domingo, 7 de septiembre de 2025

275. 7 de septiembre de 2025.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de la Sabiduría 9, 13-18.

¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?, o ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere? Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma lente pensativa. Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, ¿quién rastreará lo que está en el cielo?, ¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto? Así se enderezaron las sendas de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada y se salvaron por la sabiduría.

 

Textos paralelos.

¿Quién puede considerar lo que Dios quiere?

Rm 11, 34: ¿Quién conoce el pensamiento del Señor? ¿Quién ha sido su consejero?

1 Co 2, 16: Porque, ¿quién conoce el pensamiento del Señor para poder darle lecciones? Nosotros, sin embargo, poseemos el modo de pensar de Cristo.

Pues el cuerpo mortal oprime el alma.

Jb 4, 19: ¿Cómo estarán limpios ante su Hacedor los que habitan en casas de arcilla cimentadas en barro?

Is 38, 12: Levantan y enrollan mi morada como tienda de pastores. Como un tejedor devanaba yo mi vida, y me cortan la trama.

Rm 7, 14-15: Nos consta que la ley es espiritual, pero yo soy carnal y estoy vendido al pecado. Lo que realizo no lo entiendo,  pues no ejecuto lo que quiero, sino que hago lo que detesto. 

Si a duras penas vislumbramos lo que hay en la tierra.

Jn 3, 6: De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu.

Con dificultad encontramos lo que tenemos a mano.

Dt 30, 11: Porque el precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable.

¿Quién puede rastrear lo que hay en los cielos?

Is 55, 9: Como el cielo está por encima de la tierra, mis caminos están por encima de los vuestros y mis planes de vuestros planes.

Jn 3, 12: Si os he dicho cosas de la tierra y no creéis, ¿cómo creeréis cuando os diga cosas del cielo?

Le envías tu espíritu santo desde el cielo.

Mt 11, 27: Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo, sino el Padre, nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo decida revelárselo.

Los hombres aprendieron lo que te agrada.

Ba 4, 4: ¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

9 15 Los términos empleados en este versículo recuerdan la contraposición establecida por la filosofía griega entre el cuerpo y el alma o el espíritu; sin embargo el autor estima normal la unión del alma y del cuerpo. En el AT la imagen de la tienda evoca lo precario de la existencia humana; el epíteto terrenal puede hacer referencia a Jn 4, 19 o Gn 2, 7. En el NT, cotéjese 2 Co 4, 7; y también la contraposición indicada por Gn 5, 17.

9 17 La Sabiduría asimilada al espíritu divino es una forma interior que vuelve a situar al pecador en el camino recto y lo mantiene en el cumplimiento de la Ley. Este don de Dios ha encontrado ya en la antigua Alianza una primera realización.

9 18 De los peligros temporales y espirituales. Esta acción saludable de la Sabiduría queda ilustrada con la exposición siguiente que sirve de transición a la tercera parte. Numerosos manuscritos añaden aquí: “todos los que, Señor, fueron de tu agrado desde un principio”.

 

Salmo responsorial

Sal 90 (89), 3-6.12-14.17 (R/.1bc).


R/. Señor, tú has sido nuestro refugio

de generación en generación.

 

Tú reduces el hombre a polvo,

diciendo: “Retornad, hijos de Adán”.

Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;

una vela nocturna. R/.

Si tú los retiras son como un sueño,

como hierba: “Retornad, hijos de Adán”.

que florece y se renueva por la mañana,

y por la tarde la siegan y se seca. R/.

 

Enséñanos a calcular nuestros años,

para que adquiramos un corazón sensato.

Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?

Ten compasión de tus siervos. R/.

 

Por la mañana sácianos de tu misericordia,

y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Baje a nosotros la bondad del Señor

y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

 

Textos paralelos.

Tú devuelves al polvo a los hombres.

Gn 3, 19: Con sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella te sacaron; pues eres polvo y al polvo volverás.

Pues mil años a tus ojos son un ayer que pasó.

2 P 3, 8: Que esto solo, queridos no se os oculte: que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día.

Tú los sumerges en un sueño.

Is 40, 6-7: Dice una voz: Grita. respondo: ¿Qué debo gritar? Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos.

Jb 14, 1-2: El hombre nacido de mujer, corto de días, harto de inquietudes; como flor se abre y se marchita, huye como la sombra si parar.

Sal 20,8: Confían unos en los carros, otros en la caballería; nosotros invocamos al Señor nuestro Dios.

Sal 37, 2: Pues como hierba se secarán enseguida y como césped verde se agostarán.

Sal 103, 15-16: El hombre dura lo que la hierba, florece como flor campestre, que el viento la roza, y ya no existe, su puesto no volverá a verla.

Sácianos de tu amor por la mañana.

Sal 17, 15: Y yo, por mi inocencia, veré tu rostro, al despertar me saciaré de tu semblante.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

89 El preludio, vv. 2-3, seguido de la evocación de la alianza davídica, vv. 4-5, y de un himoo al Creador, vv. 6-19, introduce un oráculo mesiánico, vv. 20-348, y, por contraste, la evocación de las humillaciones nacionales, vv. 39-46. El salmo concluye con una oración, vv. 47-52.

89 13 El Tabor y el Hermón, majestuosos, montañas sagradas de los cananeos, rinden ahora culto a Yahvé.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Filemón 9b-10.12-17.

Querido hermano:

Yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo a quien engendré en la prisión. Te lo envío como a hijo. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, pera que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor, no a la fuerza, sino con toda libertad. Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí.

Palabra de Dios.

 

Textos paralelos.

 No he querido hacer nada sin consultarte.

2 Co 9, 7: Cada uno aporte lo que en conciencia se ha propuesto, no a disgusto ni a la fuerza, que Dios ama al que goza dando.

Para que lo recuperadas para siempre.

Col 3, 22: Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos terrenos, no por servilismo o respetos humanos, sino con sencillez y por respeto al Señor.

Col 4, 1: Amos, tratad a los esclavos con justicia y equidad, sabiendo que también vosotros tenéis un amo en el cielo.

Ef 6, 5-9: Esclavos, obedeced a vuestros amos corporales, escrupulosa y sinceramente, com a Cristo; no por servilismo o para halagarlos, sino como siervos de Cristo que cumplen con toda el alma la voluntad de Dios. Servid de buena gana como a Cristo, no como a hombres; conscientes de que el Señor le pagará a cada uno lo bueno que haga, sea esclavo libre. Amos, tratadlos del mismo modo, dejándonos de amenazas, conscientes de que está en el cielo el amor de ellos y vuestro, y no cede a favoritismos.

Rm 6, 15: Entonces, ¿qué? Como no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, ¡a pecar! ¡De ningún modo!

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

9 El término que usa Pablo situaría su edad entre los 50 y los 60.

10 Convirtiéndote a la fe.

15 Alejado por Dios, que permitió la fuga del esclavo para bien final de todos.

16 A los lazos naturales en la carne (sentido literal del griego) entre el esclavo y el amo, se añaden ahora los lazos en el Señor. Sin dejar de ser esclavo, aunque Pablo sugiere a Filemón que le ponga en libertad, en adelante, Onésimo será para Filemón como un hermano. Ante el único Señor de los cielos, ya no hay amo ni esclavo.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 25-33.

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:

-Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar?”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”.

 

Textos paralelos.

Caminaba Jesús acompañado de mucha gente.

Mt 10, 37: Quien ame a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; quien ame a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí.

Si alguno quiere venir donde mí.

Mt 19, 29: Y todo el que por mí deje casas, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer o hijos, o campos, recibirá cien veces más y heredará vida perpetua.

No puede ser discípulo mío.

Mt 10, 38: Quien no tome su cruz para seguirme no es digno de mí.

Mt 16, 24: Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Quien quiera seguirme que se niegue a sí, cargue con su cruz y me siga.

Mc 8, 34: Y llamando a la gente con los discípulos les dijo: Quien quiera seguirme, niéguese a sí, cargue con su cruz y sígame.

Lc 9, 23: Quien quiera seguirme, niéguese a sí, cargue con su cruz cada día y venga conmigo.

Para negociar las condiciones de paz.

Lc 12, 33: Vended vuestros bienes y dad limosna. Procuraos bolsas que no envejezcan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

14 25 Esta sección va dirigida a mucha gente, es decir, a todos los discípulos presentes y futuros de Jesús. Recoge diversas enseñanzas de Jesús sobre las condiciones del discipulado, centrándolas en el tema de la renuncia.

14 26 (a) Hebraísmo. Como el lenguaje del AT, que carece de comparativo, este verbo (miseo: cf. hebreo sn) significa aquí amar menos, tal como lo entiende Mt 10, 37. Por otra parte, Lc 18, 20 recordará el mandamiento del decálogo relativo a los deberes para con los padres.

14 26 (b) “su mujer” propio de Lc, que expresa con ello su tendencia ascética.

14 33 Lucas no parece establecer distinción entre los discípulos. La advertencia es aplicable a todos.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica

26-33 Cuando se escribió Lc – y no solo entonces – la conversión al cristianismo suponía en muchos casos la ruptura con la familia, la pérdida de posición social o de bienes materiales.

26 “Aborrecer”, en comparación con lo que se prefiere, con lo que es “más amado”, equivale a amar menos (semitismo). // SU MISMA VIDA: lit. el alma de él (aquí, probablemente, está tomada la parte por el todo: “a sí mismo”). Aun los amores más santos y bendecidos por Dios no deben anteponerse al amor de Cristo; Christo omnino nihil praeponant, dice la fórmula certera de san Benito. El texto de este versículo, al igual que el texto del v. 33, pertenece a la esfera del primer Mandamiento, porque contiene una declaración implícita de la divinidad de Cristo, sólo Dios puede exigir una adhesión a él tan inaudita.

28-33 Dado que el seguimiento de Cristo no es un juego de niños, ni fruto de capricho o ilusión momentáneos, ni una “experiencia” de temporada, hay que “sentarse primero a calcular” (vs. 28 y 31) pros y contras, las propias fuerzas y la gracia de Dios. Es la enseñanza de estas dos parábolas, unidas a lo anterior por un PUES (v. 28), y resumidas con un ASÍ, PUES (v. 33).

32 PIDE CONDICIONES DE PAZ (lit. pregunta las [cosas] para la paz), podría ser un aramaísmo; en ese caso la traducción sería: se rinde incondicionalmente.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé:

14, 25-33 Cristo instruyó claramente a sus oyentes sobre la llamada al discipulado. Debemos dedicarnos a él sin compromiso y soportar cualquier prueba u oposición que pueda venir. El texto dice literalmente “odiar” al padre y a la madre (v. 26). Pero hay que tener en cuenta el alcance del verbo “odiar” en hebreo, que aquí se traduce mejor como posponer”; es necesario relegar a los padres ante el amor primero de Cristo. Cat. 1618.

14, 33 El desapego hacia las cosas mundanas es una exigencia para cada discípulo de Cristo, que debe poner la voluntad de Dios y la búsqueda de la santidad por encima de todo. Cat. 2544, 2556.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

1618 Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (cf. Lc 14, 26). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya, para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle, para ir al encuentro del esposo que viene. Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que Él es el modelo.

2544 Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a Él respecto a todo y a todos y les propone renunciar a todos los bienes por Él y por el Evangelio. Poco antes de su pasión mostró como ejemplo la pobre viuda de Jerusalén que, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir. El precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los cielos.

2556 El desprendimiento de las riquezas es necesario para entrar en el Reino de los cielos: “Bienaventurados los pobres de corazón” (Mt 5, 3).

 

Concilio Vaticano II

Siguiendo a Jesús pobre, ni se abaten por la escasez de bienes temporales ni se envancen por su abundancia; imitando a Cristo humilde, no ambicionan la gloria vana, sino que se afanan por agradar a Dios más que a los hombres, estando siempre dispuestos a abandonarlo todo por Cristo (cf. Lc 14, 26) y a sufrir persecución por causa de la justicia, recordando las palabras del Señor: “Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24).

Apostolicam actuositatem, 4.

 

Los Santos Padres.

Conviene, por tanto, que cualquiera que intente gozar ya en este mundo la vida celestial de aquel reino, aborrezca no a las personas mismas, sino las relaciones y lazos temporales en que se apoya esta vida transitoria, la cual está limitada por el nacimiento y la muerte y entre ambos se desarrolla; quien no aborrece esta, todavía no ama aquella vida, en la que no habrá la condición de nacer y morir, que son las causas que determinan los enlaces terrenos.

S. Agustín, El Sermón de la Montaña, 1. III, pg. 331.

Al añadir “más que a mí”, es claro que nos permite amar, pero no más de lo que le amamos a Él. Demanda de nosotros el afecto más alto para su persona, lo cual es perfectamente debido. El amor a dios en los perfectos de espíritu tiene algo superior al honor debido a los padres y al natural afecto que se siente por los niños.

S. Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Lucas, 105. III; pg. 331.

La milicia cristiana nos exhorta a suprimir en nosotros y en nuestros familiares ese afecto carnal, sin llegar a ser desagradecidos con nuestros progenitores ni despreciar los beneficios mismos que recibimos de ellos con los que nos han traído al mundo, nos han cuidado y nos han alimentado. Por tanto, cada uno de nosotros debe mantener el amor filial con sus padres, y esas atenciones deben tener lugar cuando no nos lo impiden otros deberes más importantes.

S. Agustín. Cartas, 243. III, pg. 332.

“Quien no lleva su cruz – dice también – y no me sigue, no puede ser mi discípulo”, condición que se halla ratificada, nos parece, por el bautismo del agua, con el que nosotros profesamos que somos crucificados con Cristo, muertos con Él, sepultados con Él”.

S. Basilio de Cesarea. Sobre el bautismo. III, pg. 332.

Si quieres ser discípulo del Señor, tomar su cruz y seguir al Señor es necesario que tomes tus dolores y torturas, o por lo menos tu cuerpo, que es como una cruz.

Tertuliano. Sobre la idolatría, 12. III, pg. 332.

También tenemos una multitud de enemigos distintos. Son la mente carnal, la ley que ruge en nuestros miembros, pasiones de todo tipo, la lujuria del placer, la lujuria de la carne, la lujuria por las riquezas, y otros. Es nuestro deber luchar contra todos ellos. Esta es la pandilla salvaje de enemigos. ¿Cómo triunfaremos? Triunfaremos creyendo que “con Dios haremos proezas”, como dice la Escritura: “El pisoteará a nuestros adversarios”.

S. Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Lucas, 105. III, pg. 333.

 

San Agustín.

Si te tienes por recluta de Cristo, no abandones el campamento, en el que has de edificar aquella torre de que habla el Señor en el evangelio. Si te mantienes en ella y militas bajo las armas de la palabra de Dios, por ninguna parte podrán penetrar las tentaciones. Los dardos arrojados desde ella contra el adversario caen con mayor fuerza, y los que vienen del adversario se evitan con mayor precaución. Considera también que nuestro Señor Jesucristo, siendo nuestro rey, llama reyes a sus soldados en esta sociedad en que quiso ser nuestro hermano, y advirtió a cada uno que, para luchar contra un rey que viene con veinte mil soldados, tiene que prepararse con diez mil.

Carta 243. II, pg. 1244

 

San Juan de Ávila.

Mas, ¿qué hará quien ya es sacerdote? Que llore, porque inconsideradamente lo fue, sin pararse primero a contar muy despacio, como el Señor dice, si tenía suficientes expensas para edificar en sí la torre altísima de la majestad sacerdotal; y tema, y mucho tema, no le acaezca lo que el Señor dice, que, viendo que no tiene lo que era menester para edificación de la torre, hagan burla de él y le digan: este hombre comenzó a edificar y no lo pudo acabar (cf. Lc 14, 28-30).

Plática a sacerdotes. I, pg. 805.

Cuarto, amar el trabajo, pues Cristo lo amó, y sin llevar su cruz no podemos ser sus discípulos.

Diálogus inter confessarium et paenitentem. II, pg. 787.

En más de todas las cosas has de tener a Dios. En primer lugar de tu mesa lo que has de sentar, si quieres servirle; y si no, no puedes ver a Dios, ni gozar de Dios.  - ¿Quién lo dice?- El mesmo Dios. Quien no deja a su padre… (cf. Lc 14, 26).

Sermón 3 después de Pentecostés.

Sus grados tiene el amor: hiere, y ata, y es insaciable. Herido está el corazón del amor de Dios cuando se enseñorea tanto del hombre, que a todos los otros amores este sobrepuja, y cumple lo que el Señor en el Evangelio pidió: El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí (Mt 10, 37); y: Si alguno viene a mí y no aborrece padre o madre, mujer, hijos y hermanos, y aun a sí mismo, no puede ser discípulo mío (Lc 14, 26). La ley de la Bondad divina pide, y con mucha justicia, que así como ella es en sí cosa infinita, así sea preciada de hombres y ángeles sobre todas las cosas.

Sermón de la Asunción de María. III, pg. 951.

Pues, ¿por qué, por huir unos pocos trabajos, caemos en otros mayores y queremos más morir de hambre que trabajar un poco para comer? ¿Por qué no entendemos que Dios es joya de nuestros trabajos y que tal joya no se debe ganar bocezando y durmiendo y mano sobre mano? Hayamos vergüenza de tener la lengua tan larga, diciendo que queremos a Dios, y la bolsa tan cerrada, no queriendo dar por Él un poco de diligencia. ¿Así se honra a Dios? ¿Así se estima? Que se quede sin bien tan valioso quien en tan poco le aprecia, esa es la justicia, y así lo ha sentido el mismo Señor cuando nos manda velar y estar aparejados, como siervos que esperan a su señor, para le abrir cuando llamare (cf. Lc 12, 36); y ha dicho que quien no toma su cruz, y le sigue, no es digno de Él (cf. Lc 14, 27). Pues llevar cruz no es cosa de flojos, sino de amadores del Señor, que en ella se puso, e imitadores de su esfuerzo, y por compañeros de su victoria: que los otros hoy comienzan y mañana dejan, y poco a poco vienen a del todo dejarlo.

Carta a un su amigo. IV, pg. 484.

Mas aunque este sea el principal llevar de cruz (cf. Lc 14, 27), no se ha de quitar lo que es también parte, aunque sea menos principal.

Carta a un discípulo suyo sacerdote. IV, pg. 553.

484, 553

 

San Oscar Romero. Homilía.

Hermanos, esta es la Cruz que ofrece el evangelio de hoy. Este es el seguimiento al cual invita nuestro divino Redentor y Salvador. Esta es la sabiduría que todos los cerebros deben de iluminar para ser verdaderamente felices y leales a su Dios. Quiera nuestro Señor, pues, que este lenguaje que, como dice el libro de la Sabiduría hoy, no lo podrán comprender los hombres de la tierra, lo comprendamos por la fe y por el Espíritu Santo. Nuestro Señor, en la eucaristía que vamos a celebrar hoy, va a renovar, para manifestarnos en este domingo de septiembre de 1977, que su amor y su Cruz y su sabiduría siguen siendo lo que él ofrece al mundo. Desde el Calvario de cada altar de la misa dominical, sigue diciéndonos: "Este es el pan que se convierte en mi cuerpo, el cáliz de mi sangre, lo que da el perdón a los hombres. Y únicamente desde el perdón de la Cruz se puede esperar la liberación de América Latina y de los pueblos. ¿Quién quiere ser colaborador mío? ¿Quién quiere abrazarse a esta Cruz para llevarla al mundo y plantearla como signo de única salvación?". Ojalá, hermanos, que desde el fondo del corazón cada uno de los que hacemos esta reflexión le digamos al Señor que nos abrazamos enteramente a su Cruz y queremos vivir una Iglesia que sea verdaderamente signo, sacramento, de salvación para nuestra patria y para nuestro tiempo.

Homilía, 4 de septiembre de 1977.

 

León XIV. Audiencia general. 27 de agosto de 2025. Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La Pascua de Jesús. 4.  La entrega. «¿A quién buscan?» (Jn 18,4)

¡Viva Brescia! ¡Buenos días a todos! ¡Buenos días! ¡Buenos días! Tengan un poco de paciencia, celebramos la audiencia dentro, podrán seguir todo en la pantalla y, después de la audiencia, como también voy a la basílica, pasaré por aquí, y así también ustedes, los que están al fondo, nos saludaremos un poco... ¡Gracias por estar aquí! ¡Buenos días! ¡Gracias!

 Queridos hermanos y hermanas,

Hoy nos detenemos en una escena que marca el inicio de la pasión de Jesús: el momento de su detención en el huerto de los Olivos. El evangelista Juan, con su habitual profundidad, no nos presenta a un Jesús asustado, que huye o se esconde. Al contrario, nos muestra a un hombre libre, que se adelanta y toma la palabra, afrontando con valentía la hora en la que puede manifestarse la luz del amor más grande.

«Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscan?”» (Jn 18,4). Jesús lo sabe. Sin embargo, decide no retroceder. Se entrega. No por debilidad, sino por amor. Un amor tan pleno, tan maduro, que no teme el rechazo. Jesús no es capturado: se deja capturar. No es víctima de un arresto, sino autor de un don. En este gesto se encarna una esperanza de salvación para nuestra humanidad: saber que, incluso en la hora más oscura, se puede seguir siendo libre para amar hasta el final.

Cuando Jesús responde «Soy yo», los soldados caen al suelo. Se trata de un pasaje misterioso, ya que esta expresión, en la revelación bíblica, evoca el nombre mismo de Dios: «Yo soy». Jesús revela que la presencia de Dios se manifiesta precisamente allí donde la humanidad experimenta la injusticia, el miedo y la soledad. Precisamente allí, la luz verdadera está dispuesta a brillar sin temor a ser abrumada por el avance de las tinieblas.

En plena noche, cuando todo parece derrumbarse, Jesús muestra que la esperanza cristiana no es evasión, sino decisión. Esta actitud es fruto de una profunda oración en la que no se pide a Dios que nos libre del sufrimiento, sino que nos dé la fuerza para perseverar en el amor, conscientes de que la vida ofrecida libremente por amor nadie nos la puede quitar.

«Si me buscan a mí, dejen que estos se vayan» (Jn 18,8). En el momento de su detención, Jesús no se preocupa por salvarse a sí mismo: solo desea que sus amigos puedan irse libres. Esto demuestra que su sacrificio es un verdadero acto de amor. Jesús se deja capturar y encarcelar por los guardias solo para poder dejar en libertad a sus discípulos.

Jesús vivió cada día de su vida como preparación para este momento dramático y sublime. Por eso, cuando llega, tiene la fuerza de no buscar una vía de escape. Su corazón sabe bien que perder la vida por amor no es un fracaso, sino que posee una misteriosa fecundidad. Como el grano de trigo que, al caer en tierra, no permanece solo, sino que muere y da fruto.

También Jesús se siente turbado ante un camino que parece conducir solo a la muerte y al fin. Pero está igualmente convencido de que solo una vida perdida por amor, al final, se reencuentra. En esto consiste la verdadera esperanza: no en tratar de evitar el dolor, sino en creer que, incluso en el corazón de los sufrimientos más injustos, se esconde la semilla de una nueva vida.

¿Y nosotros? Cuántas veces defendemos nuestra vida, nuestros proyectos, nuestras seguridades, sin darnos cuenta de que, al hacerlo, nos quedamos solos. La lógica del Evangelio es diferente: solo lo que se da florece, solo el amor que se vuelve gratuito puede devolver la confianza incluso allí donde todo parece perdido.

El Evangelio de Marcos también nos habla de un joven que, cuando Jesús es arrestado, huye desnudo (Mc 14,51). Es una imagen enigmática, pero profundamente evocadora. También nosotros, en nuestro intento de seguir a Jesús, vivimos momentos en los que nos vemos sorprendidos y quedamos despojados de nuestras certezas. Son los momentos más difíciles, en los que nos sentimos tentados de abandonar el camino del Evangelio porque el amor nos parece un viaje imposible. Sin embargo, será precisamente un joven, al final del Evangelio, quien anunciará la resurrección a las mujeres, ya no desnudo, sino vestido con una túnica blanca.

Esta es la esperanza de nuestra fe: nuestros pecados y nuestras vacilaciones no impiden que Dios nos perdone y nos devuelva el deseo de retomar nuestro seguimiento, para hacernos capaces de dar la vida por los demás.

Queridos hermanos y hermanas, aprendamos también nosotros a entregarnos a la buena voluntad del Padre, dejando que nuestra vida sea una respuesta al bien recibido. En la vida no es necesario tenerlo todo bajo control. Basta con elegir cada día amar con libertad. Esta es la verdadera esperanza: saber que, incluso en la oscuridad de la prueba, el amor de Dios nos sostiene y hace madurar en nosotros el fruto de la vida eterna.

 

León XIV. Angelus. 24 de agosto de 2025.

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Sentarse a la mesa juntos, especialmente en los días de descanso y de fiesta, es un signo de paz y de comunión en todas las culturas. En el Evangelio de este domingo (Lc 14,1.7-14), Jesús es invitado a comer por uno de los jefes de los fariseos. Tener invitados ensancha el espacio del corazón, y hacerse huésped exige la humildad de entrar en el mundo del otro. Una cultura del encuentro se nutre de estos gestos que acercan.

Encontrarse no siempre es fácil. El evangelista señala que los comensales “observaban” a Jesús y, en general, Él era mirado con cierta desconfianza por los intérpretes más rigurosos de la tradición. Sin embargo, el encuentro es posible porque Jesús se hace realmente cercano, no permanece ajeno a la situación. Se hace huésped de verdad, con respeto y autenticidad. Renuncia a esos buenos modales que son sólo formalidades que eluden comprometerse recíprocamente. Así, con su estilo, mediante una parábola, describe lo que ve e invita a pensar a quienes lo observan. De hecho, Él se había percatado de una carrera por ocupar los primeros lugares. Esto sucede también hoy, no tanto en la familia, sino en las ocasiones en que importa “hacerse notar”. Entonces, el estar juntos, se transforma en una competición.

Hermanas y hermanos, sentarnos juntos en torno a la mesa eucarística, en el día del Señor, significa también para nosotros darle a Jesús la palabra. Él, se hace nuestro huésped y puede describir cómo nos ve. Es muy importante vernos a través de su mirada, repensar cómo muchas veces reducimos la vida a una competición, cómo perdemos la compostura con tal de obtener algún reconocimiento, cómo nos comparamos inútilmente unos con otros. Detenernos a reflexionar, dejarnos sacudir por una Palabra que cuestiona las prioridades que ocupan nuestro corazón, es una experiencia de libertad. Jesús nos llama a la libertad.

El Evangelio usa la palabra “humildad” para describir la forma plena de la libertad (cf. Lc 14,11). La humildad, en efecto, es ser libre de uno mismo. Nace cuando el Reino de Dios y su justicia se han convertido verdaderamente en nuestro interés y podemos permitirnos mirar lejos: no la punta de nuestros pies, ¡sino lejos! Quien se engrandece, en general, parece no haber encontrado nada más interesante que sí mismo y, en el fondo, tiene poca seguridad en sí. Pero quien ha comprendido que es muy valioso a los ojos de Dios, quien se siente profundamente hijo o hija de Dios, tiene cosas más grandes de las que gloriarse y posee una dignidad que brilla por sí sola. Esa se coloca en primer plano, ocupa el primer lugar sin esfuerzo y sin estrategias, cuando en vez de servirnos de las situaciones, aprendemos a servir.

Queridos amigos, pidamos hoy que la Iglesia sea para todos un taller de humildad, es decir, esa casa en la que siempre se es bienvenido, donde los puestos no se conquistan, donde Jesús puede tomar todavía la Palabra y educarnos en su humildad y en su libertad. María, a quien ahora invocamos, es verdaderamente la Madre de esta casa.       

 

Francisco. Angelus. 8 de septiembre de 2013.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de hoy Jesús insiste acerca de las condiciones para ser sus discípulos: no anteponer nada al amor por Él, cargar la propia cruz y seguirle. En efecto, mucha gente se acercaba a Jesús, quería estar entre sus seguidores; y esto sucedía especialmente tras algún signo prodigioso, que le acreditaba como el Mesías, el Rey de Israel. Pero Jesús no quiere engañar a nadie. Él sabe bien lo que le espera en Jerusalén, cuál es el camino que el Padre le pide que recorra: es el camino de la cruz, del sacrificio de sí mismo para el perdón de nuestros pecados. Seguir a Jesús no significa participar en un cortejo triunfal. Significa compartir su amor misericordioso, entrar en su gran obra de misericordia por cada hombre y por todos los hombres. La obra de Jesús es precisamente una obra de misericordia, de perdón, de amor. ¡Es tan misericordioso Jesús! Y este perdón universal, esta misericordia, pasa a través de la cruz. Pero Jesús no quiere realizar esta obra solo: quiere implicarnos también a nosotros en la misión que el Padre le ha confiado. Después de la resurrección dirá a sus discípulos: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo... A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 21.23). El discípulo de Jesús renuncia a todos los bienes porque ha encontrado en Él el Bien más grande, en el que cualquier bien recibe su pleno valor y significado: los vínculos familiares, las demás relaciones, el trabajo, los bienes culturales y económicos, y así sucesivamente. El cristiano se desprende de todo y reencuentra todo en la lógica del Evangelio, la lógica del amor y del servicio.

Para explicar esta exigencia, Jesús usa dos parábolas: la de la torre que se ha de construir y la del rey que va a la guerra. Esta segunda parábola dice así: «¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz» (Lc 14, 31-32). Aquí, Jesús no quiere afrontar el tema de la guerra, es sólo una parábola. Sin embargo, en este momento en el que estamos rezando fuertemente por la paz, esta palabra del Señor nos toca en lo vivo, y en esencia nos dice: existe una guerra más profunda que todos debemos combatir. Es la decisión fuerte y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones y elegir el bien, dispuestos a pagar en persona: he aquí el seguimiento de Cristo, he aquí el cargar la propia cruz. Esta guerra profunda contra el mal. ¿De qué sirve declarar la guerra, tantas guerras, si tú no eres capaz de declarar esta guerra profunda contra el mal? No sirve para nada. No funciona... Esto comporta, entre otras cosas, esta guerra contra el mal comporta decir no al odio fratricida y a los engaños de los que se sirve; decir no a la violencia en todas sus formas; decir no a la proliferación de las armas y a su comercio ilegal. ¡Hay tanto de esto! ¡Hay tanto de esto! Y siempre permanece la duda: esta guerra de allá, esta otra de allí —porque por todos lados hay guerras— ¿es de verdad una guerra por problemas o es una guerra comercial para vender estas armas en el comercio ilegal? Estos son los enemigos que hay que combatir, unidos y con coherencia, no siguiendo otros intereses si no son los de la paz y del bien común.

Queridos hermanos, hoy recordamos también la Natividad de la Virgen María, fiesta particularmente querida a las Iglesias orientales. Y todos nosotros, ahora, podemos enviar un gran saludo a todos los hermanos, hermanas, obispos, monjes, monjas de las Iglesias orientales, ortodoxas y católicas: ¡un gran saludo! Jesús es el sol, María es la aurora que anuncia su nacimiento. Ayer por la noche hemos velado confiando a su intercesión nuestra oración por la paz en el mundo, especialmente en Siria y en todo Oriente Medio. La invocamos ahora como Reina de la paz. Reina de la paz, ruega por nosotros. Reina de la paz, ruega por nosotros.

 

Francisco. Regina Coeli. 4 de septiembre de 2016.

Queridos hermanos y hermanas:

Mientras que nos acercamos a la conclusión de esta celebración, deseo saludar y agradecer a todos vosotros que habéis participado en ella.

Ante todo a las Misioneras y a los Misioneros de la Caridad, que son la familia espiritual de la Madre Teresa. Que vuestra santa Fundadora cuide siempre vuestro camino y os conceda ser fieles a Dios, a la Iglesia y a los pobres.

Con grata deferencia saludo a las altas autoridades presentes, en particular a las de los países más vinculados a la figura de la nueva Santa, así como a las delegaciones oficiales y a las numerosas peregrinaciones llegadas de esos países en esta feliz circunstancia. Que Dios bendiga vuestras naciones.

Y con afecto os saludo a todos vosotros, queridos voluntarios y agentes de misericordia. Os encomiendo a la protección de la Madre Teresa: que ella os enseñe a contemplar y adorar cada día a Jesús Crucificado para reconocerlo y servirlo en los hermanos necesitados. Pidamos esta gracia también para todos aquellos que están unidos a nosotros a través de los medios de comunicación, en todos los rincones del mondo.

En este momento quiero recordar a todos los que se entregan al servicio de los hermanos en contextos difíciles y arriesgados. Pienso especialmente en las numerosas religiosas que entregan su vida sin guardarse nada para sí. Recemos en especial por la religiosa misionera española, la hermana Isabel, que ha sido asesinada hace dos días en la capital de Haití, un país muy probado, para el cual deseo que cesen tales actos de violencia y que haya en ese lugar más seguridad para todos.

Recordamos también a las demás religiosas que, recientemente, han sufrido violencias en otros países.

Lo hacemos dirigiéndonos en oración a la Virgen María, Madre y Reina de todos los santos.

 

Francisco. Regina Coeli. 8 de septiembre de 2019.

Queridos hermanos y hermanas:

Al concluir esta celebración, deseo dirigir un cordial saludo a todos vosotros.

Agradezco sinceramente a Mons. Razanakolona las palabras que me ha dirigido, y con él a los demás hermanos obispos presentes, a los sacerdotes, a las personas consagradas, a los esposos con sus familias, a los catequistas y a vosotros, todos los fieles.

Aprovecho esta oportunidad para expresar mi profundo agradecimiento al Presidente de la República y a todas las autoridades civiles del país por su amable bienvenida, y lo extiendo a quienes, de diferentes maneras, han contribuido al éxito de mi visita. Que el Señor os recompense y bendiga a todo vuestro pueblo, por intercesión del beato Rafael Luis Rafiringa, cuyas reliquias están expuestas aquí sobre el altar, y de la beata Victoria Rasoamanarivo.

Y ahora nos dirigimos a la Bienaventurada Virgen en oración, el día en que recordamos su nacimiento, aurora de la salvación para la humanidad. Que María Inmaculada, a quien vosotros amáis y veneráis como vuestra Madre y Patrona, acompañe el camino de Madagascar en la paz y en la esperanza.

 

Francisco. Regina Coeli. 4 de septiembre de 2022.

Queridos hermanos y hermanas:

Antes de concluir esta celebración, os saludo a todos y os agradezco vuestra participación.

Estoy agradecido a mis hermanos cardenales, a los obispos y a los sacerdotes procedentes de diversos países.

Saludo a las Delegaciones oficiales reunidas aquí para rendir homenaje al nuevo Beato. Mis deferentes pensamientos van dirigidos al señor Presidente de la República Italiana y al Primer Ministro del Principado de Mónaco.

Os saludo a todos vosotros, peregrinos, especialmente a los fieles de Venecia, Belluno y Vittorio Veneto, localidades vinculadas a la experiencia humana, sacerdotal y episcopal del Beato Albino Luciani.

Y ahora nos dirigimos en oración a la Virgen María, para que obtenga el don de la paz en todo el mundo, especialmente en la martirizada Ucrania. Que ella, la primera y perfecta discípula del Señor, nos ayude a seguir el ejemplo y la santidad de vida de Juan Pablo I.

 

Benedicto XVI. Angelus. 9 de septiembre de 2007.  

Queridos hermanos y hermanas: 

Esta mañana, ha sido para mí una experiencia particularmente hermosa poder celebrar con todos vosotros el día del Señor de modo tan digno en la magnífica catedral de San Esteban. El rito eucarístico, celebrado con el debido decoro, nos ayuda a tomar conciencia de la inmensa grandeza del don que Dios nos hace en la santa misa. Precisamente así nos acercamos también unos a otros y experimentamos la alegría de Dios. Por tanto, expreso mi gratitud a todos los que, mediante su contribución activa en la preparación y en el desarrollo de la liturgia o también mediante su fervorosa participación en los sagrados misterios, han creado un clima en el que la presencia de Dios era verdaderamente perceptible. Gracias de corazón y que Dios os lo pague.

En la homilía he tratado de decir algo sobre el sentido del domingo y sobre el pasaje evangélico de hoy, y creo que esto nos ha llevado a descubrir que el amor de Dios, que "se perdió a sí mismo" por nosotros entregándose a nosotros, nos da la libertad interior para "perder" nuestra vida, para encontrar de este modo la vida verdadera.

La participación en este amor dio a María la fuerza para su "sí" sin reservas. Ante el amor respetuoso y delicado de Dios, que para la realización de su proyecto de salvación espera la colaboración libre de su criatura, la Virgen superó toda vacilación y, con vistas a ese proyecto grande e inaudito, se puso confiadamente en sus manos. Plenamente disponible, totalmente abierta en lo íntimo de su alma y libre de sí, permitió a Dios colmarla con su Amor, con el Espíritu Santo. Así María, la mujer sencilla, pudo recibir en sí misma al Hijo de Dios y dar al mundo el Salvador que se había donado a ella.

También a nosotros, en la celebración eucarística, se nos ha donado hoy el Hijo de Dios. Quien ha recibido la Comunión lleva ahora en sí de un modo particular al Señor resucitado. Como María lo llevó en su seno —un ser humano pequeño, inerme y totalmente dependiente del amor de la madre—, así Jesucristo, bajo la especie del pan, se ha entregado a nosotros, queridos hermanos y hermanas. Amemos a este Jesús que se pone totalmente en nuestras manos. Amémoslo como lo amó María. Y llevémoslo a los hombres como María lo llevó a Isabel, suscitando alegría y gozo. La Virgen dio al Verbo de Dios un cuerpo humano, para que pudiera entrar en el mundo. Demos también nosotros nuestro cuerpo al Señor, hagamos que nuestro cuerpo sea cada vez más un instrumento del amor de Dios, un templo del Espíritu Santo. Llevemos el domingo con su Don inmenso al mundo.

Pidamos a María que nos enseñe a ser, como ella, libres de nosotros mismos, para encontrar en la disponibilidad a Dios nuestra verdadera libertad, la verdadera vida y la alegría auténtica y duradera.
Quiero rezar ahora la oración a la Madre de Dios que, en realidad, hubiera querido recitar ante la "Columna de la Virgen". Como sabemos, allí se produjo un apagón que lo hizo imposible. Por eso quiero recuperar ahora esa oración a la Virgen: 

"Santa María, Madre inmaculada de nuestro Señor Jesucristo, en ti Dios nos ha dado el prototipo de la Iglesia y el modo mejor de realizar nuestra humanidad. A ti te encomiendo a Austria y a sus habitantes:  ayúdanos a todos a seguir tu ejemplo y a orientar totalmente nuestra vida hacia Dios. Haz que, contemplando a Cristo, lleguemos a ser cada vez más semejantes a él, verdaderos hijos de Dios. Entonces también nosotros, llenos de toda clase de bendiciones espirituales, podremos corresponder cada vez mejor a su voluntad y ser así instrumentos de paz para Austria, para Europa y para el mundo. Amén".

Queridos amigos, ahora cantemos todos juntos el "Ángelus Domini" a la manera austríaca.

 

Benedicto XVI. Angelus. 5 de septiembre de 2010.

Queridos hermanos y hermanas:

Ante todo, pido perdón por el retraso. Acabo de volver de Carpineto Romano, donde, hace doscientos años, nació el Papa León XIII, Vincenzo Gioacchino Pecci. Agradezco al Señor haber podido celebrar la Eucaristía con sus conciudadanos en este importante aniversario. Ahora, en cambio, deseo presentar brevemente mi Mensaje —publicado en los días pasados— dirigido a los jóvenes del mundo para la XXVI Jornada mundial de la juventud, que tendrá lugar en Madrid dentro de poco menos de un año.

El tema que escogí para este Mensaje retoma una expresión de la carta a los Colosenses del apóstol san Pablo: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. 2, 7). Decididamente se trata de una propuesta a contracorriente. De hecho, ¿quién propone hoy a los jóvenes estar «arraigados» y «firmes»? Más bien se exalta la incertidumbre, la movilidad, la volubilidad..., todos ellos aspectos que reflejan una cultura indecisa en lo que se refiere a los valores de fondo, a los principios con los que es preciso orientar y regular la propia vida. En realidad, yo mismo, por mi experiencia y por los contactos que tengo con los jóvenes, sé bien que cada generación, más aún, cada persona está llamada a realizar de nuevo el recorrido de descubrimiento del sentido de la vida. Y precisamente por esto quise volver a proponer un mensaje que, según el estilo bíblico, evoca las imágenes del árbol y de la casa. El joven, de hecho, es como un árbol en crecimiento: para desarrollarse bien necesita raíces profundas que, en caso de tempestades de viento, lo mantengan bien plantado en el suelo. Del mismo modo, la imagen del edificio en construcción recuerda la exigencia de buenos fundamentos para que la casa sea sólida y segura.

Y el corazón del Mensaje está en las expresiones «en Cristo» y «en la fe». La plena madurez de la persona, su estabilidad interior, se basan en la relación con Dios, relación que pasa por el encuentro con Jesucristo. Una relación de profunda confianza, de auténtica amistad con Jesús puede dar a un joven lo que necesita para afrontar bien la vida: serenidad y luz interior, capacidad para pensar de manera positiva, apertura de ánimo hacia los demás, disponibilidad a pagar personalmente por el bien, la justicia y la verdad. Un último aspecto, muy importante: para llegar a ser creyente, el joven se sostiene gracias a la fe de la Iglesia; si ningún hombre es una isla, mucho menos lo es el cristiano, que descubre en la Iglesia la belleza de la fe compartida y testimoniada juntamente con los demás en la fraternidad y en el servicio de la caridad.

Mi Mensaje a los jóvenes lleva la fecha del 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración del Señor. Que la luz del rostro de Cristo resplandezca en el corazón de todo joven. Y que la Virgen María acompañe con su protección el camino de las comunidades y de los grupos juveniles hacia el gran Encuentro de Madrid 2011.

 

Domingo 24 T.O.

 

Monición de entrada.-

Jesús nos ha pedido que vengamos a misa.

Además, Él nos pide que queramos como Él nos quiere.

La misa nos ayudada a hacer lo que Él nos pide.

 

Señor ten piedad.-

Tú que has venido a buscar lo que estaba perdido. Señor, ten piedad.

Tú que comías con los que se portaban mal. Cristo ten piedad.

Tú que fuiste insultado. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Por el papa León para que le ayudes a perdonar a los que se portan mal con él. Te lo pedimos, Señor.

Por la Iglesia, para que sea familia de perdón. Te lo pedimos, Señor.

Por la sociedad, para que sea buena. Te lo pedimos, Señor.

Por los jueces, para que sean justos. Te lo pedimos, Señor.

Por nosotros, para que aprendamos a perdonar. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

Gracias Virgen María por perdonar a los que se portaron mal con Jesús y así darnos un ejemplo.