viernes, 16 de mayo de 2008

Escuela de Oración. Semana VII. Día 5º


VII Semana. Viernes 17 de Mayo

En presencia de...
Dejamos atrás la imaginación y vamos a despertar los sentidos. Dice nuestra autora y en cierta forma, maestra al comenzar a orar: “Una de las expresiones que más se oyen cuando se hace balance de la oración es no siento nada o me he quedado igual que estaba, como si la autenticidad del rezar estuviera ligada al sentirse bien, mal, regular.... ¿cómo manejar el sentir en la vida espiritual? Demasiadas veces tenemos la sensación de que la oración se reduce a dar vueltas y vueltas sobre lo mismo. No terminamos de poner en juego todo lo que somos, los sentidos, y no sólo la razón, son también eficaces colaboradores en la construcción de la relación con el Señor. Jesús sabía mirar, escuchar, oler, tocar, gustar, pensar,... Él es el mejor Maestro si queremos aprender a despertar nuestros sentidos en la oración y, por tanto, en toda nuestra vida.
Así pues, comienza sintiendo, dejando que afloren tus sentimientos ante este momento tan especial del día en el que vas a encontrarte ni más ni menos que con el mismo Dios, a sentir su mano cálida.

Oración preparatoria:
“Señor, que en este ejercicio mi corazón reconozca mi pecado y sea capaz de sentir dolor por él para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza tuya”.



El texto, Su Palabra:
Llegados al lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí junto con los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:
-Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes. La gente estaba mirando. Los magistrados, por su parte, hacían muecas y decían:
-Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si es el Cristo de Dios, el Elegido.
También los soldados se burlaban de él; se acercaban, le ofrecían vinagre y le decían:
-Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate!
Había encima de él una inscripción:
-Éste es el rey de los judíos.
Uno de los malhechores colgados le insultaba:
-¿No eres tú el Cristo? ¡Pues sálvate a ti y a nosotros!
Pero el otro le increpó:
-¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?
Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho. Y le pedía:
-Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.
Jesús le contestó:
-Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Era ya cerca de la hora sexta, cuando se oscureció el sol y toda la tierra quedó en tinieblas hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo:
-Padre, en tus manos pongo mi espíritu.
Y, dicho esto, expiró.
Composición de lugar:
Y comenzamos con el catecismo. Es decir, esos principios que nos enseñaba. Veamos: contra soberbia, humildad; contra avaricia, generosidad; contra lujuria, castidad; contra ira, paciencia; contra gula, templanza; contra envidia, caridad; contra pereza, diligencia.
El mismo s. Ignacio de Loyola decía: “para mejor conocer las faltas hechas... mírese sus contrarios y así, para mejor evitarlos, proponga y procure la persona adquirir y tener las siete virtudes contrarias a ellos”.
Muchas veces el cristianismo lo presentamos como un conjunto de normas que prohíben lo que nos gusta o hacemos constantemente. Y no es así, el cristianismo es un conjunto de mandatos que nos ayudan a ser mejores. Si lo miramos friamente es mejor ser humilde que soberbio, generoso que avaro,... pues de lo contrario acabamos siendo egoístas y haciendo daño a las personas que más amamos.
Pero el cristianismo no es un tratado, es una persona, es la vida que se hace vida en personas concretas como estamos viendo. Durante esta semana nos hemos encontrado en contra-modelos, personas cuyas acciones son contrarias al plan de Dios. Hoy vamos a mirar a Cristo, el centro de nuestra vida, el modelo por excelencia a quien seguir e imitar. Y lo hacemos desde la cruz, la gran escuela del amor y del cristianismo.
Frente a la soberbia de los reyes Jesús se presenta como el Rey de los Judíos que ocupa el último lugar, el de los condenados a muerte, es el humilde. Frente a la avaricia de quienes pretenden tener vida y luchan por poseer, Jesús entrega lo único que tiene, sus vestidos para que se los repartan y desnudo ofrece lo único que ya sólo poseía, su vida, entregándola al Padre. Frente a la lujuria de la comodidad, Él escoge la castidad de renunciar a todo y abrazarse al madero de la cruz por amor. Frente a la ira ante los terribles sufrimientos que le provocan, físicos con la crucifixión, morales con los insultos, Él es paciente y perdona a quienes le hacen sufrir. Frente a la gula renuncia incluso al narcótico que le ofrecen los soldados, la hiel. Frente a la envidia, él ama y con diligencia se deja crucificar y no lo deja más tarde, cumpliendo así la voluntad del Padre.
Ahora es el momento, primero que imagines la escena, recreándola según tu capacidad imaginativa. A continuación no pienses en tus pecados capitales, sino en tus virtudes, las veces que has sido humilde, generoso, casto, paciente, templado, lleno de amor y diligente y relaciónalo con la cruz.

Coloquio:
Si al revisar te cuesta o no encuentras muchos momentos, pídeselo. No estamos solos, las virtudes no son, sólo fruto del esfuerzo humano y personal, sino de la acción de Dios que se pide en la oración.
Examen de la oración:
“Miraré cómo me ha ido en la meditación; y si mal, miraré la causa donde procede, y así mirada, arrepentirme, para enmendar adelante; y si bien, daré gracias a Dios y haré otra vez de la misma manera”

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