos combatir.
Es la decisión fuerte y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones y
elegir el bien, dispuestos a pagar en persona: he aquí el seguimiento de
Cristo, he aquí el cargar la propia cruz. Esta guerra profunda contra el mal.
¿De qué sirve declarar la guerra, tantas guerras, si tú no eres capaz de
declarar esta guerra profunda contra el mal? No sirve para nada. No funciona...
Esto comporta, entre otras cosas, esta guerra contra el mal comporta decir no
al odio fratricida y a los engaños de los que se sirve; decir no a la violencia
en todas sus formas; decir no a la proliferación de las armas y a su comercio
ilegal. ¡Hay tanto de esto! ¡Hay tanto de esto! Y siempre permanece la duda:
esta guerra de allá, esta otra de allí —porque por todos lados hay guerras— ¿es
de verdad una guerra por problemas o es una guerra comercial para vender estas
armas en el comercio ilegal? Estos son los enemigos que hay que combatir,
unidos y con coherencia, no siguiendo otros intereses si no son los de la paz y
del bien común.
Queridos
hermanos, hoy recordamos también la Natividad de la Virgen María, fiesta
particularmente querida a las Iglesias orientales. Y todos nosotros, ahora,
podemos enviar un gran saludo a todos los hermanos, hermanas, obispos, monjes,
monjas de las Iglesias orientales, ortodoxas y católicas: ¡un gran saludo!
Jesús es el sol, María es la aurora que anuncia su nacimiento. Ayer por la
noche hemos velado confiando a su intercesión nuestra oración por la paz en el
mundo, especialmente en Siria y en todo Oriente Medio. La invocamos ahora como
Reina de la paz. Reina de la paz, ruega por nosotros. Reina de la paz, ruega
por nosotros.
Francisco. Regina Coeli. 4 de septiembre
de 2016.
Queridos
hermanos y hermanas:
Mientras
que nos acercamos a la conclusión de esta
celebración, deseo saludar y agradecer a todos vosotros que habéis
participado en ella.
Ante
todo a las Misioneras y a los Misioneros de la Caridad, que son la familia
espiritual de la Madre Teresa. Que vuestra santa Fundadora cuide siempre
vuestro camino y os conceda ser fieles a Dios, a la Iglesia y a los pobres.
Con
grata deferencia saludo a las altas autoridades presentes, en particular a las
de los países más vinculados a la figura de la nueva Santa, así como a las
delegaciones oficiales y a las numerosas peregrinaciones llegadas de esos
países en esta feliz circunstancia. Que Dios bendiga vuestras naciones.
Y con
afecto os saludo a todos vosotros, queridos voluntarios y agentes de
misericordia. Os encomiendo a la protección de la Madre Teresa: que ella os
enseñe a contemplar y adorar cada día a Jesús Crucificado para reconocerlo y
servirlo en los hermanos necesitados. Pidamos esta gracia también para todos
aquellos que están unidos a nosotros a través de los medios de comunicación, en
todos los rincones del mondo.
En este
momento quiero recordar a todos los que se entregan al servicio de los hermanos
en contextos difíciles y arriesgados. Pienso especialmente en las numerosas
religiosas que entregan su vida sin guardarse nada para sí. Recemos en especial
por la religiosa misionera española, la hermana Isabel, que ha sido asesinada
hace dos días en la capital de Haití, un país muy probado, para el cual deseo
que cesen tales actos de violencia y que haya en ese lugar más seguridad para
todos.
Recordamos
también a las demás religiosas que, recientemente, han sufrido violencias en
otros países.
Lo
hacemos dirigiéndonos en oración a la Virgen María, Madre y Reina de todos los
santos.
Francisco. Regina Coeli. 8 de
septiembre de 2019.
Queridos hermanos y hermanas:
Al concluir esta
celebración, deseo dirigir un cordial saludo a todos vosotros.
Agradezco sinceramente a Mons. Razanakolona las palabras que me ha
dirigido, y con él a los demás hermanos obispos presentes, a los sacerdotes, a
las personas consagradas, a los esposos con sus familias, a los catequistas y a
vosotros, todos los fieles.
Aprovecho esta oportunidad para expresar mi profundo agradecimiento al
Presidente de la República y a todas las autoridades civiles del país por su
amable bienvenida, y lo extiendo a quienes, de diferentes maneras, han
contribuido al éxito de mi visita. Que el Señor os recompense y bendiga a todo
vuestro pueblo, por intercesión del beato Rafael Luis Rafiringa, cuyas
reliquias están expuestas aquí sobre el altar, y de la beata Victoria
Rasoamanarivo.
Y ahora nos dirigimos a la Bienaventurada Virgen en oración, el día en que
recordamos su nacimiento, aurora de la salvación para la humanidad. Que María
Inmaculada, a quien vosotros amáis y veneráis como vuestra Madre y Patrona,
acompañe el camino de Madagascar en la paz y en la esperanza.
Francisco. Regina Coeli. 4 de septiembre
de 2022.
Queridos hermanos y hermanas:
Antes de concluir esta
celebración, os saludo a todos y os agradezco vuestra participación.
Estoy agradecido a mis hermanos cardenales, a los obispos y a los
sacerdotes procedentes de diversos países.
Saludo a las Delegaciones oficiales reunidas aquí para rendir homenaje al
nuevo Beato. Mis deferentes pensamientos van dirigidos al señor Presidente de
la República Italiana y al Primer Ministro del Principado de Mónaco.
Os saludo a todos vosotros, peregrinos, especialmente a los fieles de
Venecia, Belluno y Vittorio Veneto, localidades vinculadas a la experiencia
humana, sacerdotal y episcopal del Beato Albino Luciani.
Y ahora nos dirigimos en oración a la Virgen María, para que obtenga el don
de la paz en todo el mundo, especialmente en la martirizada Ucrania. Que ella,
la primera y perfecta discípula del Señor, nos ayude a seguir el ejemplo y la
santidad de vida de Juan Pablo I.
Benedicto XVI. Angelus. 9 de
septiembre de 2007.
Queridos hermanos y hermanas:
Esta mañana, ha sido para mí una experiencia particularmente hermosa poder
celebrar con todos vosotros el día del Señor de modo tan digno en la magnífica
catedral de San Esteban. El rito eucarístico, celebrado con el debido decoro,
nos ayuda a tomar conciencia de la inmensa grandeza del don que Dios nos hace
en la santa misa. Precisamente así nos acercamos también unos a otros y
experimentamos la alegría de Dios. Por tanto, expreso mi gratitud a todos los
que, mediante su contribución activa en la preparación y en el desarrollo de la
liturgia o también mediante su fervorosa participación en los sagrados
misterios, han creado un clima en el que la presencia de Dios era
verdaderamente perceptible. Gracias de corazón y que Dios os lo pague.
En la homilía he tratado de decir algo sobre el sentido del domingo y sobre
el pasaje evangélico de hoy, y creo que esto nos ha llevado a descubrir que el
amor de Dios, que "se perdió a sí mismo" por nosotros entregándose a
nosotros, nos da la libertad interior para "perder" nuestra vida,
para encontrar de este modo la vida verdadera.
La participación en este amor dio a María la fuerza para su "sí"
sin reservas. Ante el amor respetuoso y delicado de Dios, que para la
realización de su proyecto de salvación espera la colaboración libre de su
criatura, la Virgen superó toda vacilación y, con vistas a ese proyecto grande
e inaudito, se puso confiadamente en sus manos. Plenamente disponible,
totalmente abierta en lo íntimo de su alma y libre de sí, permitió a Dios
colmarla con su Amor, con el Espíritu Santo. Así María, la mujer sencilla, pudo
recibir en sí misma al Hijo de Dios y dar al mundo el Salvador que se había
donado a ella.
También a nosotros, en la celebración eucarística, se nos ha donado hoy el
Hijo de Dios. Quien ha recibido la Comunión lleva ahora en sí de un modo
particular al Señor resucitado. Como María lo llevó en su seno —un ser humano
pequeño, inerme y totalmente dependiente del amor de la madre—, así Jesucristo,
bajo la especie del pan, se ha entregado a nosotros, queridos hermanos y
hermanas. Amemos a este Jesús que se pone totalmente en nuestras manos.
Amémoslo como lo amó María. Y llevémoslo a los hombres como María lo llevó a
Isabel, suscitando alegría y gozo. La Virgen dio al Verbo de Dios un cuerpo
humano, para que pudiera entrar en el mundo. Demos también nosotros nuestro
cuerpo al Señor, hagamos que nuestro cuerpo sea cada vez más un instrumento del
amor de Dios, un templo del Espíritu Santo. Llevemos el domingo con su Don
inmenso al mundo.
Pidamos a María que nos enseñe a ser, como ella, libres de nosotros mismos,
para encontrar en la disponibilidad a Dios nuestra verdadera libertad, la
verdadera vida y la alegría auténtica y duradera.
Quiero rezar ahora la oración a la Madre de Dios que, en realidad, hubiera
querido recitar ante la "Columna de la Virgen". Como sabemos, allí se
produjo un apagón que lo hizo imposible. Por eso quiero recuperar ahora esa
oración a la Virgen:
"Santa María, Madre inmaculada de nuestro Señor Jesucristo, en ti Dios
nos ha dado el prototipo de la Iglesia y el modo mejor de realizar nuestra
humanidad. A ti te encomiendo a Austria y a sus habitantes: ayúdanos a
todos a seguir tu ejemplo y a orientar totalmente nuestra vida hacia Dios. Haz
que, contemplando a Cristo, lleguemos a ser cada vez más semejantes a él,
verdaderos hijos de Dios. Entonces también nosotros, llenos de toda clase de
bendiciones espirituales, podremos corresponder cada vez mejor a su voluntad y
ser así instrumentos de paz para Austria, para Europa y para el mundo.
Amén".
Queridos amigos, ahora cantemos todos juntos el "Ángelus Domini"
a la manera austríaca.
Benedicto XVI. Angelus. 5 de
septiembre de 2010.
Queridos hermanos y hermanas:
Ante todo, pido perdón por el retraso. Acabo de volver de Carpineto
Romano, donde, hace doscientos años, nació el Papa León XIII, Vincenzo
Gioacchino Pecci. Agradezco al Señor haber podido celebrar la Eucaristía con
sus conciudadanos en este importante aniversario. Ahora, en cambio, deseo
presentar brevemente mi Mensaje —publicado
en los días pasados— dirigido a los jóvenes del mundo para la XXVI Jornada
mundial de la juventud, que tendrá lugar en Madrid dentro de poco menos de un
año.
El tema que escogí para este Mensaje retoma
una expresión de la carta a los Colosenses del apóstol san
Pablo: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. 2, 7).
Decididamente se trata de una propuesta a contracorriente. De hecho, ¿quién
propone hoy a los jóvenes estar «arraigados» y «firmes»? Más bien se exalta la
incertidumbre, la movilidad, la volubilidad..., todos ellos aspectos que
reflejan una cultura indecisa en lo que se refiere a los valores de fondo, a
los principios con los que es preciso orientar y regular la propia vida. En
realidad, yo mismo, por mi experiencia y por los contactos que tengo con los
jóvenes, sé bien que cada generación, más aún, cada persona está llamada a
realizar de nuevo el recorrido de descubrimiento del sentido de la vida. Y
precisamente por esto quise volver a proponer un mensaje que, según el estilo
bíblico, evoca las imágenes del árbol y de la casa. El joven, de hecho, es como
un árbol en crecimiento: para desarrollarse bien necesita raíces profundas que,
en caso de tempestades de viento, lo mantengan bien plantado en el suelo. Del
mismo modo, la imagen del edificio en construcción recuerda la exigencia de
buenos fundamentos para que la casa sea sólida y segura.
Y el corazón del Mensaje está
en las expresiones «en Cristo» y «en la fe». La plena madurez de la persona, su
estabilidad interior, se basan en la relación con Dios, relación que pasa por
el encuentro con Jesucristo. Una relación de profunda confianza, de auténtica
amistad con Jesús puede dar a un joven lo que necesita para afrontar bien la
vida: serenidad y luz interior, capacidad para pensar de manera positiva,
apertura de ánimo hacia los demás, disponibilidad a pagar personalmente por el
bien, la justicia y la verdad. Un último aspecto, muy importante: para llegar a
ser creyente, el joven se sostiene gracias a la fe de la Iglesia; si ningún
hombre es una isla, mucho menos lo es el cristiano, que descubre en la Iglesia
la belleza de la fe compartida y testimoniada juntamente con los demás en la
fraternidad y en el servicio de la caridad.
Mi Mensaje a
los jóvenes lleva la fecha del 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración del
Señor. Que la luz del rostro de Cristo resplandezca en el corazón de todo
joven. Y que la Virgen María acompañe con su protección el camino de las
comunidades y de los grupos juveniles hacia el gran Encuentro de Madrid 2011.
Domingo 24 T.O.
Monición de entrada.-
Jesús nos ha pedido que vengamos a misa.
Además, Él nos pide que queramos como Él nos
quiere.
La misa nos ayudada a hacer lo que Él nos
pide.
Señor ten piedad.-
Tú que has venido a buscar lo que estaba
perdido. Señor, ten piedad.
Tú que comías con los que se portaban mal.
Cristo ten piedad.
Tú que fuiste insultado. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por el papa León para que le ayudes a
perdonar a los que se portan mal con él. Te lo pedimos, Señor.
Por la Iglesia, para que sea familia de
perdón. Te lo pedimos, Señor.
Por la sociedad, para que sea buena. Te lo
pedimos, Señor.
Por los jueces, para que sean justos. Te lo
pedimos, Señor.
Por nosotros, para que aprendamos a perdonar.
Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-