martes, 19 de diciembre de 2023

Domingo 4º Tiempo de Adviento. 24 de diciembre de 2023.

 


Lectura del segundo libro de Samuel 7, 1-5.8b.12.14a.16

Cuando el rey David se asentó en su casa y el Señor le hubo dado reposo de todos sus enemigos de alrededor, dijo al profeta Natán: “Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios habita en una tienda”. Natán dijo al rey: “Ve y haz lo que desea tu corazón, pues el Señor está contigo”. Aquella noche vino esta palabra del Señor a Natán: ·Ve y habla a mi siervo David: “Así dice el Señor. ¿Tú me vas a construir una casa para morada mía? Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por dondequiera que has ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los grandes de la tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa. En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino se mantendrá siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre.

 

Textos paralelos.

 // 1 Cro 17, 1-15: Cuando David se estableció en s casa, le dijo al profeta Natán: “Mira, yo estoy viviendo en una casa de cedro, y el arca de la alianza del Señor está debajo de unos toldos”. Natán le respondió: “Anda, haz lo que tienes pensado, que Dios está contigo”. Pero aquella noche recibió Natán esta palabra de Dios: “Ve a decir a mi siervo David: Así dice el Señor: No serás tú quien me construya la casa para habitar. Desde el día en que liberé a Israel hasta hoy no he habitado en una casa, sino que he ido de tienda en tienda, y de santuario en santuario. Y en todo el tiempo que viajé de acá para allá con los israelitas, ¿encargué acaso a algún juez de Israel, a los que mandé gobernar a mi pueblo, que me construyese una casa de cedro= Pues bien, di esto a mi siervo David: Así dice el Señor de los ejércitos: Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para ser jefe de mi pueblo, Israel. Yo he estado contigo en todas tus empresas, he aniquilado a todos tus enemigos. Te haré famoso, como a los más famosos de la tierra; daré una tierra mi pueblo, Israel, lo plantaré para que viva en ella sin sobresaltos, sin que vuelvan a abusar de él los malvados como antaño, cuando nombré jueces en mi pueblo, Israel, y humillé a todos sus enemigos; además, te comunico que el Señor te dará una dinastía. Y cuando te llegue el momento de irte con tus padres, estableceré después de ti a un descendiente tuyo, a un hijo de tus hijos, y consolidaré su reino. él me edificará un templo y yo consolidaré su trono para siempre. Yo seré para él un padre, él será para mí un hijo, y no le retiraré mi lealtad, como se la retiré a tu predecesor. Lo estableceré para siempre en mi casa y en mi reino y su trono permanecerá eternamente.

Cuando el rey se estableció en su casa.

1 R 5, 4: Porque su poder [de Salomón] se extendía al otro lado del Éufrates, desde Tapsaco hasta Gaza, sobre todos los reyes del otro lado del río, y había paz en todas sus fronteras.

Dt 12, 10: Cuando crucéis el Jordán, y habitéis la tierra que el Señor, vuestro Dios, va a repartiros en heredad, y ponga fin a las hostilidades con los enemigos que os rodean, y viváis tranquilos.

Dt 25, 19: Cuando el Señor, tu Dios, ponga fin a las hostilidades con los enemigos que te rodean, en la tierra que el Señor, tu Dios, va a darte en heredad para que la poseas, borrarás la memoria de los amalecitas bajo el cielo. No te olvides.

Mira yo habito en una mansión.

Sal 132, 1-5: Tenle en cuenta, Señor, a David / todos sus afanes. / Como juró al Señor /) e hizo voto al Paladín de Jacob: / “No entraré en la tienda de mi casa, / ni subiré al lecho de mi descanso, / no concederé sueño a mis ojos / ni reposo a mis párpados, / hasta que encuentre un lugar para el Señor, / una morada para el Paladín de Jacob.

Así habla Yahvé Sebaot.

1 S 16, 11: Luego [Samuel] preguntó a Jesé: “¿Se acabaron los muchachos?” Jesé respondió: “Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas”. Samuel dijo: “Manda a por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue”.

1 S 17, 15: Davie era el más pequeño. Los tres mayores habían seguido a Saúl: David iba y venía del frente a Belén, para guardar el rebaño de su padre.

1 S 17, 20: David madrugó, dejó el rebaño al cuidado de rabadán, cargó y se marchó, según el encargo de Jesé.

Para que seas caudillo de mi pueblo Israel.

Sal 78, 70: Eligió a David, su siervo / sacándolo de los apriscos del rebaño.

He estado contigo donde quiera que has ido.

Sal 89, 28: Yo lo nombraré mi primogénito, / excelso entre los reyes de la tierra.

Cuando tu vida llegue a su límite.

2 S 23, 5: Mi casa está firme junto a Dios, / que me dio un pacto eterno, / bien formulado y mantenido. / ¡Él hará prosperar mis deseos de salvación!

Sal 89, 30-38: Le daré un linaje perpetuo / y un trono duradero como el cielo. / “Si sus hijos abandonan mi ley / y no siguen mis mandamientos, / si profanan mis preceptos / y no guardan mis mandatos, / castigaré con vara sus delitos / y a latigazos sus culpas; / pero no les retiraré mi lealtad / ni desmentiré mi fidelidad; / no profanaré mi alianza / ni cambiaré mis promesas. / Una vez juré por mi santidad / no faltar a mi palabra con David. / Su linaje será perpetuo / y su trono como el sol en mi presencia; / como la luna que permanece siempre: / testigo fidedigno en las nubes”.

Sal 132, 11-12: El Señor juró a David / una promesa que no retractará: / “un fruto de tus entrañas / colocaré en tu trono. / Si tus hijos guardan mi alianza / y los mandatos que les enseño, / también sus hijos, por siempre, / se sentarán en tu trono.

A la descendencia que saldrá de tus entrañas.

Hch 2 30: Pero [David] como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente carnal suyo se sentaría en su trono.

1 R 5, 19: He pensado construir un templo en honor del Señor, mi Dios, como dijo el Señor a mi padre, David: “Tu hijo, al que haré sucesor tuyo en el trono, será quien construya un templo en mi honor”.

Yo seré para él un padre.

1 Cro 17, 11-14: Y cuando te llegue el momento de irte con tus padres, estableceré después de ti a un descendiente tuyo, a uno de tus hijos, y consolidaré su reino. Él me edificará un templo y yo consolidaré su trono para siempre. Yo seré para él un padre, él será para mí un hijo; y no le retiraré mi lealtad, como se la retiré a su predecesor. Lo estableceré para siempre en mi casa y en mi reino y su trono permanecerá eternamente.

1 Cro 22, 10: Él edificará un templo para mi honor, será para mí un hijo, yo seré para él un padre, y consolidaré por siempre su trono real en Israel.

Será para mí un hijo.

1 Cro 28, 6: Y me dijo: “Tu hijo Salomón será quien edifique mi templo y mis atrios, porque lo he escogido como hijo y seré un padre para él”.

Hb 1, 5: Pues, ¿a cuál de los ángeles le dijo jamás: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy? Y en otro lugar: Yo seré para él un padre, él será para mí un hijo.

Dt 8, 5: Para que reconozcas que el Señor, tu Dios, te ha educado como un padre educa a su hijo.

Tu casa y tu reino permanecerán para siempre.

2 S 23, 5: Mi casa está firme junto a Dios, / que me dio un pacto eterno, / bien formulado y mantenido, / ¡Él hará prosperar mis deseos de salvación!

Lc 1, 32-33: Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David su padre, para que reine sobre la Casa de Jacob por siempre y su reinado no tenga fin.

 

Notas exegéticas.

7 La profecía es elaborada a base de una contraposición: no será David quien edifique una casa (un templo) a Yahvé, v. 5, sino que será Yahvé quien levante una casa (una dinastía) a David, v. 11. La promesa concierne esencialmente a la permanencia del linaje davídico sobre el trono de Israel, vv. 12-16. Así lo entienden David y los salmos. Es el texto de la alianza de Yahvé con David y su dinastía. Así, pues, el oráculo rebasa la persona del primer sucesor de David, Salomón, a quien se le aplica por medio de la adicción del v. 13, por 1 Co 17, 11-14 y por 1 R 5, 19. Pero el claroscuro de la profecía deja entrever un descendiente privilegiado en quien Yahvé se complacerá. Es el primer eslabón de las profecías sobre el Mesías, hijo de David (Is 7,m 14; Mi 4, 14; Ag 2, 23 y Hch 2, 30 aplicará el texto a Cristo.

7 14 Se trata de una fórmula de adopción, como en Sal 2, 7; 110 3 (griego), pero también es la primera expresión del mesianismo real: cada rey de la dinastía davídica será una imagen (imperfecta, ver el final del v. y Sal 89, 31-34) del rey del futuro. Al aplicarla al Mesías, 1 Cro 17, 13 ha suprimido la segunda parte del versículo.

 

Salmo responsorial

Salmo 89 (88), 1-5.27.29

 

Cantaré eternamente tus misericordias, Señor. R/.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,

anunciaré tu fidelidad por todas las edades.

Porque dijiste: “La misericordia es un edificio eterno”,

más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.

 

“Sellé una alianza con mi elegido,

jurando a David, mi siervo:

Te fundaré un linaje perpetuo,

edificaré tu trono para todas las edades. R/.

 

Él me invocará: “Tú eres mi padre,

mi Dios, mi Roca salvadora”;

Le mantendré eternamente mi favor,

y mi alianza con él será estable. R/.

 

Textos paralelos.

Dije: “Una alianza pacté con mi elegido”.

2 S 7, 8-16: Pues bien, di esto a mi siervo David: Así dice el Señor de los ejércitos: “Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para ser jefe de mi pueblo, Israel. Yo he estado contigo en todas tus empresas; he aniquilado a todos tus enemigos; te haré famoso como a los más famosos de la tierra; daré un puesto a mi pueblo, Israel: lo plantaré, para que viva en él sin sobresaltos, sin que vuelvan a humillarlo los malvados como antaño, cuando nombré jueces en mi pueblo, Israel; te daré paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y cuando hayas llegado al término de tu vida y descanses con tus antepasados, estableceré después de ti a una descendencia tuya, nacida de tus entrañas, y consolidaré tu reino. él edificará un templo en mi honor y yo consolidaré su trono real para siempre. Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo; si se tuerce, lo corregiré con varas y golpes, como suelen los hombres; pero no le retiraré mi lealtad como se la retiré a Saúl, al que aparté en mi presencia. tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá para siempre.

Él me invocará: ¡Padre mío!

2 S 7, 14: Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo; si se tuerce, lo corregiré con varas y golpes, como suelen los hombres.

Sal 2, 7: Voy a recitar el decreto del Señor. / Me ha dicho: “Tú eres mi hijo, / yo te he engendrado hoy”.

Jr 3, 19: Yo había pensado contarte entre mis hijos, darte una tierra envidiable, la perla de las naciones en heredad, esperando que me llamaras “padre mío” y no te apartaras de mí.

Jn 20, 17: Él, mirándolos fijamente, les dijo: “Entonces, ¿qué significa eso que está escrito: la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Quien tropiece en esa piedra se estrellará, a quien le caiga encima lo aplastará”?

Col 1, 15: Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda creación.

Col 1, 18: Él es cabeza del cuerpo, de la Iglesia. Es el principio, primogénito de los muertos, para ser el primero de todos.

Ap 1, 5: Y de parte de Jesucristo, el testigo fidedigno, el primogénito de los muertos, el Señor de los reyes del mundo. Al que nos amó y nos libró con su sangre de nuestros pecados.

Amor eterno te guardaré.

Is 55, 3: Prestad oído, venid a mí, / escuchadme y viviréis. / Sellaré con vosotros alianza perpetua, / la promesa que aseguré a David.

 

Notas exegéticas.

89 El preludio, vv.2-3, seguido de la evocación de la alianza davídica, vv. 4-5, y de un himno al Creador, vv. 6-19, introduce un oráculo mesiánico, vv. 20-38, y, por contraste, la evocación de las humillaciones nacionales, vv. 39-46. El salmo concluye con una oración, vv. 47-522. El binomio “amor-lealtad” es una constante del salmo.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 16, 25-27.

Hermanos.

Al que puede consolidaros según mi evangelio y el mensaje de Jesucristo que proclamo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora mediante las Escrituras proféticas, dado a conocer según disposición del Dios eterno para que todas las gentes llegaran a la obediencia de la fe; a Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

Textos paralelos.

Para que acojan la fe.

Rm 1, 5: Por medio de él recibimos la gracia del apostolado, para que todos los pueblos respondan con la fe en su nombre.

Amén.

1, 25: Como cambiaron la verdad de Dios por la mentira, veneraron y adoraron la criatura en vez del Creador – bendito por siempre, amén –.

 

Notas exegéticas.

16 25 (a) La doxología, puesta aquí por la mayoría de los testigos, se encuentra en algunos al final del capítulo 15 o del capítulo 14; otros la omiten. – De esta forma solemne, ver Ef. 3, 20; Judas 24-25, Pablo vuelve a los temas esenciales de la epístola.

16 25 (b) En la doctrina y en la práctica de la vida cristiana. Ver 1, 11; 1 Ts 3, 2.13; 2 Ts 2, 17; 3, 3; 1 Co 1, 88; 2 Co 1, 21; Col 2, 7.

16 25 (c) Pablo toma de la apocalíptica judía, Dn 2, 27, esta idea de un “misterio” lleno de sabiduría, largo tiempo oculto en Dios y ahora revelado, pero la ahonda aplicándola al plan de salvación en su etapa suprema: la salvación operada por la cruz de Cristo, el llamamiento de los gentiles a esta salvación, objeto del Evangelio de Pablo, y finalmente la restauración del universo en Cristo su única cabeza.

16 27 (b) El NT adopta las bendiciones y doxologías de Israel, pero llamando a menudo Padre a Dios y asociando con él a Jesucristo. Las doxologías posteriores mencionarán la mayoría de las veces a las tres personas.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38.

En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba que saludo era aquel. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible”. María contestó: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

 

Textos paralelos.

A una virgen desposado con un hombre llamado José.

Mt 1, 18: El nacimiento de Jesús el Mesías sucedió así: Su madre, María, estaba prometida a José, y antes del matrimonio, resultó que estaba en cinta, por obra del Espíritu Santo.

Alégrate, llena de gracia.

So 3, 14-15: ¡Grita, ciudad de Sión: / lanza vítores, Israel; festéjalo exultante, Jerusalén capital! / Que el Señor ha expulsado a los tiranos, / ha echado a tus enemigos; / el Señor dentro de ti es el rey de Israel / y ya no temerás nada malo.

Za 2, 14: Y el ángel que me hablaba me ordenó proclamar: “Así dice el Señor de los ejércitos: Siento celos de Jerusalén, celos grandes de Sión”.

Rut 2, 4: Y en aquel momento llegaba él de Belén y saludó a los segadores: “¡A la paz de Dios!” Respondieron: “¡Dios te bendiga!”

Vas a concebir en tu seno.

Is 7, 14: Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad, la joven está en cinta / y dará a luz un hijo, / y le pondrá por nombre / Emanuel.

Le pondrás por nombre Jesús:

Mt 1, 21: Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

El Señor Dios, le dará el trono.

2 S 7, 1: Cuando David se estableció en su casa y el Señor le dio paz con sus enemigos de alrededor.

Is 9, 6: Su glorioso principado y la paz / no tendrán fin, / en el trono de David y en su reino; / se mantendrá y consolidará / con la justicia y el derecho, / desde ahora y por siempre. / El celo del Señor de los ejércitos / lo realizará.

Mt 9, 27: Mientras Jesús seguía adelante, dos ciegos lo seguían dando voces: “¡Hijo de David! ten piedad de nosotros.

Dn 7, 14: Le dieron poder real y dominio: todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

El ángel respondió: el Espíritu Santo vendrá sobre ti.

Mt 1, 20: Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo en acoger a María como esposa tuya, pues lo que ha concebido es obra del Espíritu Santo”.

Mc 1, 24: Que grito: “¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿has venido a acabar con nosotros? Sé quien eres: el Consagrado por Dios”.

Será santo y le llamarán Hijo de Dios.

Hch 3, 14: Vosotros rechazasteis al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida.

Mt 4, 3: Se acercó el tentador y le dijo: “Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.

No hay nada imposible para Dios.

Gn 18, 14: ¿Hay algo difícil para Dios? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.

Jr 32, 27: Yo soy el Señor, Dios de todos los humanos: ¿hay algo imposible para mí?

 

Notas exegéticas.

1 26 (a) La representación de este acontecimiento se inspira en varios pasajes del AT, en particular en la aparición del ángel a Gedeón, Jc 6, 11-24 (comparar con el anuncio del nacimiento de Sansón, Jc 13, 2-7). La dignidad del niño se evoca con alusiones a las promesas del AT, sobre todo a las hechas a David y a su linaje, 2 S 7, 1ss.

1 26 (b) De la concepción de Juan.

1 28 “Alégrate” mejor que “Salve”. Llamada al júbilo mesiánico, icono de la llamada de los profetas a la Hija de Sión, y como esta, motivada por la venida de Dios entre su pueblo – “Llena de gracia” (kejaritomene). Este verbo está en relación con el término jaris (“favor”, “gracia”), que casi siempre traduce en los LXX la palabra hebrea heri. El cliché hebreo “encontrar gracia a los ojos de (alguien)” (masa hen bene…) significa “contar con todo el favor divino”. – Adición: “Bendita tú entre las mujeres”, por influencia de 1, 42.

1 29 (a) El verbo usado aquí (diatásso: agritarse por completo) es más fuerte que el empleado para Zacarías en 1, 12 (tarásso), pues el saludo del ángel deja entrever en María una vocación singular.

1 29 (b) Lc no dice que María fuesa presa de temor como en el caso de Zacarías (1, 12). Más bien la describe dispuesta a reflexionar en el mensaje del ángel (ver 1, 34 y 2, 19), intentando penetrar en el misterio de tan inesperada revelación.

1 31 Como en 1, 13, el ángel reproduce el estilo de los oráculos de nacimiento del AT. El texto más próximo aquí es el de Is 7, 14 (ver Mt 1, 23). El nombre de Jesús no es explicado aquí, como lo es en Mt 1, 21 (“Dios salva”), pero se le llamará Salvador en 2, 11.

1 32 A diferencia de Juan el Bautista Jesús es “grande” absolutamente. – El título “Altísimo”, normal para referirse a Dios en el helenismo y en el AT griego, solo es empleado en el NT por Lc, junto con Mc 5, 7 y Hb 7, 31.

1 33 Las palabras del ángel se inspiran en varios pasajes mesiánicos del AT. – Este mesianismo nacional será superado en 2, 32.

1 34 (a) Como Zacarías en 1, 18, María formula una pregunta. Pero, mientras que la pregunta de Zacarías manifestaba su incredulidad, la de María es recibida por el ángel como inspirada por una fe que trata de aclararse. En el relato esta pregunta sirve para introducir una revelación más completa del misterio de Jesús.

1 34 (b) La “virgen” solo está “desposada” y no tiene relaciones conyugales (sentido semítico de “conocer”, ver Gn 4, 1, etc.). Este hecho, que parece contraponerse al anuncio de los vv. 31-33, trae la explicación del v. 35. Nada hay en el contexto que imponga la idea de un voto de virginidad.

1 35 (a) La expresión evoca la nube luminosa, señal de la presencia de Yahvé, ver Ex 13, 22, o las alas del pájaro que simboliza el poder protector. Sal 17, 8, y creador, Gn 1, 2 de Dios. Comparar Lucas 9, 24. En la concepción de Jesús todo viene del poder del Espíritu Santo.

1 34 (b) El título “Hijo de Dios” es para Lc igual que para el AT (2 S 7, 14) una designación del Mesías (ver Lc 4, 34). Pero Lc hace también de él la expresión por excelencia de la misteriosa relación que une a Jesús con Dios: excepcionalmente la pone en labios de personas, pero sobre todo en boca del Padre (3, 22), de un ángel (aquí), de espíritus diabólicos (4, 3) y de Jesús (10, 22). Al final del mensaje de Gabriel, “Hijo de Dios” pone más de relieve “Hijo del Altísimo” del v. 32 y marca la plenitud nueva de la filiación divina de Jesús.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

1 6 Primitivamente, los vv. 6-8 debían de preceder inmediatamente a los vv. 19ss.

1 7 Juan el Bautista es considerado un profeta, cuya enseñanza conservaba entonces todo su valor de testimonio. – Queda aquí acentuado el contraste entre Juan y el revelador por excelencia, Jesús.

1 19 En el evangelio de Juan, este término tiene diferentes significados. Designa, a veces a los adeptos del judaísmo, cuyos ritos se explican a los lectores de origen no judío; se los distingue de los samaritanos y de los gentiles. Pero con más frecuencia la palabra tiene un significado técnico que designa a los fariseos contemporáneos de la redacción del evangelio, que representaban entonces, a partir del año 70, el judaísmo frente a su rival el cristianismo, comparar 9, 22 con 12, 42.

1 20 En el momento del evangelio, Juan Bautista quiere afirmar seguramente que él no es el Mesías esperado.

1 21 (a) Sobre la vuelta esperada de Elías, ver Ml 3, 22-24.

1 21 (b) Apoyados en Dt 18, 5 (ver la nota), los judíos esperaban al Mesías como a un nuevo Moisés (el profeta por excelencia) que renovaría centuplicados los prodigios de Éxodo.

1 28 Significa “lugar de paso”, recordando el paso del Jordán al final de Éxodo, Jos 3, Juan bautiza todavía al otro lado del Jordán, pero este bautismo de penitencia prepara al pueblo de Dios para “pasar” a la Tierra Prometida. – Variante más corrientemente adoptada: Betania.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

 26 Empieza una relato, no de anunciación (que dice lo que va a suceder y no admite replica), sino de vocación (que expone una misión y pide consentimiento, como por ejemplo, Jue 6, 11-24). // EN EL SEXTO MES del embarazo de Isabel. // POR DIOS: o desde Dios, de parte de Dios. // DE NOMBRE: puede hacerse pesada la insistencia (v. 27: “cuyo nombre…”, “y el nombre…”), pero en este relato todo tiene nombre, aunque el nombre sobre el que gravita al final la frase, es “María”, en realidad se trata de “poner nombre” al que va a venir y ya se anuncia (cf. v. 31; y los “Nombres de Cristo” en los vs. 32-33.35. // NAZARET, más bien que CIUDAD, era una pobre aldea, innominada en todo el AT y en el Talmud, y despreciada por los habitantes de las aldeas vecinas (cf. Jn 1, 46).

27 UNA DONCELLA: como en castellano clásico: una virgen. Al principio y al fin de la presentación, Lc insiste en un dato: María virgen concibió virginalmente. // PROMETIDA: o que había sido dado a. También es posible: que había sido pedida en matrimonio por un varón… (entendiendo “por un varón” como dativo agente, muy raro en el NT). // UN VARÓN: casi: un marido. En los evangelios, el hombre adulto, en cuanto distinto de la mujer y de los niños, suele designarse con el vocablo griego anêr, que prácticamente equivale a marido, esposo. // DE LA ESTIRPE DE DAVID: lit. de [la] casa de David, de la dinastía de David, de quien JOSÉ era “hijo”. // El significado etimológico más probable del nombre de MARÍA es excelsa, elevada.

28 SALVE: es más que el simple “¡alégrate!” helenístico, saludo tan trivial como nuestro “¡hola!” (el vocablo griego es el mismo de los soldados romanos burlándose ante Jesús: cf. Mt 27, 29; Mc 14, 17-19; Jn 19, 3; sería demasiado fuerte traducirlo: “¡Alégrate, rey de los judíos!”). Es saludo religioso; por una parte, traduce el hebreo salôm, deseo de la paz (vida total, plenitud de dones de Dios), y, por otra, alude a Zac 9, 9 (invitación a la alegría mesiánica ante el rey que viene de parte de Dios). // Sin artículo, sustituyendo el nombre propio, LLENA-DE-GRACIA es el nombre de la doncella. GRACIA, no con el significado profano de kharis (amabilidad, belleza), sino con el doble significado bíblico de: benevolencia divina, por la que Dios concede benignamente un don gratuito (un favor, una “gracia”). La forma gramatical griega es participio de perfecto (acción pasada cuyo efecto perdura) en voz pasiva teológica: María había sido transformada por la acción divina, “agraciada por Dios antes y en ella estaba remansada la gracia”, preparándola para ser la madre del Mesías. El verbo griego kharistóô es causativo; en el NT solamente aparece otra vez (Ef 1, 6), referido a los cristianos que, gracias a Jesucristo, han entrado en el plan de Dios como objeto de su benevolencia divina, mediante “el perdón de las ofensas” (Ef 1, 7); lo cual confirma que la plenitud de gracia de María está en función de su hijo, de su maternidad divina. Este versículo de Lc, tal como lo ha entendido la Iglesia católica, funda la verdad de fe de la Inmaculada Concepción de María: no hubiera estado, ni sido, “Llena-de-gracia”, santificada por la gracia, si la sombra de cualquier pecado la hubiera tocado. Orígenes confesó, al hablar de esta “fórmula nueva” de saludar a alguien: “no recuerdo haber encontrado esta expresión en otro lugar de la Escritura; nunca este saludo fue dirigido a un varón: “¡Salve lleno de gracia!”; este saludo se reservó solo para María”. // EL SEÑOR… CONTIGO: fórmula bíblica de los relatos de vocación y de misión (cf. p.ej. Mt 28, 20: “Yo estoy con vosotros”), como promesa de ayuda divina especial para una tarea difícil.

29 AQUELLAS PALABRAS: lit. la palabra. // QUÉ… AQUEL SALUDO: lit. qué clase era (cf. Mt 13, 18) el saludo este.

30 NO TE DÉ MIEDO: cf. vs. 12-13. El imperativo de presente equivale a: deja de temer, o no sigas temiendo. // HAS HALLADO GRACIA…: explicación, y consecuencia, del “Llena-de-gracia” (v. 28): Dios te mira favorablemente, Dios te acoge benévolo, has obtenido su favor, “eres grata a Dios”.

31 De los tres verbos griegos en futuro que aparecen en el texto, los dos primeros son predicciones, el tercero (AL QUE PONDRÁS POR NOMBRE: lit. y llamarás el nombre de él) es una orden. Que sea precisamente la madre quien ponga el nombre es otra alusión a la concepción virginal. // JESÚS: “Yahveh salva”. En el v. 47, María lo llama “mi salvador”; y en el 2, 11, el ángel lo anuncia como “salvador”.

32-33 La traducción suprime tres “y” del texto griego. // SERÁ LLAMADO: “será tenido por”; semitismo, equivalente a: “será”. // [EL] HIJO DEL ALTÍSIMO: como en otras ocasiones semejantes, aunque en el texto griego falte el artículo, se trata de alguien tan “determinado” y concreto que hemos de ponerlo en nuestra lengua: no es “un hijo” cualquiera, sino el Hijo por excelencia, el único Hijo (cfr. el versículo siguiente: Isabel era [la] estéril” por antonomasia, el ejemplo irrebatible de la incapacidad humana unida a la omnipotencia divina. // SU REINO: o su reinado. Por los datos que dice el ángel, María se da cuenta de que concebirá y dará a luz verdaderamente al Mesías-rey, anunciado y esperado en Israel desde hacía siglos.

34 Con una expresión que, en una mujer desposada, es única en toda la Biblia, María pregunta, pero no con la duda escéptica de Zacarías (cf. v. 18) o la de Abrahán y Sara (cf. Gn 17, 17). Para que su compromiso no sea improcedente, se informa. // NO CONOZCO: eufemismo, por no tengo relación conyugal. MARIDO: lit. varón; es decir, marido (“mi marido”: cf. v. 27). Por otra parte, la forma verbal del griego en presente indica permanencia y continuidad de ese estado de virginidad. En María, al ser transformada por la gracia Dios había hecho surgir el anhelo de ser toda de Dios, el deseo profundo de virginidad; si María no tuviera ese deseo, su objeción tenía réplica fácil por parte del ángel: “Espera, dentro de poco podrás tener esas relaciones”. La afirmación de la concepción virginal de Jesús, debida a la acción del Espíritu Santo, expresada en todos los símbolos de la fe de la Iglesia, “excluye cualquier hipótesis de partenogénesis[1] natural, y rechaza los intentos de explicar la narración lucana como explicitación de un tema judío, o como derivación de una leyenda mitológica pagana. La estructura del texto lucano no admite ninguna interpretación reductiva; su coherencia no permite sostener válidamente mutilaciones de los términos o de las expresiones que afirman la concepción virginal por obra del Espíritu Santo” (San Juan Pablo II). Sobre el misterio de esa virginidad dijo san Ignacio de Antioquía: “La virginidad de María, y su dar a luz, lo mismo que la muerte del Señor, quedó oculta al “jefe de este mundo”; tres misterios clamorosos, que se realizaron en el sosegado silencio [característico] de Dios” (Ef 19,1).

35 LE RESPONDIÓ ASÍ: cf. Mt 3, 15 // El texto parece explicar “el Señor está contigo” (cf. v. 28). [EL] PODER: algunos lo entienden como metonimia[2], sería el recurso para evitar pronunciar con poco respeto el nombre divino (cf. 22, 69 y Mc 14, 62); en ese caso, DEL ALTÍSIMO sería un genitivo explicativo: “El Poder, o sea, el Altísimo”. El paralelismo nos señala como sinónimos ESPÍRITU SANTO Y PODER DEL ALTÍSIMO; y también: VENDRÁ en una nube, signo bíblico tradicional para indicar la presencia de Dios, protector constante y dinámico. Como la nube cubría, envolvía, el santuario o la Tienda del Encuentro (cf. Ex 40, 34), María va a convertirse en el santuario de Dios hecho hombre. // POR ESO TAMBIÉN: porque Jesús va a ser concebido virginalmente, porque no va a tener un padre terreno. // LO QUE NACERÁ SANTAMENTE (lit. lo nacido santo, o – si es un presente con valor de futuro – lo nascituro santo): la traducción entiende el adjetivo como valor adverbial (interpretación ya antigua, p.ej., en Maldonado en el siglo XVI), según el proceso que los filólogos llaman adverbialización. Entendida así, la frase habla también del nacimiento virginal de Jesús. // El título HIJO DE DIOS, en el AT podía entenderse como apelativo simplemente mesiánico; pero, al final de estas frases de Lc., resuena como afirmación de la filiación singular de Jesús (el Hijo natural de Dios; la falta de artículo es un semitismo). Para María, su concepción virginal es ya un signo revelador.

36 ESTE ES [EL] SEXTO MES…: lit. este mes sexto es para ella la llamada estéril. “Llamar”: ser (cf. v. 32). Por esta revelación divina conoce María el secreto que su prima Isabel no ha comunicado a nadie (cf. v. 24). A su vez, antes que María pueda hablar con su prima, Isabel sabrá, de parte de Dios, que María es “la madre del Señor” (cf. v. 43).

37 NADA: lit. no… toda palabra (semitismo), e.d., ninguna palabra. No puede haber una “palabra”· imposible para quien ahora mismo va a enviar al mundo su “Palabra·” hecha carne humana. Según san Clemente de Roma, “lo único imposible para Dios es mentir” (Cor 29, 1).

38 OJALÁ ME SUCEDA (lit. sea para mí, o hágase para mí): la forma gramatical no es el imperativo de Mt 6, 10 (“hágase tu voluntad”), sino el optativo griego, modesta expresión cortes de un deseo. Con su entrega de fe y su obediencia amorosa, “la esclava” se convierte en “madre de su Señor· (cf. v. 43). Hasta que llegaba la antigua Alianza; lo mejor del AT se condensaba en aquella humilde hija de Sión; ahora empieza el NT, cuya puerta es María.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

1, 26-38. La cita de la Anunciación manifiesta algunas verdades básicas sobre Cristo. Él es el Hijo de Dios concebido con una naturaleza humana por una virgen mediante el poder del Espíritu Santo. La Encarnación se realizó según el plan divino, que incluye el libre consentimiento de María, Cat. 723. Mediante su “sí” desinteresado, María se convirtió en modelo de fe, generosidad y completa conformidad con la voluntad santísima de Dios. Las palabras del saludo del ángel a María son la introducción del Avemaría. La Anunciación es el primer misterio gozoso del Rosario y también la base del Angelus, Cat. 144, 484-490, 494-497.

1, 28 Llena de gracia: el griego kecharitomene indica que María “ha estado y sigue estando” llena de la gracia de Dios, que es una condición más apropiada para ser la Madre de Dios: kecharitomene también nos lleva a la doctrina de la Inmaculada Concepción, que sostiene que María fue concebida en plenitud de gracia sin la mancha del pecado original a través de la redención de su Hijo. Reconocido durante largo tiempo en la tradición católica, este dogma lo proclamó infaliblemente el papa Pío IX en Ineffabilis Deus. Cat. 490-493, 722 y 2676.

1, 31 Jesús: este nombre hebreo significa literalmente: “el Señor (YHVH) salva”, que subraya la identidad de Cristo y su misión. Jesucristo – perfecto Dios y perfecto hombre – por su persona, sus palabras y sus actos, es la plenitud de la revelación de Dios al pueblo, y su sacrificio de la cruz trae la salvación del mundo. Cat. 30-431, 430, 435, 2812.

1, 32 David su padre: aunque Cristo no era hijo nartural de José, bajo la ley judía fue considerado su hijo y, por lo tanto, descendiente directo de David como padre. Enseguida (v. 33) se habla de su pertenencia a la casa de Jacob: se refiere a todo el reino de Israel, que representa los doce hijos de Jacob, que se habían transofromado en tierras de gentiles por la conquista, el exilio. El nuevo reino fundado por Cristo será obra del Espíritu Santo, Cat. 559, 09.

1, 34 Esta declaración señala la virginidad de María. San Jerónimo y otros Padres de la antigüedad cristiana pensaban que María había hecho un voto de virginidad y expresa con estas palabras su perplejidad ante la noticia del ángel. La Encarnación es obra divina y va más allá de la comprensión humana, cat. 484, 497-511.

1, 34 Te cubrirá con su sombra: en griego episkiasei es la misma palaba que se utiliza en la Septuaginta para hablar de como Dios “cubrió” el Santuario y se estableció en Israel (epeskiazen: Ex 40, 35). El ´termino aparece también en la Transfiguración (epeskiazen: Lc 9, 34) y en la curación de Pedro (episkiasei; Hch 5, 15). Las teofanías de nube y luz se utilizan a menudo en la Escritura para indicar el velo de la gloria de Dios.

1, 37 Dios puede realizar obras que van más allá del dominio del poder humano. La fe de María reconoce el poder infinito de Dios. Nosotros también reconocemos la omnipotencia de Dios en la misa cuando el sacerdote se dirige a Dios como “el Dios todopoderoso y eterno”. Cat. 269-276, 437, 505-507, 697.

1, 38 Intacta de todo pecado, María se consagró completamente a su Hijo, y a su obra. “El Padre de la misericordia deseó que la Encarnación fuera precedida por el asentimiento de su madre predestinada para que como mujer formara parte de la venida de su muerte, y contribuyera también en la venida de su vida”. LG 56; cf. LG 61). María fue considerada de esta forma como la nueva Eva, como explica san Ireneo: “El nudo de la desobediencia de Eva se desató por la obediencia de María: lo que la virgen Eva ató con su incredulidad, María lo desató con su fe”. (Adv. haeres. 3, 22, 4: PG 7, 1, 959). Cat. 64, 488-494, 508-510, 2617, 2827.

 

Catecismo de la Iglesia Católica

144 Obedecer (ob-audire) en la fe es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misa.

484 La anunciación a María inaugura la plenitud de los tiempos, es decir, el cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en quien habitará corporalmente la plenitud de la divinidad. La respuesta divina a su “¿cómo será esto, puesto que conozco varón?” se dio mediante el poder del Espíritu: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Lc 1, 35).

485 La misión del Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo. El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es “el Señor que da la vida”, haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya.

486 El Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de la Virgen María, es “Cristo”, es decir, el ungido por el Espíritu Santo, desde el principio de su existencia humana, aunque su manifestación no tuviera lugar sino progresivamente: a los pastores, a los magos, a Juan Bautista, a los discípulos. Por tanto, toda la vida de Jesucristo manifestará “cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder” (Hch 10, 38).

487 Lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo.

488 Dios envió a su hijo, pero para formarle un cuerpo quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret de Galilea, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David, el nombre de la virgen era María. “El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser Madre precediera a la Encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también una mujer contribuyera a la vida” (C. Vaticano II, Lumen gentium, 56).

494 Al anuncio de que ella dará a luz al Hijo del Altísimo, sin conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo, María responde por la obediencia de la fe, segura de que nada hay imposible para Dios: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 37-38). Así, dando su consentimiento a la Palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios al Misterio de la Redención.

722 El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. convenía que fuese llena de gracia la Madre de Aquel en quien reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente. Ella fue concebida sin pecado, por pura gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el don inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda como la “Hija de Sión”: “¡Alégrate”. Cuando ella lleva en sí al mismo eterno hace subir hasta el cielo con su cántico al Padre, en el Espíritu Santo, la acción de gracias de todo el pueblo de Dios y, por tanto, de la Iglesia.

2676 Dios te salve, María (Alégrate, María)”. La salutación del ángel Gabriel abre la oración del Avemaría. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava y a alegrarnos con el gozo que Dios encuentra en ella.

Llena de gracia, el Señor es contigo”: Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. maría es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la prsencia de Aquel que es la fuente de toda gracia. “Alégrate, […] Hija de Jerusalén  […] el Señor está en medio de ti” (So 3, 14, 17a). María, en quien va a habitar el Señor, es en persona la hija de Sión, el Arca de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es “la morada de Dios entre los hombres” (Ap 21, 3). “Llena de gracia” se ha dado toda al que viene a habitar en ella y al que ella entregará al mundo.

430 Jesús quiere decir en hebreo: “Dios salva”. En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión.

497 Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas: Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo, dice el ángel a José a propósito de María, su desposada. La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta Isaías: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo” (Is 7, 14), según la versión griega de Mt 1, 23.

498 El sentido de este misterio no es accesible más que a la fe, que lo ve en ese “nexo que reúne entre sí los misterios” (C. Vaticano I, Dei Filius), dentro del conjunto de los Misterios de Cristo, desde su Encarnación hasta su Pascua. San Ignacio de Antioquía da ya testimonio de este vínculo: “El príncipe de este mundo ignora la virginidad de María y su parto, así como la muerte del Señor: tres misterios resonantes que se realizaron en el silencio de Dios” (Epístola a los Efesios, 19, 1).

 

Concilio Vaticano II

El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida. Esto se puede decir de manera eminente de la Madre de Jesús, que dio al mundo la Vida misma que renueva todo y que recibió de Dios unos dones dignos de tan gran misión. No hay, pues, que admirarse de que entre los Santos Padres fuera común llamar a la Madre de Dios toda santa, libre de toda mancha de pecado, como si fuera una criatura nueva, creada y formada por el Espíritu Santo (S. German de Constantinopla, Atanasio de Antioquía, S. Andrés de Creta, S. Sofronio). Enriquecida desde el primer instante de su concepción con una resplandeciente santidad del todo singular, la Virgen de Nazaret es saludada por el ángel de la Anunciación, por encargo de Dios, como llena de gracia. Y ella responde al enviado del cielo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). Así, María, hija de Adán, dando su consentimiento a la palabra divina, se convirtió en Madre de Jesús y abrazando la voluntad salvadora de Dios con todo el corazón y sin obstáculo de pecado alguno, se entregó totalmente a sí misma, como esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo. Con Él y en dependencia de Él, se puso, por la gracia de Dios todopoderoso, al servicio del misterio de la redención. Con razón, pues, creen los Santos Padres que Dios no utilizó a María como un instrumento puramente pasivo, sino que ella colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los hombres. Ella, en efecto, como dice san Ireneo, “por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano”  (Adversus Hereses, III, 22). Por eso no pocos Padres antiguos, en su predicación, coincidieron gustosos con él al afirmar: “el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. LO que ató la virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe” (S. Epifanio, Haereses, 78) y afirman con mayor frecuencia “la muerte vino por Eva, la vida por María” (S. Jerónimo, S. Agustín, S. Cirilo de Jerusalén, S. Juan Crisóstomo y S. Juan Damasceno).

 

Comentarios de los Santos Padres.

Gabriel significa “fuerza de Dios”. Con razón resplandece llevando ese nombre quien da testimonio de que Dios va a nacer en la carne. Sobre ello dijo el profeta en el salmo: “El Señor, fuerte y valeroso, el Señor valeroso en la guerra” (Sal 24, 8). En esta guerra, ciertamente, en la que [Cristo] vino a someter “los poderes del aire” y a librar al mundo de su tiranía.

Beda. Homilías sobre los Evangelios, 1, 3.

Ignoras cómo sucedió y lo atribuyes entonces al poder de Dios. Atribúyele también al poder de Dios el que éste naciera de una virgen y el que esta virgen siguiera siendo virgen después del parto.

Jerónimo. Homilía sobre el evangelista Juan.

Aunque Dios convirtió a la Virgen en su madre por un consolador movimiento y un piadoso afecto, y el Señor convirtió a su sierva en familiar suyo, sin embargo el vientre de María tembló, su mente se turbó y toda ella se estremeció, cuando Dios, a quien ninguna criatura puede contener, fue recibido en el seno de la Virgen y se hizo hombre.

Pedro Crisólogo. Sermón, 140, 3-5.

El fuego tierno [del Espíritu Santo] lo engendra, no la carne ni lka sangre de un padre ni el torpe placer. La fuerza divina con su soplo puro fecunda en sus castas entrañas a una doncella que no conoce el tálamo conyugal. La novedad desconocida de su nacimiento nos manda creer que Cristo Dios ha sido concebida de esta manera. Una doncella se desposa con el Espíritu Santo. […] ¿Quieres creerlo y abrir tus oídos a las palabras del ángel? La misma Virgen sagrada creyó el aviso del fúlgido mensajero, y pro su fe concibió a Cristo. Porque Cristo penetra en los creyentes y menos precia el corazón que duda bajo una fe vacilante, rehusándole el honor de su venida. Su virginidad y dócil fe recibe como licor a Cristo en la cuenca del corazón y para darlo a la luz lo abriga en sus castas entrañas.

Efrén de Nisibi, Comentario al Diatessaron, 1, 25.

El nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, por el contrario, sobrepasa toda inteligencia y trasciende todos los ejemplos que se podrían tomar.

León Magno, Sermón, 30, 4.

“¿Cómo tendré yo esto?”, dice la santa Virgen, “porque no conozco varón”. Responde el arcángel Gabriel: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá”. Y ahora preguntas, ¿cómo el pan se convierte en cuerpo de Cristo, y cómo el vino y el agua se convierten en sangre de Cristo? Y yo te respondo: viene del Espíritu Santo y hace aquello que está por encima de la razón y del entendimiento.

Juan Damasceno, Exposición de la fe, 4, 13.

Así como el género humano había sido atado a la muerte por una virgen, así también fuese desatado de ella, por la Virgen, y que la desobediencia de una virgen fuese compensada por la obediencia de otra virgen. Si, pues, el pecado de la primera criatura fue enmendado por el recto proceder del Primogénito, y si la sagacidad de la serpiente fue vencida por la simplicidad de la paloma (Mt 10, 16), entonces están desatados los lazos por los que estábamos ligados a la muerte.

Ireneo de Lyón, contra las herejías, 5, 19, 1.

 

San Agustín.

Queremos comprender, amadísimos, que cuando Zacarías dijo ¿Cómo conoceré eso? Soy yo anciano y mi mujer entrada en años (Lc 1, 18), lo dijo no preguntado, sino mostrando su falta de esperanza. En cambio, María la decir: ¿Cómo sucederá eso, pues no conozco varón? (Lc 1, 34) lo dijo preguntando, no porque no lo creyese. Hizo una pregunta a Dios, sin dudar de la promesa. ¡Oh llena de gracia en verdad! Así la saludó el ángel: Salve, llena de gracia (Ib., 28). ¿Quién sabrá explicar esta gracia? ¿Quién será capaz de agradecer lo suficiente esta gracia? Tiene lugar la creación del hombre; por su propia voluntad perece el hombre, y aparece hecho hombre quien creó el hombre para que no pereciera el hombre que creó. La Palabra, Dios junto a Dios desde el principio, por la que fueron hechas todas las cosas, se hace carne: La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 14). La Palabra se hace carne, pero uniéndose la carne a la Palabra, sin que desaparezca la Palabra en la carne. ¡Oh gracia! ¿Qué habíamos merecido para tener esto?

Sermón 290, 4-5. Comentarios, pg. 133

Carta 140, 7-8.

 

San Juan de Ávila.

Y por eso no pide a Dios que tome en su mano este hisopo y le rocíe con él, mas dícelo por la humanidad y humidad de Jesucristo nuestro Señor, la cual se dice yerba; porque nacía de la tierra de la bendita Virgen María, y porque nació sin obra de varón, como la flor nace en el campo sin ser arada ni sembrada (cf. Lc 1, 35). Y por eso dice: Yo soy flor del campo (Cantar de los Cantares 2, 1).

Audia filia [I], Hermosura del alma, 18; OC I, pg. 521.

Y de esta manera entendido el nombre de esclavo, veréis que es nombre de humildad, obediencia, diligencia y amor. El cual sentimiento tuvo la sagrada Virgen María cuando, enseñada por el Espíritu Santo, respondió: He aquí la esclava del Señor; sea hecho en mí según tu palabra (Lc 1, 38). Su propia bajeza confiesa; su servicio y amor liberalmente ofrece, sin atribuirse a sí misma otra honra ni otro interese, más de tener cuenta de servir como esclava en lo que el Señor le mandase, para gloria de él; todo lo cual sintió y dijo en llamarse nombre de esclava. De este mismo nombre se precia y se nombra San Pablo, cuando dice: Pablo, siervo de Jesucristo (Rm 1, 1). Y, finalmente, así lo han de sentir todos los que sirven a Dios, altos o bajos, si quieren que no se les torne en daño el servicio.

Audi, filia [II]. 92, 5; OC I, pg. 739.

Viene Dios y cría una doncella; habla un buen ángel, San Gabriel, con ella por mandado de Dios, diciéndole que sería madre de Dios (cf. Lc 1, 31); creyó esta doncella, y cría Dios un ánima en cuerpo de esta doncella, y junta su naturaleza, y hácese Dios hombre. Con esta arte deshace los engaños que había hecho el diablo: Ipse lignum tunc notavit, [damna] ligni ut solveret[3]. Después vino a remediar las ofensas que los hombres habían hecho, en el madero, en el monte Calvario.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), lección 20; OC II, pg. 287.

2. El santo Evangelio cuenta esta santa salutación y dichosa nueva. Vámonos guiados por él y saludemos a la Virgen. Missus est angelus Gabriel a Deo (Lc 1, 26): “Cuando quiso Dios hacer misericordias al mundo, cuando quiso mostrar hasta donde llegaba su amor·…. Anduve buscando que día fue este, cómo llamalle y no lo pude hallar ni le supe dar el nombre. ¿Qué día es hoy? Día de tales nuevas llámase, día de las misericordias de Dios, ¡Bendígangte los cielos, Señor! (cf. Dan 3, 59). Si le llamamos día del remedio del mundo, eslo; si día de redempción de captivos, eslo; si le llamamos día de desposorios, eslo; si día de dar grandes limosnas, eslo también. El que supo la misericordia, aquel sea el que nos dé a entender el día que es hoy y nos dé a entender cuán grande sea la gracia que hoy recibió el mundo, y la ponga en nuestros corazones, para que la conozcamos.

5. Desque vino tiempo en que quiso Dios dar su misericordia y enseñar hasta donde llegaba el amor que a los hombres tenía, envía Dios su mensajero, un ángel, un arcángel con la embajada, que la venga a traer a la Virgen. Así hizo Abraham cuando envió por esposa para su hijo Isaac. Llama Dios un grande de su casa, un arcángel; dale una embajada que venga a traer para una doncella desposada con un varón cuyo nombre era Josef, y el nombre de ella, María (cf. Lc 1, 27). ‘Oh, bendito sea Dios”, ¿qué hay en Nazaret? A una provincia, según la honra del mundo muy baja, allí pone Dios sus ojos, allí vino su arcángel, y supo bien la causa. Tomaría figura de hombre; entra en la casa, halla a la Virgen sola y en oración, híncase delante de ella de rodillas, allí muy cerca de ella, que hasta hoy se ven las señales; un marmolito esta adonde estaba la Virgen y otro adonde estaba el arcángel. Habla a la Virgen, propone su embajada y dice: Ave, gratia plena, Dominus tecum: Salve, llena de gracia, el Señor es contigo (Lc 1, 28); el Señor sea contigo, que todo está bien. Saludóla como se usaba entonces saludar: Paz sea con vos. El Señor lo mandó así: Cuando entraredes en alguna casa, decid: “·Paz, sea en esta casa” (cf. Lc 10, 5). Dice la Glosa: “¿Quién dice paz, desea y dice todos los bienes juntos”. “ Paz sea a ti, Señora·”. Sal Lucas dice gozo; todo esto está bueno: “Gozo sea a ti, paz sea a ti, pues ha de venir a ti el que pacificará, alegrará y dará gozo al mundo, razón es que os gocéis; razón es, Señora, que probéis de la fruta que habéis de dar al mundo. Dios te mantenga, Dios te salve, llena de gracia, el Señor sea contigo. Gran salutación fue esta, buena nueva fue esta.

6. ¡Bienaventurada doncella! No fue liviana, como Eva, en el creer, alzaría sus ojos y su corazón a Dios, y no respondió esto. Tenía virginal pudicicia y limpieza, que luego se turba. Veía un hombre delante de sí la Virgen; díjole que estaba llena de gracia, y era graciosa, y alabándola turbase, que no hay cosa que tanto turbe el humilde y mas mal suene a sus orejas que verse alabar. “¿Qué será esto?, ¿Si es de Dios o no es de Dios?”. Buen aviso. ¡Qué recio engaño será pensar que venía a él el Espíritu Santo, y venir el espíritu malo! Y por eso, cuando os viéredes en duda, pedid lumbre a nuestro Señor para conocer si lo que os viene es espíritu bueno o espíritu malo. Y así la virgen no responde nada.

Y como el arcángel la vio así turbada, proveyole a su turbación, y díjole: Ne timeas, Maria, invenisti enim gratiam apud Deum. Esta gracia  que os digo no es acá a los ojos de los hombres; no traigo embajada de hombres, no vengo de mala parte; la gracia que os traigo no es de hombres, sino de Dios. Entonces asegúrala Dios. Propone el ángel su embajada, la mayor embajada, la mayor y más alta que nunca se dio. ¡Bienaventurada mujer que tal oyó y vientre que tal recibió!

7. Estad atenta, doncella; el Señor os manda decir: Ecce concipies, et paries. Oíd, Señor, estas grandezas: Concebiréis y pariréis un Hijo y llámase Jesús, que quiere decir Salvador; este será grande, y llamarse ha Hijo del Altísimo y reinará, y no habrá su reino fin para siempre. ¡Oh, bendito sea quien tal Hijo nos dio, quien tal reino nos dio! Será grande, y terná, no aquel reino cortillo de Judea de cien leguas. ¡Mirad qué grande reino, mirad qué reino no de cien leguas! Dalle ha la silla del rey su Padre; reino de David: no aquel reino, sino el figurado por él, que aquel reino David era muy pequeño, este muy grande; el de David temporal, este espiritual; el de David se acabó, el otro nunca se acabara. Darle han el reino de David y reinará en la casa de Jacob para siempre.

Nuestro Rey y nuestro Mesías para siempre ha de reinar, y su reino no se acabará; que allá donde está en el reino, acá reina y rige, acá te mantiene, y te defiende, y sustenta, y alcanza gracia y perdón de los pecados, y te libra de los demonios, te consuela en los trabajos y, finalmente, te da todos los bienes.

9. ¿Qué mujer sin preguntar ni dudar no recibiera tal Hijo de buena gana? Es tanto el contento que de su virginidad y limpieza tiene la Virgen que responde: “Ángel, ¿cómo se hará esto? Espántame esto”.

10. Responde el ángel que no sabe, que no es él el que ha de entender el negocio, que él por mensajero viene a negociallo, de parte de Dios viene, que el que lo ha de hacer Espíritu Santo es, que Él solo es santo y la carne es sucia; más: y la virtud y fuerza del Altísimo os hará sombra, os esforzará, os enseñará, os sustentará, que no es tan bajo este negocio, que basten vuestras fuerzas para ello, mas la virtud y fuerzas del muy Alto os hará sombra (frasis hebrea es esta).

11.En aquel momento entró el Verbo divino en sus entrañas y quedó hecha la mayor obra que se hizo ni hará para siempre jamás. ¿Pues por qué se llama esclava y se abaja? Así lo quiere Dios, y es razón que la que tal Hijo había de tener y tanto se abajó, que la ensalcen y la confiesen por Señora, y la honren los hombres y los ángeles (Lc 1, 30-38), y por tal la tengan y reverencien en los cielos y en la tierra, a la que tan bien supo abajarse y recibir la embajada de parte de Dios. Grandísimo gozo recibió hoy la Virgen con esta embajada; y pues agora cada vez que se la mentamos se alegra, y para que la sepamos saludar y contar estos misterios, pidámosle que nos alcance la gracia, y para que lo haga, digámosle con devoción: Ave, María.

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. 65 [I]. Anunciación de Nuestra Señora; OC III, pgs. 864-868.

21. Día de grandísima alegría es hoy. Día de la alegría de las alegrías. Día de buenas nuevas. Día de todo nuestro bien. Si calláremos, si fuéramos ingratos, si no diéremos gracias al Señor por este día, de traición seremos argüidos. Demos gracias al Señor por este tan gran bien que nos dio en este día, y a la Madre, por cuyas manos nos lo dio. Que si llegáis a un árbol muy hermoso y veis una pera o manzana muy hermosa, decís: “¡Bendito el árbol que tal fructo dio!”. Cuando viéredes a Jesucristo en la hostia consagrada, cuando comulgáredes, cuando recibiéredes a nuestro Señor, dad gracias al Padre Eterno, que os lo dio; decid: “¡Bendicto sea el árbol que tal fructa dio, que es la Virgen bendictísima!”. Y darnos ha el Señor gracia y gloria, ad quam nos perducat.

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. 65 [2]. Anuncia ción de Nuestra Señora; OC II, pg. 885.

13. Entra aquí el evangelio: Missus est angelus Gabriel a Deo. Envió Dios a un ángel que se llamaba Gabriel (Lc 1, 26ss), el mejor de los mensajeros. Aunque no sea San Gabriel el mejor de los serafines, es el mayor de los mensajeros de Dios. Ángeles y arcángeles son los que Dios envía con mensajes a sus negocios, y, según dicen los doctores, San Gabriel es el mayor de los ángeles.

15. Erat nomen Virginis Maria. María quiere decir en una lengua “mar de amargura”, y en otra, “princesa” o “estrella del mar”. Todo le viene bien a la Virgen María: fue [mar] de “amargura” en la pasión de su benedicto Hijoi, y “estrella” de los navegantes por este mar grande y espacioso de este mundo, “norte” de los pecadores y “princesa” de los serafines. Et ingressus angelus. Entró el ángel en el aposento de la Virgen en figura de hombre muy honesto. Él hincóse de rodillas, y dícele: Ave, Maria, gratia plena, Dominus tecum. Dios os salve, llena de gracia, el Señor sea con vos. Declaran esto unos de presente y otros de optativo. Unos dicen: “el Señor es contigo”; otros: “el Señor sea contigo”. Y esto parece más conforme a la salutación: El Señor sea con vos.

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora, 65 [2]. Anunciación de Nuestra Señora. OC III, pg. 883.

Palabras de la Virgen trujeron a Dios para ella cuando por el Ecce ancilla (Lc 1, 38) encarnó Dios en ella; y por sus palabras vino Dios en los otros.

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. 66. Visitación de la Virgen. OC III, pg. 886.

Mucho has hecho mujer, y mucho te lo debemos agradecer nosotros, de alabar al Señor en ti o a ti en el Señor. Porque si el ángel San Gabriel llamó a quien tú agora “alabas bendita entre las mujeres (Lc 1, 28), aquello fue a solas y no tenía a quien temer por decirlo. Santa Elisabet también la alabó, y con grande voz, como tú, mas en su casa estaba y sin miedo a nadie (Lc 1, 42ss.).

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. 68, 5. La Virgen de las Nieves. OC III, pg. 916.

La Virgen y Madre de Dios, para siempre bendita, siempre fue santa, ansí en su santa concepción como por toda su vida; mas ansí como fue llena de gracia (Lc 1, 28) y santidad, como el ángel dijo, así fue también en esta vida muy lastimada con trabajos, según parece por las historias y por el santo evangelio.

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. 71. Asunción de María, 1. OC III, pg. 974.

41. Perfectísimo dechado de toda virtud y de toda limpieza la ha hecho Dios, y que sea mayor que la de los ángeles la que en su ánima tiene; y echase de sí su conversación exterior resplandecientes rayos de tanta honestidad, que ningún hombre otra cosa pensase si hablase de ella sino mucho bien y alabanzas, cumpliéndose en ella muy por entero lo que le dijo el arcángel San Gabriel: Bendita eres tú entre todas las mujeres (Lc 1, 28). Porque no solo fue bendita de Dios, mas bendita de los hombres y de las mujeres; porque todos la estimaban por persona llena de santidad, y hablaban bien de ella, dando gloria a Dios por las buenas obras que le veían hacer.

Ciclo santoral. Sermones de santos. 75. San José, 41. OC III, pg. 1016.

Dícele el ángel: Mira, Señora, que concebiréis, y pariréis virgen (cf. Lc 1, 31). ¿A quien no le tomara alguna locurilla o la comunicada con su vecina? ¡Oh amigas, qué prudencia la suya! ¿Qué es eso tan de peso? Diría eso: “Señores, preguntaldo a los sabios y letrados de ley”.

Ciclo temporal. Sermones de tiempo. 5 [2]. Epifanía, 16. OC III, pg. 93.

4. -¿Qué remedio? – Que nos vamos a la sacratísima Virgen. En gran manera muy amiga del Espíritu Santo, y Él de ella. En sus entrañas el incomprehensible cupo; su alteza, su grandeza bajó, e hizose temporal siendo eterno, y el rico se hizo pobre y el muy alto se abajó, y esto todo por obra del Espíritu Santo, por industria, orden y saber suyo. Dijo el ángel San Gabriel a la Virgen: Spiritus Sanctus superveniet in te. El Espíritu Santo, Señora, vendrá sobre vos, y la virtud del muy Alto, os hará sombra (Lc 1, 35). Conoce muy bien el Espíritu Santo las entrañas de la Virgen; conoce muy bien aquel su corazón tan limpísimo, conoce muy bien aquel palacio donde tantos y tan grandes misterios obró. No hizo la Virgen, ni pensó, ni habló cosa que en un solo punto desagradase al Espíritu Santo; en todo le agradó, en todo hizo su santa voluntad; por ruegos de esta gloriosa Virgen, por gemidos y deseos y oraciones trajo el Verbo Eterno y lo metió en sus entrañas. Supliquémosla, pues tan amiga es de este Santo Espíritu, nos comunique su gracia para hablar a tan alto Huésped.

Ciclo temporal. Sermones del Espíritu Santo. 30. Domingo de Pentecostés. OC III, pg. 364.

9.Ecce ancilla Domini; fiat mihi secundum verbum tuum. He aquí la esclava del Señor; sea hecho en mí según su voluntad (Lc 1, 38). Palabra es esta que la habían de decir siempre los cristianos y que nunca se había de quitar de su boca y que la dicen los buenos y siervos de Dios en prosperidad y en adversidad. “He aquí el esclavo del Señor; yo le he dado ya mi libertad; suyo soy en riquezas y en pobrezas; servirle tengo en muerte y en vida; no me olvidaré de él en la prosperidad ni desconfiaré de él en la adversidad e tribulación; cúmplase y hágase en mi todo lo que él fuere servido, presto estoy a le obedecer.

10. Pues, fue, recibida la Virgen María nuestra Señora en lugar de Eva. Agradó e obedeció a Dios que Eva desagradeció e desobedeció. Pareció más bien en los ojos de Dios la grandísima humildad de esta benditísima Virgen, que le pareció mal delante su acatamiento la mucha soberbia de nuestra primera madre. Buscóla Dios cumplidísima de todas las virtudes. No hay que desear en ella. De todo la dotó dios abundantemente.

Ciclo temporal. Sermones del Santísimo Sacramento. 41. En la Infraoctava del Corpus. OC III, pg. 546.

La Virgen María, nuestra señora, la cual no era estéril ni vieja; y ansí mayor milagro fue concebir la Virgen y parir virgen, aunque era moza y no estéril, que no parir Sara siendo vieja y estéril. Diose prisa Sara a obedecer el mandamiento de su marido Abraham. Diose prisa la Virgen a decir: Ecce ancilla Domini (Lc 1, 38), y luego ino el Verbo de Dios. Veis aquí las tres medidas. – Tomó el mozo de Abraham el becerro y aderezólo y cociólo a gran prisa, sin hacer proceso.

Ciclo temporal. Sermones del Santísimo Sacramento. 49. En la infraoctava del Corpus, 3. OC III, pg. 636.

¡La humildad de la Virgen, la esclava del Señor! (Lc 1, 38). Y así creo que la primera sería en obedecer, y que tomaría la escoba para barrer, y siempre haría los oficios mas bajos.

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. 63. Presentación de Nuestra Señora, 23. OC III, pg. 851.

Razón es que como la Virgen María dice: Ecce ancilla Domini (Lc 1, 38), así como Cristo dice: He aquí tu siervo, así tú digas: “He aquí que yo esclavo, no se haga i voluntad, sino la vuestra” (Mt 26, 39), como Él dijo al Padre: “Yo vuestro esclavo soy, hágase vuestra voluntad”. En tiempo próspero y adverso, en la vida y en la muerte, ahora y para siempre llámate a boca llena esclavo de Dios, pues que la Virgen así se llama.

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. 65 [1]. Anunciación de Nuestra Señora, 27. OC III, pg. 875.

34. Señora, aquí se cumple el Ecce ancilla (Lc 1, 38) del día de la anunciación; que San Agustín dice que el mismo día que se encarno, ese día murió. Cotejad, Señora, día con día y templad el alegría del uno con la tristeza del otro. Acordaos, Señora, de la alegría que sintió vuestra ánima cuando el ángel os dijo que habíades de ser parir al Hijo de Dios, que venía a remediar el mundo perdido, que habíades de ser Madre de Dios, quedando virgen, para que no desmaye vuestro corazón con lo que agora tenéis delante de vuestros benditos ojos. Acordaos, Señora, de la alegría de aquel día, para que no desfallezcáis en los trabajos de este. Aquí viene, Señora, Ecce ancilla, aquí viene  el conformaros con la voluntad de Dios; alzad, Señora, los ojos al Eterno Padre y conformaros con su voluntad, para sufrir estas angustias con paciencia. Como allí os conformastes con la misma para acetar lo que el ángel de su parte os decía.

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora, 67. Soledad de María, 34. OC III, pg. 908.

¿No bastaba aquella obra, mayor que todas las que hecistes, mas digna de loor que ninguna lengua puede contar, cuando, estando al pie de la cruz de vuestro Hijo bendicto (cf. Jn 19, 25), amastes tanto al mundo, que por remedio de él ofrecistes en vuestro corazón a muerte de cruz vuestro amantísimo Hijo, obedeciendo como esclava a la voluntad del Señor (cf. Lc 1, 38) cuando os lo quiso quitar como cuando en la encarnación fue servido de dároslo?

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. 69. Asunción de María, 27, OC III, pg. 940.

Y cuando ya vino el punto que aquella dichosa ánima saliera de su virginal cuerpo, entonces su Hijo bendito dijo aquello que mucho antes estaba profetizado para esta hora: Ven del Líbano, Esposa mía, y serás coronada (Cant 4, 8). Ven a mi huerto, hermana mía, Esposa (Cant 5, 1). Levántate y date priesa, paloma mía, hermosa mía; que ya ha pasado el invierno de los trabajos, ya han venido las flores del alegre verano de la gloria que te está aparejada (cf. Cant 2, 10-11): Vente a mí, que yo te recebiré en mi humanidad que de ti recebí, y en mi divinidad con que te crié, y te terné siempre conmigo, haciéndote bienaventurada para siempre jamás. A esta dulcísima voz y convite, que sería la postrera que en esta vida la Virgen oyó, respondería su acostumbrada palabra: He aquí la sierva del Señor; hágase en mí, etc, (Lc 1, 38).

Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. 70. Asunción de María, 65, OC III, pg. 971.

Obra suya es; y aunque yo sea esclava (cf. Lc 1, 38), Hiojo suyo es el que he concebido: no es posible que Él olvide cosa que toque a su Hijo ni a mí, por ser esclava suya. Y pues Él reveló a Santa Isabel lo que el ángel me había dicho en secreto, y quién era el que estaba encerrado en mi vientre, y que ella y el niño que tenía en su vientre lo adorasen.

Ciclo santoral. Sermones de Santos. 75. San José, 24. OC III, pg. 1009.

Oigamos este mensaje de Dios, que quiere venir a nos, como lo oyó la bienaventurada María, que toda se ofreció por esclava de Dios (cf. Lc 1. 39), y, conozcamos esta merced; y tengámonos por indignos de ella, diciendo con San Juan: Yo tengo de ir a ti, ¡y tú vienes a mí! (cf. Mt 3, 14).Y pónganos cuidado la grandeza del Huésped para ataviarle la casa, aunque no como su alta dignidad pide, mas a lo menos nuestra flaqueza pudiere; pues que en ninguna cosa nos podemos y debemos mejor emplear que en dar posada apacible al que nos crió y a quien la ha de ser nuestra en su reino.

Segunda parte. 87. A una mujer devota en tiempo de Adviento. OC IV, pg. 372.

Y también traiga en su memoria la palabra de nuestra Señora: He aquí la esclava del Señor (Lc 1, 38), y por tal se tenga, pues de su parte es esclava, y mala esclava, y toda su honra es Dios, y así le llame.

Segunda parte. 101. A una señora que se había consagrado a Dios. OC IV, pg. 411.

E así, señora, vuestra merced se debe tener por indigna de tal misericordia, y agradecerla de todo corazón al Señor que la hace, y acordarse de aquella palabra que la Sacratísima Virgen María dijo: He aquí la sierva del Señor; sea hecho en mí según tu palabra (Lc 1, 38). Y cuando David envió a decir a aquella buena y prudente mujer Abigail que la quería tomar por mujer, ella, conociéndose por indigna de tal dignidad, respondió: He aquí tu sierva para lavar los pies de tus criados (cf. 1 Re 25, 41).

Segunda parte. 104. A una señora afligida. OC IV, pg. 417.

 

San Oscar Romero. Homilía.  

"Ella, sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de Él la salvación". Toda la aspiración del Viejo Testamento, toda el hambre de Dios: ¡Ven señor a salvarnos!; toda la angustia del pueblo llevado cautivo a Babilonia necesitado de un salvador, toda la angustia de los profetas que le piden a Dios que mande ese Salvador que ha prometido todo esto está palpitando en el corazón de la Pobre de Yahvé, la Virgen.

Y repetimos aquí lo que del primer domingo de Adviento hemos venido diciendo: que nadie podrá celebrar la Navidad auténtica si no es pobre de verdad. Los autosuficientes, los orgullosos, los que desprecian a los demás porque todo lo tienen, los que no necesitan ni de Dios, para esos no habrá Navidad. Sólo los pobres, los hambrientos, los que tienen necesidad de que alguien venga por ellos tendrán a ese alguien, y ese alguien es Dios, Emmanuel, Dios con Nosotros. Sin pobreza de Espíritu no puede haber llenura de Dios. Si Dios no hubiera encontrado el vacío inmenso de María por la humildad, no hubiera venido al mundo, no hubiera habido quien lo captara. Gracias a Dios, y esto hemos de agradecerle a la Virgen, Dios la escogió para ser madre suya, porque era santa en la humildad, porque nadie como ella expresó la pobreza de Israel, porque nadie como María expresó el ansia de todos los pueblos. María es la expresión de la necesidad de los salvadoreños, María es la expresión de la angustia de los que están en la cárcel, María es el dolor de las madres que han perdido a sus hijos y nadie les dice dónde están. María es la ternura que busca angustiada una solución. María está en nuestra patria como en un callejón sin salida pero esperando que Dios ha de venir a salvarnos. Ojalá imitáramos a esta Pobre de Yahvé y sintiéramos que sin Dios no podemos nada, que Dios es esperanza de nuestro pueblo, que sólo Cristo, el Divino Salvador puede ser el Salvador de nuestra patria.

"En fin, con ella -continúa el Concilio-, Hija excelsa de Sión, tras la prolongada espera de la promesa se cumple la plenitud de los tiempos y se instaura la nueva Economía, al tomar de ella la Naturaleza humana el Hijo de Dios a fin de librar al hombre del pecado mediante los misterios de la humanidad".

Homilía 24 de diciembre de 1978.

 

Papa Francisco. Ángelus. 21 de diciembre de 2014.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, cuarto y último domingo de Adviento, la liturgia quiere prepararnos para la Navidad que ya está a la puerta invitándonos a meditar el relato del anuncio del Ángel a María. El arcángel Gabriel revela a la Virgen la voluntad del Señor de que ella se convierta en la madre de su Hijo unigénito: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo» (Lc1, 31-32). Fijemos la mirada en esta sencilla joven de Nazaret, en el momento en que acoge con docilidad el mensaje divino con su «sì»; captemos dos aspectos esenciales de su actitud, que es para nosotros modelo de cómo prepararnos para la Navidad.

Ante todo su fe, su actitud de fe, que consiste en escuchar la Palabra de Dios para abandonarse a esta Palabra con plena disponibilidad de mente y de corazón. Al responder al Ángel, María dijo: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (v. 38). En su «heme aquí» lleno de fe, María no sabe por cuales caminos tendrá que arriesgarse, qué dolores tendrá que sufrir, qué riesgos afrontar. Pero es consciente de que es el Señor quien se lo pide y ella se fía totalmente de Él, se abandona a su amor. Esta es la fe de María.

 

Otro aspecto es la capacidad de la Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios. María es aquella que hizo posible la encarnación del Hijo de Dios, «la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos» (Rm16, 25). Hizo posible la encarnación del Verbo gracias precisamente a su «sí» humilde y valiente. María nos enseña a captar el momento favorable en el que Jesús pasa por nuestra vida y pide una respuesta disponible y generosa. Y Jesús pasa. En efecto, el misterio del nacimiento de Jesús en Belén, que tuvo lugar históricamente hace más de dos mil años, se realiza, como acontecimiento espiritual, en el «hoy» de la Liturgia. El Verbo, que encontró una morada en el seno virginal de María, en la celebración de la Navidad viene a llamar nuevamente al corazón de cada cristiano: pasa y llama. Cada uno de nosotros está llamado a responder, como María, con un «sí» personal y sincero, poniéndose plenamente a disposición de Dios y de su misericordia, de su amor. Cuántas veces pasa Jesús por nuestra vida y cuántas veces nos envía un ángel, y cuántas veces no nos damos cuenta, porque estamos muy ocupados, inmersos en nuestros pensamientos, en nuestros asuntos y, concretamente, en estos días, en nuestros preparativos de la Navidad, que no nos damos cuenta que Él pasa y llama a la puerta de nuestro corazón, pidiendo acogida, pidiendo un «sí», como el de María. Un santo decía: «Temo que el Señor pase». ¿Sabéis por qué temía? Temor de no darse cuenta y dejarlo pasar. Cuando nosotros sentimos en nuestro corazón: «Quisiera ser más bueno, más buena... Estoy arrepentido de esto que hice...». Es precisamente el Señor quien llama. Te hace sentir esto: las ganas de ser mejor, las ganas de estar más cerca de los demás, de Dios. Si tú sientes esto, detente. ¡El Señor está allí! Y vas a rezar, y tal vez a la confesión, a hacer un poco de limpieza...: esto hace bien. Pero recuérdalo bien: si sientes esas ganas de mejorar, es Él quien llama: ¡no lo dejes marchar!

En el misterio de la Navidad, junto a María está la silenciosa presencia de san José, como se representa en cada belén —también en el que podéis admirar aquí en la plaza de San Pedro. El ejemplo de María y de José es para todos nosotros una invitación a acoger con total apertura de espíritu a Jesús, que por amor se hizo nuestro hermano. Él viene a traer al mundo el don de la paz: «En la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (Lc2, 14), como lo anunció el coro de los ángeles a los pastores. El don precioso de la Navidad es la paz, y Cristo es nuestra auténtica paz. Y Cristo llama a nuestro corazón para darnos la paz, la paz del alma. Abramos las puertas a Cristo.

Nos encomendamos a la intercesión de nuestra Madre y de san José, para vivir una Navidad verdaderamente cristiana, libres de toda mundanidad, dispuestos a acoger al Salvador, al Dios-con-nosotros.

 

Papa Francisco. Ángelus. 24 de diciembre de 2017.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este domingo que precede inmediatamente la Navidad, escuchamos el Evangelio de la Anunciación (cf. Lucas 1, 26-38).

En este pasaje evangélico podemos notar un contraste entre las promesas del ángel y la respuesta de María. Tal contraste se manifiesta en la dimensión y en el contenido de las expresiones de los dos protagonistas. El ángel dice a María: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin» (vv. 30-33). Es una larga revelación, que abre perspectivas inauditas. El niño que nacerá de esta humilde joven de Nazaret será llamado Hijo del Altísimo: no es posible concebir una dignidad más alta que esta. Y después la pregunta de María, con la que Ella pide explicaciones, la revelación del ángel se hace aún más detallada y sorprendente.

Sin embargo, la respuesta de María es una frase breve que no habla de gloria, no habla de privilegio, sino solo de disponibilidad y de servicio: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (v. 38). También el contenido es diferente. María no se exalta frente a la perspectiva de convertirse incluso en la madre del Mesías, sino que permanece modesta y expresa la propia adhesión al proyecto del Señor. María no presume. Es humilde, modesta. Se queda como siempre. Este contraste es significativo. Nos hace entender que María es verdaderamente humilde y no trata de exponerse. Reconoce ser pequeña delante de Dios, y está contenta de ser así. Al mismo tiempo, es consciente de que de su respuesta depende la realización del proyecto de Dios, y que por tanto Ella está llamada a adherirse con todo su ser.

En esta circunstancia, María se presenta con una actitud que corresponde perfectamente a la del Hijo de Dios cuando viene en el mundo: Él quiere convertirse en el Siervo del Señor, ponerse al servicio de la humanidad para cumplir el proyecto del Padre. María dice: «He aquí la esclava del Señor»; y el Hijo de Dios, entrando en el mundo dice: «He aquí que vengo […] a hacer, oh Dios, tu voluntad» (Hebreos 10, 7- 9). La actitud de María refleja plenamente esta declaración del Hijo de Dios, que se convierte también en hijo de María. Así la Virgen se revela colaboradora perfecta del proyecto de Dios, y se revela también discípula de su Hijo, en el Magnificat podrá proclamar que «exaltó a los humildes» (Lucas 1, 52), porque con esta respuesta suya humilde y generosa ha obtenido la alegría altísima, y también una gloria altísima. Mientras admiramos a nuestra Madre por su respuesta a la llamada y a la misión de Dios, le pedimos a Ella que nos ayude a cada uno de nosotros a acoger el proyecto de Dios en nuestra vida, con humildad sincera y generosidad valiente.

 

Papa Francisco. Ángelus. 20 de diciembre de 2020.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este cuarto y último domingo de Adviento, el Evangelio nos propone una vez más la historia de la Anunciación. «Alégrate —dice el ángel a María— concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1,28.31). Parece un anuncio de alegría pura, destinado a hacer feliz a la Virgen: ¿Quién entre las mujeres de esa época no soñaba con convertirse en la madre del Mesías? Pero, junto con la alegría, esas palabras predicen a María una gran prueba. ¿Por qué? Porque en aquel momento estaba «desposada» (v. 27) con José. En una situación como esa, la Ley de Moisés establecía que no debía haber relación ni cohabitación. Por lo tanto, si tenía un hijo, María habría transgredido la Ley, y las penas para las mujeres eran terribles: se preveía la lapidación (cf. Dt 22,20-21). Ciertamente el mensaje divino habrá colmado el corazón de María de luz y fuerza; sin embargo, se encontró ante una decisión crucial: decir “sí” a Dios, arriesgándolo todo, incluso su vida, o declinar la invitación y seguir con su camino ordinario.

¿Qué hace? Responde así: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Hágase (fiat) de María. Pero en la lengua en que está escrito el Evangelio, no es simplemente un “suceda”.  La expresión verbal indica un fuerte deseo,  indica la voluntad de que algo se cumpla. En otras palabras, María no dice: “Si tiene que hacerse, que se haga.., si no puede ser de otra manera...”. No es resignación. No expresa una aceptación débil y sometida, expresa un deseo fuerte, un deseo vivo. No es pasiva, sino activa. No sufre a Dios, se adhiere a Dios. Es una enamorada dispuesta a servir a su Señor en todo e inmediatamente. Podría haber pedido más tiempo para pensarlo, o más explicaciones sobre lo que pasaría; quizás podría haber puesto algunas condiciones... En cambio, no se toma tiempo, no hace esperar a Dios, no aplaza.

¡Cuantas veces —ahora pensemos en nosotros— cuántas veces nuestra vida está hecha de aplazamientos, incluso nuestra vida espiritual! Por ejemplo: sé que me hace bien rezar, pero hoy no tengo tiempo... “mañana, mañana, mañana, mañana...”- Aplazamos las cosas : mañana lo hago; sé que ayudar a alguien es importante —sí, tengo que hacerlo, lo haré mañana—. Es la misma cadena de los mañana... Aplazar las cosas.  Hoy, a las puertas de la Navidad, María nos invita a no aplazar, a decir “sí”.  “¿Tengo que rezar?”, “Sí, y rezo”. “¿Tengo que ayudar a los demás? Sí”. ¿Cómo hacerlo? Lo hago. Sin aplazar. Cada “sí” cuesta . Cada  “sí” cuesta pero siempre es menos de lo que le costó a ella ese “sí” valiente, ese “sí”, decidido, ese «hágase en mí según tu palabra» que nos trajo la salvación.

Y nosotros ¿qué “sí” podemos decir? En estos tiempos difíciles, en lugar de quejarnos de lo que la pandemia nos impide hacer, hagamos algo por los que tienen menos: no el enésimo regalo para nosotros y nuestros amigos, sino para una persona necesitada en la que nadie piensa. Y otro consejo: para que Jesús nazca en nosotros, preparemos el corazón: vayamos a rezar. No nos dejemos “arrastrar” por el consumismo: “Tengo que comprar los regalos, tengo que hacer esto y lo otro...”. Ese frenesí por hacer tantas cosas... lo importante es Jesús. El consumismo, hermanos y hermanas, nos ha secuestrado la Navidad. No hay consumismo en el pesebre de Belén: allí está la realidad, la pobreza, el amor. Preparemos el corazón como hizo María: libre del mal, acogedor, dispuesto a acoger a Dios.

«Hágase en mí según tu palabra». Es la última frase de la Virgen en este último domingo de Adviento, y es la invitación a dar un paso concreto hacia la Navidad. Porque si el nacimiento de Jesús no toca nuestra vida —la mía, la tuya, la de todos—, si no toca la vida pasa en vano. En el Ángelus también nosotros diremos ahora: “Hágase en mí según tu palabra”: que la Virgen nos ayude a decirlo con nuestra vida, con la actitud de estos últimos días para prepararnos bien a la Navidad.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 18 de diciembre de 2005.

Queridos hermanos y hermanas:

En estos últimos días del Adviento, la liturgia nos invita a contemplar de modo especial a la Virgen María y a san José, que vivieron con intensidad única el tiempo de la espera y de la preparación del nacimiento de Jesús. Hoy deseo dirigir mi mirada a la figura de san José. En la página evangélica de hoy san Lucas presenta a la Virgen María como "desposada con un hombre llamado José, de la casa de David" (Lc 1, 27). Sin embargo, es el evangelista san Mateo quien da mayor relieve al padre putativo de Jesús, subrayando que, a través de él, el Niño resultaba legalmente insertado en la descendencia davídica y así daba cumplimiento a las Escrituras, en las que el Mesías había sido profetizado como "hijo de David".

Desde luego, la función de san José no puede reducirse a este aspecto legal. Es modelo del hombre "justo" (Mt 1, 19), que en perfecta sintonía con su esposa acoge al Hijo de Dios hecho hombre y vela por su crecimiento humano. Por eso, en los días que preceden a la Navidad, es muy oportuno entablar una especie de coloquio espiritual con san José, para que él nos ayude a vivir en plenitud este gran misterio de la fe.

El amado Papa Juan Pablo II, que era muy devoto de san José, nos ha dejado una admirable meditación dedicada a él en la exhortación apostólica Redemptoris Custos, "Custodio del Redentor". Entre los muchos aspectos que pone de relieve, pondera en especial el silencio de san José. Su silencio estaba impregnado de contemplación del misterio de Dios, con una actitud de total disponibilidad a la voluntad divina. En otras palabras, el silencio de san José no manifiesta un vacío interior, sino, al contrario, la plenitud de fe que lleva en su corazón y que guía todos sus pensamientos y todos sus actos. Un silencio gracias al cual san José, al unísono con María, guarda la palabra de Dios, conocida a través de las sagradas Escrituras, confrontándola continuamente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido de oración constante, oración de bendición del Señor, de adoración de su santísima voluntad y de confianza sin reservas en su providencia.

No se exagera si se piensa que, precisamente de su "padre" José, Jesús aprendió, en el plano humano, la fuerte interioridad que es presupuesto de la auténtica justicia, la "justicia superior", que él un día enseñará a sus discípulos (cf. Mt 5, 20). Dejémonos "contagiar" por el silencio de san José. Nos es muy necesario, en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación para la Navidad cultivemos el recogimiento interior, para acoger y tener siempre a Jesús en nuestra vida.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 21 de diciembre de 2008.

Queridos hermanos y hermanas:

El evangelio de este cuarto domingo de Adviento nos vuelve a proponer el relato de la Anunciación (Lc 1, 26-38), el misterio al que volvemos cada día al rezar el Ángelus. Esta oración nos hace revivir el momento decisivo en el que Dios llamó al corazón de María y, al recibir su "sí", comenzó a tomar carne en ella y de ella. La oración "Colecta" de la misa de hoy es la misma que se reza al final del Ángelus: "Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que por el anuncio del ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección".

A pocos días ya de la fiesta de Navidad, se nos invita a dirigir la mirada al misterio inefable que María llevó durante nueve meses en su seno virginal: el misterio de Dios que se hace hombre. Este es el primer eje de la redención. El segundo es la muerte y resurrección de Jesús, y estos dos ejes inseparables manifiestan un único plan divino: salvar a la humanidad y su historia asumiéndolas hasta el fondo al hacerse plenamente cargo de todo el mal que las oprime.

Este misterio de salvación, además de su dimensión histórica, tiene también una dimensión cósmica: Cristo es el sol de gracia que, con su luz, "transfigura y enciende el universo en espera" (Liturgia). La misma colocación de la fiesta de Navidad está vinculada al solsticio de invierno, cuando las jornadas, en el hemisferio boreal, comienzan a alargarse. A este respecto, tal vez no todos saben que la plaza de San Pedro es también una meridiana; en efecto, el gran obelisco arroja su sombra a lo largo de una línea que recorre el empedrado hacia la fuente que está bajo esta ventana, y en estos días la sombra es la más larga del año. Esto nos recuerda la función de la astronomía para marcar los tiempos de la oración. El Ángelus, por ejemplo, se recita por la mañana, a mediodía y por la tarde, y con la meridiana, que en otros tiempos servía precisamente para conocer el "mediodía verdadero", se regulaban los relojes.

El hecho de que precisamente hoy, 21 de diciembre, a esta misma hora, caiga el solsticio de invierno me brinda la oportunidad de saludar a todos aquellos que van a participar de varias maneras en las iniciativas del año mundial de la astronomía, el 2009, convocado en el cuarto centenario de las primeras observaciones de Galileo Galilei con el telescopio. Entre mis predecesores de venerada memoria ha habido cultivadores de esta ciencia, como Silvestre II, que la enseñó, Gregorio XIII, a quien debemos nuestro calendario, y san Pío X, que sabía construir relojes de sol. Si los cielos, según las bellas palabras del salmista, "narran la gloria de Dios" (Sal 19, 2), también las leyes de la naturaleza, que en el transcurso de los siglos tantos hombres y mujeres de ciencia nos han ayudado a entender cada vez mejor, son un gran estímulo para contemplar con gratitud las obras del Señor.

Volvamos ahora nuestra mirada a María y José, que esperan el nacimiento de Jesús, y aprendamos de ellos el secreto del recogimiento para gustar la alegría de la Navidad. Preparémonos para acoger con fe al Redentor que viene a estar con nosotros, Palabra de amor de Dios para la humanidad de todos los tiempos.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 18 de diciembre de 2011.

Queridos hermanos y hermanas:

En este cuarto y último domingo de Adviento la liturgia nos presenta este año el relato del anuncio del ángel a María. Contemplando el estupendo icono de la Virgen santísima, en el momento en que recibe el mensaje divino y da su respuesta, nos ilumina interiormente la luz de verdad que proviene, siempre nueva, de ese misterio. En particular, quiero reflexionar brevemente sobre la importancia de la virginidad de María, es decir, del hecho de que ella concibió a Jesús permaneciendo virgen.

En el trasfondo del acontecimiento de Nazaret se halla la profecía de Isaías. «Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel» (Is 7, 14). Esta antigua promesa encontró cumplimiento superabundante en la Encarnación del Hijo de Dios.

De hecho, la Virgen María no sólo concibió, sino que lo hizo por obra del Espíritu Santo, es decir, de Dios mismo. El ser humano que comienza a vivir en su seno toma la carne de María, pero su existencia deriva totalmente de Dios. Es plenamente hombre, hecho de tierra —para usar el símbolo bíblico—, pero viene de lo alto, del cielo. El hecho de que María conciba permaneciendo virgen es, por consiguiente, esencial para el conocimiento de Jesús y para nuestra fe, porque atestigua que la iniciativa fue de Dios y sobre todo revela quién es el concebido. Como dice el Evangelio: «Por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35). En este sentido, la virginidad de María y la divinidad de Jesús se garantizan recíprocamente.

Por eso es tan importante aquella única pregunta que María, «turbada grandemente», dirige al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?» (Lc 1, 34). En su sencillez, María es muy sabia: no duda del poder de Dios, pero quiere entender mejor su voluntad, para adecuarse completamente a esa voluntad. María es superada infinitamente por el Misterio, y sin embargo ocupa perfectamente el lugar que le ha sido asignado en su centro. Su corazón y su mente son plenamente humildes, y, precisamente por su singular humildad, Dios espera el «sí» de esa joven para realizar su designio. Respeta su dignidad y su libertad. El «sí» de María implica a la vez la maternidad y la virginidad, y desea que todo en ella sea para gloria de Dios, y que el Hijo que nacerá de ella sea totalmente don de gracia.

Queridos amigos, la virginidad de María es única e irrepetible; pero su significado espiritual atañe a todo cristiano. En definitiva, está vinculado a la fe: de hecho, quien confía profundamente en el amor de Dios, acoge en sí a Jesús, su vida divina, por la acción del Espíritu Santo. ¡Este es el misterio de la Navidad! A todos os deseo que lo viváis con íntima alegría.

 

Francisco. Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 30. ¡Efatá, ábrete Iglesia!

 

Queridos hermanos y hermanas,  concluimos hoy el ciclo dedicado al celo apostólico, durante el cual nos hemos dejado inspirar por la palabra de Dios, para ayudar a cultivar la pasión por el anuncio del Evangelio. Y esto incumbe a cada cristiano. Pensemos en el hecho de que, en el bautismo, el celebrante dice, tocando las orejas y los labios del bautizado: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo escuchar su Palabra y proclamar la fe”.

Hemos escuchado el prodigio de Jesús. El evangelista Marcos se toma mucho tiempo para describir dónde tuvo lugar: “Hacia el mar de Galilea…” ¿Qué es lo que aúna estos territorios? El estar principalmente habitados por paganos. No eran territorios habitados por israelíes, sino principalmente por paganos. Los discípulos salieron con Jesús, que es capaz de abrir las orejas y la boca: el fenómeno del mutismo y de la sordera, en la Biblia, es también metafórico, y designa el cierre a las llamadas de Dios. Hay una sordera física, pero en la Biblia quien es sordo a la palabra de Dios es mudo, es el que no comunica la Palabra de Dios.

Otro signo también es indicativo: el Evangelio relata la palabra decisiva de Jesús en arameo, “efatá”, que significa “ábrete”, deja que tus oídos se abran, deja que tu lengua se abra; y no se trata de una invitación dirigida al sordomudo, que no podía oírla, sino precisamente a los discípulos de aquel tiempo y de todos los tiempos. También nosotros, que hemos recibido la efatá del Espíritu en el bautismo, estamos llamados a abrirnos. “Ábrete”, dice Jesús a cada creyente y a su Iglesia: ¡Ábrete, porque el mensaje del Evangelio te necesita para ser testimoniado y anunciado! Y esto nos hace pensar también en la actitud del cristiano: el cristiano debe estar abierto a la Palabra de Dios y al servicio de los demás. Los cristianos cerrados siempre acaban mal, porque no son cristianos, son ideólogos, ideólogos de la cerrazón. Un cristiano debe estar abierto al anuncio de la Palabra de Dios, a la acogida de los hermanos y de las hermanas. Y por eso, este efatá, este “ábrete”, es una invitación para todos nosotros.

También al final de los Evangelios, Jesús nos entrega su deseo misionero: Vayan más lejos, vayan a apacentar, vayan a predicar el Evangelio.

Hermanos y hermanas, sintámonos todos llamados, como bautizados, a testimoniar y anunciar a Jesús. Y pidamos la gracia, como Iglesia, de saber realizar una conversión pastoral y misionera. El Señor, a la orilla del mar de Galilea le preguntó a Pedro si le amaba, y luego le pidió que pastoreara sus ovejas (cf. vv. 15-17). Preguntémonos también nosotros, hagámonos cada uno de nosotros esta pregunta: ¿Amo realmente al Señor, hasta el punto de querer anunciarlo? ¿Quiero convertirme en su testigo o me contento con ser su discípulo? ¿Me tomo a pecho a las personas que conozco? ¿Las llevo a Jesús en oración? ¿Quiero hacer algo para que la alegría del Evangelio, que ha transformado mi vida, haga más bella la de ellos? Pensemos en esto. Pensemos en estas preguntas y vayamos adelante con nuestro testimonio. Gracias.

 

Navidad.

Monición de entrada.-

Muchos años después que Dios hiciese a nuestros primeros padres Adán y Eva y hablase a Noé, Abraham, Moisés, David y los profetas.

Después de las olimpiadas y la fundación de Roma, cuando no había guerras, nació Jesús en Belén.

Hoy es la fiesta de la navidad, el día en el que celebramos el nacimiento de Jesús y tenemos la alegría que tuvieron María, José, los ángeles y los pastores.

 

Señor, ten piedad.-

Tú que nos naces hoy en esta iglesia.  Señor, ten piedad.

Tú que nos naces hoy en nuestras casas. Cristo, ten piedad.

Tú que nos naces hoy en las casas de los pobres.  Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Te pedimos por el papa Francisco para que tenga se sienta muy querido por todos los niños del mundo. Te lo pedimos, Señor.
Te pedimos por la Iglesia, para que en ella todos se encuentren contigo.  Te lo pedimos, Señor.

Te pedimos por el rey Felipe y su familia, para que les ayudes a ser buena familia real. Te lo pedimos, Señor.

Te pedimos por las personas que estas navidades estarán lejos de su casa, para que estés muy cerca de ellas.  Te lo pedimos, Señor.

Te pedimos por los niños que no tienen comida o están enfermos, para que pronto tengan comida y se curen. Te lo pedimos, Señor.

Te pedimos por nuestras familias, para que les des mucho amor. Te lo pedimos, Señor.

Te pedimos por nosotros, para que con nuestros ojos alegren a las personas que nos encontramos. Te lo pedimos, Señor.

Acción de gracias a la Virgen María.-

María, hoy queremos decirte que estamos muy contentos.

Porque hemos venido a la misa y aquí tú nos has regalado a Jesús.

 

Sagrada Familia.

 

Monición de entrada.-

Hoy es la fiesta de la Sagrada Familia.

La fiesta en la que miramos la familia de Jesús formada por su mamá María, su papá adoptivo José y él.

Allí Jesús aprendió a querer a los papás y las personas.

 

Señor, ten piedad.-

Tú que nos naces en una familia.  Señor, ten piedad.

Tú que nos vivías en una casa. Cristo, ten piedad.

Tú que querías mucho a tus papás, María y José.  Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Te pedimos por el papa Francisco para que con sus palabras ayude a los papás a quererse. Te lo pedimos, Señor.
Te pedimos por la Iglesia, para que sea una familia donde todos nos sintamos hijos.  Te lo pedimos, Señor.

Te pedimos por las familias que han perdido su casa, para que tengan una casa. Te lo pedimos, Señor.

Te pedimos por las familias que no se quieren, para que les ayudes a volver a quererse. Te lo pedimos, Señor.

Te pedimos por los niños que no tienen padres, para que tengan unos papás adoptivos. Te lo pedimos, Señor.

Te pedimos por las mamás y los papás que están malos, para que se curen. Te lo pedimos, Señor.

Te pedimos por nosotros, para que nuestras madres y padres estén siempre contentos con nosotros. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias a la Virgen María.-

María, hoy queremos darte por nuestras madres y nuestros padres, que tan bien se portan con nosotros.

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Catecismo de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.

La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

San Juan de Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA

www.vatican.va



[1] 1. f. Biol. Modo de reproducción de algunos animales y plantas, que consiste en la formación de un nuevo ser por división reiterada de células sexuales femeninas que no se han unido previamente con gametos masculinos. www.rae.es

[2] 1. f. Ret. Tropo que consiste en designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada, etc.; p. ej., las canas por la vejez; leer a Virgilio, por leer las obras de Virgilio; el laurel por la gloria, etc. www.rae.es

[3] “La actuación (de Cristo) con que engañó la actuación (del demonio)”. Miss. Rom. Mymn. Liturg. Feriae Vi in Parasceve. Nota editor.

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