lunes, 11 de septiembre de 2023

171. 17 de septiembre de 2023.

 


Primera lectura.

Lectura del libro del Eclesiástico 27, 30-28,7 

Rencor e ira también son detestables, el pecador los posee. El vengativo sufrirá la venganza del Señor que llevará cuenta exacta de sus pecados. Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados. Si un ser humano alimenta la ira contra otro, ¿cómo puede esperar la curación del Señor? Si no se compadece de su semejante, ¿cómo pide perdón por sus propios pecados? Si él, simple mortal, guarda rencor, ¿quién perdonará sus pecados? Piensa en tu final y deja de odiar, acuérdate de la corrupción y de la muerte y se fiel a los mandamientos. Acuérdate de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo; acuérdate de la alianza del Altísimo y pasa por alto la ofensa.

 

Textos paralelos.

Perdona la ofensa a tu prójimo.

Mt 6, 12: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

Y cuando reces, tus pecados te serán perdonados.

Mt 5, 23-24: Si mientras llevas tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene queja de ti, deja la ofrenda delante del altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y después ve a llevar tu ofrenda.

Si 6, 14-15: Un amigo fiel es un refugio seguro, y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio y su valor es incalculable.

¿Cómo pide perdón por sus propios pecados?

Mt 18, 23: Te digo que no siete veces, sino setenta y siete.

Recuerda la corrupción y la muerte.

Si 7, 36: En todas las acciones piensa en el desenlace y nunca pecarás.

Si 38, 20: Recuerda su ley, que es la tuya: el ayer, hoy tú.

Recuerda la alianza del Altísimo y pasa por alto la ofensa.

Ex 23, 4-5: Cuando encuentres extraviados el toro o el asno de tu enemigo, se los llevarás a su dueño. Cuando veas el asno de tu adversario caído bajo la carga, no pases de largo; préstale ayuda.

 

Notas exegéticas.

28 3 Es decir, la curación espiritual por el perdón de los pecados. Se puede observar la calidad moral de esta doctrina, que prepara las exigencias del NT.

 

Salmo responsorial

Sal 102, 1-4.9-12

 

R/. El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia.

 

Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas

y cura todas tus enfermedades;

él rescata tu vida de la fosa,

y te colma de gracia y de ternura. R/.

 

No está siempre acusando

ni guarda rencor perpetuo;

no nos trata como merecen nuestros pecados

ni nos paga según nuestras culpas. R/.

 

Como se levanta el cielo sobre la tierra,

se levanta su bondad sobre los que lo temen;

como dista el oriente del ocaso,

así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

 

Textos paralelos.

Él, que todas tus culpas perdona.

Ex 15, 26: Si obedecéis al Señor, vuestro Dios, haciendo lo que él aprueba, escuchando sus mandatos y cumpliendo sus leyes, no os enviaré las enfermedades que he enviado a los egipcios, porque yo soy el Señor, que te cura.

Rescata tu vida de la fosa.

Sal 41, 13: Tú me has conservado mi integridad, / me establecerás en tu presencia para siempre.

Jb 42, 10: Cuando Job intercedió por sus compañeros, el Señor cambió su suerte y duplicó todas sus posesiones.

Tu juventud se renueva como la del águila.

Is 40, 31: Pero los que esperan en el Señor / renuevan sus fuerzas, / echan alas como águilas, / corren sin cansarse, / marchan sin fatigarse.

No se querella eternamente.

Sal 145, 8: El Señor es clemente y compasivo, / paciente y misericordioso.

Jr 3, 12: Ve y proclama este mensaje / hacia el norte: / Vuelve, Israel, apóstata /  – oráculo del Señor – , que no os pondré mala cara, / porque soy leal / y no guardo rencor eterno – oráculo del Señor –.

Is 52, 16: No estaré en pleito perpetuo / ni me irritaré por siempre, / porque ante mí sucumbirán el espíritu / y el aliento que yo he creado.

No nos trata según nuestros yerros.

Jon 4, 2: ¡Ah, Señor, ya me lo decía yo cuando estaba en mi tierra! Por algo me adelanté a huir a Tarsis; porque sé que eres “un Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso”, que te arrepientes de las amenazas.

Jl 2, 12: Pues ahora – oráculo del Señor –, / convertíos a mí / de todo corazón, con ayuno, / con llanto, con luto. / Rasgad los corazones / y no los vestidos; / convertíos al señor Dios vuestro; / que es compasivo y clemente, / paciente y misericordioso, / y se arrepiente de las amenazas.

 

Notas exegéticas.

103 8 Son los atributos del nombre de Yahvé, revelados a Moisés, Ex 34, 6, que todo el salmo desarrolla acentuando la misericordia y la bondad, preparando así 1 Jn 4, 8

 

Segunda lectura.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-8

Hermanos:

Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor. Pues para esto murió y resucitó Cristo, para ser Señor de muertos y vivos.

 

Textos paralelos.

 Tampoco nadie muere para sí mismo.

Rm 8, 10-11: Pero vosotros no seguís el instinto, sino el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu del Mesías, no le pertenece. Pero si el Mesías está en vosotros, aunque el cuerpo muera por el pecado, el espíritu vivirá por la justicia. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en vosotros, el que resucitó a Jesucristo de la muerte dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en vosotros.

Lc 20, 38: No es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.

Ga 2, 19-20: Por medio de la ley morí a la ley para vivir para Dios. He quedado crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:

-Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?

Jesús le contesta:

-No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con los criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones y que pagara así. El criado arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el Señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Y el señor, indignado, lo entregó a sus verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.

 

Textos paralelos.

// Lc 17, 4: Si siete veces al día te ofende y siete veces vuelve a ti diciendo que se arrepiente, perdónale.

// Mt 6, 12: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

¿Cuántas veces tengo que perdonar?

Lv 19, 17-18: No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”.

Lc 23, 34: Te digo Pedro que no cantará hoy el gallo antes de que hayas negado que me conoces.

Gn 4, 24: Si  la venganza de Caín valía por siete, / la de Lamec valdrá por setenta y siete.

El Reino de los Cielos es semejante a un rey.

Mt 25, 19: Pasado mucho tiempo se presentó el amo de los criados para pedirles cuentas.

Movido a compasión el señor de aquel siervo.

Lc 7, 42a: Supongo que aquel a quien le perdonó más.

Que le debía cien denarios.

Mt 24, 49: Se pone a pegar a los compañeros, a comer y beber con los borrachos.

Entonces fue y lo metió en la cárcel.

Rm 13, 7: No tengáis deudas con nadie, si no es la del amor mutuo. Pues el que ama al prójimo tiene cumplida la ley.

Siervo malvado, yo te perdoné a ti.

Mt 22, 7: El rey se encolerizó y, enviando sus tropas, acabó con aquellos asesinos e incendió su ciudad.

¿No debías tú también compadecerte?

Mt 5, 7: Dichosos los misericordiosos, / porque los tratarán con misericordia.

Mt 7, 3: ¿Por qué te fijas en la mota en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga del tuyo?

Lo entregó a los verdugos.

Mt 8, 29: ¡Hijo de Dios! ¿qué tienes con nosotros? ¿Has venido antes de tiempo para atormentarnos?

Mt 5, 26: Te aseguro que no saldrás hasta haber pagado el último céntimo.

Si no perdonáis de corazón.

Mt 6, 12-14: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes sucumbir a la prueba y líbranos del maligno.

Lc 23, 34: Jesús dijo: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”. Se repartieron su ropa echándola a suerte.

 

Los dichos de Jesús.

Q 17, 3-4

3 Si tu hermano peca [contra ti], repréndele; y si [se arrepiente], perdónale.

4 Y si peca contra ti siete veces al día, perdónale siete veces.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

18 21 A ejemplo de Dios y de Jesús Lc 23, 34 y como lo hacían ya entre sí los israelitas, Lv 19, 18-19, los cristianos deben perdonarse mutuamente, pero “el prójimo· se extiende a todo hombre, incluidos aquellos a los que hay que devolver bien por mal. Así el amor cubre multitud de pecados. Pr 10, 12 citado por 4, 20.

18 22 Otros entienden “hasta setenta y siete veces”.

18 24 Unos trescientos mil euros oro: suma escogida a propósito como exorbitante.

18 28 Unos cincuenta céntimos de euro oro.

18 32 Este elemento de la parábola recuerda los términos en que se expresa la quinta petición del Padre Nuestro.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

21 SE ACERCÓ PEDRO A DECIRLE: lit. habiéndose acercado el Pedro dijo a él. // La pregunta lit. es: ¿Cuántas veces pecará contra mi el hermano de mí y perdonaré a él? // HERMANO cf. 15. La parábola prolonga en cierto sentido la enseñanza anterior sobre el perdón: el perdón fraterno ha de ser a imagen y semejanza del perdón de Dios, que no lleva cuenta de las veces que perdona.

22 SETENTA Y SIETE. mejor que setenta veces siete.

23 UN REY: lit. un hombre (que es) rey. // El término lit. esclavo (s), que aparece repetidamente en la parábola, equivale a FUNCIONARIOS, empleados regios, casi ministros del gobierno.

24 DIEZ MIL TALENTOS: cantidad de dinero desorbitante (25, 15); equivale a nuestra expresión: “una millonada”, algo que es imposible pagar.

25 QUE LO VENDIESEN: la orden completa añadiría: “como esclavos”.

26 Lit. cayendo pues, el esclavo se postraba [ante] él diciendo.

28 COMPAÑEROS (como en los vs. siguientes): lit. co-esclavos o cosiervos; altos funcionarios reales. // CIEN DENARIOS (la palabra griega dênárion es un latinismo; del latín denarius vine también nuestra palabra dinero): un denario era el jornal diario de un trabajador ocasional en el campo (cf. 20, 2); aquí, CIEN DENARIOS tiene el matiz de “una cantidad ridícula” comparada con “la millonada” que debía el anterior. // SI ES QUE DEBES ALGO: lo que me debas, sea lo que sea; con un dejo de ironía, Jesús pinta al acreedor ni siquiera seguro de la cantidad que le debe el compañero.

29 CAYENDO [AL SUELO]: algunos manuscritos añaden, concretando: “a sus pies”.

35 DE CORAZÓN: lit. desde los corazones de vosotros.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

18, 22 El perdón siempre está disponible para cualquier persona que es´te arrepentida de sus pecados y tenga propósito de enmienda, es decir, la intención de no cometer un pecado en el futuro. El perdón de nuestros pecados también depende de nuestra voluntad de perdonar a los que nos hayan ofendido. Esta voluntad de perdonar debe ser incondicional y habitual (siete es el número bíblico de la totalidad y la integridad). Cat. 982, 2227 y 2845.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

982 No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. “No hay nadie, tan perverso y tan culpable que, si verdaderamente está arrepentido de sus pecados, no pueda contar con la esperanza cierta de perdón” (catecismo Romano). Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado (cf. Mt 18, 21-22).

2845 No hay límite ni medida en este perdón, esencialmente divino (cf. Mt 18, 21-22). Si se trata de ofensas (de “pecados” según Lc 11, 4, o de “deudas” según Mt 6, 12), de hecho nosotros somos siempre deudores: “Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor” (Rm 13, 8). La comunión de la Santísima Trinidad es la fuente y el criterio de verdad en toda relación (cf. 1 Jn 3, 19-24). Se vive en la oración y, sobre todo, en la Eucaristía (cf. Mt 5, 23-24).

 

Concilio Vaticano II

El Señor Jesús, Maestro divino y modelo de toda perfección, predicó a todos y a cada uno de sus discípulos, de cualquier condición que fueran, la santidad de vida, de la que Él es el autor y consumador: “Sed, pues, perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto” (Mt 5, 48; cf. Orígines, Comm. Rom. 7, 7 y Sto. Tomás, Summa Theologia, II-II, q. 184a.3). Él envió a todos el Espíritu Santo para que los mueva interiormente y así amen a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y con todas sus fuerzas (cf. Mc 12, 30), y se amen unos a otros como Cristo los amó (cf. Jn 13, 34; 15, 12). Los seguidores de Cristo han sido llamados por Dios y justificados en el Señor Jesús, no por sus propios méritos, sino por su designio de gracia. El bautismo y la fe los ha hecho verdaderamente hijos de Dios, participan de la naturaleza divina y son, por tanto, realmente santos. Por eso deben, con la gracia de Dios, conservar y llevar a plenitud en su vida la santidad que recibieron. El Apóstol los anima a que vivan “como conviene a los santos” (Ef 5, 3), se revistan “como elegidos de Dios, santos y amados, de ternura entrañable, de bondad, humildad, modestia y paciencia” (Col 3, 12) y produzcan los frutos del Espíritu para llegar a ser santos (cf. Cal 5, 22; Rm 5, 22). Pero, como todos tropezamos muchas veces (cf. Sant 3, 2), tenemos siempre necesidad de la misericordia de Dios y debemos orar cada día: “Perdónanos nuestras deudas” (Mt 6, 223; S. Agustín, Retract. II, 18; Pío XII, Enc. Mystici Corporis (1943).

 

Los Santos Padres.

Nos enseña a imitar en todo su humildad y su bondad y, mediante el debilitamiento y la ruptura de los impulsos de nuestras pasiones, nos fortalece con el ejemplo de su clemencia. En efecto, Él determina, mediante la fe, el perdón de todos los pecados. Ciertamente los vicios de nuestra naturaleza no merecían el perdón; sin embargo el perdón es total porque el Señor incluso perdona los pecados cometidos contra Él, a condición de que volvamos mediante la confesión. [...] Nos enseña, debemos nosotros conceder el perdón sin peso ni medida, y no debemos pensar cuántas veces hay que perdonar, incluso no enojarnos contra los que pecan contra nosotros, siempre que exista motivo de enojo. En todo caso, esta constancia en perdonar nos enseña que no debe existir en nosotros ocasión de resentimiento, puesto que Dios nos perdona por completo todos nuestros pecados, por su don más que por su mérito. Tampoco conviene limitar con un número, como prescribía la Ley, el perdón que hemos de conceder, ya que Dios nos ha concedido un perdón sin medida mediante la gracia del Evangelio.

Hilario de Poitiers, Sobre el Ev. de Mateo, 18, 10. 1b, pg. 115.

Si la comparación es con un rey como este y que actúa de esta manera, ¿de quién debemos estar hablando sino del Hijo de Dios? Pues Él es el rey de los cielos. Y de la misma manera que Él mismo es la Sabiduría, y la Justicia y la Verdad, también Él mismo es el Reino.

Orígenes, Comentarios al Ev. de Mateo, 14, 7. 1b, pg. 116.

¿Cuál es, pues, el sentido final de la parábola? “Así hará también con vosotros mi Padre, si no perdonáis cada uno de corazón las ofensas de los otros”. No dice: “Vuestro Padre”, sino: “Mi Padre”. Porque no merece llamar Padre suyo a Dios un hombre tan malvado y sin entrañas.

Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 61, 4. 1b, pg. 121.

 

San Jerónimo.

23 Por eso el Reino de los cielos se parece… Es común en Siria y especialmente en Palestina agregar parábolas a cualquier conversación de modo que lo que el auditorio no puede retener por una simple instrucción, lo retenga por la comparación y los ejemplos. Si alguno de entre nosotros cometiera un adulterio, un homicidio, un sacrilegio, crímenes de más de diez mil talentos, por sus ruegos les serán perdonados siempre que él perdone faltas más leves; en cambio, si somos implacables con el que nos ha hecho una ofensa y por una palabra incisiva tenemos discordias interminables, ¿no nos parece que con justicia deberían meternos en la cárcel y siguiendo el ejemplo de nuestra conducta nos sea negado el perdón por nuestras faltas más graves?

35 Lo mismo hará…Sentencia temible si el juicio de Dios se acomoda y cambia de acuerdo a las disposiciones de nuestro espíritu. Si no perdonamos una pequeñez a nuestros hermanos, las cosas grandes no nos serán perdonadas por Dios.

 

San Agustín.

No te hastíes de perdonar siempre al que se arrepiente. Si no fueras también tú deudor, podrías ser impunemente un severo acreedor, pero si tienes un deudor, tú que eres también deudor y de quien no tiene deuda alguna, pon atención a lo que haces con el tuyo. Lo mismo hará Dios con el suyo.

Si te alegras cuando se te perdona teme el no perdonar.

Su corazón se alegró cuando le fue perdonada la deuda, pero no de manera que temiera al nombre del Señor su Dios.

¡Cuánto hemos de temer, hermanos, si tenemos fe, si creemos en el evangelio, si no creemos que el Señor es un mentiroso! Temamos, prestemos atención, tomemos precaución, perdonemos. ¿Pierdes acaso algo de aquello que perdonar? Otorgas perdón, no dinero.

Si te apena otorgar dinero al indigente, otorga el perdón al que se arrepiente.

¿Qué pierdes, si lo das? Sé lo que pierdes, sé lo que dejas; lo veo, pero lo abandonas para tu bien. Abandonas la ira, la indignación, alejas de tu corazón el odio hacia tu hermano.

Esté en vela la corrección, pero no dormite la benevolencia. Suaviza de vez en cuando la corrección con mansedumbre, pero haz la corrección. Una cosa es eliminarla por negligencia y otra suavizarla con la mansedumbre. Esté en vela la disciplina: perdona y castiga.

Sermón 114 A. 2-5

 

San Juan de Ávila.

Considerad, pues, a vos y considerad a Cristo y los bienes de él recebidos, y engendrarse ha en vuestro corazón un limpio y fortísimo amor con todos los prójimos, que ningún trabajo que por ellos pasáredes, y ningunos males que ellos os hagan, os lo puedan quitar; mas, ardiendo este amor como viva llama, vencerá siempre los males que hicieron con bienes que él haga. Y mirando que no los amáis por ellos, no los dejaréis de amar por las malas obras de ellos; mas considerando a Cristo en ellos, aunque os veáis desechada, no os airaréis; aunque recibáis mal por bienes, no os enrojaréis, porque los ojos que ternéis puestos en Cristo, por cuyo amor los amáis, os darán tanta luz que en ninguna cosa que los prójimos hagan sentiréis tropiezo.

Y este es el amor y respeto que a los prójimos habéis de tener, fundado en vos y fundado en Cristo. Y el que de estas fuentes no nace es muy flaco y luego se cansa. Y como casa edificada sobre movediza arena, a cualquier combate y ocasión da consigo en el suelo.

Audi filia (I). La Sagrada Escritura. OC I. Pgs. 474-475.

Si yo, siendo rey, te perdoné tan grande deuda: diez mil talentos; de igual a igual, siervo a siervo, ¿no perdonará cien dineros? No había misericordia de igual a igual, pues la hubo mayor con menor y en deudas grandes, y de que poca gente hace misericordia.

Dios nos perdona grandes deudas que son nuestros pecados y no ha menester Dios retorno de las buenas obras que nos hace; mas halo menester el prójimo, hanlo menester sus hijos. Tenéis un hijo en Salamanca; viene aquí un hombre de Salamanca, venís vos y lleváislo a vuestra casa y hacéisle mil servicios y regalos. ¿Por qué lo hacéis? “Porque tengo un hijo en Salamanca, y porque esto que yo hago con este hombre que lo haga él allá con mi hijo”. Si este hombre allá no hiciese otro tanto con vuestro hijo, terníades razón de quejaros de él. Las obras que Dios nos hace y el perdón de nuestros pecados que nos da, es con obligación y cargo que hagamos otro tanto con sus hijos, que son los prójimos.

Lecciones sobre 1 San Juan (l). Lección 23. OC II. Pg. 316.

Entended que las mercedes que Dios os hace son para que las gratifiquéis en vuestros prójimos, midiéndolos con la misma medida que fuistes medido de Dios. Y si ansí no lo hiciéredes, mediros ha Dios con la mesma medida que vos midiéredes a vuestros hermanos. ¡Justa justicia de Dios, de la cual dice David: Los cielos cantaron la justicia! (Sal 96, 6). Porque será tan justa y tan divina, que ellos y todas las cosas la aprobarán, y se tornarán lenguas para cantar. Si vos no queréis perdonar a vuestro prójimo, ¿cómo esperáis que os perdonará Dios? Si sois desabridos con él, ¿cómo esperáis que os consuele Dios?

Lecciones sobre 1 San Juan (II). Lección 22. OC II. Pg. 444

“El que dijere / a su prójimo / loco o necio, / no por castigallo / mas por injuriallo, / digno es / del fuego del infierno”. / Y, pues esto es así, / mira por ti / y ten caridad, / como Dios lo manda, / y ternás sana tu alma / de esta enfermedad; / porque quien ama / no quiere mal, /  ni sabe injuriar, / ni herir ni matar, / mas antes sufrir / sin volver mal por mal, / mas perdonar / de buena voluntad. / Y si aquesto / te parece recio, / más te parecerá / cuando Cristo te dirá: / “Vete al infierno / pues heciste mal / yo quieres perdonar. / Allí será el temblar.

Tratados menores. Doctrina cristiana. OC II. Pg. 817

Aunque no fuera sino por la reverencia de ellas, no le habías de tratar así. Porque sea castigo a los desagradecidos y ejemplo a mis criados, échenlo en la cárcel y entréguenlo a los atormentadores, y esté allí hasta que pague el postor cornado [moneda que circuló en Castilla desde Sancho IV hasta Isabel la Católica]. ¿Habéis oído? Dice Jesucristo. ¡Qué palabras! De esta manera que habéis oído, hará mi Padre celestial a todos vosotros si no perdonare cada uno de corazón a su prójimo? (Mt 18, 23-35). Consolado nos habéis y espantado. ¡Qué consuelo para adeudados y qué espanto para nuestra dureza! En ver vuestra misericordia nos hemos consolado y en ver vuestra dureza nos hemos espantado. – ¿Quién es este rey? – Dios. – ¿Sus criados? – Nosotros. Los talentos son hacienda, letras y ánima, etc.; aquello en quien tienes habilidad para servir a Dios, aquello es talento. ¿Tienes lengua? Entiende en hacer amistades. ¿Tienes lengua? Enseña al que no sabe. ¿Tienes hacienda? Provee al necesitado. No hay hombre que haya recebido de Dios talento.

Ciclo temporal. Sermones de tiempo. 25. Domingo 21 después de Pentecostés. OC III. Pg. 300.

–¿Cómo lo que una vez perdonáis, castigáis? – Cuando después que te ha castigado Dios, digo perdonado, haces un pecado, por la circunstancia del desagradecimiento del perdón, parece que vuelven todos los pecados perdonados. Ansí hará mi Padre celestial, dice Jesucristo, si no perdonáredes uno a otro de corazón. (cf. Mt 18, 32-35). Plega a Dios que nadie esté en tan gran pecado como éste, y si pecado hubiéremos de hacer, no sea éste.

– ¿Allí tan manso y aquí tan bravo? – No hay quien tan barato venda y tan caro compre como Dios. Si miras lo que te da y lo que te pide, no te pide sino: “¿Cómo yo te trato a ti, trata a tu prójimo”, y en esto es muy escrupuloso.

Ciclo temporal. Sermones de tiempo. 25. Domingo 21 después de Pentecostés. OC III. Pgs. 304-305.

El evangelio de hoy también habla de caridad. ¿No fuera razón, pues yo hube misericordia de ti, la hicieras tú a tu prójimo? (cf. Mt 18, 33); ¿No fuera bueno, pues yo te quiero bien, quieras tú bien a tu prójimo? Si esta ley guardáis, guardalla ha Dios de vos. Guarda Dios tanto esta ley, que el bien que os hace quiere lo hagáis a vuestro prójimo; ni en el cielo ni en la tierra la deja de guardar. Cuando uno fuere más alto delate de Dios, tanto es más bajo con sus prójimos; cuando es más privado [de privanza o primer lugar en la gracia y confianza de un príncipe o alto personaje, rae.es] con Dios, entonces queda hecho esclavo de sus prójimos. No como en las cortes, que, si uno es privado del rey, súbese a lo alto y olvídase de los pequenos.

Ciclo temporal. Sermones de tiempo. 25. Domingo 21 después de Pentecostés. OC III. Pg. 298.

 

San Oscar Romero. Homilía.

En Cristo Jesús, se realiza la paz de los hombres. Ojalá tanta sangre, tanto odio, tanta violencia, tantas diferencias, tantas divisiones entre los hombres las resolviéramos mirando todos hacia aquél que en la Cruz crucificó las diferencias y los odios y las violencias de todos los hombres. Y permitió que en su cuerpo descargaran como relámpagos, todas las iras y todas las violencias de los hombres, para que mirándolo a El, los hombres supieran usar su agresividad traduciéndola en bondad, en perdón, en alabanza a Dios Nuestro Señor.

Celebremos la Eucaristía hoy queridos hermanos, con esta gran petición: Señor, mira nuestros pueblos, mira nuestra hermana Nicaragua desangrándose, mira las divisiones dentro de nuestra misma Iglesia, mira Señor cuánto crimen, cuánta violencia a nuestro alrededor. Queremos ser la Iglesia comunidad de amor. Que nada apague este fuego, Señor, que tú quisiste encender y que se encenderá cada día que te miremos a Ti clavado en la cruz y en tu comprensión de brazos abiertos, sepamos perdonar, sepamos amar, sepamos abrazar a todos los hombres. Así sea

Homilía, 17 de septiembre de 1978.

 

Papa Francisco. Ángelus. 13 de septiembre de 2020.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la parábola que leemos en el Evangelio de hoy, la del rey misericordioso (cf. Mt 18,21-35), encontramos dos veces esta súplica: «Ten paciencia conmigo que todo te lo pagaré» (vv. 26.29). La primera vez la pronuncia el siervo que le debe a su amo diez mil talentos, una suma enorme, hoy serían millones y millones de euros. La segunda vez la repite otro criado del mismo amo. Él también tiene deudas, no con su amo, sino con el siervo que tiene esa enorme deuda. Y su deuda es muy pequeña, quizá como el sueldo de una semana.

El centro de la parábola es la indulgencia que el amo muestra hacia el siervo más endeudado. El evangelista subraya que «el señor tuvo compasión —no olvidéis nunca esta palabra que es propia de Jesús: “Tuvo compasión”, Jesús siempre tuvo compasión—, tuvo compasión de aquel siervo, le dejó marchar y le perdonó la deuda» (v. 27). ¡Una deuda enorme, por tanto, una condonación enorme! Pero ese criado, inmediatamente después, se muestra despiadado con su compañero, que le debe una modesta suma. No lo escucha, le insulta y lo hace encarcelar, hasta que haya pagado la deuda (cf. v. 30), esa pequeña deuda. El amo se entera de esto y, enojado, llama al siervo malvado y lo condena (cf. vv. 32-34). “¿Yo te he perdonado tanto y tú eres incapaz de perdonar este poco?”.

Vemos en esta parábola dos actitudes diferentes: la de Dios, representado por el rey —que perdona tanto, porque Dios perdona siempre—, y la del hombre. En la actitud divina, la justicia está impregnada de misericordia, mientras que la actitud humana se limita a la justicia. Jesús nos exhorta a abrirnos valientemente al poder del perdón, porque no todo en la vida se resuelve con la justicia, lo sabemos. Es necesario ese amor misericordioso, que también es la base de la respuesta del Señor a la pregunta de Pedro que precede a la parábola, la pregunta de Pedro suena así: «Señor, dime, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?» (v. 21). Y Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (v. 22). En el lenguaje simbólico de la Biblia, esto significa que estamos llamados a perdonar siempre.

¡Cuánto sufrimiento, cuántas divisiones, cuántas guerras podrían evitarse, si el perdón y la misericordia fueran el estilo de nuestra vida! También en familia, también en familia. Cuántas familias desunidas que no saben perdonarse, cuántos hermanos y hermanas que tienen ese rencor en su interior. Es necesario aplicar el amor misericordioso en todas las relaciones humanas: entre los esposos, entre padres e hijos, dentro de nuestras comunidades, en la Iglesia y también en la sociedad y la política.

Hoy por la mañana mientras celebraba la misa me detuve, me llamó la atención una frase de la primera lectura del libro de Sirácida, la frase dice: «Acuérdate de las postrimerías, y deja ya de odiar» (Si 28,6). ¡Bonita frase! ¡Pero piensa en el final! Piensa que estarás en un ataúd... ¿y te llevarás el odio allí? Piensa en el final, ¡deja de odiar! Deja el rencor. Pensemos en esta conmovedora frase: «Acuérdate de las postrimerías, y deja ya de odiar». Y no es fácil perdonar porque en los momentos tranquilos uno dice: “Sí, pero éste me ha hecho todo tipo de cosas, pero yo también he hecho muchas. Mejor perdonar para ser perdonado”. Pero luego el rencor vuelve, como una molesta mosca en el verano que vuelve y vuelve y vuelve... Perdonar no es sólo algo momentáneo, es algo continuo contra este rencor, este odio que vuelve. Pensemos en el final, dejemos de odiar.

La parábola de hoy nos ayuda a comprender plenamente el significado de esa frase que recitamos en la oración del Padre nuestro: «Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6, 12). Estas palabras contienen una verdad decisiva. No podemos pretender para nosotros el perdón de Dios, si nosotros, a nuestra vez, no concedemos el perdón a nuestro prójimo. Es una condición: piensa en el final, en el perdón de Dios, y deja ya de odiar; echa el rencor, esa molesta mosca que vuelve y regresa. Si no nos esforzamos por perdonar y amar, tampoco seremos perdonados ni amados.

Encomendémonos a la maternal intercesión de la Madre de Dios: que Ella nos ayude a darnos cuenta de cuánto estamos en deuda con Dios, y a recordarlo siempre, para tener el corazón abierto a la misericordia y a la bondad.

 

Homilía Chat GPT (Inteligencia Artificial).

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy, en el Evangelio según Mateo, encontramos una enseñanza profunda de nuestro Señor Jesucristo sobre el perdón y la misericordia. En estas pocas palabras, Jesús nos muestra la importancia de perdonar a los demás y cómo esto está intrínsecamente ligado a la comprensión del amor y la gracia de Dios.

El pasaje comienza con Pedro, uno de los discípulos más cercanos a Jesús, planteando una pregunta crucial: "Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?" Pedro, como muchos de nosotros, buscaba establecer límites a su generosidad en el perdón. Sin embargo, Jesús responde de una manera que desafía nuestra lógica humana. Él le dice a Pedro que no solo debe perdonar hasta siete veces, ¡sino hasta setenta veces siete! Esto no significa un número literal, sino que Jesús nos llama a un perdón sin límites, un perdón que refleja la infinita misericordia de Dios.

Para ilustrar este punto, Jesús comparte la parábola del siervo despiadado. En esta parábola, un siervo debe una gran deuda a su señor, una deuda que era impagable. El señor, sin embargo, lo perdona y le cancela la deuda por completo. Pero este mismo siervo, después de recibir el perdón y la misericordia de su señor, se encuentra con otro siervo que le debe una cantidad mucho menor. En lugar de mostrar compasión y perdón, este siervo despiadado se niega a perdonar la deuda y pone al otro siervo en prisión. Cuando el señor se entera de esta actitud, lo reprende y lo entrega a los torturadores.

La lección clave de esta parábola es que debemos perdonar a los demás porque hemos sido perdonados por Dios. Así como el siervo despiadado recibió un perdón inmerecido y no pudo mostrar la misma gracia a su compañero, nosotros también debemos ser conscientes de la gracia que hemos recibido de Dios a través de Cristo Jesús. Nuestros pecados ante Dios eran inmensos, pero Él nos perdonó por amor y nos liberó de la deuda del pecado.

Entonces, ¿cómo aplicamos esto en nuestras vidas? Primero, debemos reflexionar sobre las veces que hemos experimentado la misericordia de Dios en nuestras propias vidas y cómo Él nos ha perdonado. Luego, debemos extender ese perdón a quienes nos han herido, sin importar cuán grande o pequeña sea la ofensa. No es una tarea fácil, pero es una que se hace posible a través de la gracia de Dios.

El perdón no significa que debamos olvidar o justificar las acciones de quienes nos han herido, pero sí significa liberarnos del resentimiento y la amargura que pueden envenenar nuestras almas. Cuando perdonamos, imitamos el amor de Dios y permitimos que Su gracia fluya a través de nosotros hacia los demás.

En resumen, hermanos y hermanas, recordemos las palabras de Jesús en este pasaje: "Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes si cada uno de ustedes no perdona de corazón a su hermano". Que esta enseñanza nos inspire a perdonar generosamente, a vivir en la libertad del perdón divino y a reflejar la luz del amor y la misericordia de Cristo en nuestras vidas.

Que Dios nos bendiga a todos. Amén.

 

DOMINGO XXV T. O. 24 de septiembre de 2023.

 

Monición de entrada.-

Venimos a misa para estar de fiesta con Jesús.

Él es mucho más bueno de lo que podamos pensar.

Él es Dios que piensa de manera distinta a nosotros.

El Dios que está siempre muy cerca de nosotros.

 

Señor, ten piedad.-

Ayúdanos a no tener envidia. Señor, ten piedad.

Ayúdanos a querernos.  Cristo, ten piedad.

Ayúdanos a no pensar en nosotros. Señor, ten piedad.

 

 Peticiones.-

Para que Dios ayude al Papa Francisco y al Sínodo de la Iglesia. Te lo pedimos, Señor.

Para que la Iglesia reciba a todas las personas que quieren ayudar en ella.  Te lo pedimos, Señor.

Para que se valore el trabajo como camino para ser mejores personas. Te lo pedimos, Señor.

Para que se termine el paro. Te lo pedimos, Señor.

Para que no seamos envidiosos. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

María, queremos darte las gracias por que eres buena con todas las personas y a todos nos quieres de la misma manera: como madre.

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Catecismo de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.

La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

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https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA

www.vatican.va

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