Primera lectura.
Lectura de la profecía de Amós 8, 4-7.
Escuchad esto, los que pisoteáis al pobre y elimináis a los
humildes del país, diciendo: “¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el
grano, y el sábado, para abrir los sacos de cereal – reduciendo el peso y
aumentando el precio, y modificando las balanzas con engaño – para comprar al
indigente por plata y al pobre por un par de sandalias, para vender hasta el
salvado del grano?”. El Señor lo ha jurado por la Gloria de Jacob: “No olvidare
jamás ninguna de sus acciones”.
Textos
paralelos.
Am 2, 6-8: Así dice el Señor: A Israel por tes
delitos y por el cuarto, no le perdonaré, porque venden al inocente por dinero
y al pobre por un par de sandalias; revuelcan en el polvo al desvalido y
tuercen el proceso del indigente. Padre e hijo van juntos a una mujer
profanando mi santo nombre; se acuestan sobre ropas dejadas en fianza, junto a
cualquier altar, beben vino de multas, en el templo de su Dios.
Am 4, 1: Escuchad esta palabra, vacas de
Basán, en el monte de Samaría: Oprimís a los indigentes, maltratáis a los
pobres, pedís a vuestros maridos: “Trae de beber”.
Achicar la medida y aumentar el peso.
Dt 25, 13: No guardarás en la bolsa dos pesas:
una más pesada que otra.
Mi 6, 10-11: ¿Voy a tolerar la casa del
malvado con sus tesoros injustos, con sus medidas exiguas e indignantes?, ¿voy
a absolver las balanzas con trampa y una bolsa de pesas falsas?
Trucando balanzas para robar.
Os 12, 8: Canaán maneja balanza falsa, le
gusta estafar.
Y al pobre por un par de sandalias.
Am 2, 6: Así dice el Señor: A Israel por tres
delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque venden al inocente por dinero
y al pobre por un par de sandalias.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
8 4 Los oráculos que sigue, vv. 4-14, se intercalan con no
mucho acierto entre la cuarta y quinta visión. Su inserción en este lugar se
explica porque precisan, justifican y desarrollan el anuncio del fin contenido
en la cuarta visión.
8 5 El novilunio, Lv 23, 24, lo mismo que el sábado, Ex 20, 8,
interrumpía las transacciones comerciales.
8 7 El “orgullo de Jacob” puede designar un atributo de Yahvé o
bien, como en 6, 8, la arrogancia de Israel, tan firme que puede servir de base
a un juramento, o también la tierra de Yahvé, Palestina.
Salmo
responsorial
Sal 112 (113), 1b-2.4-6-8 (R/. 1b y
7b).
R/. Alabad
al Señor, que alza al pobre.
Alabad,
siervos del Señor,
alabad
el nombre del Señor.
Bendito
sea el nombre del Señor,
ahora
y por siempre. R/.
El
Señor se eleva sobre todos los pueblos,.
su
gloria sobre los cielos.
¿Quién
como el Señor, Dios nuestro,
que
habita en las alturas
y
se abaja para mirar
al
cielo y a la tierra? R/.
Levanta
del polvo al desvalido,
alza
de la basura al pobre,
para
sentarlo con los príncipes,
los
príncipes de su pueblo. R/.
Textos
paralelos.
Levanta del polvo al desvalido.
1 S 2, 8: Él
levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se
siente entre príncipes y que herede un trono glorioso, pues del Señor son los
pilares de la tierra y sobre ellos afianzó el orbe.
Sal 107, 41 Levanta a los pobres
de la miseria y multiplica sus familias como rebaños.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
113 Con este himno
empieza el Hallel (Sal 113-118) que los judíos recitaban en las grandes
fiestas, especialmente en la cena pascual.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 1-8.
Querido hermano:
Ruego, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones,
peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por
todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila
y sosegada, con toda piedad y respeto. Esto es bueno y agradable a los ojos de
Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salvacen y lleguen
al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y único también el mediador
entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por
todos, este es un testimonio dado a su debido tiempo y para el que fui
constituido heraldo y apóstol – digo la verdad, no miento –, maestro de las
naciones en la fe y en la verdad. Quiero, pues, que los hombres oren en todo
lugar, alzando unas manos limpias, sin ira ni divisiones.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos.
Por los reyes y por todos
los constituidos en autoridad.
Rm 13, 1: Que cada uno se
someta a las autoridades establecidas, pues toda autoridad procede de Dios: él
ha establecido las que existen.
Tt 3, 1: Encárgales que se
someten y obedezcan a gobernantes y autoridades, estando dispuestos a cualquier
tarea honrada.
Es bueno y agradable a
Dios.
1 Tm 1, 1: De Pablo, apóstol
del Mesías Jesús por disposición de Dios salvador nuestro y de Jesucristo
nuestra esperanza.
Quiere que todas las
personas se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.
Ez 18, 23: ¿Acaso quiero yo la
muerte del malvado – oráculo del Señor – y no que se convierta y que viva?
Jn 8, 32: Entenderéis la verdad
y la verdad os hará libres.
Hay un solo Dios.
1 Co 8, 6: Para nosotros existe
un solo Dios, el Padre, que es principio de todo y fin nuestro, y existe un
solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe y también nosotros.
Mediador entre Dios y los
humanos.
Hb 8, 6: Ahora bien, a él le
toca un ministerio superior, ya que es mediador de una alianza mejor,
instituida sobre promesas mejores.
Cristo Jesús.
Mt 20, 28: Lo mismo que este
Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por
todos.
2 Co 6, 15: ¿Es compatible el
templo con los ídolos? Pues, nosotros somos templo de Dios vivo. Como dijo él:
habitaré entre ellos y me trasladaré con ellos. Seré su dios y ellos serán su
pueblo.
Tal es el testimonio.
Ga 1, 4: Que se entregó por
nuestros pecados para sacarnos de la perversa situación presente.
Ef 5, 2: Proceded con amor,
como Cristo os amó hasta entregarse por vosotros a Dios como ofrenda y
sacrificio de aroma agradable.
Tt 2, 14: Él se entregó por
nosotros, para rescatarnos de toda iniquidad, para adquirir un pueblo
purificado, dedicado a las buenas obras.
Rm 3, 26: Y demuestra su
justicia en el presente siendo justo y haciendo justos a los que creen en
Jesús.
Yo he sido constituido
heraldo.
2 Tm 1, 11: De ella me han nombrado
heraldo, apóstol y maestro.
Hch 9, 15: Le contestó el
Señor: Ve, que ese es mi instrumento elegido para difundir mi nombre entre
paganos, reyes e israelitas.
Maestro de los gentiles.
Ga 2, 7: Al contrario,
reconocieron que me habían confiado anunciar la buena noticia a los paganos,
igual que Pedro a los judíos.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
2 1 (a) “recomiendo”; var.:
“recomiendo”.
2 1 (b) La oración de los fieles se
hace extensiva a todos los hombres, es tan universal como la propia Iglesia.
Responde así a la voluntad salvífica de Dios, que abarca a todos los hombres
(v. 4) y responde a la mediación de Cristo que “se entregó a sí mismo como
rescate por todos” (v. 6).
2 2 Sobre la lealtad de San Pablo a
la autoridad, ver Rm 13, 1-7. El final del v. quizá refleja el temor del
Apóstol respecto del futuro.
2 4 (a) Esta afirmación, ver 4, 10, de
gran importancia teológica, ayuda a interpretar rectamente algunos pasajes de
la epístola a los Romanos. Está justificada con la invocación de la unicidad de
Dios. Pablo ha recibido del Señor la misión de predicar la salvación ofrecida a
todos.
2 4 (b) La salvación es conocimiento de
la verdad. Pero este conocimiento implica el empeño de toda la vida.
2 5 Lit.: “(un) hombre, Cristo
Jesús”. Jesús es mediador en su cualidad de hombre, que le permite ser Salvador
de todos por su muerte como precio de ellos.
2 6 (a) Ver 6, 13. Aceptando morir por
todos los hombres, Cristo ha puesto en claro a los ojos del mundo el designio
divino de salar a todos los hombres. Testigo del Padre por su vida, lo fue en
grado supremo por su muerte (más tarde la misma palabra griega significará
testigo y mártir).
2 6 (b) Lit. “en tiempo”, es decir, en
el tiempo fijado por Dios, en la plenitud de los tiempos. De hecho, la plenitud
del tiempo coincide con la plenitud de la revelación del amor de Dios.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Lucas 16, 1-13.
En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos:
-Un hombre rico tenía un
administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo
llamó y le dijo: “¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu
administración, porque en adelante, no podrás seguir administrando". El
administrador se puso a decir para sí: “¿Qué voy a hacer, pues mi señor me
quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza.
Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración,
encuentre quien me reciba en su casa”. Fue llamando uno a uno a los deudores de
su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”. Este respondió: “Cien
barriles de aceite”. Él dijo: “Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe
cincuenta”. Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. Él contestó: “Cien
fanegas de trigo”. Le dice: “Toma tu recibo y escribe ochenta”. Y el amo alabó
al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los
hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la
luz. Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando
os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también
en lo mucho es fiel, el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es
injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará
la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quien os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y
amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No
podéis servir a Dios y al dinero”.
Textos
paralelos.
Los hijos de este mundo
son más sagaces
Jn 8, 12: De nuevo les habló
Jesús: Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, antes
tendrá la luz de la vida.
Haceos amigos con el
dinero injusto.
Lc 12, 11: Le respondió:
Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?
Lc 6, 24: Pero ay de vosotros,
los ricos, porque recibís vuestro consuelo.
El que es fiel en lo
insignificante, lo es también en lo importante.
Mt 25, 21: El amo le dijo: Muy
bien, siervo fiel y cumplidor, has sido de fiar en lo menudo, te pongo al
frente de lo importante. Entra en la fiesta de tu amo.
Lc 19, 17: Le respondió: Muy
bien, empleado diligente; por haber sido fiel en lo menudo, administrarás diez
ciudades.
Ningún criado puede
servir a dos señores.
Mt 6, 24: Nadie puede estar al
servicio de dos amos, pues o odia a uno y ama al otro o apreciará a uno y
despreciará al otro. No podéis estar al servicio de Dios y del dinero.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
16 1 (a) Este capítulo reúne dos
parábolas y varios logia de Jesús referentes al buen y mal uso del dinero. Los
vv. 16-18, que se refieren a temas distintos, oscurecen la composición.
16 1 (b) En el estado actual del texto,
esta parábola va seguida de una serie de sentencias sobre el uso del dinero
(vv. 9-13). Hay dudas sobre donde acaba la parábola y comienzan los
comentarios. Sin embargo, parece que en el texto de Lc se puede situar ese momento
entre los vv. 8 y 9. En efecto, en el v. 9 interviene Jesús en primera persona
y se pasa de la cuestión d ela habilidad a la del dinero. Así, el v. 8 concluye
la parábola invitando a los discípulos a ser tan hábiles en el servicio del
Reino como lo son los tramposos de este mundo en sus asuntos deshonestos.
16 8 (a) Según la costumbre entonces
tolerada en Palestina, el mayordomo tenía derecho a autorizar préstamos, a
resarcirse aumentando en el recibo la cantidad prestada, para que en el
reembolso pudiera beneficiarse de la diferencia como un excedente que representaba
su interés. En el caso presente, sin duda no había prestado en realidad más que
cincuenta medidas de aceite y ochenta cargas de trigo; al rebajar el recibo a
su cantidad real, no hace más que privarse del beneficio ciertamente usurario
que había negociado. Su injusticia no está en la reducción de recibos, que no
es más que el sacrificio de sus intereses inmediatos, hábil maniobra que su amo
puede alabar, sino más bien en las malversaciones anteriores que han motivado
su despido.
16 8 (b) Quienes reciben la luz de Dios.
En Qumrán se designa así a los miembros de la comunidad, por contraposición a
sus adversarios los hijos de las tinieblas.
16 9 (a) Las sentencias de los vv. 9-13
son elementos sueltos, pero reunidos aquí para interpretar la parábola
precedente como una lección sobre los diversos aspectos del dinero. Están
vinculados entre sí mediante un juego de palabras semíticas sobre el dinero (mamon)
y lo que implica fidelidad (pistós) y es verdadero (pisteuo), dos
términos que se explican a partir de la misma palabra hebrea.
16 9 (b) El vuestro, evidentemente. Se
llama injusto al dinero no solo porque quien lo posee lo ha adquirido con malas
artes, sino también, de un modo más general, porque en el origen de casi todas
las fortunas hay alguna injusticia.
16 9 (c) Algunos testigos textuales
dicen: “cuando hayáis desaparecido”.
16 9 (d) Lit. “las tiendas eternas”. Esta
expresión relativa al lugar de la salvación no se encuentra en el AT ni en la
literatura judía ni en el NT. Parece incorporarse en la imaginería de la fiesta
de las tiendas (de los Tabernáculos), donde se veía prefigurada la era de la
salvación. Todo el v. 9 está construido conforme al modelo del v. 4 y es una
invitación a hacerse con tesoros en el cielo mediante la limosna (tema querido
de Lc).
16 12 (a) Es decir, con un bien exterior
al hombre, la riqueza.
16 12 (b) “Lo vuestro”; var. “lo nuestro”.
– Se trata de bienes espirituales, los cuales si pueden pertenecer a los
hombres.
16 13 Este verbo (douleuo)
tiene aquí sentido cultual y es corriente en la Biblia. Comparado con Dios, el
dinero es un falso Dios. Según este v. el dinero es algo mucho más grave que
los vv. precedentes: se puede hacer de él un ídolo.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica
16 Capítulo compuesto
de dos parábolas sobre el uso de las riquezas, separadas por algunos dichos de
Jesús, ¿quizá tomados de diversas colecciones ya escritas?
11 DIJO: como en el v.
5, es, lit.: decía. // POR MALGASTAR…: lit. como malgastando los
bienes de él.
6-7 CÁNTAROS: lit. batos,
medida judía de capacidad: cada bat son casi cuarenta litros. //
MEDIDAS: lit. coros, medida de capacidad (cada coro: unos cien batos.
Tanto en el trigo como en el aceite, se trataba de deudas muy elevadas.
8 EL SEÑOR: término
cristiano para hablar de Jesús. // AL ADMINISTRADOR INJUSTO: lit. al
administrador de injusticia (genitivo a la manera hebrea, haciendo veces de
adjetivo). // PORQUE ACTUÓ HÁBILMENTE: lit. porque sagazmente hizo. Al
terminar, Jesús no alaba el fraude, sino que “reconoce la lógica coherente y
realista de LOS HIJOS DE ESTE MUNDO – los que se rigen según los principios del
mundo –; saben conseguir los fines que se proponen usando todos los medios
posibles, mientras que LOS HIJOS DE LA LUZ – los discípulos de Jesús –
desatienden los medios que aseguran la vida eterna. // AL RELACIONARSE CON SU
GENTE: lit. hacia la generación de ellos (hebraísmo).
9 A continuación de la
parábola, Lc ha coleccionado diversas sentencias de Jesús sobre el dinero. //
EL DINERO INJUSTO: en el v. 11 usa Lc el adjetivo griego normal; aquí, en
cambio, la expresión literal es un genitivo a la manera hebrea, como adjetivo: el
dinero de la injusticia (adquirido por medios irregulares): es la riqueza
personificada, casi el dios Dinero (v. 13). // CUANDO SE ACABE: o cuando
falte. ¿Cuál es el sujeto gramatical: el dinero o la vida (=cuando muráis),
o el mundo (=cuando venga el fin, cuando deje de existir el eón actual)? // OS
RECIBAN: probablemente no los AMIGOS, sino Dios, cuyo nombre, según costumbre
rabínica, se oculta reverencialmente bajo el plural indefinido: “Ser recibido
EN LAS MORADAS ETERNAS” (lit. a las eternas tiendas) es salvarse. Para
asegurar esa salvación eterna hay que saber jugárselo todo por el todo, incluso
renunciar a la riqueza (no se trata solo de administrarla bien, sino de un
sabio desprendimiento en favor de los pobres).
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
6, 1-13 El administrador demostró
ingenio para lograr ventajas provisionales. Cristo contó esta historia para
enseñar a sus discípulos a ser inteligentes, a ser astutos como serpientes y
trabajar de forma más ventajosa con los bienes de cara a su situación después
de la muerte. No hay que interpretar la parábola en clave puramente moral, como
si Jesús alabara sin más la injusticia del administrador. Los cristianos están
llamados a ser administradores inteligentes de la creación. Cat. 952.
5, 13 La lección se refiere al
desapego a la riqueza, pero Cristo quiso también destacar la urgencia y
disposición a la llamada del maestro. Debemos poner a Dios, nuestro propio
maestro, por encima de las posesiones. Si las riquezas se convierten en nuestro
primer amor, entonces no podemos dar nuestro corazón a Dios. Cat. 2113.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
952 “Todo lo tenían en común” (Hch 4, 32): “Todo lo que posee el verdadero
cristiano debe considerarlo como un bien en común con los demás, por lo cual
debe estar dispuesto y ser diligente para socorrer al necesitado y la miseria
del prójimo” (Catecismo Romano, 1, 10, 27). El cristiano es un
administrador de los bienes del Señor (cf. Lc 16, 1-3).
2113 La idolatría no se refiere solo a los cultos falsos del paganismo. Es una
tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay
idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura
en lugar de Dios. Trátese de dioses o de raza, de los antepasados, del Estado,
del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mt 6, 24).
Numerosos mártires han muerto por no adorar a “la Bestia” (cf. Ap 13-14),
negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de
Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina.
Concilio Vaticano II
Habiendo en el mundo tantos hombres oprimidos por el hambre, el sagrado
Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de
aquella frase de los Padres: “Alimenta al que muere de hambre, porque si no lo
alimentas, lo matas” , según las posibilidades de cada uno, compartan y empleen
realmente sus bienes, sobre todo proporcionándoles, tanto a los individuos como
a los pueblos, recursos para que puedan ayudarse y desarrollarse ellos mismos.
Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”, 69.
Los Santos Padres.
Él [mayordomo infiel] se preocupó de la vida que tiene fin, y ¿no te
preocupas tú por la eterna?
S. Agustín. Sermón 359. III, pg. 350.
Y por eso pecó, con todo, se le
elogia porque trató de buscarse para el futuro lo necesario por la indulgencia
de su señor. Y con toda razón ha hablado de las riquezas injustas, puesto que
la avaricia tienta nuestro corazón con diversos atractivos de dinero, con el
fin de que deseemos servir a las riquezas.
S. Ambrosio. Exposición sobre el ev. de Lucas, 7. III, pg. 352.
San Agustín.
Dime a dónde debo dirigir la mirada para verte a
ti, y espero hacer todo lo que me mandares. Recibe, te pido, a tu fugitivo,
Señor, clementísimo Padre, basta ya con lo que he sufrido; basta ya con mis
servicios a tu enemigo, hoy puesto bajo tus pies; basta ya de ser juguete de
las apariencias falaces. Recíbeme ya siervo tuyo, que vengo huyendo de tus
enemigos, que me retuvieron sin pertenecerles, cuando vivía lejos de ti. Ahora
comprendo la necesidad de volver a ti; ábreme la puerta, porque te estoy
llamando; enséñame el camino para llegar a ti. Solo tengo voluntad; sé que lo
caduco y transitorio debe despreciarse para ir en pos de lo seguro y eterno.
Esto hago, Padre, porque esto solo sé, y todavía no conozco el camino que lleva
hasta ti. Enséñamelo, muéstramelo tú, dame la fuerza para el viaje. Si con la
fe llegan a ti los que te buscan, no me niegues la fe; si con la virtud, dame
la virtud; si con la ciencia, dame la ciencia. Aumenta en mí la fe, aumenta la
esperanza, aumenta la caridad.
Soliloquios, 1. II, pg. 1281.
San Juan de Ávila.
Si a Dios sirviéredes, y
te viniere algún mal por guardar sus palabras, no tengas pena, acuérdate
cuántos ha librado Dios por guardar sus palabras. A Susana de aquel testimonio
de aquellos malos viejos cómo la libró Dios sin saber ella por donde (Dn 13).
No temas perdimiento de hacienda ni de vida, ni deshonra por Dios. Acuérdate,
si quieres ser bueno, cuántos buenos ha librado, Dios de semejantes trabajos
(cf. Lc 16, 2).
Sermón domingo I de
Adviento. III, pg. 14.
San Oscar Romero. Homilía.
Queridos hermanos, no podía ser más práctica pues la palabra de Dios es
nuestra vida. Estamos preocupados de las cosas temporales, sin las cuales no
podemos vivir, y por eso es necesario que se organicen mejor según el
pensamiento de Dios. Pero la Iglesia no es sociología. Es luz del evangelio, es
luz de fe; pero desde la fe ilumina la sociología, la política, la economía,
para que los hombres que manejen esas cosas se inspiren, no en sus intereses
egoístas, sino en el juicio de Dios, en los designios de Dios al crear un mundo
para todos nosotros que somos sus hijos.
Homilía, 18 de septiembre de 1977.
León XIV. Audiencia general. 10 de
septiembre de 2025. Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La
Pascua de Jesús. 6. La muerte. «Jesús, dando un fuerte grito, expiró»
(Mc 15, 37)
Queridos
hermanos y hermanas:
Buenos
días y gracias por vuestra presencia, ¡un hermoso testimonio!
Hoy
contemplamos la cumbre de la vida de Jesús en este mundo: su muerte en la cruz.
Los Evangelios recogen un detalle muy valioso, que merece ser contemplado con
la inteligencia de la fe. En la cruz, Jesús no muere en silencio. No se
apaga lentamente, como una luz que se consume, sino que deja la vida con un
grito: «Jesús, dando un fuerte grito, expiró» (Mc 15,37). Ese
grito encierra todo: dolor, abandono, fe, ofrenda. No es solo la voz de un
cuerpo que cede, sino la última señal de una vida que se entrega.
El grito
de Jesús va precedido por una pregunta, una de las más lacerantes que se pueden
pronunciar: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Es el primer
versículo del Salmo 22, pero en los labios de Jesús adquiere un peso único. El
Hijo, que siempre ha vivido en íntima comunión con el Padre, experimenta
ahora el silencio, la ausencia, el abismo. No se trata de una crisis de fe,
sino de la última etapa de un amor que se entrega hasta el fondo. El grito
de Jesús no es desesperación, sino sinceridad, verdad llevada al límite,
confianza que resiste incluso cuando todo calla.
En ese
momento, el cielo se oscurece y el velo del templo se rasga (cf. Mc 15,33.38).
Es como si la creación participara de ese dolor y al mismo tiempo revelara algo
nuevo: Dios ya no habita detrás de un velo, su rostro es ahora plenamente
visible en el Crucifijo. Es allí, en aquel hombre desgarrado, donde se
manifiesta el amor más grande. Es allí donde podemos reconocer a un Dios que
no permanece distante, sino que atraviesa hasta el fondo nuestro dolor.
El
centurión, un pagano, lo entiende. No porque haya escuchado un discurso, sino
porque vio morir a Jesús en ese modo: «Verdaderamente este hombre
era Hijo de Dios» (Mc 15,39). Es la primera
profesión de fe después de la muerte de Jesús. Es el fruto de un grito que no
se dispersó en el viento, sino que tocó un corazón. A veces, lo que no
somos capaces de decir con palabras lo expresamos con la voz. Cuando el corazón
está lleno grita. Y esto no siempre es una señal de debilidad, puede ser un
profundo acto de humanidad.
Nosotros
estamos acostumbrados a pensar en el grito como algo descompuesto, que hay que
reprimir. El Evangelio confiere a nuestro grito un valor inmenso, recordándonos
que puede ser una invocación, una protesta, un deseo, una entrega. Es más, puede ser la forma extrema de la
oración, cuando ya no nos quedan palabras en ese grito, Jesús puso todo lo
que le quedaba: todo su amor, toda su esperanza.
Sí,
porque también hay esto en el grito: una esperanza que no se resigna. Se
grita cuando se cree que alguien todavía puede escuchar. Se grita no por
desesperación, sino por deseo. Jesús no gritó contra el Padre,
sino hacia Él. Incluso en el silencio, estaba convencido
de que el Padre estaba allí. Y así nos mostró que nuestra esperanza puede
gritar, incluso cuando todo parece perdido.
Gritar
se convierte entonces en un gesto espiritual. No es solo es primer acto de
nuestro nacimiento – cuando llegamos al mundo llorando – : es también un modo
para permanecer vivos. Se grita cuando se sufre, pero también cuando se
ama, se llama, se invoca. Gritar es decir que estamos, que no queremos
apagarnos en silencio, que tenemos todavía algo que ofrecer.
En el
viaje de la vida, hay momentos en los que guardar todo dentro puede
consumirnos lentamente. Jesús nos enseña a no tener miedo del grito, mientras
sea sincero, humilde, orientado al Padre. Un grito no es nunca inútil si
nace del amor. Y nunca es ignorado si se entrega a Dios. Es una vía para no
ceder al cinismo, para continuar creyendo que otro mundo es posible.
Queridos
hermanos y hermanas, aprendamos también esto del Señor Jesús: aprendamos el
grito de la esperanza cuando llega la hora de la prueba extrema. No para herir,
sino para encomendarnos. No para gritar contra alguien, sino para abrir el
corazón. Si nuestro grito es verdadero, podrá ser el umbral de una nueva
luz, de un nuevo nacimiento. Como para Jesús: cuando todo parece acabado, en
realidad, la salvación estaba a punto de iniciar. Si se manifiesta con la
confianza y la libertad de los hijos de Dios, la voz sufriente de nuestra
humanidad, unida a la voz de Cristo, se puede convertir en fuente de esperanza
para nosotros y para quien está a nuestro lado.
León XIV. Angelus. 14 de
septiembre de 2025.
Queridos
hermanos y hermanas, feliz domingo.
Hoy la
Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, en la que recuerda
el hallazgo del leño de la cruz por parte de santa Elena, en Jerusalén, en el
siglo IV, y la restitución de la preciosa reliquia a la Ciudad Santa, por obra
del Emperador Heraclio.
¿Pero
qué quiere decir para nosotros celebrar hoy esta fiesta? Nos ayuda a
comprenderlo el Evangelio que la liturgia nos propone (cf. Jn 3,13-17).
La escena se desarrolla de noche, Nicodemo, uno de los jefes de los judíos,
persona recta y de mente abierta (cf. Jn 7,50-51), va a
encontrar a Jesús. Tiene necesidad de luz, de guía, busca a Dios y pide ayuda
al Maestro de Nazaret, porque en Él reconoce un profeta, un hombre que cumple
signos extraordinarios.
El Señor
lo acoge, lo escucha, y al final le revela que el Hijo del hombre debe ser
ensalzado, «para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna» (Jn 3,15),
y añade: «Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el
que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna» (v. 16). Nicodemo, que
quizás en ese momento no comprende plenamente el sentido de estas palabras,
podrá de seguro hacerlo cuando, después de la crucifixión, ayudará a sepultar
el cuerpo del Salvador (cf. Jn 19,39). Comprenderá entonces
que Dios, para redimir a los hombres, se hizo hombre y murió en la cruz.
Jesús
habla de esto con Nicodemo, evocando un episodio del Antiguo Testamento
(cf. Nm 21,4-9), cuando en el desierto los israelitas,
atacados por serpientes venenosas, se salvan mirando la serpiente de bronce que
Moisés, obedeciendo al mandato de Dios, había fabricado y colocado sobre un
asta. Dios nos salvó mostrándose a nosotros, ofreciéndose como nuestro
compañero, maestro, médico, amigo, hasta hacerse por nosotros Pan partido en la
Eucaristía. Y para cumplir esta obra se sirvió de uno de los
instrumentos de muerte más cruel que el hombre haya jamás inventado: la cruz.
Por esto
hoy nosotros celebramos su “exaltación”, lo hacemos por el amor inmenso con el
que Dios, abrazándola para nuestra salvación, la transformó de medio de
muerte a instrumento de vida, enseñándonos que nada puede separarnos de Él
(cf. Rm 8,35-39) y que su caridad es más grande que nuestro
mismo pecado (cf. Francisco, Catequesis,
30 marzo 2016).
Pidamos
ahora, por la intercesión de María, la Madre presente en el Calvario junto a su
Hijo, que también en nosotros se arraigue y crezca su amor que salva, y que
también nosotros sepamos donarnos los unos a los otros, como Él se ha donado
enteramente a todos.
Papa Francisco. Ángelus. 22 de
septiembre de 2013.
Queridos
hermanos y hermanas:
Antes de
concluir esta celebración, os saludo con afecto, en especial a mis hermanos
obispos de Cerdeña, a quienes doy las gracias. Aquí, a los pies de la Virgen,
desearía agradecer a todos y cada uno de vosotros, queridos fieles, sacerdotes,
religiosos y religiosas, autoridades y, de modo especial, a quienes han
colaborado para organizar esta visita. Sobre todo quiero encomendaros a María,
Nuestra Señora de Bonaria. Pero en este momento pienso en los numerosos
santuarios marianos de Cerdeña: vuestra tierra tiene un fuerte vínculo con
María, una relación que expresáis en vuestra devoción y en vuestra cultura.
Sed siempre auténticos hijos de María y de la Iglesia, y demostradlo con
vuestra vida, siguiendo el ejemplo de los santos.
Al
respecto, recordamos que ayer, en Bérgamo, fue proclamado beato Tomás Acerbis
de Olera, fraile capuchino, que vivió entre los siglos XVI y XVII. Damos
gracias por este testigo de la humildad y de la caridad de Cristo.
Ahora
recitemos juntos la oración del Ángelus.
Papa Francisco. Ángelus. 18 de septiembre de 2016.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy Jesús nos lleva a reflexionar sobre dos
estilos de vida contrapuestos: el mundano y el del Evangelio. El
espíritu del mundo no es el espíritu de Jesús. Y lo hace mediante la
narración de la palabra del administrador infiel y corrupto, que es alabado por
Jesús, a pesar de su deshonestidad (cf. Lc 16, 1-13).
Es necesario precisar inmediatamente que este
administrador no se presenta como modelo a seguir, sino como ejemplo de
astucia.
Este hombre es acusado de mala administración de
los negocios de su señor y, antes de ser apartado, busca astutamente ganarse la
benevolencia de sus deudores, condonando parte de la deuda para asegurarse,
así, un futuro. Comentando este comportamiento, Jesús observa: «los hijos de
este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz»
(v. 8).
Ante tal astucia mundana nosotros estamos
llamados a responder con la astucia cristiana, que es un don del
Espíritu Santo. Se trata de alejarse del espíritu de los valores del mundo,
que tanto gustan al demonio, para vivir según el Evangelio. Y la
mundanidad, ¿cómo se manifiesta? La mundanidad se manifiesta con actitudes
de corrupción, de engaño, de abuso, y supone el camino más equivocado, el
camino del pecado, ¡porque uno te lleva al otro! Es como una cadena, aunque sí
—es verdad— es el camino más cómodo de recorrer generalmente.
En cambio el espíritu del Evangelio requiere
un estilo de vida serio —¡serio pero alegre, lleno de alegría!—,
serio y de duro trabajo, basado en la honestidad, en la certeza, en
el respeto de los demás y su dignidad, en el sentido del deber. Y ¡esta es
la astucia cristiana! El recorrido de la vida necesariamente conlleva una
elección entre dos caminos: entre la honestidad y deshonestidad, entre
fidelidad e infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. No
se puede oscilar entre el uno y el otro, porque se mueven en lógicas
distintas y contrastantes. El profeta Elías decía al pueblo de Israel que iba
por estos dos caminos: «¡Vosotros cojeáis con dos pies!» (cf. 1 Re 18,
21). Es una imagen bonita. Es importante decidir qué dirección tomar y
después, una vez elegida la adecuada, caminar con soltura y determinación,
confiando en la gracia del Señor y en el apoyo de su Espíritu. Fuerte y
categórica es la conclusión del pasaje evangélico: «Ningún criado puede servir
a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a
uno y despreciará al otro» (Lc 16, 13).
Con esta enseñanza, Jesús hoy nos exhorta a elegir
claramente entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción,
del abuso y de la avidez y la de la rectitud, de la humildad y del compartir.
Alguien se comporta con la corrupción como con las drogas: piensa
poderla usar y dejarla cuando quiera. Se empieza con poco: una propina
por aquí, un soborno por allá... Y entre esta y aquella lentamente se pierde la
propia libertad. También la corrupción produce adicción, y genera pobreza,
explotación, sufrimiento. Y ¡cuántas víctimas hay hoy por el mundo! Cuántas
víctimas de esta difusa corrupción.
Cuando en cambio intentamos seguir la lógica
evangélica de la integridad, de la transparencia, en las intenciones y en los
comportamientos, de la fraternidad, nosotros nos convertimos en artesanos de
justicia y abrimos horizontes de esperanza para la humanidad. Con la gratuidad
y la donación de nosotros mismos a los hermanos, servimos al dueño
justo: Dios.
Que la Virgen María nos ayude a elegir en cada
ocasión y cueste lo que cueste el camino justo, encontrando también el valor de
ir contracorriente, con el fin de seguir a Jesús y a su Evangelio.
Papa Francisco. Ángelus. 22 de
septiembre de 2019.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La parábola contenida en el Evangelio de este
domingo (cf. Lc 16, 1-13) tiene como protagonista a un
administrador astuto y poco honrado que, acusado de haber despilfarrado los
bienes del patrono, está a punto de ser despedido. En esta difícil situación,
no recrimina, no busca justificación ni se deja desanimar, sino que busca una
salida para asegurarse un futuro tranquilo. Al principio reacciona con lucidez,
reconociendo sus propios límites: «Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza»
(v. 3); luego actúa con astucia, robando a su amo por última vez. En efecto,
llama a los deudores y reduce las deudas que tienen con el amo, para
congraciárselos y luego ser recompensados por ellos. Se trata de hacer
amigos con la corrupción y obtener gratitud con la corrupción, como
desgraciadamente es habitual hoy en día.
Jesús presenta este ejemplo no como una
exhortación a la deshonestidad, sino como una astucia. De hecho,
enfatiza: «El señor alabó a ese administrador injusto, porque había obrado
astutamente» (v. 8), es decir, con esa mezcla de inteligencia y astucia, que te
permite superar situaciones difíciles. La clave para leer esta historia está
en la invitación de Jesús al final de la parábola: «Haceos amigos con las
riquezas injustas, para que, cuando lleguen a faltar, os reciban en las
eternas moradas» (v. 9). Esto parece un poco confuso, pero no lo es: las “riquezas
injustas” son el dinero ―también llamado “estiércol del diablo”― y en
general los bienes materiales.
La riqueza puede empujar a la gente a construir
muros, crear divisiones y discriminación. Jesús, por el contrario, invita a sus
discípulos a invertir el curso: “Hacer amigos con las riquezas”. Es una
invitación a saber transformar bienes y riquezas en relaciones, porque las
personas valen más que las cosas y cuentan más que las riquezas que
poseen. En la vida, en efecto, no son los que tienen tantas riquezas los
que dan fruto, sino los que crean y mantienen vivos tantos lazos, tantas
relaciones, tantas amistades a través de las diferentes “riquezas”, es decir,
de los diferentes dones con los que Dios los ha dotado. Pero Jesús indica
también el fin último de su exhortación: “Haceos amigos con las riquezas
injustas para que os reciban en las moradas eternas”. Si somos capaces de
transformar las riquezas en instrumentos de fraternidad y solidaridad, nos
acogerá en el Paraíso no solamente Dios, sino también aquellos con los que
hemos compartido, administrándolo bien lo que el Señor ha puesto en
nuestras manos.
Hermanos y hermanas, esta página evangélica hace
resonar en nosotros la pregunta del administrador deshonesto, expulsado por su
amo: «¿Qué haré pues?» (v. 3). Frente a nuestras carencias y fracasos, Jesús
nos asegura que siempre estamos a tiempo para sanar el mal hecho con el bien.
Que los que han causado lágrimas hagan felices a alguien; que los que han
quitado indebidamente, done a los necesitados. Al hacerlo, seremos alabados por
el Señor “porque hemos obrado astutamente”, es decir, con la sabiduría de los
que se reconocen como hijos de Dios y se ponen en juego por el Reino de los
cielos.
Que la Santísima Virgen nos ayude a ser astutos
para asegurarnos no el éxito mundano, sino la vida eterna, para que en el
momento del juicio final las personas necesitadas a las que hemos ayudado sean
testigos de que en ellas hemos visto y servido al Señor.
Papa Francisco. Ángelus. 18 de
septiembre de 2022.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
La parábola que el Evangelio de la Liturgia de
hoy nos presenta (cf. Lc 16,1-13) parece un poco difícil de
comprender. Jesús cuenta una historia de corrupción: un administrador
deshonesto que roba y que cuando es descubierto por su amo actúa con astucia
para salir de esa situación. Nos preguntamos, ¿en qué consiste esta astucia
—es un corrupto el que la usa—, y qué quiere decirnos Jesús?
En la historia vemos que este administrador
corrupto termina con problemas porque se ha aprovechado de los bienes de su
amo; ahora tendrá que rendir cuentas y perderá su trabajo. Pero él no se da
por vencido, no se resigna a su destino y no se hace la víctima; al contrario,
actúa en seguida con astucia, busca una solución, es ingenioso.
Jesús se inspira en esta historia para lanzarnos una primera provocación:
«Los hijos de este mundo —dice— son más astutos con los de su generación que
los hijos de la luz» (v. 8). Sucede que, quien se mueve en las tinieblas
según ciertos criterios mundanos, sabe salir adelante incluso en medio de los
problemas, sabe ser más astuto que los demás; en cambio, los discípulos
de Jesús, es decir, nosotros, a veces estamos dormidos, o somos
ingenuos, no sabemos tomar la iniciativa para buscar salidas en las
dificultades (cf. Evangelii
gaudium, 24). Por ejemplo, pienso en los momentos de crisis personal,
social, pero también eclesial: a veces nos dejamos vencer por el desánimo, o
caemos en la queja y en el victimismo. En cambio —dice Jesús— podríamos
también ser astutos según el Evangelio, estar despiertos y atentos para
discernir la realidad, ser creativos para buscar soluciones
buenas, para nosotros y para los demás.
Pero también hay otra enseñanza que Jesús
nos ofrece. De hecho, ¿en qué consiste la astucia del administrador? Él decide
hacer un descuento a los que están en deuda, y así se hace amigo de ellos,
esperando que puedan ayudarle cuando el amo lo despida. Antes acumulaba las
riquezas para sí mismo, ahora las usa para hacerse amigos que puedan ayudarle
en el futuro. Haciendo lo mismo, robar. Y Jesús, entonces, nos ofrece una
enseñanza sobre el uso de los bienes: «Haceos amigos con el dinero
injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas»
(v. 9). Para heredar la vida eterna no es necesario acumular los bienes de este
mundo, lo que cuenta es la caridad que habremos vivido en nuestras relaciones
fraternas. Esta es la invitación de Jesús: no uséis los bienes de este mundo
solo para vosotros y para vuestro egoísmo, sino utilizadlos para generar
amistades, para crear relaciones buenas, para actuar en la caridad, para
promover la fraternidad y ejercer el cuidado hacia los más débiles.
Hermanos y hermanas, también en el mundo de hoy
hay historias de corrupción como la del Evangelio; conductas deshonestas,
políticas injustas, egoísmos que dominan las decisiones de los individuos y de
las instituciones, y tantas otras situaciones oscuras. Pero a los cristianos no
se nos permite desanimarnos o, peor aún, dejarlo pasar, permanecer
indiferentes. Al contrario, estamos llamados a ser creativos a la hora de
hacer el bien, con la prudencia y la astucia del Evangelio, usando los bienes
de este mundo —no solo los materiales, sino todos los dones que hemos recibido
del Señor— no para enriquecernos, sino para generar amor fraterno y
amistad social. Esto es muy importante: generar amistad social con nuestra
actitud.
Pidamos a María Santísima que nos ayude a ser
como ella, pobres en espíritu y ricos de caridad recíproca.
Benedicto XVI. Ángelus. 23 de
septiembre de 2007.
Queridos hermanos y hermanas
Esta mañana he
visitado la diócesis de Velletri, de la que fui cardenal titular durante
varios años. Ha sido un encuentro familiar, que me ha permitido revivir
momentos del pasado ricos en experiencias espirituales y pastorales. Durante la
solemne celebración eucarística, comentando los textos litúrgicos, he
reflexionado sobre el uso correcto de los bienes terrenos, un tema que en estos
domingos el evangelista san Lucas ha vuelto a proponer de diversos modos a
nuestra atención.
Narrando la parábola de un administrador
injusto, pero muy astuto, Cristo enseña a sus discípulos cuál es el mejor
modo de utilizar el dinero y las riquezas materiales, es decir,
compartirlos con los pobres, granjeándose así su amistad con vistas al reino de
los cielos. "Haceos amigos con el dinero injusto —dice Jesús—, para que
cuando os falte, os reciban en las moradas eternas" (Lc 16,
9). El dinero no es "injusto" en sí mismo, pero más que cualquier
otra cosa puede encerrar al hombre en un egoísmo ciego. Se trata, pues, de
realizar una especie de "conversión" de los bienes económicos en
vez de usarlos sólo para el propio interés, es preciso pensar también en las
necesidades de los pobres, imitando a Cristo mismo, el cual, como
escribe san Pablo, "siendo rico, por vosotros se
hizo pobre, a fin de que os enriquecierais con su pobreza" (2 Co 8,
9). Parece una paradoja Cristo no nos ha enriquecido con su riqueza, sino con
su pobreza, es decir, con su amor, que lo impulsó a entregarse totalmente a
nosotros.
Aquí podría abrirse un vasto y complejo campo de
reflexión sobre el tema de la riqueza y de la pobreza, incluso a escala
mundial, en el que se confrontan dos lógicas económicas la lógica del lucro y
la lógica de la distribución equitativa de los bienes, que no están en
contradicción entre sí, con tal de que su relación esté bien ordenada. La
doctrina social católica ha sostenido siempre que la distribución equitativa de
los bienes es prioritaria. El lucro es naturalmente legítimo y, en una medida
justa, necesario para el desarrollo económico.
En la encíclica Centesimus
annus escribió Juan Pablo II "La moderna economía
de empresa comporta aspectos positivos, cuya raíz es la libertad de la
persona, que se expresa en el campo económico y en otros campos" (n. 32).
Sin embargo —añadió—, no se ha de considerar el capitalismo como el único
modelo válido de organización económica (cf. ib., 35). La
emergencia del hambre y la emergencia ecológica muestran cada vez con más
evidencia que cuando predomina la lógica del lucro aumenta la desproporción
entre ricos y pobres y una dañosa explotación del planeta. En cambio, cuando
predomina la lógica del compartir y de la solidaridad, es posible corregir la
ruta y orientarla hacia un desarrollo equitativo y sostenible.
María santísima, que en el Magníficat proclama
el Señor "a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide
vacíos" (Lc 1, 53), ayude a los cristianos a usar con
sabiduría evangélica, es decir, con generosa solidaridad, los bienes terrenos,
e inspire a los gobernantes y a los economistas estrategias clarividentes que
favorezcan el auténtico progreso de todos los pueblos.
Benedicto XVI. Ángelus. 19 de
septiembre de 2010.
Hermanos y hermanas en Jesucristo:
Deseo enviar mi saludo al pueblo de Sevilla, donde ayer fue beatificada la
Madre María de la Purísima de la Cruz. Que la Beata María inspire a las jóvenes
a seguir su ejemplo de amor incondicional a Dios y al prójimo.
Cuando el Beato John Henry Newman vino a vivir a Birmingham, dio el nombre
de "Maryvale" a su primera casa en este lugar. El Oratorio que fundó
está dedicado a la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen. Y puso bajo el
patrocinio de María, Sedes Sapientiae, la Universidad Católica de
Irlanda. De muchas maneras, vivió su ministerio sacerdotal con un espíritu de
devoción filial a la Madre de Dios. Meditando acerca de su papel en el
desarrollo del plan de Dios para nuestra salvación, llegó a exclamar: «¿Quién
puede apreciar la santidad y la perfección de Aquella que fue elegida para ser
la Madre de Cristo? ¿Qué dones debió tener, quien fue elegida para ser el único
familiar más cercano en la tierra al Hijo de Dios, la única a quien Él estaba
obligado por naturaleza a venerar y admirar; la escogida para guiarle y
educarle, para instruirle día a día, a medida que crecía en sabiduría y en
estatura?» (Parochial and Plain Sermons, II, 131-2). Porque fue
agraciada copiosamente, la veneramos y, por la intimidad con su divino Hijo,
buscamos lógicamente su intercesión en nuestras propias necesidades y las del
mundo entero. Ahora, nos dirigimos a nuestra Madre Santísima con las palabras
del Ángel y le confiamos las intenciones que llevamos en nuestro corazón.
DOMINGO 26 T. O.
Monición de entrada.-
Cada domingo que venimos a misa escuchamos la
Palabra de Dios.
Ella nos ayuda a estar atentos a la misa.
Y a ser mejores amigos de Jesús.
Señor, ten piedad.
En ti creemos. Señor, ten piedad.
Queremos convertirnos a ti. Cristo, ten
piedad.
En ti ponemos nuestro corazón. Señor, ten
piedad.
Peticiones.-
Por el Papa Francisco. Te lo pedimos Señor.
Para que la Iglesia sepa dar a lo que tiene
un fin pastoral. Te lo pedimos Señor.
Para que los que mandan en el dinero, busquen
ayudar a todos. Te lo pedimos Señor.
Para que los ricos ayuden a los pobres. Te lo
pedimos Señor.
Para que nosotros no busquemos tener cosas,
sino a Jesús. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
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