martes, 9 de diciembre de 2008

Tiempo de Adviento. Martes II


MARTES II T.A.

Oración:

Tomo conciencia de hallarme en presencia de Dios, fijando la mirada en una estampa o cerrando los ojos. Me signo mientras rezo la siguiente oración, consciente de mi incapacidad para orar:
Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.

Texto bíblico:
Pero Yahvé aguardará y se apiadará,
se pondrá en pie para perdonaros,
porque Dios de equidad es Yahvé:
¡dichosos todos los que en él esperan!
Gente de Sión asentada en Jerusalén,
ya no volveréis a llorar,
seguro que tendrá piedad de vosotros,
cuando oiga vuestro clamor;
en cuanto lo oyere, os responderá.
Ya no os dará el Señor
pan tasado y agua racionada.
Ya no se ocultará tu Maestro,
con tus ojos verá a tu Maestro.
Con tus oídos podrás oír
a tus espaldas estas palabras:
Ése es el camino, id por él,
ya sea a la derecha, ya a la izquierda.
Tendrás por impuro el revestimiento
de tus ídolos de plata
y el oro que adorna tus imágenes.
Los rechazarás como paño inmundo:
¡Sois basura!, les dirás.
Él dará lluvia a la semilla
que hayas sembrado en la tierra,
y la tierra te producirá grano
que será pingüe y sustancioso.
Aquel día pacerán tus ganados
en pastizal dilatado;
los bueyes y los asnos
que trabajan la tierra
comerán forraje fermentado,
aventado con bieldo y con pala.
Habrá sobre todo monte alto
y sobre todo cerro elevado
manantiales de aguas perennes,
el día de la gran matanza,
cuando caigan las fortalezas.
Será la luz de la luna
como la luz del sol meridiano,
y la luz del sol meridiano
será siete veces mayor
-con luz de siete días-,
el día que vende Yahvé
la herida de su pueblo
y cure la contusión de su golpe.

Isaías 30, 18-26

VER (Lectio)

Puesto que la liturgia de hoy nos propone la primera lectura del domingo, ya meditada, en este día meditamos la lectura del sábado de la primera semana. En ella el profeta dirigiéndose a la comunidad que ha experimentado momentos de gran tribulación y está reunida para el culto, desea reafirmarla en la eficacia de la oración dirigida a Dios. El hecho de orar no supone que éste preserve al pueblo de las dificultades, sino que en sus angustias experimentará al Dios del éxodo.
Así en el texto de hoy el profeta nos presenta a Dios como un Dios que perdona, al que el creyente puede ver y escuchar y un Dios que cuida de su pueblo, ofreciéndole lo necesario en una sociedad rural, cuya forma de subsistencia se basaba en la agricultura y ganadería.

JUZGAR (meditatio):
Haz el texto tuyo. La Palabra no es historia. Escrita en el pasado se dirige a tu presente para transformar tu futuro. Deja que resuene en tu interior. Abandónate en las manos de Dios que te habla.
A mí, en este tiempo de oración ha resonado con fuerza las siguientes frases: Yahvé se apiadará, se pondrá en pie para perdonaros; ya no volverás a llorar; tendrá piedad de vosotros; y especialmente con tus ojos verás a tu Maestro.
Me dirás que a Dios no se le puede ver. Pues sí, se le puede ver con tan sólo buscar en la profundidad de un icono bizantino o de una imagen a Dios, con cerrar los ojos y buscarlo. Porque ver no es sólo grabar en la imaginación una imagen, es contemplar la profundidad de lo que la imagen representa, el rostro representa. Los ojos son las ventanas desde las cuales irradiamos la luz que anida en nuestro interior, nuestra persona, mucho más que el cuerpo que la envuelve. Si en el amor humano ocurre, en Dios ocurre lo mismo. Al orar buscamos penetrar en la profundidad de Dios, de su ser.
Así pues, lee el texto y deja que el Espíritu te guíe por donde Él quiera, desde la libertad que tiene el Espíritu. Y sino sientes nada, tranquilo. Es el Espíritu quien te lleva y Él es libre para que sientas o no sientas, lo importante es orar y ser como la tierra que espera día y noche la lluvia que la fecunde y haga reverdecer los árboles que en ella han sido plantados.

ACTUAR (oratio):
Y ahora, háblale. ¿Qué? Lo que te dicte el corazón. Nadie puede interferirse entre dos personas que se aman. Deja que sea tu corazón quien libremente hable a Dios.

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