Primera lectura.
Lectura del segundo libro de los Reyes 5,
14-17.
En aquellos días, el sirio Naamán bajó y se bañó en el Jordán
siete veces, conforme a la palabra de Eliseo, el hombre de Dios. Y su carne
volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio de su lepra. Naamán y
toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al
llegar, se detuvo ante él exclamando:
-Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de
Israel. Recibe, pues, un presente de tu siervo.
Pero Eliseo respondió:
-Vive el Señor ante quien sirvo, que no he de aceptar nada.
Y le insistió en que aceptase, pero él rehusó. Naamán dijo
entonces:
-Que al menos le den a tu siervo tierra del país, la carga de un
par de mulos, porque tu servidor no ofrecerá ya holocausto ni sacrificio a
otros dioses más que al Señor.
Textos
paralelos.
Bajó, pues, y se bañó en el Jordán site veces.
Mt 3, 13: Por entonces fue Jesús desde Galilea
al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Lc 4, 27: Muchos leprosos había en Israel en
tiempo del profeta Eliseo; ninguno se curó, sin Naamán el sirio.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
5, 15 Solo Yahvé es verdaderamente Dios. Pero este Dios único
mantiene relaciones especiales con su pueblo y la tierra de Israel, y por eso
se llevará Naamán tierra de Samaría para erigir un altar a Yahvé en Damasco.
Salmo
responsorial
Sal 98 (97), 1-4.
El
Señor revela a las naciones su salvación. R/.
Cantad
al Señor un cántico nuevo,
porque
ha hecho maravillas.
Su
diestra le ha dado la victoria,
su
santo brazo. R/.
El
Señor da a conocer su salvación,
revela
a las naciones su justicia.
Se
acordó de su misericordia y su fidelidad
en
favor de la casa de Israel. R/.
Los
confines de la tierra han contemplado
la
salvación de nuestro Dios.
Aclama
al Señor, tierra entera;
gritad,
vitoread, tocad. R/.
Textos
paralelos.
Cantad a Yahvé un cántico nuevo.
Sal 96, 1: Cantad al Señor un
cántico nuevo, cantad al Señor, la tierra entera.
Le sirvió de ayuda su diestra,
su santo brazo.
Is 52, 10: El Señor desnuda su
santo brazo a la vista de las naciones y verán los confines d ela tierra la
victoria de nuestro Dios.
Is 59, 1: Mirad, la mano del
Señor no se queda corta para salvar ni es duro el oído para oír.
Is 63, 5: Miraba sin encontrar
un ayudante, espantado al no haber quien me apoyara; pero mi brazo me dio la
victoria, mi furor fue mi apoyo.
Yahvé ha dado a conocer su
salvación.
Sal 96, 2: Cantad al señor,
bendecid su nombre, pregonad día tras día su victoria.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
97 Himno escatológico. Hay en él
numerosas reminiscencias de salmos anteriores.
Segunda
lectura.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 8-13.
Querido hermano:
Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido
del linaje de David, según mi evangelio, por el que padezco hasta llevar
cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso
lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación
y la gloria eterna en Cristo Jesús. Es palabra digna de crédito: pues si
morimos con él, también viviremos con él; si perseveramos, también reinaremos
con él; si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece
fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
Textos
paralelos.
Acuérdate de Jesucristo,
resucitado.
Rm 1, 3-4: De Pablo, siervo de
Jesús Mesías, llamado a ser apóstol, reservado para anunciar la buena noticia
de Dios, prometida por sus profetas en las escrituras sagradas: acerca de su
Hijo, nacido por línea carnal del linaje de David, a partir de la resurrección
establecida por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder.
Hch 13, 22-23: Lo depuso y
nombró rey a David, de quien dio testimonio: Encontré a David, un hombre a mi
gusto, que cumplirá todos mis deseos. De su linaje, según la promesa, sacó Dios
a Jesús como salvador de Israel.
Rm 16, 25: Al que puede
confirmaros según mi buena noticia y la proclamación de Jesús como Mesías,
según el secreto callado durante siglos.
Según mi Evangelio.
Ef 3, 1: Con esa finalidad yo,
Pablo, soy a favor vuestro, el prisionero por Cristo Jesús.
Como si fuera un
malhechor.
Lc 23, 32: Conducían con él a
otros dos malhechores para ejecutarlos.
La palabra de Dios no
está encadenada.
Flp 1, 13-17: Pues el personal
del pretorio y las demás gentes han descubierto que estoy preso por Cristo,
mientras que la mayoría de mis hermanos que confían en el Señor, con mi prisión
cobran ánimos para anunciar el mensaje sin temor. Unos proclaman a Cristo por
envidia y por polémica, otros con buena voluntad. Unos por amor, sabiendo que
me encuentro así para defender la buena noticia; otros anuncian a Cristo por
ambición y mala idea, pensando añadir penas a mi prisión.
Todo lo soporto por los
elegidos.
Col 1, 24: Ahora me alegro de
padecer por vosotros, de completar, a favor de su cuerpo que es la Iglesia, lo
que falta a los sufrimientos de Cristo.
La gloria eterna que
están en Cristo Jesús.
1 Ts 2, 12: Exhortándoos,
animándoos, urgiéndoos a proceder de modo digno de Dios, que os llamó a su
reino y gloria.
Es cierta esta
afirmación.
1 Tm 1, 15: Este mensaje es de
fiar y digno de ser aceptado sin reservas: que Cristo Jesús vino al mundo para
salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
Si hemos muerto con él,
también viviremos con él.
Rm 6, 5: Pues, si nos han
injertado por una muerte como la suya, lo mismo sucederá por su resurrección.
Si le negamos, también él
nos negará.
Mt 10, 33: Del que reniegue de
mí ante los hombres, renegaré yo de él ante mi Padre del cielo.
Si somos infieles, él
permanece fiel.
1 Co 1, 9: Fiel es Dios, el que
os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo Señor nuestro.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
2 8 Profesión de fe proveniente de
ámbitos judeocristianos.
2 11 Como en 1 Tm 1, 17 parece que
tenemos aquí un fragmento de himno cristiano, con una interpolación en la
última línea.
Evangelio.
X Lectura
del santo evangelio según Lucas 17, 11-19.
Una vez, yendo Jesús
camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una
ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo
lejos y a gritos le decían:
-Jesús, maestro, ten
compasión de nosotros.
Al verlos, les dijo:
-Id a presentaros
ante los sacerdotes.
Y sucedió que,
mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba
curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de
Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la
palabra y dijo:
-¿No han quedado
limpios los diez?; los otros nueve, ¿donde están? ¿No ha habido quien volviera
a dar gloria a Dios más que este extranjero?
Y le dijo:
-Levántate, vete, tu
fe te ha salvado.
Textos
paralelos.
De camino a
Jerusalén.
Lc 9, 51: Cuando se
completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión
de ir a Jerusalén.
Se pararon a
distancia.
Lv 13, 45-46: Se
derribará la casa. Sus piedras, sus maderas y todos los escombros serán sacadas
fuera de la ciudad a un lugar inmundo. Quien entre en esa casa mientras está
clausurada quedará impuro hasta la tarde.
Ten compasión de
nosotros.
Mt 8, 4: Jesús le
dijo: “No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la
ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio”.
Mc 1, 44: “No se lo
digas a nadie; pero ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación
lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio”.
Mientras iban,
quedaron limpios.
Lc 5, 14: Y él le
ordenó, no comunicarlo a nadie; y le dijo: “Ve, preséntate al sacerdote y
ofrece por tu purificación según mandó Moisés, para que les sirva de
testimonio”.
Lv 14, 1-5: El Señor
dijo a Moisés: “Esta es la ley que ha de aplicarse al leproso en el día de su
purificación. Será llevado al sacerdote y este saldrá fuera del campamento; si,
tras haberlo examinado, comprueba que el leproso está ya curado de su lepra, el
sacerdote mandará traer para el que ha de ser purificado dos pájaros puros
vivos, madera de cedro, púrpura escarlata e isopo. Mandará degollar uno de los
pájaros sobre una vasija de barro con agua corriente”.
Alabando a Dios.
Lc 2, 20: Y se
volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían
oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
¿No quedaron limpios
los diez?
Lc 9, 53: Pero no lo
recibieron, porque su aspecto era de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Lc 10, 33: Pero un
samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció.
Levántate y vete; tu
fe te ha salvado.
Mt 8, 10: Al oírlo,
Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: “En verdad os digo que en
Israel no he encontrado en nadie tanta fe”.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.
17
11 Para
llegar al valle del Jordán y bajar hasta Jericó, desde donde subirá a
Jerusalén. – Otros traducen: “pasó a través de Samaría y Galilea”. Pero
entonces el evangelio debería haber invertido el orden: Galilea y Samaría”.
17
13 Único
caso en que este término (epistates), frecuente en Lc, no es pronunciado
por un discípulo.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
11-19
Episodio
exclusivo de Lc.
11 ENTRE SAMARÍA Y
GALILEA: este dato resulta chocante; si hemos de tomarlo a la letra, suponiendo
que no sea error geográfico de san Lucas, Jesús iría bordeando la línea
divisoria entre ambas regiones por el camino montañoso.
15-16
SE
VOLVIÓ: físicamente y, sin duda, espiritualmente. Quizá Lc piensa en la fe
cristiana de aquel hombre; de hecho, el verbo griego puede traducirse también: se
convirtió. // A GRANDES VOCES: lit. con voz grande. // PRECISAMENTE
(lit. y él) ERA SAMARITANO: un no judío, casi un gentil; los samaritanos
estaban religiosamente a medio camino entre el paganismo y el judaísmo.
17 TOMANDO... LA
PALABRA DIJO: la naturaleza humana de Cristo poseía esa riqueza que llamamos
sensibilidad: le agradaba la gratitud, le dolía el desagradecimiento.
18 RESULTA QUE NO HUBO
QUIEN...: lit. no fueron encontrados los que... Probablemente semitismo:
el verbo arameo skj funciona también como auxiliar, por lo que también
puede traducirse: “¿no ha vuelto ninguno a dar gloria...? // DAR GLORIA
A DIOS es, aquí, sinónimo de agradecer.
Notas
exegéticas de la Biblia Didajé.
17,
11-19 Los leprosos fueron proscritos en el siglo primero en la sociedad judía.
Ritualmente impuros y considerados portadores de una enfermedad contagiosa, se
vieron obligados a vivir marginados de la sociedad y a advertir a los demás de
su estado si alguien se acercaba. La expresión de agradecimiento del samaritano
ante la bendición de Dios demuestra tanto la santidad como la humildad.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
1503
La
compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes
de toda clase son un signo maravilloso de que “Dios ha visitado a su pueblo”
(Lc 7, 17) y de que el Reino de Dios está muy cerca. Jesús no tiene solamente
poder para curar, sino también de perdonar los pecados: vino a curar al hombre
entero, alma y cuerpo; es el médico que los enfermos necesitan. Su compasión
hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: “Estuve enfermo
y me visitasteis” (Mt 25, 36). Su amor de predilección para con los enfermos no
ha cesado, a lo largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular de
los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta
atención dio origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que sufren.
1504
A
menudo Jesús pide a los enfermos que crean. Se sirve de signos para curar:
saliva e imposición de manos, barro y ablución. Los enfermos tratan de tocarlo,
“pues salía de él una fuerza que los curaba a todos” (Lc 6, 19). Así, en los
sacramentos, Cristo continúa “tocándonos” para sanarnos.
Concilio Vaticano II
Sepan unirse especialmente a Cristo, que sufre por la salvación del
mundo, los oprimidos por la pobreza, por la enfermedad y los diversos
sufrimientos, y los perseguidos por la justicia. El Señor en el Evangelio los
declaró felices y “el Dios de toda gracia que nos llamó a su gloria eterna en
Jesucristo, después de sufrir un poco, nos perfeccionará, nos confirmará y nos
consolidará” (1 Pe 5, 10).
Constitución Lumen gentium, 42.
Los Santos Padres.
Lo primero que hizo no fue curarles, sino enviarles ante los sacerdotes,
porque los sacerdotes conocían las señales de la lepra, prueba de que entonces
se había producido una curación.
S. Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Lucas, 17. III, pg. 14.
El Señor alabó el espíritu agradecido de uno de aquellos, pero se enojó
con los ingratos, porque no reconocieron al autor de su beneficio, poruqe
pensaron más en la curación de su lepra que en el que les había curado.
S. Atanasio, Carta Festal, 6. III, pg. 366.
San Agustín
Retened esto y perseverar en ello. Que nadie cambie, que nadie se
leproso. La doctrina inconstante, que cambia de color, simboliza la lepra de la
mente; también esta la limpia Cristo. Quizá pensaste distintamente en algún
punto, reflexionaste y cambiaste para mejor tu opinión, y de este modo lo que
era variado pasó a ser de un único color. No te lo atribuyas, no sea que te
halles entre los nueve que no le dieron las gracias. Solo uno se mostró
agradecido; los restantes eran judíos; él era extranjero, y simbolizaba a los
pueblos extraños; aquel número entregó a Cristo el diezmo. A él, por tanto, le
debemos la existencia, la vida y la inteligencia; a él debemos el ser hombres,
el haber vivido bien y el haber entendido con rectitud. Nuestro no es nada, a
no ser el pecado que poseemos. Pues, ¿qué tienes que no hayas recibido? (1 Cor
4, 7). Así, pues, vosotros, sobre todo quienes entendéis lo que oís: que es
preciso curarse de la enfermedad, elevad a lo alto vuestro corazón purificado
de la variedad y dad gracias a Dios.
Sermón 176,
6. II, pgs. 1386-1387.
San Juan de Ávila.
Mas estos miserables captivos, y tan flacos para libertar de un tirano
tan fuerte, unas veces por oír un sermón, otras por se confesar, otras por sola
inspiración de Dios, y otras por otros medios, que en la Iglesia católica hay, sintieron dentro de sí una poderosísima
mano, que, captivando a quien los tenia captivos, sacó a ellos del captiverio
de la maldad en que estaban, y les mudó el corazón tan verdaderamente mudado
que muchas veces, en menos tiempo que un mes y que una semana, se han visto más
aborrecedores de la maldad que eran primero amadores de ella.
Audi filia (II). OC I, pg. 614.
San Oscar Romero. Homilía.
Por eso, hermanos, con esto terminamos, pues, nuestra
explicación humilde sobre la Iglesia de la promoción integral, una Iglesia que
se preocupa de salvar las almas, pero que también se preocupa de salvar los
cuerpos, de defender los derechos históricos de los hombres; pero que no se
termina sólo en aspectos políticos terrenales, sino que hace prevalecer con
primacía absoluta, la relación del hombre con Dios. Busca la conversión de cada
corazón, porque de nada serviría una liberación económica en que todos los
pobres tuvieran su casa, su dinero, pero todos ellos fueran pecadores, el
corazón apartado de Dios. ¿De qué sirve?. Hay naciones que actualmente
económicamente, socialmente están bien promovidas, aquellas, por ejemplo, del
Norte de Europa. Y sin embargo, cuánto vicio, cuánto desorden. La Iglesia
siempre tiene la palabra que decir: la conversión. La promoción no está
terminada aunque organizáramos idealmente la economía, la política, la
sociología de nuestro pueblo. No está terminada. Sería la base para que
culminara en esto que la Iglesia busca y predica, el Dios adorado por todos los
hombres, el Cristo reconocido como único salvador, la alegría profunda del
espíritu de estar en paz con Dios y con nuestros hermanos.
Homilia, 9 de octubre de 1977.
León XIV. Audiencia general. 1 de
octubre. Ciclo de catequesis - Jubileo 2025.
Jesucristo, nuestra esperanza. III. La Pascua de Jesús. 9. La resurreción. «¡La
paz esté con ustedes!» (Jn 20,21)
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
centro de nuestra fe y el corazón de nuestra esperanza se encuentran
profundamente enraizados en la resurrección de Cristo. Leyendo con atención los Evangelios, nos damos
cuenta de que este misterio es sorprendente no solo porque un hombre -el Hijo
de Dios- resucitó de entre los muertos, sino también por el modo en que eligió
hacerlo. De hecho, la resurrección de Jesús no es un triunfo estruendoso, no es
una venganza o una revancha contra sus enemigos. Es el testimonio
maravilloso de cómo el amor es capaz de levantarse después de una gran derrota
para proseguir su imparable camino.
Cuando
nos recuperamos de un trauma causado por los demás, a menudo la primera
reacción es la rabia, el deseo de hacer pagar a alguien lo que hemos sufrido.
El Resucitado no actúa de este modo. Cuando emerge de los abismos de la
muerte, Jesús no se toma ninguna venganza. No regresa con gestos de
potencia, sino que manifiesta con mansedumbre la alegría de un amor más
grande que cualquier herida y más fuerte que cualquier traición.
El
Resucitado no siente la necesidad de reiterar o afirmar su propia superioridad.
Él se aparece a sus amigos -los discípulos-, y lo hace con extrema discreción,
sin forzar los tiempos de su capacidad de acoger. Su único deseo es volver a
estar en comunión con ellos, ayudándolos a superar el sentimiento de culpa.
Lo vemos muy bien en el cenáculo, donde el Señor se aparece a sus amigos
aprisionados por el miedo. Es un momento que expresa una fuerza extraordinaria:
Jesús, después de haber descendido a los abismos de la muerte para liberar a
quienes allí estaban prisioneros, entra en la habitación cerrada de quienes
están paralizados por el miedo, llevándoles un don que ninguno hubiera osado
esperar: la paz.
Su
saludo es simple, casi habitual: «¡Paz a vosotros!» (Jn 20, 19). Pero va
acompañado de un gesto tan bello que resulta casi inapropiado: Jesús muestra a
los discípulos las manos y el costado con los signos de la pasión. ¿Por qué
exhibir sus heridas precisamente ante quienes, en aquellas horas dramáticas, lo
renegaron y lo abandonaron? ¿Por qué no esconder aquellos signos de dolor y
evitar que se reabra la herida de la vergüenza?
Y, sin
embargo, el Evangelio dice que, al ver al Señor, los discípulos se llenaron de
alegría (cf. Jn 20, 20). El motivo es profundo: Jesús está ya plenamente
reconciliado con todo lo que ha sufrido. No guarda ningún rencor. Las
heridas no sirven para reprender, sino para confirmar un amor más fuerte que
cualquier infidelidad. Son la prueba de que, precisamente en el momento
en que hemos fallado, Dios no se ha echado atrás. No ha renunciado a
nosotros.
Así, el
Señor se muestra nudo y desarmado. No exige, no chantajea. Su amor no
humilla; es la paz de quien ha sufrido por amor y ahora finalmente puede
afirmar que ha valido la pena.
Nosotros,
en cambio, a menudo ocultamos nuestras heridas por orgullo o por el temor de
parecer débiles. Decimos “no importa”, “ya ha pasado todo”, pero no estamos
realmente en paz con las traiciones que nos han herido. A veces preferimos esconder nuestro esfuerzo por
perdonar para no parecer vulnerables y no correr el riesgo de sufrir de nuevo.
Jesús no. Él ofrece sus llagas como garantía de perdón. Y muestra que la
resurrección no es la cancelación del pasado, sino su transfiguración en una
esperanza de misericordia.
Luego,
el Señor repite: «¡Paz a vosotros!». Y añade: «Como el Padre me ha enviado, así
también os envío yo» (v. 21). Con estas palabras, confía a los apóstoles una
tarea que no es tanto un poder como una responsabilidad: ser
instrumentos de reconciliación en el mundo. Es como si dijese: «¿Quién
podrá anunciar el Rostro misericordioso del Padre sino vosotros, que habéis
experimentado el fracaso y el perdón?».
Jesús
sopla sobre ellos y les dona el Espíritu Santo (v. 22). Es el mismo Espíritu
que lo ha sostenido en la obediencia al Padre y en el amor hasta la cruz. Desde
ese momento, los apóstoles ya no podrán callar lo que han visto y oído: que
Dios perdona, levanta, restaura la confianza.
El
centro de la misión de la Iglesia no consiste en administrar un poder sobre los
demás, sino en comunicar la alegría de quien ha sido amado precisamente cuando
no se lo merecía. Es la fuerza
que ha hecho nacer y crecer la comunidad cristiana: hombres y mujeres que han
descubierto la belleza de volver a la vida para poder donarla a los demás.
Queridos
hermanos y hermanas, también nosotros somos enviados. El Señor también nos
enseña sus heridas y dice: Paz a vosotros. No tengáis miedo de
mostrar vuestras heridas sanadas por la misericordia. No temáis aproximaros a
quien está encerrado en el miedo o en el sentimiento de culpa. Que el soplo
del Espíritu nos haga también a nosotros testigos de esta paz y de este amor
más fuertes que toda derrota.
León XIV. Angelus. 21 de
septiembre de 2025.
Queridos
hermanos y hermanas:
Antes de
rezar juntos el ángelus, deseo saludar y agradecer a todos los que han
participado en esta
celebración jubilar dedicada a los misioneros y a los migrantes. Son
ustedes unos buenos misioneros pues han venido incluso bajo la lluvia. Gracias. Toda
la Iglesia es misionera, un gran pueblo que se pone en camino hacia el Reino de
Dios. Es algo que nos han recordado hoy los hermanos y las hermanas misioneras
y migrantes. Pero, nadie debe ser obligado a partir, ni ser explotado o
maltratado a causa de su necesidad o por su condición de forastero. Ante
todo, se debe preservar la dignidad humana.
Saludo a
todos los peregrinos presentes, en particular aquellos de la Diócesis de Pavía,
guiados por su obispo, como también a los fieles, entre los que se encuentran
algunos jóvenes de Belén, que traen la estatua de la Virgen de la Revelación.
En la
tarde del martes, 30 de septiembre, un fuerte terremoto ha golpeado la región
central de las Filipinas, en particular la provincia de Cebú y otras islas
cercanas. Expreso mi cercanía al querido pueblo filipino, en particular rezo
por aquellos que están sintiendo con mayor dureza los efectos del terremoto. En
todo peligro, permanezcamos unidos y solidarios, confiando siempre en Dios y en
la intercesión de su Madre.
Expreso
mi preocupación por la proliferación del odio antisemita en el mundo, como por
desgracia se ha visto en el atentado terrorista en Manchester, perpetrado hace
pocos días. El enorme sufrimiento del pueblo palestino en Gaza continúa a
causarme dolor.
En estas
últimas horas, en la dramática situación de Oriente Medio, se están llevando a
cabo algunos pasos significativos para hacer avanzar las tratativas de paz, que
espero puedan cuanto antes alcanzar los resultados esperados. Pido a todos los
responsables el compromiso para continuar por este camino, con el alto el fuego
y la liberación de los rehenes. Al mismo tiempo exhorto a todos a permanecer
unidos en la oración, de modo que los esfuerzos que se están realizando puedan
poner fin a la guerra y conducirnos hacia una paz justa y duradera.
Nos
unimos espiritualmente a todos los que se han reunido en el Santuario de
Pompeya para la Súplica a la Virgen del Rosario. En este mes de octubre,
contemplando con María los misterios de Cristo Salvador, intensificamos nuestra
oración por la paz: una oración que se hace solidaridad concreta con las
poblaciones devastadas por la guerra. Gracias a los muchísimos niños que en
todo el mundo se han comprometido a rezar el Rosario por esta intención.
Gracias de corazón.
Angelus
Domini…
Papa Francisco. Ángelus. 13 de
octubre de 2013.
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy, en
Tarragona, en España, se proclaman beatos cerca de quinientos mártires,
asesinados por su fe durante la guerra civil española de los años Treinta del
siglo pasado. Alabamos al Señor por estos valientes testigos suyos, y por su
intercesión le suplicamos que libre al mundo de toda violencia.
Os
agradezco a todos vosotros que habéis venido numerosos de Roma, de Italia y de
tantas partes del mundo para esta fiesta de la fe dedicada a María nuestra
Madre.
Saludo
con afecto al grupo de panameños que se encuentran hoy en Roma y los confío a
la protección de Nuestra Señora de la Antigua, celestial patrona de esa querida
nación.
Saludo a
los niños de la Orquesta internacional por la paz «Piccole Impronte» y a la
Asociación nacional mutilados e inválidos del trabajo.
Saludo a
los jóvenes de Roma que en los días pasados se comprometieron en la misión
«Jesús al centro»: sed siempre misioneros del Evangelio, cada día y en cada
lugar. De buen grado dirijo un saludo también a los detenidos de la cárcel
de Castrovillari.
Ahora
recemos juntos el Ángelus: Angelus Domini... Os deseo un feliz
domingo. ¡Buen almuerzo! ¡Hasta la vista!
Papa Francisco. Ángelus. 2 de octubre 2016.
Queridos hermanos y hermanas:
Con dolor he recibido las noticias sobre las graves
consecuencias causadas por el huracán que los días pasados ha golpeado el
Caribe, en particular Haití, dejando numerosas víctimas y desplazados, además
de ingentes daños materiales. Aseguro mi cercanía a las poblaciones y expreso
confianza en el sentido de solidaridad de la Comunidad internacional, de las
instituciones católicas y de las personas de buena voluntad. Os invito a uniros
a mi oración por estos hermanos y hermanas puestos a la prueba tan duramente.
Ayer en Oviedo (España) han sido proclamados beatos el
sacerdote Genaro Fueyo Castañón y tres fieles laicos. Alabamos al Señor por
estos heroicos testigos de la fe, añadidos a la multitud de los mártires que
ofrecieron su vida en nombre de Cristo.
Dirijo mi saludo más cordial a todos vosotros, queridos
peregrinos, que habéis participado en este Jubileo
mariano. ¡Gracias por vuestra presencia! Con vosotros quisiera repetir las
palabras que san Juan Pablo II pronunció el 8 de octubre del año 2000, en
el Acto
de consagración jubilar a María: «Hoy queremos confiarte el
futuro que nos espera... La humanidad posee hoy instrumentos de potencia
inaudita. Puede hacer de este mundo un jardín o reducirlo a un cúmulo de
escombros».
Que en esta encrucijada, la Virgen nos ayude a elegir
la vida, acogiendo y practicando el Evangelio de Cristo Salvador.
Papa Francisco. Ángelus. 6 de
octubre de 2019.
Queridos hermanos y hermanas:
Antes de concluir esta
celebración eucarística, deseo saludarlos y darles las gracias a todos
ustedes.
Expreso mi agradecimiento a los hermanos cardenales y obispos, así como a
sacerdotes, monjas y religiosos y religiosas de todo el mundo, especialmente a
los que pertenecen a las familias espirituales de los nuevos Santos. Saludo a
todos los fieles laicos que se han reunido aquí.
Saludo a las delegaciones oficiales de varios países, en particular al
Señor Presidente de la República Italiana y a Su Alteza el Príncipe de Gales.
De hecho, con su testimonio evangélico, estos Santos han fomentado el
crecimiento espiritual y social en sus respectivas naciones.
Dirijo un saludo especial a los delegados de la Comunión anglicana, con
profunda gratitud por su presencia y también te doy la bienvenida a ti, querido
hermano, nuevo Obispo aquí en Roma.
Os saludo a todos vosotros, queridos peregrinos, así como a todos los que
han seguido esta Misa a través de la radio y la televisión. Dirijo un saludo
especial a los fieles de Polonia que hoy celebran el Día del Papa: les
agradezco sus oraciones y su constante afecto.
Y mis pensamientos se dirigen una vez más a Oriente Medio. En particular, a
la amada y martirizada Siria, de donde vuelven a llegar noticias dramáticas
sobre el destino de las poblaciones del noreste del país, obligadas a abandonar
sus hogares a causa de las acciones militares: entre estas poblaciones hay
también muchas familias cristianas. A todos los actores involucrados y también
a la Comunidad internacional; por favor, renuevo mi llamamiento a
comprometerse con sinceridad, con honestidad y trasparencia en el camino del
diálogo para buscar soluciones eficaces.
Junto con todos los miembros del Sínodo de
los Obispos para la Región Panamazónica, especialmente los ecuatorianos,
sigo con preocupación lo que ha estado sucediendo en ese país en las últimas
semanas. Lo encomiendo a la oración común y a la intercesión de los nuevos
santos, y me uno al dolor por los muertos, heridos y desaparecidos. Animo a
buscar la paz social, con especial atención a las poblaciones más vulnerables,
a los pobres y a los derechos humanos.
Y ahora nos dirigimos a la Virgen María, modelo de perfección evangélica,
para que nos ayude a seguir el ejemplo de los nuevos Santos.
Papa Francisco. Ángelus. 2 de
octubre de 2022.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El curso de la guerra en Ucrania se ha vuelto tan grave, devastador y
amenazador que es motivo de gran preocupación. Por eso hoy quisiera dedicarle
toda la reflexión antes del Ángelus. De hecho, esta terrible e
inconcebible herida de la humanidad, en vez de cicatrizarse, sigue sangrando
cada vez más, con el riesgo de agrandarse.
Me afligen los ríos de sangre y lágrimas derramados en los últimos meses.
Me duelen las miles de víctimas, especialmente niños, y las numerosas
destrucciones, que han dejado a muchas personas y familias sin casa y amenazan
con el frío y el hambre a vastos territorios. ¡Ciertas acciones no pueden ser
justificadas nunca, nunca! Es angustiante que el mundo esté aprendiendo la
geografía de Ucrania a través de nombres como Bucha, Irpín, Mariúpol, Izium,
Zaporiyia y otras ciudades, que se han convertido en lugares de sufrimiento y
miedo indescriptibles. ¿Y qué decir del hecho de que la humanidad se enfrenta
una vez más a la amenaza atómica? Es absurdo.
¿Qué más tiene que pasar? ¿Cuánta sangre debe correr aún para que
entendamos que la guerra nunca es una solución, sino solo destrucción? En nombre de Dios y en nombre del sentido de humanidad
que habita en cada corazón, renuevo mi llamamiento para que se llegue
inmediatamente a un alto el fuego. Que callen las armas y se busquen las
condiciones para iniciar negociaciones capaces de conducir a soluciones no
impuestas por la fuerza, sino consensuadas, justas y estables. Y serán tales si
se fundan en el respeto del sacrosanto valor de la vida humana, así como de la
soberanía e integridad territorial de cada país, como también de los derechos
de las minorías y de sus legítimas preocupaciones.
Deploro vivamente la grave situación que se ha creado en los últimos días,
con nuevas acciones contrarias a los principios del derecho internacional. De
hecho, aumenta el riesgo de una escalada nuclear, hasta el punto que hacen
temer consecuencias incontrolables y catastróficas a nivel mundial.
Mi llamamiento se dirige ante todo al Presidente de la Federación Rusa,
suplicándole que detenga, también por amor a su pueblo, esta espiral de
violencia y muerte. Por otro lado, entristecido por el inmenso sufrimiento de
la población ucraniana tras la agresión sufrida, dirijo un llamamiento
igualmente confiado al Presidente de Ucrania para que esté abierto a serias
propuestas de paz. A todos los protagonistas de la vida internacional y a los
líderes políticos de las naciones, les pido insistentemente que hagan todo lo
que esté a su alcance para poner fin a la guerra en curso, sin dejarse
arrastrar en escaladas peligrosas, y que promuevan y apoyen iniciativas de
diálogo. ¡Por favor, hagamos posible que las jóvenes generaciones respiren el
aire saludable de la paz, no el aire contaminado de la guerra, que es una
locura!
Tras de siete meses de hostilidades, se recurra a todas las herramientas
diplomáticas, incluso las que hasta ahora no se han utilizado, para poner fin a
esta terrible tragedia. ¡La guerra en sí misma es un error y un horror!
Confiamos en la misericordia de Dios, que puede cambiar los corazones, y en
la maternal intercesión de la Reina de la Paz, en el momento en que se eleva la
Súplica a Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, unidos espiritualmente a los
fieles reunidos en su Santuario y en muchas partes del mundo.
Benedicto XVI. Ángelus. 7 de
octubre de 2007.
Queridos hermanos y hermanas:
El evangelio de este domingo presenta a Jesús que cura a diez leprosos, de
los cuales sólo uno, samaritano y por tanto extranjero, vuelve a
darle las gracias (cf. Lc 17, 11-19). El
Señor le dice: "Levántate, vete: tu fe te ha salvado" (Lc 17,
19). Esta página evangélica nos invita a una doble reflexión.
Ante todo, nos permite pensar en dos grados de curación: uno,
más superficial, concierne al cuerpo; el otro, más profundo,
afecta a lo más íntimo de la persona, a lo que la Biblia llama el "corazón",
y desde allí se irradia a toda la existencia. La curación completa y radical
es la "salvación". Incluso el lenguaje común, distinguiendo entre
"salud" y "salvación", nos ayuda a comprender que la
salvación es mucho más que la salud; en efecto, es una vida nueva,
plena, definitiva.
Además, aquí, como en otras circunstancias, Jesús pronuncia la
expresión: "Tu fe te ha salvado". Es la fe la que
salva al hombre, restableciendo su relación profunda con Dios, consigo mismo y
con los demás; y la fe se manifiesta en el agradecimiento. Quien
sabe agradecer, como el samaritano curado, demuestra que no considera
todo como algo debido, sino como un don que, incluso cuando llega a través de
los hombres o de la naturaleza, proviene en definitiva de Dios. Así pues,
la fe requiere que el hombre se abra a la gracia del Señor; que reconozca que
todo es don, todo es gracia. ¡Qué tesoro se esconde en una pequeña
palabra: "gracias"!
Jesús cura a los diez enfermos de lepra, enfermedad en aquel tiempo
considerada una "impureza contagiosa" que exigía una purificación
ritual (cf. Lv 14, 1-37). En verdad, la lepra que realmente
desfigura al hombre y a la sociedad es el pecado; son el orgullo y el egoísmo
los que engendran en el corazón humano indiferencia, odio y violencia. Esta
lepra del espíritu, que desfigura el rostro de la humanidad, nadie puede
curarla sino Dios, que es Amor. Abriendo el corazón a Dios, la persona que
se convierte es curada interiormente del mal.
"Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15).
Jesús inició su vida pública con esta invitación, que sigue resonando en la
Iglesia, hasta el punto de que también la santísima Virgen, especialmente en
sus apariciones de los últimos tiempos, ha renovado siempre esta exhortación.
Hoy pensamos, de modo particular, en Fátima donde, exactamente hace 90 años,
desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre de 1917, la Virgen se apareció a los
tres pastorcillos: Lucía, Jacinta y Francisco.
Gracias a las conexiones radiotelevisivas, quiero hacerme presente
espiritualmente en aquel santuario mariano, donde el cardenal Tarcisio Bertone,
secretario de Estado, ha presidido en mi nombre las celebraciones conclusivas
de un aniversario tan significativo. Lo saludo cordialmente a él, a los demás
cardenales y obispos presentes, a los sacerdotes que trabajan en el santuario y
a los peregrinos que han acudido de todas las partes del mundo con esta
ocasión.
Pidamos a la Virgen para todos los cristianos el don de una verdadera
conversión, a fin de que se anuncie y se testimonie con coherencia y fidelidad
el perenne mensaje evangélico, que indica a la humanidad el camino de la
auténtica paz.
DOMINGO
29 T. O.
Monición
de entrada.-
Hola amigos.
Todos nosotros
venimos a misa para estar con Jesús, escucharle, hablarle y quienes ya han
tomado la primera comunión recibirle.
De esta manera
hacemos lo que él nos pide, que es, que tenemos que rezar mucho.
Que en esta mis
estemos muy atentos y cuando recemos lo hagamos poniendo el corazón.
Señor
ten piedad.-
Porque te
necesitamos. Señor, ten piedad.
Porque sin ti
todo es muy difícil. Cristo, ten piedad.
Porque contigo
todo es más fácil. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Jesús, te pedimos por el papa León. Te lo pedimos,
Señor.
Jesús, te pedimos
por la Iglesia y las personas que rezan. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pedimos
por las personas que están enfermas o tienen hambre. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pedimos
por las niñas y niños de comunión. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pedimos
por los que estamos en misa. Te lo
pedimos, Señor.
Oración
a la Virgen María.-

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