domingo, 25 de mayo de 2008

Escuela de Oración. Semana VIII. Día 5º


VIII Semana. Viernes 23 de Mayo de 2008.


En presencia de... :
Una de las cosas que más nos impresionan de las últimas oraciones que hemos realizado (Vigilia de la Inmaculada y Hora Santa) es la ambientación. Es evidente que nos ayuda mucho el encontrar en la capilla unos signos, una luz concreta, la música de ambiente.
Como bien indica la autora del libro que seguimos, hay que dar importancia a las cosas pequeñas para poder rezar con concentración. Así es importante lo que nos dice el tacto (sentados, de rodillas, cómodos, incómodos,...), la vista (el orden, los detalles, los signos, las imágenes,...), el olfato(incienso, perfume, agradable, seco,...) y el oído (música de ambiente, silencio,...).
Esto que lo preparamos muy bien cuando realizamos una celebración, también debiéramos tenerlo en cuenta en nuestra oración. No te digo que montes en tu casa una capilla, pero sí que cuides el lugar. Busca tu lugar de oración. Puede ser la mesa donde estás leyendo este texto, o puede ser el rincón preferido para leer los libros que más te gustan o para escuchar música. Lo importante es que transformes ese lugar en un espacio de oración, bien colocando una estampa o imagen religiosa, bien arrodillándote ante el crucifijo, o sencillamente uniendo tus manos en señal de oración, cerrando los ojos.
A este propósito, ya te lo confesé en el anterior ejercicio. A mí me encanta buscar esos lugares de oración. Últimamente son la via verde, el caminar por este sendero, junto al río y el calvario, caminar recorriendo las estaciones, sin rezarlas, sencillamente paseando pausadamente, disfrutando del paisaje, mirando los cipreses que cual surtidores se levantan hacia lo alto, mirando el cielo y llegar a la ermita del Calvario. Es sencilla y pobre, tan sólo un Cristo. Pero ¡cuánta belleza hay en ella! Porque paseando entran en oración nuestros sentidos: el tacto al acariciarnos la brisa, el olfato gracias al aroma que desprenden los árboles y la hierba, el oído que se deleita con el viento y el canto de los pájaros y la vista recreándose en la multitud de gamas de colores que hay en el cielo, los árboles, los montes,... Y si rezas junto al mar se suma el sabor a sal que impregna los labios la brisa.
Rezar es rezar con nuestro cuerpo, no tenemos otro medio, por eso es importante el que lo valores y lo integres en la oración, como Adán y Eva en el Paraíso, aquellas tardes en las cuales Dios se paseaba con ellos y ellos rezaban con el cuerpo que el mismo Dios había modelado de arcilla y hueso, así rezamos nosotros, con todo nuestro ser, como afirma Dios por boca de Moisés en la oración que todos los judíos recitan dos veces al día y antes de morir. Impresionante, por cierto, si pensamos que esa era la oración que rezaban en los campos de exterminio. Allí donde había horror y dolor, allí quienes sufrían atrozmente en las cámaras de gas, morían con estas palabras: “Shemà oh Israel, Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé. Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Que penetren en tu mente estas palabras que yo te digo hoy. Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado” (Deuteronomio 6, 4-7). Ante tanto dolor los judíos no se rebelaron contra Dios, sino que lo vivieron con una gran fe, confiando totalmente en quien es más fuerte que la tiranía de un dictador. Y Jesús también repitió estas palabras, así en sus labios las encontramos en Mateo 22, 37-38.
Pues bien, comienza centrando tu cuerpo y rezando la oración judía.

Oración preparatoria (La Palabra esperada):
“Señor, que mi amor por ti, me ayude a sentir el desorden de mi vida. Dame la gracia de aborrecer el pecado, el desorden y la vanidad del mundo, de forma que aborreciéndolo me enmiende y ordene. Ayúdame a ir afinando mi relación contigo y con los hermanos, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones puedan ser ordenadas en servicio y alabanza tuya”

El texto (la Palabra escuchada):
Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, pensando qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, discurriendo con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni consechan, ni recogen en graneros, pero vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede , por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón en todo su esplendor, se vistió como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?, pues por todas esas cosas se afanan los paganos. Vuestro Padre celestial ya sabe que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana, pues el mañana se preocupará de sí mismo: cada día tiene bastante con su propio mal.
Mt 6, 25-34

Composición de lugar (la Palabra comprendida):
Aparentemente Jesús nos está diciendo que pasemos de todo. Evidentemente que no es así, pues él no fue un pasota, al contrario se implicó de lleno en todo cuanto ocurría, en la defensa de la Ley de Dios y del ser humano. Lo que si nos dice es que vivamos con tranquilidad y sin estrés, que nos situemos.
Así en primer lugar llama la atención la sensibilidad de Jesús hacia la naturaleza. Él se fija en las aves del cielo, los lirios del campo y la hierba del campo. Porque Jesús, siguiendo con la pregunta de esta semana, ama la naturaleza, en ella ve a Dios Padre que cuida de los pajarillos, la hierba y los lirios.
Pero vayamos más allá. Pronto será el campamento y ya andamos preocupados por buscar el sitio, las cocineras, preparar los juegos, las actividades, realizar los presupuestos, promover la campaña que anime a los críos a venir,... Y eso está muy bien, pero Jesús lo sitúa en su lugar. Y lo primero es el Reino de Dios. Desde ahí, a trabajar y entregarnos por el campamento.
Por eso comienza con una primera lectura. A continuación una segunda lectura en la que representes en tu imaginación lo que Jesús dice. Seguidamente piensa en las veces que andas agobiado o agobiada. ¿Pero es necesario? Si lo es, colócalo en su lugar. Lo primero es Jesús y desde él amando como él ama, es la ley junior, todo lo demás.

Coloquio (respuesta a la Palabra):
Háblale a Jesús con todo tu corazón, con todo tu ser, con toda tu mente.

Ejercicio de esta semana:
Nos dice el Seminario Menor...
“Para que sienta el desorden...”
El desorden de mis operaciones es un conjunto de actitudes y actividades personales que sin ser malas en sí mismas, no están integradas en la voluntad de Dios: miedo al riesgo, tendencia a manipular, temor a los conflictos, incapacidad de asumir críticas, facilidad para subrayar lo negativo, individualismo, dejarme llevar,... Todo esto no es el pecado, pero es el “humus” (la tierra propicia) que facilita el que surja el pecado.
“conocimiento del mundo...”
El mundo es algo externo a nosotros, es un conjunto de criterios y valoraciones al margen del Evangelio o contrario a él que me afectan y hacen que mis acciones se encaminen hacia una dirección: Todo vale, lo importante es la eficacia de las cosas, cada persona tiene un valor distinto, entender la iglesia desde la sociología o la política, buscar el honor, hacer lo que se lleva...
El pecado no es un comportamiento aislado, sino que tiene un ambiente donde se fragua, por eso no vale la buena voluntad, ni el yo no quería... en nuestro inconsciente se ha metido una forma de pensar, de entender, de situarnos ante la realidad que nos afecta y debe ser, ante todo, descubierta.
Se trata de poner a la luz no los grandes pecados del pasado, ni siquiera nuestra participación en los pecados capitales, sino algo más sutil: descubrir el ambiente de pecado que me envuelve y que me hace situarme ante la realidad con unos presupuestos pecaminosos.

Examen de la oración:
¿Cómo me he sentido? ¿Qué cosas me han ayudado? ¿qué cosas me han estorbado? ¿Qué he visto claro? ¿Qué voy descubriendo que se repite en los distintos momentos?

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