viernes, 23 de mayo de 2008

Escuela de Oración. Semana VIII. Día 4º


VIII Semana. Jueves 22 de Mayo de 2008.


En presencia de... :
Toda la vida de Jesús está empapada de humanidad: toca y se deja tocar por los ciegos, los sordos, Juan, la pecadora lavándole con sus lágrimas los pies,...), mira a la muchedumbre, huele el hedor de la tumba de Lázaro, gusta de la compañía de los suyos y de las buenas comidas, escucha el grito de los enfermos,... Y nosotros en la oración también colocamos los cinco sentidos más el sexto sentido. Como te indiqué en otra ocasión a los católicos nos gusta rezar con los sentidos y nuestra Madre la Iglesia nos deja que los utilicemos. Es lo que ocurre con las imágenes. Baste mirar el traslado de la Virgen de los Desamparados o el recientemente instaurado besamanos. Nos gusta acercarnos a un santo, a la Virgen María o al Cristo y tocarlo, sentir la madera, como hacemos en las oraciones arciprestales. Personalmente, te confieso, en los ejercicios espirituales que todos los años realizo en Santo Espíritu (Gilet) con los sacerdotes y franciscanos, paseo, rezo ante el Santísimo, ante el Cristo de la capilla de ejercitantes, especialmente a las once de la noche. ¡Qué recuerdos más hermosos! Pero hay un momento especial. En la Iglesia se encuentra un Cristo, en penumbra, delante del confesionario. Y me encanta entrar y tocar, sentir la cercanía de Dios, reposar la cabeza sobre sus rodillas y en este gesto ofrecerle todos mis pensamientos, mis preocupaciones, ilusiones y fracasos. Porque necesitamos tocar, las personas en todos los momentos, especialmente en las enfermedades, como la mujer hemorroisa que perdía sangre, necesitamos tocar aunque sea el borde del manto de Jesús. El sacerdote besa el altar al comenzar y concluir la misa y besa el texto del evangelio que ha leído. Nosotros en Navidad besamos el Niño Jesús y el Viernes Santo la cruz.
También en la oración activamos el sentido del gusto. Es en la comunión cuando comemos el pan de vida, el Cuerpo de Cristo, y bebemos el vino de la salvación, la Sangre de Cristo. El incienso pone en acción el olfato, así ayuda en la celebración, impregna todo el templo de un olor propio, religioso. Y como no, miramos las imágenes, las contemplamos, nos dejamos cautivar por esa Virgen, la de nuestro pueblo, que es la más bonita del mundo. Y escuchamos, por el oído entra la fe, la Palabra de Dios, pero no sólo los textos bíblicos que escuchamos en misa, también la música nos lleva a Dios. El gregoriano es una muestra, es el canto que nos acerca al Creador y lo mismo tantas canciones con órgano, guitarra e instrumentos musicales.
¿Y el sexto sentido? Pues sí, el del corazón, el más importante de todos, el que nos hace sentir y vibrar lo que tocamos, miramos, gustamos, olemos y escuchamos.
Por eso comienza poniendo en acción los seis sentidos. Toca la imagen que tienes delante, si es un crucifijo, tómalo en tus manos, apriétalo con los dedos, siente que a través de él puedes encontrarte con Dios, la imagen acerca a la personas que se aman, como la fotografía acerca a quienes están lejos. Y bésalo. Que tu primera oración sea esa, siente a Dios cerca, él está en tu corazón, por eso el sexto sentido hace posible que sientas a Dios.

Oración preparatoria (La Palabra esperada):
“Señor, que mi amor por ti, me ayude a sentir el desorden de mi vida. Dame la gracia de aborrecer el pecado, el desorden y la vanidad del mundo, de forma que aborreciéndolo me enmiende y ordene. Ayúdame a ir afinando mi relación contigo y con los hermanos, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones puedan ser ordenadas en servicio y alabanza tuya”

El texto (la Palabra escuchada):
No amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socaban y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
El ojo es la lámpara del cuerpo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará iluminado; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se dedicará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero.
Mt 6, 19-24

Composición de lugar (la Palabra comprendida):
De nuevo tratemos de responder a la pregunta sobre como nos ama Jesús y como debemos amar para amar como Jesús nos ama. Después pregúntate: ¿realmente dónde está mi tesoro?, ¿es verdad que en el comienzo de mi juventud voy hacia ti Jesús o, sinceramente, voy en dirección contraria a ti Jesús, o al menos dando un rodeo?, ¿ser junior es para mí el mayor tesoro, pues me lleva a Jesús y a vivir como él vivió?, ¿cuáles son las oscuridades que hay mi ojo: las personas que no me trago, los malos pensamientos, los pensamientos agresivos y violentos, la pereza,...?, ¿a quién sirvo: a Jesús o al dinero, el placer y el poder?
Después de contestar estas preguntas, repite muchas veces una de las frases, la que más te ha gustado, para que la Palabra vaya entrando en tu memoria y de allí pase al corazón. No olvides que es Palabra de Dios y palabra humana. Como las canciones, necesita ser escucha muchas veces para que toque la fibra de nuestro corazón.


Coloquio (respuesta a la Palabra):
Cuéntale a Jesús lo que hay dentro de ti, las convicciones más profundas que hay en tu vida y que te impiden avanzar en santidad, que te bloquean. Manifiéstale tu necesidad de descubrir esas mentiras y de que su gracia te toque.

Ejercicio de esta semana:
Nos dice el Seminario Menor...
“Para que sienta el desorden...”
El desorden de mis operaciones es un conjunto de actitudes y actividades personales que sin ser malas en sí mismas, no están integradas en la voluntad de Dios: miedo al riesgo, tendencia a manipular, temor a los conflictos, incapacidad de asumir críticas, facilidad para subrayar lo negativo, individualismo, dejarme llevar,... Todo esto no es el pecado, pero es el “humus” (la tierra propicia) que facilita el que surja el pecado.
“conocimiento del mundo...”
El mundo es algo externo a nosotros, es un conjunto de criterios y valoraciones al margen del Evangelio o contrario a él que me afectan y hacen que mis acciones se encaminen hacia una dirección: Todo vale, lo importante es la eficacia de las cosas, cada persona tiene un valor distinto, entender la iglesia desde la sociología o la política, buscar el honor, hacer lo que se lleva...
El pecado no es un comportamiento aislado, sino que tiene un ambiente donde se fragua, por eso no vale la buena voluntad, ni el yo no quería... en nuestro inconsciente se ha metido una forma de pensar, de entender, de situarnos ante la realidad que nos afecta y debe ser, ante todo, descubierta.
Se trata de poner a la luz no los grandes pecados del pasado, ni siquiera nuestra participación en los pecados capitales, sino algo más sutil: descubrir el ambiente de pecado que me envuelve y que me hace situarme ante la realidad con unos presupuestos pecaminosos.

Examen de la oración:
¿Cómo me he sentido? ¿Qué cosas me han ayudado? ¿qué cosas me han estorbado? ¿Qué he visto claro? ¿Qué voy descubriendo que se repite en los distintos momentos?


http://destellosdelmontcabrer.blogspot.com/

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