lunes, 1 de diciembre de 2008

Tiempo de Adviento: Lunes I


Oración:
Tomo conciencia de hallarme en presencia de Dios, fijando la mirada en una estampa o cerrando los ojos. Me signo mientras rezo la siguiente oración, consciente de mi incapacidad para orar:
Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.

Texto bíblico (se tomará de la Biblia de Jerusalén):
Visión que tuvo Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén.

Sucederá en los días futuros
en el monte de la casa de Yahvé
se afianzará en la cima de los montes,
se alzará por encima de las colinas.
Confluirán a él todas las naciones,
acudirán pueblos numerosos.
Dirán:
-Venid, subamos al monte de Yahvé,
a la Casa del Dios de Jacob,
para que él nos enseñe sus caminos
y nosotros sigamos sus senderos.
Pues de Sión saldrá la Ley,
de Jerusalén la palabra de Yahvé.
Juzgará entre las gentes,
será árbitro de pueblos numerosos.
Forjarán de sus espadas azadones,
y de sus lanzas podaderas.
No levantará la espada
nación contra nación,
ni se ejercitarán más en la guerra.
Adelante, Casa de Jacob,
caminemos a la luz de Yahvé.
Isaías 2, 1-5

Lectio (¿qué dice el texto?)
Comenzamos el adviento y la Iglesia nos propone este canto de esperanza, en el que el profeta Isaías nos ofrece una mirada creyente sobre el curso de la historia humana, para él no camina hacia una catástrofe sino hacia el don divino de la paz universal.
En este poema Dios y la humanidad se encuentran. Dios baja al Monte Sión, es decir, a Jerusalén y todos los pueblos suben hacia la ciudad santa. Allí Él establece la “escuela de su Palabra”, capaz de transformar las energías del hombre, inclinadas al mal y a la muerte.
La profecía también es realista, pues se cumplirá al final de los tiempos. Lo importante es que la humanidad se encuentra en camino, en medio de las guerras, hambre y violencia, camina hacia la unidad.

Meditatio (¿qué me dice el texto?)


Lleva la Palabra de Dios a tu vida: en ti hay un deseo de buscar a Dios, en Quien se encuentra la felicidad absoluta. Mira en tu corazón. También tú quieres subir hacia el monte de la casa de Yahvé, deseas apartarte del mal y llevar una vida donde reine el amor. Tú y todos los que te rodean. Todos buscamos el bien, la verdad y el amor. En la humanidad hay unos ideales compartidos por todos los hombres y mujeres. Despierta en ti los deseos de Dios, de una ley que te despierte de tu mediocridad, que sea una luz capaz de desvelar tus pecados más profundos, tu egoísmo, tu falta de constancia en la oración, en el trabajo, en las relaciones con los demás.
El texto nos invita a la esperanza. De las espadas forjarán azadones y de las lanzas arados. ¿Cuáles son tus espadas y lanzas? De la madera de tu vida se pueden construir instrumentos destinados a la violencia o destinados a la paz. Son tus pensamientos, tus acciones, tus energías. ¿Hacia dónde las encaminas?, busca en tu interior las espadas y lanzas: los pensamientos, obsesiones, manías con las que interiormente hieres a los demás; las palabras, lanzas, que en medio de una conversación, dañan la imagen de las otras personas. Reconociendo tu pecado, siente la proximidad de Dios. Es verdad, por mucho que lo intentas no logras transformar las espadas y lanzas de tu agresividad en azadones y arados, por eso, mira a Dios. Es él, no tú quien transformará la violencia de tu interior en paz.
Pero todo ello no es por arte de magia, no es automático, sino a través de un largo caminar. El camino que has comenzado, hemos comenzado, con este año litúrgico, en este adviento.

Oratio:

Háblale de corazón a corazón y sino brotan en ti palabras, repite estas: ¡Ven, Señor! Transforma las lanzas y espadas, en azadones y arados.

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