viernes, 6 de junio de 2008

Escuela de Oración. Semana X. Día 3º


X Semana. Miércoles 4 de Junio de 2008.

En presencia de... :
Nos cuenta la autora del libro como se está extendiendo la idea de que una oración es de buena calidad cuando está hecha a base de silencio y que solamente quedándose sin ideas o con la mente en blanco llega a tener auténtico nivel espiritual. Pero no es del todo cierto. El silencio no es un fin en sí mismo. Nuestro deseo debe estar puesto en el encuentro con Dios, en trabajar el trato con Él para sentirle como un amigo y poder compartir así experiencias de intimidad.
Por eso la oración como toda experiencia humana es rica y llena de posibilidades. Si lo comparamos con el amor, ¿cómo se ama más con un beso o con una buena conversación con la persona amada? Vosotros que tenéis, la mayoría, experiencia de eso, imagino que no sabréis responder. O mejor dicho, se ama igual, pues a veces es necesario un beso o un abrazo y otras una buena charla con la persona a la que se le quiere contar lo que se ha vivido. Son diferentes formas de amar y en todas ellas hay intensidad.
Lo mismo ocurre con la oración. Un día sentimos la necesidad de estar en silencio, cerrando los ojos y sintiendo la presencia de Dios en nuestro interior. Otro, un examen o la enfermedad de un familiar, nos lleva a tener necesidad de hablar y pedirle a Dios. Depende de las circunstancias y lo importante no es tanto el como rezar sino la actitud, el estar abierto a Dios, unas veces en la oración contemplativa y silenciosa, otras recitando varias veces las mismas oraciones, rezando el rosario, en ocasiones tomando los salmos para rezar y habrá momentos que sencillamente necesitaremos hablarle a Dios con nuestras propias palabras, dejando que el corazón le diga lo que siente.
Por eso ahora prepárate y durante unos momentos permanece en silencio. Que tus primeros minutos sean una oración libre, espontánea, como te sientas. Y si estando así estás bien y pasan 15 o 30 minutos no te importe, en la oración como en el amor, a veces uno puede ir con un plan (voy a contarle, vamos a pasear juntos,...), pero la otra persona tiene otro. Lo importante es que reces, que te encuentres con Dios.
Oración preparatoria (La Palabra esperada):

Señor, al meditar hasta donde es capaz de llegar mi pecado,
tiendo a desfallecer, pero ¿acaso necesitas de mi talento?,
¿acaso necesitas mis virtudes? ,
¿acaso me has llamado por mis méritos?
Conoces mi miseria, Señor,
los combates y las tribulaciones de mi alma,
la debilidad y el pecado de mi cuerpo,
las críticas y soberbias de mi mente.
Por eso sé,
que no puedo esperar ser un ángel para entregarme,
se que te tengo que entregar
lo que más me cuesta: mi pecado.
A pesar de que sólo me pides eso,
tú, el Señor de los Señores,
como un mendigo llamas a la puerta de mi corazón,
yo como un prepotente sigo sin enterarme.


El texto (la Palabra escuchada):
Un padre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al Padre:
-Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.
Y el padre les repartió la hacienda. Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
Cuando se lo había gastado todo, sobrevino una hambruna extrema en aquel país y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. El muchacho deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie le daba nada. Entonces e puso a reflexionar y pensó:¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre” Me pondré en camino, iré donde mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. Entonces se avió y partió hacia su padre.
Estando él todavía lejos, lo vio su padre y se conmovió; corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo:
-Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo.
Pero el padre dijo a sus siervos:
-Daos prisa. traed el mejor traje y vestidle; ponedle un anillo en el dedo y calzadle unas sandalias. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado.
Y comenzaron la fiesta.
Su hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercaba a la casa, oyó la música y las danzas. Llamó entonces a uno de los criados y le preguntó qué era aquello. Él respondió:
Es que ha vuelto tu hermano, y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.
Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre y le rogó que entrase. Pero él replicó a su padre:
Hace muchos años que te sirvo y jamás dejé de cumplir una orden tuya. Sin embargo, nunca em has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos. Y ahora que ha venido ese hijo tuyo que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado.
Pero él replicó:
-Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado.
Lc 15, 11-32



Composición de lugar (la Palabra comprendida):
El texto es conocido, la parábola del Padre misericordioso, pues el protagonista no es el hijo sino el Padre que ama a los hijos entrañablemente. Los dos han pecado, uno por abandonarle y el otro por no conocerle y tener una imagen de él más como amo que como padre. Detrás de los dos hermanos se encuentran en el menor los publicanos y pecadores, los samaritanos y todo el mundo pagano, no judío y detrás del mayor se encuentran los fariseos, escribas y todos los que se consideraban fieles cumplidores de la ley. Ninguno de ellos, a pesar de haberle tratado, como los dos hermanos, conocen al Padre. Y en los dos el Padre es quien se mueve, realiza el movimiento de cercanía. Ante el pequeño corre, ante el hijo mayor, abandona al pequeño para salir e invitarle a entrar. Así es Dios.
Pero ahora lo importante es que lo descubras tú mismo, te adentres en esta escena. Así, al igual que ayer, lo importante no es pensar sino sentir. Jesús es el Padre, por eso sigue el método que estamos empleando esta semana.

1.Lee la cita.
2.Imagina la escena con todo lujo de detalles ¿qué ha pasado?
3.Intenta sentirte como se siente el personaje.
4.Prepara un escrito de disculpas a Dios.
5.A mitad de discurso, deja de escribir, levanta la mirada y déjate mirar a los ojos por él.
6.Estate un tiempo mirándole... sin más
7.¿qué sientes?, ¿cóm te sientes?
Durante el día cuando peques, cuando sientas que has metido la pata... vuelve a esa mirada, déjate mirar por él en tu pequeñez, en tu pecado, en tu mediocridad... ante una crítica, una contestación, un acto de soberbia, de lujuria, de ira... para, levanta la mirada y déjate mirar.


Examen de la oración:
¿Cómo me he sentido? ¿Qué cosas me han ayudado? ¿qué cosas me han estorbado? ¿Qué he visto claro? ¿Qué voy descubriendo que se repite en los distintos momentos?

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