miércoles, 20 de marzo de 2024

Domingo de Ramos. 24 de marzo de 2024.

 


Lectura del libro de Isaías 40, 4-7.

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

 

Textos paralelos.

 El Señor Yahvé me ha dado una lengua avezada.

Is 42, 1: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que promueva el derecho a las naciones.

Jn 3, 11: Te lo aseguro: hablamos de lo que sabemos, atestiguamos lo que hemos visto, y no aceptáis nuestro testimonio.

No me resistí, ni me hice atrás.

Is 53, 7: Maltratado, aguantaba, no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, no abría la boca.

No hurté mi rostro a insultos y salivazos.

Mt 27, 30: Le escupían, le quitaban la caña y le pegaban con ella en la cabeza.

Ofreció mi cara como el pedernal.

Ez 3, 8-9: Mira, hago tu rostro tan duro como el de ellos y tu cabeza terca como la de ellos; como el diamante, más dura que el pedernal hago tu cabeza. No les tengas miedo ni te acobardes ante ellos, aunque sean casa rebelde.

Sabiendo que no quedaría defraudado.

Sal 25, 3: Los que esperan en ti no quedan defraudados; quedan defraudados los desleales sin razón.

 

Notas exegéticas.

50 4 En este tercer canto, el Siervo se muestra menos como profeta que como sabio, discípulo fiel a Yahvé, encargado de enseñar a su vez a los que “temen a Dios”, es decir, a todos los judíos piadosos y también a los extraviados o infieles “que andan a oscuras”. Gracias a su coraje y a la ayuda divina soportará las persecuciones hasta que Dios le haya concedido un triunfo definitivo. – El que habla hasta el v. 9 incluido es el Siervo.

50 6 Esta descripción de los sufrimientos del Siervo se repetirá con más amplitud en el canto cuarto 52, 13-53, 12. Evoca ya a Mt 26, 67; 27, 30 y paralelos.

 

Salmo responsorial

Salmo 22 (21), 1a.8-9.17-18a.19-20.23-24

 

Dios mío, Dios mío,

¿por qué me has abandonado? R/.

Al verme, se burlan de mí,

hacen visajes, menean la cabeza:

“Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;

que lo libre si tanto lo quieres”. R/.

 

Me acorrala una jauría de mastines,

me cerca una banda de malhechores;

me taladran las manos y los pies,

puedo contar mis huesos. R/.

 

Se reparten mi ropa,

echan a suerte mi túnica.

Pero tú, Señor, no te quedes lejos;

fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.

 

Contaré tu fama a mis hermanos,

en medio de la asamblea te alabaré.

“Los que teméis al Señor, alabadlo;

linaje de Jacob, glorificadlo;

temedlo, linaje de Israel”. R/.

 

Textos paralelos.

¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?

Mt 27, 46: A media tarde Jesús gritó con voz potente: “Eli Eli lema sabactani ( o sea: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste?).

Is 49, 14: Decía Sión: “Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”.

Is 54, 7: Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré.

Todos cuantos me ven, se mofan de mí.

Mt 27, 39:  Los que pasaban lo insultaban meneando la cabeza.

Se confió a Yahvé, pues que lo libre.

Mt 27, 43: Se ha fiado de Dios: que lo libre si tanto es que lo ama. Pues ha dicho que es hijo de Dios.

Sb 2, 18-20: Si el justo ese es hijo de Dios, él lo auxiliará y lo arrancará de las manos de los enemigos. Lo sometemos a tormentos despiadados, para apreciar su paciencia y comprobar su temple.

Reparten entre sí mi ropa y se echan a suertes mi túnica.

Mt 27, 35: Después de crucificarlo, se repartieron a suertes sus vestidos.

Jn 19, 24: Así que dijeron: “No la rasguemos; echémosla a suertes, para quien le toque”. Así se cumplió lo escrito: Se repartieron mis vestidos y se sortearon mi túnica). Es lo que hicieron los soldados.

Contaré tu fama a mis hermanos.

Hb 2, 12: Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.

Sal 40, 10: He proclamado el derecho a una asamblea numerosa. No he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes.

 

Notas exegéticas.

22 La lamentación y la oración de un inocente perseguido concluyen en acción de gracias por la liberación esperada y se adaptan a la liturgia nacional mediante el v. 24 y el final universalista, vv.28-32, en que el advenimiento del reino de Dios al mundo entero aparece como consecuencia de las pruebas del siervo fiel. Afín al poema del Siervo Doliente Is 52, 13-53, 12, este salmo, cuyo comienzo pronunció Cristo en la cruz, y en el que los evangelistas han visto descritos por anticipado varios episodios de la Pasión, es por lo mismo mesiánico, al menos en sentido típico.

22 1 Quizá el comienzo de una melodía conocida. Versiones: “Para el consuelo matinal”.

22 17 Otros: “me inmovilizan mis manos y mis pies” o, con 2 manuscritos y las versiones antiguas, “me atraviesan”. Hebreo a‘arî “como un león”, ininteligible. El pasaje recuerda Is 53, 2, pero los evangelistas no lo utilizaron en el relato de la Pasión.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11.

Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

Textos paralelos.

 El cual, siendo de condición divina.

Sb 2, 23: Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo imagen de su propio ser.

A ser tratado igual a Dios.

Is 53, 12: Por eso le asignaré una porción entre los grandes y repartirá botín con los poderosos; porque desnudó el cuello para morir y fue contado entre los pecadores, él cargó con el pecado de todos e intercedió por los pecadores.

Sino que se despojó de sí mismo.

2 Co 8, 9: Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, por vosotros se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza.

Asumiendo semejanza humana.

Ga 4, 4: Pero cuando se cumplió el plazo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley.

Haciéndose obediente hasta la muerte.

Rm 5, 19: Hay más: por medio de Jesucristo, que nos ha traído la reconciliación, ponemos nuestro orgullo en Dios.

Por eso Dios lo exaltó.

Is 52, 13: Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.

Le otorgó el nombre.

Rm 14, 9: Para eso murió el Mesías y resucitó: para ser Señor de muertos y vivos.

Toda rodilla se doble.

Is 45, 23: Lo juro por mi nombre, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: Ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua.

Toda lengua confiese.

Rm 10, 9: Si confiesas con la boca que Jesús es Señor, si crees de corazón que Dios lo resucitó de la muerte, te salvarás.

Para gloria de Dios Padre.

1 Co 12, 3: Pero quiero que comprendáis que el Mesías es cabeza de todo, el varón es cabeza de la mujer y Dios es cabeza del Mesías.

 

Notas exegéticas.

2 6 (a) Lit “en la forma de Dios”. La misma palabra griega (morphe) es utilizada en el v. 7 (lit. “tomando la forma de esclavo”). Su significado es casi idéntico al de “imagen” (eikôn), y los dos términos son utilizados indistintamente por los LXX. La “forma de Dios” es, pues, sinónimo de “imagen de Dios”, que es el predicado aplicado a Adán y a Cristo.

2 6 (b) Cristo, al no tener pecado no tenía que morir (idéntica idea aparece en algunos apócrifos, como Henoc, IV Esdras o II Baruc). Tenía, pues, el derecho a vivir eternamente, algo propio de la divinidad. Otras traducciones posibles: “No retuvo celosamente el rango que le igualaba a Dios” o “No consideró como presa el ser igual a Dios·. En este último caso, habría una oposición implícita entre Jesús, segundo o último Adán y el primer Adán.

2 7 (a) Lit.: “Se vació a sí mismo·. El término kénosis procede de una raíz que significa “vaciar”. La fórmula está tomada de Is 53, 12. El pronombre reflexivo, que aparece en el v. 7 (y ver Ga 2, 20), subraya la decisión del mismo Cristo, que optó por la muerte.

2 7 (b) Este modo de existencia, a la luz de la alusión a Is 53, 12, solo puede ser el del humillado Siervo paciente de Yahvé, que murió por los demás. Nótese el contraste con Señor, v. 11.

2 7 (c) No hay intención de atenuar la humanidad de Jesús. No obstante, si no hubiera sido diferente, no habría podido salvarnos. Él que estaba “vivo” resucitó a los que estaban “muertos”. Él no tenía necesidad de ser reconciliado con Dios, mientras todos los demás la tenían.

2 7 (d) Aunque diferente en su modo de existencia, Cristo compartió la naturaleza humana común a todos.

2 8 (a) Al envío del Hijo con el Padre para salvar a la humanidad, corresponde, de parte de Cristo, la obediencia.

2 8 (b) Mientras que la tradición primitiva solo insistía en el efecto salvífico de la muerte de Cristo, Pablo subraya lógicamente que el valor ejemplar de esta muerte está en el cruel castigo de la crucifixión.

2 9 (a) Lit.: “sobre-exaltó”. El verbo griego hypsoô, que significa normalmente elevar, se traduce a menudo por “exaltar”. Aquí lleva además el prefijo hyper (del que se forma el mismo verbo), que redobla su significado, por el hecho de que, si es cierto que todos los justos serán exaltados, Cristo es superior a todos ellos.

2 9 (b) El nombre es el de “Señor”, como explica el v. 11. Se trata aquí de un término funcional que no se refiere precisamente a la naturaleza de Cristo; es un título que Cristo lo consigue por su pasión y resurrección. A pesar de su uso cotidiano, y de su frecuente aplicación a Cristo a lo largo de todo el NT, aquí se toma como que Cristo lo consigue por su pasión y resurrección. A pesar de su uso cotidiano, y de su frecuente aplicación a Jesucristo a lo largo de todo el NT, aquí se toma como un título “que está sobre todo nombre”, la razón es que el NT lo reserva para Dios.

2 10 (a) La humanidad entera reconoce la nueva dignidad de Jesús, como estaba anunciado que las naciones reconocerían a Yahvé, Is 45, 23. El nombre propio de “Jesús” – sin más añadiduras – se usa aquí deliberadamente para evocar la figura humillada y paciente de los vv. 6-8.

2 10 (b) Estas frases, que alteran la cuidada estructura del himno, fueron probablemente añadidas por Pablo con el fin de poner de relieve tanto el ilimitado alcance de la autoridad de Cristo, como la dependencia respecto de su Padre.

2 11 Es la profesión de fe esencial del cristianismo. – El Padre, que ha exaltado a Jesús, recibe toda gloria cuando el Nombre que Él le ha dado es adorado y confesado. En Él desemboca, pues, la glorificación del Hijo y, al mismo tiempo, su humillación.

 

Evangelio.

 

C.-

X Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1-15, 47.

Faltaban dos días para la Pascua y los Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando como prender a Jesús a traición y darle muerte. Pues decían:

S.-

No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.

C.-

Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó sobre la cabeza. Algunos comentaban indignados:

S.-

-¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres.

C.-

Y reprendían a la mujer. Pero Jesús replicó:

X

-Dejadla, ¿por qué la molestáis? Una obra buena ha hecho conmigo. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. En verdad os digo que, en cualquier parte del mundo donde se proclame este evangelio, se hablará de lo que esta ha hecho, para memoria suya.

C.-

Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo, se alegraron y le prometieron darle dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos.

S.-

-¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?

C.-

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

X

-Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Él os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí.

C.-

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua.

Al atardecer fue él con los doce. Mientras estaban a la mesa comiendo dijo Jesús:

X

-En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.

C.-

Ellos comenzaron a entristecerse y a preguntarle uno tras otro.

S.-

-¿Seré yo?

C.-

Respondió:

X

Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre será entregado!; ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!

C.-

Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:

X

Tomad, esto es mi cuerpo.

C.-

Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo:

X

Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.

C.-

Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:

X

Todos os escandalizaréis, como está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea.

C.-

Pedro le replicó:

S.-

Aunque todos caigan, yo no.

C.-

Jesús le dice:

X

En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres.

C.-

Pero él insistía:

S.-

Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.

C.-

Y los demás decían lo mismo.

Llegan a un huerto, que llaman Getsemaní, y dice a sus discípulos:

X

Sentaos aquí mientras voy a orar.

C.-

Se lleva consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir espanto y angustia, y les dice:

X

Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad.

C.-

Y, adelantándose un poco, cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y decía:

X

-¡Abba!, Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz.

Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres.

C.-

Vuelve y, al encontrarlos dormidos, dice a Pedro:

S.-

Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar una hora? Velad y orad, para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil.

C.-

De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió y los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se les cerraban. Y no sabían que contestarle. Vuelve por tercera vez y les dice:

X

Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! ¡Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ‘Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.

C.-

Todavía estaba hablando, cuando se presenta Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:

S.-

-Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.

C.-

Y en cuanto llegó, acercándosele le dice:

X

-¡Rabbí!.

C.-

Y lo  besó.

Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:

S.-

¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras.

C.-

Y todos lo abandonaron y huyeron.

Lo iba siguiendo un muchacho envuelto solo en una sábana; y le echaron mano, pero él, soltando la sábana se le escapó desnudo.

Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.

Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie, daban falso testimonio contra él diciendo:

S.-

-Nosotros le hemos oído decir: “Yo destruiré este templo, edificado por manos humanas, y en tres días construiré otro no edificado por manos humanas”.

C.-

Pero ni siquiera en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote, levantándose y poniéndose en el centro, preguntó a Jesús:

S.-

-¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?

C.-

Pero él callaba, sin dar respuesta. De nuevo le preguntó el sumo sacerdote:

S.-

-¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?

C.-

Jesús contestó:

X

-Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene entre las nubes del cielo.

C.-

El sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras, dice:

S.-

¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?

C.-

Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándose la cara, lo abofeteaban y le decían:

S.-

-Profetiza.

C.-

Y los criados le daban bofetadas.

Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llega una criada del sumo sacerdote, ve a Pedro calentándose, lo mira fijamente y dice:

S.-

-También tú estabas con el Nazareno, con Jesús.

C.-

Él lo negó diciendo:

S.-

-Ni sé ni entiendo lo que dices.

C.-

Salió fuera al zaguán y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S.-

-Este es uno de ellos.

C.-

Pero él de nuevo lo negaba. Al poco rato, también los presentes decían a Pedro:

S.-

-Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.

C.-

Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:

S.-

-No conozco a ese hombre del cual habláis.

C.-

Y enseguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús:

“Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres”, y rompió a llorar.

Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:

S.-

¿Eres tú el rey de los judíos?

C.-

Él respondió:

X

-Tú lo dices.

C.-

Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:

S.-

-¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.

C.-

Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran.

Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en una revuelta. La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre. Pilato les preguntó:

S.-

-¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?

C.-

Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

S.-

-¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?

C.-

Ellos gritaron de nuevo:

S.-

Crucifícalo.

C.-

Pilato les dijo:

S.-

-Pues, ¿qué mal ha hecho?

C.-

Ellos gritaron más fuete:

S.-

-Crucifícalo.

C.-

Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Los solados se lo llevaron al interior del palacio – al pretorio – y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

S.-

-¡Salve, rey de los judíos!

C.-

Le doblegaron la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.

Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo.

Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.

Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de “la Calavera”), y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.

Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

S.-

-Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.

C.-

De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:

S.-

-A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.

C.-

También los otros crucificados lo insultaban. Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:

X

-Eloí, Eloí, lemá sabaqtaní.

C.-

Que significa:

X

-Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

C.-

Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S.-

-Mira, llama a Elías.

C.-

Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:

S.-

-Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.

C.-

Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

Todos se arrodillan y se hace una pausa.

 

El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

El centurión, que estaba enfrente, al ver como había expirado, dijo:

S.-

-Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.

C.-

Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María la Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de Joset, y Salomé, las cuales, cuando estaba en Galilea, lo seguían y servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.

Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en el sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de Joset, observaban donde lo ponían.

 

Textos paralelos.

 Dejadla, ¿por qué la molestáis?

Dt 15, 11-12: Nunca dejará de haber pobres en la tierra; por eso yo te mando: Abre la mano a tu hermano, a tu pobre, a tu indigente de tu tierra.

Id a la ciudad. Os saldrá al paso una persona.

1 S 10, 2: [Samuel a Saúl] El Señor te unge como jefe de su heredad. Hoy mismo, cuando te separes de mí, te tropezarás con dos hombres junto a la tumba de Raquel, en la linde de Benjamín, que te dirán: “Aparecieron las burras que saliste a buscar; mira, tu padre ha olvidado el asunto de las burras y está preocupado por vosotros, pensando qué va a ser de su hijo”.

Mientras estaban comiendo.

1 Co 11, 23-25: Pues recibí del Señor lo que os transmití: que el Señor, la noche que era entregado, tomó pan, dando gracias lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Lo mismo, después de cenar, tomó la copa y dijo: esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre. Haced esto cada vez que lo bebéis en memoria mía”.

Sangre de la alianza.

Mt 8, 11:Os digo que muchos vendrán de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de Dios.

Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.

Za 13, 7: ¡Despierta, espada, contra mi pastor, contra mi valeroso compañero! – oráculo del Señor del universo –. Hiere al pastor, que se dispersen las ovejas, mi brazo castigará incluso a los zagales.

Tú me habrás negado tres.

Mc 14, 72: Al instante cantó por segunda vez el gallo. Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: Antes que el gallo cante dos veces me habrás negado tres. Y rompió a llorar.

Pedro, Santiago y Juan.

Mc 5, 37: No permitió que lo acompañase nadie, salvo Pedro, Santiago y su hermano Juan.

El espíritu está pronto.

Rm 7, 5: Mientras vivíamos bajo el instinto, las pasiones pecaminosas, incitadas por la ley, actuaban en nuestros miembros y dábamos fruto para la muerte.

Sus ojos estaban cargados.

Mc 9, 6: (No sabía lo que decía pues estaban llenos de miedo).

Mirad, el que me va a entregar está cerca.

Jn 14, 31: Pero el mundo ha de saber que amo al Padre y hago lo que el Padre me encargó. ¡Arriba! vámonos de aquí.

Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.

Am 2, 16: El más valiente entre los soldados huirá desnudo aquel día – oráculo del Señor –.

Destruiré este santuario hecho por hombres.

2 Co 5, 1: Para ser libres Cristo nos ha librado: manteneos pues firmes y no os dejéis atrapar de nuevo en el yugo de la esclavitud.

Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder.

Mc 13, 26: Entonces verán llegar al Hijo del Hombre en una nube, con gran poder y majestad.

Sal 110, 1: Oráculo del Señor a mi Señor; “Siéntate a mi derecha hasta que haga de tus enemigos escabel[1] de tus pies”.

También tú estabas con Jesús de Nazaret.

Mt 2, 23: Y se estableció en una población llamada Nazaret. Así se cumplió la anunciado por el profeta: se llamará Nazareno (Is 11, 1).

Se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes.

Sal 22, 19: Se reparten mis vestidos, se sortean mi túnica.

Crucificaron a dos bandidos.

Is 53, 12: Por eso le asignaré una porción entre los grandes y repartirá botín con los poderosos: porque desnudó el cuello para morir y fue contado entre los pecadores, él cargó con el pecado de todos e intercedió por todos los pecadores.

¡Es el Cristo, el rey de Israel!

Jn 6, 30: ¿Qué señal haces para que veamos y creamos?, ¿en qué trabajas?

Verdaderamente este hombre era hijo de Dios.

Mt 4, 3: Se acercó el tentador y le dijo: “Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.

 Que le seguían y servían.

Mc 6, 3: ¿No es este el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago y José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas? Y esto lo sentían como un obstáculo.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

14 1 Aunque de origen distinto, la fiesta de Pascua y la de los Ázimos estaban tan unidas entre sí que prácticamente se la identificaba (ver Dt 16, 1-8). Según la costumbre de Jerusalén, los corderos eran sacrificados en el templo la tarde del día 14 del primer mes (Nisán, generalmente en abril), víspera del plenilunio que sigue al equinoccio de primavera. Los corderos eran consumidos al atardecer en el interior de la ciudad, en familia o en grupos de diez a veinte personas (Ex 12, 1-14). A partir de las últimas luces del día 14, la levadura era retirada de las casas y la consumición de pan fermentado estaba prohibida durante siete días (Ex 12, 15-20). Al celebrar la antigua liberación de Egipto, Israel recordaba y actualizaba los beneficios de Dios con la esperanza puesta en la salvación mesiánica. Era la fiesta más grande el año. Como Pentecostés y la fiesta de las Chozas, atraía a Jerusalén a numerosos peregrinos.

14 3 (a) Quizá un antiguo leproso, que había conservado este apodo tras la curación.

14 3 (b) Mc concreta, con Jn 12, 3, la calidad del perfume: nardo, extracto de una planta aromática de la India, y solo él da el detalle de que la mujer quiebra el frasco para derramarlo más abundantemente y más deprisa, gesto de afectuosa prodigalidad.

14 5 El equivalente a trescientas jornadas laborales de un obrero agrícola (ver Mt 20, 20).

14 7 En griego los verbos están en presente, por lo que la frase podría traducirse: “Porque pobres tenéis siempre con vosotros y podéis hacerles bien cuando queráis, pero a mi no me tenéis siempre”. Pero estos tiempos verbales pueden tener matiz de futuro. Expresan el valor, siempre actual, de las palabras de Jesús.

14 8 Jesús relaciona el gesto de la mujer con el drama que se avecina. Probablemente es esta la razón por la que Mc sitúa este episodio al comienzo de los relatos de la Pasión, poniendo así de relieve que esta unción desvela su sentido desde la Pasión y Resurrección de Jesús.

14 9 Ver 8, 35. Se puede reconocer aquí el interés de Mc por la proclamación del evangelio, cuya finalidad es proponer al creyente la obra de salvación cumplida en Cristo. Debido a su referencia a la Pasión, el gesto de la mujer forma parte de la Buena Nueva.

14 12 Según Mt Jesús daba a conocer su decisión al morador de Jerusalén a cuya casa él mismo se invitaba; según Mc, una señal llevará a los discípulos delegados a una sala que encontrarán completamente preparada. Aunque señal y preparación pudieron haberse ya convenido de antemano, su presentación literaria, inspirada en 1 S 10, 2-5, da a la escena una aureola de presciencia[2] sobrenatural. Obsérvese además que la estructura del episodio se parece mucho a la preparación de la entrada mesiánica, Mc 11, 1-6.

14 14 Se puede entender de dos formas: “la sala que me pertenece” o, más probablemente, “la sala que necesito”.

14 20 Estas palabras evocan también el Sal 41. Cada invitado tomaba el alimento con la mano, directamente del plato común.

14 21 No se puede aducir ningún texto del AT que hable específicamente de la traición al Hijo del hombre. Quizás esta referencia a la Escritura evoque en sentido muy amplio el Sal 41, citado antes (ver Lc 22, 22 “según está determinado), y aplicado a la tradición de Judas por Jn 13, 18.

14 24 La expresión “sangre de la alianza· es la de Ex 24, 8.

14 25 El Reino de Dios es presentado aquí con la imagen del banquete mesiánico (ver Is 25, 6; Lc 13, 28).

14 26 Se trata de los Salmos 115-118, que se cantaban como acción de gracias al final de la cena pascual. Formaban la segunda parte del Hallel, serie de salmos que empezaban con la aclamación Aleluya = Alabad al Señor.

14 28 Otra traducción: “Yo os conduciré a Galilea”. En contraste con el anuncio de la defección[3] de los discípulos, estas palabras de esperanza dejan entrever su reagrupación. Según Mc, fue en Galilea, donde Jesús se manifestó por primera vez (ver 1, 14); será allí también donde se aparecerá resucitado (16, 7).

14 30 Entendido quizá en sentido literal: “antes de que un gallo tenga tiempo de cantar dos veces” (e.d. de inmediato), o como expresión proverbial de “antes de la aurora”.

14 33 Una vez más, estos tres discípulos son señalados como testigos privilegiados. Mc subraya así la importancia que concede a esta última escena, en al que el Maestro y los suyos están todavía reunidos, pero en la que se manifestará la oposición entre la actitud de Jesús y la de los discípulos.

14 35 No se trata de una mera indicación temporal. El contenido de esta “hora” que se aproxima es el de la Pasión. Idéntico sentido de la palabra “copa”. Es la hora del cumplimiento del designio de Dios.

14 36 Abbá es un nombre arameo que, en labios de Jesús, expresa la familiaridad del Hijo de Dios con el Padre. Por eso será puesto en boca de los cristianos a los que el Espíritu, Rm 5, 6, hace hijos de Dios.

14 37 En este uso del nombre que Pedro tenía antes de ser discípulo se advierte una clara intención: no poder asociarse durante una hora a la vigilia de Cristo en agonía no es digno del discípulo Pedro. El evangelista juega también con el término “hora”: mientras Jesús, en último término, parece estar dispuesto a aceptar la “hora” determinada por el Padre, Pedro es incapaz de compartir una “hora” con él.

14 38 La contraposición espíritu-carne debe ser entendida no en el sentido paulino (el hombre natural opuesto al espíritu de Dios) o griego (el cuerpo opuesto al espíritu), sino en el sentido en que lo entendían algunos judíos de la época: Dios ha puesto en el ser humano un espíritu orientado hacia el bien, pero al mismo tiempo es todo él carne, en cuanto sometido al poder del pecado. El ser humano no está dividido en dos partes, una buena y otra mala, sino que en su totalidad se halla situado entre dos poderes.

14 41 (a) Estas palabras pueden significar “ya no es necesario que veléis”, pero probablemente tienen un matiz irónico. Otros traducen: “¿Estáis durmiendo y descansando?

14 41 (b) Para “Basta ya. Llegó…” existe una variante: “El fin apremia”. La forma del verbo (apajei) está bien atestiguada en los documentos profanos de la época (papyri), donde significa “pagada”, “satisfecha”, hablando de una deuda. La expresión “Basta ya” (o, según otros, “Se acabó”) se explica en relación con la hora determinada por Jesús. Jesús se somete a la voluntad de su Padre, que él reconoce en la llegada a la hora escatológica (v. 35).

14 44 Forma corriente de saludo entre maestro y discípulo.

14 52 Detalle propio de Mc. Muchos comentaristas ven en este joven al propio evangelista.

14 55 Mc presenta esta reunión como una sesión oficial del Sanedrín, que está decidido a terminar con el proceso mediante una condena a muerte. La búsqueda de testigos supone que se quieren respetar las normas jurídicas de un proceso.

14 56 Lit. “No eran iguales”, bien porque los testimonios eran distintos (de ahí la traducción; ver Dn 13, 48-61), o bien porque no respondían a la realidad.

14 57 Mc insiste en los falsos testigos (ver v. 59). Una afirmación como la de 13, 2 podía estar en el origen de esta actuación, que reaparecerá en la crucifixión, (ver 15, 29 que aplica estas palabras al cuerpo de Cristo resucitado).

14 58 Se trata del edificio reservado a los sacerdotes, que constituía el lugar más sagrado del Templo. A diferencia de Mt 26, 61, Mc destaca la oposición entre el templo antiguo y el templo nuevo.

14 60 Como en Mt 26, 62, también se traduce: “¿Nada respondes a lo que estos atestiguan contra ti?”.

14 61 (a) El silencio de Jesús ha sido interpretado de diversas maneras. Parece evocar el del Siervo de Is 50, 6-8; 53, 7; ver también Sal 39, 3.10.

14 61 (b) Calificativo que sustituye al nombre de Yahvé, cuya pronunciación evitaban los judíos. De igual modo “el Poder”, en el v. 62.

14 62 Esta declaración es una fórmula de revelación. Según Mc, Jesús reconoce que es el Mesías y el Hijo de Dios, tal como lo anu9nció al comienzo del evangelio. Según Mt 26, 64 (“Tú lo has dicho”) y Lc 22, 67 (“Si os lo digo, no me creeréis), Jesús se expresa con cierta reserva.

14 64 (a) Declararse el Mesías o el Hijo de Dios (en el sentido de los textos judíos antiguos) no constituía una blasfemia. Pero al hablar a la vez, de “sentarse a la diestra del Padre” y de “venir entre las nubes del cielo”, Jesús reivindicaba un rango divino y podía ser acusado de atentar contra las prerrogativas divinas.

14 64 (b) Mc piensa en un acto jurídico de condena (Mt 26, 6 es menos explícito; Lc 22, 71 no menciona el veredicto). La fórmula empleada distinta de la de 10 33, no permite decir si se trata de una condena a muerte o de una decisión de enviar a Jesús donde Pilato reclamando su muerte.

14 65 “escupirle” D Antigua Versión Latina (a.f) , , texto de Cesarea Pesitta: “escupirle encima y cubrirle la cara con un velo”, la mayoría de los manuscritos, por armonización con Lc 22, 64. Adicción: “¿Quién es el que te ha pegado?”, testimonios de valor secundario, por armonización con Mt 26, 68 y Lc 22, 65. Si Mc no menciona ni el velo ni la pregunta, la escena no tiene carácter adivinatorio y se limita a ser una ilustración de los ultrajes al profeta anunciados por Is 50, 6.

14 68 Este primer canto del galo, que no inmuta a Pedro, y la falsa salida que le acompaña resultan extraños y llevan a presentir un relato primitivo que solamente contenía una negación, con canto del gallo y salida. Su combinación con dos relatos paralelos, procedentes de otras tradiciones, produjo la cifra tradicional de tres negaciones. La combinación de los textos, perceptible en Mc, ha sido difuminada en Mt y Lc, que han suprimido el primer canto del gallo y restringido (o eliminado, Lc) la primera falsa salida; esta está sugerida en Jn por la separación entre la primera negación y las otras dos.

15 2 También podría traducirse: “Eres tú quien lo dices”, una respuesta que implicaría cierta reserva por parte de Jesús. En toda esta escena, Mc subraya más que Mt y Lc que el debate gira en torno a la realeza de Jesús.

15 3 La imprecisión que se desprende de “muchas cosas” (Lc 23, 3.5.14 menciona algunas) resalta la importancia dada al tema de la realeza de Jesús.

15 8 Esta indicación supone que el Pretorio se hallaba en un lugar elevado, lo cual se justifica mejor tratándose de la colina occidental, donde se hallaba el antiguo palacio de Herodes el Grande.

15 9 En Mc, la muchedumbre llega al Pretorio para pedir el indulto de un preso, sin pensar en el caso de Jesús. Pilato es el que se aprovecha de esta petición para proponer el indulto de Jesús y librarse de ese modo de un caso embarazoso; pero los sumos sacerdotes desbaratan su maniobra, contraponiéndole el nombre de Barrabás. Mt 27 17 ha perdido estos matices atribuyendo a Pilato la torpeza de proponer él mismo la elección entre Barrabás y Jesús.

15 13 La crucifixión, suplicio de origen persa, fue adoptada por los cartagineses y se convirtió, entre los romanos, en la pena más cruel e infamante para castigar el robo, el asesinato, la traición y8 las revueltas. No podía ser aplicada a los ciudadanos romanos. En Palestina fueron crucificados dos mil rebeldes por orden del legado romano Varo, tras la muerte de Herodes el Grande. El año 7 sufrió el mismo suplicio Judas el Galileo, por haber promovido un movimiento de oposición a los romanos.

15 15 Conforme a la costumbre romana, la flagelación precedía a la crucifixión.

15 16 La cohorte era la décima parte de una legión y estaba formada por seiscientos hombres. Pero no es necesario dar al término su sentido técnico; posiblemente Mc piensa sin más en todos los solados que estaban en el palacio.

15 18 El vestido púrpura (simulado aquí con algún paño rojo), la corona y ese tipo de saludos eran prerrogativas de un rey. En esta escena de escarnio, Mc insiste de nuevo en el tema de la realeza de Jesús, Mesías crucificado.

15 21 Alejandro y Rufo eran sin duda conocidos de la comunidad romana donde Marcos escribió su evangelio. Ver Rm 16, 13.

15 23 Según una costumbre judía, que el Talmud fundamenta en Pr 31, 6, se suministraba a los condenados esta bebida sedante o adormecedora.

15 25 Nueve de la mañana o, en sentido más amplio, en tiempo entre las nueve y el mediodía.

15 27 Adicción v. 28: “Y se cumplió la escritura que dice: Ha sido contado entre los malhechores” (Is 53, 12)”. Ver Lc 22, 37.

15 29 La expresión evoca Salmo 22, 8. Se trata de un gesto de desprecio (Sal 109, 25).

15 33 Esta mención de la oscuridad en pleno mediodía evoca quizá Am 8, 9-10; ver Ex 10, 22. – “Toda la tierra” o también “todo el país”.

15 34 Forma aramea, Elahî, transcrito Elôí, quizá bajo la influencia del hebreo Elohím. La forma Elí dada por Mt es hebrea; es la del texto original del salmo y explica mejor el juego de palabras de los soldados.

15 36 En torno de burla fingen querer prolongar la vida de Jesús para ver si llega Elías. Pero, por alusión al Sal 69, 22, el relato vuelve a poner de relieve su interés teológico.

15 38 Este v. y el siguiente quieren resaltar la importancia de la muerte de Jesús para la historia de la salvación. El velo que ocultaba el Santo de los Santos (ver Ex 26, 33) se rasga, como símbolo del libre acceso de todos a Dios (ver Hb 6, 19-20). Mc se muestra así atento a todo lo que preludia la participación de los paganos en la salvación.

15 39 Lc hace decir al centurión: “Ciertamente, este hombre era justo”, 23, 37. Ha visto, pues en Mc 15, 39 una alusión al texto de Sb 2, 17: “Si el justo es hijo de Dios, él lo rescatará y lo librará del poder de sus adversarios. Es un anuncio velado de la resurrección que será confirmado por el descubrimiento del sepulcro vacío. La profesión de fe del centurión forma inclusión con la proclamación de la voz celeste en el bautismo de Cristo. 

15 40 Probablemente la misma a la que Mt 27, 56 llama madre de los hijos de Zebedeo.

15 43 Es decir, del Sanedrín. Los romanos no se preocupaban del enterramiento de los condenados. Por el contrario, la ley judía ordenaba enterrar a un ajusticiado antes de la caída del sol (Dt 21, 22-23). También Hch 13, 29 atribuye a los judíos el enterramiento de Jesús. El relato de Mc sugiere que era urgente debido a la proximidad de la noche y el comienzo del sabbat. – Mc hace de José un simpatizante (ver Lc 23, 51); Mt 27, 57 y Jn 19, 38 lo presentan como discípulo de Jesús.

15 44 Var.: “si efectivamente había muerto ya”.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

14 El relato de la pasión y resurrección de Jesús según Mc es el más sobrio y realista en los evangelios sinópticos. En él se revela e interpreta totalmente el misterio de Jesús-Cristo (cf. 1,1), verdadero Hijo del hombre y verdadero Hijo de Dios. En medio de las tinieblas brota la luz en la confesión del centurión pagano.

1 ERA LA PASCUA: gramaticalmente, casi con valor de futuro: iba a ser, LA PASCUA no fue en su origen lo mismo que la fiesta de LOS (PANES) ÁZIMOS (fiesta agrícola de primavera que empezaba el día siguiente de la Pascua y duraba una semana; cf. Lv 23, 5-14. // COMO MATAR (LO)…: lit. cómo de él en astucia habiéndose apoderado matarían.

3-9 Teniendo en cuenta el dato de Jn 11, 2 y 12, 3, el título de esta perícopa[4] concreta identificamos a quien es llamado por Mc y Mt, sin más, “una mujer”. La unción en Betania tuvo lugar seis días antes de la Pascua, en casa de un tal Simón, que había sido leproso; Jesús la interpreta y agradece como honras fúnebres anticipadas, homenaje a su cuerpo entregado a la muerte. El relato es antítesis del siguiente, brevísimo (vs. 10-11); María, frente a Judas; la generosidad frente al cálculo mezquino; el amor al Maestro frente a la traición.

3 BETANIA: aldea de Lázaro, Marta y María, en cuya casa solía hospedarse Jesús. // NARDO AUTÉNTICO: en oposición al falsificado; o quizá se trata, simplemente, del nombre concreto – transliteración del arameo – de aquel perfume. El vocablo griego nárdos es de origen semítico. // ROMPIÓ… Y… : “Si el alabastro no se rompe, no podemos ungir”, el perfume no se expande (san Jerónimo).

4 ENTRE ELLOS: en su origen parecería un dativo ético[5] arameo; o quizá equivale a: “realmente indignados” (M. Black).

7 LOS TENÉIS: o, con valor de futuro: los tendréis.

8 La muerte que Jesús ve próxima, en condiciones externas iguales a las de un malhechor público, debería acabar sin ritos funerarios: su cadáver podría quedar insepulto, a merced de las aves de rapiña, o ser arrojado a la fosa común. Esta mujer que lo unge, al adelantarse a rendir homenaje a un “difunto”, hace, previsoramente, una obra de caridad, y por caridad: ama a Jesús.

9 Os digo de verdad: cf. Mt 5, 18.

10 Para determinar a JUDAS ISCARITOE (cf. 3, 19) el texto griego dice: “el UNO DE LOS DOCE”.

11 PROMETIERON DARLE DINERO: la colocación estratégica del pronombre griego permite traducir: “le prometieron que (le) darían dinero”.

12 EL PRIMER DÍA DE LOS (PANES) ÁZIMOS: probablemente, el día anterior a la fiesta de los panes ázimos (panes sin levadura). // EL CORDERO PASCUAL, lo mismo que en el v. 14, es, lit., la Pascua. // VAYAMOS A HACER LOS PREPARATIVOS: lit. habiendo ido preparemos.

15 CON ALFOMBRAS: actualmente diríamos amueblada elegantemente.

19 UNO TRAS OTRO (lit. uno tras uno): o individualmente, e.d., cada uno por su parte.

20 EL QUE MOJA: el que “está mojando” ahora mismo; o “el que suele mojar” a diario. Si tenemos en cuenta el simbolismo de la comida en Oriente, las palabras de Jesús dicen: “El que participa de mi intimidad”.

21 “Aquel “¡ay!” no de dijo únicamente por Judas, sino por todos los que traicionan a Cristo”. (Orígenes).

23-24 Jesús rubrica con su propia sangre un pacto nuevo (cf. Jr 31, 31-33), que supera al de Moisés sellado con sangre de víctimas (cf. Ex 24, 8). De todo el contexto se deduce que Jesús celebró en la cena un verdadero sacrificio, aunque incruento y misterioso: la víctima real son el cuerpo y la sangre de Jesús.

29 LE DIJO: lit. decía a él.

30 HOY. el día empezaba a contar desde la puesta del sol.

31 Lit. él empero sobreabundantemente hablaba…

32 Y LLEGAN A… GETSEMANÍ (= “lagar de aceite”, almazara); finca particular (“huerto”; Jn 18, 1) en la ladera occidental del Monte de los Olivos.

33 LLEVÓ… Y JUAN: cf. referencias bíblicas en 5, 37. // HORRORIZADO: o desanimado, desmoralizado. SENTIRSE… HUNDIDO es angustiarse. Mc registra sin tapujos las reacciones de angustia y tristeza mortal de Jesús aquella noche: tristeza del Hijo del hombre ante su rechazo por parte del pueblo elegido y ante los pecados de los hombres, aun dentro de la Iglesia, a lo largo de la historia humana; angustia y pavor ante el gravísimo sufrimiento injusto; repugnancia y tedio ante la muerte, y muerte en cruz, humillación suprema para un inocente que prevé la ingratitud de muchos redimidos por él.

34 LLENA DE TRISTEZA MORTAL: lit. triste hasta la muerte. // QUEDAOS AQUÍ Y VELAD: el tiempo verbal griego, diverso en cada uno de estos imperativos, da matices a la petición de Jesús: “No os marchéis… quedaos velando”.

35 SE POSTRÓ: lit. se postraba. // SI ERA POSIBLE: lit. si posible es. // AQUELLA HORA: lit. la hora dolorosa de la Pasión, que entraba en los planes divinos.

36 ABBÁ (cf. Rm 8, 14-17), traducido por el evangelista para sus lectores no judíos (PADRE), es el término del lenguaje infantil para llamar padre natural (papá). Aunque más tarde se extendió como título de cortesía (cf. Mt 23, 9), siempre se consideró demasiado familiar para que un judío se dirigiera de esa forma a Dios en su oración ersonal. Lit, abbá, el Padre. // ESTE CÁLIZ: el término ha entrado en nuestra lengua, en expresiones como “el cáliz de la Pasión”, “cáliz de amargura”. El vocablo grtiego es el mismo que en el v. 23 traducimos por vaso. (( PERO NO SE TRATA DE LO QUE YO QUIERO, SINO más bien de LO QUE q  uieres TÚ: el “yo” y el “tú” encierran las dos últimas frases; el final triunfa sobre la sensibilidad humana del hijo.

37 FUE Y LO ENCONTRÓ: ¿Por qué Jesús llama a PEDRO con su nombre antiguo de SIMÓN?

38 VELAD Y REZAD: o, como endíadis: velad rezando, velad en oración. // EL ESPÍRITU … LA CARNE…: la buena voluntad, deseosa de agradar a Dios; y la debilidad natural o corporal, que resiste el esfuerzo. La contraposición supone el dualismo alma-cuerpo en el ser humano.

39 VOLVIÓ A APARTARSE: lit. de nuevo habiéndose apartado. // LA MISMA ORACIÓN: lit. la misma palabra, en singular; no necesariamente “las mismas palabras”.

41 ¡PODÉIS SEGUIR DURMIENDO Y DESCANSANDO!: la diversa puntuación que puede adoptarse en el texto, y la expresión griega “tò loipòn”, hacen posibles otras traducciones: interrogativa, de queja (“Y, mientras tanto, dormís!”; o “Lo que queda por hacer es dormir”); o permisiva, en tono irónico (“Para lo que queda, ¡dormid!”); o “Lo que es por mí, seguid durmiendo”). // ¡YA ESTÁ! o ¡basta! ¿Es una expresión familiar? ¿Hay que dar al verbo griego el sentido comercial de “recibir” (“Ya está cerrada la cuenta”)? ¿Hay que pensar bajo esa palabra, en el verbo arameo “dhq”, no “rhq”, que diría “urge” (=urge la hora)? // MIRAD: lo mismo que en el versículo siguiente es, lit., mira (imperativo griego singular, prácticamente convertido en una partícula para llamar la atención). // EN MANOS: lit. a las manos.

43 LOS SUMOS SACERDOTES… LOS ESCRIBAS Y… LOS ANCIANOS: los tres grupos que componían el sanedrín (cf. Hch 5, 21). Judíos, básicamente del partido saduceo, fueron los directamente responsables del prendimiento de Jesús.

44 AQUEL ES: lit. este (o ese) precisamente es.

47 UNO DE LOS PRESENTES: por Jn 18, 10 sabemos que fue Pedro. // LA ESPADA: su propia ESPADA: es uno de los posibles matices de la voz media griega original: aspasámenos.

49 QUE SE CUMPLAN LAS ESCRITURAS: o bien: “(Tenía que suceder esto) para que se cumplieran las Escrituras”.

50 ABANDONÁNDOLO, HUYERON TODOS: dejaron de ser discíulos suyos. Demasiado contraste con 1, 18.20 (“dejando las redes lo siguieron”, “dejando a su padre en la barca lo siguieron”) y con 10, 28 (¡nosotros dimos el paso de dejarlo todo, y venimos siguiéndote”).

51-52 ¿Tal vez es un dato autobiográfico del evangelista? DESNUDO: el vocablo original puede significar también 2vestido con ropa interior”.

53 SE REUNIERON los tres grupos componentes del sanedrín. Tal vez el relato de Mc anticipa a la reunión nocturna, precipitada, los datos de la reunión “legal” tenida al amanecer (cf. 15,1).

54 LA LUMBRE es, lit., la luz; quizá se tradujo equivocadamente al griego el vocablo hebreo-arameo ’wr (or/ur): “luz” y “fuego”.

58 En Jn 2, 19 se aplica la frase a la resurrección de Jesús. Al poner en boca de Jesús que él mismo destruiría violentamente el templo de Jerusalén, deformaban lo que realmente había dicho: “Podéis destruir vosotros este templo, pero yo lo levantaré en tres días”. La fórmula EN TRES DÍAS es similar a la de Lc 9, 22.

60-61 A(L) MEDIO: o en medio, ante todos, en público. // QUE TESTIFICAN ESTOS: qué es lo que estos están diciendo contra ti. // CALLABA Y NO RESPONDÍA NADA: sobre el silencio de Jesús ante los diversos tribunales, dato que repiten todos los evangelistas. // ¿TÚ ERES… EL HIJO BENDITO?: “el Bendito” era un apelativo que evitaba pronunciar directamente el nombre de Dios. Se ha considerado imposible que un sumo sacerdote saduceo preguntara eso, por asumir él mismo la dignidad de Mesías; si eso es cierto, la respuesta de Jesús fue, en los oídos de aquellos hombres, además de “blasfema”, ofensiva para Caifás.

62 Ha terminado el tiempo del “secreto mesiánico”. Ante la pregunta del sumo sacerdote confiesa Jesús públicamente su identidad; con su declaración firma su sentencia de muerte; luego, con la alusión al texto de Dan 7, 13, añade una advertencia a sus jueces: “También vosotros seréis juzgados un día”. // “Sentarse a la derecha” de Dios (hebraísmo); circunlocución que significa participar de la divinidad, tener el mismo poder de Dios. // EL PODER: la Omnipotencia, el Omnipotente. También Jesús, con esa fórmula, evita pronunciar directamente el nombre de Dios, aunque entonces no hubiera sido pronunciado “en vano”.

63 RASGÁNDOSE LA TÚNICA (lit. rasgado las túnicas de él) como signo oriental de horror, de disgusto o de tristeza. “Rompió su vestido para romper las leyes divinas y humanas. Hizo pedazos su ropa para hacer pedazos la sacrosanta humanidad de Cristo. ¿Qué necesidad tenemos de testigos, dijo. Respondido se está que ninguna, donde el juez es juntamente testigo falso y falso testimonio”; es el comentario de Quevedo.

64 Conforme a Sn 7, 5 nadie es culpable de blasfemia “si no pronuncia explícitamente el Nombre (de Dios)”. LA BLASFENIA de Jesús, según apreciación de Caifás, consiste en que aquel aldeano de Nazaret, al aplicarse las prerrogativas de Juez escatológico, propias de Dios, se colocaba en la esfera divina. Entendieron la respuesta de Jesús en su verdadero significado; así la dignidad mesiánica de Jesús quedó rechazada clamorosamente. El blasfemo merecía la pena de muerte, en concreto ser colgado de un madero o de un árbol (Escritos rabínicos Sifre Deuteronomio 21,22 y Sn 6, 4).

65 ALGUNOS de los mismos miembros del sanedrín, según el relato de Mc, empezaron a torturar al prisionero. // … A ESCUPIRLE, Y A TAPARLE EL ROSTRO “para poder abofetearle a gusto” (A. Manaranche). Probablemente la expresión “SE ENSAÑARON…” es en el texto griego un latinismo vulgar.

66-72 Mc narra con crudeza la caída de Pedro, que tantas veces le oiría predicar. Hay tres pasos: ignorancia fingida, negación seca, negación reforzada con maldiciones y juramente.

67 SE FIJÓ… Y DICE: las palabras de la sierva suenan así, lit.: también tú con el Nazareno estabas, el Jesús.

70 La traducción de la parte narrativa del versículo quiere señalar el matiz de acción repetida de las formas verbales griegas: lit. nuevamente negaba… nuevamente decían.

72 LA FRASE (lit. la palabra) QUE LE HABÍA DICHO (lit. cómo dijo a él). // ROMPIÓ A LLORAR ES, lit. habiendo irrumpido (?) lloró.

15, 1 DE MADRUGADA: porque sólo tenían valor legal los juicios celebrados durante el día. // ES DECIR, TODO EL SANEDRÍN: pero no asistieron todos sus miembros (al menos José de Arimatea, según Lc 23, 52; y probablemente tampoco asistió Nicodemo). // PARA ENTREGAR(LO) A PILATO, que normalmente residía en Cesarea, pero en las grandes fiestas subía a Jerusalén para prevenir o controlar de cerca posibles revueltas. Su residencia en Jerusalén era: o la torre Antonia, cuartel de la guarnición romana en el noroeste del templo o, más probablemente, el palacio de Herodes (llamado palacio “de los asmoneos”), en la colina occidental, distrito en el que residía Herodes Antipas.

2 TÚ (LO) DICES (cf. “Tú lo has dicho”: Mt 26, 25: afirmación velada de que verdaderamente es eso que le reprochan: EL REY DE LOS JUDÍOS, e.d., el Mesías, aunque no como ellos lo imaginan.

4-5 DE CUANTAS COSAS: O, COMO ADVERBIO: con que insistencia. Sobre el silencio de Jesús en la Pasión, cf. referencias bíblicas en 14, 60s. San Ambrosio comentó: “Acusan al Señor, y calla. Y calla bien, pues no necesita defensa. Ansíen ser defendidos los que temen ser vencidos. Con su silencio, (Jesús) no confirma la acusación, sino que, al no rechazarla, la menosprecia. Pues, ¿qué podría temer el que no ambicionaba su propia salvación? La salvación de todos pone en peligro la suya, para poder seguir la de todos”.

6 Esta costumbre de que EN CADA FIESTA (DE PASCUA) dejara el gobernador en libertad a un preso la conocemos únicamente por los textos evangélicos.

8 AL SUBIR hacia el pretorio. // LA GENTE: la turba, quizá son los partidarios de Barrabás el revolucionario.

10 La palabra hebrea y aramea quin‘ah “envidia”, “ira”, también vale para decir “celos”. En el texto quizás subyace ese aramaísmo, y así resultaría que LOS SUMOS SACERDOTES pidieron la muerte de Jesús por celo de Dios, por honra de Dios. Impresiona esa ira santa contra un “blasfemo”. Por su parte, Pilato sabía que en la acusación de traición contra la autoridad romana había otros intereses, y no la tomó en serio; pero por esto mismo, si pensaba que Jesús era inocente, al condenarlo a muerte cometía pecado (Jn 19, 11).

12-14 LES DIJO (bis): lit. decía a ellos. // VOLVIERON A GRITAR: Mc no ha hablado de un clamor anterior, pero es característico de su estilo el uso frecuente del adverbio griego pálin (“de nuevo”, “otra vez”), sin valor específico.

15 El gran motivo de la justicia humana para condenar a un inocente: QUERIENDO DAR GUSTO A LA GENTE. // DESPUÉS DE FLAGELAR(LO): Para evitar la flagelación Jesús no pudo apelar a la ciudadanía romana, como Pablo (cf. Hch 22, 25-29), ni acogerse a la Ley judía, que prohibía dar más de cuarenta golpes, suponiendo que el reo los soportase (cf. Makkot 3, 11). Los romanos no ponían límite al número de azotes de modo que el reo podía morir bajo los golpes. En el caso de Jesús, la flagelación no fue la tortura en un interrogatorio, ni suplicio independiente de la crucifixión, capaz por sí solo de dar la muerte al reo, sino el tormento aplicado al reo antes de crucificarlo, para quebrantar sus fuerzas y abreviar el final.

16 Comienza una descripción brevísima de la mayor vergüenza histórica del género humano: el reino de Dios, presente ya en Jesús, no solo es rechazado intelectualmente, sino que es tomado a burla: ¡los hombres se divierten burlándose de Dios! // O SEA, (EL) PRETORIO: lit. que es pretorio. // TODA LA COHORTE: todos los soldados de la cohorte que andaban por allí. Una cohorte solía tener entre seiscientos y mil hombres; el gobernador romano disponía de cuatro cohortes: una en Jerusalén, las otras tres, normalmente en Cesarea.

20 DE LA LABRANZA: o, simplemente, del campo. // ALEJANDRO Y RUFO eran, sin duda, conocidos por los destinatarios de Mc. // LA CRUZ DE JESÚS: el texto griego, traducido a la letra, podría crear confusión: dice “su cruz”.

22 A (JESÚS): lit. a él. // La pequeña elevación rocosa DEL GÓLGOTA (en arameo Gûlgûta‘: cráneo, o CALAVERA) estaba fuera de la muralla, en el noroeste de la ciudad; su nombre se debía a su parecido con una calavera humana. // SIGNIFICA: lit. es.

23 EL VINO MIRRADO servía de narcótico.

24 LO CRUCIFICARON: “Así, con los términos más sencillos posibles, se consigna aquel acto espantoso, sin intentar describir los detalles desgarradores (V. Taylor). La crucifixión, suplicio originario de Persia (s. V a.C.), era usada por los romanos para ajusticiar a esclavos, bandidos, y revolucionarios.

25 ERA (LA ) HORA TERCIA: las nueve de la mañana, dato que parece menos exacto que el de Jn 19, 14; ¿reconstruyó Mc el horario de la Pasión tomándolo de alguna primitiva celebración cristiana, o fijándose en las horas usuales de oración?

26 ESTABA ESCRITA LA ACUSACIÓN…: lit. y estaba la inscripción de la causa (= de la denuncia, del cargo, del motivo de la condena) de él (=contra él) sobre escrita. // EL REY DE LOS JUDÍOS: Oficialmente en los informes del gobernador a Roma pudo figurar esta explicación de la muerte de Jesús como revolucionario o subversivo. Pero Jesús nunca se consideró Mesías político-social, ni aceptó ser tenido por tal; al contrario, rechazó como tentación la concepción política del mesianismo; basta repasar su predicación sobre la no violencia, sobre no devolver mal por mal, el amor a los enemigos, la bienaventuranza de los pacificadores, la orden de no sacar la espada, la obediencia a la autoridad, etc.

27 UNO A… SU IZQUIERDA: lit. a uno desde (las regiones) derecha y otro desde (las regiones) izquierdas de él. Algunos manuscritos añaden el v. 28 con parte de Lc 22, 37.

29 (TÚ), QUE IBAS A DESTRUIR… Y A EDIFICAR (LO): lit. el que destruye… y que edifica.

33 (LA) HORA SEXTA: EL MEDIODÍA. // EL PAÍS: Palestina. // (LA) HORA NONA: las tres de la tarde.

34 Las palabras iniciales del Sal 22, que probablemente Jesús recitó entero, expresan el abandono misterioso del Hijo (aunque un “justo” que empieza su oración diciendo: “Dios mío, Dios mío” …¡no está abandonado de Dios!). En la cita del Salmo en arameo, como es el caso de Mc, el por qué arameo original ha sido traducido para qué (también en Mt). Es verdad que la frontera entre ambos significados – por qué y para qué – es fácilmente franqueable, pero aquí el enfoque es diverso: para Mc y Mt Jesús (y con él ha de hacer lo mismo todo cristiano que sufre) no pregunta el motivo (=¿qué he hecho yo de malo para sufrir esto?), sino la finalidad, la intención  de Dios para mayores bienes (=¿qué pretende Dios con mi crucifixión?, ¿hacia dónde me lleva?, ¿qué objetivo quiere alcanzar con este sufrimiento mío?. // SIGNIFICA: lit. es. // DIOS MÍO: lit. es vocativo semítico: el Dios de mí.

36 VINAGRE: vino-agrio, la bebida de los soldados.

37 La muerte real de Jesús, sucedida aproximadamente el 7 de abril del año 30 de nuestra era, fue atestiguada por testigos fidedignos (explícitamente los cuatro evangelistas; Pedro en sus discursos de Hechos y en sus cartas, las mujeres que estuvieron en el Calvario, Nicodemo y José de Arimatea, los sumos sacerdotes y el centurión que dirigió la ejecución: vv. 44-45). Es dato que no pudieron rebatir los jefes religiosos de Israel.

38 LA CORTINA del “Santo de los santos” (Ex 26, 31-33) SE RASGÓ EN DOS, DE ARRIBA ABAJO: así ha quedado abierta la entrada a la intimidad de Dios; podemos pasar al Padre a través de la humanidad de su Hijo.

39 Las palabras de un pagano que vio morir a Jesús son el punto culminante del “Evangelio de Jesucristo Hijo de Dios”. Aparte del significado original que pudieron tener en boca de un soldado romano, el evangelista Mc ha considerado esas palabras como auténtica confesión de fe en la filiación divina de Jesús.

40 MARÍA LA MAGDALENA: e.d. probablemente, oriunda o habitante de Magdala (o Magdala, del hebreo migdôl = torre), importante centro industrial de consrvas de pescado, en la ribera occidental del lago de Galilea, doce kilómetros al sur de Cafarnaún. ¿Por qué los evangelistas no mencionan ninguna visita de Jesús a esta ciudad, situada en una ruta que él frecuentó? // SANTIAGO… Y… JOSÉ: ¿son los mismos citados en 6, 3? // SALOMÉ: madre de los apóstoles Santiago (el Mayor) y Juan, según Mt 27, 56.

42 O SEA: lit. que es (=que significa). En un parénteisis, Mc explica el término griego que traducimos “Preparación”; como si dijera: puesto que era el viernes.

43 DE la aldea llamada ARIMATEA, a unos treinta kilómetros al norte de Jesusalén. // AUDAZMENTE FUE: lit. habiéndose atrevido, fue.

44 En vez de SI HACÍA TIEMPO QUE, algunos manuscritos leen: si ya.

46 A (JESÚS): lit. a él.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

14, 1s. Con Cristo ahora en Jerusalén, la determinación de sus enemigos se fortaleció. Sin embargo, temían una protesta pública e incluso un motín si lo detenían, ya que tenía un respaldo significativo entre el pueblo judío. Cuando Judas se acercó a los sumos sacerdotes para tramar el arresto de Cristo, su plan de acción comenzó a tomar forma. Cat. 574.

14, 1 La Pascua conmemora la liberación de Israel de Egipto e implica una comida compartida, sagrada. En los días del Templo, era necesario que los hombres judíos celebrasen esta fiesta en Jerusalén; por tanto, la población de la ciudad santa aumentaba varias veces al llegar los peregrinos llegaban. Cat. 1363.

14, 5 Un denario era un día de salario para un obrero (Mt 20,2). El perfume era muy costoso.

14, 8 Los cuerpos de aquellos que eran condenados a la pena de muerte por sus crímenes no eran ungidos con los perfumes utilizados habitualmente en las prácticas funerarias judías. En este pasaje, la unción de Cristo por la mujer le prepara espiritualmente para su sepultura anticipando parte de su muerte en la cruz. Cat 1525.

14, 12-31 En la comida de Pascua que Cristo celebró con sus discípulos, anunció la traición de un apóstol. Debido a que Dios puede sacar el bien incluso del mal, nuestra libertad de elección hacia el mal, puede mediante las intervenciones misteriosas de la gracia de Dios, estar integrada en los planes para nuestra redención. Cat. 597 y 1339.

14, 21 Esta declaración fue hecha para subrayar la enorme gravedad del pecado de Judas. Sin embargo, solo Dios conoce el grado del pecado y la culpabilidad de cada uno de los que jugaron un papel en la traición y muerte de Cristo. Cat 597.

14, 22-25 Cristo, el cordero inmaculado de Dios, ofreció su propio cuerpo y su propia sangre instituyendo así la Eucaristía en la Última Cena. La liturgia eucarística es una participación en el banquete celestial y una representación del único sacrificio de Cristo. En la Última Cena, el sacrificio eucarístico de Cristo anticipó su pasión y8 muerte de una manera incruenta. En cada Misa, se renueva ese mismo sacrificio. La palabra de Cristo en el relato de la institución no puede tomarse solamente de forma simbólica. La Iglesia ha enseñado siempre que tras las palabras de la consagración, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La presencia de Cristo en la Eucaristía se conoce como la presencia real, mientras que la manera de cambio se llama transustanciación. Cat. 1339-1340, 1374-1378.

14, 22 Nótese cómo las palabras usadas por Cristo en la institución de la eucaristía son las que empleó en la multiplicación de los panes (Mc 6, 41). Las palabras “tomó”, “bendición”, “partió” y “dio” vinculan claramente la alimentación de las multitudes con la institución de la Eucaristía. Por su parte, la institución de la Eucaristía predijo la ofrenda de su cuerpo en la Cruz. Estas mismas palabras se emplean en la oración eucarística en la Misa. Cat. 1328-1332.

14, 24 Al igual que la sangre del sacrificio fue derramada en el Monte Sinaí para establecer la antigua alianza con Moisés, la sangre del sacrificio de Cristo fue derramada para establecer la antigua alianza. La oferta sacramental de su Cuerpo y Sangre reafirma el nuevo pacto de Cristo de gracia y amor. Cat. 1365.

14, 25 El “nuevo” vino representa el banquete de bodas del cielo, “donde los fieles beberán el vino nuevo convertido en la Sangre de Cristo (Cat 1335). La pasión y muerte de Cristo son la Pascua definitiva y, al mismo tiempo, la recepción de la Eucaristía es la definitiva comida de la Pascua. Cat. 1402-1403.

14, 36 En su angustia y temor, Cristo pidió a su Padre un aplazamiento de su sufrimiento inminente. Aunque Cristo se dirigió a su pasión y crucifixión con angustia, en su oración afirmaba claramente, que aceptaba plenamente la voluntad del Padre. Cat. 473, 2607, 2620 y 2701.

14, 38 Con estas palabras se describe el problema fundamental del pecado. No solo debemos desear el bien sino también trabajar para conseguirlo. La oración y el negarse a sí mismo (mortificación) son esenciales en esta batalla. Cat. 2849.

14, 43-52 Con el arresto de Cristo, los discípulos lo abandonaron. Entre aquellos que huyeron estaba un hombre joven que huyó desnudo. Algunos estudiosos sugieren que Marcos puede estar refiriéndose a sí mismo. Cat. 1851.

14, 55 El sanedrín – del griego syn y hedra, significan “con asiento” – fue el más alto tribunal de la ley judía, y los romanos le permitieron mantener una amplia autoridad sobre los asuntos religiosos y civiles. Presidido por el sumo sacerdote, el sanedrín incluía a los jefes de los sacerdotes (antiguos sumos sacerdotes), a los ancianos, y a los escribas. Cat. 443, 585.

14, 58 Cristo predijo la destrucción del Templo (Mc 13, 2) pero aquí se estaba refiriendo al templo de su cuerpo que sería reconstruido en tres días por medio de su resurrección. Cat. 593.

14, 62 Yo soy: estas palabras de Cristo son una reminiscencia de YHWH (Ex 3, 14-15), el nombre de Dios dado a Moisés. Aquí, Cristo aceptó el título de “Hijo del Bendito” (es decir, “Hijo de Dios”), que le condujo a su condena por blasfemia. A la derecha del todopoderoso: esto indica la gloria y honor de Cristo como una de las Tres Personas de la Trinidad, de Dios. El credo de los apóstoles y el credo de Nicea afirman que Cristo, después de su Ascensión, está sentado a la derecha de Dios Padre. Cat. 659 y 663.

14, 63 Este acto dramático expresa una gran angustia o tristeza, así como indignación y protesta contra el sacrilegio de blasfemia. Al rasgar sus vestidos, Caifás acusó a Cristo de blasfemia; sin embargo, violó la misma ley mosaica (Lv 21,10) en virtud de la cual él acababa de condenar a Cristo. Como señala Juan, la túnica de Cristo, símbolo de su eterno sumo sacerdocio, no fue dividida (Jn 19, 23-24).

14, 66-72 Tras la negación, Pedro recordó inmediatamente las predicciones de Jesús y lloró amargamente de dolor por su pecado. Cat 1429.

15, 1-15 Cristo habló poco con Poncio Pilato, el procurador romano de Judea, que se dirigió a la multitud para ofrecerles la opción de liberar a Jesús o a Barrabás, un revolucionario. Barrabás en arameo significa “hijo del padre”; es irónico que fuese liberado mientras que Jesucristo, el Hijo de Dios Padre, era condenado a muerte. Cat. 591.

15, 15 Pilato era de personalidad débil que sabía perfectamente que Cristo era inocente pero lo declaró culpable por cobardía y lo entregó para que lo crucificarona con el objetivo de aplacar las multitudes encolerizadas. La flagelación era un tipo de castigo que implicaba azotar a la víctima con un látigo. Cat 572.

15, 16-20 Cristo fue rechazado no solo por los judíos sino también por los gentiles. Los soldados gentiles lo reconocen como rey, pero en tono de burla. Cat. 597-598.

15, 27 Muchos códices añaden aquí (v. 28): “Así se cumplió la Escritura que dice: “Lo consideraron como un malhechor” (cita de Is 53, 12); la lectura no parece original, pues no corresponde a la forma normal de citar el AT Marcos.

15, 34 El grito de Cristo viene del salmo 22, que es la oración de un hombre santo humillado y perseguido, pero que finalmente sale victorioso, alabando a Dios por su amparo final. La oración de Cristo no es, por tanto, de desesperación sino de identificación con el salmista en un dolor al que puede descubrirse un sentido. Cat. 603, 2605.

15, 38 Este velo establecía una separación entre el pueblo y la presencia de Dios ene l santo de los santos, el sanctum del Templo, donde el sumo sacerdote, solo, hacia sacrificios en presencia de Dios, en nombre del pueblo, una vez al año. Su desgarramiento simboliza la reconciliación de Dios con la humanidad, desgarrándose lo que separa al hombre de Dios. La antigua alianza había cumplido su función y ahora reflejaba por la nueva alianza en Cristo.

15, 39 El reconocimiento de la divinidad de Cristo por parte del centurión es un signo de que las personas de todas las naciones y culturas están invitadas a participar en su ofrenda de redención. Cat. 444, 599-603.

15, 42-47 Los hombres de Pilato confirmaron que Cristo había muerto, y un destacado miembro del sanedrín lo enterró en su propio sepulcro con las dos Marías como testigos. El entierro tuvo que hacerse de prisa porque el Sabbat comenzaría con la puesta del sol. Cat. 641.

 

Catecismo de la Iglesia Católica

574 Desde los comienzos del ministerio público de Jesús, fariseos y partidarios de Herodes, junto con sacerdotes y escribas, se pusieron de acuerdo para perderle. Por algunas de sus obras (expulsión de los demonios; perdón de los pecados, curaciones en sábado; interpretación original de los preceptos de pureza de la Ley, familiaridad con los publicanos y los pecadores públicos), Jesús apareció a algunos malintencionados sospechoso de posesión diabólica. Se le acusa de blasfemo y de falso profetismo, crímenes religiosos que la Ley castigaba con pena de muerte a pedradas.

1363 En el sentido empleado por la Sagrada Escritura, el memorial no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. De esta manera Israel entiende su liberación de Egipto: cada vez que es celebrada la Pascua, los acontecimientos del Éxodo se hacen presentes a la memoria de los creyentes a fin de que conformen su vida a estos acontecimientos.

1364 El memorial recibe un sentido nuevo en el Nuevo Testamento. Cuanto la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y esta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece para siempre actual. “Cuantas veces veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en la que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra redención” (C. Vaticano II, Lumen gentium, 3).

1365 Por ser memorial de la Pascua de Cristo, la Eucaristía es también sacrificio. El carácter sacrificial de la Eucaristía se manifiesta en las palabras mismas de la institución: “Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros” y “Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre, que será derramada por vosotros” (Lc 22, 19-20). En la Eucaristía, Cristo da el mismo cuerpo que por nosotros entregó en la cruz y la sangre misma que “derramó por muchos para remisión de los pecados”.

1366 La eucaristía es, pues, un sacrificio porque representa (=hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es un memorial y aplica su fruto: “(Cristo), nuestro Dios y Señor (…) se ofreció a Dios Padre (…) una vez por todas, muriendo como intercesor sobre el altar de la cruz, a fin de realizar para ellos (los hombres) la redención eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio, en la última Cena, la noche en que fue entregado, dejó a la Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible (como lo reclama la naturaleza humana) (…) donde se representará el sacrificio sangriento que iba a realizarse una única vez en la cruz, cuya memoria se perpetuará hasta el fin de los siglos y cuya virtud saludable se aplicará a la remisión de los pecados que cometemos cada día” (C. Trento, Doctrina del Santo Sacrificio de la misa).

1367 El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio: “La víctima es una y la misma. El amor que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, el que se ofreció a sí mismo en la cruz, y solo es diferente el modo de ofrecer” (Ib.).

597 Teniendo en cuenta la complejidad histórica manifestada en las narraciones evangélicas sobre el proceso de Jesús y sea cual sea el pecado personal de los protagonistas del proceso (Judas, el Sanedrín, Pilato), lo cual solo Dios conoce, no se puede atribuir la responsabilidad del proceso al conjunto de los judíos de Jerusalén, a pesar de los gritos de una muchedumbre manipulada y de las acusaciones colectivas contenidas en las exhortaciones a la conversión después de Pentecostés. El mismo Jesús perdonando en la Cruz y Pedro siguiendo su ejemplo apelan a la ignorancia de los judíos de Jerusalén e incluso de sus jefes.

598 La Iglesia, en el magisterio de su fe y en el testimonio de sus santos, no ha olvidado jamás que los pecadores mismos fueron los autores y como los instrumentos de todas las penas que soportó el divino Redentor. Teniendo en cuenta que nuestros pecados alcanzar a Cristo mismo. La Iglesia no duda en imputar a los cristianos la responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús, responsabilidad con la que ellos, con demasiada frecuencia, han abrumado únicamente a los judíos. “Debemos considerar como culpalbwes de esta horrible falta a los que continuan recayendo en sus pecados. Ya que son nuestras malas acciones las que han hecho sufrir a Nuestro Señor Jesucristo, el suplicio de la cruz” (Catecismo Romano).

599 La muerte violenta de Jesús no es fruto del azar es una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios.

601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del Siervo, el Justo había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que nos libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53, 11-12).

604 Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10). “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Rm 5, 8).

605 (Jesús) afirma “dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 28); este último término no es restrictivo: opone el conjunto de la humanidad a la única persona del Redentor que se entrega para salvarla. La Iglesia, siguiendo a los Apóstoles, enseña que Cristo ha muerto por todos los hombres sin excepción: “no hay, ni hubo, ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo” (Concilio de Quiercy, 853).

606 El sacrificio de Jesús por los pecados del mundo entero es la expresión de su comunión de amor con el Padre: “el mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado” (Jn 14, 31).

607 Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús porque su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación.

610 Jesús expresó de forma suprema la ofrenda de sí mismo en la cena tomada con los doce Apóstoles.

612 El cáliz de la Nueva Alianza que Jesús anticipó en la Cena al ofrecerse a sí mismo, lo acepta a continuación de manos del Padre en la agonía de Getsemaní.

624 Por la gracia de Dios, gustó la muerte para bien de todos. En su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente muriese por nuestros pecados, sino también que gustase de la muerte, es decir, que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero.

 

Concilio Vaticano II

Dios quiere “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tm 2, 4), habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones y de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas (Hb 1, 1), cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo, el verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón  (cf. Is 61, 1), como “médico corporal y espiritual” (S. Ignacio de Antioquía”, Mediador entre Dios y los hombres (cf. 1 Tm 2, 5). En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto, en Cristo “se realizó la perfecta satisfacción de nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino” (Sacramentarium Veronense, Leonianum).

Cristo el Señor realizó esta obra de redención humana y de glorificación perfecta de Dios, preparada por las maravillas que Jesús hizo en el pueblo de la Antigua Alianza, principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada Pasión, de su Resurrección de entre los muertos y de su gloriosa Ascensión. Por este misterio, “con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida” (Prefacio Pascual, Misal Romano). Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia (cf. S. Agustín, Comentario al Salmo 138).

Por esta razón, cono Cristo fue enviado por el Padre, él mismo envió también a los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo, no solo para que, al predicar el Evangelio a toda criatura, anunciaran que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos ha liberado del poder de Satanás y de la muerte y nos ha conducido al reino del Padre, sino también para que realizaran lo que la obra de salvación anunciaban: mediante el sacrificio y los sacramentos en torno a los cuales gira la vida litúrgica. Así, mediante el bautismo, los hombres se insertan en el misterio pascual de Cristo; mueren con Él, son sepultados con Él y resucitan con Él (cf. Rm 6, 4); reciben el espíritu de adopción de hijos “en el que clamamos Abba, Padre” (Rm 8, 15), y así se convierten en los verdaderos adoradores que busca el Padre” (cf. Jn 4, 23).

Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, 5-6.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Por tanto, duda como hombre, y como hombre se perturba. No se perturba como Poder, no se perturba su divinidad, sino que se perturba el alma; se perturba porque ha asumido la fragilidad humana. Precisamente porque asumió el alma, asumió también las pasiones del alma. Porque era Dios no podía perturbarse ni morir. Finalmente, dijo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Habla como hombre, llevando consigo mismo mis propios miedos, pues cuando nos encontramos en peligros también nosotros pensamos que Dios nos ha abandonado. Es perturbado como hombre, como hombre llora, y como hombre es crucificado.

Ambrosio. Sobre la fe, 2, 7, 56. 2, pg. 299.

Sale de esta vida por un acto de su poder, ya que no había venido por la ley de la fatalidad. Por eso algunos se asombraron más de este poder del que muere que del poder de hacer milagros.

Agustín. Tratado sobre el Ev. de Juan, 31, 6. 2, pg. 300.

El velo se rasgó. El Señor indica por este hecho que quitaría el Reino para dárselo a otro pueblo que diera fruto (cf. Mt 21, 43). También el velo rasgado podría significar que el templo sería destruido, puesto que ya no albergaba su Espíritu. El sumo sacerdote, al desgarrar injustamente su vestido, rasgó también el velo del Espíritu.

Efrén de Nisibi. Comentario al Diatesaron, 21, 4. 2, pg. 300.

Entrega el alma (al Padre), pero tiene poder para recuperarla, se rompe el velo del Templo – porque se manifiestan las cosas de lo alto –, las piedras se resquebrajan y los muertos resucitan antes de tiempo.

Gregorio Nacianceno. Discurso teológico, 22, 20. 2, pg. 301.

Fueron muchos los milagros de aquellos tiempos: Dios pendiendo de una cruz, el sol se ocultó y de nuevo se inflamó (pues convenía que las criaturas se lamentaran con su Creador), el velo del templo se rasgó, sangre y agua fluyeron del costado; unas cosas (sucedieron) como hombre que era, y otras, por ser más que hombre. La tierra se convulsionó por un temblor; las piedras se rompieron unas contra otras; los muertos resucitaban para testimoniar la resurrección última y universal. Las señales del sepulcro, y las posteriores a la sepultura, ¿quién puede no alabarlas con admiración? No obstante, ninguna se puede comparar con el milagro de mi propia salvación. En dicho milagro, unas insignificantes gotas de sangre renuevan el mundo entero y, lo mismo que la leche coagulada, sirven a todos los hombres para que estemos nosotros bien unidos y trabados en uno.

Gregorio Nacianceno. Discurso teológico, 45, 29. 2, pg. 301.

Por la sencillez del sepulcro del Señor se condena la ambición de riquezas de aquellos que no pueden estar sin ellas ni siquiera en los sepulcros… Por esto mismo nació en la Iglesia la costumbre de no celebrar el sacrificio del altar con manteles de seda o de tela teñida, sino de lino, lo mismo que el cuerpo del Señor fue colocado en el sepulcro con una sábana limpia.

Agustín. Exposición al Ev. de Marcos, 4, 15, 46.

 

San Agustín.

He aquí la debilidad de Dios que es más fuerte que los hombres, y la necedad de Dios más sabia que los hombres. El sucederse de los acontecimientos lo mostró con mayor claridad aún. ¿Qué buscaba entonces la ira rabiosa de los enemigos, sino arrancar su memoria de la tierra? Pero quien fue crucificado en una sola nación se ha asentado en los corazones de tantas otras y quien entonces fue entregado a la muerte en un solo pueblo ahora es adorado por todos.

Amadísimos celebremos este aniversario con devoción; gloriémonos en la cruz de Cristo, pero no una sola vez al año, sino con una vida continua de santidad.

Sermón, 218 B. I, pgs. 395-396.

 

San Juan de Ávila.

Aunque delate el acatamiento de Dios debemos estar postrados, y temiendo no nos desampare él por nuestros pecados, mas en el tiempo de la guerra, que nuestro enemigo, despreciándolo a él, y llamando a nuestro Señor. De esta manera leemos que el mismo Señor oró a su Padre antes de su prendimiento, postrado y con angustia de corazón; y de allí salió tan esforzado, que él mismo fue a recebir a sus enemigos.

Audi, fiia (II), cap. 29, 1. I, pg. 598.

Somos hechos contrarios a nos y aun contrarios a Dios; por eso volvamos a Él, pidámosle misericordia, supliquémosle que nos quite esta pesadumbre y nos dé corazón conforme al suyo, porque ni santo ni santa de su cosecha no hubo que no fuese hecho al revés de Dios; y por eso fueron conformes a Dios, porque trabajaron y con lágrimas se lo pidieron; y ansí, si alguno siente en su corazón alguna poquita devoción, algún buen deseo, alguna buena obra, donde Dios es; agradézcaselo y déle muchas gracias, y diga de aquí adelante cada uno: “Señor, pues que tan malo soy, no se haga cosa que yo quiera; sígase vuestra voluntad y no la mía” (Mc 14, 36).

Plática 16. A unas monjas de Zafra, 14. OC I, pg. 894-895.

En cualquier cosa que hiciérades, sea como una representación del Señor: cuando os levantáis de la cama, acordaos cómo le levantaron en la cruz, y pedilde que levante vuestro corazón a las cosas divinas; cuando os vestís, acordaos cómo le vistieron en casa de Herodes y Pilato (cf. Lc 23, 11), y pedilde que vista vuestra ánima de gracia y virtudes; cuando os calzáis, cómo le enclavaron (cf. Mc 15, 17), y pedilde que vuestro corazón esté clavado con él con tres clavos, que son fe, esperanza y caridad; cuando ponéis el bonete, la corona de espinas (cf. Lc 23, 33), y pedilde que no perdáis vos la corona que Él con tanto trabajo ganó; cuando os ceñís, la soga con que fue atado (cf. Jn 19, 5), y pedid que os libre de las prisiones del pecado; cuando os laváis, pedid que lave vuestra alma, etc.; cuando andéis por las calles, aquellas estaciones de la pasión, como si le fuésedes acompañando; cuando coméis, pensad la hiel y vinagre del Señor (cf. Lc 23, 36); cuando os desnudáis para acostaros, cómo le desnudaron para crucificarlo (cf. Lc 23, 34) y cómo Él es descanso de mi alma mucho mejor que la cama de mi cuerpo, etc.

Dialogus ingter confessarium et paenitentem, 20. OC II, pgs. 783-784.

Caminó nuestra Arca en el día del Jueves Santo desde Betania al sacro Cenáculo de Jerusalem (Mt 26, 17ss; Mc 14, 12ss), dejando allí a su sacratísima Madre muy llena de penas, como lo iba Él; y anduvo camino de dos millas, con pasos bastantes para cansar a su delicadísimo cuerpo, mayormente con la carga de la compasión que de su sagrada Madre llevaba. Y después de esta procesión que con sus discípulos hizo (Jn 18, 1ss), se siguió otra, desde el dicho Cenáculo hasta el huerto de Getsemaní, que, según Él estaría cansado del primero camino, y del trabajo de lavar los pies a sus discípulos, y de la gran tristeza que su ánima sintió, no se pudieron dejar de andar sin grande cansancio.

Mas, en lugar de descanso, es el Señor preso, y con muy mal tratamiento es llevado cuesta arriba hasta casa de Anás, que estaba en lo alto del monte de Sión, en distancia de otros mi y tantos pasos; de allí anduvo otros cuarenta y ocho pasos hasta la casa de Caifás, en la cual fue muy maltratado gran parte de la noche; y lo demás de ella estuvo preso y atado a una coluna en una estrechísima cárcel. Y tras haber estado toda la noche en pie, anduvo por la mañana otra procesión de mil y trescientos y cincuenta y cuatro pasos que había desde casa de Caifás hasta la casa de Pilato. De allí fue llevado a casa de Herodes, que hay ciento veinte pasos; y después tornó a andar, siendo traído de Herodes a Pilato. El trabajo y todo lo cual fue tan grande, que, si no fuera por vía de milagro, no se pudiera tener el Señor en pie.

Salgan mañana los sacerdotes, a quien Él tanto honró, que los eligió por ministros suyos, y llévenlo encima de sus hombros con gran reverencia y amor, tiniéndose en esto por muy favoridos, en recompensa de que el Señor llevó la cruz a cuestas y todos nuestros pecados encima de él. Cérquenle los devotos cristianos, honrándole tan de corazón, que echen delante de Él la ropa en el suelo, para que la huellen los pies de los que al Señor llevan, como hicieron los que iban con Él el día de Ramos (cf. Mt 21, 8).

37. Vísperas del Corpus, 10-11.17. OC III, pgs. 492-493 y495.

En la cruz, ¿qué otra cosa da más que su sangre y su pasión y misericordia para el hombre, por cuyo consuelo da voces el Señor, que fue desamparado (Mc 15, 34) y desconsolado? Mas allí está tan guardado de sus enemigos, que sus amigos, por mucho que lo deseen y lloren, no pueden llegar a él. Y aquí está tan puesto en nuestras manos y tan abierta la puerta, que Él está rogando consigo, y solo aquel que no quiere no llega. Y aunque el velle derramar su sangre en la cruz es tan grande consuelo para el pecador, mas como se derrama por todos, y es menester que se aplique a cada uno en particular, por eso es necesario que tú le recibas en tu pecho con fe y amor para que participes de tantas riquezas como allí se dan.

30. En la Infraoctava del Corpus, 15. OC III, pg. 648.

Dícenme que vuestra merced trabaja mucho: querría que se templase, a lo menos en las confesiones; porque, cierto, somos de carne, la cual es flaca, aunque el espíritu sea fuerte (cf. Mc 14, 38), y no querría verle como yo estoy de indiscretos trabajos, que a cada sermón me da una calentura. Esto es en cuanto a lo del cuerpo, en lo cual encomiendo que ni es regalado ni demasiadamente lo trabaje. Y porque por carta no se puede esto especificar, baste esto.

4. A un predicador. OC IV, pg. 30.

Entended que la cosa en que más podéis agradar a Dios es tener vuestra ánima limpia delante su acatamiento; y la mayor misericordia que podéis hacer es tener vuestra ánima agradable a él. Por tanto, velad y orad (Mc 14, 38), como dijo nuestro Señor; porque no os halle el demonio desapercibido, que os anda buscando mil achaques y lazos para os derribar.

46. Al mismo Juan de Dios. OC IV, pg. 239.

En cruz conviene estar hasta que demos el espíritu al Padre; y vivos, no hemos de bajar de ella, por mucho que letrados y fariseos nos digan que descendamos y que seguirá provecho de la descendida, como decían al Señor (cf. Mc 15, 32). La cruz se tomó por Él, y Él la ha ayudado a llevar hasta agora; y si alguna vez es tan pesada que hace arrodillar, así también hizo a nuestro Señor; y no se maravillará Él que nuestra flaqueza arrodille, pues su gran fortaleza arrodilló; lo cual Él quiso hacer para que no desmayasen los flacos, cuando con el peso de los trabajos algunas veces les parece que, no pudiendo sufrir tanto, quedan atollados con tristeza y como con alguna desconfianza, y sin aquella alegría en el padecer que otras veces.

97. A la misma (una señora que sentía muchos impedimentos en el servicio de Dios). OC IV, pg. 404.

 

San Oscar Romero.

Les invitamos a todos. Tratamos de comprender a todos. Sepan comprendernos también a nosotros. Sepan comprender el lenguaje de la Iglesia, que en la Semana Santa es tan claro con un Cristo humillado hasta la cruz. Violento sí, pero para sí mismo, para dar su vida por los demás y no para quitarla a los demás. Un Cristo que se entrega nos hace reflexionar el verdadero camino de salida de este callejón de la patria: no puede ser otro más que el amor de Cristo, salvación del mundo.

Imitémoslo, queridos hermanos, y que este Domingo de Ramos, entre las palmas que se agitan por el triunfo de Cristo entrando a San Salvador, sea todo un poema de esperanza de que El Salvador ha puesto en Cristo, toda su esperanza y le dice: en ti señor, hemos confiado y no quedaremos confundidos. Así sea...

Homilía, 8 de abril de 1979.

 

Papa Francisco. Homilía. 29 de marzo de 2015

En el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está la palabra que hemos escuchado en el himno de la Carta a los Filipenses: «Se humilló a sí mismo» (2,8). La humillación de Jesús.

Esta palabra nos desvela el estilo de Dios y, en consecuencia, aquel que debe ser el del cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde.

Humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades. Esto se aprecia bien leyendo la historia del Éxodo: ¡Qué humillación para el Señor oír todas aquellas murmuraciones, aquellas quejas! Estaban dirigidas contra Moisés, pero, en el fondo, iban contra él, contra su Padre, que los había sacado de la esclavitud y los guiaba en el camino por el desierto hasta la tierra de la libertad.

En esta semana, la Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús. Y sólo así será «santa» también para nosotros.

Veremos el desprecio de los jefes del pueblo y sus engaños para acabar con él. Asistiremos a la traición de Judas, uno de los Doce, que lo venderá por treinta monedas. Veremos al Señor apresado y tratado como un malhechor; abandonado por sus discípulos; llevado ante el Sanedrín, condenado a muerte, azotado y ultrajado. Escucharemos cómo Pedro, la «roca» de los discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los gritos de la muchedumbre, soliviantada por los jefes, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él lo crucifiquen. Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido con un manto color púrpura y coronado de espinas. Y después, a lo largo de la vía dolorosa y a los pies de la cruz, sentiremos los insultos de la gente y de los jefes, que se ríen de su condición de Rey e Hijo de Dios.

Esta es la vía de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.

Al recorrer hasta el final este camino, el Hijo de Dios tomó la «condición de siervo» (Flp 2,7). En efecto, la humildad quiere decir también servicio, significa dejar espacio a Dios negándose a uno mismo, «despojándose», como dice la Escritura (v. 7). Este «despojarse» es la humillación más grande.

Hay otra vía, contraria al camino de Cristo: la mundanidad. La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo, del éxito... Es la otra vía. El maligno se la propuso también a Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero Jesús la rechazó sin dudarlo. Y, con él, solamente con su gracia y con su ayuda, también nosotros podemos vencer esta tentación de la vanidad, de la mundanidad, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de la vida.

En esto, nos ayuda y nos conforta el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los demás: un familiar enfermo, un anciano solo, una persona con discapacidad, una persona sin techo...

Pensemos también en la humillación de los que, por mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy —que son muchos—: no reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y ultrajes. Lo siguen por su camino. Podemos hablar, verdaderamente, de “una nube de testigos”: los mártires de hoy (cf. Hb 12,1).

Durante esta semana, emprendamos también nosotros con decisión este camino de la humildad, movidos por el amor a nuestro Señor y Salvador. El amor nos guiará y nos dará fuerza. Y, donde está él, estaremos también nosotros (cf. Jn 12,26).

 

Papa Francisco. Homilía. 25 de marzo de 2018.

Jesús entra en Jerusalén. La liturgia nos invitó a hacernos partícipes y tomar parte de la alegría y fiesta del pueblo que es capaz de gritar y alabar a su Señor; alegría que se empaña y deja un sabor amargo y doloroso al terminar de escuchar el relato de la Pasión. Pareciera que en esta celebración se entrecruzan historias de alegría y sufrimiento, de errores y aciertos que forman parte de nuestro vivir cotidiano como discípulos, ya que logra desnudar los sentimientos contradictorios que también hoy, hombres y mujeres de este tiempo, solemos tener: capaces de amar mucho… y también de odiar ―y mucho―; capaces de entregas valerosas y también de saber «lavarnos las manos» en el momento oportuno; capaces de fidelidades pero también de grandes abandonos y traiciones.

Y se ve claro en todo el relato evangélico que la alegría que Jesús despierta es motivo de enojo e irritación en manos de algunos.

Jesús entra en la ciudad rodeado de su pueblo, rodeado por cantos y gritos de algarabía. Podemos imaginar que es la voz del hijo perdonado, la del leproso sanado o el balar de la oveja perdida, que resuenan a la vez con fuerza en ese ingreso. Es el canto del publicano y del impuro; es el grito del que vivía en los márgenes de la ciudad. Es el grito de hombres y mujeres que lo han seguido porque experimentaron su compasión ante su dolor y su miseria… Es el canto y la alegría espontánea de tantos postergados que tocados por Jesús pueden gritar: «Bendito el que llega en nombre del Señor». ¿Cómo no alabar a Aquel que les había devuelto la dignidad y la esperanza? Es la alegría de tantos pecadores perdonados que volvieron a confiar y a esperar. Y estos gritan. Se alegran. Es la alegría.

Esta alegría y alabanza resulta incómoda y se transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que se consideran a sí mismos justos y «fieles» a la ley y a los preceptos rituales[1]. Alegría insoportable para quienes han bloqueado la sensibilidad ante el dolor, el sufrimiento y la miseria. Muchos de estos piensan: «¡Mira que pueblo más maleducado!». Alegría intolerable para quienes perdieron la memoria y se olvidaron de tantas oportunidades recibidas. ¡Qué difícil es comprender la alegría y la fiesta de la misericordia de Dios para quien quiere justificarse a sí mismo y acomodarse! ¡Qué difícil es poder compartir esta alegría para quienes solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros![2]

Y así nace el grito del que no le tiembla la voz para gritar: «¡Crucifícalo!». No es un grito espontáneo, sino el grito armado, producido, que se forma con el desprestigio, la calumnia, cuando se levanta falso testimonio. Es el grito que nace cuando se pasa del hecho a lo que se cuenta, nace de lo que se cuenta. Es la voz de quien manipula la realidad y crea un relato a su conveniencia y no tiene problema en «manchar» a otros para salirse con la suya. Esto es un falso relato. El grito del que no tiene problema en buscar los medios para hacerse más fuerte y silenciar las voces disonantes. Es el grito que nace de «trucar» la realidad y pintarla de manera tal que termina desfigurando el rostro de Jesús y lo convierte en un «malhechor». Es la voz del que quiere defender la propia posición desacreditando especialmente a quien no puede defenderse. Es el grito fabricado por la «tramoya» de la autosuficiencia, el orgullo y la soberbia que afirma sin problemas: «Crucifícalo, crucifícalo».

Y así se termina silenciando la fiesta del pueblo, derribando la esperanza, matando los sueños, suprimiendo la alegría; así se termina blindando el corazón, enfriando la caridad. Es el grito del «sálvate a ti mismo» que quiere adormecer la solidaridad, apagar los ideales, insensibilizar la mirada… el grito que quiere borrar la compasión, ese «padecer con», la compasión, que es la debilidad de Dios.

Frente a todos estos titulares, el mejor antídoto es mirar la cruz de Cristo y dejarnos interpelar por su último grito. Cristo murió gritando su amor por cada uno de nosotros; por jóvenes y mayores, santos y pecadores, amor a los de su tiempo y a los de nuestro tiempo. En su cruz hemos sido salvados para que nadie apague la alegría del evangelio; para que nadie, en la situación que se encuentre, quede lejos de la mirada misericordiosa del Padre. Mirar la cruz es dejarse interpelar en nuestras prioridades, opciones y acciones. Es dejar cuestionar nuestra sensibilidad ante el que está pasando o viviendo un momento de dificultad. Hermanos y hermanas: ¿Qué mira nuestro corazón? ¿Jesucristo sigue siendo motivo de alegría y alabanza en nuestro corazón o nos avergüenzan sus prioridades hacia los pecadores, los últimos, los olvidados?

Y a ustedes, queridos jóvenes, la alegría que Jesús despierta en ustedes es para algunos motivo de enojo y también de irritación, ya que un joven alegre es difícil de manipular. ¡Un joven alegre es difícil de manipular!

Pero existe en este día la posibilidad de un tercer grito: «Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos» y él responde: «Yo les digo que, si éstos callan, gritarán las piedras» (Lc 19,39-40).

Hacer callar a los jóvenes es una tentación que siempre ha existido. Los mismos fariseos increpan a Jesús y le piden que los calme y silencie.

Hay muchas formas de silenciar y de volver invisibles a los jóvenes. Muchas formas de anestesiarlos y adormecerlos para que no hagan «ruido», para que no se pregunten y cuestionen. «¡Estad callados!». Hay muchas formas de tranquilizarlos para que no se involucren y sus sueños pierdan vuelo y se vuelvan ensoñaciones rastreras, pequeñas, tristes.

En este Domingo de ramos, festejando la Jornada Mundial de la Juventud, nos hace bien escuchar la respuesta de Jesús a los fariseos de ayer y de todos los tiempos, también a los de hoy: «Si ellos callan, gritarán las piedras» (Lc 19,40).

Queridos jóvenes: Está en ustedes la decisión de gritar, está en ustedes decidirse por el Hosanna del domingo para no caer en el «crucifícalo» del viernes... Y está en ustedes no quedarse callados. Si los demás callan, si nosotros los mayores y responsables  ―tantas veces corruptos― callamos, si el mundo calla y pierde alegría, les pregunto: ¿Ustedes gritarán?

Por favor, decídanse antes de que griten las piedras.

 

Papa Francisco. Homilía. 28 de marzo de 2021.

Esta Liturgia suscita cada año en nosotros un sentimiento de asombro. Pasamos de la alegría que supone acoger a Jesús que entra en Jerusalén al dolor de verlo condenado a muerte y crucificado. Es un sentimiento profundo que nos acompañará toda la Semana Santa. Entremos entonces en este estupor.

Jesús nos sorprende desde el primer momento. Su gente lo acoge con solemnidad, pero Él entra en Jerusalén sobre un humilde burrito. La gente espera para la Pascua al libertador poderoso, pero Jesús viene para cumplir la Pascua con su sacrificio. Su gente espera celebrar la victoria sobre los romanos con la espada, pero Jesús viene a celebrar la victoria de Dios con la cruz. ¿Qué le sucedió a aquella gente, que en pocos días pasó de aclamar con hosannas a Jesús a gritar “crucifícalo”? ¿Qué les sucedió? En realidad, aquellas personas seguían más una imagen del Mesías, que al Mesías real. Admiraban a Jesús, pero no estaban dispuestas a dejarse sorprender por Él. El asombro es distinto de la simple admiración. La admiración puede ser mundana, porque busca los gustos y las expectativas de cada uno; en cambio, el asombro permanece abierto al otro, a su novedad. También hoy hay muchos que admiran a Jesús, porque habló bien, porque amó y perdonó, porque su ejemplo cambió la historia... y tantas cosas más. Lo admiran, pero sus vidas no cambian. Porque admirar a Jesús no es suficiente. Es necesario seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, pasar de la admiración al asombro.

¿Y qué es lo que más sorprende del Señor y de su Pascua? El hecho de que Él llegue a la gloria por el camino de la humillación. Él triunfa acogiendo el dolor y la muerte, que nosotros, rehenes de la admiración y del éxito, evitaríamos. Jesús, en cambio —nos dice san Pablo—, «se despojó de sí mismo, […] se humilló a sí mismo» (Flp 2,7.8). Sorprende ver al Omnipotente reducido a nada. Verlo a Él, la Palabra que sabe todo, enseñarnos en silencio desde la cátedra de la cruz. Ver al rey de reyes que tiene por trono un patíbulo. Ver al Dios del universo despojado de todo. Verlo coronado de espinas y no de gloria. Verlo a Él, la bondad en persona, que es insultado y pisoteado. ¿Por qué toda esta humillación? Señor, ¿por qué dejaste que te hicieran todo esto?

Lo hizo por nosotros, para tocar lo más íntimo de nuestra realidad humana, para experimentar toda nuestra existencia, todo nuestro mal. Para acercarse a nosotros y no dejarnos solos en el dolor y en la muerte. Para recuperarnos, para salvarnos. Jesús subió a la cruz para descender a nuestro sufrimiento. Probó nuestros peores estados de ánimo: el fracaso, el rechazo de todos, la traición de quien le quiere e, incluso, el abandono de Dios. Experimentó en su propia carne nuestras contradicciones más dolorosas, y así las redimió, las transformó. Su amor se acerca a nuestra fragilidad, llega hasta donde nosotros sentimos más vergüenza. Y ahora sabemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada miedo. Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas.

Pidamos la gracia del estupor. La vida cristiana, sin asombro, es monótona. ¿Cómo se puede testimoniar la alegría de haber encontrado a Jesús, si no nos dejamos sorprender cada día por su amor admirable, que nos perdona y nos hace comenzar de nuevo? Si la fe pierde su capacidad de sorprenderse se queda sorda, ya no siente la maravilla de la gracia, ya no experimenta el gusto del Pan de vida y de la Palabra, ya no percibe la belleza de los hermanos y el don de la creación. Y no tiene ninguna otra salida más que refugiarse en el legalismo, en el clericalismo y en todas esas actitudes que Jesús condena en el capítulo 23 de Mateo.

En esta Semana Santa, levantemos nuestra mirada hacia la cruz para recibir la gracia del estupor. San Francisco de Asís, mirando al Crucificado, se asombraba de que sus frailes no llorasen. Y nosotros, ¿somos capaces todavía de dejarnos conmover por el amor de Dios? ¿Por qué hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante él? ¿Por qué? Tal vez porque nuestra fe ha sido corroída por la costumbre. Tal vez porque permanecemos encerrados en nuestros remordimientos y nos dejamos paralizar por nuestras frustraciones. Tal vez porque hemos perdido la confianza en todo y nos creemos incluso fracasados. Pero detrás de todos estos “tal vez” está el hecho de que no nos hemos abierto al don del Espíritu, que es Aquel que nos da la gracia del estupor.

Volvamos a comenzar desde el asombro; miremos al Crucificado y digámosle: “Señor, ¡cuánto me amas, qué valioso soy para Ti!”. Dejémonos sorprender por Jesús para volver a vivir, porque la grandeza de la vida no está en tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados. Ésta es la grandeza de la vida, descubrirse amados. Y la grandeza de la vida está precisamente en la belleza del amor.  En el Crucificado vemos a Dios humillado, al Omnipotente reducido a un despojo. Y con la gracia del estupor entendemos que, acogiendo a quien es descartado, acercándonos a quien es humillado por la vida, amamos a Jesús. Porque Él está en los últimos, en los rechazados, en aquellos que nuestra cultura farisaica condena.

Hoy el Evangelio nos muestra, justo después de la muerte de Jesús, la imagen más hermosa del estupor. Es la escena del centurión que, al verlo «expirar así, exclamó: “¡Realmente este hombre era Hijo de Dios!”» (Mc 15,39). Se dejó asombrar por el amor. ¿Cómo había visto morir a Jesús? Lo había visto morir amando, y esto lo impresionó. Sufría, estaba agotado, pero seguía amando. Esto es el estupor ante Dios, quien sabe llenar de amor incluso el momento de la muerte. En este amor gratuito y sin precedentes, el centurión, un pagano, encuentra a Dios. ¡Realmente este hombre era Hijo de Dios! Su frase ratifica la Pasión. Muchos antes de él en el Evangelio, admirando a Jesús por sus milagros y prodigios, lo habían reconocido como Hijo de Dios, pero Cristo mismo los había mandado callar, porque existía el riesgo de quedarse en la admiración mundana, en la idea de un Dios que había que adorar y temer en cuanto potente y terrible. Ahora ya no, ante la cruz no hay lugar a malas interpretaciones. Dios se ha revelado y reina sólo con la fuerza desarmada y desarmante del amor.

Hermanos y hermanas, hoy Dios continúa sorprendiendo nuestra mente y nuestro corazón. Dejemos que este estupor nos invada, miremos al Crucificado y digámosle también nosotros: “Realmente eres el Hijo de Dios. Tú eres mi Dios”.

 

Benedicto XVI. Homilía. 9 de abril de 2006.

Queridos hermanos y hermanas:

Desde hace veinte años, gracias al Papa Juan Pablo II, el domingo de Ramos ha llegado a ser de modo particular el día de la juventud, el día en que los jóvenes en todo el mundo van al encuentro de Cristo, deseando acompañarlo en sus ciudades y en sus pueblos, para que esté en medio de nosotros y pueda instaurar su paz en el mundo. Pero si queremos ir al encuentro de Jesús y después avanzar con él por su camino, debemos preguntarnos:  ¿Por qué camino quiere guiarnos? ¿Qué esperamos de él? ¿Qué espera él de nosotros?

Para entender lo que sucedió el domingo de Ramos y saber qué significa, no sólo para aquella hora, sino para toda época, es importante un detalle, que también para sus discípulos se transformó en la clave para la comprensión del acontecimiento, cuando, después de la Pascua, repasaron con una mirada nueva aquellas jornadas agitadas.

Jesús entra en la ciudad santa montado en un asno, es decir, en el animal de la gente sencilla y común del campo, y además un asno que no le pertenece, sino que pide prestado para esta ocasión. No llega en una suntuosa carroza real, ni a caballo, como los grandes del mundo, sino en un asno prestado. San Juan nos relata que, en un primer momento, los discípulos no lo entendieron. Sólo después de la Pascua cayeron en la cuenta de que Jesús, al actuar así, cumplía los anuncios de los profetas, que su actuación derivaba de la palabra de Dios y la realizaba. Recordaron —dice san Juan— que en el profeta Zacarías se lee:  "No temas, hija de Sión; mira que viene tu Rey montado en un pollino de asna" (Jn 12, 15; cf. Za 9, 9).

Para comprender el significado de la profecía y, en consecuencia, de la misma actuación de Jesús, debemos escuchar todo el texto de Zacarías, que prosigue así:  "El destruirá los carros de Efraím y  los caballos de Jerusalén; romperá el arco de combate, y él proclamará la paz a las naciones. Su dominio irá de mar a mar y desde el río hasta los confines de la tierra" (Za 9, 10). Así afirma el profeta tres cosas sobre el futuro rey.

En primer lugar, dice que será rey de los pobres, pobre entre los pobres y para los pobres. La pobreza, en este caso, se entiende en el sentido de los anawin de Israel, de las almas creyentes y humildes que encontramos en torno a Jesús, en la perspectiva de la primera bienaventuranza del Sermón de la montaña. Uno puede ser materialmente pobre, pero tener el corazón lleno de afán de riqueza material y del poder que deriva de la riqueza. Precisamente el hecho de que vive en la envidia y en la codicia demuestra que, en su corazón, pertenece a los ricos. Desea cambiar la repartición de los bienes, pero para llegar a estar él mismo en la situación de los ricos de antes.

La pobreza, en el sentido que le da Jesús —el sentido de los profetas—, presupone sobre todo estar libres interiormente de la avidez de posesión y del afán de poder. Se trata de una realidad mayor que una simple repartición diferente de los bienes, que se limitaría al campo material y más bien endurecería los corazones. Ante todo, se trata de la purificación del corazón, gracias a la cual se reconoce la posesión como responsabilidad, como tarea con respecto a los demás, poniéndose bajo la mirada de Dios y dejándose guiar por Cristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros (cf. 2 Co 8, 9).

La libertad interior es el presupuesto para superar la corrupción y la avidez que arruinan al mundo; esta libertad sólo puede hallarse si Dios llega a ser nuestra riqueza; sólo puede hallarse en la paciencia de las renuncias diarias, en las que se desarrolla como libertad verdadera. Al rey que nos indica el camino hacia esta meta —Jesús— lo aclamamos el domingo de Ramos; le pedimos que nos lleve consigo por su camino.

En segundo lugar, el profeta nos muestra que este rey será un rey de paz; hará desaparecer los carros de guerra y los caballos de batalla, romperá los arcos y anunciará la paz. En la figura de Jesús esto se hace realidad mediante el signo de la cruz. Es el arco roto, en cierto modo, el nuevo y verdadero arco iris de Dios, que une el cielo y la tierra y tiende un puente entre los continentes sobre los abismos. La nueva arma, que Jesús pone en nuestras manos, es la cruz, signo de reconciliación, de perdón, signo del amor que es más fuerte que la muerte. Cada vez que hacemos la señal de la cruz debemos acordarnos de no responder a la injusticia con otra injusticia, a la violencia con otra violencia; debemos recordar que sólo podemos vencer al mal con el bien, y jamás devolviendo mal por mal.

La tercera afirmación del profeta es el anuncio de la universalidad. Zacarías dice que el reino del rey de la paz se extiende "de mar a mar (...) hasta los confines de la tierra". La antigua promesa de la tierra, hecha a Abraham y a los Padres, se sustituye aquí con una nueva visión:  el espacio del rey mesiánico ya no es un país determinado, que luego se separaría de los demás y, por tanto, se pondría inevitablemente contra los otros países. Su país es la tierra, el mundo entero. Superando toda delimitación, él crea unidad en la multiplicidad de las culturas. Atravesando con la mirada las nubes de la historia que separaban al profeta de Jesús, vemos cómo desde lejos emerge en esta profecía la red de las comunidades eucarísticas que abraza a la tierra, a todo el mundo, una red de comunidades que constituyen el "reino de la paz" de Jesús de mar a mar hasta los confines de la tierra.

Él llega a todas las culturas y a todas las partes del mundo, adondequiera, a las chozas miserables y a los campos pobres, así como al esplendor de las catedrales. Por doquier él es el mismo, el Único, y así todos los orantes reunidos, en comunión con él, están también unidos entre sí en un único cuerpo. Cristo domina convirtiéndose él mismo en nuestro pan y entregándose a nosotros. De este modo construye su reino.

Este nexo resulta totalmente claro en la otra frase del Antiguo Testamento que caracteriza y explica la liturgia del domingo de Ramos y su clima particular. La multitud aclama a Jesús:  "Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor (Mc 11, 9; Sal 118, 25). Estas palabras forman parte del rito de la fiesta de las tiendas, durante el cual los fieles dan vueltas en torno al altar llevando en las manos ramos de palma, mirto y sauce.

Ahora la gente grita eso mismo, con palmas en las manos, delante de Jesús, en quien ve a Aquel que viene en nombre del Señor. En efecto, la expresión "el que viene en nombre del Señor" se había convertido desde hacía tiempo en la manera de designar al Mesías. En Jesús reconocen a Aquel que verdaderamente viene en nombre del Señor y les trae la presencia de Dios. Este grito de esperanza de Israel, esta aclamación a Jesús durante su entrada en Jerusalén, ha llegado a ser con razón en la Iglesia la aclamación a Aquel que, en la Eucaristía, viene a nuestro encuentro de un modo nuevo. Con el grito "Hosanna" saludamos a Aquel que, en carne y sangre, trajo la gloria de Dios a la tierra. Saludamos a Aquel que vino y, sin embargo, sigue siendo siempre Aquel que debe venir. Saludamos a Aquel que en la Eucaristía viene siempre de nuevo a nosotros en nombre del Señor, uniendo así en la paz de Dios los confines de la tierra.

Esta experiencia de la universalidad forma parte esencial de la Eucaristía. Dado que el Señor viene, nosotros salimos de nuestros particularismos exclusivos y entramos en la gran comunidad de todos los que celebran este santo sacramento. Entramos en su reino de paz y, en cierto modo, saludamos en él también a todos nuestros hermanos y hermanas a quienes él viene, para llegar a ser verdaderamente un reino de paz en este mundo desgarrado.

Las tres características anunciadas por el profeta —pobreza, paz y universalidad— se resumen en el signo de la cruz. Por eso, con razón, la cruz se ha convertido en el centro de las Jornadas mundiales de la juventud. Hubo un período —que aún no se ha superado del todo— en el que se rechazaba el cristianismo precisamente a causa de la cruz. La cruz habla de sacrificio —se decía—; la cruz es signo de negación de la vida. En cambio, nosotros queremos la vida entera, sin restricciones y sin renuncias. Queremos vivir, sólo vivir. No nos dejamos limitar por mandamientos y prohibiciones; queremos riqueza y plenitud; así se decía y se sigue diciendo todavía.

Todo esto parece convincente y atractivo; es el lenguaje de la serpiente, que nos dice:  "¡No tengáis miedo! ¡Comed tranquilamente de todos los árboles del jardín!". Sin embargo, el domingo de Ramos nos dice que el auténtico gran "sí" es precisamente la cruz; que precisamente la cruz es el verdadero árbol de la vida. No hallamos la vida apropiándonos de ella, sino donándola. El amor es entregarse a sí mismo, y por eso es el camino de la verdadera vida, simbolizada por la cruz.

Hoy la cruz, que estuvo en el centro de la última Jornada mundial de la juventud, en Colonia, se entrega a una delegación para que comience su camino hacia Sydney, donde, en 2008, la juventud del mundo quiere reunirse nuevamente en torno a Cristo para construir con él el reino de paz.

Desde Colonia hasta Sydney, un camino a través de los continentes y las culturas, un camino a través de un mundo desgarrado  y  atormentado  por  la  violencia.

Simbólicamente es el camino indicado por el profeta, de mar a mar, desde el río hasta los confines de la tierra. Es el camino de Aquel que, con el signo de la cruz, nos da la paz y nos transforma en portadores de la reconciliación y de su paz. Doy las gracias a los jóvenes que ahora llevarán por los caminos del mundo esta cruz, en la que casi podemos tocar el misterio de Jesús. Pidámosle que, al mismo tiempo, nos toque a nosotros y abra nuestro corazón, a fin de que siguiendo su cruz lleguemos a ser mensajeros de su amor y de su paz. Amén.

 

Benedicto XVI. Homilía. 5 de abril de 2009.

Queridos hermanos y hermanas:

Junto con una creciente muchedumbre de peregrinos, Jesús había subido a Jerusalén para la Pascua. En la última etapa del camino, cerca de Jericó, había curado al ciego Bartimeo, que lo había invocado como Hijo de David y suplicado piedad. Ahora que ya podía ver, se había sumado con gratitud al grupo de los peregrinos. Cuando a las puertas de Jerusalén Jesús montó en un borrico, que simbolizaba el reinado de David, entre los peregrinos explotó espontáneamente la alegre certeza: Es él, el Hijo de David. Y saludan a Jesús con la aclamación mesiánica: «¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»; y añaden: «¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en el cielo!», (Mc 11,9s). No sabemos cómo se imaginaban exactamente los peregrinos entusiastas el reino de David que llega. Pero nosotros, ¿hemos entendido realmente el mensaje de Jesús, Hijo de David? ¿Hemos entendido lo que es el Reino del que habló al ser interrogado por Pilato? ¿Comprendemos lo que quiere decir que su Reino no es de este mundo? ¿O acaso quisiéramos más bien que fuera de este mundo?

San Juan, en su Evangelio, después de narrar la entrada en Jerusalén, añade una serie de dichos de Jesús, en los que Él explica lo esencial de este nuevo género de reino. A simple vista podemos distinguir en estos textos tres imágenes diversas del reino en las que, aunque de modo diferente, se refleja el mismo misterio. Ante todo, Juan relata que, entre los peregrinos que querían «adorar a Dios» durante la fiesta, había también algunos griegos (cf. 12,20). Fijémonos en que el verdadero objetivo de estos peregrinos era adorar a Dios. Esto concuerda perfectamente con lo que Jesús dice en la purificación del Templo: «Mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos» (Mc 11,17). La verdadera meta de la peregrinación ha de ser encontrar a Dios, adorarlo, y así poner en el justo orden la relación de fondo de nuestra vida. Los griegos están en busca de Dios, con su vida están en camino hacia Dios. Ahora, mediante dos Apóstoles de lengua griega, Felipe y Andrés, hacen llegar al Señor esta petición: «Quisiéramos ver a Jesús» (Jn 12,21). Son palabras mayores. Queridos amigos, por eso nos hemos reunido aquí: Queremos ver a Jesús. Para eso han ido a Sydney el año pasado miles de jóvenes. Ciertamente, habrán puesto muchas ilusiones en esta peregrinación. Pero el objetivo esencial era éste: Queremos ver a Jesús.

¿Qué dijo, qué hizo Jesús en aquel momento ante esta petición? En el Evangelio no aparece claramente que hubiera un encuentro entre aquellos griegos y Jesús. La vista de Jesús va mucho más allá. El núcleo de su respuesta a la solicitud de aquellas personas es: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). Y esto quiere decir: ahora no tiene importancia un coloquio más o menos breve con algunas personas, que después vuelven a casa. Vendré al encuentro del mundo de los griegos como grano de trigo muerto y resucitado, de manera totalmente nueva y por encima de los límites del momento. Por su resurrección, Jesús supera los límites del espacio y del tiempo. Como Resucitado, recorre la inmensidad del mundo y de la historia. Sí, como Resucitado, va a los griegos y habla con ellos, se les manifiesta, de modo que ellos, los lejanos, se convierten en cercanos y, precisamente en su lengua, en su cultura, la palabra de Jesús irá avanzando y será entendida de un modo nuevo: así viene su Reino. Por tanto, podemos reconocer dos características esenciales de este Reino. La primera es que este Reino pasa por la cruz. Puesto que Jesús se entrega totalmente, como Resucitado puede pertenecer a todos y hacerse presente a todos. En la sagrada Eucaristía recibimos el fruto del grano de trigo que muere, la multiplicación de los panes que continúa hasta el fin del mundo y en todos los tiempos. La segunda característica dice: su Reino es universal. Se cumple la antigua esperanza de Israel: esta realeza de David ya no conoce fronteras. Se extiende «de mar a mar», como dice el profeta Zacarías (9,10), es decir, abarca todo el mundo. Pero esto es posible sólo porque no es la soberanía de un poder político, sino que se basa únicamente en la libre adhesión del amor; un amor que responde al amor de Jesucristo, que se ha entregado por todos. Pienso que siempre hemos de aprender de nuevo ambas cosas. Ante todo, la universalidad, la catolicidad. Ésta significa que nadie puede considerarse a sí mismo, a su cultura a su tiempo y su mundo como absoluto. Y eso requiere que todos nos acojamos recíprocamente, renunciando a algo nuestro. La universalidad incluye el misterio de la cruz, la superación de sí mismos, la obediencia a la palabra de Jesucristo, que es común, en la común Iglesia. La universalidad es siempre una superación de sí mismos, renunciar a algo personal. La universalidad y la cruz van juntas. Sólo así se crea la paz.

La palabra sobre el grano de trigo que muere sigue formando parte de la respuesta de Jesús a los griegos, es su respuesta. Pero, a continuación, Él formula una vez más la ley fundamental de la existencia humana: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12,25). Es decir, quien quiere tener su vida para sí, vivir sólo para él mismo, tener todo en puño y explotar todas sus posibilidades, éste es precisamente quien pierde la vida. Ésta se vuelve tediosa y vacía. Solamente en el abandono de sí mismo, en la entrega desinteresada del yo en favor del tú, en el «sí» a la vida más grande, la vida de Dios, nuestra vida se ensancha y engrandece. Así, este principio fundamental que el Señor establece es, en último término, simplemente idéntico al principio del amor. En efecto, el amor significa dejarse a sí mismo, entregarse, no querer poseerse a sí mismo, sino liberarse de sí: no replegarse sobre sí mismo —¡qué será de mí!— sino mirar adelante, hacia el otro, hacia Dios y hacia los hombres que Él pone a mi lado. Y este principio del amor, que define el camino del hombre, es una vez más idéntico al misterio de la cruz, al misterio de muerte y resurrección que encontramos en Cristo. Queridos amigos, tal vez sea relativamente fácil aceptar esto como gran visión fundamental de la vida. Pero, en la realidad concreta, no se trata simplemente de reconocer un principio, sino de vivir su verdad, la verdad de la cruz y la resurrección. Y por ello, una vez más, no basta una única gran decisión. Indudablemente, es importante, esencial, lanzarse a la gran decisión fundamental, al gran «sí» que el Señor nos pide en un determinado momento de nuestra vida. Pero el gran «sí» del momento decisivo en nuestra vida —el «sí» a la verdad que el Señor nos pone delante— ha de ser después reconquistado cotidianamente en las situaciones de todos los días en las que, una y otra vez, hemos de abandonar nuestro yo, ponernos a disposición, aun cuando en el fondo quisiéramos más bien aferrarnos a nuestro yo. También el sacrificio, la renuncia, son parte de una vida recta. Quien promete una vida sin este continuo y renovado don de sí mismo, engaña a la gente. Sin sacrificio, no existe una vida lograda. Si echo una mirada retrospectiva sobre mi vida personal, tengo que decir que precisamente los momentos en que he dicho «sí» a una renuncia han sido los momentos grandes e importantes de mi vida.

Finalmente, san Juan ha recogido también en su relato de los dichos del Señor para el «Domingo de Ramos» una forma modificada de la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos. Ante todo una afirmación: «Mi alma está agitada» (12,27). Aquí aparece el pavor de Jesús, ampliamente descrito por los otros tres evangelistas: su terror ante el poder de la muerte, ante todo el abismo de mal que ve, y al cual debe bajar. El Señor sufre nuestras angustias junto con nosotros, nos acompaña a través de la última angustia hasta la luz. En Juan, siguen después dos súplicas de Jesús. La primera formulada sólo de manera condicional: «¿Qué diré? Padre, líbrame de esta hora» (12,27). Como ser humano, también Jesús se siente impulsado a rogar que se le libre del terror de la pasión. También nosotros podemos orar de este modo. También nosotros podemos lamentarnos ante el Señor, como Job, presentarle todas las nuestras peticiones que surgen en nosotros frente a la injusticia en el mundo y las trabas de nuestro propio yo. Ante Él, no hemos de refugiarnos en frases piadosas, en un mundo ficticio. Orar siempre significa luchar también con Dios y, como Jacob, podemos decirle: «no te soltaré hasta que me bendigas» (Gn 32,27). Pero luego viene la segunda petición de Jesús: «Glorifica tu nombre» (Jn 12,28). En los sinópticos, este ruego se expresa así: «No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,42). Al final, la gloria de Dios, su señoría, su voluntad, es siempre más importante y más verdadera que mi pensamiento y mi voluntad. Y esto es lo esencial en nuestra oración y en nuestra vida: aprender este orden justo de la realidad, aceptarlo íntimamente; confiar en Dios y creer que Él está haciendo lo que es justo; que su voluntad es la verdad y el amor; que mi vida se hace buena si aprendo a ajustarme a este orden. Vida, muerte y resurrección de Jesús, son para nosotros la garantía de que verdaderamente podemos fiarnos de Dios. De este modo se realiza su Reino.

Queridos amigos. Al término de esta liturgia, los jóvenes de Australia entregarán la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud a sus coetáneos de España. La Cruz está en camino de una a otra parte del mundo, de mar a mar. Y nosotros la acompañamos. Avancemos con ella por su camino y así encontraremos nuestro camino. Cuando tocamos la Cruz, más aún, cuando la llevamos, tocamos el misterio de Dios, el misterio de Jesucristo: el misterio de que Dios ha tanto amado al mundo, a nosotros, que entregó a su Hijo único por nosotros (cf. Jn 3,16). Toquemos el misterio maravilloso del amor de Dios, la única verdad realmente redentora. Pero hagamos nuestra también la ley fundamental, la norma constitutiva de nuestra vida, es decir, el hecho que sin el «sí» a la Cruz, sin caminar día tras día en comunión con Cristo, no se puede lograr la vida. Cuanto más renunciemos a algo por amor de la gran verdad y el gran amor — por amor de la verdad y el amor de Dios —, tanto más grande y rica se hace la vida. Quien quiere guardar su vida para sí mismo, la pierde. Quien da su vida — cotidianamente, en los pequeños gestos que forman parte de la gran decisión —, la encuentra. Esta es la verdad exigente, pero también profundamente bella y liberadora, en la que queremos entrar paso a paso durante el camino de la Cruz por los continentes. Que el Señor bendiga este camino. Amén.

 

Benedicto XVI. Homilía. 1 de abril de 2012.

¡Queridos hermanos y hermanas!

El Domingo de Ramos es el gran pórtico que nos lleva a la Semana Santa, la semana en la que el Señor Jesús se dirige hacia la culminación de su vida terrena. Él va a Jerusalén para cumplir las Escrituras y para ser colgado en la cruz, el trono desde el cual reinará por los siglos, atrayendo a sí a la humanidad de todos los tiempos y ofrecer a todos el don de la redención. Sabemos por los evangelios que Jesús se había encaminado hacia Jerusalén con los doce, y que poco a poco se había ido sumando a ellos una multitud creciente de peregrinos. San Marcos nos dice que ya al salir de Jericó había una «gran muchedumbre» que seguía a Jesús (cf. 10,46).

En la última parte del trayecto se produce un acontecimiento particular, que aumenta la expectativa sobre lo que está por suceder y hace que la atención se centre todavía más en Jesús. A lo largo del camino, al salir de Jericó, está sentado un mendigo ciego, llamado Bartimeo. Apenas oye decir que Jesús de Nazaret está llegando, comienza a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47). Tratan de acallarlo, pero en vano, hasta que Jesús lo manda llamar y le invita a acercarse. «¿Qué quieres que te haga?», le pregunta. Y él contesta: «Rabbuní, que vea» (v. 51). Jesús le dice: «Anda, tu fe te ha salvado». Bartimeo recobró la vista y se puso a seguir a Jesús en el camino (cf. v. 52). Y he aquí que, tras este signo prodigioso, acompañado por aquella invocación: «Hijo de David», un estremecimiento de esperanza atraviesa la multitud, suscitando en muchos una pregunta: ¿Este Jesús que marchaba delante de ellos a Jerusalén, no sería quizás el Mesías, el nuevo David? Y, con su ya inminente entrada en la ciudad santa, ¿no habría llegado tal vez el momento en el que Dios restauraría finalmente el reino de David?

También la preparación del ingreso de Jesús con sus discípulos contribuye a aumentar esta esperanza. Como hemos escuchado en el Evangelio de hoy (cf. Mc 11,1-10), Jesús llegó a Jerusalén desde Betfagé y el monte de los Olivos, es decir, la vía por la que había de venir el Mesías. Desde allí, envía por delante a dos discípulos, mandándoles que le trajeran un pollino de asna que encontrarían a lo largo del camino. Encuentran efectivamente el pollino, lo desatan y lo llevan a Jesús. A este punto, el ánimo de los discípulos y los otros peregrinos se deja ganar por el entusiasmo: toman sus mantos y los echan encima del pollino; otros alfombran con ellos el camino de Jesús a medida que avanza a grupas del asno. Después cortan ramas de los árboles y comienzan a gritar las palabras del Salmo 118, las antiguas palabras de bendición de los peregrinos que, en este contexto, se convierten en una proclamación mesiánica: «¡Hosanna!, bendito el que viene en el nombre del Señor. ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» (vv. 9-10). Esta alegría festiva, transmitida por los cuatro evangelistas, es un grito de bendición, un himno de júbilo: expresa la convicción unánime de que, en Jesús, Dios ha visitado su pueblo y ha llegado por fin el Mesías deseado. Y todo el mundo está allí, con creciente expectación por lo que Cristo hará una vez que entre en su ciudad.

Pero, ¿cuál es el contenido, la resonancia más profunda de este grito de júbilo? La respuesta está en toda la Escritura, que nos recuerda cómo el Mesías lleva a cumplimiento la promesa de la bendición de Dios, la promesa originaria que Dios había hecho a Abraham, el padre de todos los creyentes: «Haré de ti una gran nación, te bendeciré… y en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gn 12,2-3). Es la promesa que Israel siempre había tenido presente en la oración, especialmente en la oración de los Salmos. Por eso, el que es aclamado por la muchedumbre como bendito es al mismo tiempo aquel en el cual será bendecida toda la humanidad. Así, a la luz de Cristo, la humanidad se reconoce profundamente unida y cubierta por el manto de la bendición divina, una bendición que todo lo penetra, todo lo sostiene, lo redime, lo santifica.

Podemos descubrir aquí un primer gran mensaje que nos trae la festividad de hoy: la invitación a mirar de manera justa a la humanidad entera, a cuantos conforman el mundo, a sus diversas culturas y civilizaciones. La mirada que el creyente recibe de Cristo es una mirada de bendición: una mirada sabia y amorosa, capaz de acoger la belleza del mundo y de compartir su fragilidad. En esta mirada se transparenta la mirada misma de Dios sobre los hombres que él ama y sobre la creación, obra de sus manos. En el Libro de la Sabiduría, leemos: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste;… Tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida» (Sb 11,23-24.26).

Volvamos al texto del Evangelio de hoy y preguntémonos: ¿Qué late realmente en el corazón de los que aclaman a Cristo como Rey de Israel? Ciertamente tenían su idea del Mesías, una idea de cómo debía actuar el Rey prometido por los profetas y esperado por tanto tiempo. No es de extrañar que, pocos días después, la muchedumbre de Jerusalén, en vez de aclamar a Jesús, gritaran a Pilato: «¡Crucifícalo!». Y que los mismos discípulos, como también otros que le habían visto y oído, permanecieran mudos y desconcertados. En efecto, la mayor parte estaban desilusionados por el modo en que Jesús había decidido presentarse como Mesías y Rey de Israel. Este es precisamente el núcleo de la fiesta de hoy también para nosotros. ¿Quién es para nosotros Jesús de Nazaret? ¿Qué idea tenemos del Mesías, qué idea tenemos de Dios? Esta es una cuestión crucial que no podemos eludir, sobre todo en esta semana en la que estamos llamados a seguir a nuestro Rey, que elige como trono la cruz; estamos llamados a seguir a un Mesías que no nos asegura una felicidad terrena fácil, sino la felicidad del cielo, la eterna bienaventuranza de Dios. Ahora, hemos de preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras verdaderas expectativas? ¿Cuáles son los deseos más profundos que nos han traído hoy aquí para celebrar el Domingo de Ramos e iniciar la Semana Santa?

Queridos jóvenes que os habéis reunido aquí. Esta es de modo particular vuestra Jornada en todo lugar del mundo donde la Iglesia está presente. Por eso os saludo con gran afecto. Que el Domingo de Ramos sea para vosotros el día de la decisión, la decisión de acoger al Señor y de seguirlo hasta el final, la decisión de hacer de su Pascua de muerte y resurrección el sentido mismo de vuestra vida de cristianos. Como he querido recordar en el Mensaje a los jóvenes para esta Jornada —«alegraos siempre en el Señor» (Flp 4,4)—, esta es la decisión que conduce a la verdadera alegría, como sucedió con santa Clara de Asís que, hace ochocientos años, fascinada por el ejemplo de san Francisco y de sus primeros compañeros, dejó la casa paterna precisamente el Domingo de Ramos para consagrarse totalmente al Señor: tenía 18 años, y tuvo el valor de la fe y del amor de optar por Cristo, encontrando en él la alegría y la paz.

Queridos hermanos y hermanas, que reinen particularmente en este día dos sentimientos: la alabanza, como hicieron aquellos que acogieron a Jesús en Jerusalén con su «hosanna»; y el agradecimiento, porque en esta Semana Santa el Señor Jesús renovará el don más grande que se puede imaginar, nos entregará su vida, su cuerpo y su sangre, su amor. Pero a un don tan grande debemos corresponder de modo adecuado, o sea, con el don de nosotros mismos, de nuestro tiempo, de nuestra oración, de nuestro estar en comunión profunda de amor con Cristo que sufre, muere y resucita por nosotros. Los antiguos Padres de la Iglesia han visto un símbolo de todo esto en el gesto de la gente que seguía a Jesús en su ingreso a Jerusalén, el gesto de tender los mantos delante del Señor. Ante Cristo —decían los Padres—, debemos deponer nuestra vida, nuestra persona, en actitud de gratitud y adoración. En conclusión, escuchemos de nuevo la voz de uno de estos antiguos Padres, la de san Andrés, obispo de Creta: «Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo... Así debemos ponernos a sus pies como si fuéramos unas túnicas... Ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte no ya ramas de palma, sino trofeos de victoria. Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: “Bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor”» (PG 97, 994). Amén.

 

Francisco. Catequesis. Vicios y virtudes. 11. El actuar virtuoso.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Después de haber concluido nuestra visión general de la serie sobre los vicios, ha llegado el momento de volver la mirada a la imagen especular que se opone a la experiencia del mal.  El corazón humano puede complacerse en malas pasiones, puede prestar atención a tentaciones nocivas disfrazadas con vestidos seductores, pero también puede oponerse a todo esto. Por fatigoso que sea, el ser humano está hecho para el bien, que le realiza verdaderamente, y también puede practicar este arte, haciendo que ciertas disposiciones se hagan permanentes en él. La reflexión sobre esta maravillosa posibilidad nuestra constituye un capítulo clásico de la filosofía moral: el capítulo de las virtudes.

Los filósofos romanos la llamaban virtus, los griegos aretè. El término latino subraya sobre todo que la persona virtuosa es fuerte, valiente, capaz de disciplina y ascetismo; por tanto, el ejercicio de la virtud es fruto de una larga germinación que requiere esfuerzo e incluso sufrimiento. La palabra griega aretè, indica algo que sobresale, algo que resalta, que suscita admiración. La persona virtuosa es, entonces, la que no se desnaturaliza deformándose, sino que es fiel a su vocación, realiza plenamente su ser. 

Nos equivocaríamos si pensáramos que los santos son excepciones de la humanidad: una suerte de estrecho círculo de campeones que viven más allá de los límites de nuestra especie. Los santos, en esta perspectiva que acabamos de introducir sobre las virtudes, son, en cambio, aquellos que llegan a ser plenamente ellos mismos, que realizan la vocación propia de todo ser humano. ¡Qué feliz sería el mundo si la justicia, el respeto, la benevolencia mutua, la amplitud del corazón y la esperanza fueran la normalidad compartida, y no una rara anomalía! Por eso el capítulo del actuar virtuoso, en estos tiempos dramáticos nuestros, en los que a menudo nos encontramos con lo peor de lo humano, debería ser redescubierto y practicado por todos. En un mundo deformado, debemos recordar la forma en la que hemos sido plasmados, la imagen de Dios que está impresa para siempre en nosotros.

Pero, ¿cómo definir el concepto de virtud? El Catecismo de la Iglesia Católica nos ofrece una definición precisa y concisa: "La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien" (n. 1803). No es, por tanto, un bien improvisado y algo casual que cae del cielo de forma episódica. La historia nos dice que incluso los criminales, en un momento de lucidez, han realizado buenas acciones; ciertamente estas acciones están escritas en el "libro de Dios", pero la virtud es otra cosa. Es un bien que nace de una lenta maduración de la persona, hasta convertirse en una característica interior suya. La virtud es un hábitus de la libertad. Si somos libres en cada acto, y cada vez estamos llamados a elegir entre el bien y el mal, la virtud es lo que nos permite tener un hábito hacia la elección correcta.

Si la virtud es un don tan hermoso, inmediatamente surge una pregunta: ¿cómo es posible adquirirla? La respuesta a esta pregunta no es sencilla, sino compleja.

Para el cristiano, el primer auxilio es la gracia de Dios. De hecho, el Espíritu Santo actúa en nosotros, quienes hemos sido bautizados, obrando en nuestra alma para conducirla a una vida virtuosa. ¡Cuántos cristianos han llegado a la santidad a través de las lágrimas, al constatar que no podían superar ciertas debilidades! Pero han experimentado que Dios ha completado esa obra buena que para ellos era sólo un esbozo. La gracia precede siempre a nuestro compromiso moral.

Además, no debemos olvidar nunca la riquísima lección que nos ha llegado de la sabiduría de los antiguos, que nos dice que la virtud crece y puede ser cultivada. Y para que esto ocurra, el primer don del Espíritu que hay que pedir es precisamente la sabiduría. El ser humano no es territorio libre para la conquista de los placeres, de las emociones, de los instintos, de las pasiones, sin que pueda hacer nada contra esas fuerzas a veces caóticas que lo habitan. Un don inestimable que poseemos es la apertura mental, es la sabiduría que sabe aprender de los errores para dirigir bien la vida. Luego se necesita la buena voluntad: la capacidad de elegir el bien, de plasmarnos mediante el ejercicio ascético, rehuyendo los excesos.

Queridos hermanos y hermanas, comencemos así nuestro viaje a través de las virtudes, en este universo sereno que resulta desafiante, pero que es decisivo para nuestra felicidad.

 

MISA DEL JUEVES SANTO.  

Monición de entrada:

Queridos hermanos:

Esta tarde de jueves es distinta y la misa también.

Porque esta tarde hemos venido a misa y en ella nos van a lavar los pies.

Así la misa de hoy se llama de la Cena del Señor y en ella nos acordamos cuando Jesús nos dio tres regalos: la comunión, los sacerdotes y el mandamiento de amarnos los unos a los otros.

Los niños de comunión que somos hoy como los apóstoles os damos la bienvenida.

 

Señor, ten piedad.

Tú que nos amas del todo. Señor, ten piedad.

Tú que nos ayudas mucho.   Cristo, ten piedad.

Tú que nos vas a lavar los pies. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Te pedimos por el Papa Francisco para que esté muchos años como papa. Te lo pedimos Señor.

Te pedimos por los sacerdotes, para que les ayudes a quererte mucho. Te lo pedimos Señor.

Te pedimos por las personas que en Cáritas ayudan a los pobres, para que les ayudes. Te lo pedimos Señor.

Te pedimos por los niños y las personas que estos días están en los hospitales y por los que los cuidan, para que te tengan muy cerca. Te lo pedimos Señor.

Te pedimos por la familia de Jesús en nuestro pueblo, para que nos dejemos querer por Jesús. Te lo pedimos Señor.

 

Monición antes de la reserva:

La misa del jueves no se termina ahora, sino que continúa hasta el sábado por la noche.

Ahora vamos a acompañar a Jesús al Monumento.

Esta noche tendremos una oración.

Mañana por la mañana tendremos el vía crucis y por la tarde nos acordaremos con dos oraciones de cuando murió Jesús.

 

CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (VIERNES SANTO)

Monición de entrada:

Esta tarde no hay misa sino una oración.

En ella nos acordamos de la pasión y muerte de Jesús.

Y lo hacemos leyendo la lectura que nos cuenta como sufrió y murió Jesús.

Después rezaremos por todas las personas.

Y besaremos la cruz, terminando recibiendo la comunión.

 

Monición a las peticiones.

Esta tarde en todas las iglesias del mundo rezamos por todas las personas que viven en la tierra o han vivido en ella.

 

Monición a la adoración de la cruz.

El sacerdote va a enseñarnos una cruz.

Además dirá unas palabras: mirad el árbol donde estuvo colgada la salvación del mundo.

Nosotros responderemos y después la besaremos.

 

VIGILIA PASCUAL

 

Monición de entrada.-

Buenas noches.

La misa de hoy es la más importante del año.

Y la empezamos fuera de la iglesia encendiendo el cirio pascual.

Porque hoy es la primera misa, la que nos acordamos de cuando Jesús volvió a la vida.

Pongamos nuestro corazón en todos los gestos, como este primero, de encender el cirio y entrarlo en la iglesia.

 

Monición a las lecturas.

Esta noche las lecturas son más que otros días.

En ellas escucharemos historias de como Dios creó la tierra, eligió a personas muy buenas, libró a su pueblo de la esclavitud y les dijo que un día vendría Jesús.

 

Monición a la liturgia bautismal.

Después de la cuaresma, en la que nos hemos preparado para esta noche, vamos a acordarnos del bautismo.

Lo haremos contestando a las preguntas del sacerdote y recibiendo el agua bendecida.

 

Acción de gracias.-

María, queremos felicitarte porque esta noche has tenido el regalo más grande que pueda tener una madre a la que se ha muerto su hijo: verlo vivo.

Y lo vamos a recordar con el encuentro.

 

MISA DE NIÑOS. DOMINGO DE PASCUA.

Monición de entrada.

Buenos días:

Hoy es un día de alegría, porque Jesús ha resucitado.

Es el día más importante para los amigos de Jesús.

Tan importante es que todos los domingos son como repetir este domingo de Pascua.

Y cada misa Jesús está con nosotros porque él resucitó.

 

 Señor, ten piedad.

Tú que estás vivo. Señor, ten piedad.

Tú que eres nuestra vida. Cristo, ten piedad.

Tú que nos cuidas. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco para que sus palabras nos ayuden a tener la vida. Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia, para que pueda decir en todos los sitios que Jesús ha resucitado. Te lo pedimos Señor.

-Por los que hemos sido bautizados, para que cada día intenten ser más amigos de Jesús. Te lo pedimos, Señor.

-Por las personas que están enfermas, para que sientan que Jesús les ayuda. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros que estamos celebrando la Pascua, para que no nos olvidemos que Jesús está dentro de nuestro corazón, aunque no le veamos. Te lo pedimos Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María este domingo queremos contarte que estamos muy contentos de que tú lo estés y te felicitamos porque Jesús ha resucitado y ya nunca más va a separarse de ti.

 

 

EXPERIENCIA.

Mira el vídeo “Querido diario” (Verbo Divino): https://www.youtube.com/watch?v=G-ZzM2M_xoU

¿Cómo te has sentido mientras escuchabas el vídeo?

¿De qué se habla en él?

¿Quién es el autor del diario?, ¿cómo se siente?

Al final hace unas afirmaciones donde compara lo que piensan muchos y lo que él piensa. Escúchalo de nuevo. ¿Con qué te frase te quedas?

¿Quiénes son hoy, en 2021, María y Jesús? A nivel social y a nivel cercano, en tu pueblo o barrio. Piensa en ellos.

 

REFLEXIÓN.

Lee el fragmento o perícopa de la muerte de Jesús.

X Del evangelio según san Marcos.

Y lo sacan para crucificarlo. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz. Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de “la Calavera”), y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

-Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.

De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:

-A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.

También los otros crucificados lo insultaban. Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:

-Eloí, Eloí, lemá sabaqtaní.

Que significa:

-Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

-Mira, llama a Elías.

Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:

-Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.

Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

El centurión, que estaba enfrente, al ver como había expirado, dijo:

Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.

Pídele a Dios que te envíe el Espíritu Santo para que te de conocimiento interno de Jesús, es decir, a través de esta oración adentrarte en la escena de la pasión.

Lee el texto 2 veces.

En la segunda sitúate en la escena, mediante la composición de lugar. Según san Ignacio de Loyola consiste en imaginar el monte Gólgota, las tres cruces, los soldados, el camino, las montañas de alrededor.

Visualiza los diálogos.

Pregúntate: ¿qué narra y qué le dicen?, ¿qué me dice?

Mantén sendos coloquios con Jesús y la Virgen María, contándoles aquello que brota de tu corazón, o como si estuvieses en el lugar.

 

COMPROMISO.

Escribe en una hoja el programa para esta semana, integrando las celebraciones principales de la parroquia a las que te comprometas asistir: Misa Cena del Señor, Hora Santa el jueves; Vía Crucis y Acción Litúrgica de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesús; y Vigilia Pascual.

Si no puedes prográmate para el jueves, viernes, sábado y domingo un tiempo para estar solo, tomar en tus manos una cruz y leer las última cena y Getsemaní (jueves), camino de la cruz y muerte (viernes) y resurrección de Jesús (sábado-domingo).

 

CELEBRACIÓN.

Mira este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=XLrXnr2GAmE

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de la Sede. Primera edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.

Robinson, Jame M.; Hoffmann Paul y John S., Kloppenborg. El Documento Q. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2004.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 4a. Evangelio según san Juan (1-10). Ciudad Nueva. Madrid. 2012.

San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

http://www.quierover.org



[1] Escabel:1. Tarima pequeña que se pone delante de la silla para que descansen los pies del que está sentado. 2. Asiento pequeño hecho de tablas, sin respaldo. www.rae.es

[2] Presciencia: 1. Conocimiento de las cosas futuras. www.rae.es

[3] Defección: 1. Acción de separarse con deslealtad de la causa o parcialidad a que se pertenecía. Ib.

[4] Perícopa: 1. Pasaje de la Biblia que se lee en determinadas ocasiones del culto religioso.

[5] Dativo ético: 1. Pronombre dativo no requerido por el significado del verbo que se usa con intención afectiva para aludir a la persona que se verá afectada indirectamente por la acción verbal.

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