miércoles, 25 de diciembre de 2024

239. Sagrada Familia. 29 de diciembre de 2024.



Lectura del primer libro de Samuel 1,20-22.24.28.

Al cabo de los días Ana concibió y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Samuel, diciendo: “Se lo pedí al Señor”. El esposo Elcaná y toda su casa subieron a ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto. Ana, en cambio, no subió, manifestando a su esposo:

-Esperemos hasta que el niño sea destetado. Entonces lo ofreceré al Señor y se quedará allí para siempre.

Una vez destetado, lo subió consigo, junto con un novillo de tres años, unos cuarenta y cinco kilos de harina y un odre de vino. Lo llevó a la casa del Señor a Siló y el niño se quedó como siervo. Inmolaron el novillo y presentaron el niño a Elí. Ella le dijo:

-Perdón, por tu vida, mi señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor. Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había pedido. Yo, a mi vez, lo cedo al Señor. Quede, pues, cedido al Señor de por vida. Y se postraron allí ante el Señor.

 

Textos paralelos.

 Se lo ofrezco a Yahvé todos los días de su vida.

Sal 2, 7: Voy a recitar el decreto del Señor: Me ha dicho: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”.

Lc 1, 54: Socorre a Israel su siervo, recordando la lealtad.

 

Notas exegéticas.

1 20 Esta explicación por la raíz hebrea sa’al, “pedir”, debería dar el nombre de Sa’ûl, Saúl. La etimología bíblica se contenta en este caso con una vaga asonancia. “Samuel” se explica mejor por el compuesto Sem-’El, “el Nombre de Dios” o “el Nombre (de Dios) es Él”.

1 22 (a) Generalmente se tardaba bastante en destetar a los niños, a veces hasta tres años.

1 22 (b) Un fragmento de Qumrán añade: “Haré de él un nazir para siempre”.

1 24 “un novillo de tres años” griego, siriaco; “tres novillos”, hebreo; pero ver v. 25.

1 28 El verbo está en masculino singular sin sujeto explícito. Este puede ser Elí, a quien Ana acaba de dirigirse (vv. 26-28a) o Samuel. El texto de Qumrán dice “ella se postró”; latino y siriaco: “ellos se postraron”. La frase falta en griego.

 

Salmo responsorial

Salmo 82(83), 2-3.5-6.9-10.

 

¡Dichosos los que viven en tu casa, Señor! R/.

¡Qué deseables son tus moradas,

Señor del universo!

Mi alma se consume y anhela

los atrios del Señor,

mi corazón y mi carne

retozan por el Dios vivo. R/.

 

Dichosos los que viven en tu casa,

alabándote siempre.

Dichoso el que encuentra en ti su fuerza

y tiene tus caminos en su corazón.   R/.

 

Señor del universo,

escucha mi súplica;

atiéndeme, Dios de Jacob.

Fíjate, oh Dios, escudo nuestro,

mira el rostro de tu Ungido. R/.

 

Textos paralelos.

Mi ser languidece anhelando los atrios de Yahvé:

Sal 42, 2-3: Como ansía la cierva corrientes de agua, así mi alma te ansía, oh Dios. Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Sal 122, 1: ¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.

 

Notas exegéticas.

84 Canto de Sión, que celebra al huésped divino del Templo, fuente de felicidad y de gracia para los peregrinos, vv. 6-8, así como para los adictos al servicio del santuario, vv. 5.11.

84 6 “Subidas” griego; “senderos” hebreo – los peregrinos cantaban durante la marcha los salmos llamados “graduales” o “de las subidas” (a Jerusalén), Sal 120s.

84 10 Aquí, el “ungido” o “mesías” es probablemente el sumo sacerdote, jefe de la comunidad después del desierto.

  

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-2.21-24.

Queridos hermanos:

Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Queridos, si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Cuando pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

 

Textos paralelos.

 Para llamarnos hijos de Dios.

Rm 8, 14-17: Cuantos se dejan llevar del Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y no habéis recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos permite clamar Abba, Padre. Y el Espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios, coherederos con Cristo; si compartimos su pasión, compartiremos su gloria.

Rm 8, 37-39: En todas esas circunstancias vencemos de sobra gracias al que nos amó. Estoy persuadido de que ni muerte ni vida, ni ángeles ni potestades, ni presente ni futuro, ni poderes ni altura ni hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.

Jn 1, 12: Pero a los que la recibieron los hizo capaces de ser hijos de Dios: a los que creen en él.

Ef 1, 5: Por Jesucristo, según el designio de su voluntad, nos predestinó a ser sus hijos adoptivos.

Porque no le reconoció a él.

Jn 15, 21: Todo eso lo harán a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.

Jn 16, 3: Y eso harán porque no conocen al Padre ni a mí.

Jn 17, 25: Padre justo, el mundo no te ha conocido; yo te he conocido y estos han conocido que tú me enviaste.

Sabemos que, cuando se manifieste.

Col 3, 4: Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces vosotros apareceréis gloriosos junto a él.

Flp 3, 21: El cual transformará nuestro cuerpo humilde en la forma de su cuerpo glorioso, con la eficacia con que puede someterse todo.

Rm 8, 29: A los que escogió de antemano los destino a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos.

1 Co 13, 12: Ahora vemos como enigmas en un espejo, entonces veremos cara a cara. Ahora conozco a medias, entonces conoceré tan bien como soy conocido.

Obtendremos de él todo lo que pidamos.

Mt 7, 7-11: Pedid y os darán, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán; pues quien pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama le abren. ¿Quién de vosotros, si su hijo le pide pan, le da una piedra?, ¿o si le pide pescado, le da una culebra? Pues si vosotros, con lo malos que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más dará vuestro Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan!

Jn 14, 13-14: Y lo que pidáis alegando mi nombre lo haré, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre. Si pedís algo alegando mi nombre, yo lo haré.

Hacemos lo que le agrada.

Jn 8, 29: El que me envió está conmigo y no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.

Según el mandamiento que nos dio.

Jn 13, 34: Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado: amaos así unos a otros.

Jn 15, 17: Esto es lo que os mando, que os améis unos a otros.

Mora en Dios y Dios en él.

1 Jn 1, 3: Lo que vimos y oímos os lo anunciamos también a vosotros para que compartáis nuestra vida, como nosotros la compartimos con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

1 Jn 1, 7: Pero si caminamos en la luz, como él está en la luz, compartimos nuestra vida y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.

En esto conocemos que mora en nosotros.

Jn 14, 21: Quien conserva y guarda mis mandamientos, ése sí que me ama. A quien me ama lo amará mi Padre, lo amaré yo y me manifestaré a él. 

Jn 14, 23: Jesús le contestó: Si alguien me ama cumplirá mi palabra, i Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él.

En que nos ha dado su espíritu.

1 Jn 4, 13: Reconocemos que está con nosotros y nosotros con él porque nos ha hecho participar de su Espíritu.

 

Notas exegéticas.

3 1 (a) Om.: “pues ¡lo somos!, y variante (Vulgata): “y que lo seamos”.

3 1 (b) El verbo “(re) conocer”, empleado dos veces, no está en perfecto sino primero en presente y después en aoristo, para señalar mejor el aspecto incoativo del conocimiento. El mundo, incapaz de descubrir en Dios al Padre que nos ha revelado su amor en su hijo, no puede conocer a los cristianos en su condición de hijos de Dios.

3 2 (a) Jn distingue dos etapas en la condición filial de los creyentes: el estadio inicial, a partir del comienzo de la ida cristiana, y su cumplimiento escatológico, en perfecta semejanza al Hijo de Dios.

3 2 (b) La conjunción ·porque” no va unida probablemente a “seremos semejantes a él”, sino a “Sabemos”: la certeza que ya tenemos de ver un día al Hijo de Dios en su gloria nos asegura que llegaremos a ser plenamente semejantes a él. En consecuencia, no se trata directamente de una visión transformadora, como en el helenismo.

3 23 Lit. “que creamos en el nombre de su Hijo…”. Por primera vez en la epístola, el autor utiliza aquí el verbo “creer” con el fin de preparar la sección dedicada a la fe y al discernimiento de los espíritus. Todavía no se trata propiamente de la fe interior, como en 5, 1-13, sino de la adhesión comunitaria a un credo.

3 24 Como ocurre con el verbo “creer” en el v. precedente, también la palabra “Espíritu” es mencionada aquí por primera vez. Juan no alude a los dones carismáticos, ni siquiera directamente, al parecer, a la experiencia personal del Espíritu en nosotros. Piensa más bien en el Espíritu que suscita nuestra confesión de fe y nuestro amor fraterno y nos permite así reconocer que estamos en comunión con Dios.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 41-52.

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:

-Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados.

Él les contestó:

-¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

 

Textos paralelos.

 Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.

Dt 16, 16: Tres veces al año irán todos los varones en peregrinación al lugar que el Señor se elija: por la fiesta de los Ázimos, por la fiesta de las Semanas y por la fiesta de las Chozas.

Ex 12, 14: Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis fiesta al Señor. Ley perpetua para todas las generaciones.

Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

Lc 2, 19: Pero María conservaba y meditaba todo en su interior.

Jesús crecía en sabiduría.

Lc 1, 80: El niño crecía, se fortalecía espiritualmente y vivió en el desierto hasta el día en que se presentó a Israel.

1 S 2, 26: El niño Samuel iba creciendo, y lo apreciaban el Señor y los hombres.

Pr 3, 1-4: Hijo mío, no olvides mi instrucción, conserva en tu memoria mis preceptos, porque te darán muchos días, y años de vida, y prosperidad; que no te abandonen bondad y lealtad, cuélgatelas al cuello, escríbelas en la tablilla del corazón: alcanzarás favor y aceptación de Dios y de los hombres.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

2 41 Es posible que Lc se inspire aquí en 1 S 1, 3.7 – La ley prescribía tres peregrinaciones anuales (Ex 23, 14).

2 42 Más o menos la edad de la madurez religiosa en el judaísmo.

2 46 (a) Jesús “encontrado” “al cabo de tres días” “en casa de su Padre”, tres rasgos que prefiguran el acontecimiento de la Pascua.

2 46 (b) Los “maestros” (de la Ley) enseñaban en el atrio del Templo, como más tarde hará Jesús. Su enseñanza adoptará con frecuencia la forma de diálogo.

2 49 Otros traducen: “en las cosas de mi Padre”. En cualquier caso, Jesús afirma, delante de José que tiene a Dios por Padre y vindica para con él relaciones que son superiores a las de la familia humana. Primera manifestación de su conciencia de ser “el Hijo”, ver Mt 4, 3.

2 50 El misterio de la filiación de Jesús sobrepasa toda inteligencia humana, incluso la más abierta a la palabra de Dios. Sin embargo, las escenas precedentes sugieren que María y José han captado algo de ese misterio.

2 52 Esta conclusión retoma los temas de 2, 40 y parece inspirarse en 1 S 26 (Samuel se queda ante Dios, como Jesús en 2, 43).

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

41-52 A los doce años de edad, un niño judío empezaba a ser “bar miswah” (= “hijo de la Ley”) con plenos derechos y deberes religiosos, entre ellos el deber de peregrinar a Jerusalén res veces al año (cf. Ex 23, 14). La narración de Lc abunda en vocabulario de filiación-paternidad: Jesús demuestra que, ante todo tiene conciencia de ser Hijo del Padre; obediente a él, Jesús será fiel hijo de la Ley  (expresión de la voluntad del Padre), y dócil en Nazaret a “sus padres”, representantes del Padre. Por experiencia dolorosa empieza a aprender que, para un ser humano, llamar “Padre” a Dios supone a veces no llamar “padre” a nadie más sobre la tierra. Esta nota dolorosa aumenta el paralelismo de la narración con el final de la vida terrena de Jesús: en Jerusalén, en la Pascua, por obediencia al Padre, “se oculta” tres días.

41 El versículo, comienza así lit.: e iban los padres de él…

43 SE QUEDÓ: la hipótesis de un texto hebreo subyacente de esta traducción: “Se volvió el niño Jesús a Jerusalén” (J.M. Gia. Pérez).

45 PARA BUSCARLO: (sentido de finalidad); o continuando su búsqueda en el camino.

46 Al niño Jesús LO ENCONTRARON, tal como está descrito en la postura-actitud del discípulo que escucha al maestro. // EN MEDIO DE : equivale a ante; no necesariamente está Jesús en el centro del círculo formado por LOS MAESTROS de la Ley (los rabinos).

47 LA INTELIGENCIA DE SUS RESPUESTAS: lit. la inteligencia y la respuesta de él (endíadis: sus respuestas inteligentes).

48 La pregunta-queja de María es, lit., que (o por qué) hiciste a nosotros así, e.d., “así como esto”.

49 ¿QUÉ MOTIVO… BUSCARME?: lit. qué porque buscabais a mí. “Vulgarmente llaman esta fiesta el Niño perdido, sin algún fundamento: ni sus padres le perdieron ni él se perdió (…), ¿Por qué me buscáis, si no me he perdido? Soy templo, y estoy en el templo; soy rey, y oigo, y pregunto, y respondo; soy Hijo, y hago la voluntad de mi Padre. ¿Por qué me buscáis con dolor?” (Quevedo). // EN LA CASA DE (otros prefieren: en las cosas de ): en griego tenemos: preposición + artículo neutro plural + genitivo de persona. Es giro conocido (p.ej. en Rm 16, 10.11: “los de la casa de N.”), usado también en la LXX y en griego extrabíblico. Jesús orienta la queja de María que, por discreción, ha aludido en público a José como “padre” de Jesús; le dice: “Tú sabes quién es mi Padre, yo le obedezco, no me he escapado de la casa paterna”. Las primeras palabras de Jesús conservadas por los evangelistas, igual que las últimas antes de morir nos dicen que el PADRE es el supremo interés de Jesús en el término de la entrega de su vida.

50 LA RSPUESTA: lit. la palabra. De nuevo Quevedo, sobre la confusión de María y José: “Sin Dios no se aprende, ni se sabe si Dios. Mucho refiere Maldonado de los padres griegos y latinos, todo digno de gran reverencia; mas a mi ver siempre queda inaccesible la dificultad y retirado el misterio (…) Si yo no me declarare al juicio de todos, séame disculpa que, en lugar de palabras, el evangelista afirma que la Madre de Dios y José no entendieron. (…) Forzosa me parece a mí la ignorancia, y en ella estaré si otra culpa que la de haber osado acometer lugar tan escondido”.

51 PERO BAJÓ física o geográficamente (cf. “subir a Jerusalén”; y además se abajó ESTÁNDOLES SUBORDINADOS. “En toda su vida no hizo otra cosa sino bajar: bajar en la encarnación, bajar haciéndose criatura, bajar obedeciendo, bajar haciéndose pobre, abandonado, desterrado, perseguido, ejecutado, poniéndose siempre en el último lugar” (Ch. de Foucauld). // GUARDABA… TODAS AUQELLAS COSAS (lit. todos aquellos acontecimientos reveladores. Es el espíritu de la liturgia católica: la memoria, facultad creativa, “re-cuerda” (re-cordar viene del latín cor = corazón), vuelve a pasar por el corazón un acontecimiento que ocurrió un día, pero que sigue siendo fuente actual de vida.

52 ESTATURA, como en 19, 3; o edad.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

2, 41-52 La Pascua, que comienza el decimoquinto día del mes judío de Nisán, es una fiesta que conmemora la libertad de los judíos de la esclavitud de Egipto. En la época de Cristo, los judíos estaban obligados a peregrinar al Templo de Jerusalén para celebrarla. Los hombres a menudo traían a sus familias y viajaban en caravanas con otras familias. Probablemente María y José no notaron la ausencia de Cristo porque pensaron que estaría con otros familiares o amigos de la caravana. Cuando encontraron a Cristo en el Templo, su respuesta indicó que entendía su identidad como Hijo de Dios y su misión para redimir a la humanidad. Este incidente es un anticipo de la pasión en Jerusalén. Los tres días de Cristo en el Templo también se pueden entender como una prefiguración de los tres días en el sepulcro antes de su resurrección. Cat. 534, 583 y 2599.

2, 52 Aquí de nuevo, tan solo un par de frases describen un largo tramo de la vida de Cristo, en este caso, el período entre los doce años de edad aproximadamente hasta quizás los treinta. Los estudiosos se refieren a este período como “los años ocultos” de Cristo ya que se dice o se sabe poco acerca de sus actividades durante este tiempo. Parece que habría tenido una vida modesta y normal a lo largo de esos 18 años. Por lo tanto, él nos proporciona un modelo para hacer nuestras propias vidas ordinarias santas y agradables a Dios. Cat. 471-472, 517, 2196, 2599.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

534 El hallazgo de Jesús en el templo es el único suceso que rompe el silencio de los Evangelios sobre los años ocultos de Jesús. Jesús deja entrever en ello el misterio de su consagración total a una misión derivada de su filiación divina: “¿No sabíais que me debo a los asuntos de mi Padre?”. María y José “no comprendieron” esta palabra, pero la acogieron en la fe, y María “conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”, a lo largo de todos los años en que Jesús permaneció oculto en el silencio de una vida ordinaria.

583 Como los profetas anteriores a Él, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento. A la edad de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se debía a los asuntos de su Padre. Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua; su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías.

584 Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para Él la casa de su Padre, una casa de oración.

2599 El Hijo de Dios, hecho Hijo de la Virgen, también aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. Él aprende de su madre las fórmulas de oración; de ella, que conservaba todas las “maravillas” del Todopoderoso y las meditaba en su corazón. Lo aprende en las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo.    

 

Concilio Vaticano II.

La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a una situación favorable de la comunidad conyugal y familiar. Por ello, los cristianos, juntamente con todos los que tienen en gran estima esta comunidad, se alegran sinceramente por la variedad de recursos que permiten a los hombres avanzar hoy en el fomento de esta comunidad de amor y en el respeto a la vida, y que ayudan a los esposos y padres en su elevada tarea; además, esperan de ellos mejores beneficios y se afanan por promoverlos.

Sin embargo, no en todas partes brilla con la misma claridad la dignidad de esta institución, pues queda oscurecida por la poligamia, la epidemia del divorcio, el llamado amor libre y otras deformaciones. Además, muchas veces, el amor matrimonial es profanado por el egoísmo, el hedonismo y las prácticas ilícitas contra la generación. Por otra parte, las actuales condiciones económicas, socio-psicológicas y civiles originan graves perturbaciones a la familia. Finalmente, en algunas partes del mundo se observan, no sin preocupación, los problemas surgidos del crecimiento demográfico. Todo esto provoca angustia en las conciencias. No obstante, la fuerza y el vigor de la institución matrimonial y familiar aparecen también en el hecho de que los profundos cambios de la sociedad actual, a pesar de las dificultades que de ellos surgen, ponen de manifiesto, con muchísima frecuencia y de diversos modos, el verdadero carácter de esta institución.

Gaudium et Spes, 47.

 

Comentarios de los Santos Padres.

A los doce años, según leemos, es cuando comenzó la enseñanza del Señor; pues un mismo número de mensajeros se había reservado a la predicación de la fe.  No sin motivo, olvidándose de sus padres según la carne, el que aun en su carne mortal estaba lleno de la sabiduría de Dios y de su gracia, al cabo de tres días fue encontrado en el templo, como signo de que a los tres días de su pasión triunfante, resucitado, debía presentarse a nuestra fe sobre el trono del cielo y entre los honores divinos el que era creído muerto.

Ambrosio, Exposición sobre el Ev. de Lucas, 2, 63. III, pg. 104.

Preguntaba – repito –, no para aprender cualquier cosa, sino para enseñarles con sus preguntas. Saber preguntar y responder manan de una fuente doctrinal. Es el indicio de la misma ciencia el saber preguntar y lo que hay que responder. Convenía que el Salvador nos enseñara en primer lugar a preguntar como Él hizo, para después responder conforme a las palabras y argumentos de Dios.

Orígenes, Homilías sobre el Ev. de Lucas, 19, 6. III, pg. 105.

Aprendamos, niños, a estar sometidos a nuestros padres; el más grande se somete al más pequeño: José era de mayor edad, por eso Jesús le honra con el respeto que se debe a su padre, dando a los hijos un ejemplo de sumisión.

Orígenes, Homilías sobre el Ev. de Lucas, 20, 4. III, pg. 105.

 

San Agustín

Es hallado en el templo; su madre le dice: ¿Por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo, con dolor, te estábamos buscando. Y él responde: ¿No sabíais que conviene que me ocupe de las cosas de mi Padre? (Lc 2, 42-49). Esto lo dijo, porque, como Hijo de Dios, estaba en el templo de Dios. Aquel templo, en efecto, no era de José, sino de Dios. “He aquí, dirá alguien, que admitió no ser hijo de José”. (…) Aunque era hijo de ellos, no quería serlo en forma que excluyese el ser Hijo de Dios. Hijo de Dios, en efecto; Hijo de Dios desde siempre, el que los creó a ellos. Hijo del hombre, en cambio, en el tiempo, nacido de una virgen sin semen marital; a uno y a otro, sin embargo, tenía como padres.

Sermón 51, 17-19.

 

San Juan de Ávila

Cristo, obediente fue a su Padre en vida y en muerte; y también obedeció a su santísima Madre, y al santo Josef, como cuenta San Lucas (Lc 2, 51). Y no piense nadie de poder agradar sin obediencia al que tan amigo fue de ella, que, por no la perder, perdió la vida en la cruz.

Audi filia (II), 101. OC I, pgs. 756-757.

A mí me conviene entender en los negocios a que mi Padre me envió, dijo Jesucristo (Jn 9, 4; Lc 2, 49; 4, 43). ¡Quién mirase como es razón de esto! ¡Quién se parase a pensar y dijese!: ¿A qué me envió Dios a este mundo? ¿Qué hago? ¿En qué entiendo? ¿Cómo gasto el tiempo? ¿En qué me ejercito? No es razón pararnos en el camino. De priesa vamos; a negocios de grande importancia vamos, no es razón parar en cosas de poco provecho.

Miércoles de la semana 4 de Cuaresma.  OC III, pgs. 185.

Mas hay aquí mucho que advertir, y es que, siendo el Señor tan honrado de su Madre, ejemplo de todos los buenos hijos en reverencia, amor y obediencia, del cual se escribe que era súbdito a ella (cf. Lc 2, 51), ¿por qué no agradeció a esta mujer las alabanzas que dijo a su Madre?

La Virgen María. OC III, pg. 917.

Pues aprendan de la Reina de los ángeles, que nunca hablaba sino para una de tres cosas: o para ser informada, como se muestra en la embajada del ángel, que le preguntó que cómo podría ser aquello que le decía: oyó la respuesta que con obra del Espíritu Santo (Lc 1, 34); o para socorrer faltas o miserias de prójimos como se muestra en el Evangelio que dijo nuestra Señora a su Hijo en el convite: No tienen vino (Jn 2, 3): habló para remediar aquella falta; o para mostrar su fatiga o congoja, como se muestra en el Evangelio, de cuando se perdió el Señor, que dijo: Hijo, ¿cómo lo habéis hecho ansí? Que yo y vuestro padre con gran dolor os hemos buscado (Lc 2, 48).

A una doncella. OC IV, pg. 719.

No creáis al engañador, sino a nuestro Señor Jesucristo, que es muy amigo de obediencia y fue subjecto a nuestra Señora y San Josef (cf. Lc 2, 51), y esto para daros ejemplo, que si Él, sabiendo tanto, obedecía a los que eran menores, que así nosotros nos obedezcamos y subjectemos unos a otros por su amor.

A san Juan de Dios. OC IV, pg. 490.

Procure de continuo traer a la memoria la profunda humildad de nuestro Salvador, el cual, siendo Dios, se sometió a la obediencia del hombre (cf. Lc 2, 51), conviene a saber, de la Virgen María, su Madre, y de San Josef, que ansí lo dice el Evangelio, a darnos a entender que, por su respecto y amor, obedezcamos no tan solamente a los mayores, mas aun a los menores, a imitación del mismo, procurando antes de servir que no ser servido, obedecer antes que mandar.

A una doncella. OC IV, pg. 721.

 

San Oscar Romero.

Hermanos, esta es nuestra familia, una familia que peregrina en el mundo y donde hay toda clase de miembros, pero que desde una perspectiva cristiana nos sentimos como un núcleo muy cercano a Dios y somos la pequeña Iglesia en el hogar y la gran Iglesia Universitaria en el mundo: la parroquia, la diócesis, la comunidad de base. Vivamos intensamente en este día en que la liturgia nos ofrece el bello mensaje de la Sagrada Familia, cada uno en su propio puesto de familia universal siéntase hermano y colabore con todos los otros hermanos a hacer de este mundo no una jauría de miedo, sino un paraíso, antesala de los hijos de Dios. Así sea…

Homilía, 30 diciembre 1979.

 

Papa Francisco. Angelus. 27 de diciembre de 2015.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

¡Qué bien cantan estos chicos! Son buenos.

En el clima de alegría que es propio de la Navidad, celebramos en este domingo la fiesta de la Sagrada Familia. Vuelvo a pensar en el gran encuentro de Filadelfia, en septiembre pasado; en las muchas familias que encuentro en los viajes apostólicos, y en las de todo el mundo.

Quisiera saludarlas a todas con afecto y reconocimiento, especialmente en este tiempo nuestro, en el que la familia está sometida a incomprensiones y dificultades de varios tipos que la debilitan.

El Evangelio de hoy invita a las familias a acoger la luz de esperanza que proviene de la casa de Nazaret, en la cual se ha desarrollado en la alegría la infancia de Jesús, quien —dice san Lucas— «iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (2, 52). El núcleo familiar de Jesús, María y José es para todo creyente, y en especial para las familias, una auténtica escuela del Evangelio. Aquí admiramos el cumplimiento del plan divino de hacer de la familia una especial comunidad de vida y amor. Aquí aprendemos que todo núcleo familiar cristiano está llamado a ser «iglesia doméstica», para hacer resplandecer las virtudes evangélicas y llegar a ser fermento de bien en la sociedad. Los rasgos típicos de la Sagrada Familia son: recogimiento y oración, mutua comprensión y respeto, espíritu de sacrificio, trabajo y solidaridad.

Del ejemplo y del testimonio de la Sagrada Familia, cada familia puede extraer indicaciones preciosas para el estilo y las opciones de vida, y puede sacar fuerza y sabiduría para el camino de cada día.

La Virgen y san José enseñan a acoger a los hijos como don de Dios, a generarlos y educarlos cooperando de forma maravillosa con la obra del Creador y donando al mundo, en cada niño, una sonrisa nueva. Es en la familia unida donde los hijos alcanzan la madurez de su existencia, viviendo la experiencia significativa y eficaz del amor gratuito, de la ternura, del respeto recíproco, de la comprensión mutua, del perdón y de la alegría.

Quisiera detenerme sobre todo en la alegría. La verdadera alegría que se experimenta en la familia no es algo casual y fortuito. Es una alegría que es fruto de la armonía profunda entre las personas, que hace gustar la belleza de estar juntos, de sostenernos mutuamente en el camino de la vida. Pero en la base de la alegría está siempre la presencia de Dios, su amor acogedor, misericordioso y paciente hacia todos.

Si no se abre la puerta de la familia a la presencia de Dios y a su amor, la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos y se apaga la alegría. En cambio, la familia que vive la alegría, la alegría de la vida, la alegría de la fe, la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.

Que Jesús, María y José bendigan y protejan a todas las familias del mundo, para que en ellas reinen la serenidad y la alegría, la justicia y la paz, que ha traído Cristo al nacer como don para la humanidad.

 

Papa Francisco. Angelus. 30 de diciembre de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia y la liturgia nos invita a reflexionar sobre la experiencia de María, José y Jesús, unidos por un inmenso amor y animados por una gran confianza en Dios. El pasaje del Evangelio de hoy (cf. Lucas 2, 41-52 ) narra el viaje de la familia de Nazaret a Jerusalén, para la fiesta de Pascua. Pero, en el viaje de regreso, los padres se dan cuenta de que el hijo de doce años no está en la caravana. Después de tres días de búsqueda y temor, lo encuentran en el templo, sentado entre los doctores, concentrado discutiendo con ellos. Al ver al Hijo, María y José «quedaron sorprendidos» (v. 48) y la Madre expresó su temor diciendo: «Tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando» (ibíd.).

El asombro, ellos «quedaron sorprendidos», y la angustia, «tu padre y yo, angustiados», son los dos elementos sobre los que me gustaría llamar tu atención: asombro y angustia.

En la familia de Nazaret, el asombro nunca cesó, ni siquiera en un momento dramático como la pérdida de Jesús: es la capacidad de sorprenderse por la manifestación gradual del Hijo de Dios. Es el mismo asombro que también afecta a los doctores del templo, admirados «por su inteligencia y sus respuestas» (v.47). Pero, ¿qué es el asombro, qué es sorprenderse? Sorprenderse y maravillarse es lo contrario a dar todo por sentado, es lo contrario a interpretar la realidad que nos rodea y los acontecimientos de la historia solo de acuerdo con nuestros criterios. Y una persona que hace esto no sabe lo que es la maravilla, lo que es el asombro. Sorprenderse es abrirse a los demás, comprender las razones de los demás: esta actitud es importante para sanar las relaciones comprometidas entre las personas y también es indispensable para sanar heridas abiertas dentro de la familia. Cuando hay problemas en las familias, asumimos que tenemos razón y cerramos la puerta a los demás. En su lugar, uno debe pensar: «¿Qué tiene de bueno esta persona?» Y maravillarse con eso «bueno». Y esto ayuda a la unidad de la familia. Si tenéis problemas en la familia, pensad en las cosas buenas que tiene el familiar con el que tenéis problemas, y maravillaos con eso. Y esto ayudará a sanar las heridas familiares.

El segundo elemento que me gustaría comprender del Evangelio es la angustia que experimentaron María y José cuando no encontraban a Jesús. Esta angustia manifiesta la centralidad de Jesús en la Sagrada Familia. La Virgen y su esposo habían acogido a ese Hijo, lo custodiaron y lo vieron crecer en edad, sabiduría y gracia en medio de ellos, pero sobre todo creció en sus corazones; Y, poco a poco, su afecto y comprensión por él aumentaron. He aquí por lo que la familia de Nazaret es santa: porque estaba centrada en Jesús, todas las atenciones y cuidados de María y José estaban dirigidas a él.

La angustia que sintieron en los tres días de la pérdida de Jesús también debe ser nuestra angustia cuando estamos lejos de Él, cuando estamos lejos de Jesús. Debemos sentir angustia cuando nos olvidamos de Jesús durante más de tres días, sin rezar, sin leer el Evangelio, sin sentir la necesidad de su presencia y su amistad consoladora. Y muchas veces pasan los días sin que yo recuerde a Jesús. Pero esto es malo, esto es muy malo. Debemos sentir angustia cuando suceden estas cosas. María y José lo buscaron y lo encontraron en el templo mientras enseñaba: nosotros también, es sobre todo en la casa de Dios donde podemos encontrarnos con el divino Maestro y acoger su mensaje de salvación. En la celebración eucarística hacemos una experiencia viva de Cristo; Él nos habla, nos ofrece su Palabra, nos ilumina, ilumina nuestro viaje, nos da su Cuerpo en la Eucaristía, del cual obtenemos fuerzas para enfrentar las dificultades de cada día.

Y hoy volvemos a casa con estas dos palabras: asombro y angustia. ¿Sé experimentar el asombro cuando veo las cosas buenas de los demás, y así resuelvo los problemas familiares? ¿Me siento angustiado cuando me he apartado de Jesús?

Recemos por todas las familias del mundo, especialmente aquellas en las que, por diversas razones, hay una falta de paz y armonía. Y las confiamos a la protección de la Sagrada Familia de Nazaret.

 

Francisco. Angelus. 26 de diciembre de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos la Sagrada Familia de Nazaret. Dios eligió a una familia humilde y sencilla para venir entre nosotros. Contemplemos la belleza de este misterio, destacando también dos aspectos concretos para nuestras familias.

El primero: la familia es la historia de la que provenimos. Cada uno de nosotros tiene su propia historia, nadie nació mágicamente, con una varita mágica, cada uno de nosotros tiene una historia y la familia es la historia de la que venimos. El Evangelio de la liturgia de hoy nos recuerda que Jesús es también hijo de una historia familiar. Lo vemos viajar a Jerusalén con María y José para la Pascua; luego hace preocupar a su madre y a su padre, que no lo encuentran; una vez encontrado, vuelve a casa con ellos (cf. Lc 2,41-52). Es hermoso ver a Jesús insertado en la red de afectos familiares, naciendo y creciendo en el abrazo y la preocupación de los suyos. Esto es importante también para nosotros: venimos de una historia entretejida de lazos de amor y la persona que somos hoy nace, no tanto de los bienes materiales que hemos gozado, sino del amor que hemos recibido, del amor en el seno de la familia. Puede que no hayamos nacido en una familia excepcional y sin problemas, pero es nuestra historia ―cada uno debe pensar: es mi historia―, son nuestras raíces: ¡si las cortamos, la vida se seca! Dios no nos creó para ser caballeros solitarios, sino para caminar juntos. Démosle las gracias y recemos por nuestras familias. Dios piensa en nosotros y quiere que estemos juntos: agradecidos, unidos, capaces de proteger nuestras raíces. Y tenemos que pensar en esto, en la propia historia.

El segundo aspecto: aprendemos a ser una familia cada día. En el Evangelio vemos que incluso en la Sagrada Familia no todo va bien: hay problemas inesperados, angustia, sufrimiento. No existe la Sagrada Familia de las estampitas. María y José pierden a Jesús y lo buscan angustiados, luego lo encuentran después de tres días. Y cuando, sentado entre los maestros del Templo, responde que debe atender los asuntos de su Padre, no lo entienden. Necesitan tiempo para aprender a conocer a su hijo. Así es también para nosotros: cada día, en la familia, hay que aprender a escucharnos y comprendernos, a caminar juntos, a afrontar los conflictos y las dificultades. Es el reto diario, y se gana con la actitud adecuada, con pequeñas atenciones, con gestos sencillos, cuidando los detalles de nuestras relaciones. Y también esto, nos ayuda mucho hablar en familia, hablar en la mesa, el diálogo entre padres e hijos, el diálogo entre hermanos, nos ayuda a vivir esta raíz familiar que viene de los abuelos, el diálogo con los abuelos.

¿Y cómo se hace esto? Fijémonos en María, que en el Evangelio de hoy dice a Jesús: «Tu padre y yo te estábamos buscando» (v. 48). Tu padre y yo; no dice yo y tu padre: ¡antes del “yo” está el “tú”! Aprendamos esto: antes del yo está el tú. En mi idioma hay un adjetivo para las personas que dicen primero “yo” y luego “tú”: “yo, me, conmigo, para mí y en mi beneficio”. Gente que es así, primero yo y luego tú. No, en la Sagrada Familia, primero el tú y luego el yo. Para preservar la armonía en la familia, hay que luchar contra la dictadura del “yo”.  Cuando el “yo” se infla. Es peligroso cuando, en lugar de escucharnos, nos reprochamos nuestros errores; cuando, en lugar de preocuparnos por los demás, nos centramos en nuestras propias necesidades; cuando, en lugar de hablar, nos aislamos con nuestros teléfonos móviles; es triste ver a una familia en la comida, cada uno con su teléfono móvil sin hablar con los demás; cada uno habla con su teléfono; cuando nos acusamos unos a otros, repitiendo siempre las mismas frases, escenificando una comedia ya vista en la que cada uno quiere tener razón y al final hay un frío silencio. Ese silencio cortante y frío después de una discusión familiar. ¡Eso es feo, feísimo! Repito un consejo: por la noche, después de todo, hagan las paces. Siempre. No vayan a dormir sin hacer las paces. Nunca vayan a dormir sin haber hecho las paces, porque si no, al día siguiente habrá una “guerra fría·. Y esta es peligrosa porque comenzará una historia de reproches, una historia de resentimientos. ¡Cuántas veces, por desgracia, nacen conflictos dentro de las paredes del hogar como resultado de silencios demasiado largos y egoísmos no curados! A veces incluso se llega a la violencia física y moral. Esto rompe la armonía y mata a la familia. Pasemos del “yo” al “tú”. Lo que debe importar más en la familia es el “tú”. Y cada día, por favor, recen un poco juntos, si pueden hacer el esfuerzo, para pedir a Dios el don de la paz en familia. ¡Y comprometámonos todos ―padres, hijos, Iglesia, sociedad civil― a apoyar, defender y proteger la familia que es nuestro tesoro!

Que la Virgen María, esposa de José y madre de Jesús, proteja a nuestras familias.

 

Benedicto. Angelus. 31 de diciembre 2006

Queridos hermanos y hermanas:

En este último domingo del año celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. Con alegría dirijo un saludo a todas las familias del mundo, deseándoles la paz y el amor que Jesús nos ha dado al venir a nosotros en la Navidad.

En el Evangelio no encontramos discursos sobre la familia, sino un acontecimiento que vale más que cualquier palabra: Dios quiso nacer y crecer en una familia humana. De este modo, la consagró como camino primero y ordinario de su encuentro con la humanidad.

En su vida transcurrida en Nazaret, Jesús honró a la Virgen María y al justo José, permaneciendo sometido a su autoridad durante todo el tiempo de su infancia y su adolescencia (cf. Lc 2, 51-52). Así puso de relieve el valor primario de la familia en la educación de la persona. María y José introdujeron a Jesús en la comunidad religiosa, frecuentando la sinagoga de Nazaret. Con ellos aprendió a hacer la peregrinación a Jerusalén, como narra el pasaje evangélico que la liturgia de hoy propone a nuestra meditación. Cuando tenía doce años, permaneció en el Templo, y sus padres emplearon tres días para encontrarlo. Con ese gesto les hizo comprender que debía "ocuparse de las cosas de su Padre", es decir, de la misión que Dios le había encomendado (cf. Lc 2, 41-52).

Este episodio evangélico revela la vocación más auténtica y profunda de la familia: acompañar a cada uno de sus componentes en el camino de descubrimiento de Dios y del plan que ha preparado para él. María y José educaron a Jesús ante todo con su ejemplo: en sus padres conoció toda la belleza de la fe, del amor a Dios y a su Ley, así como las exigencias de la justicia, que encuentra su plenitud en el amor (cf. Rm 13, 10). De ellos aprendió que en primer lugar es preciso cumplir la voluntad de Dios, y que el vínculo espiritual vale más que el de la sangre.

La Sagrada Familia de Nazaret es verdaderamente el "prototipo" de toda familia cristiana que, unida en el sacramento del matrimonio y alimentada con la Palabra y la Eucaristía, está llamada a realizar la estupenda vocación y misión de ser célula viva no sólo de la sociedad, sino también de la Iglesia, signo e instrumento de unidad para todo el género humano.

Invoquemos ahora juntos la protección de María santísima y de san José sobre todas las familias, especialmente sobre las que se encuentran en dificultades. Que ellos las sostengan, para que resistan a los impulsos disgregadores de cierta cultura contemporánea, que socava las bases mismas de la institución familiar. Que ellos ayuden a las familias cristianas a ser, en todo el mundo, imagen viva del amor de Dios.

 

Benedicto. Angelus. 27 de diciembre de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

Se celebra hoy el domingo de la Sagrada Familia. Podemos seguir identificándonos con los pastores de Belén que, en cuanto recibieron el anuncio del ángel, acudieron a toda prisa, y encontraron "a María y a José, y al niño acostado en el pesebre" (Lc 2, 16). Detengámonos también nosotros a contemplar esta escena, y reflexionemos en su significado. Los primeros testigos del nacimiento de Cristo, los pastores, no sólo encontraron al Niño Jesús, sino también a una pequeña familia: madre, padre e hijo recién nacido. Dios quiso revelarse naciendo en una familia humana y, por eso, la familia humana se ha convertido en icono de Dios. Dios es Trinidad, es comunión de amor, y la familia es, con toda la diferencia que existe entre el Misterio de Dios y su criatura humana, una expresión que refleja el Misterio insondable del Dios amor. El hombre y la mujer, creados a imagen de Dios, en el matrimonio llegan a ser en "una sola carne" (Gn 2, 24), es decir, una comunión de amor que engendra nueva vida. En cierto sentido, la familia humana es icono de la Trinidad por el amor interpersonal y por la fecundidad del amor.

La liturgia de hoy propone el célebre episodio evangélico de Jesús, que a los doce años se queda en el templo, en Jerusalén, sin saberlo sus padres, quienes, sorprendidos y preocupados, lo encuentran después de tres días discutiendo con los doctores. A su madre, que le pide explicaciones, Jesús le responde que debe "estar en la propiedad", en la casa de su Padre, es decir, de Dios (cf. Lc 2, 49). En este episodio el adolescente Jesús se nos presenta lleno de celo por Dios y por el templo.

Preguntémonos: ¿de quién había aprendido Jesús el amor a las "cosas" de su Padre? Ciertamente, como hijo tenía un conocimiento íntimo de su Padre, de Dios, una profunda relación personal y permanente con él, pero, en su cultura concreta, seguro que aprendió de sus padres las oraciones, el amor al templo y a las instituciones de Israel. Así pues, podemos afirmar que la decisión de Jesús de quedarse en el templo era fruto sobre todo de su íntima relación con el Padre, pero también de la educación recibida de María y de José. Aquí podemos vislumbrar el sentido auténtico de la educación cristiana: es el fruto de una colaboración que siempre se ha de buscar entre los educadores y Dios. La familia cristiana es consciente de que los hijos son don y proyecto de Dios. Por lo tanto, no pueden considerarse como una posesión propia, sino que, sirviendo en ellos al plan de Dios, está llamada a educarlos en la mayor libertad, que es precisamente la de decir "sí" a Dios para hacer su voluntad. La Virgen María es el ejemplo perfecto de este "sí". A ella le encomendamos todas las familias, rezando en particular por su preciosa misión educativa.

Y ahora me dirijo, en lengua española, a quienes participan en la fiesta de la Sagrada Familia en Madrid.

Saludo cordialmente a los pastores y fieles congregados en Madrid para celebrar con gozo la Sagrada Familia de Nazaret. ¿Cómo no recordar el verdadero significado de esta fiesta? Dios, habiendo venido al mundo en el seno de una familia, manifiesta que esta institución es camino seguro para encontrarlo y conocerlo, así como un llamamiento permanente a trabajar por la unidad de todos en torno al amor. De ahí que uno de los mayores servicios que los cristianos podemos prestar a nuestros semejantes es ofrecerles nuestro testimonio sereno y firme de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, salvaguardándola y promoviéndola, pues ella es de suma importancia para el presente y el futuro de la humanidad. En efecto, la familia es la mejor escuela donde se aprende a vivir aquellos valores que dignifican a la persona y hacen grandes a los pueblos. También en ella se comparten las penas y las alegrías, sintiéndose todos arropados por el cariño que reina en casa por el mero hecho de ser miembros de la misma familia. Pido a Dios que en vuestros hogares se respire siempre ese amor de total entrega y fidelidad que Jesús trajo al mundo con su nacimiento, alimentándolo y fortaleciéndolo con la oración cotidiana, la práctica constante de las virtudes, la recíproca comprensión y el respeto mutuo. Os animo, pues, a que, confiando en la materna intercesión de María santísima, Reina de las familias, y en la poderosa protección de san José, su esposo, os dediquéis sin descanso a esta hermosa misión que el Señor ha puesto en vuestras manos. Contad además con mi cercanía y afecto, y os ruego que llevéis un saludo muy especial del Papa a vuestros seres queridos más necesitados o que pasan dificultades. Os bendigo a todos de corazón.

 

Benedicto. Angelus. 30 de diciembre de 2012

Queridos hermanos hermanas:

Hoy es la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. En la liturgia, el pasaje del Evangelio de san Lucas nos presenta a la Virgen María y a san José que, fieles a la tradición, suben a Jerusalén para la Pascua junto a Jesús, que tenía doce años. La primera vez que Jesús había entrado en el Templo del Señor fue a los cuarenta días de su nacimiento, cuando sus padres ofrecieron por Él «un par de tórtolas o dos pichones» (Lc 2, 24), es decir la ofrenda de los pobres. «Lucas, cuyo Evangelio está impregnado todo él por una teología de los pobres y de la pobreza, nos da a entender... que la familia de Jesús se contaba entre los pobres de Israel; nos hace comprender que precisamente entre ellos podía madurar el cumplimiento de la promesa» (La infancia de Jesús, 88). Hoy Jesús está nuevamente en el Templo, pero esta vez desempeña un papel diferente, que le implica en primera persona. Él realiza, incluso sin haber cumplido aún los trece años de edad, con María y José, la peregrinación a Jerusalén según cuánto prescribe la Ley (cf. Ex 23, 17; 34, 23s): un signo de la profunda religiosidad de la Sagrada Familia. Sin embargo, cuando sus padres regresan a Nazaret, sucede algo inesperado: Él, sin decir nada, permanece en la Ciudad. María y José le buscan durante tres días y le encuentran en el Templo, dialogando con los maestros de la Ley (cf. Lc 2, 46-47); y cuando le piden explicaciones, Jesús responde que no deben asombrarse, porque ese es su lugar, esa es su casa, junto al Padre, que es Dios (cf. La infancia de Jesús, 128). «Él —escribe Orígenes— profesa estar en el templo de su Padre, aquel Padre que nos ha revelado a nosotros y de quien ha dicho ser el Hijo» (Homilías sobre el Evangelio de san Lucas, 18, 5).

La preocupación de María y de José por Jesús es la misma de todo padre que educa a un hijo, que le introduce a la vida y a la comprensión de la realidad. Hoy, por lo tanto, es necesaria una oración especial por todas las familias del mundo. Imitando a la Sagrada Familia de Nazaret, los padres se han de preocupar seriamente por el crecimiento y la educación de los propios hijos, para que maduren como hombres responsables y ciudadanos honestos, sin olvidar nunca que la fe es un don precioso que se debe alimentar en los hijos también con el ejemplo personal. Al mismo tiempo, oremos para que cada niño sea acogido como don de Dios y sostenido por el amor del padre y de la madre, para poder crecer como el Señor Jesús «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52). Que el amor, la fidelidad y la dedicación de María y José sean ejemplo para todos los esposos cristianos, que no son los amigos o los dueños de la vida de sus hijos, sino los custodios de este don incomparable de Dios.

Que el silencio de José, hombre justo (cf. Mt 1, 19), y el ejemplo de María, que conservaba todo en su corazón (cf. Lc 2, 51), nos hagan entrar en el misterio pleno de fe y de humanidad de la Sagrada Familia. Deseo que todas las familias cristianas vivan en la presencia de Dios con el mismo amor y con la misma alegría de la familia de Jesús, María y José.

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy comenzamos el ciclo de catequesis que se desarrollará durante todo el Año Jubilar. El tema es «Jesucristo nuestra esperanza»: Él es, en efecto, la meta de nuestra peregrinación, y Él mismo es el camino, la senda a seguir.

La primera parte tratará de la infancia de Jesús, que nos narran los evangelistas Mateo y Lucas (cf. Mt 1-2; Lc 1-2). Los Evangelios de la infancia relatan la concepción virginal de Jesús y su nacimiento del vientre de María; recuerdan las profecías mesiánicas cumplidas en Él y hablan de la paternidad legal de José, que injertó al Hijo de Dios en el «tronco» de la dinastía davídica. Se nos presenta a un Jesús recién nacido, niño y adolescente, sumiso a sus padres y, al mismo tiempo, consciente de que está totalmente entregado al Padre y a su Reino. La diferencia entre los dos evangelistas es que mientras Lucas relata los acontecimientos a través de los ojos de María, Mateo lo hace a través de los de José, insistiendo en una paternidad tan inédita.

Mateo abre su Evangelio y todo el canon del Nuevo Testamento con la «genealogía de Jesucristo hijo de David, hijo de Abraham» (Mateo 1:1). Se trata de una lista de nombres ya presentes en las Escrituras hebreas, para mostrar la verdad de la historia y la verdad de la vida humana. De hecho, «la genealogía del Señor es la verdadera historia, en la que están presentes algunos nombres, por así decir, problemáticos, y se subraya el pecado del rey David (cf. Mt 1,6). Todo, sin embargo, termina y florece en María y en Cristo (cf. Mt 1,16)» (Carta sobre la renovación del estudio de la historia de la Iglesia, 21 de noviembre de 2024). Aparece, pues, la verdad de la vida humana que pasa de una generación a otra entregando tres cosas: un nombre que encierra una identidad y una misión únicas; la pertenencia a una familia y a un pueblo; y finalmente la adhesión de fe al Dios de Israel.

La genealogía es un género literario, es decir, una forma adecuada a transmitir un mensaje muy importante: nadie se da la vida a sí mismo, sino que la recibe como don de otros; en este caso, se trata del pueblo elegido, y de los que heredan el depósito de la fe de sus padres: al transmitir la vida a sus hijos, les transmiten también la fe en Dios.

Pero a diferencia de las genealogías del Antiguo Testamento, en las que sólo aparecen nombres masculinos, porque en Israel es el padre quien impone el nombre a su hijo, en la lista de Mateo de los antepasados de Jesús también aparecen mujeres. Encontramos a cinco de ellas: Tamar, la nuera de Judá que, al quedarse viuda, se hace pasar por prostituta para asegurar una descendencia a su marido (cf. Gn 38); Racab, la prostituta de Jericó que permite a los exploradores judíos entrar en la tierra prometida y conquistarla (cf. Stg 2); Rut, la moabita que, en el homónimo libro, permanece fiel a su suegra, cuida de ella y se convertirá en bisabuela del rey David; Betsabé, con la que David comete adulterio y, tras hacer matar a su marido, genera a Salomón (cf. 2 Sam 11); y, por último, María de Nazaret, esposa de José, de la casa de David: de ella nace el Mesías, Jesús.

Las cuatro primeras mujeres están unidas no por el hecho de ser pecadoras, como a veces se dice, sino por el hecho de ser extranjeras para el pueblo de Israel. Lo que Mateo destaca es que, como ha escrito Benedicto XVI, «a través de ellas... el mundo de los gentiles entra en la genealogía de Jesús: se manifiesta su misión a los judíos y a los paganos» (La infancia de Jesús, Milán-Ciudad del Vaticano 2012, 15).

Mientras las cuatro mujeres anteriores se mencionan junto al hombre que nació de ellas o al que lo generó, María, al contrario, adquiere un particular relieve: marca un nuevo comienzo, ella misma es un nuevo comienzo, porque en su historia ya no es la criatura humana la protagonista de la generación, sino Dios mismo. Esto se desprende claramente del verbo «nació»: «Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo» (Mt 1,16). Jesús es hijo de David, injertado por José en esa dinastía y destinado a ser el Mesías de Israel, pero también es hijo de Abraham y de mujeres extranjeras, destinado por tanto a ser la «Luz para iluminar las naciones paganas» (cf. Lc 2,32) y el «Salvador del mundo» (Jn 4,42).

El Hijo de Dios, consagrado al Padre con la misión de revelar su Rostro (cf. Jn 1,18; Jn 14,9), entra en el mundo como todos los hijos del ser humano, hasta el punto de que en Nazaret se le llamará «hijo de José» (Jn 6,42) o «hijo del carpintero» (Mt 13,55). Verdadero Dios y verdadero hombre.

Hermanos y hermanas, despertemos en nosotros el recuerdo agradecido hacia nuestros antepasados. Y, sobre todo, demos gracias a Dios, que, a través de la Madre Iglesia, nos ha generado a la vida eterna, la vida de Jesús, nuestra esperanza.

 

MISA DE NIÑOS. II NAVIDAD.

Monición de entrada.

Buenos días:

Hoy es el segundo domingo después de Navidad.

Este domingo nos acordamos de cuando Jesús nació en Belén.

Fue entonces cuando comenzó un nuevo tiempo.

Y así las personas cuando hablamos de los años decimos antes y después de Cristo.

Porque con Jesús todo ha cambiado, todo es más bonito y bello.

 

 Señor, ten piedad.

Tú que eres la luz, pero algunas personas no te quieren.  Señor, ten piedad.

Tú que eres la luz, pero algunas personas no han querido recibirte. Cristo, ten piedad.

Tú que eres la luz, pero algunas personas no la enseñan a los demás.  Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco, para que este año siga ayudándonos a quererte mucho. Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia, para que sepa hablarnos de ti. Te lo pedimos Señor.

-Por los que salen en televisión, hablan en la radio, escriben en los periódicos, por los yotubers y los influenceres; para que busquen ayudar a las personas. Te lo pedimos, Señor.

-Por las maestras y maestros, para que nos enseñen no solo a saber cosas sino también a querer a los demás. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros, para que iluminemos con el corazón de Jesús a nuestra familia. Te lo pedimos, Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María. Gracias por habernos dado a Jesús que nos quiere y nos ayuda a hacer felices a los demás, poniendo las luces de nuestros abrazos.

 

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS.

Monición de entrada.-

Esta tarde es la última del año que termina.

Hoy hemos empezado este año.

Y lo hacemos con la fiesta de la Virgen María que nos acompaña cada día del año.

Además en todas las iglesias rezamos por la paz, porque cuando hay guerra las personas no son felices y sufren mucho.

 

Señor, ten piedad.

Tú que eres el Emanuel, el Dios con nosotros.  Señor, ten piedad.

Tú que eres el Hijo de la Madre de Dios. Cristo, ten piedad.

Tú que eres el Señor de la paz. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Para que este año sigas ayudando al papa Francisco a trabajar por la paz. Te lo pedimos Señor.

Para que se terminen las guerras. Te lo pedimos Señor.

Para que las personas que han tenido que salir de sus países por culpa de la guerra, este año puedan volver a sus casas. Te lo pedimos Señor.

Para que este año ninguna niña y ningún niño sufra maltrato. Te lo pedimos Señor.

Para que nosotros no peguemos a los demás. Te lo pedimos Señor.

 

Oración.

Virgen María, queremos darte las gracias por cada día del año que hemos tenido o vamos a tener. Porque tú estás con nosotros como mamá de Dios que nos enseña a tener un corazón limpio, que no hace daño a los demás.

 

ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA.

EXPERIENCIA.

Busca una foto de tu familia, o imagina que eres un niño y dibújala en una hoja, mientras piensas en ellos, los que ves y los que te ven, porque están con el Padre.

¿Dónde te has colocado? ¿Y a qué distancia tus familiares? Pregúntate por los motivos.

Mira este vídeo sobre la familia:

https://www.youtube.com/watch?v=k7XlFsqJzvI

Reza por ellos.

 

REFLEXIÓN.

Toma la Biblia y lee :

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 41-52.

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:

-Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados.

Él les contestó:

-¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Vuelve a leer el texto las veces que necesites, ejercitando la Lectio Divina (qué dice, qué te dice, qué le dices), el método de oración ignaciana (composición de lugar; reflexión sobre los puntos a meditar, es decir, la obediencia de Jesús al Padre y a sus padres, la vida cristiana vertebrada en estas dos obediencias o amores inseparables, el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo; diálogos con Jesús, María y José; y Padrenuestro), la repetición de algunas frases,… Es el momento de abandonar tu Nazaret para estar con el Padre, escuchándole y hablándole.

 

COMPROMISO.

Haz una foto al dibujo y publícalo en el Whats App de la familia, o envíales a tus familiares la foto, con un texto en el que les digas que has rezado por ellos.

 

CELEBRACIÓN.

Mira y escucha la canción Bendecid, oh Señor, las familias de los cantantes Roberto Carlos y Antonio María, acompañados por el padre Zezinho, sacerdote dehoniano.

https://www.youtube.com/watch?v=T0wn8a5eHjg&t=77s

 

Que ninguna familia comience en cualquier de repente,

Que ninguna familia se acabe por falta de amor.

La pareja sea el uno en el otro de cuerpo y de mente

y que nada en el mundo separe un hogar soñador.

Que ninguna familia se albergue debajo del puente

y que nadie interfiera en la vida y en la paz de los dos.

Y que nadie los haga vivir sin ningún horizonte

y que puedan vivir sin temer lo que venga después.

La familia comience sabiendo por qué y donde va

y que el hombre retrate la gracia de ser un papá.

La mujer sea cielo y ternura y afecto y calor

Y los hijos conozcan la fuerza que tiene el amor.

 

Bendecid O Señor las familias, Amén.

Bendecid O Señor la mía también.

Bendecid O Señor las familias, Amén.

Bendecid O Señor la mía también.

 

Que marido y mujer tengan fuerza de amar sin medida

y que nadie se vaya a dormir sin buscar el perdón.

Que en la cuna los niños aprendan el don de la vida,

la familia celebre el milagro del beso y del pan.

Que marido y mujer de rodillas contemplen sus hijos,

que por ellos encuentren la fuerza de continuar.

Y que en su firmamento la estrella que tenga más brillo

pueda ser la esperanza de paz y certeza de amar.

La familia comience sabiendo por qué y donde va

y que el hombre retrate la gracia de ser un papá.

La mujer sea cielo y ternura y afecto y calor

y los hijos conozcan la fuerza que tiene el amor.

 

Bendecid Oh Señor las familias, Amén.

Bendecid Oh! Señor la mía también.

Bendecid O Señor las familias, Amén.

Bendecid O Señor la mía también

Bendecid O Señor la mía también.

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