miércoles, 21 de mayo de 2008

Escuela de Oración. Semana VIII. Día 3º


VIII Semana. Miércoles 21 de Mayo de 2008.

En presencia de... :
Nos cuenta la autora del libro: “Parece que si no saco conclusiones claras, la oración no ha sido buena y productiva. Pero si esto fuera así, tendrían ventaja los listos e inteligentes que disponen de visión de futuro para solucionar los problemas. La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de gente que no destacó precisamente por su expediente académico y que, sin embargo, brilló en Evangelio: san Ignacio de Loyola, san Felipe Neri, san Juan Mª Vianney... No terminamos de captar que el quid no está en pensar mucho, sino, como decía santa Teresa, en amar mucho. Para ello es necesario empaparse de Cristo, llenarse de Él, dejar que nos entre por todos los sentidos...”.
Así pues comienza sencillamente colocándote delante de una estampa o cerrando los ojos y diciéndole a Jesús: te quiero, como se lo dijo aquel hombre casado, posiblemente viudo, llamado Pedro, “Señor, tú sabes que te amo” (Jn 21, 15).
Oración preparatoria (La Palabra esperada):
“Señor, que mi amor por ti, me ayude a sentir el desorden de mi vida. Dame la gracia de aborrecer el pecado, el desorden y la vanidad del mundo, de forma que aborreciéndolo me enmiende y ordene. Ayúdame a ir afinando mi relación contigo y con los hermanos, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones puedan ser ordenadas en servicio y alabanza tuya”

El texto (la Palabra escuchada):
Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para que os vean; en tal caso no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Así que, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que con eso ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha. Así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, bien plantados, para que los vea la gente. Os aseguro que con eso ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Ahora bien, cuando oréis, no charléis mucho, como los paganos que se figuran que por su palabrería van a ser escuchaos. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
Vosotros, pues, orad así:
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu Nombre,
venga tu Reino;
hágase tu Voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánosle hoy;
y perdónanos nuestras deudas,
así como nosotros hemos perdonado
a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en la tentación,
mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que la gente vea que ayunan. Os aseguro que con eso ya reciben su paga. Tú en cambio cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu cara, para que tu ayuno sea visto, no por la gente, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Composición de lugar (la Palabra comprendida):
Nos encontramos profundizando en la Ley Junior, “amamos a todos los hombres del mundo como Jesús nos ama”. Y para eso tenemos que descubrir como ama Jesús. En el Sermón de la Montaña encontramos la respuesta.
También estamos descubriendo a través de sus palabras nuestra realidad de pecado. Jesús es como, como una lámpara de quirófano que ilumina nuestras heridas, a fin de poder así curarlas.
Hoy nos encontramos con los tres actos que los cristianos realizamos especialmente en tiempo de cuaresma: la oración, la limosna y el ayuno. Pero lo importante aquí no es si realmente lo practicamos, sino como lo practicamos. Porque no está en ser generoso con los demás, en dedicar mucho rato a orar y en realizar penitencias (privarse de comer golosinas, dulces, carne,... de ver televisión, de fumar, de beber,...) sino lo que hay en lo profundo del corazón. Si lo hacemos para que lo vean los demás o para Dios. Jesús no quiere hipócritas sino personas que busquen a Dios y no se miren a sí mismos o se crean mejores que los demás porque van a misa, no comen carne en cuaresma y ayudan a la Iglesia con buenas sumas de dinero.
Por eso comienza leyendo el texto entero. Después piensa en la frase que más te ha gustado y busca la relación que tiene con tu vida. También sería interesante que rezases el Padrenuestro con tranquilidad, pensando en cada una de sus palabras. Esa puede ser la mejor oración.


Coloquio (respuesta a la Palabra):
Cuéntale a Jesús lo que hay dentro de ti, las convicciones más profundas que hay en tu vida y que te impiden avanzar en santidad, que te bloquean. Manifiéstale tu necesidad de descubrir esas mentiras y de que su gracia te toque.

Ejercicio de esta semana:
Nos dice el Seminario Menor...
“Para que sienta el desorden...”
El desorden de mis operaciones es un conjunto de actitudes y actividades personales que sin ser malas en sí mismas, no están integradas en la voluntad de Dios: miedo al riesgo, tendencia a manipular, temor a los conflictos, incapacidad de asumir críticas, facilidad para subrayar lo negativo, individualismo, dejarme llevar,... Todo esto no es el pecado, pero es el “humus” (la tierra propicia) que facilita el que surja el pecado.
“conocimiento del mundo...”
El mundo es algo externo a nosotros, es un conjunto de criterios y valoraciones al margen del Evangelio o contrario a él que me afectan y hacen que mis acciones se encaminen hacia una dirección: Todo vale, lo importante es la eficacia de las cosas, cada persona tiene un valor distinto, entender la iglesia desde la sociología o la política, buscar el honor, hacer lo que se lleva...
El pecado no es un comportamiento aislado, sino que tiene un ambiente donde se fragua, por eso no vale la buena voluntad, ni el yo no quería... en nuestro inconsciente se ha metido una forma de pensar, de entender, de situarnos ante la realidad que nos afecta y debe ser, ante todo, descubierta.
Se trata de poner a la luz no los grandes pecados del pasado, ni siquiera nuestra participación en los pecados capitales, sino algo más sutil: descubrir el ambiente de pecado que me envuelve y que me hace situarme ante la realidad con unos presupuestos pecaminosos.

Examen de la oración:
¿Cómo me he sentido? ¿Qué cosas me han ayudado? ¿qué cosas me han estorbado? ¿Qué he visto claro? ¿Qué voy descubriendo que se repite en los distintos momentos?

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