miércoles, 15 de octubre de 2008

Escuela de Oración. XX. Meditación 1.


SEMANA XX. CRISTIANISMOS INSUFICIENTES.

DÍA 1º.



Serenarse, ponerse en presencia.

“Al llegar ante el Santísimo, al que se lo debo todo, ante él hago un signo de sumisión, de pobreza, de reconocimiento de su grandeza y de mi pequeñez. Me pongo de rodillas y como aquel que se sabe ante alguien muy importante le agradezco poder estar con él”.

Oración preparatoria.

“Señor abre mis ojos para reconocer los engaños del mal espíritu en mi vida, sus seducciones y trampas. Concédeme no usar tu nombre en vano, no adorar falsos dioses con la pretendida justificación de que te estoy adorando a ti”

Introducción.

Le dijimos al Señor que querríamos ser llamados bajo su bandera, le dijimos que ese querer no era de admiración, que buscábamos que no fuera mediatizada, sino que fuera un querer real... esta semana queremos dejarnos preguntar querer, ¿qué?, ya que desde una observación de nuestra realidad eclesial, circula con carta de ciudadanía entre nosotros versiones del cristianismo que tal vez, y sin darnos demasiada cuenta terminan por desvirtuar la fe cristiana. Cada una de ellas configura un cierto tipo de cristianismo que radica, fundamentalmente en un pacto demasiado ingenuo con los dioses de nuestra cultura.
Así afirma el Seminario y si nos detenemos, lo que buscamos en esta semana es desenmascarar nuestros falsos juniors. El porqué estamos en el Centro, si lo estamos realmente por Jesús o no.
Así pues, ayudados por la Palabra de Dios, nuestra mejor guía, vamos a descubrir si nuestro ser junior es el que Dios quiere, el correcto o no.

Textos:
En efecto, después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos, como sabéis, confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas.
1 Tesalonicenses 2, 2.

Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la espeanza en Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes.
1 Timoteo 4, 10

No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero. Al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios.
2 Timoteo 1, 8

Meditación.
Nos dice el Seminario:

Uno de los dioses más potentes de nuestra sociedad y al que servimos fielmente, es el bienestar emocional, por eso, como el cristianismo nos promete la plenitud personal, creemos que nos ha de llevar hacia el bienestar emocional, dejando que el “me siento bien” sea la clave del discernimiento. Esto genera un autocentramiento enorme en la propia subjetividad: todo tiene sentido según yo me sienta, conecte, lo vida... en definitiva el criterio de verdad es “mi estado anímico”: Jesús perdona si yo lo siento, se entrega si a mí me gusta, muere en la cruz si a mí me emociona... esto provoca el efecto contrario, quien no se fia sino de su “estar bien” no puede lanzarse al vacío y experimentar la grandeza de que alguien que no es él le sostiene. Por eso si se deja de sentir afectivamente, la fe entra en crisis.
Desde esta forma de seguir a Jesús, el seguimiento se entiende de un modo general, presuponiendo que conduce al bienestar emocional, pero repugna ante la llamada a compartir la cruz del Señor, a cargar con ella y seguirle, la cruz resulta fuera de lugar e inadmisible.
Vamos a aplicarlo a la oración.


Ver (que dice el texto): el autor es Pablo, el apóstol que sufrió y padeció mucho por anunciar el Evangelio, “después de haber padecido sufrimientos e injurias,..., entre freecuentes luchas, ... , nos fatigamos y luchamos, ..., prisionero,...” y anima a sus discípulos a realizar lo mismo: “no te avergüences ni del testimonio ni de mí,..., soporta conmigo”. La situación de Pablo llega al extremo de estar en la cárcel por ser cristiano y predicar a Cristo. Por eso anima a los tesalonicenses y a Timoteo a seguir evangelizando. También le preguntamos por qué lo soporta, dónde coloca el corazón y todas sus esperanzas. Él nos responde, en “Dios vivo”, en Jesús. Así pues, lee el texto, una primera lectura, una segunda más detenida, una tercera donde sobre todo subrayes y repitas la frase que más te llama la atención.


Juzgar (que me dice el texto): contrasta tu vida con la Palabra de Dios, teniendo presente lo que has leído arriba. Preguntate: ¿por qué estoy en el junior? Quizás lo estés por tus amigos, porque estás agusto, te lo pasas bien, te diviertes, te encanta trabajar en los juniors, hay un buen ambiente. Pero, ¿qué pasaría si de repente todo eso cambiase y estar en los juniors fuese motivo de burla por parte de tus amigos? No olvides, estamos en el junior no porque nos guste sino porque Jesús a través del consiliario, te ha llamado y porque quieres servir al Evangelio, viviendo los principios de vida, la ley junior, el lema. Es ahora el momento de que reflexiones y pienses en los motivos que te han llevado al junior o te mantienen en él.


Actuar (que le digo al texto, a Dios): háblale, es tu mejor confidente, quien más te conoce.

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