lunes, 17 de noviembre de 2008

Taller de Oración. II. Día 1º: dame la parte de la hacienda


II. Día 1º

El Padre, su casa, cada uno de sus hijos.



Preparo el corazón.
Un paso o dos antes del lugar donde tengo que hacer la meditación, me pondré en pie, alzando el entendimiento hacia arriba, considerando como el Señor nuestro Dios me mira.

Escucho a Dios.


Les contó también lo siguiente:
Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre:
-Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.
Y el padre les repartió la hacienda
Lc 15, 11-12

Sigo escuchando.


VER: apenas son cuatro líneas las que nos propone para este ejercicio el Seminario Menor y sin embargo son muy sustanciosas. Constituyen la introducción de la Parábola del Padre Misericordioso, conocida tradicionalmente como Hijo Pródigo. En ella el Padre respeta la voluntad del hijo menor, le da la herencia. Éste marchará a un país lejano donde derrochará los bienes, hasta acabar en la ruina, cuidando cerdos. Allí recapacitará y volverá al Padre, quien le estará esperando, abrazándole y acogiéndole en casa. Pero en este ejercicio nos centramos en los dos primeros versículos.


JUZGAR: en este hijo menor estamos tú y yo. Es la actitud del adolescente que quiere dejar el hogar paterno, ser él, ir a su aire. Sin embargo no renuncia a la familia, a lo que ha recibido. Podía haberse marchado con los bolsillos vacíos. Él quiere sencillamente vivir su vida, ser ya adulto y administrar lo que ha recibido de su Padre. En el fondo somos nosotros cuando queremos ser nosotros mismos, pensar al margen de Dios, amar sin Dios, aunque somos conscientes que el amor que tenemos procede de Dios, la vida que queremos vivir sin Él es de Dios. No rechazamos las cosas del Padre, sino que queremos vivirlas sin contar con Él. Es en definitiva el pecado de Adán y Eva. Ellos no rechazan el Paraíso, quieren vivir en Él pero sin Dios. También nosotros queremos vivir nuestra vida sin Él. Por eso analízate, mira en tu vida cuantas veces has pretendido ser tú mismo, al margen de las enseñanzas de Jesús. Y Dios lo ha permitido. Así es Dios. También puedes compararlo con los juniors. Este es un monitor que quiere tener un grupo y llevarlo como a él le parece, sin contar con el consiliario y el equipo de monitores. Les pide su herencia y les dice que el grupo lo va a llevar acorde a la herencia recibida, la formación que le dio la parroquia y el centro. Pero no quiere contar con el centro. Es el monitor “franco-tirador” que va a la suya. Y el Centro acepta. Pero llegará un día en que se sentirá solo, incapaz de poder realizar el proyecto soñado y entonces regresará al equipo, volverá a trabajar y a sentirse feliz dentro de la parroquia. Este peligro es propio de todos nosotros, de los sacerdotes cuando nos montamos nuestra parroquia y no participamos de las reuniones de vicaría, no nos formamos con el estudio de la teología y los documentos del Magisterio, no rezamos,... Todos tenemos esta tentación, ir a la nuestra con la herencia de otro. Analiza tu vida y mira en qué momento te ha pasado esto o puede que te esté pasando ahora, que vayas a la tuya, sin dedicar un tiempo a la oración, participando poco en las reuniones del centro, en las convivencias de la zona, despreocupándote de la formación, ignorando las campañas,...


ACTUAR: sobre todo reza, dale las gracias a Dios por ser como es y por supuesto, ya sabes el final de la historia, el abrazo con el Padre, la reconciliación, pero antes la soledad más absoluta, ¿por qué no vuelves al grupo, a sentirte Iglesia, Parroquia, Junior?

Y le hablo.

Una forma de hablarle a Dios es mediante la oración escrita. Se trata de escribir aquello que quisieras decirle a Dios. Ayuda mucho al principio, cuando no sabes que rezar o se hacen eternos los treinta minutos, el mínimo que debe durar la oración personal, también en los momentos en que te cuesta rezar o en los que te distraes mucho. Con este tipo de oración se centra la atención, se objetiviza lo que pensamos y experimentamos y nos ayuda a recordar y hacer memoria.

Y después...
Durante este día al contemplar a los que te rodean o con los que te encuentras, piensa que son seres amados por Dios y di en tu interior: “Padre, yo también los amo”.



Texto base tomado de http://www.seminariomenorvalencia.com/

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