martes, 3 de junio de 2008

Escuela de Oración. Semana X. Día 2º


X Semana. Martes 3 de Junio de 2008.


En presencia de... :
Si recordamos los momentos más importantes de nuestra vida, éstos están marcados por una buena conversación: las tertulias después de una comida, las confidencias al calor de la noche, las declaraciones de amor,... En momentos determinados un SI o un NO condicionan toda la vida, la palabra es la que en muchas ocasiones dirige nuestros sentimientos y estados de ánimo. Así un elogio tras realizar algo con gran esfuerzo compensa todo el cansancio que nos ha reportado.
Como bien nos recuerda la autora del libro, “todo hombre sueña con tener una mujer al lado con quien compartir los deseos, las ilusiones, los éxitos y los fracasos de cada día”. Es la experiencia que lleva al hombre y a la mujer a dejar su casa y formar un hogar. La persona amada se convierte en la depositaria de la propia vida y es la palabra la que en la intimidad del amor va construyendo la propia existencia. Por eso es tan importante.
Y en la oración, donde muchas veces tenemos que recurrir a las experiencias humanas, ocurre lo mismo. Ella se convierte en el lugar privilegiado para poner en común inquietudes y proyectos. Como te habrás dado cuenta la oración no es sólo hablarle a Dios, es dejar que Dios te hable a ti. Como toda relación de amor, para la persona que ama lo importante no es su palabra, sino la que pronuncia la persona amada. Y en la oración lo importante no es lo que nosotros queramos decirle a Dios, sino lo que Él quiere decirnos. Y Él se sirve de un medio, unas páginas llenas de amor: la Biblia.
Por eso es tan importante, porque es Palabra de Dios, es la Palabra que él te dirige a ti y a mí. Y esa Palabra divina y humana necesita de la oración para poder penetrar en la profundidad de su mensaje. Necesita del silencio y el tiempo para descubrir lo que realmente quiere decirte. Por eso S. Benito propuso la lectio divina y s. Ignacio de Loyola el método de los ejercicios espirituales. Son técnicas que ayudan a descubrir lo que Dios quiere decirnos en el momento presente, el aquí y ahora.
Así pues, descálzate interiormente y ponte en presencia de Dios.

Oración preparatoria (La Palabra esperada):
Esta semana recita esta oración.
Señor, al meditar hasta donde es capaz de llegar mi pecado,
tiendo a desfallecer, pero ¿acaso necesitas de mi talento?,
¿acaso necesitas mis virtudes? ,
¿acaso me has llamado por mis méritos?
Conoces mi miseria, Señor,
los combates y las tribulaciones de mi alma,
la debilidad y el pecado de mi cuerpo,
las críticas y soberbias de mi mente.
Por eso sé,
que no puedo esperar ser un ángel para entregarme,
se que te tengo que entregar
lo que más me cuesta: mi pecado.
A pesar de que sólo me pides eso,
tú, el Señor de los Señores,
como un mendigo llamas a la puerta de mi corazón,
yo como un prepotente sigo sin enterarme.

El texto (la Palabra escuchada):
¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os aseguro que tendrá más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
Mt 18, 12-14

Composición de lugar (la Palabra comprendida):
Ya sabes que esta semana lo importante no es pensar sino sentir. Después de pasar por la experiencia de sentir el peso de tu pecado, ahora tienes que sentir el calor del gran amor que Jesús te tiene. Él es el pastor que te busca a ti. Por eso...

1.Lee la cita.
2.Imagina la escena con todo lujo de detalles ¿qué ha pasado?
3.Intenta sentirte como se siente el personaje.
4.Prepara un escrito de disculpas a Dios.
5.A mitad de discurso, deja de escribir, levanta la mirada y déjate mirar a los ojos por él.
6.Estate un tiempo mirándole... sin más
7.¿qué sientes?, ¿cóm te sientes?
Durante el día cuando peques, cuando sientas que has metido la pata... vuelve a esa mirada, déjate mirar por él en tu pequeñez, en tu pecado, en tu mediocridad... ante una crítica, una contestación, un acto de soberbia, de lujuria, de ira... para, levanta la mirada y déjate mirar.




Examen de la oración:
¿Cómo me he sentido? ¿Qué cosas me han ayudado? ¿qué cosas me han estorbado? ¿Qué he visto claro? ¿Qué voy descubriendo que se repite en los distintos momentos?


http://destellosdelmontcabrer.blogspot.com/



No hay comentarios: