jueves, 24 de julio de 2008

Escuela de Oración. Semana XV.


XIV Semana. Jueves 24 de Julio de 2008.


Serenarse, ponerse en presencia.
“Al llegar ante el Santísimo, al que se lo debo todo, ante él hago un signo de sumisión, de pobreza, de reconocimiento de su grandeza y de mi pequeñez. Me pongo de rodillas y como aquel que se sabe ante alguien muy importante le agradezco poder estar con él.

Composición de lugar.
La casa de Nazaret donde la Sagrada Familia hacía la vida ordinaria...

Oración preparatoria:
“Señor, concédeme conocimiento interno de ti, tú que por í te hiciste hombre y pasaste treinta años oculto en la vida ordinaria de Nazaret, para que más te ame y te siga”.

Introducción.
Estas semanas al observar la vida de Jesús, se nos invita a reconocer en él una alternativa a nuestra forma de entender la vida. Por eso el método que se nos propone es la contemplación de su realidad, una contemplación que pretende que como el rayo de luz en el cuerpo opaco, la vida de Jesús se refleje en mí y me interpele. Ante la sorpresa por una acción gratuita y enamorada por cada uno de nosotros, debería desencadenarse en nosotros la misma respuesta generosa y desinteresada.
Contemplar es vivir una intensa relación personal... la cual no es sencilla desde nuestra forma habitual de relacionarnos con los demás. Nuestras etiquetas, nuestra efectividad, nuestro interés, nuestros afectos... nos impiden encontrarnos con los demás y dejarnos afectar por ellos.

Ejercicio.
En este día lo que te invito a realizar es sencillamente a ver, escuchar y mirar la vida de Jesús en Nazaret, con María y José.
VER: muchas veces nuestra prepotencia y orgullo no nos hace ver a quien tenemos a nuestro lado. El otro se convierte en una cosa, le privamos de toda dignidad. Por eso en la contemplación se nos pide que nos situemos de una manera muy concreta: haciéndome yo pobre, indigno... Sólo así podremos aspirar a encontrarnos con el otro, ya que ella nos posibilita acoger la sorpresa (no lo que de antemano esperábamos) y nos ayuda a servir al otro en sus necesidades (no manipularlo, ni utilizarlo para mi objetivo). Desde la contemplación de la casa de Nazaret, revisa como ves a los demás: tu pareja, tus padres, tus amigos, los monitores del centro.
ESCUCHAR: no se trata sólo de oír sin más, sino de escuchar. La actitud expectante del punto anterior posibilita este mirar, advertir y contemplar lo que hablan. Cuando el que me escucha “mira” (está atento), “advierte” (toma conciencia) y “contempla” (se sorprende) ante lo que digo y lo tiene en cuenta, me siento más persona. Lo sabes muy bien, el enamoramiento es esto: cuando escucho a la persona amada, no sólo oigo sus palabras, sino que la miro, advierto y contemplo. Pero no sólo a nivel de la relación afectiva entre el hombre y la mujer, sino a nivel de la amistad y el trabajo en común. En el equipo de monitores hay buena relación cuando al que habla se le mira, advierte y contempla y al revés, cuando al que habla no se le mira, se pasa de él y se está pensando en otra cosa, entonces falta sintonía, las cosas no van bien. Desde la contemplación de la casa de Nazaret, revisa como está tu capacidad de escucha cuando te hablan tus padres y amigos, ¿a quién no contemplas o miras? Hemos terminado el campamento. En él ha habido muchos momentos de escucha: al jefe de campamento, al consiliario, a los responsables de juegos, dinámicas,... a los monitores en sus opiniones,... ¿cuál ha sido tu actitud en momentos concretos (la reunión de la noche, por la mañana, las oraciones, la misa, las indicaciones antes del juego,...).
MIRAR: la actitud de presencia y escucha de los dos puntos anteriores posibilita abrirse al misterio de la persona. Pero ¿qué quiere decir “mirar las personas” si ya las “vimos”? Es, un mirar que va más allá de lo que puede verse a simple vista, considerando el trasfondo de lo que hacen: toda acción humana tiene un significado, un sentido: pretende transmitir o buscar algo. Todos percibimos en la forma de mirarnos, de darnos la mano... una actitud. La acción humana siempre es “significativa”. Desde la contemplación de la casa de Nazaret revisa tu mirada en relación con las personas con las que te rodeas.
En estos ejercicios se nos pide que nos trabajemos en nuestra vida las actitudes fundamentales para la contemplación, a fin de que el encuentro con el otro sea de una forma nueva, más limpia y trasparente, como lo era en el hogar de Nazaret.

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