martes, 7 de julio de 2020

Domingo XV. 12 de julio de 2020.


Lectura de la profecía de Isaías 55, 10-11  
Esto dice el Señor:
Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí bacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo.
Palabra de Dios.

Textos paralelos[1].
 Para que dé simiente al sembrador.
2 Co 9, 10: El que proporciona semilla al que siembra y da pan para comer proporcionará y multiplicará vuestra semilla y aumentará los frutos de vuestra justicia.
Así será la palabra de mi boca.
Jn 1, 1: En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
No tornará a mí de vacío.
Sb 18, 14-15: Cuando un silencio apacible lo envolvía todo / y la noche llegaba a la mitad de su carrera, / tu palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real, / cual guerrero implacable, sobre una tierra condenada al exterminio; / empuñaba la espada afilada de tu decreto irrevocable.
Pues realizará lo que me he propuesto.
Za 1, 5-6: ¿Dónde están vuestros padres? Y los profetas, ¿vivirán para siempre? ¡Ay! ¿No es verdad que mis palabras y mandatos que les di por medio de mis siervos los profetas hicieron mella en vuestros padres y se convirtieron diciendo: “El Señor del universo nos ha tratado como había pensado, según nuestro comportamiento y nuestras acciones?”.
Am 8, 11: Vienes días – oráculo del Señor Dios – / que enviaré hambre al país: / no hambre de pan, ni sed de agua, / sino de escuchar las palabras del Señor.

Notas exegéticas[2].
55 Última exhortación a participar en los bienes de la nueva alianza y a convertirse mientras aún hay tiempo.
55 11 La palabra de Yahvé es semejante a un mensajero que no vuelve hasta cumplir con su misión. Está personificada cono en otro lugar la Sabiduría, Pr 8, 22, o el Espíritu, Is 11, 2.


Salmo responsorial
Sal 65 (64), 10-14

R/. La semilla cayó en tierra buena, y dio fruto.


Tú cuidas la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales. R/.

Así preparas la tierra.
Riegas los surcos,
igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes. R/.

Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría. R/.

Las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan. R/.

 Textos paralelos[3].

Te ocupas de la tierra y la riegas.
Jl 2, 22: No temáis fieras del campo, / pues florecen las dehesas, / y los árboles dan su producto, / la higuera y la viña dan su fruto.
Is 30, 23: Te dará lluvia para la semilla / que siembras en el campo, / y el grano cosechado en el campo / será abundante y suculento; / aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas.
Is 30.25: En toda alta montaña, / en toda colina elevada / habrá canales y cauces de agua / el día de la gran matanza, cuando caigan las torres.
Lv 26, 4: Yo os mandaré lluvias a su tiempo, para que la tierra dé sus cosechas y el árbol del campo su fruto.
Coronas el año con tus bienes.
Am 9, 13: Vienen días – oráculo del Señor – / cuando se encontrarán el que ara con el que siega, / y el que pisa la uva con quien esparce la semilla, / las montañas destilarán mosto / y las colinas se derretirán.
Las colinas se adornan de alegría.
Sal 96, 12: Vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, / aclamen los árboles del bosque.
Los valles se cubren de trigales.
Is 44, 23: Exultad, cielos, porque el Señor ha actuado, / aclamad profundidades de la tierra, / romped en gritos de júbilo, montañas, / el bosque con todos sus árboles, / porque el Señor ha rescatado a Jacob, / ha manifestado su gloria en Israel.
Entre gritos de júbilo y canciones.
Sal 66, 1: Aclamad al Señor, tierra entera.

 Notas exegéticas[4].
 65 Después de un año fértil y de abundantes aguas, el pueblo da gracias al Creador. La primera parte, vv. 2-9, recuerda a Isaías por sus perspectivas universalistas. La segunda, vv. 10-14, con cambio de ritmo en el v. 11, es una entusiasta descripción de la primavera judaita.
65 10 El poeta evoca las cámaras altas del cielo, donde están los depósitos de las aguas, y no el río simbólico de Sión.
65 12 El carro divino recorre la tierra dándole fertilidad.
65 14 Lit. “dan gritos de gozo, incluso cantan”.

Segunda lectura.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-23
Hermanos:
Considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto. Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios.

Textos paralelos[5].
 Los sufrimientos del tiempo no se pueden comparar con la gloria.
Sb 3, 5: Sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes bienes, / porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de él.
Rm 5, 2-5: Por lo cual hemos obtenido, además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
2 Co 4, 17: Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve, en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.
La creación entera espera ansiosa.
Col 3, 3-4: Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos juntamente con él.
1 Jn 3, 2: Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
La caducidad no espontáneamente.
Gn 3, 17: A Adán le dijo: “Por haber hecho caso a tu mujer / y haber comido del árbol del que te prohibí, / maldito el suelo por tu culpa: / comerás de él con fatiga mientras vivas: / brotará para ti cardos y espinas, / y comerás hierba del campo.
Gn 6, 20: De cada especie de aves, de ganados y de reptiles de la tierra, entrará una pareja contigo para conservar la vida.
Os 4, 3: Por eso está de luto el país, / y languidecen sus habitantes, / junto con los animales del campo / y las aves del cielo. / ¡Sí hasta los peces desaparecen del mar!
Pues sabemos que la creación entera viene gimiendo.
2 P 3, 12-13: Mientras esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios. Ese día los cielos se disolverán incendiados y los elementos se derretirán abrasados. Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia.
Ap 21, 1: Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.
Anhelando la liberación de nuestro cuerpo.
2 Co 5, 2-5: Y, de hecho, en esta situación suspiramos anhelando ser revestidos de la morada que viene del cielo, si es que nos encuentran vestidos y no desnudos. Pues los que vivimos en esta tienda suspiramos abrumados, por cuanto no queremos ser desvestidos sino sobrevestidos para que lo mortal sea absorbido por la vida; y el que nos ha preparado para esto es Dios, el cual nos ha dado como garantía el Espíritu.
Flp 3, 20-21: Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Rm 3, 24: Y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús.
Rm 7, 24: ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias a Dios por Jesucristo nuestro Señor!
Notas exegéticas[6]:
8 19 El mundo material, creado para el hombre, participa de su mismo destino. Maldito a causa del pecado del hombre, actualmente se halla en un estado violento: “caducidad” , cualidad de orden moral ligada al pecado del hombre, “esclavitud de la corrupción”, cualidad de orden físico. Mas, como el cuerpo del hombre, destinado a la gloria, también él es objeto de redención: también él tendrá su parte en la “libertad” del estado glorioso. La filosofía griega quería liberar el espíritu de la materia considerada como mala, el cristianismo libera la materia misma. Igual extensión de la salvación al mundo no humano (especialmente el mundo angélico).
8 20 Es decir, probablemente, el hombre por su pecado. Otros: Dios por su autoridad vindicativa; o también, Dios como creador.
8 21 Probablemente el mismo sentido, que “caducidad” del verso previo.
8 23 Adicción: “la adopción filial”, que aquí tendrá matiz escatológico.

Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-23
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas:
-Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta. El que tenga oídos, que oiga.
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:
-¿Por qué les hablas en parábolas?
Él les contestó:
-A vosotros se os ha dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo; son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure. Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron. Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador: si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces y es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe. Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo sembrado en tierra significa el que escucha la palabra y la entiende: ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno.

Textos paralelos[7].
 // Mc 4, 1-2: Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar.
//  Lc 8, 4: Habiéndose reunido una gran muchedumbre y gente que salía de toda la ciudad, dijo en parábola.
Aquel día salió Jesús de casa.
Mc 2, 13: Salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba.
Y les habló muchas cosas en parábolas.
Mc 3, 9: Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
// Mc 4, 3-9: “Escuchad: salió el sembrador a sembrar, al sembrar algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron y no dio grano. El resto cayó en tierra buena, nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del setenta o del ciento por uno. Y añadió: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.
// Lc 8, 5-8: “Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron y los pájaros del cielo se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, y, después de brotar se secó por falta de humedad. Otra parte cayó entre abrojos, y los abrojos, creciendo al mismo tiempo, la ahogaron. Y otra parte cayó en tierra buena, y, después de brotar, dio fruto al ciento por uno”. Dicho esto, exclamó: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.
Otras cayeron en pedregal.
Si 40, 15: La estirpe de los impíos tiene pocas ramas, / las raíces impuras solo encuentran piedra áspera.
Entre abrojos.
Jb 31, 40: ¡que en vez de trigo dé espinas; / en vez de cebada, ortigas!
Otra setenta.
Jn 15, 8: Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
Jn 15, 16: No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé.
El que tenga oídos, que oiga.
Mt 11, 15: El que tenga oídos, que oiga.
Sus discípulos se acercaron.
// Mc 4, 10-12: Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaron el sentido de las parábolas. Él les dijo: “A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”.
// Mc 4, 25: Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se el quitará hasta lo que tiene.
// Lc 8, 9-10: Entonces le preguntaron los discípulos qué significaba esa parábola. Él les dijo: “A vosotros se os ha otorgado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.
// Lc 8, 18: Mirad, pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.
¿Por qué hablas en parábolas?
Mt 11, 25: En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños”.
 A quien no tiene se le quitará hasta lo que tiene.
Mt 25, 29: Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.
Pr 11, 24: Hay quien es generoso y se enriquece, / quien ahorra injustamente y se empobrece.
Jr 5, 21: Oíd bien lo que voy a decir, / gente insensata, sin juicio / (tienen ojos y no ven, / oídos, pero no escuchan).
Mc 8, 18: ¿Tenéis ojos y no veis, tenéis oídos y no oís=
Lc 19, 42: Mientras decía: “¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Oír, oiréis, pero no entenderéis.
Is 6, 9-10: Él me dijo: “Ve y di a la gente: “Por más que escuchéis no entenderéis, por más que miréis, no comprenderéis. Embota el corazón de esta gente, endurece su oído, ciega sus ojos: que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su corazón no entienda, que no se convierta y sane”.
Jn 12, 40: Ha cebado sus ojos y ha endurecido sus corazones, para que no vean con sus ojos y entiendan en su corazón y se conviertan y los cure.
Hch 28, 26: Ve a este pueblo y dile: / oiréis con el oído pero no entenderéis, / miraréis con los ojos pero no veréis.
Pero dichosos vuestros ojos.
// Lc 10, 23-24: Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron”.
Os aseguro que muchos profetas y justos.
Lc 17, 22: Dijo a sus discípulos: “Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis”.
Jn 8, 56: Abraham, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría.
Ef 3, 5: Que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.
1 P 1, 10-12: Sobre esta salvación estuvieron explorando e indagando los profetas / que profetizaron sobre la gracia destinada a vosotros / tratando de averiguar a quien y a qué momento apuntaba / el Espíritu de Cristo que había en ellos / cuando atestiguaba por anticipado la pasión del Mesías / y su consiguiente glorificación. / Y se les reveló que no era en beneficio propio, sino en el vuestro / por lo que administraban estas cosas / que ahora os anuncian quienes os proclaman el Evangelio / con la fuerza del Espíritu Santo enviado desde el cielo. / Son cosas que los mismos ángeles desean contemplar.
// Mc 4, 13-20: Y añadió: “¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta y del sesenta o del ciento por uno.
// Lc 8, 11-15: El sentido de la parábola es este: la semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al oír, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Los que cayó entre abrojos son los que han oído, pero dejándose llevar por los afanes, riquezas y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto maduro. Los de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia.
Viene el Maligno.
Dt 30, 14: El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas.
Jn 6, 63: El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida.
El que oye la palabra y de momento la recibe con alegría.
1 Ts 1, 6: Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santo.
Entre abrojos:
Jr 4, 3-4: Esto dice el Señor / a los habitantes de Judá y Jerusalén: / Roturad bien los campos, / no sembréis entre cardos. / Circuncidaos en el nombre del Señor, / quitad el prepucio de vuestros corazones, / habitantes de Judá y Jerusalén, / no sea que estalle mi cólera / como fuego; arda y no haya quien la extinga / a causa de vuestras malas acciones.
El que fue sembrado en tierra buena.
Si 1, 21: El temor del Señor aleja los pecados, / el que persevera aleja la cólera.
Produce: uno ciento.
Jn 15, 8: Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
Jn 15, 16: No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo de.
Ga 5, 22: En cambio, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad.

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén[8].
13 1 Esta expresión estereotipada es una simple transición, sin valor cronológico.
13 3 (a) A las dos parábolas que tiene en común con Mc y Mt añade otras cinco, poniendo así siete. No se trata de simples comparaciones extraídas de la vida diaria para ilustrar una enseñanza. Son relatos cuya composición y vocabulario remiten a la propia vida de Jesús. En este sentido, pueden ser calificados alegóricos.
13 3 (b) Más que una enseñanza sobre el contraste entre el comienzo y final la parábola concierne al rendimiento de la semilla según los terrenos: tres terrenos estériles y una tierra buena con un triple rendimiento. Jesús anuncia un acontecimiento escatológico: han sido inaugurados los últimos tiempos, ha tenido lugar el encuentro entre el germen y la tierra (Za 6, 12-13). Hay dos interpretaciones principales: 1. confianza en el fruto final a pesar de los fracasos actuales. 2. llamada a ser una buena tierra que haga fructificar la simiente sembrada.
13 9 Adicc.: “para oír”. Igualmente 11,15 y 13, 43.
13 11 La expresión “misterios del Reino” era conocida en la apocalíptica del tiempo de Jesús y designaba las disposiciones ocultas de Dios respecto al final de los tiempos. En los evangelios solo aparecen aquí y alude al Reino en cuanto tal (a los discípulos se les concede el conocimiento del Reino), o bien al misterio o secreto de Jesús como inaugurador del Reino.
13 12 A las almas bien dispuestas se les dará, además de la antigua alianza, el perfeccionamiento de la nueva; a las almas mal dispuestas se les quitará hasta lo que tienen.
13 13 Endurecimiento voluntario y culpable que causa y explica la retirada de la gracia. Todos los relatos preceden, preparan el discurso parabólico, ilustrando este endurecimientos. A estos espíritus oscurecidos, a los que la plena luz sobre el carácter humilde y oculto del verdadero mesianismo no haría sino cegar más no les podrá dar Jesús más que una luz tamizada por los símbolos: luz a medias que también será una gracia, una invitación a pedir mejor y recibir más.
13 19 Este extraño giro proviene de una cierta confusión en la interpretación de la parábola que identifica a los hombres unas veces con los diversos terrenos que reciben más o menos bien la Palabra, otras con la semilla misma, de mejor o peor calidad, que produce treinta, sesenta o cien.

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica[9].
10 Lit. y habiéndose acercado los discípulos dijeron a él.
11 SE OS HA CONCEDIDO (Voz pasiva “teológica”: “Dios os ha concedido”.
A ELLOS: a los demás, a los que no pertenecen al grupo de discípulos.
14-15 AQUELLA PROFECÍA: lit. la profecía. // Con frase popular: en el pecado llevan la penitencia, es decir, el que voluntariamente se cierra a Dios tiene el castigo en su misma obcecación: Dios no podrá curar la ceguera ni la sordera de ese “corazón embotado”.
15-17 QUE VEN… QUE ESCUCHAN: o porque ven… porque escuchan.
18 OÍD LA PARÁBOLA: oíd lo que significa la parábola. En hebreo hay un término específico para “significar” o “significado”; por eso, el verbo ser llena ese cometido, como equivalente de “significar”, o “representar”, o “estar representados”.
19 Antes que el oyente entienda, EL MALVADO, siempre activo, le ROBA la Palabra; le hace “oír sin entender”.
21 ENSEGUIDA CAE: más lit., con un helenismo que entró en nuestra lengua: enseguida se escandaliza.

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé[10].
13, 1-53 Cristo habló a menudo en forma de parábolas, contando historias con imágenes o metáforas para ilustrar los misterios del reino de Dios. A través de estas parábolas, Cristo nos instruyó para que reflexionáramos sobre la naturaleza del reino de Dios y cómo crece dentro de nosotros. La parábola del sembrador describe cómo aquellos que reciben a Cristo de todo corazón crecerán en santidad y darán bu9enos frutos, mientras que aquellos que rechazan o no aceptan plenamente la Palabra no darán frutos. Cat. 546 y 1724.
13, 11 Cristo explica los “secretos del reino de los cielos” a sus elegidos en privado. Dios quiere que todos los hombres se salven, y por eso Cristo habla a toda la multitud. Pero habla con el lenguaje sapiencial de las parábolas, que exige del oyente un ejercicio de inteligencia, que es una llamada a la libertad humana para que despierte. Hay quien “no tendrá oídos para oír”. Hay quien no aceptará la mediación de los elegidos, de los discípulos, de la Iglesia a la que se le ha confiado el depóstio (Cat. 84, 787 y 546). El hecho de no aceptar la mediación, de no querer oír, hace que el pecador se endurezca más en el pecado.
13, 12 El apego a la riqueza material y a los asuntos temporales nos puede distraer de buscar a Cristo y dirigir nuestra atención a la voluntad de Dios. Para ser fecundos, tenemos que responder a Dios en la fe y escuchar su palabra. Cat. 29 y 1153.
13, 23 Aquellos que reciben la palabra de Dios darán fruto según sus buenas disposiciones. Cat. 1802.

San Jerónimo[11].
1.2. Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió mucha gente junto a él. El pueblo no podía entrar en la casa de Jesús ni estar allí donde los apóstoles escuchaban los misterios. Por eso el Señor compasivo y misericordioso sale de su casa y se sienta junto al mar de este siglo para que las multitudes se reunan junto a él, escuchen en la orilla lo que no merecían oír en el interior.
3. Les habló muchas cosas en parábolas. Y observemos que no dijo todo en parábolas, sino muchas cosas. Pues si hubiera dicho todo en parábolas, los pueblos se retirarían sin provecho. Mezcla lo oscuro con lo claro, para que eso mismo que comprenden los incite a querer conocer lo que no comprenden.
Una vez salió el sembraron a sembrar. Estaba adentro, permanecía en su casa, exponía los misterios a sus discípulos. Por eso el que siembra la palabra de Dios salió de su casa para sembrar en las multitudes. El sentido es: el sembrador que siembra es el Hijo de Dios y siembra en los pueblos la palabra del Padre.
9. El que tenga oídos para oír, que oiga. Cada vez que se nos exhorta con esta expresión, se nos incita a esforzarnos por comprender sus palabras.
16. Pero felices vuestros ojos, porque ven y vuestros oídos porque oyen. Yo pienso que los ojos felices son los que pueden conocer los misterios de Cristo, porque son invitados por Jesús a levantarse hacia lo alto para ver la resplandeciente blancura de sus cosechas y son felices los oídos de los que habla Isaías: El Señor me ha dado un oído (Is 50, 4).
19. Todo el que oye la palabra del Reino y no la comprende. Con este preámbulo nos exhorta a escuchar más diligentemente su palabra.
Viene el maligno y arrebata lo sembrado en su corazón. El maligno arrebata la buena semilla. Al mismo tiempo, entiéndelo, la semilla fue sembrada en el corazón y las tierras diversas son las almas creyentes.
22. El que fue sembrado entre espinas. Todo el que se entrega a los placeres y cuidados de este mundo, comerá el pan celestial y el verdadero alimento entre espinas. Y la seducción de las riquezas ahora la palabra. Pues las riquezas son seductoras, pero una cosa son sus promesas y otra sus efectos. Su posesión es inestable, zarandeadas de aquí para allá, con marcha incierta, abandonan a quienes las poseen o colman a quienes no las tienen. Por eso el Señor afirma que los ricos difícilmente entrarán en el Reino de los cielos, ya que las riquezas ahogan la palabra de Dios y debilitan el rigor de las virtudes.
23. Pero el que fue sembrado en tierra buena es el que oye la palabra y la comprende; este produce fruto. Así como había tres variedades en la tierra mala: junto al camino, lugares pedregosos y lugares espinosos, así también hay tres variedades en la tierra buena: produce ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno. Los que reciben la semilla son los corazones tanto de los incrédulos como de los creyentes. Por segunda y  tercera vez dice: Este es el que escucha la palabra. También en la explicación de la tierra buena, este es el que escucha la palabra. Por tanto primero debemos escuchar, luego entender y después de haber entendido producir el fruto de la enseñanza, y dar cien, sesenta o treinta.

San Agustín[12].
Lo único que nos atañe es no ser camino, no ser piedras, no ser espinos, sino tierra buena.  No sea camino donde el enemigo, cual ave, arrebate la semilla pisada por los transeúntes; ni pedregal donde la escasez de la tierra haga germinar pronto lo que luego no puede soportar el calor del sol; ni zarzas que son las ambiciones terrenas y los cuidados de una vida viciosa y disoluta. Estírpense las espinas, prepárense el campo, siémbrese la semilla, llegue la hora de la recolección, suspírese por llegar al granero y desaparezca el temor al fuego.

San Juan de Ávila.
 El que tuviere oídos que oya. Cuando el Señor nos manda tener atención, mucho hay que mirar[13].


[1] Biblia de Jerusalén. DDB. Bilbao. 2019.
[2] Ib. 
[3] Biblia de Jerusalén. DDB. Bilbao. 2019.
[4] Ib. 
[5] Biblia de Jerusalén. DDB. Bilbao. 2019. 
[6] Biblia de Jerusalén. DDB. Bilbao. 2019.  
[7] Indicaciones Biblia de Jerusalén. DDB. Bilbao. 2019. Texto Sagrada Biblia, versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.  
[8] Biblia de Jerusalén. DDB. Bilbao. 2019.
[9] Iglesias González, M. Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego. BAC. Madrid. 2017.
[10] Biblia Didaje con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016. Textos copiados de www.vatican.va 
[11] Jerónimo. Comentario al evangelio de Mateo. Editorial Ciudad Nueva. Madrid. 1999. Pgs. 135-140.
[12] Agustín. Comentarios a las lecturas litúrgicas (N.T.). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986. Pg. 1046.
[13] San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015. Domingo I de Adviento, 2. Pg. 22

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