martes, 14 de noviembre de 2023

Domingo 33 T. O. 19 de noviembre de 2023.

 



Primera lectura.

Lectura del libro de los Proverbios 31, 10-13.19-20.30-31

Una mujer fuerte, ¿quién la hallará? Supera en valor a las perlas. Su marido se fía de ella, pues no le faltan riquezas. Le trae ganancias, no pérdidas, todos los días de su vida. Busca la lana y el lino y los trabaja con la destreza de sus manos. Aplica sus manos al huso, con sus dedos sostiene la rueca. Abre sus manos al necesitado y tiende sus brazos al pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura; la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en público.

 

Textos paralelos.

 Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará?

Prov 18, 22: Quien encuentra una mujer encuentra un bien, / alcanza favor del Señor.

Eclo 36, 29: Tomar mujer es el mejor negocio: / auxilio y defensa, columna y apoyo.

Adquiere lana y lino.

Os 2, 11: Por eso le quitaré otra vez / mi trigo en su tiempo / y mi vino en su sazón; / recobraré mi lana y mi lino, / con que cubría su desnudez.

Abre sus palmas al necesitado.

Dt 15, 11: Nunca dejará de haber pobres en la tierra; por eso yo te mando. Abre la mano a tu hermano, a tu pobre, a tu indigente de tu tierra.

 

Notas exegéticas.

31 10 (a) Poema alfabético. Tomando la primera letra de cada verso (en otros casos de cada estrofa), se tiene el alfabeto hebreo – Sobre interpretación de este poema, ver v. 30. Comparar 11,16; 12, 4.

31 10 (b) L a expresión hebrea que el griego y la Vulgata traducen literalmente por “mujer fuerte”, evoca a la vez la eficacia y la virtud. El modelo que propone es el de la eficaz administradora de una hacienda rural, que desarrolla con eficiencia ejemplar funciones y competencias tradicionalmente desempeñadas por el marido en la sociedad israelita de la época.

31 30 Este elogio de la mujer ideal fue quizá comprendido alegóricamente como descripción de la sabiduría personificada, ver 8, 2. Es lo que parece sugerir una amplificación del griego (“una mujer inteligente será alabada – el temor de Yahvé, eso es lo que hay que ensalzar”) y esto explicaría que este trozo tan bello por lo demás haya sido puesto como conclusión del libro.

 

Salmo responsorial

Salmo 126 (127), 1-5

 

Dichosos los que temen al Señor. R/.

Dichoso el que teme al Señor

y sigue sus caminos.

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás dichoso, te irá bien. R/.

 

Tu mujer, como parra fecunda,

en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa. R/.

 

Esta es la bendición del hombre

que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida. R/.

 

Textos paralelos.

 ¡Dichosos los que temen a Yahvé!

Sal 112, 1: Aleluya. Dichoso el que respeta al Señor / y es entusiasta de sus mandatos.

Sal 37, 3-5: Confía en el Señor y haz el bien, / habita una tierra y cultiva la fidelidad; / sea el Señor tu delicia / y te dará lo que pide tu corazón. // Encomienda al Señor tu camino, / confía en él, que él actuará.

Del trabajo de tus manos comerás.

Sal 112, 3: En su casa habrá riquezas y abundancia, / su justicia se afirma siempre.

Tu esposa como parra fecunda.

Pr 31, 10-31: Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? / Vale mucho más que los corales.

Tus hijos, como brotes de olivo.

Sal 144, 12: Sean nuestros hijos un plantío, / crecidos desde la adolescencia; / sean nuestras hijas columnas talladas, / estructura de un templo.

¡Béndigate Yahvé desde Sión!

Jb 29, 2: ¡Quién me diera volver a los viejos días / cuando Dios velaba por mí!

Sal 134, 3: El Señor te bendiga desde Sión, / el que hizo el cielo y la tierra.

Sal 20, 3: Que te envíe refuerzos desde el santuario, / que te apoye desde Sión.

Sal 122, 9: Por la casa del Señor nuestro Dios / te deseo todo bien.

 

Notas exegéticas.

128 Este salmo celebra la felicidad doméstica que Dios concede al justo, según la doctrina de los Sabios sobre la retribución final.

 

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 5, 1-6.

En lo referente al tiempo y a las circunstancias, hermanos, no necesitáis que os escriba, pues vosotros sabéis perfectamente que el Día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: “paz y seguridad”, entonces de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores del parto a la que está encinta, y no podrán escapar. Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, de forma que ese día os sorprenda como un ladrón; porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Así, pues, no nos entreguemos al sueño como los demás, sino estemos en vela y vivamos sobriamente.

 

Textos paralelos.

En lo que se refiere al tiempo y al momento.

Dn 2, 21: Él cambia tiempos y estaciones, / destrona y entroniza a los reyes. / Él da sabiduría a los sabios / y ciencia a los expertos.

Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir.

Mt 24, 36: En cuánto al día y a la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo los conoce el Padre.

Mt 24, 43: Y sabéis que, si el amo de la casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría velando para que no le abran un boquete en la pared.

2 P 3, 10: Llegará como un ladrón el día del Señor. Entonces el cielo desaparecerá con estruendo, los elementos se desharán en llamas, la tierra con sus obras quedará patente.

Ap 3, 3: Recuerda lo que recibiste y escuchaste: obsérvalo y arrepiéntete. Si no estás en vela, vendré como un ladrón, sin que sepas a qué hora llegaré.

Jr 6, 14: Pretenden curar por encima / la fractura de mi pueblo, / diciendo: Marcha bien, muy bien. / Y no marcha bien.

Vendrá sobre ellos la ruina.

Lc 21, 34-34: Poned atención: que no se os embote la mente con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, de modo que os sorprenda de repente aquel día.

Jr 4, 31: Oigo un grito como de parturienta, / sollozos como en el primer parto: / el grito angustiado de Sión, / estirando los brazos: / ¡Ay de mí, que desfallezco, / que me quitan la vida!

Mt 24, 8: Todo eso es el comienzo de los dolores de parto.

No vivís en la oscuridad.

Ef 5, 6: Nadie os engañe con vanos discursos, pues por ello descarga la ira de Dios sobre los rebeldes.

Vosotros sois hijos de la luz.

Jn 8, 12: De nuevo les habló Jesús: “Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, antes tendrá la luz de la vida”.

Rm 13, 12-13: La noche está avanzada, el día se avecina: despojémonos, pues, de las acciones tenebrosas y vistamos la armadura luminosa. Precedamos con decencia, como de día, no en comilonas y borracheras, no en orgías y desenfreno, no en riñas y contiendas.

Mt 24, 42: Así pues, velad porque no sabéis el día que llegará vuestro Señor.

No durmamos como los demás.

1 P 1, 13: Por tanto, ceñidos mentalmente y sobrios, esperad de lleno esa gracia que se os concederá cuando se revele Jesucristo.

1 P 4, 7: Se acerca el fin del universo: sed, pues, sobrios y moderados para poder orar.

1 P 5, 8: Sed sobrios, vigilad, que vuestro adversario el diablo, como león rugiendo, da vueltas buscando a quien devorar.

 

Notas exegéticas.

5 Pablo, reiterando las afirmaciones del Señor sobre la incertidumbre de la fecha de su Venida postrera, que ha de esperar velando, niega conocer ese momento. El Día del Señor vendrá como un ladrón, hay que velar; el tiempo es breve. Aunque en un principio se coloca por hipótesis entre los que verán ese Día llega a considerar la posibilidad de morirse antes y pone en guardia a los que creen inminente ese Día. Sus puntos de vista sobre la conversión de los gentiles dan incluso a entender que la espera podrá ser larga.

5 1 “al tiempo y al momento”, frase hecha que indica el dominio de Dios sobre el tiempo, y sus iniciativas sucesivas, que señalan las divisiones de ese tiempo.

5 2 Como entonces había cesado la persecución, el hecho pudo haberse interpretado en el sentido de que la Parusía había tenido ya lugar secretamente. 2 Ts 2, 1-2 corrige esta falsa interpretación.

5 4 La mención del día (sin más) facilita el cambio de sentido. La luz y el día, el estado de vigilia, se oponen a las tinieblas y a la noche, al sueño (que ya no es la muerte como en 4, 13s). Asimismo, los “hijos de la luz”, los cristianos, se oponen a los “hijos de las tinieblas”.

5 5 La expresión “hijo de…” es un giro semita. Denota a la persona sometida a la influencia de una realidad (o de otra persona), a la que pertenece y con la que es profundamente solidaria. Pablo adopta aquí la oposición día noche, luz-tinieblas, bien conocida en los textos de Qumrán. Según la concepción reflejada en dichos textos, heredera de un dualismo que no encontramos tan netamente expresada en el Antiguo Testamento, los humanos son divididos en dos categorías: los buenos y los malvados, animados por dos “espíritus” opuestos. Unos recorren la senda del mal, que desemboca en la perdición; otros la del bien que conduce a la salvación.

5 6 La enseñanza de Jesús sobre los acontecimientos del fin culmina siempre con una llamada a la vigilancia. Esta actitud, opuesta al sueño, caracteriza al cristiano que espera la vuelta de su Señor. Ver los discursos apocalípticos de Mc 13, 33-37, también las numerosas parábolas sobre el tema de la espera de la venida de Cristo: Mt 25, Lc 12, 35-46.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

-Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su Señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!, como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

 

Textos paralelos.

Mt 25, 14-30

Lc 19, 12-27

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

 

-Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.

 

 

 

El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.

 

Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su Señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!, como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.

Se acercó también el que había recibido un talento y dijo:

 

“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces,

 

tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.

 

 

 

 

 

El señor le respondió: “Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.

 

 

Y a ese siervo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

Dijo pues:

 

-Un hombre noble marchó a un país lejano para ser nombrado rey y volver. Llamó a diez empleados suyos, les entregó mil denarios y les encargó: negociad hasta que yo vuelva.

Sus paisanos, que lo odiaban, enviaron tras él esta embajada: no queremos que ése sea nuestro rey.

 

 

 

 

 

Volvió una vez nombrado rey y llamó a los empleados a quienes había entregado el dinero para ver cómo había negociado cada uno.

Se presentó el primero y dijo: Señor, tu dinero ha producido diez veces más. Le respondió: Muy bien, empleado diligente; por haber sido fiel en lo menudo, administrarás diez ciudades.

 

 

 

Se presentó el segundo y dijo: Señor, tu dinero ha producido cinco veces más. Le respondió: Pues tú administrarás cinco ciudades.

 

 

Se le presentó el tercero y dijo:

 

 

Te tenía miedo porque eres riguroso: retiras lo que no has depositado, cosechas lo que no has sembrado.

 

Aquí tienes tu dinero, que he guardado en un pañuelo.

 

Te tenía miedo porque eres riguroso: retiras lo que no has depositado, cosechas lo que no has sembrado.

 

 Le respondió: Por tu boca te condeno, empleado negligente. Sabías que soy riguroso, que retiro lo que no he depositado y cosecho lo que no he sembrado. ¿Por qué no pusiste mi dinero en un banco, para qué, al volver yo, lo cobrará con los intereses? Después ordenó a los presentes: Quitadle el dinero y dádselo al que consiguió diez veces más. Le replicaron: Señor, ya tiene diez veces más. Yo os digo que a quien tiene se le dará y a quien no tiene se le quitará aun lo que tiene.

 

 

En cuanto a esos enemigos, que no querían que fuera su rey, traedlos aquí y degolladlos en mi presencia. 

Les encomendó su hacienda.

Mc 12, 34:  Viendo Jesús que había respondido cuerdamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió a dirigirle más preguntas.

Rm 12, 3-6: Apelando al don que me han hecho, me dirijo a cada uno de vuestra comunidad: no tengáis pretensiones desmedidas, antes tended a la mesura, cada uno según el agrado de fe que Dios le haya asignado. Es como en un cuerpo: tenemos muchos miembros, no todos con la misma función; así, aunque somos muchos, formamos con Cristo un solo cuerpo, y respecto a los demás somos miembros. Usemos los dones diversos que poseemos según la gracia que nos han concedido: por ejemplo, la profecía regulada por la fe.

Volvió el Señor de aquellos siervos.

Mt 18, 23: Pues bien, el reino de Dios se parece a un rey que decidió ajustar cuentas con sus criados.

Señor, cinco talentos me entregaste.

Gn 30, 30: [Jacob a su suegro Labán] Lo poco que antes tenía ha crecido inmensamente porque el Señor te ha bendecido por mi causa. Es hora de que haga algo también por mi familia.

Su Señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno…!

Jn 15, 11: Os he dicho esto para que participéis de mi alegría y vuestra alegría sea colmada.

Mt 19, 28: Os aseguro que vosotros, los que me habéis seguido, en el mundo renovado, cuando el Hijo del Hombre se siente en un trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos para regir las doce tribus de Israel.

Mt 24, 47: Os aseguro que le encomendará todas sus posesiones.

Lc 16, 10: El que es de fiar en lo menudo, es de fiar en lo mucho, el que es deshonesto en lo menudo, es deshonesto en lo mucho.

Dádselo al que tiene diez talentos.

Mt 13, 12: Al que tiene, le darán y le sobrará; al que no tiene le quitarán aun lo que tiene.

Echadle a las tinieblas.

Mt 8, 12: Mientras que los ciudadanos del reino serán expulsados a las tinieblas de fuera.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

25 14 Los cristianos son los siervos a quienes Jesús, su señor, encarga de hacer fructificar sus dones para el desarrollo de su Reino, y que deberán rendirle cuentas de su gestión. – La parábola de las minas. Lc 19, 12-27 presenta analogías de forma, pero contiene una lección bastante diferente.

25 21 Este gozo es el banquete celestial, Mt 8, 11 – “le pondré al frente de lo mucho” designa la participación activa en el Reino de Cristo.

25 29 Para justificar la decisión del v. 28 Jesús se vale de un proverbio para mostrar, al mismo tiempo, el rigor del juicio y la inagotable generosidad de Dios.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

14-30 Esta parábola, que depende de una tradición relacionada tal vez con el material de Lc 19, 11-27, urge a hacer fructificar los dones naturales y sobrenaturales dados por Dios.

15 Un “talento” fue, primeramente, medida de peso, la mayor unidad de peso para la plata y el oro: seis mil dracmas griegas (unos 22 kilogramos en el ambiente helenístico, unos 34 kilogramos en Palestina); luego acabó significando el mayor valor monetario.

16 SE FUE A NEGOCIAR: lit. habiendo marchado… negoció. Una construcción similar a esta aparece en el v. 18.

20 ACERCÁNDOSE…PRESENTÓ: más lit., habiéndose acercado… presentó.

21.23 DIJO… FUISTE: lit. decía…eras. // Frente a COSAS INSIGNIFICANTES o pequeñas, MUCHO equivale a: cosas de mucha importancia. // ENTRA AL BANQUETE: lit. entra a la alegría, como sinónimo de “fiesta”. En el v. 30 “la oscuridad de afuera” refuerza, por contraste, el valor simbólico de la sala del banquete llena de luz.

24 RE CONOCÍ: supe por experiencia que…

25 FUI A ESCONDER: lit. habiendo ido escondí.

26 HOLGAZÁN: quizás más exacto: sin iniciativa, incapaz de arriesgar.

29 SE LE DARÁ Y…: en el texto griego la forma es voz pasiva “teológica” (=Dios le dará…, Dios le quitará). Al que produce fruto con los dones de Dios, Dios le dará nuevos dones. // LO QUE TIENE: unos pocos manuscritos explican o suavizan las palabras de Jesús: “aun lo que cree tener”.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

25, 14-30 La parábola de los talentos nos enseña que, aunque cada uno no recibe la misma cantidad de dones, debemos hacer un buen uso de lo que Dios nos ha dado. Si vamos a ser verdaderos discípulos, no podemos simplemente aguardar e ignorar la necesidad de crecer mediante actos de amor, especialmente al servicio de los demás. Aunque esta parábola es de amplio alcance en su aplicación, se aplica, sin duda, a un crecimiento en la caridad a través del esfuerzo personal para que aumente la caridad. Catecismo de la Iglesia Católica 546, 1029, 1720 y 1936.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

546 Jesús llama a entrar en el Reino a través de parábolas, rasgo típico de su enseñanza. Por medio de ellas invita al banquete del Reino, pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo, las palabras no bastan, hace falta las obras. Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra? ¿Qué hace con los talentos recibidos? (cf. Mt 25, 14-30).

1029 En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan, cumpliendo con alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera. Ya reinan con Cristo; con Él “ellos reinarán por los siglos de los siglos” (Ap 22, 21; cf. Mt 25, 21.23).

1720 El Nuevo Testamento utiliza varias expresiones para caracterizar la bienaventuranza a la que Dios llama al hombre: la llegada del Reino de Dios; la visión de Dios: “Dichosos los limpios de corazón porque verán a Dios” (Mt 5, 8); la entrada en el gozo del Señor (cf. Mt 25, 21.23); la entrada en el descanso de Dios.

1936 Al venir al mundo, el hombre no dispone de todo lo que es necesario para el desarrollo de su vida corporal y espiritual. Necesita de los demás. Ciertamente hay diferencias entre los hombres por lo que se refiere a la edad, a las capacidades físicas, a las aptitudes intelectuales o morales, a las circunstancias de que cada uno se pudo beneficiar, a la distribución de las riquezas. Los “talentos” no están distribuidos por igual” (cf. Mt 25, 14-30).

1937 Estas diferencias pertenecen al plan de Dios, que quiere que cada uno reciba de otro aquello que necesita, y que quienes disponen de “talentos” particulares comuniquen sus beneficios a los que los necesitan. Las diferencias alientan y con frecuencia obligan a las personas a la magnanimidad, a la benevolencia y a la comunicación. Incitan a las culturas a enriquecerse unas a otras.

 

Concilio Vaticano II.

Intentamos, por tanto, agradar a Dios en todo y nos ponemos la armadura de Dios para poder permanecer firmes frente a las asechanzas del diablo y resistir en el día malo. Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra, mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre sus santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos (cf. Mt 25, 26), al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes. En efecto, antes de reinar con Cristo glorioso, todos compareceremos ante el tribunal de Cristo para dar cuenta cada uno del bien y del mal que hizo durante su vida en este cuerpo. Al fin del mundo, los que hicieron el mal resucitarán para el juicio.

Lumen gentium, 48.

 

Los Santos Padres.

Enterrar el talento que se ha recibido quiere decir el ocupar el ingenio recibido en asuntos puramente terrenales, el no buscar el lucro espiritual y el no levantar jamás el corazón de los pensamientos terrenos. Pues hay algunos que recibieron el don de la inteligencia y, sin embargo, solo se interesan por las cosas carnales. De estos dice el profeta: “Son sabios para obrar el mal, ignorantes para el bien” (Jr 4, 22).

Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, 9, 1. 1b, pg. 275.

Debemos conseguir las ganancias obrando el bien ya que hemos hecho daño al pecar. Por ejemplo, hemos de guardar delicadamente nuestro corazón para que cuando venga nuestro Señor y haga cuentas con nosotros, no encuentre que hemos hecho daño ni siquiera con una palabra ociosa.

Orígenes, Serie de comentarios al Ev. de Mateo, 66. 1b, pg. 276.

Y el otro: “Dos talentos me diste”. Con lo que reconocen que de Él recibieron la base para el negocio, y se lo agradecen sinceramente y, en definitiva, todo se lo atribuyen a Él.

Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 78, 2. 1b, pg. 276.

El Señor que dio los talentos vuelve a pedir cuenta de ellos, porque el mismo que ahora distribuye piadosamente los dones espirituales, examina en un juicio rigoroso los méritos de cada uno, considerando lo que cada cual recibió y el lucro sacado de los dones recibidos.

Todas las cosas de este mundo, por grandes que parezcan, son pequeñas en comparación de la distribución eterna.

Hay muchos dentro de la santa iglesia, de los que es una viva imagen este siervo [el perezoso], los cuales temen emprender el camino de mejor vida y no temen permanecer en la indolencia; y considerándose pecadores, tiemblan de entrar en las vías de la santidad, y tiemblan de seguir en sus vicios.

Los que no quieren emprender el camino de las buenas obras y de una vida perfecta, porque se consideran flacos y se confiesan pecadores, rechazan al Señor y huyen de aquel a quien debieran santificar en sí; y turbados como están, no discurren, mientras mueren y temen la vida.

Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, 9. 1b, pg. 276, 278-279.

¿Cómo se debe entender que nuestro Señor cosecha donde no ha esparcido? Pienso que el justo siembra en el espíritu y de ahí cosecha la vida eterna (cf. Ga 6, 8). Dios cosecha todo cuanto el justo siembra y cosecha para la vida eterna. Porque el justo que cosecha donde no sembró sino el mismo justo, es propiedad de Dios.

Orígenes. Serie de comentarios al Ev. de Mateo, 68. 1b, pg. 278.

Que nadie, pues, diga: “Yo no tengo más que un talento y no puedo hacer nada”. No. Con un solo talento puedes también ser glorioso. Porque no serás más pobre que la viuda de las dos monedas, ni más rudo que Pedro y Juan, que eran ignorantes y no conocían las letras. Y, sin embargo, por haber dado muestras de su fervor y por haberlo hecho todo en interés común, alcanzaron el cielo. Porque nada es tan grato a Dios como el vivir por el bien de los demás. Si Él nos dio palabra, y manos, y pies, y fuerza corporal, y razón, y prudencia, es porque quiere que de todo nos valgamos para nuestra propia salvación y para el aprovechamiento de nuestro prójimo. Así, l a palabra no solo nos sirve para ofrecerle himnos y acciones de gracias, sino también para enseñar y exhortar a nuestros hermanos.

Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 78. 1b, pg. 281.

 

San Jerónimo.

14.15 Es como un hombre… Este hombre, padre de familia, es Cristo, sin ninguna duda. Él, al ascender victorioso al Padre después de su resurrección, llamó a los apóstoles y les confió la doctrina evangélica, dando a uno más y a otro menos, no por liberalidad o parsimonia sino según las fuerzas de los que recibían, como dice también el Apóstol que había alimentado con leche a los que no podía tomar alimento sólido. Por eso acoge con la misma alegría al que había transformado en diez los cinco talentos que al que había transformado los dos en cuatro, no considerando la magnitud de la ganancia sino la intención de su esfuerzo. En los cinco, dos y un talentos veamos las diversas gracias concedidas a cada uno o bien, para el primero, los cinco sentidos examinados más arriba; para el segundo, la inteligencia y las obras; para el tercero, la razón que nos distingue a los hombres de los animales.

16. El que había recibido cinco talentos. Habiendo recibido los sentidos terrenos los duplicó con el conocimiento de las cosas celestiales. Su inteligencia se elevó de las criaturas al Creador, de las cosas corporales a las incorpóreas, de las visibles a las invisibles, de las transitorias a las eternas.

17. El que recibió dos. Este, igualmente, según sus fuerzas, duplicó en la escuela del Evangelio lo que había aprendido en la escuela de la Ley. O bien: comprendió que la ciencia y las obras de la vida presente eran prefiguraciones de la futura bienaventuranzas.

18. Pero el que recibió uno solo. A causa de las obras terrenas y los placeres del mundo, el mal servidor descuidó y manchó los preceptos de Dios, aunque en otro evangelista está escrito que lo envolvió en un lienzo (Lc 19, 20), es decir, debilitó la doctrina del padre de familia con una vida de comodidad y de placer.

19. Después de largo tiempo volvió. Hay un largo tiempo entre la ascensión del Salvador y su segunda venida. Si los apóstoles han de rendir cuenta y resucitan con temor ante el juez, ¿qué debemos entonces hacer nosotros?

21. Está bien, servidor bueno y fiel. Advirtamos que todos los bienes que tenemos al presente, por grandes y numerosos que nos parezcan, son pequeños y muy pocos en comparación con los futuros. En efecto, ¿qué más puede dar a su fiel servidor que estar con su señor y ver el gozo de su señor?

24.25. Llegó luego el que había recibido un solo talento. La palabra de la escritura: para encontrar excusas a sus pecados (Sal 140, 4), verdaderamente se aplican también a este servidor: a la pereza y negligencia se añade el pecado de la insolencia. Pues el que hubiera debido simplemente confesar su inercia y suplicar al padre de familia, lo acusa, por el contrario, sin razón y pretende haber obrado con prudencia al no exponerse a perder el capital buscado que produjera ganancias.

26-28. Debiste entonces colocar el dinero. Este dinero, pues, esta plata, es la predicación del Evangelio, la palabra divina, que debería haber sido dada a los banqueros y negociantes, es decir, ya sea, a los otros doctores – que es lo que hicieron los apóstoles consagrando presbíteros y obispos en cada provincia – o a todos los creyentes que hubieran podido duplicar el dinero y devolverlo con intereses ejecutando con obras todo lo que habían aprendido con palabras. Pero el talento que se le quita a aquel que había producido diez talentos, para que comprendamos que, si bien el Señor se alegra de la misma manera con el trabajo de cada uno, sin embargo, aquel que se había empeñado más en negociar con el dinero de su Señor merece una mayor recompensa.

El mal servidor ha osado decir: cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste, entendamos aquí que el Señor recibe también la vida virtuosa de los gentiles y de los filósofos y tata de manera diferente a los que obran con justicia y a los que obran injustamente y que, comparados con aquellos que observan la ley natural, los que descuidan la Ley escrita son condenados.

29. Pues al que tiene se le dará. Muchos, aunque tengan una sabiduría natural y un ingenio penetrante, si son negligentes y destruyen por la desidia sus dones naturales, comparados con aquellos un poco más tardos que compensan esa inferioridad con su esfuerzo y diligencia, pierden sus dones naturales y ven pasar a otros la recompensa que se les había prometido. También puede interpretarse de esta manera: Aquel que tiene fe y buena voluntad en el Señor, incluso si, como hombre, le faltara algo a sus obras, le será concedido por el juez lleno de bondad. Pero el que no tuviera fe perderá aun aquellas virtudes que parecía poseer naturalmente. Y con mucha propiedad dice: se le quitará aun lo que parece tener. Todo lo que no va acompañado de la fe en Cristo no se debe atribuir al que ha hecho mal uso de ello, sino a aquel que concedió un bien natural incluso a un mal servidor.

30. Echad fuera a las tinieblas. El Señor es luz. El que es arrojado afuera por él carece de la verdadera luz.

22, 13. En el llanto de los ojos y el rechinar de dientes se nos muestra, mediante una metáfora tomada de los miembros del cuerpo, la magnitud de los tormentos.

 

San Agustín.

El hombre locuaz ama la mentira. ¿Cuál es su placer, sino el hablar? Con tal de hablar, no le preocupa qué habla. Es imposible que se mantenga recto. ¿Cómo, pues, debe ser el siervo de Dios, encendido con esos carbones, y hecho él carbón saludable? ¿Cómo debe ser? Debe ser tal que dese más escuchar que hablar, según está escrito: Todo hombre ha de ser pronto para escuchar y lento para hablar (Santiago 1, 9); y, si es posible, desee no verse en la necesidad de hablar, predicar y enseñar.

Ved que lo digo a vuestra caridad: hermanos míos, ahora os estoy hablando a vosotros, para enseñaros algo; ¡cuánto mejor sería si todos fuésemos sabios y nadie tuviese que enseñar a nadie! De esa manera, no habría uno que hablase y otro que escuchase, sino que todos seríamos oyentes de aquella única persona a la que se dice: Darás a mi oído el gozo y la alegría (Sal 50, 10). Razón por la que aquel Juan no tenía su gozo tanto en el predicar o en el hablar, como en el escuchar. Dice, en efecto: El amigo del esposo se mantiene en pie, le escucha y se llena de gozo ante la voz del esposo (Jn 3, 29). Y así, hermanos míos, he dicho brevemente a vuestra caridad aquello en que cada uno debe examinarse: no se trata de que no se haya de hablar, sino de que se hable según lo exija el oficio de la palabra. Debe poseer en su voluntad el gozo del silencio, mas si la necesidad lo requiere ha de ofrecer la palabra que enseña. ¿Cuándo se hace necesaria la palabra que enseña? Cuando te hallas ante un ignorante, ante un indocto.

Comentario al salmo 139, 15 Pg. 1551.

 

San Juan de Ávila.

Entra en el gozo de tu Señor (cf. Mt 25, 23). Porque de lo mismo que tú [Jesucristo] comes y bebes, comerán ellos y beberán; y de lo mismo que tú te goza, ellos gozarán. Porque convidados los tienes que coman sobre tu mesa en el reino del Padre (cf. Lc 22, 30)

Audi, filia (II). Cap. 10, 3. OC I. Pg. 558.

Gózate, siervo bueno y fiel; porque fuiste fiel en lo poco, y te porné sobre mucho; entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 21). Decís, Señor que entre en vuestra casa, que entre en vuestro cielo, que goce de lo mismo que vos gozáis, que, coma del mesmo manjar que Dios come. Dícenos su Majestad: “Yo os dispongo en mi reino, para que comáis y bebáis sobre mi mesa en el reino de mi Padre”. ¿Qué tiene el mundo que pueda cotejar ni comparar con tan gran felicidad, como comer a la mesa de Dios? No se pueden comparar a esto los estados y señoríos de los hombres, porque en su comparación son estiércol.

Lecciones sobre I San Juan (I). Lección 3. OC II. Pg. 122.

Tenemos también compañía con Dios en el gozar y en el descanso, y con razón, porque razón es que quien es semejante a Dios es costumbres, sea también en la gloria, según dice el Evangelio: Euge serve bone; intra in gaudium Domini tui (Mt 25, 21). Entra a gozarte con el mesmo que es tu Señor, a comer sus mesmos manjares: Ego dispono vobis (Lc 22, 29). No debajo de la mesa, sino a una mesa mesma estemos Dios y nosotros: y que diga el bueno: “Acá no quiero comer del manjar del pecado, porque estoy convidado a la mesa de Dios: y entretanto bástame esta esperanza de decir; Convidado estoy, para nunca pecar”.

Lecciones sobre I San Juan (II). Lección 3. OC II. Pg. 359.

¡Oh bienaventuradas lágrimas, que las manos del Señor las han de enjugar; dichosa tristeza, que la han de trocar con tan grande gozo, no de criaturas, mas del mesmo Criador, y no por algunos años, mas para siempre, porque de tal manera le dirá: Entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 21), porque nunca para siempre saldrás de él y probará[n] a qué sabe tristeza!

Tratados menores. Exposición de las bienaventuranzas, 8. OC II. Pg. 806.

Gran merced nos hizo Dios en darnos su divina Escriptura, provechosa y necesaria para saberle servir (cf. Mt 25, 28). Más, porque, siendo el viento que en esta mar sopla viento del cielo, que es el Espíritu Santo, quisieron algunos navegar por él con vientos de tierra, que son sus ingenios y estudios e impuros afectos, no acercaron la navegación, y ahogándose en este gran mar permitiéndolo Dios en castigo de sus pecados.

Tratados de reforma. Causas y remedios de las herejías, 29. OC II. Pg. 552-553.

Donde veréis el error de muchos que dicen: “En mi mano está ser bueno”. No es negocio de tierra, sino del cielo; y ansí, el Concilio Tridentino juzga por anatema a cualquiera que dijere que el pecador, después que haya caído en el pecado, pueda levantarse sin ayuda y gracia del Señor. Lo segundo, yerran otros que luego desmayan porque les dicen esto. Y porque sepáis la verdad, mirad que no se deleita Dios sobre hijos inútiles, ni le aplacen, como dice la Escritura, como ni tú en tener un hijo bellaco, borracho (cf. Mt 25, 30; Eclo 16, 3). Imita luego a Jesucristo y a sus costumbres, y serás su hijo; porque como por esencia no puedes ser hijo, resta que lo seas por imitación. Luego, si has de ser por imitación hijo, no bastan tus fuerzas, sino de Dios han de venir.

Lecciones sobre I San Juan (II). Lección 9. OC II. Pg. 358.

 Vigilate, dice el Evangelio (Mt 25, 13). Estar despierto y en vela, atalayando la grey, que anda el lobo como un león rodeando comella [montaña]. Preguntaba yo a un obispo: - ¿Cómo vuestra señoría puede dormir? - ¿Dormir, señor? Ocho horas me llevo de un tirón. - ¡Bendita sea tal conducta de obispo! ¡Ocho horas! Pues ¿y no veis el peligro? - ¿Qué, señor? Todos duermen, durmamos. – Razón de carta rota; anrtes por eso más velar. Si en navío estuviésemos y viésemos los pilotos e maestros e los que saben de aquel menester estar en vela, sufrié[ra]se dormir; pero dormidos ellos, ¿no sería desatino, levantada una gran tempestad, como esta herejía, irse a dormir? Veis el peligro y dormidos los pastores; por eso estad en vela, para que cuando venga el Señor os halle aparejados [preparar, prevenir, disponer, rae.es]. ¿Qué hará a ese tal? Servirále de paje, pornále una silla de caderas y una mesa de gloria, ad quam…

Ciclo santoral. Sermones de santos. 74. San Nicolás. OC III. Pg. 996.

-Gran verdad es, dice la Virgen, que, en lo que a mí toca, no tengo más que desear; porque he entrado en el gozo del Señor (Mt 25, 21), más dentro y con mayor abundancia que nadie “entró ni entrará”, ni que nadie puede decir.

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. 69. Asunción de María. OC III. Pg. 94.

Ver tantas perfecciones y una misma cosa, ésta es la música que han de oír sus orejas y gozarse en su gozo donde está. Intra in gaudium Domini tui, Siervo fiel, porque te puse sobre pocas cosas y fuiste fiel,, entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 21). Como si el rey estuviese en su sala y llamase a un esclavito de la cocina y le dijese: “Ven acá, entra en la sala de tu señor a asentarte a su mesa, y a oír su música, y a gozarte de lo que él se goza; entra en el gozo que se goza tu señor”.

Ciclo santoral. Sermones de santos. 79. Festividad de Todos los Santos. OC III. Pg. 1069.

Éste es el descanso sobre todo descanso, éste es el deleite donde se juntan tanto las voluntades, donde hay un amor tan encendido, que ni ojo lo vio, ni oreja lo oyó, ni [a] corazón de hombre subió lo que Dios tiene aparejado para los que le aman (cf. 1 Cor 2,9), lo cual consiste en amar a Dios para ti y amar a ti para Dios, y a ti y a Dios para sí. - ¿Qué bienes ese? ¿Qué gozo es ése? – El mismo gozo de Dios. Alégrate, siervo de Dios, dice Dios, que has sido fiel; entra en el gozo de tu Señor (cf. Mt 25, 23) a gozar de lo que goza él, a vivir de lo que vive él, a ser un espíritu con él y a ser Dios por participación.

Ciclo temporal. Sermones de tiempo. 18. Jueves de la Ascensión. OC III. Pg. 233.

Y porque la divina Sabiduría conoce cuán excelente vida es aquésta, la suma Bondad crio ángeles, no con otro intento sino para que participasen de esta vida tan buena y tan delectable. Criólos en vida de gracia; y a los que le agradecieron esta merced y usaron bien de ella, perfeccionóles esta vida, dándoles la vida de gloria porque la gracia principio es de la gloria; y a los que la perdieron arrojólos en el infierno, excluidos de todo bien, ajenos de la vida bienaventurada, alzados de la lumbre de Dios y condenados a tinieblas de fuera (Mt 25, 30) y muerte que no tiene fin.

Ciclo temporal. Sermones del Santísimo Sacramento. 45. Santísimo Sacramento. OC III. Pg. 595.

Puede el hombre pensar que es esclavo y obligado a servir con diligencia a su señor, conforme a los de los talentos (cf. Mt 25, 14s), y como quien entra en capítulo, y examinarse bien como quien está en el artículo de la muerte, según se ha dicho; que grande mal es no pensar primero lo que cierto ha de pasar por nos.

Primera parte. 8. A un sacerdote. OC IV. Pg. 50.

Y el Señor, que mentir no puede, lo afirma diciendo: Al que mucho le es dado, mucha cuenta le será pedida (Lc 12, 48). Y Él galardona a quien bien granjea y trae ganancia de los talentos recebidos, y castiga con infierno a los que no emplean el talento que Él dio; y no se contenta con que se lo tornen entero, si no se lo dan con ganancia (cf. Mt 25, 14). Y talento, como San Gregorio declara, se entiende ser todo aquello con que el hombre puede aprovechar a su prójimo o evitarle el mal.

 A un señor de este reino, siendo asistente de Sevilla. OC IV. Pg. 67.

Vivid en un santo recelo, si habéis de poner en guarda lo que nuestro Señor os ha dado; si habéis de ganar cinco talentos con los cinco que os dieron (cf. 25, 1ss.).

A una monja, hija suya espiritual. OC IV. Pg. 548.

¡Oh Señor, y con cuánta razón vuestra merced debe ser agradecido al bien recebido, y cuidadoso por la guarda de él a lo menos (1 Jn 2, 17), y temeroso no se le vaya de entre manos! Y dije a lo menos porque el que tiene conjecturas que ha recebido de Dios el don de la justificación, debe obrar como diligente negociador, para que con cinco gane otros cinco (cf. Mt 25, 20), creciendo en el bien que Dios comenzó y ganando cada día más parte del cielo, pues está la puerta abierta para más cada día ganar.

A una persona. OC IV. Pg. 505.

Sería tanto el provecho que hiciesen en sus repúblicas, que en breve tiempo las tuviesen todas reformadas o a lo menos muy mejoradas; y ternían cuenta de siervos fieles para que el día de su juicio, ofreciendo al Señor ganancia de cinco por cinco y de dos por dos; y oyendo aquella alegre y dichosa palabra: Gózate, siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 21), evitarían el temeroso tronido de la otra contraria dicha al que no empleó bien el talento. Atadlo de pies y de manos, y echaldo en las tinieblas fuera (cf. Mt 25, 30). ¡Cuán valerosa cosa es el amor y necesario para bien usar del oficio público!, pues él es el que hace emplear bien los talentos y ser gualardonado por ello; y la falta de él hace al hombre descuidado y flojo y lo echa en penas eternas.

A un señor de este reino, siendo asistente de Sevilla. OC IV. Pg. 68.

Mucho querría ver a vuestra señoría alegre y consolado en la gracia de Jesucristo, y el corazón persuadido que por Él ha de ser salvo, mediante la guarda de su santa Ley; y que llevase unos pasos ciertos y sosegados, una cuenta clara y de buena esperanza, con que tuviese conjectura que le ha de decir el Señor: Gózate, siervo bueno y fiel (Mt 25, 21); y que en todo caso para esto no haya pereza, no se alegue pobreza, no respecto a cosa ninguna, sino que se cumpla con el ánima, de donde diere. Que si Dios ve en un corazón verdadero deseo de agradarle a Él, no dejará por su bondad de abrir caminos como se efectúen los buenos deseos, con tal que entendamos que algunas veces es menester derramar la sangre en estos caminos.

A un señor de título. OC IV. Pg. 108.

Yo, hermano, tengo mucho deseo que vos deis buena cuenta delo que nuestro Señor os encomendó; porque el buen siervo y leal ha de ganar cinco talentos con otros cinco que le dieron, para que oiga de la boca de nuestro Señor: Gózate, siervo fiel y bueno; que en pocas cosas que te encomendé fuiste fiel, yo te porné sobre muchas (Mt 25, 21). Y de tal manera tened cuenta con lo que os encomendaron, que no olvidéis a vos mismo, sino que entendáis que el más encomendado vos sois. Porque poco aprovechará que a todos saquéis del lodo, si vos os quedáis en él.

A Juan de Dios, el de Granada. OC IV. Pg. 237.

Vivid agora como extranjero, y, teniendo acá vuestro cuerpo, tened vuestro corazón allá, para que cuando el Señor os llamare, no os halle durmiendo, mas aparejado para ir con Él y para oír aquella dulce voz: Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 21).

A un su devoto que le pedió cómo sería bueno. OC IV. Pg. 283.

Yo, reverendísimo señor, me he alegrado de este lugar que Dios a vuestra señoría ha dado, porque como Él haya dicho: Quia in pausa fuisti fidelis supra multa te consitiam  (Mt 25, 21), parece que podemos tener alguna conjetura de que vuestra señoría ha administrado bien la presidencia o superintendencia sobre su clero y ovejas, pues Dios le da superintendencia sobre pastores de muchas ovejas, porque estoy persuadido de la misericordia de nuestro Señor.

A un obispo de Córdoba cuando fue a presidir a un concilio provincial que se celebró en Toledo. OC IV. Pg. 601.

Este gozo en la gloria de Dios es agua prometida a los trabajadores, lo cual declaró Cristo cuando dijo: Gózate, siervo fiel, que pues en lo poco fuiste fiel, te constituiré en lo mucho; entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 21).

A una religiosa. OC IV. Pg. 707.

Escudriñemos los rincones de nuestra conciencia y curemos lo que está llegando; desatemos los lazos de nuestros pecados, pongamos remedio en lo que más nos hace temer, y aplaquemos los gritos que nuestra conciencia nos da, haciendo lo que nos manda, y Dios por ella; porque, estando todo bien ordenado y puesto en concierto, estemos esperando, como siervos fieles y despiertos, a la venida de nuestro Señor, y seamos hallados con candelas encendidas y los lomos ceñidos (cf. Lc 12, 35-37), y oyamos aquella dulce palabra: Gozad, siervo bueno y fiel, que en pocas cosas fuiste fiel; yo te constituiré sobre muchos, entra en el gozo de tu Señor. (Mt 25, 21.23). Aquel es día que esperan los buenos cristianos, por el cual pasan los penados de acá con mucha paciencia; y aquella corona les hace que sufran los combates del mundo y la carne, escogiendo el presente abatimiento por el ensalzamiento eterno, y el lloro breve por la risa sin fin, el perder aquí su voluntad, por hallarla siempre unida con la de Dios en el cielo, adonde ninguna cosa ternán que les descontente, y todo lo que les fuere agradable será; porque poseerán a Dios por tesoro muy precioso, en el cual está todo el bien.

A unos deudos suyos, casados, en Almodóvar. OC IV. Pg. 194.

Y así, cuando diga el Señor a vuestra señoría: Euge, serve bone et fidelis, piense vuestra señoría en esta corona, y tendrá en poco todas las de acá. Piense en aquel gaudium Domini tui (Mt 25, 21.23), y tendrá en poco los gozos y trabajos de acá.

A un obispo de Córdoba. OC IV. Pg. 604.

A Cristo plega prosperar a vuestra merced en el espiritual ejercicio de las ánimas, pues le ha dado el deseo de ellas, para que Él goce de los trabajos de la redempción, y vuestra merced del premio del siervo fiel que con mucha ganancia acude a su Señor, y oiga de su boca aquella bienaventurada palabra. Intra in gaudium domini tui (Mt 25, 21.23).

A un amigo suyo sacerdote. OC IV. Pg. 675.

Conviene que vuestra señoría no quiera que, con disposición desigual, haya ejercicios iguales. Porque muchos se afligieron ignorantemente por no alcanzar lo que ni su fuerza ni estado les permitía. Está claro que, con esa disposición, no ha de querer la orden que antes tenía, ni nuestro Señor tal pide; pues su voluntad es muy igual y templada, con misericordia, que no pide sino lo que Él da de aparejo; y no sólo quiere coger donde no siembra (cf. Mt 25, 24), mas aun conténtase con coger mucho menos de lo que sembró. No se desconsuele vuestra señoría por lo que no puede alcanzar; que eso ¿qué sería sino estar penada porque no tiene alas para volar por el aíre? No ponga los ojos en consuelo ni en oración, sino en el cumplimiento de la voluntad del Señor. Y pues Él quiere que el tiempo que se gastaba en orar se gaste ahora en vomitar, sea muy enhorabuena; y Él contento, todos contentos los que tienen en más el contento de Él que poseer los cielos y tierra.

A una señora afligida por su enfermedad. OC IV. Pg. 207.

Conviene mucho, para guardar la gracia de Dios, hablar poco de ella y obrar mucho con ella; porque así como los sentimientos de la gracia tenemos experiencia que se nos pierden con pecar, así con el obrar se nos acrecienta; que voz de la gracia es la que dijo Raquel: Dame hijos, y si no me los das, moriré (Gn 30, 1); y el Señor quitó al siervo el talento que no obraba con él (cf. Mt 25, 28).

A un canónigo de cierta iglesia de estos reinos. OC IV. Pg. 513.

Preguntare a mi Dios que me enseñe su querer, y aquél será mi ley, aunque mi querer otra cosa quiera; duela o no, pierda o no, determinome de atarme con Dios allende de se lo deber, pues Él se ató con la cruz por mí, cúmpleme llegarme a Él; pues todo aquel que no se llegare acá por amor, será allá apartado de Él con desamor. Cuésteme mi sangre, y no pierda yo a Dios. Y por oír de su boca: Gózate, siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 29), todo lo que se puede pasar es muy poco; que, al fin, es temporal todo eso, y aquello eterno; esto liviano, y aquello de peso.

A un caballero. OC IV. Pg. 315.

Por tanto, mi señor, avise vuestra merced a esos señores caballeros nuevos del Rey celestial que no tomen el negocio de burla, pues el castigo de la negligencia y el galardón del cuidado no se dan de burla. Gran Señor es dios, y quiere ser diligentemente servido; y al siervo perezoso no le dio menor castigo que echarlo, atados pies y manos, en las tinieblas de fuera (cf. Mt 25, 30), que quiere decir, excluirlo de los bienes de Dios y su casa.

A un caballero. OC IV. Pg. 314.

 

San Oscar Romero. Homilía.  

El destino del hombre al ser puesto en esta tierra como el Señor al que los dejó con cinco talentos, con dos talentos, no hay dos hombres iguales. La Iglesia no predica una igualdad absoluta, lo que predica es una justicia entre las desigualdades, un amor fraterno, como no hay dos hermanos iguales; pero cuando se aman cómo comparten fraternalmente las preocupaciones, los haberes y también sus aflicciones. Así también, dice el Concilio recordando una frase de la Carta de San Pablo a los Romanos, ustedes que viven en el mundo, empujando al mundo hacia el progreso, no se conformen a la figura de este mundo, es decir, a la vanidad, a la malicia que transforma en instrumento de pecado la actividad humana que Dios ha querido ordenar al servicio de Dios y al amor de los hombres; para eso trabajamos. Entre nosotros hay muchos esfuerzos, bendito sea Dios, de este trabajo de promoción, de hacer progresar al hombre. En estos días he asistido a academias de costura, de confección. Hoy he recibido a la entrada de la Iglesia un precioso navideño recuerdo hecho en Chalatenango, en La Palma, donde la Semilla de Dios es un testimonio de este progreso. Ojalá se mantengan siempre muy cristianas estas cosas. Y yo les he dicho siempre en estas ocasiones, la Iglesia no promueve academias de costuras o talleres, etc., sólo por hacer progresar materialmente a la gente, quiere poner en el corazón la verdadera sabiduría, un espíritu, una mística para decirle que el progreso no se debe de confundir con el Reino de Dios pero ayuda al Reino de Dios.

Homilía 19 de noviembre de 1978.

 

Papa Francisco. Ángelus. 23 de noviembre de 2014

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo es la parábola de los talentos, tomada de san Mateo (25, 14-30). Relata acerca de un hombre que, antes de partir para un viaje, convocó a sus siervos y les confió su patrimonio en talentos, monedas antiguas de grandísimo valor. Ese patrón dejó al primer siervo cinco talentos, al segundo dos, al tercero uno. Durante la ausencia del patrón, los tres siervos tenían que hacer fructificar ese patrimonio. El primer y el segundo siervo duplicaron cada uno el capital inicial; el tercero, en cambio, por miedo a perder todo, sepultó el talento recibido en un hoyo. Al regresar el patrón, los dos primeros recibieron la alabanza y la recompensa, mientras que el tercero, que restituyó sólo la moneda recibida, fue reprendido y castigado.

Es claro el significado de esto. El hombre de la parábola representa a Jesús, los siervos somos nosotros y los talentos son el patrimonio que el Señor nos confía. ¿Cuál es el patrimonio? Su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celestial, su perdón... en definitiva, muchas cosas, sus bienes más preciosos. Este es el patrimonio que Él nos confía. No sólo para custodiar, sino para fructificar. Mientras que en el uso común el término «talento» indica una destacada cualidad individual —por ejemplo el talento en la música, en el deporte, etc.—, en la parábola los talentos representan los bienes del Señor, que Él nos confía para que los hagamos fructificar. El hoyo cavado en la tierra por el «siervo negligente y holgazán» (v. 26) indica el miedo a arriesgar que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor. Porque el miedo a los riesgos del amor nos bloquea. Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte. Jesús no nos pide esto, sino más bien quiere que la usemos en beneficio de los demás. Todos los bienes que hemos recibido son para darlos a los demás, y así crecen. Es como si nos dijera: «Aquí tienes mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y haz amplio uso de ello». Y nosotros, ¿qué hemos hecho con ello? ¿A quién hemos «contagiado» con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos alentado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo? Son preguntas que nos hará bien plantearnos. Cualquier ambiente, incluso el más lejano e inaccesible, puede convertirse en lugar donde fructifiquen los talentos. No existen situaciones o sitios que sean obstáculo para la presencia y el testimonio cristiano. El testimonio que Jesús nos pide no es cerrado, es abierto, depende de nosotros.

Esta parábola nos alienta a no esconder nuestra fe y nuestra pertenencia a Cristo, a no sepultar la Palabra del Evangelio, sino a hacerla circular en nuestra vida, en las relaciones, en las situaciones concretas, como fuerza que pone en crisis, que purifica y renueva. Así también el perdón que el Señor nos da especialmente en el sacramento de la Reconciliación: no lo tengamos cerrado en nosotros mismos, sino dejemos que irradie su fuerza, que haga caer los muros que levantó nuestro egoísmo, que nos haga dar el primer paso en las relaciones bloqueadas, retomar el diálogo donde ya no hay comunicación... Y así sucesivamente. Hacer que estos talentos, estos regalos, estos dones que el Señor nos dio, sean para los demás, crezcan, produzcan fruto, con nuestro testimonio.

Creo que hoy sería un hermoso gesto que cada uno de vosotros tomara el Evangelio en casa, el Evangelio de san Mateo, capítulo 25, versículos del 14 al 30, Mateo 25, 14-30, y leyera esto, y meditara un poco: «Los talentos, las riquezas, todo lo que Dios me ha dado de espiritual, de bondad, la Palabra de Dios, ¿cómo hago para que crezcan en los demás? ¿O sólo los cuido en la caja fuerte?».

Además, el Señor no da a todos las mismas cosas y de la misma forma: nos conoce personalmente y nos confía lo que es justo para nosotros; pero en todos, en todos hay algo igual: la misma e inmensa confianza. Dios se fía de nosotros, Dios tiene esperanza en nosotros. Y esto es lo mismo para todos. No lo decepcionemos. No nos dejemos engañar por el miedo, sino devolvamos confianza con confianza. La Virgen María encarna esta actitud de la forma más hermosa y más plena. Ella recibió y acogió el don más sublime, Jesús en persona, y a su vez lo ofreció a la humanidad con corazón generoso. A ella le pedimos que nos ayude a ser «siervos buenos y fieles», para participar «en el gozo de nuestro Señor».

 

Papa Francisco. Ángelus. 19 de noviembre de 2017.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este penúltimo domingo del año litúrgico, el Evangelio nos presenta la parábola de los talentos (cf Mateo 25, 14-30). Un hombre, antes de partir de viaje, entrega a sus siervos unos talentos, que en aquel tiempo eran monedas de notable valor: a un siervo, cinco talentos; a otro, dos; a otro, uno, según la capacidad de cada uno. El siervo que recibió cinco talentos es emprendedor y les hace fructificar ganando otros cinco. De igual modo se comporta el siervo que había recibido dos y se procura otros dos. En cambio, el siervo que recibió uno, excava un agujero en la tierra y esconce la moneda de su patrón.

Es este el mismo siervo que explica al patrón, a su regreso, el motivo de su gesto, diciendo: «Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo y fui y escondí en tierra tu talento». (vv. 24-25). Este siervo no tiene con su patrón una relación de confianza, sino que tiene miedo de él y esto lo bloquea. El miedo inmoviliza siempre y a menudo hace tomar decisiones equivocadas. El miedo desalienta de tomar iniciativas, induce a refugiarse en soluciones seguras y garantizadas y así termina por no hacer nada bueno. Para ir adelante y crecer en el camino de la vida no hay que tener miedo, hay que tener confianza.

Esta parábola nos hace entender lo importante que es tener una idea verdadera de Dios. No debemos pensar que Él es un patrón malo, duro y severo que quiere castigarnos. Si dentro de nosotros está esta imagen equivocada de Dios, entonces nuestra vida no podrá ser fecunda, porque viviremos en el miedo y este no nos conducirá a nada constructivo; de hecho, el miedo nos paraliza, nos autodestruye. Estamos llamados a reflexionar para descubrir cuál es verdaderamente nuestra idea de Dios. Ya en el Antiguo Testamento Él se reveló como «Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad» (Éxodo 34, 6). Y Jesús siempre nos ha mostrado que Dios no es un patrón severo e intolerante, sino un padre lleno de amor, de ternura, un padre lleno de bondad. Por lo tanto, podemos y debemos tener una inmensa confianza en Él.

Jesús nos muestra la generosidad y la premura del Padre de tantos modos: con su palabra, con sus gestos, con su acogida hacia todos, especialmente hacia los pecadores, los pequeños y los pobres —como hoy nos recuerda la I Jornada Mundial de los Pobres—; pero también con sus advertencias, que revelan su interés para que nosotros no desperdiciemos inútilmente nuestra vida. Es un signo, de hecho, de que Dios tiene una gran estima de nosotros: esta conciencia nos ayuda a ser personas responsables en cada una de nuestras acciones. Por lo tanto, la parábola de los talentos nos reclama a una responsabilidad personal y a una fidelidad que se convierte también en capacidad de caminar continuamente sobre caminos nuevos, sin «enterrar el talento», es decir, los dones que Dios nos ha confiado y sobre los que nos pedirá cuentas.

Que la Virgen Santa interceda por nosotros, con el fin de que permanezcamos fieles a la voluntad de Dios haciendo fructificar los talentos de los que nos ha dotado. Así seremos útiles a los demás y, en el último día, seremos acogidos por el Señor, que nos invitará a tomar parte de su alegría.

 

Papa Francisco. Ángelus. 15 de noviembre de 2020.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este penúltimo domingo del año litúrgico, el Evangelio nos presenta la famosa parábola de los talentos (cf. Mt 25, 14-30). Forma parte del discurso de Jesús sobre los últimos tiempos, que precede inmediatamente a su pasión, muerte y resurrección. La parábola —la hemos escuchado— cuenta de un rico señor que debe partir y, previendo una larga ausencia, encomienda sus bienes a tres de sus siervos: al primero le encomienda cinco talentos, al segundo dos, al tercero uno. Jesús especifica que la distribución se hace "según la capacidad de cada uno" (v. 15). Así hace el Señor con todos nosotros: nos conoce bien, sabe que no somos iguales y no quiere privilegiar a nadie en detrimento de otros, sino que encomienda a cada uno un capital de acuerdo con sus capacidades.

Durante la ausencia del amo, los dos primeros siervos se esforzaron hasta el punto de duplicar la suma que se les había encomendado. No así el tercer siervo, que esconde su talento en un hoyo: para evitar peligros, lo deja allí, a salvo de los ladrones, pero sin hacerlo fructífero. Llega el momento del regreso del amo, que pide cuentas a sus siervos. Los dos primeros presentan el buen fruto de sus esfuerzos; han trabajado, y el amo los elogia, los recompensa y los invita a participar en su fiesta, en su alegría. El tercero, sin embargo, al darse cuenta de que está en falta, inmediatamente empieza a justificarse diciendo: «Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste, por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento bajo tierra; aquí tienes lo que es tuyo» (vv. 24-25). Se defiende de su pereza acusando a su amo de ser “duro”. Esta es una costumbre que también nosotros tenemos: muchas veces nos defendemos acusando a los demás. Pero ellos no tienen la culpa, la culpa es nuestra, el defecto es nuestro. Y este siervo acusa a los demás, acusa al amo, para justificarse. A menudo también nosotros hacemos lo mismo. Entonces el amo le recrimina: le llama siervo «malo y perezoso» (v. 26); hace que le quiten su talento y lo echen de su casa.

Esta parábola vale para todos pero, como siempre, especialmente para los cristianos. También hoy es muy actual, hoy que es la Jornada de los Pobres, en la que la Iglesia nos dice a los cristianos: “Tiende la mano al pobre, tiende tu mano al pobre”. No estás solo en la vida, hay gente que te necesita; no seas egoísta, tiende la mano al pobre.

Todos hemos recibido de Dios un “patrimonio” como seres humanos, una riqueza humana, del tipo que sea. Y como discípulos de Cristo, también hemos recibido la fe, el Evangelio, el Espíritu Santo, los sacramentos, y tantas otras cosas. Estos dones hay que emplearlos para hacer el bien, el bien en esta vida, como servicio a Dios y a los hermanos. Y hoy la Iglesia te dice, nos dice: “Utiliza lo que te ha dado Dios y mira a los pobres. Mira, hay muchos, también en nuestras ciudades, en el centro de nuestra ciudad, hay muchos. ¡Haz el bien!”.

A veces pensamos que ser cristianos es no hacer el mal. Y no hacer el mal es bueno. Pero no hacer el bien no es bueno. Tenemos que hacer el bien, salir de nosotros mismos y mirar, mirar a quienes tienen más necesidad. Hay mucha hambre, incluso en el corazón de nuestras ciudades, y tantas veces entramos en esa lógica de la indiferencia: el pobre está ahí y miramos para el otro lado. Tiende tu mano al pobre: es Cristo. Sí, algunos dicen: “Estos sacerdotes, estos obispos que hablan de los pobres, de los pobres… ¡Nosotros queremos que nos hablen de la vida eterna!”. Escuchad, hermano y hermana, los pobres están en el centro del Evangelio. Es Jesús quien nos ha enseñado a hablar a los pobres, es Jesús quien ha venido por los pobres. Tiende tu mano al pobre. Has recibido muchas cosas, ¿y dejas que tu hermano, tu hermana, muera de hambre?

Queridos hermanos y hermanas, que cada uno diga en su corazón esto que Jesús nos dice hoy, que repita en su corazón: “Tiende tu mano al pobre”. Y Jesús nos dice otra cosa: “Sabes, el pobre soy yo”. Jesús nos dice esto: “El pobre soy yo”.

La Virgen María recibió un gran don: Jesús; pero no se lo guardó para sí misma sino que se lo dio al mundo, a su pueblo. Aprendamos de ella a tender la mano a los pobres.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 16 de noviembre de 2018.

Queridos hermanos y hermanas:

La Palabra de Dios de este domingo, penúltimo del año litúrgico, nos invita a estar vigilantes y activos, en espera de la vuelta del Señor Jesús al final de los tiempos. La página del Evangelio narra la célebre parábola de los talentos, referida por san Mateo (cf.Mt 25, 14-30). El "talento" era una antigua moneda romana, de gran valor, y precisamente a causa de la popularidad de esta parábola se ha convertido en sinónimo de dote personal, que cada uno está llamado a hacer fructificar. En realidad, el texto habla de "un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda" (Mt 25, 14).

El hombre de esta parábola representa a Cristo mismo; los siervos son los discípulos; y los talentos son los dones que Jesús les encomienda. Por tanto, estos dones, no sólo representan las cualidades naturales, sino también las riquezas que el Señor Jesús nos ha dejado como herencia para que las hagamos fructificar: su Palabra, depositada en el santo Evangelio; el Bautismo, que nos renueva en el Espíritu Santo; la oración —el "padrenuestro"— que elevamos a Dios como hijos unidos en el Hijo; su perdón, que nos ha ordenado llevar a todos; y el sacramento de su Cuerpo inmolado y de su Sangre derramada. En una palabra: el reino de Dios, que es él mismo, presente y vivo en medio de nosotros.

Este es el tesoro que Jesús encomendó a sus amigos al final de su breve existencia terrena. La parábola de hoy insiste en la actitud interior con la que se debe acoger y valorar este don. La actitud equivocada es la del miedo: el siervo que tiene miedo de su señor y teme su regreso, esconde la moneda bajo tierra y no produce ningún fruto. Esto sucede, por ejemplo, a quien, habiendo recibido el Bautismo, la Comunión y la Confirmación, entierra después dichos dones bajo una capa de prejuicios, bajo una falsa imagen de Dios que paraliza la fe y las obras, defraudando las expectativas del Señor.

Pero la parábola da más relieve a los buenos frutos producidos por los discípulos que, felices por el don recibido, no lo mantuvieron escondido por temor y celos, sino que lo hicieron fructificar, compartiéndolo, repartiéndolo. Sí; lo que Cristo nos ha dado se multiplica dándolo. Es un tesoro que hemos recibido para gastarlo, invertirlo y compartirlo con todos, como nos enseña el apóstol san Pablo, gran administrador de los talentos de Jesús.

La enseñanza evangélica que la liturgia nos ofrece hoy ha influido también en el plano histórico-social, promoviendo en las poblaciones cristianas una mentalidad activa y emprendedora. Pero el mensaje central se refiere al espíritu de responsabilidad con el que se debe acoger el reino de Dios: responsabilidad con Dios y con la humanidad.

La Virgen María, que, al recibir el don más valioso, Jesús mismo, lo ofreció al mundo con inmenso amor, encarna perfectamente esta actitud del corazón. Pidámosle que nos ayude a ser "siervos buenos y fieles", para que podamos participar un día en "el gozo de nuestro Señor".

 

Francisco. Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 25. Madeleine Delbrêl. La alegría de la fe entre los no creyentes.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Entre los muchos testigos de la pasión por el anuncio del Evangelio, esos evangelizadores apasionados, hoy presento la figura de una mujer francesa del siglo XX, la venerable sierva de Dios Madeleine Delbrêl. Nacida en 1904 y fallecida en 1964, fue asistente social, escritora y mística, y vivió durante más de treinta años en la periferia pobre y obrera de París. Deslumbrada por el encuentro con el Señor, escribió: «Una vez que hemos conocido la palabra de Dios, no tenemos derecho de no recibirla; una vez recibida no tenemos derecho de no dejar que se encarne en nosotros, una vez encarnada en nosotros no tenemos derecho de tenerla para nosotros: desde ese momento pertenecemos a aquellos que la esperan» (La santidad de la gente común, Milán 2020, 71). Hermoso: hermoso esto que escribió…

Después de una adolescencia vivida en el agnosticismo -no creía en nada -, alrededor de los veinte años Madeleine encuentra al Señor, tocada por el testimonio de algunos amigos creyentes. Se pone entonces en la búsqueda de Dios, dando voz a una sed profunda que sentía dentro de sí, y llega a comprender que ese «vacío que gritaba en ella su angustia» era Dios que la buscaba (Deslumbrada por Dios. Correspondencia 1910-1941, Milán 2007, 96). La alegría de la fe la lleva a madurar una elección de vida enteramente donada a Dios, en el corazón de la Iglesia y en el corazón del mundo, simplemente compartiendo en fraternidad la vida de la “gente de la calle”. Poéticamente se dirigía a Jesús así: «Para estar contigo en tu camino, es necesario ir, también cuando nuestra pereza nos suplica que nos quedemos. Tú nos has elegido para estar en un extraño equilibrio, un equilibrio que puede establecerse y mantenerse solo en movimiento, solo en un impulso. Un poco como una bicicleta, que no se sujeta sin dar vueltas […] Podemos estar rectos solo avanzando, moviéndonos, en un impulso de caridad». Es lo que ella llama la “espiritualidad de la bicicleta” (Sentido del humor en el Amor. Meditaciones y poesías, Milán 2011, 56). Solamente en camino, corriendo, vivimos en el equilibrio de la fe, que es un desequilibrio, pero es así: como la bicicleta. Si tú te paras, no se sujeta.

Madeleine tenía el corazón continuamente en salida y se deja interpelar por el grito de los pobres. Sentía que el Dios Viviente del Evangelio debía quemarnos dentro hasta que no hayamos llevado su nombre a los que todavía no lo han encontrado. En este espíritu, dirigida hacia los temblores del mundo y el grito de los pobres, Madeleine se siente llamada a «vivir el amor de Jesús entera y literalmente, desde el aceite del Buen samaritano hasta el vinagre del Calvario, donándole así amor por amor […] para que, amándolo sin reservas y dejándose amar hasta el final, los dos grandes mandamientos de la caridad se encarnen en nosotros y se conviertan en uno solo» (La vocation de la charité, 1, Œuvres complètes XIII, Bruyères-le-Châtel, 138-139).

Finalmente, Madeleine nos enseña otra cosa: que evangelizando se es evangelizado, evangelizando nosotros somos evangelizados. Por eso decía, haciéndose eco de san Pablo: “Ay de mí si evangelizar no me evangeliza”. Evangelizando se evangeliza a uno mismo. Y esta es una hermosa doctrina.

Mirando a esta testigo del Evangelio, también nosotros aprendemos que en toda situación y circunstancia personal o social de nuestra vida, el Señor está presente y nos llama a habitar nuestro tiempo, a compartir la vida de los otros, mezclarnos en las alegrías y los dolores del mundo. En particular, nos enseña que también los ambientes secularizados son de ayuda para la conversión, porque los contactos con los no creyentes provocan al creyente a una continua revisión de su forma de creer y a redescubrir la fe en su esencialidad (cfr Nosotros de las calles, Milán 1988, 268s).

Que Madeleine Delbrêl nos enseñe a vivir esta fe “en movimiento”, digamos así, esta fe fecunda que todo acto de fe hace un acto de caridad en el anuncio del Evangelio. Gracias.

 

DOMINGO DE CRISTO REY. 26 de noviembre de 2023.

Monición de entrada.-

Hoy es la fiesta de Cristo Rey.

Y con esta fiesta termina el año cristiano de 2023.

Porque Jesús está en el centro del corazón de todos.

Y todas las personas vamos a estar con Él.

Él nos invita a la misa, nos habla y se nos da en la comunión.

Y Él quiere estar en nuestro corazón todos los días.

 

Señor, ten piedad.-

Tú que eres nuestro salvador. Señor, ten piedad.

Tú que eres nuestro modelo.  Cristo, ten piedad.

Tú que nos abrazas. Señor, ten piedad.

 

 Peticiones.-

Para que el Papa Francisco siga ayudándonos a tener en el corazón a Jesús. Te lo pedimos, Señor.

Para que los que mandan lo hagan bien.  Te lo pedimos, Señor.

Para que los que están enfermos o han salido de su país puedan sentir a Jesús en su corazón. Te lo pedimos, Señor.

Para que nos amemos como Jesús nos ama. Te lo pedimos,  Señor.

 

Acción de gracias.-

María, gracias por que tienes siempre a Jesús muy cerca del corazón y nos ayudas a tenerlo en nuestro corazón.

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Catecismo de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.

La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Jerónimo. Comentario al evangelio de Mateo. Editorial Ciudad Nueva. Madrid. 1999. Pgs. 105-106.

San Juan de Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA

www.vatican.va

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