miércoles, 11 de junio de 2008

Escuela de Oración. Semana XI. Día 3º


XI Semana. Miércoles 11 de Junio de 2008.

En presencia de... :
Tal como estamos haciendo, lo primero es tomar conciencia que vamos a rezar, es decir, que Dios va a hablarnos y este diálogo será desde el corazón de Dios al nuestro, a través de un medio muy concreto: la Biblia.
Por eso comienza buscándola. Seguro que tienes una en casa. Tómala en tus manos, inclínate y bésala, pues contiene la Palabra de Dios. Es un libro sagrado, el más sagrado que hay en tu casa. Mira si es importante que los judíos lo guardan en un lugar especialmente destinado para él. Y con admiración ábrela. No es casual que sea el libro más leído del mundo, el más traducido, el más vendido. Es el libro de cabecera de muchas personas. Muchos presidentes del país más poderoso del mundo lo leen con frecuencia, él acompañó al lider afroamericano Luther King en su lucha contra la segregación racial, él guía la conciencia de millones de hombres y mujeres. Su importancia es tal que sin este libro la historia no sería la misma, sin él desaparecería la mayor parte del arte y la literatura. Miles de edificios inspirados por él, millones de cuadros, esculturas, novelas, composiciones musicales,... Sin la Biblia nosotros no seríamos como somos, pues nuestra mentalidad es judeocristiana, con gran influencia bíblica.
Y en ella se encuentran todas las experiencias humanas y sociales. Un marciano que llegase a la tierra y quisiera conocer al ser humano, lo tendría muy fácil: leyendo la Biblia. Y me dirás, pues si en ella hay asesinatos, adulterios, magos, falsos profetas, luchas de poder,... ¿y qué es el mundo sino un retrato de lo que la Biblia cuenta? Porque también hay hombres y mujeres que se aman, padres que luchan por salvar a sus hijos, personas que dan la vida por los demás. Todo lo que es el ser humano se encuentra expresado en la Biblia, por eso es un libro rico en contenido y por eso no es casual que sea el que más marca la vida de los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Pero para ti y para mí es mucho más. Es la Palabra de Dios, en la que nada de lo humano le es indiferente. En ella descubrimos tu vida y la mía, por eso podemos exclamar que esta historia es nuestra historia.
Así pues, tómala y hoy no leas el texto de la pantalla, léelo tomando la Biblia, abriéndola como Indiana Jones buscando, precisamente un tesoro bíblico, el arca perdida, es decir, el arca que mandó construir Dios a través de Moisés, o el Santo Crial, el cáliz que Jesús utilizó en la Última Cena.



Oración preparatoria (La Palabra esperada):
Esta semana recita:
Señor,
concédeme pasar del pecado a la misericordia,
del voluntarismo a la gratuidad,
del miedo a la confianza,
del rechazo a la pacificación,
del egoísmo a la entrega,
de la mezquindad a la honradez,
de la ruptura a la armonía,
de la dureza del corazón a la ternura,
de la impotencia a la confianza”.

El texto (la Palabra escuchada):
Pasado algún tiempo, Caín hizo a Yahvé una oblación de los frutos del suelo. También Abel hizo una oblación de los primogénitos de su rebaño y de la grasa de los mismos. Yahvé miró propicio a Abel y su oblación, más no miró propicio a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y se abatió su rostro. Yahvé dijo a Caín:
-¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Más, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar.
Caín dijo a su hermano Abel:
-Vamos afuera.
Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató.
Yahvé dijo a Caín:
-¿Dónde está tu hermano Abel?
Contestó:
-No se, ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?
Replicó Yahvé:
-¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Aunque labres el suelo, no te dará más su fruto. Vagabundo y errante serás en la tierra.
Entonces dijo Caín a Yahvé:
-Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Si hoy me echas de este suelo, habré de esconderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por tierra y cualquiera que me encuentre me matará.
Yahvé respondió:
-Al contrario, quien quiera que matare a Caín, lo pagará siete veces.
Y Yahvé puso una señal a Caín para que nadie que lo encontrase lo atacara. Caín dejó la presencia de Yahvé y se estableció en el país de Nod, al oriente de Edén.
Gn 4, 3-16

Composición de lugar (la Palabra comprendida):
Esta historia se ha ido concretando desde los pecados capitales, los cuales van dominando mi vida.
Recuerda los pecados capitales son siete: lujuria, envidia, ira, avaricia, pereza, gula y soberbia. Si analizas tus pecados, descubrirás en el fondo de ellos uno o más de los siete pecados capitales.
Centrándonos en el texto, piensa en las veces que has matado a tu hermano, a alguien que aprecias y quieres por envidia, por sentirte minusvalorado o porque lo que habías hecho no había sido valorado por quien o quienes considerabas debían valorártelo y sí lo habían hecho con otra persona.
Matar hay muchas maneras, la peor es cuando en el corazón dejamos de amar a otra persona por envidia, celos,...
Y ahora se trata de que ores. Puedes emplear el método ignaciano de situarte en la escena y en los personajes, viéndote como Caín o Abel.
Coloquio:
Se abre un coloquio el cual “se hace propiamente hablando, así como un amigo habla a otro...”.

Examen de la oración:
Esta semana el examen de la oración tiene una gran importancia ya que se trata de reconocer lo que la oración ha ido realizando en mí. Pues estas meditaciones no son para tener contento a Dios o al consiliario, son para ti, quieren ayudarte a cambiar tu vida, a ser mejor y para eso es necesaria la vida de oración, como recordó a quienes os confirmasteis ayer D. Esteban Escudero, la importancia de una vida de oración para que el agua del Espíritu Santo llegue a las profundas raíces de vuestro corazón, para cambiar “la chupitera”, esto es palabra mía, el pequeño vasito por un cántaro grande, que pueda recoger toda el agua, todo el poder transformador que tiene el Espíritu Santo, el que recibisteis ayer. Ahora también son mías: ¿por qué conformarse con un chupito del mejor licor, cuando Dios te permite y quiere que llenes y te bebas un tanque tan grande como el que utilizan los hidroaviones para apagar incendios?
Así pues: ¿qué consolaciones espirituales he vivido?, ¿qué desolaciones: inquietud, zozobra, crisis, desfallecimiento... he sentido?

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