Lectura del libro del Génesis
3,9-15.20
Después de comer Adán del árbol, el Señor lo llamó y le dijo:
-¿Dónde estás?
Él contestó:
-Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y
me escondí.
El Señor Dios le replicó:
-¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del
árbol del que te prohibí comer?
Adán respondió:
-La mujer que me diste como compañera me ofreció del futo y comí.
El Señor dijo a la mujer:
-¿Qué has hecho?
La mujer respondió:
-La serpiente me sedujo y comí.
El Señor dijo a la serpiente:
-Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las
fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida;
pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia;
esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón.
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que
viven.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos.
Yahvé Dios que se paseaba por el jardín a la
hora de la brisa.
1 Re 19,12-13:
[Manifestación a Elías en el monte Horeb] Después del terremoto,
fuego. Pero en el fuego no estaba Yahvé. Después del fuego, el susurro de una
brisa suave. Al oírlo Elías enfundó su rostro con el manto.
Dijo Yahvé Dios a la
mujer: “¿Por qué lo has hecho?”.
2 Cor 11,3:
Pero temo que, al igual que la serpiente engañó a Eva con su
astucia, se perviertan vuestras mentes apartándose de la sinceridad debida a
Cristo.
Sobre tu vientre
caminarás.
Is 65,25:
Lobo y cordero pacerán juntos, el león comerá paja como el buey, y
la serpiente se alimentará de polvo.
Enemistad pondré entre ti
y la mujer.
Ap 12,17.
Entonces, despechado contra la Mujer, se fue a luchar contra el
resto de sus hijos; los que guardan los mandamientos de Dios y se mantienen
firmes en el testimonio de Jesús.
El hombre llamó a su
mujer “Eva”.
Rm 5,12:
Por un hombre entró el pecado en el mundo y, por el pecado, la
muerte; y así la muerte alcanzó a todos los hombres, puesto que todos pecaron.
Notas
exegéticas.
3,15. Yahvé Dios dijo a la
serpiente…: Este versículo, conocido como “Protoevangelio” o primer buen
anuncio, afirma la aversión radical entre la serpiente y la humanidad, pero
deja entrever la superioridad y la victoria final de esta. La traducción
griega, al comenzar la última frase con un pronombre masculino, atribuye esa
victoria no al linaje de la mujer en general, sino a uno de los descendientes
de la mujer. Así queda esbozada la interpretación mesiánica de este texto,
presente ya en la exégesis judía antigua, y recogida y explicitada luego por
muchos Padres de la Iglesia. Junto con el Mesías va incluida su madre, de ahí
que la interpretación mariológica de la traducción latina ipsa conteret caput tuum se haya hecho tradicional en la Iglesia.
3,20 El hombre llamó a su
mujer “Eva”…: etimología popular: el nombre de Eva, hawwâ, es explicitado por la raíz hãyâ, “vivir”.
Salmo
responsorial
Salmo 97,1bcde.2-3ab.3c-4 (R:
1bc).
R/. Cantad al Señor un cántico nuevo
porque ha hecho maravillas.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque
ha hecho maravillas.
Su
diestra le ha dado la victoria,
su
santo brazo. R/.
El
Señor da a conocer su salvación,
revela
a las naciones su justicia.
Se
acordó de su misericordia y su fidelidad
en
favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han
contemplado
la
salvación de nuestro Dios.
Aclama
al Señor, tierra entera;
gritad,
vitoread, tocad. R/.
Textos
paralelos.
Cantad a Yahvé un nuevo canto.
Sal 96,1:
Cantad a Yahvé un nuevo canto / cantad a Yahvé, tierra
entera / cantad a Yahvé, bendecid su nombre.
Le sirvió de ayuda su diestra.
Is 52,10:
Yahvé desnudó su santo brazo / ante los ojos de todas las
naciones, / y han visto los confines de la tierra / la salvación de nuestro
Dios.
Is 59,16;
Vio que no había un solo hombre / se extrañó de que nadie
interviniese. / Entonces recibió la ayuda de su brazo, / su propia justicia lo
sostuvo.
Is 63,5:
Miré bien, sin encontrar ayudante;/ me asombré de que nadie
me apoyase. / Así que me salvó mi propio brazo, / y fue mi furia la que me
sostuvo.
Yahvé ha dado a conocer su
salvación.
Sal 96,2:
Cantad a Yahvé, bendecid su nombre. / Anunciad su salvación
día a día.
¡Aclama a Yahvé tierra entera!
Sal 96,1:
¡Cantad a Yahvé un nuevo canto, / cantad a Yahvé, tierra
entera!
¡Gritad alegres, gozosos,
cantad!
Is 52,9:
Prorrumpid a una en gritos de júbilo, / soledades de
Jerusalén, / pues Yahvé ha consolado a su pueblo / ha rescatado a Jerusalén.
Notas exegéticas:
Himno escatológico inspirado en la última parte del libro
de Isaías (caps.56-66), y muy afin al salmo 96.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Filipenses
1, 4-6.8-11.
Hermanos:
Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque
habéis sido colaboradores míos en la obra del evangelio, desde el primer día
hasta hoy. Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros
esta obra buena, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús. Esto que
siento por vosotros está plenamente justificado: os llevo en el corazón, porque
tanto en la prisión como en mi defensa y prueba del evangelio, todos compartís
mi gracia. Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo
Jesús. Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en
penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al Día
de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio
de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.
Textos
paralelos.
Hasta el Día de Cristo Jesús.
Flp 1, 10: Para que sepáis
apreciar lo que vale más. Así llegaréis limpios y sin tropiezo al día de
Cristo.
Flp 2, 16: Ostentando el
mensaje de la vida. Esa será mi gloria el día de Cristo: la prueba de que no he
corrido en vano ni me he fatigado en vano.
1 Co 1, 8: Él os confirmará
hasta el final para que el día de nuestro Señor Jesucristo seáis
irreprochables.
Dios me es testigo de
cuánto os quiero a todos.
Rm 1, 9: Tomo por testigo a
Dios, a quien doy culto espiritual anunciando la buena noticia de su Hijo, de
que sin cesar os recuerdo.
Vuestro amor crezca cada
vez más en el conocimiento.
Col 1, 9-10. Por eso nosotros
desde que nos enteramos, no cesamos de orar por vosotros, pidiendo que os
colméis del conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia
espiritual; que precedáis como el Señor merece, agradándole en todo, dando fruto
de buenas obras y creciendo en el conocimiento de Dios.
Lleguéis limpios y sin
tropiezos al Día de Cristo.
Hb 5, 14: El alimento sólido es
para los maduros, que con la práctica y el entrenamiento de los sentidos, saben
distinguir el bien del mal.
Rm 12, 2: No os ajustéis a este
mundo, antes transformaos con una mentalidad nueva, para discernir la voluntad
de Dios, lo que es bueno y aceptable y perfecto.
Cargados de los buenos
frutos.
Flp 3, 9: Y estar unido a él.
No contando con una justicia mía basada en la ley, sino en la fe en Cristo, la
justicia que Dios concede al que cree.
Hb 12, 11: Así pues, nosotros,
rodeados de una nube tan densa de testigos, desprendámonos de cualquier carga y
del pecado que nos acorrala; corramos con constancia la carrera que nos espera.
St 3, 18: Uno dirá: tu tienes
fe, yo tengo obras: muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré por las obras
mi fe.
Jn 15, 8: Mi Padre será
glorificado si dais fruto abundante y sois mis discípulos.
Notas
exegéticas.
1 4 La alegría es una de las notas
características.
1 5 (a) No solo por medio de socorros
pecuniarios, sino también por su aportación a su testimonio apostólico, siempre
que han sufrido con él por el Evangelio.
1 5 (b) El día de su conversión.
1 6 (a) La obra de evangelización
confiada a los apóstoles es “buena” porque es obra de Dios. Dios y Cristo
operan en la vida de la Iglesia y del creyente. Esta certeza explica toda la
plegaria de 1, 3-11.
1 6 (b) Se trata del día del juicio,
equivalente al Día del Señor en el AT (ver Amós 5, 18), cuando se cumpla
plenamente la obra de Dios y de Cristo. Como en las primeras epístolas (1 Tm 4,
15) es esperado con ansia y los cristianos se preparan a él creciendo en el
amor.
1 8 Lit. “las entrañas de Cristo
Jesús”. Esto completa y fundamenta la expresión “en el corazón” de 1, 7. Estos
cálidos sentimientos van más allá de todo sentimentalismo: el amor de Pablo
(cf. “queridos míos” de 2, 12) deriva del propio amor de Jesús.
1 10 El amor es la fuente del
discernimiento moral. Pablo completa lo que en Rm 2, 18 había dicho acerca de
la ley que procura el discernimiento de “lo mejor·. Aquí es la caridad la que
lleva a la perfección ese discernimiento.
1 11 (a) Lit. “del fruto de justicia”.
El participio “cargados”, alude, al mismo tiempo, a la plenitud actual y al
cumplimiento final. El siguiente “fruto” evoca una totalidad más que una
numeración, algo que se refleja en la traducción. Tal como la entendía los judíos,
la “justicia” consistía en una vida conforme a la voluntad divina; para un
cristiano era fruto de la acción de Jesucristo.
1 11 (b) Esta doxología (que presenta
algunas variantes textuales) subraya una vez más la preeminencia absoluta de
Dios, origen y fin de toda la obra.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Lucas 1,26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando
en su presencia, dijo:
-Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba que
saludo era aquel. El ángel le dijo:
-No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de
David, su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel:
-¿Cómo será eso, pues no conozco varón?
El ángel le contestó:
-El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te
cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de
Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de
seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible.
María contestó:
-He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
Y el ángel se retiró.
Palabra del Señor.
Textos
paralelos.
Llamado Nazaret.
Mt
1,18:
Su
madre, María, estaba desposada con José; pero antes de empezar a estar juntos,
se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.
Cuando entró le dijo: “Alégrate…”.
So
3,14-15:
¡Grita
alborozada, Sión, / lanza clamores, Israel / celébralo alegre de todo corazón,
/ ciudad de Jerusalén!
Zac
2,14:
Grita
de gozo y alborozo, Sión capital / pues vengo a morar dentro de ti / -oráculo
de Yahvé-.
Rut
2,4:
Llegaba
entonces Booz de Belén y dijo a los segadores: “Yahvé con vosotros.” Le
respondieron: “Que Yahvé te bendiga.”
Vas a concebir en tu seno.
Is
7,14 ss:
Pues
bien, el Señor mismo va a daros una señal: Mirad una doncella está encinta y va
a dar a luz un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel.
Mt
1,21 ss:
José,
hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer; porque lo engendrado en
ella es del Espíritu Santo.
El será grande:
2
Sam 7, 12-14a:
Y
cuando tu vida llegue a su límite y te acuestes con tus padres, confirmare
después de ti a la descendencia que saldrá de tus entrañas y consolidaré el
trono de su realeza. Él constituirá una
casa para mi nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo
seré para él un padre y él será para mí un hijo.
Is
9,5:
Porque
una criatura nos ha nacido, / un hijo se nos ha dado. / En su hombro traerá el
señorío, / y llevará por nombre: / “Maravilla de Consejero”, / “Dios Fuerte”, /
“Siempre Padre”, / “Príncipe de Paz”.
Mt
9,27ss:
Cuando
Jesús se iba de allí, le siguieron dos ciegos gritando: “¡Ten compasión de
nosotros, Hijo de David!”.
Dn
7,14:
Le
dieron poder; / honor y reino, / y todos los pueblos, naciones y lenguas le
servían. / Su poder es eterno / y nunca pasará, / y su reino no será destruido.
El Espíritu Santo vendrá sobre ti:
Hch 3,14-15:
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo y pedisteis que os
dejaran en libertad a un asesino. Matasteis al jefe que conduce a la vida, pero
Dios lo resucitó de entre los muertos; nosotros somos testigos de ello.
Mt 4,2ss:
Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en
panes,…
Porque no hay nada
imposible para Dios:
Gn 18,13-14:
Dijo Yahvé a Abraham: “¿Por qué se ha reído Sara, pensando que
ahora de vieja no puede parir ¿Hay algo difícil para Yahvé? En el plazo fijado
volveré, al término de su embarazo, y Sara tendrá un hijo.
Jer 32,27:
Mira que yo soy Yahvé, el Dios de toda carne. ¿Habrá algo que me
resulte extraordinario?
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
1,26 La representación de este
acontecimiento se inspira en varios pasajes del Antiguo Testamento, en
particular de la aparición del ángel a Gedeón Jue 6, 11-24 (comparar con el
anuncio del nacimiento de Sansón Jue 13,2-7). La dignidad del niño evoca con
alusiones a las promesas del Antiguo Testamento sobre todo a las hechas a David
y su linaje.
1,26 Al sexto mes: de la concepción de
Juan.
1,28 Cuando entró le dijo “Alégrate,
llena de gracia”: “Alégrate” mejor que “Salve”. Llamada al júbilo mesiánico,
eco de la llamada de los profetas a la Hija de Sión, y como ésta, motivada por
la venida de Dios entre su pueblo; ver Is 12,6; So 3,14-14; Jl 2,21-27; Zac
2,14.9.9 – “Llena de gracia”, lit. “tú que has estado y sigues estando llena
del favor divino”. Adicción: “Bendita tú entre las mujeres”, por influencia de
1,42.
1,33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin:
las palabras del ángel se inspiran en varios pasajes mesiánicos del Antiguo
Testamento.
1,34 María respondió al ángel: “¿Cómo será esto posible, si no conozco
varón?”:La “virgen” solo está “desposada” (v.27)
y no tiene relaciones conyugales (sentido semítico de “conocer”, ver Gn 4,1,
etc.). Este hecho que parece contraponerse al anuncio de los vv. 31-33 trae la explicación
del v. 35. Nada hay en el contexto que imponga la idea de un voto de
virginidad.
1,35 El Espíritu Santo vendrá sobre ti: Le expresión evoca la nube
luminosa, señal de la presencia de Yahvé, ver Ex 13,22ss; 19,16ss; 24,16ss. o
las alas del pájaro como simbóliza el poder protector. Sal 17,8; 57,2; 140, 8 y
creador Gn 1,2 de Dios. Comparar Lc 9,34. En la concepción de Jesús todo viene
del poder del Espíritu Santo.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica:
26. Empieza un relato, no de
anunciación (que dice lo que va a suceder y no admite réplica), sino de
vocación (que expone una misión y pide consentimiento, como por ej., Jue
6,11-24.
En el sexto mes del embarazo de Isabel.
Por Dios o desde Dios, de parte de Dios.
De nombre: puede hacerse pesada la insistencia (v.27: “cuyo
nombre…”, “y el nombre…”), pero en este relato todo tiene nombre, aunque el
nombre sobre el que gravita al final la frase, es “María”, en realidad se trata
de “poner nombre” al que va a venir y ya se anuncia (cf.v.31; y los “Nombres de
Cristo” en los vs.32-33.35).
Nazaret, más bien que ciudad, era una pobre aldea, innominada en
todo el Antiguo Testamento y en el Talmud, y despreciada por los habitantes de
las aldeas vecinas (cf. Jn 1,46).
27. Una doncella: como en castellano
clásico, una virgen. Al principio y al fin de la presentación, Lc insiste en un
dato: María virgen concibió virginalmente.
Prometida: o que había sido dada a. También es posible: que había
sido pedida en matrimonio por un varón… (entendiendo “por un varón como dativo
agente, muy raro en el Nuevo Testamento.
Un varón: casi un marido. En los evangelios, el hombre adulto, en
cuanto distinto de la mujer y de los niños, suele designarse por el vocablo
griego anêr, que prácticamente equivale a marido, esposo.
De la estirpe de David: lit. de [la] casa de David, de la dinastía
de David, de quien José era “hijo”.
El significado más probable de María es excelsa, elevada.
28. Salve: es más que el simple
“¡alégrate!” helenístico, saludo tan trivial como nuestro “¡hola!” (el vocablo
griego es el mismo de los soldados romanos burlándose ante Jesús: cf. Mt 27,
29; Mc 15,17-19; Jn 19, 3; sería demasiado fuerte traducirlo: “¡Alégrate, rey
de los judíos!”). Es saludo religioso; por una parte, traduce el hebreo salôm,
deseo de la paz (vida otal, plenitud de dones de Dios), y por otra, alude a Zac
9,9 (invitación a la alegría mesiánica ante el rey que viene de parte de Dios).
Sin artículo, sustituyendo el nombre propio, llena de gracia es el
nombre de la doncella. Gracia, no con el significado profano de kharis
(amabilidad, belleza), sino con el doble significado bíblico de: benevolencia
divina, por la que Dios concede benignamente un don gratuito (un favor, una
“gracia”). La forma gramatical griega es participio de perfecto (acción pasada
cuyo efecto perdura) en voz pasiva teológica: María había sido transformada por
la acción divina, “agraciada por Dios desde antes, y en ella estaba remansada
la gracia”, preparándola para ser la madre del Mesías. El verbo griego kharitóo
es causativo; en el Nuevo Testamento solamente aparece una vez (EF 1,6)
referido a los cristianos que, gracias a Jesucristo, han entrado en el plan de
Dios como objeto de su benevolencia divina, mediante “el perdón de las ofensas”
(Ef 1,7); lo cual confirma que la plenitud de gracia de María está en función
de su Hijo, de su maternidad divina. Este versículo de Lc, tal como lo ha
entendido la Iglesia católica, funda la verdad de fe de la Inmaculada
Concepción de María: no hubiera estado, ni sido “Llena-de-gracia”, santificada
por la gracia, si la sombra de cualquier pecado la hubiera tocado. Orígenes
confesó, al hablar de esta “fórmula nueva” de saludar a alguien: “no recuerdo
haber encontrado esta expresión en otro lugar de la Escritura; nunca este
saludo fue dirigido a un varón: “¡Salve, lleno de gracia!”; este saludo se
reservó solo para María.
El Señor contigo: fórmula bíblica en los relatos de vocación y misón
(cf.p.ej. Mt 28, 20: “Yo estoy con vosotros”, como promesa de ayuda divina
especial para una tarea difícil.
30. No te dé miedo: cf.vs.12-13. El
imperativo de presente equivale a: deja de temer, o no sigas temiendo.
Has hallado gracia…: explicación y consecuencia de “Llena de
gracia” (v.28): Dios te mira favorablemente, Dios te acoge benévolo, has
obtenido su favor, “eres grata a Dios”.
31 De los tres verbos griegos en
futuro que aparecen en el texto, los dos primeros son predicciones, el tercero
(al que pondrás por nombre: lit. y llamarás el nombre de él) es una orden. Que
sea precisamente la madre quien ponga el nombre al niño es otra alusión a la
concepción virginal.
Jesús: “Yahveh salva”. En el v.47, María lo llama “mi salvador”; y
en 2,11, el ángel lo anuncia como salvador.
32-33. La traducción suprime tres “y” del texto
griego.
Hijo del Altísimo: como en otras ocasiones semejantes, aunque en
el tesxto griego falte el artículo se trata de alguien tan “determinado” y
concreto que hemos de ponerlo en nuestra lengua; no es “un hijo cualquiera,
sino el Hijo por excelencia, el unico Hijo (cf. el versículo siguiente: Isabel
era “la estéril” por antonomasia, el ejemplo irrebatible de la incapacidad
humana unida a la omnipotencia divina.
Su reino: o su reinado. Por los datos que dice el ángel, María se
da cuenta de que concebirá y dará a luz verdaderamente al Mesías-rey, anunciado
y esperado en Israel desde hacía siglos.
34. Con una expresión que, es una
mujer desposada, es única en toda la Biblia, María pregunta, pero no con la
duda escéptica de Zacarías (cf.v.18) o la de Abrahán y Sara (cf.Gn 17,17; 18,
10-14). Para que su compromiso no sea imprudente, se informa.
No conozco: eufemismo, por no tengo relación conyugal.
Marido: lit. varón; e.d. marido (“mi marido”: cf.v.27). Por otra
parte, la forma verbal griega en presente indica permanencia y continuidad de
ese estado de virginidad. En María, al ser transformada por la gracia (v.28),
Dios había hecho surgir el anhelo de ser toda de Dios, el deseo profundo de
virginidad; si María no tuviera ese deseo, su objeción tenía réplica por parte del ángel: “Espera, dentro
de poco podrás tener esas relaciones”. La afirmación de la concepción virginal
de Jesús debida a la acción del Espíritu Santo, expresada en todos los Símbolos
de la fe de la Iglesia, “excluye cualquier hipótesis de partenogénesis natural,
y rechaza los intentos de explicar la narración lucana como explicitación de un
tema judío, o como derivación de una leyenda mitológica pagana. La estructura
del texto lucano no admite ninguna interpretación reductiva; su coherencia no
permite sostener válidadamente mutilaciones de los términos o de las
expresiones que afirman la concepción virginal por obra del Espíritu Santo” (Juan
Pablo II). Sobre el misterio de esa virginidad dijo san Ignacio de Antioquía:
“La virginidad de María, y su dar a luz, lo mismo que la muerte del Señor,
quedó oculta al “jefe de este mundo”; tres misterios clamorosos que se
realizaron en el sosegado silencio de Dios.
35. El poder del Altísimo: como la
nube cubría, envolvía, el santuario o la Tienda del Encuentro (Ex 40,34) María
va a convertirse en el santuario del Dios hecho hombre.
Por eso también: porque Jesús va ser concebido virginalmente,
porque no va a tener padre terreno.
El título Hijo de Dios, en el Antiguo Testamento podía entenderse
como apelativo simplemente mesiánico; pero, al final de estas frases de Lc,
resena como afirmación de la filiación singular de Jesús. Para María, su
concepción virginal es ya un signo revelador.
Este es sexto mes: lit. este mes sexto es para ella la llamada estéril.
Por esta revelación divina conoce María el secreto que su prima Isabel no ha
comunicado a nadie. Asu vez, antes que María pueda hablar con su prima, Isabel
sabrá, de parte de Dios que María es “la madre del señor” (v.43).
Nada: lit. no… toda palabra (semitismo), es decir, ninguna
palabra. No puede haber una “palabra” imposible para quien ahora mismo va a
enviar al mundo su “Palabra” hecha carne humana. Según san Clemente de Roma “lo
único imposible para Dios es mentir” (Cor 29,1).
38. Ojalá me suceda (lit. sea par
amí, o hágase para mí): la forma gramatical no es el imperativo de Mt 6,10
(“hágase tu voluntad”), sino el optativo griego, modesta expresión cortés de un
deseo. Con su entrega de fe y su obediencia amorosa, “la esclava” se convierte
en “madre de mi Señor”. Hasta aquí llegaba la antigua Alianza; lo mejor del
Antiguo Testamento se condensaba en aquella humilde hija de Sión; ahora empieza
el Nuevo Testamento, cuya puerta es María.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
1,25-38 la cita de la Anunciación manifiesta algunas
verdades básicas sobre Cristo. Él es el Hijo de Dios concebido con una
naturaleza humana por una virgen mediante el poder del Espíritu Santo. La
Encarnación se realizó según el plan divino, que incluye el libre
consentimiento de maría. Mediante su “sí” desinteresado, María se convirtió en
modelo de fe, generosidad y completa conformidad con la voluntad santísima de
Dios. Las palabras del saludo del ángel a María son la introducción del Avemaría. La Anunciación es el primer
misterio gozoso del Rosario y también la base del ángelus.
1,28 Llena de gracia: el griego kecharitomene
indica que María “ha estado y sigue estando” llena de la gracia de Dios,
que es una condición más apropiada para er la Madre de Dios. Kecharitomene también nos lleva a la
doctrina de la Inmaculada Concepción, que sostiene que María fe concebida sin
la mancha del pecado original a través de la redención de su hijo. Reconocido
durante largo tiempo en la tradición católica, esste dogma lo proclamo infaliblemente
el papa Pío IX en Ineffabilis Deus.
1,31 Jesús: este nombre hebreo significa literalmente “el Señor (YHVH)
salva”, que subraya la identidad de Cristo y su misión. Jesucristo –perfecto
Dios y perfecto hombre- por su persona, su palabra y sus actos, es la plenitud
de la revelación de Dios al pueblo, y su sacrificio de la cruz trae la
salvación del mundo.
32 David su padre: aunque Cristo no era hijo natural de José, bajo la
ley judía fue considerado su hijo y, por lo tanto, descendiente directo de
David como su padre. Enseguida se habla de su pertenencia a la casa de Jacob: se refiere a todo el
reino de Israel, que representa los doce hijos de Jacob, que se habían transformado
en tierras de gentiles por la conquista, el exilio. El nuevo reino fundado por
Cristo sería obra del Espíritu Santo.
1,34 Esta declaración señala la
virginidad de María. San Jerónimo y otros Padres de la antigüedad cristiana
pensaban que María había hecho un voto de virginidad y expresa con estas
palabras su perplejidad ante la noticia del ángel.. La encarnación es obra divina
y va más allá de la comprensión humana.
1,35 Te cubrirá con su sombra: en griego episkiasei es la misma palabra que se
utiliza en la Septuaginta para hablar de como Dios “cubrió” el Santuario y se
estableció en Israel (epeskiazen, Ex
40,35). El ´termino aparece también en la Transfiguración (epeskiazen, Lc 9,34) y en la curación de Pedro (episkiasei: Hch 5,15). Las teofanías de
nube y luz se utilizan a menudo en la Escritura para indicar el velo de la
gloria de Dios.
1,37 Dios puede realizar obras que
van más allá del dominio del poder humano. La fe de María reconoce el poder
infinito de Dios. Nosotros también reconocemos la omnipotencia de Dios en la
misa cuando el sacerdote se dirige a Dios como “el Dios todopoderoso y eterno”.
1,38 Intacta de todo pecado, María
se consagró completamente a su Hijo, y a su obra. “El Padre de las
misericordias deseó que la encarnación fuera precedida por el asentimiento de
su madre predestinada, para que como mujer formara parte de la venida de su muerte,
y contribuyera también a la venida de su vida” (Concilio Vaticano II LG 56 y
61). María fue considerada de esta forma como la nueva Eva, como explica san
Ireneo: “El nudo de la desobediencia de Eva se desató con la obediencia de
María: lo que la virgen Eva ató con su incredulidad, María lo desató con su
fe”.
Notas
del Catecismo de la Iglesia Católica
144 Obedecer (ob-audire) en la fe es someterse
libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios,
la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la
Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma.
484 La Anunciación a María inaugura "la
plenitud de los tiempos"(Ga 4, 4), es decir, el cumplimiento
de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en
quien habitará "corporalmente la plenitud de la divinidad" (Col 2,
9). La respuesta divina a su "¿cómo será esto, puesto que no conozco
varón?" (Lc 1, 34) se dio mediante el poder del Espíritu:
"El Espíritu Santo vendrá sobre ti" (Lc 1, 35).
486 El Hijo único del Padre, al ser concebido
como hombre en el seno de la Virgen María es "Cristo", es decir, el
ungido por el Espíritu Santo (cf. Mt 1, 20; Lc 1,
35), desde el principio de su existencia humana, aunque su manifestación no
tuviera lugar sino progresivamente: a los pastores (cf. Lc 2,8-20),
a los magos (cf. Mt 2, 1-12), a Juan Bautista (cf. Jn 1,
31-34), a los discípulos (cf. Jn 2, 11). Por tanto, toda la
vida de Jesucristo manifestará "cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y
con poder" (Hch 10, 38).
489 A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de
María fue preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de
todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una
descendencia que será vencedora del Maligno (cf. Gn 3, 15) y
la de ser la madre de todos los vivientes (cf. Gn 3, 20). En
virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad avanzada
(cf. Gn 18, 10-14; 21,1-2). Contra toda expectativa humana,
Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil (cf. 1 Co 1,
27) para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (cf. 1
S 1), Débora, Rut, Judit, y Ester, y muchas otras mujeres. María
"sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él
con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, excelsa Hija de
Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se
inaugura el nuevo plan de salvación" (LG 55).
491 A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado
conciencia de que María "llena de gracia" por Dios (Lc 1,
28) había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la
Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX:
«... la bienaventurada Virgen María fue
preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de
su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención
a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano (Pío IX, Bula Ineffabilis
Deus: DS, 2803).
493 Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre
de Dios "la Toda Santa" (Panaghia), la celebran "como
inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una nueva criatura por
el Espíritu Santo" (LG 56). Por la gracia de Dios, María ha
permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.
497 Los relatos evangélicos (cf. Mt 1,
18-25; Lc 1, 26-38) presentan la concepción virginal como una
obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas
(cf. Lc 1, 34): "Lo concebido en ella viene del Espíritu
Santo", dice el ángel a José a propósito de María, su desposada (Mt 1,
20). La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el
profeta Isaías: "He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un
hijo" (Is 7, 14) según la versión griega de Mt 1,
23.
2676 Este doble movimiento de la oración a María
ha encontrado una expresión privilegiada en la oración del Avemaría:
“Dios te
salve, María (Alégrate, María)”. La salutación del ángel Gabriel abre la oración del Avemaría. Es Dios
mismo quien por mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se
atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su
humilde esclava (cf Lc 1, 48) y a alegrarnos con el gozo que
Dios encuentra en ella (cf So 3, 17)
“Llena de
gracia, el Señor es contigo”: Las dos
palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de
gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la
presencia de Aquel que es la fuente de toda gracia. “Alégrate [...] Hija de
Jerusalén [...] el Señor está en medio de ti” (So 3, 14, 17a).
María, en quien va a habitar el Señor, es en persona la hija de Sión, el Arca
de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es “la morada de
Dios entre los hombres” (Ap 21, 3). “Llena de gracia”, se ha dado
toda al que viene a habitar en ella y al que entregará al mundo.
Concilio
Vaticano II.
La Santísima Virgen,
predestinada desde la eternidad como Madre de Dios junto con la encarnación del
Verbo de Dios por decisión de la divina Providencia, fue en la tierra excelsa
Madre del Divino Redentor, la compañera más generosa de todas y la humilde esclava
del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al
padre en el templo, sufriendo con su Hijo que moría en la cruz, colaboró de
manera totalmente singular a la obra del Salvador por su fe, esperanza y
ardiente caridad, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por
esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia.
Lumen gentium, 61.
Comentarios patrísticos:
Beda. Homilías sobre los
Evangelios. 56:
Gabriel significa
“fuerza de Dios”. Con razón resplandece llevando ese nombre quien da testimonio
de que dios va a nacer en la carne. Sobre ello, dijo el profeta en el salmo:
“El Señor, fuerte y valeroso, el Señor valeroso en la guerra” (Sal 24, 8). En esta
guerra, ciertamente, en la que [Cristo] vino a someter “los poderes del aire”
(Ef 2,2) y a librar al mundo de su tiranía.
San Beda. Homilías sobre los
Evangelios:
“Entró el ángel donde
ella estaba y le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo”.
Saludo tan inaudito para el uso humano como adecuado para la dignidad de santa
María. verdaderamente estaba llena de gracia quien, por vaor divino, fue hecha
la primera entre las mujeres y ofreció a Dios el más precioso don de su
virginidad. De ahí que la que procura imitar la vida angélica mereciera gozar
justamente de la visión y palabras del ángel.
San Jerónimo. Homilía sobre
el evangelista Juan:
¿Quieres saber cómo
Aquél nació de la virgen y, después de darle a luz, esa madre continuó siendo
virgen? Las puertas estaban cerradas pero Jesús pudo entrar a través de ellas
(Jn 20,19.26). No hay duda alguna que las puertas estaban cerradas. Quien entró
por aquellas puertas cerradas no era un fantasma ni un espíritu, sino realmente
un cuerpo humano. […] Atribúyele también el poder de Dios el que este naciera
de una virgen y el que esta virgen siguiera siendo virgen después del parto.
San Ambrosio. Exposición
sobre el Ev. de Lucas:
Reconoce a la Virgen en
su conducta, reconoce a la Virgen en su modestia, reconoce a la Virgen en sus
palabras, reconócela en el misterio.
San León Magno. Sermón:
El nacimiento de nuestro
Señor Jesucristo, por el contrario, sobrepasa toda inteligencia y trasciende
todos los ejemplos que se podrían tomar.
San Agustín.
Queremos comprender, amadísimos, que cuando Zacarías dijo ¿Cómo conoceré
eso? Soy yo anciano y mi mujer entrada en años (Lc 1, 18), lo dijo no
preguntado, sino mostrando su falta de esperanza. En cambio, María la decir: ¿Cómo
sucederá eso, pues no conozco varón? (Lc 1, 34) lo dijo preguntando, no
porque no lo creyese. Hizo una pregunta a Dios, sin dudar de la promesa. ¡Oh
llena de gracia en verdad! Así la saludó el ángel: Salve, llena de gracia
(Ib., 28). ¿Quién sabrá explicar esta gracia? ¿Quién será capaz de agradecer lo
suficiente esta gracia? Tiene lugar la creación del hombre; por su propia
voluntad perece el hombre, y aparece hecho hombre quien creó el hombre para que
no pereciera el hombre que creó. La Palabra, Dios junto a Dios desde el
principio, por la que fueron hechas todas las cosas, se hace carne: La
palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 14). La Palabra se
hace carne, pero uniéndose la carne a la Palabra, sin que desaparezca la
Palabra en la carne. ¡Oh gracia! ¿Qué habíamos merecido para tener esto?
Sermón 290,
4-5. Comentarios, pg. 133
San Juan de Ávila.
Y por eso no pide a Dios que tome en su mano este hisopo y le rocíe con
él, mas dícelo por la humanidad y humidad de Jesucristo nuestro Señor, la cual
se dice yerba; porque nacía de la tierra de la bendita Virgen María, y porque
nació sin obra de varón, como la flor nace en el campo sin ser arada ni
sembrada (cf. Lc 1, 35). Y por eso dice: Yo soy flor del campo (Cantar
de los Cantares 2, 1).
Audia filia [I], Hermosura del alma, 18; OC I, pg. 521.
Y de esta manera entendido el nombre de esclavo, veréis que es nombre de
humildad, obediencia, diligencia y amor. El cual sentimiento tuvo la sagrada
Virgen María cuando, enseñada por el Espíritu Santo, respondió: He aquí la
esclava del Señor; sea hecho en mí según tu palabra (Lc 1, 38). Su propia
bajeza confiesa; su servicio y amor liberalmente ofrece, sin atribuirse a sí
misma otra honra ni otro interese, más de tener cuenta de servir como esclava
en lo que el Señor le mandase, para gloria de él; todo lo cual sintió y dijo en
llamarse nombre de esclava. De este mismo nombre se precia y se nombra
San Pablo, cuando dice: Pablo, siervo de Jesucristo (Rm 1, 1). Y,
finalmente, así lo han de sentir todos los que sirven a Dios, altos o bajos, si
quieren que no se les torne en daño el servicio.
Audi, filia [II]. 92, 5; OC I, pg. 739.
Viene Dios y cría una doncella; habla un buen ángel, San Gabriel, con
ella por mandado de Dios, diciéndole que sería madre de Dios (cf. Lc 1, 31);
creyó esta doncella, y cría Dios un ánima en cuerpo de esta doncella, y junta
su naturaleza, y hácese Dios hombre. Con esta arte deshace los engaños que
había hecho el diablo: Ipse lignum tunc notavit, [damna] ligni ut solveret[1].
Después vino a remediar las ofensas que los hombres habían hecho, en el madero,
en el monte Calvario.
Lecciones sobre 1 San Juan (I), lección 20; OC II, pg. 287.
2. El
santo Evangelio cuenta esta santa salutación y dichosa nueva. Vámonos guiados
por él y saludemos a la Virgen. Missus est angelus Gabriel a Deo (Lc 1, 26): “Cuando quiso Dios
hacer misericordias al mundo, cuando quiso mostrar hasta donde llegaba su
amor·…. Anduve buscando que día fue este, cómo llamalle y no lo pude hallar ni
le supe dar el nombre. ¿Qué día es hoy? Día de tales nuevas llámase, día de las
misericordias de Dios, ¡Bendígangte los cielos, Señor! (cf. Dan 3, 59).
Si le llamamos día del remedio del mundo, eslo; si día de redempción de
captivos, eslo; si le llamamos día de desposorios, eslo; si día de dar grandes
limosnas, eslo también. El que supo la misericordia, aquel sea el que nos dé a
entender el día que es hoy y nos dé a entender cuán grande sea la gracia que
hoy recibió el mundo, y la ponga en nuestros corazones, para que la conozcamos.
5. Desque vino tiempo en que quiso Dios dar su misericordia y enseñar
hasta donde llegaba el amor que a los hombres tenía, envía Dios su mensajero,
un ángel, un arcángel con la embajada, que la venga a traer a la Virgen. Así
hizo Abraham cuando envió por esposa para su hijo Isaac. Llama Dios un grande
de su casa, un arcángel; dale una embajada que venga a traer para una
doncella desposada con un varón cuyo nombre era Josef, y el nombre de ella,
María (cf. Lc 1, 27). ‘Oh, bendito sea Dios”, ¿qué hay en Nazaret? A
una provincia, según la honra del mundo muy baja, allí pone Dios sus ojos, allí
vino su arcángel, y supo bien la causa. Tomaría figura de hombre; entra en la
casa, halla a la Virgen sola y en oración, híncase delante de ella de rodillas,
allí muy cerca de ella, que hasta hoy se ven las señales; un marmolito esta
adonde estaba la Virgen y otro adonde estaba el arcángel. Habla a la Virgen,
propone su embajada y dice: Ave, gratia plena, Dominus tecum: Salve, llena
de gracia, el Señor es contigo (Lc 1, 28); el Señor sea contigo, que todo
está bien. Saludóla como se usaba entonces saludar: Paz sea con vos. El
Señor lo mandó así: Cuando entraredes en alguna casa, decid: “·Paz, sea en
esta casa” (cf. Lc 10, 5). Dice la Glosa: “¿Quién dice paz, desea y
dice todos los bienes juntos”. “ Paz sea a ti, Señora·”. Sal Lucas dice gozo;
todo esto está bueno: “Gozo sea a ti, paz sea a ti, pues ha de venir a ti el
que pacificará, alegrará y dará gozo al mundo, razón es que os gocéis; razón
es, Señora, que probéis de la fruta que habéis de dar al mundo. Dios te
mantenga, Dios te salve, llena de gracia, el Señor sea contigo. Gran
salutación fue esta, buena nueva fue esta.
6. ¡Bienaventurada doncella! No fue liviana, como Eva, en el creer,
alzaría sus ojos y su corazón a Dios, y no respondió esto. Tenía virginal
pudicicia y limpieza, que luego se turba. Veía un hombre delante de sí la
Virgen; díjole que estaba llena de gracia, y era graciosa, y alabándola
turbase, que no hay cosa que tanto turbe el humilde y mas mal suene a sus
orejas que verse alabar. “¿Qué será esto?, ¿Si es de Dios o no es de Dios?”.
Buen aviso. ¡Qué recio engaño será pensar que venía a él el Espíritu Santo, y
venir el espíritu malo! Y por eso, cuando os viéredes en duda, pedid lumbre a
nuestro Señor para conocer si lo que os viene es espíritu bueno o espíritu
malo. Y así la virgen no responde nada.
Y como el arcángel la
vio así turbada, proveyole a su turbación, y díjole: Ne timeas, Maria,
invenisti enim gratiam apud Deum. Esta gracia que os digo no es acá a los ojos de los
hombres; no traigo embajada de hombres, no vengo de mala parte; la gracia que
os traigo no es de hombres, sino de Dios. Entonces asegúrala Dios. Propone el
ángel su embajada, la mayor embajada, la mayor y más alta que nunca se dio.
¡Bienaventurada mujer que tal oyó y vientre que tal recibió!
7. Estad atenta, doncella; el Señor os manda decir: Ecce
concipies, et paries. Oíd, Señor, estas grandezas: Concebiréis y
pariréis un Hijo y llámase Jesús, que quiere decir Salvador; este será
grande, y llamarse ha Hijo del Altísimo y reinará, y no habrá su reino fin para
siempre. ¡Oh, bendito sea quien tal Hijo nos dio, quien tal reino nos dio! Será
grande, y terná, no aquel reino cortillo de Judea de cien leguas. ¡Mirad
qué grande reino, mirad qué reino no de cien leguas! Dalle ha la silla del
rey su Padre; reino de David: no aquel reino, sino el figurado por él, que
aquel reino David era muy pequeño, este muy grande; el de David temporal, este
espiritual; el de David se acabó, el otro nunca se acabara. Darle han el reino
de David y reinará en la casa de Jacob para siempre.
Nuestro Rey y nuestro
Mesías para siempre ha de reinar, y su reino no se acabará; que allá donde está
en el reino, acá reina y rige, acá te mantiene, y te defiende, y sustenta, y
alcanza gracia y perdón de los pecados, y te libra de los demonios, te consuela
en los trabajos y, finalmente, te da todos los bienes.
9. ¿Qué mujer sin preguntar ni dudar no recibiera tal Hijo de buena
gana? Es tanto el contento que de su virginidad y limpieza tiene la Virgen que
responde: “Ángel, ¿cómo se hará esto? Espántame esto”.
10. Responde el ángel que no sabe, que no es él el que ha de entender
el negocio, que él por mensajero viene a negociallo, de parte de Dios viene,
que el que lo ha de hacer Espíritu Santo es, que Él solo es santo y la
carne es sucia; más: y la virtud y fuerza del Altísimo os hará
sombra, os esforzará, os enseñará, os sustentará, que no es tan bajo este
negocio, que basten vuestras fuerzas para ello, mas la virtud y fuerzas del
muy Alto os hará sombra (frasis hebrea es esta).
11.En aquel momento entró el Verbo divino en sus entrañas y quedó
hecha la mayor obra que se hizo ni hará para siempre jamás. ¿Pues por qué se
llama esclava y se abaja? Así lo quiere Dios, y es razón que la que tal
Hijo había de tener y tanto se abajó, que la ensalcen y la confiesen por
Señora, y la honren los hombres y los ángeles (Lc 1, 30-38), y por tal la
tengan y reverencien en los cielos y en la tierra, a la que tan bien supo
abajarse y recibir la embajada de parte de Dios. Grandísimo gozo recibió hoy la
Virgen con esta embajada; y pues agora cada vez que se la mentamos se alegra, y
para que la sepamos saludar y contar estos misterios, pidámosle que nos alcance
la gracia, y para que lo haga, digámosle con devoción: Ave, María.
Ciclo santoral.
Sermones de Nuestra Señora. 65 [I]. Anunciación de Nuestra Señora; OC III, pgs. 864-868.
21. Día de grandísima alegría es hoy. Día de la alegría de las
alegrías. Día de buenas nuevas. Día de todo nuestro bien. Si
calláremos, si fuéramos ingratos, si no diéremos gracias al Señor por este
día, de traición seremos argüidos. Demos gracias al Señor por este tan
gran bien que nos dio en este día, y a la Madre, por cuyas manos nos lo dio.
Que si llegáis a un árbol muy hermoso y veis una pera o manzana muy hermosa,
decís: “¡Bendito el árbol que tal fructo dio!”. Cuando viéredes a Jesucristo en
la hostia consagrada, cuando comulgáredes, cuando recibiéredes a nuestro Señor,
dad gracias al Padre Eterno, que os lo dio; decid: “¡Bendicto sea el árbol que
tal fructa dio, que es la Virgen bendictísima!”. Y darnos ha el Señor gracia y
gloria, ad quam nos perducat.
Ciclo santoral.
Sermones de Nuestra Señora. 65 [2]. Anuncia ción de Nuestra Señora; OC II, pg. 885.
13. Entra aquí el evangelio: Missus est angelus Gabriel a Deo.
Envió Dios a un ángel que se llamaba Gabriel (Lc 1, 26ss), el mejor de los
mensajeros. Aunque no sea San Gabriel el mejor de los serafines, es el mayor de
los mensajeros de Dios. Ángeles y arcángeles son los que Dios envía con
mensajes a sus negocios, y, según dicen los docgores, San Gabriel es el mayor
de los ángeles.
15. Erat nomen Virginis Maria. María
quiere decir en una lengua “mar de amargura”, y en otra, “princesa” o “estrella
del mar”. Todo le viene bien a la Virgen María: fue [mar] de “amargura” en la
pasión de su benedicto Hijoi, y “estrella” de los navegantes por este mar
grande y espacioso de este mundo, “norte” de los pecadores y “princesa” de los
serafines. Et ingressus angelus. Entró el ángel en el aposento de la
Virgen en figura de hombre muy honesto. Él hincóse de rodillas, y dícele:
Ave, Maria, gratia plena, Dominus tecum. Dios os salve, llena de gracia, el
Señor sea con vos. Declaran esto unos de presente y otros de optativo. Unos
dicen: “el Señor es contigo”; otros: “el Señor sea contigo”. Y
esto parece más conforme a la salutación: El Señor sea con vos.
Ciclo santoral.
Sermones de Nuestra Señora, 65 [2]. Anunciación de Nuestra Señora. OC III, pg. 883.
Palabras de la Virgen trujeron a Dios para ella cuando por el Ecce
ancilla (Lc 1, 38) encarnó Dios en ella; y por sus palabras vino Dios en
los otros.
Ciclo santoral. Sermones de Nuestra Señora. 66. Visitación de la Virgen. OC III, pg. 886.
Mucho has hecho mujer, y
mucho te lo debemos agradecer nosotros, de alabar al Señor en ti o a ti en el
Señor. Porque si el ángel San Gabriel llamó a quien tú agora “alabas bendita
entre las mujeres (Lc 1, 28), aquello fue a solas y no tenía a quien temer
por decirlo. Santa Elisabet también la alabó, y con grande voz, como tú, mas en
su casa estaba y sin miedo a nadie (Lc 1, 42ss.).
Ciclo santoral.
Sermones de Nuestra Señora. 68, 5. La Virgen de las Nieves. OC III, pg. 916.
La Virgen y Madre de
Dios, para siempre bendita, siempre fue santa, ansí en su santa concepción como
por toda su vida; mas ansí como fue llena de gracia (Lc 1, 28) y
santidad, como el ángel dijo, así fue también en esta vida muy lastimada con
trabajos, según parece por las historias y por el santo evangelio.
Ciclo santoral.
Sermones de Nuestra Señora. 71. Asunción de María, 1. OC III, pg. 974.
41. Perfectísimo dechado de toda virtud y de toda limpieza la ha hecho
Dios, y que sea mayor que la de los ángeles la que en su ánima tiene; y echase
de sí su conversación exterior resplandecientes rayos de tanta honestidad, que
ningún hombre otra cosa pensase si hablase de ella sino mucho bien y alabanzas,
cumpliéndose en ella muy por entero lo que le dijo el arcángel San Gabriel: Bendita
eres tú entre todas las mujeres (Lc 1, 28). Porque no solo fue bendita de
Dios, mas bendita de los hombres y de las mujeres; porque todos la estimaban
por persona llena de santidad, y hablaban bien de ella, dando gloria a Dios por
las buenas obras que le veían hacer.
Ciclo santoral.
Sermones de santos. 75. San José, 41. OC III, pg.
1016.
Dícele el ángel: Mira,
Señora, que concebiréis, y pariréis virgen (cf. Lc 1, 31). ¿A quien no
le tomara alguna locurilla o la comunicada con su vecina? ¡Oh amigas, qué
prudencia la suya! ¿Qué es eso tan de peso? Diría eso: “Señores, preguntaldo a
los sabios y letrados de ley”.
Ciclo temporal.
Sermones de tiempo. 5 [2]. Epifanía, 16. OC III,
pg. 93.
4. -¿Qué remedio? – Que nos vamos a la sacratísima Virgen. En gran
manera muy amiga del Espíritu Santo, y Él de ella. En sus entrañas el
incomprehensible cupo; su alteza, su grandeza bajó, e hizose temporal siendo
eterno, y el rico se hizo pobre y el muy alto se abajó, y esto todo por obra
del Espíritu Santo, por industria, orden y saber suyo. Dijo el ángel San
Gabriel a la Virgen: Spiritus Sanctus superveniet in te. El Espíritu Santo,
Señora, vendrá sobre vos, y la virtud del muy Alto, os hará sombra (Lc
1, 35). Conoce muy bien el Espíritu Santo las entrañas de la Virgen; conoce muy
bien aquel su corazón tan limpísimo, conoce muy bien aquel palacio donde tantos
y tan grandes misterios obró. No hizo la Virgen, ni pensó, ni habló cosa que en
un solo punto desagradase al Espíritu Santo; en todo le agradó, en todo hizo su
santa voluntad; por ruegos de esta gloriosa Virgen, por gemidos y deseos y
oraciones trajo el Verbo Eterno y lo metió en sus entrañas. Supliquémosla, pues
tan amiga es de este Santo Espíritu, nos comunique su gracia para hablar a tan
alto Huésped.
Ciclo temporal.
Sermones del Espíritu Santo. 30. Domingo de Pentecostés. OC III, pg. 364.
9.Ecce ancilla Domini; fiat mihi secundum verbum tuum. He aquí la
esclava del Señor; sea hecho en mí según su voluntad (Lc 1, 38). Palabra es esta que la habían de decir siempre los
cristianos y que nunca se había de quitar de su boca y que la dicen los buenos
y siervos de Dios en prosperidad y en adversidad. “He aquí el esclavo del
Señor; yo le he dado ya mi libertad; suyo soy en riquezas y en pobrezas;
servirle tengo en muerte y en vida; no me olvidaré de él en la prosperidad ni
desconfiaré de él en la adversidad e tribulación; cúmplase y hágase en mi todo
lo que él fuere servido, presto estoy a le obedecer.
10. Pues, fue, recibida la Virgen María nuestra Señora en lugar de
Eva. Agradó e obedeció a Dios que Eva desagradeció e desobedeció. Pareció más
bien en los ojos de Dios la grandísima humildad de esta benditísima Virgen, que
le pareció mal delante su acatamiento la mucha soberbia de nuestra primera
madre. Buscóla Dios cumplidísima de todas las virtudes. No hay que desear en
ella. De todo la dotó dios abundantemente.
Ciclo temporal.
Sermones del Santísimo Sacramento. 41. En la Infraoctava del Corpus. OC III, pg. 546.
La Virgen María, nuestra
señora, la cual no era estéril ni vieja; y ansí mayor milagro fue concebir la
Virgen y parir virgen, aunque era moza y no estéril, que no parir Sara siendo
vieja y estéril. Diose prisa Sara a obedecer el mandamiento de su marido Abraham.
Diose prisa la Virgen a decir: Ecce ancilla Domini (Lc 1, 38), y luego
ino el Verbo de Dios. Veis aquí las tres medidas. – Tomó el mozo de Abraham el
becerro y aderezólo y cociólo a gran prisa, sin hacer proceso.
Ciclo temporal.
Sermones del Santísimo Sacramento. 49. En la infraoctava del Corpus, 3. OC III, pg. 636.
¡La humildad de la
Virgen, la esclava del Señor! (Lc 1, 38). Y así creo que la primera
sería en obedecer, y que tomaría la escoba para barrer, y siempre haría los
oficios mas bajos.
Ciclo santoral.
Sermones de Nuestra Señora. 63. Presentación de Nuestra Señora, 23. OC III, pg. 851.
Razón es que como la
Virgen María dice: Ecce ancilla Domini (Lc 1, 38), así como Cristo dice:
He aquí tu siervo, así tú digas: “He aquí que yo esclavo, no se haga
i voluntad, sino la vuestra” (Mt 26, 39), como Él dijo al Padre: “Yo
vuestro esclavo soy, hágase vuestra voluntad”. En tiempo próspero y adverso, en
la vida y en la muerte, ahora y para siempre llámate a boca llena esclavo de
Dios, pues que la Virgen así se llama.
Ciclo santoral.
Sermones de Nuestra Señora. 65 [1]. Anunciación de Nuestra Señora, 27. OC III, pg. 875.
34. Señora, aquí se cumple el Ecce ancilla (Lc 1, 38) del día
de la anunciación; que San Agustín dice que el mismo día que se encarno, ese
día murió. Cotejad, Señora, día con día y templad el alegría del uno con la
tristeza del otro. Acordaos, Señora, de la alegría que sintió vuestra ánima
cuando el ángel os dijo que habíades de ser parir al Hijo de Dios, que venía a
remediar el mundo perdido, que habíades de ser Madre de Dios, quedando virgen,
para que no desmaye vuestro corazón con lo que agora tenéis delante de vuestros
benditos ojos. Acordaos, Señora, de la alegría de aquel día, para que no
desfallezcáis en los trabajos de este. Aquí viene, Señora, Ecce ancilla, aquí
viene el conformaros con la voluntad de
Dios; alzad, Señora, los ojos al Eterno Padre y conformaros con su voluntad,
para sufrir estas angustias con paciencia. Como allí os conformastes con la
misma para acetar lo que el ángel de su parte os decía.
Ciclo santoral.
Sermones de Nuestra Señora, 67. Soledad de María, 34. OC III, pg. 908.
¿No bastaba aquella
obra, mayor que todas las que hecistes, mas digna de loor que ninguna lengua
puede contar, cuando, estando al pie de la cruz de vuestro Hijo bendicto (cf.
Jn 19, 25), amastes tanto al mundo, que por remedio de él ofrecistes en vuestro
corazón a muerte de cruz vuestro amantísimo Hijo, obedeciendo como esclava a
la voluntad del Señor (cf. Lc 1, 38) cuando os lo quiso quitar como cuando en
la encarnación fue servido de dároslo?
Ciclo santoral.
Sermones de Nuestra Señora. 69. Asunción de María, 27, OC III, pg. 940.
Y cuando ya vino el
punto que aquella dichosa ánima saliera de su virginal cuerpo, entonces su Hijo
bendito dijo aquello que mucho antes estaba profetizado para esta hora: Ven
del Líbano, Esposa mía, y serás coronada (Cant 4, 8). Ven a mi huerto,
hermana mía, Esposa (Cant 5, 1). Levántate y date priesa, paloma mía,
hermosa mía; que ya ha pasado el invierno de los trabajos, ya han venido
las flores del alegre verano de la gloria que te está aparejada (cf. Cant
2, 10-11): Vente a mí, que yo te recebiré en mi humanidad que de ti
recebí, y en mi divinidad con que te crié, y te terné siempre conmigo,
haciéndote bienaventurada para siempre jamás. A esta dulcísima voz y convite,
que sería la postrera que en esta vida la Virgen oyó, respondería su
acostumbrada palabra: He aquí la sierva del Señor; hágase en mí, etc, (Lc
1, 38).
Ciclo santoral.
Sermones de Nuestra Señora. 70. Asunción de María, 65, OC III, pg. 971.
Obra suya es; y aunque
yo sea esclava (cf. Lc 1, 38), Hiojo suyo es el que he concebido: no es
posible que Él olvide cosa que toque a su Hijo ni a mí, por ser esclava suya. Y
pues Él reveló a Santa Isabel lo que el ángel me había dicho en secreto, y
quién era el que estaba encerrado en mi vientre, y que ella y el niño que tenía
en su vientre lo adorasen.
Ciclo santoral.
Sermones de Santos. 75. San José, 24. OC III, pg.
1009.
Oigamos este mensaje de
Dios, que quiere venir a nos, como lo oyó la bienaventurada María, que toda se
ofreció por esclava de Dios (cf. Lc 1. 39), y, conozcamos esta merced; y
tengámonos por indignos de ella, diciendo con San Juan: Yo tengo de ir a ti,
¡y tú vienes a mí! (cf. Mt 3, 14).Y pónganos cuidado la grandeza del
Huésped para ataviarle la casa, aunque no como su alta dignidad pide, mas a lo
menos nuestra flaqueza pudiere; pues que en ninguna cosa nos podemos y debemos
mejor emplear que en dar posada apacible al que nos crió y a quien la ha de ser
nuestra en su reino.
Segunda parte. 87. A
una mujer devota en tiempo de Adviento. OC IV,
pg. 372.
Y también traiga en su
memoria la palabra de nuestra Señora: He aquí la esclava del Señor (Lc
1, 38), y por tal se tenga, pues de su parte es esclava, y mala esclava, y toda
su honra es Dios, y así le llame.
Segunda parte. 101. A
una señora que se había consagrado a Dios. OC IV,
pg. 411.
E así, señora, vuestra
merced se debe tener por indigna de tal misericordia, y agradecerla de todo
corazón al Señor que la hace, y acordarse de aquella palabra que la Sacratísima
Virgen María dijo: He aquí la sierva del Señor; sea hecho en mí según tu
palabra (Lc 1, 38). Y cuando David envió a decir a aquella buena y prudente
mujer Abigail que la quería tomar por mujer, ella, conociéndose por indigna de
tal dignidad, respondió: He aquí tu sierva para lavar los pies de tus
criados (cf. 1 Re 25, 41).
Segunda parte. 104. A
una señora afligida. OC IV, pg. 417.
San Oscar Romero.
Salvación que ya comienzan en esta tierra. Salvación que
quiere decir libertad. Verdadera libertad del pecado, de los egoísmos, del
analfabetismo, del hambre. Libertades de la tierra que nos preparan para la
gran libertad del Reino de los Cielos. Homilía, 25 noviembre 1979.
Papa Francisco. Angelus. 8 de
diciembre de 2015.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y
feliz fiesta!
Hoy, la fiesta de la Inmaculada nos hace
contemplar a la Virgen que, por singular privilegio, ha sido preservada del
pecado original desde su concepción. Aunque vivía en el mundo marcado por el
pecado, no fue tocada por él: María es nuestra hermana en el sufrimiento,
pero no en el mal ni en el pecado. Es más, el mal en ella fue derrotado
antes aún de rozarla, porque Dios la ha llenado de gracia (cf. Lc 1, 28). La
Inmaculada Concepción significa que María es la primera salvada por la infinita
misericordia del Padre, como primicia de la salvación que Dios quiere donar
a cada hombre y mujer, en Cristo. Por esto la Inmaculada se ha convertido en icono
sublime de la misericordia divina que ha vencido el pecado. Y nosotros,
hoy, al inicio del Jubileo de la Misericordia, queremos mirar a este icono con
amor confiado y contemplarla en todo su esplendor, imitándola en la fe.
En la concepción inmaculada de María estamos invitados
a reconocer la aurora del mundo nuevo, transformado por la obra salvadora del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La aurora de la nueva creación
realizada por la divina misericordia. Por esto la Virgen María, nunca
contagiada por el pecado está siempre llena de Dios, es madre de una humanidad
nueva. Es madre del mundo recreado.
Celebrar esta fiesta comporta dos cosas. La
primera: acoger plenamente a Dios y su gracia misericordiosa en nuestra vida.
La segunda: convertirse a su vez en artífices de misericordia a través de un
camino evangélico. La fiesta de la Inmaculada deviene la fiesta de todos
nosotros si, con nuestros «síes» cotidianos, somos capaces de vencer
nuestro egoísmo y hacer más feliz la vida de nuestros hermanos, de donarles
esperanza, secando alguna lágrima y dándoles un poco de alegría. A
imitación de María, estamos llamados a convertirnos en portadores de Cristo
y testigos de su amor, mirando en primer lugar a los que son privilegiados a
los ojos de Jesús. Son quienes Él mismo nos indicó: «Tuve hambre y me
disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me
hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la
cárcel y vinisteis a verme» (Mt 25, 35-36).
La fiesta de hoy de la Inmaculada Concepción
tiene un específico mensaje que comunicarnos: nos recuerda que en nuestra
vida todo es un don, todo es misericordia. Que la Virgen Santa, primicia de
los salvados, modelo de la Iglesia, esposa santa e inmaculada, amada por el
Señor, nos ayude a redescubrir cada vez más la misericordia divina como
distintivo del cristiano. No se puede entender que un verdadero
cristiano no sea misericordioso, como no se puede entender a Dios sin su
misericordia. Esa es la palabra-síntesis del Evangelio: misericordia. Es el
rasgo fundamental del rostro de Cristo: ese rostro que nosotros reconocemos en
los diversos aspectos de su existencia: cuando va al encuentro de todos, cuando
sana a los enfermos, cuando se sienta en la mesa con los pecadores, y sobre
todo cuando, clavado en la cruz, perdona; allí nosotros vemos el rostro de la
misericordia divina. No tengamos miedo: dejémonos abrazar por la misericordia
de Dios que nos espera y perdona todo. Nada es más dulce que su misericordia.
Dejémonos acariciar por Dios; es tan bueno el Señor, y perdona todo.
Que por intercesión de María Inmaculada, la
misericordia tome posesión de nuestros corazones y transforme toda nuestra
vida.
Papa Francisco. Angelus. 8 de
diciembre de 2018.
Queridos hermanas y hermanas, ¡buenos días y
feliz fiesta!
La Palabra de Dios nos presenta hoy una
alternativa. En la primera lectura está el hombre que en los orígenes dice no a
Dios y en el Evangelio está María que en la Anunciación dice sí a Dios.
En ambas lecturas es Dios quien busca al hombre. Pero en el primer caso
se dirige a Adán, después del pecado, y le pregunta: «¿Dónde estás?» (Gn 3,9),
y él responde: «Me he escondido» (v. 10). En el segundo caso, en cambio, se
dirige a María, sin pecado, que le responde: «He aquí la esclava del Señor» (Lc
1,38)». Heme aquí es lo opuesto de me he escondido. El heme aquí abre a
Dios, mientras el pecado cierra, aísla, hace permanecer solos con uno
mismo.
Heme aquí, es la palabra clave de la vida.
Marca el pasaje de una vida horizontal, centrada en uno mismo y en las
propias necesidades, a una vida vertical, elevada hacia Dios. Heme aquí, es
estar disponible para el Señor, es la cura para el egoísmo, el antídoto de
una vida insatisfecha, a la que siempre le falta algo. Heme aquí es el
remedio contra el envejecimiento del pecado, es la terapia para permanecer
jóvenes dentro. Heme aquí, es creer que Dios cuenta más que mi yo. Es
elegir apostar por el Señor, dócil a sus sorpresas. Por eso decirle heme aquí
es la mayor alabanza que podemos ofrecerle. ¿Por qué no empezar los días
así? Sería bueno decir todas las mañanas: ‘Heme aquí, Señor, hágase hoy en mí
tu voluntad. Lo diremos en la oración del Ángelus, pero podemos repetirlo
ya ahora, juntos: ¡Heme aquí, Señor, hágase hoy en mí tu voluntad!
María añade: «Hágase en mí según tu palabra».
No dice “Hágase según yo”, dice “Hágase según Tú”. No pone límites a
Dios. No piensa: “me dedico un poco a Él, me doy prisa y luego hago lo que
quiero”. No, María no ama al Señor cuando le apetece, a ratos. Vive
fiándose de Dios en todo y para todo. Ese es el secreto de la vida. Todo lo
puede quien se fía de Dios. El Señor, sin embargo, queridos hermanos y
hermanas, sufre cuando le respondemos como Adán: “tengo miedo y me he
escondido”. Dios es Padre, el más tierno de los padres, y desea la confianza de
sus hijos. ¡Cuántas veces sospechamos de Él!, ¡sospechamos de Dios!
Pensamos que puede enviarnos alguna prueba, privarnos de la libertad,
abandonarnos. Pero esto es un gran engaño, es la tentación de los orígenes, la
tentación del diablo: insinuar la desconfianza en Dios. María vence esta
primera tentación con su heme aquí. Y hoy miramos la belleza de la Virgen,
nacida y vivida sin pecado, siempre dócil y transparente a Dios.
Eso no significa que la vida fuera fácil para
ella, no. Estar con Dios no resuelve mágicamente los problemas. Lo
recuerda la conclusión del Evangelio de hoy: «Y el ángel se alejó de ella» (v.
38). Se alejó: es un verbo fuerte. El ángel deja sola a la Virgen en una
situación difícil. Ella sabía en qué modo particular se convertiría en la
Madre de Dios —se lo había dicho el ángel—, pero el ángel no se lo había
explicado a los demás, sólo a ella. Y los problemas comenzaron inmediatamente:
pensemos en la situación irregular según la ley, en el tormento de San José, en
los planes de vida desbaratados, en lo que la gente habría dicho… Pero María
pone su confianza en Dios ante los problemas. El ángel la deja, pero ella
cree que con ella, en ella, ha permanecido Dios. Y se fía. Se fía de Dios. Está
segura de que con el Señor, aunque de modo inesperado, todo irá bien. He
aquí la actitud sabia: no vivir dependiendo de los problemas —terminado uno, se
presentará otro–, sino fiándose de Dios y confiándose cada día a Él: ¡heme
aquí! ¡”Heme aquí” es la palabra. “Heme aquí” es la oración. Pidamos a la
Inmaculada la gracia de vivir así.
Francisco. Angelus. 8 de diciembre
de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la Liturgia de hoy, Solemnidad de
la Inmaculada Concepción de la Virgen María, nos hace entrar en su casa de
Nazaret, donde recibe el anuncio del ángel (cf. Lc 1,26-38). Una persona se
revela mejor en su hogar que en otras partes. Y precisamente en esa intimidad
doméstica el Evangelio nos da un detalle que revela la belleza del corazón de
María.
El ángel la llama «llena de gracia». Si está
llena de gracia, significa que la Virgen está vacía de maldad, es sin
pecado, Inmaculada. Ahora, ante este saludo María —dice el texto— «se conturbó»
(Lc 1,29). No solo está sorprendida, sino también turbada. Recibir grandes
elogios, honores y cumplidos a veces tiene el riesgo de despertar el orgullo y
la presunción. Recordemos que Jesús no es tierno con los que van en busca del
saludo en las plazas, de la adulación, de la visibilidad (cf. Lc 20, 46).
María, en cambio, no se enaltece, sino que se turba; en lugar de
sentirse halagada, siente asombro. El saludo del ángel le parece más grande
que ella. ¿Por qué? Porque se siente pequeña por dentro, y esta pequeñez, esta
humildad atrae la mirada de Dios.
Así, entre las paredes de la casa de Nazaret
vemos un rasgo maravilloso. ¿Cómo es el corazón de María? Tras recibir el
más alto de los cumplidos, se turba porque siente dirigido a ella lo que no se
atribuía a sí misma. De hecho, María no se atribuye prerrogativas, no reclama
nada, no atribuye nada a su mérito. No siente autocomplacencia, no se exalta.
Porque en su humildad sabe que todo lo recibe de Dios. Por tanto, está libre
de sí misma, completamente orientada a Dios y a los demás. María Inmaculada
no tiene ojos para sí misma. Aquí está la verdadera humildad: no tener
ojos para uno mismo, sino para Dios y para los demás.
Recordemos que esta perfección de María, la llena
de gracia, la declara el ángel dentro de las paredes de su casa: no en la plaza
principal de Nazaret, sino allí, en el ocultamiento, en la mayor humildad. En
esa casita de Nazaret palpitaba el corazón más grande que una criatura haya
tenido jamás. Queridos hermanos y hermanas, ¡esta es una noticia extraordinaria
para nosotros! Porque nos dice que el Señor, para hacer maravillas, no
necesita grandes medios ni nuestras sublimes habilidades, sino nuestra humildad,
nuestra mirada abierta a Él y abierta también a los demás. Con ese anuncio,
dentro de las pobre paredes de una pequeña casa, Dios cambió la historia. También
hoy quiere hacer grandes cosas con nosotros en la vida de todos los días,
es decir, en la familia, en el trabajo, en los ambientes cotidianos. Ahí, más
que en los grandes acontecimientos de la historia, ama obrar la gracia de Dios.
Pero, me pregunto, ¿lo creemos? ¿O pensamos que la santidad es una
utopía, algo para los profesionales, una ilusión piadosa incompatible con la
vida ordinaria?
Pidámosle a la Virgen una gracia: que nos libre
de la idea engañosa de que una cosa es el Evangelio y otra la vida; que nos
encienda de entusiasmo por el ideal de santidad, que no es una cuestión de
estampitas, sino de vivir cada día lo que nos sucede con humildad y alegría,
como la Virgen, libres de nosotros mismos, con la mirada puesta en Dios y en el
prójimo que encontramos. Por favor, no nos desanimemos: ¡el Señor nos ha dado a
todos un buen paño para tejer la santidad en la vida diaria! Y cuando nos asalte
la duda de no lograrlo o la tristeza de ser inadecuados, dejémonos mirar por
los "ojos misericordiosos" de la Virgen, ¡porque nadie que haya
pedido su ayuda ha sido abandonado jamás!
Benedicto. Angelus. 8 de diciembre
2006
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos una de las fiestas de la santísima
Virgen más bellas y populares: la
Inmaculada Concepción. María no sólo no cometió pecado alguno, sino que fue
preservada incluso de la herencia común del género humano que es la culpa
original, por la misión a la que Dios la destinó desde siempre: ser la Madre del Redentor.
Todo esto está contenido en la verdad de fe de la
"Inmaculada Concepción". El fundamento bíblico de este dogma se
encuentra en las palabras que el ángel dirigió a la joven de Nazaret: "Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo" (Lc 1, 28). "Llena de gracia" —en el
original griego kecharitoméne— es el nombre más hermoso de María, un
nombre que le dio Dios mismo para indicar que desde siempre y para siempre
es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, Jesús,
"el amor encarnado de Dios" (Deus caritas est, 12).
Podemos preguntarnos: ¿por qué entre todas las mujeres Dios
escogió precisamente a María de Nazaret? La respuesta está oculta en el
misterio insondable de la voluntad divina. Sin embargo, hay un motivo que el
Evangelio pone de relieve: su
humildad. Lo subraya bien Dante Alighieri en el último canto del
"Paraíso": "Virgen Madre,
hija de tu Hijo, la más humilde y más alta de todas las criaturas, término fijo
del designio eterno" (Paraíso XXXIII, 1-3). Lo dice la Virgen misma en el
Magníficat, su cántico de alabanza:
"Proclama mi alma la grandeza del Señor, (...) porque ha mirado la
humildad de su esclava" (Lc 1, 46. 48). Sí, Dios quedó prendado de la
humildad de María, que encontró gracia a sus ojos (cf. Lc 1, 30). Así llegó a
ser la Madre de Dios, imagen y modelo de la Iglesia, elegida entre los pueblos
para recibir la bendición del Señor y difundirla a toda la familia humana.
Esta "bendición" es Jesucristo. Él
es la fuente de la gracia, de la que María quedó llena desde el primer
instante de su existencia. Acogió con fe a Jesús y con amor lo donó al
mundo. Esta es también nuestra vocación y nuestra misión, la
vocación y la misión de la Iglesia:
acoger a Cristo en nuestra vida y donarlo al mundo "para que el
mundo se salve por él" (Jn 3, 17).
Queridos hermanos y hermanas, la fiesta de la
Inmaculada ilumina como un faro el período de Adviento, que es un tiempo de
vigilante y confiada espera del Salvador. Mientras salimos al encuentro de Dios
que viene, miramos a María que "brilla como signo de esperanza segura y de
consuelo para el pueblo de Dios en camino" (Lumen gentium, 68). Con esta
certeza os invito a uniros a mí cuando, por la tarde, renueve en la plaza de
España el tradicional homenaje a esta dulce Madre por gracia y de la gracia. A
ella nos dirigimos ahora con la oración que recuerda el anuncio del ángel.
Benedicto. Angelus. 8 de diciembre
de 2009
Queridos hermanos y hermanas:
El 8 de diciembre celebramos una de las fiestas más
hermosas de la santísima Virgen María: la solemnidad de su Inmaculada
Concepción. Pero, ¿qué significa que María es la "Inmaculada"? Y,
¿qué nos dice este título a nosotros? Ante todo hagamos referencia a los textos
bíblicos de la liturgia de hoy, especialmente al gran "fresco" del
capítulo tercero del libro del Génesis y al relato de la Anunciación del
Evangelio de san Lucas. Después del pecado original, Dios se dirige a la
serpiente, que representa a Satanás, la maldice y añade una promesa:
"Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él
te aplastará la cabeza mientras acechas tú su calcañar" (Gn 3, 15). Es el
anuncio de una revancha: En los primeros momentos de la creación parece que
prevalece Satanás, pero vendrá un hijo de mujer que le aplastará la cabeza.
Así, mediante el linaje de la mujer, Dios mismo vencerá, el bien vencerá.
Esa mujer es la Virgen María, de la que nació Jesucristo que, con su
sacrificio, derrotó de una vez para siempre al antiguo tentador. Por esto, en
numerosos cuadros o estatuas de la Inmaculada, se la representa aplastando a
una serpiente con el pie.
El evangelista san Lucas, por su parte, nos muestra
a la Virgen María recibiendo el anuncio del mensajero celestial (cf. Lc 1,
26-38). Aparece como la humilde y auténtica hija de Israel, la verdadera Sión,
en la que Dios quiere poner su morada. Es el retoño del que debe nacer el
Mesías, el Rey justo y misericordioso. En la sencillez de la casa de Nazaret
vive el "resto" puro de Israel, del que Dios quiere hacer renacer a
su pueblo, como un nuevo árbol que extenderá sus ramas por el mundo entero,
ofreciendo a todos los hombres frutos buenos de salvación. A diferencia de Adán
y Eva, María obedece a la voluntad del Señor, con todo su ser pronuncia su
"sí" y se pone plenamente a disposición del designio divino. Es la
nueva Eva, verdadera "madre de todos los vivientes", es decir, de
quienes por la fe en Cristo reciben la vida eterna.
Queridos amigos, ¡qué inmensa alegría es tener por
madre a María Inmaculada! Cada vez que experimentamos nuestra fragilidad y
la sugestión del mal, podemos dirigirnos a ella, y nuestro corazón recibe luz y
consuelo. Incluso en las pruebas de la vida, en las tempestades que hacen
vacilar la fe y la esperanza, pensemos que somos sus hijos y que las raíces
de nuestra existencia se hunden en la gracia infinita de Dios. La Iglesia
misma, aunque está expuesta a las influencias negativas del mundo, encuentra
siempre en ella la estrella para orientarse y seguir la ruta que le ha indicado
Cristo. De hecho, María es la Madre de la Iglesia, como proclamaron
solemnemente el Papa Pablo VI y el concilio Vaticano II.
Por tanto, a la vez que damos gracias a Dios por
este signo estupendo de su bondad, encomendemos a la Virgen Inmaculada a cada
uno de nosotros, a nuestras familias y comunidades, a toda la Iglesia y al
mundo entero. También lo haré yo esta tarde, según la tradición, al pie del
monumento dedicado a ella en la plaza de España.
Benedicto. Angelus. 8 de diciembre
de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
Os deseo a todos feliz fiesta de María Inmaculada.
En este Año de la fe desearía subrayar que María es la Inmaculada por un don
gratuito de la gracia de Dios, que encontró en Ella perfecta disponibilidad y
colaboración. En este sentido es «bienaventurada» porque «ha creído» (Lc 1,
45), porque tuvo una fe firme en Dios. María representa el «resto de Israel»,
esa raíz santa que los profetas anunciaron. En ella encuentran acogida las
promesas de la antigua Alianza. En María la Palabra de Dios encuentra
escucha, recepción, respuesta; halla aquel «sí» que le permite hacerse carne y
venir a habitar entre nosotros. En María la humanidad, la historia, se
abren realmente a Dios, acogen su gracia, están dispuestas a hacer su voluntad.
María es expresión genuina de la Gracia. Ella representa el nuevo
Israel, que las Escrituras del Antiguo Testamento describen con el símbolo de
la esposa. Y san Pablo retoma este lenguaje en la Carta a los Efesios donde
habla del matrimonio y dice que «Cristo amó a su Iglesia: Él se entregó a sí
mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la
palabra, y para presentarse a Él mismo la Iglesia toda gloriosa, sin mancha ni
arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada» (5, 25-27). Los Padres de la
Iglesia desarrollaron esta imagen y así la doctrina de la Inmaculada nació
primero en referencia a la Iglesia virgen-madre, y sucesivamente a María. Así
escribe poéticamente Efrén el Sirio: «Igual que los cuerpos mismos pecaron y
mueren, y la tierra, su madre, está maldita (cf. Gn 3, 17-19), así, a causa de
este cuerpo que es la Iglesia incorruptible, su tierra está bendita desde el
inicio. Esta tierra es el cuerpo de María, templo en el cual se ha puesto una
semilla» (Diatessaron 4, 15: SC 121, 102).
La luz que promana de la figura de María nos ayuda
también a comprender el verdadero sentido del pecado original. En María está
plenamente viva y operante esa relación con Dios que el pecado rompe. En Ella
no existe oposición alguna entre Dios y su ser: existe plena comunión,
pleno acuerdo. Existe un «sí» recíproco, de Dios a ella y de ella a Dios. María
está libre del pecado porque es toda de Dios, totalmente expropiada para
Él. Está llena de su Gracia, de su Amor.
En conclusión, la doctrina de la Inmaculada
Concepción de María expresa la certeza de fe de que las promesas de Dios se han
cumplido: su alianza no fracasa, sino que ha producido una raíz santa, de la
que ha brotado el Fruto bendito de todo el universo, Jesús, el Salvador. La
Inmaculada demuestra que la Gracia es capaz de suscitar una respuesta; que la
fidelidad de Dios sabe generar una fe verdadera y buena.
Queridos amigos: esta tarde, como es costumbre, me
acercaré a la Plaza de España al homenaje a María Inmaculada. Sigamos el
ejemplo de la Madre de Dios, para que también en nosotros la gracia del Señor
encuentre respuesta en una fe genuina y fecunda.
Francisco. Catequesis.
El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro
con Jesús, nuestra esperanza 15. Los frutos del Espíritu Santo. La alegría
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber hablado de la gracia santificante y de los carismas,
quisiera detenerme hoy en una tercera realidad vinculada a la acción del
Espíritu Santo: los «frutos del Espíritu». ¿Qué cosa es el fruto del Espíritu?
San Pablo ofrece una lista de éstos en su Carta a los Gálatas. Escribe: «el
fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y
confianza, mansedumbre y temperancia» (5,22). Nueve frutos del Espíritu. ¿Pero
qué cosa es este “fruto del Espíritu”?
A diferencia de los carismas, que el Espíritu concede a quien quiere y
cuando quiere para el bien de la Iglesia, los frutos del Espíritu –
repito: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad,
dominio propio – son el resultado de una colaboración entre la gracia y la
nuestra libertad.
Estos frutos expresan siempre la creatividad de la persona, en la que «la
fe obra por medio de la caridad» (Gal 5,6), a veces de forma sorprendente y
llena de alegría.
No todos en la Iglesia pueden ser apóstoles, profetas, evangelistas; pero
todos indistintamente pueden y deben ser caritativos, pacientes, humildes, constructores de
paz, y etcétera. Todos nosotros, si, debemos ser caritativos, debemos ser
pacientes, debemos ser humildes, artífices de paz y no de guerra.
Entre los frutos del Espíritu indicados por el Apóstol, me gustaría
destacar uno de ellos, recordando las palabras iniciales de la exhortación
apostólica Evangelii gaudium: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la
vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por
Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.» (n. 1). A
veces habrá momentos tristes, pero siempre existirá la paz. Con Jesús
existe la alegría y la paz.
La alegría, fruto del Espíritu, tiene en común con cualquier otra alegría
humana un cierto sentimiento de plenitud y satisfacción, que hace desear
que dure para siempre. Sin embargo, sabemos por experiencia que eso no ocurre,
porque todo aquí abajo pasa rápidamente: Todo pasa rápidamente. Pensemos
juntos: la juventud, pasa rápidamente, ¿la salud, las fuerzas, el bienestar,
las amistades, el amor... duran cien años? Pero después no más.
Por otra parte, aunque estas cosas no pasaran rápidamente, después de un
tiempo ya no son suficientes, o incluso se vuelven aburridas, porque, como
dijo San Agustín a Dios: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti» [1]. Existe la inquietud del corazón por
buscar la belleza, la paz, el amor, la alegría.
La alegría del Evangelio, la alegría evangélica, a diferencia de cualquier otra alegría, puede
renovarse cada día y volverse contagiosa. «Sólo gracias a ese encuentro —o
reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos
rescatados de nuestra conciencia aislada y de la auto referencialidad. [...]
Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha
acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el
deseo de comunicarlo a otros?» (Evangelii gaudium, 8). Esta es la doble
característica de la alegría que es fruto del Espíritu: no sólo no está
sujeta al inevitable desgaste del tiempo, ¡sino que se multiplica al
compartirla con los demás! Los demás. Una verdadera alegría se comparte con
los demás, y se “contagia”.
Hace cinco siglos, vivía en Roma un santo llamado Felipe Neri. Él
pasó a la historia como el santo de la alegría. A los niños pobres y
abandonados de su Oratorio les decía: “Hijos, estén alegres; no quiero
escrúpulos ni melancolía; me basta con que no pequen”. Y todavía: “¡Sean
buenos, si pueden!”. Menos conocida es, sin embargo, la fuente de la que
procedía su alegría. San Felipe Neri sentía un amor tal por Dios que a
veces parecía que el corazón le iba a estallar en el pecho. Su alegría era,
en el sentido más pleno, un fruto del Espíritu. El santo participó en el
Jubileo de 1575, que enriqueció con la práctica, mantenida posteriormente, de
visitar las Siete Iglesias. Fue, en su época, un verdadero evangelizador a
través de la alegría. Y tenía esta característica de Jesús: perdonaba siempre,
perdonaba todo. Quizás alguno de nosotros puede pensar: “pero he cometido este
pecado, y esto no tendrá perdón…”. Escuchen bien: Dios perdona todo, Dios
perdona siempre. Y esta es la alegría: ser perdonados por Dios. A los
sacerdotes y a los confesores siempre digo: perdonen todo, no preguntar mucho,
pero perdonar todo, todo y siempre.
La palabra «evangelio» significa buena nueva. Por tanto, no se puede
comunicar con caras largas y rostro sombrío, sino con la alegría de quien
encontró el tesoro escondido y la perla preciosa. Recordemos la exhortación que
San Pablo dirigió a los creyentes de la Iglesia de Filipos, y que ahora nos
dirige a todos nosotros: «Estén siempre alegres en el Señor, les repito estén
alegres, y den a todos muestras de un espíritu muy abierto. El Señor está
cerca» (Fil 4,4-5).
Queridos hermanos y hermanas, alégrense con la alegría de Jesús en el
corazón. Gracias.
LA INMACULADA CONCEPCIÓN.
Monición de entrada:
Bienvenidos
a misa.
Bienvenidos
a esta misa de la Purísima. Estamos en los días que nos ayudan a vivir la
navidad y hoy Jesús nos da la mejor ayuda que podíamos tener, la de una madre,
la mejor de todas, la Virgen María.
Hoy es la
fiesta de la Inmaculada Concepción, la Purísima. Ella con su alma limpia nos
ayuda a tener un corazón limpio para recibir al Niño Jesús.
Pidámosle a
Dios que nos ayude en esta misa a tener un corazón como el de María
Señor, ten piedad.
Tú que nos das a María
como Madre. Señor, ten piedad.
Tú que nos das a María
como Amiga. Cristo ten piedad.
Tú que nos das a María
como Maestra. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Para que la
Iglesia sepa llevarnos al lado de María. Roguemos al Señor.
Para que los
demás vean que Jesús es muy importante en nuestras vidas. Roguemos al Señor.
Para que
María nos ayude a preparar la Navidad. Roguemos al Señor
Para que
estas navidades ayudemos a los que tienen menos que nosotros. Roguemos al
Señor.
Para que
nuestros abuelos que se han ido al Cielo estén ya con María. Roguemos al Señor.
Acción de gracias.
Bendita sea tu pureza y eternamente lo
sea, pues todo un Dios se recrea en ella.
A ti Virgen Inmaculada María, las niñas
y los niños te ofrecemos el alma, la vida y el corazón.
[1] “La actuación (de Cristo) con que engañó la
actuación (del demonio)”. Miss. Rom. Mymn. Liturg. Feriae Vi in Parasceve. Nota
editor.
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