Lectura del libro de Isaías 62, 1-5.
Por amor a Sion no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre
nuevo, pronunciado por la boca del Señor. Serás corona fulgida en la mano del
Señor y diadema real en la palma de tu Dios. Ya no te llamarán “Abandonada” ni
a tu tierra “Devastada”; a ti te llamarán “Mi predilecta”, y a tu tierra
“Desposada”, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá un esposo.
Como un joven se desposa con una doncella, así te desposan tus constructores.
Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo.
Textos
paralelos.
Te llamarán con un nombre nuevo.
Is 56, 5:
Les daré en mi casa y en mis murallas un monumento y un nombre mejores que
hijos e hijas; nombre eterno les daré que no se extinguirá.
Is 65, 15:
Legaréis vuestro nombre a mis elegidos como fórmula de imprecación. A vosotros
el Señor os dará muerte y a sus siervos les dará otro nombre.
Jamás te
dirán “Abandonada”.
Os 2, 25: Y
me la sembraré en el país, me compadeceré de Incompadecida y diré a
No-pueblo-mío: Eres mi pueblo y él responderá: Dios mío.
Is 60, 15:
Estuviste abandonada, aborrecida, sin un transeúnte, pero te haré el orgullo de
los siglos, la delicia de todas las edades.
Te
llamarán “Mi complacencia”.
Is 1, 26:
Te daré jueces como los antiguos, consejeros como los de antaño: entonces te
llamarás Ciudad Justa, Villa Fiel.
Serás el
gozo de tu Dios por ti.
Is 65, 19:
Me alegraré de Jerusalén y me gozaré de mi pueblo, y ya no se oirán en ella
gemidos ni llantos.
Notas
exegéticas.
62 Nuevo poema a la gloria de
Jerusalén, como el cap. 60. Pero aquí, el tema de los desposorios adquiere gran
relieve: el triunfo de Jerusalén y del país, que le rodea consiste en
convertirse en esposa de Yahvé.
62 4 “Abandonada” (Azubah),
“Mi complacencia” (Jefsi-Bah): estos nombres dados aquía Jerusalén y al
país de Judá a causa de su significación son nombres propios comprobados en
otros lugares de la Biblia. En esta atribución de nombres propios se reconoce
el uso profético iniciado por Os 2, 25.
62 5 “Se casará contigo tu
edificador” yib’alek honek conj. según el comentario; “se casarán
contigo tus hijos” yib’aluk banayik hebreo.
Salmo
responsorial
Salmo 96 (95) 1-3.7-8a.9-10.
Contad
las maravillas del Señor
a
todas las naciones. R/.
Cantad
al Señor un cántico nuevo,
cantad
al Señor, toda la tierra;
cantad
al Señor, bendecid su nombre. R/.
Proclamad
día tras día su victoria.
Contad
a los pueblos su gloria,
sus
maravillas a todas las naciones. R/.
Familias
de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad
la gloria y el poder del Señor;
aclamad
la gloria del nombre del Señor. R/.
Postraos
ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble
en su presencia la tierra toda.
Decid
a los pueblos: “El Señor es rey:
él
gobierna a los pueblos rectamente”. R/.
Textos
paralelos.
1 Cro 16, 23-33: Canta al Señor la tierra entera, pregonad día
tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas
las naciones; porque es grande el Señor y muy digno de alabanza; más temible
que todos los dioses. Pues los dioses de los paganos son apariencia, mientras
que el Señor hizo los cielos; honor y majestad están en su presencia, fuerza y
belleza en su santuario. Tributad al Señor, familias de los pueblos, tributad
al Señor gloria y poder, tributad al Señor la gloria de su nombre, entrad en
sus atrios trayéndole ofrendas; postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra entera. Él afianzó el orbe y no vacilará.
Alégrese los cielos, goce la tierra, y digan los pueblos: “El Señor es rey”.
Retumbe el mar y cuanto contiene, exulte la campiña y cuanto hay en ella,
aclamen los árboles silvestres delante del Señor, que ya llega, ya llega a
regir la tierra.
Sal 98, 1: Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho
maravillas; su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
Anunciad su salvación día a día.
Sal 98, 2: El Señor da a conocer su victoria, revela su justicia a
la vista de los pueblos.
Sal 105, 1: Dad gracias al Señor, invocad su nombre, informad de
sus hazañas a los pueblos.
Tributad a Yahvé, familias de los pueblos.
Sal 29, 1-2a: Hijos de Dios, aclamad al Señor; aclamad la gloria y
el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor.
Postraos ante Yahvé en el atrio sagrado.
Sal 29, 2b: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
El orbe está seguro, no vacila.
Sal 93, 1: El Señor reina, de majestad vestido, el poder, vestido
y ceñido de poder. Así está firme el orbe y no vacila.
Notas
exegéticas.
96 Este himno, que agrupa quizá dos
poemas que celebran la realeza divina y el advenimiento del Juez del mundo, se
compone de reminiscencias de Salmos y de Isaías. – El orden es distinto en la
recensión de 1 Cro 16, 23-33. – El griego añade un título al salmo: “Cántico de
David. Cuando se construía la casa tras el cautiverio”.
96 8 El poeta sigue el Sal 29, 1-2,
cuyo tono universalista acentúa.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 4-11.
Hermanos:
Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad
de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un
mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la
manifestación del Espíritu para el bien común. Y así uno recibe del Espíritu el
hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo
Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por
el mismo Espíritu, donde curar. A este se le ha concedido hacer milagros; a
aquel, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la
diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. El mismo y único
Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.
Textos
paralelos.
A cada cual se le otorga la manifestación del
Espíritu.
Hch 1, 8: Pero recibiréis la
fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en
Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
1 Co 12, 28-30: Dios los
dispuso en la Iglesia: primero apóstoles, segundo profetas, tercero maestros,
después milagros, después carismas de curaciones, de asistencia, de gobierno,
de lenguas diversas. ¿Son todos apóstoles?, ¿son todos profetas?, ¿son todos
maestros?, ¿son todos taumaturgos?, ¿tienen todos carismas de curaciones?,
¿hablan todos lenguas arcanas? ¿son todos intérpretes?
Rm 12, 6-8: Usemos los dones
diversos que poseemos según la gracia que nos han concedido: por ejemplo, la
profecía regulada por la fe, el servicio para administrar la enseñanza, para
enseñar; el que exhorta, exhortando; el que reparte, con generosidad; el que
preside, con diligencia; el que alivia, de buen humor.
Don de profecía.
Hch 11, 27: Por aquel tiempo bajaron unos
profetas de Jerusalén a Antioquía.
A otro, discernimiento de espíritus.
1 Jn 4, 1-3: Queridos, no os fieis de
cualquier espíritu, antes comprobad si los espíritus proceden de Dios; pues
muchos falsos profetas han venido al mundo. El Espíritu de Dios lo reconoceréis
en lo siguiente: todo espíritu que confiesa que Jesucristo vino en carne mortal
procede de Dios; todo espíritu que no confiesa a Jesús no procede de Dios, sino
más bien del Anticristo. Oísteis que iba a venir, ahora ya está en el mundo.
Don de interpretarlas.
Hch 2, 4: Se llenaron todos del Espíritu
Santo y empezaron a hablar lenguas extranjeras, según el Espíritu Santo les
permitía expresarse.
Notas
exegéticas.
12 4 Pablo pone los carismas en
paralelo con los “misterios” (servicios) y la “diversidad de actuaciones”, y
atribuye el conjunto de esta animación eclesial no solo al Espíritu, sino
también al Señor (Jesús) y a Dios (Padre). Anuncia ya los grandes temas de la
parábola del cuerpo: la diversidad y la unidad (oposición entre “diversidad de
“ y “un mismo”).
12 6 Nótese la presentación
trinitaria del pensamiento.
12 8 (a) Probablemente para exponer las
verdades cristianas más elevadas, las que se refieren al ser de Dios y su
acción en nosotros: la enseñanza “de lo perfecto” de Hb 6, 1.
12 8 (b) El don de exponer las verdades
elementales del cristianismo: “la enseñanza elemental acerca de Cristo” de Hb
6, 1.
12 9 La fe en grado extraordinario.
12 10 (a) El don de distinguir el origen
(Dios, la naturaleza, el Maligno) de los fenómenos carismáticos.
12 10 (b) El carisma de las lenguas – glosolalia – o de la xenoglosia (lenguas extrañas) es el don de
alabar a Dios profiriendo, bajo la acción del Espíritu Santo y en estado más o
menos extáticos, sonidos ininteligibles. Es lo que Pablo llama “hablar en
lenguas” o “hablar en lengua”. Este carisma se remonta a la iglesia primitiva,
en la que era el primer efecto sensible de la venida del Espíritu a las almas.
Evangelio.
X Lectura
del santo evangelio según san Juan 2, 1-11.
En aquel tiempo,
había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaban allí. Jesús y
sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre
de Jesús le dice:
-No tienen vino.
Jesús le dice:
-Mujer, ¿qué tengo
yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dice a los
sirvientes:
-Haced lo que él os
diga.
Había allí colocadas
seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien
litros cada una. Jesús les dice:
-Llenad las tinajas
de gua.
Y las llenaron hasta
arriba. Entonces les dice:
-Sacad ahora y
llevadlo al mayordomo.
Ellos se lo
llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde
venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces
llama al esposo y le dice:
-Todo el mundo pone
primero el vino nuevo y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has
guardado el vino bueno hasta ahora.
Este fue el primero
de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y
sus discípulos creyeron en él.
Textos
paralelos.
Boda en Caná de
Galilea.
Jn 21, 2: Estaban
juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Mellizo), Natanael de Caná de Galilea,
los Zebedeos y otros discípulos.
Haced lo que él os
diga.
Gn 41, 55: Llegó el
hambre a todo Egipto, y el pueblo reclamaba pan para el Faraón; el Faraón decía
a los egipcios: Dirigíos a José y haced lo que él os diga.
Dos o tres medidas
cada una.
Mc 7, 3-4: Es a
saber que los fariseos y los judíos en general no comen sin antes lavarse las
manos restregando, siguiendo la tradición de los ancianos; cuando vuelven del
mercado, no comen sin antes lavarse; y observan otras muchas reglas
tradicionales, abluciones de copas, jarras y ollas.
Cuando ya están
bebidos.
Mt 26, 29: Os digo
que en adelante no beberé de este producto de la vid hasta el día en que lo
beba con vosotros en el reino de mi Padre.
Lc 5, 37-39: Llegará
un día en que les arrebaten el novio: entonces ayunarán. Y les propuso una
comparación: Nadie rasga un retazo de un manto nuevo para remediar uno viejo.
Pues sería rasgar el nuevo, y el remiendo del nuevo no le cae bien al viejo.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; pues el vino nuevo reventaría los odres,
se derramaría y los odres se echarían a perder. El vino nuevo se ha de echar en
odres nuevos. Nadie que ha bebido el viejo quiere el nuevo; pues dice: bueno es
el viejo.
Comienzo de los
signos que realizó Jesús.
Jn 4, 54: Esta fue
la segunda señal que hizo Jesús cuando se trasladó de Judea a Galilea.
Jn 12, 37: A pesar
de las muchas señales que había realizado en su presencia no creían en él.
Ex 4, 30-31: Aarón
repitió todo lo que el Señor había dicho a Moisés, y este realizó los signos
ante el pueblo. El pueblo creyó, y al oír que el Señor se ocupaba de los
israelitas y se fijaba en su opresión, se inclinaron y se postraron.
Jn 1, 14: La Palabra se hizo
carne y acampó entre nosotros. Contemplamos su gloria, gloria como de Hijo
único del Padre, lleno de lealtad y fidelidad.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.
2 1
(a) Tres
días después del encuentro con Felipe y Natanael. De este modo, el evangelio se
abre con una semana completa, contada día por día, y que concluye con la
manifestación de la gloria de Dios.
2 1
(b) María
está presente en el primer milagro que manifiesta la gloria de Jesús, y de
nuevo en la cruz. Con evidente intención, varios rasgos se corresponden en las
dos escenas.
2 4
(a) Lit.:
“¿Qué a mí y a ti?”. Semitismo bastante frecuente en el AT y en el NT. Se
emplea para rechazar una intervención que se juzga inoportuna y hasta para
indicar a alguien que no se quiere mantener relación alguna con él. Solo el
contexto permite precisar el matiz exacto en cada caso. Aquí Jesús presenta a
su madre la dificultad de que “todavía no ha llegado su hora”.
2 4
(b) Este
tratamiento, insólito en un hijo para con su madre, se repetirá en 19, 26,
donde su significación se aclara como evocación de Gn 3, 15.20. María es la
nueva Eva, “la madre de los vivientes”.
2 4
(c) La
“hora” de Jesús es la hora de su glorificación, de su vuelta a la diestra del
Padre. El evangelio señala su proximidad. Fijada por el Padre, no podrá ser
adelantada. Con todo, el milagro conseguido con la intervención de María será
su anuncio simbólico.
2 11
Al
igual que Moisés Jesús debe realizar “signos” para probar que ha sido enviado
por Dios, ya que solo Dios puede obrar contra las leyes de la naturaleza.
Durante su vida terrestre realizará seis, el último de ellos la resurrección de
Lázaro, que prefigura su propia resurrección, el signo por excelencia. Estos
signos, y otros muchos que no se han descrito explícitamente, deben suscitar la
fe en la misión de Cristo, sin embargo, es una nota de decepción lo que cierra
la primera parte del evangelio, de redacción probablemente más tardía. Jesús
reprocha a sus interlocutores que tengan necesidad de “signos” para creer. A
excepción de este último texto, el término “signo” lo usa solo el evangelista a
propósito de Jesús; por su parte, Jesús habla de sus “obras” o de las obras de
los discípulos.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
2
1-2 AL
TERCER DÍA después de lo narrado en 1, 43-51: e.d., el día séptimo, si
empezamos a contar desde el testimonio del Bautista en 1, 19-27. // CANÁ DE
GALILEA: entre los evangelistas solo Juan cita esta población (aquí y en el v.
11; 4, 46; 21, 2), innominada en todo el AT y en el resto del NT. ¿Qué
significado tiene lo ocurrido en esta aldea, cuya localización se discute, para
que Jn haya guardado su recuerdo? // LA MADRE DE JESÚS participa en el
“prototipo” de los demás signos o pruebas milagrosas. Sin llamarla por su
nombre propio (como tampoco lo hace en todo su Evangelio), aparece por primera
vez María, que en Jn es más que una persona individual: es figura, símbolo,
como tal, es designada la Madre, y, directamente: Mujer. Después
de esta escena “desaparecerá” hasta la crucifixión de Jesús (cf. Jn 19, 25-27).
La redacción del texto parece sugerir que la presencia de María motivó que
TAMBIÉN fuera invitado JESÚS con SUS DISCÍPULOS.
3 Algunos manuscritos
añaden la explicación: “no tienen vino porque se les terminó el vino de l
boda”. Propiamente María no pide un milagro, ni apunta soluciones; se
limita a exponer una necesidad que ha advertido.
4 QUÉ (TENGO en común,
o QUÉ VER) YO CONTIGO (lit. que para mí y para ti): cf. Mt 8, 29 con ese
giro en plural. Esta fórmula señala que los interlocutores hablan desde
distintos puntos de vista, y puede entenderse qué quieres tú de mí, o por
qué vienes tú a mí, o qué asunto hay par que lo tratemos tú y yo. //
MUJER: el empleo de esta palabra no indica falta de respeto; tratándose de “la
Madre de Jesús”, tiene además en Jn cierto tono solemne no exento de
simbolismo: es “la Mujer”. // TODAVÍA NO… MI HORA: sobre “la hora” de su
Pasión y glorificación; mientras tanto, durante su ministerio público, María
quedará en segundo plano. Si se acepta que la segunda frase de Jesús es también
interrogativa (=¿es que no ha llegado lla mi hora?), habría que decir
que “la hora” de Jesús se adelantó a este signo de Caná y cubrió toda su vida
pública. La traducción afirmativa adoptada, deja entender que Jesús, que empieza
a manifestarse como Mesías, implícitamente remite a María a la hora de su
manifestación plena en la cruz: “No ha llegado mi hora en que con el nombre de
Mujer, padeciendo en la carne que me diste, te nombraré”, comentaba, entre
nuestros clásicos, Quevedo en el s. XVII.
5 DE JESÚS: lit. de
él. En cierto sentido, la respuesta de Jesús tenía un tono similar a la de
Lc 2, 49, pero Jn ya no dice que María “no entendió” (Lc 2, 50); desde aquel
misterio del Niño en el templo han pasado bastantes años y María ha crecido en
conocimiento de su Hijo. Lo que ella dice a los sirvientes (testamento
espiritual de la Madre, últimas palabras suyas conservadas en los
Evangelios) indican que intuía cuál era la voluntad de Jesús; su consejo
coincide con el del Padre (“¡escuchadlo!”: Lc 9, 35). Se ha sugerido la
comparación entre las palabras de María a los sirvientes y la ratificación de
la Alianza por el pueblo: “Hermanos todo lo que ha dicho Yahvé” (Ex 19, 8; 24,
3); si esto se admite, hay que concluir que María queda en relieve como figura
representativa del Israel fiel (Muñoz León).
6 CONFORME A… LA
PURIFICACIÓN: lit. conforme a – o para – la purificación de
los judíos. Para las abluciones de los judíos (cf. Mc 7, 3-4; ¿y Jn 3, 25),
las vasijas de piedra, que no se contaminaban ritualmente, eran preferidas a
las de barro o de madera. Jesús va a transformar el agua de la antigua alianza
en el vino mejor de la revelación evangélica. // DOS O TRES METRETAS: cada
“metreta” equivalía a unos 40 litros.
9-10
El
vino abundante es, en los escritos proféticos del AT, signo de la abundancia de
los bienes mesiánicos, de la felicidad de los últimos tiempos (cf. Is 25, 6; Jr
31, 12; Am 9, 13). En la tradición judía, la Torah es llamada frecuentemente
“vino”, que también simbolizó la ley que iba a enseñar el Mesías. Cf., además
la efusión del Espíritu en Pentecostés, con efectos externos comparables a los
de la embriaguez, al decir de los observadores (Hch 2, 13). // TODOS: lit. todo
hombre. // EL VINO MEJOR: lit. el buen (positivo que hace veces de
comparativo y superlativo) vino.
11 Lit. esto hizo
comienzo de las señales el Jesús en Caná de la Galilea, etc. “Comienzo”: no
con el sentido de primero en una serie (al que seguirá un segundo, un tercero,
etc.), sino como modelo-tipo (PROTOTIPO) de los siguientes. “Signo revelador”
es el vocablo de Jn para la “prueba maravillosa” en los Sinópticos, lo que
nosotros llamaríamos, sin más, “milagro”: una prueba o símbolo, una muestra no
tanto del poder de Dios cuanto de la verdadera realidad de Jesús, Dios que se
revela presente (cf. Hch 2, 22). Jn ha seleccionado siete de estos signos
reveladores. Con la palabra signo, el verbo más usado en el NT es hacer;
la traducción prefiere ofrecer, mostrar, etc., ya que en nuestro idioma
“hacer señales” o “hacer signos” significa otra cosa. // Y ASÍ MANIFESTÓ (o
también, para manifestar ) SU ESPLENDOR, su cualidad divina, su gloria propia del Hijo de Dios (cf. 1,
14). // El objetivo inmediato del milagro fue solucionar una carencia material;
la finalidad profunda era que SUS DISCÍPULOS empezaran A CREER EN ÉL.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
2,
1-12 Cristo obró su primer milagro en el banquete de bodas de Caná por
petición de su madre, María. El banquete de bodas de Caná es una afirmación del
carácter sagrado del matrimonio cristiano, que Cristo elevó al nivel de
sacramento. Este banquete de bodas prefigura también el eterno banquete de
bodas del Cordero en el cielo, en el que habrá una unión perfecta y gozosa
entre Cristo y cada miembro de su Cuerpo Místico, la Iglesia. Dado que no se
menciona a José, el padre adoptivo de Jesús y marido de María, tanto aquí como
en el resto del Evangelio, se puede deducir que José había fallecido antes de
que Cristo comenzara su vida pública. Cat. 967-975, 1613, 2618.
2, 3
La
preocupación maternal de María sigue vigente hacia cada persona a través de su
poderosa intercesión. Una conocida devoción mariana, el Memorare, dice
así: “Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir, que
ninguno de los que han acudido a tu protección implorando tu auxilio, haya sido
desamparado. Animado por esta confianza, a ti acudo, Madre, Virgen de las
vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante
ti, Madre de Dios, no deseches mis súplicas, antes bien escúchalas y acógelas
benignamente. Amén". Cat. 2618, 2677.
2, 4
La
respuesta de Cristo reconduce la petición de su Madre. Ya de niño, Jesús había
reconducido la recriminación de su Madre tras hallarle perdido en el Templo
(cf. Lc 2, 41s). Jesús el hace ver ahora a María que aquí solo se va a
anticipar su Hora (la Hora de Jesús llega cuando comienza su entrega en la
Pasión: Jn 13, 1). María aprende así a percibir el milagro como un signo. Al
llamar a su madre “mujer”, Cristo hace alusión a su papel de nueva Eva (Gn 3,
15), cuya obediencia a Dios contrasta con la desobediencia de Eva; más tarde,
su papel de nueva Eva (Gn 3, 15), cuya obediencia a Dios contrasta con la
desobediencia de Eva; más tarde, cuando María se mantenga al pie de la cruz,
Cristo volverá a dirigirse a ella como “mujer”. Cat. 964 y 2168.
2, 5
Raras
veces se cita a María directamente en la Escritura, y cada una de sus
intervenciones está cargada de un profundo significado para todos los
cristianos. La instrucción que dio a los sirvientes supone un principio
fundamental para cualesquiera que desee seguir a Cristo. Cat. 148, 2674.
2,
10 La
transformación del agua en vino tiene varios significados. Una de las lecciones
obvias que se puede sacar de este milagro es la importancia de ofrecer lo mejor
para gloria de Dios. Se dieron cuenta claramente de que el vino era excelente.
Entre otras, están la prefiguración de la Eucaristía, en el que el vino se
transforma en cuerpo y sangre de Cristo, el “vino nuevo” del banquete nupcial
celestial. También se anuncia que en poco tiempo Cristo será glorificado y la
Nueva Alianza simbolizada, lo que completaría y reemplazaría la Antigua Alianza
entre Dios e Israel. Cat. 1335.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
968 Por su total
adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción
del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de
la caridad. Por eso es “miembro supereminente y del todo singular de la
Iglesia” (Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 59),
incluso constituye “la figura” (typus) de la Iglesia (o.c., 63).
968 Pero su papel con
relación a la Iglesia y a toda la humanidad va más lejos: “Colaboró de manera
totalmente singular a la obra del Salvador por su obediencia, su fe, esperanza
y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta
razón es nuestra Madre en el orden de la gracia” (o.c., 61).
1613
En
el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo – a petición de su
Madre – con ocasión de un banquete de bodas. La Iglesia concede una gran
importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la
confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el
matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo.
2618
El
Evangelio nos revela cómo María ora e intercede en la fe en Caná, la madre de
Jesús ruega a su Hijo por las necesidades de un banquete de bodas, signo de
otro banquete, el de las bodas del Cordero que da su Cuerpo y su Sangre a
petición de la Iglesia, su Esposa. Y en la hora de la nueva Alianza, al pie de
la Cruz, María es escuchada como la Mujer, la nueva Eva, la verdadera “madre de
los que viven”.
Concilio
Vaticano II.
En la vida pública
de Jesús, su Madre aparece de manera significativa, ya al principio, en las
bodas de Caná de Galilea en las que, movida por la misericordia, consiguió,
intercediendo ante él, el primero de los milagros de Jesús el Mesías (cf. Jn 2,
1-11). Durante la predicación de su Hijo, acogió las palabras con las que este
situaba el Reino por encima de las consideraciones de los lazos de la carne y
de la sangre, y proclamaba felices a los que escuchaban y guardaban la palabra
de Dios, como ella lo hacía fielmente. Así también la Bienaventurada Virgen
avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta
la cruz. Allí, no sin el auxilio divino, estuvo de pie, sufrió intensamente con
su Hijo y se unió a su sacrificio con el corazón de Madre, que, llena de amor,
daba su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima. Finalmente,
Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas
palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”.
Lumen gentium, 58.
Comentarios de los Santos Padres.
Quien no tuvo a menos asumir la naturaleza de
siervo, con mayor razón no tendría inconveniente en asistir a los desposorios
de unos siervos.
Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Juan, 21,
1. IV, pg. 154.
Con su presencia honró el matrimonio, que es alegría
y regocijo de todos, y así (el Salvador) canceló la antigua tristeza del parto.
Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de[1]
Juan, 2, 1. IV, pg. 155.
María Santísima le dice: “No tienen vino”. Jesús,
como contrariado, le responde: “Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí?”. No cabe duda
de que esta respuesta es la de uno que se ha contrariado. Pero, en mi opinión,
es porque su madre le advertía tan de repente la falta de bebida material,
cuando él había venido a procurar a todos los hombres del mundo la nueva bebida
de la salvación eterna. Pues con lo de “todavía no ha llegado mi hora”, estaba
anunciando el tiempo gloriosísimo de su pasión, o el vino de nuestra redención,
provechoso para la vida de todos. Lo que pedía María era un beneficio temporal;
lo que Cristo preparaba era el gozo eterno. Con todo, el Señor en su bondad no
dudó en hacer aquel pequeño favor, mientras llegaban las gracias mayores.
Máximo de Turín, Sermones, 23. IV, pg. 158.
El evangelista no precisó sin motivo eso de “para
las purificaciones de los judíos”, no fuera a ser que algún incrédulo pensara
que se había quedado en su interior alguna hez de vino que, al mezclarse con el
agua vertida en ellas, habría producido una especie de vino ligerísimo. Por eso
dice “para las purificaciones de los judíos”, para precisar que en aquellas
tinajas jamás se había guardado vino. Pues como Palestina padece escasez de
agua y siendo raros allí los manantiales, los judíos tenían tinajas llenas de
agua para no verse en la obligación de acudir al río cuando quedaban impuros y
para tener a mano el medio de purificarse.
Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Juan, 22,
2. IV, pg. 161.
Hermanos carísimos, veneremos con toda el alma estas
bodas de Cristo y de la Iglesia, que entonces se representaban en una aldea, y
ahora se celebran en el mundo entero.
Beda, Homilías sobre los Evangelios, 1, 14.
IV, pg. 164.
San Agustín
Excluido todo significado místico, el hecho de que el Señor, invitado,
haya asistido a la boda, quiso confirmar que él es el autor del matrimonio.
Habían de surgir los hombres de quienes habla el Apóstol, que prohibirían el
matrimonio, diciendo que es cosa mala e invención del diablo, siendo así que el
mismo Señor en el evangelio, a la pregunta de si es lícito al hombre despedir a
la mujer por una causa cualquiera, responde negativamente, a no ser en caso de
fornicación. La respuesta, si recordáis, suena así: Lo que Dios ha unido, no
lo separe el hombre (Mt 19, 6).
Comentario sobre el evangelio de San Juan 9, 2. II, pg. 718.
San Juan de Ávila
Factae sunt nuptiae in Cana Galileae. Fueron hechas bodas en Caná de la provincia de Galilea (Jn 2, 1). En gran manera es
Nuestro Señor amigo de la unidad; es su oficio ayuntar las cosas apartadas y
divididas, y las juntas conservarlas en su unidad; parecióle bien a sus ojos,
agradóle la unidad. Veremos en esto, si bien miramos, el mesmo ser de Dios, que
es tan unísima esencia, simplicísima, que no se puede pensar cosa que más una
sea, sin ninguna composición ni división.
Domingo 2 después de Epifanía. III, pg. 96.
Pues aprendan de la Reina de los ángeles, que nunca hablaba sino para
una de estas tres cosas: o para ser informada, como se muestra en la embajada
del ángel, que le preguntó que cómo podría ser aquello que le decía: oyó la
respuesta que con
obra del Espíritu Santo (Lc 1, 34ss.); o para socorrer faltas o miserias de prójimos como se
muestra en el Evangelio que dijo nuestra Señora a su Hijo en el convite: No tienen vino (Jn 2, 3): habló para remediar
aquella falta; o para mostrar su fatiga o congoja, como se muestra en el
Evangelio de cuando se perdió el Señor, que dijo: Hijo, ¿cómo lo habéis hecho ansí? Que yo y vuestro
padre con gran dolor os hemos buscado (Lc 2, 48). El alma que quisiere aprovechar
es de menester que su conversación y habla sea con alguno de estos intentos,
conviene a saber: o para ser informada o instruida, o para socorrer necesidades
de faltas de prójimos, o para mostrar sus fatigas y miserias.
A una doncella. IV, pg. 718.
Mire y remire el que gobierna república si tiene esta fortaleza de
amor, que, como fuerte vino, le embriague y saque de sí y de sus intereses y
pase a ser padre de muchos con el amor y esclavo de ellos con el trabajo. Y a
todo aquello que a esto le contradijere, desconocerlo, por muy conocido y amado
que sea, y decirle lo que el Señor dijo a su benditísima Madre: Mujer, ¿qué a mí contigo?
(Jn 2, 4).
¿Qué parentesco, qué conjunción puede haber más íntima que la que el Hijo de
Dios tenía con su benditísima Madre? Y cuando se ofreció que convenía a la
honra del Padre, que eternamente lo engendró, que el milagro se hiciese, no
cuando era pedido, desconoce tal Hijo a tal Madre; para darnos ejemplo de tener
cuenta con lo que Dios quiere, sin tenerla, poco ni mucho, con lo que a esto
contradijere.
A un señor de este reino, siendo asistente de Sevilla. OC IV, pg. 61.
-¿Qué haré por la Virgen? Muchos bienes me ha dado Dios por ella, ¿qué
haré por ella? - ¿Acuérdaseos de aquellas bodas cuando faltó el vino, que dijo
la Virgen a su Hijo: “Hijo, no tienen vino, compasión tengo de ellos”? Díjole nuestro Redemptor: Mujer, ¿qué tengo que ver
contigo? –
“¡Bien lo entiendo!”. Base a los que servían las bodas: Quodqumque dixerit vobis,
facite: Todo lo que os dijere mi Hijo hacedlo (Jn 2, 5). Y así el mayor servicio que le podéis hacer es hacer lo que
manda su Hijo: “Señora, por vuestro amor perdono esta injuria”. ¿Tenéis amor
malo a mujer: “Quiero apartarme de ella por vos. Quiero callar, silencio quiero
tener por amor de vos; aquello que más me duele hacerlo o dejarlo de hacer,
ofrecerlo por la Virgen”. Que quererla bien y no imitarla, poco aprovecha.
Imitémosla en la humildad y en las demás virtudes; porque ella es el dechado de
quien hemos de sacarlas; y haciendo esto nos alcanzará gracia y después gloria.
Sermones de Nuestra Señora, III, pg. 854.
Olvidado tenemos a Dios y a su ley, y por eso no somos visitados de la
Virgen, que ella ansí lo siente, pues dice: Quodcumque dixerit vobis, facite (Jn 2, 5).
Visitación de la Virgen. III, pg. 893.
Y si la amamos, imitémosla; si por Madre la tenemos, obedezcámosla. Y
lo que nos manda es que hagamos todo aquello que su hijo bendicto nos manda (cf. Jn 2, 5). Porque el camino
por donde ella ganó lo que tiene, la obediencia de Dios fue.
Asunción de María, III, pg. 946.
Esfuércese vuestra reverencia en la gracia del Señor, y haga buen
rostro a la cruz, y no espere en lo que ya queda de la vida sino un trabajo
sobre otro. Los cuales, cuanto más crecidos fueren, tanto más los tome por
prenda de su salvación y por señales de que el descanso está cerca, que ya sabe
que al fin de los caminos está una cuesta para subir a la ciudad, la cual,
aunque por una parte cansa mucho, por venir sobre cansancio, mas por otra da
consuelo, por ser trabajo que da fin a los trabajos, entrando el hombre en la
ciudad deseada. Y este postrer trabajo, que a la vejez suele venir, es el buen vino de la cruz, el cual el Señor guarda para dar a sus amigos a la postre, como cuando convirtió el agua
en vino (Jn 2, 10). Bébalo vuestra reverencia con alegría, porque de él se
entiende: Inebriamini,
carissimi[2]
(Ct 5, 1). Y
por medio de él espere ser uno de aquellos de los cuales está escrito: Inebriabuntur ab ubertate
domus tuae, et torrente voluptatis tuae potabis eos[3]
(Sal 35, 9); y
no piense que tardará mucho este día, pues nuestro barro es tan flaco y tantos
golpes le dan, que, cuando no pensemos, será quebrado, y diremos: Laqueus contritus est, et
nos liberati sumus[4] (Sal 123, 7).
A un amigo sacerdote. OC IV, pg. 605-606.
San Oscar Romero.
La actitud de María debe ser nuestra actitud de Iglesia: confiada pero
activa. Orar como si todo dependiera de él, pero trabajar como si todo
dependiera de nosotros porque apenas le dice a Jesús su oración, María se va a
decir a los sirvientes: "pongamos nuestra parte, llenemos las tinajas,
obedezcamos a lo que él dice". No se puede dar un milagro sólo esperándolo
de Dios, hay que poner de nuestra parte todo lo que está a nuestro alcance...
Supone, pues, el milagro pero también supone la acción. María es la conjugación
maravillosa de la fe y de la actividad. Eso debe ser cada católico también:
conjugación maravillosa de fe que pone en Dios toda su confianza y conjugación
también de los valores humanos. Creer también en mi actividad humana, y la
necesidad de poner confianza, también, en los hombres.
Homilía, 20 enero 1980.
Papa Francisco. Angelus. 17 de
enero de 2016.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo presenta el evento
prodigioso sucedido en Caná, un pueblo de Galilea, durante la fiesta de una
boda en la que también participaron María y Jesús, con sus primeros discípulos
(cf. Jn 2, 1-11). La Madre dice al Hijo que falta vino y Jesús, después de
responder que todavía no ha llegado su hora, sin embargo acoge su petición y da
a los novios el mejor vino de toda la fiesta. El evangelista subraya que «este
fue el primero de los signos que Jesús realizó; así manifestó su gloria y sus
discípulos creyeron en él» (v. 11).
Los milagros, por tanto, son signos
extraordinarios que acompañan la predicación de la Buena Noticia y tienen
la finalidad de suscitar o reforzar la fe en Jesús. En el milagro
realizado en Caná, podemos ver un acto de benevolencia por parte de Jesús hacia
los novios, un signo de la bendición de Dios sobre el matrimonio. El
amor entre el hombre y la mujer es por tanto una buen manera para vivir el
Evangelio, es decir, para dirigirse con alegría por el camino de la santidad.
Pero el milagro de Caná no tiene que ver sólo
con los esposos. Cada persona humana está llamada a encontrar al Señor en su
vida. La fe cristiana es un don que recibimos con el Bautismo y que nos
permite encontrar a Dios. La fe atraviesa tiempos de alegría y de dolor, de luz
y de oscuridad, como en toda auténtica experiencia de amor. El relato de las
bodas de Caná nos invita a redescubrir que Jesús no se presenta a nosotros
como un juez preparado para condenar nuestras culpas, ni como un comandante que
nos impone seguir ciegamente sus órdenes; se manifiesta como Salvador de la
humanidad, como hermano, como nuestro hermano mayor, Hijo del Padre: se
presenta como Aquel que responde a las esperanzas y a las promesas de
alegría que habitan en el corazón de cada uno de nosotros.
Entonces podemos preguntarnos:
¿verdaderamente conozco de este modo al Señor? ¿Lo siento cercano a mí, a mi
vida? ¿Le estoy respondiendo en la amplitud de ese amor esponsal que Él me
manifiesta cada día a todos, a cada ser humano? Se trata de darse cuenta
que Jesús nos busca y nos invita a hacerle espacio en lo íntimo de nuestro
corazón. Y en este camino de fe con Él no estamos solos: hemos recibido el
don de la Sangre de Cristo. Las grandes ánforas de piedra que Jesús hace
rellena de agua para convertirlas en vino (v. 7) son signo del paso de la
antigua a la nueva alianza: en vez del agua usada para la purificación
ritual, hemos recibido la Sangre de Jesús, derramada de forma sacramental
en la Eucaristía y de modo cruento en la Pasión y en la Cruz. Los
Sacramentos, que derivan del Misterio pascual, infunden en nosotros la
fuerza sobrenatural y nos permiten saborear la misericordia infinita de
Dios.
Que la Virgen María, modelo de meditación de las
palabras y de los gestos del Señor, nos ayude a redescubrir con fe la belleza y
la riqueza de la Eucaristía y de los otros Sacramentos, que hacen presente el
amor fiel de Dios por nosotros. Así podremos enamorarnos cada vez más del Señor
Jesús, nuestro Esposo, e ir a su encuentro con las lámparas encendidas de
nuestra fe alegre, convirtiéndonos así en sus testigos en el mundo.
Francisco. Angelus. 20 de enero de
2019.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasado domingo, con la fiesta del Bautismo del
Señor, comenzamos el camino del tiempo litúrgico llamado «ordinario»: el tiempo
en el que seguir a Jesús en su vida pública, en la misión por la cual el Padre
lo envió al mundo. En el Evangelio de hoy (cf. Juan 2, 1-11) encontramos el
relato del primero de los milagros de Jesús. El primero de estos signos
milagrosos tiene lugar en la aldea de Caná, en Galilea, durante la fiesta de
una boda. No es casual que al comienzo de la vida pública de Jesús haya una ceremonia
nupcial, porque en él, Dios se ha desposado con la humanidad: esta es la
buena noticia, aunque los que lo han invitado todavía no saben que a su mesa
está sentado el Hijo de Dios y que el verdadero novio es él. De hecho,
todo el misterio del símbolo de Caná se basa en la presencia de este esposo
divino, Jesús, que comienza a revelarse. Jesús se manifiesta como el esposo
del pueblo de Dios, anunciado por los profetas, y nos revela la profundidad
de la relación que nos une a él: es una nueva Alianza de amor.
En el contexto de la Alianza, se comprende
plenamente el significado del símbolo del vino, que está en el centro
de este milagro. Justo cuando la fiesta está en su apogeo, el vino se
termina; la Virgen se da cuenta y le dice a Jesús: «No tienen vino» (v. 3).
¡Porque hubiera sido feo seguir la fiesta con agua! Un papelón para esa gente.
La Virgen se da cuenta y como es madre, va inmediatamente donde Jesús. Las
escrituras, especialmente los Profetas, indicaban el vino como un elemento
típico del banquete mesiánico (cf. Amós 9, 13-14; Joel 2, 24;
Isaías 25, 6). El agua es necesaria para vivir, pero el vino expresa la abundancia
del banquete y la alegría de la fiesta. ¿Una fiesta sin vino? No sé... Transformando
en vino el agua de la ánfora que se usa «para las purificaciones de los
judíos» (v. 6) —era la costumbre: antes de entrar en la casa, purificarse—,
Jesús ofrece un símbolo elocuente: transforma la Ley de Moisés en Evangelio,
portador de alegría.
Y luego, veamos a María: las palabras que María
dirige a los sirvientes vienen a coronar el marco conyugal de Caná: «Haced
lo que él os diga» (v. 5). También hoy la Virgen nos dice a todos: «Haced
lo que os él os diga». Estas palabras son una valiosa herencia que nuestra
Madre nos ha dejado. Y los siervos obedecen en Caná. «Les dice Jesús: “Llenad
las tinajas de agua”. Y las llenaron hasta arriba. “Sacadlo ahora, les dice, y
llevadlo al maestresala”. Ellos lo llevaron» (vv. 7-8). En este matrimonio,
realmente se estipula una Nueva Alianza y la nueva misión se confía a
los siervos del Señor, es decir, a toda la Iglesia: «Haced lo que él
os diga». Servir al Señor significa escuchar y poner en práctica su palabra.
Es la recomendación simple y esencial de la Madre de Jesús, es el programa de
vida del cristiano.
Me gustaría destacar una experiencia que
seguramente muchos de nosotros hemos tenido en la vida. Cuando estamos en
situaciones difíciles, cuando ocurren problemas que no sabemos cómo
resolver, cuando a menudo sentimos ansiedad y angustia, cuando nos falta la
alegría, id a la Virgen y decid: «No tenemos vino. El vino se ha
terminado: mira cómo estoy, mira mi corazón, mira mi alma». Decídselo a
la madre. E irá a Jesús para decir: «Mira a este, mira a esta: no tiene
vino».
Y luego, volverá a nosotros y nos dirá: «Haz lo
que él diga». Para cada uno de nosotros, extraer de la tinaja es
equivalente a confiar en la Palabra y los Sacramentos para experimentar
la gracia de Dios en nuestra vida. Entonces nosotros también, como el maestro
de mesa que probó el agua convertida en vino, podemos exclamar: «Has guardado
el vino bueno hasta ahora» (v. 10). Jesús siempre nos sorprende. Hablemos con la
Madre para que hable con el Hijo, y Él nos sorprenderá.
Que ella, la Virgen Santa nos ayude a seguir su
invitación: «Haced lo que él os diga», para que podamos abrirnos plenamente
a Jesús, reconociendo en la vida de todos los días las señales de su presencia
vivificante.
Francisco. Angelus. 16 de enero de
2022.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la liturgia de hoy narra el
episodio de las bodas de Caná, donde Jesús transforma el agua en vino para la
alegría de los esposos. Y concluye así: «Este fue el primero de los signos de
Jesús… Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él» (Jn 2, 11).
Notamos que el evangelista Juan no habla de milagro, es decir, de un
hecho potente y extraordinario que genera maravilla. Escribe que en Caná
tuvo lugar un signo que suscita la fe de los discípulos. Podemos
entonces preguntarnos: ¿qué es un “signo” según el Evangelio?
Un signo es un indicio que revela el amor de Dios,
que no reclama atención sobre la potencia del gesto, sino sobre el amor que lo
ha provocado. Nos enseña algo del amor de Dios, que es siempre cercano, tierno y
compasivo. El primer signo sucede mientras dos esposos están en dificultad en
el día más importante de sus vidas. En mitad de la fiesta falta un elemento
esencial, el vino, y se corre el riesgo de que la alegría se apague entre las
críticas y la insatisfacción de los invitados. Figurémonos cómo puede continuar
una fiesta de boda solo con agua. ¡Es terrible, los esposos quedan muy mal!
La Virgen se da cuenta del problema y lo señala con
discreción a Jesús. Y Él interviene sin clamor, casi sin que se note. Todo se
desarrolla reservadamente, “detrás del telón”: Jesús dice a los servidores que
llenen las ánforas de agua, que se convierte en vino. Así actúa Dios, con
cercanía, con discreción. Los discípulos de Jesús captan esto: ven que gracias
a Él la fiesta de boda es aún más hermosa. Y ven también el modo de actuar de
Jesús, su servir sin ser visto —así es Jesús: nos ayuda, nos sirve de modo
escondido— tanto que los cumplidos por el vino se dirigen luego al
esposo, nadie se da cuenta de lo sucedido, solamente los servidores. Así comienza
a desarrollarse en los discípulos el germen de la fe, esto es, creen que en
Jesús está presente Dios, el amor de Dios.
Es bello pensar que el primer signo que Jesús
cumple no es una curación extraordinaria o un prodigio en el templo de
Jerusalén, sino un gesto que sale al encuentro de una necesidad simple y
concreta de gente común, un gesto doméstico, un milagro —digámoslo así— “de
puntillas”, discreto, silencioso. Él está dispuesto para ayudarnos, para
levantarnos. Y entonces, si estamos atentos a estos “signos”, su amor nos
conquista y nos hacemos discípulos suyos.
Pero hay otro rasgo distintivo del signo de Caná.
Generalmente, el vino que se daba al final de la fiesta era el menos bueno;
también hoy en día se hace esto, la gente en ese momento no distingue muy bien
si un vino es bueno o si está un poco aguado. Jesús, en cambio, hace que la
fiesta termine con el mejor vino. Simbólicamente esto nos dice que Dios quiere
lo mejor para nosotros, nos quiere felices. No se pone límites y no nos
pide intereses. En el signo de Jesús no hay espacio para segundos fines, para
pretensiones con respecto a los esposos. No, la alegría que Jesús deja en el
corazón es alegría plena y desinteresada. ¡No es una alegría aguada!
Os sugiero un ejercicio que puede hacernos mucho
bien. Probemos hoy a buscar entre nuestros recuerdos los signos que el Señor
ha realizado en nuestra vida. Que cada uno diga: en mi vida, ¿qué signos
ha realizado el Señor? ¿Qué indicios veo de su presencia? Son signos que ha
llevado a cabo para mostrarnos que nos ama; pensemos en ese momento difícil
en el que Dios me hizo experimentar su amor… Y preguntémonos: ¿con qué
signos, discretos y premurosos, me ha hecho sentir su ternura? ¿Cuándo he
sentido más cercano al Señor, cuándo he sentido su ternura, su compasión? Cada
uno de nosotros ha vivido estos momentos en su historia. Vayamos a buscar esos
signos, hagamos memoria. ¿Cómo he descubierto su cercanía? ¿Cómo me ha
quedado en el corazón una gran alegría?
Revivamos los momentos en los que hemos
experimentado su presencia y la intercesión de María. Que ella, la Madre, que
como en Caná está siempre atenta, nos ayude a atesorar los signos de Dios en
nuestra vida.
Benedicto XVI. 20 de enero de 2013.
Queridos hermanos y hermanas:
La liturgia de hoy propone el Evangelio de las
bodas de Caná, un episodio narrado por Juan, testigo ocular del hecho. Tal
relato se ha situado en este domingo que sigue inmediatamente al tiempo de
Navidad porque, junto a la visita de los Magos de Oriente y el Bautismo de
Jesús, forma la trilogía de la epifanía, es decir de la manifestación de
Cristo. El episodio de la bodas de Caná es, en efecto, «el primero de
los signos» (Jn 2, 11), es decir, el primer milagro realizado por Jesús,
con el cual Él manifestó su gloria en público, suscitando la fe de
sus discípulos. Nos remitimos brevemente a lo que ocurre durante aquella
fiesta de bodas en Caná de Galilea. Sucede que falta el vino, y María, la Madre
de Jesús, lo hace notar a su Hijo. Él le responde que aún no había llegado su
hora; pero luego atiende la solicitud de María y tras hacer llenar de agua seis
grandes ánforas, convirtió el agua en vino, un vino excelente, mejor que el
anterior. Con este «signo», Jesús se revela como el Esposo mesiánico que
vino a sellar con su pueblo la nueva y eterna Alianza, según las palabras de
los profetas: «Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios
contigo» (Is 62, 5). Y el vino es símbolo de esta alegría del amor;
pero hace referencia a la sangre, que Jesús derramará al final, para
sellar su pacto nupcial con la humanidad.
La Iglesia es la esposa de Cristo, quien la hace
santa y bella con su gracia. Sin embargo, esta esposa, formada por seres
humanos, siempre necesita purificación. Y una de las culpas más graves
que desfiguran el rostro de la Iglesia es aquella contra su unidad visible, en
particular las divisiones históricas que han separado a los cristianos y que
aún no se han superado. Precisamente en estos días, del 18 al 25 de enero,
tiene lugar la Semana de oración por la unidad de los cristianos, un momento
siempre grato a los creyentes y a las comunidades, que despierta en todos el
deseo y el compromiso espiritual por la comunión plena. En este sentido ha sido
muy significativa la vigilia que pude celebrar hace casi un mes, en esta plaza,
con miles de jóvenes de toda Europa y con la comunidad ecuménica de Taizé: un
momento de gracia donde hemos experimentado la belleza de formar en Cristo una
cosa sola. Aliento a todos a rezar juntos a fin de que podamos realizar «lo que
el Señor exige de nosotros» (cf. Miq 6, 6-8), como dice este año el tema de la
Semana; un tema propuesto por algunas comunidades cristianas de la India, que
invitan a comprometerse con decisión hacia la unidad visible entre todos los
cristianos y a superar, como hermanos en Cristo, todo tipo de discriminación
injusta. El viernes próximo, al final de estas jornadas de oración, presidiré
las Vísperas en la basílica de San Pablo Extramuros, con la presencia de los
representantes de las demás Iglesias y Comunidades eclesiales.
Queridos amigos, a la oración por la unidad de los
cristianos quisiera añadir una vez más la oración por la paz, para que, en los
diversos conflictos por desgracia en curso, cesen las viles masacres de civiles
indefensos, tenga fin toda violencia y se encuentre la valentía del diálogo y
de la negociación. Por ambas intenciones invocamos la intercesión de María
santísima, mediadora de gracia.
DOMINGO 3 T. O.
Monición de entrada.-
Esta mañana estamos en la Iglesia como estaban los vecinos del
pueblo de Nazaret en la Sinagoga, dispuestos a escuchar a Dios.
Por eso es muy importante que abramos nuestros
oídos para escuchar lo que Dios nos dice en las lecturas.
Señor, ten piedad.
Tú que quieres que seamos felices como
cristianos. Señor, ten piedad.
Tú que quieres que seamos misioneros . Cristo
ten piedad.
Tú que nos enseñas a amar a todos. Señor, ten
piedad.
Peticiones.-
Para que el
Espíritu ilumine al Papa Francisco a los Obispos y a todos los sacerdotes y
diáconos. Te lo pedimos, Señor.
Para que las
naciones busquen la paz. Te lo pedimos, Señor.
Para que no
olvidemos a los niños que mueren de hambre y por falta de medicinas. Te lo
pedimos, Señor.
Para que
seamos buenos con todos. Te lo pedimos, Señor.
Para que
nuestra parroquia sea lugar abierto a las necesidades espirituales y materiales
de todos los niños. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
Virgen María.
Queremos darte gracias por ayudarnos a entender lo que dice la Biblia.
Gracias por
tener personas que nos enseñan la Palabra de Dios.
ORACIÓN PARA
EL CENTRE JUNIORS CORBERA. PARROQUIAS CORBERA, FAVARA Y LLAURÍ. LAS BODAS DE
CANÁ (II T.O.)
EXPERIENCIA.
Cierra los ojos, haz presencia de Dios, signándote
en la frente, los labios y el corazón.
Junta las manos y con los ojos cerrados permanece
unos minutos.
¿En qué has pensado? ¿Cómo te has sentido?
Mira tu reloj, o el del móvil, en el modo en el que
se muestren los segundos.
Permanece uno, dos, tres minutos observándolo.
¿En qué has pensado? ¿Cómo te has sentido?
Entra en internet y mira este vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=MWwJOGXuoRw
Vuelve a mirarlo.
Piensa en las frases que se anotan:
Tal vez no haya llegado el tiempo.
Puede que el tiempo no sea el mejor.
Pero la hora ha llegado.
¿Cuál será tu excusa?
Su madre dice a los sirvientes: ¿haced lo que él os
diga?
REFLEXIÓN.
Toma la Biblia y lee :
X Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 1-11.
En aquel tiempo, había una boda
en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaban allí. Jesús y sus discípulos
estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le
dice:
-No tienen vino.
Jesús le dice:
-Mujer, ¿qué tengo yo que ver
contigo? Todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dice a los sirvientes:
-Haced lo que él os diga.
Había allí colocadas seis tinajas
de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
-Llenad las tinajas de gua.
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les dice:
-Sacad ahora y llevadlo al
mayordomo.
Ellos se lo llevaron. El
mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los
sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al
esposo y le dice:
-Todo el mundo pone primero el
vino nuevo y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el
vino bueno hasta ahora.
Este fue el primero de los signos
que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos
creyeron en él.
Pide a Jesús la gracia
de comprender el mensaje que Dios tiene ahora y aquí para ti a través de este
texto.
Imagina el lugar: la
sala, las mesas, los cubiertos, las jarras de vino, los novios, los invitados.
Imagina que eres uno de
ellos y observa la escena. En un momento determinado Jesús aparta la mirada de
los convidados y te mira a ti, con una mirada directa. ¿Cómo te sientes?
¿Qué dice el texto? La
anécdota tomada de la vida cotidiana, una boda, nos remite a un significado más
profundo. Son las bodas del Cordero, de Cristo con la Iglesia, que alcanzará su
mayor significado cuando el transforme el pan y vino en su cuerpo y sangre,
durante la Última Cena y en la cruz, cuando de su costado mane sangre y agua.
Las promesas del Antiguo Testamento se cumplen con el primer signo de Jesús: Él
ha venido desposarse con el nuevo Israel, la Iglesia. De los cántaros del
Antiguo Testamento mana el vino nuevo, que nunca se terminará.
¿Qué te dice el texto?
Recuerda la última frase del vídeo. Búscala y repítela en tu interior. Porque
hoy, aquí y ahora, ha llegado no solo la hora de Jesús, sino tu hora, la hora
en la que te unas a la hora de Jesús, en la que te entregues totalmente a Él.
Puedes plantearte la vocación religiosa o sacerdotal. Dios puede estar
esperando este momento para ello. Pero no olvides que la entrega total a Cristo
no es solo para sacerdotes, monjas y frailes, es para todos. Se trata de un
modo nuevo de vivir, de un despertarte de tu zona de confort para viviendo el
Evangelio hacer este mundo más habitable, pensando más en los demás que en ti.
COMPROMISO.
Ha comenzado el segundo
trimestre del curso Juniors, ¿cómo puedes darte más al Centro, la parroquia, la
Iglesia y la sociedad?
CELEBRACIÓN.
Reza
pausadamente la Oración Juniors o escúchala en este vídeo del Coro Diocesano de
Juniors M.D.:
[1] Hez: 1. En las
preparaciones líquidas, parte de desperdicio que se deposita en el fondo de las
cubas o vasijas. www.rae.es
[2] Bebed mi vino
amadísimos. Trad. editor.
[3] Se nutren de lo
sabroso de tu casa, y les das a beber del torrente de tus delicias. Trad. editor.
[4] La trampa se rompió
y escapamos. Trad. editor.
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