jueves, 11 de marzo de 2010

IV DOMINGO TIEMPO DE CUARESMA. 14 de Marzo de 2010. Nº 34 – Año III

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Josué 5, 9a. 10-12
En aquellos días, el Señor dijo a Josué:—«Hoy os he despojado del oprobio de Egipto.»Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó.El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas.Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.Palabra de Dios.

MEDITACIÓN

Nos encontramos en la cuarta etapa de la Historia de la Salvación. Así el primer domingo nos presentaba al Pueblo de Dios abandonado a su suerte (“mi padre era un arameo errante”), en el segundo nos mostraba el rostro de este pueblo en la persona de Abraham, un pastor rico, pero sin tierra ni hijos. En domingo pasado escuchamos el clamor de este pueblo, esclavo en Egipto, y la respuesta de Dios, enviando a Moisés para que lo liberase. Y este domingo, descubrimos al Pueblo de Israel cuarenta años después, habiendo cruzado el mar Rojo y el río Jordán, celebrando la Pascua en la estepa de Jericó, tomando posesión de la Tierra Prometida.
De este modo la liturgia adelanta lo que ocurrirá el Domingo de Resurrección, cuando Cristo, atravesando el desierto de la pasión y muerte, resucite y entre a tomar posesión de la Casa del Padre, abriendo las puertas a todos sus hijos.
También nos anuncia nuestro futuro. Mientras vivimos en este mundo, por el bautismo, hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, hemos atravesado el mar Rojo. Durante los años que distan entre el bautismo y la muerte, como el Pueblo de Israel, caminamos acompañados por la nube, la presencia de Dios en la Iglesia, alimentados con la eucaristía, el manà, somos tentados de fabricarnos un Dios a nuestra medida, a semejanza del becerro de oro, y guiados por la Ley escrita con fuego en la roca de nuestro corazón, el Evangelio.
Así pues la lectura nos invita a mirar el presente y vivirlo desde la condición de peregrinos que caminan hacia el encuentro con la Tierra Prometida, que mana vida y amor, leche y miel, no llevando las pesadas cadenas del pecado, sino el peso suave del Evangelio que nos libera de las esclavitudes y en el grupo somos como Josué, enviados por Dios a ayudar a los niños a entrar en esta Tierra, ya, es decir, en la Iglesia, pero todavía no, pues totalmente entraremos cuando crucemos el Jordán de nuestra vida.

SALMO RESPONSORIAL.

Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7 (R/.: 9a)R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

MEDITACIÓN

Con Israel: “Pasapalabra” es un programa de televisión en el cual al concursante le preguntan por palabras, siguiendo el abecedario. Esto no es nuevo, pues los judíos en sus poemas y oraciones lo utilizaban. Comenzaban por la primera letra, “Alef” , a la que seguían “bet”, “guimel”, “dalet”,... hasta concluir con la última o “tau”. Así cada versículo comienza con una letra. Y en concreto el salmo de hoy es una oración escrita por los “anawin”, es decir, los pobres y humildes que confían en Dios y experimentan su consuelo y protección.
Con Jesús: en este salmo escuchamos a Jesús, el pobre por excelencia, que nos invita a escuchar su “acción de gracias” por que el Padre lo ha escuchado y salvado de sus angustias. Si leemos todo el salmo, en el versículo 21 anuncia lo que le ocurrió a Jesús en la cruz: “cuida de todos sus huesos, ni uno solo se rompera”.
Con nuestro tiempo: y con Jesús pongamos rostro al orante, en él descubrimos a tantos hombres y mujeres que sufren, que lloran y claman al cielo. Podemos creer que Dios permanece sordo y no es así, los últimos versos, traducidos de este modo por la Biblia de Jerusalén: “Si grita el pobre, Yahvé lo escucha” así lo atestiguan. Dios está al lado de los pobres y aunque nuestra sociedad prefieran no escucharlos, él si escucha la voz de tantos hombres y mujeres que gritan a Dios, porque nada tienen y sólo pueden confiar en Él.
Con los juniors: la campaña de este año es bien clara, “la ciutat s’ompli d’alegria” y se llena de gozo la ciudad de los pobres cuando el junior se preocupa de ellos, los visita en Togo, los barrios marginales, las residencias de ancianos. El salmo sacude nuestras conciencias. No podemos creer en Dios y no escuchar a los pobres, amar a Dios y ser indiferentes ante el africano,...

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol s
an Pablo a los Corintios 5, 17-21Hermanos:El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio.En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
Palabra de Dios.

MEDITACIÓN

La segunda carta de Pablo a los Corintios nos presenta el valor de la reconciliación con Dios, cuyo fundamento se encuentra en que somos criaturas nuevas.
De este modo nos conduce a la realidad de nuestro bautismo, por el que fuimos creados de nuevo y por tanto toda nuestra vida es una llamada a la reconciliación con Dios, desde la contemplación de Cristo, quien sin conocer el pecado, pagó por nuestros pecados. Una buena oportunidad para plantearnos el sacramento del perdón.
EVANGELIO
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:—«Ese acoge a los pecadores y come con ellos.»Jesús les dijo esta parábola:—«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.”El padre les repartió los bienes.No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.Recapacitando entonces, se dijo:“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.”Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.Su hijo le dijo:“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.”Pero el padre dijo a sus criados:“Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.”Y empezaron el banquete.Su hijo mayor estaba en el campo.Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.Este le contestó:“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.”Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.Y él replicó a su padre:“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.”El padre le dijo:“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.”»

MEDITACIÓN

La parte central del Tríptico penitencial de esta cuaresma (la higuera – el hijo prodigo – la pecadora) es ésta parábola. En todas ellas descubrimos al Padre Misericordioso, Quien mediante el Hijo nos da una nueva oportunidad, nos espera para perdonarnos y nos perdona. Por otra parte si nos adentramos en el evangelio de Lucas, el evangelista nos las presenta en el marco de las tres parábolas dedicadas a los escribas y fariseos, quienes murmuraban de Cristo por acoger a los pecadores y comer con ellos (Lc 15, 2). Así Jesús les ofrece tres parábolas: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido.
En la ofrecida este domingo hay personaje que inicia y concluye el relato y que realmente da nombre a la parábola: el Padre Misericordioso. Por otra parte los dos hijos son dos modos de entender la religión: el ve en Dios un enemigo del que se tiene que apartar (el menor) y el que ve en él un señor al que tiene que obedecer para conseguir un premio o por miedo a ser castigado (el mayor).
El hijo menor como nos ocurre a nosotros cae en la eterna seducción de creer que alejado de Dios va a ser más feliz. El Padre respeta al hijo, al igual que lo hace hoy con todos los que se apartan del movimiento junior, pues para estar ser cristiano, como en el amor, se ha de tener libertad, serlo porque se ama, no por coacción. Y sale a buscar la felicidad que encuentra mientras tiene, pero pronto acaba en la soledad absoluta y el vacío total, ya no se reconoce como hijo y marcha así al encuentro con el Padre, totalmente pisoteado y hundido. En la miseria planea volver al Padre mediante una triple confesión: he pecado – no merezco llamarme hijo tuyo – trátame con un jornalero. Así lo hace. Y sale al encuentro con el Padre. Él ha respetado al hijo, pero ello no significa que lo haya abandonado, en la lejanía del hijo el Padre le ama en la cercanía del Padre.
El que no ama, el hijo aún no ama al Padre, sencillamente va buscando su interés, no ve. Pero el que ama ve más allá de la lejanía, el amor nos abre los ojos y así le ocurre al Padre. Es Él quien, mientras el hijo camina, corre. Los verbos son de gran fuerza: lo vio – se conmovió – corrió – se echó al cuello – lo besó. Es el lenguaje del amor en el que los órganos van acercando a la persona amada de una forma progresiva. El segundo verbo es muy significativo, significa enternecerse, es decir, según la RAE, “mover a compasión o ternura”, “ablandar”, también significa estremecerse. Todo el cuerpo se pone en acción: los ojos, las entrañas, los pies, los brazos y los labios. El Padre es quien se hace uno con el hijo. Así la reconciliación es más fruto del amor misericordioso del Padre que la conversión del hijo. Es el Padre quien tiene la iniciativa, sin importarle los porques ni los intereses egoístas del hijo. Apenas le permite hablar y comienza la fiesta del perdón.
Mientras el hijo mayor, el presbyteros, en griego, es incapaz de conmoverse ante la vuelta del hermano. Él representa a los fariseos y escribas y también a esas personas incapaces de alegrarse cuando ven a los jóvenes un día por misa o a esas personas que nunca se han pasado por la iglesia y siempre han estado criticándola, entrando en el templo. El Padre también ama a este hijo y sale en su busca, sale de sí mismo para ir al encuentro. Así es el Padre, su amor no es sólo para el que prepara una buena confesión, sino para quien le reprocha ser bueno.

EL EVANGELIO COMENTADO POR LOS SANTOS PADRES

Es opinión de algunos que los dos hijos representan a los santos ángeles y a nosotros, los que habitamos la tierra. El mayor, que vivía sobriamente, representa la comunidad de los ángeles, mientras que el hijo menor, el pródigo, es la raza humana. Algunos de nosotros le dan otra explicación, argumentando que el hijo mayor, el que se comporta bien, representa al Israel terreno. El otro hijo, el que eligió vivir en la lujuria de los placeres y que se alejó de su padre, describe al conjunto de los gentiles.
Cirilo de Alejandría.

Pero indaguemos qué es lo que induce al hijo a esta temeridad, qué atrevimiento le empuja a una petición tan importante. ¿Qué es? El hecho de saber, evidentemente, que el Padre celestial no puede estar limitado por ningún confín, ni por ningún tiempo, ni por ningún poder de la muerte.
Pedro Crisólogo.

El que se aparta de la palabra de Dios, siente una fuerte hambre, ya que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios. El que se aparta de la fuente, se muere de sed; el que se distancia del tesoro, padece necesidad; el que se aleja de la sabiduría, se hace necio, y el que abandona la virtud se destriuye a sí mismo. Con razón, pues, el que dejó los tesoros de la sabiduría y la ciencia de Dios y se olvidó de mirar a la grandeza de los bienes celestiales, comeznó a pasar necesidad. Y, como consecuencia de esa penuria, le sobrevino el comenzar a sentir hambre, porque el placer al que continuamente se está alimentando, nunca dice basta. El que no sabe saciarse con el alimento que no se corrompe, siempre estará hambriento.
Ambrosio.

Así juzga el Padre, así castiga, así da besos, no azotes, al hijo pecador. La fuerza del amor no ve los delitos; y por eso el padre ha redimido los pecados del hijo con un beso, los ha tapado con un abrazo, para que no queden al descubierto y aparezca el hijo afeado por su padre.
Pedro Crisólogo.

La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad Nueva

ORACIÓN DESDE LA METODOLOGÍA JUNIOR.-

Experiencia:

Sincérate. ¿Cómo estás mejor con o sin Dios? ¿a quién te pareces al hijo que es feliz sin Dios o al que cree por miedo al castigo sin tener una relación afectiva con el Padre? ¿En qué momentos de tu vida te has apartado de Él? ¿Por qué te alejaste del Padre? Es el momento de releer tu historia. También es el momento de analizar tu presente. En estos momentos, ¿cómo te encuentras? ¿En la escena en qué lugar te sitúas?

Reflexión.

Lee el texto y reflexiona acerca de él. Te puede ayudar la composición de lugar ignaciana, es decir, imagínate el protagonista de la escena. Por ejemplo: tú eres el menor, así pues, recrea en tu interior el camino buscando la felicidad, lejos del Padre, siente el latido de tu corazón, las ilusiones y así cada uno de los momentos, hasta llegar al abrazo con el Padre, el momento en el que como en el amor te haces uno con Él. Mejor dicho, el Dios se hace uno con tu miseria tal como lo hizo en la cruz, cuando se abrazó a ella. Siente los besos de Dios. Después imagínate que eres el hijo y haz lo mismo. A continuación lleva a tu memoria las veces que has actuado como uno de ellos y recorre el camino con ese episodio de tu vida.

Compromiso.

Fija los ojos en Dios, mírale, escruta la profundidad de su amor, pues a través de la mirada es como las personas irradiamos nuestra afectividad. Siente que Dios está ahí y procura caminar todo el día bajo esta mirada. Cuando te equivoques, peques o caigas evoca la parábola del Padre bueno, levanta los ojos y contémplale a lo lejos mirándote y esperando que vuelvas.

Celebración.
Busca el momento para reconciliarte con Dios, bien en el sacramento del perdón individual, bien en las celebraciones penitenciales que se realizarán en los próximos días en las parroquias y colegios o en tu centro junior.


ORACIÓN AL COMIENZO DE LA REUNIÓN

EXPERIENCIA:
Elementos presentes siempre en las oraciones: cruz de San Damián (Togo), icono de la Virgen María y cartel.

Signo de esta semana: un árbol seco o una rama seca en una maceta. Alrededor de ella hojas secas y una jarra o cántaro de agua. En un lugar aparte una cesta con hojas verdes. Si está presente el consiliario se busca un lugar donde pueda sentarse para reconciliarnos con el Padre.

Preparación: el tiempo de cuaresma es un tiempo de conversión, en el que descubrimos nuestra situación de alejamiento de Dios. Nosotros somos el hijo que se apartó del Padre, la hoja seca que se separó del árbol buscando la libertad que ofrecía el viento. Por este motivo entregamos a cada uno de los educadores la hoja seca.

Proclamación del Evangelio: leemos el Evangelio del domingo. Podemos proyectar el powerpoint de las benedictinas de Montserrat.

REFLEXIÓN:

Interiorización : contemplamos la hoja seca y revisamos nuestra vida. Un educador puede leer el siguiente texto:
Me acuso de ser indiferente ante
... los que duermen en la calle.
... los que pasan días sin comer nada o comiendo de mala manera.
... los que viven a la intemperie y no tienen asistencia sanitaria.
Me acuso de mis silencios ante el sufrimiento de quienes carecen de todo.
Me acuso de mis miedos a hablar de Dios.
Me acuso de mi falta de testimonio como educador junior.
Me acuso de no sentarme delante de Dios y dejarle que Él me hable y me exija.
Me acuso de considerarme bueno y que no cometo pecados, pues ni mato ni robo.
Me acuso de creer que sería más feliz sin Dios, sin valores ni normas que rijan mi vida.

En la hoja seca tratamos de ver nuestros pecados, los momentos en los que nos hemos apartado de Dios, en los que sólo hemos pensado en nosotros mismos, como la hoja hemos volado a merced del viento de los caprichos, de lo que me apetece, de la diversión sin freno, del alcohol sin límite, de la crítica despiadada, de la pereza, de la falta de control de mí mismo.

COMPROMISO:

Gesto: el hijo reconoció su pecado y fue al Padre. Si encuentra presente un sacerdote nos acercamos a él y nos confesamos, entregándole la hoja seca y recibiendo la absolución y una hoja verde, en la cual él ha escrito nuestro nombre. También podemos escribir previamente en la hoja seca (una cuartilla con una hoja ocre) y entregarla al sacerdote, quien la depositará en un cuenco y concluida la celebración las quemará. Una vez reconciliados con Dios nos acercamos a la rama y colgamos en ella la hoja. Si no hay sacerdote nos acercamos al altar. Echamos en el suelo la hoja seca (debido a la ausencia del sacerdote no escribimos en ella nuestros pecados). Allí el Jefe de Centro sostiene de los brazos la cruz. Nos arrodillamos cogiendo con nuestras manos los pies de la cruz y reposando en ella nuestra frente, pidiéndole perdón a Cristo y depositando lo que llevamos en la cabeza en la cruz, a la vez que hacemos propósito de confesarnos antes del Domingo de Pascua. Una vez nos hemos levantado el Jefe de Centro nos entrega la hoja verde que colgamos del árbol o rama seca.

CELEBRACIÓN:
Oración final: espontánea o ésta:

Gracias, Señor, porque quieres contar conmigo.
Gracias, Señor, porque de nuevo me invitas a entrar en tu Casa.
Gracias, Señor, porque te acuerdas de nosotros y de mí
y te pones en el camino por el que yo voy caminando
para que te encuentre, porque Tú me has encontrado.
[si ha habido sacramento de la reconciliación]:
Gracias, Señor por el consiliario que me ha reconciliado contigo
y me ha hecho sentirme de nuevo hijo tuyo.
Gracias, Señor, porque vienes, porque estás, porque estarás.
Gracias Señor.


GUIÓN CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA.

Monición de entrada.-

El evangelio de hoy terminará con una fiesta. El Padre estará muy contento de que el hijo vuelva a casa después de haberse ido de mala manera. También nosotros volvemos a la Iglesia, la casa de Dios y no importa que esta semana muchas veces no hayamos querido saber nada de Él. Pues al Padre lo que le gusta es vernos en casa y por eso cada domingo nos prepara una fiesta y una comida, la misa.


Acto penitencial.-

Durante esta semana hemos tenido tiempo para la tele, la escuela, la familia, los juegos, pero muy poco para Dios. Señor, ten piedad.
Un niño presenta una hoja con muchas actividades en letra grande y en letra inferior a 10 puntos la palabra Dios.
Gastamos mucho dinero en lo que no nos hace falta y compartimos poco. Cristo, ten piedad.
Un niño presenta la fotocopia de un euro.
Porque nos portamos mal con los compañeros. Señor, ten piedad.
Una hoja con las palabras: envidia, celos, egoísmo,...

Monición Primera lectura.-

En la primera lectura escucharemos el momento en el que el pueblo de Israel entró en la tierra prometida, después de cuarenta años caminando por el desierto vieron cumplido su sueño.

Monición Segunda lectura.-

Escuchemos las palabras de San Pablo que nos invita a vivir una vida diferente, siguiendo a Jesús.

Monición evangelio.-

Hola amigos y amigas. Una vez, como pasa en todos los sitios, Jesús se encontró con que le estaban criticando porque le habían visto comer con la gente que no iba a la sinagoga. Entonces Jesús les contó esta historia.

Homilía.-

Se distribuyen las viñetas, los niños tienen que buscarlas y componer el relato. Seguidamente relacionamos el texto con la propia vida y el sacramento del perdón, preguntándoles sobre todo acerca de las cualidades del Padre.

Peticiones.-

Por el Papa Benedicto, los obispos y sacerdotes, para que no se cansen de mostrarnos a un Dios que es Padre Bueno. Roguemos al Señor.
Por la Iglesia, para que sea la casa donde todos se sientan felices, los que se portan bien con Dios y los que se olvidan de Él. Roguemos al Señor.
Por los hijos que abandonan el hogar, para que vuelvan a sus padres. Roguemos al Señor.
Por las personas que perdonan, pero no olvidan, para que perdonen de verdad. Roguemos al Señor.
Por los que gastan sin control, para que abran su corazón a los que no tienen. Roguemos al Señor.
Por los niños y niñas que nos confesamos al comenzar la cuaresma, para que no tengamos miedo a recibir de Dios su perdón en este sacramento. Roguemos al Señor.
Por nosotros, para que siempre busquemos a Dios, aunque nos hallamos apartado de Él. Roguemos al Señor.

Ofrendas.-

Jesús te ofrecemos este anillo que es el signo de que somos hijos tuyos siempre.
Jesús te ofrecemos el pan y el vino, ellos son el signo de la fiesta que tú nos preparas todos los domingos, a pesar de nuestros pecados.

Oración final.-

Padre, al terminar esta misa
los niños de comunión
queremos darte las gracias
porque de nuevo
a pesar de no habernos portado del todo bien,
nos has perdonado los pecados pequeños
y nos has invitado a la fiesta de la misa.
Enséñanos a perdonar siempre
y a confiar en ti,
que siempre nos perdonarás
y nos invitarás a la fiesta
de los hijos de Dios.

ORACIÓN
Padre,
haznos salir.
Salir como el Pueblo de Dios salió de la esclavitud.
Salir de casa, a la calle.
Salir de nuestros porpios asuntos.
Salir de las propas costumbres cotidianas.
Salir del aburrimiento.
Salir de todo cuanto nos enchiquera el corazón.
Salir de las prisas mientras caminamos por la calle,
incapaces de contemplar el sol y escuchar el canto de los pájaros,
incapaces de detenernos y saludar.
Salir de nuestra misa rutinaria,
en la que siquera miramos al que tenemos al lado,
ni los vemos como hermanos nuestros.
Padre haz de nuestra vida
una entrega a ti,
ilumínala con la luz de tu Hijo,
con el calor de tu mirada,
con el fuego de tu Espíritu.


VIA CRUCIS JUNIOR: COMPROMETIDOS CON LA SOCIEDAD

Primera estación: Jesús condenado a muerte
De la Primera Carta de San Pedro.
Cuando era insultado no respondía con injurias, sino que aguantaba el sufrimiento sin amenazas de venganza y se ponía en manos de Dios, que juzga con justicia (1 Pe 2, 23-24).
Vino a ser uno con los excluidos y pasó por uno de ellos. Detenido fue llevado ante los tribunales y sentenciado a muerte.
También nuestro compromiso con Cristo y la Iglesia nos lleva a comprometernos con los que no cuentan para nuestra sociedad.
Así el junior se compromete a transformar el mundo, acogiendo en el centro a quienes son rechazados en otros ámbitos.


Segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas
De la carta a los Filipenses.
A pesar de su condición divina, no quiso hacer de ella ostentación. Se despojó de su grandeza, tomó la condición de siervo y se hizo semejante a los hombres (Flp 2, 6-7).
Cristo se identifica con el hambriento, el enfermo, el desnudo, el que carece de hogar, de tantos hambrientos no sólo de pan sino de alguien que cargue con su cruz, les ame. Y Cristo se acerca a su cruz para saciar este hambre.
Sin la cruz no hay acción social, no se trata de ayudarla a llevarla sino de caminar con quienes sufren.
Y esa cruz tiene nombre, tenemos que abrir los ojos y ver en nuestro barrio o pueblo a las personas que andan por la calle llevando la cruz de la soledad.

Tercera estación: Jesús cae por primera vez bajo la cruz
Del profeta Isaías.
Como un hombre ante el cual se oculta el rostro, era despreciado y desestimado (Is 53,3).
Jesús cae con los que caen en nuestro tiempo: con ese drogadicto que lo ha intentado cientos de veces y sigue en el fango de la droga.
Un joven se quejaba de su padre a la madre Teresa de Calcuta: nunca me miró a los ojos. A veces los que están cerca comparten nuestro dolor, pero ¿realmente les miramos a los ojos?
Llenar de alegría la ciudad es muchas veces tender la mano al que ha caído, a la persona que hundida nos pide ayuda.

Cuarta estación: Jesús encuentra a su santísima Madre
Del libro del Cantar de los Cantares:
El amor es más fuerte que la muerte (Ct 8,6).
María sale al encuentro de Cristo, ella siempre está al lado con Cristo. Su compromiso con Él le lleva al compromiso con los que se identifica Cristo.
Nuestra casa ha de ser como la casa de María de Nazaret: un lugar para acoger a los otros y acompañarles, especialmente a los que nadie acepta.
Y nuestro Centro Junior también ha de ser como el hogar de María, un lugar donde los niños, especialmente los de familias con menos recursos, se sientan queridos y amados.

Quinta estación: Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz
De la carta a los Gálatas:
Ayudaos mutuamente a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo (Gal 6,2).
Cristo se deja amar por el Cireneo y sigue dejándose amar por tantas personas que salen al encuentro de los que sufren.
Elegir a Cristo es caminar por la única vía posible. No hay dos caminos, uno sólo, si queremos seguirle, el de aquellos que ayudan a llevar la cruz a los que sufren la crisis, son abandonados, están enfermos, nadie les ama.
Rezamos en la oración junior: “por el camino que tú me marques” y este camino es el de los que andan por la vida sin nadie que les ayude a llevar su cruz.

Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro a Jesús
Del salmista:
Busco tu rostro, Señor, no me escondas tu rostro (Sal 27,8).
Ella fue capaz de descubrir a Dios entre la multitud. No lo encontró en el poder de Poncio Pilato ni en el decadente de Caifás y Anás, ni en el hipócrita cumplimiento de la ley de los escribas y fariseos, sino en un hombre condenado por blasfemo. Él era Dios y limpió su rostro, manchado por el poder, el ritualismo y la hipocresía.
Y nosotros, ¿somos capaces de ver el rostro de Dios en el mendigo, el embriagado, el enfermo mental, el pequeño, el embrión con malformaciones, condenado a muerte, en el paralítico, en el preso, en el anciano,...?
Ver el rostro de Dios en el hermano, ese ha de ser nuestro principio de vida, ser capaces en la actividad, la convivencia o el campamento, de enjugar el rostro de los que lloran, aunque callen y no nos lo digan.

Séptima estación: Jesús cae por segunda vez
Del salmista:
Mi garganta está seca como una teja, le lengua se me pega al paladar: me has reducido a polvo inanimado (Sal 22,16).
Cuenta el hermano Roger como una vez vió en Balgladesh a un niño en cuclillas en el suelo, con un bebé en un brazo y tratando de levantar al segundo. Cuando logró enderezarse con los dos, se desplomó. Y nos preguntamos como en Austwich: ¿dónde estaba Dios? La respuesta nos la ofrece esta estación.
¿Tenemos conciencia de que a nuestro alrededor, tal vez en el piso contiguo, viven seres humanos? Cristo sigue cayendo a nuestro lado.
Podemos ser junior a tiempo parcial o a tiempo completo. Los primeros son los que sólo dedican unas. Los segundos son los que se inclinan ante el hermano que sufre, los que se desviven por los demás en todo momento.

Octava estación: Jesús amonesta a las mujeres de Jerusalén
Del profeta Zacarías:
Al mirarme traspasado por ellos mismos, llorarán como se llora a un primogénito (Zac 12,10).
Ellas no salieron de sí mismas, lloraban porque era costumbre acompañar a los condenados a muerte con llantos.
También hay personas que se dejan llevar por la moda y así sólo son solidarias cuando corresponde, su corazón va a golpe de campaña televisiva: navidad, Haití,... Después dejan de llorar y compartir, volviendo a sus casas, a su mundo, con el mismo corazón.
Nuestro compromiso con los necesitados no puede centrarse solamente en organizar a lo largo del curso determinadas campañas.

Novena estación: Jesús cae por tercera vez bajo la cruz
De la carta a los colosenses:
Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia.
Contaba una religiosa a la Madre Teresa de Calcuta: trajeron a un hombre que había caído en una cloaca, donde permaneció algún tiempo. Estaba cubierto de heridas, suciedad y gusanos. Mientras lo limpiaba, sentía que tocaba el cuerpo de Cristo.
Estamos meditando el via crucis, después participaremos de la misa, pero ¿seremos capaces de reconocerle en el hermano que se acerca?, ¿en el transeúnte que llama a la puerta?
Para la gente el inmigrante, el no nacido no deseado, el enfermo terminal, el conflictivo, el transeúnte,... son personas que no merecen ser valoradas, y para nosotros. ¿Pertenecer al movimiento junior ha cambiado nuestra mirada?

Décima estación: Desnudan a Jesús, y le dan de beber hiel.
Del salmista:
Ellos me observan y me miran, se reparten entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica (Sal 22, 28-19).
Despojado de todo porque otros querían tenerlo. Un Dios sin nada es el que triunfa en la cruz.
También hoy despojamos a los pobres y a la naturaleza de lo que le pertenece. ¡Cuántas guerras en África para despojarles de los minerales! ¡Cuantos caladeros esquilmados por nuestros barcos en el continente africano! Si, hoy Cristo es despojado en el interior y en las costas africanas, para saciar la avaricia de los países ricos. ¿Y el pueblo africano? condenado a muerte, tratado como un ladrón.
Fue un hito en la historia de Juniors moviment diocesà. Nos despojamos de nuestro dinero, ocho de nosotros se despojaron de su familia, las comodidades de nuestra tierra e incluso de la salud y marcharon a Togo para vestir a los jóvenes del movimiento Coeurs Vaillants y no fue así, pues regresaron a nuestros centros vestidos con el vestido de los africanos: la fe profunda, la generosidad, la alegría de los niños, el dinamismo de las iglesias africanas, Dios vivo allí.

Undécima estación: Jesús clavado en la cruz
Del evangelista S. Lucas:
Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,43).
Clavado en la cruz junto a dos malhechores, dos hombres condenados a muerte por haber cometido un delito. Son los que no tienen lugar en la ciudad, ni siquiera en los caminos, al margen, en su nacimiento y en su muerte.
Y ser verdaderamente cristiano es aceptar realmente a Cristo, es hacerse otro Cristo para los demás.
Uno de nuestros ritos es la entrega de la cruz, podemos quedarnos con el mero ritualismo o descubrir y acoger en la cruz a los que sufren, aceptarla cruz, siendo profetas de nuestro tiempo, voz de los sin voz.

Duodécima estación: Jesús muere en la cruz
Del evangelio de San Marcos:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado (Mc 15,34).
Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron, en su muerte experimentó, se hizo uno con los niños que mueren en África, los millones de hombres y mujeres que sufren la explotación laboral y sexual, con esas miradas perdidas de quienes son víctimas de la guerra, las mafias, las hambrunas, los desastres naturales.
Y si ellos han muerto, no es porque Dios no se cuide de ellos, sino porque ni tú ni yo hemos sido instrumentos de amor en manos de Dios para darles el pan y el vestido que necesitaban. Así lo denunciaba la Madre Teresa de Calcuta.
Rezamos: “me enseñes a compartir el pan de la amistad”, pero ¿realmente estamos dispuestos a compartirlo con el inmigrante rechazado por todos, con el niño diferente a los demás, con el excluido?

Decimotercera estación: Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su santísima Madre
Del evangelio de San Lucas:
He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38).
María acogió a Cristo muerto, un Dios que nada le ofrecía, ni siquiera una mirada de afecto, un cuerpo frío al que la Madre trataba de dar calor y todo porque un día, con otras palabras dijo Sí a Dios y se identificó con los esclavos, los que nada tienen.
El amor no tiene límites para los cristianos. También nosotros como María hemos sido llamados a acoger a todos.
María sigue siendo modelo de junior, ella nos conduce a Cristo, un Cristo que no es sólo juego y canto, sino también silencio, el silencio de quienes mueren sin que nadie llore su muerte.

Decimocuarta estación: Jesús es puesto en el sepulcro
De la carta a los Romanos:
Injertados en Cristo y partícipes de su muerte, hemos de compartir también su resurrección (Rm 6,5).
Fue el sí de Dios a Cristo y en Él a cuantos mueren ante la indiferencia de los que han puesto su corazón en el bienestar. Todo tiene sentido desde la Resurrección.
Un día nosotros resucitaremos y Dios nos preguntará si fuimos capaces de reconocerle en el hambriento, el desnudo, el inmigrante,...
Morir para que los otros vivan, ese es nuestro camino. Morir para que los niños tengan unos valores diferentes, resumidos en el lema, la ley, la oración y los principios de vida, morir para que resuciten los que no cuentan para la sociedad pero son los preferidos por Cristo, pues con ellos se identificó en la cruz.

Te adoramos Oh Cristo y te bendecimos Que por tu santa cruz nos redimiste.

Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por Jesucristo.



JÓVENES EJEMPLARES:
SAN PANCRACIO (12 Mayo)

Nos encontramos en el siglo IV, marcado en sus comienzos por las terribles persecuciones a los cristianos. Es en Frigia donde nace nuestro santo, hijo de padres no cristianos, pronto queda huérfano, marchando a Roma con su tutor.
Es en esta ciudad encantadora y llena de luz donde destellaban con una luz cegadora los mártires, es decir, los cristianos que dejando padre, madre, esposa e hijos, derramaban su sangre en el Coliseo y Circo. Aquel niño quedó impactado por la fortaleza de los cristianos, por una religión en la que quienes la practicaban preferían más ser fieles a ella que la propia vida. Y así comenzó a conocer el Evangelio y a descubrir el amor que Jesucristo tenía a todos los hombres y mujeres, especialmente a sus discípulos los cristianos.
Cautivado por Cristo pidió el bautismo y con él entró en el via crucis recorrido por sus hermanos. Pronto fue detenido y condenado a morir decapitado. El joven fue llevado a un camino de gratos recuerdos para quienes vivimos la peregrinación a Roma. En aquella calle, la via Aurelia, donde nosotros descansábamos, siglos atrás, un joven de catorce años derramó su sangre un 12 de Mayo, recibiendo se`pultura en el cementerio cercano.
Fue a partir del siglo IV cuando el pueblo comenzó a darle culto como mártir. El Papa Símaco le dedicó una basílica a principios del siglo VI y su culto se extendió por todo el mundo cristiano, multiplicándose los patronazgos sobre grupos de personas, profesiones o circunstancias.

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