lunes, 19 de mayo de 2008

Escuela de Oración. Semana VIII. Día 1º


VIII Semana. Lunes 19 de Mayo de 2008.

Introducción.
“Si has caído en la cuenta de tu pecado, de tu malicia y sobretodo de sus consecuencias, y a la vez descubres en tu propia vida con qué facilidad entra la vanidad del mundo, quizás entenderás porque dedicarle un tiempo a pedir la gracia de aborrecer. No se trata de hacer frente, de intentar, de luchar... sólo se trata de aborrecer todo aquello que mata o debilita mi vida. Aborrecer aquello que te hace construir sobre arena, lo que enturbia las relaciones... pero sobretodo lo que hace daño a los demás”.
Si te das cuenta, lo que tratan las reflexiones de las últimas semanas es que pases del “no hago pecados” al “pues sí, hago pecados” o mejor dicho “soy pecador”. No para hundirte sino para que seas realista con tu persona y sobretodo para que sientas que Dios te ama contando con tu realidad de pecador. No ama la persona idealizada, ni la que a él le gustaría que fuese, sino tal como eres.

En presencia de... :
Nos encontramos ya en el capítulo 7 sobre los sentidos. Nos cuenta...
“Un joven preguntó:
-Maestro, ¿es posible orar en medio del mundo?
El anciano, mirándole con cariño, le dijo:
-Ten siempre a Dios ante tus ojos, escucha atento su Palabra, déjate envolver por el aroma de la pobreza, gusta de la buena compañía, sostén la mano del caído, empápate de vida y medita todo lo que llegue a tu corazón.



Oración preparatoria (La Palabra esperada):
“Señor, que mi amor por ti, me ayude a sentir el desorden de mi vida. Dame la gracia de aborrecer el pecado, el desorden y la vanidad del mundo, de forma que aborreciéndolo me enmiende y ordene. Ayúdame a ir afinando mi relación contigo y con los hermanos, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones puedan ser ordenadas en servicio y alabanza tuya”

El texto (la Palabra escuchada):
Viendo la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Sus discípulos se le acercaron. Entonces, tomando la palabra, les enseñaba así:
Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan, y cuando, por mi causa, os acusen en falso de toda clase de males. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
Vosotros sois la sal de la tierra. Más si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salarán? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino en el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y alaben a vuestro Padre que está en los cielos.
No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolirlos, sino a darles cumplimiento. Os aseguro que mientras duren el cielo y la tierra, no dejará de estar vigente ni una i ni una tilde de la ley hasta que todo suceda. Por tanto, el que no dé importancia a uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño del Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.
Mt 5, 1-19

Composición de lugar (la Palabra comprendida):
A lo largo de esta semana, siguiendo el guión que nos ofrece el Seminario Menor, vamos a reflexionar acerca del Sermón de la Montaña. Si sigues diariamente estas reflexiones, al finalizar los cinco días habrás leído todo este discurso de Jesús. Situado por el evangelista Mateo al principio de su predicación, después del bautismo, las tentaciones y los primeros discípulos, en él Jesús marca las líneas de vida del ser cristiano, como ha de vivir el discípulo. Nosotros, como juniors tenemos una ley, “amamos a todos los hombres del mundo como Jesús nos ama”. Y cabe preguntarse, pero ¿cómo nos ama Jesús?, ¿cómo debemos amar a todos los hombres del mundo? En el Sermón de la Montaña encontramos la respuesta.
Por otra parte las meditaciones tienen presente el tema que venimos desarrollando las últimas semanas: el pecado. En las anteriores descubrimos el pecado en personajes concretos y en la última semana reflexionamos sobre los siete pecados capitales, origen de todos ellos. Esta semana vamos a ser muy concretos, ya no tomando como ejemplo personajes del Antiguo Testamento o enseñanzas de S. Pablo, sino ayudándonos de Jesús que nos lo deja muy claro en este sermón.
Posiblemente te darás cuenta que estás muy lejos de las enseñanzas de Jesús. Pues bien, todos estamos, pero lo importante es reconocerlo y siguiendo el guión, sentir con dolor el ser así, aborrecer el propio pecado. Estamos en un camino muy bien trazado por S. Ignacio de Loyola. Nos quedan aún muchas semanas, pues si lo aplicásemos a los ejercicios espirituales, nos encontramos comenzándolos, en la primera semana.
Como siempre imagina que eres uno de esos discípulos que sentado sobre la hierba escucha a Jesús predicar en lo alto de la colina. Son muchos los que están allí, tú eres uno de ellos. Escúchale, con todo el corazón. En la primera leída no pienses en ti, sino en Él. Las bienaventuranzas y todo el Sermón de la Montaña es el retrato de Jesús, de sus sentimientos, valores y actitudes ante Dios y los demás. Mira a Él, que es el pobre de espíritu, manso, humilde, misericordioso, limpio de corazón, perseguido por causa de la justicia, es decir, por tratar de ser fiel a Dios y cumplir lo que Dios le pide, Él es la sal de tu vida y la luz de tu existencia.
En un segundo momento reflexiona sobre ello: ¿cuándo has sido como dicen las bienaventuranzas?, ¿cuándo has llorado? En aquella bienaventuranza que has vivido, sitúala en un momento concreto de tu vida y repite muchas veces la segunda parte, el “porque... serán consolados”, por ejemplo. Repítelo hasta que llegue a las raíces de tu corazón.
Seguidamente lee el texto de ser sal y luz. A este propósito nos indica el Libro Rasgos de Identidad a propósito del itinerario testimonio, cuyo objetivo es
“promover la necesidad de realizar un compromiso activo. Se pretende que el juniors se comprometa activamente en el lugar y situación donde vive. Por tanto, debe hacerse eco de todo lo que sucede en su ambiente social, en su barrio o pueblo y tras conocer la realidad que le rodea, juzgarla a la luz del Evangelio.
De ahí surge su compromiso como testigo de Jesucristo. Su testimonio lo realiza a través de su entrega, su crítica, su responsabilidad y su afán de colaborar con una actitud de disponibilidad y alegría. Los jóvenes son ‘la sal de la tierra, la luz del mundo’ y Jesús quiere que brille su ‘luz delante de los hombres, para que vean vuetras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos’
Los ambientes en que los juniors deben centrar su testimonio son la familia, el barrio, el grupo de amigos, la escuela, el trabajo... En el itinerario encuentra su sitio la educación social, cultural y política como servicio al valor absoluto e inviolable de la persona, a través del sentido cristiano de la convivencia humana, de la justicia, de la solidaridad, de la ciudadanía, de la profesionalidad y de la política”.
Ahora no se trata en este punto que pienses como ser sal o luz del mundo. De eso en los próximos días ya se encargará Jesús de decírtelo. Se trata de que te entusiasme por este proyecto de vida, por este ideal.



Coloquio (respuesta a la Palabra):
Cuéntale a Jesús lo que hay dentro de ti, las convicciones más profundas que hay en tu vida y que te impiden avanzar en santidad, que te bloquean. Manifiéstale tu necesidad de descubrir esas mentiras y de que su gracia te toque.

Ejercicio de esta semana:
Nos dice el Seminario Menor...
“Para que sienta el desorden...”
El desorden de mis operaciones es un conjunto de actitudes y actividades personales que sin ser malas en sí mismas, no están integradas en la voluntad de Dios: miedo al riesgo, tendencia a manipular, temor a los conflictos, incapacidad de asumir críticas, facilidad para subrayar lo negativo, individualismo, dejarme llevar,... Todo esto no es el pecado, pero es el “humus” (la tierra propicia) que facilita el que surja el pecado.
“conocimiento del mundo...”
El mundo es algo externo a nosotros, es un conjunto de criterios y valoraciones al margen del Evangelio o contrario a él que me afectan y hacen que mis acciones se encaminen hacia una dirección: Todo vale, lo importante es la eficacia de las cosas, cada persona tiene un valor distinto, entender la iglesia desde la sociología o la política, buscar el honor, hacer lo que se lleva...
El pecado no es un comportamiento aislado, sino que tiene un ambiente donde se fragua, por eso no vale la buena voluntad, ni el yo no quería... en nuestro inconsciente se ha metido una forma de pensar, de entender, de situarnos ante la realidad que nos afecta y debe ser, ante todo, descubierta.
Se trata de poner a la luz no los grandes pecados del pasado, ni siquiera nuestra participación en los pecados capitales, sino algo más sutil: descubrir el ambiente de pecado que me envuelve y que me hace situarme ante la realidad con unos presupuestos pecaminosos.

Examen de la oración:
¿Cómo me he sentido? ¿Qué cosas me han ayudado? ¿qué cosas me han estorbado? ¿Qué he visto claro? ¿Qué voy descubriendo que se repite en los distintos momentos?

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