lunes, 30 de junio de 2008

Escuela de Oración. Semana XIII. Día 1º


XII Semana. Lunes 31 de Junio de 2008.

Introducción.
Desde la semana pasada nos estamos adentrando en el misterio de la Encarnación, la presencia del Hijo de Dios entre nosotros. La Santísima Trinidad no se conforma con acompañar a la humanidad mediante Moisés y los profetas, el Pueblo de Israel. Da un paso más, el definitivo: hacerse hombre. Este es el gran misterio de Dios. Dios ya no ve la humanidad desde fuera, no acompaña al ser humano como el entrenador. Si me permites la comparación en el día post triunfo de España en la Eurocopa, Dios deja de ser un Luis Aragonés para convertirse en un Villa o un Sena. Él se sumerge en el partido de la historia como uno más, jugando contra el mal y recibiendo de él los golpes, cabezazos, rodillazos y empujones, hasta marcar el tanto definitivo, pero a diferencia del jugador que lo marcó, Él muere en el disparo, resucitando y obteniendo la victoria definitiva.
Quizás sea un poco o bastante rebuscado, vulgar, pero me ha salido así.
Lo fundamental: contemplar como Dios entra en nuestra historia, llevando en Jesús toda la capacidad de amor que tiene. Eso es lo que durante esta semana vamos a contemplar: el nacimiento del Hijo de Dios.
En los días anteriores contemplábamos la decisión del Padre de enviar a Jesús al mundo y el momento en que, gracias a esa gran mujer que tanto amor recibe en Lourdes, Colata, la Basílica del Pilar, de la Virgen de los Desamparados,... se hace realidad el deseo de Dios: salvar a la humanidad haciéndose hombre, muriendo y resucitando por nosotros.

En presencia de... :
“Al llegar ante el Santísimo, al que se lo debo todo, ante él hago un signo de sumisión, de pobreza, d reconocimiento de su grandeza y de mi pequeñez. Me pongo de rodillas y como aquel que se sabe ante alguien muy importante le agradezco poder estar con él”.
Abre el corazón a la admiración.


Oración preparatoria (La Palabra esperada):
Recita:
Señor, concédeme estar contigo, contemplarte, escucharte, sentirte... concédeme conocimiento interno de tu Hijo, que por mí se hizo hombre, para que mas le siga y le ame.

El texto (la Palabra escuchada):
En aquellos días apareció un decreto del emperador Augusto ordenando que se empadronasen los habitantes del Imperio. Éste censo fue el primero que se hizo durante el mandato de Quirino, gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse a su ciudad. También José de la estirpe y Familia de David que se llama Belén, para inscribirse con María, su esposa, que estaba en cinta.

Composición de lugar (la Palabra comprendida):
Hay dos formas distintas de vivir la vida y de situarse ante todos los acontecimientos que me ocurren, las personas ocn las que me encuentro.
Según en que lugar juguemos la batalla tendrá un sentido u otro. Se nos pide alistarnos en el grupo de los pequeños: Belén, José, María, mujer en cinta... Haciéndome yo un pobre menesteroso que camina al lado de la familia de Nazaret y no está tan pendiente de proyectar sus necesidades como de implicarse en su camino reconociendo sus necesidades y sirviéndoles. Tal vez esta nueva identidad me capacite para que vea la realidad de otra manera... camina al lado, escucha, observa, mira, advierte, contempla... sírveles.
Comenzamos hoy contemplando el camino de Nazaret a Belén. Nazaret es un pueblo de cuevas, cuya gente tiene muy mala fama en los alrededores. Ni siquiera es nombrado en el Antiguo Testamento. Y de allí, ella embarazada, apunto de dar a luz salen María y José. Se trata de que pongas imaginación, les veas recogiendo las cosas, subiendo María al borrico, ¿qué siente este pobre borrico que lleva a María? Pídele a María ser tú el borrico que la lleves. Y me dirás, ¿cómo puedo llevar yo a María? Llevando a sus hijos, es decir, sirviendo a los juniors, cargando con el peso de ser monitor, viendo en cada niño y niña el rostro de María.

Coloquio:
Dile:
María, quiero ser manso y humilde como el borrico,
sin la altivez del caballo
ni la fortaleza del buey,
quiero ser un borrico
pacífico y pobre,
que camine tomado del ronzal,
de la mano de José.
Quiero ser un borrico
que no se enorgullece
y se siente lo que es,
un pobre borrico,
aparentemente poco dotado,
el último de los animales de carga,
el menos veloz de los animales de transporte
y sin embargo el más dócil,
el que pasa horas dando vueltas
a la noria,
para así regar los campos
y saciar la sed del caballo y el hombre,
en la fuente de la noria.
Quiero ser un borrico
pequeño y dócil,
donde el niño pueda subir
y el enfermo ser llevado.
María, quiero ser tu borrico,
que José me lleve a Belén,
al encuentro de Jesús,
quiero ser ese borrico
donde Jesús suba,
un simple borrico,
que lleva en las espaldas de su vida
a la Madre de Dios
y al Hijo de Dios.

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