martes, 5 de marzo de 2024

Domingo 4º T. Cuaresma. 10 de marzo de 2024.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de las Crónicas 36, 14-16.19-23.

En aquellos días, todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando las aberraciones de los pueblos y profanando el templo del Señor, que él había consagrado en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les enviaba mensajeros a diario porque sentía lástima de su pueblo y de su morada; pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se burlaban de sus profetas, hasta que la ira del Señor se encendió irremediablemente contra su pueblo. Incendiaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, incendiaron todos sus palacios y destrozaron todos los objetos valiosos. Deportó a Babilonia a todos los que habían escapado de la espada. Fueron esclavos suyos y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. Así se cumplió lo que había dicho Dios por medio de Jeremías: “Hasta que tierra pague los sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta cumplirse setenta años”. En el año primero de Ciro, rey de Persia, para cumplir lo que había dicho Dios por medio de Jeremías, el Señor movió a Ciro, rey de Persia, a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino:

-Así dice Ciro, rey de Persia: el Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a ese pueblo puede volver. ¡Que el Señor, su Dios, esté con él!

 

Textos paralelos.

Les envió al principio avisos por medio de sus mensajeros.

Hb 1, 1: Muchas veces y de muchas formas habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas.

Despreciaron sus palabras.

Mt 23, 34-36: Mirad, para eso os estoy enviado profetas, doctores y letrados: a unos los matáis y crucificáis, a otros los azotáis en vuestras sinagogas y los perseguís de ciudad en ciudad. Así recaerá sobre vosotros toda la sangre inocente derramada en la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías,  hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el atrio y el altar. Os aseguro que todo recaerá sobre esta generación.

Incendiaron el templo de Dios.

2 Re 25, 14: También llevaron las ollas, palas, cuchillos, bandejas y todos los utensilios de bronce que servían para el culto.

En el año primero de Ciro.

Esd 1, 1-3: El año primero de Ciro, rey de Persia, el Señor, para cumplir lo que había anunciado por boca de Jeremías, movió a Ciro de Persia a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino: “Ciro, rey de Persia, decreta: El Señor Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra y me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Los que entre vosotros pertenezcan a ese pueblo, que su Dios lo acompañe y suba a Jerusalén de Judá para reconstruir el templo de Dios, Dios de Israel, el Dios que habita en Jerusalén”,

 

Notas exegéticas.

36 14 Juicio general sobre la infidelidad del pueblo que causa la ruina de Judá. El Cronista se une aquí a Jeremías y Ezequiel.

 

36 22 Estos dos últimos vv. reproducen el comienzo de Esdras. Pero la utilización de este texto como conclusión cambia su sentido. El anuncio de una labor penosa se convierte aquí en un grito de triunfo sobre la restauración del Templo, por lo que se afirma la perennidad de las instituciones davídicas.

 

Salmo responsorial

Salmo 137 (136), 1-6

 

Que se me pegue la lengua al paladar

si no me acuerdo de ti. R/.

 

Junto a los canales de Babilonia

nos sentamos a llorar

con nostalgia de Sión;

en los sauces de sus orillas

colgábamos nuestras cítaras. R/.

 

Allí los que nos deportaron

nos invitaban a cantar;

nuestros opresores, a divertirlos:

“Cantadnos un cantar de Sión”. R/.

 

¡Cómo cantar un cántico del Señor

en tierra extranjera!

Si me olvido de ti, Jerusalén,

que se me paralice la mano derecha. R/.

 

Que se me pegue la lengua al paladar,

si no me acuerdo de ti,

si no pongo a Jerusalén

en la cumbre de mis alegrías. R/.

 

Textos paralelos.

 A orillas de los ríos de Babilonia.

Ez 3, 15: Llegué a los deportados de Tel-Abib (que vivían a orillas del río Quebar), que es donde ellos vivían, y me quedé allí siete días abatido en medio de ellos.

Lm 3, 48: Lloramos arroyos de lágrimas por la ruina de la capital.

Colgábamos nuestras cítaras.

Is 24, 8: Cesa el alborozo de los panderos, se acaba el bullicio de los que se divierten, cesa el alborozo de las cítaras.

Allí mismo nos pidieron.

Jr 25, 10: Haré cesar la voz alegre y la voz gozosa, la voz del novio y la voz de la novia, el ruido del molino y la luz de la lámpara.

Lm 5, 14: Los ancianos ya no se sientan a la puerta, los jóvenes ya no cantan.

Si me olvido de ti, Jerusalén.

Jr 51, 50: Los que evitasteis su espada, marchad sin deteneos, invocando desde lejos al Señor, recordando a Jerusalén.

Si no exalto a Jerusalén.

Sal 122, 1: ¡Qué alegría cuando me dijeron “Vamos a la casa del Señor”. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.

 

Notas exegéticas.

137 Este salmo evoca el recuerdo de la caída de Jerusalén el año 587 y del destierro en Babilonia.

137 3 “nuestros raptores” solelenû Targum; hebreo tolalenû ininteligible.

137 5 “se me seque” tikehas conjunción: “olvide” tiskah hebreo (que al parecer ha tratado adrede de suavizar esta maldición).

 

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 4-10.

Hermanos:

Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo – estáis salvados por pura gracia –; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos.

 

Textos paralelos.

Pero Dios, rico en misericordia.

Rm 1, 18: Desde el cielo se revela la ira de Dios contra toda clase de hombres impíos e injustos que cohíben con injustica la verdad.

Rm 2, 8: A los que por egoísmo desobedecen a la verdad y obedecen a la injusticia, ira y cólera.

Movido por el gran amor que nos tenía.

Ex 34, 6: El Señor pasó ante él proclamando: el Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel.

Estando muertos a causa de nuestros delitos.

Rm 8, 8: Y los que siguen el instinto no pueden agradar a Dios.

Col 2, 13: Vosotros estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión carnal; pero os ha vivificado con él, perdonándoos todos los pecados.

Nos hizo sentar en los cielos.

Col 2, 12: Que consiste en ser sepultados con él en el bautismo y en resucitar con él por la fe en el poder de Dios, que lo resucitó a él de la muerte.

Col 3, 1-4: Por tanto, si habéis resucitado con Cristo, buscad lo de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios, aspirad a lo de arriba, no a lo terreno. Pues habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces vosotros apareceréis gloriosos junto a él.

De este modo puso de manifiesto.

Rm 8, 11: Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en vosotros, el que resucitó a Jesucristo de la muerte dará vida a vuestros cuerpos morales, por el Espíritu suyo que habita en vosotros.

La sobreabundante riqueza.

Rm 1, 16: Yo no me avergüenzo de la buena noticia que es una fuerza divina de salvación para todo el que cree – primero el judío, después el griego –.

Para que nadie se gloríe.

Rm 3, 27: ¿Dónde, pues, queda el orgullo? Queda excluido: ¿Por qué ley?, ¿de las obras? Nada de eso, por la ley de la fe.

1 Co 1, 29: Y así nadie podrá engreírse frente a Dios.

2 Co 8, 17: Y al aceptar mi ruego, de buena gana y con toda diligencia se puso en camino hacia vosotros.

 

Notas exegéticas.

2 5 (a) Nosotros, es decir, los paganos, vv. 1-2, y los judíos conjuntamente, v. 3. La frase interrumpida por la digresión del v. 3 prosigue aquí.

2 5 (b) “con Cristo”; variante: “en Cristo” – “por gracia”; var. (Vulgata): “por cuya gracia”.

2 6 Aquí y en Col 2, 12; 3, 1-4, son consideradas como realidades ya conseguidas (verbos en pretérito) la resurrección y el triunfo celeste de los cristianos, mientras Rm 6, 3-11; 8, 11-17, los mira más bien como futuros (verbos en futuro). Esta escatología realizada es una de las características de las Epístolas de la Cautividad.

2 7 Lit. “en los eones venideros”.

2 10 Lo mismo que la salvación, la nueva vida que de ella deriva y las obras que la expresan proviene de la gracia soberana de Dios. Al cristiano compite discernir y realizar lo que “dispuso Dios”. Los vv. 8-10 recogen en algunas frases incisivas la predicación de la gracia de Dios desarrollada en Romanos y Gálatas. Pero el tema de la justificación, que constituye la base argumentativa de estas epístolas, no entra en las perspectivas de Efesios.

 

Evangelio.

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 14-21.

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

-Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. Él que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

 

Textos paralelos.

Y, del mismo modo que Moisés.

Jn 1, 18: Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre, lo ha explicado.

Nm 21, 4-9: Desde el monte Hor se encaminaron hacia el Mar Rojo, rodeando el territorio de Edom. El pueblo estaba extenuado por el camino, y habló contra Dios y contra Moisés: “¿Por qué nos has sacado de Egipto, para morir en el desierto? NO tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo”. El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: “Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpiente”. Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: “Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla”. Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado”.

Sb 16, 5-7: Pues cuando les sobrevino la terrible furia de las fieras y perecían mordidos por serpientes tortuosas, tu ira no duró hasta el final; para que escarmentaran, se les asustó un poco, pero tenían un emblema de salud como recordatorio del mandato de tu ley; en efecto, el que se volvía hacia él sanaba, no en virtud de lo que veía, sino gracias a ti, Salvador de todos.

Para que todo el que crea tenga en él vida eterna.

Jn 1, 21: Le preguntaron: “Entonces, ¿eres Elías?”. Respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?”. Respondió: “No”.

Jn 12, 32: Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.

Porque tanto amó Dios al mundo.

1 Jn 4, 9: Dios ha demostrado el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único para que vivamos gracias a él.

Gn 22, 2: Dios dijo: “Toma a tu hijo único, a tu querido Isaac, vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré”.

Gn 22, 13: Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en los matorrales. Abrahán se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

Que entregó a su Hijo unigénito.

Mt 21, 37: Finalmente les envió a su hijo.

Rm 8, 32: El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos va a regalar todo lo demás con él?

Dios no ha enviado a su Hijo al mundo.

Jn 1, 1: Al principio ya existía la Palabra y la Palabra se dirigía a Dios y la Palabra era Dios.

Jn 4, 34: Jesús les dice: “Mi sustento es cumplir la voluntad del que me envió y dar remate a su obra”.

Sino para que el mundo se salve por él.

Jn 1, 9: La luz verdadera que ilumina a todo hombre estaba viniendo al mundo.

Jn 12, 47: Al que escucha mis palabras y no las cumple yo no lo juzgo; pues no he venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo.

2 Co 5, 19: Es decir, Dios estaba, por medio de Cristo, reconciliando el mundo consigo, no apuntándole los delitos, y nos confió el mensaje de la reconciliación.

Hch 4, 12: Ningún otro puede proporcionar la salvación; no hay otro nombre bajo el cielo concedido a los hombres que pueda salvarlos.

El juicio consiste en que la luz vino al mundo.

Jn 1, 18: Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre, lo ha explicado.

Jn 2, 23: Estando en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él al ver las señales que hacía.

Jn 1, 9: La luz verdadera que ilumina a todo hombre estaba viniendo al mundo.

Jn 8, 12: Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, antes tendrá la luz de la vida.

Pues todo el que obra el mal.

Jb 24, 15-17: Al alba se levanta el asesino para matar al pobre y al indigente; de noche ronda el ladrón. El adúltero acecha el crepúsculo diciéndose: “Nadie me verá” y se emboza la cara. A oscuras penetra en la casa. Durante el día se encierran, no quieren nada con luz; a oscuras penetra en las casas. La mañana es oscura para ellos, acostumbrados a los miedos de las tinieblas.

Para que nadie censure sus obras.

Jn 7, 7: El mundo no puede aborreceros; a mí me aborrece porque les echo en cara que sus acciones son malas.

Pero el que obra la verdad.

Para que quede de manifiesto.

Ef 5, 13: Todo lo que se expone a la luz queda patente.

Jn 8, 32: Entenderéis la verdad y la verdad os hará libres.

1 Jn 3, 19: Pues, aunque la conciencia nos acuse, Dios es más grande que nuestra conciencia y lo sabe todo.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

3 14 En Daniel 7, 13-14 el Hijo del hombre sube junto a Dios para recibir allí la investidura regia. Para Juan, el Hijo del hombre debe ser elevado en la cruz, pero esto es el primer paso que debe llevarle a Dios en la gloria, donde reinará después de destrozar al Príncipe de este mundo. Al subir al cielo, el Hijo del hombre no hará sino retornar a su lugar propio, recobrar la gloria que tenía antes de la creación del cosmos. Es en esta línea de pensamiento como se puede comprender el paralelo entre 3, 14-15 y N 21, 4-9. Los hebreos debían mirar a la serpiente de bronce puesta por Moisés sobre una señal para que Dios les perdonara su pecado y pudieran seguir con vida. Así, el hecho de que el Hijo del hombre sea elevado en la cruz será lo que permitirá reconocer que él podía atribuirse el Nombre divino “Yo soy”, y por tanto el hombre podrá evitar el morir en razón de los pecados. Creer en el Hijo del hombre elevado es creer en el nombre del Hijo, Unigénito de Dios, es, por tanto, creer en el amor del Padre que ha sacrificado a su propio Hijo para que nosotros nos salvemos. Si no se cree en que el Hijo del hombre es el Unigénito, ¿cómo reconocer el amor del Padre para con nosotros? El peor de los pecados es no creer ya en el Amor.

3 15 La sección 3, 16-21 tiene su paralelo en 12, 46-50, pero parece de redacción más reciente. Un mismo tema joánico se ha desarrollado en dos perspectivas diferentes. Esta sección desarrolla una cristología elevada; la otra, que glosa a Dt 18, 15.18, presenta simplemente a Cristo como nuevo Moisés.

3 18 Para el judaísmo y muchos textos neotestamentarios, el juicio final es esperado para el fin de la historia. Para Jn el juicio tiene ya lugar cuando el hombre se encuentra en presencia de Jesús (especialmente de su cruz) y rechaza la revelación.

3 19 Una división entre los humanos tiene lugar en función de la acogida o del rechazo. La revelación desenmascara a la persona que hace el mal. La exposición de su conducta a la luz constituye en sí misma el juicio o la condena de quien rechaza a Dios.

3 21 Giro típicamente hebreo (asâ ‘emet). Para los judíos esta verdad se manifiesta en la Ley. Para Jn obrar la verdad significa cumplir la voluntad de Dios, tal como haya podido recibirse, lo cual dispone a creer en la revelación transmitida en Jesús y a practicar esa fe. Por otra parte, y a tenor del mencionado giro hebreo, la expresión “obrar la ley” podría equivaler más genéricamente a “mantenerse en la lealtad” a Dios.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

14 AQUELLA SERPIENTE (lit. la serpiente): “Una serpiente no podía matar ni dar vida, pero cuando Israel la miraba creía en aquél que había ordenado a Moisés que la hiciera, y él los cura” (Mekiltá Éxodo, 27, 10). // ELEVADO: es elevado (en cruz), y exaltado (en la resurrección y ascensión). en arameo targúmico, yslq puede significar morir y también ser levantado, física o espiritualmente (Díez Macho).

15 EN ÉL. gramaticalmente puede ir unido a CREE o a TENGA.

16-21 Muy en el estilo de Juan, la conversación no concluye, sino que deriva hacia reflexiones meditativas del evangelista: la redención tiene su fuente en el amor de Dios a los hombres, y la realiza el Hijo entregando su vida: su finalidad es salvar; pero el hombre puede permanecer en la oscuridad y no creer en el Hijo.

16 DE TAL MANERA AMNÓ DIOS … QUE ENTREGÓ A SU HIJO: La admiración de santa Teresa: “Bendito seáis por siempre, Señor mío, que tan amigo sois de dar que no se os pone cosa por delante”, venía de siglos: “El que a su propio Hijo no lo perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo, junto con él, no va también a regalarnos todo?” (Romanos 8, 32). “Dios ha dado al hombre la tierra, el mar, y cuanto hay en ellos. Pero después de todo esto, se dio a sí mismo: De tal manera amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo unigénito para la vida de este mundo. Así, pues, ¿qué cosa grande hará un hombre si se ofrece a Dios, cuando el mismo Dios se ofreció antes a él” (Orígenes). // EL MUNDO: en los escritos de san Juan es palabra polivalente: puede significar el universo (lo que un judío llamaría “el cielo y la tierra”), o la humanidad , el género humano; y este segundo significado se desdobla en dos: el conjunto de seres humanos, objeto del amor salvador de Dios (así en este pasaje), o el mundo malo, es decir, los seres humanos que, como seres libres, rechazan creer en Jesús, revelador del Padre (cf. 1 Jn 2, 15-17; compárese con el término mundo en el lenguaje de san Pablo (1 Cor 3, 19).

17 CONDENAR: lit. juzgar, en sentido peyorativo. Lo mismo que en otros textos de Jn, como en: v. 18, 7, 51, 18,31.

18-21 El misterio de la incredulidad de los hombres está en que, al no aceptar a Cristo, el mensaje del Evangelio se les convierte en motivo de condenación; el incrédulo se condena a sí mismo. Los tiempos gramaticales de los verbos indican, conforme al pensamiento de Jn, que la vida y la condenación eternas comienzan ya ahora, según que uno se decida en favor o en contra de Jesús. Esta decisión adelanta al tiempo presente la sentencia del juicio futuro (que Jn admite como tal: 5, 27-29).

18 EL NOMBRE que tiene Jesús en los escritos de san Juan es “el Hijo”.

19 EN ESTO SE BASA LA CONDENA: lit. este, ahora bien, es el juicio (se entiende: el juicio condenatorio). Jesús no condena; son los hombres quienes, al no aceptar las palabras de Jesús, convierten el juicio (krísis) en sentencia condenatoria (katákrisis); cf. 12, 48. // SUS OBRAS: no creer en Jesús es “las obras malas”; la fe en Jesús es “las obras buenas”.

21 Obrar la verdad” es aceptar la revelación de Cristo – condición para “ir a la luz” –, asimilarla, “hacerla propia” en un proceso de crecimiento en la fe, y actuar conforme a ella.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

3, 14 En el desierto, los israelitas que habían sido mordidos por serpientes venenosas evitaban la muerte al mirar fijamente a la serpiente de bronce que Moisés “elevó” y colocó en un estandarte (Números 21, 4-9). Ese acontecimiento prefiguró el sacrificio de Cristo, que fue “elevado” en una cruz para salvar a la humanidad. Cat. 2130.

3, 16 El acto que realizó Dios de mandar a su Hijo unigénito para nuestra redención y para otorgarnos vida eterna fue fruto de su amor supremo. De hecho, Dios Padre nos entregó a Cristo en la Encarnación precisamente para revelar su grandísimo amor. Aquellos que rechazan este regalo de Cristo, de amor y redención, se privan a sí mismos de la vida eterna. Aquellos que eligen caminar bajo la luz de Cristo obtendrán la felicidad en esta vida y vida eterna en la siguiente. Cat. 219, 444, 454 y 458.

 

Catecismo de la Iglesia Católica

2130 Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento Dios ordenó y permitió la institución de imágenes que conducirían simbólicamente a la salvación por el Verbo encarnado: la serpiente de bronce (Nm 21, 4-9; Sb 16, 5-14), el arca de la Alianza y los querubines (Ex 25, 10-22).

219 El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (cf. Os 11, 1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos (cf. Is 49, 14-15). Dios ama a su pueblo más que un esposo a su amada (cf. Is 62, 4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cf. Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más precioso: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3, 6).

444 Los evangelios narran en dos momentos solemnes, el Bautismo y la Transfiguración de Cristo, que la voz del Padre lo designa como su Hijo amado (cf. Mt 3, 17; 17,5). Jesús se designa a sí mismo como “el Hijo único de Dios” (Jn 3, 16) y afirma mediante este título su preexistencia eterna (cf. Jn 10, 36).

454 El nombre de Hijo de Dios significa la relación única y eterna de Jesucristo con el Padre: Él es el Hijo único del Padre (cf. Jn 1, 14; 3, 16.18) y Él mismo es Dios (cf. Jn 1, 1). Para ser cristiano es necesario creer que Jesucristo es el Hijo de Dios (cf. Hch 8, 37; 1 Jn 2, 23).

458 El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él” (1 Jn 4, 9). “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

 

Concilio Vaticano II

El Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, hecho Él mismo carne y habitando en la tierra de los hombres (cf. Jn 1, 3.14), hombre perfecto, entró en la historia del mundo, asumiéndola y recapitulándola en sí (cf. Ef 1, 10). Él mismo nos revela “que Dios es amor” (1 Jn 4, 8) y al mismo tiempo nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y por ello de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina, les da la certeza de que el camino del amor está abierto a todos los hombres y de que no es inútil el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal. Al mismo tiempo, advierte que no hay que buscar este amor solo en las grandes cosas, sino especialmente en las circunstancias ordinarias de la vida. Soportando la muerte por todos nosotros pecadores (cf. Jn 3, 14-16; Rm 5, 8-10), con su ejemplo nos enseña que debemos cargar también la cruz que la carne y el mundo imponen sobre los hombres de los que buscan la paz y la justicia.

Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”, 38.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Habiendo dicho a los hombres que el bautismo es la mayor de las gracias que les ha sido concedida, añade cuál es la causa de ello, que consisten en otra gracia no menor, a saber, la de la cruz… Estos dos beneficios son los que, de un modo especialísimo, revelan el inefable amor de Dios por nosotros: que sufrió por sus enemigos y que, tras haber muerto por ellos, les otorgó una completa remisión de los pecados mediante el bautismo.

Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Juan, 27, 1. Pg. 194.

El Señor conduce con arte admirable de magisterio celestial a un maestro de la ley mosaica, llevándolo al sentido espiritual de esa ley al recordar una historia antigua, que le explica como figura de su pasión y de la salvación humana.

Beda. Homilías sobre los Evangelios. 2, 18. Pg. 194.

Con razón el Señor mandó que las heridas de los enfermos se curaran levantando una serpiente de bronce…. Por tanto, el mundo fue crucificado en sus seducciones y por eso fue levantada no una serpiente verdadera sino de bronce, porque el Señor asumió la forma de pecador ciertamente en la realidad del cuerpo, pero sin la realidad del pecado, de modo que mediante la fragilidad de la debilidad humana simulando a la serpiente al deponer los despojos de la carne pudiera destruir las astucias de la serpiente.

Ambrosio. El Espíritu Santo. 3, 8, 50. Pg. 195.

La cruz se levanta y se alza sobre la tierra, que hasta poco antes había mantenido oculta por la envidia. La cruz se levanta no para recibir gloria alguna (Cristo clavado en ella es la mayor gloria), sino para glorificar a Dios y ser proclamado por ella.

Andrés de Creta. Homilía sobre la exaltación de la santa cruz, 11. Pg. 195.

Con esto Dios anunciaba un misterio por el que había de destruir el poder de la serpiente, que fue autora de la transgresión de Adán.

Justino Mártir. Diálogo con el judío Trifón, 94, 2.5. Pg. 196.

Por las palabras: “Tanto amó Dios al mundo” se pone de relieve la grandeza y la intensidad de ese amor. Grandísima era, en verdad, e infinita la distancia entre Dios y el mundo. El inmortal, sin principio e infinitamente grande, nos amó a quienes estamos hechos de tierra y cenizas, cargados de innumerables pecados, porque continuamente le ofendemos.

Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Evangelio de Juan, 27, 2-3. Pg. 197.

Alabemos, pues, que nada al Hijo, venerando su sangre, que expía nuestros pecados. Sin haber perdido nada de su divinidad, me salvó; como médico se inclinó sobre nuestras heridas malolientes.

Gregorio Nacianceno. Himnos dogmáticos. 2. Pg. 198.

Si el Padre no nos hubiese entregado la vida, no tendríamos vida. Si la vida misma no hubiese muerto, no se hubiese dado muerte a la vida.

Agustín. Sermones, 265b, 51. Pg. 199.

El médico en cuanto tal viene a curar al enfermo. Quien se niega a observar las prescripciones del médico se da muerte a sí mismo.

Agustín. Tratado sobre el Ev. de Juan, 12, 12. Pg. 199.

De nuevo el Señor revela con claridad que nuestros errores y fallos dependen de nosotros.

Clemente de Alejandría. Stromata, 2, 69, 1-2. Pg. 201.

La causa del castigo de los hombres es que no quisieron abandonar las tinieblas para acogerse a la luz… Así afirma: “Si yo hubiera venido para pedirles cuentas de sus obras y castigarlos, abrían podido decir: por eso nos hemos alejado. Pero he venido para librarlos de las tinieblas y llevarlos a la luz”. ¿Cómo tener piedad de hombres que rechazan ir de las tinieblas a la luz?

Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Juan, 28, 2. Pg. 201.

Si quienes son adoradores del Dios verdadero viven entregados a los vicios, serán despreciados y acusados por todos.

Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Juan, 28, 2. Pg. 203.

Muchos hay que aman sus pecados y muchos también que los confiesan. Quien confiesa y se acusa de sus pecados hace las paces con Dios. Dios reprueba tus pecados. Si tu haces lo mismo, te unes a Dios. Es preciso que aborrezcas tus obras y que ames en ti la obra de Dios. Cuando empiezas a detestar lo que hiciste, entonces empiezan tus buenas obras, porque repruebas las tuyas malas. El principio de las buenas obras, es la confesión de las malas. Practicas la verdad y vienes a la luz. ¿Qué es practicar tu verdad? No halagarte, ni acariciarte, ni adularte a ti mismo, ni decir que eres justo, cuando eres inicuo. Así es como empiezas tú a practicar la verdad; así es como vienes a la luz, para que se muestran las obras que has hecho en Dios.

Agustín. Tratado sobre el Ev. de Juan, 12, 13-14. Pg. 203.

 

San Agustín.

Tomó, pues, la muerte y la suspendió en la cruz. De esta manera los mortales son librados de la muerte. El Señor recuerda lo que aconteció en figura a los antiguos. (…). Gran misterio es este; quienes lo han leído, lo conocen. Por tanto, óiganlo ahora quienes no lo han leído, o lo han olvidado después de haberlo leído u oído. (…) ¿Qué son las serpientes que muerden? Los pecados de la carne mortal. ¿Qué es la serpiente levantada en alto? La muerte del Señor en la cruz. La muerte fue simbolizada en la serpiente porque procede de ella. La mordedura de la serpiente es mortal, la muerte del Señor es vital. Se mira a la serpiente para aniquilar el poder de la serpiente. ¿Qué es esto? Se mira a la muerte para aniquilar el poder de la muerte. (…) Ten siempre en tu presencia lo que no quieres que esté en la presencia de Dios. Porque si echas a la espalda tus propios pecados, Dios volverá a ponerlos ante tus ojos cuando ya la penitencia sea infructuosa. Corred, no sea que os sorprendan las tinieblas.

Comentarios sobre el evangelio de San Juan, 10, 4-8. Pg. 311.

 

San Juan de Ávila.

Mirad, pues, doncella, a este hombre, porque no puede escapar de la muerte quien no lo mirare, porque así como alzó en un palo Moisés la serpiente en el desierto, para que los heridos mirándola viviesen, y quien no la mirase muriese, así quien a Cristo puesto en el madero de la cruz no mirase, morirá para siempre. (…) Mira, hombre, la haz de tu Cristo, y si quieres que mire yo a su cara para perdonar él, mira tú a su cara, para pedir perdón por él. En la cara de Cristo nuestro mediador se junta la vista del Padre y la nuestra. Allí van a parar los rayos de nuestro creer y amar, y los rayos de su perdonar y hacer mercedes.

Audia, filia (I). Hermosura del alma, 31. OC I. Pg. 528.

Porque, así como alzó en un palo Moisén la serpiente en el desierto, para que los heridos, mirándola viviese, y quien no la mirase muriese, así, quien a Cristo puesto en el madero de la cruz no mirase con fe y con amor, morirá siempre.

Audia filia (II). Cap. 112, 2. OC I. Pg. 776.

Mucha razón tiene Dios de quejarse, y sus pregoneros para reprehender a los hombres, de que tan olvidados estén de esta merced, digna que por ella se diesen gracias a Dios de noche y de día. Porque, como dice San Juan, así amó Dios al mundo que dio su unigénito Hijo, para que todo hombre que creyere en él y le amare no perezca, mas tenga la vida eterna. Y en esta merced están encerradas las otras, como menores en la mayor y efectos en causa. Claro es que quien dio el sacrificio contra los pecados, perdón de pecados, dio cuanto es de su parte; y quien el Señor dio, también dio el señorío; y, finalmente, quien dio su Hijo, y tal hijo, dado a nosotros y nacido para nosotros, no nos negará cosa que necesaria nos sea.

Audi, filia (II). Cap. 19, 1. OC I. Pg. 578.

Y si a todas estas cosas estás sordo, no es razón que lo estés a las voces que Dios te da en el Evangelio, diciendo: En tanta manera amó Dios al mundo, que dio a su único Hijo, para que todo el que creyere en Él no perezca, mas alcance vida eterna. Todas estas son las señales de amor, y esta más que ninguna de todas ellas, como escribe aquel muy amado y amador de Dios, su evangelista san Juan diciendo: En este hemos conocido el amor que dios nos tiene, que nos dio a su Hijo para que vivamos por él (1 Jn 4, 9).

Tratado del amor de Dios, 3. OC I. Pg. 953.

No alcanza ningún entendimiento angélico qué tanto arda este fuego ni hasta dónde llegue su virtud. No es el término hasta donde llegue solamente la muerte y la cruz; porque si, como le mandaron padecer una muerte, le mandaran millares de muertes, para todo tenía amor (cf. Jn 3, 17). Y si lo que le mandaron hacer por la salud de todos los hombres, le mandaran hacer por cada uno de ellos, así lo hiciera por cada uno como por todos. Y si, como estuvo aquellas tres horas penando en la cruz, fuera menester estar allí hasta el día del juicio, amor había para todo, si nos fuera necesario. De manera que mucho más amó que padeció; muy mayor amor le quedaba encerrado en las entrañas de lo que nos mostró acá de fuera en sus llagas.

Tratado del amor de Dios, 7. OC I. Pg. 962.

Responde san Juan: Amaron más los hombres las tinieblas que la luz, porque eran sus obras malas; y todo aquel que mal hace, aborrece la luz (Jn 3, 19-20). De manera que, porque el Señor y su doctrina encaminaban a toda verdad y virtud, y ellos amaban la mentira y la maldad, no lo podían oír ni mirar; ni quisieran que hobiera luz ejemplo de perfecta vida, en comparación de la cual era condenada la suya por mala. Y de la raíz de esta voluntad, así depravada, salió el fruto de negar y matar al celestial médico, que los venía a curar.

Audi, filia (II), cap. 48, 1. OC I. Pg. 638.

¿Qué justicia es que haga yo pecados y pague Jesucristo? La justicia nació de la misericordia de Dios. Dice David: Todos los caminos de Dios son misericordia y verdad (Sal 24, 10); primero misericordia y luego verdad.

Lecciones sobre 1 San Juan (I). Lección 6. OC II. Pg. 150.

Con ser la verdad una cosa tan alta y tan santa, tan hermosa y provechosa para el hombre, vemos que no faltan hombres, ni han faltado, más aficionados a la mentira que a la verdad, y se andaban perdidos tras los engaños: aficionados a las tinieblas y aborrecedores de la luz. De estos se queja Cristo: Lux venit in mundum, et dilexerunt homines magis tenebras quam lucem (Jn 3, 19).

Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas 4, 16. 45. OC II. Pg. 84.

De manera que, porque el Señor y su santa doctrina encaminaban a toda verdad y virtud, y ellos amaban la mentira, la gloria vana y maldad, no lo podían ioír ni mirar, ni siquiera que hubiera luz de doctrina que descubriera la santidad falsa de ellos; ni ejemplo de perfecta vida, en comparación de la cual la vida de ellos era condenada por mala.

Tratados de reforma, 7. OC II. Pg. 527.

Ansí como Moisén puso la serpiente encima del palo en el desierto, ansí conviene también que el hijo de la Virgen sea puesto en una cruz, para que todo aquel que lo mirare no se pierda, sino tenga vida eterna (cf. Jn 3, 14). Para esto vine al mundo, para dar vida al mundo, dice en otra part Jesucristo (cf. Jn 10, 10). Si estás muerto, vete a Cristo, que Él es el manjar que te resucitará y dará vida. Sírvete de tu fe en esto que Jesucristo sólo es tu arrimo, tu esfuerzo, tu remedio, tu vida, tu confianza, quien te rige, te gobierna, te da ser y te sustenta. Échate a sus pies; dile: “Señor mío, ¡cuántos milagros heciste en este mundo, cuántos muertos resucitaste, cuántos cojos sanaste, a cuántos ciegos diste lumbre, a cuántos sordos diste oídos!, ves aquí un muerto, que no tiene más que la lengua de vivo; aplica en mí lo que padeciste; ayuda a mi flaqueza; alumbra mis ojos; haz que oigan mis oídos tus palabras de vida; despierta mi ánima a tan profundo sueño; haz con mi corazón que oigan tus palabras; da gusto a mi paladar, y haz que pierda el sabor que toma de los pecados.

49. En la Infraoctava del Corpus, 12. OC III. Pg. 640-641.

Por la salud de sus vasallos nace pobre, y llora, y pasa trabajos, y derrama su sangre: posuit animam suam pro ovibus suis, pro nobis omnibus tradidit illum[1] (cf. Jn 10, 15; 3, 16). Ninguno se podía salvar sino naciendo y muriendo Él. Y así mirad que debéis a Jesucristo, que, si os son perdonados todos vuestros pecados, por él os son perdonados; y si tenéis gracia, por Él os la dieron: si tienen merecimiento y valor vuestros trabajos, por Jesucristo nuestro Señor es.

5. Epifanía, 4. OC III. Pgs. 81-82.

¿Qué sienten vuestras orejas cuando oís decir: Ansí amó Dios al mundo, que dio un Hijo que tenía, y sabiendo que le había de costar la vida lo que había de nacer por el mundo? ¡Que sea yo amado de Dios! ¡Que parezca tan bien mi ánima a Dios, que le es tan preciosa, que, porque no se pierda, envió a su único Hijo que muriese por ella!

31. Lunes de Pentecostés, 8. OC III. Pg. 380.

Grande gloria fue esta de Dios, y muy ilustre parécese su perfección y bondad, pues amó tanto al mundo, que le diese su unigénito Hijo (Jn 3, 16) para remedio de él, y que lo entregase a muerte para que los pecadores fuesen justificados, y los enemigos reconciliados, y los que estaban desheredados del cielo recobrasen la herencia perdida. ¿Quién dirá que estos beneficios pueden crecer, ni que hay más amor que enseñar a los hombres, ni que hay más que pedir ni desear?

53. En la Infraoctava del Corpus, 26. OC III. pg. 697.

Decirlo he, Señor; ¡bendígante los cielos y la tierra! ¡Yo haré que feo ames y hermoso te parezca”. No hay más, fue casamiento por amores. Quísonos bien el Padre, que tal casamiento y el Hijo nos dio. Sic Deus dilexit mundum, ut Filium suum unigenitum daret (cf. Jn 3, 16). Quísonos bien el Padre, quísonos bien el Hijo, que tal consintió; quísonos bien el Espíritu Santo, que tal ordenó.

65 (1). Anunciación de Nuestro Señor, 22. OC III. Pg. 873.

Señor, cosa recia dicir a un ladrón: el juez viene. Huirá como hizo Adam, que, en oyendo la voz del Señor, echó a huir. Señor, ¿a qué venís? El mesmo lo dice por san Juan: Non enim misit Deus filium in mundum ut iudicet mundum, sed ut salvetur mundus per ipsum[2].

2. Domingo III Adviento, 8. OC III. Pg. 38.

No envió Dios al mundo a su Hijo para juzgar y condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él (Jn 3, 17). Gana lo debe de tener, pues que tal pieza envía; gana tiene de esa joya, pues que tanto precio da por ella. Por vuestra vida, que los que sabéis latín leáis este capítulo. Paréceme que son las más dulces que hay en el Evangelio.

31. Lunes de Pentecostés, 6. OC III. Pg. 379.

Esta locura y presumpción, esta confianza en nuestras fuerzas nos tiene echados a perder. Al fin perdióse el hombre por la honra, y vino a ser más bajo que la bestia. Y en la séptima edad, desde que los hombres eran tratados como bestias de los pecados, envía Dios al Salvador de los perdidos, no para que los juzgue y los castigue – non enim misit Deus Filium suum, etc. –, para que el mundo sea salvo, sea remediado (cf. 3, 17).

31. Lunes de Pentecostés, 16. OC III. Pg. 382.

¿Por qué lo hacen ansí? Vino la luz al mundo. ¡Sea Dios bendito por ello! ¿Quien es la lumbre? Jesucristo; la palabra de Dios es la lumbre con que habéis de mirar vuestra ánima si está buena o mala; y amaron las tinieblas más las tinieblas que la lumbre. Dios os guarde de hombre que lo vais a llamar cuando está durmiendo, porque le hace mal el dormir, y le ponéis un hacha delante los ojos y la apaga para dormir más a su placer.

28. Domingo infraoctava de la Ascensión, 24. OC III. Pg. 344.

Dejáislo olvidar, porque os escuece la luz de la doctrina; no queréis que se os acuerde adrede, por no pasar un mal rato; háceste olvidadizo de quién eres. Es el mayor mal que hay el mundo; Dios, por quien Él es, lo remedie. Por esto se dijo: Amaron los hombres más las tinieblas que la luz (Jn 3, 19); abrazaron más el olvido de sí propios que el acordarse de quién son.

48. Día 2 de la Octava del Corpus, 6. OC III. Pg. 630.

Y más: ¿queréis ver si estáis mal o bien con ella? Mirad la tercera condición del alba, que es ser enemiga de las tinieblas. Ya sabéis que estas tinieblas son aquellas de las cuales es escripto: Via impiorum tenebrosa[3] (Proverbios 4, 19), y: Dilexerunt homines magis tenebras quam lucem (Jn 3, 19). En buen romance: “Los pecados, estos son los que nuestra Señora aborrece sobre todas las cosas”.

61. Natividad de la Virgen, 11. OC III. Pg. 820.

Y como uno que está dormido y no quiere que le recuerden, apaga la lumbre que le ponen ante los ojos y se enoja con quien se la puso, así estos, dignos de ser llorados con lágrimas de sangre del corazón, han hecho concierto con el pecado e infierno, y pésales tanto de quien los quiere apartar de sus malos caminos, que ni querrían que hubiese verdad ni justicia, honestidad ni vergüenza, ni aun quien la dijese. Viven en tinieblas; y todo hombre que hace mal, aborrece la luz y no quiere venir a ella – dice san Juan – porque no parezcan sus grandes maldades (cf. 3, 20). ¡Oh engañados hombres y desdichados.

60. Natividad de la Virgen, 20. OC III. Pg. 810.

Y por no saberse vuestra merced aprovechar de la consolación que trae esta nueva, viene a de ser hollada[4] de la desconsolación que tan demasiadamente la aflige, quitando los ojos de este Señor puesto en cruz, para que todo hombre que con ojos de fe y de mor le mirare, no perezca (Jn 3, 15), y poniéndolos en sí misma y en sus obras, que es una vereda tan sin consuelo, que ningún hombre que por ella caminó a solas, puede tener paz ni consuelo.

A una señora afligida con trabajos corporales y tristezas espirituales. OC IV. Pgs. 225-226.

¡Oh abismo de infinita bondad, del cual tan dádiva sale el mundo que así lo ames, que des a tu unigénito Hijo, para que todo hombre que cree en Él y le ama no perezca, mas tenga la vida eterna (cf. 3, 16). Alábente los cielos con todo lo que en ellos está, y la tierra y la mar con todo su arreo, porque tú, tan grande, has amado grandemente a los que eran dignos de desamor[5].

A unas mujeres devotas que padecían trabajos. OC IV. Pg.264.

¡Oh bondad sin término, y cuán sin término nos amaste, cuando tanto amaste al mundo que diste a tu único Hijo para que todo hombre que en Él creyere se salve! (cf. Jn 3, 16). Y siendo tú el injuriado y quejoso, rogaste al injuriador con amistad; y porque esta no se podía hacer sin que la injuria a ti hecha se satisficiese, tú mesmo diste al culpado con que pagase, para que viese que de verdad tenías ganas de su amistad, pues de balde le perdonabas y tan a tu cosa le dabas con que te pagase.

Para la villa de Utrera. OC IV. Pg. 367.

Mas, ¡oh Señor!, ¿y quién osará quejarse de ti porque lo tratas con rigor, pues luego le atapas la boca con que así amaste al mundo, que a tu Unigénito diste (cf. Jn 3, 16), para que a poder de trabajos, dolores y muerte que de Él cargase, el mundo evitase los del infierno y gozase del cielo?

A un caballero amigo suyo. OC IV. Pg. 550.

 

San Oscar Romero.

"De tal manera amó Dios al mundo -dice le Evangelio de hoy- que le dio a su propio Hijo, para que el mundo sea salvado y para que todo aquel que crea en Él tenga vida eterna". Esta es la condición: creer, tener fe, poner en Él la esperanza. Ojalá que todo el pueblo salvadoreño sea hoy la peregrinación de la Cuaresma que con su fe puesta en Cristo espera que el domingo de Resurrección nos ha de traer no sólo el recuerdo de un resucitado de hace veinte siglos, sino la resurrección verdadera de un pueblo tan postrado pero llamado tan eficazmente a la resurrección por la misma voz del Señor. Así sea...

Homilía, 25 de marzo de 1979.

 

Papa Francisco. Ángelus.  15 de marzo de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy nos vuelve a proponer las palabras que Jesús dirigió a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito» (Jn 3, 16). Al escuchar estas palabras, dirijamos la mirada de nuestro corazón a Jesús Crucificado y sintamos dentro de nosotros que Dio nos ama, nos ama de verdad, y nos ama en gran medida. Esta es la expresión más sencilla que resume todo el Evangelio, toda la fe, toda la teología: Dios nos ama con amor gratuito y sin medida.

Así nos ama Dios y este amor Dios lo demuestra ante todo en la creación, como proclama la liturgia, en la Plegaria eucarística IV: «A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominara todo lo creado». En el origen del mundo está sólo el amor libre y gratuito del Padre. San Ireneo un santo de los primeros siglos escribe: «Dios no creó a Adán porque tenía necesidad del hombre, sino para tener a alguien a quien donar sus beneficios» (Adversus haereses, IV, 14, 1). Es así, el amor de Dios es así.

Continúa así la Plegaria eucarística IV: «Y cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos». Vino con su misericordia. Como en la creación, también en las etapas sucesivas de la historia de la salvación destaca la gratuidad del amor de Dios: el Señor elige a su pueblo no porque se lo merezca, sino porque es el más pequeño entre todos los pueblos, como dice Él. Y cuando llega «la plenitud de los tiempos», a pesar de que los hombres en más de una ocasión quebrantaron la alianza, Dios, en lugar de abandonarlos, estrechó con ellos un vínculo nuevo, en la sangre de Jesús —el vínculo de la nueva y eterna alianza—, un vínculo que jamás nada lo podrá romper.

San Pablo nos recuerda: «Dios, rico en misericordia, —nunca olvidarlo, es rico en misericordia— por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo» (Ef 2, 4-5). La Cruz de Cristo es la prueba suprema de la misericordia y del amor de Dios por nosotros: Jesús nos amó «hasta el extremo» (Jn 13, 1), es decir, no sólo hasta el último instante de su vida terrena, sino hasta el límite extremo del amor. Si en la creación el Padre nos dio la prueba de su inmenso amor dándonos la vida, en la pasión y en la muerte de su Hijo nos dio la prueba de las pruebas: vino a sufrir y morir por nosotros. Así de grande es la misericordia de Dios: Él nos ama, nos perdona; Dios perdona todo y Dios perdona siempre.

Que María, que es Madre de misericordia, nos ponga en el corazón la certeza de que somos amados por Dios; nos sea cercana en los momentos de dificultad y nos done los sentimientos de su Hijo, para que nuestro itinerario cuaresmal sea experiencia de perdón, acogida y caridad.

 

Papa Francisco. Ángelus. 14 de marzo de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Este cuarto domingo de Cuaresma la liturgia eucarística comienza con esta invitación: «Alégrate, Jerusalén...». (cf. Is 66,10). ¿Cuál es el motivo de esta alegría? En plena Cuaresma, ¿cuál es el motivo de esta alegría? Nos lo dice el evangelio de hoy: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Este mensaje gozoso es el núcleo de la fe cristiana: el amor de Dios llega a la cumbre en el don del Hijo a una humanidad débil y pecadora. Nos ha entregado a su Hijo, a nosotros, a todos nosotros.

Es lo que se desprende del diálogo nocturno entre Jesús y Nicodemo, una parte del cual está descrita en la misma página evangélica (cf. Jn 3,14-21). Nicodemo, como todo miembro del pueblo de Israel, esperaba al Mesías, y lo identificaba con un hombre fuerte que juzgaría al mundo con poder. Jesús pone en crisis esta expectativa presentándose bajo tres aspectos: el del Hijo del hombre exaltado en la cruz; el del Hijo de Dios enviado al mundo para la salvación; y el de la luz que distingue a los que siguen la verdad de los que siguen la mentira. Veamos estos tres aspectos: Hijo del hombre, Hijo de Dios y luz.

Jesús se presenta en primer lugar como el Hijo del Hombre (vv. 14-15). El texto alude al relato de la serpiente de bronce (cf. Nm 21,4-9), que, por voluntad de Dios, fue levantada por Moisés en el desierto cuando el pueblo fue atacado por serpientes venenosas; el que había sido mordido y miraba la serpiente de bronce se curaba. Del mismo modo, Jesús fue levantado en la cruz y los que creen en Él son curados del pecado y viven.

El segundo aspecto es el del Hijo de Dios (vv. 16-18). Dios Padre ama a los hombres hasta el punto de “dar” a su Hijo: lo dio en la Encarnación y lo dio al entregarlo a la muerte. La finalidad del don de Dios es la vida eterna de los hombres: en efecto, Dios envía a su Hijo al mundo no para condenarlo, sino para que el mundo se salve por medio de Jesús. La misión de Jesús es misión de salvación, de salvación para todos.

El tercer nombre que Jesús se atribuye es “luz” (vv. 19-21). El Evangelio dice: «Vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz» (v. 19). La venida de Jesús al mundo determina una elección: quien elige las tinieblas va al encuentro de un juicio de condenación, quien elige la luz tendrá un juicio de salvación. El juicio es siempre la consecuencia de la libre elección de cada uno: quien practica el mal busca las tinieblas, el mal siempre se esconde, se cubre. Quien hace la verdad, es decir, practica el bien, llega a la luz, ilumina los caminos de la vida. Quien camina en la luz, quien se acerca a la luz, no puede por menos que hacer buenas obras. La luz nos lleva a hacer buenas obras. Es lo que estamos llamados a hacer con mayor empeño durante la Cuaresma: acoger la luz en nuestra conciencia, para abrir nuestros corazones al amor infinito de Dios, a su misericordia llena de ternura y bondad. No olvidéis que Dios perdona siempre, siempre, si nosotros con humildad pedimos el perdón. Basta con pedir perdón y Él perdona. Así encontraremos el gozo verdadero y podremos alegrarnos del perdón de Dios que regenera y da vida.

Que María Santísima nos ayude a no tener miedo de dejarnos “poner en crisis” por Jesús. Es una crisis saludable, para nuestra curación; para que nuestra alegría sea plena.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 19 de marzo de 2006.

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, 19 de marzo, se celebra la solemnidad de san José, pero, al coincidir con el tercer domingo de Cuaresma, su celebración litúrgica se traslada a mañana. Sin embargo, el contexto mariano del Ángelus invita a meditar hoy con veneración en la figura del esposo de la santísima Virgen María y patrono de la Iglesia universal. Me complace recordar que también era muy devoto de san José el amado Juan Pablo II, quien le dedicó la exhortación apostólica Redemptoris custos, custodio del Redentor, y seguramente experimentó su asistencia en la hora de la muerte.

La figura de este gran santo, aun permaneciendo más bien oculta, reviste una importancia fundamental en la historia de la salvación. Ante todo, al pertenecer a la tribu de Judá, unió a Jesús a la descendencia davídica, de modo que, cumpliendo las promesas sobre el Mesías, el Hijo de la Virgen María puede llamarse verdaderamente "hijo de David". El evangelio de san Mateo, en especial, pone de relieve las profecías mesiánicas que se cumplen mediante la misión de san José:  el nacimiento de Jesús en Belén (Mt 2, 1-6); su paso por Egipto, donde la Sagrada Familia se había refugiado (Mt 2, 13-15); el sobrenombre de "Nazareno" (Mt 2, 22-23).

En todo esto se mostró, al igual que su esposa María, como un auténtico heredero de la fe de Abraham:  fe en Dios que guía los acontecimientos de la historia según su misterioso designio salvífico. Su grandeza, como la de María, resalta aún más porque cumplió su misión de forma humilde y oculta en la casa de Nazaret. Por lo demás, Dios mismo, en la Persona de su Hijo encarnado, eligió este camino y este estilo —la humildad y el ocultamiento— en su existencia terrena.

El ejemplo de san José es una fuerte invitación para todos nosotros a realizar con fidelidad, sencillez y modestia la tarea que la Providencia nos ha asignado. Pienso, ante todo, en los padres y en las madres de familia, y ruego para que aprecien siempre la belleza de una vida sencilla y laboriosa, cultivando con solicitud la relación conyugal y cumpliendo con entusiasmo la grande y difícil misión educativa.

Que san José obtenga a los sacerdotes, que ejercen la paternidad con respecto a las comunidades eclesiales, amar a la Iglesia con afecto y entrega plena, y sostenga a las personas consagradas en su observancia gozosa y fiel de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Que proteja a los trabajadores de todo el mundo, para que contribuyan con sus diferentes profesiones al progreso de toda la humanidad, y ayude a todos los cristianos a hacer con confianza y amor la voluntad de Dios, colaborando así al cumplimiento de la obra de salvación.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 18 de marzo de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

En nuestro itinerario hacia la Pascua, hemos llegado al cuarto domingo de Cuaresma. Es un camino con Jesús a través del «desierto», es decir, un tiempo para escuchar más la voz de Dios y también para desenmascarar las tentaciones que hablan dentro de nosotros. En el horizonte de este desierto se vislumbra la cruz. Jesús sabe que la cruz es el culmen de su misión: en efecto, la cruz de Cristo es la cumbre del amor, que nos da la salvación. Lo dice él mismo en el Evangelio de hoy: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna» (Jn 3, 14-15). Se hace referencia al episodio en el que, durante el éxodo de Egipto, los judíos fueron atacados por serpientes venenosas y muchos murieron; entonces Dios ordenó a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la pusiera sobre un estandarte: si alguien era mordido por las serpientes, al mirar a la serpiente de bronce, quedaba curado (cf. Nm 21, 4-9). También Jesús será levantado sobre la cruz, para que todo el que se encuentre en peligro de muerte a causa del pecado, dirigiéndose con fe a él, que murió por nosotros, sea salvado. «Porque Dios —escribe san Juan— no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 17).

San Agustín comenta: «El médico, en lo que depende de él, viene a curar al enfermo. Si uno no sigue las prescripciones del médico, se perjudica a sí mismo. El Salvador vino al mundo... Si tú no quieres que te salve, te juzgarás a ti mismo» (Sobre el Evangelio de Juan, 12, 12: PL 35, 1190). Así pues, si es infinito el amor misericordioso de Dios, que llegó al punto de dar a su Hijo único como rescate de nuestra vida, también es grande nuestra responsabilidad: cada uno, por tanto, para poder ser curado, debe reconocer que está enfermo; cada uno debe confesar su propio pecado, para que el perdón de Dios, ya dado en la cruz, pueda tener efecto en su corazón y en su vida. Escribe también san Agustín: «Dios condena tus pecados; y si también tú los condenas, te unes a Dios... Cuando comienzas a detestar lo que has hecho, entonces comienzan tus buenas obras, porque condenas tus malas obras. Las buenas obras comienzan con el reconocimiento de las malas obras» (ib., 13: PL 35, 1191). A veces el hombre ama más las tinieblas que la luz, porque está apegado a sus pecados. Sin embargo, la verdadera paz y la verdadera alegría sólo se encuentran abriéndose a la luz y confesando con sinceridad las propias culpas a Dios. Es importante, por tanto, acercarse con frecuencia al sacramento de la Penitencia, especialmente en Cuaresma, para recibir el perdón del Señor e intensificar nuestro camino de conversión.

Queridos amigos, mañana celebraremos la fiesta de san José. Agradezco de corazón a todos aquellos que me recordarán en la oración, en el día de mi onomástico. En especial, os pido que oréis por el viaje apostólico a México y a Cuba, que realizaré a partir del viernes próximo. Encomendémoslo a la intercesión de la santísima Virgen María, tan amada y venerada en estos dos países que me dispongo a visitar.

 

Francisco. Catequesis. Vicios y virtudes. 8. La envidia y la vanagloria.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy examinaremos dos vicios capitales que encontramos en los grandes catálogos que nos ha legado la tradición espiritual: la envidia y la vanagloria.

Comencemos por la envidia. En la Sagrada Escritura (cfr. Gen 4) se nos presenta como uno de los vicios más antiguos: el odio de Caín hacia Abel se desata cuando se da cuenta de que los sacrificios del hermano agradan a Dios. Caín era el primogénito de Adán y Eva, se había llevado la parte más considerable de la herencia paterna; sin embargo, es suficiente que Abel, el hermano menor, tenga éxito en una pequeña iniciativa, para que Caín se torne sombrío. El rostro del envidioso es siempre triste: mantiene baja la mirada, parece estar constantemente examinando el suelo, pero en realidad no ve nada, porque su mente está envuelta en pensamientos llenos de maldad. La envidia, si no se controla, conduce al odio del otro. Abel morirá a manos de Caín, que no pudo soportar la felicidad de su hermano.

La envidia es un mal estudiado no sólo en el ámbito cristiano: ha atraído la atención de filósofos y sabios de todas las culturas. En su base hay una relación de odio y amor: uno quiere el mal del otro, pero en secreto desea ser como él. El otro es la manifestación de lo que nos gustaría ser, y que en realidad no somos. Su suerte nos parece una injusticia: ¡seguramente -pensamos- nosotros nos merecemos mucho más sus éxitos o su buena suerte!

En la raíz de este vicio está una falsa idea de Dios: no se acepta que Dios tenga sus propias "matemáticas", distintas de las nuestras. Por ejemplo, en la parábola de Jesús acerca de los obreros llamados por el amo para ir a la viña a distintas horas del día, los de la primera hora creen que tienen derecho a un salario más alto que los que llegaron los últimos; pero el amo les da a todos la misma paga, y dice: «¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿O es que mi generosidad va a provocar tu envidia?» (Mt 20,15). Quisiéramos imponer a Dios nuestra lógica egoísta, pero la lógica de Dios es el amor. Los bienes que Él nos da están destinados a ser compartidos. Por eso San Pablo exhorta a los cristianos: «Ámense cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10). ¡He aquí el remedio contra la envidia!

Y llegamos al segundo vicio que examinamos hoy: la vanagloria. Ésta va de la mano con el demonio de la envidia, y juntos estos dos vicios son característicos de una persona que aspira a ser el centro del mundo, libre de explotar todo y a todos, el objeto de toda alabanza y amor. La vanagloria es una autoestima inflada y sin fundamentos. El vanaglorioso posee un "yo" dominante: carece de empatía y no se da cuenta de que hay otras personas en el mundo además de él. Sus relaciones son siempre instrumentales, marcadas por la prepotencia hacia el otro. Su persona, sus logros, sus éxitos, deben ser mostrados a todo el mundo: es un perpetuo mendigo de atención. Y si a veces no se reconocen sus cualidades, se enfada ferozmente. Los demás son injustos, no comprenden, no están a la altura. En sus escritos, Evagrio Póntico describe el amargo asunto de algún monje afectado por la vanagloria. Sucede que, tras sus primeros éxitos en la vida espiritual, siente que ya ha llegado a la meta, y por eso se lanza al mundo para recibir sus alabanzas. Pero no se apercibe de que sólo está al principio del camino espiritual, y de que lo acecha una tentación que pronto le hará caer.

Para curar al vanidoso, los maestros espirituales no sugieren muchos remedios. Porque, después de todo, el mal de la vanidad tiene su remedio en sí mismo: las alabanzas que el vanidoso esperaba cosechar en el mundo pronto se volverán contra él. Y ¡cuántas personas, engañadas por una falsa imagen de sí mismas, cayeron más tarde en pecados de los que pronto se avergonzarían!

La instrucción más hermosa para superar la vanagloria se encuentra en el testimonio de San Pablo. El Apóstol se enfrentó siempre a un defecto que nunca pudo superar. Tres veces pidió al Señor que le librara de aquel tormento, pero al final Jesús le respondió: «Te basta mi gracia; mi fuerza se realiza en la debilidad». Desde ese día, Pablo fue liberado. Y su conclusión debería ser también la nuestra: «Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo» (2 Cor 12,9).

 

MISA DE NIÑOS. DOMINGO V TIEMPO DE CUARESMA.

Monición de entrada.

Hola:

Estamos ya casi en Semana Santa, porque cuando volvamos a misa será Domingo de Ramos.

En la primera lectura, un amigo de Jesús, que se llama Jeremías, nos dirá que Dios nos perdona y no se acuerda de nuestros pecados.

Nosotros le contestaremos pidiéndole que cambie nuestro corazón.

 Señor, ten piedad.

Tú que aprendiste a ser obediente. Señor, ten piedad.

Tú que nos perdonas. Cristo, ten piedad.

Tú que en la cruz nos acercas a Dios. Señor, ten piedad.

Peticiones.

-Por el Papa Francisco le ayudes cada día a cargar con la cruz. Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que quieren conocer a Jesús, para que les ayudemos. Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que ayudan a los que están enfermos, para que les ayudes mucho. Te lo pedimos, Señor.

-Por las personas están solas, para que no se sientan solas. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros para que pensemos como ayudar a las personas que nos quieren. Te lo pedimos, Señor.

 

 Acción de gracias.

San José, dentro de unos días será tu fiesta. Queremos darte las gracias por dejar que Dios te acompañase en tu vida y ser obediente a Él.

 

ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA.  DOMINGO v TIEMPO DE CUARESMA.

 

EXPERIENCIA.

Mira el vídeo de un amanecer en Benicàssim las veces que necesites hasta que toque tu corazón: https://www.youtube.com/watch?v=rZyG6PR-vhE.

¿Qué te sugiere la palabra amanecer?

Piensa en palabras relacionadas con amanecer. ¿Con cuál te quedas?

El amanecer viene después de la noche. En el mar a diferencia de la tierra todo esta a oscuras. Cuando no había luz eléctrica, los faros era la única luz que veían los marineros. ¿Qué palabras te sugieren oscuridad?

Aplícalo a tu vida: ¿cuándo has sentido la noche en tu corazón: la muerte de una persona querida, la ruptura de una amistad, un fracaso en los estudios, la profesión, el deporte,…?

¿Quiénes estuvieron allí para ayudarte? Piensa en ellos, fueron los rayos de un nuevo amanecer que Dios te envió?

Vuelve a mirar el vídeo: ¿Quiénes son los que encandilan y atraen a los demás?, ¿por qué son?, ¿qué son?, ¿cómo nos ayudan?, ¿qué han descubierto?, ¿qué implica vivir en la luz?,  ¿a qué nos invita el locutor?

 

REFLEXIÓN.

Mira de nuevo el vídeo, sin sonido.

Recógete y, en silencio, busca en internet un rostro de Jesús. Míralo, siente su mirada.

Imagínate a Jesús hablando con Nicodemo en mitad de la noche.

Pídele por llegar a un conocimiento de Jesús desde tu corazón, de su bondad, su compasión, su serenidad, su luz que irradia desde hace más de 2.000 años.

Lee el texto. Es preferible que lo busques en la Biblia, con pausa, silencio, solemnidad.

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 14-21.

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

-Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. Él que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

¿Quiénes son los personajes?, ¿qué sienten?, ¿qué hacen?, ¿cómo actúa Jesús?, ¿cómo debía sentirse?, ¿qué dice?, ¿cómo te sientes? Cuéntaselo.

Deja que alguna frase te toque el corazón, repítela varias veces, la que más te ha gustado, repítela el tiempo que necesites, después si lo deseas puedes pasar a otra. Se trata que las frases, las palabras de Jesús, se conviertan en rayos de luz para ti. “No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar las cosas internamente”, escribió san Ignacio de Loyola. Es decir, no es necesario que termines hasta el final, si con lo que estás rezando sientes la presencia de Jesús, gustas de Él.

Cuéntale el vídeo, lo que te ha gustado, lo que has aprendido, háblale de quienes han sido comprensivos contigo, aquellas personas que no les gustaba lo que hacías, porque no era lo correcto, pero a pesar de ello no te volvieron la espalda, sino que siguieron a tu lado. Las que estuvieron ahí como la serpiente de bronce, cuando después de una mala acción, sintiendo la mordedura de la culpabilidad, te sanaron con su presencia, con un abrazo, con unas palabras. Háblale de ello a Jesús.

 

COMPROMISO.

El que Jesús y tú habéis acordado o mirar todos los días la cruz, incluso buscar una pequeña y llevarla siempre en el bolsillo. Puede ser la que recibiste con el rito de la Cruz al finalizar el tiempo de Experiencia. Búscala, tómala en tus manos y llévala siempre contigo. No es solo para que la cuelgues en la habitación o la guardes, sino para que la tengas siempre cerca. Ella te ayudará en los momentos de desánimo y cansancio”.

CELEBRACIÓN.

Mira la cruz. Y escucha la canción de MartínValverde “Nadie te ama como yo”, puedes verla aquí https://www.youtube.com/watch?v=Rfby6ujwKBU

 

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de la Sede. Primera edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.

Robinson, Jame M.; Hoffmann Paul y John S., Kloppenborg. El Documento Q. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2004.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 4a. Evangelio según san Juan (1-10). Ciudad Nueva. Madrid. 2012.

San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

http://www.quierover.org



[1] Dio su vida por sus ovejas; lo entregó por todos nosotros. Traducción editor.

[2] No envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. Ib.

 

[3] El camino de los impios es tenebroso.

[4] Hollar: 3. Abatir, humillar, despreciar. www.rae.es

[5] Arreo: 1. Atavío, adorno. Ib.

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