lunes, 17 de octubre de 2022

Domingo 30. 23 de octubre de 2022.

 


Primera lectura.

Lectura del libro del Eclesiástico 35, 12-14.16-19a.

El Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas. Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre, sino que escucha la oración del oprimido. No desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento. Quien sirve de buena gana es bien aceptado, y su plegaria sube hasta las nubes. La oración del humilde atraviesa las nubes, y no se detiene hasta que alcanza su destino. No desiste hasta que el Altísimo lo atiende, juzga a los justos y les hace justicia. El Señor no tardará.

 

Comentario.

-Ámbito:

La moral tradicional de Israel.

-La obra es traducción al griego de un libro escrito en hebreo.

-Trasfondo histórico:

Dominación de Israel por los herederos de Alejandro Magno.

Pobre y oprimido: Israel.

 

Salmo responsorial

Sal 34 (33).

 

El afligido invocó al Señor,

y él lo escuchó. R/.

Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloría en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

 

El Señor se enfrenta con los malhechores,

para borrar de la tierra su memoria.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha

y lo libra de sus angustias.  R/.

 

El Señor está cerca de los atribulados,

salva a los abatidos.

El Señor redime a sus siervos,

no será castigado quien se acoge a él. R/.

 

Notas exegéticas.

34 Salmo penitencial “alfabético” (pero el orden de las estrofas está alterado): acción de gracias, vv. 2-11, e instrucción, en el sentido de los Proverbios, sobre la suerte de los justos y de los malvados.

 

Segunda lectura.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8.16-18.

Querido hermano:

Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron. ¡No les sea tenido en cuenta! Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león. El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

Comentario.

-Pablo:

Está en la cárcel de Roma y sabe que el final de su vida está próximo.

-Texto autobiográfico, simbólico y memorial.

-Reivindica:

Su condición de misionero de los gentiles llevada hasta el final.

Fidelidad al Evangelio ante las corrientes filosóficas y teológicas diversas.

-Lenguaje apocalíptico y escatológico:

Venida del Juez.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según Lucas 18, 9-14.

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

-Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás; no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios”, ten compasión de este pecador”. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

 

Textos paralelos.

Despreciaban a los demás.

Lc 16, 15: Y les dijo: “Vosotros os la dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios”.

Mt 6, 1: Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.

Mt 23, 28: Lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad.

En pie.

Mt 6, 5: Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Ayuno...

Lv 16, 29: Esta será para vosotros ley perpetua: el mes séptimo, el día décimo del mes, ayunaréis y no haréis trabajo alguno, ni el nativo ni el emigrante que reside entre vosotros.

Lv 16, 31: Será para vosotros día de descanso completo, en el que habéis de ayunar; es ley perpetua.

Zac 8, 18-19: Me fue dirigida la palabra del Señor: “Esto dice el Señor del universo: El ayuno del cuarto, del quinto, del séptimo y del décimo mes se convertirán en gozo y alegría, y tendréis unas fiestas solemnes; apreciaréis la fidelidad y la paz”.

Dt 14, 22: Cada año apartarás el diezmo de todo el producto de lo que hayas sembrado y haya brotado en el campo.

Aquel no.

Rm 1, 25: Es decir, cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y dando culto a la criatura y no al Creador, el cual es bendito por siempre. Amén.

El que se ensalce será humillado y el que se humille será ensalzado.

Mt 23, 12: El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Lc 14, 11: Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

Lc 5, 33: Pero ellos le dijeron: “Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber”.

Lc 11, 42: ¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres!

Flp 3, 9: Y ser hallado en él, no con justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

18 12 El fariseo cumple verdaderamente con las prácticas piadosas de su secta (ver 5, 33; 11, 42) y encuentra en ellas la confirmación de su justicia. Pero no espera nada de Dios.

18 13 También el publicano dice la verdad: es un pecador. Pero esta confesión sincera le abre a Dios y a su gracia.

18 14 (a) La justicia, que el fariseo pretendía conseguir con sus obras, es un don que solo Dios puede conceder (ver Flp 3, 9).

18 14 (b) Estas últimas palabras, que se encuentran también en 14, 11, han sido probablemente añadidas aquí por Lc para hacer en esta parábola una llamada a la humildad.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

9 EN SU INTERIOR... SON JUSTOS: o bien: que confían en sí mismos porque son justos.

10-14 El Talmud de Babilonia, a propósito de Berakot 9, 5, describe siete tipos de fariseos ridiculizando sus defectos: el calculador, el formalista, el que cumple por miedo, etc.; pero no todos eran así; hay un último tipo: “el que actúa por amor, como Abrahán; este es el único amado (por Dios)”.

11-12 OH DIOS (lo mismo en el v. 13): lit. el Dios, vocativo semítico (artículo + nominativo). El fariseo no pide, agradece, pero su agradecimiento es hipócrita; piensas que es Dios quien tiene que estarle agradecido por ser tan buen cumplidor: 1º) No hace cosas malas “como los demás hombres”. 2º) Hace obras buenas, y más de las que están prescritas (Lv 16, 29, 31 solo mandaba un ayuno al año, en el día de la expiación; después del destierro, había cuatro días de ayuno al año: cf. Zac 8, 18s; por otra parte, Dt 14, 22 s prescribía el diezmo únicamente del grano, del mosto y del aceite). 3º) El fariseo piensa no necesitar nada para salvarse, sabe salvarse solo. “Nos encontramos ante dos actitudes diferentes, de la conciencia moral del hombre de todos los tiempos: el publicano nos presenta una conciencia penitente, plenamente consciente de la fragilidad de la propia naturaleza y que ve en sus faltas, cualesquiera que sean lkas justificaciones subjetivas, una confirmación de que su ser necesita redención. El fariseo nos presenta una conciencia satisfecha de sí misma, que cree poder observar la ley sin ayuda de la gracia y está convencida de no necesitar misericordia” (S. Juan Pablo II).

13 SE ATREVÍA: la falta de un verbo hebreo-arameo para decir “atreverse” se refleja en el texto griego lit.: quería. // SE GOLPEABA EL PECHO: lit. golpeaba el pecho de él. Su oración es, lit., apiádate de mí el pecador (la traducción intenta hacer valer este artículo determinado: “el pecador que tienes delante”).

14 JUSTIFICADO: lit. habiendo sido justificado (se entiende, por Dios; voz pasiva “teológica”). // Y AQUEL NO: el texto griego (lit. junto a aquel = en comparación de aquel), traduce servilmente un giro semítico de comparación (cf. Rm 1, 25). Así la lección de la parábola tiene aristas más hirientes: el que se tenía por justo sale del templo siendo pecador, el que se confesó pecador sale del templo en amistad con Dios.

 

Notas exegéticas de la Biblia Didajé.

18, 9-14 La oración verdadera y efectiva exige una disposición humilde. El fariseo, en esta parábola, dio gracias a Dios por sus propias cualidades y éxitos pero contrastó arrogantemente sus virtudes con los pecados y deficiencias del publicano. De este modo, midió su propia bondad con una lista de actos externos. Su satisfacción en el templo no es tanto una verdadera acción de gracias a Dios cuanto una alabanza de sí mismo; no hay ninguna indicación de que sintiera la necesidad de arrepentimiento y penitencia. El recaudador de impuestos, sabiendo bien sus imperfecciones delante de Dios, buscaba solo la misericordia sin ningún sentido de derecho. Esta parábola contra la auto-exaltación recuerda la lección de humildad que Cristo dio en el banquete del fariseo (Lc 14, 7-11). Cat. 588, 2559 y 2613.

Catecismo de la Iglesia Católica.

588 Jesús escandalizó a los fariseos comiendo con los publicanos y los pecadores tan familiarmente como con ellos mismos. Contra algunos de los “que se tenía por justos y despreciaban a los demás” (Lc 18, 9), Jesús afirmó: “No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores” (Lc 5, 32). Fue más lejos todavía al proclamar frente a los fariseos que, siendo el pecado una realidad universal, los que pretenden no tener necesidad de salvación se ciegan con respecto a sí mismos.

2559 “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (S. Juan Damasceno).  ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde “lo más profundo” (Sal 130, 1) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla será ensalzado. La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (S. Agustín).

2613 La tercera parábola, “el fariseo y el publicano”, se refiere a la humildad del corazón que ora. “Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador”. La Iglesia no cesa de hacer suya esta oración: ¡Kyrie eleison!

 

San Agustín

Y para que ciertos herejes que consideran y piensan que casi todo el mundo ha sucumbido – pues los herejes son siempre pocos y limitados a una región – no se jactasen de que en ellos había quedado el resto, después de haber perecido todo el mundo, después de haber dicho el Señor: ¿Piensas que hallará fe en la tierra cuando venga el Hijo del hombre?, añadió el evangelista a continuación: por algunos que se consideraban justos y despreciaban a los demás.

El fariseo decía: Te doy gracias. ¿Dónde se manifiesta su soberbia? En que despreciaba a los demás.

El publicano – prosigue – se mantenía de pie a lo lejos; pero Dios no estaba lejos de él. ¿Por qué? Por lo que dice la Escritura en otro lugar: El Señor está cerca de los hombres de corazón contrito (Sal 33, 19).

Se golpeaba su pecho. El golpearse el pecho es la contrición del corazón.

El (fariseo) mostraba los miembros sanos y ocultaba las heridas. Vende Dios las heridas, no tú; pues si, por vergüenza, quisieras vendarlas tú, no te curará el médico. Véndelas y cúrelas el médico, tras aplicarles el medicamento. La herida sana bajo la venda del médico; si, en cambio, venda el herido, la oculta. ¿A quién la oculta? A quien conoce todo.

Comentario al salmo 31. I, pgs. 1463-1465.

 

Los Santos Padres.

Estás hinchado de orgullo, y sin embargo no has sido coronado por la sentencia divina dictada por la justicia. Al contrario amontonas alabanzas para ti mismo. Y dices: “No soy como los demás hombres”. Modérate a ti mismo, ¡oh fariseo! Coloca una puerta con su candado en tu lengua.

Nadie que sea diestro se corona en la lucha se corona nunc a sí mismo. Tampoco, recibe la corona de sí mismo, sino que espera la decisión del árbitro.

Abaja tu orgullo [fariseo], porque la arrogancia es maldita y odiada por Dios. Es extraña para la mente que teme a Dios. El mismo Cristo dijo: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados” (Lc 6, 37). Uno de sus discípulos también dijo: “Uno solo es el legislador y juez. Pero tú, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo” (St 4, 12). Nadie que goce de buena salud ridiculiza a quien está enfermo por encontrarse postrado en la cama. Mas bien se asusta un poco, porque tal vez podría ser víctima de sufrimientos particulares.

La debilidad de los otros no es objeto adecuado para exaltar a aquellos que gozan de buena salud.

Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Lucas 120. III, pg. 379.

[El publicano] muestra su enfermedad como al médico y reza para que sea compasivo.

Id.

Es más arduo confesar los pecados de uno mismo que las virtudes, y Dios mira al que lleva mayor carga.

Efren de Nisibi, Comentario al Diatessaron, 15, 24. III, pg. 380.

No te exaltes nunca sobre nadie, aunque sea el mayor de los pecadores. Muchas veces la humildad salva al que cometió muchos y grandes pecados.

Basilio de Cesarea, Sobre la humildad. III, pg. 380.

 

San Juan de Ávila

Y habéis de saber que estos soberbios, unas veces lo son para consigo solos, y otras, despreciando a los prójimos, por verlos faltos en la virtud y especialmente en la castidad. Mas, ¡Oh Señor, y cuán de verdad mirarás con ojos airados aqueste delicto! ¡Y cuán desgraciadas te son las gracias que el fariseo te daba, diciendo: No soy malo como los otros hombres, ni adúltero, ni robador, como lo es aquel arrendador que allí está! (Lc 18, 11). No lo dejas, Señor, sin castigo; castígaslo, y muy reciamente, como dejar caer al que estaba en pie, en pena de su pecado, y levantas al caído por satisfacerle su agravio. Sentencia tuya es, y muy bien la guardas: No queráis condenar, y no seréis condenados (Lc 6, 37). Y: Con la misma medida que midiéredes seréis medidos; y quien se ensalzare será abajado (Mt 7, 2). Y mandaste decir de tu parte al que desprecia a su prójimo: ¡Ay de ti que desprecias, porque serás despreciado! (cf. Is 33, 1).

Audi, filia (II), 13. I, pgs. 564-565.

Y porque estas cosas se requieren, y otras que de ellas se siguen para alcanzar la justicia, por so la Escritura divina unas veces nombra la fe, otras el amor, otras el gemido y el dolor de la penitencia, otras la oración humilde del penitente, que dice: ¡Señor, sey manso a mí, pecador! (Lc 18, 13).

Audi, filia (II), 44. I, pg. 630.

El fariseo, hombre tenido por santo, vase al templo a orar, éntrase derecho como en su casa, no para hasta el altar, como agora hacemos los clérigos; ponerse hia derecho en pie, alzaría los ojos al cielo y las manos por ventura altas, como hombre que no tenía cosa de que tener vergüenza, y comenzó su oración: Gracias te hago, Señor, que no soy como los otros hombres, robadores, adúlteros, injustos y malos, como aquel publicano (Lc 18, 11), como aquel arrendador que está allí.

¿Quieres ver como mientes? Ven acá, fariseo ciego. Si tú das gracias a Dios en tu corazón, ¿por qué menos precias aquel arrendador? Si tu conoces que el no ser tan malo es obra de Dios, que graciosamente la puso en ti y no en aquel, ¿para qué reprehendes y menos precias a aquel, pues que no la puso Dios en él? Ciertamente que aunque defuera dices: “Gracias, que no soy malo”, de dentro dices: “Gracias a mí, que no soy malo como aquel”. El cristiano no ha de decir ansí, sino: “Gracias a ti, Señor, que no soy bueno, como los otros, y si algún bien en mí pusiste, eso no es sino que por ventura yo era el malo y más llagado, y movístete a misericordia de mí, más que de los otros, que no eran tan malos como yo”.

No confíe nadie en sí, que le toca en la honra a Dios.

Sermón domingo 10 después de Pentecostés. III, pg. 261.

Dice San Agustín: si nos juzgamos, Dios no nos juzgará; si nos reprendemos de corazón, Dios nos perdonará; y si nos miramos para avergonzarnos, Dios quita los ojos de nuestros pecados; y si tú te condenas, Dios te salva; y si tú te acusas, Él te excusa. ¡Oh bendita sea tu ley y condición, Señor!

La oración es con herir su pecho. Percutiebat pectus suum. Hería su pecho  (Lc 18, 13) - ¿Qué es herir su pecho? – Acusar su mal corazón, que pecó contra Dios, que merece ser acusado y castigado. ¡Señor! Este corazón malo te ofendió; de este mal corazón salieron mis malas obras, ¡Señor! Hiere y castiga este corazón que yo acuso y reprendo. Y da Cristo la seña y dice: Digoos de verdad que descendió este más justo a su casa, acusándose, confesando ser malo, humillándose, que el otro alabándose y gloriándose de ser justo, porque el que se humilla será ensalzado, y el que se ensalza será humillado (Lc 18, 14).

Sermón domingo 10 después de Pentecostés. III, pgs. 264,

¿Qué le valió al fariseo su riqueza, pues que con ella salió condenado del templo, porque confiaba en sus fuerzas? ¿No le valió más al publicano su pobreza, pues que con ella salió justificado, porque desconfiaba de sí y de sus fuerzas? (cf. Lc 18, 10ss). Del pobre, de estos, pues, es el reino de los cielos, que no osan parecer delante de Dios, conociéndose por miserable, y dice: “Señor, no tengo ojos de parecer delante de vuestro acatamiento. ¿Cómo ha de parecer una tan profunda bajeza y miseria delante una tan incomprehensible bondad y grandeza? Yo soy nada; tú eres abrigo, amparo, fuerza. De manera que por flaqueza entran en su linaje.

Sermón Natividad de la Virgen. III, pg. 827-828.

Después de te haber humillado y abajado tus ojos con el publicano arrepentido (cf. Lc 18, 13), toma confianza cristiana para los alzar al Señor, y dile con muy firme fe: “Yo creo, Señor, que tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo”, como dijo San Pedro (Mt 16, 16).

Sermón víspera del Corpus. III, pg. 482.

¿Por ventura echó a perder otra cosa al fariseo soberbio sino el contentamiento de sus buenas obras? ¿Y salvó al publicano sino el conocimiento y desplacer de sus malas, pidiendo a Dios misericordia? (cf. Lc 18, 9-14). No todos son para conservar la humildad entre la alteza de las virtudes, y muy pocos hay a quien no descontente sus faltas. Y por eso, aunque el primer camino es más alto, el segundo es más seguro. Todo lo cual dispensa el sapientísimo Dios, guiándonos por diversos caminos por un mesmo fin, que es Él.

Carta a una persona que estaba muy acongojada. IV, pg. 254.

Mas no quiero que os tengáis por mejores que los que veis agora andar errados; porque no sabéis cuánto duraréis en el bien, ni ellos en el mal; mas obrad vuestra salud en temor (Flp 2, 12) y en humildad; y de tal manera esperad vuestro bien en el cielo, que no juzguéis que vuestro prójimo no irá allá; y así conoced las mercedes que Dios os ha hecho, como no despertéis las faltas de vuestros prójimos; porque ya sabéis lo que acaeció entre el fariseo y el publicano, en lo cual debemos escarmentar (Lc 18, 10-14).

Carta a unos sus devotos, afligidos por una persecución. IV, pg. 271.

No se confíe de su confianza, que, aunque parecen buenas, algunas veces no son aceptas, como tenemos ejemplo en el fariseo, que ayunaba veces en la semana y dama sus décimas, y él fue reprobado, y el publicano justificado (Lc 18, 12.14). Cierto, más es de llorar el religioso flojo que el pecador engolfado en vicios; porque el pecador ve que pena y anda en el camino de perdición; peor el religioso que no le es de costumbres, sino de hábito, con vana confianza va a parar en el infierno, como de los tales el profeta dice: Sicut oves in infierno positi sunt [Son un rebaño para el abismo] (Sal 48, 15). ¿Quién son estos, sino religiosos, que son comparados a las ovejas, que son en sí mansas y no ofenden a nadie? Y que vayan, así mansas, a parar al infierno, cosa cierto es de gran lloro; por eso mire que está escrito: Maledictus qui facit opus Domini negligenter vel fraudulenter [Maldito el que cumple con negligencia y con engaño el mandato del Señor] (cf. Jr 48, 10).

Carta a un discípulo. IV, pg. 536.

En la entrada de oír misa, digamos de entrañas aquella santa confesión, conociéndonos por pecadores e ingratos; sentémonos en el templo como corridos [avergonzado, confundido, rae.es   y avergonzados, diciendo con el publicano: Señor, yo no soy digno de alzar los ojos al cielo, como pecador (cf. Lc 18, 13) desconocido.

Carta a una religiosa. IV, pg. 701.

 

San Oscar Romero.

Todos necesitamos convertirnos, yo que les estoy predicando el primero que necesito conversión, y le pido a Dios que me ilumine mis caminos para no decir ni hacer cosas que no sean de su voluntad, que debo de convertirme a lo que él quiere, que debo de decir lo que él quiere, no lo que conviene a ciertos sectores o me conviene a mí si es contra la voluntad del Señor; convertirnos a esa misión de Cristo: "Vayan por el mundo entero y prediquen esto que yo les he predicado; el que creyere esto se salvará y el que no creyere esto no se salvará". No hay más salvación que la que Cristo trajo; de ahí la necesidad de convertirnos todos: católicos, protestantes, también los ateos. Todos los que buscan salvación no la encontrarán fuera de Dios.

Homilía. 23 de octubre de 1977.

 

Papa Francisco.  

Ese fariseo reza a Dios, pero en realidad se mira a sí mismo. ¡Reza a sí mismo! En lugar de tener ante sus ojos al Señor, tiene un espejo. Encontrándose incluso en el templo, no siente la necesidad de postrarse ante la majestad de Dios; está de pie, se siente seguro, casi como si fuese él el dueño del templo. Mas que rezar, el fariseo se complace de la propia observancia de los preceptos. Pero sus actitudes y sus palabras están lejos del modo de obrar y de hablar de Dios, que ama a todos los hombres y no desprecia a los pecadores. Al contrario, ese fariseo desprecia a los pecadores, incluso cuando señala al otro que está allí. O sea, el fariseo, que se considera justo, descuida el mandamiento más importante: el amor a Dios y al prójimo.

No es suficiente, por lo tanto, preguntarnos cuánto rezamos, debemos preguntarnos también cómo rezamos, o mejor, cómo es nuestro corazón: es importante examinarlo para evaluar los pensamientos, los sentimientos, y extirpar arrogancia e hipocresía.

El publicano en cambio —el otro— se presenta en el templo con espíritu humilde y arrepentido: «manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho» (v. 13). Su oración es muy breve, no es tan larga como la del fariseo: «¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!». Nada más. ¡Hermosa oración!

La parábola enseña que se es justo o pecador no por pertenencia social, sino por el modo de relacionarse con Dios y por el modo de relacionarse con los hermanos. Los gestos de penitencia y las pocas y sencillas palabras del publicano testimonian su consciencia acerca de su mísera condición. Su oración es esencial Se comporta como alguien humilde, seguro sólo de ser un pecador necesitado de piedad. Si el fariseo no pedía nada porque ya lo tenía todo, el publicano sólo puede mendigar la misericordia de Dios. Y esto es hermoso: mendigar la misericordia de Dios. Presentándose «con las manos vacías», con el corazón desnudo y reconociéndose pecador, el publicano muestra a todos nosotros la condición necesaria para recibir el perdón del Señor. Al final, precisamente él, así despreciado, se convierte en imagen del verdadero creyente.

El fariseo es precisamente la imagen del corrupto que finge rezar, pero sólo logra pavonearse ante un espejo. Es un corrupto y simula estar rezando. Así, en la vida quien se cree justo y juzga a los demás y los desprecia, es un corrupto y un hipócrita. La soberbia compromete toda acción buena, vacía la oración, aleja de Dios y de los demás. Si Dios prefiere la humildad no es para degradarnos: la humildad es más bien la condición necesaria para ser levantados de nuevo por Él, y experimentar así la misericordia que viene a colmar nuestros vacíos. Si la oración del soberbio no llega al corazón de Dios, la humildad del mísero lo abre de par en par. Dios tiene una debilidad: la debilidad por los humildes. Ante un corazón humilde, Dios abre totalmente su corazón.

Audiencia general. 1 de julio de 2016.

 

Papa Francisco. Audiencia general.

El deseo no son las ganas del momento, no. La palabra italiana viene de un término latín muy hermoso, esto es curioso: de-sidus, literalmente “la falta de la estrella”, deseo es una falta de la estrella, falta del punto de referencia que orienta el camino de la vida; esta evoca un sufrimiento, una carencia, y al mismo tiempo una tensión para alcanzar el bien que nos falta. El deseo entonces es la brújula para entender dónde me encuentro y dónde estoy yendo, una persona que nunca desea es una persona quieta, quizá enferma, casi muerta.

El deseo te hace fuerte, valiente, te hace ir adelante siempre porque tú quieres llegar a eso: “Yo deseo eso”.

La época en la que vivimos parece favorecer la máxima libertad de elección, pero al mismo tiempo atrofia el deseo —quieres satisfacerte continuamente—, que queda reducido a las ganas del momento. Y debemos estar atentos a no atrofiar el deseo. Estamos bombardeados por miles de propuestas, proyectos, posibilidades, que corremos el riesgo de distraernos y no permitirnos valorar con calma lo que realmente queremos. Muchas veces encontramos gente —pensemos en los jóvenes, por ejemplo— con el móvil en la mano y buscan, miran… “Pero tú ¿te paras a pensar?” – “No”. Siempre extrovertido, hacia el otro. El deseo no puede crecer así, tú vives el momento, saciado en el momento y no crece el deseo.

Si el Señor nos dirigiera, hoy, por ejemplo, a cualquiera de nosotros, la pregunta que hizo al ciego de Jericó: «¿Qué quieres que te haga?» (Mc 10,51), —pensemos que el Señor a cada uno de nosotros hoy pregunta esto: “¿qué quieres que hago yo por ti?”— ¿qué responderíamos? Quizá, podríamos finalmente pedirle que nos ayude a conocer el deseo profundo de Él, que Dios mismo ha puesto en nuestro corazón: “Señor que yo conozca mis deseos, que yo sea una mujer, un hombre de grandes deseos”, quizá el Señor nos dará la fuerza de concretizarlo. Es una gracia inmensa, que está en la base de todas las demás: consentir al Señor, como en el Evangelio, de hacer milagros por nosotros: “Danos el deseo y hazlo crecer, Señor”.

Catequesis, 12 de octubre de 2022.

 

Comentario.

-Oración:

Común a la parábola del domingo anterior.

-Estructura:

V. 9: introducción.

Vv. 10-13: presentación de los personajes.

Vv. 14: aplicación.

 

EXPERIENCIA.

Coloca ante ti una cruz o estampa de Cristo.

Apaga o silencia el móvil.

Cierra los ojos. Repite varias veces en tu interior: “Ven, Espíritu Santo”.

Y comienza a avivar el deseo de buscar y encontrar a Dios en tu corazón, acompañado por el ritmo de tu respiración.

Repite: “Señor, tú estás a la puerta de mi corazón llamándome”.

Imagina la escena, Jesús llamando a la puerta de tu corazón. Con los ojos cerrados recorre el camino que te separa de la puerta, ábrele, mírale, invítale a pasar, permanece unos segundos mirándole a los ojos.

Abre los ojos y entra en este enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=5pgPMFZDbR8

Durante unos minutos piensa en el vídeo

El vídeo comienza con estas cualidades: vanidad, arrogancia, autorreferencialidad, codicia y poder. ¿Cuál de ellas es más identificativa de tu carácter? ¿Influyen en tu relación con Dios, en la oración?

Le siguen estos pensamientos:

La transformación social es un fruto de la conversión personal del corazón.

Cualquier forma de oración es auténtica y transformadora si te impulsa a nuevas formas de mirar la realidad, te libera de fantasías y te abre al misterio de la unidad.

Piensa en algunas de las frases.

 

+REFLEXIÓN.

Toma la Biblia y lee :

X Lectura del santo evangelio según Lucas 18, 9-14.

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

-Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás; no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios”, ten compasión de este pecador”. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

¿QUÉ DICE?  La parábola del fariseo y el publicano es continuación de la anterior, el juez necio y la viuda. El pasado domingo Jesús nos invitaba a orar con insistencia desde la fe. En este nos ofrece la condición necesaria para la vida cristiana y la oración: la humildad. Para ello contrapone la figura del fariseo, quien va más allá en el cumplimiento de la ley, pero desprecia a los demás y en particular al hermano judío que está rezando próximo a él. Su oración de acción de gracias es para exigirle a Dios el premio merecido por sus obras. Cerca se encuentra el publicano, es decir, un cobrador de impuestos al servicio del Imperio Romano. Él reconoce la verdad de su vida, su condición de pecador. Su oración nace desde el abismo del pecado, no tiene nada que ofrecer a Dios, y por eso reconociendo la verdad de su vida, su oración es breve y

¿QUÉ TE DICE?  Entra dentro de la escena, imaginando el templo, viendo a los dos personajes en oración, sus gestos y actitudes y a Jesús situado a cierta distancia observando la escena. Imagínate que eres el fariseo: ¿qué le dirías a Jesús? Ahora toma el lugar del publicano, piensa en alguna situación de tu vida en la que te has sentido mal contigo mismo e incluso avergonzado por lo que habías hecho. Repite la oración del publicano. Sinceramente y ante Cristo que se halla en lo oculto de tu corazón: ¿con quién te identificas más? Escucha la sentencia de Jesús. Si es con el fariseo seguramente has sido sincero contigo mismo, porque es la primera y última tentación del cristiano, creerse mejor que los demás porque cumple determinados preceptos. Vuelve a escuchar la sentencia de Jesús. La Palabra de Dios no ha sido entregada para hacernos felices y que salgamos de la oración alegres y contentos, sino para zarandearnos, para ser bisturí que abra la herida, la limpie y la venda, escociéndonos y quemando la piel de nuestras máscaras. Jesús es médico y la oración el hospital de campaña donde vamos quienes combatimos contra el pecado y por tanto somos heridos.

 

COMPROMISO.

Es el momento de hablarle a Jesús, dicho en palabras de san Ignacio de Loyola: “El coloquio se hace propiamente, hablando, así como un amigo habla a otro o un siervo a su señor: cuándo pidiendo alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Pater noster” (Ejercicios espirituales, 54).

 

CELEBRACIÓN.

Escucha el canto de Taizé Misericordias domini.

https://www.youtube.com/watch?v=-1LLxCEa7IU

 

GUIÓN MISA NIÑOS.

DOMINGO XXXI. 30 de Octubre de 2022.  

Monición de entrada.-

Hola amigos.

En esta misa vamos a conocer a un amigo de Jesús.

Se llamaba Zaqueo y era una persona que hacía cosas malas.

Por eso no era feliz.

Per un día se encontró con Jesús y se sintió el más feliz del mundo.

¿Qué le pasó? Estemos atentos a la misa.

Además escucharemos que Jesús entró en su casa, le habló y comió con él.

Y eso mismo esta pasando en la misa.

Abramos la puertecita de nuestro corazón para que Jesús entre.

 

Señor ten piedad.-

Tú que vienes a la casa de nuestro corazón. Señor, ten piedad.

Tú que nos perdonas siempre. Cristo, ten piedad.

Tú que nos alimentas con la comunión. Señor, ten piedad.

Peticiones.-

Jesús,  te pido por el papa Francisco y los obispos Antonio y Enrique, àra que tengan un corazón abierto a todos. Te lo pido Señor.

Jesús, te pido por la Iglesia para que sea la casa de todos. Te lo pido Señor.

Jesús, te pido por los mayores, para que no tengan envidia y miren mal a los demás Te lo pido Señor.

Jesús, te pido por las personas que hacen cosas mal, para que tengan cerca personas buenas. Te lo pido, Señor.

Jesús, te pido por los Juniors que hoy empiezan, para que les ayudes a ir por el camino que tú les dices. Te lo pido, Señor.

Jesús, te pido por nosotros, para que no nos creamos mejores que las niñas y niños que no quieren tomar la primera comunión. Te lo pido, Señor.

 

 Oración a la Virgen María.-

María, madre de Jesús, queremos darte gracias por ayudarnos a quedar a todos los amigos y enseñarnos a no mirar mal a ninguno. Gracias, madre.

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

No hay comentarios: