miércoles, 8 de noviembre de 2023

Domingo 32 T. Ordinario. 12 de noviembre de 2023.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Radiante e inmarcesible es la sabiduría, la ven con facilidad los que la aman y quienes la buscan la encuentran. Se adelanta en manifestarse a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa, pues la encuentra sentada a su puerta. Meditar sobre ella es prudencia consumada y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones. Pues ella misma va de un lado a otro buscando a los que son dignos de ella: los aborda benigna por los caminos y les sale al encuentro en cada pensamiento.

 

Textos paralelos.

 La sabiduría es radiante e inmarcesible.

Pr 8, 17: Yo amo a los que me aman, / los que madrugan por mí me encuentran.

Si 6, 27: Rastréala, búscala y la alcanzarás; / cuando la poseas, ya no la sueltes.

Se deja ver fácilmente por aquellos que la aman.

Mt 7, 7-11: Pedid y os darán, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán; pues quien pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama le abren. ¿Quién de vosotros, si su hijo le pide pan, le da una piedra?, ¿o si le pide pescado, le da una culebra? Pues si vosotros, con lo malo que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más dará vuestro Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan!

Se adelanta a manifestarse a los que la desean.

Si 6, 36: Observa quien es inteligente, y madruga para visitarlo, / que tus pies desgasten sus umbrales.

Si 39, 5: Se propone madrugar por el Señor, su creador, y reza delante del Altísimo, / abre la boca para suplicar pidiendo perdón de sus pecados.

Pues ella misma va buscando a los que son dignos.

Pr 1, 20-21: La sensatez pregona por las calles, / en las plazas levanta la voz

Pr 8, 2-23: La sensatez pregona, / la Prudencia levanta la voz, / en puestos elevados junto al camino, / plantada en medio de las sendas, / junto a las puertas, a la boca de la ciudad, / en los accesos a los portales grita: / A vosotros, caballeros, os pregono / y dirijo la voz a los plebeyos; / los incautos, aprended sagacidad; / los necios, aprended a tener juicio. / Escuchad, que hablo sin rodeos, / abro los labios con sinceridad; / mi paladar repasa la verdad / y mis labios aborrecen el mal; / todas mis palabras son justas, / ninguna es desatinada ni tortuosa; / son claras para que el que entiende / y rectas para el que comprende. / Recibid mi corrección y no plata, / un saber más precioso que el oro; / porque la sensatez vale más que los corales / y ninguna joya se le puede comparar. / Yo, Sensatez, soy vecina de la Sagacidad / y consigo el trato de Reflexión / (odiar el mal es respetar al Señor). / Orgullo y soberbia, mal camino y boca falsa, / los detesto. / Son míos el consejo y el acierto, / son míos la prudencia y el valor. / Por mí reinan los reyes / y los príncipes dan decretos justos, / por mí gobiernan los gobernantes / y los nobles dan sentencias justas. / Yo amo a los que me aman, / los que madrugan por mí me encuentran. / Yo traigo riqueza y gloria, / fortuna sólida y justicia; / mi fruto es mejor que el oro puro, / mi renta vale más que la plata. / Camino por la vía de la justicia / y sigo las sendas del derecho, / para legar riquezas a mis amigos / y colmar sus tesoros. / El Señor me creó como primera de sus tareas, / antes de sus obras; / desde antiguo, desde siempre fue formada, / desde el principio, antes del origen de la tierra.

Is 65,1-2: Yo ofrecía respuesta / a los que no preguntaban, / salía al encuentro / de los que me buscaban; / decía: “Aquí estoy, aquí estoy· / al pueblo que no invocaba mi nombre. / Tenía mis manos extendidas / todo el día hacía un pueblo rebelde, / que andaba por el mal camino, / siguiendo sus antojos.

Is 65, 24: Antes de que me llamen / yo les responderé, / aún estarán hablando / y los habré escuchado.

Se les muestra benévola por los caminos.

Si 15, 2: Ella le saldrá al encuentro como una madre / y lo recibirá como la esposa de la juventud.

1 Jn 4, 10: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para expiar nuestros pecados.

 

Notas exegéticas.

6 12 La palabra “sabiduría” designa ahora no tanto una doctrina (v.9) cuanto la verdad divina que brilla a través de aquella y que solicita al hombre interiormente.

 

Salmo responsorial

Salmo 63 (62), 1-8

 

Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío. R/.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua.  R/.

¡Como te contemplaba en el santuario

viendo tu fuerza y tu gloria!

Tu gracia vale más que la vida

te alabarán mis labios. R/.

 

Toda mi vida te bendeciré

y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,

y mis labios te alabarán jubilosos. R/.

 

En el lecho me acuerdo de ti

y velando medito en ti,

porque fuiste mi auxilio,

y a la sombra de tus alas canto con júbilo. R/.

 

Textos paralelos.

 De David. Cuando estaba en el desierto de Judá.

1 S 22-24: David marcho de allí a esconderse en el refugio de Adulán. Cuando se enteraron sus parientes y toda su familia, fueron allá. Se le juntaron unos cuatrocientos hombres, gentes en apuros o llena de deudas o desesperados de la vida. David fue su jefe De allí marcho a Mispá, de Moab, …

 Dios, tú mi Dios, yo te busco.

Sal 36, 8-10: ¡Qué inapreciable es tu lealtad, oh dios! / Los humanos se acogen / a la sombra de tus alas, / se nutren de la enjundia de tu casa, / les das a beber del torrente de tus delicias; / porque en ti está la fuente viva, / y a tu luz vemos la luz.

Mi ser tiene sed de ti.

Sal 42, 2: Como ansía la cierva corrientes de agua, / así mi alma te ansía, oh Dios. / Mi alma está sedienta de Dios, / del Dios vivo: / ¿cuándo entraré a ver / el rostro de Dios?

Así como te veía en el santuario.

Sal 143, 6: Extiendo hacia ti las manos / y la garganta como tierra reseca.

Mis labios te alabarán jubilosos.

Sal 36, 9: Se nutren de la enjundia de tu casa, / les das a beber del torrente de tus delicias.

 

Notas exegéticas.

63 1 Este salmo ha sido aplicado a David errante por el desierto. Quizá ha sufrido retoques en función de esta relectura.

63 2 Versiones: “por ti madrugo”.

 

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-18.

No queremos que ignoréis hermanos, la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto. Esto es lo que os decimos apoyados en la palabra del Señor: nosotros, los que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto; pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar; después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al encuentro del Señor, por los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

 

Textos paralelos.

Para que no os entristezcáis.

Ef 2, 12: Que entonces vivíais sin Mesías, excluidos de la ciudadanía de Israel, ajenos a la alianza y sus promesas, sin esperanza y sin Dios en el mundo.

Col 1, 27: A los cuales quiso Dios dar a conocer la espléndida riqueza que significa ese secreto para los paganos: Cristo para vosotros, esperanza de gloria.

Si creemos que Jesús murió y resucitó de la misma manera Dios.

Rm 1, 4: A partir de la resurrección, establecida por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder.

Rm 8, 11: Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en vosotros, el que resucitó a Jesucristo de la muerte dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en vosotros.

Rm 10, 5: Refiriéndose a la justicia de la ley, Moisés escribe: el que la cumpla vivirá por ella.

Se llevará consigo a quienes murieron en Jesús.

1 Cor 15, 23: Cada uno en su turno: la primicia es Cristo, después, cuando él vuelva, los cristianos.

1 Cor 15, 51: Os comunico un secreto: no todos moriremos, pero todos nos transformaremos.

El mismo Señor bajará del cielo con clamor.

2 Ts 1, 7: Pretendiendo ser doctores de la ley, sin saber lo que dicen ni entender lo que dogmatizan.

Mt 24, 30-31: Entonces aparecerá en el cielo el estandarte del Hijo del Hombre. Todas las razas del mundo harán duelo y verán al Hijo del Hombre llegar en las nubes del cielo, con gloria y poder. Despachará a sus ángeles a reunir, con un gran toque de trompeta, a los elegidos de los cuatro vientos, de un extremo a otro del cielo.

Entonces, los que murieron siendo creyentes.

1 Co 15, 32: Si por motivos humanos luché con las fieras en Éfeso, ¿de qué me sirvió? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos.

Jn 14, 2-3: En casa de mi Padre hay muchas estancias; si no os lo habría dicho, pues voy a prepararos un puesto. Cuando vaya y os lo tenga preparado, volveré a llevaros conmigo, para que estéis donde yo estoy.

Jn 17, 24: Padre, los que me confiaste, quiero que  estén conmigo, / donde yo estoy; para que contemplen mi gloria; / la que me diste, porque me amaste antes de la creación del mundo.

Después nosotros, los que vivamos.

Dn 7, 13: Seguí mirando, y en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo una figura humana, que se acercó al anciano y fue presentada ante él.

 

Notas exegéticas.

4 13 (a) Respondiendo a inquietudes o dudas de algunos convertidos, que consideraban desfavorecidos a los difuntos, porque iban a estar ausentes en la venida del Señor, Pablo reafirma la enseñanza fundamental sobre la resurrección de los muertos, con el fin de afianzar la fe y la esperanza de todos.

4 13 (b) Lit.: “los que se han acostado, dormido”. El eufemismo, muy natural, es corriente en el AT y en el NT, como asimismo entre los griegos. Igualmente la resurrección es un “despertar”. Otra traducción posible del final del v. 14: “los que murieron; por Jesús, Dios los llevará consigo.

4 14 La frase parece rota. Se esperaría: “… de la misma manera creemos que Dios…”.

4 15 (a) Es difícil precisar el alcance de esta “palabra” (ver quizá Mt 24 que debe compararse con los vv. 15-17). Quizá sea simplemente un recurso a la autoridad del Señor; ver Dn 7, 1-13.16.

4 15 (b) Los que todavía estén con vida en el día de la Parusía, entre los cuales se coloca Pablo por hipótesis, expresando un deseo, pero no una certeza.

4 16 La voz de la trompeta, las nubes (características de las teofanías, ver Ex 13, 22) son rasgos de la literatura apocalíptica.

4 17 (a) Omitido: “los que quedemos”.

4 17 (b) Para esta descripción, Pablo es deudor de las imágenes tradicionales de la apocalíptica judía. La voz, la trompeta, la bajada del cielo y las nubes son expresiones características. Se trata del revestimiento literario de una determinada concepción del mundo y de sus relaciones con Dios. Su alcance ha de ser valorado desde el plano del símbolo, no desde la realidad histórica. La escena está inspirada en la teofanía del Sinaí de Ex 19, 9-25. En efecto, ya en el judaísmo, la ultima venida de Dios debería ser semejante a su primera manifestación solemne.

4 17 (c) Los muertos serán los primeros en responder a la señal, resucitando. Se les unirán los que sobrevivan y todos juntos serán llevados al encuentro del Señor; luego le escoltarán en el juicio que inaugura su reino sin fin. Lo esencial es el rasgo final: vivir siempre con él. En esto consiste la salvación, la gloria, el reino que Jesús concede a los que ha elegido.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola:

-Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar la lampara, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron aluzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!” Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.

 

Textos paralelos.

Lc 12, 35-38: Tened la cintura ceñida y encendidos los candiles. Imitad a unos que aguardan a que el amo vuelva de una boda, para abrirle en cuanto llegue y llame. Dichosos los criados a quienes el amo, al llegar, los encuentre velando: os aseguro que se ceñirá, los hará recostarse a la mesa y les irá sirviendo. Y si llega al segundo o al tercer turno de vela y los encuentra así, dichosos ellos.

Mas a medianoche se oyó un grito.

1 Ts 4, 15: Acerca de los difuntos quiero que no sigáis enla ignorancia, para que no os aflijáis como los demás que no esperan.

Se levantaron y dispusieron sus lámparas.

Pr 13, 9: La luz de los honrados es alegre, / la lámpara de los malvados se apaga.

Jb 18, 5: La luz del malvado se apaga / y no brilla la llama de su hogar.

Llegaron las otras vírgenes.

Lc 13, 25: Apenas se levante el amo de casa y cierre la puerta, os pondréis por fuera a golpear la puerta, diciendo: Señor, ábrenos, él os contestará. No sé de donde venís.

Os aseguro que no os conozco.

Mt 7, 23: Y yo entonces les declararé: Nunca os conocí, apartaos de mí, malhechores.

Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.

Mt 24, 42: Así pues, velad porque no sabéis el día que llegará vuestro Señor.

Mc 13, 33: ¡Atención, estad despiertos, porque no conocéis el día ni la hora!

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

25 Esta parábola, como la precedente, se refiere al retraso del Señor. Sin embargo, no subraya la mala conducta de los siervos (como la anterior), sino el deber de estar preparado cuando suene el grito que anuncia la llegada del esposo. Las muchachas son necias o prudentes, como los que construyen sobre roca o bien sobre arena (7, 24-27).

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

25 1-13 La era mesiánica presentada en la imagen de una fiesta de bodas, aparece también en 9, 15; 22, 1-14; cf. Ap 19, 7-9; el encuentro de Cristo-esposo y la Iglesia-esposa. Mientras llega ese encuentro cada cristiano, y toda la Iglesia, debe estar vigilante.

1 DIEZ DONCELLAS QUE forman el cortejo de la novia. // ANTORCHAS: o teas, más exacto que “lámparas”. // AL ENCUENTRO DEL ESPOSO: varios manuscritos importantes, y varios escritores de la Iglesia antigua leyeron: “del esposo y de la esposa”.

5-6 COMO SE RETRASABA EL ESPOSO: ¿De quién, pues, fue la “culpa” de que les entrara SUEÑO A TODAS? // SE DURMIERON: lit. en imperfecto (puede indicar un sueño prolongado). // HUBO UN GRITO: lit. grito ha habido (tiempo verbal griego de perfecto, en vez de aoristo).

9 EL ACEITE puede simbolizar varias cosas. San Agustín veía en este caso la caridad; según él, las “cinco necias” se olvidaron de proveerse de caridad; fueron al encuentro del esposo con el corazón vacío, como quien va a una boda cualquiera. Para otros intérpretes el aceite = las buenas obras. La respuesta de las “cinco sensatas”, sería egoísta si solo se tratara de aceite material, pero tiene un sentido profundo: se trata de salvación o condenación personal¸ y nadie puede presuponer QUE… OS [LO] COMPRÉIS: ¿a estas horas? Recordemos que el día para los judíos “comenzaba” al ponerse el sol.

10 BANQUETE: lit. bodas. // Y SE CANDÓ (lit. fue cerrada con llave) LA PUERTA: es el dato más dramático de toda la parábola.

11-12 A un cristiano no lo salva automáticamente el hecho de pertenecer a la Iglesia, comunidad de salvación, ni el estar invitado a la boda celeste.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

25, 1-13 La imagen de Dios esposo se emplea en el Antiguo Testamento para describir la relación de alianza entre Dios y su pueblo (ver Oseas 2, 4-25; Ezequiel 16, 23; Jeremías 2-3). En este pasaje de Mateo, Jesús, el Señor, aunque asume el papel de esposo escatológico; sin embargo, de un modo original con respecto a la imagen del Antiguo Testamento, los fieles creyentes ocupan ahora el lugar de vírgenes acompañantes de la esposa, que aguardan la llegada del Esposo. Catecismo de la Iglesia Católica 672, 796 y 1618.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel, que, según los profetas (Is 11, 1-9) debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio, pero es también un tiempo marcado todavía por la “tribulación” (1 Co 7, 26) y la prueba del mal (Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia (1 P 4, 17) e inaugura los combates de los últimos días (1 Jn 2, 18; 1 Tm 4, 1). Es un tiempo de espera y de vigilia (Mt 25, 1-13).

796 El tema de Cristo Esposo de la Iglesia fue preparado por los profetas y anunciado por Juan Bautista (Jn 3, 29). El Señor se designo a sí mismo como “el Esposo” (Mc 2, 19). El apóstol presenta a la Iglesia y a cada fiel, miembro de su Cuerpo, como una Esposa “desposada” con Cristo Señor para “no ser con él más que un solo Espíritu”. Ella es la Esposa inmaculada del Cordero Inmaculado (Ap 22, 17; Ef 1, 4) a la que Cristo “amó y por la que se entregó a fin de santificarla” (Ef 5, 26), la que él se asoció mediante una Alianza eterna y de la que no cesa de cuidar como de su propio cuerpo (cf. Es 5, 29).

1618 Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (Lc 14, 26). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya (cf. Ap 14, 4), para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle (cf. 1 Co 7, 32), para ir al encuentro del Esposo que viene (cf. Mt 25, 6). Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que Él es el modelo.

 

Concilio Vaticano II.

Aunque la Iglesia, por virtud del Espíritu Santo, se ha mantenido como esposa fiel de su Señor y nunca ha dejado de ser un signo de salvación en el mundo, sabe, sin embargo, muy bien que, en el correr de los siglos, no han faltado entre sus miembros (cf. S. Ambrosio) religiosos o laicos que han sido infieles al Espíritu Santo. Tampoco, en este tiempo nuestro, se oculta a la Iglesia hasta qué punto distan entre sí el mensaje que ella proclama y la debilidad humana de aquellos a quienes se confía el Evangelio. Cualquiera que sea el juicio que la historia emita sobre estos defectos, debemos ser conscientes de ellos y combatirlos con valentía para que no vayan en detrimento de la difusión del Evangelio. Igualmente, la Iglesia conoce, por su experiencia de siglos, cuánto tiene continuamente que madurar todavía en el cultivo de su relación con el mundo. Guiada por el Espíritu Santo, la Iglesia, como Madre, sin cesar “exhorta a sus hijos a la purificación y renovación para que brille con mayor claridad el signo de Cristo sobre la faz de la tierra” (C. Vaticano II, Lumen gentium, 15).

Gaudium et spes, 43.

 

Los Santos Padres.

Todo este discurso se relaciona con el día del Señor, cuando sean desvelados los pensamientos secretos de los hombres mediante la investigación del juicio de Dios, y la verdadera fe en Dios consiga la recompensa de una firme esperanza. Efectivamente, en la oposición entre las cinco (vírgenes) prudentes y las cinco necias se establece la división entre los creyentes y los que no tienen fe, como imagen por la que Moisés recibió los diez mandamientos escritos en las dos tablas y la doble página, la de la izquierda y la de la derecha. Allí se encuentra consignado lo perteneciente a cada una de ellas, estableciendo así la división entre los buenos y los malos, aunque reunidos en un solo testamento.

Las vírgenes prudentes son las almas que utilizando el tiempo de que disponen para realizar obras buenas, se han preparado para ir por primera vez al encuentro del Señor. Las necias, por el contrario, son las almas, relajadas y perezosas, que solo se han preocupado de las cosas presentes y, olvidando las promesas divinas, no han hecho crecer ninguna esperanza en la resurrección.

El retraso del esposo es el tiempo del arrepentimiento. El sueño de las vírgenes que esperan es el descanso de los fieles y la muerte temporal de todos en el tiempo de la penitencia. El grito de medianoche, entre la ignorancia general, es la voz de la trompeta que precede a la venida del Señor (cf. 1 Ts 4, 16) y despierta a todos para que vayan al encuentro del Señor. Las lámparas que se cogen son el retorno de las almas a los cuerpos, y la luz es la conciencia que resplandece por las buenas obras, encerrada en los pequeños vasos de los cuerpos.

Nadie puede apoyarse en las obras y méritos ajenos, es necesario que cada uno compre aceite para su propia lámpara.

Hilario de Poitiers, Sobre el Ev. de Mateo, 27. 1b, pgs. 265-266.

¿Qué significa ir al encuentro con el esposo? Ir con el corazón, esperar su venida.

Estas cinco y cinco vírgenes son la totalidad de las almas de los cristianos. Se trata no de cualesquiera almas, sino de las que poseen la fe católica y parecen tener buenas obras en la Iglesia. Con todo, de ellas, cinco son prudentes y cinco necias.

Este es el camino excelente, es decir, la caridad, que con razón se halla significado en el aceite.

Los hombres pueden poner dentro el aceite, pero no pueden crear el olivo. Tengo aceite; ¿acaso lo creaste tú? Es un don de Dios. Tienes aceite; llévalo contigo. Algo es, llévalo contigo. Tenlo en tu interior, agrada allí a Dios.   

Igualmente dice a los discípulos: “Estén vuestros lomos ceñidos y vuestras lámparas encendidas”. En los lomos ceñidos se significan la virginidad, en las lámparas encendidas, las buenas obras.

¿Qué significa, pues, “les entró el sueño a todas”? Existe otro sueño del que nadie puede evadirse. ¿No os acordáis de lo que dice el Apóstol: “No quiero, hermanos, que ignoréis a propósito de los que duermen” (1 Ts 4, 13), es decir, de los que han muerto? ¿Por qué se les llama durmientes, sino porque en su día resucitarán? Luego “se durmieron todas”. Sea virgen prudente, sea virgen necia, todas sufren el sueño de la muerte.

Buscaban lo que había sido su costumbre, es decir, brillar con el aceite ajeno, caminar a la caza de alabanzas ajenas.

Agustín, Sermones, 93. 1b, pg. 266.

Es necesario que el que desempeña una función sagrada no tenga tacha ni en el cuerpo ni en el alma.

Como las insensatas no han traído nada, su alma comienza a desdibujarse y como a apagarse y a ser llevada hacia un delirio, pensando que serán compadecidas gracias a la virtud de los otros. Por eso son rechazadas cuando las otras les dicen: “No hay suficiente para nosotras y para vosotros”. La virtud de cada uno a a duras penas basta para la salvación del alma, porque incluso los que son sabios cometen transgresiones de muchas maneras.

Cirilo de Alejandría, Fragmentos sobre el Ev. de Mateo, 280. 1b. Pg. 271-272.

 

San Jerónimo.

25. 1.2. Por eso el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes. Estas diez vírgenes abarcan a todos los hombres que parecen creer en Dios y se jactan de su conocimiento de las Sagradas Escrituras, tanto miembros de la Iglesia como judíos y herejes. Todos son llamados vírgenes porque se glorían del conocimiento del Dios único y su espíritu no ha sido violado por múltiples idolatrías. Tienen aceite las vírgenes que unen a la fe el ornamento de las obras; no tienen aceite las que parecen profesar la fe en el Señor pero descuidan la práctica de las virtudes.

5. Como el esposo se hacía esperar. Pues el tiempo que transcurre entre la primera y la segunda venida del Señor no es breve. Todas se adormecieron, es decir, murieron, pues la muerte de los santos es llamada sueño. En consecuencia se dice también se durmieron, porque después serán despertadas.

6. A media noche. De pronto, como en plena noche, cuando todos están tranquilos y el sueño es más pesado, resonarán el clamor de los ángeles y las trompetas de las Virtudes que lo preceden anunciando la venida de Cristo. Digamos algo que tal vez pueda ser útil al lector. Según la tradición judía, Cristo vendrá a media noche, como en el tiempo de los egipcios, cuando se celebró la Pascua y vino el exterminador, pasó el Señor sobre las casas y los postes de nuestros dinteles fueron consagrados por la sangre del cordero. Por eso, pienso, se ha mantenido la tradición apostólica de que en la vigilia pascual no está permitido despedir antes de la media noche al pueblo que espera la venida de Cristo.

7. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y prepararon sus lámparas. Todas las vírgenes se levantaron y prepararon cada una su lámpara, es decir los sentidos, en los que recibían el aceite de la ciencia para alimentar las obras virtuosas que brillarían ante el verdadero juez.

8. ¿Podríais darnos un poco de aceite…? Al lamentarse de que sus lámparas se apagan muestran que ellas brillan todavía un poco y, sin embargo, no tienen la luz indeficiente ni las obras que permanecen para siempre. Si alguien, pues, tiene un alma virginal y es amante de la pureza no debe contentarse con la mediocridad que pronto se marchita, se seca en cuanto aparece el calor, sino que debe buscar las virtudes perfectas para tener la luz eterna.

9. No va a alcanzar para nosotras y para vosotras. Esta respuesta no está inspirada por la avaricia sino por el temor. Cada uno recibirá la recompensa por sus propias obras y en el día del juicio las virtudes de unos no podrán remediar los vicios de los otros. Y, como en los tiempos de la cautividad de Babilonia Jeremías no pudo ayudar a los pecadores y se le dice: No ores por este pueblo (Jeremías 7, 16), así será terrible aquel día en el que cada uno tendrá que preocuparse por sí mismo.

Id, mejor, donde se vende y compradlo para vosotroas. Este aceite se vende, se compra a gran precio y se adquiere con mucho esfuerzo. Según nos parece, consiste en las limosnas, la práctica de todas las virtudes y los consejos de los maestros.

10. Llegó el esposo. Habiendo pasado ya el tiempo de comprar y llegado el día del juicio, no hay lugar para la penitencia como dice el salmista: “¿Quién te alabará en el infierno?”. Ya no es posible hacer nuevas obras sino que se verán obligados a dar cuenta de las de su pasado.

Llegó el esposo. Después del día del juicio ya no hay lugar para las obras de bien y de justicia.

Señor, Señor, ábrenos. Excelente profesión de fe es, ciertamente, este título del Señor y su repetición es prueba de su fe. Pero ¿de qué sirve invocar con la voz al que se niega con las obras?

Os aseguro que no os conozco. El Señor conoce a los qué son suyos y a quien lo ignora, él lo ignora (2 Tm 2, 19). El Señor no conoce a los que obran la iniquidad. aunque sean vírgenes y se gloríen de serlo en los dos sentidos: la pureza del cuerpo y la profesión de la verdadera fe; sin embargo, porque no tienen el aceite de la ciencia, les basta como castigo el ser ignorados por el esposo.

13. Vigilad entonces. Siempre te advierto, prudente lector, que no des tu asentimiento a las interpretaciones supersticiosas y que son dadas brevemente según el gusto de los que las imaginan, sino considera lo que precede, los textos intermedios y lo que sigue y relaciona todo lo que está escrito. De aquí que cuando agrega: Vigilad, porque no sabéis el día ni la hora, comprendamos que todo lo que ha dicho sobre los dos que estaban en el campo y los dos que estaban moliendo (Mt 24, 40-41), sobre el padre de familia que confió sus bienes a un servidor (Mt 24, 45), y sobre las diez vírgenes (Mt 28, 1-2), son parábolas premonitoras, a fin de que, dado que nosotros, los hombres, ignoramos el día del juicio, nos preparemos cuidadosamente la luz de las buenas obras, no sea que el juez venga sin que nos demos cuenta.

 

San Agustín.

Aquellas vírgenes simbolizan las almas. En realidad no eran solo cinco, pues eran símbolo de millares de ellas. Además, ese número cinco comprende tanto varones como mjures, pues ambos sexos están representados por una mujer, es decir, por la Iglesia. Y a ambos sexos, esto es, a la Iglesia, se la llama virgen: Os he desposado con un único varón para presentaros a Cristo cual virgen casta (2 Cor 11,2).

Pocos poseen la virginidad de la carne, poro todos deben poseer la del corazón. La virginidad de la carne consiste en la pureza del cuerpo; la del corazón en la incorruptibilidad de la fe.

Luego las cinco vírgenes simbolizan las almas que han de entrar en el reino de Dios.

Y no carece de motivo el que se haya elegido el número cinco, porque cinco son los sentidos del cuerpo conocidísimos de todos. Cinco son las puertas por las que las cosas entran al alma mediante el cuerpo; o por los ojos, o por el oído, o por el olfato, o por el gusto, o por el tacto; por uno de ellos entra cualquier cosa que apetezcas desordenadamente.

Es preciso que te encuentres dentro de aquellas vírgenes. Entonces no temerás las palabras: “Que nadie entre”. Así se dirá y se hará, pero una vez que hayas entrado tú. Nadie cerrará la puerta ante tus narices; mas cuando hayas entrado, se cerrarán las puertas de Jerusalén y se asegurarán sus cerrojos.

¿Quiénes son las vírgenes necias? También ellas son cinco. Son las almas que conservan la continencia de la carne, evitando toda corrupción, procedente de los sentidos que acabo de mencionar. Evitan ciertamente la corrupción, venga de donde venga, pero no presentan el bien que hacen los ojos de Dios en la propia conciencia, sino que intentan agradar con él a los hombres, siguiendo el parecer ajeno. Van a la caza de los favores del populacho y, por lo mismo, se hacen viles, cuando no les basta su conciencia y buscan ser estimadas por quienes las contemplan. Evidentemente no llevan el aceite consigo, aceite que es el hecho de gloriarse, en cuanto que procura brillo y esplendor.

Las necias encienden ciertamente sus lámparas; pare ce que lucen sus obras, pero decaen en su llama y se apagan, porque no se alimentan con el aceite interior.

Mas he aquí que el esposo ha de venir; todas se levantarán, pero no todas han de entrar. Faltarán las obras a las vírgenes necias, por no tener el aceite de la conciencia, y no encontrarán a quién comprar lo que solían venderles los aduladores.

Cuando se alejan con el corazón, cuando piensan en tales cosas, cuando dejan de mirar a la meta y volviéndose atrás recuerdan sus méritos pasados, es como si fueran a los vendedores; pero entonces ya no encuentran a los protectores, ya no encuentran a quienes las alababan entonces y las estimulaban a hacer el bien, no por la fortaleza de la buena conciencia, sino por el estímulo de la lengua ajena.

Comentario al salmo 147, 10-11. Pg. 1531.

 

San Juan de Ávila.

Cuando queremos decir una cosa con mucho afecto, la decimos dos veces, como las doncellas locas. Domine, Domine, aperi nobis (Mt 15, 11).

Lecciones sobre 1 San Juan (I). Lección 17. OC II. Pg. 266.

Encareciónos antes San Juan esta gracia y merced que el Señor nos hizo en tomarnos por hijos. Podía alguno decir: “Pues, ¿cómo hace el mundo tan poco caso de nosotros, siendo hijos de Dios?”. A esto dice San Juan: “no os espantéis; porque el mundo no nos conoce, y no conociéndonos, no es mucho tenernos en poco. Y ¿sabéis por qué no nos conoce? Porque no conoce a Dios, que es nuestro Padre. Y el conocer tómase por estimar y hacer bien, que es manera de hablar de la Escriptura. Como se dice de las virgines fatuas: No os conozco (cf. Mt 25, 12).

Lecciones sobre 1 San Juan (II). Lección 17. OC II. Pg. 418.

Así, quiso que la palabra poderosa suya se predicase en semejanzas y bajas comparaciones; y así esta palabra, por la cual tanto nos quiso encomendar que velásemos, predicónosla en una semejanza, y así nos dice en el Evangelio: Semejante es el reino de los cielos a diez vírgines (Mt 25, 1-13). – ¿Qué es el reino de los cielos? – Es la gloria; la cristiandad se llama reino de los cielos. Y porque hemos de ser semejantes a los que están en el cielo, hemos de hacer la volutnad de Dios como ellos, y hemos de vivir como ellos, y hemos de ser como ellos, en las costumbres. Semejante es el reino de los cielos – la cristandad a diez vírgines, cinco eran de ella [s] cuerdas y cinco locas; y parece que esperaban un día que habían de ir a ciertos desposorios para salir a recebir a un desposado. Ellas eran las que estaban desposadas con él. – ¿Quién son? La cristiandad, a las cuales dijo el esposo: “Mirad que estéis aparejadas para entrar conmigo en las bodas, que yo verné”. – ¿Qué ha de ser el aparejo que han de tener? – Parece que el esposo era amigo de lumbre; quiere que le aguarden con luz. Catad ahí el aparejo. Las cinco metieron provisión, tomaron aceite en sus alcuzas; las otras cinco no se curaron de tomarlo. A media noche, cuando el sueño era más profundo, suena una gran voz, que debía de ser de trompeta. Despiertan todas. – ¿Qué es? – Poderosa voz de virtud. Vienen las cuerdas muy galanas, muy compuestas con sus lámparas encendidas, muy proveídas de aceite. Vienen las necias, las que no habían sabido conocer su locura, hasta que fue menester la cordura, y hállanse burladas.  

Lo que no allegaste en la mocedad, ¿cómo lo hallarás en la enfermedad? Lo que no ganaste, lo que no sembraste, ¿cómo lo cogerás? Piger dixit, etc. No quieren trabajar por el frío; él mendigará el verano (cf. Prov 20, 4). Dénoslo a entender Dios. Hermano, ¿cómo se pasan nuestros días?, ¿en qué gastamos nuestro tiempo? ¿IUr a la plaza? ¿Volver a comer? ¿Tornar a la plaza y tornar a cenar? Catad que nos es dado este tiempo para que alleguemos en él; catad que sí aquí no allegamos, que si en esta vida, que nos es dada para ganar, no allegamos, mendigaremos en la otra. Si acá no tomamos olio, en la otra vida no ternemos luz. El esposo es amigo de la luz, ¿y qué tales nos hallaremos si nos halla a escuras? No nos veamos, Señor, por tu bondad y por quien tú eres, en tanto trabajo. No nos venga tan grande daño; no pase por nosotros tan grande engaño, que nos hallemos desproveídos, y que nos hallemos sin lumbre, y perdamos de entrar con el esposo. Mendigará el que no se proveyere, y no hallará quien le dé aceite. “Andad, que lo que tenemos es tasado; no es razón que, por daros a vosotras, nos quedemos nosotras sin él. Andad, buscá”. No oigan nuestras orejas tal palabra, por tu misericordia. ¡Desdichada de aquel ánima cuyas orejas tal han de oír! ¿No es razón de velar, no es razón de estar siempre proveídos? “Andá, no tenemos para las nuestras y vuestras lámparas”.

Ciclo santoral. Sermones de Santos. 10. Santa Catalina. OC III. Pgs. 1074-1075.

Está esta semana muy recogido para recebir el Espíritu Santo. Está con cuidado. Mira aquellos criados que estaban esperando a su señor cuando viniese de las bodas (Lc 12, 36). No seas como aquellas vírgenes locas y necias (cf. Mt 25, 2ss), no estés dormido ni emborrachado en cosas de este mundo; mas imita a las vírgenes prudentes en el cuidado y ornato y en tener aceite de misericordia para ti primero, teniendo mucha cuenta con tu ánima y reformación de tu corazón. Busca estos días el rincón y guárdalo.

Ciclo temporal. Sermones del Espíritu Santo. 27. Domingo infraoctava de la Ascensión. OC III. Pg. 329.

¿No son ambos religiosos? ¿No están ambos en una cama, en un reposo, en una contemplación? – Pero si dentro tenían envidia, si deseo de honra, si malquerencia, y si el corazón carcomido, si no aman a Dios sobre todas las cosas, e si están sin el olio dentro en el corazón, sin blandura, sin misericordia para con los prójimos, lámparas son sin aceite (cf. Mt 25, 3) los contemplativos sin caridad. Los que estarán en la atahona [molino de harina cuya rueda se mueve con caballería] (Mt 24, 41) son los que andáis tan llenos de ocupaciones y tan olvidados de vosotros mismos, que no tenéis cuenta con vuestras ánimas y olvidáis las conciencias, como si no hubiese Dios y como si no tuviésedes ánimas. Dende la mañana entienden en la hacienda, en el pleito, en la ganancia, en el cómo será esto y cómo aquello.

Ciclo temporal. Sermones de tiempo. Domingo I de Adviento. OC III. Pg. 32.

Pero ¡no se hace nada! Habíamos de estar los ojos tan largos esperando para recibirle, con nuestras lámparas encendidas, con mucho aceite, como buenas vírgines. Ecce Sponsus veni, exite obviam ei (Mt 25, 6). Cuando el rey viene a alguna ciudad, no oiréis otra cosa por doquiera que vais sino: “El rey viene”. Si vas por esta calle: “El rey viene”; si por la otra, “El rey viene”. Y viene Jesucristo cinco mil veces cada día, desde el cielo a la tierra, tantas veces como misas se dice en todo el mundo, ¡y estaisos tan tibios que, si viene a mano, por no dejar de dormir o otra cosa que no pese una paja, no vienes a verlo a la Iglesia!

Ciclo temporal. Sermones del Santísimo Sacramento. 41. En la Infraoctava del Corpus. OC III. Pg. 557.

Las doncellas locas por eso no fueron, porque aguardaron a proveerse tarde dde lo que habían de proveer temprano. Era menester tener proveído de aceite, y acordaron a la media noche a decir: Daca aceite. A la burla agora acordáis; proveyérades os con tiempo. Van a llamar a la puerta del esposo y díceles: En verdad que no os conozco (cf. Mt 25, 8ss). No es tiempo aquél de socorro. Ya es tarde. Lo que no allegase en la niñez, ¿cómo lo hallarás en la vejez? ¿Quién guarda allá? Lo que en esta vida no se pide a Dios, ¿en otra como se hallará? Si no queréis el día del juicio oír: No os conozco, pedildo ahora. dad a nuestro Señor Dios la gloria antes que anochezca, antes que os veáis cercados de las tinieblas de la justicia de Dios; dad gloria a este Señor, y si le habéis ofendido; pedilde perdón; dad a vos deshonra, que habéis sido malo, que habéis sido traidor y desobediente; y a la que os ha hecho y hace mil cuentos de bienes, antes que anochezca, llamemos a nuestra Madre y supliquémosle se acuerde agora para entonces.

Ciclo temporal. Sermones de tiempo. Domingo I de Adviento. OC III. Pg. 21-22.

Señor, criásteisla vos, habéisla dado la vida hasta esta hora; sabéis vos muy bien quien es, y hasta sus más secretos pensamientos son a vos manifiestos; sabéis lo que ha de hacer, sabéis cuándo ha de morir; sabéis si la habéis de echar en el infierno y llevar al cielo, ¿y preguntáis quien es aquella? Declaradnos, Señor, esta vuestra pregunta, porque parece es semejable a la respuesta terrible que daréis a las vírgines locas: En verdad os digo que no os conozco (Mt 25, 12).

Ciclo temporal Sermón del Santísimo Sacramento. Víspera del Corpus. OC III: Pg.455.

Las vírgenes locas no son conocidas de Dios porque no llevaban la unción del olio de su santísima gracia en los vasos de la conciencia (cf. Mt 25, 12), y hermoseadas con otras obras, y faltas de caridad. Y porque así como por la faz conocemos a uno, y la conciencia no buena no es agradable a los ojos de Dios, dícese que Dios no conoce la tal persona, porque no aprueba la conciencia, de la cual está ausente la hermosura de la celestial gracia.

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. Asunción de María. OC III. Pg. 936,

Fuego del cielo venga sobre la hacienda si por entender en ella se ha de perder el ánima y cuerpo para siempre. Nam quid prodest honini, etc. (cf. Mt 25, 41), y aquella: Nescio, vos. Et clausa est ianua (Mt 25, 12.10; Lc 13, 25).

Ciclo temporal. Sermones de tiempo. Domingo 19 después de Pentecostés. OC III: Pg. 290.

Tinieblas exteriores se llaman, porque no habrá Dios apra los consolar, sino para los castigar. Ideo, candente igne, non videbit lucem, etc. (Mt 22, 13). Ibi erit fletus, etc.: que llorarán porque nacieron, porque pecaron, porque no conocieron el tiempo que les fue dado para alcanzar misericordia. Rechinarán y regañarán con los dientes, porque no remediaron con tiempo tan gran mal, pues pudieron y fue en su mano. Y entonces, aunque quieras, no podrás, etc.

Ciclo temporal. Sermones de tiempo. Domingo 19 después de Pentecostés. OC III. Pg. 296.

Vigilate itaque. Palabras son tomadas del evangelio de San Mateo, capítulo 23. En romance dicen: Velad (Mt 25, 13). Pues que así es; pues que se pasa, velad. Dum medium silentium tenerent onmia, et nox esset. A la medianoche, en lo más profundo del sueño, de las reales sillas dice el Sabio que vino la Palabra omnipotente de Dios (cf. Sab 18, 14-15). A la media noche, cuando dormimos, cuando más fuerza tiene el sueño, en lo profundo de la obscuridad, envió Dios su palabra.

Ciclo santoral. Sermones de santos. Santa Catalina. OC III. Pg. 1073.

Vivid en un santo recelo, si habéis de poner en guarda lo que nuestro Señor os ha dado; si habéis de ganar cinco talentos con los cinco que os dieron (cf. Mt 25, 14ss); si habéis de tener óleo en vuestra lámpara (cf. Mt 25, 1ss), no unos pocos años, sino hasta que suene la voz de la muerte en vuestras orejas: ¡El Esposo viene, salidlo a recebir!

A una monja, hija suya espiritual. OC IV. Pg. 548.

Así que, señor, ejercítese vuestra merced en esta consideración; haga cuenta que oye aquella voz: Ecce sponsus venit! Deus ester venit! (Mt 25, 6), y enciérrese dentro de su corazón y ábralo para recebir aquello que de tal relámpago suele venir. Y pida al mesmo Señor que, por aquella mesma bondad que tal merced le hizo de ponerse en sus manos, por aquella mesma le dé sentido para saber estimarlo, reverenciarlo y amarlo como es razón. Importúnele que no permita Él que esté vuestra merced en presencia de tal Majestad y sin reverencia, y temor y amor.

A un sacerdote. OC IV. Pg. 42.

Sea, pues, la primera regla de su vida esta, que, en recordando de noche del sueño, le parezca que oye en sus orejas aquella voz: Ecce sponsus venit, exite obviam ei! (Mt 25, 6). Y puede haber de recibir a un amigo, especialmente si es gran señor, tiene suspenso y cuidadoso al que lo ha de recebir, ¿cuánto más razón es que del todo nos ocupe el corazón este Huésped que aquel día hemos de recebir, siendo tna alto y tan a nosotros conjunto, que es adorado de ángeles y hermano nuestro? Y con esta consideración rece sus Horas, y después póngase de reposo y espacio, a lo menos por hora y media, a más profundamente considerar quien es el que ha de recebir, y espántese de que un gusano hediondo haya de tratar tan familiarmente a su Dios, y pregúntele: Señor, ¿quién te ha traído a manos de un tal pecador y otra vez a destiello y portal y pesebre de Betlem? (cf. Lc 5, 8).

A un sacerdote. OC IV. Pg. 49.

No conviene fatigar la cabeza con el recogimiento, porque este negocio es de pura gracia del Señor. Paréceme que antes de la oración de vuestra merced lea algún libro que trate de lo que quiere después pensar, porque con esto se recoge un poco el corazón. Y es mal hecho dejar la comunión, aunque falte la devoción, como quien se quiere llegar al fuego si no etá caliente. Nunca pase de ocho días, y si hubiere alguna necesidad o mucha hambre de Él, recíbale alguna vez en la semana. El aparejo ha de ser la buena orden que tenga en toda la vida y semana, según uno decía, que nunca hacía particular preparación para comulgar, porque cada día hacía todo lo que podía. Mas bien será que haya más templanza en la cena la noche antes y particular pensamiento de esta palabra: Ecce sponsus venit (Mt 25, 6); ecce Rex tuus venit tibi (Mt 21, 5); praeopara in occursum Dei tui (cf. Sal 58, 6). Y Cristo sea tu luz.

A un desconsolado porque no hallaba la paz que quería. OC IV. Pg. 394.

Otro hará esas cosas o vuestra merced otra vez. nunc, domie mi, te ipsum rege, inspice, et vias tuas diligenter scrutare, et quia parum habes olei, responde petentibus: Ne forte non sufficiat nobis et vobis? (cf. Mt 25, 9). Y con este temor religioso, aun en lo bueno, y con llamar a nuestro Señor ex corde, y con que no pierda su estudio, podrá agora pasar este paso peligroso sin lesión. Lo cual conceda Cristo por su sangre.

A un caballero que fue a estudiar a Salamanca. OC IV. Pg. 489.

¡El Altísimo quiere venir a ti! Abrimos luego a quien llama [a] nuestra puerta, y veces hay que por nuestro mal, ¡y dejamos estar nuestro Señor llamando a la puerta de nuestro corazón para entrar cargado de bienes, y hacemos sordos y no le queremos abrir! Justicia terná el día postrero en cerrar Él la puerta de su misericordia y decir: No os conozco, a los que llamaren: Señor, Señor, ábrenos (Mt 25, 11s). Pues no es mucho que desprecie entonces al que agora le desprecia a Él.

A una señora. OC IV. Pg. 219.

Nuestros pecados son muchos; nuestra flaqueza grande, nuestros enemigos, fuertes, astutos y muchos, y que mal nos quieren, lo que en ello nos va es perder o ganar a Dios para siempre. ¿Por qué entre tantos peligros estamos seguros y entre tantas llagas sin dolor de ellas? ¿Por qué no buscamos remedio antes que anochezca y se cierren las puertas de nuestro remedio, cuando las doncellas locas den voces y les sea dicho: No os conozco? (Mt 25, 12).

A un señor de estos reinos. OC IV. Pg. 90.

Las doncellas locas, doncellas eran; mas por no tener óleo en sus vasos, oyeron de la boca del Señor aquella terrible palabra: En verdad os digo que no os conozco (Mt 25, 12). ¿Y que es el vaso, sino el corazón? ¿Y qué el óleo, sino el espíritu de la verdad, que mantiene y ceba las buenas obras, si buenas han de ser delante de Dios?

A una señora. OV IV. Pg. 187.

 

San Oscar Romero. Homilía.  

La hora que la antigua teología llamó con una palabra griega muy simbólica, la "parusía". Era la palabra griega con que se designaba el aparecimiento de un Dios oculto o la llegada de un emperador, de un gobernante a una ciudad y se le preparaba un gran recibimiento. Se le llamaba la parusía. Aquí también, la Biblia mencionando la venida del Mesías, la segunda venida a juzgar a la historia. La venida de Cristo cuando viene a recoger nuestra vida en la hora de nuestra muerte es la parusía, es el encuentro, es la espera de la vida que va a culminar en un encuentro. Dichoso si estábamos prevenidos con las lámparas de la fe encendidas con aceite de caridad y de buenas obras. ¡Ay, de nosotros si a la hora de la parusía Cristo nos encuentra con la lámpara apagada y sin aceite con el alma en pecado, con la vida desprevenida!

Este es el objetivo principal de la homilía de hoy, un llamamiento a vivir esa espera que el Concilio también nos describe maravillosamente cuando dice: "Mientras moramos en este cuerpo, vivimos en el destierro lejos del Señor; y aunque poseemos las primicias del espíritu, gemimos en nuestro interior y ansiamos estar con Cristo. Este mismo amor nos apremia a vivir más y más para aquel que murió y resucitó por nosotros. Por eso procuramos agradar en todo al Señor y nos revestimos de la armadura de Dios, para permanecer firmes contra las acechanzas del demonio y resistir en el día malo. Y como no sabemos el día ni la hora, es necesario, según la amonestación del Señor, que velemos constantemente para que terminado el único plazo de nuestra vida terrena, merezcamos entrar con él a las bodas y ser contados entre sus elegidos y no se nos mande como a siervos malos y perezosos: id al fuego eterno, a las tinieblas exteriores donde habrá llanto y rechinar de dientes". Son palabras de evangelio, tomadas por el Concilio para advertirnos lo más importante que la Iglesia tiene que avisar a la humanidad. Somos la esposa en el destierro, vamos a salir al encuentro del esposo, estemos preparados, no sea que como a las vírgenes imprudentes nos cierre la puerta de su festín y nos diga: no os conozco.

Homilía 12 de noviembre de 1978.

 

Papa Francisco. Ángelus. 12 de noviembre de 2017

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este domingo, el Evangelio (cf Mateo 25, 1-13) nos indica las condiciones para entrar en el Reino de los cielos y lo hace con la parábola de las diez vírgenes: se trata de las jóvenes que estaban encargadas de acoger y acompañar al novio en la ceremonia de boda y, como en esa época era costumbre celebrar de noche, las mujeres estaban equipadas con lámparas. La parábola dice que cinco de estas vírgenes son prudentes y cinco son necias: de hecho, las prudentes llevaron con ellas el aceite para las lámparas, mientras que las necias no lo llevaron. El novio tarda en llegar y todas se adormilaron. A medianoche se anuncia la llegada del novio; entonces las vírgenes necias se dan cuenta de que no tenían aceite para las lámparas y se lo piden a las prudentes. Pero estas responden que no pueden dárselo, porque no habría suficiente para todas. Mientras las necias van en busca de aceite, llega el novio; las vírgenes prudentes entran con él en la sala del banquete y se cierra la puerta. Las cinco necias regresan demasiado tarde, llaman a la puerta, pero la respuesta es: «En verdad os digo que no os conozco» (v. 12) y se quedan fuera.

¿Qué quiere enseñarnos Jesús con esta parábola? Nos recuerda que debemos permanecer listos para el encuentro con Él. Muchas veces, en el Evangelio, Jesús insta a velar y lo hace también al final de este relato. Dice así: «Velad pues, porque no sabéis ni el día ni la hora» (v. 13). Pero con esta parábola nos dice que velar no significa solamente no dormir, sino estar preparados; de hecho, todas las vírgenes se duermen antes de que llegue el novio, pero al despertarse algunas están listas y otras no. Aquí está, por lo tanto, el significado de ser sabios y prudentes: se trata de no esperar al último momento de nuestra vida para colaborar con la gracia de Dios, sino de hacerlo ya ahora. Sería hermoso pensar un poco: un día será el último. Si fuera hoy, ¿cómo estoy preparado, preparada? Debo hacer esto y esto… prepararse como si fuera el último día: esto hace bien.

La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras que el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta y hace fecunda y creíble la luz de la fe. La condición para estar listos para el encuentro con el Señor no es solo la fe, sino una vida cristiana rica en amor y caridad hacia el prójimo. Si nos dejamos guiar por aquello que nos parece más cómodo, por la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril, incapaz de dar vida a los otros y no acumulamos ninguna reserva de aceite para la lámpara de nuestra fe; y ésta —la fe— se apagará en el momento de la venida del Señor o incluso antes. Si en cambio estamos vigilantes y buscamos hacer el bien, con gestos de amor, de compartir, de servicio al prójimo en dificultades, podemos estar tranquilos mientras esperamos la llegada del novio: el Señor podrá venir en cualquier momento, y tampoco el sueño de la muerte nos asusta, porque tenemos la reserva de aceite, acumulada con las obras buenas de cada día. La fe inspira a la caridad y la caridad custodia a la fe.

Que la Virgen María nos ayude a hacer nuestra fe cada vez más operante por medio de la caridad; para que nuestra lámpara pueda resplandecer ya aquí, en el camino terrenal y después para siempre, en la fiesta de bodas en el paraíso.

 

Papa Francisco. Ángelus. 8 de noviembre de 2020.

 Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje evangélico de este domingo (Mt 25,1-13) nos invita a continuar la reflexión sobre la vida eterna que iniciamos con motivo de la Fiesta de Todos los Santos y la Conmemoración de los fieles difuntos. Jesús narra la parábola de las diez vírgenes invitadas a una fiesta de bodas, símbolo del Reino de los cielos.

En tiempos de Jesús existía la costumbre de que las bodas se celebraran de noche; por lo tanto, el cortejo de los invitados debía llevar lámparas encendidas. Algunas damas de honor son necias: toman las lámparas, pero no llevan consigo el aceite; las prudentes, en cambio, junto con las lámparas también llevan el aceite. El novio tarda, tarda en llegar y todas se adormentan. Cuando una voz advierte que el novio está llegando, las necias, en ese momento, se dan cuenta de que no tienen aceite para sus lámparas; se lo piden a las prudentes, que responden que no pueden darlo, porque no sería suficiente para todas. Mientras las necias van a comprar aceite, llega el novio. Las muchachas prudentes entran con él en el salón del banquete y se cierra la puerta. Las otras llegan demasiado tarde y son rechazadas.

 

Está claro que con esta parábola Jesús quiere decirnos que debemos estar preparados para el encuentro con Él. No solo para el encuentro final, sino también para los pequeños y grandes encuentros de cada día en vista de ese encuentro, para el cual no basta la lámpara de la fe, también se necesita el aceite de la caridad y de las buenas obras. La fe que verdaderamente nos une a Jesús es la que, como dice el apóstol Pablo, «actúa por la caridad» (Ga 5, 6). Ser sabios y prudentes significa no esperar hasta el último momento para corresponder a la gracia de Dios, sino hacerlo activamente de inmediato, empezar ahora. “Yo ... sí, luego me convertiré” — “¡Conviértete hoy! ¡Cambia tu vida hoy!” — “Sí, sí: mañana”. Y lo mismo dice mañana, y así nunca llegará. ¡Hoy! Si queremos estar preparados para el último encuentro con el Señor, debemos cooperar con él a partir de ahora y realizar buenas acciones inspiradas en su amor.

Sabemos que, lamentablemente, sucede que nos olvidamos de la meta de nuestra vida, es decir, la cita definitiva con Dios, perdiendo así el sentido de la espera y absolutizando el presente. Cuando uno absolutiza el presente, solo mira el presente, pierde el sentido de la espera, que es tan hermoso y tan necesario, y también nos saca de las contradicciones del momento. Esta actitud —cuando se pierde el sentido de la espera— excluye cualquier perspectiva del más allá: hacemos todo como si nunca tuviéramos que partir para la otra vida. Y entonces sólo nos preocupa poseer, destacar, tener una buena colocación... Y cada vez más. Si nos dejamos guiar por lo que nos parece más atractivo, por lo que me gusta, por la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril; no acumulamos ninguna reserva de aceite para nuestra lámpara, y se apagará antes del encuentro con el Señor. Debemos vivir el hoy, pero el hoy que va hacia el mañana, hacia ese encuentro, el hoy lleno de esperanza. Si, por el contrario, estamos atentos y hacemos el bien correspondiendo a la gracia de Dios, podemos esperar serenamente la llegada del novio. El Señor también puede venir mientras dormimos: esto no nos preocupa, porque tenemos la reserva de aceite acumulada con las buenas obras de cada día, acumulada con esa espera del Señor, que venga lo antes posible y que venga para llevarme con Él.

Invoquemos la intercesión de María Santísima, para que nos ayude a vivir, como hizo ella, una fe activa: esta es la lámpara luminosa con la que podemos atravesar la noche más allá de la muerte y alcanzar la gran fiesta de la vida.

 

Benedicto XVI. 6 de noviembre de 2011.

Queridos hermanos y hermanas:

Las lecturas bíblicas de la liturgia de este domingo nos invitan a prolongar la reflexión sobre la vida eterna, iniciada con ocasión de la Conmemoración de todos los fieles difuntos. Sobre este punto es neta la diferencia entre quien cree y quien no cree, o —se podría igualmente decir— entre quien espera y quien no espera. San Pablo escribe a los Tesalonicenses: «No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza» (1 Ts 4, 13). La fe en la muerte y resurrección de Jesucristo marca, también en este campo, un momento decisivo. Asimismo, san Pablo recuerda a los cristianos de Éfeso que, antes de acoger la Buena Nueva, estaban «sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Ef 2, 12). De hecho, la religión de los griegos, los cultos y los mitos paganos no podían iluminar el misterio de la muerte, hasta el punto de que una antigua inscripción decía: «In nihil ab nihilo quam cito recidimus», que significa: «¡Qué pronto volvemos a caer de la nada a la nada!». Si quitamos a Dios, si quitamos a Cristo, el mundo vuelve a caer en el vacío y en la oscuridad. Y esto se puede constatar también en las expresiones del nihilismo contemporáneo, un nihilismo a menudo inconsciente que lamentablemente contagia a muchos jóvenes.

 

El Evangelio de hoy es una célebre parábola, que habla de diez muchachas invitadas a una fiesta de bodas, símbolo del reino de los cielos, de la vida eterna (cf. Mt 25, 1-13). Es una imagen feliz, con la que sin embargo Jesús enseña una verdad que nos hace reflexionar; de hecho, de aquellas diez muchachas, cinco entran en la fiesta, porque, a la llegada del esposo, tienen aceite para encender sus lámparas; mientras que las otras cinco se quedan fuera, porque, necias, no han llevado aceite. ¿Qué representa este «aceite», indispensable para ser admitidos al banquete nupcial? San Agustín (cf. Discursos 93, 4) y otros autores antiguos leen en él un símbolo del amor, que no se puede comprar, sino que se recibe como don, se conserva en lo más íntimo y se practica en las obras. Aprovechar la vida mortal para realizar obras de misericordia es verdadera sabiduría, porque, después de la muerte, eso ya no será posible. Cuando nos despierten para el juicio final, este se realizará según el amor practicado en la vida terrena (cf. Mt 25, 31-46). Y este amor es don de Cristo, derramado en nosotros por el Espíritu Santo. Quien cree en Dios-Amor lleva en sí una esperanza invencible, como una lámpara para atravesar la noche más allá de la muerte, y llegar a la gran fiesta de la vida.

A María, Sedes Sapientiae, pidamos que nos enseñe la verdadera sabiduría, la que se hizo carne en Jesús. Él es el camino que conduce de esta vida a Dios, al Eterno. Él nos ha dado a conocer el rostro del Padre, y así nos ha donado una esperanza llena de amor. Por esto, la Iglesia se dirige a la Madre del Señor con estas palabras: «Vita, dulcedo, et spes nostra». Aprendamos de ella a vivir y morir en la esperanza que no defrauda.

 

DOMINGO XXXIII T. O. 19 de Noviembre de 2023.

Monición de entrada.-

Mientras esperamos el Día de Jesús venimos los domingos a misa.

En misa nos damos cuenta de todas las cosas que Jesús nos ha dado.

Sobre todo de la semilla de la fe.

Él nos la ha dado para que la cuidemos y hagamos crecer.

Y así, como la semilla se convierte en árbol y el árbol da fruta.

Nosotros también tenemos que dar fruta, es decir, portarnos bien.

 

Señor, ten piedad.-

Porque somos perezosos cuando nos piden ayuda. Señor, ten piedad.

Porque nos cuesta ayudar.  Cristo, ten piedad.

Porque siempre tenemos excusas para ayudar. Señor, ten piedad.

 

 Peticiones.-

Por el Papa Francisco, para que siga ayudándonos a crecer en la fe. Te lo pedimos, Señor.

Por la Iglesia para que nos ayude a dar fruto.  Te lo pedimos, Señor.

Por las niñas y los niños, para que todos tengamos las mismas oportunidades. Te lo pedimos, Señor.

Por los que mandan, para que ayuden a que el dinero se reparta bien. Te lo pedimos, Señor.

Por nosotros, para que no seamos perezosos a la hora de ir a misa, hacer los deberes o ayudar a nuestros padres. Te lo pedimos, Señor.

Acción de gracias.-

María, gracias por que cada vez que te miramos nos ayudas a dar fruto.

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Catecismo de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.

La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

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