Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 42-47
Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la
comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba
impresionado, y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes
vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los
repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. Con perseverancia acudía
a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban
el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien
vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se
iban salvado.
Palabra de Dios.
Textos paralelos[1].
El temor se apoderaba de todos.
Hch 5, 11-12a: Y se
extendió un gran temor en toda la Iglesia y entre todos los que lo oían contar.
Por mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del
pueblo.
Lc 1, 12: Al verlo, Zacarías se sobresaltó y
quedó sobrecogido de temor.
Todos los creyentes estaban de acuerdo y
tenían todo en común.
Hch 4, 32: El grupo de los creyentes tenía un
solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía,
pues lo poseían todo en común.
Hch 4, 34-35: Entre ellos no había necesitados,
pues los que poseían tierras o casas las
vendía, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles;
luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba.
Acudían diariamente al Templo.
Hch 5, 12: Por mano de los apóstoles se
realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Todos se reunían con
un mismo espíritu en el pórtico de Salomón.
Lc 24, 53: Y estaban siempre en el templo
bendiciendo a Dios.
Alabando a Dios.
Hch 4, 21: Pero ellos, repitiendo la
prohibición, los soltaron, sin encontrar la manera de castigarlos a causa del
pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo sucedido.
Hch 5, 13: Los demás no se atrevían a juntárseles,
aunque la gente se hacía lengua de ellos.
El Señor agregaba al grupo a los que cada día
se iban salvando.
Hch 2, 41: Los que aceptaron sus palabras se
bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.
Notas exegéticas[2].
2 42 (a) Comparar con 4, 32-35 y 5,
12-16. Estos tres “resúmenes”, de redacción heterogénea, describen con rasgos
análogos la vida de la primera comunidad cristiana.
2 42 (b) Instrucciones a los nuevos
convertidos, en las que se explicaban las Escrituras a la luz de los hechos
cristianos: no era la proclamación de la Buena Nueva a los no cristianos.
2 42 (c) ·Comunión·, 1 Co 1, 9,
viene aquí sin complemento. Ciertamente hay que entender aquí la entrega de los
bienes a la comunidad que expresa y refuerza la unión de los corazones, resultante
de la partición del Evangelio y de todos los bienes recibidos de Dios por medio
de Jesucristo en la comunidad apostólica. El sentido no se limita a una mutua
ayuda social, ni a una ideología o a un sentimiento de solidaridad.
2 42 (d) Expresión considerada en sí
misma evoca una comida judía, y el que preside, pronuncia una bendición antes
de partir el pan. Pero en el lenguaje cristiano se refiere al rito eucarístico.
Este no se celebraba en el Templo, sino en alguna casa, y no se separaba de una
verdadera comida.
2 42 Las oraciones en común,
presididas por los apóstoles. Adicción: “en Jerusalén, y un gran temor pesaba
sobre todos”.
2 44 Nueva forma de designar a los
cristianos, mediante un participio del verbo “creer” (pisteuontes). Este
uso, ciertamente antiguo manifiesta la importancia (confirmada casi en cada
página de Hechos) que daban los cristianos a su fe en Jesús.
2 46 El gozo que sigue a la fe.
2 47 (b) La salvación en el Juicio
está asegurada para los miembros de la comunidad cristiana. La Iglesia se
identifica de este modo con el “Resto de Israel” (Is 4, 3).
Salmo
responsorial
Salmo 117
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque
es eterna su misericordia.
Diga
la casa de Isael:
eterna
es su misericordia.
Diga
la casa de Aarón:
eterna
es su misericordia.
Digan
los que temen al Señor:
eterna
es su misericordia. R/.
Empujaban
y empujaban para derribarme,
pero
el Señor me ayudó;
el
Señor es mi fuerza y mi energía,
él
es mi salvación.
Escuchad:
hay cantos de victoria
en
las tiendas de los justos. R/.
La
piedra que desecharon los arquitectos
es
ahora la piedra angular.
Es
el Señor quien lo ha hecho,
ha
sido un milagro patente.
Este
es el día que hizo el Señor:
sea
nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
Textos paralelos[3].
¡Diga
la casa de Israel: es eterno su amor!
Sal 115, 9-11:
Israel confía en el Señor: / él es su auxilio y su escudo. // La casa de Aarón
confía en el Señor: / él es su auxilio y su escudo. // Los que temen al Señor
confían en el Señor: / él es su auxilio y su escudo.
Sal 135, 19-20:
Casa de Israel, bendice al Señor; / casa de Aarón, bendice al Señor, // casa de
Leví, bendice al Señor, / los que teméis al Señor, bendecid al Señor.
Mi
fuerza y mi canto es Yahvé.
Ex 15, 2: Mi fuerza
y mi poder es el Señor, / Él fue mi salvación. / Él es mi Dios: yo lo alabaré;
/ el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
Is 2, 2: En los
días futuros estará firme / el monte de la casa del señor, / en la cumbre de
las montañas, / más elevado que las colinas. / Hacia él confluirán todas las
naciones.
La piedra
que desecharon los albañiles
Is 28, 16: Por eso
así dice el Señor, Dios: / “He puesto en Sión como fundamento una piedra, / una
piedra probada, / una piedra angular preciosa, / un fundamento sólido. / Quien
se apoya en ella no vacila.
Za 3, 9: Mirad la
piedra que pongo ante Josué, / es piedra única con siete ojos. / Yo mismo
grabaré su inscripción / – oráculo del Señor del universo –, / y apartaré el
pecado de este país / en un solo día – oráculo del Señor –.
Za 4, 7: ¿Quién
eres tú, gran montaña? Conviértete en llano ante Zorobabel. ¡Él es quien saca
la piedra de remate entre aclamaciones y vivas!
Mt 21, 42: Y Jesús
les dice: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon
los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha
sido un milagro patente”?
Hch 4, 11: Él es la
piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en
piedra angular.
Ef 2, 20: Estáis
edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo
Jesús es la piedra angular.
1 Co 3, 11: Pues
nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo.
Notas exegéticas[4].
118 Este canto cierra el Hallel. Un
invitatorio precede al himno de acción de gracias puesto en labios de la
comunidad personificada, completado en la serie de responsorios recitados por
diversos grupos cuando la procesión entraba en el Templo. El conjunto se utilizó
quizá para la fiesta descrita en Ne 8, 1
118 23 El Templo ha sido
reconstruido. La “piedra angular” (o “clave de la bóveda”), ver Jr 51, 26, que puede
convertirse en “piedra de escándalo” es un tema mesiánico, Is 8, 14.
Segunda lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 3-9
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, por su
gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,
nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible,
intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la
fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a
revelarse en el momento final. Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso
padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más
preciosa que el oro, que, aunque perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio,
gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin
contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y
radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.
Palabra de Dios.
Textos paralelos[5].
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo.
2 Co 1, 3: ¡Bendito sea el Dios
y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo
consuelo!
Ef 1, 3: Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo, / que nos ha bendecido en Cristo / con toda
clase de bendiciones espirituales en los cielos.
1 Pe 1, 25: Pero la palabra del
Señor permanece para siempre. Pues esa es la palaba del Evangelio que se os
anunció.
Mediante la Resurrección
de Jesucristo.
Jn 3, 5: En verdad, en verdad
te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de
Dios.
1 Jn 2, 29: Si sabéis que él es
justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él.
1 Jn 3, 9: Todo el que ha
nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar,
porque ha nacido de Dios.
Rm 1, 4: Constituido Hijo de
Dios en poder según el Espíritu de santidad por la resurrección de entre los
muertos: Jesucristo nuestro Señor.
Col 1, 5: A causa de la
esperanza que os está reservada en los cielos y de la que oísteis hablar cuando
se os anunció la verdad del Evangelio de Dios.
Col 1, 12: Dando gracias a Dios
Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la
luz.
Col 3, 3-4: Porque habéis
muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo,
vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos juntamente con
él.
Mt 6, 18: Para que tu ayuno lo
note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que
ve en lo escondido, te recompensará.
Ef 1, 19: Y cuál la extraordinaria
grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de
su fuerza poderosa.
1 Jn 3, 2: Queridos, ahora
somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que,
cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Notas
exegéticas[6]:
1 3 (a) La fórmula de bendición
heredada del Antiguo Testamento, Gn 14, 20, se ha hecho cristiana: los
beneficios por los que se alaba a Dios se vinculan a la persona de Cristo y sobre
todo a su resurrección.
1 3 (b) Este término no designa aquí
una actitud interior, sino la cosa esperada, como lo indica el paralelismo con “herencia”.
1 4 Término corrientemente empleado
en el AT con referencia a la Tierra prometida. En el NT designa el reino
prometido a los creyentes.
Evangelio.
Lectura del santo evangelio según
san Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el
primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas
cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les
dijo:
-Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó
las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al
Señor. Jesús repitió:
-Paz a vosotros. Como el Padre
me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado
el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le
decía:
-Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
Si no veo en sus manos la señal
de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano
en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra
vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las
puertas, se puso en medio y dijo:
-Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
-Trae tu dedo, aquí tienes mis
manos, trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
-¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
-¿Por qué me has visto has
creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no
están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos
han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y
para que creyendo, tengáis vida en su nombre.
Textos paralelos[7].
Al atardecer de aquel
día, el primero de la semana.
// Mc 16, 14-18: Por último, se
apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su
incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían
resucitado. Y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la
creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea les
acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas
nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les
hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.
// Lc 24, 36-49: Estaban
hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: “Paz
a vosotros·. Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un
espíritu. Y él les dijo: “¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en
vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos
cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por
la alegría, y seguían atónitos, les dijo: “¿Tenéis ahí algo de comer?”. Ellos
le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les
dijo: “Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario
que se cumpliera todo lo escrito en la ley de moisés y en los Profetas y Salmos
acerca de mí”. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las
Escrituras. Y les dijo: “Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de
entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para
el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la
promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta
que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto”.
Entonces se presentó
Jesús.
Jn 14, 27: La paz os dejo, mi
paz os doy; no os la doy como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón
ni se acobarde.
Jn 16, 33: Os he hablado de
esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened
valor: yo he vencido al mundo.
La paz con vosotros.
Lc 24, 16: Pero sus ojos no
eran capaces de reconocerlo.
Los discípulos se
alegraron de ver al Señor.
Jn 15, 11: Os he hablado de
esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Jn 16, 22: También vosotros
ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y
nadie os quitará vuestra alegría.
Como el Padre me envió.
Jn 17, 18: Como tú me enviaste
al mundo, así yo los envío también al mundo.
Mt 28, 19: Id, pues, y haced
discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo.
Mc 16, 15: Y les dijo: “Id al
mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
Dicho esto sopló.
Lc 24, 47: Y en su nombre se
proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos
comenzando por Jerusalén.
Hch 1, 8: En cambio, recibiréis
la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra.
Jn 1, 33: Yo no lo conocía,
pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar
el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”.
Mt 16, 19: Te daré las llaves
del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos,
y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.
Mt 18, 18: En verdad os digo
que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que
desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos.
Tomás, uno de los Doce.
Jn 11, 16: Entonces Tomás,
apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: “Vamos también nosotros y
muramos con él”.
Jn 14, 5: Tomás le dice: “Señor,
no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”.
La paz con vosotros.
Jn 14, 27: La paz os dejo, mi
paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro
corazón ni se acobarde.
Trae tu mano y métela en
mi costado.
Jn 19, 34: Sino que uno de los
soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
Dichosos los que no han
visto y han creído.
Lc 1, 45: Bienaventurada la que
ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén[8].
20 19 Saludo ordinario de los judíos,
ver Jc 19, 20. Este saludo se repite en el v. 21, indicio quizá de una
inserción más tardía de los vv. 20-21, bajo la influencia del relato paralelo
de Lc.
20 20 Lc 24, 39 tiene una perspectiva
más apologética. Aquí se trata de poner de relieve la continuidad entre el Jesús
que ha sufrido y el que está para siempre con ellos. El Señor glorioso de la
Iglesia no es otro que Jesús crucificado.
20 22 El soplo de Jesús simboliza al
Espíritu (en hebreo: soplo) principio de vida. Igual verbo raro que en Gn 2, 7:
Cristo resucitado da a los discípulos el Espíritu que realiza como una
recreación de la humanidad. Poseyendo desde ahora este principio de vida, el
hombre ha pasado de la muerte a la vida y no morirá jamás. Es el principio de
una escatología ya realizada. Para Pablo (al menos en sus primeras cartas),
esta recreación de la humanidad no se producirá hasta la vuelta de Cristo. Jn
hace suya una fórmula tradicional que es necesario entender, en la medida de lo
posible, en el marco de su propia teología: los discípulos perdonarán o
retendrán los pecados en la medida en que prolonguen la misión de Jesús en el
mundo. Las tradiciones católica y ortodoxa piensan que el poder de perdonar los
pecados incumbe a los miembros del colegio apostólico, al que se encomienda, en
comunión con Jesús, la tarea pastoral. Para la tradición reformada, este poder
y esta tarea pastoral compiten a todos los discípulos, es decir, a los creyentes
de todos los tiempos, y no a Pedro en particular o a un determinado orden
sacerdotal. Escuchando su testimonio, los hombres creerán (serán perdonados sus
pecados) o se escandalizarán (se juzgarán a sí mismos; sus pecados les serán
retenidos).
20 24 Esta segunda aparición de Cristo
a los discípulos es literariamente un calco de la primera. Cristo reprocha en
ella a Tomás el no haber creído en el testimonio de los otros discípulos y
haber exigido “ver” para creer. Como Jn 4, 48 este relato se dirige a los
cristianos de la segunda generación.
20 27 Juan, al fin de su evangelio,
vuelve una vez más su mirada de creyente hacia la llaga del costado.
20 28 Esta última confesión de fe del
evangelio asocia los títulos “Señor” y “Dios”. Quizá estamos ante el eco de una
aclamación litúrgica.
20 29 Sobre el testimonio de los Apóstoles,
ver Hch 1, 8.
Notas exegéticas Nuevo Testamento,
versión crítica[9]:
19 Estando candadas… las puertas…
llegó…: el
cuerpo glorioso y “espiritualizado” de Jesús queda fuera de las leyes físicas
del mundo material (cf. 1 Cor 15, 44).
20 Les enseñó… las heridas de las manos y
del costado, signos de identificación; el resucitado es el mismo que
fue crucificado. Y las huellas transfiguradas del sufrimiento anterior ya no
causan tristeza.
21-22 Para la impresión de que
resurrección, ascensión, venida del Espíritu y misión de la Iglesia sucedieron
en el mismo día.
Me envió: el tiempo verbal griego
(perfecto) equivale a “me envió y continúo siendo enviado”.
Sopló: como en una nueva creación, es
necesario “el aliento” (el espíritu) de Dios.
Espíritu Santo: aliento divino, dador de vida
sobrenatural, como el soplo que infundió vida al primer hombre (cf. Gn 2, 7).
Sin duda hay que sobreentender dos artículos determinados en el texto griego (“el
Espíritu el Santo”), usados por Jn otras veces. Jesús comunica el
Espíritu Santo, primeramente para suscitar y reafirmar en ellos la fe en su resurrección
(para que vean, es decir, para que crean), y luego, para hacer que otros
vean, quitando la ceguera del pecado.
23 Es verdad de fe definida que las
palabras de Jesús en estos versículos “hay que entenderlas de la potestad de
perdonar y de retener los pecados en el sacramento de la penitencia” (DS 1703 y
1670). “Atar (retener) y desatar” (cf. Mt 16, 19; 18, 18) se aplican aquí,
concretamente a los pecados.
27-29 Jesús condesciende con las
exigencias de Tomás, sin forzarlo a convencerse. La fe sigue siendo libre.
Mejor: ¡[se] creyente!”.
¡Señor mío…! esta explícita confesión de fe
en la divinidad de Jesús es lit., el Señor mí y el Dios de mí.
Felices los que… sin embargo creen: el Señor “se deja encontrar
por quienes no le exigen pruebas, se revela a los que no desconfían de él” (Sab
1, 2).
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé[10]:
20, 11-18 “Dios permite ser visto y
reconocido por aquellos que son puros de corazón”, enseña san Gregorio de Nisa
(De beatitudinibus, t). María Magdalena fue discípula de Cristo, citada
por Juan por haber sido una de las mujeres al pie de la cruz; Lucas la describe
como si hubiera sido una mujer poseída por el demonio a la que Cristo había
sanado. Su búsqueda sincera de Cristo después de descubrir la tumba vacía fue
recompensada con la aparición de Cristo resucitado. Los discípulos de Cristo
son aquellos que, pese a las debilidades humanas, son curados por él y que se
comprometen a seguirlo, convirtiéndose en testigos de su amor misericordioso.
Cat. 640-641.
20, 14 Debido a su estado glorificado,
María Magdalena no reconoció inmediatamente a Cristo hasta que habló con ella.
Cat 645 y 660.
20, 17 Cristo y sus fieles comparten
indudablemente el mismo Padre. Sin embargo, Cristo es Hijo de Dios por
naturaleza, y nosotros somos sus hijos e hijas de adopción, a través del
bautismo y de la gracia del Espíritu Santo. Cat 443, 654, 660 y 2795.
20, 22-23 Inmediatamente después de la Resurrección,
el último signo de la victoria sobre el pecado y la muerte, Cristo instituyó el
sacramento de la penitencia y la reconciliación otorgando a los Apóstoles y a
sus sucesores el poder de perdonar los pecados en su nombre. Soplando sobre los
Apóstoles – denominado a veces como “El Pentecostés de Juan” – fue un presagio
de la venida del Espíritu Santo. Por lo tanto, ellos recibieron el Espíritu Santo
de Cristo y así están facultados para actuar en su nombre. Para los Apóstoles,
los primeros sacerdotes ordenados, el poder de perdonar los pecados fue una
parte vital en su papel de santificar al pueblo. Al enviarlos al mundo, Jesús
les mandó continuar su misión de curación espiritual a través de los sacramentos
del Bautismo y la Penitencia. Creer en el perdón de los pecados es una
declaración esencial del Credo de los Apóstoles y el Credo de Nicea, que se
rezan en la liturgia de las Iglesia. Cat. 730, 858, 976, 1287, 1485-1488.
20, 24-29 La obstinada incredulidad de
Tomás mostró cómo incluso algunos de los discípulos de Cristo tuvieron
dificultades para creer que había resucitado de entre los muertos. ¡Señor mío y
Dios mío!: la exclamación de Tomás fue no solo una expresión del
reconocimiento, sino también la adoración. A través de los ojos de la fe, los
cristianos son capaces de reconocer a Cristo vivo en la Eucaristía. Cat. 448,
643-645, 659 y 1381.
20, 30 Juan explica aquí sus
intenciones al escribir el Evangelio. Como testigo presencial de la vida de
Cristo, desea desafiar a sus lectores con una narrativa convincente que llevará
al lector a creer en Jesús como Cristo, el Hijo de Dios. Su Evangelio – y por
extensión los otros Evangelios – no es una historia o biografía completa de
Cristo ya que hay muchas cosas que no se presentan aquí, como Juan dejó bien
claro. Lo que aparece está escrito con el fin de inspirar fe en el lector más
que el hecho de ser biografía comprensiva. Cat. 105, 124-126, 442 y 514.
Juan de Ávila. Sermón
de Jueves Santo.[11]:
Sicut me misit (cf. Jn 20, 21). No fue desamor
de mi Padre, ni mío, enviaros a predicar mi nombre, poneros a fuerza e violencia
del mundo. Para un gran hecho gran ayuda. Accipe Spiritum Sanctum (Jn 20, 23). Extraña largueza, que aquel poder que hasta aquel
punto ante Dios quería dar a entender que Dios le tenía, no usó de él: que un
hombre pueda abrir e cerrar el cielo[12].
Ansí, llamándole Cristo: ¡Ven
acá! - ¡Oh Señor mío! (cf. Jn 20, 28). Es lo que veo Dios. Confieso,
creo e adoro. ¡Oh bondad de Dios inmensa! Como trata de ganar, gana a todos. A
mí, a mí. No hay palabra baldía. Él, como águila, trata cosas subidas:
regeneración doblada investigación[13].
Y a quien le pareciere pequeña
la autoridad de ellos, oiga la palabra de Cristo nuestro Redemptor, que dice: Cuyos
pecados perdonáredes, serán perdonados; y los que retuvieredes, serán retenidos
(Jn 20, 23). En las cuales palabras instituyó el santísimo sacramento de la
Penitencia, por el cual son ven perdonados a los que vienen dispuestos, no sólo
los mortales, más aún los veniales; que muy mal se engañaron los que pensaron
que los pecados veniales no son materia del santísimo sacramento de la
Penitencia. Si dijeran que no son materia necesaria, acertaran en ello; más si
se confiesan, verdaderamente obran en ellos las llaves y la verdad de este
santísimo sacramento; de manera que comprehenden en aquellas palabras de Cristo
nuestro Señor, cuyos pecados perdonáredes, serán perdonados, aunque no
se digan veniales[14].
Así que no habéis de querer ver
nada, sino procura de ser fiel en creer que no faltará la palabra de Jesucristo,
porque más vale creer que ver (cf. Jn 20, 29)[15]
Comentarios
patrísticos[16]:
Pedro Crisólogo. Sermones,
84, 2.2.
Era de noche, más por la
tristeza que por la hora. Era noche para las mentes obscurecidas por la sombría
nube de la tristeza y la pesadumbre, porque, aun cuando la noticia de su
resurrección les había dado una tenue claridad, sin embargo el Señor todavía no
había brillado con todo el resplandor de su luz.
Máximo el Confesor. Capítulos sobre el conocimiento,
2, 46.17.
Con el saludo de su paz les infunde ánimos y
tranquilidad, a la vez que les concede el Espíritu Santo.
Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Juan 12,
1.19.
Saluda a sus discípulos con estas palabras: “Paz
a vosotros”, definiéndose a sí mismo como la paz. En efecto, los que están cerca
de Cristo gozan de la paz y de la tranquilidad de espíritu. Es lo mismo que auguraba
Pablo a los fieles cuando decía: “La paz de Dios, que supera toda inteligencia,
guarde vuestros corazones y vuestras inteligencias” (Flp 4, 7). En efecto, la
paz de Cristo supera toda inteligencia, no es cosa distinta de su Espíritu, que
colma con toda clase de bienes a los que participan de Él. ´
Pedro Crisólogo. Sermones.84, 6.7.
Yo os envío no con la autoridad del que
manda, sino con todo el afecto con el que yo os amo. Os envío a soportar el
hambre, a sufrir el peso de las cadenas, la aspereza de la cárcel, a
sobrellevar toda clase de penas, a sufrir una muerte execrable por todos: todas
las cosas que la caridad, no el poder, impone a las almas humanas.
Gregorio Magno. Homilías sobre los Evangelios, 2,
26, 8-9.55
Causa mucha alegría lo que sigue: “Bienaventurados
los que sin haber visto hayan creído”. Sentencia en la que, sin duda, estamos
señalados nosotros, que confesamos con el alma al que no hemos visto en la
carne. Sí, en ella estamos significados nosotros, pero con tal que nuestras
obras se conformen con nuestra fe, porque quien cumple en la práctica lo que
cree, ese es el que cree en verdad.
[1] Biblia de Jerusalén. DDB.
Bilbao. 2019.
[2] Ib.
[3] Biblia de Jerusalén. DDB.
Bilbao. 2019.
[4] Ib.
[5] Biblia de Jerusalén. DDB.
Bilbao. 2019.
[6] Biblia de Jerusalén.
DDB. Bilbao. 2019.
[7] Indicaciones Biblia de Jerusalén.
DDB. Bilbao. 2019. Texto Sagrada Biblia,
versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
[8] Biblia de Jerusalén. DDB.
Bilbao. 2019.
[9] Iglesias González, M. Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego. BAC. Madrid.
2017.
[10] Biblia Didaje con comentarios
del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016. Textos copiados de
www.vatican.va
[11] San Juan de Ávila. Obras
Completas 3, Sermones. BAC. Madrid. 2015.
[12] San Juan de Ávila. Martes
de Pascua. 1. O.C. Pg. 227
[13] Ib.
[14] San Juan de Ávila. Santísimo
Sacramento. 6. O.C. Pg. 657.
[15] San Juan de Ávila. En
la infraoctava del Corpus, 25. O.C. Pg. 553.
[16] Merino Rodríguez, M. La
Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento 1ª. Evangelio
según san Mateo (1-13) . Ciudad Nueva. Madrid. 2004.
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