martes, 30 de marzo de 2010

Nº 37.- Jueves Santo, 1 de Abril de 2010.

MISA DE LA CENA DEL SEÑOR

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Exodo 12,1-8.11-14.

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
-Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Di a toda la asamblea de Israel: el diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.
Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y verduras amargas.
Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies; un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor.
Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera al país de Egipto.
Este será un día memorable para vosotros y lo celebraréis como fiesta en honor del Señor, de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre.



MEDITACIÓN

La primera lectura nos presenta la Pascua Judía, mediante el relato de su institución. En él une dos fiestas: la fiesta de los pastores y la fiesta de los campesinos. La primera era una fiesta anual de los nómadas orientada a la protección de los rebaños, mediante el sacrificio de una res. Mientras la fiesta de los agricultores consistía en comer panes sin levadura, ázimos y hierbas amargas.
El pueblo de Israel unió ambas en la celebración de la Pascua. Ésta tenía no sólo un sentido histórico, recordar la liberación de Egipto, sino pedagógico: no olvidar lo que Dios ha hecho por su pueblo, suscitando el agradecimiento de Israel y con él el amor obediente a Dios. Pues cuando se pierde la memoria del bien realizado, surge la falta de gratitud hacia quien fue benefactor y como consecuencia la desobediencia.
El texto comienza situando el origen de la fiesta, ésta se encuentra en el mandato dado por Dios a Moisés y Aarón en el país de Egipto, por tanto es una celebración religiosa de origen divino.
La fiesta se celebra en el primer mes de la primavera, nuestro marzo-abril, llamado Abib y posteriormente Nisán. Con la primavera todo resurge, la naturaleza estalla, los árboles secos por el invierno reverdecen. Para Israel comienza una nueva etapa en su historia, tras los gélidos años de la esclavitud va a renacer. La luna llena marca el comienzo de este mes.
El sacrificio del cordero se realiza entre el ocaso y la noche cerrada, según los samaritanos, entre la caída y la puesta del sol, según los fariseos. Es la última noche, noche de esperanza, en la noche el pueblo celebrará la victoria de Yahvé sobre el Faraón y lo hará de pie, con el cayado en la mano, pues son peregrinos, van a emprender la larga marcha del desierto.
Así la primera lectura ilumina la institución de la eucaristía y la pascua cristiana. Jesús, al igual que hizo el Padre con Moisés y Aarón, pide a los Apóstoles que celebren el sacrificio eucarístico en memoria suya. Los elementos son los mismos: el cordero sacrificado es Cristo crucificado, el pan ázimo es el pan eucarístico, la sangre que salva a los israelitas de la muerte es la sangre de Cristo presente en el cáliz del altar. Y todo ello recuerda, hace presente y anticipa el Misterio de Amor de Dios hacia nosotros, que nos libera de la esclavitud del pecado y las cadenas de la muerte y nos conduce por el desierto de la vida hasta la Tierra Prometida.

SALMO RESPONSORIAL.

Sal 115,12-13. 15-16bc. 17-18

R/. El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo.

¿Cómo pagaré al Señortodo el bien que me ha hecho?Alzaré la copa de la salvación,invocando su nombre.

Mucho le cuesta al Señorla muerte de sus fieles.Señor, yo soy tu siervo,hijo de tu esclava;rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,invocando tu nombre, Señor.Cumpliré al Señor mis votos,en presencia de todo el pueblo.
MEDITACIÓN
Con Israel: la comida de la Pascua, o Seder, se celebraba en cada casa la primera noche de la fiesta. En un extremo de la mesa, delante del dueño de la casa, había tres matsoth o pan de la miseria, sin levadura. Sobre la mesa, hierbas amargas y lechuga, evocando las amarguras de la esclavitud de Egipto y el cordero pascual. Delante de cada comensal una copa de vino. Esta se llenaba y se vaciaba cuatro veces, recitando una bendición en la que se expresaba la gratitud hacia Dios. Durante la comida el niño más pequeño preguntaba al dueño de la casa y éste respondía con el Haggada o relato dela liberación de Egipto. Concluía la cena con el canto de los salmos de Hallel (112-117). Entre ellos se encuentra éste, en el cual da gracias a Dios porque ha roto sus cadenas.
Con Jesús: este salmo fue cantado por Jesús en la noche víspera de su muerte. Imaginémosle rodeado con los apóstoles y cantándolo, buscando en él palabras que le ayudasen a mantenerse fiel a la voluntad de Dios, a no perder la confianza en el Padre. El tiempo avanza rápidamente y Él sufre, ora con este salmo.
Con nuestro tiempo: ¿cuánto bien ha hecho Dios en nuestra vida? Si nos encontramos en un momento gozoso, levantemos la copa, si es un momento duro de nuestra vida, recemos: “mucho le cuesta al Señor la muerte...”
Con los juniors: ¿qué son nuestros cantos sino expresión de la gratitud hacia Dios por tantas cosas buenas que hace en nuestra vida como juniors?


Carlos G. Vallés. Busco tu Rostro. Sal Terrae.

RENOVACIÓN DE VOTOS
«Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo».
Me alegro, Señor, de haber hecho los votos. Me alegro de aquel día en mi juventud cuando, con abierta generosidad y feliz entusiasmo, te consagré públicamente mi vida en pobreza, castidad y obediencia. Me siento orgulloso de aquel momento, y lo considero un nuevo nacimiento en tu servicio y en el servicio a todos los hombres por ti. Me congratulo de haber hecho los votos, y quiero renovarlos hoy en agradecimiento por aquel día y con la clara determinación de que, si no los hubiera hecho entonces, los haría ahora. Vuelve a aceptar la consagración de mi vida, Señor, como la aceptaste aquel día, y prolóngame la alegría que esta consagración ha traído a mi vida.
Ahora sé algo más, acerca de la pobreza, la castidad y la obediencia, de lo que sabía el día en que pronuncié esas tres palabras en voz alta en presencia de mis hermanos, de rodillas ante tu altar. He medido con mis propias caídas la profundidad de mi entrega, y he aprendido a fuerza de errores el sentido práctico del ideal excelso.
Incluso siento dudas a veces, no sé qué contestar a las preguntas que otros me hacen, oigo hablar de nuevas interpretaciones y enfoques modernos, y a veces me cuesta reconocer el sentido original entre el nuevo vocabulario. Pero yo sé bien lo que me digo, lo que estas tres palabras sagradas han significado para mí en mi vida y lo que significan en la historia y la tradición del pueblo de Dios, del que somos parte como representantes y siervos. Me he entregado a ti, en cuerpo y alma, para la gloria de tu nombre y el servicio de los demás. Ese es el resumen claro y definido. Lo que ahora te pido es la gracia de que esa convicción se traduzca en acción en mi conducta diaria, y mi entrega verbal se haga compromiso real.
Ese es el sentido de la renovación de votos. No es costumbre anual, sino privilegio diario. Disfruto pronunciando esas tres palabras juntas, una y otra vez, en el silencio de mi alma ante ti y en la compañía de mis hermanos, cuando todos recordamos nuestro vínculo común y volvemos a consagrar nuestras vidas. Y con esas palabras va una oración a pedirte que el espíritu que esos votos encarnan se haga cada vez más fuerte en mí y en el grupo, que mi entrega y mi servicio se reafirmen con mayor entender y gozar, según crecen los años, para que mi consagración inicial vaya adquiriendo nuevo sentido sin olvidar nunca el antiguo.
«Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén».

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 11,23-26.
Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que bebáis, en memoria mía.»
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

MEDITACIÓN
Previamente San Pablo ha amonestado a los corintios por su forma de celebrar la eucaristía, en la que cada uno comía primero su propia cena y mientras uno pasaba hambre, otro se embriagaba (1 Cor 11, 21). Con el fin de corregirles les recuerda el origen de la eucaristía. Ésta se encuentra en la transmisión recibida de la Iglesia y cuyo origen se encuentra en el Señor, en Cristo y vinculada al hecho histórico de la pasión.
En la cena previa a su muerte, Jesús siguió el ritual judío de la Pascua, el Seder Pesaj, dando un nuevo sentido a los ritos que se sucedían. Así el pan no es sólo recuerdo de Egipto, sino que se identifica con Él, es el pan que se parte y se ofrece a sus discípulos,
Por otra parte la eucaristía es memoria. Esto no significa recuerdo sino actualización, lo que entonces ocurrió vuelve a ocurrir cada vez que la comunidad se reúne con el sacerdote y celebra la fracción del pan. La misa es la Pascua, el paso de Dios por la comunidad, el salto del Ángel exterminador quien al ver la sangre no entra y no mata a los primogénitos.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Juan 13,1-15.
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando (ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara) y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro y éste le dijo:
-Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?
Jesús le replicó:
-Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.
Pedro le dijo:
-No me lavarás los pies jamás.
Jesús le contestó:
-Si no te lavo no tienes nada que ver conmigo.
Simón Pedro le dijo:
-Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.
Jesús le dijo:
-Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos. (Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»)
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
-¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «El Maestro» y «El Señor», y decís bien porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.


MEDITACIÓN
Nos encontramos a finales del siglo I, cuando el evangelio de Juan recibe la redacción definitiva. En esos tiempos la eucaristía, celebrada el primer día de la semana, el domingo, ya está arraigada. Pero como bien hemos observado en la carta a los Corintios surgen desviaciones y sobre todo la comunidad se cierra a la caridad, aislándola del sentido original: la máxima expresión de amor por parte de Cristo y el compromiso de amar como Él amó a sus discípulos.
Así Juan prescinde de la institución eucarística, presentando el lavatorio de los pies en el contexto eucarístico. Este trabajo era el propio de los esclavos, quienes entre sus cometidos tenían que lavar los pies a sus señores. Jesús se identifica con ellos, con los que han nacido para servir a los demás de forma gratuita. Y al mismo tiempo pide a los suyos imiten su gesto. Ellos han de ser esclavos unos de otros.
Así pues, no se puede separar nunca la fe en Cristo-Eucaristía del amor a Jesús, el cual para nosotros tiene un rostro concreto: los hermanos de la comunidad, de nuestra parroquia, centro junior, y todo aquel hermano que esté necesitado de nuestro servicio.
Por tanto el texto nos invita por una parte a profundizar en el amor de Cristo, que llegó al extremo. Así es como Jesús nos ama, hasta, siendo el Hijo de Dios, arrodillarse ante nosotros para lavarnos los pies. Por otra parte la experiencia de haber sido amados por Cristo hasta el extremo nos ha de llevar a amar a los demás con la misma radicalidad. La eucaristía y la caridad son inseparables, la misa no es un ámbito cerrado, en el espacio del templo y el tiempo de la celebración, sino abierto, nos abre a los otros. Experimentar en la eucaristía a Cristo que se entrega en la fracción del pan nos lleva a partirnos nosotros con los que tienen hambre de nuestro servicio.


GUIÓN CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA.
Monición de entrada:
Queridos hermanos:
Nos hemos reunido en la Iglesia para recordar y vivir de nuevo lo que Jesús hizo un jueves de primavera y para agradecerle haber querido hacerse presente entre nosotros cada vez que celebramos la misa. Gracias a ella dentro de unas semanas recibiremos la Primera Comunión, en la fiesta más importante de nuestra niñez.
Además hoy el sacerdote hará un gesto: nos lavará a los niños y niñas de Primera Comunión el pie, para decirnos que así nos ama Jesús y así debemos amarnos todos, ayudándoos unos a otros.
Comencemos esta celebración con la alegría de saber que Jesús está aquí en la Iglesia.

Señor, ten piedad.

Jesús, Tú hoy nos amas tanto que te arrodillarás delante de nosotros. Señor, ten piedad.
Jesús, Tú hoy nos amas tanto que te ofrecerás en el pan y el vino. Cristo, ten piedad.
Jesús, Tú hoy nos amas tanto que has enviado un sacerdote para que sea nuestro servidor. Señor, ten piedad.

Monición Primera lectura.-
Vamos a escuchar como tenían que celebrar los judíos la cena de pascua, en ella recordaban la liberación de Egipto.

Monición Segunda lectura.-
En la segunda lectura san Pablo nos va a contar lo que Jesús hizo un día, mientras cenaba con sus discípulos y como les mandó que lo repitiesen.

Monición evangelio.-
Hola amigos: soy el apóstol Pedro. Aún estoy temblando al recordar lo que me pasó una noche. Nos sentamos a comer con Jesús y de repente se levantó y Él, que era nuestro Maestro, se arrodilló delante de mí y intentó lavarme los pies. ¿Sabéis lo que hice? Ahora os lo contará el sacerdote.

Homilía.-
Entregamos a cada uno una semilla (alubia, p.ej.), les preguntamos qué ocurre si la semilla se la guardan o decide estar delante de todos para que vean lo bonita que es. Seguidamente les preguntamos ¿qué pasa si la semilla decide enterrarse e ir deshaciéndose?
Lo relacionamos con el evangelio: Jesús es la semilla. Él decide morir como ella para así resucitar y dar fruto. ¿Cómo muere Jesús? Colocamos diferentes escenas de la pasión en un tablón, en el que hemos colgado antes un corazón grande.


Lavatorio.-
Queridos hermanos y hermanas: ahora el sacerdote va a realizar el mismo gesto que hizo Jesús con los apóstoles y que, además, hemos escuchado en el Evangelio: va a lavarnos los pies.
Así al arrodillarse nos muestra el significado de lo que es el sacerdocio, una persona que sirve nos sirve a nosotros, explicándonos la Palabra de Dios, celebrando los sacramentos y ayudándonos cuando le necesitamos.

Peticiones.-
Por la Iglesia, para que sepamos transmitir amor a la sociedad. Roguemos al Señor.
Por el Papa, los obispos y sacerdotes, para que sean buenos servidores del Pueblo de Dios y de los pobres. Roguemos al Señor.
Por nuestro sacerdote, para que sea una persona que ame mucho a Jesús y con alegría se entregue a nosotros. Roguemos al Señor.
Hoy la colecta será para los necesitados de nuestra parroquia, así la entregaremos a Cáritas Parroquial. Te pedimos por los pobres de nuestro pueblo, para que encuentren en nosotros la ayuda que necesitan. Roguemos al Señor.
Por las personas viven el mandamiento de amar a los demás, para que vean siempre en las personas a Jesús. Roguemos al Señor.
Por los cristianos, para que busquemos más lo que nos une que lo que nos separa. Roguemos al Señor.
Por los niños y niñas que este año recibiremos la Primera Comunión, para que siempre llevemos a Jesús en nuestro corazón. Roguemos al Señor.
Por nosotros, para que valoremos la misa como el momento más importante de la semana o del día. Roguemos al Señor.

Ofrendas.-
Los niños depositan en el altar los corazones con sus nombres, si se conserva de la celebración penitencial, toman el suyo y lo llevan al altar.
Como gesto de nuestra opción por los más necesitados, ofrecemos una cesta con alimentos, que serán entregados a Cáritas o a los pobres.
El pan y el vino.

Monición antes de la reserva:
Esta misa no termina como las otras, sino con la reserva solemne del Cuerpo de Cristo. De esta manera mañana comulgaremos con las formas consagradas hoy. Además son guardadas en el Monumento. Allí permanecerán para que durante podamos pasar un rato rezando ante Jesús. Los niños de Primera Comunión le acompañamos a Jesús, igual que le acompañaremos en la fiesta del Corpus y con ello queremos decirle que nunca nos separaremos de Él.


HORA SANTA

­­­­­­­­­­­­­­CON JESÚS.-
Monición:

Queridos hermanos y hermanas:
En esta noche los cristianos de todo el mundo nos reunimos para rezar ante el Monumento. Después de haber celebrado la Misa de la Cena del Señor, acompañamos a Jesús en sus horas más amargas.
Nuestra mirada se dirige en primer lugar al protagonista, Él es quien aquella noche desbordó su corazón hacia sus discípulos. Acerquémonos a él, contemplemos a Jesús, sus sentimientos, sueños, deseos, compartidos esta noche con sus discípulos.

Oración.-

Jesús,
queremos estar junto a ti.
Quizá no se nos ocurran muchas cosas,
pero necesitamos estar contigo,
sentir tu amor,
como cuando nos acercamos a una hoguera,
queremos amarte,
aprendiendo de ti a amar,
sintiendo como nos amas.
Queremos acompañarte en esta noche,
a ti que en el Monumento
escuchas, contemplas, amas,
te haces presente en medio de nosotros.
Queremos unirnos a ti,
en aquella noche eterna.
En la sobremesa del Cenáculo,
queremos ser tus discípulos,
escuchar con el corazón tus palabras.
En la agonía de Getsemaní,
queremos ser tus discípulos,
en silencio acompañar tus gemidos.
En esta noche queremos estar
contigo, orante en el Monumento
con la Iglesia, que ora en esta noche
y con los que sufren, que rezan en la soledad.
Señor Jesús, toca nuestro corazón,
envíanos tu Espíritu,
para que abra nuestra mente,
nuestros labios y nuestro corazón,
a tu presencia.

Evangelio.-

Antes de la fiesta de la Pascua, Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre. Él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.

Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.

Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así os améis también entre vosotros.

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

Si me conocéis a mí, conocéis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.

Creedme yo estoy en el Padre y el Padre en mí.

Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él.

Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador.

Yo soy la vid: vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

Como el Padre me amó, yo también os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor.

No os llamo siervos, porque el siervo nunca sabe lo que hace su señor, a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.


Meditación.-

En esta noche dejémonos amar por Cristo, dejemos que su mirada penetre hasta lo más profundo de nuestros ojos, haga estremecerse las entrañas de nuestro corazón.
Nuestro compromiso con Cristo nos lleva a amarle a él, pero sobre todo a dejarse amar por Él.
En este encuentro de amor entre Jesús y nosotros, Él es quien ha tenido la iniciativa. Desde antes de ser concebidos ya nos amaba. Desde la eternidad hemos estado en su pensamiento y en su corazón.
Él nos ama hasta el extremo de arrodillarse ante nosotros, para lavarnos el polvo del camino, el cansancio de nuestra vida.
Él nos ama hasta el extremo de darse en la eucaristía, transformarse en alimento, llevando en su cuerpo eucarísticos las heridas de nuestros pecados.
Él nos ama hasta el extremo de, sabiendo de vamos a abandonarle, volcar su corazón, contarnos como se siente, rezar por nosotros al Padre.
Él nos ama hasta el extremo de, a pesar de nuestro sueño, pedirnos le acompañemos en el llanto de amargura y soledad.
Así pues dejémonos amar por Cristo,
acerquémonos a Él como nos acercamos a la hoguera, no para estudiar la temperatura y el color de las llamas, sino para dejarnos calentar por Él.
No le cerremos las puertas.
No dudemos que Dios nos ama a nosotros, tan pequeños, inconstantes y frágiles.
Su amor es ternura, es amor de madre que pide no se turbe nuestro corazón.
Su amor es servicio que se hace esclavo de nosotros.
Su amor es entrega que se transforma en alimento.
Su amor es intimidad, confidencias de un corazón enamorado del nuestro.
Su amor es preocupación y cuidado, sabiendo nuestro sufrimiento en ausencia suya.
Oración personal.-

Así pues: ¿cómo escucho a Jesús en esta noche?
¿En mi corazón hay un destello de amor hacia quien tanto me ama?
¿Qué escucho de Él?
¿Qué ruidos o distracciones me impiden en estos momentos meditar el evangelio?
¿Qué me pide en estos momentos Jesús?
¿Deseo realmente lo que Jesús desea de mí?


Canto.-

Yo no soy nada y del polvo nací,
pero Tú me amas y moriste por mí.
Ante la cruz sólo puedo exclamar:
Tuyo soy, tuyo soy.

Toma mis manos, te pido,
toma mis labios, te amo,
toma mi vida, oh padre,
tuyo soy, tuyo soy tuyo soy, tuyo soy

Cuando de rodillas te miro, oh Jesús,
veo tu grandeza y mi pequeñez.
¿Qué puedo darte yo? Sólo mi ser.
Tuyo soy, tuyo soy
Toma mis manos, te pido, toma mis labios.


­­­­­­­­­­­­­­CON LA IGLESIA.-

Monición-
La mirada a Jesús nos lleva a experimentar que hemos sido amados, con nuestro pecado y nuestra miseria, con el abandono y las negaciones, con la cruz que cargamos sobre sus hombros y los clavos con los que taladramos sus manos. Pero nuestra fe no se vive de forma personal e individual. Amar es compartir con alguien semejante lo que tenemos. Así nuestra fe, experiencia de amor, solamente puede ser vivida en el seno de la comunidad. El mismo Jesús no vivió en solitario la experiencia del Reino, pronto se rodeo de un grupo de discípulos. Esta noche, la más dramática de su vida, Jesús no quiso vivirla en soledad, cenó con sus amigos más íntimos, a ellos les transmitió su testamento espiritual y deseo pasar la amargura del Huerto de los Olivos con tres de sus más allegados. Ellos, los Doce Apóstoles, representan a la Iglesia en su totalidad, bajo la guía de Pedro.
Así en esta noche nuestra oración es con la Iglesia, sintiéndonos miembros de ella, la comunidad que ora con su Maestro en espera de su muerte y resurrección, la comunidad por la que su Maestro ora al Padre en la llamada oración sacerdotal, que vamos a escuchar.

Evangelio.-

Padre, llegó la hora, glorifica a tu Hijo,
para que el Hijo te glorifique,
según el poder que le diste sobre toda carne,
para que a todos los que Tú le diste les dé Él la vida eterna.
Esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti,
único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo.
Yo te he glorificado sobre la tierra,
llevando al cabo la obra que me encomendaste.
Y ahora Tú, Padre, glorifícame cerca de Ti mismo
con la gloria que tuve, cerca de Ti, antes que el mundo existiese.

He manifestado tu nombre a los hombres
que me has dado de este mundo.
Tuyos eran, y Tú me los diste,
y han guardado tu palabra.
Ahora saben que todo cuanto me diste viene de Ti;
porque yo les he comunicado las palabras que Tú me diste,
y ellos las recibieron, y conocieron verdaderamente que yo salí de Ti,
y creyeron que Tú me has enviado.
Yo ruego por ellos.

No ruego por el mundo, sino por los que Tú me diste;
porque son tuyos, y todo lo mío es tuyo,
y lo tuyo mío, y yo he sido glorificado en ellos.
Y yo ya no estoy en el mundo;
pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a Ti.
Padre santo, guarda en tu nombre a éstos,
que me has dado, para que sean uno como nosotros.
Cuando yo estaba con ellos,
yo los conservaba en tu nombre, y los guardé,
y ninguno de ellos pereció, sino el hijo de la perdición,
para que la Escritura se cumpliese.
Pero ahora yo vengo a Ti, y hablo estas cosas en el mundo
para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo les aborreció;
porque no eran del mundo, como yo no soy del mundo.

No pido que los tomes del mundo,
sino que los guardes del mal.
Ellos no son del mundo,
como no soy del mundo yo.
Santifícalos, en la verdad, pues tu palabra es verdad.
Como Tú me enviaste al mundo,
así yo los envié a ellos al mundo.

Y yo por ellos me santifico,
para que ellos sean santificados por la verdad.
Pero no ruego solamente por éstos,
sino por cuantos crean en mi por su palabra,
para que todos sean uno, como Tú,
Padre, estás en mí y yo en Ti,
para que también ellos sean en nosotros,
y el mundo crea que Tú me has enviado.

Y yo les he dado a conocer la gloria que Tú me diste,
a fin de que sean uno, como nosotros somos uno.
Yo en ellos, y Tú en mí,
para que sean consumados en la unidad,
y conozca el mundo que Tú me enviaste
y amaste a éstos como Tú me amaste.

Padre, lo que Tú me has dado quiero
que donde yo esté, estén ellos también conmigo,
para que vean mi gloria, que Tú me has dado,
porque me amaste antes de la creación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te conocí,
y éstos conocieron que Tú me has enviado,
y yo les di a conocer tu nombre,
y se lo haré conocer,
para que el amor con que Tú me has amado
esté en ellos y yo en ellos. Jn 17
Meditación.-

Jesús ruega al Padre por sus discípulos, es decir, por cada uno de nosotros. Los momentos de la Pasión entran dentro de la eternidad. En esta noche su oración abarca todos los tiempos, a toda la Iglesia en todo lugar e instante.
Adentrarse en la oración sacerdotal es penetrar su corazón y descubrirnos en su interior. Es entrar en un corazón totalmente abierto y fraternal. Es asistir a la hora de las grandes confidencias, ser testigo de la conversación sencilla y espontánea de Jesús con el Padre, en uno de los momentos más intensos de su vida.
A veces nos preguntamos, ¿de qué le habla Jesús al Padre? No sólo en su vida terrena, sino ahora. Él en el Monumento está en oración, hablándonos a nosotros, pero sobre todo dirigiendo su Palabra al Padre en favor nuestro. ¿Pero, qué le dice?
En la oración sacerdotal se encuentra la respuesta:
Pide al Padre, para la Iglesia la unidad, le pide que en la parroquia, cada uno con nuestra diversidad y carismas, colaborando en diferentes tareas, desde la espiritualidad vivida en la parroquia y en los diversos movimientos, seamos uno.
Pide al Padre que estemos totalmente consagrados a Dios.
No le pide al Padre que seamos sacados de nuestro ambiente, sino que en él seamos la levadura que fermenta la masa. Seamos luz en medio delas tinieblas, amor en medio del odio hacia nosotros.


Oración personal.-

Ahora es el momento de orar. Para ello una valiosa ayuda es el método ignaciano:

Le pedimos la gracia de que nos ayude a rezar durante estos quince minutos.

Composición de lugar: contempla a Jesús con la imaginación, el cenáculo, la mesa, las cortinas, los manteles, las banquetas, el fuego iluminándoles, los utensilios recogidos, los apóstoles sentados, Jesús en el centro. Sitúate en la escena.

Pídele la gracia que deseas: sentirte un apóstol que escucha atentamente.

Y ahora lee el texto pausadamente, si hay alguna frase que te sea significativa repítela numerosas veces, que sea como las gotas de lluvia.


Canto.-

Como el Padre me amó, yo os he amado;
permaneced en mi amor,
permaneced en mi amor.

Si guardáis mis palabras y como hermanos os amáis,
compartiréis con alegría el don de la fraternidad.
Si os ponéis en camino sirviendo siempre la verdad,
fruto daréis en abundancia, mi amor se manifestará.

No veréis amor tan grande como aquel que os mostré.
Yo doy la vida por vosotros: amad como yo os amé.
Si hacéis lo que os mando y os queréis de corazón
compartiréis mi pleno gozo de amar como Él me amó.


­­­­­­­­­­­­­­CON LA SOCIEDAD.-


Monición.-
El encuentro con Cristo nos ha conducido a vivirlo en la Iglesia, la fe está llamada a ser celebrada en comunidad. Y el encuentro con los hermanos nos lleva a vivir el mandamiento del amor fraterno y descubrir en toda persona el rostro de Jesús.
Así nuestro compromiso con Cristo y con la Iglesia como dos flechas se orientan hacia los más desfavorecidos, es el compromiso con los marginados por la sociedad, con los excluidos de las ciudades, con aquellos con los que en esta noche Cristo se identifica.
En Getsemaní descubrimos al hombre sufriente, al varón de dolores, a tantas personas que en la noche de su vida se enfrentan a juicios, a la pena de muerte al amanecer, a tantos hombres y mujeres que en los hospitales esperan el diagnóstico médico, una intervención quirúrgica compleja que traerá consigo días de cruz y sufrimiento, a tantas personas que esperan en los centros de internamento ser deportados a sus países.
Esta noche al contemplar Getsemaní nuestros oídos permanecen abiertos al sufrimiento de nuestros hermanos.

Evangelio:

Salió y se dirigió según costumbre al monte de los olivos y lo siguieron los discípulos Al llegar al lugar, les dijo: Pedid no sucumbir en la prueba. Se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y oraba: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Se le apareció un ángel del cielo que le dio fuerzas. Y, entrando en combate, oraba más intensamente. Le corría el sudor, como gotas de sangre cayendo en el suelo. Se levantó, se acercó a sus discípulos y los halló dormidos de tristeza.
Lc 22,39-45


Meditación.-

Escuchemos el testimonio del obispo en Centro África, Juan José Aguierre, escrito la pasada semana:

La ciudad de Rafai está a 150 Km de Bangassou (Centroáfrica), la diócesis en donde, desde hace 12 años, estoy llevando el servicio del episcopado. Si Rafael significa “medicina de Dios”, Rafai se convirtió el domingo pasado en la antesala de la brutalidad y el desquiciamiento. Otra vez los rebeldes de Ejército de Resistencia del Señor, que, como ya he dicho otras veces, no son ni ejército, ni resisten a nada más que a su chiflada andadura, ni son del Señor porque son simplemente unos bárbaros criminales que pisotean a mi gente, secuestran niños, violan seres indefensos y matan en la más completa impunidad. Ya el 17 de febrero pasado atacaron Rafai, saquearon la misión, vaciaron los cuartos de los franciscanos, aunque ya de por si su ajuar suele ser raquítico, aterrorizaron la pareja de cooperantes franceses que estaban dando dos años de vida en la enseñanza y les robaron todo incluso el traje de novia que ella se había bordado con telas africanas para casarse el jueves santo.
Lo del domingo 21 de marzo fue mucho peor, un ataque lleno de crueldad sin límite contra una población indefensa. La LRA es un grupo de pirados que dan tumbos por la selva de tres países desde el 2007. La LRA arrasó Rafai como una apisonadora machaca la hierba del camino. Robaron graneros, a intervalos de ráfagas de metralla dura, quemaron las casas, acabaron a machetazos con los heridos y dejaron Rafai humeante de fanatismo agresor y de impotencia local.
La noche de histeria colectiva y llanto fue horrorosa. Los pocos que no huyeron a la selva no sabían si los desaparecidos se habían escondido o eran víctimas de un secuestro. Al día siguiente, el padre de la misión, hierático de rabia y desamor, contaba los muertos y organizaba el entierro, católicos y protestantes juntos en la misma tumba porque los pastores de las respectivas iglesias seguían huidos en la selva. Un funeral en la intimidad, poblado de sombras de los familiares desaparecidos en la selva. Ayer vi de refilón en la T.V. el entierro de un gendarme muerto en suelo francés por terroristas de EtA. El presidente francés asistió a la ceremonia y el español también. Un solo gendarme congregó dos presidentes. El padre franciscano enterró los 8 cadáveres en una discreta soledad, con una suave brisa meneando los árboles por todo acompañamiento de banda militar, tragándose las lágrimas y mirando reojo por si había movimientos sospechosos. Por supuesto, ni un solo funcionario acudió al sepelio, ni un simple subsecretario de algo. Tan sólo los franciscanos, los muertos y Dios. Este último, tal vez, profundamente compungido.
Los padres se quedaron allí para dar coraje a la población. Ellos, el coraje, lo reciben de lo Alto




Oración personal.-

Después de escuchar este testimonio rezamos, mediante el método de oración junior:


Experiencia:

¿Qué descubro en esta lectura? ¿conozco escenas semejantes? ¿en mí vida cuando he sufrido la desolación?

Reflexión.-

A la luz del evangelio, ¿descubro la presencia de Dios en el sufrimiento?, ¿qué dice Dios a esta situación dramática o a las mías?

Compromiso.-

Por los niños obligados a crecer prematuramente, vendidos, prostituidos o esclavizados. Roguemos al Señor.
Por las mujeres maltratadas, que sufren marginación y violencia. Roguemos al Señor.
Por los parados, especialmente los jóvenes y los padres y madres de familia. Roguemos al Señor.
Por los inmigrantes, obligados a dejar su tierra, su casa y su familia, y que no encuentran buena acogida. Roguemos al Señor.
Por los drogadictos, que llegan a perder su dignidad, su libertad, su salud y su vida. Roguemos al Señor.
Por los enfermos de SIDA, mirados como antiguos leprosos. Roguemos al Señor.
Por los niños que han muerto, víctimas del aborto, desde 1985. Roguemos al Señor.
Por los que mueren víctimas de las guerras en África, Irak, Afganistan, Latinoamérica, Asia o víctimas del terrorismo. Roguemos al Señor.
Por los ancianos que no son queridos y se sienten solos. Roguemos al Señor.
Por los agonizantes y enfermos terminales. Roguemos al Señor.
Por los hambrientos y los que sufren la destrucción de sus tierras, a manos de las multinacionales occidentales. Roguemos al Señor.
Por los que son torturados en los calabozos. Roguemos al Señor.
Por los que en estos momentos sufren largos secuestros. Roguemos al Señor.

Canto u oración.-

Con vosotros está y no le conocéis.
Con vosotros está, su nombre es “el Señor”.

1.- Su nombre es “el Señor” y pasa hambre,
y clama por la boca del hambriento,
y muchos que lo ven pasan de largo
acaso por llegar temprano al templo.
Su nombre es “el Señor” y sed soporta,
y está en quien de justicia va sediento,
y muchos que lo ven pasan de largo,
a veces ocupados en sus rezos.

CON VOSOTROS ESTÁ Y NO LE CONOCÉIS,
CON VOSOTROS ESTÁ, SU NOMBRE ES “EL SEÑOR”.
CON VOSOTROS ESTÁ Y NO LE CONOCÉIS,
CON VOSOTROS ESTÁ, SU NOMBRE ES “EL SEÑOR”.

2.- Su nombre es “el Señor” y está desnudo,
la ausencia del amor hiela sus huesos,
y muchos que lo ven pasan de largo,
seguros y al calor de su dinero.
Su nombre es “el Señor” y enfermo vive,
y su agonía es la del enfermo,
y muchos que lo saben no hacen caso,
“tal vez no frecuentaba mucho el templo”.

3.- Su nombre es “el Señor” y está en la cárcel,
está en la soledad de cada preso,
y nadie lo visita y hasta dicen:
“tal vez este no era de los nuestros”.
Su nombre es “el Señor”, el que sed tiene,
Él pide por la boca del hambriento,
está preso, está enfermo, está desnudo,
pero Él nos va a juzgar por todo esto.


Oración final.-

En este Año Sacerdotal concluimos la Hora Santa con la oración por las vocaciones del Papa Benedicto XVI.

Padre,
haz que surjan entre los cristianos
numerosas y santas vocaciones al sacerdocio,
que mantengan viva la fe
y conserven la seductora memoria de tu Hijo Jesús,
mediante la predicación de su palabra
y la administración de los Sacramentos
con los que renuevas continuamente a tus fieles .
Danos santos ministros del altar,
que sean solícitos y fervorosos custodios de la Eucaristía,
sacramento del don supremo de Cristo
para la redención del mundo.
Llama a ministros de tu misericordia que,
mediante el sacramento de la Reconciliación,
derramen el gozo de tu perdón.
Padre,
haz que la Iglesia acoja con alegría
las numerosas inspiraciones del Espíritu de tu Hijo,
y dócil a sus enseñanzas,
fomente vocaciones al ministerio sacerdotal
y a la vida consagrada.
Fortalece a los obispos, sacerdotes, diáconos,
a los consagrados y a todos los bautizados en Cristo
para que cumplan fielmente
su misión al servicio del Evangelio.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.

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