martes, 24 de octubre de 2023

Domingo 30 tiempo ordinario. 29 de octubre de 2023.

 


Primera lectura.

Lectura del libro del Éxodo 22, 20-26

Esto dice el Señor:

No maltratarás ni oprimirás al emigrante, pues emigrantes fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. No explotarás a viudas ni a forasteros. Si los explotas y gritan a mí, yo escucharé su clamor, se encenderá mi ira y os mataré a espada; vuestras mujeres quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos. Si prestas dinero a alguien de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.

 

Textos paralelos.

 No maltratarás al forastero.

Ex 12, 48: La misma ley vale para el indígena y para el inmigrante que vive con vosotros.

Lv 19, 33: Cuando un emigrante se establezca con vosotros en vuestro país, no lo oprimiréis.

Dt 10, 18s: Hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al emigrante, dándole pan y vestido.

Dt 24, 17s.: No defraudarás el derecho del emigrante y del huérfano ni tomarás en prenda las ropas de la viuda; recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que allí te redimió el Señor, tu Dios; por eso yo te mando hoy cumplir esta ley. Cuando sigues la mies de tu campo y olvides en el suelo una gavilla, no vuelvas a recogerla; déjasela al emigrante, al huérfano y a la viuda, y así bendecirá el Señor todas tus tareas. Cuando varees tu olivar, no repases las ramas; déjaselas al emigrante, al huérfano y a la viuda. Cuando vendimies tu viña, no rebusques los racimos; déjaselos al emigrante, al huérfano y a la viuda. Acuérdate que fuiste esclavo en Egipto; por eso yo te mando hoy cumplir esta ley.

Dt 27, 19: ¡Maldito quien defraude de sus derechos / al emigrante, al huérfano y a la viuda!

Si lo vejas y claman a mí, yo escucharé su clamor.

Is 1, 17: Cesad de obrar mal, / aprended a obrar bien; / buscad el derecho, / enderezad al oprimido; / defended al huérfano, / proteged a la viuda.

Si tomas en prenda el manto de tu prójimo.

Dt 24, 10-13: Si haces un préstamo cualquiera a tu hermano, no entres en su casa a recobrar la prenda; espera afuera, y el prestatario saldrá a devolverte la prenda. Y si es pobre, no te acostarás sobre la prenda; se la devolverás a la caída del sol, y así él se acostará sobre su manto y te bendecirá, y tuyo será el mérito ante el Señor, tu Dios.

Dt 24, 17: No defraudarás el derecho del emigrante y del huérfano ni tomarás en prenda las ropas de la viuda.

 

Notas exegéticas.

22 25 En las ruinas de la fortaleza de Mesad Hasbavyabu situada cerca de Yavne-Yam (entre Jaifa y Asdod), se descubrió un texto del siglo VII a.C., en el que un segador reclama a un oficial de justicia el manto que le había sido confiscado: “Tu siervo había segado y ya había terminado, y esos días antes del sabbat entrojaba el grano:… entonces llegó Hoshayahu, hijo de Shobay, y tomó el manto de tu siervo, cuando había terminado mi siega. Hace ya varios días que tomó el manto de tu siervo, y todos mis hermanos podrán ser testigos, ellos que siegan conmigo durante el calor (de la siega) … Verdaderamente soy inocente de toda culpa. Haz, pues, que me sea devuelto el manto”.  

 

Salmo responsorial

Salmo 17, 1-4.47.51b

 

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza. R/.

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;

Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.  R/.

 

Dios mío, peña mía, refugio mío,

escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.

Invoco al Señor de mi alabanza

y quedo libre de mis enemigos. R/.

 

Viva el Señor, bendita sea un Roca,

sea ensalzado mi Dios y Salvador:

Tú diste gran victoria a tu rey,

tuviste misericordia de tu ungido. R/.

 

Textos paralelos.

Yahvé, mi roca y mi baluarte.

Gn 49, 24: Pero el arco se les queda rígido / y les tiemblan manos y brazos / ante el Campeón de Jacob, / el Pastor y Piedra de Israel.

Dt 32, 4: Él es la Roca, sus obras son perfectas, / sus caminos son justos; / es un Dios fiel, sin maldad, / es justo y recto.

Dt 32, 15: Como Jacob hasta saciarse, / engordó mi cariño, y tiró coces / -estabas gordo y cebado y corpulento – / y rechazó a Dios creador: / deshonró a su Roca salvadora.

Dt 32, 18: ¡Despreciaste a la Roca que te engendró, / y olvidaste al Dios que te dio a luz!

Dt 32, 37: Dirá: “¿Dónde están sus dioses / o la roca donde se refugiaba?”

Dt 33, 17: Bello como cría de vaca, / con grandes cuernos de búfalo, / con ellos embestirá a los pueblos / y acosará a los confines de la tierra. / Así son las miríadas de Efraín, / así son los millares de Manasés.

Invoco a Yahvé, digno de alabanza.

Lc 1, 69: Nos ha suscitado una eminencia salvadora / en la Casa de David, su siervo.

¡Viva Yahvé, bendita mi Roca!

Sal 18, 47: ¡Viva el Señor, bendita sea mi Roca! ¡Sea ensalzado mi Dios y Salvador!

 

Notas exegéticas.

18 Esta oda triunfal se compone de una oración de acción de gracias, vv. 5-28, y un cántico real de victoria, vv. 23-51, con final mesiánico. La recensión paralela de 2 S 22 permite corregir el texto, a menudo defectuoso.

18 2 Verso omitido en manuscrito hebreo y colocado en 2 S 22 al final del v. 3. Lo unimos al v. 2, que es el único donde se habla a Dios en segunda persona.

18 3 (a) Los salmos llaman frecuentemente a Yahvé la Roca de Israel: baluarte de sus fieles y, ante todo, del linaje davídico. Ver Mt 16, 18.

18 3 (b) Lit. “cuerno”, símbolo de poder y de vigor, a veces con alcance mesiánico.

18 51 Final litúrgico que recuerda las promesas de victoria y salvación hechas a la dinastía davídica.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1, 5c-10

Hermanos:

Sabéis cómo nos comportamos entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. No solo ha resonado la palabra del Señor en Macedonia y en Acaya desde nuestra comunidad, sino que además vuestra fe en Dios se ha difundido por doquier, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la visita que os hicimos: cómo os convertisteis a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir, aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.

 

Textos paralelos.

 Os hicisteis imitadores nuestros y del Señor.

2 Ts 3, 7: Y así hermanos, en medio de necesidades y tribulaciones nos consuela vuestra fe.

Mt 13, 20-21: El sembrado en terreno pedregoso es el que escucha el discurso y lo acoge enseguida con gozo; pero no echa raíz y resulta efímero. Llega la tribulación o persecución por el mensaje, y falla.

Hch 17, 1-9: Atravesando Anfípolis y Apolonia llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga judía. Según costumbre, Pablo se dirigió a ella y, durante tres sábados, discutía con ellos, citando la Escritura, explicándola y mostrando que el Mesías tenía que padecer y resucitar al tercer día, y que ese Jesús que les anunciaba era el Mesías. Alguno de ellos se dejaron convencer y se asociaron a Pablo y Silas; también gran número de prosélitos, griegos y no pocas mujeres influyentes. Llenos de envidia, los judíos reclutaron algunos maleantes del arroyo, amotinaron a la plebe y perturbaron el orden de la ciudad y se presentaron en casa de Jasón con el intento de hacer comparecer a Pablo y Silas ante la asamblea del pueblo. Al no encontrarlos, arrastraron a Jasón y algunos hermanos a la presencia de los magistrados. Y grietaron: “Estos, que han revuelto el mundo, se han presentado aquí y Jasón los ha acogido. Todos estos actúan contra los edictos del emperador y afirman que hay otro rey, Jesús”. Al oírlo, la multitud y los magistrados se asustaron, exigieron una caución [garantía o protección prestada a alguien, rae.es] a Jasón y los soltaron.

Rm 14, 17: El reinado de Dios no consiste en comidas ni en bebidas, sino en la justicia y la paz y el gozo del Espíritu Santo.

Ga 5, 22-23: Por el contrario el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio propio. Contra eso no hay ley que valga.

Partiendo de vosotros, en efecto, ha resonado la palabra del Señor.

2 Co 9, 2: Nos consta de vuestra buena disposición y presumo de ella ante los macedonios, diciéndoles que Acaya está preparada desde el año pasado y que vuestro fervor ha espoleado a muchos más.

Vuestra fe en Dios.

Rm 1, 8: Ante todo, por medio de Jesucristo, doy gracias a mi Dios por todos vosotros, porque vuestra fe se anuncia en todo el mundo.

Convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos.

Hch 3, 19: Arrepentíos y convertíos para que se os borren los pecados.

Hch 14, 15: Hombres, ¿qué hacéis? Nosotros somos hombres, de vuesgtra misma condición, y os anunciamos que hay que abandonar los ídolos para convertirse al Dios vivo, que hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto contienen.

Para servir al Dios vivo y verdadero.

Jr 10, 10: En cambio, el Señor / es Dios verdadero, / Dios vivo y rey de los siglos: / bajo su cólera tiembla la tierra, / las naciones no soportan su ira.

1 Ts 4, 16-17: Pues el Señor mismo, al sonar una orden, a la voz del arcángel y al toque de la trompeta divina, bajará del cielo; entonces resucitarán primero los cristianos; después nosotros, los que quedemos vivos, seremos arrebatados con ellos en nubes por el aire, al encuentro del Señor, y así estaremos siempre con el Señor.

Resucitó de entre los muertos y que nos salva de la ira venidera.

Mt 3, 7: Al ver que muchos fariseos y saduceos acudían a que los bautizase, les dijo: “¡Raza de víboras! ¿Quién os ha enseñado a escapar de la condena que se avecina?

Rm 1, 17: En ella se manifiesta esa justicia de Dios que libera exclusivamente por la fe. Según aquel texto El que es justo por creer salvará la vida.

Rm 2, 5-6: Con tu contumacia y tu corazón impenitente te acumulas la cólera para el día de la cólera, cuando se pronunciará la justa sentencia de Dios, que pagará a cada uno según sus obras.

 

Notas exegéticas.

1 5 Variante: “el evangelio de Dios” o “de nuestro Dios”. – El Evangelio no es solamente la predicación, es toda la economía nueva de la salvación. Ga 1, 6 (b), cuya eficacia asegura el Espíritu.

1 6 (a) Los tesalonicenses han imitado a Cristo y a los apóstoles porque, como ellos, han sufrido a causa del Evangelio (1 Co 4, 16). Más tarde (2, 14) les dirá Pablo que ellos han imitado a las iglesias de Judea, es decir, que también han sufrido la persecución a causa del Evangelio. Se ve, pues, que en los primeros escritos paulinos, “imitar” no significa “tratar de reproducir las actitudes o las virtudes morales de alguien”. Para el discípulo de Cristo se trata de aceptar la condición de “Siervo sufriente”, que fue la de Jesús: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Jn 15, 20).

1 6 (b) El término “palabra” (lógos) adquirió sentido técnico en la literatura cristiana primitiva. Aparece varias veces en los evangelios, especialmente en la explicación de la parábola del sembrador y en textos relacionados con ella. Sin complemento es casi sinónimo de “Evangelio”. El término es precisado con frecuencia mediante un complemento: “palabra de Dios” o “palabra del Señor”, indicando así el origen divino de la palabra dirigida a los hombres por otros hombres. Pablo trata aquí el mismo tema que los sinópticos en la explicación de la parábola del sembrador: la palabra solo da fruto entre quienes la acogen con alegría, a pesar de los sufrimeintos y las persecuciones. Tal actitud de adhesión total únicamente es posible si esta palabra es reconocida como palabra de Dios, y no sola como una palabra sobre dios, con la que algunos predicadores podrían expresar sus propias convicciones religiosas.

1 7 Macedonia y Acaya eran dos provincias de la administración romana de Grecia. La expresión equivale, pues, a “Grecia entera”.

1 8 Aun teniendo en cuenta la exageración, se entiende de que la vida de los cristianos, conforme al Evangelio, asegura por sí misma la difusión de su fe: es una forma de la palabra de Dios.

1 10 Los vv. 9-10 parecen recapitular en un resumen muy denso frases repetidas en la predicación. Dos datos centrales constituían el evangelio predicado por Pablo: una vigorosa afirmación del monoteísmo y una cristología que insistía en el retorno del Señor resucitado. – Nótese el título “su Hijo” aplicado a Jesús desde la primera carta de Pablo.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

-Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?

Él le dijo:

-Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él;: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas.

 

Textos paralelos.

 

Mateo 22, 34-40:

Marcos 12, 28-31:

Lucas 10, 25-28:

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y

 

uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

 

 

-Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?

 

 

 

 

 

Él le dijo:

-Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero.

 

 

El segundo es semejante a él;: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

 

En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas.

 

 

 

 

Un letrado que oyó la discusión y apreció lo acertado de la respuesta se acercó y le preguntó:

 

 

-¿Cuál es el mandamiento más importante?

 

 

 

 

 

 

Respondió Jesús:

-El más importante es: Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es uno solo. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas tus fuerzas.

 

El Segundo es: Amarás al prójimo como a ti mismo.

 

No hay mandamiento mayor que estos.

 

 

 

 

En esto un jurista se levantó y, para ponerlo a prueba, le preguntó:

 

 

 

-Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

 

 

Le contestó:

-¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué es lo que lees?

 

Replicó:

-Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, con toda el alma, con toda la mente,

 

 

 

 

 y al prójimo como a ti mismo.

 

 

 

Le respondió:

-Has respondido correctamente: hazlo y vivirás.

 

 

 .

 

Mas los fariseos al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos.

// Jn 13, 34-35: Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado así unos a otros. En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros.

¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley?

Dt 6, 5: Amarás al Señor, tu Dios, con toda el alma, con todas las fuerzas.

Jos 22, 5: Cumplid a la letra los mandatos y leyes que os dio Moisés, siervo del Señor: amar al Señor, vuestro Dios, caminar por sus sendas, cumplir sus mandamientos y adherirse a él, sirviéndole con todo el corazón y toda el alma.

Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Lv 19, 18: No serás vengativo ni guardarás rencor a tus ciudadanos. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.

Lv 19, 33-34: Cuando un emigrante se establezca con vosotros en vuestro país, no lo oprimiréis

Rm 13, 8-10: No tengáis deudas con nadie, si no es la del amor mutuo. Pues el que ama al prójimo tiene cumplida la ley. De hecho, el no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás y cualquier otro precepto, se resume en este: Amarás al prójimo como a ti mismo.

Gn 5, 14: Pues la ley entera se cumple con un precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

 

Los dichos de Jesús. Documento Q.

Q 6, 27 Amad a vuestros enemigos.

Q 6, 28 Orad por los que os [persiguen].

Q 6, 29 [A quien te abofetee] en la mejilla, presénta[le] también la otra.

Q 6, 30 Al que te pide, dale; y [a quien te pida prestado] no le reclames [lo tuyo].

Q 6, 31 Tratad a los demás como queréis que ellos os traten a vosotros.

Q 6, 36 Sed compasivos como… vuestro Padre es compasivo.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

22 35 (a) En Mt los vv. 35-40 forman parte de los relatos de conflictos de Jesús con sus adversarios. En Mc y en Lc el carácter polémico está más mitigado. La originalidad de este sumario evangélico sobre la ley no está en las ideas del amor a Dios y al prójimo conocidas en el Antiguo Testamento, sino en el hecho de que Jesús las relaciona dándoles la misma importancia y, sobre todo, en la simplificación y la concentración de toda la ley en estos dos mandamientos.

22 35 (b) Adicción: “un legista”, tomado sin duda de Lc 19, 25.

22 39 Estos dos preceptos del amor a Dios y al prójimo se hallan igualmente unidos en la Didajé 1, 2, que podría recoger así un tratado judío sobre Dos Caminos. – Las palabras “como a ti mismo” significan que hay que amar al prójimo totalmente “con todo el corazón” (v. 37). No hay que ver aquí una recomendación a amarse antes a uno mismo para amar después o igualmente al prójimo.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

34 TODOS A UNA: en un grupo; o todos en el mismo sitio. Cf. la expresión “estaban unidos”, en Hch 2, 44-45.

35 EXPERTO EN LA LEY: sinónimo de escriba (cf. Hch 5, 21), según algunos, su categoría era inferior a la de maestros de la ley o profesor (nomodidáskalos).

36 MÁS IMPORTANTE: lit. grande (lo mismo que en el v. 38); es un semitismo – “el más grande”; grado positivo de comparación, en vez de superlativo –. Es, también, lenguaje de escuela teológica en el rabinismo. Hay mandamientos “graves” (=grandes) y “leves” (=pequeños).

37 DIJO: lit. decía.

39 [EL] SEGUNDO mandamiento no es igual ni equivalente al primero, sino PARECIDO a él; ¡el primero siempre es el primero!

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

22, 34-40 Los fariseos preguntan a Cristo cuál es el precepto más importante (había 613 preceptos en la ley judía). Cristo no menciona ninguno de los diez mandamientos, sino el gran precepto del amor, que presupone fidelidad a los diez mandamientos. Los mandamientos sólo pueden tener verdadero significado cuando están iluminados por los dos grandes mandamientos del amor. Cat. 1824, 2055 y 2083.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

1824 Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 9).

2055 Cuando le hacen la pregunta: “¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley?” (Mt 22, 36), Jesús responde: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los profetas” (Mt 22, 37-40). El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la Ley: “En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud”. (Rm 13, 9-10).

2083 Jesús resumió los deberes del hombre para con Dios en estas palabras: “Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22, 37). Estas palabras siguen inmediatamente a la llamada solemne: “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Dt 6, 4). Dios nos amó primero. El amor del Dios único es recordado en la primera de las “diez palabras”. Los mandamientos explicitan a continuación la respuesta de amor que el hombre está llamado a dar a su Dios.

 

Concilio Vaticano II

El mandamiento de la ley es amor a Dios de todo corazón y al prójimo como a uno mismo (cf. Mt 22, 37-40). Cristo hizo suyo este mandamiento de la caridad al prójimo y lo enriqueció con un nuevo sentido al hacerse una sola cosa con los hermanos en cuanto objeto de amor, pues dijo: “Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40. El mismo, asumiendo la naturaleza humana, unió consigo a todo el genero humano mediante cierta solidaridad sobrenatural, hasta constituir como una familia, e hizo de la caridad el signo distintivo de sus discípulos, pronunciando estas palabras: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis mutuamente” (Jn 13, 35).

Apostolicam actuositatem, 8.

En lo más profundo de su conciencia, el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándolo siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia está la dignidad humana y según la cual será juzgado (cf. Rm 2, 14-16). La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella (cf. Pío XII, 1952). Por la conciencia, se conoce de un modo admirable aquella ley cuyo cumplimiento consiste en el amor a Dios y al prójimo (cf. Mt 22, 37-40; Gal 5, 14). La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver en la verdad tantos problemas morales como surgen, sea en la vida individual, sea en las relaciones sociales. Cuanto mayor es el predominio de la conciencia recta, tanto más las personas y los grupos se apartan del arbitrio ciego y se esfuerzan por adaptarse a las normas objetivas de la moralidad.

Gaudium et spes 16.

 

San Jerónimo.

34-37 Cuando los fariseos se enteraron… Son adversarios entre ellos, pero se ponen de acuerdo para tentar a Jesús. Lo que un poco más arriba habían sido confundidos, cuando les pidió que le mostraran un denario, al ver derribado al partido contrario, deberían de haber advertido, con ese ejemplo, que ya no debían tender trampas, pero la mala voluntad y la envidia nutrían su descaro.

No le pregunta sobre los mandamientos sino cuál es el primero y el más grande de los mandamientos. Como todos los mandamientos de Dios son grandes, cualquiera fuera la respuesta, encontrarían pretexto para calumniarlo, afirmando que entre todos, otro era el mayor. El que sabe y pregunta, no por deseo de aprender sino por afán de averiguar si sabe el que debe responder, a semejanza de los fariseos viene no como discípulo sino como tentador.

 

San Agustín.

Los tres primeros mandamientos de la ley de Dios se refieren a Dios mismo; al hombre los siete restantes. Si amas a Dios no adorarás a ningún otro ni tomarás en vano su nombre, y le dedicarás el sábado para que descanse en ti cuando te hace descansar. Si, por el contrario, amas al prójimo, honrarás a tus padres y no adulterarás, ni matarás, ni dañarás a nadie con tu falso testimonio, ni robarás, ni desearás la mujer o los bienes de cualquier otra persona. Y por ello, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.

No te envió a cumplir muchos preceptos: ni siquiera diez, ni siquiera dos; la sola caridad los cumple todos. Pero la caridad es doble: hacia Dios y hacia el prójimo. Hacia Dios, ¿en qué medida? Con todo. ¿A qué se refiere ese todo? No al oído, o a la nariz, o a la mano, o al pie. ¿Con qué puede amarse de forma total? Con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente. Amarás la fuente de la vida con todo lo que en ti tiene vida. Si, pues, debo amar a Dios con todo lo que en mí tiene vida, ¿qué me reservo para poder amar a mi prójimo? Cuando se te dio el precepto de amar al prójimo no se te dijo: “con todo el corazón, con toda el alma y con toda tu mente”, sino como a ti mismo. Has de amar a Dios con todo tu ser, porque es mejor que tú, y al prójimo como a ti mismo, porque es lo que eres tú.

Diciéndote que ames a tu Dios con todo tu ser, se te dio al mismo tiempo la norma de cómo has de amarte a ti mismo. ¿Quieres amarte a ti mismo? Ama a Dios con todo tu ser, pues allí te encontrarás a ti, para que no te pierdas en ti mismo. Si te amas a ti en ti, has de caer también de ti y larga ha de ser tu búsqueda fuera de ti.

Sermón 179 A, 3-5. Pg. 1457.

 

San Juan de Ávila.

12. Manda Dios que le amemos con todo nuestro corazón y con toda nuestra voluntad, y con todas nuestras fuerzas (Mt 22. 37); y mi corazón que me ame a mí y no cure de Dios ni de los prójimos. Dice Dios Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 29), y dice mi corazón que no me humille a nadie ni me subjete.

Plática 16. A las monjas de Zafra. OC I. Pg. 894.

Esta es palabra más frecuente en su boca, y debía de ser en su corazón, como hombre tan bien enseñando de su Maestro, que dijo: Que nos amásemos unos a otros como él nos amó.

Entre todos los mandamientos le llama Dios a este “mi mandamiento”: Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros (Jn 15, 12). Ésta es la palabra que más veces repetía San Juan, y no nos haría mal a nosotros, los predicadores, que desprendiésemos de este glorioso evangelista y apóstol a encomendar a las gentes este mandamiento: que en gran manera tengan cuenta con él.

Lecciones sobre 1 San Juan, 21.OC II. Pg. 296.

Siendo el mandamiento de amor a Dios mayor y primero, ¿por qué nos encomienda Dios con tanta eficacia que amemos al prójimo, y le llama: Este es nmi mandamiento? ¿Por qué?”. No sin causa: por la dificultad que en él hay. Porque donde hay más dificultad, es más razón que se pongan más fuerzas; adonde hay más estorbos para pasar adelante, allí es menester mayor amonestación y fuerzas. No se encomienda tanto el amor del prójimo porque sea mayor mandamiento que el mandamiento de amar a Dios, sino por más dificultoso. ¿Había un hombre de correrse [avergonzarse, confundirse, rae.es] en que le dice Dios: “Yo te mando que me ames como Señor?”. “¿Qué menester yo que me mandéis Vos que os ame, y que me amenacéis si no os amo? ¿Y eso había yo menester, teniendo tanta razón de os amar? ¿Qué soy yo tan tibio y tan desamorado para con vos, que hay menester que me mandéis que os ame? ¡Afréntome yo de eso!”.

Bastábamos a nosotros saber quién es Dios, para derretirnos en su amor. Esto no era menester que Dios nos lo mandase. Mas amar al prójimo, es menester que Dios nos lo mande una y muchas veces; que nos amenace si no lo hacemos, porque el prójimo es cosa pesada y va el amor hacia él repugnante. Las corrientes del amor son a bondad o a la hermosura, o al bienhechor. El prójimo no tiene esto; o, ya que tenga alguna cosa, no es perfectamente. “¿Cómo amaré al prójimo que no tiene bondad, o si la tiene es poquita? Y si es feo, ¿cómo lo amaré? ¿Y si me hace mal, ¿cómo le haré bien? ¿Cómo le podré amar por esas dificultades que en él hay y otras?”. ¡Lo encarga Dios tanto! Por muy escrupuloso que seáis, no hallaréis cosa en Dios que os estorbe en amar. […] Si ama un hombre la tierra, es terreno; si la vanidad, es hecho vano; y si a Dios amas, dijo San Agustín, “oso decir que Dios eres por participación”.

Lecciones sobre el evangelio de San Juan. 21. OC II. Pgs. 299-300

Amarás a Dios con toda tu ánima (Mt 22, 37); quiere decir con la parte sensitiva. ¿Mucho os parece que es poner nosotros la vida por nuestros prójimos? Mayor cosa es ponerla Dios por nosotros. ¡Cómo miramos lo que Dios nos pide y nos parece cosa recia, y no miramos lo que Él nos dio! Amónos Dios tanto, tan de verdad, que en testimonio que nos quería bien puso su vida por nosotros. Porque supo de había de haber gente tan desconfiada de la misericordia de Dios, quiso morir por nosotros para matar a nuestros enemigos. Como Sansón, que, cuando murió, mató a todos sus enemigos (cf. Jue 16, 30). Muchos filisteos mató Sansón viviendo, pero más mató muriendo. Cristo murió y, muriendo, mató a todos nuestros enemigos, que son lso pecados. ¡Qué prueba nos dio para tener confianza! Desconfiar los hombres de la misericordia de Dios, después de la muerte de Cristo, blasfemias grandes. No pidáis a Dios cositas, ni penséis que os ha de negar lo que le pidiéredes: que, pues os dio lo mucho, que es su vida, no os negará lo poco.

Lecciones sobre 1 San Juan (I). Lección 27. Pg. 306.

Luego, si Dios puso su vida por mí, ¿qué mucho es que la ponga yo por mis prójimos, por los cuales Él también la puso? Mas, porque no miramos lo que Él hizo, sino lo que nos manda, hácenos recio; que, si cuando nos dicen que amemos a nuestros prójimos hasta poner la vida por ellos, mirásemos que el mesmo que eso manda lo hizo primero por nosotros, no parecería tan áspero.

Lecciones sobre 1 San Juan (II). Lección 22. OC II. Pg. 438.

Haz de hacer con él lo que querrías que hiciesen por ti. Quien quisiere contentar a Dios esto ha de hacer, esta luz ha menester tener.

Lecciones sobre 1 San Juan (I). Lección 4. OC II. Pg. 128.

Aunque el amor de Dios sea mayor, no falta causa para encargar y encomendar tanto el del prójimo por la mayor dificultad que tiene de ser cumplida. Que amar a Dios no parece hacerle fuerza ninguna al corazón, porque se va naturalmente a él como a su corriente, por las grandes razones que se muestran en Dios de bondad y de ser deseado. Lo cual todo convida al corazón humano y tira por él que lo ame: tanto, que es grandísima vergüenza de los hombres ver que haya mandamiento, y debajo de pena o de galardón, para amar a Dios. En esto se muestra grandísimamente la miseria humana. Esta fuerza a ser amando no hay en el prójimo: no es la razón tan violenta, en el cual hay tantas cosas malas y pesadas y recias de sufrir. Y ansí parece correr de nuestro corazón el amor al prójimo hacia arriba y muy forzado. Por lo cual fue menester encomendarlo tanto, y animar y esforzar mucho a él, como a cosa dificultosísima; y ansí lo es, que no es pequeño don de Dios el amor del prójimo. Mas Dios de si mesmo se está amando. Que no era menester decir, sino “Dios hay”, para que nunca las criaturas racionales lo dejaran de amar; porque todo cuanto en Él hay es amable, y ninguna cosa hay en su divino ser que no sea amable.

Lecciones sobre 1 San Juan (II). Lección 21. OC II. Pg. 434.

En esto conocemos la caridad y amor de Dios: en que puso su ánima por nosotros. De ahí pendent leges et prophetae (Mt 22, 40). Pues esto hizo Dios con nosotros, debemos nosotros poner nuestras vidas por nuestros hermanos.

Lecciones sobre 1 San Juan (I). Lección 22. OC II. Pg. 311.

Ley es creer y amar. Ve ahí toda la ley y profetas (Mt 22, 40); y quien guarda los mandamientos de Dios, está en él.

Lecciones sobre 1 San Juan (I). Lección 24. OCII. Pg. 340.

 Amar a Dios con todo el corazón es amalle con toda nuestra voluntad y querer; amalle con todo nuestro entendimiento es con todo nuestro pensar y entender; y amalle con toda nuestra ánima es con todos nuestros sentidos (porque “anima” en la Sagrada Escriptura quiere decir esta parte sensitiva), que quiere decir que amemos a Dios, hermanos, con el ver y con el oír, con el hablar y con el andar: esto es amar a Dios con toda su ánima. Y añade otro evangelista: con todas tus fuerzas, que quiere decir que ames a Dios, hermano, con la casa, con la viña, con el dinero y con toda vuestra hacienda, que esto es todas tus fuerzas.

23. Domingo 17 después de Pascua. 2. OC III. Pg. 279.

No os engañe nadie; ninguno tiene más santidad de cuanto es junto con el Santo de los santos, que es Dios; y ninguno se junta con él sino por el amor, y quien más ama, más junto está. Y esta es la piedra con que el soberano Artífice toca los corazones de los hombres, y es la señal con que Él, como el águila, examina a sus verdaderos hijos, recibiendo por suyos a los [que], confortados los ojos del ánima con los resplandecientes y encendidos rayos que de Dios a ellos descienden, imitaren según su manera al dechado de su amor infinito, que es Dios, no espantándose ni teniendo por imposible su mandamiento, en que manda amemos a Dios pues él primero nos amó (Dt 6, 5; Mt 22, 37; 1 Jn 4, 10). Mi mandamiento es éste, que os améis unos a otros, así como yo os amé (Jn 15, 12). De donde parece que, pues Jesucristo nuestro Señor es más cercano, en cuanto hombre, a la Divinidad, fuego infinito de amor, y tiene alteza sobre todos los hombres y sobre todos los ángeles, ha de ser mayor que todos ellos en el amor, pues lo es en la santidad y en la cercanía con Dios. Y así como a uno que mucho sabe le llaman Sabiduría, así a Él le llaman Amor, solo porque, según Dios, le tiene mayor que se puede pensar.

30. En la Infraoctava del Corpus, 2. OC III. Pg. 643.

Acaece muchas veces, en el bien obrar; que muchas veces tenemos una pereza, una mala gana de hacer una buena obra, y cuando la comenzamos envíanos Dios devoción y buenos propósitos; y por eso ninguno, aunque tibio se sienta, aunque pesado, deje de hacer buenas obras, porque es Dios tan misericordioso, que quien a Él se llega no le deja frío ni hambriento. Los que se dan muchas veces a la oración, experimenten esto y verán cuán gran verdad es; que se llegan hambrientos a la mesa de Dios y van hartos.

Amad a Dios más que a vos, y a vuestro prójimo como a vos mismo: que si vos deseáis ir al cielo, des[e]éis que él vaya; si deseáis que Dios os perdone, desead también que le perdone a él. Y regla general os doy: mirad, lo que querríades que con vos se hiciese y cómo os tratasen los otros, y si errábades contra algún prójimo, querríades que os perdonase, y haced así a vuestro prójimo y así lo amaréis.

22. Domingo 12 después de Pentecostés, 10. OC III. Pg. 268.

Cosa es digna de consideración y de llorar cómo siendo el mandamiento de la caridad del prójimo semejable al mandamiento de amar a Dios (cf. Mt 22, 39), y siguiendo después, lo haya hecho el descuido y desamor de los hombres de tan poca estima, que no sólo no lo anteponen a los otros, pero aun no lo igualan, y ponen a la postre [a lo último, al fin, rae.es] de todos.

36. Vísperas del Corpus, 30. OC III. Pg. 459.

 

San Oscar Romero. Homilía.  

Comunidad de vida, comunidad de fe, comunidad de amor y caridad. No nos apartemos de allí, esta es nuestra Iglesia. Pero desde su vida, desde su caridad, desde su fe, la Iglesia no puede adormecerse ante tantas injusticias. Y precisamente porque es comunidad de vida, de fe y de amor de Dios que exige como prueba de ese amor, el amor y la justicia entre los hombres, tiene que ser una Iglesia que reclama, a pesar de caer repugnante. Tiene que ser una Iglesia que no pone su confianza en las fuerzas de la tierra, y por eso inmediatamente nos acercamos al altar de Jesucristo, allí está El, vida eterna en el cual creemos, del cual vivimos, en El esperamos, por eso estamos en Misa.

Acerquémonos ya, pues, al altar del Señor... Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso...

Homilía 22 de octubre de 1978.

 

Papa Francisco. Ángelus. 25 de octubre de 2020.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la página evangélica de hoy (cfr. Mt 22, 34-40), un doctor de la Ley pregunta a Jesús cuál es «el mandamiento mayor» (v. 36), es decir el mandamiento principal de toda la Ley divina. Jesús responde sencillamente: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (v. 37). Y a continuación añade: «El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 39).

La respuesta de Jesús retoma y une dos preceptos fundamentales, que Dios ha dado a su pueblo mediante Moisés (cfr Dt 6, 5; Lv 19, 18). Y así supera la trampa que le han tendido para «ponerle a prueba» (v. 35). Su interlocutor, de hecho, trata de llevarlo a la disputa entre los expertos de la Ley sobre la jerarquía de las prescripciones. Pero Jesús establece dos fundamentos esenciales para los creyentes de todos los tiempos, dos fundamentos esenciales de nuestra vida. El primero es que la vida moral y religiosa no puede reducirse a una obediencia ansiosa y forzada. Hay gente que trata de cumplir los mandamientos de forma ansiosa o forzada, y Jesús nos hace entender que la vida moral y religiosa no puede reducirse a una obediencia ansiosa y forzada, sino que debe tener como principio el amor. El segundo fundamento es que el amor debe tender juntos e inseparablemente hacia Dios y hacia el prójimo. Esta es una de las principales novedades de la enseñanza de Jesús y nos hace entender que no es verdadero amor de Dios el que no se expresa en el amor al prójimo; y, de la misma manera, no es verdadero amor al prójimo el que no se deriva de la relación con Dios.

Jesús concluye su respuesta con estas palabras: «De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas» (v. 40). Esto significa que todos los preceptos que el Señor ha dado a su pueblo deben ser puestos en relación con el amor de Dios y del prójimo. De hecho, todos los mandamientos sirven para realizar, para expresar ese doble amor indivisible. El amor por Dios se expresa sobre todo en la oración, en particular en la adoración. Nosotros descuidamos mucho la adoración a Dios. Hacemos la oración de acción de gracias, la súplica para pedir alguna cosa…, pero descuidamos la adoración. Adorar a Dios es precisamente el núcleo de la oración. Y el amor por el prójimo, que se llama también caridad fraterna, está hecho de cercanía, de escucha, de compartir, de cuidado del otro. Y muchas veces nosotros descuidamos el escuchar al otro porque es aburrido o porque me quita tiempo, o de llevarlo, acompañarlo en sus dolores, en sus pruebas… ¡Pero siempre encontramos tiempo para chismorrear, siempre! No tenemos tiempo para consolar a los afligidos, pero mucho tiempo para chismorrear. ¡Estad atentos! Escribe el apóstol Juan: «Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve» (1 Jn 4, 20). Así se ve la unidad de estos dos mandamientos.

En el Evangelio de hoy, una vez más, Jesús nos ayuda a ir a la fuente viva y que brota del Amor. Y tal fuente es Dios mismo, para ser amado totalmente en una comunión que nada ni nadie puede romper. Comunión que es un don para invocar cada día, pero también compromiso personal para que nuestra vida no se deje esclavizar por los ídolos del mundo. Y la verificación de nuestro camino de conversión y de santidad está siempre en el amor al prójimo. Esta es la verificación: si yo digo “amo a Dios” y no amo al prójimo, no va bien. La verificación de que yo amo a Dios es que amo al prójimo. Mientras haya un hermano o una hermana a la que cerremos nuestro corazón, estaremos todavía lejos del ser discípulos como Jesús nos pide. Pero su divina misericordia no nos permite desanimarnos, es más nos llama a empezar de nuevo cada día para vivir coherentemente el Evangelio.

Que la intercesión de María Santísima nos abra el corazón para acoger el “mayor mandamiento”, el doble mandamiento del amor, que resume toda la ley de Dios y de la que depende nuestra salvación.

 

Papa Francisco. Ángelus. 29 de octubre de 2017.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

 

En este domingo la liturgia nos presenta un pasaje evangélico breve, pero muy importante (cf. Mateo 22, 34-40). El evangelista Mateo cuenta que los fariseos se reúnen para poner a prueba a Jesús. Uno de ellos, un doctor de la ley, le dirige esta pregunta: «Maestro ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» (v. 36). Es una pregunta insidiosa, porque en la ley de Moisés se mencionan más de seiscientos preceptos. ¿Cómo distinguir, entre todos esos, el gran mandamiento? Pero Jesús no duda y responde: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente». Y añade: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». (vv. 37.39)

Esta respuesta de Jesús no se da por sentada, porque, entre los múltiples preceptos de la ley judía, los más importantes eran los diez Mandamientos, comunicados directamente por Dios a Moisés, como condiciones del pacto de alianza con el Pueblo. Pero Jesús quiere hacer entender que sin el amor por Dios y por el prójimo no hay verdadera fidelidad a esta alianza con el Señor. Tú puedes hacer muchas cosas buenas, cumplir tantos preceptos, tantas cosas buenas, pero si tú no tienes amor, eso no sirve.

Lo confirma otro texto del Libro del Éxodo, llamado «código de la alianza», donde se dice que no se puede estar en la Alianza del Señor y maltratar a aquellos que gozan de su protección. Y, ¿quiénes son estos que gozan de su protección? Dice la Biblia: la viuda, el huérfano y el extranjero, el migrante, es decir las personas más solas e indefensas. (cf. Éxodo 11, 20-21). Respondiendo a aquellos fariseos que le habían preguntado, Jesús intenta también ayudarles a poner orden en su religiosidad, a reestablecer aquello que verdaderamente cuenta y aquello que es menos importante. Dice Jesús: «De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas» (Mateo 22, 40). Son los más importantes y los demás dependen de estos dos. Y Jesús vivió precisamente así su vida: predicando y obrando aquello que verdaderamente cuenta y es esencial, es decir, el amor. El amor da impulso y fecundidad a la vida y al camino de fe: sin amor, tanto la vida como la fe permanecen estériles.

Aquello que Jesús propone en esta página evangélica es un ideal estupendo, que corresponde al deseo más auténtico de nuestro corazón. De hecho, hemos sido creados para amar y ser amados. Dios, que es amor, nos ha creado para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo y para amar con Él a todas las demás personas. Este es el «sueño» de Dios para el hombre. Y para realizarlo necesitamos de su gracia, necesitamos recibir en nosotros la capacidad de amar que proviene de Dios mismo. Jesús se ofrece a nosotros en la Eucaristía precisamente por esto. En ella nosotros recibimos a Jesús en la expresión máxima de su amor, cuando Él se ofreció a sí mismo al Padre para nuestra salvación. Que la Virgen Santa nos ayude a acoger en nuestra vida el «gran mandamiento» del amor de Dios y del prójimo. De hecho, incluso si lo conocemos desde que éramos niños, no terminaremos nunca de convertirnos a ello y de ponerlo en práctica en las diversas situaciones en las que nos encontramos.

 

Papa Francisco. Ángelus. 26 de octubre de 2014.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy nos recuerda que toda la Ley divina se resume en el amor a Dios y al prójimo. El evangelista Mateo relata que algunos fariseos se pusieron de acuerdo para poner a prueba a Jesús (cf. 22, 34-35). Uno de ellos, un doctor de la ley, le hizo esta pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?» (v. 36). Jesús, citando el libro del Deuteronomio, le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero» (vv. 37-38). Y hubiese podido detenerse aquí. En cambio, Jesús añadió algo que no le había preguntado el doctor de la ley. Dijo: «El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 39). Tampoco este segundo mandamiento Jesús lo inventa, sino que lo toma del libro del Levítico. Su novedad consiste precisamente en poner juntos estos dos mandamientos —el amor a Dios y el amor al prójimo— revelando que ellos son inseparables y complementarios, son las dos caras de una misma medalla. No se puede amar a Dios sin amar al prójimo y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios. El Papa Benedicto nos dejó un bellísimo comentario al respecto en su primera encíclica Deus caritas est, (nn. 16-18).

En efecto, el signo visible que el cristiano puede mostrar para testimoniar al mundo y a los demás, a su familia, el amor de Dios es el amor a los hermanos. El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no porque está en la cima de la lista de los mandamientos. Jesús no lo puso en el vértice, sino en el centro, porque es el corazón desde el cual todo debe partir y al cual todo debe regresar y hacer referencia.

Ya en el Antiguo Testamento la exigencia de ser santos, a imagen de Dios que es santo, comprendía también el deber de hacerse cargo de las personas más débiles, como el extranjero, el huérfano, la viuda (cf. Ex 22, 20-26). Jesús conduce hacia su realización esta ley de alianza, Él que une en sí mismo, en su carne, la divinidad y la humanidad, en un único misterio de amor.

Ahora, a la luz de esta palabra de Jesús, el amor es la medida de la fe, y la fe es el alma del amor. Ya no podemos separar la vida religiosa, la vida de piedad del servicio a los hermanos, a aquellos hermanos concretos que encontramos. No podemos ya dividir la oración, el encuentro con Dios en los Sacramentos, de la escucha del otro, de la proximidad a su vida, especialmente a sus heridas. Recordad esto: el amor es la medida de la fe. ¿Cuánto amas tú? Y cada uno se da la respuesta. ¿Cómo es tu fe? Mi fe es como yo amo. Y la fe es el alma del amor.

En medio de la tupida selva de preceptos y prescripciones —a los legalismos de ayer y de hoy— Jesús abre una brecha que permite distinguir dos rostros: el rostro del Padre y el del hermano. No nos entrega dos fórmulas o dos preceptos: no son preceptos y fórmulas; nos entrega dos rostros, es más, un solo rostro, el de Dios que se refleja en muchos rostros, porque en el rostro de cada hermano, especialmente en el más pequeño, frágil, indefenso y necesitado, está presente la imagen misma de Dios. Y deberíamos preguntarnos, cuando encontramos a uno de estos hermanos, si somos capaces de reconocer en él el rostro de Dios: ¿somos capaces de hacer esto?

De este modo Jesús ofrece a cada hombre el criterio fundamental sobre el cual edificar la propia vida. Pero Él, sobre todo, nos donó el Espíritu Santo, que nos permite amar a Dios y al prójimo como Él, con corazón libre y generoso. Por intercesión de María, nuestra Madre, abrámonos para acoger este don del amor, para caminar siempre en esta ley de los dos rostros, que son un rostro solo: la ley del amor.

 

Homilía Chat GPT (Inteligencia Artificial).

En su homilía sobre el doble mandamiento, un predicador o sacerdote podría abordar varios puntos importantes:

El amor a Dios: Destacar la importancia de amar a Dios con todo nuestro ser, lo que implica dedicar tiempo a la oración, la adoración y la obediencia a Sus mandamientos. Resaltar que el amor a Dios debe ser la base de nuestra relación con Él.

El amor al prójimo: Explicar cómo amar al prójimo como a uno mismo implica mostrar compasión, empatía y hacer el bien a los demás. Esto se relaciona con la ética cristiana y la importancia de cuidar de nuestros semejantes.

La interconexión de ambos mandamientos: Comprender que estos dos mandamientos están intrínsecamente relacionados. El amor a Dios nos motiva a amar a nuestro prójimo, y amar a nuestro prójimo es una forma de expresar nuestro amor por Dios.

Cumplimiento de la Ley y los profetas: Resaltar cómo estos dos mandamientos resumen toda la Ley y los profetas, lo que significa que si vivimos de acuerdo con estos mandamientos, cumplimos con la voluntad divina de Dios.

Desafíos en la vida cotidiana: Reconocer que amar a Dios y al prójimo puede ser un desafío en la vida diaria, pero es un llamado fundamental para los cristianos. Discutir formas prácticas de vivir estos mandamientos en la vida cotidiana.

El ejemplo de Jesús: Mencionar cómo Jesús fue un modelo perfecto de estos mandamientos en su propia vida y enseñanzas, y cómo podemos aprender de Su ejemplo.

En resumen, una homilía sobre el doble mandamiento se centra en la importancia de amar a Dios y al prójimo como los mandamientos más fundamentales en la vida cristiana y cómo vivir de acuerdo con ellos puede transformar nuestras vidas y comunidades.

 

Francisco. Catequesis.  La pasión por la evangelización: el zelo apostólico del creyente. 23. San Carlos de Foucauld, corazón palpitante de caridad en la vida oculta.. 18 de octubre de 2023.

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Proseguimos nuestro encuentro con algunos cristianos testigos, ricos de celo en el anuncio del Evangelio. El celo apostólico, el celo por el anuncio: nosotros estamos repasando algunos cristianos que han sido ejemplo de este celo apostólico. Hoy quisiera hablaros de un hombre que ha hecho de Jesús y de los hermanos más pobres la pasión de su vida. Me refiero a san Carlos de Foucauld el cual, «desde su intensa experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos» (Cart. enc. Fratelli tutti, 286).

¿Y cuál ha sido el “secreto” de Carlos de Foucauld, de su vida? Él, después de haber vivido una juventud alejada de Dios, sin creer en nada si no en la búsqueda desordenada del placer, lo confía a un amigo no creyente, al que, después de haberse convertido acogiendo la gracia del perdón de Dios en la Confesión, revela la razón de su vivir. Escribe: «He perdido mi corazón por Jesús de Nazaret». El hermano Carlos nos recuerda así que el primer paso para evangelizar es tener a Jesús dentro del corazón, es “perder la cabeza” por Él. Si esto no sucede, difícilmente logramos mostrarlo con la vida. Más bien corremos el riesgo de hablar de nosotros mismos, de nuestro grupo de pertenencia, de una moral o, peor todavía, de un conjunto de reglas, pero no de Jesús, de su amor, de su misericordia. Esto yo lo veo en algún movimiento nuevo que está surgiendo: hablan de su visión de la humanidad, hablan de su espiritualidad y ellos se sienten un camino nuevo… ¿Pero por qué no habláis de Jesús? Hablan de muchas cosas, de organización, de caminos espirituales, pero no saben hablar de Jesús. Creo que hoy sería bonito que cada uno de nosotros se pregunte: Yo, ¿tengo a Jesús en el centro del corazón? ¿He perdido un poco la cabeza por Jesús?

Carlos sí, hasta el punto que pasa de la atracción por Jesús a la imitación de Jesús. Aconsejado por su confesor, va a Tierra Santa para visitar los lugares en los que el Señor ha vivido y para caminar donde el Maestro ha caminado. En particular es en Nazaret que comprende que tiene que formarse en la escuela de Cristo. Vive una relación intensa con el Señor, pasa largas horas leyendo los Evangelios y se siente su hermano pequeño. Y conociendo a Jesús, nace en él el deseo de darlo a conocer. Siempre sucede así: cuando cada uno de nosotros conoce más a Jesús, nace el deseo de darlo a conocer, de compartir este tesoro. Al comentar el pasaje de la visita de la Virgen a santa Isabel, le hace decir: «Me he donado al mundo… llevadme al mundo». Sí, pero ¿cómo? Como María en el misterio de la Visitación: «en silencio, con el ejemplo, con la vida». Con la vida, porque «toda nuestra existencia – escribe el hermano Carlos – debe gritar el Evangelio»[3]. Y muchas veces nuestra existencia grita mundanidad, grita muchas cosas estúpidas, cosas extrañas y él dice: “No, toda nuestra existencia debe gritar el Evangelio”.

Entonces decide establecerse en regiones lejanas para gritar el Evangelio en el silencio, viviendo en el espíritu de Nazaret, en pobreza y en lo escondido. Va al desierto del Sahara, entre los no cristianos, y allí llega como amigo y hermano, llevando la mansedumbre de Jesús- Eucaristía. Carlos deja que sea Jesús quien actúe silenciosamente, convencido de que la “vida eucarística” evangeliza. De hecho, cree que es Cristo el primer evangelizador. Así está en oración a los pies de Jesús, delante del tabernáculo, durante unas diez horas al día, seguro de que la fuerza evangelizadora está ahí y sintiendo que es Jesús quien le lleva cerca de tantos hermanos alejados. Y nosotros, me pregunto, ¿creemos en la fuerza de la Eucaristía? Nuestro ir hacia los otros, nuestro servicio, ¿encuentra ahí, en la adoración, su inicio y su cumplimiento?

Estoy convencido de que nosotros hemos perdido el sentido de la adoración; debemos retomarlo, empezando por nosotros los consagrados, los obispos, los sacerdotes, las monjas y todos los consagrados. “Perder” tiempo delante del tabernáculo, retomar el sentido de la adoración.

Carlos de Foucauld escribe: «Todo cristiano es apóstol»[4]; y recuerda a un amigo que «cerca de los sacerdotes hacen falta laicos que vean lo que el sacerdote no ve, que evangelizan con una cercanía de caridad, con una bondad para todos, con un afecto siempre preparado para donarse»[5]. Los laicos santos, no los que trepan. Y esos laicos, ese laico, esa laica que están enamorados de Jesús hacen entender al sacerdote que él no es un funcionario, que él es un mediador, un sacerdote. Nosotros sacerdotes necesitamos mucho tener a nuestro lado a estos laicos que creen de verdad y con su testimonio nos enseñan el camino. Carlos de Foucauld con esta experiencia anticipa los tiempos del Concilio Vaticano II, intuye la importancia de los laicos y comprende que el anuncio del Evangelio pertenece a todo el pueblo de Dios. Pero ¿cómo podemos aumentar esta participación? Como hizo Carlos de Foucauld: poniéndonos de rodillas y acogiendo la acción del Espíritu, que siempre suscita formas nuevas para involucrar, encontrar, escuchar y dialogar, siempre en la colaboración y en la confianza, siempre en comunión con la Iglesia y con los pastores.

San Carlos de Foucauld, figura que es profecía para nuestro tiempo, ha testimoniado la belleza de comunicar el Evangelio a través del apostolado de la mansedumbre: él, que se sentía “hermano universal” y acogía a todos, nos muestra la fuerza evangelizadora de la mansedumbre, de la ternura. No olvidemos que el estilo de Dios está en tres palabras: cercanía, compasión y ternura. Dios está siempre cerca, siempre es compasivo, siempre es tierno. Y el testimonio cristiano debe ir por este camino: de cercanía, de compasión, de ternura. Y él era así, manso y tierno. Deseaba que quien lo encontrara viera, a través de su bondad, la bondad de Jesús. Decía que era, de hecho, «servidor de uno que es mucho más bueno que yo». Vivir la bondad de Jesús lo llevaba a estrechar vínculos fraternos y de amistad con los pobres, con los Tuareg, con los más alejados de su mentalidad. Poco a poco estos vínculos generaban fraternidad, inclusión, valorización de la cultura del otro. La bondad es sencilla y pide ser personas sencillas, que no tengan miedo de donar una sonrisa. Y con la sonrisa, con su sencillez, hermano Carlos testimoniaba el Evangelio. Nunca proselitismo, nunca: testimonio. La evangelización no se hace por proselitismo, sino por testimonio, por atracción.

Preguntémonos entonces finalmente si llevamos en nosotros y a los otros la alegría cristiana, la mansedumbre cristiana, la ternura cristiana, la compasión cristiana, la cercanía cristiana. Gracias.

TODOS LOS SANTOS. 1 de noviembre de 2023.

Monición de entrada.-

Bienvenidos:

Hoy es un día para estar muy contentos.

Porque en esta misa nos acordamos de todos los santos.

Todos los que fueron amigos de Jesús y están con Él en el cielo.

Ellos se portaron muy bien con Dios y con las personas.

Y así acordarnos de ellos y de como se se portaron nos ayuda a nosotros a ser buenos amigos de Jesús.

 

Señor, ten piedad.-

Tú eres el Santo. Señor, ten piedad.

Tú nos llamas a ser santos.  Cristo, ten piedad.

Tú eres el premio de todos los santos. Señor, ten piedad.

 

 Peticiones.-

Por el Papa Francisco, para que siga ayudándonos a ser santos. Te lo pedimos, Señor.

Por la Iglesia para que haya muchos santos.  Te lo pedimos, Señor.

Por los que mandan mandan, para que ayuden a que haya paz. Te lo pedimos, Señor.

Por los pobres, los enfermos, los que tienen hambre y los que tienen que esconderse por ser amigos de Jesús, para que sientan muy cerca a Jesús. Te lo pedimos, Señor.

Por los que estamos en misa, para que acordándonos de los santos, intentemos ser mejores amigos de Jesús. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

María, queremos darte las gracias por ser tú la mamá de todos los santos y porque nos ayudas a ser buenos amigos de Jesús.

 

FIELES DIFUNTOS. 2 de noviembre de 2023.

Monición de entrada.-

Ayer fuimos al cementerio a visitar las tumbas de los que se murieron.

Hoy en misa nos acordamos de ellos.

Así la misa la hacemos por los que se han muerto para que estén en el cielo.

Y los que ya están para que se acuerden de nosotros.

 

Señor, ten piedad.-

Tú que nos perdonas. Señor, ten piedad.

Tú que nos ayudas a hacer las paces.  Cristo, ten piedad.

Tú que nos das el Cielo. Señor, ten piedad.

 

 Peticiones.-

Por el Papa Francisco; para que siga ayudándonos a esperar el Cielo. Te lo pedimos, Señor.

Por los amigos de Jesús; para que ayudemos a los que se les ha muerto una persona de su familia.  Te lo pedimos, Señor.

Por los que están muy tristes porque se les ha muerto un familiar; para que les ayudes mucho. Te lo pedimos, Señor.

Por los que que ayer visitamos en el cementerio; para que estén en el Cielo. Te lo pedimos, Señor.

Por los niños que están muriendo en las guerras; para que desde el cielo recen para que se terminen las guerras. Te lo pedimos, Señor.

Por nosotros, para que nos ayudes a hacer felices a los mayores que se les han muerto un familiar. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

María, queremos darte las gracias por que están con las personas que se han muerto y están esperando entrar en el cielo, gracias por ayudarles como mamá buena.

 

DOMINGO XXXI T. O. 5 de Noviembre de 2023.

Monición de entrada.-

Venimos a misa porque queremos portarnos bien con todos.

Y quererlos como queremos a nuestros hermanos.

Haciendo como hacía Jesús.

Porque si no amamos como Jesús nos ama entonces no somos sus amigos.

 

Señor, ten piedad.-

Tú que nos sirves. Señor, ten piedad.

Tú que nos diste tu vida.  Cristo, ten piedad.

Tú que te humillaste hasta la cruz. Señor, ten piedad.

 

 Peticiones.-

Por el Papa Francisco, para que siga enseñándonos a ser buenos hermanos. Te lo pedimos, Señor.

Por la Iglesia para que sea casa donde todos nos queramos como hermanos.  Te lo pedimos, Señor.

Por los que mandan en la Iglesia, para que sean buenos servidores. Te lo pedimos, Señor.

Por los que mandan, para que acepten que les digan lo que hacen mal. Te lo pedimos, Señor.

Por nuestra sociedad, para que sepa criticar lo malo sin insultar a los que lo hacen mal. Te lo pedimos, Señor.

Por nosotros, para que vivamos el principio de vida Junior de ser comprensivo con los demás. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

María, queremos darte las gracias por las personas que visitamos en el cementerio porque fueron buenas personas y se portaron muy bien con nuestras madres y nuestros padres.

 

BIBLIOGRAFÍA.

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Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

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Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

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https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA

www.vatican.va

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