martes, 20 de mayo de 2008

Escuela de Oración. Semana VIII. Día 2º


VIII Semana. Martes 20 de Mayo

En presencia de... :
La autora del libro que seguimos en este capítulo en el que nos adentramos en el mundo de los sentidos cita a S. Ignacio de Loyola, el maestro de oración que está marcando el camino de estos ejercicios espirituales. Afirma:
“S. Ignacio de Loyola, para acercar a la persona a Jesús y a la experiencia de los primeros cristianos, proponía en la oración hacer la composición viendo el lugar que consiste en leer detenidamente los textos del Evangelio con todo el corazón y con todas las tripas, tratando de imaginar las escenas incorporándose a ellas como si presente me hallase, es decir, como un personaje más de la escena descrita. Lo importante es dejarse afectar para comprometer mi espíritu con el de las personas que contemplo.

Oración preparatoria (La Palabra esperada):
“Señor, que mi amor por ti, me ayude a sentir el desorden de mi vida. Dame la gracia de aborrecer el pecado, el desorden y la vanidad del mundo, de forma que aborreciéndolo me enmiende y ordene. Ayúdame a ir afinando mi relación contigo y con los hermanos, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones puedan ser ordenadas en servicio y alabanza tuya”

Su palabra:
Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás, pues el que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo que todo aquel que se encolerice contra su hermano será reo ante el tribunal; el que llame a su hermano imbécil será reo ante el Sanedrín; y el que le llame renegado, será reo de la Gehenna de fuego. Entonces, si al momento de presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar; y vete primero a reconciliarte con tu hermano. Luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él de camino, no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.
Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo que todo el que mira con deseo a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de tropiezo, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de tropiezo, córtatela y arrójala de ti; te conviene que se pierda uno de tus miembros, antes que todo tu cuerpo vaya a la Gehenna.
También se dijo: el que repudie a su mujer, que le de acta de divorcio. Pero yo os digo que todo aquel que repudia a su mujer –excepto en caso de fornicación – la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada comete adulterio.
Habéis oído también que se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. Pues yo os digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Limitaos a decir: sí, si, no, no, pues lo que pasa de aquí proviene del Maligno.
Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo que no resistáis al mal; antes bien, el que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y no vuelvas la espalda al que desee que le prestes algo.
Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu hermano. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publícanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los paganos? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre del cielo.
Mt 5, 20-48

Composición de lugar:
Recuerda que nos encontramos en la primera semana de los ejercicios espirituales de S. Ignacio, cuando después de descubrir que hemos sido creados para “alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto, salvar su anima”, nos hemos adentrado en el mayor obstáculo que tenemos para salvarnos y ser felices: el pecado.
Pero el pecado tiene un gran problema, el que se disimula, se cubre con los velos de los mínimos que nos impiden descubrir la realidad de él. Y así como la niebla va oscureciendo lentamente nuestra relación con Dios y los demás.
Por eso lo primero es descubrirlo en nuestra vida para ser consciente de ello. No se trata al principio de plantearse el qué puedo hacer para no cometer pecados, sino el tomar conciencia del pecado y sentir profundo dolor. Para ello esta semana estamos descubriendo el pecado ayudados por Jesús y el Sermón de la Montaña. En él va más allá de la moral de mínimos, la del “yo no hago pecados, pues no mato, no robo, soy fiel a mi pareja, me conformo con lo que tengo,...”. Jesús, a diferencia de los fariseos, va más allá, porque en el amor nunca se ama bastante, siempre se tiene conciencia de que a la persona amada no se le trata bien y por eso siempre se está agradecido a la persona amada, porque se está en deuda con ella, que es la que tiene paciencia, perdona, ama a pesar del genio,...
Así pues lee el texto. Es largo, pero muy jugoso. Recuerda que esto no es un examen que te tengas que aprender un tema. Es oración y por tanto si en la primera afirmación comienzan a surgirte idas y te entran ganas de hablarle a Jesús de ello, no tengas problema, detente en ella y dedica todo el rato de tu oración a lo que en ese momento brota en tu interior. Y vendrá otra ocasión en la que lo terminarás.
Si te cuesta rezar responde a las dos preguntas sobre la Ley Junior: ¿Cómo ama Jesús? y ¿Cómo tengo que amar yo?
Otra forma de rezar, propia de los juniors es la revisión de vida. El VER-JUZGAR-ACTUAR. Es decir, pensar en un pecado que he cometido recientemente, relacionado con el texto leído, juzgarlo teniendo presente la enseñanza de Jesús y buscar la forma de cambiar ese modo de actuar. También el libro Rasgos de Identidad le llama experiencia-reflexión-compromiso-celebración de fe (hacer una pequeña oración, bien dándole gracias, bien mediante una petición).

Coloquio (respuesta a la Palabra):
Cuéntale a Jesús lo que hay dentro de ti, las convicciones más profundas que hay en tu vida y que te impiden avanzar en santidad, que te bloquean. Manifiéstale tu necesidad de descubrir esas mentiras y de que su gracia te toque.

Ejercicio de esta semana:
Nos dice el Seminario Menor...
“Para que sienta el desorden...”
El desorden de mis operaciones es un conjunto de actitudes y actividades personales que sin ser malas en sí mismas, no están integradas en la voluntad de Dios: miedo al riesgo, tendencia a manipular, temor a los conflictos, incapacidad de asumir críticas, facilidad para subrayar lo negativo, individualismo, dejarme llevar,... Todo esto no es el pecado, pero es el “humus” (la tierra propicia) que facilita el que surja el pecado.
“conocimiento del mundo...”
El mundo es algo externo a nosotros, es un conjunto de criterios y valoraciones al margen del Evangelio o contrario a él que me afectan y hacen que mis acciones se encaminen hacia una dirección: Todo vale, lo importante es la eficacia de las cosas, cada persona tiene un valor distinto, entender la iglesia desde la sociología o la política, buscar el honor, hacer lo que se lleva...
El pecado no es un comportamiento aislado, sino que tiene un ambiente donde se fragua, por eso no vale la buena voluntad, ni el yo no quería... en nuestro inconsciente se ha metido una forma de pensar, de entender, de situarnos ante la realidad que nos afecta y debe ser, ante todo, descubierta.
Se trata de poner a la luz no los grandes pecados del pasado, ni siquiera nuestra participación en los pecados capitales, sino algo más sutil: descubrir el ambiente de pecado que me envuelve y que me hace situarme ante la realidad con unos presupuestos pecaminosos.

Examen de la oración:
¿Cómo me he sentido? ¿Qué cosas me han ayudado? ¿qué cosas me han estorbado? ¿Qué he visto claro? ¿Qué voy descubriendo que se repite en los distintos momentos?


http://destellosdelmontcabrer.blogspot.com/

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